El
cine
en América Latina
Lauro Zavala
nnnnnnn
Resumen
n este artículo se señalan las condiciones que
determinan el aislamiento de la reflexión producida en la región iberoamericana en los estudios
de teoría y análisis cinematográfico. El hecho
de que los trabajos sobre cine escritos en lengua española no sean traducidos a otras lenguas se debe a una
triple insularidad: el aislamiento bibliográfico y cinematográfico entre los países de la región; el aislamiento de esta región con la producción teórica generada
en otras lenguas, y la ausencia de diálogo entre las disciplinas que estudian el cine.
Se comentan estas formas de insularidad interna,
externa y disciplinaria; se proponen algunas hipótesis
para explicar sus orígenes y su persistencia hasta nuestros días, y se proponen algunas posibles soluciones a este aislamiento
crónico. Tan sólo la insularidad interna se manifiesta en problemas
como la distribución y exhibición
de las películas y de los libros de
investigación, la falta de recursos
de los archivos fílmicos, la tendencia de las editoriales a publicar sólo autores locales
o traducir únicamente lo que se produce en francés, y
en la ausencia de suficientes redes de investigadores.
Entre las posibles soluciones se encuentra, por supuesto, la adopción de una política regional que haga
de la educación superior una prioridad presupuestaria,
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de tal manera que se logre crear los institutos de investigación cinematográfica que todavía no existen en
el país.
Introducción
La situación de los estudios sobre cine en América Latina ha estado dominada en los últimos 50 años
por tres características que les han impedido establecer
un diálogo productivo con la tradición internacional en
los estudios sobre historia, teoría y crítica, de manera
que se pueda hablar de una tradición epistemológica
de carácter universal producida en lengua española.
Estas características son: la insularidad entre los países de la región (lo cual afecta especialmente los estudios sobre la historia del cine), la
insularidad con el exterior (lo cual
afecta especialmente a la teoría del
cine) y la insularidad disciplinaria, que consiste en una presencia
aplastante de la tradición historiográfica por encima de las aproximaciones humanísticas (lo cual afecta,
especialmente, a la crítica cinematográfica).
Estas características han marcado la naturaleza
epistemológica de los estudios en la región, y son compartidas por gran parte de los estudios humanísticos, con énfasis en los campos que le resultan más
próximos: fotografía, artes escénicas, artes visuales,
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musicología y (sobre todo) literatura. Esta condición
no sólo afecta el terreno de la epistemología, sino también el de la lógica argumentativa (tan importante
para el análisis de secuencias) y el de la articulación entre la ética y la estética del cine.
La insularidad interna
La insularidad interna en los estudios cinematográficos en América Latina consiste en el desconocimiento que existe en cada uno de nuestros países de
lo que se produce en la región en el campo de la investigación universitaria y de la crítica en general. En
otras palabras, todos sabemos que los estudios sobre
cine producidos en cada uno de nuestros países difícilmente circulan entre los demás países de la región, de
manera paralela a lo que ocurre con la distribución
de los materiales cinematográficos. Así como en México no se conocen las películas producidas en Argentina,
Brasil, Colombia, Cuba o Venezuela (con excepciones
extremadamente raras), de la misma manera los estudios sobre cine producidos en cada país latinoamericano sólo en casos excepcionales llegan a circular más
allá de las fronteras nacionales.
Es necesario que un investigador (o director de cine) logre publicar sus libros o producir sus películas en
Europa o en los Estados Unidos para que estos materiales sean distribuidos no sólo en su propio país de ori-
Alejandro González Iñárritu y Gael García Bernal. Tomada de <www.
allmoviephoto.com>, fotografía de Eniac Martínez.
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gen, sino también en los países de la región iberoamericana. Se podría decir que un fenómeno similar al de
los directores Alejandro González Iñárritu y Guillermo
del Toro, o los actores Salma Hayek y Gael García,
existe en el terreno de la epistemología del cine. Es el
caso de los investigadores argentinos Mario Onaindia,
Mauro Wolf y Eduardo Russo (con sus estudios sobre
cine y literatura, sobre el guión en el cine clásico y su
Diccionario del cine, respectivamente, publicados todos
ellos en Paidós), y del mexicano José Felipe Coria o
el brasileño Arlindo Machado (con sus reflexiones
sobre el espectador de cine, también en Paidós, y el recuento de las secuencias canónicas en la historia del
análisis cinematográfico, este último publicado por
Gedisa).
