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TP TRABAJOS DE PREHISTORIA

TP TRABAJOS DE PREHISTORIA Volumen 69 N.º 1 enero-junio 2012 Madrid (España) ISSN : 0082-5638 INSTITUTO DE HISTORIA CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Volumen 69 No 1 enero-junio 2012 GOBIERNO DE ESPAÑA Madrid (España) ISSN: 0082-5638 MINISTERIO DE ECONOMÍA Y COMPETITIVIDAD CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Volumen 69 No 1 enero-junio 2012 Madrid (España) ISSN: 0082-5638 TRABAJOS DE PREHISTORIA Revista publicada por el Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC Trabajos de Prehistoria es la revista española de Prehistoria que aparece con mayor regularidad. Fundada por el profesor Dr. Martín Almagro Basch en 1960, tuvo hasta 1968 forma de serie monográfica y, entre esa fecha y 1993, de anuario. A partir de 1994 se convierte en la única publicación semestral de su especialidad editada en la Península Ibérica. El número 1 se edita en junio y el número 2 en diciembre. Su aparición ininterrumpida junto a su carácter general y la calidad de su contenido, la han situado en una posición preeminente en el panorama peninsular y competitiva en el panorama internacional. TP es una revista especializada esencial para cualquier arqueólogo interesado en la Prehistoria y Protohistoria de la Península Ibérica. TP prima los artículos de síntesis, los estudios interdisciplinares, los trabajos de teoría y metodología, y se interesa por los enfoques más novedosos de esta disciplina en continua evolución. TP se hace eco, también, de las más recientes preocupaciones de los prehistoriadores ligadas con la gestión del Patrimonio Arqueológico. Asimismo contiene una sección especial de Recensiones y de Crónica Científica. Edición electrónica: http://tp.revistas.csic.es Trabajos de Prehistoria is the Spanish Journal of Prehistory that appears most regularly. Created by Professor Dr. Martín Almagro Basch in 1960, it was a monograph series until 1968 when it was changed into annual journal. In 1994 it became the only semestral periodical of its speciality published in the Iberian Peninsula. The first issue comes out in June and the second in December. The continuous appearance of the journal, its general scope, and the quality of its content have given it a preeminent position in Iberia and an important one on the international scene. TP is a specialized journal essential for every archaeologist interested in the Prehistory and Protohistory of the Iberian Peninsula. It stresses synthesis, interdisciplinary studies, papers on theory and method, and new trends in this developing discipline. TP incorporates, as well, the most recent concerns of prehistorians in Archaeological Heritage management. It also contains special sections for scientific discussion, book reviews and scientific chronicle. Electronic edition: http://tp.revistas.csic.es Director: Ignacio Montero Ruiz (IH-CCHS, CSIC) Secretaria: M.ª Isabel Martínez Navarrete (IH-CCHS, CSIC) Consejo de Redacción: Primitiva Bueno Ramírez (Universidad de Alcalá de Henares), Carmen Cacho Quesada (Museo Arqueológico Nacional), Teresa Chapa Brunet (Universidad Complutense de Madrid), Pedro Díaz del Río Español (IH-CCHS, CSIC). Manuel García Heras (IH-CCHS, CSIC), Antonio Gilman Guillén (California State University), Pilar López García (European Research Council), María Isabel Martínez Navarrete (IH-CCHS, CSIC), Ignacio Montero Ruiz (IH-CCHS, CSIC), Alicia Perea (IH-CCHS, CSIC), Salvador Rovira Llorens (Museo Arqueológico Nacional), Juan Manuel Vicent García (IH-CCHS, CSIC). Consejo Asesor: Alemania: Miguel Kunst (Deutsches Archäologisches Institut, Madrid), Martin Bartelheim (Universität Tübingen), Hermann Parzinger (Stiftung Preussischer Kulturbesitz, Berlín), Argentina: Gustavo Politis (Universidad de la Plata), España: Pablo Arias Cabal (Universidad de Cantabria), María Belén Deamos (Universidad de Sevilla), Joan Bernabeu Aubán (Universidad de Valencia), Margarita Díaz Andreu (ICREA-Universidad de Barcelona), Leonardo García Sanjuán (Universidad de Sevilla), Almudena Hernando Gonzalo (Universidad Complutense de Madrid), Victorino Mayoral Herrera (Instituto de Arqueología de Mérida, CSIC), Miquel Molist Montaña (Universidad Autónoma de Barcelona), César Parcero Oubiña (Instituto de Ciencias del Patrimonio, CSIC), Gonzalo Ruiz Zapatero (Universidad Complutense de Madrid), Xavier Terradas Batlle (Institución Milá y Fontanals, CSIC), Pilar Utrilla (Universidad de Zaragoza), Manuel Vaquero Rodríguez (Universidad Rovira i Virgili), João Zilhão (ICREA-Universidad de Barcelona), Estados Unidos: Hector D’Antoni (NASA, Ames Research Center), Lawrence G. Straus (University of Nuevo México), Francia: Jean Clottes (Comité Internacional de Arte Rupestre, ICOMOS), Jean Guilaine (Collége de France, París), Pierre Moret (Université de Toulouse-Le Mirail), Gran Bretaña: Robert W. Chapman (University of Reading), Clive Gamble (University of Southampton), Ignacio de la Torre Sainz (University College London), Italia: Margherita Mussi (Università La Sapienza, Roma), México: Linda Manzanilla (Universidad Nacional Autónoma de México), Manuel Gándara Vázquez (Instituto Nacional de Antropología e Historia, México), Portugal: Raquel Vilaça (Universidade de Coimbra), Luis Raposo (Museu Nacional de Arqueologia, Lisboa), Venezuela: Iraida Vargas Arenas (Universidad Central de Venezuela). Coordinación y gestión editorial y técnica: Unidad de Apoyo a la Edición de Revistas (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC). REDACCIÓN E INTERCAMBIO Revista Trabajos de Prehistoria Unidad de Apoyo a la Edición de Revistas Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC C/ Albasanz 26-28 28037 Madrid. España Tfno.: +34 914 290 626 Fax: +34 916 022 971 Correo e.: trabajosdeprehistoria.cchs@cchs.csic.es www.cchs.csic.es DIRECCIÓN Trabajos de Prehistoria Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC C/ Albasanz 26-28 28037 Madrid. España Tfno.: +34 91 602 27 07 DISTRIBUCIÓN, SUSCRIPCIÓN Y VENTA Departamento de Publicaciones C/ Vitruvio 8 28006 Madrid Tfnos.: +34 915 612 833 +34 915 681 619/620/640 Fax: +34 915 629 634 Correo e.: publ@csic.es Librería Científica del CSIC C/ Duque de Medinaceli 6 28014 Madrid Tfno.: +34 913 697 253 Correo e.: libreria@ch.csic.es SERVICIOS DE INFORMACIÓN La revista Trabajos de Prehistoria está incluida en las siguientes bases de datos entre otras: Arts & Humanities Citation Index, A&HCI (Science-Thomson-Reuters); Social Sciences Citation Index, SSCI (Science-Thomson-Reuters); Scopus (Elsevier BD, The Netherlands); Francis (CNRS-INIST, FRA); Anthropological Literature (Tozzer Library, Harvard University, USA); Periodical Index Online, PIO (Chadwick-Healey, ProQuest, UK) e ISOC (CSIC, SPA). Presente en Latindex (en Catálogo) y European Reference Index for the Humanities, ERIH (ESF). Los textos completos (1960-1995) pueden consultarse en Periodicals Archive Online. SERVICES OF INFORMATION The Journal has been included in the following databases: Arts & Humanities Citation Index, A&HCI (ScienceThomson-Reuters); Social Sciences Citation Index, SSCI (Science-Thomson-Reuters); Scopus (Elsevier BD, The Netherlands); Francis (CNRS-INIST, FRA); Anthropological Literature (Tozzer Library, Harvard University, USA); Periodical Index Online, PIO (Chadwick-Healey, ProQuest, UK) and ISOC (CSIC, SPA). In Latindex Catalogue and European Reference Index for the Humanities, ERIH (ESF). Full texts (1960-1995) available in Periodicals Archive Online. Trabajos de Prehistoria se intercambia con cualquier publicación sobre Prehistoria, Etnología, Arqueología e Historia Antigua de todos los países. Los intercambios se solicitarán a la dirección de la revista, las suscripciones y adquisición de números sueltos al Departamento de Publicaciones (http://publicaciones.csic.es). We exchange Trabajos de Prehistoria with any publication concerning Prehistory, Ethnology, Archaeology and Ancient History from every country. For exchanges please write to the Journal address. For subscriptions and purchases of single volumes please write to Departamento de Publicaciones (http://publicaciones.csic.es). © CSIC, 2012 Las opiniones y hechos consignados en cada artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas no se hace responsable, en ningún caso, de la credibilidad y autenticidad de los trabajos. Los originales de la revista Trabajos de Prehistoria, publicados en papel y en versión electrónica son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción parcial o total. The opinions and facts stated in each article are the exclusive responsibility of the authors. The Consejo Superior de Investigaciones Científicas is not responsible in any case for the credibility and authenticity of the studies. Original texts published in both the printed and online versions of the journal Trabajos de Prehistoria are the property of the Consejo Superior de Investigaciones Científicas, and this source must be cited for any partial or full reproduction. Ilustración de cubierta: Example of the morphometric analysis carried out in western Sierra Morena (p. 110). ISSN: 0082-5638 eISSN: 1988-3218 NIPO (en papel): 723-12-079-1 NIPO (en línea): 723-12-080-4 Depósito legal: M. 28.877 - 1970 Preimpresión, impresión y encuadernación: N Sociedad Anónima de Fotocomposición. C/ Talisio 9. 28027 Madrid Volumen 69, No 1 enero-junio 2012 Madrid (España) ISSN: 0082-5638 ÍNDICE Páginas Páginas María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal The first evidence of Paleolithic portable art in southern Portugal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España): una propuesta para su datación estratigráfica The Paleolithic rock art of El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, Spain): a proposal for its stratigraphic dating . . . . . . . . . . . . . . . . Joana Boix Calbet El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla The heat treatment of siliceous rocks, a technical process for knapping . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7-20 21-36 Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos In half light. Later Prehistoric carvings in Galician rock shelters . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80-102 Patricia Murrieta-Flores Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late Prehistory of South-western Iberia Entendiendo la movilidad humana mediante tecnologías espaciales: el papel de las áreas naturales de tránsito en el Suroeste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103-122 NOTICIARIO 37-50 Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behramm, Luc Laporte, Philippe Gouezin, Rosa Barroso Bermejo, Antonio Hernanz Gismero, José M. Gavira-Vallejo y Mercedes Iriarte Cela Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez Pinturas en el arte megalítico atlántico: Barnenez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123-132 Miriam Cubas, Manuel García-Heras, David Méndez, Imanol de Pedro, Lydia Zapata, Juan José Ibáñez y Jesús Emilio González Urquijo La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Aprovisionamiento y modificación de las materias primas Pottery technology of levels IV and III in Kobaederra site (Cortézubi, Bizkaia). Supply and modification of raw materials . . . . . . . . . . . . . . 51-64 David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement: geophysical survey between La Pastora and Montelirio Nuevas evidencias sobre la organización espacial del asentamiento de la Edad del Cobre de Valencina de la Concepción: prospección geofísica entre La Pastora y Montelirio. . . . . . . . . . 65-79 Juan Francisco Gibaja, Manuel Crespo, Germán Delibes, Julio Fernández, Cristina Fraile, José Ignacio Herrán, Antoni Palomo y José Antonio Rodríguez El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico de una colección de denticulados de sílex procedentes del ‘recinto de fosos’ de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) Evidence of the use of threshing-boards in the spanish Meseta during the Copper Age. Microwear analysis of flint denticulates from ‘the ditched enclosure’ of El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) . . . . . . . . . . . 133-148 Páginas Páginas Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer ¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir de la cuenta áurea de Cau del Tossal Gros (Torroella del Montgrí, Baix Empordà, Girona) The earliest metallurgy in the northeast Iberian Peninsula? New analysis of a gold bead from Tossal Gros cave (Torroella de Montgrí, Girona) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149-161 Jose María Fullola Pericot Marco de la Rasilla Vives, Antonio Rosas González, Juan Carlos Cañaveras Jiménez, Carles Lalueza-Fox (eds.): La cueva de El Sidrón (Borines, Piloña, Asturias). Investigación interdisciplinar de un grupo neandertal, 2011. . . . . . . 181-182 María G. Roca, Sylvia Jiménez-Brobeil, Ihab Al Oumaoui, Juan M. Tristán y Fernando Molina Approach to disability in a population from the Argar Culture Aproximación a la discapacidad en una población de la cultura de El Argar . . . . . . . . . . . . . 162-170 Richard Harrison Bueno Ramírez, Primitiva; Gilman, Antonio; Martín Morales, Concha y Sánchez-Palencia, F. Javier (eds.): Arqueología, sociedad, territorio y paisaje. Estudios sobre Prehistoria reciente, Protohistoria y transición al mundo romano en homenaje a M.ª Dolores Fernández-Posse, 2011. . . . . . . . . . . 185-186 Ignacio Simón Cornago Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel) Notice on a duplicate Iberian stela (Calaceite, Teruel) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171-176 Ramón Fábregas Villa Valdés, Ángel (ed.). Museo Castro de Chao Samartín: Grandas de Salime, Asturias: catálogo, 2009 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187-188 RECENSIONES Y CRÓNICA CIENTÍFICA Gonzalo Aranda Katina T. Lillios (ed.): Comparative Archaeologies: The American Southwest (AD 900-1600) and the Iberian Peninsula (3000-1500 BC), 2011 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177-178 Luc Laporte De Méditerranée et d’ailleurs... Mélanges offerts à Jean Guilaine, 2009 . . . . . . . . . . . . . . 178-181 Germán Delibes de Castro Ignacio Montero Ruiz (ed.). Manual de Arqueometalurgia, 2010 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183-185 Juan Manuel Vicent García Cota Zero: revista d’arqueologia i ciencia 25 número extraordinario, 2010 . . . . . . . . . . . . . . . 188-189 Dirk Brandherm Menga: revista de Prehistoria de Andalucía = journal of Andalusian Prehistory 01, 2010 . . . 190-191 Mercedes Murillo Barroso Crónica Conference Emergence of Bronze Age Societies - A Global Perspective (Baoji, Shaanxi Province, China 7-11 noviembre 2011) . . 191-192 LIBROS RECIBIDOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193-194 TRABAJOS DE PREHISTORIA 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal The first evidence of Paleolithic portable art in southern Portugal María D. Simón Vallejo (*) Miguel Cortés Sánchez (**) Nuno Bicho (***) RESUMEN En este trabajo presentamos la primera evidencia de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal: dos plaquetas de pizarra procedentes de niveles solutrenses del yacimiento de Vale Boi, zona occidental del Algarve (Portugal). La primera de las piezas es una pequeña placa (14,6 × 8,1 mm) que presenta sobre una de sus caras un ideomorfo grabado. La segunda (8 × 5 cm) cuenta con una superficie ocupada por óxido de hierro natural de color amarillento, tiene claros indicios de extracción de mineral para producir colorantes. En la superficie opuesta han sido grabados tres uros y una posible cierva. El estilo y secuencia de los grabados apuntan a un solo artista. Las características estilísticas de los zoomorfos concuerdan bien con los rasgos comunes del arte del ciclo Gravetiense final y Solutrense antiguo del País Valenciano, Andalucía y Valle de Côa (Portugal). Esta afinidad sintoniza asimismo con las fechas AMS de los niveles solutrenses de Vale Boi, datados entre ca. 20.500 y 19.500 BP. (1) (2) (3) The other artefact is an 8 × 5 cm schist plaque. One side is an oxide natural deposit, used to produce dye; the other side has three aurochs and a probable cervid. Stilistic information and the engraving sequence indicate probably production by a single artist. The stylistic characteristics are in full agreement withi those from late Gravettian and early Solutrean art known from Valencia, Andalucia (Spain) and the Côa valley (Portugal), thus confirming the absolute AMS dates from the Vale Boi Levels. Palabras clave: Península Ibérica; Algarve; Portugal; Pleistoceno superior; Lectura tafonómica; Tratamiento digital. Key words: Iberian Peninsula; Algarve; Portugal; Upper Pleistocene; Taphonomic Reading; Digital processing. 1. INTRODUCCIÓN ABSTRACT This paper presents the first evidence for Palaeolithic portable art in Southern Portugal. This include two plaques, dated between 20,500 and 19,500 BP from Solutrean levels from the site of Vale Boi, Western Algarve (Portugal). One of the pieces is a small engraved schist plaque (14,6 × 8,1 mm) with abstract lines on one side. (*) Museo Arqueológico de Frigiliana. C/ Cuesta del Apero 10. 29788 Frigiliana Málaga. Correo e.: mm.cosi@terra.es (**) Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Sevilla. C/ María de Padilla s/n. 41004 Sevilla. Correo e.: mcortes@us.es (***) Universidade do Algarve, Faculdade de Ciências Humanas e Sociais. Campus de Gambelas. 8000-117 Faro. Portugal. Correo e.: nbicho@ualg.pt Recibido: 21-II-2011; aceptado: 27-V-2011. El Paleolítico superior y Mesolítico en Portugal han sido conocidos tradicionalmente a partir de los yacimientos arqueológicos existentes en la cuenca del río Maior (Estremadura) y en los estuarios del Tajo y Sado (Zilhão 1992, 1997; Bicho 1993, 1995, 1997, 2000; Soares y Silva 1993; Aráujo y Lejeune 1995, Aráujo 1999), mientras que la zona más meridional había recibido un escaso tratamiento. En los últimos años, diversos proyectos de prospección sistemática y de excavación han permitido extender la investigación a la mayor parte del territorio portugués, como Trás-os-Montes (Vale de Foz Côa) o el Algarve (VV.AA. 1995; Aubry y Carvalho 1998; Quelhas y Zambujo 1998; Carvalho 1999; Aubry 2001; 8 Bicho 2003, 2004; Bicho et al. 2003, 2004a; Carvalho et al. 2005). En esta última región de Portugal se han llevado a cabo varios proyectos de investigación (A Ocupação Humana Paleolítica do Algarve y A importância dos recursos aquáticos no Paleolítico do Algarve dirigidos por Nuno F. Bicho y O processo de Neolitização no Algarve, dirigido por António F. Carvalho) que han permitido documentar más de 60 nuevos yacimientos arqueológicos prehistóricos, a partir de los cuales ha sido posible articular una secuencia para la región que abarca desde el Paleolítico medio hasta el Calcolítico. De entre todos ellos destaca Vale Boi, tanto por su singular riqueza secuencial como por la cantidad y diversidad de vestigios arqueológicos (e.g. Bicho et al. 2003; Bicho et al. 2010b). En el ámbito más restringido del arte paleolítico en el territorio de Portugal (Bicho et al. 2007), el repertorio es aún muy reducido y, por el momento (Fig. 1), limitado en su versión subterránea a la cueva de Escoural (Santos et al. 1981; Lejeune 1995; García et al. 2000), mientras que al aire libre diversas localizaciones han terminado por perfilar un área original en el modo de expresión de las manifestaciones gráficas paleolíticas en el entorno de cursos fluviales: Mazouco (Jorge et al. 1981), las estaciones del valle del Côa (Baptista 1999a, 1999b; Baptista y Gomes 1997) y otros emplazamientos de menor entidad, como Pousadouro, Sampaio y Fraga Escrevida, en la región de Trás-os-Montes (Zilhão 2001); Ribeira da Sardinha en río Sabor (Baptista 2001), Quinta da Moreirola en Beira Alta (Bicho et al. 2007) y Ocreza y Poço do Caldeirão, en Beira Baixa (Baptista 2001, 2004; Gomes 2001). Así mismo, por su relativa proximidad a Vale Boi, habría que añadir Molino Manzanez (Collado 2002), en la Extremadura española, o Siega Verde (Alcolea y Balbín 2008), en este caso más alejado, pero reseñable por su proximidad al Côa, entre otros. La versión mobiliar quedaba aún más restringida, limitada a un grupo de indicios comúnmente aceptados en Caldeirão (Zilhão 1988, 1997), Buraca Grande (Aubry y Moura 1993), Fariseu (García y Aubry 2002; Aubry y Sampaio 2008a, 2008b) y Chancudo 3 (Pereira 2010) (1), a los que cabe (1) Pereira, T. 2010: A exploração do quartzito na Faixa Atlântica Peninsular durante o final do Plistocénico. Universidade do Algarve. Faro. Tese de doutoramento inédita. María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho Fig. 1. Yacimientos con arte paleolítico en Portugal y áreas próximas de España de Norte a Sur y de Oeste a Este. a) Arte mueble: 1. Chancudo (Beja, Baixo Alentejo, Portugal); 2. Fariseu y Quinta do Barca Sul (Vila Nova de Foz Côa, Beira Alta, Portugal); 8. Buraca Grande (Rendinha, Ribatejo, Portugal); 9. Caldeirão (Tomar, Ribatejo, Portugal). b) Arte rupestre: 3. Ribeira de Sardinha (Bragança, Trásos-Montes, Portugal); 4. Vale do Côa (Vila Nova de Foz Côa, Beira Alta, Portugal); 5. Mazouco (Cinta, Trás-osMontes, Portugal); 6. Siega Verde (Castillejo de Martín Viejo, Salamanca, España); 7. Quinta das Laranjeiras (Torre de Moncorvo, Trás-os-Montes, Portugal); 10. Poço do Caldeirão (Fundão, Beira Baixa, Portugal); 11. Maltravieso (Cáceres, España); 12. La Mina de Ibor (Castañar de Ibor, Cáceres, España); 13. Ocreza (Mação, Ribatejo, Portugal); 14. Escoural (Évora, Alto Alentejo, Portugal); 15. Vale Boi (Vila do Bispo, Algarve, Portugal). añadir otros dos, procedentes de Setúbal y Montemayor-o-Novo (Santos 1981; Zbyszewski y Ferreira 1985) sujetos a cierta controversia en cuanto a su valoración arqueológica (Zilhão 1989). A este limitado conjunto se suman las dos plaquetas encontradas en el yacimiento de Vale Boi, que adquieren una singular importancia por varias razones: a) Terminan por extender hasta el extremo suroeste de Europa (Algarve portugués) las manifestaciones artísticas mobiliares paleolíticas. b) La gran calidad y complejidad compositiva de alguna de las piezas. c) Su documentación en excavación aporta indicios cronoestratigráficos precisos para ayudar a articular la secuencia gráfica del Paleolítico superior meridional ibérico. d) La identificación de rasgos técnicos y estilísticos enraizados claramente en la tradición del arte paleolítico del occidente europeo (yacimien- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal tos del Côa, Siega Verde, cavidades andaluzas o arte mobiliar y parietal del País Valenciano). 2. CONTEXTO ARQUEOLÓGICO Y METODOLOGÍA DE ESTUDIO DE LAS PIEZAS DE ARTE MUEBLE Vale Boi se sitúa al suroeste de la región portuguesa de Algarve, próximo a la población de Vila do Bispo (37° 5´ 24.00˝ N; 8° 48´ 31.40˝ O) a unos 35 m.s.n.m. y 2,5 km de la actual línea de costa (Fig. 1). El yacimiento cuenta con una superficie arqueológicamente fértil en torno a 1 ha que se extiende al pie de un farallón de calizas jurásicas de unos 50 m de altura. El emplazamiento fue descubierto en 1998, iniciándose en 2000 los trabajos arqueológicos en 11 sondeos distribuidos en 4 áreas de unos 50 m2. Con posterioridad y hasta la actualidad, se vienen desarrollando cada año campañas de excavación (Bicho et al. 2010a, 2010b) en 3 de las zonas principales del yacimiento: Abrigo, Ladera y Terraza. En la primera se ha documentado hasta el momento una estratigrafía con 5 niveles arqueológicos, entre los que encontramos ocupaciones solutrenses, intercaladas entre niveles gravetienses y magdalenienses, y que han sido datadas (14C/AMS) entre ca. 19.000 y 20.500 BP (Tab. 1). Las dos plaquetas grabadas proceden de sendos niveles solutrenses excavados en 2006 y datados por radiocarbono entre ca 19.500 BP y 20.500 BP (Tab. 1). Desde entonces, se han identificado una decena de placas con indicios gráficos Fase Nivel N.º de Lab. Muestra Magdaleniense Solutrense Solutrense Solutrense Solutrense Solutrense Gravitense Z1 B1 B6 C1 C4 D2 D4 Wk-31088 Wk-17840 Wk-24765 Wk-24763 Wk-26800 Wk-26802 Wk-26803 Gravetiense D4 Wk-31087 Hueso Carbón Concha Carbón Carbón Carbón Concha Concha Adorno 9 paleolíticos procedentes de los niveles gravetienses, solutrenses y magdalenienses de Vale Boi. La colección de arte mobiliar sobre soporte pétreo no puede considerarse cerrada pues estamos en pleno proceso de revisión de los numerosos soportes líticos y óseos documentados y, además, continúan las excavaciones arqueológicas en el emplazamiento. A ello hay que añadir los numerosos soportes con amplias superficies ocultas parcial o totalmente por depósitos litoquímicos. Tal circunstancia impide la visualización directa de éstas y requiere trabajos específicos para removilizar las costras que demandan una gran inversión de tiempo. Como avance de este capítulo del registro arqueológico de Vale Boi presentaremos en este trabajo dos piezas procedentes de los niveles solutrenses. La documentación gráfica de las piezas con arte mueble de Vale Boi se ha realizado con calcos digitales a partir de fotografías obtenidas con una cámara Olympus 9.08 megapíxeles siguiendo criterios metodológicos publicados (por ejemplo, Crèmades 1994; Fritz 1997, 1999; Montero et al. 1998; Maura y Cantalejo 2004). En la lectura se empleó una lupa binocular de hasta 120 aumentos y un microscopio digital Sony interface DFW-X 700 con apoyo de iluminación de luz fría de tipo fibra óptica. El tratamiento digital de las imágenes y la lectura tafonómica y de las técnicas de grabado han sido realizados mediante la observación con lupa binocular y su traslado inmediato a soporte gráfico sobre fotografía digital con el programa Adobe Photoshop TM. Edad BP 15.660 20.340 18.859 19.533 20.620 20.570 21.896 ± ± ± ± ± ± ± 86 160 90 92 160 158 186 28.140 ± 195 Calibrado 18.931 24.283 22.321 23.324 24.587 24.526 26.144 ± ± ± ± ± ± ± 234 326 270 337 301 315 473 Referencia * Bicho Bicho Bicho Bicho Bicho Bicho 2008 2008 2008 et al., 2010b et al., 2010b et al., 2010b 32.205 ± 351 * Tab. 1. Dataciones AMS de Vale Boi/Abrigo (Bicho et al. 2010b). Calibración con el programa CalPal2007_HULU (Weninger et al. 2005). Los resultados obtenidos sobre conchas están corregidos con el efecto reservorio calculado para la costa portuguesa (380 ± 30 BP). * J. Cascalheira, N. Bicho, J. Marreiros y T. Pereira, “Dating the Early Upper Paleolithic of Southwestern Iberia: the case of Vale Boi”. Abstracts European Society for the study of Human Evolution (Leipzig 2011). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 10 3. DESCRIPCIÓN DE LAS PLAQUETAS GRABADAS DE VALE DE BOI 3.1. Plaqueta 1 Se recuperó en la campaña de 2006 en el corte arqueológico del Abrigo, Capa B3, n.º de inventario de excavación 1.180, un depósito sedimentario cuya cultura material corresponde al Solutrense superior (Bicho et al. 2003). Dispone de una datación 14C/AMS (Tab. 1) que define una edad (a 2σ) de ca. 19.700-19.350 BP. El soporte pétreo consiste en una diminuta laja de pizarra procedente de la formación de esquistos y grauvacas del Carbonífero superior. Su afloramiento más próximo dista en torno a 1 km del yacimiento. Las dimensiones máximas, según la orientación subjetiva empleada (Fig. 2) son 14,6 mm, 8,1 mm de ancho y 4 mm de espesor. Fig. 2. Plaqueta 1 de pizarra (Capa B3, Vale Boi, sector Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal) del Solutrense superior. Signo de haz de líneas convergentes incurvadas (fotografía: los autores; calco: los autores). María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho El soporte no parece haber sufrido ningún proceso postdeposicional relevante, incluido el arrastre/transporte. La única huella sobre su superficie es el grabado de un ideomorfo sobre una de ellas. El signo (Fig. 2) consiste en un haz de líneas convergentes incurvadas, según la tipología de V. Villaverde (1994), trazadas de izquierda a derecha según la orientación expuesta. 3.2. Plaqueta 2 Fue recuperada en la campaña de 2005 en el sector del Abrigo, Capa C, n.º de inventario de excavación 1389 (Fig. 3). La cultura material asociada ha sido definida como Solutrense medio. Dos dataciones 14C/AMS (Tab. 1) que fechan en (a 2σ) ca. 21-20 ka BP. El soporte está compuesto por un cuerpo interior de esquisto y dos superficies exteriores de óxido de hierro de cromatismo amarillo. Este tipo de roca metamórfica con intercalaciones ferruginosas se encuentra en la misma formación del Carbonífero superior citada. No obstante, también es posible obtenerla junto al yacimiento en forma de material detrítico en el pequeño curso del río con el mismo nombre del yacimiento. La pieza es de forma trapezoidal aplanada (Fig. 3C) de 52,9 mm de altura, 71,4 mm de anchura y 9,4 mm de grosor máximo. De modo convencional describiremos los diversos aspectos dispuestos en las superficies A y B de la pieza (a partir de ahora S/A y S/B respectivamente). El soporte puede considerarse (Fig. 3) completo y, por tanto, las dimensiones de configuración y uso íntegras. Todas las superficies presentan preparación o tratamiento antrópico. Para el contorneado se recorta el soporte mediante extracciones obtenidas por percusión directa con un percutor duro. Este recortado puede observarse en los bordes de la plaqueta, tanto en la S/A (ángulos superior izquierdo y sector inferior del lateral derecho) como en la S/B (lateral izquierdo) (Fig. 3). El estado de conservación de las superficies es en general bueno. No obstante, existen dos planos de exfoliación en el sector inferior de la S/A, delineados por microgrietas, que suponen un riesgo latente para la conservación de la pieza. Así mismo, parte de la superficie se perdió debido a la disgregación por causas físico-químicas del Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal 11 Fig. 3. Plaqueta 2 de esquisto (Capa C, Vale Boi, sector Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal). Paleta colorante del Solutrense medio (fotografía: los autores; calco: los autores). Superficie A con un palimpsesto de grafismos en los que destacan 3 uros y una posible cierva. Superficie B con trazos de extracción de colorante (fotografía: los autores; calco: los autores). soporte. Este proceso se limita a huellas de corrosión química en el cuadrante superior izquierdo de la S/A y algunos microdesprendimientos que afectan parcialmente a los grabados (Fig. 3A). Una de las incidencias más notables en esta plaqueta es la presencia de depósitos litoquímicos en forma de restos de costras ferruginosas ubicadas en dos áreas próximas a los bordes en la S/A (Fig. 3A) y sobre todo de carbonatos localizados básicamente en la S/B, uno de los bordes y en áreas residuales de los surcos de los grabados. Al objeto de realizar una lectura adecuada de buena parte de la S/B se hizo imprescindible eliminar los carbonatos. Este trabajo de limpieza ha sido ejecutado por una restauradora (2). Las características litológicas del soporte (blando y poroso) nos indujeron a descartar la remoción de los carbonatos mediante medios químicos, recurriéndose a una eliminación mecánica bajo obser- (2) Bouzas Bello, C. 2007: Plaqueta prehistórica. Informe de intervención. Informe inédito. Desarrollado en el marco del proyecto de investigación financiado por Fundação para a Ciência e Tecnologia (projects POCTI/HAR/37543/2001 y PTDC/HAH/64184/2006). Los restos de carbonatos desprendidos se han conservado para posibles analíticas futuras. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 12 vación en lupa binocular. Cuando finalmente se eliminó buena parte de las costras aparecieron profundas estrías de extracción de colorante. La disposición de las costras nos indica que la pieza fue ¿abandonada? reposando sobre la S/A, superficie que mantiene todo el repertorio iconográfico de la pieza (Fig. 3A). Cabe preguntarse si la pieza fue grabada una vez amortizada la paleta de colorante o durante su uso. En este sentido, existen microdesprendimientos del soporte que eliminan parcialmente parte de los grabados (Fig. 3A) y son, obviamente, posteriores a su ejecución. Sin ser categóricos al respecto, apuntamos que dada la fragilidad del soporte (planos de exfoliación y superficies blandas), no parece factible que este haya sufrido procesos de transporte intensos. Los mismos hubieran derivado probablemente en la fragmentación de la pieza (a favor de los planos de exfoliación) o en un ‘borrado’ mayor de los motivos dada la escasa tenacidad ante golpes o roces de la superficie. Así pues, parece probable que la pieza fuera grabada y empleada paralelamente o con posterioridad como paleta de colorante: los desprendimientos pueden estar vinculados a la manipulación del soporte durante su uso como tal. La secuencia de estigmas infrapuestos a la decoración sobre la S/A (Fig. 3A) puede desglosarse como una serie de surcos de pequeño tamaño que corren en sentido oblicuo desde el ángulo superior derecho hasta la zona central derecha. Son productos de una presión-arrastre incontrolada sobre superficies irregulares o con aristas y serían las huellas que no pudieron regularizarse/ eliminarse con el tratamiento antes de la ejecución de los grabados. Indicios semejantes, pero menos estructurados, aparecen de forma más o menos aislada en otras áreas de la S/A. A continuación se encuentran estrías muy someras relacionadas con abrasiones destinadas a la regularización de esta superficie sobre todo en la zona centro-superior. Cuando coinciden los grabados siempre se les superponen, aunque también existen otros en el resto de la pieza que pueden estar vinculadas a la extracción de colorante en la S/B. Toda la mitad inferior de la S/A presenta tratamiento de aspecto más intensivo mediante frotado-bruñido, especialmente en su tramo medio donde se distribuye en forma de arco invertido (Fig. 3A). Tras la ejecución de los grabados se depositó un fino colorante amarillento en el borde superior (vid. Fig. 3A y B), algo más profundo en María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho su ángulo izquierdo, relativamente homogéneo. Coincide, por lo general, con la orientación que tienen, en la S/B, las huellas de extracción de colorante. Esta distribución en forma de película parece evocar una extracción de colorante apoyando la paleta sobre el borde superior ligeramente inclinado. El colorante cubre más superficie en el ángulo superior izquierdo, sin alcanzar el superior derecho (Fig. 3A). Además, la disposición parece apuntar a la existencia de un componente líquido que finalmente traza una especie de línea de nivelación. Por último, afirmamos que la zona con aspecto de bruñido cuenta con una disposición casi simétrica pero opuesta (Fig. 3A). Todo ello nos induce a pensar que la mano sujetaba fuertemente la pieza por esta última zona (huellas con aspecto de bruñido), apoyándola sobre algún tipo de contenedor/recipiente con una sustancia líquida (quizás agua), mientras se extraía el colorante mediante un raspado muy intenso de la S/B (Fig. 3B). Esta plaqueta de esquisto con intercalaciones ferruginosas amarillentas fue recogida en un ámbito probablemente cercano al área geológica fuente y empleada como paleta de colorante y soporte de arte mobiliar. Al menos, las últimas extracciones de colorante de la S/B se realizaron con todos los zoomorfos ya plasmados sobre la S/A. En la S/A se concentran todos los grafismos (Fig. 3A). Predomina en los grabados la sección en V con distintas orientaciones en el eje y complementariamente en U. Aparecen también morfologías habituales en los grabados: código de barras, cometas, estrías parásitas, doble trazo de buril, etc. Las características de los trazados parecen indicar la utilización de uno/varios instrumentos en sílex. Los análisis traceológicos del material lítico recopilado en excavación (Bicho y Gibaja 2007) detectan un trabajo sobre materiales de dureza media a dura, que bien pudieron tener ese fin. Los grabados forman un palimpsesto de líneas que se disponen en numerosas superposiciones (Fig. 4) con particularidades técnicas como rehundidos, algunos rectificados, etc. Su lectura permite dilucidar fácilmente la existencia de representaciones de zoomorfos. No obstante, la individualización de los trazos correspondientes a cada uno de ellos o su número no resulta inicialmente tan fácil. Como criterios para individualizar buena parte de las grafías y asignarlas a cada uno de los zoomorfos (Fig. 5) hemos recurrido a: Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal 13 Fig. 5. Plaqueta 2 (Capa C, Vale Boi/Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal). Paleta colorante del Solutrense medio. Individualización de los zoomorfos de la Superficie A y sentido de los grabados (calco: los autores) (véanse Figs. 3 y 4 y Tab. 2). Fig. 4. Plaqueta 2 (Capa C, Vale Boi/Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal). Paleta colorante del Solutrense medio. Orientación y morfología de los grabados zoomorfos de la Superficie A (calco: los autores) (véase Fig. 3). a) Rasgos técnicos, estilísticos y morfológicos de los distintos trazos y figuras. b) Secuencia gráfica. Análisis de las superposiciones. c) Identificación de la expresión individualizada de las representaciones de cada una de las partes anatómicas de la mitad delantera de cada animal (curva cérvico-dorsal, cornamenta, frente, morro, quijada, cuello, vientre y patas delanteras), los trazos de la mitad posterior son menos nítidos y parece existir un uso complementario de líneas. d) Los convencionalismos usados para determinadas partes anatómicas (unión cuello-cabeza en forma de Y) o de relación entre trazos complementarios desplazados ligeramente entre sí. Hemos podido individualizar tres uros, dispuestos de izquierda (cuartos traseros) a derecha (cabeza), ejecutados mediante la técnica del grabado. La posible identificación de un cuarto animal, un prótomo de cérvido, es más compleja. Es probable que se reutilicen distintos trazos correspondientes a los uros. Uro 1 (Fig. 4B): es una figura incompleta y cuenta con el menor grado de detalle de los bóvidos identificados. Presenta parte de la cabeza con morro abierto y tendencia cuadrada. Dos trazos cortos expresan los cuernos. El cuello y la cabeza se unen en forma de Y oblicua. La cornamenta y el trazo de cuello-arranque de la pata delantera están infrapuestos al resto de figuras, mientras que la parte inferior de la boca lo está a la del Uro 3. Uro 2 (Fig. 4C): el animal se adapta al campo máximo disponible en el soporte. El cuerpo es desproporcionado con abdomen muy grueso. La cabeza se muestra alargada, triangular y con un estrechamiento acusado en torno al hocico, cerrado con un trazo somero. La cornamenta es lineal abierta recta, con uno de los cuernos hacia arriba y el otro extendido y proyectado hacia delante, y con aspecto ‘quebrado’. El cuello y la cabeza se unen en forma de Y oblicua articulada. Dos trazos infrapuestos al Uro 3 diseñan la curva cervico-dorsal. El que delinea la parte trasera se proyecta fuera del eje del cuerpo para representar la cola mediante un grabado más fino Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 14 y poco profundo a medida que se acerca a su extremo distal. La figura parece conjugar dos bloques gráficos mayores: el conjunto cabeza-cuello y la parte posterior del animal. La unión entre ambos se realiza con líneas desplazadas hacia el interior del cuerpo y del extremo final del cuello (Fig. 5C). Estos bloques han sido complementados posteriormente con escasos detalles anatómicos, morro y falo. Es de destacar el interés en representar este rasgo antes incluso que las patas traseras y el vientre del animal (aparece infrapuesto a estos dos), lo que determina después la ubicación de estas partes anatómicas. Las patas traseras se diseñan en forma de triángulo prolongado ligeramente. En general la figura tiene un aspecto alargado y desproporcionado, resuelto en perspectiva biangular oblicua. Uro 3 (Fig. 4D): la figura es rotunda. Un grueso cuello que le confiere un aspecto anguloso y masivo, acentuado por una fuerte inflexión en la zona media de la línea cérvico-dorsal y un cuello muy arqueado, realizados mediante un trazo muy profundo. Los cuernos tienen forma de U lineal abierta. La cabeza es también maciza, rectangular con un trazo muy marcado, rehundido, reaprovechando trazos de la figura anterior. Finaliza con un morro de trazado recto, separado del resto de la cabeza, y que sobrepasa ligeramente el límite de la quijada. El cuello y la cabeza se unen también en forma de Y oblicua no articulada. El pecho del animal y las patas delanteras se enlazan mediante un escalón, abierto. Un trazo vertical define en tres trazos las patas delanteras. Como ocurría con la anterior figura se diseñó primero el falo, siguiendo un trazado paralelo al tramo final de la línea de la espalda. Ello determina que esté desviado y superpuesto respecto a idéntica parte anatómica del Uro 2. Con posterioridad se acentúa la curva del vientre trazando una línea discontinua menos profunda y paralela al vientre del Uro 2. Las patas traseras parecen reutilizar las del Uro 2, en triángulo prolongado, pero complementando con trazos propios cortos y paralelos al tercio superior de cada pata. Las partes delanteras y traseras del animal resultan incorrectas y bastante desproporcionadas, debido a esta reutilización de la figura anterior y la limitación del soporte. Parece como si el autor no hubiese calculado bien las proporciones delanteras de esta nueva figura y al mismo tiempo se María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho viera limitado en su ejecución por el espacio disponible para las grafías. El Uro 3 presenta en conjunto un aspecto masivo y desproporcionado expresado en perspectiva biangular oblicua. En el caso de superposiciones, los trazos correspondientes a este zoomorfo se encuentran siempre superpuestos al resto. Cierva (Fig. 4A): es una figura que parece percibirse en la lectura de la plaqueta. Cuando se eliminan los trazos empleados para la ejecución de los tres uros parece carecer de los trazos necesarios para su individualización. No obstante, unos simples trazos que claramente no corresponden a los uros expresan orejas, arranque del cuello, frente hasta el hocico y boca. Complementarios con el resto de grabados que les rodean, se observa un prótomo de cierva en perfil absoluto. El análisis para individualizar uno/varios autores en los grafismos diseñados sobre la S/A no puede ser concluyente. No obstante una serie de indicios parecen apuntar a un único artista. En primer lugar la pieza parece responder a un diseño único en la utilización a campo completo de la S/A. En segundo término, aunque formalmente cada zoomorfo es diferente del resto, todas sus proporciones se ajustan entre ellas y comparten varios convencionalismos singulares (Fig. 5): a) La unión entre cuello y quijada se realiza mediante un agregado de trazos que generan en los tres uros una ‘Y’ inclinada, de modo que el arranque de la quijada aparece desplazado respecto al extremo de la línea del cuello. b) La fórmula de acabar y comenzar trazos a escasos milímetros unos de otros, pero ligeramente desplazados entre sí. Esta recurrencia que nos ha sido de gran utilidad para individualizar e identificar algunas partes anatómicas a cada uno de los animales. c) La ejecución de los dos falos con anterioridad al trazado del vientre o las patas. Este hecho parece indicar un plan de ejecución al menos en dos ejemplares machos, antes de tener definida por completo ni siquiera la figura del primero. d) La reutilización de líneas en la frente de los animales y la perspectiva integradora que expresa el conjunto. A la misma línea de autoría apunta el orden de ejecución de los grabados. El análisis de los grabados nos ha permitido diferenciar dos fases creativas (Tab. 2). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal S/A Cuello Espal- Cuernos S/B Espalda da Frente Hocico Quija- Cuello Belfos da Pecho 15 Pata Pata Vientre delantera trasera Falo Cadera Cola – – – – – – Cuello Espalda (4) 2°T/1°T (U3) – – – – – – – – Espalda – (5) U3/U2 – – – – – – – Cuernos – – (9) U1/U2 – – – – – – – – – – (6) 2°T/1°T (8) (U3) U3/U1 (7) U3/U2 – – – – – – – – – – – – – – – – – (17) U3/U3 – – – – – – – – – – – (25) U3/U3 (28) U3/U2 – – – – (31) U3/U3 (29) (35) U2/U3 U2/U3+U2 (32) U3/U2 – – Frente – – Hocico Belfos – – – – Quijada – – – (12) C/U2 (10) U3/U3 (11) (16) U2/U2 U3/U1 (13) U2/U2 Cuello Pecho – – – – – – (18) T2°/T1° (U2) (19) T2°/T1° (22) (U2) U3/U2/U1 (20) U2/U1 (21) T1°/T2° (U3) Pata delantera – – – – – – (23) T2°/T1° (U3) (26) U3/U2 – – Vientre – – – – – – – (14) U3/U1+U2 (15) U3/U3 (27) U1/U2/U3 Pata trasera – – – – – – – (24) U3/U2 (30) U3/U2 (31) U3/U3 – (34) U2/U2+U3 (36) U32/U3/U2 – – Falo – – – – – – – – – – (33) U3/U2 – – Cadera – – – – – – – – – – – (2) 2°TU3/U2 (3) 2°TU3/U2 – Cola – – – – – – – – – – – – (1) T2°/T1° (U/3) Tab. 2. Plaqueta 2 (Capa C, Vale Boi/Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal). 1-36 superposiciones (/) indicadas en la figura 5. U = uro. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho 16 Una inicial plantea el número de figuras y su ajuste al soporte disponible. Esto queda patente, por ejemplo, en los dos falos de los uros completos. Se delinean con trazos paralelos al tramo posterior de las curvas dorsales de los animales. No es posible decir qué líneas se trazaron antes, pero no cabe duda de la clara vinculación entre ambos ni de su importancia en la disposición y amplitud de las figuras. A continuación se ejecutan los zoomorfos. Las superposiciones permiten analizar el proceso de realización de los grabados y figuras (Tab. 2, Fig. 4) e identificar sus fases: a) Existe un plan preestablecido para plasmar dos uros machos cuyos trazos definitorios no se ejecutan uno después del otro sino en algún caso en paralelo. Un buen ejemplo de ello son la superposición (3 y 5 de Tab. 2) y la infraposición (Tab. 2) de las curvas cérvico-dorsales de los Uros 2 y 3. b) Con seguridad se trazan primero las curvas cérvico dorsales. Más tarde, los falos, las patas delanteras, cabezas, morros, cuellos y, quizás con posterioridad, las patas traseras y por último el vientre. c) Más tarde se completan diversos trazos adicionales para la definición de algunos animales con independencia del orden de ejecución anterior (superposiciones 3, 9, 12, 27, 29). La identificación de la dirección y forma del trazado de los distintos trazos (Figs. 4 y 5, Tab. 3) incitan también a pensar en un único artista. Así, en el caso de los Uros 1 y 2, aparte de convencionalismos ya expuestos, es absoluta la concordancia en la dirección de los trazos de las distintas partes anatómicas, mientras que el Uro 3 concuerda en 8 con los anteriores, pero discrepa en otros 5. En los tres uros se emplean líneas divergentes respecto al cuerpo (de dentro a afuera) para representar los cuernos, frentes, quijadas, patas (salvo un trazo convergente en U3) y colas. La diferencia radica en los trazados de la parte superior e inferior del cuerpo, dispuestos de izquierda a derecha para los Uros 1 y 2 y de izquierda a derecha para el Uro 3 (Fig. 5). 4. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES El yacimiento de Vale Boi constituye el ejemplo más meridional de arte mobiliar paleolítico sobre soporte pétreo en Portugal y viene a unirse al limitado conjunto de objetos de esta adscripción en todo el sur de Iberia: Nerja (Sanchidrián 1994; Pellicer y Sanchidrián 1998), Ambrosio (Ripoll 1986), Bajondillo (Simón y Cortés 2007), El Pirulejo (Cortés y Simón 2008) y Gorham (Simón et al. 2011). Además, salvo una pieza de Nerja, dos en Gorham y el conjunto de El Pirulejo (todos ejemplos magdalenienses), el resto de ítems carece de una adecuada o afinada concreción cronocultural. A todo ello hay que añadir que las dos piezas que acabamos de presentar de Vale Boi suponen los elementos de arte mobiliar más antiguos conocidos para todo el sur de la Península Ibérica. Como expusimos la Plaqueta 1 de Vale Boi procede de un nivel atribuido por industria y cronología al Solutrense superior. En sintonía con esta atribución el único ejemplo de este subtipo identificado entre las plaquetas de Parpalló procede de los niveles del Solutrense superior (Villaverde 1994). La Plaqueta 2 de Vale Boi procede de niveles atribuibles al Solutrense medio y puede considerarse una paleta de colorante decorada con gra- Coincidencias en el trazado: Cuernos, Frente, Hocico, Belfos, Quijada, Pata Trasera,*Falo,*Cola Cuello Espalda Cuello Pecho Pata delantera Vientre Cadera U1+U2 Derecha U1+U2 Izquierda abajo U1+U2 Abajo U1+U2 Derecha U2 Derecha U3 Izquierda U3 Derecha arriba U3 Arriba U3 Izquierda U3 Izquierda Tab. 3. Plaqueta 2 (Capa C, Vale Boi/Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal). Orientación de los trazos grabados en los zoomorfos de la Superficie A (véase Fig. 4). *Sólo disponible en Uros 2 y 3. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal fismos artísticos paleolíticos. Este doble uso no es ajeno al arte paleolítico europeo. Como ya han advertido algunos autores (Barandiarán 1984), la relación entre las representaciones y el soporte está condicionada por las características de este. Ello tiende a resultar en conjuntos de siluetas superpuestas y enmarañadas, sobre todo en los momentos iniciales de la secuencia gráfica paleolítica. En las que tratamos más que una reducción de las figuras, se han deformado sus proporciones por la adaptación al espacio disponible. La paleta de ocre forma parte de un conjunto de indicios funcionales muy ricos que indican la manipulación de colorantes geológicos en Vale Boi (ocre, impregnaciones sobre distintos tipos de soportes líticos, etc., Bicho et al. 2004b). La Plaqueta 2 añade a la citada gestión de recursos, un valor simbólico (grafismos) y una funcionalidad dentro del procesado de sustancias colorantes en el yacimiento. El estilo de los atributos iconográficos de los zoomorfos de la Plaqueta 2 sintoniza bien con los momentos iniciales (Gravetiense final - ciclo antiguo Solutrense) de la secuencia artística mediterránea. Salvando las diferencias contextuales o referidas al tipo de soporte, dimensiones o técnicas, las composiciones basadas en la superposición de figuras son muy frecuentes en yacimientos portugueses, caso del valle del Côa, o del Levante español, con Parpalló como colección ‘canónica’ para el arte mueble. No obstante, la Plaqueta 2 de Vale Boi difiere de la gran mayoría de los ejemplos citados por cuanto sus figuras aparecen integradas entre sí, han sido realizadas de forma prácticamente paralela y se articulan como un ‘todo’ armónico que parece aglutinar toda una serie de atributos (Villaverde 2005; Villaverde et al. 2009) que caracterizan a esta fase cultural. Los convencionalismos estilísticos para expresar las otras partes anatómicas de los uros las hallamos en Portugal y en zonas ibéricas. Así, por escoger solo aquellos con paralelos de rango cronológico más específico reseñaremos los bóvidos con morros con extremo adelgazado en yacimientos de arte parietal al aire libre de Portugal, como Fariseu (García y Aubry 2002), o en el ámbito levantino español, el arte parietal de Meravelles (Villaverde 2005, Villaverde et al. 2009) o mobiliar, Malladetes y Parpalló (p. ej. plaquetas 16005A o 16041) (Villaverde 1994, 2005; Villaverde et al. 2009), atribuidos al Gravetiense y Solutrense inferior y Solutrense medio antiguo. 17 La perspectiva biangular recta oblicua en la cabeza y biangular recta en patas delanteras (Uros 2 y 3 de Plaqueta 2) es exclusiva en Parpalló entre el Gravetiense, el Solutrense antiguo y la primera parte del Solutrense medio antiguo (Villaverde 1994; Villaverde et al. 2009). En el Uro 3, una inflexión característica en forma de S articula el pecho y el ‘encuentro’ remite a momentos gravetienses (Pigeaud et al. 2004) y quizás también podríamos verla en un équido de Nerja (Ne297, Sanchidrián 1994). No obstante, encontramos un trazo complementario que, si bien podría corresponder al Uro 2, adjudicamos al Uro 3 por la forma del trazado y los modos de ejecución empleados en el resto de las figuras, de modo que finalmente se obtiene un convencionalismo ecléctico entre los citados modelos gravetienses y las patas trilineales ya empleadas en el Uro 2. Los tres trazos paralelos abiertos para expresar las extremidades delanteras (Uros 2 y 3 de la Plaqueta 2) son una variante de significada antigüedad. Todos sus efectivos se concentran en momentos iniciales del Solutrense (inferior y medio antiguo) de Parpalló (p. ej. plaquetas 16122A, 16094, 16110, 16117, Villaverde 1994, Villaverde et al. 2009). En la misma línea y circunscribiéndonos al ámbito meridional ibérico tendríamos la datación directa de un uro con patas delanteras en tres trazos en La Pileta, 20.130 ± 350 BP (Sanchidrián et al. 2001). Hallamos, por ejemplo, la finalización en forma apuntada de las patas traseras (Uro 2) en el único uro del ciclo antiguo de Ardales (Cantalejo et al. 2006). Por último, la repetición del tema del uro con distintos convencionalismos y, según parece, ejecutados por un mismo individuo y en un período corto de tiempo es especialmente sugerente por varios motivos. Los Uros 2 y 3 (hocicos abocinados y cuadrados) parecen presentar rasgos que evocan figuraciones atribuidas en otras áreas geográficas al Gravetiense. En contrapartida el Uro 3 manifiesta rasgos que parecen bien definidos en momentos del Solutrense inferior o primera fase del medio en el ámbito mediterráneo ibérico, en concordancia con las dos fechas disponibles (c. 20.721 - 19.000 BP). Por último, el deseo de plasmar 3 uros crecientemente voluminosos, los dos de mayor tamaño machos con distintos convencionalismos estilísticos, podría estar relacionado con la evocación del ciclo vital de esta especie o con un carácter mitológico que se nos escapa. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12076 18 En resumen, el estudio de las plaquetas de Vale Boi incide en la dirección apuntado por Villaverde et al. (2009). Hay un contexto transicional entre el Solutrense inferior y el medio antiguo, en el cual coexisten elementos estilísticos previos con otros que se desarrollarán más estandarizada con posterioridad. En la línea apuntada por Azema (2005), encontramos que el fenómeno gráfico de descomposición del movimiento por superposición de imágenes (con ejemplos ibéricos tanto en España como en Portugal) es más frecuente de lo que parece y se produce en momentos pre-magdalenienses. Las plaquetas decoradas de Vale Boi incrementan no solo el número de piezas de arte mobiliar en el área portuguesa sino que completan hasta el confín suroccidental de Europa la extensión de esta genuina forma de expresión del Paleolítico superior europeo. Además, la iconografía identificada manifiesta vínculos claros con el ámbito mediterráneo ibérico (zona andaluza y levantina), que bien podrían sintonizar con el ambiente mediterráneo del que gozan otras representaciones parietales y mobiliares (Bicho et al. 2007). AGRADECIMIENTOS Los resultados presentados son el resultado de proyectos de investigación financiados por Fundação para a Ciência e Tecnologia (proyectos POCTI/HAR/37543/2001 y PTDC/HAH/64184/ 2006) (Portugal), Fondo Social Europeo en el ámbito del III Cuadro Comunitario de Apoyo, National Geographic Society y Archaeological Institute of America (Estados Unidos). Este trabajo se ha visto enriquecido con la lectura crítica y comentarios del Dr. Valentín Villaverde. 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El arte consiste en grabados, la mayoría de ellos aparentemente no figurativos en su estado actual, pero hay una imagen de un caballo y otra de un posible bisonte. Todos los grabados se localizan en el fondo del gran vestíbulo, a plena luz, en íntima relación con los depósitos de origen humano. El caballo y los grabados lineales asociados a él en las paredes de la cueva pueden atribuirse al Magdaleniense inferior o medio sobre la base de su estilo y de la altura practicable sobre las superficies de ocupación de estos períodos. Datables con mayor precisión son dos grupos de grabados lineales sobre un gran bloque que pueden asignarse al Magdaleniense inferior cantábrico, un período bien caracterizado por sus obras de arte mueble, como los omóplatos grabados, en El Mirón y en otros varios yacimientos regionales. El bloque cayó de la pared de la cueva, con su cara exterior yaciendo sobre el nivel 110, datado por radiocarbono en 16.130 ± 250 y 16.520 ± 40 BP. A partir de entonces se grabó su cara originalmente interior. A continuación, el bloque y sus grabados fueron progresivamente recubiertos por sedimentos del Magdaleniense medio, superior y final datados entre ca. 14.50012.000 BP. En suma, el arte descubierto y estudiado (*) Dpto. de Geografía, Prehistoria y Arqueología, Universidad del País Vasco, Tomás y Valiente s/n, 01006 Vitoria-Gasteiz, España. Correo e.: marcos.garcia@ehu.es (**) Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, Edificio Interfacultativo. Avda. de los Castros s/n. 39071 Santander. Cantabria. España. Correo e.: moralesm@unican.es (***) Dpto. de Antropología. Universidad de New Mexico. Albuquerque, NM 87131. EE.UU. Correo e.: lstraus@unm.edu Recibido: 4-VI-2010; aceptado: 5-X-2010. hasta la fecha en El Mirón puede atribuirse al Magdaleniense inferior y medio, aunque el yacimiento estuvo habitado por los humanos al menos desde el Paleolítico medio hasta época medieval. El artículo concluye situando el arte parietal de El Mirón en el contexto de las otras numerosas (pero peor datadas) manifestaciones de arte rupestre de la cuenca del río Asón, en la Cantabria Oriental, que incluyen sitios tan notables como Venta de la Perra, Covalanas, La Haza y Cullalvera. ABSTRACT This article describes the rock art discovered in El Mirón Cave (Cantabria, Spain) during the course of excavations directed by LGS and MGM since 1996. The art consists of engravings: most are apparently non-representational in their currest condition, but there is one image of a horse and another of a possible bison. The engravings are all located at the rear of the large, sunlit vestibule of the cave, in intimate relationship with human habitation deposits. The horse and associated linear engravings on the cave wall can be attributed to the earlymiddle Magdalenian on the basis of style and practicable height above occupation surfaces of those periods. More precisely datable, two series of linear engravings on a large block can be assigned to the Lower Cantabrian Magdalenian, a period well-endowed with works of portable art, such as engraved scapulae, both at El Mirón and in many other regional sites. The block fell from the cave wall, its outer surface landing on Level 110, which is 14C-dated to 16,130 ± 250 and 16,520 ± 40 BP. Then the flat inner surface of the block was engraved. Next, the block and the engravings were progressively covered over by sediments pertaining to Middle, Upper and Terminal Magdalenian levels 14C-dated between ca. 14,50012,000 BP. In sum, the art discovered to date in El Mirón can be attributed to the early and middle Magdalenian period, although the site itself was inhabited by humans 22 Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus from at least late Middle Paleolithic through Medieval times. This article concludes by placing the Mirón parietal art within the context of the numerous other (but less-well dated) cave art manifestations in the river Asón basin of eastern Cantabria, including such notable sites as Venta de la Perra, Covalanas, La Haza and Cullalvera. Palabras clave: Arte parietal paleolítico; Datación estratigráfica; Paleolítico superior; Magdaleniense; Región Cantábrica. Key words: Palaeolithic rock art; Stratigraphic dating; Upper Palaeolithic; Magdalenian; Cantabrian Region. 1. LA CUEVA DE EL MIRÓN: LOCALIZACIÓN, INVESTIGACIÓN Y OCUPACIÓN HUMANA La Cueva de El Mirón (también conocida históricamente como Cueva del Francés o Cueva de los Gitanos) se localiza en la ladera oeste del Monte Pando, muy cerca del núcleo de población de Ramales de la Victoria (Cantabria) y a 1 km del límite con Vizcaya (Fig. 1). Se encuentra a unos 250 m.s.n.m. Sus coordenadas geográficas son 43°14´47.4˝ N y 3°27´4.5˝ O (coordenadas UTM 30T 0463365/4788375). El Mirón presenta una boca de grandes dimensiones, orientada al Oeste (Fig. 2). El vestíbulo mide entre 8 y 16 m de ancho, unos 30 m de fondo y entre 12 y 20 m de altura. Al final del vestíbulo se encuentra la base de un empinado depósito de limos arenosos y arcillosos y de cantos rodados que se eleva hacia la galería interior de la cueva, un pasadizo de un centenar de metros, relativamente recto, de suelo nivelado y por lo general de unos 8 m de ancho y unos 3 m de altura máxima. A juzgar por el contorno y el ángulo de las paredes de la cueva, tanto el vestíbulo como la galería contaban con rellenos sedimentarios muy profundos. Lo confirman las excavaciones en curso (hasta más de 3 m de profundidad actualmente), los sondeos de georradar (que señalan la roca madre a 9-10 m) y la perforación de un sondeo de 4 cm de diámetro efectuada en la zona de entrada de la cueva en 2003, que ha permitido muestrear sedimentos hasta 6,75 m de profundidad a partir de la superficie original del suelo de la cueva. El frente del vestíbulo, al exterior, tiene el característico perfil de equilibrio en forma de arco de medio punto y está sembrado de grandes bloques de derrumbe de la bóveda. Su centro y fondo no han sufrido Fig. 1. Localización geográfica de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria) en la Península Ibérica. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)... 23 Fig. 2. Plano general y detalle de la entrada de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria) con la localización de los conjuntos gráficos y unidades gráficas citadas en el texto (levantamiento topográfico de E. Torres Cosío, Speleo Club Cántabro Universitario). ese proceso. De su techo plano cuelgan algunas escasas estalactitas de gran tamaño y muy alteradas, indicio de la falta de caída de bloques en un período prolongado. El desarrollo total accesible es de unos 130 m. En torno al Mirón está documentado un importante conjunto de cuevas con arte rupestre paleolítico. Covalanas está a unos 50 m justamente por encima. En el mismo sector del monte Pando, La Haza se sitúa a unos 60 m por debajo y unos 400 m hacia el NO de El Mirón. Cullalvera, también en el municipio de Ramales de la Victoria, se encuentra a 1,2 km al NNO y a unos 150 m por debajo de la cota de El Mirón. El valle del río Carranza, con sus numerosas cuevas con arte parietal, se sitúa al NE y al otro lado del macizo del Moro; su confluencia con el río Asón se sitúa a 4 km de Ramales, en Gibaja. El gran yacimiento superomagdaleniense y aziliense de la Cueva del Valle (municipio de Rasines) –conocido por su enorme riqueza en arte mueble– se encuentra a algo más de 2 km al NE de la confluencia del Carranza con el río Asón. En las laderas del Monte Pando, cerca de la Cueva de El Mirón, destacan, además, las cuevas de La Luz, con arte paleolítico y yacimiento solutrense, y del Horno, con materiales y dataciones del Magdaleniense superior-final y Aziliense (Straus et al. 2002a, 2002b). El descubrimiento científico de las cuevas de Covalanas, La Haza y El Mirón en septiembre de 1903 se debió a Hermilio Alcalde del Río y Lorenzo Sierra (Alcalde del Río 1906; Sierra 1909; Alcalde del Río et al. 1911). En aquellos primeros años se documentó en superficie industria lítica de diversos momentos paleolíticos en El Mi- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 24 Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus rón, y se pensó que la cavidad contenía un depósito arqueológico removido, idea que se mantuvo años después (Cabré 1915; Obermaier 1916). La única ‘excavación’ antigua (no publicada) cuya autoría se conoce es una trinchera en el interior de la cavidad en los años 1950 debida a los obreros que hicieron el camino de acceso a Covalanas, bajo la dirección del ingeniero A. García Lorenzo. El proyecto de investigación sobre la Cueva de El Mirón se inició en 1996, con campañas anuales de excavación que continúan hasta el presente. Diversas publicaciones describen los aspectos historiográficos de la cueva (González Morales y Straus 1997) y detallan las distintas zonas de la excavación, su estratigrafía y los principales resultados (González Morales y Straus 2000a, 2000c; Straus y González Morales 1996, 1997, 1998, 1998-99, 1999-2000, 2000, 2001a, 2001b, 2003c; Straus et al. 2001). Aspectos más concretos de la secuencia magdaleniense y sus materiales se analizan en artículos específicos (González Morales y Straus 2005; González Morales et al. 2006; Straus y González Morales 2003a, 2005). La discusión del conjunto de dataciones de radiocarbono también se ha tratado de manera monográfica en tres artículos (Straus y González Morales 2003b, 2008, 2010). En el vestíbulo se han excavado dos áreas de unos 9-10 m2 conectadas por una trinchera: la ‘Cabaña’ en la parte anterior y el ‘Corral’ en el fondo, utilizada hasta fechas recientes como cuadra para ganado ovicaprino. Las paredes están desgastadas por el roce de animales y manchadas por pintadas y humo, y el suelo estaba recubierto por paja y excrementos al iniciarse la excavación. La secuencia cronoestratigráfica documentada en la ‘Cabaña’ y en una parte de la trinchera es la siguiente: Magdaleniense inferior, medio y superior (niveles 17-12 y 312-307), Aziliense (niveles 11.2-11 y 306-305), Mesolítico arqueológicamente pobre y con posibles hiatos sedimentarios (niveles 10.1 y 304), Neolítico (niveles 10-8 y 303.3-303), Calcolítico (niveles 7-4 y quizá parte del 302) y Bronce Inicial (niveles 3-2). Para el presente trabajo interesa de manera especial, por su relación con el grafismo rupestre, la secuencia del ‘Corral’. Si se exceptúan algunos materiales de superficie, la secuencia cronocultural post-pleistocénica falta por completo (muy probablemente por la remoción de tierras al nivelar la superficie, aunque no hay evidencias claras en las paredes de la cueva). La secuencia del ‘Corral’ se estructura en dos sectores. En el sector NE había una zona removida de unos 15-20 m2, por la actuación de clandestinos. Por debajo se documentaron niveles arqueológicos intactos (se inicia la secuencia con el nivel 120, un estrato limo arcilloso amarillento). En un sondeo de 2,3 m de profundidad en una superficie de 2 m2 (cuadros W-X10), los niveles arqueológicos han aportado escasos materiales que se atribuyen, por las fechas de C14, al Paleolítico medio terminal y al Paleolítico superior antiguo (niveles 130-128), cubiertos por niveles solutrenses (127-121) datados en torno al 19.000-18.000 BP. En el sector superior de la secuencia del ‘Corral’ se ha excavado un área de unos 9 m2 al S y al O del pozo antes descrito. Un gran bloque caído de la pared de la cueva y grabado posteriormente es su límite SE. En este sector se han identificado niveles atribuidos al Magdaleniense inicial e inferior-medio (119-108) extremadamente ricos en industria lítica, ósea y en fauna (en especial cabra montés y ciervo, con numerosos restos de salmón). De los hogares y estructuras se dispone de 19 fechas C14 que determinan un lapso entre 17.000-13.700 BP. El nivel 107 está parcialmente alterado por madrigueras fácilmente reconocibles. Los niveles 106-103 son discontinuos y con pocos restos arqueológicos del Magdaleniense superior. El nivel 102.1 es un lentejón de hogar datado en 11.950 BP, Magdaleniense terminal. Los niveles 102-101 son arqueológicamente muy pobres (unas pocas lascas y esquirlas de hueso) y deben corresponder con ocupaciones azilienses o mesolíticas, ya que no se han localizado cerámicas. El mayor impacto habitacional durante el Paleolítico en la cueva de El Mirón se vincula con momentos del Magdaleniense antiguo sin arpones. Además de documentarse este tipo de ocupaciones en el área de la ‘Cabaña’ y en el ‘Corral’, se han registrado en un pequeño sondeo abierto en la parte profunda y oscura de la cueva, en el fondo de la trinchera de A. García Lorenzo, donde industria lítica y fauna se asocian a una fecha de 14.620 BP. La ocupación de la cueva por los humanos durante el Tardiglacial (como en muchas otras cuevas de la Región Cantábrica) fue intensa. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)... 2. EL GRAFISMO RUPESTRE DE LA CUEVA DE EL MIRÓN: APUNTES HISTORIOGRÁFICOS, CONSERVACIÓN E IMPLICACIONES EN EL ESTUDIO Y DESCRIPCIÓN DEL DISPOSITIVO ICONOGRÁFICO El grafismo rupestre de la cueva de El Mirón no ha sido estudiado hasta fechas recientes. Por la descripción de H. Alcalde del Río (1906: 46), sabemos que en los primeros años del siglo XX revisaron las paredes en busca de manifestaciones: “En toda ella sus paredes carecen del más pequeño vestigio de gráfica”. Dentro del proyecto de excavación y estudio de la cueva de El Mirón, uno de nosotros (MGM) identificó al inicio de las excavaciones en 1996 las primeras evidencias gráficas sobre un bloque que se encuentra parcialmente cubierto por niveles arqueológicos intactos y que ha sido objeto de varias referencias (Straus y González Morales 1996: 16, 1998: 176, 1998-99: 5, 2000: 355; González Morales y Straus 2000a: 126) y de una publicación preliminar algo más extensa (González Morales y Straus 2000b). La posterior localización en la pared izquierda de grabados incisos muy finos ha sido objeto de escuetas alusiones dentro de valoraciones generales del yacimiento (González Morales y Straus 2000a: 126; Straus y González Morales 2003c). Con posterioridad a la elaboración de este artículo se ha podido localizar una nueva zona con múltiples grabados muy finos sobre una superficie reducida, inmediata al conjunto 1 y que estuvo recubierta por el sedimento. Las dificultades para poder trabajar en la cueva, por motivos administrativos, durante los años 2008 y 2009 ha impedido poder completar el estudio de estas representaciones, que posponemos para otra futura publicación. El dispositivo iconográfico de la cueva de El Mirón se ve afectado por una acción física que debe su génesis a alteraciones químicas del soporte y a la exposición de éste a la dinámica ombrotérmica exterior. Las superficies externas de las paredes de la cueva muestran dos pátinas bien diferenciadas: una de color grisáceo propio de la caliza (en diferentes tonalidades) y otra marrón-rojiza. La segunda testimonia procesos de alteración de la roca que originan una muy fina capa con alta concentración de hierro (de ahí su color) cuya delgadez y bajo grado de cohesión 25 con el soporte representa una zona de debilidad manifestada por desconchados. Hemos organizado y descrito las grafías de acuerdo a unidades y conjuntos gráficos. La unidad gráfica integra representaciones consideradas conceptos gráficos individuales y con un sentido gráfico preciso. Bajo el término de conjunto gráfico describimos diferentes formas o tipos de representaciones que, por su relación espacial con otras, no pudimos delimitar con unas mínimas garantías. Es decir, es posible que aquello que integramos bajo el concepto de conjunto gráfico pudiera hacer referencia a una o más unidades gráficas en su concepción gráfica original. Es característica común (tanto de las unidades gráficas como de los conjuntos, a excepción del 4, 5 y 6) que los grabados conservados se relacionen con superficies de color marrón-rojizo, grabadas cuando ya se había formado dicha capa. La alteración y la caída de ésta origina la pérdida total o parcial de los trazos. Teniendo en cuenta la anterior consideración y el hecho de que un gran número de líneas grabadas de los diferentes conjuntos (1, 2 y 3) y unidades (especialmente la 1) se relacionan con uno o varios desconchados, es de suponer la existencia de otros motivos naturales, lineales o geométricos que hoy en día no se conservan o no se han llegado a discriminar. Los trabajos arqueológicos hasta la campaña de 2007 han puesto de manifiesto las representaciones gráficas que localizamos y describimos a continuación. La tabla 1 resume las características del soporte y los caracteres técnicos de los grabados. Conjunto gráfico 1. Se sitúa en la pared izquierda en sentido de entrada (Norte), aproximadamente a 23 m de la entrada, al fondo del vestíbulo. Se compone de un amplio número de trazos preferentemente rectilíneos que en algunos casos se cruzan creando ángulos (Fig. 3). La disposición de los surcos es variable: horizontal, vertical y oblicua. La longitud de los trazos también lo es: de 0,3 a 4,6 cm. El conjunto se distribuye por una superficie máxima de 220 cm de ancho y 52 cm de alto. Su estado de conservación es deficiente debido a la alteración del soporte y a los desconchados de la capa superficial, que afectan a la integridad de los grabados. Sobre el mismo soporte existen gran número de pequeñas grietas o fisuras que pudieran confundirse con trazos antrópicos. Unidad gráfica 1: se localiza en la pared izquierda, en el mismo panel que el conjunto 1 y en Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus 26 CONJUNTO GRÁFICO / UNIDAD GRÁFICA Conjunto gráfico 1 Unidad gráfica 1 Unidad gráfica 2 SOPORTE REPRESENTACIONES Disposición Morfología Técnica de ejecución Subvertical Cóncava Grabado Plana, con Subvertical ligero resalte oblicuo Plana, con Subvertical ligero resalte oblicuo Grabado Grabado Conjunto gráfico 2 Subvertical Plana Grabado Conjunto gráfico 3 Subvertical Sinuosa Grabado Conjunto gráfico 4 Subvertical Sinuosa Grabado Conjunto gráfico 5 Subvertical Sinuosa Grabado Conjunto gráfico 6 Oblicua (Bloque calizo) Plana Grabado Modo de ejecución Incisión con instrumento lítico Incisión con instrumento lítico Incisión con instrumento lítico Incisión con instrumento lítico Incisión con instrumento lítico Incisión con instrumento lítico Incisión con instrumento lítico Incisión con instrumento lítico Morfología Anchura Contornos del surco Profundidad “V” simétrica ≥0,5 mm Regulares Superficiales “V” simétrica 0,5 mm Regulares Superficiales “V” simétrica 0,5 mm Regulares Superficiales “V” tendencia simétrica “V” tendencia simétrica 0,5 mm Regulares Superficiales Variable entre 0,5 y 1 mm Regulares Superficiales – Ancho – – – – – – “V” tendencia simétrica Variable entre 1,5 y 5 mm Regulares Profundos o muy profundos Tab. 1. Descripción de los grabados paleolíticos de la Cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria). Fig. 3. Conjunto gráfico 1 y unidades gráficas 1 y 2 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria). relación física con algunos de los trazos anteriormente descritos. Se sitúa a unos 23,5 m del límite de la boca de entrada. De una representación naturalista zoomorfa de equino (Figs. 3 y 4) se reconoce la línea frontal, las dos orejas, el cuello, la crin, la línea cérvico-dorsal, la extremidad caudal, dos tercios del recorrido del vientre, las dos extremidades delanteras (una parcialmente) y el pecho. Algunos desconchados y fisuras en la zona de la cabeza pudieran sugerir la línea maxilar y la frontal en su integridad. Dado que los desconchados son posteriores a la ejecución del grabado, no consideramos pertinente mantener que formen parte de la composición, a modo de elemento natural con contenido formal. La discriminación de las líneas exactas que componen la figura es Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)... 