PSICOLOGIA
Y DERECHO DE FAMILIA
Introducción
El derecho establece normas y sanciones, mientras que la psicología busca
comprender las motivaciones detrás de las acciones. El derecho se basa en el libre
albedrío y la responsabilidad, mientras que la psicología considera que muchos
comportamientos son el resultado de procesos sociales y emocionales.
La psicología estudia cómo las interacciones sociales y las normas culturales
influyen en el comportamiento humano. En el contexto del derecho de familia, sirve
para entender cómo los individuos actúan dentro de sus roles familiares, cómo se
comunican y cómo resuelven conflictos. Por ejemplo, el estudio de la dinámica
familiar puede ayudar a los abogados y jueces a comprender mejor las
motivaciones detrás de las decisiones de los padres en situaciones de custodia o
crianza.
La socialización es un proceso fundamental que influye en cómo los individuos
perciben sus roles dentro de la familia. La psicología puede proporcionar
información sobre cómo las experiencias de infancia y las normas familiares
afectan el comportamiento de los adultos, lo que es esencial al evaluar casos de
violencia doméstica, abuso infantil o conflictos de pareja. Comprender estos
antecedentes puede ayudar a los operadores del derecho a tomar decisiones más
informadas y justas.
Las normas sociales juegan un papel importante en la forma en que se perciben y
se aplican las leyes familiares. La psicología puede ayudar a identificar y analizar
estas normas, permitiendo a los profesionales del derecho entender mejor las
expectativas culturales que pueden influir en los casos que manejan. Esto es
particularmente relevante en contextos donde las normas tradicionales pueden
entrar en conflicto con los derechos individuales, como en el caso del matrimonio
igualitario o la adopción por parejas del mismo sexo.
La psicología también puede informar sobre estrategias de intervención temprana
en situaciones familiares problemáticas. Al comprender los factores sociales que
contribuyen a problemas como el abuso o la negligencia, los profesionales del
derecho pueden trabajar junto con psicólogos y trabajadores sociales para
desarrollar programas que aborden estas cuestiones antes de que se conviertan en
litigios legales.
La noción de justicia terapéutica, que busca no solo resolver conflictos legales sino
también abordar las causas subyacentes de estos conflictos, puede beneficiarse
enormemente de la psicología. Esta perspectiva permite a los operadores jurídicos
considerar no solo las leyes aplicables, sino también el bienestar emocional y
psicológico de las partes involucradas, promoviendo soluciones más efectivas.
Los estudios en psicología jurídica pueden ayudar a evaluar la capacidad parental
y el impacto del divorcio en los hijos. Se pueden realizar evaluaciones psicológicas
para determinar cómo cada progenitor puede afectar el desarrollo emocional y
psicológico de los niños.
Divorcio.
La situación parental ideal para garantizar un desarrollo psicológico saludable en
niños y niñas es aquella en la que el núcleo familiar original logra mantenerse
estable a lo largo de las distintas etapas evolutivas del niño. Se sostiene que una
familia estable es fundamental para asegurar un desarrollo adecuado,
especialmente considerando la vulnerabilidad inherente a esta etapa de vida. Sin
embargo, ¿qué ocurre cuando los padres deciden conscientemente poner fin a esta
estructura familiar? Cada día, una gran cantidad de niños y niñas experimenta el
impacto negativo de la separación de sus padres, lo que se convierte en la principal
fuente de estrés y sufrimiento durante la infancia y adolescencia. Esto se debe a la
perturbación emocional y a la desorganización relacional que genera un impacto
negativo en el desarrollo evolutivo, en la organización psicopatológica y en el riesgo
de adoptar elecciones patológicas de objeto o estilo parental.
Cuando los padres mantenían una relación como pareja antes de la separación, el
impacto emocional en los hijos puede ser aún mayor. Además, diversos factores
pueden amplificar este efecto: el tipo de apego inicial entre el niño y los padres; la
presencia de discusiones hostiles, confrontaciones o desacuerdos importantes; y
la calidad de la relación parental con el niño. La ubicación de los dos padres, la
calidad de sus vidas independientes, su historia previa como pareja separada y las
posibilidades de formar nuevas relaciones personales también influyen en este
proceso. Por ejemplo, si uno de los padres es narcisista o si existe una identificación
conyugal fuerte, esto puede afectar la dinámica familiar.
Además, según las características educativas y de cuidado que caracterizaban a la
pareja antes de la separación, frecuentemente esta ruptura conlleva cambios
significativos en la figura paterna o en la relación filial, a menudo caracterizada por
disfuncionalidades.
La integración de la psicología jurídica en los procesos de divorcio no solo mejora
la eficacia de las resoluciones legales, sino que también promueve una justicia más
terapéutica, centrada en el bienestar emocional de todos los involucrados. Al
abordar las dinámicas emocionales, capacitar a los profesionales y ofrecer apoyo
continuo, se puede facilitar un proceso de divorcio más saludable y constructivo,
beneficiando así a las familias en su conjunto.
El divorcio es un proceso que genera un alto impacto emocional tanto en los adultos
como en los niños. La psicología jurídica permite entender cómo las emociones,
como la tristeza, el enojo y la ansiedad, afectan el comportamiento de las partes
involucradas. Esto es relevante para diseñar intervenciones que ayuden a manejar
estas emociones de manera constructiva.