Sólo en casos excepcionales los trabajos de nuestros
investigadores llegan a ser conocidos en la misma región. En el último par de años merece ser notado el
trabajo de la editorial Manantial, de Buenos Aires, pues
no sólo publica autores que producen reflexiones sobre
historia, teoría y crítica de cine, sino que ha logrado establecer una red de distribución como no lo han logrado los editores más importantes sobre estos terrenos en
la región latinoamericana, por ejemplo Era (para los
trabajos sobre historia del cine mexicano de Emilio
García Riera), la Universidad de Guadalajara (para los
estudios monográficos sobre directores) o la Universidad
Nacional Autónoma de México ( UNAM), para mencionar el caso mexicano.
Además, esta misma editorial argentina ha dado a
conocer el trabajo de uno de los teóricos más destacados que ha producido América Latina: el brasileño
Ismail Xavier. Varias décadas después de haberse publicado en Brasil su trabajo seminal sobre la transparencia en el cine de ficción, los hablantes de español
podemos tener acceso a su trabajo, acompañado además por sus propias reflexiones sobre este concepto
central de la epistemología europea del cine clásico.
¿Cuántas décadas más tendremos que esperar para que
los colegas brasileños conozcan los trabajos de colegas
argentinos como Onaindia y Faretta, así como de otros
investigadores de la región que escriben en español?
A la insularidad lingüística y editorial de los trabajos
de los investigadores de la región se suma la de los archivos fílmicos. Sólo puede haber investigación ahí
• El cine en América Latina
donde hay acervos actualizados, eficientes y accesibles.
Considerar la importancia estratégica que tendría la difusión inmediata y permanente de los materiales audiovisuales que se producen en cada uno de los países
de la región es algo que no ha recibido la suficiente
atención en los respectivos ministerios de cultura, en
su conjunto, en la región iberoamericana, aunque ya
fue insistentemente señalado en el reciente Congreso
Iberoamericano de la Cultura, realizado en México en
octubre de 2008 y auspiciado por la Cumbre de Presidentes de Iberoamérica. Al parecer, en ese congreso no
se llegó a concretar ningún proyecto de trabajo en conjunto por parte de los respectivos ministerios de la cultura en lo relativo a la distribución y exhibición de la
producción cinematográfica de cada país.
No se puede hablar de una epistemología de los estudios cinematográficos en América Latina mientras
no exista un cine latinoamericano. Y nunca ha existido un cine latinoamericano por la sencilla razón de
que en ningún país de la región se conocen las películas producidas por los demás países de la misma zona.
Tal vez sorprenda a los colegas brasileños saber que
en México no se conoce el trabajo del Cinema Novo.
Nadie ha visto las películas de Glauber Rocha. Tal vez
sorprenda a los colegas argentinos saber que en México
no se conocen películas canónicas como Tiré dié. No se
conoce el trabajo del boliviano Jorge Sanjinés. Nadie
sabe qué es el Grupo Ukamau. Y seguramente en Venezuela o en Cuba no se conocen muchas de las películas
canónicas de los mexicanos Roberto Gavaldón o Ismael Rodríguez, que son parte de la cultura audiovisual
de todo cinéfilo mexicano.
La posibilidad de establecer comparaciones entre el
cine cómico de Oscarito en Brasil, y Tin Tan en México, sólo será posible cuando exista una Red Iberoamericana de Videotecas Públicas en el interior de cada
uno de los países latinoamericanos. Mientras esto no
exista, los cinéfilos en general y los investigadores especializados (que no son sino una especie de cinéfilos
altamente calificados) tendrán que conformarse con lo
que se llega a colgar en Youtube y en otras redes sociales en Internet, o lo que se puede conseguir en los
circuitos de reproducción informal, sin los cuales la investigación profesional del cine sería imposible en
nuestros países.
Glauber Rocha. Tomada de <http://obrasilpordentro.blogspot.mx>.