27 Fig. 5. Unidad gráfica 2 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria): signo reticulado. Fig. 4. Unidad gráfica 1 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria): caballo. difícil. El criterio para individualizar el contorno fue considerar todos los surcos con desarrollo similar al de las diferentes regiones anatómicas. Mayor problema presenta identificar líneas en el interior del cuerpo del animal. Como las líneas que integran el conjunto gráfico 1 componen, preferentemente, pequeños grupos y alrededor del equino no son tan profusas, juzgamos que las situadas en su interior tienen relación directa con él. Además de las líneas de contorno, las situadas en la zona abdominal suelen describir un recorrido paralelo al vientre, y en la región costal, y disponerse claramente en vertical. Su localización, dispersión y disposición describirían, de manera esquemática, el pelaje o el abultamiento que presentan los animales en ese tramo corporal. La figura se orienta hacia el interior de la cavidad y muestra nivelación de 5 °-15 ° derecha. García Díez y Eguizábal (2003: 39, n. 7) presentan las medidas utilizadas en el estudio de los zoomorfos: longitud del cuello = 7 cm; longitud del cuello al gaznate = 6,3 cm; longitud del tronco = 22 cm; distancia de la grupa a la nalga = 4 cm; longitud de las orejas = 0,8 cm; altura de la cruz = 11,6 cm; altura del pecho = 9,4 cm; altura o hueco sub-esternal = 1,2 cm y anchura máxima = 24 cm. El deficiente estado de conservación por la alteración del soporte y por el desconchado, juntamente con el carácter muy estrecho de los surcos impiden reconocer superposiciones. Se asocian al grabado pequeñas fisuras y grietas. Unidad gráfica 2: se asocia a la parte superior de la cabeza de la unidad anterior. Representación de líneas paralelas horizontales y otras paralelas verticales que se cruzan casi ortogonalmente, componiendo un morfotipo reticulado (Fig. 5). Las medidas máximas son 4,4 cm de ancho y 3,4 cm de alto. Su estado de conservación es deficiente debido a la alteración del soporte y a los desconchados de la capa superficial, que afectan a la integridad de los grabados. Conjunto gráfico 2: está en la pared izquierda, a 33 m de la entrada. El conjunto se compone de un gran número de trazos preferentemente rectilíneos que en ocasiones se cruzan creando ángulos (Fig. 6). La disposición de los surcos es variable: horizontal, vertical y oblicua; su longitud también lo es: de 0,4 a 5 cm. El conjunto se distribuye por una superficie máxima de 86 cm de ancho y 38 cm de alto. Su estado de conservación es deficiente debido a la alteración del soporte y a los desconchados de la capa superficial, que afectan a la totalidad e integridad de los grabados. El gran número de pequeñas grietas o fisuras sobre el soporte pudieran confundirse con algún trazo antrópico. Conjunto gráfico 3: se localiza en la pared derecha (Sur), aproximadamente a 23 m de la entrada. Se compone de gran número de líneas preferentemente rectilíneas que en ocasiones se cruzan formando ángulos (Fig. 7). La disposición de los surcos es variable: horizontal, vertical y oblicua. Su longitud también lo es: de 0,2 a 9 cm. Ocupa una superficie máxima de 45 cm de ancho y 21 cm de alto. Este conjunto gráfico, en complemen- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 28 Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus Fig. 6. Conjunto gráfico 2 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria). Fig. 7. Conjunto gráfico 3 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)... tariedad con la morfología natural del soporte, pudiera componer una figura tipo bisonte casi completa. La modulación natural de la superficie de la roca y algunas líneas de fractura formarían la estructura general de la línea cérvico-dorsal, grupa, nalga, extremidades (al menos un par), la línea frontal, el ojo y un cuerno. El estado de conservación es deficiente por la alteración del soporte y los desconchados de la capa superficial, que afectan a la integridad de los grabados. Conjunto gráfico 4: está en la pared del fondo (Este), aproximadamente a 23 m de la entrada. En la actualidad es imposible una descripción mínimamente detallada de los grabados, ya que parecen continuar bajo los sedimentos arqueológicos. Habrá que esperar a la futura excavación del sector para una caracterización definitiva. A tenor de lo que puede reconocerse, el conjunto se compone de representaciones preferentemente rectilíneas. La disposición de los surcos es generalmente vertical. Su estado de conservación es deficiente por la alteración del soporte. Conjunto gráfico 5: se localiza en la pared derecha (Sur), a unos 25 m de la entrada, más 29 concretamente en un pequeño entrante que describe la cavidad. Se compone de un gran número de representaciones preferentemente rectilíneas. Los surcos suelen disponerse en vertical. Los procesos de descalcificación del soporte han alterado su superficie, siendo imposible precisar más allá de indicar que es un tipo de surco ancho. Conjunto gráfico 6: se localiza en los cuadros W7, W8, X7 y X8 del ‘Corral’, a unos 21 m del límite de la entrada. El soporte es un bloque calizo desprendido de la pared que se apoya sobre sedimento arqueológico. La cara decorada es plana, con un fino depósito de color marrón-rojizo que responde a un proceso de alteración por oxidación de la superficie. Se corresponde con la superficie fracturada del bloque en su posición original. Su morfología coincide con un plano de fractura situado por encima de la localización actual del bloque. Las huellas de corriente de la cara inferior, resultantes de procesos erosivos de la superficie externa de la caliza, corroboran que la cara interior es la grabada. El conjunto se compone de un gran número de líneas rectas que en ocasiones se cruzan formando ángulos (Fig. 8). La Fig. 8. Conjunto gráfico 6 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria), correspondiente a la superficie del gran bloque desprendido. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 30 Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus disposición de los surcos es variable: horizontal, vertical y oblicua. Su longitud también es muy variable: de 0,8 a 15 cm, y se distribuyen por toda la superficie en algo más de un metro de ancho y 70 cm de altura. Su estado de conservación es deficiente debido a la alteración del soporte y a los desconchados de la capa superficial, que afectan a la totalidad e integridad de los grabados. 3. LA DATACIÓN DEL GRAFISMO RUPESTRE DE EL MIRÓN: DISPOSITIVO ICONOGRÁFICO, ESTRATIGRAFÍA Y OCUPACIÓN HUMANA Las consideraciones a partir de los datos obtenidos en la excavación de los depósitos arqueológicos ayudan a proponer una cronología relativa del momento de ejecución de algunas grafías basada en datos radiométricos. Para el encuadre cronológico del conjunto 1 y de las unidades gráficas 1 y 2 se valora la diferencia de cota entre el panel y los niveles arqueológicos. Para ello se parte de tres factores: 1. Secuencia estratigráfica de referencia: las catas de furtivos y la posterior extracción de tierra para su uso como abono han alterado la se- cuencia estratigráfica prehistórica. Debajo de los grabados (cuadros W11-X12) ésta sólo se conserva a partir del nivel 120. Como secuencia de referencia más cercana se adopta un corte estratigráfico situado 210 cm al O y 100 cm al S, en los cuadros T10 y U10. Allí la secuencia se inicia con el nivel 105, a unos 100 cm por debajo del punto medio del conjunto 1 y termina, según los trabajos realizados hasta el momento, con el nivel 116. El punto más bajo de la excavación está a unos 190 cm del punto medio del conjunto gráfico 1. Antes de poner en relación la diferencia de cota existente entre el panel de grabados, donde se integran la unidad 1 y 2 y el conjunto 1, y la última secuencia estratigráfica apuntada, debe explicarse la pertinencia del uso de dicho corte. Ello exige comprender la geometría de los niveles arqueológicos en el sector del ‘Corral’ tomando de referencia los cortes X8-W8, V7-V8, T7-U7V7, T7-T8-T9-T10 y T10-U10 (Fig. 9). La lectura de la estratigrafía muestra en el corte X8-W8 una ligera pendiente descendente hacia el O. El corte V7-V8 tiende a la horizontalidad, carácter que se hace más acusado a partir del nivel 108. El corte T7-U7-V7 tiene una ligera pendiente descendente hacia el O. Situación similar se produce en el corte T7-T8-T9-T10, donde la pen- Fig. 9. Cortes estratigráficos norte (W8/X8) y oeste (V-W8/V-W7) del área del ‘Corral’ de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria), mostrando la ubicación estratigráfica del gran bloque desprendido. En el corte norte (a la izquierda de la imagen) se aprecia cómo la arista inferior del bloque se encaja en el nivel 110 (diagrama a partir de dibujos de los cortes de L. Straus y R. Stauber). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)... diente, ligeramente más marcada y también descendente, buza hacia el N. En el corte T10-U10 los niveles en el cuadro T10 tienden a la horizontalidad, y en el cuadro U10 descienden en marcada pendiente hacia el O. Por su cercanía, los datos que puedan extrapolarse de la lectura del corte T10-U10 y de la complementariedad de los cortes T7-U7-V7 y T10-U10, ayudarán a comprender la relación entre los grabados y la secuencia estratigráfica: a) El aumento de pendiente hacia el O es más acusado en el corte N (T10-U10) que en el S (T7-U7-V7) y se produce de manera progresiva. b) Los niveles lito-arqueológicos del corte T10-U10 presentarían hacia el interior de la cueva una cota algo más alta. Si se extrapola el grado de pendiente del techo del nivel 107.2 y 108 al punto donde se sitúa el caballo (cuadro X12), se observa que la parte superior de la capa 107.2 estaría a unos 30-35 cm por debajo del mismo, y el techo del nivel 108 a unos 55-65 cm. La base excavada del conjunto 108-112 se sitúa a una cota de 80-90 cm. Tales datos deben entenderse como valores extremos de distancia mínima, ya que la pendiente de los niveles 106 a 112 tendería a reducirse según se observa en los cortes X8-W8 y T7-U7V7. Si por contra consideramos valores extremos de distancia máxima (partiendo de una tendencia marcada a la horizontalidad de los niveles a partir del borde donde termina el corte de referencia en el cuadro U10), la distancia entre suelo y grafía zoomorfa es: 120-125 cm para la base del nivel 105, 135-140 cm para la base del nivel 107, 160-165 cm para la base del nivel 107.2 y 180185 cm para la base excavada del paquete 108112 (Fig. 10). 2. Inexistencia de fases erosivas entre niveles que pudieran desvirtuar las consideraciones sobre la altura del suelo: sobre la base de unas primeras apreciaciones de los procesos sedimentarios reconocidos en la cavidad (Straus et al. 2001) y de las dataciones obtenidas hasta el momento, puede afirmarse que al menos desde una fecha cercana a los 19.000 BP y hasta los 8.000 BP se ha producido una ocupación continuada y sin ruptura alguna de la secuencia que pudiera indicar la eliminación parcial o total de algunos niveles por fases erosivas. 3. Altura media del grabador: una persona entre 160-180 cm podría alcanzar hasta los 210-220 cm si alzara la mano. El grabado inciso muy fino 31 Fig. 10. El Mirón. Análisis gráfico del corte bajo el conjunto 1, con la proyección teórica de la estratigrafía desaparecida y la ubicación de los grabados en la pared. A la derecha aparece la escala métrica (montaje de L. Teira). de un motivo zoomorfo como el presentado exige que el autor en todo momento visualice correctamente el panel y lo que está grabando. La altura del soporte a grabar debe corresponderse con la distancia entre el suelo y el hombro (unos 25 cm por debajo de la cabeza). Por ello, se acepta el rango 135-155 cm como altura potencial máxima entre el plano donde se grababa y el suelo donde se situaba el artista. Partiendo de tales consideraciones, si los artistas no usaron estructuras para elevarse y grabaron de pie en una posición cómoda, la ejecución pudo corresponderse con la sedimentación del actual paquete 108-112, que contiene ocupaciones del Magdaleniense medio y del Magdaleniense inferior cantábrico. Este rango es el espectro temporal más probable de grabación para las unidades 1 y 2 y el conjunto 1. En cuanto a la estratigrafía parietal del bloque grabado: es otro elemento fundamental para la cronología relativa del conjunto gráfico 6. El bloque se desprendió en un momento sincrónico a la formación del nivel 110, ya que en el corte E de los cuadros X8-W8 (Fig. 9) apoya sobre él. Dicho nivel ha sido asignado al Magdaleniense inferior cantábrico y está datado en 16.130 ± 250 BP (GX-23396) y, sobre un hueso justo por debajo del bloque, 16.520 ± 40 BP (UGAMS10628). La parte originariamente interior del bloque presenta líneas grabadas en parte cubiertas por sedimentos del nivel 104, datado de manera relativa entre el lapso 11.950 ± 70 BP (GX- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 32 Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus 23417) (nivel 102.1, Aziliense/Magdaleniense superior-final) - 14.850 ± 60, 14.710 ± 160 y 13.660 ± 70 BP (nivel 108, Magdaleniense medio). En la campaña de 2001 se excavó la parte del sedimento de los niveles 104 y 105 que fosilizaba el sector sur del bloque, localizando la serie de líneas grabadas formando un motivo complejo de la zona derecha de la superficie del bloque bajo el sedimento intacto. En 2007 se completó la excavación del sedimento sobre la parte baja del bloque, hallando nuevas líneas grabadas bajo el sedimento del nivel 105. Como la cara grabada se corresponde con el plano de fractura y, en buena lógica, el acto de grabar se produjo tras la caída del bloque, las líneas hubieron de trazarse en un momento posterior o sincrónico a la formación del nivel 110 (caída del bloque) y anterior al nivel 105 (recubrimiento de los grabados), cuya datación debe insertarse entre el lapso 11.950 ± 70 BP (nivel 102.1) y 13.660 ± 70 BP (datación más reciente del nivel 108). 4. VALORACIÓN DEL GRAFISMO RUPESTRE DE EL MIRÓN La cueva de El Mirón es una cavidad de corto recorrido y desarrollo lineal con tres tramos diferenciados: el vestíbulo de techo alto y amplias dimensiones, la rampa, estrecha y con pendiente muy marcada, y el interior, un espacio ancho de techo bajo, sin iluminación natural pero perfectamente transitable. Las excavaciones arqueológicas han revelado una importante secuencia del Paleolítico Superior y postpaleolítico en el vestíbulo. Según los trabajos realizados hasta la fecha, se eligió para la actividad gráfica la zona exterior de la cavidad, iluminada por el sol. A pesar de ello, la modalidad de grabado no permite una lectura precisa y definida de todas las grafías. Las de surco más ancho (conjuntos 5 y 6) son reconocibles y observables durante todo el día. En cambio, para el resto, la buena visualización con luz natural se ciñe, preferentemente, a las horas de la tarde, cuando por la orientación al Oeste de la boca, la luz llega incluso directamente a las paredes del fondo del vestíbulo. Sin luz sólo se distingue un conjunto de líneas sin ordenación aparente. El dispositivo iconográfico se compone de 2 unidades y 6 conjuntos gráficos. Las unidades son un equino (unidad 1) y una estructura reticulada (unidad 2). Los conjuntos gráficos son líneas de disposición aparentemente desordenada que tienden, a veces, a asociarse en paralelo formando pequeños grupos. En el conjunto 3 el trazado lineal se adecua a superficies y formas naturales pudiendo representar una figura de bisonte. La mayor parte de los grabados se localizan en frentes de pared: los conjuntos 1 y 2 y unidades 1 y 2 a la izquierda, y los conjuntos 3 a 5 a la derecha. Se desmarca el conjunto 6, sobre un bloque caído de la misma. Una disposición vertical y superficies preferentemente lisas o levemente sinuosas predominan en los soportes. El estudio de la distribución o dispersión de los grabados en la cavidad valora su conservación. En la actualidad las grafías están a 20-33 m de la entrada, en el tránsito entre el vestíbulo y la rampa (donde se sitúa propiamente el conjunto 2). Pudieron existir otras en puntos más exteriores que, por procesos de alteración del soporte especialmente reconocibles en los conjuntos 1, 2 y 3, y unidades 1 y 2, no han perdurado. La visibilidad también importa: la mayoría de los conjuntos aparecieron tras la limpieza detenida de la superficie de las paredes, algunas muy cubiertas de suciedad. El caballo, hasta la fecha es la única representación figurativa, muestra nivelación tendente a vertical (5 °-15 °) y orientación hacia el interior de la cavidad. No está completa, pero basándose en la correspondencia de la anatomía con los desconchados del soporte pudiera pensarse que, en su día, se grabaran, cuanto menos, todas las líneas del contorno, según hemos descrito. Las pocas medidas tomadas imposibilitan el estudio preciso de las proporciones, si bien cabe apuntar el tronco ancho y la marcada concavidad del vientre. Es una figura de formato pequeño. La morfología de las líneas está entre el carácter rígido en las zonas del pecho y la extremidad delantera, ambas configuradas mediante líneas rectas, y el modulado. El esquema morfosomático de la región del tronco es rectangular. La representación lineal, angular y tendente a paralelo, configura una morfología reticulada. Completan el repertorio los conjuntos gráficos con líneas donde no ha sido posible discriminar formas complejas. La técnica de grabado es siempre la incisión fina y superficial, también describible como de carácter filiforme. En el caballo se recurre al Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)... 33 grabado múltiple para la delineación de las líneas de contorno y a un estriado abundante y paralelo para el interior. La propuesta cronológica para el caballo de El Mirón, por la correspondencia entre los grabados y los depósitos arqueológicos, apunta a un lapso que va del Magdaleniense inferior al medio. Las líneas grabadas del conjunto gráfico 6 se realizaron entre el Magdaleniense inferior cantábrico y el Magdaleniense medio avanzado o el Magdaleniense superior. Ello abre la posibilidad de que las grafías puedan ser contemporáneas. 5. EL GRAFISMO RUPESTRE DE EL MIRÓN EN LA SECUENCIA GRÁFICA PALEOLÍTICA DEL VALLE DEL ASÓN En el valle del Asón y la inmediata depresión cerrada de Matienzo se ha mencionado actividad gráfica rupestre supuestamente paleolítica en 27 estaciones (Fig. 11) (1). Un primer grupo con representaciones cuya cronología paleolítica no parece cuestionable incluye las cuevas de El Otero (González Sainz et al. 1985), Los Emboscados y El Patatal o Sotarraña (Balbín et al. 1986), Cobrantes (García Guinea 1968), Sotarriza (González Sainz y San Miguel 2001: 133-136), Venta Laperra (Gorrotxategui 2000; García Díez y Eguizábal 2008), El Rincón (Montes et al. 2005; González Sainz y Gárate 2006), Arco A, Arco B, Arco C, Pondra, Morro del Horidillo (González Sainz y San Miguel 2001), La Haza (García Díez y Eguizábal 2007), Covalanas (Moure et al. 1985; García Díez y Eguizábal 2003), El Mirón (González Morales y Straus 2000b), La Luz (García Díez y Eguizábal 2010) y La Cullalvera (González Sainz et al. 1997). Un segundo grupo integra los conjuntos grabados o pintados cuya cronología o estilo paleolítico es difícil de probar: abrigos de San Carlos y del Perro (Moure y González Morales 1986), San Juan de Socueva (Serna y Valle 2000), Cofresnedo (Smith 2002), El Risco (Serna 2002a), La Covarona (Gómez Arozamena 1992: 284), La Chora (Serna 2002b), Los Moros (Muñoz 2002a), (1) En el Alto Asón también en la cueva de El Becerral se han señalado representaciones de estilo paleolítico (Bernaldo de Quirós et al. 1987, 1988-1989). Recientemente se ha certificado la falsificación de este conjunto (García Díez y Eguizábal 2007-2008). Fig. 11. Estaciones con arte parietal del valle del Asón (Cantabria) citadas en el texto. 1: San Carlos, El Perro; 2: San Juan de Socueva; 3: El Otero; 4: Cobrantes, La Covarona; 5: La Chora; 6: Emboscados, El Patatal, Cofresnedo, El Risco; 7: La Sotarriza; 8: El Morro del Horidillo, El Arco A, B y C; 9: Venta de la Perra, El Polvorín, El Rincón; 10: La Cullalvera; 11: La Haza, El Mirón, Covalanas, El Horno, La Luz; 12: Los Moros. El Polvorín (Gárate 2008) y El Horno (Serna 2002c). La primera dificultad es la interpretación del origen, naturaleza y forma de las concentraciones de color en Cofresnedo, La Chora, Los Moros y El Horno. La segunda es la sencillez de las representaciones (puntos o líneas) cuya asignación, a priori y sin una discusión contextualizada, es insegura: San Carlos, San Juan de Socueva, Cofresnedo y El Polvorín. Los grabados del Abrigo del Perro son menos dudosos: un mo- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12077 34 Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus tivo bastante complejo, con triángulos y series de ángulos, inmediatos a un depósito magdaleniense bien contrastado y cuyo paralelo formal más próximo es precisamente el nuevo motivo del bloque de El Mirón. Por último en El Risco y La Covarona la descripción hoy conocida consiste en escuetas notas insuficientes para la datación. El conjunto de 17 estaciones con figuras seguras de cronología paleolítica nos acerca a la secuencia gráfica documentada en el valle del Asón. Sin pretender una discusión individualizada de su cronología, a partir de los datos hoy disponibles (González Sainz y San Miguel 2001) (2), se trazará su secuencia, valorando el grafismo de El Mirón en ese contexto. Los primeros momentos de la actividad gráfica corresponden al ciclo pre-magdaleniense: motivos de Arco A, Arco B, Arco C, Pondra, Morro del Horidillo, Covalanas, La Haza, Venta de la Perra, El Risco y probablemente La Luz. Precisar la fecha concreta de su ejecución es problemático, siendo necesario recurrir a propuestas temporales de carácter amplio. Entre el Auriñaciense y el Solutrense inferior se realizaron los dispositivos iconográficos de Covalanas, La Haza, Morro del Horidillo, Arco C y una parte de los conjuntos de Pondra, Arco A y Arco B (todos los dibujos rojos). Entre el Gravetiense final y el Solutrense medio se grabaron las figuras de Venta de la Perra, La Luz y Arco B. En un lapso temporal algo más amplio (entre el Gravetiense final y el Solutrense final) se pintaron las ciervas de Pondra y los bisontes de Arco B, grabándose las figuras de Pondra y Arco A. La propuesta cronológica para el ciclo magdaleniense puede precisarse más. Al Magdaleniense inferior se han adscrito las figuras de Emboscados y Cobrantes, las de esta última cavidad sin unanimidad entre los investigadores; algunos las asignan a momentos algo posteriores (Magdaleniense medio o superior). El dispositivo iconográfico de La Cullalvera se ha datado estilísticamente en el Magdaleniense medio avanzado. Durante el Magdaleniense superior-final se hicieron las figuras de Sotarriza y Otero. La cronología de la de El Patatal es difícil de precisar más allá de su pertenencia al presente ciclo. La figura de equino de El Mirón, y probablemente la forma reticulada y por extensión, y cuando menos, otras líneas del conjunto gráfico 1, según la correspondencia entre proceso gráfico y depósitos arqueológicos, se realizaron entre el Magdaleniense inferior y el Magdaleniense medio. La concepción en parte geométrica del animal, en contraposición a lo definible como analítico ‘puro’, las proporciones un tanto abultadas en la región del vientre y el recurso al contorno múltiple llevan a vincular a la figura, a partir de un razonamiento formal de carácter lineal, al final del Magdaleniense inferior o inicio del Magdaleniense medio. Caracteres similares pueden reconocerse en Emboscados y Cobrantes. Las líneas del conjunto gráfico 6 se ejecutaron entre el Magdaleniense inferior y el Magdaleniense medio avanzado o el Magdaleniense superior. El parecido más directo de los conjuntos del Alto Asón, cuya edad paleolítica está asegurada, es uno de los paneles de Venta de la Perra, compuesto exclusivamente de formas lineales. Su cronología es sensiblemente anterior, pero también hay referentes en otros de edad paleolítica insegura pero supuesta como los abrigos de San Carlos y sobre todo El Perro. AGRADECIMIENTOS Las investigaciones en la Cueva de El Mirón vienen siendo financiadas por la Fundación Marcelino Botín, la L. S. B. Leakey Foundation, la National Geographic Society, la National Science Foundation, la University of New Mexico, la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria y el Ministerio de Educación y Cultura. Los trabajos han contado con el apoyo de la Universidad de Cantabria, el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria y el Ayuntamiento de Ramales de la Victoria, y, por supuesto, con la constante ayuda y colaboración de Joaquín Eguizábal, guía de la cueva de Covalanas. BIBLIOGRAFÍA (2) García Díez, M. 2002: Comportamiento gráfico durante el Paleolítico superior en el Alto Asón: análisis de los dispositivos iconográficos rupestres. Tesis doctoral. Departamento de Estudios Clásicos, Facultad de Filología, Geografía e Historia, Universidad del País Vasco. 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Hemos experimentado con 24 muestras de un sílex nodular de color oscuro de Serra Llarga (Balaguer, Lleida) que no ha mostrado las mismas reacciones que otros tipos de sílex. Debemos destacar los resultados obtenidos en los pruebas de rugosidad de superficies, que han abierto una línea de investigación prometedora. Finalmente, apuntar la consideración del tratamiento térmico en un contexto técnico y económico más amplio, y no como un fin en sí mismo. ABSTRACT This paper attempts to present on an overview of the use of heat treatment as a technical method for knapping siliceous rocks. We have developed an experimental programme in order to document the signs typical of thermal alteration (i.e. color change or thermal gloss) and the moment when these signs appear in the heating process and also to know the technical advantages resulting from heat treatment. We experimented with 24 samples of dark nodular flint from Serra Llarga (Balaguer, Lleida) that has not shown the same reactions as other types of flint. We have shown that surface roughness analysis is a new promising line of research for identifying thermal alteration in archaeological material. Finally, we should con- (*) Becaria JaePredoc. Dpto. de Arqueología y Antropología. Institución Milá y Fontanals - Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IMF-CSIC). C/ Egipcíaques 15. 08001 Barcelona. Correo e.: jboix@imf.csic.es Recibido: 2-III-2011; aceptado: 15-IV-2011. sider the heat treatment in a more broadly technical and economic context, and not just as a method in itself. Palabras clave: Arqueología experimental; Tecnología lítica; Alteraciones térmicas; Sílex; Prehistoria reciente; Europa Occidental. Key words: Experimental Archaeology; Lithic technology; Thermal alterations; Flint; recent Prehistory; Western Europe. 1. INTRODUCCIÓN El tratamiento térmico de las rocas silíceas para la mejora de su explotación mediante la talla no es una cuestión baladí. Representa un foco de interés sobre los procesos técnicos y el desarrollo tecnológico entre los grupos prehistóricos de especial relevancia en los estudios sobre el proceso de neolitización en Europa occidental. D. Crabtree y R. Butler (1964) publicaron el primer trabajo relacionado con esta temática. Desde entonces el corpus bibliográfico ha crecido de forma considerable centrándose en tres objetivos (Gibaja y Clemente 1997; Terradas y Gibaja 2001): 1. Qué ventajas supone la práctica de un tratamiento térmico. 2. Cuáles son los estigmas característicos resultantes. 3. En qué momento y cómo se manifiestan estos estigmas. En general, el tratamiento térmico se ha venido considerando aislado y no dentro del proceso tecnológico más amplio de producción de instrumental lítico. Sin restar trascendencia a los cambios provocados por el calentamiento en la estructura, composición, orden interno, etc., de la Joana Boix Calbet 38 materia prima nuestros intereses científicos no son los de la Química, la Física o la Geología sino el conocimiento de las sociedades humanas. En concreto aquí estudiamos los procedimientos técnicos desarrollados en el proceso de manufactura del instrumental lítico. Los cambios acaecidos en la roca tras un tratamiento térmico nos interesan en la medida en que nos aproximan a los objetivos especificados. Nos centramos en el desarrollo de criterios para el reconocimiento de los cambios documentados y de metodologías para interpretar su incidencia en la producción lítica. Nos interesa lo que hay detrás de un tratamiento térmico: qué materias primas se utilizan, en qué momento de la producción se practica, quién lo aplica, quién se beneficia de sus resultados y cuál es el uso final de los instrumentos obtenidos. El presente trabajo no soluciona estas cuestiones, pero constituye una parte previa y necesaria para determinar los rasgos discriminantes de un tratamiento térmico y sus objetivos. Primero tratamos qué es un tratamiento térmico y de qué criterios disponemos para reconocerlo. Segundo planteamos un programa experimental propio para observar, a distintas temperaturas, las alteraciones térmicas que sufre un sílex de tonalidades oscuras, independientemente de si se trata de nódulos o productos de talla. Finalmente replanteamos cuál debe ser la línea a seguir. ¿Pero a partir de cuándo y dónde podemos reconocer el tratamiento térmico? Algunos trabajos en curso en Sudáfrica, demostrarían el uso de la pirotecnología por parte de los primeros humanos modernos. La habrían utilizado para incrementar la calidad y la eficiencia de la silcreta en el yacimiento de Pinnacle Point 5-6 hace aproximadamente 164 mil años (ca.) (Brown et al. 2009) y para la talla a presión de preformas para la obtención de puntas bifaciales en el yacimiento de Bomblo Cave hace aproximadamente 75 mil años (ca.) (Mourre et al. 2010). No obstante es en el Paleolítico Superior (1) y sobre todo durante el Neolítico cuando el tratamiento térmico parece haber tenido mayor importancia a juzgar por el número de casos y sus implicaciones técnicas. A finales del Neolítico esta práctica irá decayendo para desaparecer con (1) F. Bordes (1969) publicó el primer caso de tratamiento térmico en un contexto arqueológico europeo sobre una hoja de laurel procedente de los estratos solutrenses del yacimiento francés de Laugerie-Haute. la generalización de la metalurgia, por lo menos en el Mediterráneo occidental. El subcontinente indo-pakistaní es un caso excepcional, ya que el tratamiento térmico se documenta desde el inicio del Neolítico (Inizan y Lechevallier 1996) a la actualidad, utilizándose técnicas ‘tradicionales’ en procesos artesanales, vinculados con elementos ornamentales (Roux 2000). Posiblemente en el norte de América hay un mayor número de evidencias arqueológicas y documentación etnográfica con referencias de tratamiento térmico para la talla (Nagle 1914). Etnográficamente se documenta prácticamente en todo el mundo: en las islas Andaman, en el Golfo de Bengala (Man 1883), Zimbaue (Robinson 1938), entre otras zonas. Desgraciadamente solo en el caso de la India, se informa sobre la importancia del tratamiento térmico en estas sociedades. En la Península Ibérica, las primeras evidencias de tratamiento térmico corresponden a yacimientos de la zona de Levante y del suroeste del Paleolítico Superior: Cueva del Caldeirao en Portugal (2), Cueva de Ambrosio en Andalucía (Ripoll López et al. 1997) o Cueva del Parpalló en Gandía (Tiffagom 1998, 2006). Una mención especial merecen los yacimientos atribuidos al inicio del Neolítico del Sur de la Península Ibérica (Carvalho 2008). El estrecho nexo entre la producción laminar por presión y la aparición del tratamiento térmico quizás pueda relacionarse con influencias norteafricanas y acorde con su cronología proponerse un origen ibérico para el tratamiento térmico, asociado a la talla laminar, en el Neolítico de Europa occidental. Ejemplos de otras zonas no peninsulares son el sílex melado procedente del sureste francés (final del V milenio - inicios del IV milenio cal. BC), con el que se configuran preformas de núcleos cuya expansión geográfica abarca el Midi francés, Cataluña, Suiza y el Piemont-Ligurie (Binder 1998; Terradas y Gibaja 2001; Léa 2004, 2005); así como el tratamiento térmico sobre grandes láminas en contextos de Neolítico Final y Calcolítico en el centro de la Península Ibérica (Martín et al. 2009). (2) Tiffagom (1998: 148) cita a Zilhão J. 1995: O Paleolitico superior da estremadura portuguesa. Tesis doctoral. Universidad de Lisboa, Facultad de Letras (inédita): 2 vols. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla 2. EL TRATAMIENTO TÉRMICO Tratamiento térmico, alteración térmica, annealing y pretratamiento térmico, son algunos de los conceptos que podemos encontrar en la bibliografía referente a la temática que aquí nos ocupa. Pero debemos ser cautos con su utilización. Terradas y Gibaja (2001) ya advierten del peligro de confundir el tratamiento térmico con las alteraciones térmicas, que en algunas publicaciones se utilizan como sinónimos. En las ciencias de materiales el tratamiento térmico se define como un procedimiento técnico al que se someten algunos de ellos para mejorar sus propiedades mecánicas y físicas, básicamente la dureza, la resistencia y la tenacidad, mediante la aplicación de calor y el posterior enfriamiento (Kalpakjian y Schmid 2002). Cuando se aplica a las rocas silíceas la mejora de las propiedades mecánicas se refleja en su forma de fractura. Crabtree y Butler (1964) ya demostraron en su momento a partir de réplicas experimentales que la aptitud (3) de muchas rocas silíceas para la talla mejora tras alterarlas térmicamente. Varios test mecánicos sobre el material experimental han demostrado que los cambios afectan la elasticidad de los materiales y su resistencia a la fractura. Dichos cambios tienen distintos efectos. La mejora más evidente es la necesidad de una menor fuerza del tallador en el momento de fracturar la roca (Crabtree y Butler 1964; Bleed y Meier 1980). Según Ahler (1983, cit. por Luedtke 1992: 100) dicha reducción en algún caso puede llegar al 50%. Se constata un mayor control en las operaciones relativas a la configuración de los bloques, la explotación de núcleos y el retoque de los soportes (Terradas y Gibaja 2001). El tratamiento térmico afecta a una de las propiedades mecánicas más importantes: la homogeneidad de sus propiedades. Su incremento hace la talla más predecible, reduce las posibilidades de fractura y la aparición de bordes reflejados (Luedtke 1992). Este mayor control resulta beneficioso sobre todo en zonas con períodos de inaccesibilidad a los recursos líticos debido a bajas temperaturas, nieve y (3) Nos referimos a la mejora de las condiciones y propiedades que posibilitan la fractura intencionada de la roca mediante la aplicación controlada de una fuerza (presión, percusión) para la consecución de un objetivo preestablecido. 39 heladas, que requieren un sistema que evite el derroche de la materia prima (Domanski y Weeb 2007). Destacamos que es en la zona sibero-mongola, durante el Paleolítico Superior, donde aparece el tratamiento térmico dirigido a la producción laminar (Inizan y Lechevallier 1996). La alteración térmica permite la fabricación de productos con filos más agudos. Hay autores que han observado ángulos muchas veces inferiores a los 30°, ausentes en el mismo tipo de piezas sin alteración térmica (Rick 1978). La desventaja es que tiende a aumentar su fragilidad, haciendo depender sus posibilidades de utilización de la dureza de los materiales a manipular. El tratamiento térmico es una ventaja en el momento de obtener productos de mayor longitud (Rick 1978; Bleed y Meier 1980). Mejora considerablemente la eficacia de la talla por presión y también la percusión mediante percutor blando y la percusión indirecta. El mayor control, facilidad y precisión en los procesos de transformación de la materia prima propicia su explotación mediante cualquier sistemática de talla. Otra de las consecuencias del tratamiento térmico es un cambio en el aspecto externo de ciertas rocas silíceas hacia tonalidades más rojizas y superficies de aspecto más brillante. Ambos, según Domanski y Webb (2007), incrementarían el valor totémico o religioso del objeto por la simbología especial del color rojo en ciertas sociedades. Sin entrar en la simbología de ciertos colores, estos cambios visuales a nivel estético pueden bastar para practicar un tratamiento de este tipo. Por ejemplo las cuentas de cornalina de Cambay (India) reciben un tratamiento térmico sistemático para mejorar de la talla, pero sobre todo modificar su color (Roux 2000). Estas mejoras/ventajas no se dan en todas las rocas silíceas de la misma manera. Principalmente son visibles en rocas microcristalinas cuyos cristales de cuarzo tienen menor tamaño: el sílex, el jaspe, el ágata, la calcedonia, la madera petrificada o la novacuolita. Una vez tratadas la fractura se asemeja a la de materiales como la obsidiana o el vidrio. Donde hay escasez de materias primas de buena calidad para la talla, parece que se ha utilizado el tratamiento térmico para mejorar la calidad de las existentes. Materiales macrocristalinos como la silcreta, la cuarcita o el cuarzo, también mejoran algo, pero no tanto Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 Joana Boix Calbet 40 como en las rocas microcristalinas. No obstante los resultados de las réplicas experimentales son muy variables. No todas las rocas, macrocristalinas o microcristalinas, con las que se ha experimentado han mostrado mejoras objetivas. Como alteraciónes térmicas o termoalteraciones entendemos los cambios en la estructura y superficie de la roca tras someterla a una fuente de calor de forma premeditada o no. En cambio lo que define al tratamiento térmico es la intencionalidad y la planificación previa de acuerdo a unos objetivos prefijados. Existe también el peligro de confundir tratamiento térmico y choque térmico. Esta alteración térmica se produce cuando la considerable diferencia de temperatura entre las partes de la roca, o entre la roca y su entorno fractura la roca (Luedtke 1992). Este choque térmico puede ser consecuencia de factores atmosféricos, de un contacto directo o fortuito con fuego o de un acto voluntario para fracturar el bloque. Al no buscar la modificación del bloque para la talla o para cambiar la coloración de la roca, no debería considerarse como tratamiento térmico en sentido estricto. Algunos autores han malinterpretado la documentación etnográfica viendo un tratamiento donde solo había un choque térmico. Este último punto puede ser motivo de discusión, porque ¿cuándo podemos considerar realmente que hay un tratamiento térmico? ¿También entraría el choque térmico destinado a extraer los bloques de sílex en algunos contextos mineros? El éxito en un tratamiento térmico depende de unas condiciones determinadas de la materia prima, la temperatura y el tiempo. Pero aún controlando estas variables el tratamiento térmico no es un procedimiento preciso. Cada roca reacciona de manera distinta ante su exposición a los efectos de un foco de calor. Hay un consenso en que el tratamiento térmico es un proceso largo y constante hasta llegar a la temperatura óptima, tras la cual debe haber un enfriamiento también progresivo y lento para evitar el choque térmico. Esta temperatura oscilaría entre los 250 °C-350 °C (Purdy y Brooks 1971), según las propiedades de la materia prima y el tamaño de la muestra. Por encima de esta temperatura la roca sufre daños que, en muchos casos, repercuten negativamente en la talla. Por debajo ningún cambio mejora significativamente sus propiedades. El tiempo de experimentación en horno de mufla puede variar entre 1 h y 72 h. En estos casos la pieza se deja enfriar en su interior de manera que el descenso de la temperatura sea gradual. Basándonos en la información etnográfica, en un hogar al aire libre el tiempo de calentamiento sería de unas 24 h: en cada caso el calor sube lenta y progresivamente hasta llegar a la temperatura óptima y posteriormente se deja enfriar en el interior de la estructura de combustión utilizada hasta que se apaga la brasa. La materia prima está infravalorada en la mayoría de los estudios, aunque a ningún autor se le escapa que cada litología da resultados diferentes. Otra variable a controlar es el tamaño del bloque. Crabtree y Butler (1964) constataron que el tratamiento térmico en los soportes comparativamente más delgados era mucho más exitoso. La observación, olvidada por muchos autores posteriores, ha sido recuperada recientemente por Mercieca y Hiscock (2008). En su trabajo experimentaron con cubos de silcreta de diferentes volúmenes para observar la respuesta térmica a distintas temperaturas. Constataron una clara interacción entre el volumen y la temperatura: las piezas con mayor volumen se fracturaron mucho antes que las de menor volumen. Esto influye también en el tratamiento simultáneo de distintas piezas, ya que para evitar que unas se fracturen antes que otras, todas tendrían que ser más o menos de un mismo tamaño o recibir un tratamiento individualizado. En resumen, no podemos reducir el tratamiento térmico a la interacción tiempo y temperatura. Hace falta considerar también las propiedades específicas de la materia prima y su volumen. ¿Pero en qué momento del proceso de manufactura del instrumental lítico se tiene que realizar el tratamiento térmico? ¿Antes de la configuración del bloque de materia prima? ¿Antes de la obtención de los soportes? ¿Antes de dar forma a los soportes mediante el retoque? El tratamiento térmico no tiene un momento concreto de aplicación. Su elección depende de los objetivos buscados. Se puede aplicar en cualquier momento del proceso productivo dependiendo del desarrollo tecnológico, la capacidad de asumir el riesgo que comporta su aplicación y del objetivo final que se busca con el calentamiento de la roca. Por ejemplo en las cuentas de cornalina de la India el calentamiento se aplica en tres momentos distintos del proceso (Kenoyer et al. 1991). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla 3. CRITERIOS DE RECONOCIMIENTO DEL TRATAMIENTO TÉRMICO EN ROCAS SILÍCEAS Muchos trabajos experimentales se llevan a cabo para desarrollar métodos que permitan reconocer los efectos del tratamiento térmico en el material lítico. Desgraciadamente hasta el momento no hay ningún método concreto, ni macroscópico ni microscópico, para su identificación con total seguridad. Parece claro que un tratamiento térmico no altera la mineralogía de la roca sino su estructura (Purdy y Brooks 1971) dado que la temperatura influye en la estructura de las rocas. Según Bertouille (1989, 1990), los cambios atmosféricos de temperatura acumulan tensiones en forma de dislocaciones e imperfecciones. Es el denominado ‘fenómeno de fatiga’. Este altera la estructura de la roca, perjudicando sus propiedades para la talla. Para volver a modificar esta estructura necesitamos una energía similar o superior. La resultante de un tratamiento térmico puede producir una nueva redistribución de las dislocaciones, una restauración de la estructura y la reducción de los efectos de las tensiones. El fenómeno de fatiga se evita manteniendo el tratamiento en los límites de una temperatura óptima que modifique la estructura de la roca favoreciendo sus aptitudes para la talla. El resultado del tratamiento térmico es también una mayor homogeneización de las propiedades texturales de la roca (Luedke 1992). Cuanto más diferente es el tamaño, forma y disposición de los cristales, peor es la talla. El tratamiento tiende a aumentar las propiedades isotrópicas de la roca, favoreciendo una mayor homogeneidad en su respuesta mecánica (Luedke 1992). Aún hoy no hay una hipótesis única e inequívoca que explique los cambios internos de la roca al ser tratada térmicamente que modifican sus propiedades de talla. La primera hipótesis la propusieron D. Crabtree y Butler (1964: 2): Apparently, this what happens: Heat treatment causes recrystallization of the more coarsely fiberes and coarses microgranular silica minerals, which results in reduced crystal size a change in lustre from dull to greasy, an increase in elasticity of the material. Excessive heat, of course, will cause. A partir de esta se han propuesto otras, que no son excluyentes entre sí, al tratar la misma fenomenología desde distintas aproximaciones o fe- 41 nómenos directamente vinculados entre sí. Luedke (1992) las agrupó en dos modelos: el silica fusion model (Purdy y Brooks 1971; Beauchamp y Purdy 1986; Griffiths et al. 1987), cuyas propuestas hacen referencia al relleno de los espacios intercristalinos y el crack model (Flenniken y Garrison 1975; Schindler et al. 1984) con las relativas a la creación de micro fracturas. El tercer modelo de ‘recristalización’ de Domanski y Weeb (2007) reúne las que postulan que los cristales se hacen más equigranulares. Todas estas teorías consideran la volatilización del agua, localizada en los poros y microfracturas del sílex, como principal agente en la mejora de las condiciones de talla de la roca (Griffiths et al. 1987; Domanski y Weeb 1992; Luedke 1992; McCutcheon y Kuehner 1997). Según las personas que tallan a nivel experimental esta reducción de la humedad favorecería el inicio de la microfracturación que se produce al aplicar una fuerza a un bloque o fragmento de sílex. Para observar las alteraciones internas que se producen en la roca después de tratarla térmicamente se han utilizado analíticas como el Scanning Electron Microscope (SEM) o la termoluminiscencia. Por desgracia estas analíticas no son siempre asequibles por factores económicos o de disponibilidad de la infraestructura, aparte de suponer en ocasiones la destrucción total o parcial de la muestra. Por este motivo el tratamiento térmico sigue observándose controlando las alteraciones a nivel externo como el cambio en la coloración de la roca, la aparición del llamado lustre térmico y, ya cuando la temperatura resulta excesiva, de una serie de alteraciones más ‘agresivas’, perceptibles a simple vista. Sin embargo, debemos tener cuidado con estos cambios con un importante componente de subjetividad y difíciles de cuantificar. El cambio de color, conocido como rubefacción (Fig. 1), aparece con temperaturas superiores a los 200 °C en litologías cuyo contenido en partículas de hierro supera las 1100 ppm (Purdy y Brooks 1971). Según diversos autores el aumento de la temperatura oxida estas partículas. Al liberarse como consecuencia de la movilización del agua (Tixier 1984) aparece esta tonalidad más rojiza característica que varía según el grado de temperatura y la cantidad de impurezas. El cambio de color no debe confundirse con la aparición de tonalidades blancas que experimentan todos los sílex cuando alcanzan una tem- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 Joana Boix Calbet 42 peratura excesiva. Igualmente, otros tipos de pátinas, blancas o de otras tonalidades, pueden desarrollarse en el sílex como consecuencia de fenómenos naturales. El lustre térmico es una de las primeras alteraciones térmicas que se evidencian en la roca. Se trata de un brillo identificable sólo en la superficie de los negativos de las extracciones realizadas después del tratamiento térmico (Fig. 1). La parte externa del bloque, núcleo o soporte que ha recibido tratamiento conserva un aspecto mate en comparación con ella. Además, las ondulaciones de la propagación del golpe quedan mejor impresas y de modo más regular (Terradas y Gibaja 2001). Este lustre aparece cuando las temperaturas llegan a los 200 °C-300 °C, que es también la temperatura óptima según la mayoría de los autores para la mejora de las condiciones de talla. Esta temperatura depende de la materia prima, sin que exista un consenso acerca del origen de este brillo. Las personas menos experimentadas pueden confundir el lustre térmico con otras alteraciones químicas y/o mecánicas como el pulido eólico que modifican la superficie de la pieza dejando características similares a las alteraciones térmicas. Fig. 1. Núcleo de sílex melado procedente de la estructura 70 del yacimiento de Can Gambús 1 (Sabadell, Barcelona), atribuible cronológicamente al Neolítico Medio, concretamente a la denominada Cultura de los Sepulcros de Fosa (finales del V a inicios del IV milenio cal BC) (lugar de depósito Museo de Historia de Sabadell) (Roig et al. 2010). En él se puede observar tanto la rubefacción de la superficie del núcleo, como el lustre térmico visible en las extracciones (fotografía J. Boix). Se constatan otro tipo de alteraciones, mucho más agresivas e identificables con mayor facilidad, una vez se ha superado la horquilla en la que se sitúa la temperatura óptima. Pueden ser accidentales o consecuencia de una sobreexposición térmica/horaria durante la aplicación de un tratamiento térmico. Distintos tipos aparecen de forma gradual: cúpulas térmicas, fracturas, craquelado o escamado, pátina de color blanquecino o pardo, fragmentación en múltiples esquirlas e, incluso, desintegración completa (Clemente 1995, 1997; Paterson 1995) (Fig. 2). Con frecuencia, el color o el lustre térmico no nos permiten identificar un tratamiento térmico con total seguridad, y en muchos casos sólo podremos constatar alteraciones debidas al contacto con alguna fuente de calor sin establecer su origen ni su intención. Así pues, resulta necesario buscar otros criterios de reconocimiento. No hay una sola manera válida de determinar cuando un material está termoalterado de manera intencionada o fortuita. El criterio más diagnóstico es asociar los cambios de color y la aparición de lustre térmico en zonas concretas de la pieza con el estudio tecnológico y espacial de todo el conjunto lítico: su distribución espacial, la relación porcentual de piezas alteradas y no alteradas, la situación del tratamiento térmico en un momento concreto del proceso de transformación de las materias primas en productos, el nexo entre los objetivos que dirigen la producción y los restos derivados del proceso de talla, etc. Otro punto a considerar debería ser la proximidad a fuentes de materia prima de yacimientos con evidencias de posible tratamiento térmico. No es un factor determinante, pero la necesidad de una gran cantidad de materia prima y el riesgo de accidentes inherentes a su tratamiento térmico aumentan las posibilidades de que este se lleve a cabo en las proximidades de los afloramientos explotados (Léa 2005). Esta circunstancia nos permite comparar el material termoalterado, del yacimiento estudiado con muestras de la misma materia prima no tratada térmicamente. También cabría esperar de la fragilidad inherente a un conjunto lítico termoalterado una mayor tendencia a la fracturación. Debería ser posible observar un índice de fracturación más elevado en los productos alterados que en los que no lo están, siempre y cuando los productos tratados térmicamente hayan tenido un uso continuado. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla Fig. 2. Tratamiento térmico experimental de sílex de tonalidades oscuras, efectos de un tratamiento excesivo: 1. cúpulas térmicas, fragmento de la pieza B5.3; 2. escamado, pieza B7.2; 3. blanqueamiento, pieza B6.1 (no considerada en el experimento); 4. fragmentación en múltiples esquirlas, pieza B7.2 (fotografías J. Boix). 43 Otro criterio de reconocimiento de un tratamiento térmico serían las evidencias de su práctica in situ, a través de la identificación de las correspondientes estructuras de combustión (Fig. 3). Los ejemplos etnográficos sugieren una gran variabilidad de estrategias para la práctica de un tratamiento térmico de las rocas desde el hogar doméstico hasta aquel diseñado específicamente con la finalidad de calentar las rocas. Desgraciadamente esta gran variabilidad, las pequeñas dimensiones que pueden llegar a tener, la vinculación con otras evidencias antrópicas ajenas a la talla y/o la posibilidad de que estas estructuras estén aisladas dificultan su identificación. En Zimbaue, los Naysalad depositaban los bloques en medio del hogar. Una vez calentados, sujetados contra una especie de yunque, se golpeaban con un martillo para extraer las lascas (Robinson 1938). En Norteamérica el grupo de los Plateau Shoshoni Indians colocaban las piezas en un hogar apagado y por encima hacían otro que mantenían durante 24 horas. En cambio los Reece River Shoshoni ponían las piezas bajo las cenizas durante 5 noches (Hester 1972, cit. por Gregg y Grybush 1976: 189). Los Kidja australianos, estudiados por Akerman (1979, cit. por Domanski y Webb 2007: 157), preparaban una cubeta de unos 50-60 cm de profundidad por 60 cm de diámetro. Antes de colocar el material encendían un fuego en el interior de la cubeta. Una vez apagado lo cubrían de arena y colocaban el material encima mezclado. Finalmente cubrían con tierra seca y lo dejaban aproximadamente 2 días. Mandeville y Flenikken (1974) describen un hogar destinado al tratamiento térmico donde, tras excavar la cubeta, primero se depositarían los materiales, se cubrirían de arena y encima se encendería un hogar. La variabilidad de estructuras de combustión, aunque dificulta la rápida identificación de estos contextos arqueológicos, nos aporta mucha información sobre el grado de desarrollo de la producción del instrumental lítico tratado térmicamente. Desgraciadamente las evidencias arqueológicas son escasas, consecuencia posiblemente de la misma dinámica del tratamiento térmico donde para recuperar el material se destruiría la estructura. En la Península Ibérica tendríamos un posible ejemplo en una de las estructuras documentadas en el yacimiento del Campo de Fútbol de la Fábrica de Ladrillos Preresa (Getafe, Madrid) Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 Joana Boix Calbet 44 Fig. 3. Esquema de algunas de las posibles estructuras de combustión destinadas al tratamiento térmico (versión en castellano de Mercieca y Hiscock 2008: 2637, Fig. 3). (Baena y Luque 1994). Se trata de una cubeta de aproximadamente 50 cm de profundidad y 50 cm de diámetro donde se intercalarían niveles de arena, limpia y con carbón, y donde mayoritariamente se han recuperado restos líticos. 4. UN EJEMPLO EXPERIMENTAL: EL TRATAMIENTO TÉRMICO EN EL SÍLEX NODULAR DE SERRA LLARGA (BALAGUER, LLEIDA) Las dificultades para afirmar la existencia de un tratamiento térmico y su finalidad hacen necesaria la experimentación en laboratorio bajo condiciones favorables para el control de las variables consideradas más relevantes de los materiales alterados, así como también entender los procesos de cambio en la estructura de la roca. Para este primer experimento, hemos utilizado un sílex nodular encajado en un cuerpo de calizas lacustres, de facies micrítica, adscritas a la Formación de Castell (Serra Llarga, Balaguer, Lleida) (Fig. 4). Esta formación tiene una edad priaboniense terminal y forma parte del sistema lacustre de La Noguera que, a su vez, se incluye en una de las secuencias deposicionales del relleno sedimentario del sector oriental de la cuenca del Ebro (Anadón et al. 1989). La morfología de los nódulos de sílex es esférica o plana con una longi- tud que oscila entre los 5 y los 20 o 25 cm. El sílex es de color negro-gris (tabla Munsell: 10YR 4/1, dark grey; 7.5R 3/0, very grey dark; 2.5YR 3/0, very grey dark.), opaco y de grano fino. Sus superficies pueden presentar alteraciones, principalmente fracturas y pátinas de desilicificación. Seleccionamos este tipo de sílex por tres motivos: su explotación contrastada a lo largo de la Prehistoria, la posibilidad de que hubiera sido objeto de un tratamiento térmico y su coloración oscura que permitía adivinar una respuesta distinta a la de otras litologías explotadas en otros contextos arqueológicos. A partir de la talla por percusión directa de los nódulos de un tamaño entre 10 y 15 cm seleccionamos 24 lascas de dimensiones similares (Tab. 1). Muestra suficiente para observar el comportamiento de este sílex de características diferentes a las de otros sometidos a experimentación. El sílex se ha calentado en un horno de mufla que puede alcanzar hasta 1.000 °C. Su controlador de rampas permite programar subidas de temperatura a tiempo determinado en una sola hornada lo que evita llegar a la temperatura final demasiado rápido y permite mayor control del tiempo de exposición del material al calentamiento. Las piezas se han colocado en el interior de recipientes cerámicos llenos de arena. Al evitar que el calor les llegue de forma súbita se excluye un choque térmico y que estallen. Utilizamos Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla 45 Fig. 4. Serra Llarga (Balaguer, Lleida), zona de adquisición del sílex utilizado en la experimentación e indicios de su explotación arqueológica: 1. La Roca dels Bous (Paleolítico Medio); 2. La Cova del Parco (Paleolítico Superior a Bronce Final); 3. Auvelles (Epipaleolítico a Bronce Medio). Mapa Geológico 1:250.000 (2002, propiedad del Instituto Cartográfico de Cataluña, disponible en www.icc.cat; fecha de consulta on-line 18-XI-2011). Peso Pieza °C Calentamiento Enfriamiento Volumen previo B1.1 B3.2 B1.9 B4.3 B1.3 B2.4 B3.3 B3.5 B2.3 B3.8 B2.2 B5.4 B3.6 B4.2 B4.5 B1.10 B5.5 B4.1 B5.6 B3.4 B7.2 B5.3 B2.1 B1.2 B.1.Rug. B.5.Rug. 150 150 150 150 200 200 200 200 250 250 250 250 300 300 300 300 350 350 350 350 400 400 400 400 350 350 1 1 1 1 h 30’ h 30’ h 30’ h 30’ 2h 2h 2h 2h 2 h 30’ 2 h 30’ 2 h 30’ 2 h 30’ 3h 3h 3h 3h 3 h 30’ 3 h 30’ 3 h 30’ 3 h 30’ 4h 4h 4h 4h 3 h 30’ 3 h 30’ Lento (20 h) Lento (20 h) Rápido (exterior) Rápido (exterior) Lento (20 h) Lento (20 h) Rápido (exterior) Rápido (exterior) Lento (20 h) Lento (20 h) Rápido (exterior) Rápido (exterior) Lento (20 h) Lento (20 h) Rápido (exterior) Rápido (exterior) Lento (20 h) Lento (20 h) Rápido (exterior) Rápido (exterior) Lento (20 h) Lento (20 h) Rápido (exterior) Rápido (exterior) Lento (20 h) Lento (20 h) 42,63 27,19 31,37 33,54 24,91 28,04 24,91 26,38 18,42 20,63 25,92 29,99 19,35 36.37 22,64 64,41 43,06 21,65 56,40 31,59 37,94 26,30 71,62 33,35 – – g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g posterior 42,55 27,07 31,29 33,36 24,76 27,81 24,74 26,33 18,20 20,61 25,75 29,78 19,18 36,32 22,61 64,13 42,59 21,58 56,79 31,32 37,17 – 70,58 33,23 – – g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g g 48 × 70 × 14 42 × 39 × 22 45 × 44 × 20 47 × 40 × 20 32 × 64 × 13 40 × 33 × 23 55 × 22 × 25 53 × 36 × 14 52 × 20 × 21 47 × 48 × 9 36 × 52 × 15 36 × 72 × 15 44 × 49 × 11 40 × 49 × 24 56 × 34 × 15 46 × 51 × 27 71 × 38 × 18 55 × 31 × 16 64 × 51 × 18 62 × 32 × 16 53 × 41 × 15 63 × 40 × 13 62 × 42 × 25 67 × 52 × 8 – – mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm mm Tab. 1. Medidas de control tomadas a las piezas experimentales antes y después de ser calentadas en un horno de mufla. Las últimas dos piezas corresponden a las muestras utilizadas exclusivamente para el test de rugosidad. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 Joana Boix Calbet 46 arena como protector ya que es un buen conductor térmico, que asegura una transmisión regular del calor favoreciendo un calentamiento y enfriamiento homogéneos y graduales. Además, es un material fácil de conseguir y existen referencias etnográficas de su uso para dicha finalidad. Las variables que la mayoría de los autores apuntan como importantes son la temperatura, el sílex se ha calentado 150 °C, 200 °C, 250 °C, 300 °C, 350 °C y 400 °C; el tiempo de calentamiento, con un aumento progresivo de 50 °C cada 30 minutos y el de enfriamiento, lento, aproximadamente 20 horas, más rápido con la extracción inmediata de la pieza y a temperatura ambiente. Además se controlan el peso y el volumen. Se ha medido el color, el volumen y el peso de cada pieza en las distintas fases de la experimentación. Las piezas se depositan de dos en dos en los recipientes cerámicos rellenos de arena. Estos se introducen en la mufla también de dos en dos calentándose hasta la temperatura deseada en cada momento. Una vez alcanzada se apaga la mufla y se saca al exterior solo uno de los recipientes, así conseguimos enfriar rápidamente dos piezas a temperatura ambiente y dos lentamente. Finalmente se practican extracciones a las piezas para observar si se ha producido el lustre térmico esperado. Cada tipo de roca tiene reacciones diferentes frente a un tratamiento térmico y todas ellas son útiles para ampliar nuestro conocimiento. Pero debemos puntualizar que el sílex de Serra Llarga (Balaguer, Lleida) no es una materia agradecida para la observación de las reacciones de una roca silícea expuesta a una fuente controlada de calor. Como presumíamos, este sílex no ha mostrado las mismas reacciones aparecidas en otras rocas empleadas en experimentaciones realizadas por otros investigadores. El cambio en la coloración por exposición a un foco de calor, en este caso, al tratarse de un sílex oscuro y con un bajo contenido de partículas férricas, no se ha producido. Recordar que, según Purdy y Brooks (1971), los sílex con más alto contenido de partículas férricas, más de 1.100 ppm, son los únicos que cambian el color como consecuencia del proceso de oxidación de las mismas cuando se llega a temperaturas próximas a los 200 °C. El lustre térmico, la alteración que muchos autores destacan como la más relevante para la identificación del tratamiento térmico, aparece alrededor de los 300 °C. Pero, la diferencia esperable entre las partes lustrosas y sin lustre no es tan contrastada como por ejemplo en el sílex provenzal (Terradas y Gibaja 2001). En los sílex calentados a 350 °C y enfriados de manera rápida este lustre térmico no se da. ¿La aparición del lustre térmico está entonces más relacionada con el tiempo y tipo de enfriamiento que con la temperatura considerada óptima? Los futuros experimentos tendrán que incidir en esta cuestión. Si el lustre es uno de los puntos claves para reconocer el tratamiento térmico, ¿cómo lo identificamos en estos casos? ¿Será un tratamiento más común de lo que creemos? En el caso que nos ocupa, la temperatura óptima de calentamiento se sitúa entre los 300 y los 400 °C, y es cuando aparecen las primeras evidencias de lustre térmico en un momento previo a la aparición de los daños. A partir de los 400 °C la roca sufre daños considerables, se fractura. Su aparición gradual es también mucho más rápida de lo esperable. Los daños no siguen tampoco ningún patrón fijo. Como indicamos, el tamaño es una de las variables a tener en cuenta al practicar un tratamiento térmico: a mayor tamaño más propensión al choque térmico debido a la mayor diferencia de temperatura entre el exterior y el interior. Este es el caso de la pieza B1.2, que a 400 °C solo ha desarrollado alguna cúpula térmica, todo lo contrario de las otras calentadas a la misma temperatura y ligeramente más gruesas, que han quedado totalmente fragmentadas. La pérdida de peso relacionada con la pérdida interna del agua localizada en los poros y microfracturas de la roca, es insignificante. Por eso no creemos que sea una variable relevante. Tras el tratamiento térmico, a simple vista y también con el tacto, se observan diferencias entre las nuevas superficies generadas a partir de las extracciones y las no modificadas, que permiten constatar el lustre térmico. Creemos necesario aplicar algún test que confirme si esta diferencia existe realmente y, en caso afirmativo, buscar alguna manera de objetivarla y cuantificarla. Para intentar medir la rugosidad a diversos aumentos, y cuantificarla mediante índices establecidos a partir de su representación tridimensional, hemos recurrido al Stereo Explorer 2.2. Este programa informático nos permite estas mediciones y un control directo sobre el microscopio, en nuestro caso, uno estereoscópico Leica Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla 47 Fig. 5. Tratamiento térmico experimental de sílex oscuro (Serra Llarga, Balaguer, Lleida). Representación gráfica de las mediciones, Mean roughness profile, observadas en la superficie de la pieza B.1.Rugosidad a 15 aumentos (1, 3) y 30 aumentos (2, 4) antes (1, 3) y después (2, 4) del calentamiento controlado en mufla. AUMENTOS ZONA MEDICIÓN ANTES DE CALENTAR 15X 15X 30X 30X 1 2 1 2 2,609 μm 2,06 μm 1,345 μm 1,615 μm DESPUÉS DE CALENTAR 2,528 2,516 2,065 1,818 μm μm μm μm SOBRE LAS EXTRACCIONES SIN LUSTRE 4,444 4,759 3,001 2,693 μm μm μm μm SOBRE LAS EXTRACCIONES CON LUSTRE 4,892 μm 5,454 μm 3,09 μm 3,493 μm Tab. 2. Valores RA –Mean average roughness of profiles– de las medidas tomadas a 15 y 30 aumentos sobre la pieza B.1.Rug antes y después de calentarla y sobre las extracciones realizadas tras el calentamiento. Significativo es el cambio que se produce entre las medidas tomadas antes del calentamiento y aquellas tomadas sobre las extracciones, independientemente del grado de lustre que presenten. MZ16FA con foco motorizado. Dicho control se ejerce sobre las cámaras, los aumentos y las profundidades en las superficies, permitiendo crear modelos 3D, así como también analizar perfiles, áreas y volúmenes. El programa de medidas proporciona gran cantidad de parámetros. Nos hemos fijado en los que hacen referencia directa a la rugosidad y, en especial, en el parámetro Ra (Mean average roughness of profiles) o valor promedio de rugosidad en μm (4). En esta primera prueba medimos la rugosidad de una roca antes y después del tratamiento térmico, y sobre las extracciones practicadas a pos(4) El mismo programa nos advierte que esta medida puede resultar un tanto ‘errónea’ ya que nos da una media general. teriori. Las tomamos a 15 y 30 aumentos y a 45 y 60 aumentos. Finalmente desestimamos los últimos resultados debido a que, al incrementar los aumentos, se reduce correlativamente la zona a medir y por tanto crece la dificultad de evidenciar y comparar las diferencias. En cambio, a 15 y 30 aumentos, sí obtenemos diferencias significativas al comparar la superficie antes y después de las extracciones (Fig. 5), estas prácticamente se duplican (Tab. 2). Esto corroboraría la hipótesis de partida según la cual las superficies de aspecto mate y más lustroso que aparecen en las extracciones posteriores a un tratamiento térmico son apreciablemente distintas, siendo estas últimas las de mayor índice de rugosidad. Podemos objetivar tales diferencias de rugosidad, pero debemos profundizar aún más en su significado. Nos falta ampliar la muestra y realizar más estadísti- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 Joana Boix Calbet 48 cas que nos ayuden a entender mejor lo que sucede, pero se nos ha abierto una línea de investigación prometedora. 5. COMENTARIOS FINALES For archaeologists human responses to heat treatment are more significant than the physical changes which take place in heat stones and, thus, should be the major focus of the study (Bleed y Meier 1980: 506). Esta frase resume la principal problemática a resolver. En todos los ámbitos de la investigación arqueológica nos centramos con demasiada frecuencia en adaptar técnicas desarrolladas por otras disciplinas, intentando buscar su ‘aplicabilidad’ arqueológica. Solemos priorizar la novedad de la técnica frente a su capacidad de resolución de problemáticas arqueológicas, substituyendo nuestro verdadero objeto de conocimiento por nuestro objeto de estudio. Uno de los peligros más habituales cuando experimentamos en arqueología es confundir medios y fines. Por ejemplo, en los trabajos sobre tratamiento térmico, tenemos una idea bastante clara de las reacciones de las rocas frente al calor, pero nos falta identificar la importancia de este tipo de tratamiento en los procesos de producción. Es evidente que se deben seguir investigando los cambios estructurales internos que sufre la roca al ser alterada térmicamente, pero nuestro trabajo como arqueólogos está en aprovechar los datos de todos estos cambios internos que sean relevantes para nuestra investigación. Es evidente que el estudio de los cambios físicos nos aporta datos indispensables. Pero los cambios estructurales tienen que considerarse secundarios. En la medida de lo posible tendríamos que trabajar más estrechamente con equipos/personas formados en otras disciplinas, intentando desarrollar una investigación de carácter marcadamente interdisciplinar. Debemos empezar a poner mucho más énfasis en otro tipo de criterio diagnóstico como el propio contexto arqueológico. La clave para identificar un tratamiento térmico no está en las alteraciones resultantes, sino en la relación que se establece entre ellas, la interpretación global de todo el conjunto lítico y la distribución espacial de este conjunto en el seno del yacimiento, en relación al resto de productos y actividades. Los programas experimentales sobre el tratamiento térmico, al igual que sobre otros aspectos de la tecnología lítica, deberían desarrollarse en un contexto técnico y económico más amplio. En definitiva, ese tratamiento no es más que una opción técnica, un segmento más del proceso de producción del instrumental lítico. Su aplicación depende de unas necesidades sociales concretas y de la oferta medioambiental del territorio en que opera esta sociedad. El tratamiento térmico responde a la voluntad de conseguir una materia prima con unas propiedades nuevas, diferentes a las originales y destinadas a solventar unas necesidades igualmente diferentes. Este trabajo ha sido una primera incursión al tratamiento térmico en rocas silíceas como procedimiento técnico para la talla. Hemos visto qué cambios sustanciales experimenta el sílex, cómo se manifiestan a nivel superficial y sus posibilidades interpretativas en el seno de un estudio sobre la producción técnica en la Prehistoria. Igualmente, se adivinan líneas potenciales de desarrollo de esta investigación en el futuro, entre las cuales el estudio de la rugosidad de las superficies termoalteradas parece ser muy prometedora. Esperemos que una correcta identificación de las distintas alteraciones térmicas y su correcta contextualización permitan interpretar adecuadamente los aportes que supone el tratamiento térmico como procedimiento técnico en la manufactura de instrumentos líticos y su significación tecnológica. Valorando en su conjunto la experimentación realizada y formulada en este trabajo, pensamos que no puede darse por terminada. Al hacerlo han aparecido más interrogantes que respuestas. Es un proceso natural y lógico en la formulación de una investigación experimental cuyo objetivo es contrastar determinadas hipótesis. Estos interrogantes plantean a la vez nuevos retos científicos y posibilitan detectar los puntos débiles del programa experimental. Gracias a ello esperamos replantearlo con el objetivo de resolver las deficiencias y carencias. El logro de estos objetivos otorgará una mayor solidez a los resultados obtenidos. AGRADECIMIENTOS Esta experimentación se realizó como trabajo final de tercer ciclo titulado El tractament tèrmic Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla en roques silícies com a procediment tècnic per a la talla: estat de la qüestió, presentado en el Dpto. de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona. Agradezco a Xavier Terradas, Institución Milá y Fontanals - Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IMF-CSIC), mi director de tesis, a Juan Francisco Gibaja (IMFCSIC) e Ignacio Clemente (IMF-CSIC), así como a los correctores anónimos, sus consejos y correcciones durante la redacción del artículo. BIBLIOGRAFÍA Ahler, S. A. 1983: “Heat treatment of Knife River Flint”. Lithic Technology 12: 1-8. Akerman, K. 1979: “Heat and lithic Technology in the Kimberleys, W.A.”