Después del divorcio, es esencial ofrecer apoyo psicológico a las familias para
ayudarles a adaptarse a su nueva realidad. Esto puede incluir grupos de apoyo para
padres y niños, así como recursos educativos sobre cómo manejar el cambio.
El caso del progenitor excluido o con prohibición de acercamiento.
Para lograr una mejor composición del sistema familiar que incluya al progenitor
excluido o con prohibición de acercamiento, el sistema judicial debe revisar
periódicamente las medidas cautelares, realizar evaluaciones psicológicas
exhaustivas, implementar medidas graduales y supervisadas, coordinar con
servicios sociales para brindar apoyo integral y aplicar principios legales como la
inmediación y la tutela judicial efectiva.
Estas acciones permitirán evaluar si el progenitor excluido o con prohibición puede
reintegrarse o comunicarse sin poner en riesgo el bienestar de los menores.
El enfoque del sistema judicial debe ser meticuloso y orientado a garantizar la
seguridad y bienestar de los menores.
Cuando se dispone una prohibición de acercamiento al progenitor, estas medidas
suelen ser cautelares y están diseñadas para proteger a los menores de situaciones
potencialmente dañinas. Por ejemplo, en una sentencia reciente se impuso una
prohibición de acercamiento por 90 días como medida cautelar para evitar riesgos
inmediatos.
Es esencial que estas medidas sean revisadas periódicamente para evaluar si
persisten las razones que las motivaron. En algunos casos, se revoca una
prohibición de acercamiento al considerar que ya no existían riesgos para los niños.
La evaluación psicológica es fundamental para determinar si el progenitor excluido
puede reintegrarse sin poner en riesgo a los menores. Hay casos en que se decide
mantener una distancia emocional y física debido a indicios de violencia por parte
del progenitor.
La reintegración puede ser gradual lo que o permite evaluar el comportamiento del
progenitor y asegurar que no se produzcan situaciones adversas.
El sistema judicial debe coordinar con servicios sociales para brindar apoyo tanto
al progenitor excluido como a los niños. Esto incluye terapias familiares o
individuales para abordar conflictos y promover un ambiente saludable.
Mediación
La implementación de programas de mediación familiar que incluyan apoyo
psicológico puede facilitar la comunicación entre las partes y ayudar a resolver
conflictos de manera más pacífica. Por ejemplo, se pueden ofrecer sesiones de
terapia familiar que permitan a los padres expresar sus emociones y trabajar en
conjunto por el bienestar de sus hijos.
La mediación familiar puede ser una herramienta eficaz para resolver disputas
relacionadas con la custodia, la manutención y otros aspectos del divorcio. La
psicología jurídica puede proporcionar técnicas y estrategias para que los
mediadores ayuden a las partes a encontrar soluciones mutuamente aceptables.
Formación
La integración de la psicología social en la formación de abogados y jueces puede
aumentar la sensibilidad hacia las dinámicas familiares complejas y las
necesidades emocionales de los individuos involucrados en procesos legales. Esto
puede llevar a un enfoque más empático y comprensivo en la aplicación del
derecho.
Es fundamental que abogados, jueces y mediadores estén capacitados en
aspectos psicológicos de la temática de familia, en particular de las denominadas
familias judicializadas. Esto les permitirá abordar los casos con una perspectiva
más amplia, considerando no solo los aspectos legales, sino también las
necesidades emocionales de las partes involucradas.
Peritos.
Dado que los jueces no poseen formación en psicología, suelen recurrir a expertos
en la materia para evaluar aspectos vinculados a las normativas que regulan su
labor. Entre estos especialistas se encuentran los psicólogos, quienes, equipados
con las herramientas necesarias para llevar a cabo una evaluación, pueden
describir situaciones familiares que emergen en el ámbito judicial. Por lo tanto, el
juez solicitará un informe escrito al psicólogo, quien deberá fundamentar su
análisis de acuerdo con los principios éticos de su profesión.
La inclusión de enfoques científicos basados en evidencia empírica es esencial
para evitar interpretaciones subjetivas que podrían distorsionar las decisiones
judiciales. Los test proyectivos, son instrumentos diseñados para captar aspectos
subjetivos del individuo. Sin embargo, su validez y fiabilidad han sido objeto de
cuestionamiento, ya que los resultados pueden verse afectados por factores
culturales, educativos y personales.
La interpretación de estos test depende en gran medida del profesional que los
administre, lo que introduce un considerable grado de subjetividad. Además, estos
test no ofrecen información directa sobre el comportamiento real del individuo en
situaciones cotidianas. Su capacidad predictiva es limitada, especialmente al
evaluar comportamientos específicos o patrones de interacción familiar. La
administración y análisis de estos test pueden resultar costosos y requerir mucho
tiempo, lo que restringe su uso en contextos donde se necesita una evaluación
rápida y eficiente.
El perito psicológico debe indagar sobre la presencia de trastornos psicológicos en
algún miembro de la familia. En caso de detectar patologías, se procederá a realizar
las evaluaciones necesarias y, si es apropiado, al tratamiento oportuno del
trastorno identificado.
Debe evaluar las habilidades individuales de los miembros de la familia que
sustentan su autonomía personal y decisional. Posteriormente, determinar si estas
características personales son adecuadas para asumir roles interpersonales que
las potencien o, por el contrario, las obstaculicen.
También realizar una clasificación predictiva del comportamiento futuro y ofrecer
recomendaciones sobre la intervención más adecuada para el caso observado. Si
es necesario, incluir en el dictamen los detalles relevantes y las orientaciones
específicas.