San Andresito en Bogotá, Tepito en la Ciudad de
México, Polvos Azules en Lima y otras zonas de venta
informal de materiales cinematográficos son, al parecer, los espacios naturales donde la cinefilia especializada puede abrevar para acceder a lo que los circuitos
comerciales de exhibición, la programación televisiva
y los archivos fílmicos no llegan a cubrir.
Esta situación tiene su correlato en la escasez de
materiales bibliográficos de la región en las bibliotecas
especializadas en cine, tanto las que se encuentran en
los mismos archivos públicos como las de las escuelas
de cine y las cinematecas de cada país. El insularismo
también se refleja en que no contamos con ninguna biblioteca latinoamericana de cine con las proporciones
de las que encontramos en las filmotecas de Ámsterdam, Turín, Barcelona, Valencia, Madrid o París, y no
digamos Berkeley, Londres o Berlín, en todas las cuales hay suscripción a más de 100 revistas especializadas
en teoría, historia y crítica de cine.
Éstas son las condiciones editoriales, archivísticas,
bibliotecológicas y de distribución y exhibición que
determinan el insularismo de nuestras pesquisas epistemológicas sobre el cine en general, y sobre el cine latinoamericano en particular.
La insularidad externa
La segunda vertiente del insularismo es de carácter
externo. Consiste en el aislamiento casi absoluto de
los estudios latinoamericanos de cine con respecto
a la tradición de los estudios de cine producidos en la
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tradición anglosajona (Estados Unidos, Canadá e Inglaterra). Y a este insularismo le corresponde, simétricamente, el insularismo de los estudios que se generan
en las universidades estadounidenses sobre el cine producido en la región latinoamericana, donde se reduce
esta producción regional al estudio del cine militante,
al político o, en el mejor de los casos, al de vanguardia,
a pesar de que el cine es un medio de comunicación
masiva, y que estas formas de cine no tienen la más
mínima distribución en las salas comerciales y constituyen un sector de la producción fílmica a la que el
crítico Paul Julian Smith, de la Universidad de Cambridge, ha llamado “el Cine de Festival” (por ejemplo,
directores como Amat Escalante, Carlos Reygadas o
Fernando Eimbcke, para hablar de los directores mexicanos contemporáneos).
El aislamiento de los estudios latinoamericanos frente a los de lengua inglesa se debe a dos factores simultáneos. En primer lugar, en todos los países de la región
se comparte un aislamiento casi instintivo hacia todo
lo que provenga de los Estados Unidos. Esta actitud se
explica por razones históricas, pero éstas son completamente ajenas a la calidad de la investigación especializada producida en las universidades estadounidenses.
Este aislamiento es muy doloroso si observamos la
riqueza que tiene la tradición anglosajona en los terrenos estratégicos de los libros de texto universitarios, los
estudios de campo sobre el público de cine y las reflexiones sistemáticas sobre ética y estética, especialmente
en los estudios de los géneros clásicos y de las relaciones entre la filosofía y el cine.
Y en segundo lugar, se debe a que los materiales
producidos originalmente en otras lenguas han llegado
a Latinoamérica a través de las traducciones producidas en España. Aquí es inevitable mencionar el lugar
estratégico que ha tenido la editorial Paidós de 1980 a
2005. Y también es necesario señalar la existencia de lo
que podríamos llamar, sin duda, la terrible “catástrofe
Paidós”: a partir del momento en el que esta editorial
española decidió suspender su colección de estudios
sobre cine, en la región iberoamericana sufrimos una orfandad editorial que no ha sido cubierta por ninguna
otra. Seguramente debido a la crisis económica, incluso
la editorial Cátedra, de Madrid, ha aminorado notablemente su ritmo de publicaciones en este terreno.
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Un caso suficiente para ejemplificar esta catástrofe
se puede observar en la traducción del Diccionario teórico y crítico del cine, de Jacques Aumont y Michel
Marie, que seguramente habría sido traducido y distribuido planetariamente por Paidós, pero que ahora
fue traducido en Buenos Aires en la editorial La Marca. Aunque este libro ha llegado a algunas librerías de
Bogotá y de la Ciudad de México, su distribución difícilmente puede competir con las grandes editoriales de
la región.