. Archaeology and Physical Anthropology in Oceania 14: 144-151. Anadón, P.; Cabrera, L.; Colldeforns, B. y Sáez, A. 1989: “Los sistemas del Eoceno superior y Oligoceno del sector oriental de la Cueva del Ebro”. Acta Geologica Hispanica 24 (3-4): 205-230. Baena, J. y Luque, M. 1994: “La industria lítica”. En C. Blasco (ed.): El horizonte campaniforme de la región de Madrid en el centenario de Ciempozuelos. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid: 173-223. Beauchamp, E. K. y Purdy, B. 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Cercle de recherche et d’Études Préhistoriques. Paris: 57-70. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12078 TRABAJOS DE PREHISTORIA 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Aprovisionamiento y modificación de las materias primas Pottery technology of levels IV and III in Kobaederra site (Cortézubi, Bizkaia). Supply and modification of raw materials Miriam Cubas (*) Manuel García-Heras (**) David Méndez (***) Imanol de Pedro (****) Lydia Zapata (*****) Juan José Ibáñez (******) Jesús Emilio González Urquijo (*******) RESUMEN approach both their mineralogy and chemical composition, with the aim of identifying steps in their production sequence. This paper presents the technological analysis of the Neolithic pottery documented in the lower levels of the Kobaederra site (Cortézubi, Bizkaia) on the basis of their mineralogical (petrography and X-ray diffraction, XRD) and geochemical (SEM-EDS) analysis. Its goal is to discriminate the possible areas of raw materials supply and their modification through the addition of tempers. Finally, the implications of the results in relation to the rest of available archaeological evidences from the IV and the III levels of the Kobaederra site are discussed. (1) (2) (3) (4) El estudio tecnológico del material cerámico requiere de la aplicación de técnicas de análisis arqueométrico que permitan un acercamiento a su mineralogía y composición química, con la finalidad de identificar las etapas de su secuencia de elaboración. Este artículo presenta el análisis tecnológico de la cerámica neolítica documentada en los niveles inferiores del yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia), a partir de su análisis mineralógico (petrografía y difracción de rayos X, DRX) y geoquímico (microscopio electrónico de barrido-espectómetro de dispersión de energía, MEB-EDS). Su objetivo es discriminar las potenciales áreas de aprovisionamiento de las materias primas y su modificación mediante la adición de desgrasantes. Por último, se discuten las implicaciones de los resultados obtenidos en relación con el resto de las evidencias arqueológicas disponibles para los niveles IV y III de Kobaederra. ABSTRACT The technological study of ceramic materials requires the application of archaeometric analytical techniques to (*) Sociedad de Ciencias Aranzadi. C/ Zorroagagaina 11. 20014 Donostia-San Sebastián. Correo e.: miriam.cubas@hotmail.com (**) GI Arqueometría y Conservación de Vidrios y Materiales Cerámicos. Instituto de Historia. CCHS-CSIC. C/ Albasanz 26-28. 28037 Madrid. Correo e.: manuel.gheras@cchs.csic.es (***) Laboratorio de la División de Ciencia e Ingeniería de los Materiales, Universidad de Cantabria, E. T. S. Ingenieros de Caminos. Avda. de los Castros s/n. 39005 Santander. Correo e.: mendezd@unican.es (****) Dpto. Ciencias de la Tierra y Física de la Materia Condensada (CITIMAC)-Universidad de Cantabria. Facultad de Ciencias. Avda. de los Castros s/n. 39005 Santander. Correo e.: manuel.depedro@unican.es Palabras clave: Cerámica; Neolítico; Península Ibérica; Arqueometría; Secuencia de manufactura; Tecnología; Desgrasante; Chamota; Calcita; Sílex. (5) (6) (7) Key words: Pottery; Neolithic; Iberian Peninsula; Archaeometry; Manufacturing process; Technology; Temper; Grog; Calcite; Flint. 1. INTRODUCCIÓN El estudio sobre el Neolítico en la región cantábrica se ha intensificado de forma considerable (*****) Universidad del País Vasco (UPV-EHU), Facultad de Letras. C/ F. Tomás y Valiente s/n. 01066 Vitoria-Gasteiz. Correo e.: lydia.zapata@ehu.es (******) Institución Milá i Fontanals, CSIC. C/ Egipcíaques 15. 08001 Barcelona. Correo e.: ibanezjj@imf.csic.es (*******) Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC)-Universidad de Cantabria. Edif. Interfacultativo. Avda. de los Castros s/n. 39005 Santander. Correo e.: jesuse.gonzalez@unican.es Recibido: 5-IV-2011; aceptado: 31-V-2011. Miriam Cubas et al. 52 en las últimas décadas del siglo XX. Los distintos proyectos de investigación se han centrado en precisar y establecer la aparición de las especies domésticas en la región (Arias y Altuna 1999; Zapata 2002; Peña-Chocarro et al. 2005; Altuna y Mariezkurrena 2009), en la cronología del proceso (Arias et al. 2000), en los materiales cerámicos (Alday 2003; Cubas 2008) y en el propio proceso de neolitización (Arias 2007; Arias et al. 2000). Ello se ha visto favorecido por la excavación de nuevos depósitos como Los Canes (1), Los Gitanos (Ontañón 2005), El Mirón (González Morales y Straus 2000), Kobaederra (Zapata et al. 1997) y Herriko Barra (Iriarte et al. 2005). Gracias a esos avances, se han adscrito a la primera mitad del V milenio cal AC las evidencias cerámicas más antiguas de la región cantábrica. Proceden de los yacimientos de Los Canes, El Mirón (González Morales y Straus 2000), Arenillas (Bohigas y Muñoz 2002), Los Gitanos (Ontañón 2005), Arenaza (Apellániz y Altuna 1975) y Kobaederra (Zapata et al. 1997). El análisis de parte de estas cerámicas se ha integrado en las síntesis sobre el Neolítico en la región (Arias 1991) o en ensayos de sistematización de sus caracteres morfoestilísticos (Alday 2003). Algunas cerámicas han sido objeto de un estudio monográfico como las halladas en El Mirón (2) o Los Gitanos (Cubas y Ontañón 2009). El elevado índice de fragmentación y la escasa representatividad morfológica de los conjuntos cerámicos han impedido su sistematización atendiendo a criterios morfoestilísticos (Cubas 2008). En general muestran un buen estado de conservación con leves concreciones calcáreas en sus superficies o coloraciones debidas a infiltraciones, ya que proceden de entornos kársticos. En este artículo se considera la cerámica como manufactura, inserta en una secuencia tecnológica de elaboración que transforma la arcilla en un recipiente con unas características físico-químicas concretas. En función de este enfoque los objetivos fueron el reconocimiento de las potenciales áreas de aprovisionamiento de las materias (1) Arias, P. 2002: La Cueva de Los Canes (Asturias). Los últimos cazadores de la Península Ibérica ante la muerte. Memoria de Cátedra. Dpto. de Ciencias Históricas. Universidad de Cantabria. Santander. Inédito. (2) Vega Maeso, C. 2006: La cerámica de la cueva de El Mirón. Manufactura, morfología y abandono. Trabajo de investigación de Tercer Ciclo. Universidad de Cantabria. Santander. Inédito. primas empleadas en la elaboración de las cerámicas de los niveles inferiores del yacimiento de Kobaederra y la discriminación de sus secuencias de manufactura. 2. EL DEPÓSITO ARQUEOLÓGICO DE KOBAEDERRA (CORTÉZUBI, BIZKAIA) Kobaederra (coordenadas UTM –30T WGS84– x: 530927; y: 4798992 y 260 m.s.n.m) se sitúa en el municipio de Cortézubi (Bizkaia) (Fig. 1). Es una cavidad de gran tamaño, unos 25 m de ancho por 6 m de alto en su parte central, abierta en las calizas paraarrecifales del Aptiense (Cretácico Inferior) del monte Aritzgane. Se ubica en la ría de Guernica que se dispone con una dirección N-S a favor de los materiales blandos y erosionados del Keuper (Fig. 1). El núcleo de la ría está constituido por materiales triásicos –en su mayoría arcillas abigarradas, rocas de textura ofítica y yesos– y en los flancos se disponen depósitos jurásicos y cretácicos en una serie casi continua (IGME 1973a, 1973b). El Jurásico, en la parte oriental de la cuenca vasco-cantábrica, es predominantemente marino y carbonatado, con eventuales unidades detríticas (Garmendia y Robles 1991: 9). Este carácter carbonatado caracteriza a las calizas arrecifales y paraarrecifales (Cretácico Inferior) tan abundantes en el entorno del yacimiento con alternancia de calizas, margas y argilolitas calcáreas masivas (IGME 1973a, 1973b). Por último, los depósitos cuaternarios están ampliamente documentados en la ría y en su mayoría son materiales holocenos depositados en el estuario que se formó como consecuencia de la transgresión marina (EVE 2003). Los materiales aquí estudiados proceden de las intervenciones arqueológicas desarrolladas entre 1995 y 1999 (Zapata et al. 1997; Zapata et al. 2000). La excavación se organizó en unidades de 1 m2, subdivididas en cuadrantes, y se realizó mediante tallas de espesor variable (entre 3 y 6 cm) siguiendo el buzamiento reconocido en el sedimento. Los materiales registrados fueron industria lítica, ósea, cerámica, restos faunísticos determinables o mayores de 4 cm y muestras antracológicas, carpológicas y malacológicas. Se recogieron en bolsas individuales indicando su posición topográfica. Todo el sedimento se flotó Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)... 53 Fig. 1. Localización del yacimiento de Kobaederra y principales rasgos geológicos del entorno. Mapa realizado a partir de las hojas 37, 38 y 62 del Mapa Geológico de España, Instituto Geológico y Minero, serie MAGNA 50, escala 1:50.000. para recuperar los macrorrestos botánicos, seleccionándose el residuo insoluble. La parte superficial de la secuencia se definió como nivel I (Fig. 2) con una potencia variable entre 34 y 62 cm de espesor. El sedimento es de fracción limo-arcillosa, con capas costrificadas y de escasa compacidad. Este nivel se superpone a una capa estalagmítica que alcanza los 20 cm de espesor en algunas zonas. La datación absoluta (OxA-6960) (Tab. 1) sitúa su formación entre el 3330 y el 2910 cal AC. El nivel II, infrayacente y separado del anterior por una costra estalagmítica, tiene características sedimentológicas y arqueológicas simi- lares. Se extiende por la práctica totalidad del área excavada con una potencia entre 18 y 54 cm de espesor y una costra estalagmítica a base. Según las dataciones absolutas disponibles se formó en un momento avanzado del V milenio cal AC (Beta-126686 y UBAR-472) (Tab. 1). Un enterramiento en fosa cortaba al nivel II y una pequeña costra lo separaba del infrayacente nivel III. La datación directa de los restos humanos (OxA-29109: 2040-1700 cal AC) (Tab. 1) sugiere que esta fosa intrusiva puede haber afectado la integridad del depósito del nivel II y provocado la remoción de los materiales de ambos niveles. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 Miriam Cubas et al. 54 Fig. 2. Yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Planta y perfil oriental del sondeo de la galería suroeste. El nivel III es de fracción arcillosa, muy compacto, con cenizas y carbones que le confieren una tonalidad marrón-grisácea. Tiene una potencia entre 35 y 55 cm de espesor, con una disposición más horizontal que los dos anteriores. Se Nivel I II II II III IV IV Muestra Laboratorio Cereal OxA-6960 Hueso humano AA-29109 Carbón UBAR-472 Carbón Beta-126686 Carbón UBAR-471 Cereal AA-29110 Carbón UBAR-470 Datación BP 4405 3545 5200 5460 5820 5375 5630 formó en el período comprendido entre el 5310 y 4230 cal AC (UBAR-471) (Tab. 1). El nivel IV, la parte inferior de la secuencia, es un sedimento de fracción arcillosa-limosa y de unos 20 cm de espesor. Según las dataciones absolutas disponibles (UBAR-470 y AA-29110) (Tab. 1) se formó a lo largo del V milenio cal AC. Las dataciones absolutas no son muy concluyentes (Tab. 1). Se han seleccionado los conjuntos cerámicos de los niveles inferiores de la secuencia porque constituyen las cerámicas más antiguas documentadas en el yacimiento, en torno a mediados del V milenio cal AC, con cronologías similares en el resto de la región. A pesar de la aparente homogeneidad observada en las dataciones absolutas del nivel II, se ha decidido excluir su conjunto cerámico ya que la fosa posterior pudo haber afectado a la integridad del depósito. El conjunto arqueológico de los niveles IV y III del yacimiento evidencia una escasez de restos líticos y cerámicos en comparación con la gran abundancia de fauna de mamíferos. Está representada por animales domésticos, básicamente ovinos, y, en menor proporción salvajes, especialmente Cervus (Altuna y Mariezkurrena 2009). Los restos malacológicos son muy numerosos: unos 6.000 por m2 con un dominio de los bivalvos, Ostrea, Ruditapes y Scrobicularia (Gutiérrez Zugasti 2009). El análisis de macrorrestos vegetales constata trigo vestido (Triticum dicoccum), cebada, leguminosas, avellanas y bellotas, así como el uso mayoritario de madera de Quercus subg. Quercus (grupo de robles caducifolios y marcescentes) como combustible (Zapata 2002: 94). Desv. Típica 55 60 110 60 240 90 100 Calibración cal AC/2σ Bibliografía 3330-2910 2040-1700 4320-3770 4450-4080 5310-4230 4360-3990 4710-4270 Arias et al. 1999 Arias et al. 1999 Zapata et al. 1997 Zapata 2002 Zapata et al. 1997 Zapata 2002 Zapata et al. 1997 Tab. 1. Dataciones absolutas disponibles para la secuencia estratigráfica (yacimiento de Kobaederra, Cortézubi, Bizkaia). Las calibraciones corresponden a la curva IntCal09 para muestras terrestres (Reimer et al. 2009). Se ha utilizado el programa OxCal4.1.5 (Ramsey 2001, 2009) y se muestran en años cal AC con un intervalo de probabilidad 2σ. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)... 3. METODOLOGÍA La metodología se basó en tres niveles de análisis: macroscópico, mineralógico y composicional. Debido a la gran fragmentación del material, el fragmento cerámico fue la unidad de análisis. El análisis macroscópico se llevó a cabo sin tratamiento previo y se realizó en todos los fragmentos cerámicos recuperados en la excavación (n = 417, Tab. 2), fueran partes morfológicas representativas o indeterminados. Se observaron las variables: cuerpo cerámico y matriz arcillosa, inclusiones, tratamiento de superficies, decoración y las alteraciones postdeposicionales. Como resultado del análisis macroscópico se establecieron grupos de referencia, que después se tomaron como base para el análisis mineralógico mediante lámina delgada. Algunos autores critican este sistema de muestreo (Cowgill 1964) ya que los grupos de referencia se establecen mediante criterios subjetivos. Sin embargo, este tipo de muestreo permite reconocer toda la variabilidad del conjunto cerámico estudiado y asegura que, al menos, una muestra de cada grupo esté finalmente representada (Neff 1993: 30). Un procedimiento similar se ha empleado para las cerámicas prehistóricas del valle del Ebro (Ortega et al. 2010). Se seleccionaron un total de 109 muestras para el análisis mineralógico mediante lámina delgada (Tab. 2). Actualmente no existe ningún procedimiento estandarizado y sistemático para la descripción petrográfica de láminas delgadas de cerámica arqueológica, a pesar de los intentos realizados (Whitbread 1989). En este trabajo la descripción petrográfica caracterizó la textura de la matriz arcillosa y las inclusiones no plásticas. En la matriz arcillosa se observó su isotropía o anisotropía, así como la morfología y distribución de los macroporos. En las inclusiones se procedió a su identificación mineralógica, se determinó sus Nivel IV III TOTAL 55 dimensiones, morfología, índice de esfericidad y densidad relativa. El análisis petrográfico utilizó un microscopio Kiowa Biopol-2. Las micrografías se tomaron con unas cámaras Leica DFC Twain (480 R2) y Canon 450D, acopladas al trinocular del microscopio. El análisis petrográfico diferenció distintos ‘grupos de manufactura’ (GM) a partir de rasgos tecnológicos similares. La característica principal de estos grupos es la presencia de una mineralogía indicativa de las distintas áreas geológicas de captación, o algún rasgo tecnológico destacable como la adición de cierto tipo de desgrasante. El concepto de ‘grupo de manufactura’ puede ser considerado sinónimo del de ‘grupo tecnopetrográfico’ propuesto por otros autores (Roux y Courty 2005). Tras la observación petrográfica de las 109 láminas delgadas, se seleccionaron 49 muestras para el análisis mineralógico mediante difracción de rayos X (DRX) y análisis geoquímico mediante espectrometría de dispersión de energías de rayos X (EDS). En este caso el dispositivo se acopla a un microscopio electrónico de barrido (MEB) (Tab. 2). La selección valoró que las muestras presentaran características mineralógicas distintas. El elevado coste de estas técnicas exige una selección previa del material a analizar. Los análisis mediante DRX se llevaron a cabo con un difractómetro Bruker D8 Advance, utilizando la radiación Kα del cobre (1,54051 Å) y condiciones de trabajo de 40 kV de tensión y 30 mA de intensidad. Los difractogramas se registraron entre 2θ = 5-60° a temperatura ambiente, con un tiempo de integración de 8 s por paso en un portamuestras convencional. Los difractogramas se compararon con las bases de datos estandarizadas del Joint Committee of Powder Diffraction Standars (J.C.P.D.S.), utilizando el programa EVA suministrado por Bruker. Las muestras se molieron en mortero de ágata hasta alcanzar el estado de polvo policristalino con un diámetro Número de fragmentos Muestras petrografía Muestras DRX 245 172 417 54 (22,04%) 55 (31,98%) 109 (26,13%) 23 (9,39%) 26 (15,12%) 49 (11,75%) Muestras SEM-EDS 23 (9,39%) 26 (15,12%) 49 (11,75%) Tab. 2. Total de fragmentos cerámicos con análisis petrográficos, mineralógicos por difracción de rayos X (DRX) y geoquímicos mediante espectrometría por dispersión de energías (EDS) en microscopio electrónico de barrido (MEB) del yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia), niveles III y IV. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 Miriam Cubas et al. 56 inferior a 30 μm. Para evitar el aporte de alteraciones postdeposicionales, especialmente de calcita secundaria, se desbastaron las superficies más externas de los fragmentos cerámicos. El análisis geoquímico semicuantitativo se realizó mediante EDS sobre secciones obtenidas a partir de los fragmentos cerámicos. Tras embutirlas en una resina epoxi, se desbastaron y pulieron. Para que las secciones pulidas fueran conductoras, se recubrieron con carbono evaporado de unos 20 nm de espesor. Se utilizó un microscopio electrónico de barrido Jeol JSM 5800-LV, equipado con un detector de rayos X para microanálisis Oxford Instruments modelo DCL7849, realizándose los análisis con una tensión de aceleración constante de 15 kV. Los análisis mediante MEB-EDS se orientaron a obtener la composición química promedio de la matriz arcillosa, por lo que se efectuaron en zonas sin inclusiones no plásticas ni poros (Tite et al. 1982). cita, aunque se observan algunas diferencias en la mineralogía del componente detrítico. La illita es el mineral arcilloso identificado en todas las muestras y la caolinita solo en algunas (Fig. 3: 2). GM-4: 9 muestras (3 del nivel IV y 6 del nivel III). Se individualiza por la alta densidad de cuarzo mono y policristalino. Se observan también mica, plagioclasa, epidota y minerales opacos y fragmentos de roca (sílex y arenisca). El análisis mineralógico mediante DRX determina una elevada presencia de illita. GM-5: 5 muestras (3 del nivel IV y 2 del nivel III). Se caracteriza por nódulos de arcilla y la 4. GRUPOS DE MANUFACTURA. RESULTADOS MINERALÓGICOS Y GEOQUÍMICOS El análisis petrográfico indica que las materias primas empleadas en la manufactura cerámica proceden de distintas fuentes de aprovisionamiento y que los sedimentos originales se han modificado con la adición de desgrasantes, aunque los grupos de manufactura (GM) identificados en los niveles IV y III tienen cierta homogeneidad. Se han identificado 10 y 12 GM para los niveles IV y III respectivamente. Como los GM 1-7 presentan una mineralogía similar en ambos niveles se describen de forma conjunta. En cambio los grupos GM-8, GM-9, GM-10, GM-11 y GM-12 reflejan una mineralogía más heterogénea y distintiva en cada nivel. Sus principales rasgos son: GM-1: 11 muestras (9 del nivel IV y 2 del nivel III) caracterizadas por cuarzo mono y policristalino, arenisca y sílex. El mineral arcilloso identificado es illita (Fig. 3: 1). En 2 fragmentos del nivel IV la calcita es esporádica. GM-2: 20 muestras (16 del nivel IV y 4 del nivel III) con fragmentos de sílex. La illita es el único mineral arcilloso identificado por DRX. (Fig. 3). GM-3: es el más numeroso con 31 muestras (16 del nivel IV y 15 del nivel III). Presenta cal- Fig. 3. Mineralogía de las cerámicas del yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Difractogramas de las muestras: 1. GM-1, nivel IV; 2. GM-3, nivel IV; 3. GM7, nivel III. Abreviaturas: Co cordierita, E epidota, i illita, K caolinita, K-fel feldespato potásico, Na-Ca feldespato sódico-cálcico, Qz cuarzo, Vr vermiculita, GM Grupos de manufactura. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)... identificación de illita como fase arcillosa principal. Su mineralogía, heterogénea, incluye cuarzo, epidota, e incluso, fragmentos de roca arcillosa y sílex. GM-6: 6 muestras (2 del nivel IV y 4 del nivel III). La calcita y los minerales opacos ricos en óxido de hierro lo definen. Se ha identificado cordierita en una muestra del nivel III, lo que es coherente con la observación de cuarzos idiomorfos que la relacionan con afloramientos triásicos. GM-7: 14 muestras (2 del nivel IV y 12 del nivel III). Se individualiza por los fragmentos de roca de textura ofítica. El componente detrítico comprende cuarzo, epidota y minerales de disgregación de estas rocas como piroxenos, plagioclasas y minerales opacos ricos en óxido de hierro. La illita es el mineral arcilloso más importante. En un caso se ha identificado vermiculita (Fig. 3: 3). Los GM 8-12 reflejan una mineralogía más heterogénea y sin correlación entre los niveles IV y III. Como rasgos comunes, destacamos la chamota característica de los GM-8 del nivel IV (1 muestra) y GM-9 del nivel III (3 muestras), con un componente detrítico compuesto fundamentalmente por cuarzo monocristalino y la illita como mineral arcilloso. Los GM-9 del nivel IV (1 muestra), GM-10 (1 muestra) y 11 (1 muestra) del nivel III presentan una mineralogía poco representativa con un componente detrítico de cuarzo monocristalino, moscovita y fragmentos de roca arcillosa y caliza. La illita es el único mineral arcilloso identificado. El GM-10 (1 muestra) del nivel IV y los GM-8 (4 muestras) y 12 (1 muestra) del nivel III tienen fragmentos de arenisca. La fracción detrítica incluye cuarzo monocristalino, epidota, moscovita y minerales opacos, junto con illita como mineral arcilloso. Según el análisis geoquímico de la matriz arcillosa se utilizan, al menos, tres posibles bancos de arcilla (Fig. 4) (3) muy similares entre sí, tal como reflejan las distancias euclídeas entre los centroi(3) En el análisis cluster se han considerado 49 casos (23 del nivel IV y 26 del nivel III). El análisis multivariante estudia las relaciones de las 8 variables consideradas (SiO2, TiO2, Al2O3, FeO, MgO, CaO, Na2O y K2O) para cada muestra (nivel IV y III) sin proceder a su transformación. Se ha empleado el método de agrupación de Ward y la distancia de agrupamiento Manhattan o City Block. Posteriormente, se ha aplicado un método de optimización (k-medias) a partir del cálculo de los centroides y el número de conglomerados reconocidos en el análisis cluster para obtener las características distintivas de los grupos (Lévy y Varela 2005). 57 des de los tres conglomerados finales calculados mediante k-medias (Tab. 3). Se diferencian en el porcentaje en peso de SiO2, FeO y MgO, mientras que los valores de CaO son similares. No se observan diferencias composicionales destacables entre los posibles bancos de arcilla utilizados en los niveles IV y III. Las composiciones geoquímicas de la matriz arcillosa no se corresponden con mineralogías concretas, lo que induce a pensar en bancos de arcilla cercanos entre sí formados a partir de un sustrato geológico similar. Fig. 4. Análisis geoquímico de la matriz arcillosa de la cerámica del yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Valores promedio (% en peso) de los óxidos presentes en los conglomerados identificados en el análisis cluster. La tabla muestra las distancias euclídeas entre los centros de los conglomerados finales establecidos mediante k-medias. Tab. 3. Distancias euclídeas entre los centros de los conglomerados finales establecidos mediante k-medias. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 Miriam Cubas et al. 58 5. APROVISIONAMIENTO DE MATERIAS PRIMAS El análisis mineralógico indica que las materias primas utilizadas para la elaboración de cerámica proceden de tres entornos geológicos distintos: de afloramientos calizos jurásicos y cretácicos, de depósitos triásicos y un tercer afloramiento detrítico relacionado con las areniscas. La identificación de desgrasante carbonatado en algunas muestras del GM-3 de ambos niveles y la presencia de esta mineralogía en la geología de la zona sugieren el aprovisionamiento de materiales calizos. Estos afloramientos son frecuentes en el entorno de la ría de Guernica y se adscriben al Jurásico y al Cretácico. El monte Aritzgane está constituido por calizas paraarrecifales del Aptiense (Cretácico Inferior) y los depósitos jurásicos de la zona son predominantemente carbonatados (Garmendia y Robles 1991: 9). También se localizan otros materiales carbonatados como margas, dolomitas y lutitas calcáreas (IGME 1973a). El sílex del GM-2 se puede relacionar con las silicificaciones existentes en los depósitos jurásicos y cretácicos del entorno. Los afloramientos de sílex más antiguos de la cuenca vasco-cantábrica se hallan en los depósitos jurásicos (Tarriño 2006: 55) y en las formaciones carbonatadas arrecifales del complejo Urgoniano del Cretácico Inferior. En el entorno de Guernica estos afloramientos de sílex aparecen en el extremo noroeste de Munguía, en Barrica (Tarriño 2006: 63-65) y en los depósitos secundarios de Pedernales, localizados a unos 6 km al noroeste, cuyo uso está ampliamente documentado durante la Prehistoria. Algunos de los grupos de manufactura evidencian la explotación de los afloramientos triásicos inmediatos al yacimiento. La mineralogía de las muestras del GM-7 es compatible con este tipo de afloramientos. Las rocas de textura ofítica identificadas son características de los depósitos triásicos (facies Keuper) localizados en el núcleo de la ría. Los suelos formados a partir de este tipo de sustrato poseen una fracción arcillosa con filosilicatos característicos como la clorita y la vermiculita (González Huecas et al. 1997: 418). La identificación de vermiculita en una muestra de este grupo (Fig. 3: 3) es un dato más que apoya la utilización de materiales triásicos. Otros GM también sugieren la utilización de este tipo de arcillas en su elaboración. Algunas muestras de los GM-3 y GM-6 contienen cuarzos idiomorfos, de morfología prismático-piramidal que, con frecuencia, exhiben inclusiones fluidas en su núcleo (Marfil 1970). Apuntan igualmente, hacia la explotación de arcillas triásicas modificadas después con la adición de otros desgrasantes. Un tercer grupo de manufacturas (sobre todo GM-10 del nivel IV y GM-8 y 12 del nivel III) tiene fragmentos de arenisca, en general, muy abundante en el entorno del yacimiento. En la zona norte se identifica un importante depósito de cuarzoareniscas que se extiende desde Elanchove hasta el valle del Ea en dirección O-E y entre Nachitúa y Basecheas en dirección N-S. Esta misma formación aflora al sur del monte Aritzgane. Asimismo, al sur del yacimiento se ubican depósitos de areniscas silíceas constituidas por cuarzo, feldespato, mica blanca y materia orgánica. Los GM que no han podido relacionarse con una litología concreta son el GM-5, caracterizado por nódulos de arcilla, y los grupos GM-8 y GM-9 con chamota. La compatibilidad entre la composición mineralógica de las cerámicas analizadas y el entorno geológico del yacimiento sugiere una producción local de las manufacturas. La utilización de materias primas procedentes de, al menos, tres entornos geológicos distintos se documenta tanto en el nivel IV como en el III, lo cual refleja una continuidad en la explotación de las materias primas destinadas a la manufactura de cerámica. 6. MODIFICACIÓN DEL SEDIMENTO ARCILLOSO: ADICIÓN DE DESGRASANTES Las materias primas seleccionadas para la manufactura cerámica se pueden emplear en su estado natural o modificado. Esta modificación puede consistir en la extracción de materiales no deseados o en la adición de desgrasantes. La utilización del término ‘desgrasante’, como equivalente en castellano del concepto temper (Shepard 1980: 25), se entiende como la adición intencional de inclusiones no plásticas para modificar las características del sedimento original. Para distinguir una inclusión natural de una deliberada se utiliza normalmente su morfología, su tamaño, su densidad relativa o su composición mineralógica (Rice 1987: 410). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)... En Kobaederra se han identificado cuatro tipos de desgrasantes: calcita, sílex, rocas de textura ofítica y chamota, lo que evidencia distintos procesos de preparación de la pasta (Fig. 5). La calcita es el desgrasante principal determinado en algunas muestras del GM-3 de ambos 59 niveles (Fig. 5: 1 y 2). Aparece como la mineralogía con mayor densidad relativa y se distingue del resto por su tamaño (Fig. 6) y su morfología (Fig. 5: 1 y 2). El componente detrítico de estas muestras está constituido mayoritariamente por cuarzo monocristalino de morfología redondeada Fig. 5. Micrografías de lámina delgada (luz plana) de las inclusiones de la cerámica del yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia): 1-2. calcita (GM-3); 3-4. sílex (GM-2); 5. roca de textura ofítica (GM-7, nivel III); 6. arenisca (GM-10); 7-8. chamota (GM-8, nivel IV y GM-9, nivel III). GM Grupos de manufactura. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 Miriam Cubas et al. 60 Fig. 6. Distribución del tamaño de las inclusiones de cuarzo monocristalino (Qm) y calcita en función del Grupo de manufactura (del yacimiento de Kobaederra, Cortézubi, Bizkaia). y menores dimensiones. Su distribución de tamaño de grano es más homogénea que en la calcita. Esta última evidencia una distribución heterogénea y una morfología angulosa que puede relacionarse con una fractura intencional (Fig. 6). El segundo de los desgrasantes es el sílex, identificado en algunas muestras del GM-2 de ambos niveles. Sus inclusiones son de morfología angulosa, gran tamaño y una especial recurrencia, aunque su densidad relativa es menor que la de la calcita (Fig. 5: 3 y 4). Los fragmentos de roca de textura ofítica se han considerado producto de una adición intencionada en las muestras clasificadas en el GM-7 del nivel III. Tienen mayor tamaño que el componente detrítico y una morfología marcadamente angulosa, aunque su densidad relativa es baja (Fig. 5: 5). Los fragmentos de arenisca identificados presentan una morfología claramente angulosa y un tamaño mayor que el del componente detrítico, pero no se ha podido determinar, con los criterios descritos anteriormente su intencionalidad (Fig. 5: 6). La adición de chamota se detecta en algunas muestras de los GM-8 y GM-9 del nivel III y IV respectivamente (Fig. 5: 7 y 8). Puede considerarse un desgrasante artificial, ya que se trata de fragmentos de cerámica machacada (Rice 1987: 75). Solo se clasificaron como tal las inclusiones con una clara diferenciación perimetral con respecto a la matriz arcillosa y características distintivas respecto a esta, como birrefringencia o coloración. 7. CRONOLOGÍA Y SECUENCIAS DE MANUFACTURA Las dataciones absolutas disponibles para los niveles IV y III de la secuencia de Kobaederra indican que su formación se produce entre la primera y la segunda mitad del V milenio cal AC. A pesar de su imprecisión (Tab. 1), el solapamiento entre las dataciones de ambos niveles apunta a que fue poco dilatada en el tiempo. Aunque se ha identificado un elevado número de GM, la variabilidad tecnológica observada en los conjuntos cerámicos procedentes de los niveles IV y III no es especialmente significativa, lo cual indica que podrían ser casi coetáneos. No obstante, se pueden señalar algunos aspectos importantes respecto a su secuencia de manufactura. El aprovisionamiento de materias primas es bastante similar en los dos niveles, ya que sus materiales cerámicos se han manufacturado con materias primas locales del entorno geológico inmediato al yacimiento. Se han identificado, además, los mismos tipos de desgrasantes, salvo Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)... la adición de rocas de textura ofítica propia del nivel III (12 muestras). La calcita es el desgrasante con mayor representación en ambos niveles (25 muestras del GM3), mientras el sílex es mayoritario en el nivel IV (11 muestras) y desciende de forma importante en el nivel III (4 muestras). El empleo de la chamota es ocasional (3 muestras) en ambos niveles. Se observa, por tanto, que el sílex es más abundante en el nivel inferior de la secuencia, mientras que las rocas de textura ofítica se utilizan de forma sistemática sólo en el nivel superior. La utilización de estos desgrasantes, especialmente la calcita, se documenta durante el Neolítico en todo el ámbito de la Península Ibérica. La calcita aparece en la región cantábrica, con cronologías similares, en el yacimiento de Los Gitanos (Cubas y Ontañón 2009). Otra zona de dispersión es el valle del Ebro, en yacimientos como Mendandia (Ortega et al. 2010) y Cueva Lóbrega (Gallart y Mata 2004) entre el VII y el VI milenio cal AC, hasta contextos en la desembocadura a partir del VI milenio cal AC (Martín et al. 2010). A estos enclaves debe añadirse Chaves en el Prepirineo de Huesca (Gallart y López 1988). Una tercera zona de dispersión es la levantina, donde aparece desde los inicios del Neolítico en la Cova de l’Or (Gallart 1980; McClure et al. 2006; McClure y Molina 2008) y Mas d’Is (McClure et al. 2006). En el sur de la Península Ibérica, se identifica en varios yacimientos de Andalucía (Navarrete et al. 1991; Lazarich et al. 2002). El uso del resto de desgrasantes está menos extendido en el territorio peninsular. El sílex se documenta en La Carigüela (Navarrete et al. 1991) en cronologías neolíticas. Las rocas de textura ofítica aparecen en la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Barrios et al. 1999) y en Papa Uvas (Barrios et al. 2005) en cronologías ligeramente más recientes. Asimismo, se identifica en la Edad del Hierro en los yacimientos de la Cuenca de Pamplona (Olaetxea 2000). La chamota aparece en un elevado número de yacimientos peninsulares del valle alto-medio del Ebro (Ortega et al. 2010), la zona catalana (Clop 2007), Valencia (McClure et al. 2006), Madrid (Díazdel-Río et al. 2011) y Andalucía (Navarrete et al. 1991). Su uso en la región cantábrica parece que se mantiene hasta la Edad del Hierro (Olaetxea 2000). 61 8. CONSIDERACIONES FINALES El estudio tecnológico evidencia importantes similitudes entre los conjuntos cerámicos de los niveles IV y III. Esta homogeneidad corrobora la hipótesis apuntada a partir de la industria lítica, el espectro arqueobotánico, malacológico y faunístico (Zapata et al. 1997; Zapata 2002; Gutiérrez Zugasti 2009, Altuna y Mariezkurrena 2009) sobre la similitud de las ocupaciones antiguas del yacimiento (Zapata et al. 1997: 57). Destacamos el uso de instrumentos de sílex para el trabajo de la cerámica en los niveles IV y III (Ibáñez 2001: 232). Se trata de dos láminas de sílex con huellas de uso relacionadas con el raspado de un material mineral abrasivo, utilizando agua como lubricante. El hallazgo de estos útiles es poco frecuente en contextos arqueológicos, aunque se conoce en yacimientos como L’Eglise (Gassin 1996) y la cueva de El Toro (Rodríguez et al. 1996), y debe ponerse en relación con los procesos de modelado previos a la cocción del recipiente. Su presencia y la disponibilidad de materias primas en el entorno sugieren una producción local. Se observa una continuidad en la explotación de los posibles bancos de arcilla y en la utilización de desgrasantes. La comparación con el resto del conjunto arqueológico permite apuntar un carácter habitacional del yacimiento en estos momentos ya que se han identificado actividades realizadas en la propia cavidad. En este contexto, la aparición de la cerámica debe interpretarse como un elemento más de las actividades cotidianas de subsistencia de sus habitantes. AGRADECIMIENTOS Este trabajo se enmarca en el proyecto “La implantación de las especies domésticas en la Europa atlántica: cronología e impacto en la dieta humana” (DOMATLANTICA, HAR200806477-C03-01/HIST), financiado por el VI Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica 2008-2011 del Ministerio de Ciencia e Innovación. Miriam Cubas disfrutó de una beca predoctoral de la Universidad de Cantabria y realizó durante una estancia de dos meses en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales-CSIC el trabajo de observación petrográfica, a principios de 2009, bajo la dirección del Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 Miriam Cubas et al. 62 Dr. Manuel García-Heras. Los autores agradecen al Dr. Eneko Iriarte su colaboración en esta investigación. El trabajo de la Dra. Lydia Zapata forma parte del Grupo de Investigación de la Universidad del País Vasco UPV/EHU IT-288-07 financiado por el Gobierno Vasco y de los Proyectos HAR200803976/HIST del MICIIN y AGRIWESTMED (Origins and spread of agriculture in the western Mediterranean region) del ERC (ERC-AdG230561). BIBLIOGRAFÍA Alday, A. 2003: “Cerámica neolítica en la región vasco-riojana: base documental y cronológica”. Trabajos de Prehistoria 60 (1): 19-50. Altuna, J. y Mariezkurrena, K. 2009: “Tipos de cabañas ganaderas durante el Neolítico en el País Vasco y zonas próximas”. Archaeofauna 18: 137-157. Apellániz, J. M. y Altuna, J. 1975: “Memoria de la III campaña de excavaciones arqueológicas en la cueva de Arenaza I (San Pedro de Galdames, Bizkaia)”. Noticiario Arqueológico Hispánico. Prehistoria 4: 183-197. Arias, P. 1991: De cazadores a campesinos. La transición al neolítico en la región cantábrica. Universidad de Cantabria. Santander. 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Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12079 TRABAJOS DE PREHISTORIA 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement: geophysical survey between La Pastora and Montelirio Nuevas evidencias sobre la organización espacial del asentamiento de la Edad del Cobre de Valencina de la Concepción: prospección geofísica entre La Pastora y Montelirio David Wheatley (*) Kristian Strutt (*) Leonardo García Sanjuán (**) Coronada Mora Molina (**) José Peinado Cucarella (***) ABSTRACT (1) (2) (3) The major Copper Age settlement of Valencina de la Concepción has been the subject of research interest over more than a century. The history of previous investigations at the site has resulted in a heterogeneous archaeological record that is particularly difficult and that displays significant gaps and problems. In this paper, we present the results of a geophysical survey carried out in December 2004 between the La Pastora and Montelirio sectors of this site in response to a proposed road development that was never put into practice, and which revealed several previously unknown features. These data are assessed in the light of the results obtained from the excavation carried out between 2007 and 2008 at the immediately adjacent sector of PP4-Montelirio, currently under study by us, where several dozen prehistoric features (both, non-megalithic and megalithic, funerary and non-funerary), were found. Altogether, this new evidence makes a significant contribution to the spatial interpretation of the Valencina de la Concepción site, particularly as they convey the first-ever cartography of a large area of this settlement. From this evidence, a discussion is made concerning the density and diversity of the features identified both between La Pastora and Montelirio as well (*) Archaeology, Faculty the Humanities, University of Southampton. Highfield. Southampton. Reino Unido. E-mail: dww@soton.ac.uk; K.D.Strutt@soton.ac.uk (**) Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Sevilla. C/ María de Padilla s/n. 41004 Sevilla. España. E-mail: lgarcia@us.es; coronada_mora@hotmail.com (***) Arqueólogo Profesional. C/ Mare Vella 216. 46003 Valencia. E-mail: ppq@hotmail.com Received: 30-IV-2011; accepted: 16-VI-2011. as at the PP4-Montelirio sector, their potential patterns and sequence. This raises questions regarding the traditional separation of the site into ‘settlement’ and ‘necropolis’ areas and contributes more generally to a better understanding of the spatial organisation of this large prehistoric settlement. RESUMEN El gran asentamiento de la Edad del Cobre de Valencina de la Concepción ha sido objeto de numerosas investigaciones a lo largo de más de un siglo. Estas investigaciones han dado lugar a un registro arqueológico heterogéneo particularmente difícil de interpretar, y que presenta importantes vacíos y problemas. En este artículo se exponen los resultados de una prospección geofísica realizada en diciembre de 2004 entre los sectores de La Pastora y Montelirio en conexión con el proyecto de construcción de una carretera que finalmente nunca se llevó a cabo. Estas prospecciones revelaron numerosas estructuras previamente desconocidas. Los datos de esta prospección geofísica son valorados a la luz de los resultados obtenidos en la excavación llevada a cabo entre 2007 y 2008 en el sector inmediatamente adyacente de PP4-Montelirio, actualmente en proceso de estudio por nuestra parte, donde se identificaron varias decenas de estructuras prehistóricas (negativas no-megalíticas y megalíticas, funerarias y no-funerarias). Estos resultados arrojan nueva luz de cara a la interpretación espacial del asentamiento de Valencina de la Concepción posibilitando, por primera vez, cartografiar un sector amplio del mismo. A partir de estas nuevas evidencias se debaten cuestiones relativas a la densidad y diversidad de las estructuras presentes entre La Pastora y Montelirio así 66 David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella como en el propio sector PP4-Montelirio, sus posibles patrones espaciales y funcionales así como su diacronía. Esto plantea preguntas con respecto a la clasificación tradicional del sitio en zonas diferenciadas de “hábitat” y “necrópolis” y contribuye en general a una mejor comprensión de la organización espacial de este gran asentamiento prehistórico. Key words: Copper Age; Iberia; Geophysics, Magnetometry; Megaliths; Negative Features; Archaelogy of management. Palabras clave: Edad del Cobre; Iberia; Geofísica; Magnetometría; Megalitos; Estructuras Negativas; Arqueología de gestión. 1. INTRODUCTION Nurtured by the steady flow of new empirical findings and by competing theoretical approaches, the Iberian Copper Age (or ‘Chalcolithic’) period, spanning between c. 3200 and 2100 cal BC, has generated intense academic debate since the 1980s. Following early papers (for example Arribas Palau & Molina González 1984; Gilman 1987; Chapman 1990), a growing literature in English has recently begun to make this more accessible to an international audience, particularly with respect to issues surrounding settlement patterns, economic intensification, metallurgy, burial practices and social inequality. Prominent in this literature are sites in Spain such as Los Millares, in Almería (Micó Pérez 1995; Esquivel Guerrero and Navas Guerrero 2005, 2007; Navas Guerrero et al. 2008), La Pijotilla (Hurtado Pérez 2000, 2010) and San Blas, in Badajoz (Hurtado Pérez 2004; Kohring et al. 2007); Cabezo Juré, in Huelva (Nocete Calvo, 2006), as well as Portuguese sites such as Leceia (Cardoso 2000; Muller & Cardoso 2008) and Vila Nova de São Pedro (Müller & Monge Soares 2008) in Estremadura and Alcalar in the Algarve (Morán Hernández 2010). The evolution of some the issues under discussion is well reflected in papers by Gilman 1987, 2002; DíazAndreu 1995; Chapman 1995, 2008; Díaz-delRío 2004, 2011. The Copper Age settlement of Valencina de la Concepción, Castilleja de Guzmán (henceforth ‘Valencina’) is located in the province of Sevilla and has recently begun to be discussed in papers aimed at international audiences (Nocete Calvo et al. 2008; García Sanjuán 2009; Costa Caramé et al. 2010). Notable for its very large area – the prehistoric evidence may cover up to 400 ha – and its substantial megalithic monuments, Valencina is situated on the higher ground of the Aljarafe platform to the west of the Guadalquivir River valley, about six kilometres from the city of Seville (Fig. 1). Archaeological research at Valencina dates back to the late 19th century and has continued sporadically to the modern era of developer-funded archaeology. Early work focused on the outstanding megalithic monuments of La Pastora, Matarrubilla, and Ontiveros (Tubino 1876; Obermaier 1919; Carriazo & Arroquia 1962; Collantes de Terán 1969). This revealed the very significant scale of the monumentality associated with Valencina, emphasising the importance of the settlement and establishing the largely uncontested view that it represents a large, single-phase settlement with an associated necropolis that demonstrates a single tradition of burial practices. From the mid-1970’s onwards, several features found largely in the northern part of the site (beneath the modern settlement of Valencina) have been interpreted as domestic or productionrelated (Fernández Gómez & Oliva Alonso 1986; Murillo Díaz et al. 1987; Blanco Ruiz 1991; Ruiz Moreno 1991; Martín Espinosa & Ruiz Moreno 1992; Santana Falcón 1993; Arteaga Matute & Cruz-Auñón Briones 1999; Cruz-Auñón Briones & Arteaga Matute 1999a, 1999b; Ruiz Moreno 1999; López Aldana et al. 2001; Vera Fernández et al. 2002; Nocete Calvo et al. 2008). Structures identified include cut features referred to as ‘silos’ that are conventionally interpreted as grain storage pits, ‘hut floors’ (fondos de cabaña), ‘dumps’, ‘ditches’ and ‘trenches’. Metal production is now well documented by the presence of furnaces, crucibles and slag in certain areas (Nocete Calvo et al. 2008). The production of a Carta Arqueológica (inventory) of the excavations carried out at the site (Ruiz Moreno 1995, Vargas Jiménez 2004a, 2004b) represented a significant advance in the systematization of information and assessment of its organization. In addition to this, a number of papers have attempted to place the evidence within a broader interpretative and historiographic framework of the site has also received some attention (Ruiz Mata 1983; Martín de la Cruz & Miranda Ariz, 1988; Murillo Díaz 2001; Gómez de Terreros Guardiola 2005, 2008). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement... 67 Fig. 1. Valencina de la Concepción (Sevilla). Location in relation to other excavated sites of the 3rd and 2nd millennia cal BC in the lower Guadalquivir valley. The main map also shows the estimated outline of the coastline during Late Prehistory. The density of these investigations (Fig. 2) arguably makes Valencina the most intensively excavated Copper Age settlement in Iberia. Since the 1970s a number of previously unrecorded, generally smaller, megalithic constructions have been discovered, mainly as the result of rescue excavations (Fernández Gómez & Ruiz Mata 1978 (1); Murillo Díaz et al. 1990; Murillo (1) Cabrero García, R. 1985: “El sepulcro megalítico de Caño Ronco (Camas, Sevilla) y su vinculación con el yacimiento calcolítico de Valencina de la Concepción”. Prehistoria 1: 1-16. Unpublished manuscript. Díaz 1991; Santana Falcón 1991; Ruiz Moreno & Martín Espinosa 1993; Martín Espinosa & Ruiz Moreno 1995; Ruiz Moreno & Martín Espinosa 1995; Arteaga Matute & Cruz-Auñón Briones 1999; Arteaga Matute & Cruz-Auñón Briones 2001). In 1998 a significant major megalithic structure, Montelirio, was also identified; excavations carried out between 2007 and 2009 have demonstrated that this is another major megalithic structure similar in scale to La Pastora and Matarrubilla (their locations are shown in Fig. 3). The results of the Montelirio excavations remain unpublished at the time of writing. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 68 David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella Fig. 2. Valencina de la Concepción (Sevilla). Orthophotograph showing the perimeter of the site and the locations (shown as darker tones) of known archaeological investigations (after Vargas Jiménez 2004: 49). Because of its extent, monumentality, density and diversity of domestic and funerary features, Valencina is a uniquely valuable resource for the investigation of issues that feature high on the agenda of Iberian Copper Age research such as the relationship between spatial extension and demographics, the scale and social role of metallurgy, economic specialisation, metallurgical production, spatial organisation, diversity of funerary practices and social ranking. However, the empirical evidence currently available for Valencina has several problems. The diversity and lack of coordination of the archaeological interventions carried out has led to an archaeological record that is extremely heterogeneous, varying significantly in precision, accuracy and reliability and which is therefore very difficult to interpret. The vast majority of recent investigations have been ‘rescue’ excavations and many different teams have worked in small areas of the site, often without coordination. The reports and studies produced have often been superficial and have lacked detailed post-excavation analysis. This paper addresses one of the main problems currently hampering a more accurate interpretation of this prehistoric settlement, namely the lack of overall data relating to its spatial or- ganization. This problem is a result of the whole northern sector of the site lying beneath the modern town of Valencina. Most of the excavations carried out there (which result from urban development) have consequently covered rather small land plots, making it very difficult to assess the layout of ditches and other negative features at a larger scale (especially in the light of this site’s particularly large scale). This problem is further compounded by the lack of a unified digital cartography for the hundreds of archaeological features that have been identified and excavated over the years. Some of the most relevant problems regarding the Valencina Copper Age community (productive specialization, social zoning, diachrony, etc.) will remain practically intractable unless large areas of the site are mapped and evidence of its spatial distribution becomes available (Costa Caramé et al. 2010). Thus, this paper is aimed as a preliminary description and discussion, for the first time, of the spatial distribution of a relatively large sector of the settlement. In December 2004, a geophysical survey was carried out by Kristian Strutt of the University of Southampton on behalf of the Inserco engineering company and the Junta de Andalucía (2) of a transect located at the southern part of Valencina, between the La Pastora and Montelirio sectors (Fig. 3). This survey is particularly important for a number of reasons. Firstly, this is the first-ever geophysical exploration of Valencina. Only very recently, the full potential of geophysics for the study of large-scale, spatially-complex southern Iberian Copper Age settlements has begun to be appreciated (Morán Acuña 2010; Valera et al. 2011). Secondly, the surveyed transect is within the largest non-built area of the site, basically formed by the triangle between the La Pastora, Montelirio and Matarrubilla megalithic monuments. This is therefore a very important scientific ‘reserve’ of Valencina, an area still unspoiled by urban growth and available for future research. Thirdly, the area covered by this transect (approximately 5.5 hectares) is quite significant, which makes it highly representative of the kind of evidence characteristic of this whole sector of the site. Finally, a fourth reason that adds to the relevance of this fieldwork (2) Strutt, K. 2005: Valencina de la Concepción, Seville Geophysical Survey Report January 2005. Southampton, University of Southampton. Unpublished Report. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement... Fig. 3. The southern sector of Valencina de la Concepción (Sevilla) (shaded in lighter grey) showing the locations of the 2004 magnetometer survey (A), the extent of 2007-2008 excavations at PP4-Montelirio (B) and the locations of some of the major megalithic monuments. is that, crucially, the surveyed transect is neighboring with the PP4-Montelirio sector of Valencina, which was excavated between 2007 and 2008 by one of the authors (JPC) (3). Thanks to this circumstance, not only it has been possible to see the results of the geomagnetic survey in the light of the evidence obtained in that excavation, but it has been also possible to join together the interpretative plan resulting from the magnetometry with that of the PP4-Montelirio excavation to create, for the first time ever, a large-scale cartography for part of Valencina. 2. DESCRIPTION OF THE SURVEY Magnetometry (4) was chosen as the most appropriate technique for its efficiency (Gaffney et (3) The Plan Parcial 4-Montelirio record, including over hundred prehistoric features (non-megalithic and megalithic, funerary and non-funerary), is currently under study by the authors of this paper. (4) The survey used two Geoscan Research FM36 fluxgate gradiometers to survey 30m × 30m grids located on a north-south axis. Readings were taken at 0.5m intervals along 1m traverses, and then processed using Geoplot 3.0 software. Data has been 69 al. 1991: 6) and its ability to locate features such as burials, pits, kilns, hearths, ovens and ditches (Scollar et al. 1990: 362; Geoscan Research 1996; Marshall 1999). No geophysical survey had previously been conducted in the area, and previous excavations and investigations in the southern sector of the site had been mainly explorations of extant megalithic tombs. Therefore there was little work to assess the range of prehistoric structures that may have existed in between these. The survey results indicated a significant number of features, which have been separated into north and south to enable sufficient detail to be reproduced, and shown in figures 4.1 and 5.1 while the identified magnetic anomalies are highlighted and numbered in the corresponding figures 4.2 and 5.2. In the southern part of the survey area (Figs. 4.2 and 5.2) two main concentrations of features are visible. At the southern limit of the survey, two dipolar linear anomalies (m1 and m2) appear to be modern pipelines. To the north of these is a large group of positive discrete anomalies (m3) measuring some 45m from north-south, and 30m east-west. The individual magnetic anomalies range from 2m to 4m in diameter, and all indicate features cut into the subsoil. Some of the anomalies in this area (such as m4 and m5) are curvilinear, measuring in some instances 5-10m in length. The concentration of features follows the edges of the low hill on the south side of the survey area (m6), running to the edge of the survey (m7). The anomalies in this area are elongated in shape and orientation, suggesting that they may have been badly eroded by modern plough activity over the hillside. A small number of discrete features are present on the lower slopes of the hill (m8), bounded on their north eastern side by a broad curvilinear band of readings (m9) that runs for a distance of over 16m towards the farm building and dry valley to the north. This may mark the line of a road that cut through the shallow valley between Montelirio and the low hillside to the west. A number of further positive features (m10) are visible in this area to the south of (m9). There is a second concentration of positive magnetic anomalies ‘despiked’ to remove large peaks, a ‘mean traverse’ function has been applied to average out ‘drift’ in the earth’s magnetic field during the survey and 0.5m values have been interpolated to equalize the spatial resolution in the x and y axes. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 70 David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella (m11) on the slope to the north of Montelirio. The large dipolar signal (m12) located on the north east edge of this concentration is caused by a modern electricity pylon while the positive anomalies (m13) and (m14) are in all probability created by the remains of ferrous material associated with a modern fence that has since been removed. Several features are visible to the north of the old fence (Fig. 5) including around 10-15 discrete features (m15) and a slight rectilinear positive feature (m16) marking a ditch or enclosure. A broad band of positive readings (m17) is orientated south-west to north-east, and extends for over 80m with a break in the centre. This appears to mark the line of a track or road running di- Fig. 4. Valencina de la Concepción (Sevilla), the southern part of the survey area 1) Greyscale image of the magnetometer. 2) Interpretation plot derived from the magnetometry. Fig. 5. Valencina de la Concepción (Sevilla), the northern part of the survey area 1) Greyscale image of the magnetometer. 2) Interpretation plot derived from the magnetometry. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement... rectly between (m25) and (m26) some 120m further north (see below). Once again, a number of features are visible down the slope from the main concentration (m18). Two potential roads or tracks (m19) and (m20) run north and north-west, while on the summit of the small hill, a series of discrete and linear anomalies (m21) form a rectilinear feature on the hilltop, a form that is strongly suggestive of a construction of some kind. Two discrete anomalies mark the north east extent of the feature (m22), and a line of similar pit features (m23) runs to the north east. An interesting formation of archaeological features occurs where the line of the road (m24) continues down the slope: it passes between two positive features (m25) and (m26), the former c. 9m in diameter, and the latter c. 6m in diameter which could represent large burial pits or silos. Two enclosure ditches (m27) and (m28) are visible on the northeastern confines of the survey results. The easternmost (m27) runs for a distance of over 100m in a broad curve, and is crossed by the second (m28), which curves for over 130m, meeting the line of the road feature (m20). The exact nature of these features is difficult to determine, although one apparently predates the other. 3. INTERPRETATION The results of the geophysical survey indicate significant archaeological deposits present in the area around Montelirio. In total, there are at least 160 identified anomalies, some of which are of very significant size. Although not all of these anomalies will be of prehistoric date (there is strong evidence of Roman activity in the area, as shown in PP4-Montelirio), this implies a very significant density of structures. The significance of these anomalies may be better appreciated when the survey results are examined in the light of the evidence unearthed by the rescue excavation carried out at Plan Parcial 4-Montelirio (5) which is directly adjacent to the geophysical survey (Fig. 6). A full programme of post-excavation and radiocarbon dating of PP4-Montelirio is cur- (5) Peinado Cucarella, J. 2009: Memoria arqueológica del plan parcial sector PP4 “Dolmen Montelirio” en el Término Municipal de Castilleja de Guzmán (Sevilla). Delegación de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla. 71 rently under way, but the general characteristics and spatial distribution of the features identified in this excavation bear significantly on the interpretation of the earlier geophysical survey. The area of PP4-Montelirio that was fully investigated, covering approximately 130m × 120m (1.5 hectares), revealed an estimated 211 structures and deposits (this figure is still in the process of being assessed by the post-excavation study). Most of these appeared after removal of between 0.5 and 1m of topsoil. Of these, 134 are of prehistoric date, mostly corresponding to the Copper Age, 24 are of Roman date, 44 are post-Roman date and 5 are chronologically undetermined. Among those of prehistoric date, most are, according to a preliminary assessment of their materials, of Copper Age date, although some others, pending the results of C14 analyses, may prove to be of Bronze Age date. Out of the 140 prehistoric features, 61 have been provisionally classified as of funerary character (they contain human remains) and 73 as non-funerary (they do not contain human remains) (Fig. 7: 1) gives a general perspective of the site during the excavation. The types of funerary structures found at PP4Montelirio are known widely within southern Iberia during the 3rd millennium cal BC. A minority of them may be described as ‘megalithic’; they consist of rock cut circular chambers (up to 2m in diameter) defined and lined by slate uprights (Fig. 7: 2). Examples present at PP4Montelirio include two examples of ‘double’ tombs comprising two chambers joined by a short passage leaving the first chamber at an angle. These appear in the centre of areas of approximately 40-50m diameter which are largely devoid of other Chalcolithic structures, leading to the possibility that each was covered with a mound or protected in some way from ‘satellite’ burials and activity. Other 12 rock-cut funerary structures have some stone elements, but they cannot be described as “megalithic” because of the scarcity of stones (let alone large stones) and because those stones do not play a fundamental architectural role. Finally, there is a further 43 rock cut structures without any stone architecture, mostly consisting in circular, pseudo-circular or irregular shallow pits (Fig. 7: 3). An in-the-field preliminary estimate sets at c. 150 the number of buried individuals, but this figure may well be significantly increased once the anthropological study is completed. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 72 David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella Fig. 6. Valencina de la Concepción (Sevilla), summary plans of the geomagnetic survey and the main features encountered in the PP4 excavations (not all features are shown, and not all the features shown for PP4 were excavated), also showing the approximate position and orientation of the Montelirio passage grave. PP4 = Plan Parcial sector 4, Término Municipal Castilleja de Guzmán, Sevilla. The 73 non-funerary structures found at PP4Montelirio include a number of what were interpreted during the excavation as domestic structures. Of note among these was an irregular, approximately oval ditch feature around 10m of maximum diameter (visible in figure 7: 1), and a structure provisionally identified as a hut base (Fig. 7: 4). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement... 73 Fig. 7. 1) Aerial view of the PP4 excavations looking south. The PP4 excavation is in the foreground showing (bottom right) a double tholos tomb, and (centre and centre left) a variety of negative funerary and non-funerary structures and a ring ditch. To the left of the image is the settlement of Castilleja de Guzmán (Sevilla), while the Montelirio (Sevilla) passage grave is visible towards the upper right corner. The geophysical survey area is out of image to the right. 2) Aerial view of one of megalithic structure 10.034 of the PP4 excavation, showing in situ primary grave deposits. The chamber is approximately 2.1m diameter. 3) example of a non-megalithic burial feature (structure 10.028) from the PP4 excavation: a collective burial within a circular cut structure. Examples of both single and collective burials are present, both with and without associated grave goods. 4) An example of a non-megalithic, non-funerary structure (structure 10.008) from the PP4 excavation provisionally interpreted as a hut-base. All photos: José Peinado Cucarella. We now return to the geomagnetic survey discussed above to interpret the anomalies in light of the evidence from PP4. With the execption of the modern disturbance close to the main road to the south, and the remains of a fence line across the centre of the survey area, from their form and from the strength of the magnetic signal, all the features identified in the Magnetometry image are compatible with the kind of archaeological record found at PP4-Montelirio. There are at least three main concentrations of features across the area. The southernmost (Fig. 4: 2) follow the contours to the west of Montelirio. Two main types are visible: discrete pit-like features and linear features. The relatively low magnetic signal of the features further precludes them from being later industrial features such as hearths and kilns. The mixture of pit-like forms and more linear structures is extremely similar to the set of features encountered at PP4, suggesting that there is likely to be a mixture of prehistoric cut features in this area. From the results, it is not possible to distinguish whether these represent burials, silos or ditches all of which are cut into the subsoil, and would be represented by similar measurements. It is also difficult to define a chronological period for these features. The presence of a small number of Roman burials at PP4 does raise Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 74 David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella the possibility that some of these features are later, and surface material observed around feature (m7) does appear to be Roman in date. The second concentration of features (m11 - m18) is similar to those mentioned above, and again could represent a mixture of structures cut into suboil of various sizes and plans. The former is supported by field observation of a disturbed prehistoric inhumation immediately to the east. The shape of feature m16 – a circular anomaly with two linear features attached at an angle – is very suggestive of the type of ‘double’ tholos structure, of which two were encountered at PP4. The concentration of features to the north of the surveyed transect (Fig. 5: 2) includes a wider array of features similar in size and form to the burial chambers found at PP4-Montelirio. The close proximity of both La Pastora and Montelirio is suggestive of their potential funerary and/ or ritual character. The collection of features (m21) on the hilltop could easily be seen to represent a large cluster of structures, with entrance facing to the north east (as is typical for southern Iberia) and accompanied by a series of other features. This is conjectural, as the features could equally show the location of pits and ditches on the hill. Only through excavation could such an interpretation be validated. A further set of features on the northern edge of the survey area (m27 and m28) appears to include two substantial ditches, each some 5m in width. It is apparent from the survey that one pre-dates the other, and their scale and curvilinear form may suggest that they are prehistoric in date, although this is again conjectural. It is particularly interesting to compare these with the circular ditch excavated at PP4: although the features in the geophysical survey are larger, it remains a clear possibility that these are related in some way to the Chalcolithic use of the area, either demarcating the boundary of ritual areas or perhaps indicating different phases of use of the area for different purposes. Again, only excavation will resolve the precise nature of these features. 1) Geophysics (particularly magnetometry) has the potential to successfully locate a substantial number of archaeological features, providing evidence as to their size and shape, at a site like Valencina. The exact nature and date of the features visible in the survey results requires verification through excavation, but it is clear that the use of geophysics has significantly extended the number and range of archaeological features known in the southern sector of the site, suggesting that there is much to be gained in the future from a further systematic programme of geophysical prospecting using magnetometry. The use of other methods such as targeted use of Ground Penetrating Radar could also significantly improve the interpretation of these newly-identified structures without the immediate need for excavations. 2) Judging by the variability in size and shape, the anomalies identified in the geophysics represent various types of archaeological (architectural) structures, ranging from megalithic chambers to circular or irregular pits and large ditches. This matches exactly the range and density of features found at the PP4-Montelirio area. In particular, the survey suggests the possible existence of new chambered tombs and two large, curvilinear ditches. 