Este último elemento ha tenido un efecto crucial
en la tradición epistemológica de los estudios sobre
cine en Latinoamérica, pues en España siempre ha
habido una gran atención a lo que se produce en ruso,
italiano, holandés y, sobre todo, en francés. Pero hay
una casi total indiferencia por traducir lo que se produce en inglés.
Por esta razón, en nuestras universidades hay cierta
familiaridad con terrenos de los estudios cinematográficos particularmente desarrollados en la tradición
continental, como la narratología, la semiótica y las
relaciones entre el cine y la historia (es decir, sobre la
articulación entre la historia social y su representación
en el cine de ficción), pero se echa de menos la existencia de una tradición regional orientada al estudio
de las estrategias que conduzcan al empleo del cine
como una herramienta para apoyar la enseñanza de
cualquier disciplina universitaria.
Esta misma insularidad de origen histórico y extracinematográfico ha determinado que en la investigación producida en nuestras universidades (y en los
espacios de la crítica cinematográfica, como las revistas especializadas) se adopte una actitud de rechazo a la
teoría del cine, considerándola como un terreno inútil
o, en el mejor de los casos, como un mal necesario.
Esta indiferencia ante la teoría ha llevado al extremo
de utilizar el adjetivo “teórico” no con fines descriptivos, sino como sinónimo de inútil o irrelevante. Así, ya
que no existen programas de doctorado en teoría cinematográfica en ningún país latinoamericano, no es
casual que en los programas de doctorado en teoría literaria se prohíba a los estudiantes presentar proyectos
de teoría literaria, exigiéndoles, en cambio, utilizar
teorías y metodologías producidas en otras lenguas
(con excepción, por cierto, de la lengua inglesa, que
• El cine en América Latina
sigue siendo la lengua proscrita en los estudios humanísticos en la región).
Aquí es necesario detenerse un momento para señalar las características de la tradición humanística
anglosajona, especialmente en los estudios cinematográficos. Se trata de una tradición de carácter inductivista, fuertemente casuística y heredera de los métodos
inferenciales de las ciencias naturales, con profundas raíces pragmáticas. En esta tradición, donde la filosofía
siempre ha estado en diálogo con la pedagogía, la literatura y la cultura popular, resulta natural que exista
una fuerte tradición de estudios sobre la dimensión política de toda expresión estética, y donde de manera
sistemática se pregunta por la articulación entre teoría
y práctica, filosofía e historia, ética y estética. Y donde
la enseñanza universitaria (especialmente en los terrenos de la teoría, la historia y la crítica) es considerada
como una profesión que requiere sus propias metodologías de investigación.
En contraparte, la tradición continental tiende a
estar ligada al desarrollo de la historiografía; es de carácter deductivista, fuertemente nomotética y heredera
de los métodos de las ciencias sociales, con profundas
raíces de naturaleza racionalista. En esta tradición,
donde la filosofía ha estado alejada de los circuitos del
poder político, se originó la polémica del realismo con
el formalismo europeo, y donde incluso la semiología
fue originalmente concebida como una rama de la psicología social. Ésta es la tradición que ha sido la dominante en la región iberoamericana, especialmente en
su versión francesa.
Es por esta influencia proveniente de las ciencias
sociales –y muy especialmente de la historiografía europea– que los trabajos más originales y de alcance universal que se han producido en lengua española están
ligados al cine documental (en Chile), al estudio político del cine de ficción (en Brasil), a la militancia política (en Argentina, Bolivia y Cuba) y a la historia del
arte (como en los recientes trabajos de Ángel Faretta
en Argentina).
También esta impronta de la tradición continental
explica la presencia abrumadoramente mayoritaria de
los historiadores en el campo de los estudios sobre cine
en la región, lo cual amerita dirigir una mirada más
detenida.
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La insularidad disciplinaria
Al observar la producción de libros y artículos especializados, congresos de investigadores y tesis de posgrado producidos en la región latinoamericana durante
los últimos 50 años, es abrumadora la presencia dominante de los historiadores. Tan sólo en el caso mexicano, en el periodo comprendido entre 1960 y 2000, de
los casi 500 libros publicados sobre cine, más de 430
tratan sobre temas historiográficos, o bien fueron escritos por historiadores profesionales.
Por supuesto, esto permite hablar de la existencia
de una tradición en las aproximaciones que hacen los
historiadores y, en general, los científicos sociales, al
cine en la región. Los primeros congresos académicos de
especialistas en cine, que datan de 1989, fueron convocados por el historiador Eduardo de la Vega, quien a
su vez heredó el lugar que antes fue ocupado en la
Universidad de Guadalajara por el periodista de origen
español Emilio García Riera.
Esta tradición tiene una amplia gama de variantes.
En la historiografía del cine latinoamericano encontramos, por supuesto, las aproximaciones a la historia
nacional y regional a través del cine (Aleksandra Jablonska), la historia de los escritores que se interesaron
por hacer crítica de cine o literatura con motivos cinematográficos (Ángel Miquel), la historia de la industria cinematográfica (Emilio García Riera), las historias regionales del cine (es decir, las microhistorias del
cine, en la línea de José Luis González), las biografías
de actores y las monografías de directores del cine nacional (Eduardo de la Vega) o la historia de la presen-
cia de Eisenstein en México y su influencia en el cine
en las décadas de 1940 y 1950 (Aurelio de los Reyes),
la historia y el rescate de las películas del cine mudo
(en las filmotecas universitarias de Argentina, México
y Venezuela), así como la historia de las adaptaciones
de la literatura nacional (en especial en el caso de Colombia) en el cine internacional, la historia del cine
político e historiográfico sobre periodos específicos de
la historia nacional (Clara Kriger sobre el cine peronista en Argentina) y la historia de la ciudad y del
campo en el cine nacional (Rafael Aviña en México).
Esta diversidad de aproximaciones es extensiva a
los estudios provenientes de las ciencias sociales. Por
ejemplo, encontramos las aproximaciones antropológicas a los hábitos de consumo audiovisual (Néstor García Canclini en México) o sobre el público regional
(Patricia Torres en Guadalajara y Norma Iglesias en
Tijuana), así como las aproximaciones sociológicas al
melodrama familiarista latinoamericano (Silvia Oroz
en Argentina), y la presencia de las mujeres delante y
detrás de las cámaras (Julia Tuñón, Márgara Millán,
Maricruz Castro y otras, en México).
La creación de esta tradición académica en las
ciencias sociales tiene su correlato en la creciente importancia que ha adquirido en los últimos diez años
la producción, el estudio y la exhibición de un cine
documental que ya no está limitado a las consignas del
cine militante, y que explora terrenos tan atractivos como la presencia de las mujeres en el deporte, los testimonios de los ladrones de los años 1950 y 1960 o los
campeones mundiales de boxeo de los años 1960 y
1970, así como los de quienes no emigran a los Estados
Unidos. Estas nuevas formas del documental exigen
nuevas herramientas de análisis, en consonancia con
la lógica del cine transnacional.
Hacia el futuro
Emilio García Riera.
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La importancia que tiene la tradición contextual
en los estudios cinematográficos en Latinoamérica es
tan abrumadora que incluso los pocos autores estadounidenses que están traducidos al español son precisamente quienes han reseñado la historia de la teoría
europea del cine, como Dudley Andrew en los años de
1970 y Robert Stam en el 2000.
• El cine en América Latina
En contraste, quedan todavía sin ser traducidos
trabajos relevantes en la tradición interpretativa anglosajona, que integran las herramientas del análisis
estructural o semiótico a proyectos de investigación
sociohistórica. Es el caso, por ejemplo, de Sixguns and
society, el histórico trabajo de Will Wright sobre la estructura mitológica del western, donde se muestra el
cambio ideológico que se produce al haber una fractura histórica (como la muerte de Kennedy en 1963) que
marca el inicio de lo que ahora conocemos como los
estudios culturales, precisamente en un terreno medular de los estudios cinematográficos.
Tampoco está traducido ninguno de los trabajos de
Stephen Prince sobre la amplitud estilística en la representación de la violencia en el cine, que permite
distinguir la violencia clásica, la ultraviolencia hiperbólica y la hiperviolencia irónica, banalizada o distanciada al estilo brechtiano.