3) The fact that such a diverse morphological and functional range of features appear to exist over such a large area lends support to the suggestion that the spatial organisation of the Valencina settlement is more complex than hitherto claimed, and further questions the conventional characterisation of the site as sharply divided into a burial and a domestic area. Although the evidence is still under investigation and no firm claims can be as yet made, the existence of nonmegalithic, non-funerary negative structures at PP4-Montelirio suggests that domestic structures such as storage pits, hut bases, linear or circular ditches and others may have existed in the La Pastora/Montelirio area before, during, or after its use as burial ground. Spatial overlapping (and perhaps chronological co-existence) of burial and domestic structures is evident in the northern half of Valencina (Costa Caramé et al. 2010 (6)), and 4. DISCUSSION A number of observations can be made from this fieldwork: (6) García Sanjuán, L. & Díaz-Zorita Bonilla, M. in print: “Prácticas funerarias en estructuras negativas en el asentamiento prehistórico de Valencina de la Concepción (Sevilla, España): análisis contextual y osteoarqueológico”. In M. Almeida (ed.): Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement... therefore it should not be entirely surprising that this co-existence may also exist in the southern sector of the site. Recent research at 3rd millennium sites in central Spain (Bueno Ramírez et al. 2010: 66) and southern Portugal (7) shows evidence of close spatial association between domestic and funerary structures (including megalithic monuments), occurring at certain sites, something also described in the ethnographic literature of the megalithic phenomenon (Hayden 2011: 52; Joussaume 2011). This adds credence to the possibility that the evidence found between La Pastora and Montelirio at Valencina could result from several – perhaps many – phases of use whose focus shifted over time, with the different phases of use characterised by archaelogical remains. Alternatively, the range of practices may relate to social differentiation and status, or there may be a mixture of these two processes in operation. 4) The issue of the simultaneity (or lack thereof) of use of the structures found between La Pastora and Montelirio or indeed at PP4Montelirio itself can only be resolved through a programme of radiocarbon dating both of newly excavated material and – where possible – of material that can be reliably identified from previous excavations. Experience elsewhere (Cleal et al. 1995; Bayliss et al. 2007; Whittle et al. 2007) suggests that such analysis of existing material, supported by new approaches to dating such as Bayesian calibration (Buck et al. 1991, 1992; Buck & Sahu 2000) can enable precise and detailed chronologies to be assembled. The chronology of the entire Valencina site is also far from clear: the available radiocarbon dates suggest that activity could have extended from the early 3rd to the mid-2nd millennium BC. It is therefore currently unclear whether Valencina represents a single phase of occupation in which all c. 400 hectares were occupied simultaneously, or a series of occupations or activities repeated (perhaps seasonally) over more than 1500 years, or some- Estruturas Negativas da Pré-História Recente e Proto-História Peninsulares: Estado Actual dos Conhecimentos e Interrogações (Beja, 2009). Dryas. Beja. (7) Valera, A. C.; Márquez Romero, J. E.; Becker, H.; Jiménez Jaimez, V. & Suárez Padilla, J. 2011 (in print): “O complexo arqueológico dos Perdigões: nova imagem e novos problemas proporcionados pela prospecção geofísica”. Xelb, Actas do 8.º Encontro de Arqueologia do Algarve (Silves, 25-27 Outubro, 2007), Silves, Câmara Municipal de Silves. 75 thing between these extremes. Elsewhere in Atlantic Europe, megalithic structures of significantly greater scale such as Stonehenge (Pollard & Ruggles 2001; Parker Pearson 2004; Parker Pearson et al. 2006) and Avebury (Whittle 1993; Pollard & Reynolds 2002; Gillings et al. 2008) have not been shown to be associated with large, permanent settlements and appear more likely to result from less rigid forms of social organisation that may include seasonal gathering, periodic or ‘tethered’ sedentism (Whittle 1997). 5) This survey highlights the clear and pressing need for a systematic synthesises of previous archaeological work in all areas of the site, permitting greater comparisons between areas of the site and facilitating spatial analysis. There are limitations to what can be known from previous excavations, or deduced from non-destructive methods such as these (even when there are fortuitously adjacent rescue excavations) but a coherent chronological framework and a spatiallyreferenced archaeological database that permits interpretations to be tested against robust evidence are both essential if debates surrounding the important developments in the southern Iberian Copper Age are to be advanced. ACKNOWLEDGEMENTS This paper has been produced as part of the ongoing work within the research project “Comparative Analysis of the Socioeconomic dynamics of Late Prehistory in the Centre-South of the Iberian peninsula (VI-II millennia cal BCE): the South-west” (HAR2009-14360-C03-03) funded by the Spanish Ministry of Science and Innovation. The authors also acknowledge the support of INSERCO in conducting the geophysical survey, and also the Universities of Southampton and Seville. We also acknowledge the assistance of Dr Manuel Costa Caramé for access to his PhD research and David Knight during the geophysical survey. BIBLIOGRAPHY Arteaga Matute, O. & Cruz-Auñón Briones, R. 1999: “Una valoración del Patrimonio Histórico en el campo de silos de la finca El Cuervo-RTVA (Valencina de la Concepción, Sevilla). Excavación de Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12080 76 David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella urgencia de 1995”. Anuario Arqueológico de Andalucía 1995: 608-616. Arteaga Matute, O. & Cruz-Auñón Briones, R. 2001: “Las nuevas sepulturas prehistóricas (tholoi) y los enterramientos bajo túmulos (Tartesios) de Castilleja de Guzmán (Sevilla). Excavación de Urgencia de 1996”. Anuario Arqueológico de Andalucía 1996: 640-651. 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Later Prehistoric carvings in Galician rock shelters Ramón Fábregas Valcarce (*) Carlos Rodríguez Rellán (*) RESUMEN (1) La prospección sistemática de arte rupestre en el Ayuntamiento de Porto do Son (A Coruña) ha permitido la localización de casi dos centenares de grabados, dos de ellos en abrigos graníticos. A estos últimos se suman otros dos casos en las comarcas occidentales de Galicia. La temática presente es idéntica a la del arte galaico al aire libre, datado grosso modo en el III milenio a.C. Estos hallazgos plantean, por otra parte, la intencionada restricción física sobre la visualización de este fenómeno. La convivencia de motivos en el interior de cavidades con otros situados al aire libre e incluso en frisos verticales fácilmente perceptibles demuestra la variabilidad de estas manifestaciones y nos permite reflexionar sobre la audiencia a la que habrían estado destinadas las diferentes estaciones rupestres. ABSTRACT The systematic survey of rock art in the area of the town council of Porto do Son (A Coruña) has allowed us to find nearly two hundred carved surfaces, two of them located within rock shelters. Two other examples in the Western regions of Galicia must be added to those. The motifs inside the rock shelters are exactly the same as those found in the open-air petroglyphs, which can be roughly dated to the third millennium BC. These finds attest to the existence of an intentional constraint on the visibility of these graphic manifestations. The coexistence of motifs inside cavities and others located outdoors, even on fairly conspicuous vertical friezes, shows the variability of this phenomenon and allows us to reflect on the different audiences at which the rock sites would have been aimed. (*) Dpto. de Historia I, Facultade de Xeografía e Historia, Universidade de Santiago de Compostela. Praza da Universidade 1. 15782 Santiago de Compostela. Correos e.: ramon.fabregas@usc.es; carlos.rellan@usc.es Recibido: 21-III-2011; aceptado: 6-V-2011. Palabras clave: Arqueología del paisaje; Prehistoria Reciente; Arte esquemático; Espacio ritual; Armas; Caza. Key words: Landscape Archeology; Recent Prehistory; Schematic Art; Ritual Space; Weapons; Hunting. 1. INTRODUCCIÓN Uno de los aspectos que más atención ha concitado en los estudios sobre arte prehistórico realizados en las últimas décadas tiene que ver con el público al que las manifestaciones artísticas se habrían dirigido. Como acertadamente señala R. Bradley (2009: 8), pocas veces resulta posible deducir el significado de las imágenes del pasado sin la ayuda de documentación escrita, pero es factible abordar la relación entre las grafías y la gente que las contempló en su momento. En este sentido, podría plantearse la diferencia esencial que existe entre el arte ejecutado al aire libre y aquel realizado en el interior de cuevas o locales artificialmente cerrados (megalitos o viviendas por ejemplo), pues la segunda opción propone una limitación evidente respecto al número de observadores y circunstancias (iluminación o sonoridad por ejemplo) de su visualización. No obstante, como veremos, esta oposición tan definida está abierta a la matización toda vez que, por ejemplo, en el exterior pueden darse situaciones que modulen esa mayor ‘apertura’, no sólo en nombre de las convenciones sociales sino en función de la disposición de los paneles decorados o la microtopografía del entorno de éstos, que pueden plantear restricciones a la ‘publicidad’ de las manifestaciones artísticas o imponer perspectivas o recorridos específicos para su contemplación. A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos 81 Por otra parte, la discreción o recogimiento asociados a las imágenes ejecutadas en el interior pueden estar compensados, siquiera parcialmente, por su vinculación a monumentos o formaciones geológicas llamativas, que actúen como referentes en el paisaje. Al mismo tiempo debemos tener en cuenta que las cuevas y abrigos pueden tener múltiples usos, desde los de naturaleza ceremonial al simple empleo como refugio más o menos ocasional. Las consideraciones precedentes resultan de interés a la hora de abordar las expresiones gráficas encuadradas bajo la denominación de petroglifos galaicos, un grupo artístico cuya cronología coincide básicamente con el III milenio AC, si bien con extensiones temporales anteriores y posteriores a dicho marco cronológico (Fábregas 2010). Los petroglifos tienen como una de sus señales distintivas el comparecer sobre rocas al aire libre, generalmente poco conspicuas, aunque existan excepciones a esta norma como en el gran panel del Outeiro dos Lameiros (Baiona, Pontevedra), cuya imaginería y emplazamiento lo aproximan al arte esquemático, en un área (SO de Galicia) donde abundan los indicios de interacción e influencia mutua entre ambos grupos artísticos (Bradley y Fábregas 1999). En este trabajo presentaremos varios casos en los que motivos clásicos entre las insculturas gallegas, como combinaciones circulares de cierta complejidad o representaciones de zoomorfos, han sido grabados en oquedades y abrigos graníticos. Una última estación (Pedra Xestosa) tiene la peculiaridad de plasmar en un mismo afloramiento rocoso una aparente convivencia entre paneles grabados al aire libre y otros protegidos por una visera pétrea. han tenido una naturaleza variable, desde aquélla estrictamente doméstica a otra posiblemente funeraria o ritual. En este sentido, es conocida la presencia humana en abrigos graníticos desde, al menos, el Paleolítico Superior y el Epipaleolítico, con yacimientos como los de Pena Grande (Vilalba, Lugo) (Ramil y Ramil 1995). Posteriormente, en el Neolítico, existen también evidencias puntuales de actividades humanas al interior de este tipo de cavidades, caso de A Cunchosa (Cangas, Pontevedra) (Suárez 1997), prolongándose éstas incluso hasta bien entrada la Edad del Hierro, como en Os Pericos (Ribeira, A Coruña) (Vilaseco y Fábregas 2008) o Cova dos Mouros (Oímbra, Ourense), en la que también podrían atestiguarse ocupaciones anteriores (Gómez y Vázquez 2009). Junto a estos ejemplos, en los que las ocupaciones tendrían un carácter probablemente doméstico, encontramos casos como los de Arca dos Penedos (Baltar, Ourense) (Eguileta et al. 1993-1994) o la gran cavidad de O Folón (Vigo, Pontevedra) (Rodríguez et al. 1996-1997) donde la parquedad de material (varios fragmentos de campaniforme cordado en el primero y un vaso de cerámica incisometopada tipo Penha y sendos útiles pulimentados en el segundo) podrían apuntar a la posibilidad de deposiciones votivas o bien de enterramientos de los que, debido a las condiciones locales extremadamente ácidas, no haya quedado ninguna evidencia orgánica. Resulta interesante que, a día de hoy, no se hayan documentado evidencias de arte, a pesar de que –por ejemplo– en concreto en O Folón, la formación en la que se sitúan las cavidades tiene un buen número de paneles rupestres al aire libre. 2. LOS ABRIGOS Y CAVIDADES GRANÍTICAS DURANTE LA PREHISTORIA RECIENTE EN GALICIA 3. GRABADOS RUPESTRES EN EL INTERIOR DE ABRIGOS La escasez de cuevas en la mayor parte del territorio gallego, consecuencia de la reducida existencia de formaciones calizas (concentradas en el sector oriental de las provincias de Lugo y Ourense) y el dominio casi absoluto que las litologías plutónicas tienen en buena parte de esta comunidad, ha convertido a los abrigos graníticos en una alternativa puntual para las ocupaciones humanas a lo largo de la Prehistoria, las cuales Las investigaciones realizadas en diversos puntos de la costa occidental gallega, en colaboración con especialistas y aficionados locales, nos permitieron localizar más de un centenar de estaciones rupestres, cuatro de ellas (Fig. 1) situadas en el interior de abrigos o viseras graníticas de distinta entidad y con un carácter más o menos reservado. Con anterioridad a estos trabajos, contábamos tan solo con la referencia a la existencia de grabados en cinco cavidades de Corme (A Coruña), entre las que destaca Petón da Campaíña, una Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 82 Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán al aire libre: combinaciones circulares complejas y zoomorfos. Pedra Xestosa (Laxe, A Coruña): se sitúa al noroeste de Galicia, en un lugar que hasta hace muy poco se creía huérfano de representaciones naturalistas (Rodríguez et al. 2010). La estación se encuentra sobre un gran batolito granítico en torno a los 3 m de altura y con su eje mayor orientado en dirección NE-SO. Es un afloramiento no especialmente conspicuo situado en la ruptura cóncava de una pequeña vaguada protegida de los vientos del norte (Fig. 2). En la parte sur del afloramiento existe un pequeño abrigo de apenas un metro de ancho y poco Fig. 1. Situación en la Península Ibérica de los principales abrigos con arte rupestre de A Coruña mencionados en el texto: 1. Pedra Xestosa (Laxe); 2. Petón da Campaíña (Corme); 3. Outeiro de Rixidores (Carnota); 4. Calderramos y 5. Rego de Corzo (Porto do Son). enorme visera granítica en cuyo interior se han documentado motivos sencillos (cazoletas, líneas y círculos simples), amén de otros de cronología probablemente histórica (Mañana y Santos 2002). A éstos habría que sumar los abrigos de Peneites (Nigrán) y Pedra Cavada (Gondomar), en Pontevedra, en cuyo piso rocoso se practicaron respectivamente una y dos pequeñas piletas de forma cuadrangular, para las que contamos con paralelos al aire libre repartidos a lo largo de más de medio centenar de puntos del suroeste gallego, a menudo asociadas a grabados prehistóricos (Vázquez Rozas 1998; Fábregas 2010). La principal novedad de las estaciones que ahora presentamos estriba en que se documenten, por primera vez en el interior de abrigos, los motivos clásicos del corpus rupestre prehistórico Fig. 2. A Coruña: planos de situación de los abrigos de Pedra Xestosa (Laxe) y Rego de Corzo (Porto do Son); círculos: paneles horizontales; cuadrados: paneles verticales / negro: motivos geométricos; blanco: motivos naturalistas (base: Mapa Topográfico Nacional, escala 1:5.000). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos Fig. 3. Detalle del abrigo de Pedra Xestosa (Laxe, A Coruña) y del calco de los motivos documentados en su interior. más de 1,5 m de altura, conformado por un tafone originado por la erosión eólica (Fig. 3). En la pared de esta minúscula cavidad se documentó un zoomorfo con cornamenta amén de una combinación circular incompleta, único motivo abstracto presente en toda la estación. También se observan varios cruciformes claramente modernos. Otro panel se sitúa en la parte externa de la roca que actúa de cubierta del abrigo (Fig. 4) y se compone de al menos seis cérvidos presididos por un gran macho. Varios de estos animales han sido representados en actitudes naturalistas, como el berreo o el olisqueo de genitales. El tercer conjunto, el más complejo de la estación, se localiza sobre una pared totalmente vertical de casi 2 m de altura y 6 m de longitud donde se ha identificado una escena de caza: seis cérvidos se enfrentan a otras cuatro o posiblemente cinco figuras de animales de mayor esquematismo, interpretados como cánidos, así como a un antropomorfo. La 83 composición está dominada por la confrontación entre el cérvido de mayor tamaño y cornamenta más desarrollada y el antropomorfo, cuyo brazo delantero se proyecta de modo antinatural hacia la cabeza del gran animal. Ello, con toda probabilidad, representa algún tipo de arma, posiblemente una lanza, como también podrían serlo las líneas horizontales dispuestas frente al cérvido situado en el extremo derecho de la escena. Entre la figura humana y el gran ciervo, por encima de ambos, aparece una imagen incompleta –¿un posible ídolo o divinidad protectora?– paralelizable con otras conocidas en estaciones gallegas (Santos 2005a) así como en la pintura del dolmen de Orca dos Juncais (Viseu, Portugal), con el que este panel guarda notables similitudes. Rego de Corzo VI (Porto do Son, A Coruña): el abrigo se sitúa en las estribaciones occidentales de la Sierra del Barbanza, en la zona de transición hacia la amplia plataforma costera (Fig. 2). Se encuadra en un área de unas 40 ha (Outeiro Campelos-Rego de Corzo), en la que se ha documentado un considerable número de estaciones rupestres, algunas de gran monumentalidad, situadas en puntos desde los que se domina visualmente los valles que desembocan en el océano (Fig. 5A). Dicha zona se caracteriza por numerosos batolitos graníticos que conforman un relieve escalonado y compartimentado por pequeñas gargantas por donde circulan cursos de agua en torno a los cuales se concentran buena parte de los grabados. Estos accidentes delimitan, a Norte y Sur, un espolón en cuya ladera occidental se encuentra el abrigo, con su entrada orientada al Oeste y un interior de poco más de 2 m de ancho, 1,5 m de profundidad y 50 cm de altura (Fig. 6). En el suelo rocoso de la cavidad se localizan cuatro zoomorfos, probablemente cérvidos, dos de ellos incompletos. Éstos se orientan mayoritariamente hacia la derecha, con la excepción del mayor y mejor conservado de los animales. Pese a estar a cubierto, los surcos presentan un cierto grado de erosión, resultado de la existencia de pequeñas aperturas en la parte sureste del abrigo por las que penetra el agua de lluvia. No obstante, su surco relativamente estrecho e irregular parece sugerir que en su elaboración se habría empleado la técnica del piqueteado. Esta información resulta de gran importancia desde un punto de vista técnico, pues dado el alto grado de erosión que afecta a los grabados rupestres galai- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 84 Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán Fig. 4. Aspecto general de Pedra Xestosa (Laxe, A Coruña) con la situación y calco de los paneles situados al aire libre. cos al aire libre, nunca se ha podido determinar con seguridad la técnica exacta empleada para su realización. Calderramos (Porto do Son, A Coruña): el abrigo se localiza a 3 km al Norte de Rego de Fig. 5. A Coruña: perspectivas desde el interior del abrigo de Rego de Corzo (Porto do Son) (A), así como desde la entrada de los abrigos de Calderramos (Porto do Son) (B) y Outeiro de Rixidores (Carnota) (C). Corzo, también en la zona inmediata de transición hacia la plataforma costera (Fig. 7). Se ubica dominando en altura una pequeña vaguada que desciende en dirección suroeste hacia la costa atlántica. Esta hondonada, sobre la cual el abrigo ejerce un evidente control visual (Fig. 5B), en la actualidad está profundamente modificada por la construcción de terrazas para el cultivo, si bien antiguamente servía de cauce para un pequeño curso de agua. El abrigo (Fig. 8) consiste en una diminuta cavidad granítica, abierta hacia el sureste, de poco más de 2 m de ancho por apenas uno de profundidad, mientras que su altura no supera los 70 cm. En su origen tendría un carácter mucho más cerrado y reservado, perdido a raíz de las actividades de cantería tradicional que removieron parte de la visera pétrea. Los motivos, parcialmente al aire libre, se sitúan en el suelo inclinado en dirección a la pendiente. El conjunto comprende una multitud de surcos que no conforman ninguna figura reconocible y que, en ocasiones, han aprovechado las diaclasas de la propia roca. Junto a éstos, contamos con cazoletas de diversos tamaños y profundidades así como varios motivos geomé- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos Fig. 6. Aspecto general del abrigo de Rego de Corzo (Porto do Son, A Coruña) y calco de los motivos documentados en su interior. tricos, entre los que destaca una combinación circular incompleta situada en el interior del abrigo. Pese a haberse documentado señales recientes de fuego dentro de la cavidad, los grabados presentan un buen estado de conservación. Ello ha permitido identificar la técnica empleada para su ejecución: piqueteado en la combinación circular y buena parte de los surcos lineales, pudiendo observarse incluso los golpes individuales realizados durante el proceso, y pulido en varias cazoletas, fundamentalmente las de mayor tamaño. En el momento de su descubrimiento, se recogieron muestras del sedimento de su interior para su análisis si bien, lamentablemente, éstas no proporcionaron ningún resultado significativo. 85 Fig. 7. A Coruña: planos de situación de los abrigos de Calderramos (Porto do Son) y Outeiro de Rixidores (Carnota); círculos: paneles horizontales; cuadrados: paneles verticales / negro: motivos geométricos; blanco: motivos naturalistas (base: Mapa Topográfico Nacional, escala 1:5.000). Outeiro de Rixidores (Carnota, A Coruña): el abrigo (Cernadas 2007) se sitúa en el sector inferior-medio de la ladera noroeste de una pequeña sierra cuya cota máxima en ese punto se sitúa en torno a los 490 m. La estación se localiza sobre una terraza natural que supone uno de los pocos relieves suaves en un área caracterizada por su fuerte pendiente (Fig. 7). En las cercanías existe una pequeña vaguada por la que desciende, en dirección Oeste, un riachuelo. La orientación del abrigo ignora por completo dicha vaguada, para enfocarse hacia la amplia plataforma costera sobre la que goza de una espectacular perspectiva (Fig. 5C). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 86 Fig. 8. Aspecto general del abrigo de Calderramos (A Coruña) y calco de los motivos documentados. El grabado no se sitúa en un abrigo sensu estricto, sino más bien bajo una pequeña visera granítica naturalmente conformada por dos de los numerosos batolitos (Fig. 9) que componen la amplia y recortada masa granítica que domina las laderas de este punto de la costa occidental gallega. La naturaleza recogida u oculta de la estación está fuera de toda duda, pues la observación del motivo y del propio panel exige el acceso a la cavidad. Este carácter cerrado podría haber sido acentuado de manera artificial mediante la colocación de una laja granítica plana en la parte superior de la visera, si bien resulta difícil determinar si ésta fue colocada coetáneamente al proceso de grabado o bien en momentos posteriores, quizás por parte de pastores que buscaban abrigo. El panel está conformado por una combinación circular de considerables dimensiones (78 cm de diámetro) situada en el suelo y orientada Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán Fig. 9. Aspecto general de Outeiro de Rixidores (Carnota, A Coruña) y calco del motivo documentado en su interior. según la pendiente. El grabado se ha visto condicionado por la existencia de una diaclasa que atraviesa la parte inferior del panel. La erosión del motivo ha sido considerable, debido a su exposición a los vientos procedentes del océano, siendo imposible determinar la técnica empleada en su ejecución. 4. ARTE RUPESTRE GALLEGO AL AIRE LIBRE Y EN ABRIGOS Los abrigos que acabamos de describir comparten una característica: los grabados se han ubicado siempre en el suelo o bien en la parte baja de las paredes, mientras que sus zonas medias y altas fueron sistemáticamente ignoradas. Dicha circunstancia parece indicar una cierta trasposición al interior del abrigo de la lógica de grabado propia de buena parte del arte rupestre Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos al aire libre, más que de la dinámica que puede observarse en los abrigos con arte esquemático y en las cámaras megalíticas, donde las representaciones evidencian una acusada verticalidad. Hay más diferencias entre las estaciones al aire libre y en abrigos, referentes a la naturaleza y complejidad de sus grabados, las propias características internas de las cavidades, la ubicación de los mismos en el lugar y su facilidad de acceso. Los abrigos con arte rupestre documentados en Galicia no comparten –en cuanto a su ubicación– la mayoría de las características de los lugares con arte esquemático, donde muchas de las cavidades se sitúan en lugares difícilmente accesibles, lo que teóricamente habría limitado su contemplación. En nuestro caso, los abrigos comparten localización con otras insculturas al aire libre (Figs. 2 y 5), dominando valles fluviales y plataformas costeras desde las cuales se tendría una relativa facilidad de acceso a las estaciones. A pesar de ello, existen abrigos más fácilmente asequibles –como Pedra Xestosa o Calderramos– que otros, como Rego de Corzo y, sobre todo, Outeiro de Rixidores. Todos estos recintos tienen en común el reducido tamaño de su interior, siendo prácticamente imposible permanecer de pie o incluso agachado, debido fundamentalmente a que, salvo en Pedra Xestosa, no superan el metro de altura. Además, en Outeiro de Rixidores, Petón da Campaíña o Pedra Xestosa, este escaso tamaño viene acompañado de un deficiente aislamiento con respecto a los agentes atmosféricos, siendo frecuentes las filtraciones en su interior del agua de lluvia y de las corrientes de aire. Bastante más cerrados son Rego de Corzo y, sobre todo, Calderramos, hasta el punto de que, en el caso de este último, su insuficiente iluminación habría dificultado la visualización de los motivos. Por todo ello, dichas cavidades serían muy poco adecuadas para su uso doméstico, aunque sí para la realización de rituales que requiriesen de una reclusión más o menos clara. Los abrigos gozan de ciertas cualidades que sin duda los habrían dotado de un carácter especial para los seres humanos de la Prehistoria. Ello muy verosímilmente habría sido clave para la ubicación en su interior de diversas manifestaciones artísticas, de modo que el simbolismo propio de ambas entidades –arte y abrigo– se potenciase mutuamente. La oscuridad reinante en el interior de estas cavidades produciría una especie de ‘privación 87 sensorial’ que –en cierto sentido– habría detraído al observador de sus experiencias cotidianas, transportándolo a un mundo donde sus facultades sensitivas normales estarían alteradas. Probablemente por ello dichos recintos han sido considerados por muchas sociedades como lugares de transición entre dos mundos o realidades (Bradley 2009: 65). La naturaleza reducida y semi-cerrada de los abrigos habría aislado al individuo de los estímulos visuales y auditivos procedentes del exterior, facilitando la focalización de su atención hacia los grabados. Además, la escasa visibilidad en su interior habría exigido en alguna ocasión utilizar medios artificiales de iluminación o bien el uso del tacto para apreciar los motivos. La acústica reverberante habría potenciado la sonoridad producida por el golpeo y/o rasgado derivado del grabado así como los sonidos emitidos durante los ritos. Por otra parte, debido al reducido tamaño de los abrigos, es muy posible que durante todo el proceso el observador hubiese estado obligado a adoptar posturas forzadas e incómodas y a permanecer agachado o incluso tumbado. Todas estas circunstancias habrían condicionado profundamente el nivel de intensidad y significado de la interacción entre arte y observador diferenciándola, hasta cierto punto, del tipo de experiencias que se podrían haber tenido en el arte rupestre al aire libre. En función de dichas disimilitudes, es muy posible que se hubiese otorgado al arte de las cavidades un significado e incluso un tipo de audiencia diferentes. Resulta tentador relacionar las especiales condiciones reinantes en el interior de los abrigos con la ya clásica asociación entre los procesos de producción del arte y los estados alterados de conciencia protagonizados, probablemente, por algún especialista de lo ritual (Lewis-Williams 2002). El arte rupestre galaico tampoco se ha sustraído a esa interpretación (Peña y Rey 2001), que podría apoyarse en la aparición de sustancias alucinógenas en los análisis de fitolitos realizados en algún petroglifo gallego (Fábregas 2010), si bien la vinculación cronológica de las mismas al momento de uso de los grabados no está asegurada (Guerra y López 2006). Por otro lado, no han sido pocos los autores (Kehoe 2000; Bahn 2001; Insoll 2004) que han criticado la vinculación establecida por algunos investigadores (Lewis-Williams 2002) entre arte, estados alterados de consciencia y chamanismo, señalando lo inapropiado de la aplicación general Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 88 del último término, hecho que también podría extenderse al caso gallego. 5. PERCEPTIBILIDAD DEL ARTE RUPESTRE GALAICO De modo general, se ha caracterizado al arte rupestre galaico, en tanto que ubicado al aire libre, como un fenómeno con una muy limitada imposición de restricciones para su contemplación, en contraste con el arte megalítico. Tradicionalmente se ha considerado a los petroglifos como un elemento abierto, fácilmente perceptible y accesible prácticamente a todo aquel que se moviese por el paisaje prehistórico. En consecuencia, estos grabados han sido asociados a un tipo de audiencia muy amplio y poco especializado con la excepción –quizás– de los grabados de armas, a menudo vinculados a grupos o cofradías de guerreros (Vázquez Varela 2000). La documentación de arte en el interior de abrigos introduce una vuelta de tuerca en esta visión, pues su divergencia con respecto a los grabados al aire libre sería, en cierto modo, la misma que se propone entre petroglifos y arte megalítico: su naturaleza restrictiva y el tipo de audiencia al que estarían destinados (Bradley 2009: 120). La ubicación de los grabados en el interior de cavidades evidencia una voluntad efectiva por controlar el tamaño y la propia composición de los agentes involucrados y, lo que consideramos muy importante, una clara pretensión de ‘ocultación’ de las representaciones. El afán de ocultación evidenciado por estos petroglifos indica que debe relativizarse, al menos en parte, el papel que de modo general se le ha atribuido al arte rupestre galaico como ‘marcador del paisaje’. Este tipo de concepciones vinculan el supuesto carácter abierto y la elevada perceptibilidad del arte rupestre al aire libre con audiencias muy amplias que, superando incluso a la comunidad creadora, abarcarían en parte a grupos vecinos y rivales. En este sentido, los trabajos de T. Ingold (1987) y M. Casimir (1992) han tenido un enorme calado en la concepción del arte rupestre galaico como un elemento articulador y/o normativo del uso del espacio por parte de sociedades productoras aún con un alto grado de movilidad (Bradley 1997). En función de dichas interpreta- Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán ciones, los petroglifos habrían sido herramientas de comunicación básicamente ‘intergrupal’, destinadas a mediar en el uso del paisaje por parte de dos o más poblaciones vecinas, estableciendo el acceso preferente o exclusivo por parte de un grupo determinado a un lugar económica y/o simbólicamente importante. Dicha interpretación convertiría al arte rupestre en una especie de código de señales o mensajes que funcionaría a modo de intercambio fijo de impresiones entre sociedades que no estarían en contacto directo de modo frecuente. Otros autores han remarcado, no obstante, que parte de esta información habría ido destinada también a los propios miembros de la comunidad, a modo de transmisor ‘intergeneracional’ de información útil vinculada generalmente a la explotación de los recursos del territorio circundante (Taçon 1994). 5.1. Visibilidad y perceptibilidad Al abrigo de interpretaciones como las que acabamos de exponer, en las últimas décadas en gran número de investigaciones (Bradley et al. 1994; Santos 1999) las estaciones rupestres han sido analizadas fundamentalmente en el marco del paisaje circundante, a través del estudio de su distribución espacial, así como de su relación con vías naturales de tránsito (collados y vaguadas) y puntos de interés para su explotación económica por parte de las comunidades prehistóricas (valles fluviales y costeros, etc.). Sin embargo, muy pocas veces se ha analizado en profundidad la naturaleza e intensidad de la interacción entre estaciones rupestres y territorio circundante, así como tampoco se ha prestado demasiada atención a las estrategias y mecanismos por medio de los cuales dicha interacción podría haber sido modulada. A tenor de nuestra experiencia, consideramos que la interacción entre petroglifos y paisaje se habría mediado a través, fundamentalmente, de dos conceptos: su visibilidad y su perceptibilidad. El primero hace referencia a la cantidad de lugares dominados o controlados visualmente desde un petroglifo determinado. La perceptibilidad define la facilidad para identificar desde el entorno circundante la roca y/o los motivos de un determinado petroglifo así como la distancia desde la que unos u otros pueden ser captados. Ambos conceptos no tienen por qué ser equivalentes, pues existen muchas estaciones a ras de suelo Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos apenas perceptibles al alejarnos unos metros pero desde las que se ejerce un gran dominio visual del entorno. La visibilidad ha sido uno de los aspectos al que, en general, mayor importancia se ha prestado en el análisis espacial del arte rupestre al aire libre en Galicia (Bradley et al. 1994; Santos 1999; Peña y Rey 2001). Ésta depende prácticamente en exclusiva de la ubicación en el paisaje de una estación concreta, de tal manera que si ésta se sitúa en lugares, como una ladera, contará con un amplio dominio visual sobre las cotas inferiores. La visibilidad puede concentrarse sobre un lugar inmediato, como en una estación situada en un collado o una vaguada cuyo dominio visual se reduce fundamental o exclusivamente a dichos accidentes geográficos, o bien ser ejercida a media o incluso larga distancia, pudiendo llegar a controlarse varias decenas de kilómetros (Fig. 10). La diferencia entre ambos tipos de estaciones con respecto a su interactuación con el paisaje circundante sería evidente: aunque ambas controlan visualmente el mismo tipo de lugares, las primeras lo hacen desde el interior, por lo que es posible que hubiesen tenido un papel directo y real en la gestión de su tránsito y explotación. Las segundas, en cambio, ejercen un control desde una distancia elevada. Su interactuación con dichos lugares sería menos directa y quizás de una naturaleza más ritual o simbólica. La perceptibilidad de los petroglifos ha suscitado mucho menos interés entre los especialistas y con frecuencia ha sido equiparada e incluso confundida con la visibilidad. Cuando ésta ha sido tenida en cuenta, la atención se ha centrado en la roca que sirve de soporte al petroglifo: su forma y tamaño así como su situación en un punto prominente del paisaje, como una colina o cerca de un gran afloramiento o un filón. Fuera de ello, rara vez se han valorado otro tipo de estrategias o mecanismos destinados a incrementar o reducir dicha perceptibilidad. El impacto específico del panel grabado, tradicionalmente solo se ha estudiado a partir del incremento del tamaño de las figuras o, fundamentalmente, del carácter más o menos vertical de la superficie donde fueron grabadas, asociándose automáticamente los paneles verticales con una mayor perceptibilidad de sus motivos (Peña y Rey 2001: 207). Resulta obvio que el grado de verticalidad de un panel puede ser un recurso fundamental a ese respecto, si bien está lejos de ser su 89 garante absoluto como tampoco se establece como la única herramienta para captar la atención. Uno de los sistemas más efectivos para incrementar la percepción de los grabados vendría de Fig. 10. A Coruña: A. Situación (en primer término) de los petroglifos de As Laxiñas (Carnota); B. Monte Dordo III y C. Cacharelas (Porto do Son), desde los cuales se goza de una gran visibilidad a larga distancia sobre amplios sectores del paisaje. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 90 aprovechar el contraste de tonalidad entre los surcos frescos y la superficie del panel. En el granito, la marcada coloración blancuzca de los grabados recién realizados habría hecho de la elección de una roca oscura un método idóneo para aumentar sustancialmente la perceptibilidad del conjunto (Fig. 11), incluso con independencia de la morfología de la roca y el panel o de las condiciones de luz existentes. Puede asumirse, además, la posibilidad de que los grabados fuesen repicados cada cierto tiempo (en el marco de diversos ritos o bien cada vez que se añadía un nuevo motivo al panel), de modo que el contraste habría podido perdurar durante períodos de tiempo relativamente amplios. La situación de muchos de los grandes petroglifos de nuestra comunidad (Peneda Negra, Gurita, etc.) en rocas con una superficie de color oscuro, puede no haber sido una circunstancia enteramente casual. No obstante, esta noción debe manejarse con cau- Fig. 11. Detalle de un motivo de factura reciente presente en la estación rupestre de Outeiro dos Lameiros (Baiona, Pontevedra) y en el que puede observarse el contraste de color entre los surcos y la superficie de la roca. Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán tela, pues el aspecto superficial de una roca puede haber sido alterado dramáticamente durante los últimos 4.000 años debido a la actuación de agentes, como incendios forestales o líquenes. Asimismo, este método puede haberse utilizado en el sentido contrario: el de ocultar los grabados. La elección de una roca con unas tonalidades claras habría hecho que –desde el mismo momento de su realización– los motivos hubiesen pasado prácticamente desapercibidos al alejarnos de ellos tan solo unos pocos metros, incluso en los paneles verticales. A cambio, al ser bañada por la luz solar, la coloración blanca habría conferido un aspecto brillante a la superficie de la roca que contrastaría con la oscuridad de las sombras que esa misma luz habría proyectado –a determinadas horas del día– en el interior de los surcos grabados, volviéndolos perfectamente visibles durante un lapso de tiempo concreto. Lejos de considerar mera especulación la utilización consciente de los colores de las rocas como un medio de aumentar la perceptibilidad de un petroglifo, recordamos que se ha recurrido a ellos reiteradamente durante la Prehistoria (Scarre 2002; Tilley 2004), siendo especialmente evidente en el uso de minerales como el cuarzo en las corazas de los túmulos megalíticos para hacerlos más visibles (Criado y Vaquero 1993; Bradley 1998; Darvill 2002; Forteza et al. 2008). La conjunción de éstas y otras variables tendría mucha importancia y habría cambiado en función de los objetivos y naturaleza con los que se concibiesen los distintos grabados y de la audiencia a la que se dirigiesen. Así, una estación con un carácter muy conspicuo se convertiría posiblemente en una referencia espacial de importancia y, en consecuencia, jugaría un papel destacado en la concepción real y/o simbólica del paisaje compartida por los integrantes de las comunidades que hubiesen habitado ese entorno. Por el contrario, optar por reducir la perceptibilidad de ciertas estaciones quizás evidenciaría un afán de ocultación, como en los grabados situados en el interior de abrigos, haciéndolas visibles solamente a aquellos individuos con un conocimiento más exhaustivo del terreno. Dichos petroglifos podrían haber tenido una carga simbólica igual o más importante, pero reservada quizás a ciertos miembros de una comunidad concreta: la responsable de su realización. Teniendo en cuenta las hipótesis que estipulan que buena parte de los petroglifos se configura- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos rían como ‘marcadores del paisaje’ destinados a mediar en las relaciones entre grupos distintos por la explotación de determinados lugares, cabría esperar que su interacción con el paisaje potenciara tanto el dominio efectivo de esas zonas sujetas a derechos de uso, como la propia perceptibilidad del petroglifo. Al hacerlo, éste sería fácilmente observable por parte de los individuos ajenos a la comunidad, que serían una parte fundamental de la audiencia a la que el arte rupestre iría destinado. Esta situación parece darse en estaciones con grabados de armas, las cuales habrían funcionado como importantes referentes en el marco del paisaje que ocupan. Sin embargo, los propios especialistas que defienden esta hipótesis (Bradley 1997; Vázquez Rozas 1995; Peña y Rey 2001) han sido conscientes de que, a menudo, este papel referencial parece mucho más difícil de discernir. En algunas áreas del arte rupestre galaico, dichas ‘anomalías’ (Bradley 1997) llegan incluso a ser mayoritarias en comparación con aquellos paneles más perceptibles o conspicuos (Peña y Rey 2001; Fábregas et al. 2010). De hecho, buena parte de los petroglifos tienden a situarse lejos de las vías de tránsito y de las zonas que otorgasen un control efectivo del acceso a las áreas de mayor interés para estas comunidades. Se emplazan más bien en puntos cuyo acceso dependería de un conocimiento profundo del terreno o de las pautas que operaban en la disposición del arte rupestre a lo largo del territorio (Peña y Rey 2001). De esta manera, el interés por su perceptibilidad parece haberse supeditado a la búsqueda de una visibilidad elevada. Por todo ello, creemos que resulta difícil mantener que este tipo de grabados fuesen realizados pensando en una audiencia ajena a la propia comunidad. Fueron, más probablemente, una herramienta de ‘autoconsumo’ destinada a ser usada y entendida dentro del propio grupo que los habría creado. Estos petroglifos no habrían sido ideados, pues, para ejercer un papel de control directo y efectivo sobre el territorio –dejando claro a los miembros ajenos a la comunidad ese dominio– sino indirecto y simbólico, buscando reforzar la relación entre determinado(s) individuo(s) y el grupo del que formaría(n) parte con dicho lugar, así como reproducir o representar, a través de él, su propia concepción del mundo. Para ello no haría falta que interviniese esencialmente la contraposición con elementos ajenos a dicha comunidad. 91 5.2. Relativizando lo perceptible El hecho concreto de que una estación rupestre se encuentre al aire libre no la hace equivalente a un elemento de observación abierta a todos cuantos frecuentaran el paisaje prehistórico gallego. La ausencia de barreras físicas evidentes para su detección no implica necesariamente la inexistencia de herramientas o métodos que, al volver prácticamente imperceptibles los grabados, limitaran su audiencia. La propia lectura de las imágenes del arte rupestre dista mucho de ser un simple asunto de sensaciones. Implica también conocimientos, recuerdos y una asociación icónica, procesos todos ellos culturalmente mediados (Tilley 2008: 38). Estas circunstancias no afectarían en exclusiva a la capacidad para interpretar las imágenes representadas sino al hecho mismo de su percepción. Desde la perspectiva del mundo actual, marcado por una profunda naturaleza visual en la que la vista es un sentido primordial para nuestro desarrollo social, resulta difícil de entender la incapacidad para percibir determinadas imágenes por parte de un individuo concreto. Sin embargo, la experiencia del trabajo de campo en el medio rural gallego nos ha llevado al convencimiento de que, en el pasado, las sociedades campesinas tradicionales –inmersas en un mundo menos visualizado– habrían sido muchas veces incapaces de percibir parte de los motivos grabados en los petroglifos, pese a haber convivido con ellos durante siglos. Las entrevistas realizadas entre los habitantes de mayor edad de las zonas inmediatas a las grandes concentraciones de arte rupestre nos confirmaron que la mayor parte de los grabados habían pasado totalmente desapercibidos para las comunidades campesinas gallegas. Ello parece haber afectado incluso a los paneles de mayor monumentalidad, con frisos verticales y motivos de gran tamaño. Curiosamente, dicha ‘incapacidad’ habría afectado de manera principal a los motivos figurativos: en particular a los zoomorfos y en mucha menor medida a las armas. Así, en la estación de Pedra Xestosa los habitantes de la zona –habiéndose incluso resguardado en el pequeño abrigo– solo percibieron la combinación circular. Esta circunstancia puede estar en el origen de muchas de las destrucciones sufridas por los petroglifos hasta épocas recientes. Los motivos geométricos habrían pasado menos desapercibidos por asociarse a ítems familia- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 92 res como ruedas o sartenes. No es casualidad, a nuestro entender, que sean precisamente los que sufren mayor número de destrucciones y/o cristianizaciones (Fig. 12), como en Pedra Escrita (Oia, Pontevedra). Incluso en paneles complejos conformados por motivos de diversa naturaleza, existe una notable tendencia a que cruciformes y otros motivos modernos se concentren en exclusiva o en mayor medida en torno a los elementos geométricos: Pedra da Boullosa, Chan da Lagoa (Campo Lameiro, Pontevedra) o la propia Pedra Xestosa. Aparicio Casado (1995, 1996) ha llegado a conclusiones similares en sus valiosos trabajos acerca del folklore asociado a los petroglifos gallegos. En ellos constata el escaso número de paneles grabados con leyendas o mitos asociados, hecho extensible incluso a las estaciones más emblemáticas. Dicho folklore es indiferente del tipo del motivo si bien, curiosamente, las leyendas se relacionan en su mayoría con cruciformes y motivos modernos. Por ello, sospecha una apli- Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán cación de estos relatos a los petroglifos relativamente moderna, en contraste con los túmulos megalíticos o castros, objeto de la atención y supersticiones del campesinado gallego desde épocas muy remotas (Martinón 2006). La misma carencia se observa en los grandes conjuntos rupestres con representaciones de cérvidos de Baroña (Porto do Son, A Coruña), como A Gurita I, con más de 60 en una roca muy inclinada, y Outeiro Bicudo 1 y 2, con sendos paneles verticales con zoomorfos que, en algún caso, superan el metro de longitud. Estas observaciones parecen apoyar, efectivamente, nuestra impresión de que buena parte de estas manifestaciones artísticas habrían pasado desapercibidas para las comunidades que habitaron en sus proximidades durante siglos. Lo atribuimos a la inexistencia entre dichas poblaciones de las asociaciones icónicas necesarias para comprender dichas imágenes e incluso para identificarlas como elementos artificialmente producidos. Fig. 12. Aspecto del panel central de Rego de Corzo I (Porto do Son, A Coruña) en el que se observa la destrucción premeditada de una combinación circular, probablemente por motivos simbólicos. Se trata del único incidente de este tipo observado tanto en el propio panel como en los petroglifos del entorno. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos 6. LA AUDIENCIA DE LOS PETROGLIFOS GALLEGOS 93 un determinado petroglifo: una separación física y otra intelectual o simbólica. El progreso que se ha vivido en la última década en el campo del arte rupestre aconseja matizar parcialmente ciertas concepciones previas sobre el mismo. Así, la definición del arte rupestre al aire libre como un fenómeno de una naturaleza abierta o accesible (Bradley 2000: 72) debe ser observada ahora con prudencia a tenor de la documentación de grabados en el interior de abrigos. Su aparición nos hace preguntarnos si el arte rupestre galaico habría estado efectivamente asequible a todos los miembros de la comunidad o si habría restricciones en función de la posición social, edad o género de determinados sectores o individuos. Se abre el interrogante, además, de si el arte rupestre habría estado destinado a un único tipo de audiencia o si ésta habría cambiado en función de la naturaleza de cada estación o incluso de cada roca. Salvo en casos concretos (Bradley 2002, 2009), el análisis de la audiencia en el arte rupestre galaico –es decir, del número y naturaleza de los individuos para cuya observación fue grabado un petroglifo determinado– se ha limitado a dos aspectos: la perceptibilidad del panel (tradicionalmente asociada, como hemos visto, al carácter horizontal o vertical de la superficie grabada) y la disponibilidad de espacio físico para congregar un mayor o menor número de individuos (Vázquez Varela 2000). Una aproximación paradigmática de este tipo es la aplicada a las denominadas ‘rocas panoplia’ (Peña y Rey 2001): paneles verticales en los que se grabaron un buen número y variedad de representaciones de armas. Estos petroglifos se han asociado reiteradamente a ritos de agregación de determinados individuos, casi siempre guerreros (figura ésta rara vez definida de un modo claro), en cuyo marco se habrían realizado ceremonias iniciáticas o de otro tipo (Vázquez Varela 2000; Peña y Rey 2001; Santos 2005a). Al tratar la audiencia del arte rupestre galaico, debemos reflexionar primero sobre los mecanismos físicos que pudieron haber actuado a la hora de conformarla. Después, consideraremos el papel de aquellos factores de naturaleza más inmaterial, reconociendo –al igual que otros autores han hecho antes (Bradley 2002)– la dualidad operativa que regiría o condicionaría la audiencia de 6.1. Mecanismos de conformación de la audiencia en el arte rupestre al aire libre Partiendo de la hipótesis de que un grabado rupestre situado al aire libre pudo, no obstante haber estado destinado a una audiencia tan reducida o selecta como el ubicado en el interior de un abrigo, consideramos necesario determinar los mecanismos que habrían incidido en su composición. Por ejemplo, el carácter remoto combinado con la escasa perceptibilidad pueden haber sido dos poderosos elementos de segregación que condicionarían de un modo importante la audiencia de un petroglifo, al requerir del observador el conocimiento del terreno para poder localizarlos. Ciertos autores han propuesto que los motivos abstractos habrían tenido, de modo general, una ubicación comparativamente más remota, a la que poca gente habría tenido acceso, en contraposición a los motivos naturalistas, que tenderían a emplazarse cerca de las hipotéticas zonas de hábitat, donde la audiencia sería muy diferente (Bradley 1997). El paulatino aumento del catálogo de arte rupestre en Galicia ha evidenciado que, aunque dicha hipótesis no carece de fundamento, existen importantes y numerosas salvedades, como las derivadas de la aparición de representaciones de cérvidos en lugares totalmente aislados así como en el interior de abrigos. La cada vez mayor indiferenciación en la ubicación de motivos abstractos y naturalistas muestra la polivalencia de estas representaciones y la dificultad de definir audiencias solo por el tipo de motivo representado. Diversos mecanismos o estrategias más allá de la verticalidad del panel o del tamaño de los motivos grabados, habrían permitido aumentar o disminuir la perceptibilidad de un petroglifo, haciéndola incluso independiente de las características físicas y de su ubicación. Un petroglifo situado en las inmediaciones de las zonas habituales de tránsito durante la Prehistoria pudo haber pasado prácticamente desapercibido para buena parte de los individuos que caminaran por el lugar mientras que otros, que hoy se nos antojan apenas visibles, pudieron haber sido mucho más evidentes. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 94 Tampoco debe despreciarse la importancia que condiciones externas al propio petroglifo, como el momento del día (o del año) o las condiciones atmosféricas, habrían jugado en la percepción de los paneles grabados. Resulta obvio para cualquier investigador del arte rupestre que la observación de los motivos se ve profundamente alterada por las condiciones de luz existentes: la visita con una iluminación adecuada puede hacer visibles motivos de otro modo prácticamente imperceptibles. Además, en aquellas estaciones con paneles o motivos con orientaciones disímiles, la contemplación en distintos momentos del día habría cambiado toda la lectura del petroglifo, ocultando unas imágenes y desvelando otras, renovando así el mensaje transmitido en cada ocasión. A su vez, la lluvia modifica la tonalidad de la superficie de la roca, facilitando o dificultando la lectura: el petroglifo de Os Mouchos (Rianxo, A Coruña), al mojarse, adquiere una tonalidad rojiza que contrasta profundamente con el color de los surcos, acentuando especialmente la visibilidad de los motivos. El reflejo de la luz del sol sobre la roca mojada también habría aumentado exponencialmente la percepción de los grabados (Fig. 13), no pudiendo descartarse que durante su observación se hubiese mojado la roca como método para interactuar con ella y resaltar unos determinados motivos sobre otros en función de la información concreta que se quisiese transmitir. La estación de A Insuela (Porto do Son, A Coruña) es uno de los ejemplos más evidentes de Fig. 13. Combinación circular de Monte de San Miguel (Agolada, Pontevedra) cuya perceptibilidad ha sido notablemente aumentada al humedecer la roca. Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán cómo las condiciones atmosféricas alteran la manera de percibir un petroglifo. En ella dos zoomorfos fueron grabados en torno a una profunda pileta natural (Fig. 14). El agua de lluvia acumulada en su interior habría dotado de gran realismo a la escena, simulando la ubicación de los animales al pie de un curso de agua. El efecto sería aún más realista con las gotas de lluvia salpicando la superficie del agua, al dotar a la escena de cierta movilidad e incluso sonoridad. Dichas impresiones serían radicalmente diferentes sin ella. En este sentido, la similitud con otras escenas de los petroglifos gallegos en las que los zoomorfos se sitúan en torno a combinaciones circulares reforzaría la hipótesis, ya clásica, de que buena parte de estos motivos podrían haber representado cursos o acumulaciones de agua. Es muy posible que este tipo de circunstancias –que habrían potenciado aspectos de las escenas, como su realismo– fuese una parte fundamental del proceso de visualización. Así, el conocimiento de las condiciones idóneas para la observación de un petroglifo podría haber sido tan importante como el de su emplazamiento a modo de eficaz mecanismo de gestión de la naturaleza de su audiencia mediante la gradación de la profundidad del mensaje y, en último término, del volumen de significado y nivel de impacto transmitidos. La percepción de los grabados habría dependido en gran medida de una serie de procesos culturalmente mediados, como los conocimientos y recuerdos de los propios individuos que conforman la audiencia. Bajo esta óptica, el observador no era –en muchos aspectos– un agente libre que pudiera moverse alrededor de las imágenes e interactuar con ellas a su antojo, sino que posiblemente debería hacerlo de un modo particular y siguiendo una secuencia correcta. Dicha circunstancia podría haber implicado que, incluso en las estaciones más perceptibles, el acceso a su significado real o último dependiese del conocimiento del ritual o coreografía adecuados que su observación exigía. Ese ritual debe ser entendido como un conjunto de actividades físicas, mentales y emocionales que podrían incluir desde la dirección y modo de acercarse a un petroglifo hasta la manera de colocarse ante él, pasando por el orden en el que deberían ser observados los distintos motivos y escenas que lo componen. Para un desconocedor del fenómeno rupestre de cierto lugar el proceso habría sido muy diferente, incluso guiado por alguien con experiencia. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos 95 Fig. 14. Aspecto general del petroglifo de A Insuela (Porto do Son, A Coruña). Sendos zoomorfos (acentuados digitalmente) se grabaron en torno a una pileta natural que, una vez llena de agua, habría dotado a la escena de un notable realismo, simulando la ubicación de los propios animales en la naturaleza, abrevando quizás en algún curso de agua o manantial próximo. Un miembro no iniciado habría sido, en muchos sentidos, equivalente a un ente foráneo de la comunidad, por lo que tendría sentido que el acceso a estos conocimientos fuese una condición sine qua non para formar parte plena de ella, así como la prerrogativa de cederlos o comunicarlos a nuevos individuos una importante fuente de poder o prestigio en el marco del grupo. Muchos de estos conocimientos pueden haber sido, en parte, descodificables en función de la información aportada por las propias imágenes y, por lo tanto, a priori ser accesibles a todo aquel que los observara, incluidos los propios arqueólogos (como pretenden una parte de las aproximaciones estructuralistas). En cambio otros niveles de entendimiento es muy probable que requiriesen un conocimiento específico, reservado e independiente de los códigos subyacentes. No obstante, no todas las estaciones conceden el mismo grado de libertad durante el proceso de observación. Una roca horizontal puede permitir numerosas formas de visualización, requiriendo quizás de una participación más activa que invitase a moverse, conocer el punto idóneo donde situarse o cómo rodear el panel para contemplar los motivos del modo y orden correctos. Por el contrario, los paneles verticales o inclinados, al presentar un punto de vista privilegiado (Vázquez Rozas 1995) e incluso único, habrían concedido menos libertad a la audiencia. Esa circunstancia y el que, con frecuencia, las escenas representadas en esos paneles sean de una –aparentemente– fácil comprensión (armas, monta, caza...) nos hacen pensar en que quizás muchos de estos petroglifos habrían sido destinados a audiencias amplias, al menos en parte, con un papel más pasivo y posiblemente menos especializado. El significado o significados de un petroglifo pudo variar a lo largo de su existencia. El proceso de inclusión de nuevos grabados en un panel posiblemente se hubiese concebido por parte de las poblaciones prehistóricas como un modo de conexión con los individuos que habían realizado el mismo proceso en el pasado (sus ‘antepasa- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 96 dos’), pero durante dicho acto también se estarían integrando nuevas historias que habrían reformulado y recodificado las preexistentes. Además, la inclusión de nuevos motivos modificaría la experiencia previa de los observadores e incluso posiblemente hubiese obligado a renovar la coreografía necesaria para la comprensión del panel. Todo ello habría dado lugar –con toda probabilidad– a nuevos significados que probablemente fuesen desdibujando paulatinamente aquéllos que el petroglifo habría tenido originalmente. El hecho de que los observadores contemporáneos solo contemplamos el resultado final del proceso (Tilley 2008), con frecuencia es obviado por muchos especialistas, que analizan los paneles como si hubiesen sido fruto de una sola mente y ejecutados por una única mano. No obstante, existen ciertos paneles que –por su coherencia y homogeneidad interna– dan la impresión de haber sido efectivamente realizados de acuerdo a una planificación única y posiblemente grabados en un corto lapso de tiempo. Un buen ejemplo sería la escena de caza de Pedra Xestosa. En último término, el conocimiento sobre el arte rupestre no se materializa únicamente a través del grado de comprensión de los símbolos y escenas que lo conforman sino también mediante el control del propio acto de observación y del influjo de este sobre la audiencia. Tal circunstancia lleva implícita una gran variabilidad, al reconocer la posibilidad de que el significado de un petroglifo no fuera fijo, sino dependiente –en gran medida– de las circunstancias concretas existentes en el momento de su visualización. El proceso de observación de un petroglifo pudo haber sido altamente variable y profundamente dependiente del dominio de los códigos de visualización por parte del observador. Tal circunstancia introduce en la ecuación una concepción más importante del individuo, entrando en juego su experiencia, conocimientos y recuerdos. La revalorización del individuo implica, asimismo, el reconocimiento de la posibilidad de que cada observador hubiera tenido una experiencia concreta o una visión del fenómeno específica y mutable. Las diferentes audiencias habrían vivido un lugar de distintas maneras e incluso un mismo individuo podría haber experimentado de modo dispar un mismo lugar, en función de los momentos de su vida. Es muy probable que el aprendizaje de los códigos que permitiesen comprender al arte rupestre se actualizase continuamente du- Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán rante la vida de una persona, por lo que su percepción podría cambiar también. En conclusión, el significado o simbolismo de un petroglifo dependería de una suma de circunstancias contingentes, muchas tan solo intuibles desde una perspectiva actual. Se establece así una concepción en la que se acepta la interactuación entre observador y petroglifo como un proceso en el que ninguno de los dos es un elemento pasivo. Se deja patente la posibilidad de distintos niveles de acceso a los petroglifos al aire libre, desde aquellos destinados a una visión más general y a una audiencia más amplia a otros más ‘selectos’. Dicha variabilidad no vendría dada única o principalmente por su temática sino por un conjunto de información que incluiría además las características de la propia roca y su ubicación dentro del paisaje circundante, así como la naturaleza de la audiencia. Las disquisiciones acerca de la accesibilidad del arte rupestre galaico deben superar la simple dicotomía Arte Público vs. Arte Restringido. La creemos poco operativa durante estos momentos de la Prehistoria, aceptando una gradación mutable y variable entre cada parte en función del paso del tiempo y de la composición de la propia audiencia. 6.2. Composición de la audiencia de los petroglifos gallegos El género se ha establecido de un modo tradicional como la distinción más importante en la conformación de las audiencias que podrían haber accedido (física e intelectualmente) a las estaciones rupestres. Ello deriva de la reiteración de grabados de armas y de escenas de caza o monta que remitirían aparentemente al mundo del varón y de lo masculino (Peña y Rey 2001: 192), en contraste con la ausencia de actividades cotidianas o domésticas (Peña y Rey 2001: 145) que –a tenor de aquellas visiones tradicionales– habrían sido llevadas a cabo por mujeres. No sabemos si la posible segregación en función del género de los motivos y escenas grabados en las rocas se habría extendido necesariamente a la audiencia. El significado de los motivos de buena parte de las estaciones no está lo suficientemente claro como para negar tajantemente la asociación de alguno al mundo femenino. M. Díaz-Andreu (1998) ha expuesto perfectamente este tipo de sal- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos vedades para el caso del arte rupestre levantino, que debe extenderse al propio papel de la mujer en el proceso de grabado de las rocas. Si aceptamos que el elevado grado normativo de las figuras representadas en los petroglifos gallegos derivara de la participación de especialistas en su elaboración (Peña y Rey 2001: 216-217), no debería descartarse que –como ocurre en algunas comunidades actuales de África y Oceanía– entre ellos hubiese habido mujeres (Díaz-Andreu 1998). La intensidad de la segregación o diferenciación sexual en el seno de las comunidades que habitaron el noroeste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente resulta muy difícil de determinar. La escasez de restos orgánicos no nos permite decidir si las divergencias observadas en los ajuares megalíticos responden –efectivamente– a diferencias sexuales. En la esfera doméstica, dicha información resulta aún más inaccesible, pues es todavía muy poca la evidencia con la que contamos. Se ha insinuado la posibilidad de un acceso diferencial a las materias primas líticas que, por su rareza, habrían sido más difíciles de conseguir, por parte de las mujeres con base en la ausencia de determinadas estrategias de explotación (Rodríguez y Fábregas 2011). La hipótesis, de momento, resulta difícil de verificar. Otro tipo de segregación que pudo haber existido derivaría de la edad y, en función de la misma, del estatus de la audiencia en el marco de la comunidad. Estos criterios habrían sido operativos con total seguridad, pero resultan extremadamente complicados de rastrear. 7. LOS GRABADOS Y EL PAISAJE Los especialistas hemos fomentado un tipo de interpretaciones en las que el arte rupestre al aire libre es definido y explicado como mediador entre una comunidad y su entorno inmediato. Los arqueólogos hemos intentado definir la identidad de la propia comunidad y el papel concreto que el arte rupestre habría jugado en la conformación y reforzamiento de la misma a través de las contraposiciones creadas en el marco de dicha relación (rivalidad con comunidades vecinas por la explotación de recursos; Cultura vs. Naturaleza; Espacio doméstico vs. Espacio ritual). Sin embargo, se ha prestado menos atención a la posibilidad de que los petroglifos hayan sido, 97 en buena medida, una herramienta generada y usada exclusivamente en el seno de la sociedad que los creó para reforzar una visión del mundo propia y negociar el papel que la comunidad tendría en la misma, sin ser estrictamente necesario contraponerla a ningún tipo de alteridad (naturaleza u otros grupos competidores). Así, por ejemplo, en un primer momento, los individuos de una comunidad solo podrían haber accedido a los petroglifos gracias a la mediación de otros miembros más experimentados. Sería a través de dicho proceso de conocimiento como un individuo concreto podría haber sido iniciado en la información práctica y simbólica, recurriendo a recuerdos o episodios míticos asociados no solo con el petroglifo en sí sino con el paisaje circundante. De esa manera, petroglifo y paisaje se asociarían irremediablemente a la comunidad en función de una historia en común. La interacción de una comunidad con los petroglifos no debe ser entendida en exclusiva como aquellas actividades estrictamente realizadas en las inmediaciones de los grabados, sino como una suma de procesos que puede iniciarse con las circunstancias del propio desplazamiento hasta la estación rupestre. El hecho de que muchas insculturas solo sean perfectamente visibles a primera hora de la mañana o en el ocaso podría haber implicado viajar en la oscuridad, cuando el mundo y su percepción por parte del individuo son distintos. Este conjunto de experiencias implicadas en el acceso y visualización de los motivos habría sido, quizás, tan o más importante que las características de los grabados y los ritos realizados en torno a ellos. Los territorios pueden ser a menudo entendidos más como un conjunto de lugares específicos con un significado especial para una comunidad concreta que como espacio abstracto con fronteras nítidamente establecidas. Por ello no cabe descartar que los petroglifos puedan haberse establecido precisamente como locales de este tipo. Su recorrido en una secuencia determinada podría haberse reivindicado como un acto simbólico en sí mismo, estructurando las experiencias de los propios lugares que unen y ayudando a establecer una especie de orden en los mismos (Tilley 1994: 39), tipificado por los miembros pasados de la comunidad. La inclusión de nuevos lugares habría sido prerrogativa de los individuos con una mayor preeminencia en el marco de la comunidad y en ellos reposaría también el conocimiento experto Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 98 sobre estos lugares así como su mantenimiento. Dichos saberes habrían sido una probable fuente de poder para el individuo al otorgarle el control sobre la difusión de la información acerca del territorio circundante y sobre el origen y naturaleza de los lazos que la comunidad mantendría con el mismo con base en una historia común. Es posible que en el arte rupestre galaico al aire libre hubiese existido cierta transposición entre el panel grabado y el lugar que ocupa (Tilley 1994). Con ello se produciría un reforzamiento mutuo del petroglifo y del paisaje circundante que acentuaría, por un lado, la propia cualidad narrativa del panel y reforzaría la credibilidad de su mensaje al vincular la acción representada a un ‘escenario de los hechos’ cercano y conocido por la audiencia. Al mismo tiempo, es posible que dichos acontecimientos hubiesen sido importantes en la historia o mitología de la comunidad, por lo que se reforzaría la importancia de dicho local para el grupo por haber sido, precisamente, el escenario de los mismos. Por medio de estos relatos, sociedad y espacio quedarían intrínsecamente ligados, convirtiéndose este último en lo que Tilley (1994: 15) denomina ‘espacio existencial’, construido a través de las experiencias concretas de los individuos y socializadas a través del grupo, en constante proceso de producción y reproducción, generado a partir del orden cotidiano. Los lugares presentan diferentes densidades de significados para sus habitantes, en función de los eventos y acciones de los que fueron escenario y que forman parte de la memoria común. A mayor número y estabilidad de los significados asociados a un lugar, más profundo será el nexo con el mismo por parte de la comunidad. Si consideramos que el grabado de los petroglifos puede tener que ver con el desarrollo por parte de las comunidades de asociaciones simbólicas y mitológicas, éste actuará como transformador de algo físico o geográfico en algo experimentado histórica y socialmente, como recordatorio de las acciones históricas de individuos o sociedades (Tilley 1994). Un buen ejemplo de esta posible transposición entre panel y espacio circundante podría ser la impresión –repetidamente señalada por los especialistas (Vázquez Rozas 1997; Peña y Rey 2001)– de que en determinadas estaciones (la propia Pedra Xestosa o Pozas da Garda; Figs. 4 y 15) la ubicación de los ciervos dentro del panel parece reproducir la orografía del entorno inmediato: son representados subiendo o bajando en Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán la dirección de la pendiente del terreno donde se emplaza la roca. En otras ocasiones, la inclinación de la superficie del panel es idéntica a la de la ladera donde se sitúa y por la que probablemente habrían circulado los animales grabados (Vázquez Rozas 1997: 72). Fig. 15. Aspecto general del panel vertical y de la roca anexa de Pozas da Garda (Porto do Son, A Coruña). La disposición de los cérvidos en el panel imita la orografía del entorno en el que se sitúa la propia estación. 