Sin duda, también sería deseable la traducción de
materiales como The moral of the story ( La moraleja del
cuento), de Nina Rosenstone, sobre la historia de la
ética a través del cine y la literatura, y que ha tenido
numerosos seguidores; Introduction to documentary, de
Bill Nichols, que es piedra angular de las discusiones
contemporáneas sobre cine documental; Cognitive semiotics, de Warren Buckland, donde se integran las
tradiciones de la semiótica y el cognitivismo, o el espléndido trabajo del mismo Buckland y T homas Elsaesser
sobre los métodos de análisis tradicionales y modernos
aplicados ejemplarmente en su Studying contemporary
American films. A guide to movie analysis (2000).
Por último, no deja de sorprender que no hayan
sido traducidos al español los trabajos de Noël Carroll,
y el volumen colectivo Post-theory, del mismo Carroll y
David Bordwell (que fue en 1966 el acta de defunción
de la teoría lacaniana-althusseriana-marxista y el nacimiento de la teoría de nivel medio). Ni siquiera está
traducido el análisis neoformalista de Iván el terrible,
de Kristin T homspon, o la poética del cine en Ozu, de
David Bordwell.
Es igualmente sorprendente el hecho de que hasta
la fecha sólo existe un par de libros de texto traducidos
al español para estudiar el lenguaje cinematográfico.
La admirable tradición pedagógica en la industria editorial estadounidense ha producido al menos dos doce-
Bill Nichols. Fotografía de Itzel Martínez del Cañizo.
nas de libros de texto acompañados por fotografías en
color en cada página y numerosos recuadros didácticos
en cada capítulo, un DVD en cada ejemplar, una guía
para el profesor, y ejercicios disponibles en un sitio de
Internet. Cuando estos materiales han sido traducidos
al español se reducen a una versión muy sobria, sin
ilustraciones ( Un arte compartido, de James Scott, 1987)
o con fotogramas en blanco y negro ( El arte cinematográfico, de David Bordwell y Kristin T hompson, 1987).
Este concepto editorial empezó a cuajar tímidamente
en Francia con la publicación del libro de Laurent
Jullier y Michel Marie, Comprendre les images (2009).
La indiferencia de los estudios sobre cine hacia las
aproximaciones humanísticas, interdisciplinarias, didácticas y pragmáticas, tan características de la tradición
anglosajona, ha tenido como consecuencia que en los
estudios sobre la historia del cine ha dominado la aproximación textual (como la tradición anecdótica de Roman Gubern o la periodística de Emilio García Riera)
por encima de la aproximación intertextual (como los
estudios sobre la influencia de la tecnología en la evolución del lenguaje audiovisual, de Barry Salt, o la reescritura de las teorías del cine como alegorías de los
sentidos, de T homas Elsaesser).
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El aislamiento que sufre la investigación
cinematográfica latinoamericana tiene
causas muy claras: la casi inexistente
distribución de películas entre nuestros
países; la casi nula traducción de libros
extranjeros, especialmente en lengua inglesa,
y la ausencia de diálogo entre las ciencias
sociales y las humanidades.
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Es evidente también que en los estudios sobre cine
y literatura sigue dominando en Iberoamérica la teoría
de la adaptación (y con ella el problema de la fidelidad
al texto literario) por encima del concepto de traducción intersemiótica (y el reconocimiento de la autonomía estética del cine frente a la literatura).
En América Latina todo está por hacerse. Ya bien
entrado el siglo XXI todavía no contamos con una revista que compita con Dirigido por y Versión original en
España (ya no digamos Archivos de la filmoteca), la veintena de revistas especializadas de alcance internacional
que publica la editorial Intellect en Inglaterra ( Journal
of Chinese movies o el Journal of French cinema, etcétera),
o con colecciones de libros como las publicadas desde
hace varias décadas por el British Film Institute ( BFI) o
la editorial Routledge, todos ellos en Inglaterra.
Precisamente la organización de congresos regionales de investigadores pueden iniciar un clima de discusión que lleve a formular los balances de lo que se
ha hecho hasta ahora y lo que se podría llegar a hacer
• El cine en América Latina
en la región. Aquí es necesario mencionar, entre otros,
el Encuentro Latinoamericano de Investigadores de
Cine, realizado en Bogotá en octubre de 2010, dedicado a epistemologías, herramientas y metodologías de la
investigación del cine latinoamericano; los congresos
convocados por la Red INAV (Red de Investigadores
de Narrativas Visuales), surgidos en Bogotá pero con
sedes itinerantes, además de la REDIC (Red de Investigadores de Cine), con sede itinerante en Guadalajara
(México), París, Valencia y Nueva York, y la creación
en 2008 de SEPANCINE (Seminario Permanente de
Análisis Cinematográfico, en México) y en 2009 de la
ASAECA (Asociación Argentina de Estudios sobre Cine
y Audiovisual), que han seguido el ejemplo de SOCINE
(Asociación de Investigadores de Cine, en Brasil).
Lauro Zavala es doctor en literatura hispánica por El Colegio de
México. Profesor-investigador en el Departamento de Educación
y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Presidente del Seminario Permanente de Análisis
Cinematográfico (Sepancine, http://www.sepancine.mx). Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, a la Academia Mexicana
de Ciencias y a la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Desde su creación en el año 2000 dirige la revista semestral
de investigación El cuento en red (http://cuentoenred.xoc.uam.mx).
Entre sus libros más recientes se encuentran: Teoría y práctica del
análisis cinematográfico (Trillas, 2010), Ironías de la ficción y la metaficción en cine y literatura (Universidad Autónoma de la Ciudad
de México, UACM , 2007) y Cine y literatura. De la teoría literaria a
la traducción intersemiótica ( UNAM , en prensa). Gran parte de su
producción académica está disponible de manera gratuita en el
sitio www.laurozavala.info.
Zavala38@hotmail.com
Conclusión
El aislamiento que sufre la investigación cinematográfica latinoamericana tiene causas muy claras: la
casi inexistente distribución de películas entre nuestros países; la casi nula traducción de libros extranjeros, especialmente en lengua inglesa, y la ausencia de
diálogo entre las ciencias sociales y las humanidades.
Este “síndrome del insularismo” tiene un costo muy
alto en el desarrollo de una tradición teórica propia.
En síntesis, en México y el resto de Latinoamérica
sigue dominando el uso del cine con fines disciplinarios o instrumentales por sobre los fines interpretativos
y analíticos. En los programas de estudio es muy incipiente la perspectiva estética, interdisciplinaria y
transnacional. En otras palabras, el estudio del cine en
la región sigue estando dominado por el interés que
tiene como industria cultural (en las carreras de comunicación) más que como una forma de arte (con total
autonomía epistemológica y académica).
Hasta la fecha, el uso del cine con fines disciplinarios
sigue estando por encima de los procesos de interpretación. Es por esto que todavía no existe un Doctorado en
Estudios Cinematográficos en ninguna universidad latinoamericana. El futuro está a la vuelta de la esquina,
pero es necesario empezar a construirlo cuanto antes.
Lecturas recomendadas
Castro Ricalde, Maricruz (2009), “Género y estudios cinematográficos en México”, Ciencia Ergo Sum, 16(1):
64-70 (disponible en línea).
Faretta, Ángel (2005), El concepto del cine, Buenos Aires,
Editorial Djaen.
Machado, Arlindo (2009), El sujeto en la pantalla, Barcelona, Gedisa.
Montaña, Francisco (coord.) (2012), Cómo se piensa el cine
iberoamericano, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.
Paranaguá, Paulo Antonio (2003), Tradición y modernidad
en el cine de América Latina, México, Fondo de Cultura
Económica.
Rivera Betancur, Jerónimo (2012), Héroes y villanos en el
cine iberoamericano, Bogotá, Trillas de Colombia.
Vargas, Juan Carlos (coord.) (2011), Tendencias del cine iberoamericano en el nuevo milenio, Guadalajara, Universidad de Guadalajara.
Velleggia, Susana (2010), La máquina de la mirada. Los movimientos cinematográficos de ruptura y el cine político latinoamericano en las encrucijadas de la historia, Quito, Intiyan.
Xavier, Ismail (2008), El discurso cinematográfico. La opacidad y la transparencia, Buenos Aires, Manantial.
Zavala, Lauro (2013), Cine y literatura. De la teoría literaria
a la traducción intersemiótica, México, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM.
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