8. VARIABILIDAD Y POLISEMIA DEL ARTE RUPESTRE GALAICO Una de las características fundamentales del arte rupestre galaico es su enorme variabilidad y su profundo carácter polisémico, patentes en su naturaleza (características de los motivos, morfología y dimensión de los paneles, perceptibilidad de ambos, etc.) y su ubicación espacial. Existe una enorme multitud de figuras geométricas y naturalistas consideradas portadoras de distintos mensajes y significados y a las que se les han atribuido incluso cronologías diversas (Santos 2005b). Es posible que muchos de estos motivos hayan tenido un significado más o menos permanente mientras que el de otros fuese polivalente y mutable. Sin embargo, dicha diferenciación no residiría, en último término, en las características del propio motivo. El grabado de una alabarda o un antropomorfo habría podido tener, posiblemente, un menor rango de significados que un círculo simple o un grupo de cazoletas. Pero ello no excluye que cambiara en función de un buen núme- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos ro de variables. El arte rupestre habría sido un nexo relacional de las imágenes representadas, las cualidades materiales de la roca y los paisajes circundantes (Tilley 2008: 20). Esta naturaleza sería profundamente variable y mutable sincrónica y diacrónicamente en función de las propias características de su audiencia particular (cantidad, composición y nivel de dominio del código por parte de la misma). Es posible que en una misma estación hubiesen existido varios niveles de significado, desde información práctica para el acceso a ciertos recursos hasta conocimientos sagrados, accesibles en función del dominio del código que poseyesen los observadores (Bradley 2002). Los motivos no serían abstractos, ya que su interpretación no dependería de la arbitrariedad del observador, sino del acceso a la instrucción sobre su significado o significados, sien- 99 do factible que diferentes individuos hubiesen poseído distintos niveles de habilidad o conocimiento para interpretarlos (Bradley 2009: 44). Esta contingencia podría incluso afectar a las imágenes más naturalistas. Esa variabilidad puede observarse también en la ubicación de los petroglifos. En algunas áreas del territorio gallego, como Campo Lameiro (Pontevedra), existen concentraciones de estaciones rupestres de una enorme diversidad respecto a su monumentalidad, características generales y ubicación. Otro claro ejemplo son yacimientos que se presentan en este trabajo: el abrigo de Rego de Corzo se ubica en un área con una espectacular concentración de arte rupestre. Allí conviven petroglifos de especial complejidad y monumentalidad, como los frisos verticales de Outeiro Campelos y Campo Grande (Fig. 16), en Fig. 16. Aspecto general del panel vertical de Campo Grande I (Porto do Son, A Coruña). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 100 los que fueron grabados zoomorfos de hasta 135 cm de altura, o el conjunto de Rego de Corzo I y III, con multitud de motivos entre los que se incluye una escena de monta junto a otros de gran simplicidad, como cazoletas aisladas o círculos simples. Los abrigos de Calderramos y Outeiro de Rixidores se sitúan en las inmediaciones de paneles verticales o inclinados en los que se grabaron zoomorfos, próximos a insculturas muy sencillas, compuestas apenas por un círculo simple o varias cazoletas. El ejemplo de Pedra Xestosa es, si cabe, más revelador: en un mismo afloramiento dos paneles de una notable verticalidad y gran complejidad coexisten con otro –el situado en el interior del pequeño abrigo– conformado por un círculo y un cérvido. La convivencia en un mismo territorio, y en ocasiones en una misma estación, de paneles con monumentalidad y perceptibilidad muy variadas, es muy posible que nos esté revelando el diverso papel o la naturaleza distintiva de cada uno de ellos. Resulta muy probable que hubiese existido una compleja variabilidad que explicaría por qué se habrían dibujado determinados motivos en lugares concretos. Sería una serie de circunstancias enormemente mutables las que darían su significado último al petroglifo y consideramos que estas no pueden ser aprehendidas desde paradigmas rígidos que no contemplen dicha variabilidad y la complejidad de unos procesos que, en buena parte, derivan del hecho de que las acciones de grabado y la propia observación habrían sido el resultado de episodios individuales con un carácter acumulativo. Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán permitido reflexionar sobre las diferentes audiencias a las que estarían destinados los petroglifos. Estas pueden haber cambiado en función de las características concretas de cada estación grabada pero también de otras circunstancias que habrían hecho posible que un mismo panel hubiese tenido distintos niveles de significado accesibles a audiencias diversas dependiendo del dominio de ciertos códigos por parte de las mismas. Estas condiciones habrían sido independientes de las restricciones físicas para la observación de los grabados y podrían haber afectado, por lo tanto, a la totalidad del arte rupestre galaico. La identificación de estrategias para modular el grado de perceptibilidad de los petroglifos hace posible que muchos hubiesen sido voluntariamente ocultados a la mayoría de los potenciales observadores. La hipótesis alcanza su evidencia más clara en la propia actividad grabadora en el interior de cavidades. Esta faceta del arte rupestre galaico, no como algo abierto y accesible sino oculto y reservado, obligará a matizar las interpretaciones que han asociado este fenómeno a un papel de marcador del paisaje prehistórico y a un mecanismo de interacción y mediación entre las distintas comunidades que lo habitaron. Consideramos que, en el Noroeste, la ausencia de arte en el interior de abrigos se ha debido, fundamentalmente, a la falta de su búsqueda específica del mismo por parte de los investigadores, en la idea de que el arte rupestre de esta región se había configurado como un fenómeno exclusivamente al aire libre. Es posible que a partir de la publicación de este artículo aparezcan nuevos ejemplos en otros puntos de Galicia. 9. CONCLUSIONES La aparición de grabados rupestres de tipo galaico en el interior de abrigos graníticos evidencia, por primera vez, la existencia de restricciones físicas para la observación de este fenómeno, al tiempo que deja claro que los petroglifos del Noroeste de la Península Ibérica no se ha desarrollado en exclusiva al aire libre. Dicha circunstancia introduce nuevas posibilidades para su análisis al tiempo que permite matizar algunas de las interpretaciones al uso sobre este fenómeno artístico. La documentación de motivos propios del corpus principal del arte rupestre galaico en el interior de cavidades de reducido tamaño nos ha AGRADECIMIENTOS Las investigaciones que han hecho posible este artículo han sido llevadas a cabo en el marco del proyecto Ocupación do Espazo e Modificación do Entorno na Península do Barbanza durante a Prehistoria Recente. Os petroglifos de Porto do Son, financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y la Dirección Xeral de Investigación e Desenvolvemento de la Consellería de Innovación, Industria e Comercio de la Xunta de Galicia. Así mismo, agradecemos profundamente a José Cernadas Sande, descubridor del abrigo de Outeiro de Rixidores, su valiosa Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos colaboración durante la realización de este artículo. 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Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12081 TRABAJOS DE PREHISTORIA 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late Prehistory of South-western Iberia Entendiendo la movilidad humana mediante tecnologías espaciales: el papel de las áreas naturales de tránsito en el Suroeste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente Patricia Murrieta-Flores (*) ABSTRACT (1) Archaeological, historical, and ethnographic research has demonstrated how mountainous environments influence the socio-cultural dynamics of the communities that live in them and in their neighbouring areas. The development of these communities tends to occur at the margins, often far away from centres of political power. This marginality is also extended to movement in these regions, where mountain ranges regularly constitute mighty obstacles on account of their natural configuration which plays a central role in strategy, commerce and travelling. In the case of western Sierra Morena in Spain, its constitution shaped both the ways of transit through the mountains during Later Prehistory and the historical routes of communication that traverse Andalucía. Using a GIS methodology developed specifically to identify particular characteristics of the landscape relevant to human movement, such as passageways, crossing points, and natural areas of transit, we examine the role that natural accessibility had for the late prehistoric societies of this region. We conclude that the location of their habitats and symbolic places are strongly related to corridors, possibly due to an increasing importance of herding activities. RESUMEN Investigaciones arqueológicas, históricas y etnográficas han demostrado como los ambientes de montaña tienen una profunda influencia en las dinámicas socioculturales de las comunidades que viven en ellos y en sus áreas vecinas. El desarrollo de estas sociedades tiende a producirse en los márgenes, usualmente lejos de los centros de poder político. Esta marginación se extiende también a la circulación en estas regiones, donde las cordilleras suelen constituir poderosos obstáculos debido a su configuración natural que juega un papel central en sus estrategias, comercio y movimiento humano. Durante la Prehistoria Reciente, la constitución de Sierra Morena Occidental (España) moldeó tanto las vías de tránsito a través de las montañas, como las rutas históricas de comunicación que atraviesan Andalucía. Utilizando una metodología de Sistemas de Información Geográfica diseñada específicamente para identificar características en el paisaje de particular relevancia para el movimiento humano (como corredores naturales, puntos de cruce y áreas naturales de tránsito), se examinó el papel que la accesibilidad del terreno tuvo para las comunidades de esa región durante la Prehistoria Reciente. Mediante este análisis concluimos que la ubicación de sus hábitats y lugares simbólicos se encuentran estrechamente relacionados con corredores naturales, posiblemente debido a una creciente importancia de las actividades de pastoreo. Key words: Copper Age; Bronze Age; Sierra Morena; GIS; Spatial Analysis; Statistical significance testing; Megaliths; Settlement patterns; Mobility Models; Natural corridors; Mountain environments; Movement; Herding societies; Iberian Peninsula. Palabras clave: Edad del Cobre; Edad del Bronce; Sierra Morena; SIG; Análisis espacial; Pruebas de significación estadística; Megalitos; Patrones de asentamiento; Modelos de movimiento; Corredores naturales; Ambientes de montaña; Movimiento; Sociedades pastoras; Península Ibérica. 1. INTRODUCTION (*) Archaeological Computing Research Group, School of Humanities, Department of Archaeology, University of Southampton. Avenue Campus Highfield SO17 1BF. United Kingdom. E-mail: pamf106@soton.ac.uk Received: 16-V-2011; accepted: 20-VI-2011. Iberia is one of the most mountainous regions of Western Europe. Its Central Plateau has an average altitude of 400 m and is surrounded by Patricia Murrieta-Flores 104 major mountain ranges (Galician Mountains, the Cantabrian Mountains and the Pyrenees to the North, the Iberian System to the East and the Betic and Penibetic Systems to the South). It is also traversed by the Central System and the Toledo Mountains in a NE-SW direction. This geographical configuration can be seen as one the reasons that explains the high fragmentation in ethnic, cultural and linguistic terms that characterised in the past (and still characterises) this vast territory. The importance of the topographic factor in the Iberian Peninsula can be also appreciated in the historical distribution of its population. While there has been a high concentration of inhabitants in regions located close to the sea –i.e. Barcelona, Valencia, Málaga, Sevilla, Lisboa, Faro, Porto, Santander, Bilbao, etc., the centre has been always weakly populated (with the exception of the modern development of Madrid as administrative capital). The restraints on human movement and cultural contact in this highly fragmented territory have generated a remarkable social and cultural variability since Prehistory that favoured, as it has happened in many other regions of the world, the use of inland waterways and the sea as the most prominent ways of communication and transportation. Taking this into account, it is not surprising that the study of pathways, roads and routes of trade have traditionally occupied an important place in Iberian History and Prehistory. Many studies have attempted to verify to what extent the natural configuration has been a determinant factor in the definition of the road network and how in turn this network has been crucial in the cultural, social, politic and economic structuration of the territory. Faced with the vast literature that has discussed the structure of the Iberian road and path networks during the Middle Ages (Anés and García Sanz 1994; Roda Turón 1996), Antiquity (Blázquez Martínez 1993; Viñas Filloy 1996; Melgar Gil 1996; Franco Maside 2000) or the Iron Age (Berrocal-Rangel 2004; Escacena Carrasco 2007), as we approach Prehistory, this field of research becomes more scarce. This is in no doubt due to the greater difficulty to obtain empirical data and to define appropriate methods of study –see discussion in Muñoz López-Astilleros 2002; Fairén Jiménez et al. 2006 (1). Yet, research dealing with natural areas of transit and ways of communication has been present in a number of approaches to the mobility of the Iberian prehistoric societies. Since the mid 1980’s an important debate has been carried out on the issue of human movement and natural corridors during the Neolithic and the Copper Age (VI-III millennia cal BC). This debate has had several implications and perspectives. On the one hand, it has been focused on the examination of the spatial association between megalithic monuments and transhumance routes that were used in many regions of Iberia (at least since medieval times), as possible fossilization of prehistoric roads (Chapman 1979; Davidson 1980; Walker 1983; Palomar Macián 1984; Cara Barrionuevo and Rodríguez López 1987; Ruiz-Gálvez Priego and Galán Domingo 1991; Galán Domingo and Martín Bravo 1991-1992; Ruiz-Gálvez Priego 1999; Galán Domingo and Ruiz-Gálvez Priego 2001; Fairén Jiménez et al. 2006; Murrieta-Flores 2007; Wheatley et al. 2010; Murrieta-Flores 2010). On the other hand, beyond its association with specific transhumance routes, the spatial distribution of the megalithic monuments has often been assessed in terms of landscape markers, associated to crossing points and movement, especially in the Northwest (Criado Boado et al. 1990-1991; Criado Boado and Vaquero Lastres 1993; Martinón-Torres and Rodríguez Casal 2000; Martinón-Torres 2001; López Plaza and Salvador Mateos 2002; Murrieta-Flores et al. 2011a, 2011b). From a different methodological perspective, mobility during Iberian Late Prehistory has been also approached through geochemical analyses looking at mercury residues in domestic animals (Logemann et al. 1995) as well as isotopic analyses of human remains (Díaz-Zorita Bonilla et al. 2009). This article subscribes to a line of research that approaches this problem by analysing (1) the combination between the geographical structure of the landscape, (2) the distribution of prehistoric sites and (3) the available information on prehistoric and historical road networks. Investigating the spatial dimension of the Copper Age and Bronze Age sites of western Sierra Morena this paper addresses the issue of mobility within Iberian later prehistoric societies. By means of a (1) Murrieta-Flores, P. A. 2010: “Travelling through past landscapes. Analysing the dynamics of movement during Late Prehistory in Southern Iberia with spatial technologies.” University of Southampton. PhD Upgrade document. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late... 105 Fig. 1. Location of the study area in the Iberian Peninsula and all the Copper Age and Bronze Age sites analysed in this research. spatial methodology developed and implemented within Geographic Information Systems (GIS), this research examines particularly the role that natural terrain accessibility might have played within prehistoric herding societies in the location of habitats and symbolic places. The case study involved here is set within the south-western Spanish regions of Sierra de Huelva and Sierra Norte de Sevilla, both referred in this article as western Sierra Morena, where previous research has led to some knowledge about the distribution of archaeological sites of prehistoric date, including settlements, funerary sites and others (Pérez Macías 1987, 1999, 2010; Hurtado Pérez and García Sanjuán 1996; Hurtado Pérez et al. 1999; García Sanjuán 1999, 2005; García Sanjuán et al. 2004; García Sanjuán and Wheatley 2010) (Fig. 1). The central aim of this paper is to discuss the results of a computational model, which analyses the spatial patterns of these sites in relation to the environmental and archaeological evidence available. From this, we expect to achieve a better understanding of the possible dynamics of movement in this region during Late Prehistory. 2. MODES OF SUBSISTENCE AND HERDING TRADITION IN WESTERN SIERRA MORENA Sierra Morena is a mountain range of 400 km that crosses from east to west the entire northern extreme of Andalucía (Southern Spain) and constitutes a contact zone between the Spanish Central Plateau and the Betic Depression. Located between two of the most important agricultural river valleys of Iberia (the Guadalquivir and Gua- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Patricia Murrieta-Flores 106 diana), western Sierra Morena presents a peculiar asymmetrical configuration due to the large amount of valleys and ranges interleaving each other. Despite the wealth and variety of its mineral resources, western Sierra Morena is also characterised by the poverty of its soils (Moreno Rey 1998: 19). In addition, the impermeability of the soil and roughness of its terrain have been some of the contributing factors for quick and deep processes of erosion, and ground water represents a limited resource due to a highly developed superficial drainage. It is probably this difficult environment and the lack of potential for agricultural intensification what makes Sierra Morena a long-established herding region. Thus, the wealth of the cattleraising economy of the region during the MiddleAge is well known (Carmona Ruiz 1993, 1994a, 1994b). The historical evidence of the pastoral activity in western Sierra Morena and surrounding areas can be traced back at least to the Iron Age, as testified by early literary sources. Roman writer Livy for instance, described how the Phoenicians used local herders of the region as informants during their incursions through the Silver Route. They were considered invaluable not only on account of the information they provided, but also because of their knowledge of the routes to follow, demonstrating with this that towards the Iron Age, there was an already established path network by the pastoralist indigenous populations (Alfaro Giner 2001: 222). Considering the development of such a network, and the fairly organised activity that herding seems to have been during Iron Age in western Sierra Morena, it has been argued that this activity probably has earlier prehistoric roots (Murrieta-Flores 2010). Various studies have claimed that the prehistoric groups of western Sierra Morena based their subsistence on a combined agropastoral strategy (Pérez Macías 1983, 1987; García Sanjuán 1999; Murrieta-Flores 2010). However, given that few prehistoric sites of this region have been excavated and published extensively (see Hurtado Pérez 2011 for the only exception) and the recovery of faunal evidence is hampered by the high acidity of the soil, there is little hard evidence to go by. This makes the data from the limited excavations, edaphological, palynological and spatial analyses, the only means available at present to understand the possible subsistence modes of the local prehistoric communities. The available pollen studies have suggested that by the IV-III millennium prehistoric societies in Sierra Morena could well have started to develop a dehesa ecosystem. As a widespread management method still used nowadays throughout the Sierra and a great part of western Iberia, the dehesa constitutes an agrosilvopastoral system whereby dense oak forests are cleared and woody vegetation is controlled in order to create and maintain grassland spaces, achieving a simultaneous and combined production and maintenance of domestic animals as livestock, wild animals as game, wood, firewood, coal and cork (San Miguel Ayanz 1994; Fernández Rebollo and Porras Tejeiro 1998). The earliest evidence of this system comes from paleoenvironmental research, identifying it in a basic form during the Copper Age (c. 32002100 BC), and fully developed towards the Iron Age (starting 850 AC) in some parts of southwestern Iberia such as Laguna de Las Madres and El Acebrón (Huelva) (Stevenson and Harrison 1992: 243). Towards the Copper Age the practice of a mixed strategy as subsistence mode (‘agropastoralism’) seems to have been already widely extended throughout south-western Iberia. This is suggested in sites such as Cantarras, Las Viñas and Papa Uvas, where there was an exploitation of the environment with a direct impact on the forest, and presence of grassland of human creation (López Sáez et al. 2001: 47; Llergo López and Ubera Jiménez 2008: 2371). This seems to be also supported by other paleoenvironmental research: in the case of Cueva de la Sima (Constantina), Cueva de los Covachos (Almadén de la Plata) and Coudelaria Alto do Chão (Portugal), an increasing use of vegetal species in combination with grassland for herding was already present during this period (Rodríguez Vidal et al. 2001; Rodríguez Vidal et al. 2003; Duque Espino 2005: 28). The evidence from these settlements suggests that there was an increasing understanding of the exploitation of herding resources in combination with diverse resources product of the dehesa environments. It is difficult to know the extent of these practices without further excavations, although emphasis on one strategy or another (agricultural or pastoral) was probably variable depending on the region. This is evident in the case of western Sierra Morena and the adjacent areas such as the Guadalquivir valley, where the differences con- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late... cerning access to goods, settlement sizes, resource exploitation and construction of monuments makes it clear that the communities on the sierra lived in different conditions and probably practiced a different strategy to those in the valleys (with more substantial agricultural outputs). Variability in economic practice must have occurred also over time. According to the spatial analyses, the Copper Age societies of this region preferred to establish their settlements in the few areas of the sierra with some agricultural potential in addition to places of long tradition such as caves (García Sanjuán 1999: 148). In contrast, towards the Early Bronze Age (EBA) (2100-1500 BC), local communities searched for and favoured settlement locations with better defensibility and visual control of their surroundings (García Sanjuán 1999: 141142). In addition, although some of their sites were still located on soils with better potential for agriculture, the majority seemed to prefer to settle in dehesa landscapes such as the case of La Traviesa, El Trastejón and La Papúa (García Sanjuán 1999: 146). This characteristic seems to be emphasised by the societies of the Late Bronze Age (LBA) (1500-850 BC) that located their settlements not only in areas traditionally used as dehesas, woodlands and grasslands, but also predominantly with no agricultural potential and little accessibility (García Sanjuán 1999: 147). Their lack of association to other factors such as visual control, height or other economic resources could lead to their understanding as seasonal camps or herding stations. During this period, diverse important sites of the region with long tradition of occupation such as El Trastejón and La Papúa presented a high level of plants such as: Erica, Cistus and Plantago (García Sanjuán 1999: 152-158), species that are related to dehesa environments and suggestive of exploitation for herding activities. In the case of El Trastejón, the samples recovered suggest that some cultivated species (barley, wheat and lima beans) were consumed but their trace is almost absent from the palynological record. This suggests that either these crops were cultivated near the settlement in small amounts (reason why they were not in the pollen record), or that this site was situated within an exchange network that allowed it to access this kind of resource (García Sanjuán 1999: 70). Moreover, the presence of loom weights at this site indicates 107 the practice of wool processing and textile manufacturing. It is probable that these and other products were exchanged for agricultural resources with communities in the near valleys. In the case of La Papúa cereal crops are under-represented, making improbable the existence of cultivated areas around this settlement. In addition, edaphological analyses have indicated the presence of cattle in this site (García Sanjuán 1999: 154160). It can be said that herding has historically been a major resource within the traditional mode of subsistence in western Sierra Morena. Its changing nature has been influenced by diverse factors, but predominantly poor soils shaped its particular development. In this region, it has been demonstrated that none of the plants and types of grass that constitute the diet of ruminants produces enough food for long periods of time (Mora González 2009). In this sense, the historical solution adapted to overcome this situation was transhumance (Fig. 2). Whether transhumance occurred in Prehistory in a way similar to that documented for historical periods is a matter of debate. However, recent GIS-based studies have emphasised the possible connection between prehistoric monuments, prehistoric pathways and historical transhumance routes (Wheatley et al. 2010; Murrieta-Flores et al. 2011a, 2011b). The maintenance of large herds was one of the main factors that conditioned historically the practice of transhumance in Iberia. However, this was probably not the case during Fig. 2. Herding in Andalucia (photo courtesy of Don Heffernan). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Patricia Murrieta-Flores 108 Prehistory where a small amount of animals, might have allowed what is known as short-distance transhumance or trasterminancia. During these journeys, herders carried out local movements looking for pastures in the valleys during the winter and returning to higher altitudes searching for fresher climates during the summer, accomplishing what is spatially known as the ‘pastoral orbit’. The pastoral orbit has been described as a conceptual space where transhumant herders carry out movement along a confined ‘orbit’, visiting a series of places which are not only convenient in terms of resources for their animals but also important in terms of social memory and networks (Frachetti 2008: 133). Where herding strategies are carried out in mountain environments as is the case of western Sierra Morena, the topographical configuration plays a crucial role in how movement is performed, where herding stations are located, and therefore, in how the pastoral orbit is accomplished. While movement in these environments is frequently localised and accommodated to the nature and steepness of the terrain, travelling through natural passageways and optimal routes such as mountain passes and internal valleys is regular in these regions. Although the optimal employment of the landscape is not always preferred in human societies, in certain special conditions such as these, the search for optimality can have serious advantages. As said, in the case of herding societies while accomplishing the pastoral orbit, natural areas of transit are of vital importance not only in terms of accessibility, but also in the location of seasonal camps and settlements. In this sense, late prehistoric communities of western Sierra Morena may have practiced their herding activities in a similar way. Taking into account (1) the variability of the settlement pattern, (2) the high number of seasonal habitats (that do not seem to be related to metallurgy or other activity), (3) the lack of potential for agricultural intensification, and (4) the ethnohistorical evidence of a predominant transhumant tradition that is present at least since the Iron Age, it seems fair to suggest that these local communities developed an increasing pastoral strategy. Based on that assumption, the practice of pastoral activity should be reflected at a landscape scale in the spatial distribution of settlements and symbolic places. In order to test this, it becomes necessary to identify specific charac- teristics of the landscape that are relevant for herding societies and their movement. Thus, a methodology using a combination of GIS methods has been developed in order to recognize important places in terms of movement such as passageways, crossing points and natural areas of transit. The underlying idea of this experiment was to examine the role that natural accessibility might have for these communities in the location of their sites, analysing the possible relationships that might be observed in the spatial layout. 3. IDENTIFYING NATURAL CORRIDORS THROUGH COMPUTATIONAL TECHNIQUES In the last decade, many interesting computational approaches to past human movement have been developed and important contributions have been made by authors like Llobera (2000), Bell and Lock (2000), Bermúdez Sánchez (2006), Llobera and Sluckin (2007), Frachetti (2008), Herzog (2010) and Mlekuž (2010). In Iberia, the work carried out particularly by Cruz Berrocal (2005), Fairén Jiménez (2004), Fairén Jiménez et al. (2006), Fábrega Álvarez (2006) and Fábrega Álvarez and Parcero Oubiña (2007) to mention just few of them, have contributed greatly to the knowledge of movement in Iberian landscapes taking diverse approaches in the analysis of pathways and least cost routes. In our particular case, the methodology developed had as main goal to identify areas of natural accessibility taking into account the roughness of the terrain and the impediment of crossing certain types of rivers. In order to accomplish this, three particular spatial analyses were combined. Firstly, it was necessary to undertake a ‘Morphometric Analysis’ of the terrain, identifying the natural passageways into the study area. Once identified, the points from which our study area was accessible were used in a ‘Cost Surface Analysis’ (CSA) as nodes for the simulation of ‘Least Cost Paths’ (LCP) crossing the entire region. These were calculated in terms of easiness to walk through diverse slope steepness while travelling. Finally from these results, the number and density of paths in each area was quantified through a ‘Line Density Analysis’. The basic assumption that this model made is that the areas through which more paths are accumulated Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late... could be considered as the most accessible, and therefore, main natural corridors. The basis for all analyses was a Digital Terrain Model (DTM) with a spatial resolution of 10 m, elaborated by the Junta de Andalucía from the 1:20.000 b/w photogrammetric flight of 2000-2002. With the implementation of the morphometric analysis, the main objective was to classify the landscape in a systematic way dividing it in six morphometric types including planes, channels, ridges, passes, peaks and pits. In order to be able to classify these different features, it is necessary to make a subdivision of all points in the surface represented by the DTM. The terrain model is in raster format, which can be thought of as a grid of cells that store specific values that in this case, consist of coordinates and elevation of the terrain. In this manner, if we represent a determined point in the landscape in the form of cells as it is in an elevation model, we will have that each location (or specific cell) will be always surrounded by eight other cells (Fig. 3). The morphometric features then, can be described by the relationship between the central cell and its adjacent neighbours (Wood 1996: 112) (Fig. 4). This is accomplished in a GIS calculating the morphometric features ‘passing’ a local window over the DTM, deriving the change in gradient of Fig. 3. Representation of a location in the landscape in a Digital Terrain Model and its elevation values. 109 Fig. 4. The morphometric types (after Wood 1996: 112). the central cell in relation to the neighbour cells through a bivariate quadratic function: Z = ax2 + by2 + cxy + dx + ey + f Where x, y and z are the local coordinates and a, to f constitute quadratic coefficients (Evans 1972). In order to do this calculation the basic components of morphometric analysis are taken into account. These are the first and second-order derivatives of the DTM such as slope steepness, cross-sectional curvature, maximum and minimum curvature, profile curvature, plan curvature, longitudinal curvature and Gaussian curvature. This was calculated using the method proposed by Wood (1996) as implemented within LANDSERF software. For this analysis it has to be taken into account that geomorphic phenomena are dependent on scale (Evans 2003). This means that the characteristics observed of determined point or area of the surface will vary when the calculation of the feature is performed with different spatial resolution or spatial extent (Ehsani and Quiel 2009: 336). In this context, spatial resolution refers to the size of one of the cells in the grid, while the spatial extent will constitute the area taken into account to measure the morphometric feature (the size of the window multiplied by the DTM resolution) (Ehsani and Quiel 2009: 336). A channel or a pass then, can be observed at diverse spatial extents ranging from few meters to several kilometres. This will be relevant due to the fact that the calculation of morphometric features will depend precisely on both, the spatial resolution of the terrain model and the spatial extent that we use to identify them. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Patricia Murrieta-Flores 110 The spatial resolution of the digital model might not be related to the scale of the morphometric features that we intend to identify, so there is the need to apply a multi-resolution size window instead of a single one (Ehsani and Quiel 2009: 337). This is to say that if we apply a unique window of 3 × 3 to our raster that have for instance, a resolution of 10 m, the only represented features will be the ones covering 30 m on the ground. In this sense, it has been recommended to use windows at diverse sizes in order to identify in a more robust way the desired features (Wood 1996). In this case, because our interest was to identify the morphometric features at a local scale, four local windows were used at sizes of 3 × 3, 5 × 5, 25 × 25 and 65 × 65. These windows represented features covering 30 m, 50 m, 250 m and 650 m. The results from the diverse spatial extents were compared and the locations identified as passes with the windows of 3 × 3, 5 × 5 and 25 × 25 (30-250 m) were used as the points from which our study area can be accessed (Fig. 5). Although in a general sense these are arbitrary sizes, it was considered that they would be wide enough for a comfortable transit with animals, making these zones more likely to be used as ‘points of access into the study area’. A total of 36 locations were recorded and then used for the CSA (Fig. 6). Topography is far from being the only influential factor in human movement and the development of path layouts – for an extensive discussion on this see Murrieta-Flores (2010). Nevertheless, when it comes to mountain environments it is certainly significant. In this case, an anisotropic cost surface analysis was carried out using the method available within IDRISI TAIGA software. The results from physiological experiments in the Middle Mountain environments of Nepal were used (Schneider and Robbins 2009), implementing a simple polynomial equation to calculate the cost of traversing the Fig. 5. Example of the morphometric analysis carried out in western Sierra Morena. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late... 111 Fig. 6. Defined points of access to the study area. Please see the map in figure 5 for the definition of the study area. landscape as relative friction. In addition, the rivers of the region were also taken into account as possible obstacles for movement. It is acknowledged that rivers can also act as facilitators for movement, and our study area presents a drainage network constituted mainly by rivers that can be crossed by foot in many parts depending on the season. However, at least three of them are wide and deep enough to become problematic to cross with animals all year round. In order to address this issue in the model, an additional raster layer depicting the cost of crossing rivers was created. Four different relative costs were assigned to the rivers taking into account their volume and width according to the classification given by the Junta de Andalucía from 1 to 4. Classes 1 and 2 are considered seasonal rivers that are easy to cross, so a minimum friction value was assigned to them. Class 3 rivers were assigned a higher value as they are wide and usually deep, while rivers class 4 were given a prohibitive value as they are impossible to cross by foot in any season. Afterwards, this raster and the topographic cost based raster were overlaid to obtain a definitive image for this experiment. This was used as the final friction surface to calculate the cost distance from each node to cross this landscape (Fig. 7). The LCP between the nodes were calculated in the same software (Fig. 8). The main aim of this experiment is to identify the regions that are more accessible taking into account the variables mentioned above. Following this logic, the most accessible areas would have to be those in which a higher number of paths can be found, or in other words, where there is a denser concentration of them. To identify these areas a grid of cells of 1 km covering all of the study area was created. The number of calculated paths crossing each cell was counted creating a grid depicting the most accessible zones. Additionally, a line density analysis was also performed assigning a search radius of 1.5 km2 and a cell size of 200 m as parameters in the analysis using the method available in ESRI ArcGIS software. From this, the density of paths in the surrounding of each raster cell was calculated. Finally, through the identification of the most accessible areas in terms of the simulated paths, the record of prehistoric settlements and monuments was analysed in relation to them (Fig. 9). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 112 Patricia Murrieta-Flores Fig. 7. Friction surface generated from the polynomial equation y=0.0312-0.025x+1, where: y is friction and x is slope. Fig. 8. The Least Cost Paths calculated from the cost surface analysis. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late... 113 Fig. 9. The results of the Line Density Analysis depicts the most accessible zones in the study area. The monuments and settlements from the late prehistoric communities were spatially analysed in relation to the defined natural corridors. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Patricia Murrieta-Flores 114 4. DISCUSSION Although the limitations of the available archaeological record must be taken into consideration, it is interesting to note that natural corridors in this region seem to have been heavily used during Prehistory. This is reflected in the results from the analysis that suggests that the majority of sites and monuments, regardless of their chronology, fall within the areas identified as natural corridors. In order to test this observation and to examine the possible role that natural accessibility may have played in the location of habitats and symbolic places of late prehistoric societies, we carried out statistical tests of significance. By these means, the spatial relationship between settlements or symbolic monuments and natural corridors was investigated, clarifying whether these sites are closer to the natural corridors than it could be expected by matter of chance alone. The statistical analysis used was the non parametric Kolmogorov-Smirnov test of one sample, which is appropriated for analysing two sets of observations. The general purpose of this test is to determine whether a difference between the means of two samples is statistically significant. In this manner, the test is based in the maximum difference between two cumulative distributions (sample and population) that determine by its significance if the sample deviates noticeably from the population. In other words, it allows us to know if the relationship between them is random or not, and therefore, if there is something to explain (Corder and Foreman 2009: 26). The procedure followed for these analyses with the aid of GIS was to establish a distance index from the natural corridors identified creating buffers each 500m, observing how many archaeological elements occurred within each index. From this, the areas calculated are taken as the background population and the cumulative frequency is derived, while the cumulative frequency of the number of archaeological cases per index is also derived. Finally the maximum differences (Dmax) between both cumulative frequencies are calculated. The maximum value is compared with a given critical value that is determined depending on the level of significance established. If Dmax exceeds the critical value, the null hypothesis proposed can be rejected (i.e. ‘Ho = The Copper Age settlements are randomly distributed with respect to the natural corridors’). By these means, the spatial relationship between settlements and monuments of each period and the natural corridors was investigated, clarifying whether these sites are closer to the natural corridors than it could be expected by matter of chance alone. This was done at a landscape scale considering a study area of 5,261 km2 and a total of 398 archaeological sites ranging from Copper Age to LBA. The spatial association was investigated at a significance level of 0.05 and the null hypotheses in all cases were rejected with the exception of the LBA funerary monuments, which sample is too small to obtain a robust result from any statistical test (Tabs. 1-5). For each other period the results show a pronounced association that is statistically significant, concluding that settlements and funerary sites tend to occur close to the corridors. In fact, while 73.33% of the Copper Age settlements occur in areas of natural transit, in the case of the Bronze Age this coincidence is even greater, (81.25% for the EBA and 87.5% for the LBA). In the case of funerary places this relationship seems to shift. For the Copper Age the association between natural corridors and the megalithic monuments is emphasised with 88.24% of them falling within the areas of transit, while in the case of the EBA the coincidence between funerary sites and corridors is of 75% and for the LBA is only of 33%. Despite this, it has to be taken into account that for the LBA this figure might be the result of the rather small archaeological record. However, in the case of the Cooper and EBA these figures are very meaningful in terms of modes of subsistence, social interaction and movement. A high coincidence between settlements and corridors was an expected observation in general, as it is likely that human societies will locate their settlements within reach of communication networks. However, these results are consistent with the observations made by other scholars in terms of the differences observed between the Copper Age and Bronze Age settlement patterns (García Sanjuán 1999; Pérez Macías 2010: 275-276). The comparatively weaker association between natural corridors and Copper Age habitats might be explained through a comparison of their distribution patterns to those of the Bronze Age. The association to land historically used for pas- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late... 115 Tables 1-3. Kolmogorov-Smirnov test of the relationship between Copper, Early, and Late Bronze Age settlements and corridors. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Patricia Murrieta-Flores 116 Tables 4-5. Kolmogorov-Smirnov test of the relationship between Copper and Early Bronze Age funerary monuments and corridors. turage and herding activities is of 25% for Copper Age settlements and 65.6% for EBA settlements (García Sanjuán 1999). This suggests not only that Bronze Age groups were looking more regularly for spaces that were suitable for herding, but also that they were performing seasonal movements and therefore, we observe a stronger relationship between their habitats and natural corridors. Although this seems contrary to the traditional argument that in southern Iberia, with an increasing social inequality, the desire to settle in places with better defensibility might have increased towards the Bronze Age, it offers a new alternative interpretation where it is argued that the settlements seem to be in rather accessible locations. In the specific case of western Sierra Morena with a subsistence mode related to pastoralism, it is probable that many of the sites identified as temporal camps or settlements were related to their pastoral orbit and therefore, they had a stronger relationship with natural Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late... corridors. This might have been the case in the selection of some caves as shelters such as Cueva de la Mora de la Umbría (Aracena). This cave apparently served as a permanent settlement during the EBA and towards the LBA, it became a sporadic or maybe seasonal shelter (Martínez Rodríguez and Lorenzo Gómez 1992: 198). This kind of use has also been observed in other mountain environments, where the combined use of caves as pens for sheep and residence for herders during Late Prehistory has been documented (Palomar Macián 1984; Mlekuž 2005). Although excavations are needed, it is important to note that those cases are regularly related to pasturage. In addition, in comparison with the rest of Andalucía, the caves of Sierra de Huelva seem to have significant occupation during the Bronze Age (Martínez Rodríguez and Lorenzo Gómez 1992: 199), which could be related to the increase in herding activities and seasonal mobility. Also of note is the fact that in the case of an important natural corridor with prehistoric settlements such as the Múrtigas River Valley, settlements were not reused after the Copper Age despite their location in places with good agricultural soil (Pérez Macías 2010: 274). This seems to emphasize further the economic change towards the Bronze Age, and possibly the increasingly specialised pastoralist strategy. Although more paleoenvironmental research is needed, several EBA sites are associated to soils that have been traditionally used for pasturage. This is the case of El Trastejón, Puerto Moral, La Grama, Santa Catalina and Cerro Librero I, located within the Rivera de Huelva River valley, one of the most important passageways in this area and the main natural corridor leading from the Guadalquivir River into the ‘inner’ part of the Sierra de Huelva. It is also interesting to note that recent analyses carried out in western Sierra Morena looking at the evidence available regarding the exploitation of metals have concluded that for the Copper Age, there is no evidence of metallurgic activity or metal artefacts for this period, with the exception of the funerary site of La Zarcita (Santa Bárbara de Casas, Huelva) (Costa Caramé 2011: 324). Despite this, towards the Early and Late Bronze Age this seems to change. Although the evidence points to the idea that the exploitation of metals in this region is very low in compari- 117 son with adjacent areas such as the Guadalquivir valley, there seems to be an diachronic increment in the linear distance between settlements and places of metallurgic activity in general (Costa Caramé 2011: 274). This change between periods might be connected to an increase in the mobility of these societies and is possibly associated to herding activities. In this manner, the rising importance of commerce during this period, the potential proliferation of herding activities and the enterprises that come with them, might be some of the factors explaining why during the Bronze Age, a larger number of settlements and seasonal camps were located near natural corridors. In relation to the funerary sites, two remarkable results emerge from this analysis: firstly, the hypothesis expressed several decades ago pointing to a relationship between megalithic monuments and natural corridors (Chapman 1979; Galán Domingo and Martín Bravo 19911992; Criado Boado and Vaquero Lastres 1993; López Plaza and Salvador Mateos 2002) can be finally accepted for western Sierra Morena. Secondly, that the relationship with funerary sites and natural corridors seems to hold also true for later periods, at least for the EBA. While the possible reasons for these relationships are still under investigation and have been explored elsewhere (Murrieta-Flores 2007; Wheatley et al. 2010; Murrieta-Flores et al. 2011a, 2011b), it is important to note that the majority of megalithic monuments are located within a range of 500-1000 m of the calculated corridors. The strong spatial relationship recognised for the megaliths seems to be consistent with the idea that they are often located in visible and traversable areas, and it also emphasises their possible role as landscape markers (Murrieta-Flores et al. 2011a, 2011b). In the case of the EBA funerary places, they are located even closer in a range of 0-500 m. This could be related to the role that burials play as spatial markers for herding societies while performing the pastoral orbit and it could be interpreted as a possible continuation in the symbolic role of funerary monuments for these communities. Related also to this is the remarkable coincidence between historical paths and natural corridors. As it was mentioned at the beginning of this paper, there is a long-standing debate on Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Patricia Murrieta-Flores 118 whether Iberian prehistoric monuments were associated to historical routes such as droveways. What is clear from this experiment is that the monuments are definitively associated with areas of natural transit. Although it is still necessary to analyse in depth what is the logic behind the layout of the historical routes, their connection to funerary monuments may be due to the fact that some parts of these paths follow the most accessible areas in the landscape. Therefore, what we might be observing is in reality the relationship of the monument ‘with’ the natural corridor which happens to be used by the historical route. This might be the explanation why in some cases a spatial relationship between historical routes and funerary monuments can be confirmed and in some others not (Wheatley et al. 2010). In this sense, in the context where the spatial relationship with historical paths has been impossible to establish, it would be useful to test if the monuments are related to natural corridors instead. In this case it must be taken into account that although there are many variables and factors that influence the establishment of path layouts, in mountain environments these options are relatively more constrained. Therefore, is not surprising that the historical routes follow at least in some sections natural corridors, and that these may have been used by earlier societies. This specific relationship is currently under investigation. Finally, an interesting perspective derived from all these observations is that places where natural corridors, historical paths and prehistoric monuments converge, they constitute parts of the landscape that are highly likely to have been used by prehistoric communities and therefore, they could be targeted for archaeological investigation. Because it has been a usual practice for all societies to reuse the already established paths, the presence of these three elements may be indicative of the possible fossilization of a route, at least in those specific segments. It can be argued that historical transhumance routes had a specific purpose, so their layout must have been quite unique to the social and economic needs of the societies that created them. However, in this case there are many segments where the roads tend to follow the natural corridors, and if in these parts the monuments are strongly associated to them, it is possible to think that these segments might be part of older paths. 5. CONCLUSION The research about the mobility and daily life aspects of the prehistoric communities of this region is far from concluded. The results from this analysis offer further support to the scarce archaeological evidence available of western Sierra Morena, suggesting that its societies favoured (over time) habitats located close to natural corridors. This has opened a series of interesting questions. While it has been argued that this relationship might be in connection to the growing economic weight of pastoral practices towards the Bronze Age, the spatial association between megalithic monuments and corridors remains to be further investigated. In relation to this, their possible use as landscape markers and their potential role in territoriality is currently under examination. In addition, ideas of permanence concerning sacred and/or symbolic places and their materialization in the landscape are still to be identified. In the case of western Sierra Morena, there is also the need to think of the implications that these results have within a larger frame. In this sense, the possible relationships and interaction between the communities of this mountain range and the adjacent valleys have to be researched. Regarding the methodological aspect, computational approaches allow us to test hypotheses and to explore at a landscape scale the spatial characteristics of archaeological sites that are denotative of past social aspects. However, it must be acknowledged that models of movement are usually far from perfect. The results depend (among many other things), on the spatial resolution of the terrain model used, the equations employed to calculate the costs to traverse it, and the algorithms used to calculate the LCP. Moreover, there are many variables, both physical and social, that can influence how people move and the paths they follow. In this sense, it is acknowledged that the results presented here constitute a starting point for the formulation of additional archaeological questions and also of methodological improvements in mobility models. Nevertheless, it is believed that the method used has proven to be not only a robust way to investigate past landscapes, but also an innovative approach in movement models, combining well grounded tools like LCP and morphometric analysis. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12082 Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late... ACKNOWLEDGEMENTS This research was funded by the National Council of Science and Technology of México (CONACYT). Special thanks to Leonardo García Sanjuán for his invaluable suggestions and comments during the preparation of this paper. All my gratitude goes to Catalina Mas Florit for her thoughts in the early development of the model and to Dimitrij Mlekuž for his insightful remarks on my research. I’m also grateful to Vasko Demou and Emilie Sibbesson for their comments to this paper and David Wheatley for his guidance and support. Finally, I would also like to thank the anonym reviewers that helped me to enhance this article with their thoughtful comments. BIBLIOGRAPHY Alfaro Giner, C. 2001: “Vías pecuarias y romanización en la Península Ibérica”. In J. Gómez-Pantoja (ed.): Los rebaños de Gerión: pastores y trashumancia en Iberia antigua y medieval. Casa de Velázquez. Madrid. Anés, G. and García Sanz, A. (eds.) 1994: Mesta, Trashumancia y Vida Pastoril. Investigación y Progreso. 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Traditionally, it was considered that only the Iberian Peninsula is home to painted dolmens. The analysis of chamber H of the Barnenez tumulus together with some information scattered over the continent, prove that painting was part of the graphic programs in the most archetypal Atlantic sites, such as Brittany. A highly rewarding panorama appears for European megalithic art with potential new readings. The most suitable method of detecting paintings and interpreting them in funerary contexts must be reviewed. RESUMEN La técnica ha venido estableciéndose en el arte megalítico europeo como una categoría cultural. Solo la Península Ibérica disponía de dólmenes pintados. Pero algunos datos dispersos en el resto del continente, junto con los análisis que se aportan procedentes de la cámara H del túmulo de Barnenez, certifican que la pintura formó parte de los programas gráficos de los más clásicos conjuntos atlánticos, como es el bretón. Se abre un (*) Área de Prehistoria, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Alcalá de Henares. C/ Colegios 2. 28801 Alcalá de Henares. E-mail: p.bueno@uah.es; rodrigo.balbin@uah.es; rosa.barroso@uah.es (**) UM 6566 du CNRS - Université de Rennes 1, Campus de Beaulieu. 35042 Rennes Cedex. France. E-mail: luc.laporte@univ-rennes1.f (***) Chargé de mission “Valorisation des Mégalithes”, Comité Départamental du Tourisme du Morbihan. Allée Nicolas Leblanc. 56010 VANNES Cedex. France. E-mail: philippe.gouezin@orange.fr Key words: Megalithic painting; Neolithic; Brittany; Europe. Palabras clave: Pintura megalítica; Neolítico; Bretaña; Europa. 1. INTRODUCTION (4) Characterisation of Atlantic megalithic art as a set of carvings in burial contexts, with the sole exception of the north-east of the Iberian Peninsula, has become a commonplace in its technical definition (Shee 1981). Over the last few years, the Universidad de Alcalá de Henares (UAH) team in the Iberian Peninsula, and Carrera and Fábregas’s team in the north-western, as well as occasional work on Portuguese and Spanish megaliths have proven that paintings were not only seen on the dolmens at Viseu. Findings in Galicia, Asturias, the Basque Country, Catalonia, inland, south-east and Andalusia have been adding evidence to the hypotheses (****) Dpto. Ciencias y Técnicas Fisicoquímicas, Facultad de Ciencias Universidad a Distancia (UNED). P.º Senda de Rey 9. 28040 Madrid. E-mail: ahernanz@ccia.uned.es; jm.gavira@ccia.uned.es; miriarte@invi.uned.es Received: 23-I-2012; accepted: 22-II-2012. Primitiva Bueno Ramírez et al. 124 that painting was part of the decoration of megaliths, amongst others. The diffusion of painted graphics programs points to issues of varying importance. Among those we wish to examine in this short paper is the idea of carving as an expression of Atlantic art as opposed to paintings, which is an expression of Mediterranean art. We consider this to be an untenable dichotomy in view of the our currently available data (Bueno et al. 2008). The old hypothesis splits the Iberian Peninsula into two – those areas related to expansion of the neolithic Spanish Levant area and those connected to the Atlantic area. Thus, this defines megalithic art as a coastal and Galician-Portuguese manifestation with a few sporadic and late sallies inland. This theory envolves to the concept of a barrier between painting and carving which, strangely enough, coincided with the political border with Portugal. Some evidence from recent years allowed dissent over some pronounced absence (Sanches 1997), and therefore, the last barrier between painting and carving was moved to lay between Galicia and Portugal (Bradley and Fábregas 1999). Data on painting and carving in the interior of megaliths found in territories characterised by open-air carvings and paintings only started to make these solid barriers crumble (Bueno et al. 2009a; Bueno et al. 2009b). The situation of megalithic art in Europe is not much different from that of the Iberian Peninsula. Paintings have not been acknowledged in European megaliths because the historiographical tradition denied their existence and specific methodology were not implemented to discover them. Some years ago, we suggested that the supposed absence of painting on European megaliths was as flawed as the supposed absence of paintings on megaliths from anywhere in the Iberian Peninsula but the north-west (Bueno and Balbín 2002: 611). There were references to painting on German megaliths (Müller 1997), and French megaliths. The most typical were the black paintings associated with some “goddesses” of the hypogea of the Marne (Villes 1997). Data on red paint on megalithic uprights (Devignes 1996: 138; Devignes 1998a, b) and on stelae in the south of France has been recorded (Gutherz et al. 1998; Hasler 1998). The spread of megalithic art in the area may be wider, as suggested by the documented presence of colorants in recent archaeological excavations (Beyneix 2007). As with the Iberian Peninsula, there is schematic painting in natural shelters and caves with 1921 burials (Hameau 2003). There are also findings in the British Isles, with Breuil and Macalister’s reference to pigment on the Loughcrew monument. Also, there is the possible painting on the Calve dolmen (O’Sullivan 2006: 667) or that currently being analysed by Scarre at the Dehus dolmen in Guernsey (personal comm.). Bradley et al. (2000: 54) in his study on incisions in decorations on megaliths in Orkney indicate a possibility that these were finished by painting, as happened in the Iberian Peninsula. Documentation from work with infrared rays on the link between incision and red paint on the Maes Howe dolmen is an overwhelming argument (Bradley et al. 2000: Fig. 11) More proof is yielded by the Orkneys where paintings have been found in dwelling sites, such as Skara Brae and Brodgar Ness (Card et al. 2007; Smith 2010). However, it is true that Brittany, the area that defines the essence of Atlantic megalithic art, remained a stronghold of carvings. It contains the best-known examples used to establish the sequences of megalithic art in Europe. Our knowledge of some of these monuments leads us to suspect that painting can be found in Brittany. Thus, Gavrinis’ spectacular decoration of carved circular motifs seems to clearly show an evident chiaroscuro between the wide line engraving and the false low relief, which was probably white with raised areas painted in black. We do not deny that the troughs may have been covered with red paint, although the remains seen today must be analysed to rule out recent interventions (Cassen personal comm.). The relationship of this technique with examples from the south of the Iberian Peninsula from where we have analysed data from pictorial applications – dolmen 19 at Montefrío, the Bobadilla stela and the Gorafe stela (Bueno et al. 2009c), leads us to suspect that Gavrinis’ troughs were painted with black pigment and also red pigment. The Goërem dolmen in Gavres (L’Helgouach 1970) whose layout as a passage at right-angles is a reminder of some of those documented in megalithic art in Huelva, also seems of interest. Another monument where painting might be found is Barnenez. Apart from its impressive architecture, the known chronology places it as one of the oldest example of megalithic art in the world, and some of its chambers house important Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12083 Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez 125 Fig. 1. Locations of painting on Iberian and European megaliths. The detail shows dolmens in Brittany mentioned in the text. carvings and sculptures (Giot 1987). The first data obtained from samples from Barnenez seem to us to be sufficiently significant to give this information (Fig. 1). 2. WORKING METHODOLOGY Our team is developing documentations on megalithic art always using photography. To this end, we use several techniques based on complete respect for the supports. This means not using plastics or other elements for direct tracing which, in any case, are quite unnecessary. A thorough visual analysis with lights (1) which provides initial evidence is complemented by a wide range of photographic techniques available these days. We take photographs with various lights and filters on the same image in order to maximise the chance of reading pigments and carvings. Experience in detecting painting and carving helps when performing this type of work, (1) We combine led lights 9430 and 9440 Remote Area Lighting System Peli, with incandescent spotlights and screens of multidirectional fluorescent lamps. This is to intensify the direct light which is what helps us to see the painting, but it has to be combined with warmer tones, and so incandescent lamps are used. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12083 Primitiva Bueno Ramírez et al. 126 for let us not forget that carvings, and especially paintings, may present severe problems for preservation. The location of paintings is compared with analytical methods. Sometimes, we use a portable X-ray diffraction tube, as with the work at Menga (Bueno et al. 2009c). At other times, we have taken direct samples in order to provide an indisputable comparison for the presence of pigments. This system has been widely used in studying Palaeolithic art, and it enabled C14 dating from organic pigments in megalithic art (Carrera and Fábregas 2002). Documentation of megalithic painting at Barnenez required irrefutable proof and so we resorted to direct sampling. We worked in chamber H, which has been closed since Giot’s archaeological excavations ended (Giot 1987: 43). Two different orthostates and several pigments were chosen: black for samples M1a1 and M2a2, and red for sample M3a2. Samples from neighbouring, undecorated areas were taken for comparison, one from each of the orthostates. To help with reading the position of the samples, they were grouped together as: M1. M2 and M3 as shown in figure 2. The sampling respected Fig. 2. Barnenez (Brittany). Top: floor plan of the tumuli, with indication of the nomenclature for the various chambers (Giot 1987). Bottom: floor plan and elevation of monument H of the primary tumulus (Giot 1987), showing the position from where sampling was taken. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12083 Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez 127 Fig. 3. Monument H of the primary tumulus at Barnenez (Brittany). Raman spectra of samples from the supports: Sample 1 and Sample 2 from orthostat A. EDX spectrum of pigment samples: M1a1 black rectangle on orthostat A; M2a2 black blot on orthostat A; M3a2 red zig-zags on orthostat C. those basic rules for preserving the support. Each extraction was photographed and stored in sterile glass until analysed in the Science and Physiochemical Techniques Laboratory at the UNED. A series of tests was used, starting with differentiating the components of the support. These were determined from the spectra obtained by Raman microspectroscopy, which confirms the main components of the substratum: α-quartz, albite and muscovite, all of which are typical in a rock like granite. The pigment samples emit intense fluorescent radiation when irradiated with the line at 632 nm from a laser which prevents the detection of Raman signals. Therefore, scanning electron microscopy was used together with X-ray energy dispersive spectrometry (SEM/ EDX). The EDX spectrums show that samples 1 and 2 contain manganese, probably in the form of oxide, and sample 3 has iron, probably in the form of oxides or oxyhydroxides, components which are completely alien to those making up the support. Analysis is continuing to decide the composition of the manganese and iron compounds found in each of the pigments, and their proportions (Fig. 3). 3. PAINTINGS IN CHAMBER H OF THE TUMULUS OF BARNENEZ. PLOUERZHOC Work by Giot’s team at Barnenez demonstrated the existence of a complex system of tumuli built on top of each other and the reuse of pieces. This led to the start of a less strict view of Atlantic constructions and how long they lasted (Fig. 4). Chamber H is part of the oldest tumulus on the site. It lies in the centre and is the most spectacular. It is the most highly decorated of all of them and has carvings and stelae (Giot 1987: 40). The architectural style, with a long corridor and chamber with ante-chamber, pose some reasonable questions on possible refurbishment (Laporte 2010), which is borne out by an analysis of the decoration. We found black painting laid out in lines horizontal to the orthostates in the ante-chamber, particularly visible on its south side. A black horizontal line circles the lower third of the famous stela before the chamber. Inside the chamber, orthostat A, at the entrance, has black painting, while others orthostates have red lines, in addi- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12083 Primitiva Bueno Ramírez et al. 128 Fig. 4. Current state of the Barnenez monument (Brittany). The oldest tumulus is the darkest one (photo by R. de Balbín). tion to them all having carvings. There must have been more painting in the past than can be seen today. Red, zig-zag horizontal lines are clearly visible on several orthostates. Those on orthostates B and C are particularly recognisable. Firstly, because they display some continuity between each of the supports which proves an overall design following the same height. Secondly, because we suspect that some of them were painted over on more than one occasion. More specifically, this refers to orthostat C. Bright red in less parallel lines and in a somewhat wavy layout completes the wavy carvings seen on the left. A row of carvings is seen further below, this time above the zig-zag lines painted in orange-red tones. Sample 3 is taken from this one. The sequence of decoration on orthostat C shows wavy carvings completed with bright red painting, overlying a previous decoration of more orderly, angular paintings, from which we took samples (Fig. 5). The carvings recognised by Giot’s (Giot 1987: 43) works, display a special technique that is not very common in Breton art, but is documented in Iberian sites. These are the wide, surface chip carvings which characterise the well-known U-shaped motifs on the monument. Evidence of this technique is found on decorated monuments in the north-west of Portugal, with the Portela de Pau dolmen 2 (Baptista 1997: 205) being one of the most outstanding ones in area. The same type of carving has been documented for monuments in the Tajo International Nature Reserve. In both cases we have defended the theory that their superficiality must have played a role associated with the painting, whether or not this is preser- Fig. 5. Carvings and paintings on orthostat C, Chamber H, Barnenez tumulus (Brittany). General view and detail with photographic description restored by several types of illumination (photos by R. de Balbín). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12083 Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez ved on the monuments mentioned (Bueno et al. 2009a). At the time painting was performed, there would have been a considerable contrast in colour between the carved surface and the rest, thus constituting a “pictorial” mode of expression. Their fine state of preservation meant that the patina played a role in being able to observe motifs that would be lit by lamps similar to Palaeolithic ones. The presence of one in Anta de Coureleiros is an interesting finding and is very similar to those found in the Irish New Grange dolmen (Stout and Stout 2008: fig. 34). The most famous piece is the widest one in the chamber; it contains the most varied motifs. It is rather too offset from the central axis to be an entrance orthostat and appears to pair more with the one on the north side. In fact, the wavy carvings on piece D follow the same height as those on C. The uncarved area on both pieces continues in black painting. It is not difficult to associate these with Iberian motifs of the same type: broken or curving lines repeated over the whole or part of the orthostat. We have suggested that these motifs resemble to ankle-length robes, in the same style as those on decorated plaques (Bueno y Balbín 1996; Bueno et al. 2005). Below, a rectangular motif painted with a black surround presents a large blot in the same colour on the south side. Both are overlaid by a saline crust. The rectangular motif very often appears in carvings on other megalithic monuments in Brittany, and is not out of place in the main inventory of this type of funerary art. Its relationship to possible human figures cannot be dismissed; in the same complex at Barnenez, dolmen J has a similar figure to which lines were added in the upper part, which researchers interpreted to be an idol. In fact, we plan to review the uprights in chambers J and A, as the similarity of their carvings puts forward the possibility of there being remains of paintings, which needs e to be confirmed. The presence of an axe with handle and an axe blade on orthostat A certainly associates decoration on this upright with that of the stela before the chamber. The stela present a bow, but both display an intention to show human figures equipped with the same objects in the most important areas of the burial area: the entrance and the front area. This positioning is repeated in many Iberian and European megaliths (Bueno y Balbín 2002: 623) (Fig. 6). 129 4. INTEGRAL GRAPHICS PROGRAMS IN MEGALITHIC ART IN EUROPE The results obtained from Barnenez, together with the review of the Goërem dolmen where we found black painting, were immediately notified to the relevant public authority. We thought it essential to take measures to preserve a part of cultural heritage where current lack of knowledge could cause irredeemable loss. In order to make an initial assessment, one of us (P. G.) found remains of red on one of the capstones of dolmen 1 at Saint-Michel in Carnac, red bands on one of the uprights in dolmen 3, and remains of black on one of the uprights of dolmen 2 in the same monument. At Petit, one of the orthostates has vertical, wavy motifs painted in red. This information must be assessed in greater detail, but they help to confirm that the absence of paint on dolmens in Brittany can be explained by the lack of research on this type of technique. The spread of painting in European megalithic art will eventually be similar to that documented in the Iberian Peninsula over the last few years. This perspective adds to the opportunities to study complex programmes in which carvings, paintings and sculptures have varying significance. The discovery of painting at Barnenez connects the graphic systems of all Atlantic megaliths (Bueno y Balbín 2002). Such evidence of long-distance interaction adds to that found recently for some materials documented in European and Iberian megaliths. A sure example is variscite found in Brittany, but originating from around Huelva and Zamora (Herbault and Querré 2004). The fact that the materials found are highprestige and have a direct relationship with megalithic rituals is another element to add to the fact that the funerary ideology behind them was widespread throughout megalithic culture in the Atlantic area. Axes, variscite, amber, perhaps gold and copper later, display a scenario of pomp in the face of death which is the reason for most of the Atlantic exchange routes from the 5th millennium cal BC, at least. The chronology of Iberian megaliths comes much closer to those in Brittany, while the detailed samples from those in Britain show a long chronology with ancient roots (Scarre 2010), similar to that in the north of Europe (Furholt and Müller 2011). The precise information that may Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12083 Primitiva Bueno Ramírez et al. 130 Fig. 6. Chamber H, Barnenez tumulus (Brittany). Left: side view of the statue at the entrance to the chamber. The deep carvings of two axe blades and a bow can be seen, in addition to an upper finish in the shape of a glans (photos by R. de Balbín). be provided by finding organic materials in megalithic pigments adds a factor of undeniable interest in re-setting dates for megalithic art in the Atlantic region. From a the point of view of motifs, paintings at Barnenez advise a re-reading of some of the most iconic figures of megalithic art in Brittany, as the U-shaped motifs cannot easily be classifies as boats or birds (Cassen 2007), if they are defined as continuous wavy or zig-zag lines finished in paint. Therefore, experts in the field should be an indispensable part of any multidisciplinary team in the future. Decisions on preservation must also be taken once sufficient information has been obtained, since paintings are more deli- cate than carvings, and samples can be taken not only on pigment types, such as we are providing here, but also for C14 dating. As we have mentioned, direct sampling from painting on Galician and Portuguese dolmens (Carrera and Fábregas 2002), has proved to be one of the most reliable dating systems for Iberian monuments and their refurbishing (Bueno et al. 2007). Atlantic megalithic art can be seen as a huge range of opportunities requiring specific methodology for identifying paintings, the same as with Iberian megaliths years ago. This is the only way to establish the true scope of the technique in graphics in Brittany, and by extension, the rest of Europe. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12083 Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez Sculpture certainly plays a role where formulae like those of the Iberians are constantly repeated: paintwork, carvings and sculpture formed part of these integrated projects to decorate megalithic monuments. The way in which this was done, whether part of the pre-existing monuments was renewed, or they were refurbished more than once, are questions that have to be answered by detailed study which includes the possibility of painting having been found in Barnenez, and undergoing confirmation in this nucleus of funerary art par excellence in Europe: Brittany. ACKNOWLEDGEMENTS The results described are advance information on a sampling project from Breton monuments that we carried out with permission from the Direction Régionale des Affaires Culturelles de Bretagne headed by Stephan Deschamps. Data for the tumulus of Saint-Michel were obtained by authorised prospection agreed between one of us (P. G.) and the administration for megalithic sites at Carnac. We wish to give special thanks to Anne Belaud de Saulce, administrator for the megalithic sites at Barnenez, Carnac and Locmariaquer, for her hard work in processing the paperwork. Youen Belenfant provided us with access to Gavrinis and its owner consented to allow us to take photographs. The following researchers were involved, Le Roux for Gavrinis and Le Goffic and Lecornec for Barnenez and Petit. Their information and support were extremely useful. BIBLIOGRAPHY Baptista, A. M. 1997: “Arte megalítica no planalto de castro Laboreiro (Melgaço. Portugal e Ourense, Galiza)”. Brigantium 10: 191-216. Beyneix, A. 2007: “Indices d’un art mégalithique en Aquitaine”. Bulletin de la Société Préhistorique Française 104 (3): 517-524. Bradley, R. y Fábregas, R. 1999: “La ‘ley de la frontera’: grupos rupestres galaico y esquemático y Prehistoria del Noroeste de la Península Ibérica”. Trabajos de Prehistoria 56 (1): 103-114. Bradley, R.; Phillips, T.; Richards, C. and Webb, M. 2000: “Decorating the houses of the dead: incised and pecked motifs in Orkney chambered tombs”. Cambridge Archaeological Journal 11 (1): 45-67. 131 Breuil, H. and Macalister, R. A. 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Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12083 Primitiva Bueno Ramírez et al. 132 Carrera Ramírez, F. and Fábregas Valcarce, R. 2002: “Datación radiocarbónica de pinturas megalíticas del Noroeste peninsular”. Trabajos de Prehistoria 59 (1): 157-166. Devignes, M. 1996: Inventaire des mégalithes de la France: 9. Gironde. Supplément à Gallia Préhistoire. CNRS. Paris. Devignes, M. 1998a: “Bilan du mégalithisme aquitaine”. En P. Soulier: La France des dolmens et des sépultures collectives (4500-2000). Errance. París: 27-36. Devignes, M. 1998b: “Le mégalithisme du Sud du Bassin aquitain”. En X. Gutherz and R. Joussaume (ed.): Le Néolithique du Centre-Ouest de la France. Association des publications chauvinoises. Chauvigny: 215-233. Furholt, M. and Müller, J. 2011: “The earliest monuments in Europe –architecture and social structures (5000-3000 cal BC)”. En M. Furholt, F. Lüth and J. Müller (eds.): Megaliths and identities. 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Análisis traceológico de una colección de denticulados de sílex procedentes del ‘recinto de fosos’ de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) Evidence of the use of threshing-boards in the spanish Meseta during the Copper Age. Microwear analysis of flint denticulates from ‘the ditched enclosure’ of El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) Juan Francisco Gibaja (*) Manuel Crespo (**) Germán Delibes (**) Julio Fernández (**) Cristina Fraile (**) José Ignacio Herrán (**) Antoni Palomo (***) José Antonio Rodríguez (****) RESUMEN (1) (2) sibly related to cereal cutting. As a result, these tools have been interpreted as sickle blades. This paper partially contradicts this hypothesis, since most of the pieces recovered at the site of El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) were not used as sickles, but rather they could have been flakes in threshing-boards. Therefore, this is the earliest evidence of the use of threshingboards in Iberia. This type of tool is in some way similar to those found in the Near East during the Bronze Age. La presencia de grandes piezas líticas talladas bifacialmente es una constante en los contextos de la Edad del Cobre en el interior de la Península Ibérica. El brillo apreciable a simple vista en su filo denticulado ha sido atribuido a su uso como hoz. El estudio que ahora presentamos contradice parcialmente esta propuesta, ya que la mayor parte de las piezas halladas en el yacimiento de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) no eran hoces sino elementos de trillo. Estamos ante las evidencias más antiguas de su uso en la Península Ibérica. Este tipo de piezas tienen cierta semejanza con las encontradas en el Próximo Oriente durante la Edad del Bronce. Palabras clave: Mediterráneo occidental; Prehistoria reciente; Arqueología experimental; Tecnología; Trillos; Agricultura; Cereal; Traceología. (3) (4) Key words: Western Mediterranean; Late Prehistory; Experimental archaeology; Technology; Threshingboards; Agriculture; Cereal; Use-wear analysis. ABSTRACT Large bifacial flint tools are frequently found in Copper Age sites from Iberian Península. They usually show a visible gloss on their denticulated working edges, pos(*) Investigador contratado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, Subprograma Ramón y Cajal. Dpto. de Arqueología y Antropología. Institución Milá y Fontanals - Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IMF-CSIC). C/ Egipciàques 15. 08001 Barcelona. Correo e.: jfgibaja@imf.csic.es (**) Dpto. de Prehistoria, Arqueología, Antropología Social y Ciencias y Técnicas Historiográficas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valladolid. Plaza del Campus s/n. 47011 Valladolid. Correos e.: crespomanuel69@gmail.com; delibes@fyl.uva.es; jferman@fyl.uva.es; kisstinapucela@hotmail.com; joseiherran@terra.es 1. EL YACIMIENTO DE EL CASETÓN DE LA ERA Tal vez por asumir la superioridad del instrumental metálico sobre el de piedra, los prehisto- (***) Arqueolitic. Carrer Sant Martirià 56. 17820 Banyoles Girona. Correo e.: tpalomo@arqueolitic.com (****) Dpto. de Ciencias Históricas y Geografía, Área de Prehistoria, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad de Burgos. C/ Villadiego s/n. 09001 Burgos. Correo e.: jrmarcos@ubu.es Recibido: 7-I-2011; aceptado: 16-III-2011. Juan Francisco Gibaja et al. 134 riadores apenas han prestado atención hasta ahora al utillaje lítico de las Edades del Cobre y del Bronce. En consecuencia, no existe una tradición de estudios traceológicos sobre dichos materiales. Evidentemente, se trata de una situación a revisar. En primer lugar, la piedra era todavía en aquellas épocas una materia prima esencial y muy común para producir todo tipo de artefactos. Recuérdese la insistencia de L. Siret (1913: 30) en proclamar que Los Millares constituía el ‘apogeo’ de las industrias líticas de la Prehistoria del Sudeste de la Península Ibérica y, sobre todo, la traceología, cuyo campo de aplicación inicial fueron contextos paleolíticos y neolíticos, se ha revelado como un medio muy solvente de aproximación a la funcionalidad de los útiles de cualquier época y contexto (Clop et al. 2001, 2006; Gibaja et al. 2004; Gibaja et al. 2005). Con la esperanza, entonces, de reconducir la situación o de invertir tan negativa tendencia presentamos ahora los frutos, muy estimulantes, del estudio de casi tres decenas de denticulados de sílex de un yacimiento de la Edad del Cobre de la Submeseta Norte, El Casetón de la Era en Villalba de los Alcores (Valladolid), como muestra de las interesantes revelaciones que aún cabe esperar de la investigación traceológica sobre instrumentos de la Edad de los Metales. Casi en el límite de las provincias de Valladolid y Palencia (Fig. 1), El Casetón de la Era se ubica sobre una suave loma, actualmente cultivada de cereal, que se alza un par de metros por encima de la confluencia de los arroyos de la Moraleja y Mijares, tributarios del río Sequillo. En rigor, se trata de un emplazamiento en llanura, pero su posición ligeramente destacada sobre el terreno circundante situado sobre las cuestas de la vertiente septentrional de los Montes Torozos hace posible divisar desde él una vastísima extensión de la Tierra de Campos palentina. Entre 2006 y 2010 el yacimiento ha sido objeto de cinco campañas de excavación por parte de arqueólogos de las Universidades de Valladolid y Burgos, las cuales se programaron a raíz del descubrimiento por medio de la fotografía aérea de un ‘recinto de fosos’ análogo a los conocidos en otras áreas de la Meseta (Díaz del Río 2003). La batería de dataciones (Fig. 2) obtenida en el transcurso de tales trabajos nos permite hoy afirmar que la primera y más importante ocupación del lugar, con los fosos como principales protagonistas, se sitúa en el segundo cuarto del III milenio a.C., en estricta correspondencia, por tanto, con el horizonte calcolítico precampaniforme que en este sector de la Meseta recibe el nombre de ‘Los Cercados-Las Pozas’ (Delibes y Herrán 2007: 137-180) (1). Luego, cuando los fosos estaban ya del todo colmatados y en vísperas del inicio del horizonte campaniforme, el sitio se abandonó por completo y solo avanzada la Edad del Bronce El Casetón volvió a ser frecuentado en varios momentos del desarrollo de Cogotas I, lo que tuvo como principal consecuencia la aparición de un típico ‘campo de hoyos’. A la ocupación calcolítica, que es la que ahora nos interesa, corresponden tres grandes fosos de planta aproximadamente circular que adoptan Fig. 2. Dataciones calibradas de C14 de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Datos atmosféricos de Reimer et al. (2004), Qx Cal v3. T 0 Bronk Ramsey (2005). (1) Fig. 1. Localización de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) en la Península Ibérica. (1) García Barrios, A. S. 2008: Los inicios de la Edad del Cobre en el valle medio del Duero: una aproximación a los modos de vida en el centro de la Meseta en los albores de la metalurgia. Tesis Doctoral. Universidad de Valladolid, inédita. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico... una disposición concéntrica (Fig. 3). El exterior, ligeramente ovalado y con un diámetro cercano a los 150 m, delimita un amplio espacio de 1,8 ha que, a juzgar por los hallazgos superficiales, no contiene la totalidad del yacimiento. Las tres ‘trincheras’ cuentan con puertas, algunas claramente alineadas, sin que en la única que ha sido excavada se adviertan, más allá de la interrupción de la línea de foso, elementos monumentalizadores o de refuerzo. Según suele ser común en esta clase de estructuras (Márquez 2001: 210), los fosos de El Casetón son irregulares, con notables desigualdades a lo largo del trazado, aunque podría hablarse de unas dimensiones medias de 2 m de profundidad y de 3 m de anchura, así como de una sección variable –en ‘U’ o ‘V’– en los casi Fig. 3. Grandes fosos de planta circular en El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Las estrellas localizan en el plano los 31 dentales de trillo y el gráfico los cuantifica por contextos estratigráficos. 135 Fig. 4. Vista de la sección del Foso 1 de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). 1.000 m lineales que resultan de sumar el perímetro de los tres recintos (Fig. 4). Según adelantáramos más arriba, la colmatación de los fosos de El Casetón de la Era tuvo lugar durante la ocupación calcolítica a través de un proceso que no fue ni regular ni homogéneo. Las secciones de los distintos cortes hacen patente la alternancia de lechos de sedimentos finos, ricos en materia orgánica, en despojos de fauna y en restos de cultura material, con otros donde el vertido está compuesto por capas de cierta potencia sin apenas elementos arqueológicos. Tales diferencias, según los estudios sedimentológicos llevados a cabo en 2006 (2), responden a dinámicas de relleno diferenciadas, en el primer caso de naturaleza antrópica, y en el segundo protagonizada por diferentes agentes erosivos. Independientemente de la naturaleza de tales procesos, tras la colmatación rápida y absoluta de las estructuras se adivina la misma voluntad sistemática de amortizarlas y de hacerlas desaparecer ya denunciada en otros yacimientos de este mismo tipo (p.e., Márquez y Jiménez 2008: 164-165). Pero si los fosos fueron en algún momento, sin duda, un elemento delimitador y una referencia de primer orden a la hora de vertebrar el espacio, no resulta tan clara la forma en que se utilizó este por cuanto la mayor parte de las estructuras exhumadas en su interior son esos polémicos ‘hoyos’ de la Prehistoria Reciente de la Meseta a los que, según conviene y sin mayor (2) Delgado, J. 2007: Informe geológico del yacimiento arqueológico de Matallana (Valladolid). Texto mecanografiado. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 Juan Francisco Gibaja et al. 136 esfuerzo argumental, se tacha lo mismo de silos que de basureros. Novedad destacable en El Casetón de la Era es que tales hoyos se atienen nada excepcionalmente a unos gestos de colmatación pautados, detectándose en su parte superior espesos ‘tapones’ de barro limpio (entre 25 y 40 cm) que se diría sirvieron para sellarlos. Y además, aunque debajo de dichos ‘tapones’ se registran rellenos en los que dominan el componente orgánico (cenizas y carbones) y los desechos constructivos (pellas de barro de manteado, con improntas de ramas y/o troncos), mezclados entre las cenizas aparecen de manera recurrente tanto instrumentos en perfecto estado de uso (molinos de mano, hachas pulimentadas, herramientas de hueso, vasijas completas, etc.), como valiosas piezas de carne (las ancas de una ternera con los huesos en perfecta conexión anatómica), lo que no deja de ser una invitación para considerar la condición ceremonial del yacimiento. En las últimas campañas de excavación se han identificado algunas ‘zanjas de cimentación de planta circular’ que, por comparación con otras conocidas en la zona de Madrid (Díaz del Río 2003: 69-70), podrían responder a auténticos fondos de cabaña (Fig. 2). Pero la excepcionalidad de tales estructuras en los más de 1.000 m2 excavados en El Casetón y la rareza en su interior o en sus inmediaciones del mobiliario exigible a espacios incuestionablemente domésticos (ni un solo hogar, por ejemplo) justifican las dudas que todavía tenemos sobre el carácter exclusivamente habitacional del sitio, por más que la ingente acumulación de detritus en los fosos remita expresamente a la existencia allí mismo o en las inmediaciones de un área de intenso consumo. Entre tales detritus se cuentan por decenas de millares los vestigios de cerámica y de pedernal con huellas de transformación (Fig. 5), los restos de fauna, los barros con improntas de manteado, los molinos... y no falta algún objeto de cobre que, a juzgar por el hallazgo de un crisol que aún conservaba adherido su régulo, es posible se fundiera allí mismo, pese al centenar largo de kilómetros que separa Villalba de los Alcores de los veneros cupríferos más próximos (Delibes et al. 2009a; 2009b). Entre tantos materiales queremos destacar aquí la recuperación de 26 objetos de sílex negro y marrón lleno de impurezas disponible sin límite a unos cientos de metros de El Casetón. Lejos de constituir un conjunto de época, proceden de diferentes partes del yacimiento y de los contex- Fig. 5. Restos cerámicos, líticos y óseos documentados en El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Dibujos de Ángel Rodríguez González y Patricia Arroyo Arroyo. tos más dispares: fosos, muladares al aire libre, hoyos-basurero y pozos de ofrendas o con ‘depósitos estructurados’, como denominan ciertos autores a aquellos que contienen cuerpos de perros o de rumiantes domésticos, juegos de molinos, vasos completos o valiosas herramientas en perfecto estado de uso (Márquez 2006) (3). 2. EL UTILLAJE LÍTICO. CARACTERIZACIÓN MORFOTÉCNICA El utillaje analizado está configurado bifacialmente, sobre una lasca espesa y alargada (Fig. 6), con un filo denticulado y cubierto por un fuerte (3) En la figura 3 se incluyen 31 piezas foliáceas halladas entre 2006 y 2009. De estas 31 no han podido analizarse 5 por estar depositadas en el Museo de Valladolid. Aparecieron en la campaña del año 2006: 2 en el relleno del Foso 2; 1 en el relleno del Foso 1; 1 en el nivel de ocupación y 1 en el hoyo n.º 3. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico... Fig. 6. Algunas de las piezas bifaciales de sílex representativas de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) que han sido objeto de este estudio. Se especifican los números de inventario (Tab. 1). Dibujos de Ángel Rodríguez González. lustre que no es distinto del que suele atribuirse a los ‘elementos de hoz’ en otros yacimientos coetáneos (Benavente 1992). El presente estudio traceológico, como vamos a ver, ha sido decisivo para determinar la verdadera forma de uso de tales piezas. El utillaje de El Casetón de la Era ha sido elaborado a partir de variedades de sílex, todas locales, como ya se dijo, de cuya explotación en la Prehistoria existen multitud de testimonios en el vasto páramo de Torozos. Sería demasiada distracción enumerarlos, pero parece obligado mencionar siquiera el taller de Los Cercados en Mucientes. Perfectamente coetáneo de nuestro yacimiento y a solo una veintena de kilómetros de él, se ha revelado como un centro especializado en la fabricación de los denticulados que ahora nos ocupan (Delibes et al. 1995). La presencia allí de percuto- 137 res de cuarcita, de percutores/retocadores de asta de ciervo y de compresores de hueso, unida a nódulos, núcleos, lascas y láminas de sílex, a más de algunas piezas fracturadas en los últimos pasos de la fabricación, permite reconstruir la cadena operativa completa por la que se regía la producción de estas piezas bifaciales que hasta ahora se creían elementos de hoz y que en la actualidad todavía pasan por ser uno de los mejores fósilesguía del Calcolítico de esta zona. El proceso de elaboración de estas piezas foliáceas de El Casetón de la Era sigue, en general, distintas fases: a. En primer lugar se obtienen grandes lascas espesas y alargadas a partir de la explotación de núcleos tallados mediante percusión directa con percutores duros inorgánicos. Se refleja en los talones lisos o diedros y bastante anchos que se aprecian en unas cuantas piezas, así como en los bulbos marcados y puntos de impacto evidentes. b. Es probable que algunos de los soportes se calentaran con el fin de disminuir su dureza y facilitar el proceso de configuración bifacial de estas piezas. Aunque tenemos ciertas dudas sobre este hecho, pues el brillo que se aprecia en varias de ellas quizás no es tanto producto del tratamiento térmico como de la propia naturaleza estructural de ciertas variedades de sílex, este sistema técnico no nos parecería extraño ya que ha sido documentado en la Península Ibérica de manera continuada desde el Neolítico antiguo hasta momentos posteriores a la Edad del Bronce (Carvalho 2008; Gibaja 2003). Un ejemplo excepcional lo encontramos en el yacimiento del Caserío de Perales del Río, perteneciente cronológicamente a los horizontes Protocogotas y Cogotas I, con soportes bifaciales tallados tras ser tratados térmicamente (Carrión et al. 2004). Precisamente, los autores del citado trabajo se preguntan si esas piezas se destinaban finalmente a las actividades de siega. c. Posteriormente, se inicia el proceso de configuración del soporte mediante extracciones planas y cubrientes. El proceso de reducción bifacial del soporte tiene como objetivo generar un filo regular y una sección longitudinal y transversal de tendencia biconvexa. El proceso se inicia priorizando las extracciones anchas y cubrientes de la cara dorsal. Mediante este proceso el filo adquiere una delineación recta que permite configurar la cara ventral posteriormente. La percusión posiblemente se efectuó con un percutor orgánico como los confeccionados en asta. Tenemos docu- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 Juan Francisco Gibaja et al. 138 mentados varios percutores de este tipo en el cercano taller de Los Cercados de Mucientes o en otros contextos calcolíticos del centro peninsular como el Camino de las Yeseras, donde además las piezas bifaciales presentan un lustre en el filo que se considera producto del corte de cereales (Blasco et al. 2007). Las siguientes extracciones adelgazan la cara ventral. La forma final es una pieza cuadrangular o losángica con el extremo distal y proximal recto o eventualmente apuntado. La sección es plano-convexa y el filo activo recto, no convexo como el que va a ser enmangado. Ni siquiera se han eliminado del todo las facetas corticales, cuando su espesor no representaba problema alguno para el futuro enmangamiento. Un grupo de piezas no han llegado a configurarse a través de la reducción bifacial. Debieron fracturarse durante su elaboración ya que se encuentran sin usar. d. El proceso de reducción bifacial del soporte finalizaba con el adelgazamiento de los extremos distal y proximal mediante extracciones paralelas al eje de la pieza. Esta operación parece estar relacionada con la adecuación de la simetría del útil para facilitar su enmangamiento. e. Finalmente, utilizando un compresor quizás de metal o asta, se lleva a cabo el cuidadoso denticulado bifacial que será la parte activa del instrumento. Este filo va cambiando morfológicamente, en especial su ángulo, a medida que se reaviva con el fin de alargar su vida útil. Aunque es difícil establecer los parámetros métricos de estas piezas debido a que la mitad están fragmentadas, un simple gráfico de distribución de puntos, reflejando su longitud y anchura, nos muestra que hay dos grupos: uno compuesto por piezas de 40-80 mm de longitud y 25-35 mm de anchura, y otro en el que la longitud supera los 100 mm y la anchura sobrepasa normalmente los 40 mm (Fig. 7; Tab. 1). El estudio tecno-tipológico del utillaje de El Casetón de la Era no está aún finalizado, por lo que no podemos avalar o descartar por el momento la cadena operativa de producción de los dentales en el yacimiento. a la superficie de las piezas, los cuales podrían desaparecer de no mediar una limpieza controlada. En condiciones normales se recomienda, por tanto, un lavado somero, con solo agua y jabón, para retirar el sedimento acumulado sobre el material. Esta acción no acarrea problemas para el posterior reconocimiento macro y microscópico de los rastros de uso. Sin embargo, el que prácticamente todas las piezas de El Casetón de la Era muestren fuertes concreciones calcáreas, como mínimo en una de las caras, nos ha obligado a recurrir excepcionalmente a una estrategia de limpieza más agresiva. Consistió en sumergir los útiles en una solución muy baja (10%-15%) de ácido clorhídrico durante 4-5 minutos, e insistimos en que de manera excepcional porque se aplicó a los materiales en los que la concreción invadía la totalidad de los filos, nunca a aquellos en los que la costra era solo unifacial. De esta manera evitábamos deterioros en la superficie de las piezas y/o de las huellas. Ya limpias las piezas, la observación ha conjugado el uso de una lupa binocular Olympus, y de un microscopio metalográfico Olympus BH2 cuyos aumentos van desde 50X a 400X. El análisis ha permitido apreciar el efecto pernicioso de algunas alteraciones de baja intensidad (lustre de suelo, efectos de alteración química), pero nada tan importante que impidiera observar el desarrollo excepcionalmente pronunciado de las huellas de uso de nuestras piezas ni descubrir a qué actividades se destinaron hace casi 5.000 años. La hipótesis más barajada hasta ahora sobre estas piezas es que se trataba de elementos de hoz. 3. EL ANÁLISIS TRACEOLÓGICO. BASES PARA EL ESTUDIO Una primera preocupación del analista estriba en comprobar la posible conservación de residuos microscópicos orgánicos e inorgánicos adheridos Fig. 7. El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Longitud y anchura de los soportes bifaciales de sílex enteros analizados. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico... 139 Tipometría Peso (g) Fracturas 10,9 21 No 36,8 13,6 35 Proximal 29,1 27,1 46,3 22,8 35,6 38,6 9,2 10,9 12,1 7 13 29 Distal Proximal Próximo-Distal Foso 1 40,5 39,8 14,4 26 Distal 2006/46/5059/3C/60 Hoyo 45 89,6 34,5 11,7 43 8 2006/46/5006/3D/25 Foso 1 19,9 31 5,1 4 9 2006/46/5006/3E/27 Foso 1 38,5 33,9 11,3 14 No Latero-PróximoDistal Latero-PróximoDistal 10 2006/46/5006/3E/5/12 Foso 1 58,5 32,4 11,9 20 No 11 Foso 1 31,4 28,5 11,4 11 Distal Foso 1 50,6 32,4 13,4 26 Proximal 93,4 42,1 13,3 49 No Trapezoidal Sí 43,3 35,9 7,1 14 Distal Sí 73 28,3 10,5 21 No 110,7 42,7 14,9 62 Lateral 63,9 31,6 10,8 23 No 31,1 34 12 13 Distal 71,4 25,3 9,9 20 No 53,3 34,4 12,2 24 Distal 48 37 12 26 Proximal 72 31 10 26 No 44 35 11 19 Proximal Fracturada Triangular Alargada Cuadrilateral Alargada Cuadrilateral Alargada Fracturada Cuadrilateral Alargada Cuadrilateral Alargada Triangular Alargada Triangular Alargada Fracturada Triangular Corta Cuadrilateral Alargada Cuadrilateral Alargada Contexto de aparición N.º Sigla 1 2006/46/4000/1B/2 2 2006/46/4000/1D/2 3 4 5 2006/46/4003/2A/24 2006/46/4007/3B/9 2006/46/4020/3B/27 Nivel superficial Nivel superficial Foso 1 Hoyo 7 Foso 1 6 2006/46/4003/1A/2 7 2006/46/5006/3E/31 12 2006/46/5006/3E/3/32 Longitud (mm) Anchura (mm) Espesor (mm) 62,4 28,8 63,2 13 2006/46/5005/4C/13 14 2006/46/6002/8/23 Nivel de ocupación Foso 3 15 2006/46/10046/17 Hoyo 71 16 2006/46/10000/17 17 2006/46/SUP/02 18 2006/46/10010/25 19 2006/46/5005/1B/01 20 2006/46/10000/15 21 2006/46/SUP/03 22 2006/46/SUP/01 23 2006/46/10054/23 Nivel superficial Nivel superficial Hoyo 58 Nivel de ocupación Nivel superficial Nivel superficial Nivel superficial Hoyo 73 24 2006/46/5087/1B/36 Hoyo 55 42 30 9 11 No 25 2006/46/10048/11 Hoyo 70 25 55 29 21 No 26 2006/46/10058/38 Hoyo 70 92 41 13 54 No Morfología Cuadrilateral Alargada Triangular Alargada Fracturada Fracturada Fracturada Cuadrilateral Corta Trapezoidal Uso No Sí Sí No No Sí Sí Fracturada Sí Fracturada No Triangular Alargada Fracturada Cuadrilateral Alargada Sí Sí Sí No Sí Sí Sí Sí Sí Sí Sí No No Sí Sí Tab. 1. Inventario de los dentales de sílex analizados de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Se detalla la procedencia, diversa información sobre su morfología y si están o no usados. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 Juan Francisco Gibaja et al. 140 Está llena de lógica si se valoran el frecuente lustre de los filos y el redondeamiento y las estrías observables incluso a nivel macroscópico. Sin embargo, el estudio traceológico ha deparado sorpresas inesperadas. El fuerte lustre de cereal que presentan buena parte de las piezas se asocia ordinariamente a otros desgastes muy específicos, propios de útiles empleados como dentales de trillo. En 9, de las 26 piezas analizadas, se aprecia la superposición de huellas generadas por corte de cereales y por contacto con una materia tan abrasiva como la tierra, lo que solo puede ser resultado de un uso como trillos. Otras 9 presentan solo huellas producidas por roce intenso con la tierra, bajo la forma de fuertes abrasiones e innumerables estrías que recorren longitudinalmente el filo usado. En ambos casos se trata, sin duda, de los mismos rasgos que en su día sirvieron para que las láminas cananeas de sílex de ciertos yacimientos de la Edad del Bronce (IV milenio BC) de Irak, Siria y Turquía, dejaran de considerarse piezas de hoz y adoptaran la consideración de piedras de trillo, plenamente aceptada en la bibliografía (Anderson e Inizan 1994; Anderson et al. 2004, 2006; Gurova y Chavot 2007) (4). En El Casetón, 6 piezas, en su mayoría incompletas y sin huellas de uso, deben ser dentales fracturados y desechados durante el proceso de elaboración, o bien piezas guardadas/almacenadas tras su manufactura. Por último, uno de los objetos no ha podido ser analizado por su mal estado de conservación y otro muestra huellas tan poco desarrolladas que solo nos atrevemos a decir, no sin dudas, que se utilizó sobre una materia vegetal indeterminada. 4. LOS DENTALES O PIEDRAS DE TRILLO Uno de los rasgos relacionados con la trilla del cereal, apreciable a simple vista o palpando los filos, es el fuerte redondeamiento de estos y de las zonas elevadas de los vértices generados por el retoque. Tal grado de redondeamiento es directamente proporcional al tiempo de uso y al transcurrido desde el reavivado de los filos. La forma(4) Se ha hablado también de la presencia de láminas empleadas como piezas de trillo en contextos supuestamente calcolíticos de Bulgaria. Las dudas sobre su adscripción cronológica son consecuencia de la ausencia de dataciones absolutas y de los problemas de correlación de tales piezas con secuencias estratigráficas claras (Skakun 1992; Gurova 2001). tización inicial de los dentales pasa por elaborar un filo denticulado que tiende a rectilíneo. Posteriormente, el continuo trabajo y la abrasión que generan el corte de la paja y el roce con el suelo, redondean los filos y los embotan con facilidad. Para salvar dicho embotamiento y alargar la vida de las piezas, los filos son continuamente reavivados. En las estudiadas de El Casetón de la Era ha sido posible observar incluso distintos momentos de reavivado gracias a que la intensidad del pulido es heterogénea en según qué zonas o caras (Gurova y Chavot 2007). Así por ejemplo: 1. Hay piezas en las que la intensidad del pulido de uso, o incluso su ausencia en el interior de las melladuras del retoque, solo se aprecia en el área distal o proximal del filo denticulado. Donde se observa una menor intensidad de pulido, ha habido como mínimo un segundo momento de reavivado. Cuando en el interior de las melladuras no hay huellas, es evidente que fueron desechadas y se renunció a la reutilización. Aunque es difícil proponer una explicación general para el abandono de estas piezas, parece lógico pensar que algunas se rechazaron después de fracturarse durante el proceso de reavivado. 2. Si el reavivado afecta de manera desigual a ambas caras parece evidente que se efectuó en dos sesiones distintas, incidiendo primero en una cara y en otro momento en la opuesta. Evidentemente, no podemos determinar el número de reavivados que se han realizado. Esa heterogénea intensidad de pulido en el exterior e interior de las melladuras o incluso su ausencia en estas últimas nos hablan únicamente de distintos momentos de reavivado. Las piezas se caracterizan asimismo por la presencia de micropulido de cereal y/o de elementos abrasivos entre los que destacan las estrías, los redondeamientos y los microagujeros. Tales rastros tampoco se manifiestan siempre de manera similar en todas. Su grado de desarrollo e intensidad depende de la pieza e incluso de ciertas zonas de un mismo filo. El rango de intensidad del micropulido es muy variable, desde piezas en las que está muy desarrollado y hay relativamente pocas estrías (Fig. 8: 18), hasta otras en las que los puntos de pulido apenas son visibles por la fuerte abrasión que han sufrido. Entre ambos polos hay una amplia gama de piezas en las que se documentan de manera conjunta, pero en distinto grado, pulidos, estrías, redondeamientos y microagujeros (Fig. 8: 6). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico... 141 Fig. 8. El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid): (6) Pieza con pulido de cereal asociado a numerosas estrías. En la segunda foto microscópica, en el interior del círculo, un fitolito de gramínea (cereal) identificado por P. C. Anderson. (18) Pieza con pulido de cereal muy desarrollado y escaso componente abrasivo. Fotos microscópicas a 100X tomadas en distintos puntos de las piezas 6 y 18. Se especifican los números de inventario de los dentales de sílex en la tabla 1. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 Juan Francisco Gibaja et al. 142 No es fácil pronunciarse sobre la razón de tal diversidad, pero a la hora de buscar respuestas resulta obligado tener en cuenta los siguientes factores: 1. La fase de la trilla en que la pieza intervino. La huella no es seguramente la misma en lascas usadas en el inicio del proceso, con el bálago enterizo formando una mullida parva sobre la era, que avanzado el mismo, con los tallos y las espigas ya cortados y las cuchillas virtualmente en contacto con el suelo. Parece lógico que, según el momento en el que la pieza se haya desprendido (accidental o deliberadamente) del tribulum, encontremos en ella más pulido de cereal o más elementos abrasivos (estrías, microagujeros e intensos redondeamientos). 2. Otro determinante de los pulidos es la tierra que pudiera llegar a la era con los haces de cereal. En este caso cabe que las huellas de pulido no fueran necesariamente de la fase más avanzada de la trilla. 3. Igualmente ha de tenerse en cuenta el efecto de los reavivados. Cuando se refresca el filo a una pieza con mucho lustre de cereal, desaparece buena parte del pulido generado por el uso previo. Si con posterioridad la pieza rehabilitada entra en contacto con el suelo, aparecerán abrasiones en la zona reavivada y se generarán estrías sobre los espacios que sobrevivan de la zona pulida inicialmente. El útil, en este caso, presentará estigmas de una trayectoria de uso. 4. Otra circunstancia a sopesar es el lugar que ocupa la pieza en el trillo. Es hipótesis aún por confirmar experimentalmente o mediante la observación de ejemplares modernos, pero parece lógico que el mayor peso y presión del trabajo recaiga sobre los pedernales insertados en medio de la tabla y no en las zonas marginales. Una posibilidad que valoramos al principio es que el diferente grado de desarrollo del micropulido de cereal y del componente abrasivo fuera fruto de una reutilización. Es decir, que las piezas se hubieran empleado primero para segar y más tarde como elementos de trillo. Hemos desechado finalmente esta hipótesis porque la mayoría presentan en distinto grado abrasiones en forma de estrías, redondeamientos y microagujeros y porque no es efectivo el enmangamiento como hoces de piezas tan grandes y pesadas como las de El Casetón de la Era (Figs. 9: 7 y 10: 16). Habría que atribuirlas, efectivamente, a hoces enormes, sin parangón a nivel etnográfico e histórico. La excepción podría ser la pieza pequeña 18 (Fig. 8) con huellas de cereal muy desarrolladas. Sin embargo, no descartamos que la longitud inicial fuera mayor y se tratara de un elemento reaprovechado. El grado de abrasión es tan intenso que no podemos pensar en piezas usadas para cortar el cereal por la parte inferior de los tallos. Dicho procedimiento genera un micropulido de cereal claramente diagnóstico asociado simplemente a un mayor número de estrías y microagujeros, nada comparables con la fuerte abrasión y las innumerables estrías apreciables en las estudiadas. P. Anderson y colaboradores (2004) también constataron esta variabilidad de huellas en las láminas cananeas y contemplaron la hipótesis de que pudiera guardar relación con el grado de humedad de las plantas trilladas y con las características de la superficie de la era. Son cuestiones que deberán examinarse en futuros trabajos experimentales. En cualquier caso, de hallarnos ante una reutilización, deberíamos encontrar el mismo grado de pulido de cereal e idéntica cantidad de estrías en toda la pieza, lo que no sucede entre distintas zonas del filo e incluso entre ambas caras. Menos dudas suscitan las piezas que apenas presentan pulido y cuyos rasgos más característicos son las fuertes abrasiones en forma de numerosas estrías, intensos redondeamientos e innumerables microagujeros. Se trata de piezas de trillo con rastros idénticos a los documentados en dentales de sílex modernos (Fig. 10). Sobre tales piezas se atestiguan sistemáticamente estrías longitudinales paralelas al filo efecto de un movimiento de corte, pero también, puntualmente, estrías profundas de dirección transversal. Según nuestro parecer, resultan de la presión que ejerce el trillo en el momento de situarlo en la era (Fig. 9: 7). Por último, las estrías localizadas en uno de los laterales de las melladuras del filo retocado/ reavivado, denotan que el movimiento fue unidireccional, lo que sería de esperar en un trillo. El desarrollo de la huella es tan acusado que en muchas piezas no cuesta trabajo determinar hasta dónde llegaba el límite de la zona de enmangamiento. Gracias a dicho detalle puede afirmarse que aproximadamente un tercio del ancho de las piezas, en ciertos casos hasta la mitad, estaba insertado o embutido en su bastidor. La inserción de las lascas recibe el nombre de empedrado o enchinado. Puede hacerse de dos maneras. La más común y la que pervivió en la Península Ibérica hasta los trillos más recientes consiste en fijar a presión los dentales en los cortes hechos Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico... 143 Fig. 9. El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Piezas en las que se observan áreas con mucho pulido de cereales y otras donde el pulido ha sido substituido por fuertes abrasiones y numerosas estrías. Fotos microscópicas a 100X. Se especifican los números de inventario de los dentales de sílex en la tabla 1. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 Juan Francisco Gibaja et al. 144 Fig. 10. El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Piezas con estrías, intenso redondeamiento y microagujeros resultado del contacto con el suelo durante su uso como piezas de trillo. Fotos microscópicas a 100X. Se especifican los números de inventario de los dentales de sílex en la tabla 1. previamente en una tabla mediante golpes de escoplo. Pero P. Anderson y colaboradores (Anderson et al. 2004; Anderson et al. 2006) sospechan que el trillo armado con las amplias láminas de sílex cananeas debió tener una estructura diferente. Vendría a ser una especie de balsa formada por troncos unidos con cuerdas en cuyas juntas se disponía una sustancia pegajosa o mastique en la que, debidamente alineadas, quedaban sujetas las cuchillas de piedra (Fig. 11). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico... 145 Fig. 11. Reconstrucción del modelo de trillo planteado por P. C. Anderson para la inserción y uso de las láminas cananeas (imágenes cedidas por P. C. Anderson). De los 19 dentales –acreditados como tales con seguridad– de El Casetón de la Era 11 (58%) no nos han llegado enteros. Ello induce a pensar que se abandonaron al fragmentarse durante su utilización o durante los procesos de reparación y reavivado. Esto explicaría por qué algunas de estas piezas, después de ser reavivadas, no han vuelto a ser usadas o se usaron durante muy poco tiempo. El variable tamaño de los soportes completos sugiere el empleo en un mismo trillo de piezas de distintas dimensiones y, sin embargo, no siempre igual de bien clavadas en el mastique, cosa que poco puede extrañar cuando los reavivados parecen haber estado a la orden del día. Nada nos permite imaginar, por último, el tamaño de los trillos ni el número aproximado de dentales requerido para componer uno. Pero está claro que haberlos los hubo. Finalmente, procede apuntar la existencia de fitolitos en la pieza 6 (Fig. 8), que P. Anderson identifica con la epidermis de un tallo de gramíneas de cereal. Es evidente la necesidad de que en el futuro se acometan estudios de este tipo a fin de esclarecer, a través de los fitolitos conservados en el filo de los pedernales, la naturaleza de las plantas trilladas. 5. PIEZAS NO USADAS En el conjunto de El Casetón de la Era, tenemos 6 piezas sin huellas de uso (Fig. 12) que presentan caracteres morfológicos comunes a las utilizadas. Consideramos dentales de trillo los que están perfectamente acabados y dispuestos para su empleo inmediato (Fig. 12: 1). Serían piezas excedentarias almacenadas para un uso posterior. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 Juan Francisco Gibaja et al. 146 Fig. 12. Dentales de sílex sin usar de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). La 14 se catalogó como no analizable. Se especifican los números de inventario (Tab. 1). En otros casos da la sensación que las piezas se han fracturado durante el proceso de elaboración, por cuanto alguna parte aún no está configurada. En ocasiones, aunque el filo denticulado ya esté preparado, la parte que acabará embutida en el vientre del trillo no está del todo confeccionada o ni siquiera retocada (Fig. 12: 9 y 24). Incluso, hay piezas más reveladoras (Fig. 12), con una de las caras sin retocar o solo parcialmente retocada, como las piezas 5, 23 y seguramente la 14 catalogada como no analizable. En definitiva, nos encontramos con un amplio abanico de variables, desde piezas preparadas que se almacenaron para substituir a las que se habían roto, desprendido o gastado, hasta otras que perecieron por fractura durante el proceso de elaboración. Entre estas últimas algunas se rompieron al principio de la configuración, al iniciar el filo denticulado, y otras a punto de finalizarse. 6. CONCLUSIONES El utillaje estudiado de El Casetón de la Era permite reconocer por primera vez en la Península Ibérica que durante la Edad del Cobre, hacia el 2800 a.C., las comunidades humanas conocían y usaban el trillo para el procesado de cereales (5). No sabemos exactamente su forma ni su tamaño, pero para el empedrado de su vientre empleaban piezas de sílex de unas características (5) Una pieza de trillo documentada en el yacimiento Forcalquier-La Fare (Francia) se ha atribuido a la fase más antigua de la ocupación hacia el 3000-2500 a.C. (Khedhaier et al. 2003). morfológicas y morfométricas muy concretas. Tales piezas difieren enormemente de las de los trillos actuales, pero se asemejan a las utilizadas en el Próximo Oriente durante el Calcolítico y el Bronce Antiguo. Sospechamos que este tipo de piezas están también presentes en muchos yacimientos de la Edad del Cobre de la Península Ibérica, pero han sido confundidas con elementos de hoz, por lo que sería interesante abordar un estudio de conjunto, mucho más ambicioso, con otras comparables de diferentes áreas. De esta manera intentaríamos conocer el papel de este tipo de artilugios en relación a las actividades económicas realizadas por los grupos estudiados y saber cuándo se inició el uso de los trillos con dentales de sílex. Quizás previamente se emplearan para trillar sistemas como el pisoteo de animales que son difíciles de discernir en el registro arqueológico. En un futuro será necesario establecer estrategias arqueológicas dirigidas a reconocer las posibles zonas correspondientes a las eras y colaborar con investigadores especializados en el estudio de las semillas y los fitolitos para intentar resolver esta cuestión. El empleo de trillos indica que estas sociedades requerían de un instrumento complejo y efectivo para procesar la cantidad de cereal que producían. Sin duda, los trillos solo se usan cuando la producción es importante, pues de lo contrario se emplean otros sistemas para la separación de la espiga del tallo o el desprendimiento de las semillas, caso del golpeo con mayales o del golpeo de los tallos sobre una superficie dura (un tronco o una pared). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12084 El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico... Sin duda, con este trabajo se abren nuevas perspectivas de estudio sobre la producción del cereal en la Prehistoria Reciente y su papel en la economía de las comunidades humanas de entonces. Pero, sea como fuere, aún sigue quedando mucho por hacer. AGRADECIMIENTOS A la Dra. Patricia C. Anderson por la lectura crítica de este trabajo, por su asesoramiento y la cesión de las imágenes relacionadas con la reconstrucción de los trillos (Fig. 11). BIBLIOGRAFÍA Anderson, P. C.; Chabot, J. y Van Gijn, A. 2004: “The functional riddle of ‘Glossy’ Canaanean blades and the Near Eastern threshing sledge”. Journal of Mediterranean Archaeology 17: 87-130. Anderson, P. C. e Inizan, M. L. 1994: “Utilisation du tribulum au début du IIIe millénaire: des lames cananéennes lustrées à Kutan (Ninive V) dans le región de Mossoul, Iraq”. Paléorient 20: 85-103. Anderson, P. C.; Georges, J. M.; Vargiolu, R. y Zahouani, H. 2006: “Insights from a tribological analysis of the tribulum”. Journal of Archaeological Science 33: 1559-1568. Benavente, J. A. 1992: “Las industrias de foliácieos del Bajo Aragón. Su relación con el litoral mediterráneo”. En M. P. Utrilla (ed.): Aragón/Litoral Mediterráneo: intercambios culturales durante la Prehistoria. 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Nuevas aportaciones a partir de la cuenta áurea de Cau del Tossal Gros (Torroella del Montgrí, Baix Empordà, Girona) The earliest metallurgy in the northeast Iberian Peninsula? New analysis of a gold bead from Tossal Gros cave (Torroella de Montgrí, Girona) Ignacio Soriano Llopis (*) Joaquim Soler Subils (**) Narcís Soler Masferrer (**) RESUMEN (1) (2) La cuenta bitroncocónica de oro localizada en la cueva sepulcral de Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona) constituye la primera de este tipo conocida en la Península Ibérica. Estas cuentas son comunes en yacimientos del sur de Francia y se fechan de forma relativa en el Neolítico Final. Con el objetivo de establecer su proceso de producción se han realizado análisis de composición, radiológicos y traceológicos. Los resultados muestran la gran complejidad tecnológica de la pieza, sin paralelos conocidos en la Prehistoria peninsular. La datación radiocarbónica del yacimiento mediante tres fechas AMS y los materiales recuperados confirman una cronología de finales del IV-inicios del III milenio cal ANE. Finalmente, la comparación con los datos disponibles sobre la primera metalurgia del nordeste de la Península Ibérica permite proponer el posible origen, uso y valor social de esta peculiar cuenta áurea. ABSTRACT The find of a gold biconvex bead from Tossal Gros burial cave (Torroella de Montgrí, Girona) represents the first example of this type known in the Iberian Peninsula. These beads are common in the south of France and are dated to the Late Neolithic. With the aim of establishing (*) Grupo de Investigación Arqueológica del Nordeste Peninsular –GRANEP– y Dpto. de Prehistoria, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Barcelona. Edificio B. 08193 Bellaterra. Correo e.: nachsoriano@hotmail.com (**) Instituto de Investigación Histórica, Facultad de Letras, Universidad de Girona. Plaça Ferrater i Mora 1. 17071 Girona. Correos e.: joaquim.soler@udg.edu; narcis.soler@udg.edu Recibido: 9-II-2011; aceptado: 16-IV-2011 their production process, we applied SEM-EDS, radiology and use-wear analysis. The results show the high technological complexity of the bead, which is unparalleled in prehistoric Iberia. The radiocarbon dating of the site by three AMS dates and associated materials confirm a date to the end of 4th - beginning of 3rd millennia cal BC. Comparisons with the available data concerning the earliest Northeast Iberian metallurgy allows an assessment of the possible origin, use and social value of this particular golden bead. Palabras clave: Orfebrería prehistórica; Radiología; MEB-EDX; Traceología metálica; Arqueometalurgia; Dataciones AMS; Prehistoria Reciente; Mediterráneo occidental. Key words: Prehistoric goldwork; Radiology; SEM-EDS; Metal use-wear analysis; Archaeometallurgy; Late Prehistory; Western Mediterranean. 1. CONTEXTO AQUEOLÓGICO: LA NECRÓPOLIS DE CAU DEL TOSSAL GROS El Tossal Gros es una pequeña elevación en el reborde meridional del macizo del Montgrí (Fig. 1). Este macizo, formado por calcáreas cretácicas que cabalgan sobre materiales terciarios, destaca junto a la costa gerundense y separa el Baix Empordà del Alt Empordà. Se trata de una zona muy carstificada y muchas de sus cavidades, o cau, tienen interés arqueológico. Las más conocidas, el Cau del Duc de Torroella de Montgrí y el Cau del Duc d’Ullà, fueron ocupadas durante el Paleolítico Inferior. Las demás fueron usadas con finalidad se- 150 Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer Fig. 1. Localización geográfica del Cau del Tossal Gros (n.º 7) (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona) en la Península Ibérica. Distribución en el macizo del Montgrí de Oeste a Este de las cavidades citadas en el texto con hallazgos prehistóricos: 1. Cau del Duc d’Ullà; 2. Cau del Duc de Torroella de Montgrí; 3. Cau d’en Calvet; 4. Cau de les Dents; 5. Cau de l’Olivar d’en Maragall; 6. Cau dels Ossos. pulcral a finales del IV-III milenio cal ANE y su registro arqueológico suele ser escaso o mal conservado. Como excepciones cabe citar el Cau del Ossos (Pascual 1883), que desgraciadamente fue vaciado ya en el siglo XIX, y el Cau d’en Calvet que pudo ser excavado en mejores condiciones y proporcionó numerosos restos humanos y un rico ajuar (Toledo i Mur et al. 1992). El Cau del Tossal Gros es una cavidad conocida de antaño, localizada en una sima situada en lo más alto del Tossal Gros (161 m), desde donde se goza de impresionantes vistas sobre el llano del bajo Ter y el Baix Empordà. Una grieta en el suelo da paso a un acceso estrecho y de fuerte pendiente, de más de 2 m de altura, que conduce a una sala de unos 16 m de largo por 3 o 5 m de ancho según los lugares. Esta cavidad se rellenó parcialmente con tierra y piedras del exterior. Hay también grandes bloques desprendidos que proceden de sus paredes. La formación de espeleotemas es escasa. A partir de esta sala se abren galerías pequeñas e inaccesibles, casi totalmente colmatadas por sedimento y bloques removidos y acumulados durante las intervenciones que ha sufrido el lugar. Un sector con sedimento hundido, succionado hacia el fondo, sugiere probables cavidades inferiores y el carácter de sima del lugar. En época prehistórica la sala fue usada como enterramiento y por ello su entrada exterior fue modificada para hacerla más monumental, añadiéndole un corredor de losas rodeado de un túmulo (Pericot y Esteva 1973). Desde la primera mitad del siglo XX el yacimiento ha sido objeto de intervenciones arqueológicas cortas y esporádicas. Las primeras se deben a L. Pericot, originario de Torroella de Montgrí, quien siendo estudiante emprendió en varios de los caus del Montgrí más bien visitas que campañas de excavación regulares y de larga duración. Sin embargo, los resultados fueron significativos y los referentes a las cavidades sepulcrales quedaron reflejados en su tesis doctoral sobre el megalitismo en Catalunya (Pericot 1925, 1950) y en otras publicaciones (Pericot 1939, 1960). En 1923 encontró en el Cau del Tossal Gros un gran cuchillo de sílex y huesos humanos y en 1925 lo volvió a visitar con su profesor P. Bosch Gimpera y otros acompañantes (Pericot 1986). Posteriormente, el yacimiento sufrió muchas remociones, de las que apenas se conserva documentación (Vert 1980). Durante una visita en 1996 dos de nosotros (J. S. y N. S.) recogimos en superficie una gran lámina de sílex. Ante la evidencia de que el lugar todavía podía proporcionar material prehistórico, en 1998 y 1999 limpiamos la cavidad y tamizamos las tierras removidas. Estas intervenciones se insertaban en un proyecto de estudio del sepulcro y de restauración de su entrada megalítica, acordado entre la Universidad de Girona y el Museo del Montgrí y del Bajo Ter de Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 ¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir... Torroella de Montgrí, hoy Museo del Mediterráneo. Constatamos que las antiguas excavaciones no habían llegado a todas partes (Soler et al. 2002). En 1998, trabajando junto a la pared norte de la sala mayor, a medida que la acumulación de sedimento descendía y la pared de la cavidad se retiraba, llegamos a un espacio de apenas un palmo de altura, hasta aquel momento inaccesible. Este se caracterizaba por una gran abundancia de fragmentos de huesos y de dientes humanos en superficie, que a causa de la pendiente rodaron a aquel rincón. Aquí recogimos la cuenta de oro estudiada en este trabajo, limpia y brillante y sin que siquiera el orificio interior estuviera taponado. El material arqueológico procedente del Cau del Tossal Gros es limitado pero significativo. Según L. Pericot (1925, 1939, 1950) en sus visitas de 1923 y 1925 pudo recoger huesos humanos de diferentes individuos, un cuchillo o gran lámina de sílex, una punta bifacial de sílex blancuzco de 3 cm de longitud con pedúnculo incipiente, un punzón de hueso de 10,5 cm de longitud, un incisivo de jabalí pulido, fragmentos de cerámica a mano tosca sin decorar y una pequeña hacha de piedra negra, muy bien pulimentada, de 3,5 cm de longitud (Fig. 2B). Todo este material fue depositado en el Museo Arqueológico de Catalunya (Pericot 1939: 123-124; 1950: 93). Las rebuscas del Centro de Estudios del Montgrí también proporcionaron un hacha pulimentada pequeña de traquidolerita, un pendiente de hueso, fragmentos de cerámica prehistórica y un buen número de restos humanos, sobre todo dientes (Vert 1980). Entre los hallazgos arqueológicos de 1996, 1998 y 1999 hay que destacar (Fig. 2A) una gran lámina de sílex de 220 × 20 × 6 mm, una punta foliácea bifacial de sílex gris de origen languedociense (54 × 19 × 7 mm), como las que aparecen con frecuencia en los yacimientos sepulcrales del III milenio cal ANE, una pequeña hacha de piedra pulimentada (33 × 20 × 7 mm) de forma trapezoidal, tres cuentas de piedra cilíndricas de unos 12 mm de diámetro y 4 mm de grueso, pequeños fragmentos de cerámica prehistórica no decorados, a excepción de dos campaniformes, y finalmente la cuenta de oro que se describirá a continuación. Los abundantes restos de conejo (271) y los escasos de ovicápridos (31), aves (23), peces (13) y un único resto de erizo no se encuentran quemados ni presentan señales antrópicas. 151 Fig. 2. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona). A. Selección de materiales recuperados durante las campañas de 1998 y 1999 (fotografía Narcís Soler). B. Grandes láminas y punta bifacial de sílex procedentes de las excavaciones de Lluís Pericot (1 y 2) (según Pericot 1939: figs. 6 y 7) y de la Universidad de Girona y el Museo del Montgrí y del Bajo Ter (3) (según Soler et al. 2002: fig. 3). El mayor número de restos corresponde a fragmentos de huesos humanos. Han sido estudiados más de 5.100 entre los conservados en el Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 152 Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer Museo del Mediterráneo y los hallados en 1998 y 1999. Entre ellos, 3.450 son indeterminables y entre los determinables destacan por su número los huesos pequeños de manos y pies así como 379 dientes. Estos últimos han permitido a B. Agustí y J. Fiego (2002) dar un número mínimo de 31 individuos: 20 adultos, 3 adolescentes y 8 niños. Al parecer, fueron depositados sobre el suelo de la cavidad sin ser cubiertos. 2. LA CUENTA ÁUREA. DESCRIPCIÓN Y CARACTERÍSTICAS La cuenta de oro de Cau del Tossal Gros constituye la única de sus características conocida hasta el momento en la Península Ibérica. Este ornamento se ha clasificado según la tipología de Eluère (1977, 1982), la cual se basa en el sistema de suspensión y en su posible funcionalidad. Las cuentas se definen como objetos de suspensión indirecta con un orificio longitudinal para su engarce. En este caso el orificio es central y la morfología bitroncocónica. La pieza se encuentra en perfecto estado de conservación, a pesar de unas pequeñas fisuras alrededor de los orificios. Sus dimensiones (en mm) son 61,6 de longitud, 12,3 de anchura máxima, 0,3 de espesor y 6,9 de diámetro en cada orificio (Fig. 3). Tiene un peso de 11,18 gr y actualmente se encuentra depositada en el Museo del Mediterráneo de Torroella de Montgrí (n.º de inventario 1299). La funcionalidad de las cuentas puede ser muy diversa: piezas de collar, pulsera, diadema u objetos similares, junto a cuentas de igual o diferente materia y morfología. En el dolmen de Grah Niol (Arzon, Morbihan, Bretagne), tres cuentas tubulares de oro se asociaban a otras de variscita, aparentemente en un mismo conjunto (Eluère 1977: 393). Pueden igualmente haber constituido complementos de casi cualquier tipo de objeto, unidos con una cuerda o hilo sobre vestimentas, zurrones, mangos de útiles y armas, etc. Por último, pudieron formar parte de elementos de tocado, incrementando la vistosidad que de por sí ya tiene el propio metal. Recientemente se ha documentado dicho uso en el asentamiento campaniforme de Camino de las Yeseras (San Fernando de Henares, Madrid). En una cámara con pozo de acceso se localizó un único individuo masculino joven con 22 cuentas tubulares y 2 láminas perforadas de oro agrupadas alrededor del cráneo. Fig. 3. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona): cuenta de oro (dibujo Emiliano Hinojo, fotografía Ignacio Soriano). Esta asociación ha servido para su interpretación como componentes de una diadema (Blasco y Ríos 2010: 367-368). La documentación de las cuentas in situ es fundamental para proponer su funcionalidad, aunque en muchos casos carecemos de ella. En la cuenta de Cau del Tossal Gros, la ausencia de huellas diagnósticas visibles mediante el estudio traceológico aumenta la dificultad de discernir entre los posibles usos citados (véase más adelante). 3. ESTUDIO TECNOLÓGICO Y PROCESO DE PRODUCCIÓN Uno de los objetivos de este estudio era establecer el proceso seguido para la obtención de la cuenta áurea. Para ello se aplicaron técnicas analíticas como el análisis de la composición, el estudio radiológico y la traceología metálica. En el primer caso se empleó la microscopía electrónica de barrido con dispersión de energías de rayos X (MEB-EDX), mediante un microanalizador QUANTAX Bruker AXS Microanalysis GmbH del Laboratorio de Microscopía Electróni- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 ¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir... ca y Microanálisis del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC, Madrid). El escaso espesor de la pieza aseguraba su correcta caracterización con esta técnica de análisis superficial. Además para contrarrestar posibles discrepancias se efectuaron 5 tomas en diferentes zonas del objeto. Los resultados obtenidos ya han sido publicados (Perea et al. 2010: 67-68). Mediante un equipo RX de potencial constante y filmación inherente se radiografió la pieza en distintas posiciones para examinarla en su totalidad. El equipo pertenece a la Asociación Española de Ensayos No Destructivos (AEND, Madrid) y sus características son las siguientes: 1 mm Be; T.F. 3 mm; distancia foco-película 700 mm; kV 140; exposición a 5mA/minuto; película AGFA D7 VACUPAL Pb 0.027 anterior y posterior. El procesado ha sido manual a R 4 min 20°C, BP 1 min 18°C, F 10 min 18°C y L 20 min. En el análisis traceológico se utilizó el citado microscopio electrónico y un microscopio óptico de luz reflejada Olympus BX-51 con objetivos de 50 a 500X, del Servicio de Análisis Arqueológicos de la Universidad Autónoma de Barcelona. Los datos de la composición muestran que el oro es de gran pureza, conteniendo una cantidad muy baja de plata (menos del 2%) (Tab. 1). Este elemento, al igual que el cobre, es común en el oro nativo de tipo aluvial. Como no existen demasiados análisis de oro aluvial para la Península Ibérica, algunos investigadores han situado de forma tentativa en un 25% de plata y un 1% de cobre los límites considerados normales. Por encima de ellos, la composición del oro debe considerarse como una aleación artificial (Montero y Rovira 1991: 10). Según los resultados elementales de la cuenta analizada, ésta fue obtenida a partir de pepitas auríferas recolectadas en el lecho de los ríos. Los datos etnográficos apuntan como más plausible el empleo de sencillas bateas (Vázquez 1995: 158-159). Dichas pepitas suelen presentar una superficie irregular y rugosa con inclusiones de todo tipo. Debido a ello su aprovechamiento siempre requiere de una primera fase de fusión, cuyo objetivo es homogeneizar el metal y limpiarlo de impurezas. El oro resultante o bien se vacía en el interior de un molde o bien se deja solidificar en el fondo del crisol, dando como resultado un botón de fundición (Perea 2010: 248). Posteriormente, algunas piezas, como la aquí estudiada, serían trabajadas mediante batido, quizás intercalando sucesivas fases de reco- N.º ANAL TOS01201 TOS01202 TOS01203 TOS01205 TOS01206 ZONA Centro Extremo 1 Centro Extremo 2 Extremo 2 153 Au Ag 98,15 98,26 98,37 98,56 98,57 1,85 1,74 1,63 1,44 1,43 Tab. 1. Resultados del análisis de composición (MEBEDX) efectuado en diferentes puntos de la cuenta del Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona). N.º Anal = Número de análisis. Valores expresados en % en peso. cido hasta obtener una fina lámina de oro. Esta podría ser finalmente cortada, enrollada y, en algunos casos, perforada y/o decorada. El proceso de trabajo expuesto se atestigua desde los momentos iniciales del uso de este metal en la Prehistoria, como demuestran el gran tamaño de algunas piezas peninsulares (diademas) o su ínfimo espesor (Perea 1991b: 35). Asimismo, el estudio de los espectaculares ornamentos de la necrópolis de Varna (Bulgaria), fechados a mediados del V milenio cal ANE (Ivanov 1991: 10), también apoyan esta idea. El análisis radiológico ha puesto en evidencia que nos encontramos frente a un ornamento compuesto. La cuenta consta de dos láminas de oro independientes: cada una fue enrollada en forma troncocónica y, posteriormente, unida con su compañera para obtener la longitud total de la pieza. Este proceso, sin paralelos peninsulares conocidos, se constata por las líneas de juntura, perpendiculares y paralelas al eje de la pieza. Las perpendiculares se localizan en el centro de la cuenta y la circundan. Estas muestran con increíble claridad la franja en la que se superponen ambas láminas, que no supera los 2 mm, así como los extremos de las mismas. Las zonas oscuras visibles en el interior de las líneas pueden corresponder a variaciones en el espesor debido al proceso mecánico de unión de las láminas. Las dos líneas restantes, paralelas al eje de la pieza, solo se observan de forma parcial. Resultan de la superposición de los extremos de mayor longitud de cada lámina para adoptar la forma troncocónica. Es importante remarcar que cada línea sigue la misma orientación pero se encuentra en una posición diferente probando que las láminas primero fueron enrolladas y, a continuación, unidas Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 154 Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer entre sí para formar la cuenta bitroncocónica. El proceso inverso habría resultado en la coincidencia total entre las líneas. Todas estas junturas permanecen invisibles a simple vista. Únicamente las perpendiculares han podido ser parcialmente detectadas en el interior de la cuenta (Fig. 4). Sucesivos análisis han confirmado la enorme similitud en la composición elemental de ambas láminas (Tab. 1). Esto apunta al empleo de una materia prima de origen similar. Las dos láminas fueron recortadas a partir de una única base o de forma independiente pero con pepitas del mismo placer. Una vez obtenidas y dobladas, la unión de los extremos de las láminas y de estas entre sí se llevó a cabo mediante ciclos alternantes de bruñido y recocido. El primer proceso generó una deformación plástica por rozamiento y presión, quizás empleando una herramienta lítica de superficie dura y lisa. El segundo fue fundamental para quitar acritud y eliminar las junturas de Fig. 4. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona): radiografías de la cuenta de oro, evidenciando las líneas de juntura de las dos láminas troncocónicas (fotografía Ignacio Soriano). unión así como posibles fisuras. Una simple hoguera hubiera bastado para alcanzar la temperatura necesaria. El examen traceológico no ha detectado huellas de producción vinculadas a la eliminación de las junturas en frío, ni en el interior ni en el exterior de la pieza. Este hecho confirma la técnica de unión propuesta. Un gran número de estrías se distribuyen por toda la superficie de la cuenta, mayoritariamente de forma uniforme y con idéntica orientación. Son paralelas entre sí, oblicuas al eje de la pieza, de escasa profundidad y longitud variable (Fig. 5: 1, 2). Sus características las relacionan con el pulido final con un abrasivo de grano fino. Este acabado, común en las piezas áureas, tenía como objetivo resaltar el aspecto brillante de la cara externa y visible del ornamento (Perea 1991b: 36). Otras huellas de la cuenta deben relacionarse con procesos postdeposicionales y/o tafonómicos. El origen de las estrías minoritarias y aisladas, de orientación y longitud variable hay que buscarlo en el golpeo accidental de la pieza. También se observan cuatro alineaciones formadas por sucesivas muescas perpendiculares entre sí y a distancia regular (Fig. 5: 3). Esta morfología, similar a una rodada dejada por un carro, parece vincularse a una modificación reciente. Finalmente el interior de la pieza presenta algunas estrías aisladas, paralelas a su eje y de importante longitud. Pueden deberse a una limpieza actual del orificio de la cuenta mediante un material más duro que el oro. Los resultados obtenidos mediante la aplicación de diversas técnicas de análisis han documentado las siguientes fases del proceso de producción de la cuenta de Cau del Tossal Gros: 1. Recogida de pepitas de oro aluvial y fusión del metal. Se desconoce si la colada habría sido vaciada en un molde o se la habría dejado solidificar en el fondo de un crisol para obtener un botón de fundición. 2. Constitución de dos láminas mediante batido intercalando fases de recocido, bien de forma independiente bien recortando una única plancha inicial. El resultado final es el mismo: dos láminas de tamaño similar y morfología rectangular o ligeramente trapezoidal. 3. Enrollado de cada lámina formando dos troncos de cono separados, unión y eliminación de las líneas de juntura a través de la técnica del bruñido en conjunción con ciclos alternantes de recocido. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 ¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir... 155 4. CRONOLOGÍA RELATIVA Y ABSOLUTA Fig. 5. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona), cuenta de oro: 1. Estrías de producción vinculadas con el pulido final de la superficie de la cuenta (microscopía óptica, 25X); 2. Detalle de las estrías mediante electrones retrodispersados (MEB-EDX, 300X); 3. Muescas postdeposicionales y/o tafonómicas de origen reciente (microscopía óptica, 25X) (fotografías 1 y 3 Ignacio Soriano, fotografía 2 Laboratorio de Microscopía Electrónica y Microanálisis, MicroLab CCHS, CSIC). 4. Unión de las dos piezas troncocónicas por bruñido y recocido para obtener la longitud total de la cuenta. No se puede o no interesa la eliminación de la línea de juntura interna. 5. Acabado y abrillantado de la superficie externa mediante pulido empleando un material abrasivo, siguiendo siempre una orientación oblicua. La necrópolis de Cau del Tossal Gros cuenta con 3 dataciones radiocarbónicas AMS realizadas en el laboratorio Beta Analytic sobre restos humanos: un fragmento de parietal (Beta - 252115) y dos occipitales (Beta - 301152 y 301153) (Tab. 2). Las fechas revelan un uso funerario prolongado de la cavidad entre c. 3450 - 2200 cal ANE. Ello equivale, según la periodización actual, al principio del Neolítico Final, al grupo campaniforme y quizás también a un momento incipiente de la Edad del Bronce (Bronce Inicial) (Soriano 2010: 88-100). Estos resultados coinciden con la cronología relativa de los diferentes materiales recuperados en el yacimiento. Sin embargo, la fuerte alteración ya señalada de la estratigrafía de la cueva imposibilita asociar las dataciones obtenidas y la cuenta áurea. Hasta ahora no se conocían ejemplares de este tipo de cuentas en la Península Ibérica. Los paralelos más cercanos hay que buscarlos en yacimientos funerarios del sur de Francia, todos sin dataciones absolutas (Fig. 7). Las cuentas más similares en dimensiones y morfología provienen de la región de Midi-Pyrénées. De la sepultura de Pauilhac (Gers) proceden 8, una de las cuales desapareció durante la excavación. El resto de artefactos, entre los que destaca una excepcional diadema losángica de oro, se asocian inequívocamente con el Neolítico Final. La reciente revisión de este contexto lo ha fechado de forma relativa en la primera mitad del IV milenio cal ANE (Roussot-Larroque 2008: 135). La cuenta recuperada en el dolmen de Pouy-Mayou (Bartrès, HautesPyrénées) únicamente iba acompañada de un cuchillo de sílex. Con un contexto menos claro en la región de Provence-Alpes-Côte d’Azur encontramos la procedente del hipogeo de Castellet (Fontvieille, Bouches-du-Rhône), con materiales del Neolítico Final y del grupo campaniforme (Fig. 6). Existe otro conjunto de cuentas de morfología muy similar a las anteriores pero de tamaño tres o cuatro veces menor. Todas se sitúan en la región de Languedoc-Roussillon, documentándose una en cada yacimiento (Fig. 6: 5, 6 y 7). El dolmen de Sauzet 1 (Cazevieille) y el túmulo de Les Avents 1 (Sant-Mathieu-de-Tréviers), ambos en Hérault, presentan exclusivamente materiales de finales del Neolítico. Otra cuenta se encontró en Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer 156 YACIMIENTO OBJ. MET. ASOCIADO CÓDIGO LAB VALOR BP VALOR CAL ANE MUESTRA CONTEXTO BIBLIOGRAFÍA Tossal Gros Cuenta biconvexa oro Beta-252115 4630 ± 40 3446 Hueso humano – Inédito Tossal Gros Cuenta biconvexa oro Beta-301152 3930 ± 30 2416 Hueso humano – Inédito Tossal Gros Cuenta biconvexa oro Beta-301153 3790 ± 30 2223 Hueso humano – Inédito La Prunera Cuenta tubular oro Beta-144301 4360 ± 80 2994 Carbón Nivel 2 Rovira Hortalà et al. 2005 Balma de Cal Porta Punzón cobre UBAR-288 4160 ± 60 2766 Hueso humano Fondo de la cavidad Estany y Guerrero 1992 Cova de Can Sadurní Puñal cobre/bronce I-11533 4225 ± 90 2786 Hueso humano Estrato I, capa 9 Blasco et al. 1981-1982 Cova de Can Sadurní Puñal cobre/bronce I-13315 4139 ± 110 2737 Carbón Estrato I, capa 9 Blasco et al. 1981-1982 Cova de Can Sadurní Puñal cobre/bronce I-13313 4160 ± 160 2712 Carbón Estrato I, capa 9, hogar 2 Blasco et al. 1981-1982 Cova de Can Sadurní Puñal cobre/bronce I-12717 4080 ± 100 2661 Carbón Estrato I, capa 9, hogar 2 Blasco et al. 1981-1982 Tab. 2. Dataciones absolutas relacionadas con los primeros objetos de oro y de cobre del nordeste de la Península Ibérica (programa empleado Calib 5.0). El valor calibrado es el resultado de la media de la datación calibrada a 1 σ ponderada por cada uno de los rangos de valores probables existentes (Soriano 2010: 49-50). Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona); La Prunera (Sant Joan les Fonts, Garrotxa, Girona); Balma de Cal Porta (Torà, Segarra, Lleida); Cova de Can Sadurní (Begues, Baix Llobregat, Barcelona). Obj. met. = objetos metálicos; Lab. = Laboratorio. Fig. 6. Cuenta bitroncocónica de oro del Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona) (n.º 1) y ejemplares citados del sur de Francia y Portugal: 2. Pauilhac (Gers, Midi-Pyrénées); 3. Pouy-Mayou (Bartrès, Hautes-Pyrénées, Midi-Pyrénées); 4. Castellet (Fontvieille, Bouches-du-Rhône, Provence-Alpes-Côte d’Azur); 5. Sauzet 1 (Cazevieille, Hérault), 6. Les Avents 1 (SantMathieu-de-Tréviers, Hérault) y 7. Saint-Eugène (Laure, Aude) en Languedoc-Rousillon; 8. Buraco da Pala (Mirandella, Portugal). 2 a 7 según Eluère (1977: 392), 8 según Comendador (1998: 218). Saint-Eugène (Laure, Aude) acompañada de artefactos vinculados al grupo campaniforme. Por último, el hallazgo de la cueva de Porte (Narbonne, Aude) se asocia sin ninguna duda al Bronce Antiguo, constituyendo la única perduración detectada en esta cronología (Eluère 1982: 27). Los únicos objetos áureos ligeramente similares al de Cau del Tossal Gros en la Península Ibérica proceden del abrigo de Buraco da Pala (Mirandella, Portugal). Son 2 cuentas bitroncocónicas de pequeñas dimensiones fechadas por radiocarbono a mediados del III milenio cal ANE (Fig. 6: 8). Fueron localizadas en el nivel 1 de la cavidad, asociadas a 4 cuentas esféricas y una lámina de oro así como a varias concentraciones de cuentas de piedra, mayoritariamente variscita (Comendador 1998: 110-111). Según Eluère (1977: 407-408; 1982: 136) la cronología relativa de las cuentas galas se sitúa claramente en el Neolítico Final, tal y como atestiguan varios contextos carentes de materiales más modernos (Pauilhac, Pouy-Mayou, Sauzet 1, Les Avents 1). La reutilización de estas sepulturas por el grupo campaniforme o incluso alguna perduración durante el II milenio cal ANE no cues- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 ¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir... 157 Fig. 7. Localización según el orden enumerado en el texto de las cuentas bitroncocónicas galas y portuguesas de oro citadas como paralelos de la 1. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona): 2. Pauilhac (Gers, Midi-Pyrénées); 3. Pouy-Mayou (Bartrès, Hautes-Pyrénées, Midi-Pyrénées); 4. Castellet (Fontvieille, Bouches-du-Rhône, Provence-Alpes-Côte d’Azur); 5. Sauzet 1 (Cazevieille, Hérault), 6. Les Avents 1 (Sant-Mathieu-de-Tréviers, Hérault), 7. Saint-Eugène (Laure, Aude) y 8. Cueva de Porte (Narbonne, Aude) en Languedoc-Rousillon; 9. Buraco da Pala (Mirandella, Portugal). tionan esta afirmación. Los dos casos de Buraco da Pala corroboran esta cronología antigua. Por otra parte, la ausencia de cuentas análogas en el resto de territorio europeo con presencia campaniforme refuerza la desvinculación entre ambos fenómenos. El conjunto de datos expuestos nos inclina a pensar que la cronología de la cuenta de Cau del Tossal Gros no debe alejarse demasiado de finales del IV-inicios del III milenio cal ANE. Así lo indican la cronología relativa de los casos franceses y la proximidad geográfica con los mismos. La datación radiocarbónica más antigua obtenida en el yacimiento catalán (Beta - 252115 = 3450 cal ANE), aún sin poder asociarse con la cuenta, es coherente con esta afirmación. A la vez se constata que este tipo de adornos se vinculan inequívocamente con el momento inicial de los grupos del Neolítico Final. 5. CONCLUSIONES. LA PRIMERA ORFEBRERÍA DEL NEOLÍTICO FINAL El estudio de la cuenta de oro de Cau del Tossal Gros ha documentado uno de los ejemplos más antiguos de orfebrería prehistórica del nordeste de la Península Ibérica. A la vez y con cierta sorpresa, la tecnología empleada en su producción (unión por bruñido de dos piezas laminares) denota un elevado grado de conocimiento y destreza técnica. No tenemos constancia de la existencia de objetos con similares características en el resto de la Península Ibérica en fechas tan tempranas. En el área catalana los primeros objetos áureos se sitúan dentro del Neolítico Final, en torno al 3000 cal ANE. Son los objetos de metal más antiguos puesto que los primeros artefactos de cobre se fechan en momentos ligeramente poste- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 158 Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer riores (c. 2800 cal ANE) (Tab. 2). Las 4 únicas piezas de oro documentadas en todo el territorio son elementos ornamentales. De Balma dels Ossos (Berga, Berguedà) y Cabana Arqueta (Espolla, Alt Empordà) provienen 2 cuentas de tipo esférico, carentes todavía de estudio tecnológico que determine su proceso de producción (Castillo 1962; Tarrús 2002: 311). La única cuenta tubular conocida, recuperada en La Prunera (Sant Joan les Fonts, Garrotxa), consiste en una fina lámina rectangular enrollada sobre sí misma (Rovira Hortalà et al. 2005). Los objetos de oro vinculados con el grupo campaniforme (c. 2800 - 2350 cal ANE) son más abundantes. Son cuentas tubulares y apliques de lados opuestos abatidos procedentes de yacimientos del Empordà: Solar d’en Gibert, Cova d’en Daina, Barranc o Dolmen d’en Coto y Puig Roig o Cementiri dels Moros (Esteva 1964, 1970, 1976; Tarrús et al. 1983: 38-40; Tarrús 2002: 343-356, 381-388). Sin embargo, tampoco estas denotan una tecnología que supere el trabajo de batido y recortado de un único producto laminar (Soriano 2010: 302-310). ¿Guardan estas diferencias tecnológicas alguna relación con el origen de la orfebrería en esta región? Actualmente, ninguna evidencia demuestra la producción de objetos de oro entre los grupos del Neolítico Final. Ciertamente, las labores de orfebrería requieren herramientas poco especializadas, muy similares a las empleadas en la metalurgia de base cobre (martillos, yunques, pulidores) (Eluère 1982: 206; Armbruster 2010: 14-17). Sin embargo, tampoco existen testimonios de la producción de cobre en estos grupos. Los vasos de reducción y restos de fundición más antiguos se relacionan inequívocamente con el grupo campaniforme (Balma del Serrat del Pont, Cova del Frare, Vapor Gorina) (Martín et al. 1985; Alcalde et al. 1998; Roig et al. 2009). A ello cabe sumar, como se ha visto, que los primeros objetos de cobre son ligeramente más tardíos que los de oro. En sus inicios ambos metales sirvieron únicamente como productos manufacturados, siendo desconocido su proceso de producción. Los datos cronológicos, tipológicos y culturales atestiguan la vinculación entre estos primeros objetos y los centros metalúrgicos del sur de Francia (Soriano 2010: 486-497). Las continuas interacciones entre ambas regiones, visibles también en otras evidencias arqueológicas, denotan un constante movimiento de sujetos y objetos. La materialidad arqueológica mayoritaria del Neolítico Final del nordeste de la Península Ibérica ha sido definida hasta día de hoy como Véraza, debido a las importantes similitudes que presenta con el grupo homólogo francés del que se supone parte integrante (Martín 2003: 83-84). Otros artefactos documentados de forma más limitada, como cerámicas decoradas, cuentas de aletas globulares o un botón de caliza tipo Durfort han sido vinculados a otros grupos de la misma región (Treïlles, Ferrières, Fontbouisse) (Martín et al. 2002). Más allá de estas evidencias materiales, determinadas prácticas económicas e ideológico-simbólicas apuntan también hacia el otro lado de los Pirineos. La reciente documentación de varias estatuas-menhir antropomorfas y grandes estructuras de combustión con piedras termoalteradas tienen, en el sur de Francia, unos referentes innegables (Fortó et al. 2008; Moya et al. 2010). “Los paralelos expuestos en la cuenta de Cau del Tossal, procedentes en su totalidad del país galo, constituyen una prueba fehaciente”. La ausencia de análisis similares en las piezas francesas impide conocer si repiten el característico proceso de producción documentado en la cuenta catalana. De lo que no cabe ninguna duda es que semejante procedimiento tecnológico parece ser desconocido en la Península Ibérica de forma sincrónica (Perea 1991b: 35-36; Perea et al. 2010: 15-19). Un segundo aspecto a señalar se refiere al papel que el metal y, en concreto, el oro tuvo en el seno de estas comunidades. La morfología de las cuentas muestra una enorme coincidencia con los tipos en uso contemporáneamente sobre otros soportes (líticos, óseos, malacológicos). Se documentan cuentas esféricas realizadas sobre diferentes rocas y resinas fósiles. Las bitroncocónicas guardan una gran semejanza con las más antiguas de variscita y las cuentas tubulares con los dentalia. El oro se emplea inicialmente para producir ornamentos análogos a los ya existentes en vez de nuevos. Este dato indica que el aprovechamiento del metal no puede relacionarse con sus mejores propiedades físicas y mecánicas (ductilidad, moldeado, reciclado) respecto a las demás materias. El conocimiento profundo de dichas propiedades conllevaría el desarrollo de artefactos mejor adaptados al metal, como ocurre a partir de la irrupción del grupo campaniforme. Únicamente aspectos como la capacidad de reflejar la luz, que le aporta su peculiar brillo dorado, pueden explicar en parte su aceptación. A ello hay que sumar que los ornamentos de oro son cuantitativamente anecdó- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 149-161, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12085 ¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir... ticos dentro del registro arqueológico de este momento, caracterizado por una gran diversidad de elementos decorativos. Todo ello indica que el oro sería más bien un objeto de curiosidad, que se emplearía conjuntamente con otras cuentas no metálicas formando parte del mismo atavío. Su repercusión social sería muy limitada y su valor social no se alejaría, pues, excesivamente del otorgado a los restantes ornamentos. Finalmente, se constata que los contextos de hallazgo son funerarios salvo un caso en hábitat (La Prunera). Este hecho, documentado de forma idéntica en la mitad meridional de la Península Ibérica, apunta hacia un uso del oro no exclusivamente funerario (Perea 1991a: 298, 1991b: 273275). Los elementos decorativos áureos se emplearían, como los restantes, en la vida diaria. Su morfología relativamente robusta aseguraría cierta resistencia y durabilidad, visible en la cuenta de Cau del Tossal Gros. La introducción de muchas de ellas en las tumbas, siempre de tipo múltiple colectivo, responde a la inhumación del individuo con sus abalorios cotidianos y no a la deposición de elementos producidos expresamente con fines funerarios (Soriano 2010: 315-316). Todo lo contrario se constata a partir del 2800 cal ANE con la irrupción del grupo campaniforme. Por vez primera aparecen nuevas morfologías de ornamentos, con una estructura más frágil (apliques de lados abatidos) procedentes exclusivamente de tumbas claramente individualizadas (Soriano 2010: 316318). Algunos de estos notables cambios en el uso del oro han sido igualmente documentados en áreas cercanas, como el Alto Valle del Ebro (Rodríguez de la Esperanza 2004, 2005: 105-108) o el sur de Francia (Eluère 1982: 197). El gran salto social desde el uso del producto metálico a la producción metalúrgica había empezado. AGRADECIMIENTOS Por su colaboración y soporte técnico a los siguientes investigadores: Alicia Perea (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid), José M.ª González y Jesús Serrano (Asociación Española de Ensayos No Destructivos, Madrid) y Elio Vivas y Rosa Dinares (Sección de Radiología y Angiografía Rotacional del Hospital General de Catalunya). Toni Roviras, director del Museo del Mediterráneo, nos dio todas las facilidades posi- 159 bles para el estudio de la cuenta. Al resto de miembros de Grupo de Investigación Arqueológica del Nordeste Peninsular - GRANEP, Paz Balaguer, Emiliano Hinojo y Camila Oliart así como a los dos evaluadores anónimos por la revisión y comentarios a este artículo. Esta investigación ha sido financiada por la Fundación Juanelo Turriano (Beca de Doctorado en Historia de la Ciencia y de la Técnica) y la Secretaría de Universidades del Departamento de Economía y Conocimiento de la Generalitat de Catalunya (2010ACOM00047). BIBLIOGRAFÍA Agustí, B. y Fiego, J. 2002: “Estudi antropològic de la cova sepulcral del Tossal Gros (Torroella de Montgrí)”. XII Col-loqui Internacional d’Arqueologia de Puigcerdà (Puigcerdà 2000): 723-728. Puigcerdà. Alcalde, G.; Molist, M.; Montero, I.; Planagumà, Ll.; Saña, M.ª y Toledo, A. 1998: “Producciones metalúrgicas en el nordeste de la Península Ibérica durante el III milenio cal. AC: El taller de la Bauma del Serrat del Pont (Tortellà, Girona)”. Trabajos de Prehistoria 55 (1): 81-100. Armbruster, B. 2010: “Lithic technology for Bronze Age metalworking”. En B. Valentin (ed.): Lithic technology in metal using societies. Proceedings of a UISPP Workshop (Lisbon 2006): 9-22. Højbjerg. 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All four individuals were buried according to Argaric Culture rituals, beneath their dwellings, indicating that they were not socially rejected. Nevertheless, further insight into disability in this culture is hampered by the limited biological and archaeological data available. RESUMEN La discapacidad, entendida como la consideración de una persona con invalidez por parte de su comunidad, constituye un nuevo campo de investigación en Arqueología y Antropología Física. Aquí se investiga este concepto en el marco de la cultura de El Argar. Se han estudiado más de 200 esqueletos procedentes de yacimientos de la provincia de Granada (Castellón Alto, Fuente Amarga, Cuesta del Negro, Terrera del Reloj y Cerro de la Encina) (*) Laboratorio de Antropología, Facultad de Medicina, Universidad de Granada. Avda. de Madrid 11. 18071 Granada. E-mail: mgroca@gmail.com; jbrobeil@ugr.es; oumaoui@gmail.com (**) Dpto. de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de Granada. Avda. de Madrid s/n. 18071 Granada. E-mail: jtristan@ugr.es (***) Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada. Campus Universitario de Cartuja. 18071 Granada. E-mail: molinag@ugr.es Received: 31-V-2011; accepted: 6-X-2011. entre los cuales cuatro muestran señales de invalidez: un hombre y una mujer que debieron haber requerido ayuda para caminar y dos varones con luxaciones de hombro. Los cuatro individuos fueron enterrados según los rituales de la cultura argárica, bajo sus propias viviendas, lo que indica que no fueron rechazados socialmente. Sin embargo, no se puede profundizar sobre la concepción de la discapacidad en esta cultura puesto que los datos arqueológicos y biológicos son muy limitados. Key words: Disability; Physical impairment; Archeology of death; Bronze Age; Recent Prehistoric; Iberian Peninsula. Palabras clave: Discapacidad; Invalidez; Arqueología de la muerte; Edad del Bronce; Prehistoria Reciente; Península Ibérica. 1. INTRODUCTION There has been considerable recent interest in the study of disability in the past, largely focussed on the role of physically impaired individuals and their survival in the group and on the possible presence of some type of care (Berkson 2004; Tarlow 2000; Thorpe 2008; Winzer 1997). The most ancient cases that have been studied in Palaeoanthropology are those found in Dmanisi (Lordkipanidze et al. 2005), Atapuerca (Gracia et al. 2009) and Shanidar (Trinkaus and Zimmerman 1982) among others. Many of these skeletons are individuals who reached a relatively old age despite physical impairment. They would have had limited ability to contribute to hunting or gathering activities and would have died even earlier without substantial help and care from their companions Approach to disability in a population from the Argar Culture (Roberts and Manchester 2007; Tarlow 2000). Nevertheless, the fact that an individual lived longer than expected does not necessarily imply that he/she received care (DeGusta 2002; Dettwyler 1991), and his/her position within the social group cannot be determined from archaeological evidence alone (Dettwyler 1991). Moreover, any evidence that an individual was cared for does not reveal the attitudes or rationale underlying this treatment (Finlay 1999; Tarlow 2000). There are further reports on individuals with physical impairment in recent Prehistory and even more in Classical Antiquity and Mediaeval times, and the difficulty in all cases is to determine how they were considered in their societies (Buquet-Marcon et al. 2009; Darton 2010; Dickel and Doran, 1989; Hawkey 1998; Lieverse et al. 2008; Oxenham et al. 2009; Pany and Tescher-Nicola 2007; Phillips and Sivilich 2006; Van der Sanden 1996). Palaeopathology studies can offer biological evidence of physical impairment but cannot provide direct evidence of disability, i.e., the relationship between impaired individuals and their societies (Shakespeare 1999). Disability is a cultural understanding or social construct that leaves no biological traces (Reid-Cunningham 2009; Tarlow 2000). In fact, a major shortcoming of the study of disability in past populations is the difficulty of avoiding the application of current concepts of disability to other times (Cross 1999; Roberts 1999). For instance, there is a tendency to consider impaired individuals to be permanently disabled in our Western culture, which focuses on economical and social factors in relation to the ability to work. However, what is now medically considered a disability may have been viewed very differently in the past. In other words, injury and impairment do not necessarily equate with social exclusion (Anderson and Carden-Coyne 2007; Cross 1999). On the other hand, infertility may have been regarded as more disabling than any other physical problem in past societies (Tarlow 2000). It should be borne in mind that cultures differ in their conception of disability (ReidCunningham 2009). Thus, although a skeleton shows severe lesions that might now be considered a disability, it is impossible to make concrete statements about how much these lesions may have affected the individual’s life (Anderson and Carden-Coyne 2007; Metzler 1999). Because paleopathologists can only study injuries and abnormalities that affect the skeleton, 163 no data are available on other problems, such as sight deficiencies or blindness, which affect a large number of individuals. It can also be difficult to determine whether a case of impairment is congenital or acquired. Furthermore, it is difficult to establish from the archaeological records whether “different” children were victims of infanticide or abandonment, given the fragility of children’s bones (Molleson 1999). In individuals integrated within a social group, with impairments produced by an accident or disease, their previous social status would be crucial for their future. Thus, in the Middle Ages, an individual contracting leprosy would be socially rejected, whereas a traumatic injury would not automatically relegate the sufferer to the ranks of the impoverished and destitute (Knüsel 1999), because other abilities that he or she possessed could make the impairment irrelevant (Tarlow 2000). As we can see, recognising disablement in the archaeological record is truly difficult because we have only biological evidence and some cultural clues as to how the individuals were considered by the social group at the time of death. Taking into account these limitations, we have addressed the issue of disability in the Bronze Age culture, a period of great social complexity. Our main objective was to identify injuries and abnormalities that could cause physical impairment and to assess whether this condition could be considered a disability and whether these individuals were accepted or marginalised by their social group. 2. MATERIAL AND METHODS The study population belongs to the Argar Culture, typical of the South-East of the Iberian Peninsula during the Bronze Age, which was characterized in Europe by sociopolitical groups in which status and power were extremely important (Harding 2000). All of these groups share in common the emergence of elites, a high level of political centralization, the competitive exchange of goods and ideas and a marked social differentiation, alongside concepts of leadership and hierarchical society (Cámara and Molina 2006; Chapman 2003; Chapman 2008; Guilaine and Zammit 2002; Harding 2000). The social dynamics of this period also included attributed social status, hereditary privileges and power disparities. The different status of the members of a Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 162-170, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12086 164 María G. Roca, Sylvia Jiménez-Brobeil, Ihab Al Oumaoui, Juan M. Tristán y Fernando Molina community is expressed in their access to basic resources and power and in differences in their habitat and funerary patterns (Aranda and Esquivel 2007; Cámara and Molina 2006; Castro Martínez et al. 1993-1994; Lull 2000; Molina and Cámara 2004, 2009). The Argar Culture has been considered the most important Bronze Age phenomena in the Western Mediterranean (Siret and Siret 1890). Populations lived in small villages on top of steep hills dominating fertile valleys. There usually was a walled acropolis at the highest point, surrounded by dwellings on stepped terraces. The economy was based on agriculture and livestock, with some mining activity. The burials were beneath the dwellings with skeletons in flexed position. Differences in the values of funeral goods are interpreted as signs of distinct social classes. There is an elite, characterized by gold and silver funeral goods, an intermediate class, and an underclass with very poor goods or none at all (Cámara and Molina 2006; Castro Martínez et al. 1993-1994; Lull 1983, 2000; Molina et al. 1986; Molina and Cámara 2004, 2009). The goods differed according to the sex of the individuals, demonstrating a clear differentiation of roles between the sexes (Al Oumaoui et al. 2004; Jiménez-Brobeil et al. 2004). The presence of infant burials with very rich goods indicates that social status was assigned from birth (Molina 1983). Our group has studied more than 200 individuals from the numerous archaeological excavations performed in Argar Culture sites in the province of Granada: Castellón Alto (Galera), Fuente Amarga (Galera), Cuesta del Negro (Purullena), Terrera del Reloj (Dehesas de Guadix) and Cerro de la Encina (Monachil) (Fig. 1). The degree of preservation is highly variable, preventing the observation of possible lesions in numerous individuals (Battles 2009). In the archaeological records of this sample, no individual was buried outside the usual funerary rituals of this culture, and no child showed features that indicated abandonment. We found no cases of congenital abnormality that could lead to physical impairment or cases of poliomyelitis. Although numerous cases of severe osteoarthritis were detected, these were not considered because the clinical severity of bone lesions does not consistently correspond with physical impairment, and pain is highly subjective. Moreover, osteoarthritis is a characteristic of aging. Although the elderly tend to be marginalised or rejected and considered as disabled in contemporary western society, this is not the case in other cultures or in past times in our culture, especially when life expectancy was very short and age could be a sign of social prestige. Cases of consolidated fractures without deformation have also been excluded from our study, since they may only produce impairment during the healing period. Finally, we selected four cases with lesions that not correctly healed. The sex and age of these individuals are determined by pelvic and skull morphology, pubic symphyses, sternal rib ends and cranial suture (Byers 2002; Krogman and Isçan 1986; Suchey and Brooks 1988). Fig. 1. Iberian Peninsula. The studied sites are located in the marked area (province of Granada): Castellón Alto and Fuente Amarga (Galera), Cuesta del Negro (Purullena), Terrera del Reloj (Dehesa de Guadix), and Cerro de la Encina (Monachil). 3. CASE REPORTS AND DISCUSSION Case 1 This skeleton comes from the Castellón Alto site near the village of Galera (Granada) and was found in 2002 in burial n.º 112. The funerary goods comprised a small pottery object and a meat offering (ovicaprid bone), indicating a medium social level (Molina et al. 2003; RodríguezAriza and Ruiz Sánchez 1992). Meat offerings, generally from goat, sheep or cow, denote a commensality ritual characteristic of the Argar Culture (Aranda and Esquivel 2007). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 162-170, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12086 Approach to disability in a population from the Argar Culture 165 to the other lesions, since the thigh must have been very large, obliging him to walk with his foot turned inwards. This position of his lower limb and his upper extremity muscle development suggests that this man walked with the aid of crutches or sticks. The right femur shows a popliteal or Baker’s cyst (Fig. 3 upper). A Baker’s cyst can be caused by herniation of the knee joint capsule to the back of the knee. This commonly occurs with a tear in the meniscal cartilage of the knee and is related to a trauma (Johnson et al. 1997). A large cyst may cause some discomfort or stiffness but generally has no other symptoms. This lesion may be the result of overloading the right leg while walking. Fig. 2. Settlement of Castellón Alto (Galera, Granada). Case 1, 35-39 years-old male, burial n.º 112: a. Left femoral diaphysis, lateral view; b. Detail of left femoral diaphysis in posterior view; c. Detail of left distal epiphysis; d. Sections of normal right femur and of pathological left femur; e. Upper view from the tali. All photos: S. Jiménez-Brobeil. He was a 35-39 year-old male with a medium degree of preservation and presents signs of strong muscle development in the upper extremities and weak development in the lower members (Al Oumaoui et al. 2004). He has two healed traumatisms in the ribs, mild osteoarthritis in the lumbar spine and Schmorl’s nodes in L1, L2, L3 and L4. Lesions on the left femur could be attributed to osteomyelitis (Fig. 2a-d). X-ray studies revealed no signs of trauma in this femur, therefore the infection may have initiated in a soft tissue injury and reached the bone via the blood. A severe periostitis was detected on the left fibula and on preserved fragments of the tibia, which may indicate extension of the infection to the entire lower limb. Signs of severe osteoarthritis were observed in the left knee (Fig. 2c). The left talus shows a varus deformation of the head and neck (Fig. 2e) that may be related Fig. 3. Settlement of Castellón Alto (Galera, Granada). Upper Case 1, 35-39 years-old male, burial n.º 112: Detail of the popliteal or Baker’s cyst of right distal epiphysis. Down. Case 2, 41-60 years-old female, burial n.º 30: Detail of femoral proximal epiphysis in anterior view. All photos: S. Jiménez-Brobeil. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 162-170, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12086 166 María G. Roca, Sylvia Jiménez-Brobeil, Ihab Al Oumaoui, Juan M. Tristán y Fernando Molina Case 2 This skeleton also comes from the Castellón Alto site. It was found in 1983 in burial n.º 30 that contained the remains of a male and a female. The present case is a mature woman, aged between 41 and 60 years, with a poor degree of preservation. The funerary goods comprised a pottery object, bronze awl and meat offering, indicating a medium social level in this community (Molina et al. 2003; Rodríguez-Ariza and Ruiz Sánchez 1992). The individual shows ante-mortem loss of some teeth, caries, some badly worn teeth and signs of periodontal disease. The upper extremities show signs of strong muscle development (Fig. 4a) (Al Oumaoui et al. 2004). A consolidated fracture can be observed in the distal epiphysis of the left radius and a mild osteoarthritis in the thoracic and lumbar regions of the spine. The lower extremities are slender and show less signs of muscular development in comparison to the upper extremities. The left femoral head is separated from the femoral neck and was found inside the acetabulum (Figs. 3 down and 4b, c); the head shows a small area of necrosis on the articular surface while the femoral neck had undergone complete bone remodelling. Fracture of the femoral head is a severe and relatively uncommon injury, even nowadays. Most patients with a femoral head fracture are young people with posterior dislocation of the hip joint after a high-energy trauma in which the knee strikes a hard surface and the force is propagated up the leg. The head fracture results from the impact or from shearing by the acetabulum (Koval and Zuckerman 2002). The hip, when flexed at 90° and slightly adducted, is at particular risk of dislocation. The fracture and associated complications (necrosis, bone remodelling, heterotopic ossification) indicate that this woman must have had considerable difficulties in walking, which may have led her to over-use her upper extremities, e.g. by using walking sticks or crutches. This proposition is supported by the signs of greater muscle development in the upper versus lower extremities. Case 3 This skeleton was found in 1983 at La Terrera del Reloj site in Dehesas de Guadix (Granada) Fig. 4. Settlement of El Castellón Alto (Galera, Granada). Case 2, 41-60 years-old woman, burial n.º 30: a. Humeri. The arrows indicate muscular attachments; b. Femora. Detail of proximal epiphysis in posterior view; c. Coxae with left femoral head in acetabulum. All photos: S. Jiménez-Brobeil. (Molina et al. 1986). It comes from burial n.º 2. The funerary goods comprised a pottery bowl, bronze axe and necklace, denoting high social status. The skeleton, which is in an intermediate state of preservation (Al Oumaoui and JiménezBrobeil 2003), belongs to a male who died at the age of around 24 years. The skeleton evidences dental disease, cribra orbitalia and a mild traumatic injury on the frontal bone. The right shoulder shows some alterations, with a probable diagnosis of unreduced anterior dislocation of the humerus, with a consolidated fracture of the lesser tubercle of the humerus and secondary osteoarthritis in the glenoid cavity (Fig. 5). These injuries could be caused by a fall onto the hand or the elbow with the arm slightly abducted and externally rotated (Mac Rae 1988). A time lapse of 2-3 years since the accident would probably be needed to develop the bone changes observed. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 162-170, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12086 Approach to disability in a population from the Argar Culture 167 The condyles of both femurs and the patellar articular facets also show signs of osteoarthritis, and the lower extremity bones have pronounced marks corresponding to muscle development (Al Oumaoui et al. 2004). These findings indicate overloading of the knees, which could be a consequence of walking on the rugged and steep terrain at this site. Case 4 Fig. 5. Settlement of La Terrera del Reloj (Dehesa de Guadix, Granada). Case 3, 24 years-old male, burial n.º 2: a. Right scapula in anterior view; b. Lumbar vertebra with disc herniation and mild degenerative joint disease; c. Right humero-scapular joint. All photos: S. Jiménez-Brobeil. With the humerus in anterior position, the arm would remain at a distance of 15-20 cm from the trunk when at rest. Given the condition of the joint, abduction would be limited to little more than 60° and retropulsion and internal rotation movements would not be possible, although external rotation would be preserved (Kapandji 1984). There are Schmorl’s nodes in T5, T7, T9, T10, T11, T12, L1, L2 and L3 vertebrae. On the inferior surface of T7 and on the superior surface of L2, the depression produced by the pulpous nucleus reaches the medullar canal, implying a posterior disk hernia (Fig. 5b). L2, L4 and L5 show osteophytes, indicating the presence of osteoarthritis. In this young individual, the spinal lesions would be secondary to the shoulder injury, resulting from attempts to compensate for his lack of total shoulder abduction by rotating his trunk. This skeleton was discovered in 1986 at Fuente Amarga site (Galera, Granada). It comes from burial n.º 9 that contained the remains of a male and a female and several funerary goods: two pottery objects, a bronze dagger and a meat offering, denoting a medium social level (Fresneda et al. 1999). The male, in a good state of preservation, died when he was between 50 and 59 years old. The male skeleton evidences severe dental disease, strong muscle development (Al Oumaoui et al. 2004) and five healed rib fractures (6th, 7th and 8th on right side and 7th and 8th on the left). As in case 3, the right shoulder shows a series of alterations with the probable diagnosis of unreduced anterior dislocation of the humerus but without fracture of the lesser tubercle; a secondary osteoarthritis of the entire shoulder articulation can also be observed (Fig. 6a-c). In the right wrist, there is a well consolidated fracture of the distal third of the radius and another one of the ulnar styloid process, with a mild secondary osteoarthritis (Fig. 6d). The left wrist also shows a consolidated fracture with a slight deformation of the distal third of the radius, and some osteoarthritis on the distal head of the ulna. Because of post mortem fracture of the bone, it cannot be established whether the styloid process was also fractured. It cannot be determined whether these injuries occurred simultaneously or on separate occasions. The condition of the shoulder implies similar mobility limitations to those described in Case 3. The wrist fractures would have caused pain but little functional impotence, since they healed with minimum deformity. The skeleton reveals mild osteoarthritis in the cervical sector of the spine (C1- C4) and moderate osteoarthritis in the thoracic (T4-T12) and lumbar (L1-L5) sectors. T6, T7, T8, T9 and T10 vertebrae show signs of Schmorl’s nodes. T5 Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 162-170, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12086 168 María G. Roca, Sylvia Jiménez-Brobeil, Ihab Al Oumaoui, Juan M. Tristán y Fernando Molina velopment in their upper limbs indicates that they needed some kind of walking aid to move around, but they would not have been completely immobilized. The male (Case 1) may not have been able to perform agricultural or mining activities, which would require a normal capacity of movement, but this does not mean that he could not work in other ways, e.g., in craftwork. According to known activity patterns (Jiménez-Brobeil et al. 2004), Argaric females worked mainly in the domestic setting, and the woman (Case 2) should not have been prevented by her lesions from working in spinning, fabric-making, milling, cooking or any other activity susceptible of being performed sitting. A severe impairment of the right arm was detected in the males in Cases 3 and 4. In Case 3, the spinal lesions suggest that he continued with his daily activities. According to the funerary characteristics of their burials, all four individuals were considered members of their community at the time of their death, since they were buried beneath their homes with funerary goods, and the meat offerings indicate a commensality ritual in which family members participated. Fig. 6. Settlement of Fuente Amarga (Galera, Granada). Case 4, 50-59 years-old male, burial n.º 9: a. Right scapula in anterior view; b. Right scapula in lateral view; c. Right humeroscapular joint; d. Detail of distal epiphysis of right radius and ulna; e. Fusion of T11 and T12 vertebrae due to compression fracture. All photos: S. Jiménez-Brobeil. presents a compression fracture, while T11 and T12 form a block, with the vertebral bodies deformed into a wedge shape by another compression fracture (Fig. 6e). Although these lesions may be related to the age of this individual, they could be aggravated by his shoulder injury and corresponding mechanical incapacity. There are also signs of osteoarthritis in the hands, sacroiliac and coxo-femoral joints, knees and feet, which would be related to his age rather than to the traumatic lesions. From the clinical standpoint, the four individuals described above present with physical impairment, but we cannot determine whether they were considered disabled by their own society (Metzler 1999; Shakespeare 1999). The mobility problems in Cases 1 and 2 would be aggravated by the environment at Castellón Alto, a stepped village on top of a hill. The major muscular de- 4. FINAL COMMENTS Out of a sample of more than 200 skeletons from the Argar Culture, only four individuals showed characteristics of physical impairment not related to age. Although they all had severe lesions, we are unable to determine whether they were considered disabled. However, they continued to live for some time after their injuries within a community that did not reject them although, perhaps, prevented a social rise. We know nothing of any care they might have received and we would be unable to establish the motivation for any care (e.g., compassion, interest, fear, love, etc.). We can, however, report that they were considered as members of their community at the time of their death, since they were buried according to the usual Argaric funerary rituals. BIBLIOGRAPHY Al Oumaoui, I. and Jiménez-Brobeil, S. A. 2003: “Lesiones traumáticas en un individuo de la Edad del Bronce”. In J. Egocheaga (ed.): Biología de po- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 162-170, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12086 Approach to disability in a population from the Argar Culture blaciones humanas: diversidad, tiempo, espacio. Universidad de Oviedo. Oviedo: 67-74. Al Oumaoui, I.; Jiménez-Brobeil, S. A. and Souich, Ph. Du. 2004: “Markers of Activity Patterns in some Populations of the Iberian Peninsula”. International Journal of Osteoarchaeology 14: 343-359. 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Roca, Sylvia Jiménez-Brobeil, Ihab Al Oumaoui, Juan M. Tristán y Fernando Molina Lordkipanidze, D.; Vekua, A.; Ferring, R.; Rightmire, G. P.; Agustí, J.; Kiladze, G.; Mouskhelishvili, A.; Inoradse, M.; Ponce de León, M. S.; Tappen, M. and Zollikofer, C. P. 2005: “Anthropology: the earliest toothless hominin skull”. Nature 434 (7034): 717-718. Lull, V. 1983: La Cultura de El Argar, un modelo para el estudio de las formaciones económico-sociales prehistóricas. Akal. Madrid. Lull, V. 2000: “Argaric society: death at home”. Antiquity 74 (285): 581-590. MacRae, R. 1988: Tratamiento práctico de fracturas. Interamericana-MacGraw Hill. Madrid. Metzler, I. 1999: “The Palaeopathology of disability in the Middle Ages”. Archaeological Review from Cambridge 15 (2): 55-67. Molina, F. 1983: “Prehistoria”. In F. Molina and J. Roldán (eds.): Historia de Granada de las primeras culturas al Islam. Don Quijote. Granada: 1-131. 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El error parte del catálogo de estos monumentos que Fernández Fuster editó en 1951. En él interpretó una fotografía parcial de la mencionada estela, publicada en Ars Hispaniae, como otro ejemplar, al que hizo proceder del poblado de San Antonio (Calaceite). Este error ha pervivido en la bibliografía hasta ahora. ABSTRACT The aim of this paper is to point out the duplication of the well-known stele from Santa Ana (Calaceite), which belongs to the so called ‘stelae of Lower Aragón’. This mistake starts from the work of Fernández Fuster, who in 1951 published a catalogue of these monuments, considering a photograph in detail of the stele of Santa Ana (published in Ars Hispaniae) as another item of the ‘stelae of Lower Aragón’, and assigning to it a new provenance (San Antonio, Calaceite). This wrong duplication, making two stelaes from just one, has been kept in later literature. está constituido por los ejemplares del Bajo Aragón. Se documentan poco más de treinta piezas, la mayoría de las cuales se conservan incompletas o son simples fragmentos. Su iconografía, series de lanzas y jinetes, y el significado de la misma han centrado el interés de la investigación, aunque otros aspectos también han sido objeto de debate: cronología, ubicación y funcionalidad. Este trabajo, sin embargo, se ocupa de un problema mucho más concreto como es la duplicación de uno de los ejemplares de Calaceite. Fruto de las investigaciones de J. Cabré y P. Bosch Gimpera durante los primeros decenios del siglo XX en el Bajo Aragón, son las tres estelas de Calaceite que editaron en el sexto número del Anuari d’Estudis Catalans (1915-1920): Mas del Rei, San Antonio y Santa Ana. Fernández Fuster (1951), al interpretar en su catálogo de las estelas bajoaragonesas una fotografía del último ejemplar citado como una cuarta estela procedente de Calaceite, duplicó la pieza de Santa Ana (Fig. 1). Palabras clave: Península Ibérica; Protohistoria; Iconografía; Grabado en piedra; Lanzas; Jinete. Key words: Iberian Peninsula; Protohistory; Iconography; Engraved stones; Lances; Rider. INTRODUCCIÓN Uno de los conjuntos de estelas más conocidos y numerosos de la Protohistoria Peninsular (*) Área de Historia Antigua. Dpto. de Ciencias de la Antigüedad. Universidad de Zaragoza. C/ Pedro Cerbuna 12. 50009 Zaragoza. Correo e.: isimon@unizar.es Recibido: 9-III-2011; aceptado: 5-V-2011. Fig. 1. Localización de Calaceite (Teruel) en la Península Ibérica. Ignacio Simón Cornago 172 DESCRIPCIÓN 1. Mas del Rei (Fernández Fuster 1951: n.º 16): solo se conoce la noticia, recogida por J. Cabré (1915-1920: 634), del descubrimiento de una estela, que no pudo ver por haber sido inmediatamente reutilizada como material de construcción en una cabaña (Fernández Fuster 1951: 69-70, n.º 16; Marco 1978: 205, II.D.3; Domínguez et al. 1984: n.º 215). 2. Poblado de San Antonio (Fernández Fuster 1951: n.º 9) (Fig. 2): fragmento recuperado por P. Bosch Gimpera (1915-1920: 663, fig. 515) entre la runa i terres de la costa Est de la muntanya, entre mig de terrisa, tobes, etc., caiguts de dalt del poblat, del lateral izquierdo de una estela (35 × 24 × 12 cm). El borde está biselado y la superficie frontal dividida por una línea horizontal. Bajo ella se conserva parte de una punta de lanza y sobre ella otras dos lanzas, una de las cuales lleva regatón. Todo ello está grabado en negativo, técnica impropia del conjunto de las estelas del Bajo Aragón, en las que se emplean mayoritariamente líneas incisas para delimitar las siluetas de los elementos representados. Se conserva en el Museu d’Arqueologia de Catalunya. Barcelona (n.º inv. 34562). La importancia cronológica de este hallazgo ha sido señalada por P. Moret (2002: 125-126), puesto que el final del yacimiento, que se sitúa en las postrimerías del siglo III a.C. o inicios del siguiente, proporciona una fecha ante quem previa a la que generalmente se atribuye a estas estelas (siglos II/I a.C.). El carácter fragmentario del hallazgo lo invalida como argumento para defender una localización de este tipo de monumentos en los poblados o en sus proximidades (Bosch 19151920: 641). Por contra, sí está bien atestiguado su reaprovechamiento como material de construcción en los asentamientos. Sucede con varios fragmentos procedentes del yacimiento del Palao (Marco 1976: 90), que curiosamente conservan completa su anchura, muy probablemente porque las estelas fueron cuarteadas horizontalmente para su reutilización, obteniendo así sillares de un módulo más manejable (Cabré 1915-20: 631; Moret 2002: 125; Sanmartí 2007: 241, fig. 4). 3. Camino de Santa Ana (Fernández Fuster 1951: n.º 6) (Fig. 3): fue descubierta por un campesino en el transcurso de labores agrícolas en una parcela sita al borde del camino que une Calaceite con la ermita de Santa Ana, próximo a Fig. 2. Estela del poblado de San Antonio, Calaceite (Teruel): A. Dibujo de P. Bosch Gimpera (1915-20: fig. 515); B. Fotografía del autor. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 171-176, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12087 Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel) 173 Fig. 3. Estela del camino de Santa Ana, Calaceite (Teruel): A. Dibujo de J. Cabré (1915-1920: fig. 438); B. Fotografía del autor; C. Dibujo de L. Fernández Fuster (1951: Lám. IV). San Antonio, con otras piezas de dimensiones y forma similares pero sin ornamentar. La pieza fue cuarteada por el labrador y posteriormente recuperada por J. Cabré (1908: 230-233, lám. 3; 1915-1920: 630-631, fig. 438). Actualmente se conserva, en tres partes, en el Museu d’Arqueologia de Catalunya de Barcelona (n.º inv. 19880). El campesino informó de que en el mismo lugar halló innombrables blocs de pedra, restes d’urnes, fusaioles, pondus i boletes de fang pintades, restes de cremacions i altres objectes (Cabré 19151920: 630) (1). (1) Sobre el lugar Moret et al. (2006: 150-151). La estela mide 131,5 cm de alto, 39,5 cm de ancho y 16 cm de grosor (2). Una orla delimitada por dos líneas incisas y paralelas enmarca la cara frontal en su extremo superior y derecho y, presumiblemente también por el izquierdo, que se conserva muy deteriorado. Dos líneas en zig-zag, configurando rombos, recorren el interior de la orla. El espacio que delimita se divide en seis campos. Los dos inferiores y superiores están ocupados por series de puntas de lanza. El de arriba de los cen- (2) Cabré (1915-1920: 630) indica una altura de 170 cm; en el dibujo de este autor se señala un fragmento inferior, sin ornar, que actualmente no se conserva. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 171-176, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12087 Ignacio Simón Cornago 174 trales recoge la imagen de un jinete que porta escudo oval. En el otro –muy erosionado– se aprecian líneas que conforman un diseño geométrico y restos de otra representación de difícil identificación (Bosch 1913-14: 827, fig. 50; Fernández Fuster 1951: 66, n.º 6, lám. 4; Marco 1978: 205, II. D.1, fig. 36; Domínguez et al. 1984: n.º 214). 4. Estela duplicada, atribuida a San Antonio (Fernández Fuster 1951: n.º 7), aparece por primera vez en el catálogo citado de L. Fernández Fuster (1951). En él compila las estelas publicadas por P. Bosch Gimpera y J. Cabré, a las que añade algunas otras inéditas que Cabré había recogido en volumen del Catálogo Monumental de España dedicado a la provincia de Teruel (inédito). Cataloga las piezas de Mas del Rei y Santa Ana, mientras que adjudica de forma errónea a Palermo (Caspe) la hallada por Bosch Gimpera en San Antonio. Añade la número 7 de su corpus, que dibuja y localiza en San Antonio de Calaceite (Fig. 4A). Además señala: “depositada en Barcelona. Museo Arqueológico Nacional”, dato de interés, pues es la única pieza del catálogo donde se indica la institución en la que se conserva. También ofrece dos referencias bibliográficas de A. García y Bellido. La primera (García y Bellido 1943: 100 y fig. 125) corresponde a un breve comentario genérico sobre las estelas bajoaragonesas y a una fotografía de la estela con jinete de Palermo (Caspe). La segunda (García y Bellido 1947: fig. 398) se refiere a la fotografía de una estela publicada en Ars Hispaniae con la siguiente nota al pie: “estela de las lanzas, oriunda de Calaceite (Museo de Barcelona)” (Fig. 4B). Es la estela de Santa Ana, de la que sólo se reproducen los campos de la parte superior, con el jinete y las puntas Fig. 4. Estela del camino de Santa Ana, Calaceite (Teruel): A. Fotografía en A. García y Bellido (1947, fig. 398); B. Dibujo que copia la fotografía anterior, L. Fernández Fuster (1951: lám. V). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 171-176, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12087 Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel) de lanza. Es evidente, si se compara la fotografía con el dibujo de Fernández Fuster (1951: lám. V), que éste copia la imagen parcial de la pieza del camino de Santa Ana reproducida en Ars Hispaniae. El autor la describe así: “orla de rombos encuadrando un campo dividido en tres cuarteles, iguales los dos superiores y sensiblemente mayor el inferior. Los dos primeros ostentan lanzas; el inferior un jinete desnudo, al parecer, y tocado de casco o gorro con cimera. Como el de la estela núm. 6 (se refiere a la de Santa Ana) monta a estilo mujeril. Pertenece también a la segunda época”. La única diferencia entre los dibujos realizados por Fernández Fuster (1951: lám. IV y V) (Figs. 3C y 4B) de estas supuestas dos piezas es que el escudo que porta el jinete falta en el segundo de ellos, por tratarse de un detalle más difícil de discernir en la imagen de Ars Hispaniae. También añade en la descripción el dato del ‘casco o gorro cimerio’ que, ni representa en su dibujo, ni se aprecia en la fotografía ni tampoco en el original. CONCLUSIONES Consideramos que Fernández Fuster (1951) interpretó y dibujó como una nueva pieza lo que no era sino una fotografía de la parte superior de la estela de Santa Ana, haciendo proceder a ambas de San Antonio. El error probablemente se debe a que el texto de Ars Hispaniae nada expli- 175 cita sobre la figura en la que aparece la estela, a excepción de la procedencia (“oriunda de Calaceite”) y el lugar de conservación (Museo de Barcelona) (3) en el pie de foto. Posiblemente influyó también que en aquellas fechas no se hubiera publicado ninguna reproducción fotográfica del ejemplar de Santa Ana, del que sólo se conocía el dibujo de Cabré. Como resultado del error de la única estela con jinete procedente de Calaceite se hicieron dos, que han persistido en toda la bibliografía posterior (Blázquez 1977: 282; Marco 1978: 205, II.D.2; Domínguez et al. 1984: n.º 214; Beltrán 1996: 177-178; Quesada 1994: fig. 1b, 1997: Apéndice V, n.º 71), motivo que, pensamos, justifica esta breve nota. Otro problema, ya señalado por S. Melguizo (2005: 66), es la incorrecta atribución del lugar de hallazgo de dos de estas estelas. Como ya hemos comentado, Fernández Fuster (1951: 67; también en Marco 1978: 203, II.C.3) catalogó en su trabajo como procedente de Palermo (Caspe) la encontrada por Bosch en San Antonio. Por contra y, casi paradójicamente, la más conocida de las estelas de Palermo (Bosch Gimpera 1915-1920: 665, Fig. 493), en la que aparece representado un jinete, un infante herido y dos series de lanzas, se ha considerado en ocasiones como procedente de San Antonio (Domínguez et al. 1984: lám. XXIII.1; Beltrán 1996: Fig. 176; Quesada 1997: 413-414, Fig. 250, n.º 65). La Tabla 1 sintetiza estos errores, surgidos en la bibliografía posterior a la edición de Cabré y Bosch Gimpera. Cabré (1915-1920), Bosch (1915-1920) Fernández Fuster (1951) Mas del Rei, Calaceite (n.º 1) Mas del Rei, Calaceite San Antonio, Calaceite (n.º 2) Palermo, Caspe Santa Ana, Calaceite (n.º 3) San Antonio, Calaceite Duplicada (“San Antonio, Calaceite”) (n.º 4) Domínguez et al. (1984): San Antonio, Calaceite Palermo, Caspe Tab. 1. Cotejo de las atribuciones publicadas sobre las estelas de Calaceite (Teruel). (3) (3) En el Museo de Barcelona se conservan 8 estelas del Bajo Aragón: la estela del Camino de Santa Ana (n.º inv. 19880); el fragmento de San Antonio (n.º inv. 34562) recuperado por Bosch; la estela con jinete (n.º inv. 19878) y un fragmento con dos puntas de lanza (n.º inv. 30655) de Palermo; 2 fragmentos de Mas Pere de la Reina (n.º inv. 30654 y 30655; Cabré 191520: Figs. 633, 441 y 442) y 2 fragmentos de procedencia insegura (n.º inv. 34563 y 34561). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 171-176, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12087 Ignacio Simón Cornago 176 AGRADECIMIENTOS Este artículo se incluye en el proyecto “Los soportes de la epigrafía paleohispánica” (20092010) FFI2009-13292-C03-03. Agradecemos a F. Beltrán y F. Marco sus observaciones sobre este trabajo y a E. Sanmartí su ayuda y colaboración, sin ellas este estudio no hubiera sido posible. BIBLIOGRAFÍA Blázquez, J. M. 1977: “La heroización ecuestre en la Península Ibérica”. En J. M. Blázquez: Imagen y mito: estudio sobre religiones mediterráneas e ibéricas. Ediciones Cristiandad. Madrid: 278-289. Beltrán, M. 1996: Los íberos en Aragón. Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón. Zaragoza. Bosch Gimpera, P. 1913-1914: “Campanya arqueologica de l’Institut d’Estudis Catalans al limit de Catalunya i Aragó (Caseres, Calaceit, Maçalió)”. Anuari del Institut d’Estudis Catalans 5: 819-838. Bosch Gimpera, P. 1915-1920: “Les investigacions de la cultura ibèrica al Baix Aragò”. Anuari del Institut d’Estudis Catalans 6: 541-671. Cabré, J. 1908: “Hallazgos arqueológicos”. Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón 6: 216-241. Cabré, J. 1915-1920: “Esteles ibèriques ornamentades del Baix Aragó”. Anuari del Institut d’Estudis Catalans 6: 629-641. Domínguez, A.; Magallón, M. A. y Casado, M. P. 1984: Carta Arqueológica de España. Huesca. Diputación Provincial. Huesca. Fernández Fuster, L. 1951: “Las estelas ibéricas del Bajo Aragón”. Seminario de arte aragonés 3: 59-76. García y Bellido, A. 1943: La Dama de Elche y el conjunto de piezas reingresadas en 1941. CSIC. Madrid. García y Bellido, A. 1947: “El arte de las tribus célticas”. Ars Hispaniae. Historia Universal del Arte Hispánico I. Plus Ultra. Madrid: 299-338. Marco, F. 1976: “Nuevas estelas ibéricas de Alcañiz (Teruel)”. Pyrenae 12: 73-90. Marco, F. 1978: Las estelas decoradas de los conventos Caesaraugustano y Cluniense. Institución Fernando el Católico. Zaragoza. Melguizo, S. 2005: Íberos en el bajo Regallo. Centro de estudios del Bajo Aragón-Caspe-Institución Fernando el Católico. Caspe. Moret, P. 2002: “Reflexiones sobre el período ibérico pleno (siglos V a III a. C.) en el Bajo Aragón y zonas vecinas del curso inferior del Ebro”. Ilercavonia 3: 111-135. Moret, P.; Benavente, J. A. y Gorgues, A. 2006: Iberos del Matarraña. Investigaciones arqueológicas en Valdetormo, Calaceite, Cretas y La Fresneda (Teruel). Taller de Arqueología de Alcañiz - Casa de Velázquez. Alcañiz. Quesada, F. 1994: “Lanzas hincadas, Aristóteles y las estelas del Bajo Aragón”. En C. de la Casa (ed.): V Congreso Internacional de estelas funerarias (Soria 1993): 361-369. Soria. Quesada, F. 1997: El armamento ibérico. Estudio tipológico, geográfico, funcional y simbólico de las armas en la cultura ibérica (siglos VI-I a.C.). Monique Mergoil. Montagnac. Sanmartí, J. 2007: “El arte de la Iberia septentrional”. En L. Abad y J. Soler (eds.): Arte ibérico en la España Mediterránea (Alicante 2005): 239-246. Alicante. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 171-176, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2012.12087 TRABAJOS DE PREHISTORIA 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 RECENSIONES Y CRÓNICA CIENTÍFICA Katina T. Lillios (ed.). Comparative Archaeologies. The American Southwest (AD 900-1600) and the Iberian Peninsula (3000-1500 BC). Oxbow Books. Oxford & Oakville, 2011, 296 pp. ISBN: 978-1-935488-26-2. El acierto de esta obra y del seminario celebrado en 2006 en la Universidad de Iowa (EE.UU.), su punto de partida, es doble. El primero es el análisis comparativo de dos procesos históricos alejados en el tiempo y en el espacio como procedimiento de reflexión y análisis. Como Timothy Earle plantea en la introducción, en las últimas décadas el estudio de las sociedades del pasado se ha centrado en particularidades regionales y casos individuales. Pero, a pesar de sus limitaciones, la analogía es una forma de conocimiento indispensable para explicar la variabilidad de las sociedades humanas. La tensión epistemológica generada al analizar elementos comunes y divergentes en amplias escalas temporales o espaciales no justifica desestimar el enfoque comparativo. Al contrario, la analogía permite identificar lo particular y lo general, lo exclusivo y lo compartido y estimular nuevas teorías y procedimientos de análisis. El segundo acierto consiste en el impulso de esta obra para situar el debate científico en la Península Ibérica en la escena internacional. Este déficit de la tradición historiográfica ibérica en los últimos años ha comenzado a ser subsanado por una nueva generación de arqueólogos y arqueólogas de la que son una buena muestra los que participan en esta publicación. La obra tiene 5 secciones temáticas: Historias, Paisajes, Cuerpos, Género y Arte. Cada una incluye 3 capítulos, uno por área comparada, más un tercero que introduce la temática tratada, valora las similitudes y diferencias y plantea futuras líneas de investigación. Completan el índice una introducción sobre Arqueología Comparativa y unas Conclusiones. El objetivo general es el estudio comparado de las dinámicas históricas del suroeste de los EE.UU. (900-1600 AD) y de la Península Ibérica (3000-1500 BC), que comparten el desarrollo de determinadas formas de complejidad social. La primera sección aborda la aparición y colapso de complejos sistemas de organización social a través de dos yacimientos emblemáticos: Chaco Canyon y Los Millares. Según Stephen H. Lekson, el factor clave para la comprensión de las dinámicas sociales que ejemplifican ambos poblados sería su nexo con distan- tes, más antiguas y complejas civilizaciones como las mesoamericanas o del Mediterráneo Oriental. La aparición de los estados, en regiones periféricas como el suroeste norteamericano y la Península Ibérica, sería un desarrollo secundario de los continuos contactos con formas primarias de organización estatal. Pedro Díaz del Río plantea una sugerente alternativa crítica al ambiente teórico que ha convertido la búsqueda del estado más antiguo en el objeto de deseo de muchos investigadores peninsulares que no dudan en construir intrincadas narrativas con evidentes desajustes respecto al registro material disponible. El autor analiza los patrones de asentamiento, las construcciones defensivas, el tamaño de las cabañas, los patrones de consumo y las prácticas funerarias de Los Millares. Como alternativa a su caracterización como estado tributario, atribuye el tamaño y complejidad del asentamiento a la habilidad de ciertos linajes de atraer y mantener una fuerza de trabajo que propiciaría una producción excedentaria y facilitaría la acumulación de riqueza y prestigio. La construcción colectiva de estructuras monumentales crearía el sentido de comunidad y la capacidad de mantener la agregación poblacional. En la sección Paisajes, Peter N. Peregrine analiza las interrelaciones a escala macro-regional entre el sureste y suroeste norteamericano con las poblaciones mesoamericanas del Período Postclásico. Valora los numerosos objetos suntuarios mesoamericanos en Chaco Canyon y su práctica ausencia en el poblado de Cahokia, como resultado de tradiciones culturales divergentes a escala continental. La posición periférica de Chaco Canyon requeriría de símbolos de poder para consolidar y justificar la emergente jerarquización social, frente a Cahokia integrado en un paisaje cultural compartido con Mesoamérica gracias a profundos y dilatados contactos. Leonardo García Sanjuán analiza la permanencia ritual e ideológica de paisajes monumentalizados mediante construcciones megalíticas en la Península Ibérica. El autor acierta al romper con la visión evolucionista y de linealidad histórica, común en la investigación prehistórica peninsular, resaltando los elementos de continuidad cultural. Los conceptos transformaciones, invocaciones, ecos y resistencia articulan las principales evidencias materiales relacionadas con prácticas de reutilización y la discusión del contexto social y político en el que se producen. En la sección Cuerpos, Ventura R. Pérez analiza las causas, escala y naturaleza de las prácticas violentas Recensiones y crónica científica 178 documentadas en las comunidades Pueblo. La información bioarqueológica incluye restos humanos desarticulados en contextos no funerarios con marcas de corte, fractura y exposición al fuego y enterramientos con evidencias de heridas por acciones violentas. El autor reivindica una mayor atención al contexto arqueológico y un análisis más preciso de los conjuntos osteológicos. Así, plantea diferentes interpretaciones, no siempre relacionadas con prácticas violentas, para explicar la variabilidad antropológica y de sus contextos espaciales. Para la Península Ibérica, Estella Weiss-Krejci estudia las prácticas funerarias relativas al tratamiento de los cuerpos y a su deposición. La manipulación de cuerpos y restos osteológicos incluye prácticas de desarticulación, descarnado, deshidratación, impregnación con ocre y exposición al fuego. Los ritos de inhumación implican, en numerosas ocasiones, la deposición temporal del cuerpo, su posterior exhumación, tratamiento y enterramiento total o parcial. Estas prácticas rituales generan un complejo registro arqueológico y la oportunidad de analizar una diversidad cultural poco explorada y en exceso simplificada. En la sección Género, Marit K. Munson analiza las relaciones entre religión, estatus y género en las comunidades Pueblo a partir de las representaciones gráficas sobre cerámica, paredes rocosas y los muros de las “kivas” (estructuras rituales). La variabilidad en el estilo, diseño, técnicas, procesos de aprendizaje y habilidades motoras que exigen las decoraciones de cerámicas y de paneles rocosos, sugiere grupos sociales diferentes para cada actividad. La autora suma la analogía transcultural para concluir que las mujeres hicieron la cerámica y los hombres los petroglifos. Rui Boaventura analiza las implicaciones de género en el intercambio a larga distancia entre las regiones de Lisboa y el Alentejo durante el Neolítico Final. La analogía transcultural es de nuevo utilizada para asociar con los hombres cualquier actividad que implique desplazamientos a cierta distancia y con las mujeres las tareas productivas cercanas al espacio doméstico. En la sección Arte, Jill E. Neitzel analiza la arquitectura ceremonial, adornos, objetos rituales y cerámicas decoradas del Período Prehispánico. Las características, contextos de deposición y variabilidad espacial y temporal de dichas manifestaciones reflejarían las estrategias de las élites para legitimar y consolidar su posición social. Estrategias basadas en el uso contradictorio de prácticas que enfatizan tanto un poder basado en rituales compartidos de forma comunitaria como centralizados y exclusivos de ciertos líderes. Sara Fairén Jiménez se centra en las representaciones rupestres del levante peninsular. Analiza los estilos macroesquemático, esquemático y levantino a partir de su localización topográfica, accesibilidad, visibilidad, tipo y características de los motivos y capacidad del sitio para acoger a un mayor o menor número de personas, estableciendo diferentes patrones conduc- tuales. Relaciona las representaciones y las posibles vías de comunicación, clasificando los sitios como lugares de paso o de destino, y destaca la elección de áreas con reducida o nula visibilidad. La posibilidad de establecer un proceso comparativo con cierta profundidad presenta algunas debilidades y limitaciones ya que se trata de dos procesos históricos anclados en tradiciones de investigación resultado de ámbitos sociales, políticos e intelectuales particulares. Las variables analizadas son diversas y el modo como han sido medidas y caracterizadas limita la comparación. Ello conduce a una yuxtaposición de temáticas más que a una contrastación efectiva. Las diferencias de escala espacial y, sobre todo, temporal tampoco favorecen la comparación. Los períodos fluctúan entre los aproximadamente 700 años del suroeste de EE.UU. y los 1.500 años de la Península Ibérica. Además, la alta precisión en las cronologías del suroeste contrasta con la escasez de fechas absolutas peninsulares. Se echan en falta temas que consideramos relevantes para cualquier ejercicio comparativo de esta naturaleza. Por ejemplo, el tipo y características de las prácticas agrícolas, ganaderas y artesanales, las formas de organización de la producción y su grado de especialización, un tema muy recurrente en la interpretación de la complejidad social en la Península Ibérica, o incluso una comparación más precisa de los rituales funerarios. Quizás, el procedimiento de call for papers utilizado en la organización del seminario haya condicionado en exceso las posibilidades de comparación. Al margen de las limitaciones planteadas, ejercicios comparativos como el presente son deseables e imprescindibles, ya que el razonamiento por analogía es parte indispensable de la arqueología. Comparative Archaeologies abre una línea fundamental de reflexión y análisis sobre la que es necesario profundizar si pretendemos conocer y explicar la variabilidad cultural humana. Gonzalo Aranda Jiménez. Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Granada. C/ Campus Cartuja s/n. 18071 Granada. Correo e.: garanda@ugr.es De Méditerranée et d’ailleurs... Mélanges offerts à Jean Guilaine. Archives d’Écologie Préhistorique. Toulouse, 2009, 853 pp., ils. c. y n. ISBN: 978-2-35842-001-3. Este homenaje a J. Guilaine refleja perfectamente la diversidad de sus trabajos y su impacto más allá de las fronteras regionales o nacionales, durante los últimos 40 años. Incluye más de 50 artículos de autores de 6 nacionalidades, escritos en francés, español o italiano. La mayoría han participado actualizando importantes artículos de revisión y muchos se formaron Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 179 con Guilaine. El tono no es falsamente halagador, puesto que matizan y a veces contradicen las opiniones de un investigador que nunca ha dudado en poner en cuestión sus propias teorías cuando lo creía necesario. Hay un toque de malicia en la disposición de las contribuciones, intercaladas en la obra como si se barajaran cartas, lo que desafía al lector a recuperar una secuencia lógica de la obra. J. Guilaine ha consagrado buena parte de su actividad de campo en el sur de Francia al estudio de las estratigrafías en cuevas. Las secuencias presentadas en este volumen se refieren al Epipaleolítico y Mesolítico. J. Vaquer y M.-P. Ruas estudian respectivamente la industria lítica y los numerosos macro-restos procedentes de 3 antiguos sondeos de la cueva de l’Abeurador. M. Barbaza da un balance sobre la definición del Aziliense a través de las series de la cueva Troubat. El Aziliense y el Sauveterriense aparecen en la estratigrafía de la Balma del Gai (Cataluña), donde Guilaine había trabajado durante los 1970. P. García-Argüelles et al. insisten en la presencia de restos muy numerosos de conejos, un animal de madriguera. F. Briois y J. Vaquer estudian la industria lítica procedente de la estratigrafía de la cueva de Buholoup, en los Pirineos, con niveles desde el Aziliense al Neolítico antiguo “Epicardial” de tipo Gazel IV. La publicación por D. Sacchi de las cartas inéditas de M. Raphaël sobre el supuesto carácter antropomorfo de las figuraciones esquemáticas en los cantos pintados azilienses, es más original en este contexto. M. Lorblanchet prolonga la reflexión de Guilaine y Zammit sobre el significado de las representaciones de violencia, relativamente numerosas a partir del Neolítico, pero prácticamente ausentes durante todo el Paleolítico. Sobre este “sustrato” se produce un importante evento al que J. Guilaine ha estado particularmente vinculado: la neolitización y el Neolítico en los contornos del Mediterráneo. La contribución de E. Crubézy sobre el poblamiento del Mediterráneo es una síntesis actualizada que relaciona los resultados de los estudios paleogenéticos, antropológicos y culturales disponibles sobre este tema. El autor subraya que los datos tienden a relativizar la importancia dada al Neolítico como un factor de discontinuidad, y ponen de relieve otras contribuciones importantes y más recientes. El impacto del Neolítico como movimiento de población sólo parece detectarse en los grupos genéticos del sureste de Europa. Sobre los períodos neolíticos y predinásticos del antiguo Egipto, B. Midant-Reynes y F. Briois presentan los notables resultados en el sitio KS 043 del oasis de Kharga, con el descubrimiento de niveles prebadarienses (4800-4400 a.C.), unidos a la explotación de antiguos pozos artesianos. Y. Tristan propone confrontar los datos arqueológicos e iconográficos que ilustran los útiles vinculados a las primeras prácticas agrícolas en el valle del Nilo. El estudio del PPNA de Jerf el Ahmar (valle del Eúfrates) aborda el primer desarrollo de la agricultura en el Próximo Oriente. D. Stordeur y G. Willcox sugieren el cultivo de cereales antes incluso de que las prácticas agrícolas produjeran transformaciones reales en su morfología, hacia 9500 a.n.e. Por su parte, R. Valla estudia 3 grandes morteros de piedra natufienses, encontrados in situ en Malaha y Hayonim, en Israel, cuyo uso para descascarillar cereales no es la única interpretación posible. La colonización de la isla de Chipre marca una etapa importante en la expansión del Neolítico al Próximo Oriente. M. Azéma presenta una reconstrucción virtual sintética de las arquitecturas domésticas de Shillourokambos, poblado inicialmente excavado por Guilaine. J.-D. Vigne estudia los restos de fauna del sector 1 y se plantea la cuestión de los medios empleados para el transporte de estos animales en un trayecto marítimo de más de 70 km. Cuatro contribuciones se refieren a la neolitización de los Balcanes y de Europa suroriental. A partir del ejemplo de la cueva Franchthi, en Grecia, C. Perlès reflexiona sobre el significado de los conjuntos líticos del Neolítico europeo y destaca la importancia de los hechos sociales que explican la adquisición y transformación de esta materia prima. J.-P. Demoule propone una síntesis extensa sobre la periodización del Neolítico antiguo de la Europa balcánica. La voluntad de estas comunidades neolíticas de mantener una densidad demográfica débil sería el verdadero motor de una difusión rápida de la neolitización balcánica. El estudio de C. Commenge sobre el material procedente del nivel III de Madzari, en Macedonia (VI milenio a.n.e.), analiza la tecnología de la alfarería y la fabricación de adobe. M. Lichardus publica un corpus de 44 sellos en tierra cocida procedentes de Koracevo (Bulgaria). J.-F. Berger discute y precisa el modelo arrítmico propuesto por Guilaine para explicar la expansión del Neolítico en Europa. A pesar de la implicación personal de Guilaine en el estudio del Neolítico inicial en el sur de Italia, sólo hay una contribución sobre el tema. G. Radi y C. Tozzi tratan las relaciones entre la cultura con cerámica pintada de Catignano y el complejo de la cerámica impresa. A. Beeching tambien aborda las interacciones culturales, pero en la Italia del Norte, resaltando la frecuencia de préstamos e intercambios apreciables en sentido este-oeste y la rareza de los norte-sur, sobre todo en el valle del Ródano. Por su parte, C. Manem y T. Perrin matizan los nexos previamente establecidos entre el cardial tirreno y el “franco-ibérico”. El primero es, seguramente, el más antiguo, pero la anterioridad de las fechas disponibles para la Península Ibérica en relación con las del sur de Francia se opone al modelo difusionista. Otros grupos culturales del norte de Italia, como el de Fiorano, podrían haber jugado un papel un poco más importante del que se había supuesto. Las problemáticas expuestas en estos artículos no Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 180 son ajenas a la de la difusión de las primeras producciones de brazaletes o hachas en roca verde de origen alpino. Las hachas aserradas descubiertas en Lugrin (Alta-Saboya) merecen una nueva interpretación de P. Pétrequin et al., privilegiando la hipótesis de un depósito “ritual” sobre la del aprovisionamiento directo en origen, al pie del Monte Viso. Numerosos artículos ilustran el impacto de los trabajos de J. Guilaine en la Península Ibérica, sobre todo en Cataluña y Valencia. J. Bernabeu et al. constatan la presencia de un Neolítico antiguo precoz en el interior peninsular, asociado a un estilo cerámico calificado como Epicardial. Difiere claramente del Cardial de la costa mediterránea, aunque sea contemporáneo. Los descubrimientos efectuados en 2006 en El Barranquet (Valencia), se atribuyen al complejo impreso, como Portiragnes en el sur de Francia, situado a más de 900 km de distancia. Esta primera oleada de colonización neolítica estrictamente litoral, podría ser una alternativa para este otro Neolítico antiguo ibérico lo que resulta una hipótesis de trabajo apasionante. La presencia de cerámica pintada en la estratigrafía de Cendres es todavía más difícil de explicar, a menos que se hagan intervenir hipotéticos contactos con el sur de Italia por vías marítimas africanas. En Portugal, J. Zilhão presenta los resultados de algunos sondeos efectuados en la Galeria da Sisterna. Atribuye la cerámica al Neolítico antiguo portugués, sobre la base de una clasificación tipológica y de la cronología regional. Sólo algunos materiales funerarios pertenecerían a un Cardial antiguo, fechado por C14 en torno al 5400 a.n.e. Sus paralelos apuntan a implantaciones cardiales en la región de Valencia, tomando nota de la ausencia de brazaletes, cucharas y algunos útiles de hueso. Martí Oliver et al. se interesan por el caso particular de una decena de cerámicas con pico vertedor, procedentes de la Cova del Or, en Alicante, interpretadas como biberones para alimentar niños o animales jóvenes. En Cataluña, M. Molist et al. proponen un estudio más completo de los elementos cardiales recogidos en la Caserna de San Pau del Camp, una serie muy útil para completar los procedentes de estratigrafías en cueva, como la de Can Sadurni. J. Tarrús actualiza los recientes descubrimientos sobre la arquitectura de hábitats neolíticos, aludiendo a las excavaciones de La Draga o Barranc d’en Fabra para la fase antigua, y a las de Can Isach, para el Neolítico medio y reciente. Casi todas las contribuciones del Neolítico medio se refieren a contextos funerarios, especialmente megalíticos. Un notable artículo de A. Gallay valora el lugar de G. Childe en los estudios megalíticos de Europa occidental. El texto tiene un doble filo, dado el carácter estrictamente descriptivo y recopilatorio que el autor da a los trabajos de J. Guilaine. Es una defensa tan brillante de otra escuela de pensamiento que resalta la apertura de espíritu de quienes han pu- blicado esta obra. Sorprende, en cambio, la ausencia de contribuciones sobre este tema de H. Duday o R. Joussaume. El estudio de J. M. Large sobre los alineamientos del Douhet en el islote Hoëdic, en Morbihan, demuestra la implantación de las filas de menhires sobre un antiguo suelo, con dataciones radiocarbónicas del segundo cuarto del V milenio a.n.e. y un ajuar coherente. Hay fotos inéditas de las excavaciones efectuadas, aquí y en Téviec, por M. y S.-J. Péquart hace más de 50 años. Si el Golfo de Morbihan cuenta con más de un millar de monumentos, en Galicia se han catalogado casi diez mil, como subraya A. Rodríguez Casal en una síntesis que destaca la importancia de las ideas recientemente desarrolladas sobre el tema por P. Bueno Ramírez y R. de Balbin Berhman para la Península Ibérica. La contribución de A. Augereau y Ph. Chambon se fija en los ajuares recogidos en contexto sepulcral en la cuenca de París y Borgoña. A partir del estudio de los restos carpológicos procedentes de un hogar atribuido al Chassense reciente en la estratigrafía de la Baume de la iglesia de Baudinard (Var), P. Marinval cuestiona el lugar del centeno como planta adventicia o cultivada esporádicamente del Neolítico a la Edad del Bronce en Europa occidental y balcánica. Hay 4 artículos sobre los inicios de la Edad del Cobre. El primero es una síntesis de R. Grifoni Cremonesi sobre este período en Italia central, actualizada por el resultado de las excavaciones en Sesto Florentino, que aportan nueva luz sobre sus relaciones con la cultura de Rinaldone. En Cerdeña, M. G. Mélis recuerda los paralelos propuestos entre la facies de Monte Claro y los de Zambujal (Portugal) de la misma fecha. M. Laroche et al. estudian los sellos de tierra o arcilla en la cabaña 28 de la Capitelle du Broum (Languedoc). En Gers, el inventario de hachas planas en cobre llega a 5 ejemplares con la publicación de J.-P. Cantet. Otras 4 contribuciones a diferentes escalas geográficas abordan el campaniforme. L. Salanova ha querido refutar la reciente hipótesis de J. Guilaine sobre un posible origen del fenómeno en Sicilia, insistiendo en la distribución y origen atlántico de este tipo de decoración “marítima” o “internacional”. También a escala europea, M. Besse et al. proponen un origen carpático, hacia el 2500 a.n.e. para las jarras con asa y los vasos polípodos, que acompañan al Campaniforme. Las modalidades de su difusión en Europa central y oriental se confrontan con los estilos de los vasos decorados que se les asocian, cuyo origen se sitúa, por el contrario, hacia el 2800 a.n.e. en la Península Ibérica. O. Lemercier realiza una síntesis sobre el campaniforme del sureste de Francia y compara el grupo “ródano-provenzal” con el de Ciempozuelos en el centro de España. Si los estilos pueden compararse a muy grandes escalas, la factura de los objetos parece, sin embargo, casi siempre local, como demuestra de nuevo el estudio petrográfico de F. Convertini de 24 vasos campa- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 181 niformes procedentes de 7 dólmenes del Aude: sólo uno se ha desplazado más de 70 km. Todas las contribuciones relativas a la Protohistoria, con una excepción, se concentran en el sur de Francia. J. Gascó estudia los cambios culturales durante la Edad del Bronce meridional, con la idea de las barreras reflectantes que comportan, en uno y otro lado, modificaciones en cascada para grupos que apenas mantienen relaciones entre sí. L. Carroza et al. y J. Abelanet estudian la cueva de Fraux y la necrópolis de Moulin de Mailhac asociando los motivos de los grabados parietales con los de las decoraciones presentes en las cerámicas del Bronce final. T. Janin concentra su propósito en una historia y síntesis actualizada del Mailhaciense. En los Pirineos orientales, el estudio de los restos carpológicos procedentes de LloLo-Lladre por M.-P. Ruas et al. sugiere la práctica de una agricultura de montaña al menos desde fines de la Edad del Bronce, por la presencia de plantas adventicias y subproductos procedentes del cribado de los cereales, previo a su almacenamiento o transporte. En la otra vertiente de los Pirineos, G. Ruiz Zapatero trata igualmente el final de la Edad del Bronce en el marco de una síntesis relativa al hábitat y los depósitos funerarios en Cataluña. Identificados por fotografía aérea, las construcciones de Barbe y Candelou en el valle del Garona, publicadas por L. Izac-Imert et al., se atribuyen al inicio de la Edad del Hierro, como lo fue la de Antran, en Vienne, antes de contar con fechas radiocarbónicas del III milenio a.n.e. Rancoule trata más en general de las corrientes de intercambio que pudieron existir durante las dos Edades del Hierro entre el valle del Garona y las orillas del Mediterráneo. Ph. Boissinot y D. Peyric nos dan los resultados puntuales del recinto con torres de Celeste (Provenza), que las dataciones disponibles sitúan a partir de ahora en los siglos VI y V a.J.C. Si los artículos relativos al Neolítico testimonian seguramente la amplitud y el impacto considerable de los trabajos de J. Guilaine en su campo, los relativos a la Prehistoria más antigua o la Protohistoria dan cuenta igualmente de las relaciones humanas que se han tejido en el seno de un equipo y laboratorio. Algunas contribuciones aisladas (I. Carrère, V. Forest y M. Martzluff, N. Valdeyron y S. L. Da Silva Domingos) se refieren al pastoreo moderno, las técnicas de talla de la piedra de construcción en los Pirineos, etc. Dos amigos de Guilaine han redactado textos que abren y cierran el volumen. D. Fabre alude burlonamente a su acento, legendario, y Ch. Goudineau introduce un punto de fantasía, ironía y humor, con un homenaje apoyado en su mujer, Christiane, que siempre le ha respaldado. Esta obra es, con seguridad, un hermoso libro. Da cuenta también, al hilo de las páginas y del tema escogido por cada autor, cómo J. Guilaine, catedrático del Collège de France, ha sido percibido por sus diferentes colegas, prehistoriadores y arqueólogos. Luc Laporte. Laboratoire d’Anthropologie, Université de Rennes 1, Campus de Beaulieu. 35042 Rennes Cedex. Francia. Correo e.: luc.laporte@univ-rennes1.fr Marco de la Rasilla Vives, Antonio Rosas González, Juan Carlos Cañaveras Jiménez y Carles Lalueza-Fox (eds.). La cueva de El Sidrón (Borines, Piloña, Asturias). Investigación interdisciplinar de un grupo neandertal. Colección Excavaciones Arqueológicas en Asturias, Monografía 1. Consejería de Cultura del Principado de Asturias. Oviedo, 2011, 211 pp. ISBN: 978-84-8053-602-8; depósito legal As-574-11. Desde hace unos cuantos años el yacimiento asturiano de la cueva de El Sidrón se ha convertido en uno de los referentes obligados de la Prehistoria y de la Paleoantropología física europea y mundial. Los prehistoriadores hemos ido recibiendo las noticias de los hallazgos de restos de Neanderthales tan bien preservados que han servido para poder obtener de ellos restos de ADN con los que secuenciar los genes de nuestro antecesor más inmediato, con el que ahora sabemos que compartimos un 4% del material genético, como resultado de su cruzamiento con nuestra especie antes de desaparecer de la faz de la tierra. Hasta ahora hemos debido acudir a dos tipos de publicaciones para conocer la realidad de estos descubrimientos. Por un lado, y para los más especialistas en Paleogenética y en Paleolítico, teníamos que leer los artículos aparecidos estos últimos años en Nature, en el Journal of Human Evolution o en el Journal of Archaeological Science, entre otras revistas del más alto impacto internacional. Por otro lado, la importancia de los hallazgos de El Sidrón hizo que la prensa local, regional y nacional se hiciese eco de las campañas de excavación en el yacimiento y de los restos humanos que fueron apareciendo: desde La Nueva España hasta El País podemos ir rastreando primeras páginas, editoriales, artículos de fondo y dominicales en los que los Neanderthales de El Sidrón van ganando popularidad a nivel del gran público hasta el extremo, sobre todo en Asturias, de convertirse en un referente conocido por todos, como lo es Atapuerca a nivel nacional. Todo esto viene a cuento para calibrar la oportunidad y el nivel científico del libro que reseñamos. El gobierno del Principado fue dándose cuenta de la importancia internacional del yacimiento y, con mucha lógica política, solicitó a los principales investigadores del proyecto la redacción de una obra que sirviese para justificar, ante la sociedad asturiana, el ingente gasto que había supuesto financiar la excavación, las pros- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 182 pecciones y estudios geológicos y los trabajos de laboratorio que han llevado a los restos humanos de El Sidrón a ser unos de los pocos que han proporcionado un avance significativo en la Paleogenética durante el primer decenio del siglo XXI. Cierto es que otros organismos nacionales e internacionales han intervenido en la financiación de las investigaciones; pero factores como la proximidad y la demanda social llevaron a buen puerto la idea de tener una primera monografía sobre esa pregunta que siempre nos hacen los periodistas, portavoces de la inquietud de la sociedad, y que hemos de saber responder adecuadamente: ¿qué es eso que habéis encontrado en esa cueva y por qué es tan importante? Y aquí entramos a aquilatar el segundo de los puntos que mencionábamos en el párrafo anterior, el nivel científico del libro. El adjetivo que mejor nos cuadra para definirlo es equilibrio. Los coordinadores realizaron una apuesta arriesgada y difícil de conseguir, que consistía en satisfacer la petición política de una obra presentable ante la sociedad y, al mismo tiempo, entregar a la comunidad científica un excelente resumen, de buen nivel, que colmase el deseo de conocer a fondo los entresijos de los descubrimientos de El Sidrón. Justo es decir que los dos extremos se quedan fuera de los objetivos del libro. Las gentes poco motivadas por el tema lo seguirán estando, ya que la lectura requiere un esfuerzo y una voluntad al alcance solamente de los interesados. Y los superespecialistas en karst, en ADN mitocondrial o en “lascas con dorsos de lascado” encontrarán a faltar más datos, que deberán ir a buscar a las revistas de impacto en las que los autores de las investigaciones las han publicado. Pero los políticos y la sociedad tendrán ‘El libro de El Sidrón’, a todo color, con imágenes impactantes de reconstrucciones virtuales de los cráneos, del proceso de excavación o de los restos de la Guerra Civil identificados en la boca de la cueva. Y los prehistoriadores tendremos a mano datos, imágenes y bibliografía de primera mano para calibrar la gran importancia real de los Neanderthales de El Sidrón en el contexto paleogenético y arqueológico de nuestro continente. Por lo que hemos venido exponiendo hasta aquí, podemos imaginarnos que la labor de los coordinadores ha sido ardua por muchos motivos pero, sobre todo, para encontrar el nivel justo de alta divulgación impregnada de didáctica que surca casi todos los capítulos del libro. En nuestro ámbito sabemos que es más fácil escribir cien páginas ininteligibles que diez inteligibles, y aquí les pedían lo segundo. Con más aridez o con más amenidad los autores han ido desgranando todo aquello que cabía esperar, el descubrimiento, la decisión de excavar, los primeros hallazgos, la calibración de su importancia, los contextos geológicos y paleoambientales y todo lo relacionado con los restos humanos, desde la pura descripción paleoantropológica hasta los más apasionantes análisis paleo- genéticos, pasando por el complejo y espectacular protocolo para la recogida de las muestras sin contaminación antrópica actual. En todos los capítulos trasluce la idea didáctica de explicar el porqué de los procesos usados durante la investigación, desde las prospecciones geofísicas hasta la cuadriculación del espacio para excavar. En particular queremos destacar el apartado redactado por Carles Lalueza, el dedicado a los análisis paleogenéticos. Hay que recomendar vivamente su lectura para entrar, con sencillez e inteligibilidad, en los entresijos de la genética en general, de la de los humanos en concreto, y de la de los Neanderthales en particular. Entenderemos qué son los genes nucleares, y cuáles han sido identificados en El Sidrón, el de la pigmentación, el del lenguaje, el del grupo sanguíneo ABO o el del gusto amargo. El trasfondo de buen escritor de este prestigioso paleogenetista le ayuda a hacer comprensible para todo el mundo unos conceptos que muchas veces se nos escapan. Y si, entre los que leéis esta reseña, hay profesores universitarios, acudid a este capítulo para que vuestros alumnos de cursos avanzados puedan saber más del tema. Y no podemos dejar de lado que la formación del equipo de trabajo, desde los coordinadores hasta los excavadores, pasando por los más variados especialistas que han colaborado en aspectos muy concretos, fue una apuesta personal, fuerte y decidida, como todas las suyas, del llorado Javier Fortea, al que va dedicada la obra. Él valoró la importancia de los primeros hallazgos de El Sidrón, tras la truculenta historia de su descubrimiento y del traslado de los primeros restos a las dependencias centrales de la Guardia Civil, al sospecharse que podrían pertenecer a algún muerto de la Guerra Civil. Insistió en rodearse de los mejores especialistas en todos los campos que requería la excavación y el resultado está a la vista: decenas de publicaciones de gran impacto y este libro que nos pone al día, de manera excelente, de los hallazgos de El Sidrón hasta el año 2010. La historia sigue, y los Neanderthales continuarán apareciendo; la secuenciación de los diferentes genes nos permitirá saber, en un futuro a medio plazo, cosas inimaginables hace pocos años. Si Javier lo leyese, en el último número de esa revista electrónica de gran impacto que acaba de salir, nos diría que a él las soluciones que se publican allí solamente le sugieren otras preguntas que deberemos seguir contestando, para que se quede medio satisfecho, tras su impenitente cigarrillo... Josep M. Fullola Pericot, catedrático de Prehistoria y director del Seminari d’Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP), Dpto. de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología. Facultad de Geografía e Historia. Universidad de Barcelona. C/ Carrer Montalegre 6. 08001 Barcelona. Correo e.: fullola@ub.edu Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 183 Ignacio Montero Ruiz (coord.). Manual de Arqueometalurgia. Colección “Cursos de Formación Permanente para Arqueólogos” 1, Museo Arqueológico Regional (Alcalá de Henares) y Sección de Arqueología del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Comunidad de Madrid (Madrid). Madrid, 2010, 336 pp., figs. y tabs. c. y n. ISBN: 97884-451-3315-6. El volumen recoge las lecciones dictadas en el otoño de 2007 por ocho especialistas durante un curso organizado por el Museo Arqueológico Regional y por el Colegio de Doctores y Licenciados de la Comunidad de Madrid en torno al tema “Metales y metalurgia. Criterios para su identificación y estudio”. El curso, celebrado en Alcalá de Henares, en la sede del propio Museo Regional, y dirigido por el Dr. I. Montero del CSIC, responsable también de la edición de la obra, es una de las varias iniciativas concebidas por ambas instituciones para fomentar la formación permanente, sobre todo práctica, de los arqueólogos madrileños. Cual reza su título, se trata de un manual y, en cierta medida, de un vademécum para que sus destinatarios tomen conciencia del potencial científico de los restos derivados de operaciones metalúrgicas. Sin embargo no es una síntesis sobre arqueometalurgia como las clásicas de Craddock (1995), Mohen (1990) o Tylecote (1987), por cuanto, acertando como ellas a trazar una panorámica de la metalurgia antigua, ofrece la particularidad de nutrirse de experiencias analíticas de los propios autores y de utilizar casos de estudio de la Península Ibérica. Así, al tiempo que alecciona a los legos sobre los secretos de la producción de metal, tiene la virtud también de introducir al estudioso foráneo en las singularidades del caso español. Y es que este Manual, del que S. Rovira y A. Perea seguramente son tan responsables como I. Montero, no deja de ser un postrer fruto de dos antiguos proyectos liderados por todos ellos, Arqueometalurgia de la Península Ibérica y Arqueología del Oro, los cuales vieron la luz hace más de un cuarto de siglo (Perea et al. 2008). Dos proyectos –o, mejor sería decir dos líneas de trabajo, dada su ramificada evolución– excepcionalmente fructíferos a tenor de la abultada serie de tesis doctorales que jalonan su trayectoria (junto a las de los propios directores, las de Comendador, Gómez Ramos, Herrán, Simón, Rodríguez de la Esperanza, Sarabia...) y que han propiciado que la arqueometalurgia española brille con luz propia. Los autores de este libro son sin duda los pioneros de esta disciplina en España, dicho ello con todo el respeto para Luis Siret que, hace casi un siglo, investigaba el origen del mineral comprometido en la fundición, hacía análisis compositivos, cavilaba sobre la dimensión funcional de los instrumentos metálicos, y hasta recurría a la arqueología experimental a fin de descifrar su cadena operativa. Estructurado en ocho capítulos más dos apéndices bibliográficos, el volumen se inicia con una introducción de Montero y Rovira sobre la producción metalúrgica a fin de aclarar cuáles son los documentos del registro arqueológico susceptibles de estudio (materias primas, instrumental productivo y productos) y las técnicas a aplicar a este fin (el análisis elemental de componentes, la metalografía y los análisis de isótopos). Un empeño éste de presentar las técnicas que en ningún caso se reduce a describir su principio físico o a enunciar su objetivo, puesto que, con una loable intención didáctica, pormenoriza también las claves para interpretar sus resultados. El propio coordinador, en el capítulo 2, analiza la minería antigua, abordando primero cuestiones generales, como metalogenia, estructura de criaderos metalíferos y viejas técnicas mineras, e interesándose luego específicamente por el registro minero prehistórico de la Península Ibérica, en especial las minas del Aramo. Un texto estimulante para los iniciados al interrogarse por cuestiones candentes como la cronología y posibles pervivencias de los más típicos instrumentos mineros –los martillos de surco– o las dudas razonables que suscitan las labores de ciertas minas pese al hallazgo en ellas de restos prehistóricos, como La Loma de la Tejería. Pero sus páginas estelares, siempre trasunto de investigaciones propias (Montero et al. 2007), son, sin duda, las dedicadas a estudios indirectos sobre la explotación minera a través de análisis de isótopos del plomo. Un ámbito en el que, de acuerdo con la filosofía que alienta toda la obra, se atiende tanto a los fundamentos del método como a los problemas más frecuentes de su aplicación (anomalías en los campos isotópicos o mezcla de matrículas en refundidos y aleados) en la busca de correspondencia entre criaderos minerales y productos metálicos. En los dos capítulos siguientes, S. Rovira y M. Renzi pasan revista a las operaciones pirometalúrgicas desde la perspectiva de los subproductos (las escorias) y de las estructuras de combustión. A propósito de aquellas, se insiste en su variedad y en su potencial para descifrar los procedimientos productivos –tan esquivos p.ej. en los aleados de estaño–, mientras que en el segundo caso la discusión se centra en hornos y toberas. Obviamente en un libro con el cuño de Montero y Rovira, “a falta de estructuras que puedan interpretarse como hornos” (p. 127) se atribuye gran protagonismo en los inicios de la metalurgia de la Península a las “vasijas de reducción”, sin que por ello dejen de describirse las estructuras de combustión excavadas y de cierto tamaño de Cabezo Juré o de Valencina de la Concepción. Pero es evidente que en el libro se apuesta por la idea de unas operaciones metalúrgicas iniciales bastante limitadas (Montero 1994) que difícilmente se compadecen con el modelo de producción industrial propuesto para “el barrio metalúrgico” calcolítico de Valencina (Nocete et al. 2008). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 184 Un debate al que en absoluto es ajena la interpretación que en la obra se hace de las presuntas “toberas” del sitio sevillano como meros “protectores de tubos de soplado a pulmón” (p. 100). El texto de I. Montero sobre la tecnología de la metalurgia de base cobre, casi un resumen de su trayectoria investigadora, presta atención a toda una batería de cuestiones que, por su interés, merecen ser “revisitadas” periódicamente: v.gr. las aleaciones accidentales o “naturales”, derivadas del uso de minerales polimetálicos, cuyo exponente más conocido son los “cobres arsenicales” (Delibes et al. 1991); los siempre oscuros procedimientos conducentes a obtener los primeros bronces (Rovira 2007); o la razón de ser de los bronces plomados que, al no suponer en general ahorro de estaño, cada vez parece más lógico –sin perder de vista otras opciones, como la obtención de un metal más apropiado para el trabajo mecánico o con un punto de fusión más bajo– vincular a la disponibilidad a partir del Bronce Final de un excedente de Pb resultante de la copelación de galenas argentíferas (Orejas y Montero 2001: 138). En la contribución de M. Gener sobre la metalurgia del hierro es destacable la claridad expositiva, muy de agradecer ante la maraña de precisiones técnicas y fórmulas químicas necesarias para comprender los procesos de reducción, de carburización para obtener acero o de corrosión. Adolece tal vez, empero, de una excesiva desnudez de datos arqueológicos –vagas alusiones a primeros usos de hierro en Anatolia, a la precoz aparición del acero en China, o a la aparición de la farga catalana–, sin apenas proyectarse, a diferencia de otros capítulos, sobre la arqueología de la Península Ibérica, lo que acarrea que el lector se sienta desasistido en cuestiones de tanta actualidad como la naturaleza de los primeros hierros del oeste del Mediterráneo (p.e. los del tesoro de Villena) o la tecnología de las producciones coloniales. La situación se corrige en el capítulo de A. Perea sobre la orfebrería que, sin desentenderse de la toma de datos y de los procedimientos analíticos (se subraya la importancia del uso del microscopio de barrido electrónico, que aporta a la vez imágenes de gran detalle e información compositiva), recurre sin embargo a ejemplos concretos a la hora de revisar la evolución de las técnicas de taller. Viniendo el escrito de quien viene, los documentos estrella serán naturalmente los brazaletes de tipo Villena-Estremoz (elaborados a la cera perdida y mediando el uso de un torno de eje horizontal), los candelabros de tipo Lebrija (fundidos en partes, lo que requería soldadura adicional) y las joyas coloniales ya con la “terna mediterránea” soldadura-filigrana-granulado introducida por griegos y fenicios. Pero tampoco faltará espacio para considerar el pequeño casquete esférico de hierro con recubrimiento de oro del Tesoro de Villena –parte seguramente de una coraza o de un casco– como uno de los primeros testimonios en la Península Ibérica de la técnica del chapado-laminado. El círculo se cierra, finalmente, con un original y lúcido ensayo de B. Comendador, en el que se insiste en algo fundamental: la arqueometalurgia nos aproxima, evidentemente, al conocimiento técnico, pero también ilumina otras muchas caras del pasado vinculadas a la producción, al intercambio y a una variadísima gama de formas y ambientes de consumo. La Arqueometalurgia, en suma, enriquece las fuentes documentales a partir de la aplicación de unas técnicas de análisis más o menos sofisticadas, pero no por ello deja de ser una óptica singular para plantear y resolver problemas históricos. Este libro es un fiel ejemplo de ello. Craddock, P. T. 1995: Early Metal Mining and Production. Edinburgh University Press. Edinburgh. Delibes, G.; Fernández-Miranda, M.; Fernández-Posse, M. D.; Martín, I.; Montero Ruiz, I. y Rovira, S. 1991: “Almizaraque (Almería, Spain): Archaeometallurgy in the Chalcolithic of the southeastern Iberian Peninsula”. En J. P. Mohen y C. Éluère (eds.): La découvèrte du métal. Picard. Paris: 303-315. Mohen, J. P. 1990: Métallurgie Préhistorique. Introduction à la Paléométallurgie. Masson. Paris. Montero Ruiz, I. 1994: El origen de la metalurgia en el Sureste Peninsular, Instituto de Estudios Almerienses-Instituto Universitario Ortega y Gasset, Almería. Montero Ruiz, I.; Hunt Ortiz, M. y Santos Zalduegui, J. F. 2007: “Nuevos Análisis de Isotópos de Plomo de la Ría de Huelva”. En J. Celis, G. Delibes, J. Fernández Manzano y L. Grau Lobo (eds.): El hallazgo leonés de Valdevimbre y los depósitos del Bronce Final Atlántico en la Península Ibérica. Estudios y catálogos 17, Museo de León, Junta de Castilla y León, Diputación de León. León: 111-131. Nocete, F.; Queipo, G.; Saez, R.; Nieto, J. M.; Inácio, N.; Bayona, M. R.; Peramo, A.; Vargas, J. M.; CruzAuñón, R.; Gil-Ibarguchi, J. I. y Santos, J. F. 2008: “The smelting quarter of Valencina de la Concepción (Seville, Spain): the specialised copper industry in a political centre of the Guadalquivir Valley during the Third millennium BC (2750-2500 BC)”. Journal of Archaeological Science 35: 717-732. Orejas, A. y Montero Ruiz, I. 2001: “Colonizaciones, minería y metalurgia prerromanas en el Levante y Sur peninsulares”. En B. Costa y J. H. Fernández (eds.): De la mar y de la tierra. Producciones y productos feniciopúnicos. XV Jornadas de Arqueología Fenicio-Púnica (Eivissa 2000). Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera 47. Eivissa: 121-159. Perea, A.; Armbruster, B.; Montero Ruiz, I. y Rovira Llorens, S. 2008: “Arqueometalurgia: Historia y Tecnología”. En C. Saiz Jiménez y M. A. Rogelio Candelero (eds.): La investigación sobre Patrimonio Cultural. Red temática del CSIC de Patrimonio Histórico y Cultural. Sevilla: 129-142. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 185 Rovira Llorens, S. 2007: “La producción de bronces en la Prehistoria”. En J. Molera, J. Farjas, P. Roura y T. Pradell (eds.): Avances en Arqueometría 2005. Actas del VI Congreso Ibérico de Arqueometría (Girona 2005): 31-37. Gerona. Tylecote, R. F. 1987: The Early History of Metallurgy in Europe. Longmans. Londres. Germán Delibes de Castro. Universidad de Valladolid. Facultad de Filosofía y Letras. Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Plaza del Campus, s/n. 47011 Valladolid. Correo e.: delibes@fyl.uva.es Primitiva Bueno, Antonio Gilman, Concha Martín Morales, F.-Javier Sánchez-Palencia (eds.). Arqueología, Sociedad, Territorio y Paisaje. Estudios sobre Prehistoria Reciente, Protohistoria y Transición al Mundo Romano en homenaje a M.ª Dolores Fernández-Posse. Bibliotheca Praehistorica Hispana XXVIII, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 2010, 412 pp., ils. n. ISBN: 978-84-00-09264-1. Pocos arqueólogos tienen el coraje de que su pensamiento evolucione significativamente conforme sus carreras progresan; en consecuencia, se ven cortes generacionales y actitudes cargadas de ideología, que dificultan nuevas formas de discusión o análisis. Sin embargo, en el caso de María Dolores Fernández-Posse, encontramos una estudiosa que poseía este coraje, que no sólo amplió sus intereses de investigación en el curso del tiempo, sino que los incrementó y adaptó a los nuevos paradigmas intelectuales. Durante los años 1985 a 2007, se convirtió en una intérprete sofisticada de la Prehistoria final de la Península Ibérica, promoviendo una arqueología interdisciplinar en cualquier parte donde trabajara. Usando etiquetas taquigráficas, se puede ver cómo pasó de ser una “prehistoriadora normativista” de la Escuela de Granada a una completa “funcionalista” con perspectiva europea a mediados de los 1980. Reconocía que los datos arqueológicos aparecen en registros diferentes, lo que requiere múltiples herramientas interpretativas y diferentes vías de exploración. Este excelente libro reúne ensayos escritos por sus amigos y colegas, estimulados a “pensar por ellos mismos” como ella hizo. Sería poco práctico resumir cada uno de los 24 ensayos e injusto ignorar alguno. Siendo yo mismo prehistoriador, encuentro todos atractivos y lúcidos, ya que recorren la serie completa de intereses de Fernández-Posse. El primer ensayo de Catalina Martínez es una valoración de las prospecciones en los yacimientos, que abarcan gran parte del trabajo europeo recien- te, con algunas reflexiones serenas sobre la necesidad de un control cronológico más estricto de las muestras para que tenga lugar una comprobación seria. Le sucede el modelo de Alicia Perea sobre la variabilidad tecnológica en la orfebrería, y el concepto de estandarización, elaborado durante un lapso de muchos siglos. Cuatro importantes trabajos de los equipos dirigidos por Germán Delibes, Primitiva Bueno, Vicente Lull y Anna Bettencourt consideran los restos funerarios y las tumbas desde diferentes perspectivas. Es interesante ver cómo varían las bases de datos de los distintos períodos, lo que encajona a los autores en modelos regionales y en períodos cronológicos relativamente limitados. No hay una historia general de la evolución cultural que emerge de ellas y, como los descubrimientos procedentes de los sondeos de investigación y los hallazgos casuales se acumulan, aumenta la tentación de caer en la descripción y el relato. Es mérito de los autores no intentar sacar patrones o secuencias de donde no las hay. El ensayo del equipo de Lull es un anacronismo histórico, retrasado desde 1992, actualizado después, pero difundido por otros medios. Expone los argumentos a favor de que las sociedades de la Edad del Cobre del Sureste español participaron en un proceso de descomposición social antes de la aparición de las élites argáricas en sus nuevos emplazamientos. Bettencourt muestra cuán compleja es la Edad del Bronce Antiguo del noroeste de la Península Ibérica, donde se anticipa un gran paso adelante si pudieran encontrarse más cementerios como el de Cimalha (Figueiras), con 163 tumbas individuales. El trabajo de Bueno muestra el potencial de estudiar las primeras sociedades agrícolas de base cerealista en el valle del Tajo, y se inspira en el estudio de Fernández-Posse de 1980 sobre el Neolítico en la Meseta, en esa fecha, un tema casi desconocido. Resulta instructivo el contraste con el de Delibes en el valle del Duero, y la precoz manufactura estacional del cobre. Hay un conjunto importante de 5 ensayos sobre aspectos relativos a la minería prehistórica y romana del cobre y el oro, encabezados por Jorge Rolland, Juan Cano, F.-J. Sánchez Palencia, Carmen Fernández y Luis López. Les une a todos la convicción de Fernández-Posse de que la organización de la economía política es la llave para la comprensión del esfuerzo de extraer el metal. Ella estudió los yacimientos mineros auríferos de la Galicia romana y del Bierzo durante años con gran éxito y escribió informes que han inspirado otros. Ella fue más allá de los estudios tecnológicos que habían caracterizado los trabajos precedentes y del mismo modo también estos 5 ensayos. El informe sobre la colaboración entre la Academia Rusa de Ciencias y el CSIC para excavar en Kargaly es lapidario, un proyecto de éxito con impacto europeo. Las minas de Kargaly son interpretadas de modo convincente como el trabajo de sociedades segmenta- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 186 rias organizadas de manera intermitente para una minería a gran escala. Es todavía una cuestión abierta si hubo mineros especializados, pero la evidencia predominante es que no. Este trabajo comprime una enciclopedia de información en sólo 19 páginas. Los demás sobre minería romana del oro están presentados de forma más extensa, pero llegan a un núcleo igualmente relevante, y muestran cuán importante y variada era la colaboración entre las poblaciones indígenas de Galicia, el Bierzo y Biella (Italia) y sus señores romanos. Encuentro fascinante el artículo sobre el Castro de Nuestra Señora de Cervantes y tan bueno como el dedicado a Kargaly. La excavación de las casas de varios pisos de los mineros con su abundancia de cerámica romana importada de los siglos I-II AD muestra cuán rápida y potente fue la actividad romana en este área, y su deseo imperioso de extraer lingotes de oro para las acuñaciones imperiales. La coexistencia de dos modelos territoriales, diferenciados y contiguos de subsistencia y extracción se describe con destreza. A partir de esos artículos y colaboraciones me parece que los arqueólogos españoles están en la vanguardia internacional en el estudio, registro, excavación y publicación de estos sitios industriales que son un desafío a la investigación. Y así es como debería ser, dada la abundancia y variedad de minas en España. Yo esperaba en cierta medida que se incluyera un registro de las minas del siglo XIX AD en Asturias (zinc y carbón) y Cantabria (hematites de Cabárceno). Los modelos arqueológicos presentados aquí son claramente transferibles a través de los milenios. En este grupo sobre la interpretación socio-política de los sitios con trabajo del metal, debería incluir también el estudio de Cano, detallando la excavación de urgencia del asentamiento de la Edad del Bronce Final de Punta Langostera (Coruña). Este yacimiento, interpretado como un taller costero fortificado de objetos metálicos durante los siglos IX-VI AC, tiene un gran interés para comprender aspectos clave de la Edad del Bronce Atlántico y la diseminación de sus objetos producidos masivamente. Una excavación meticulosa, en un sitio considerado destruido por juegos de guerra actuales, recuperó tanto material que debería convertirse en una de las bases sólidas de la investigación de este período. Es muy gratificante ver cómo una excavación de urgencia da resultados de calidad. Hay otros artículos sobre Prehistoria regional. El de Luis Benítez sobre las motillas de La Mancha es una perspectiva refrescante sobre el tema; se conocen sólo unos 30 sitios principales, abandonados en torno al siglo XIV AC, y que posiblemente fueron pozos fortificados, construidos durante un período largo de clima seco. Es una propuesta contraria a la intuición, pero bien argumentada. J. Francisco Fabián aborda un tema clásico de la arqueología de la Meseta cuando escribe sobre la inhumación doble de la Edad del Bronce Final, en un pozo, con un exiguo ajuar funerario. Destaca un problema creciente en el registro arqueológico; a medida que aumenta en magnitud, no se amplía en calidad contextual, ni en facilidad de interpretación. Hay 8 artículos adicionales sobre los períodos más tardíos desde el 500 AC en adelante hasta el mundo imperial romano. El de Inés Sastre y colegas utiliza las propuestas de Fernández-Posse sobre los castros gallegos y asturianos de las últimas centurias AC. Es bueno ver como la inflexibilidad previa de nuestros modelos sociales de las sociedades de la Edad del Hierro puede volverse más permeable y realista, haciendo uso de las ideas “anglo-sajonas” aparecidas en la última década. Es completamente razonable suponer que los distintos tipos de sociedad coexistieron, ya que el registro arqueológico muestra amplias variaciones en los patrones de subsistencia, costumbres funerarias, riqueza material y densidades de población. Es un artículo notablemente bien escrito y una fina discusión de los elementos de “teoría” que han despertado acalorado desacuerdo. Hay estudios igualmente brillantes de los equipos dirigidos por Teresa Chapa en los paisajes políticamente organizados del Guadiana Menor en época ibérica, y por Julio Manzano en las fortificaciones en altura del Bierzo. La Etnografía tiene una oportunidad también, con una presentación sólidamente fundamentada del consumo de bellota debida a Juan Pereira. Hay mucho más que añadir al tema para lo que el autor no tiene espacio. Conozco informes de dehesas de inicios del siglo XX en Mallorca con bellotas especialmente dulces injertadas en árboles viejos; comida de bellota mezclada con arcilla como alimento durante la hambruna en Córcega; y una plétora de estudios relativos a Portugal, esperando ser incluidos. No es esta la ocasión, pero está por escribir un buen libro sobre las bellotas en Europa. Ángel Esparza participa con un artículo elegante sobre la invención de una etnicidad asturiana, en un estudio que podría repetirse en cualquier parte de la Península Ibérica o de Europa occidental en su conjunto. Redondean el libro artículos sobre la iconografía del ‘jinete’ ibérico, el simbolismo celtibérico sobre las placas de Numancia, las vías romanas en Asturias y el proceso de romanización en Galicia. Este libro tan interesante le habría gustado mucho a María Dolores Fernández-Posse y estoy seguro de que se sentiría halagada al ver la profunda huella que ha dejado sobre sus colegas de investigación, y el afecto que se le tenía y se le tiene. Las virtudes de lealtad y fidelidad de sus amigos se traslucen en todas sus páginas. Richard J. Harrison. Dept. of Archaeology and Anthropology. University of Bristol BS8 1UU. Reino Unido. Correo e.: R.J.Harrison@Bristol.ac.uk Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 187 Ángel Villa Valdés (ed.). Museo Castro de Chao Samartín, Grandas de Salime, Asturias. Catálogo. Gobierno del Principado de Asturias, Consejería de Cultura y Turismo del Principado de Asturias. Asociación de Amigos del Parque Histórico del Navia. Oviedo, 2009, 555 pp., 189 ils., c. y n., maps. ISBN: 978-84-613-2125-4. No faltan en los últimos años obras de síntesis sobre la “cultura” castreña, desde las ya clásicas de A. C. F. da Silva (1986) para Portugal o la de F. Calo (1993, nuevamente editada en 1997) hasta otras de fecha más reciente, que incorporan perspectivas importadas del mundo anglosajón en particular, como las de A. González Ruibal (2006-2007) y J. Rodríguez (2009) o la más divulgativa de X. Carballo (2000). Aspectos más concretos como la disposición espacial, la plástica, la orfebrería, la cerámica o la etnicidad han recibido frecuente –y en el último apartado polémica– atención monográfica a lo largo de los últimos 30 años, particularmente en el ámbito gallego del fenómeno castreño. En este período de tiempo han abundado las intervenciones en poblados de la Edad del Hierro y aun persistiendo las aproximaciones de perdigón, en ciertos casos los trabajos se han prolongado durante un buen número de años. No deja de llamar la atención, entonces, la comparativa escasez de publicaciones de fuste recogiendo y analizando en detalle los resultados de las numerosas excavaciones realizadas, en las que se aborde el análisis exhaustivo de la documentación arqueológica y se apliquen técnicas modernas, un problema que, al margen de generar un importante déficit de información, ha dejado el campo abierto a las ensoñaciones de una bulliciosa fringe archaeology. En las páginas iniciales de la mencionada síntesis de González Ruibal (20062007) se hace una documentada y acerba crítica de este estado de cosas para el conjunto del Noroeste de la Península Ibérica que curiosamente (o no...) ha pasado desapercibida y a la que en todo caso reprocharíamos la falta de referencia al devastador efecto de las políticas emanadas desde la Xunta en la década de los 90 e inicios del siglo XXI, de cuyas consecuencias sí se hace eco J. M. Bello en el prólogo de esa misma obra. El foco castreño asturiano ha permanecido en una relativa penumbra, como algo en cierto modo periférico frente al protagonismo de la provincia galaica, un desarrollo tardío al hilo de la conquista romana. Algún destello aislado, como los trabajos de García y Bellido en Coaña y sus tan populares anaparástasis, así como el paciente esfuerzo de catalogación efectuado por J. M. González apenas bastaban para remover la atonía reinante. Pero a finales del siglo XX va a tener lugar una espectacular inversión de dicha situación, a través de una serie de excavaciones que dotan de contenido –espectacular contenido a menudo– a unas expresiones castre- ñas asturianas de raíces profundas, arrancando en el Bronce Final y que se plasman en numerosas publicaciones y alguna espléndida monografía. La pionera labor del malogrado J. L. Maya en Campa Torres (Maya y Cuesta 2001) abre el camino a esa revisión del paradigma y otras publicaciones siguen en rápida sucesión, como las del Castellu de Llagú, el Castrelo de Pelou o sobre los castros en torno a la ría de Villaviciosa, en una progresión no exenta de polémicas, fruto de visiones antagónicas del trabajo arqueológico y también de pequeñas rivalidades (“humano, demasiado humano...”), que tan bien conocemos al otro lado del río Eo. En este ambiente se inscribe la investigación en Chao Samartín que, tras dos décadas de intervenciones, se ha convertido en un referente fundamental para la arqueología castreña del noroeste ibérico a través de innumerables publicaciones, de todo tipo y alcance, que aportan un rosario de informaciones que cubre prácticamente el espectro completo de las cuestiones e inquietudes generadas en este campo de estudio. La calidad e interés de la producción bibliográfica generada en torno a este yacimiento tiene pocos paralelos en otros castros del occidente peninsular y constituye un ejemplo a seguir en lo que respecta a intervención, gestión de la información y rentabilización sociocultural. El catálogo que ahora comentamos sirve para que el lector revisite algunos de los puntos más interesantes que las excavaciones en el Chao han sacado a la luz. Es el caso de la posición cronológica de la orfebrería en este yacimiento, que las observaciones estratigráficas y las dataciones asociadas encuadran en un período que comienza en los siglos IV-III ane, certificando el trabajo y manipulación de los metales preciosos desde tiempos prerromanos, algo que debido a la general falta de contextos seguros en la órbita castreña estaba lejos de poderse asegurar. En realidad los últimos trabajos en la Asturias occidental indican que la metalurgia está bien representada desde los niveles previos a la conquista romana, con piezas tan características como los puñales de empuñadura de antenas, de los que tenemos ejemplos de documentada antigüedad (incluso excesivamente antiguos a tenor de la fecha C-14 para la vaina del ejemplar de Os Castros de Taramundi). A despecho de los notables cambios detectables en otros aspectos, se observa en el campo de la metalurgia una apreciable continuidad a lo largo de la ocupación del castro de Chao Samartín, ilustrada por la presencia de piezas tan idiosincráticas como el puñal de empuñadura de antenas recuperado en los niveles romanos del poblado (o el puñal afalcatado del próximo Castrelo de Pelou fechado en el siglo I dC). Otros artículos como las cuentas de vidrio con decoración áurea indican esta misma perduración de diseños o tecnologías a lo largo del período de vigencia del yacimiento grandalés. Éstas y otras evidencias muestran a las claras los peligros del empleo de argumentos exclusivamente tipológicos a la hora de defender la Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 188 originalidad o antigüedad de determinados artefactos, pero también el error de la atribución genérica a la etapa romana de todos ellos, en la línea de C. A. F. de Almeida y otros investigadores. Asimismo resulta de gran interés el arte figurativo documentado en Chao Samartín, con sendas representaciones de équidos ejecutadas mediante incisión sobre una pequeña placa de pizarra, fechada en el siglo IV ane. Éstas presentan lazos formales con imágenes halladas en otros lugares del Noroeste, por lo general de problemática contextualización y en consecuencia difíciles de datar (Fábregas et al. 2011; Meijide et al. 2009). Desde un punto de vista formal, este volumen tiene una excelente edición si bien, precisamente por ello, sorprende algún fallo en el apartado gráfico, como acontece con las reproducciones de la tabula latrunculata (p. 385) o de la placa con los grabados de caballos (p. 153). Cabe preguntarse (especialmente en estos tiempos de crisis) por la utilidad de un catálogo con características de ‘bien de prestigio’ y si éste cubre otras necesidades más allá del eficaz relleno de un rincón de la estantería. Opino que en este caso tiene sentido, toda vez que ya se dispone de un completo elenco de información en torno al yacimiento y esta obra completa así, de una forma atractiva, el repertorio bibliográfico generado en torno al Chao Samartín. Calo Lourido, F. 1993: A Cultura Castrexa. Edicións A Nosa Terra. Vigo. Carballo Arceo, X. 2000: Os castros galegos. Edicións A Nosa Terra. Vigo. Fábregas, R.; Peña, A. y Rodríguez, C. 2011: “Río de Angueira 2 (Teo, A Coruña): un conxunto excepcional de escenas de monta”. Gallaecia 30: 29-51. González Ruibal, A. 2006-2007: Galaicos, poder y comunidad en el Noroeste de la Península Ibérica (1200 a.C.-50 d.C.). Brigantium 18-19, Museu Arqueolóxico e Histórico da Coruña. A Coruña. Maya González, J. L. y Cuesta Toribio, F. (eds.) 2001: El Castro de la Campa Torres: período prerromano. Serie Patrimonio 6, Ayuntamiento de Gijón. Gijón. Meijide, G.; Vilaseco, X. I. y Blaszczyk, J. 2009: “Lousas decoradas con círculos, cabalos e peixes do castro de Formigueiros (Samos, Lugo)”. Gallaecia 28: 113-130. Rodríguez Corral, J. 2009: A Galicia castrexa. Edicións Lóstrego. Santiago de Compostela. Silva, A. C. da 1986: A cultura castreja no noroeste de Portugal. Cãmara Municipal. Paços de Ferreira. Ramón Fábregas Valcarce. Grupo de Estudios para a Prehistoria do NO Iberico (GEPN), Dpto. de Historia I. Universidade de Santiago de Compostela. Praza da Universidade 1. 15782 Santiago de Compostela. Correo e.: ramon.fabregas@usc.es Cota Zero: revista d’arqueologia i ciencia 25 número extraordinario, 2010. Vic, 216 pp., ils. n. ISSN: 02134640. Cota Zero cumple veinticinco años. El que una publicación que se define en su cabecera como “revista de Arqueología y Ciencia” alcance el cuarto de siglo de existencia ininterrumpida, caracterizada además por la puntual regularidad de su aparición anual, es un acontecimiento extraordinario en el panorama de la edición científica en España. Pero lo es más si tenemos en cuenta dos hechos: es una publicación independiente, es decir, no vinculada orgánicamente a ninguna institución pública o privada (aunque ligada en su gestión a la Universidad de Vic), y se publica íntegramente en catalán. Además de estas circunstancias, cada una de las cuales requeriría un comentario por su significado intrínseco, hay que añadir que, desde su primer número, ha mantenido una extraordinaria coherencia tanto formal y estructural, cuanto relativa a su línea editorial. Esta última, mantenida con rigor por un equipo editorial cualificado y comprometido, explica el hecho más extraordinario de todos los que concurren en el acontecimiento: Cota Zero, una revista independiente publicada en catalán y comprometida en primera instancia con la Arqueología catalana, ha llegado a ser una referencia indispensable para la Arqueología española, y uno de sus nexos con la corriente del pensamiento arqueológico internacional contemporáneo. La revisión de su colección, ahora accesible on line (http://www.raco.cat/index.php/cotaZero), otro valor añadido a los ya reseñados, ofrece un conjunto de referencias muy valiosas para trazar el mapa de la evolución de la teoría y la práctica de la Arqueología en estos últimos veinticinco años. Esto ha sido posible gracias a la inteligente estructura de la publicación, vertebrada en torno a dossiers monográficos en los que el equipo editorial, sensible no sólo a ‘lo nuevo’ sino, sobre todo, a lo sustancial en los debates contemporáneos en el pensamiento y la práctica arqueológicos, ha sabido seleccionar sin prejuicios a colaboradores expertos que han ido desde las figuras más relevantes del panorama internacional y español hasta investigadores jóvenes, procedentes, unos y otros, tanto de la academia como de la arqueología profesional y la administración. Junto a estos temas monográficos, la revista ha prestado una atención preferente a su entorno, la arqueología catalana, constituyéndose, de alguna forma, en un observatorio permanente de su pulso. En suma: el éxito de Cota Zero, y no me refiero al mero éxito de conseguir sobrevivir, sino al hecho de haber conseguido una destacada relevancia para la comunidad arqueológica española, es el mejor ejemplo que conozco de lo que se ha llamado pensamiento “glocal”, discutible pero expresivo neologismo que se refiere a la articulación de lo local con lo global. Qui- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 189 zás esto explica que el 48% de las colaboraciones publicadas procedan de Cataluña, un 36% sean originales internacionales y sólo el 16% vengan del resto de España (pp. 179 y ss.). Estos datos definen con claridad los objetivos de la línea editorial, más que cualquier declaración explícita. El proyecto independiente de Cota Zero se alimenta de un entorno que debe mucho a las personas implicadas en él, incluyendo a sus suscriptores, como se subraya en el Editorial (p. 3), pero que además se beneficia de acertadas políticas y redes institucionales densas (baste repasar las adscripciones de los miembros del Consejo de Redacción). Todos estos hechos merecen una necesaria reflexión por cuanto las circunstancias actuales, en el sombrío horizonte de una crisis social y económica sin precedentes, son especialmente amenazadoras para las publicaciones científicas que se mantienen fuera del gigantesco negocio del tráfico global del conocimiento científico. Esta situación, en la que la presión de los organismos públicos evaluadores sobre los investigadores para que publiquen en las revistas integradas en el cartel de la edición científica internacional (cuya ‘calidad’ está certificada por empresas que ofrecen inquietantes analogías con las agencias de rating), amenaza crecientemente con ahogar en la falta de originales cualquier proyecto editorial, no ya los independientes, como el que nos ocupa, sino también los ligados a instituciones como universidades o museos. En este contexto, la experiencia de Cota Zero es particularmente valiosa. El número 25 de la revista resume y ejemplifica los rasgos que hemos destacado en su trayectoria. El argumento principal de este número es la celebración del aniversario de la revista, cuyo significado se glosa en el comentario editorial. Pero, muy acertadamente, se ha mantenido la estructura habitual de secciones, incluyendo el noticiario arqueológico, con la reseña de las intervenciones arqueológicas realizadas en Cataluña durante el año 2009, y las notas bibliográficas sobre las tesis doctorales defendidas durante ese período en las universidades catalanas. En la sección de “colaboraciones especiales” Anna Gómez Bach, secretaria de redacción, firma un interesante estudio bibliométrico de los 25 números de Cota Zero. Además del agregado de la procedencia y temática de las colaboraciones el artículo incluye un índice completo de los autores que han colaborado en la revista. Este artículo proporciona la información para valorar su trayectoria, pero también, como se ha sugerido más arriba, ofrece una referencia útil para comprender en su conjunto la historia de la Arqueología en los últimos 25 años y el impacto de la revista en nuestro país. El cuerpo principal del volumen es el dossier monográfico 25 anys de Cota Zero, 25 autors, 25 perspectives. Se abre con una introducción firmada por los responsables del equipo de redacción, M. Molist, director, W. Cruells, jefe de redacción, y A. Gómez Bach. En ella se presentan los objetivos del dossier y su proceso de elaboración. Inicialmente, se propuso a los participantes una serie de cuatro preguntas de carácter general sobre la evolución de la Arqueología en los últimos 25 años, su estado actual y su futuro, las perspectivas concretas en el campo de especialización de cada autor y su opinión sobre el futuro de la edición científica arqueológica. A partir de este cuestionario inicial, y respetando el criterio de cada autor, el dossier resulta tener una gran variedad de enfoques, puesto que cada autor ha redactado su pieza de acuerdo con sus propios intereses. Nueve contribuciones se centran en los aspectos generales de la disciplina, tres enfatizan el perfil del contexto nacional del autor, cuatro comentan aspectos de disciplinas científico-naturales conexas (arqueozoología, arqueobotánica, antropología física, etc.), dos se dedican a aspectos metodológico-teóricos muy específicos, cuatro a aspectos generales de lo que podemos llamar “arqueología pública”, uno es una reflexión específica desde la perspectiva de la arqueología medieval y, finalmente, uno aborda la arqueología de las mujeres. Naturalmente, los temas recogidos en esta enumeración no son excluyentes, sino que se refieren al eje principal de cada exposición. La mayoría de los autores han incluido reflexiones generales en sus textos de acuerdo con alguno de los temas propuestos, combinándolas con su interés principal. El conjunto asocia una gran variedad con una unidad temática de fondo, siendo francamente atractivo. La selección de autores resulta interesante. Son investigadores y profesionales de peso, y en algunos casos, de gran relieve internacional. Es llamativo, y delata hasta cierto punto la ambición global que se ha comentado más arriba, que al comparar la procedencia de los autores seleccionados con los datos bibliométricos de la revista se observa que la contribución internacional ha aumentado hasta un 52% a costa de la catalana (36%) y la del resto de España (12%). Naturalmente se puede discrepar de los criterios de selección aplicados y de los sesgos teóricos o temáticos que estos introducen. Pero estaría injustificado cualquier reproche. Se trata de celebrar el aniversario de la revista y la mejor forma de hacerlo es mostrar explícitamente las líneas maestras de su proyecto. Nadie criticaría a quien invita a su fiesta de cumpleaños a los amigos más cercanos. Especialmente si al final todos podemos disfrutar de los resultados en la forma de un volumen interesante y útil. ¡Larga vida a Cota Zero! Juan Manuel Vicent García. Grupo de Investigación Prehistoria social y económica, Instituto de Historia - Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC. C/ Albasanz 26-28. 28037 Madrid. Correo e.: juan. vicent@cchs.csic.es Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 190 Menga: revista de Prehistoria de Andalucía = journal of Andalusian Prehistory 01. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2010, il. c. 30 cm. ISSN: 2172-6175. Con este primer número de la revista Menga entra en escena una nueva publicación anual dedicada a la divulgación de la investigación arqueológica andaluza, editada por la Junta de Andalucía y promovida por el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera. Es de saludar sin reservas este aumento en la diversidad de los medios que en la actualidad sirven tanto como plataforma para la reflexión sobre temas corrientes y para fomentar el debate entre investigadores como para dar a conocer nuevos resultados científicos. También es verdad que dado el no insignificante número de revistas arqueológicas ya publicado en Andalucía y la limitación de los recursos disponibles, inevitablemente surge la cuestión de si otro canal de divulgación más, logrará superar lo ya alcanzado por las revistas existentes. Esta es una pregunta a la que se dedica el editorial de este primer número. En su visión del futuro papel de la nueva revista los editores subrayan su dedicación particular tanto a temas de índole suprarregional –siempre en el marco del sur de la Península Ibérica– como a cuestiones teóricas y metodológicas. Aunque estos aspectos ya están cubiertos en cierta medida por algunas de las revistas arqueológicas establecidas en Andalucía, hay que admitir que la combinación del foco suprarregional con el teórico hasta ahora seguía siendo más bien una prerrogativa de las revistas publicadas a nivel nacional o internacional. Para alcanzar su objetivo, Menga estructura su contenido en cuatro secciones: Dossier, Estudios, Recensiones y Crónica. No pretendemos ofrecer en la presente reseña una crítica detallada de contribuciones individuales a las mismas pero, en cambio, sí parecen indicadas unas observaciones sobre estas cuatro secciones en general. Uno de los aspectos más destacados de la concepción de la revista y quizás su principal fortaleza es la inclusión de una sección monográfica –el Dossier– dedicándose a un debate de actualidad. Para este primer número se eligieron las formas de organización de la producción en las sociedades argáricas, una temática que continúa sosteniendo un vivo debate con posiciones bastante diversas y es una de las más discutidas de la prehistoria andaluza. Por ello, constituye un sujeto excelente para abrir la serie de Dossiers. Por otra parte, la desventaja de una temática como esta siempre será que muchos de los argumentos expuestos ya se habrán esgrimido en otras publicaciones, como efectivamente pasa en esta ocasión. La sostenibilidad del concepto de Dossier a largo plazo supondrá el mayor desafío para los editores no sólo por esta razón, si no también porque no resultará nada fácil encontrar año por año temas que, en similar medida, capturen debates de análoga relevancia e interés general dentro de su ámbito geográfico. La sección de Estudios en cambio presenta trabajos más variados en su temática, cubriendo materias tan diversas como son la historia de la investigación prehistórica en Andalucía, el megalitismo o el urbanismo protohistórico. En este número los editores han puesto mucho empeño en mantener un equilibrio entre las secciones de Dossier y Estudios, cada una comprendiendo unas noventa páginas. Con vistas a la gran cantidad de líneas de investigación actualmente perseguidas por los colaboradores del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera que se presentan en la sección de Crónica, y cuyos resultados uno esperaría aparecieran en futuros números de Menga, no será tarea fácil mantener ese equilibrio sin aumentar al mismo tiempo de manera considerable las páginas por número. La propia Crónica consiste no sólo en un informe comprehensivo de las actividades desarrolladas en el ámbito del conjunto dolménico de Antequera durante la media década trascurrida hasta la creación del Conjunto Arqueológico en el 2010, sino que también esboza el programa de futuras actividades. Ambas partes –informe y programa– resultan impresionantes en igual medida. Algo menos impresionante se presenta la sección de Recensiones de este primer número, en que se recogen reseñas de dos obras recién publicadas, ambas dedicadas al tema del megalitismo y editadas o coordinadas por miembros de la dirección de la propia Menga. Aunque no se nos ocurriría cuestionar el juicio independiente de los críticos reseñantes, hay que decir que se trata de una práctica bastante inusual que, sin ningún tipo de duda, en este caso se debe exclusivamente a la dificultad de obtener ejemplares de recensión para el primer número de cualquier revista recién lanzada. Confiamos que con el imponente debut de Menga eso sea un mal pasajero y que en el futuro la sección de Recensiones se presente más equilibrada sin incluir obras editadas por miembros de la dirección de la propia revista que publica las respectivas reseñas. Quedan por decir unas palabras sobre la calidad técnica de la edición. Tanto la redacción de los textos como el apartado gráfico en general es de muy alta calidad, y el principal motivo para no llamarla impecable es la falta de cualquier escala en una serie de gráficos –no sólo fotos, donde puede ser un pecado venial, sino también algunos dibujos y mapas, donde nunca lo es. Este detalle aparte, la única fotografía de calidad insatisfactoria es una imagen de D. Manuel Gómez-Moreno en la página 126, debido a un patrón de Moiré que fácilmente se pudiera haber evitado. Se trata, con todo, de problemas que no logran empañar la impresión por lo demás rotundamente positiva que deja el estándar técnico de la edición. Confiamos una vez más que sean males pasajeros que ya no se observarán en futuros números. Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 191 Finalmente quedan por destacar dos aspectos más que, sin ningún tipo de duda, ayudarán mucho a la amplia difusión de las contribuciones publicadas en Menga. En primer lugar hay que resaltar la decisión de quienes la publican de facilitar el acceso libre al contenido de cada número en la página web del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (1), trascurrido el plazo de un año desde la publicación de la versión impresa. En segundo lugar destaca la publicación bilingüe en español e inglés de todos los textos, siendo muy buena la calidad de la traducción. En particular los artículos incluidos en el Dossier, pero además la mayoría de las contribuciones a la actual sección de Estudios ciertamente son de un interés lo bastante general para justificar este doble esfuerzo. Confiamos en que ese será el caso también de los próximos números, no obstante haber dejado ya los editores el listón muy alto con el presente. En este contexto quizás parece un poco excesiva la repetición de la bibliografía completa en ambas versiones de cada artículo. A lo mejor el espacio respectivo en el futuro se pudiera utilizar de una manera un poco más sensata. También hay que preguntarse si la Junta de Andalucía realmente hace bien en invertir sus recursos en la traducción profesional de secciones como las de Recensiones o Crónica, de más limitado interés fuera del ámbito peninsular, mientras que los resúmenes en inglés de las contribuciones al Anuario Arqueológico de Andalucía en su mayoría resultan totalmente incomprensibles, con claras indicaciones de haber sido escupidos por un robot traductor bastante inepto. La falta de una estrategia coherente de internacionalización para sus publicaciones por parte de la Junta, desde luego, no cae bajo la responsabilidad de quienes editan Menga, y en nada disminuye su mérito de haber tomado la iniciativa de lanzar esta nueva revista, que de cualquier modo estamos seguros dará un empujón positivo a la diseminación de la investigación arqueológica andaluza. Dirk Brandherm. School of Geography, Archaeology and Palaeoecology (GAP). Queen’s University Belfast. Belfast. BT7 1NN Northern Ireland. UK. Correo e.: d.brandherm@qub.ac.uk Crónica Conference Emergence of Bronze Age Societies - A Global Perspective (Baoji, Shaanxi Province, China 7-11 noviembre 2011). Con ese título tenía lugar entre los días 7-12 de noviembre de 2011 en Baoji (Provincia de Shaanxi, (1) http://www.juntadeandalucia.es/cultura/museos/CADA/ (consulta 23-III-2011) China), un Congreso Internacional cuyo principal objetivo era el de crear puentes y cauces de comunicación entre los investigadores asiáticos y europeos para conseguir una visión más amplia y global de la Edad del Bronce, tratando de incluir al continente asiático en una explicación histórica a menudo de corte eurocentrista. El congreso contó con la colaboración de instituciones de China (Universidad de Pekín, Buró de las Reliquias Culturales de la Provincia de Shaanxi, Ayuntamiento de Baoji) y el Reino Unido (University College London, International Centre for Chinese Heritage and Archaeology) para su organización, dando muestra de la estrecha colaboración entre investigadores de ambos países en los últimos años. Mención aparte merecen los estudiantes de la Universidad de Pekín, que llevaron a cabo la difícil tarea de la traducción simultánea. La elección de la sede del congreso no fue ni mucho menos casual: Baoji es la cuna de las dinastías Zhou y Qin. Hubo 28 colaboraciones de investigadores de China y 31 de otros países incluyendo Alemania, Dinamarca, España, Estados Unidos, Italia, Japón, Perú, Reino Unido, Rusia o Suiza, aunque el total de investigadores involucrados fue considerablemente mayor ya que muchas de las ponencias iban firmadas por varios autores. El objetivo del Congreso era el debate sobre el origen de la Edad del Bronce en un sentido general, desde una perspectiva tecnológica, ideológica, productiva, social. Sin embargo, el marcado perfil arqueometalúrgico de los promotores británicos y el interés por la metalurgia del bronce de los colegas chinos convirtieron los estudios de metalurgia en el tema del Congreso, reflejando la importancia que aún se concede a la metalurgia en la explicación histórica del cambio social. En ese sentido destacaron las ausencias claras de estudios paleoambientales (a excepción del presentado por Michael Rowlands y Dorian Fuller del University College London), de otras tecnologías como la lítica o la cerámica e incluso a veces de los de carácter social. Las 40 comunicaciones orales se estructuraron en 8 paneles: ‘Orígenes de la Metalurgia’, ‘Similitudes y Diferencias’, ‘Perspectivas Regionales’, ‘Significado de los Metales’, ‘Metalurgia de la Provincia de Shaanxi’ y ‘Tecnología y Producción’. Además hubo una sesión con 16 pósters. Todo ello estuvo precedido por una sesión plenaria con intervenciones de los Profesores Li Boquian de la Universidad de Pekín, Evgenij Chernykh del Instituto de Arqueología de la Academia Rusa de Ciencias e Izumi Schimada de la Universidad de Illinois. Estas tres conferencias plantearían de forma amplia las líneas principales de discusión del congreso y resumirían los puntos centrales de la misma acerca de la Edad del Bronce, evidenciando la similitud de ciertos debates en zonas espacialmente muy distantes. En primer lugar se cuestionó la correlación que la historiografía china establece entre ‘bronce’ y ‘civili- Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 Recensiones y crónica científica 192 zación’ y en general el papel que la metalurgia y el cambio tecnológico juegan en el cambio social. Se destacó que ni en el período en el que las sociedades chinas podrían definirse como ‘jefaturas’ (5000 BC), ni en la transición al Estado (Altou), ni en el período imperial que inicia la dinastía Quin, el metal desempeñó un papel determinante en la definición y evolución de la sociedad. Esta misma concepción de que el metal jugó un papel más simbólico y de ostentación que definitorio de una sociedad se planteó en varias de las ponencias. Por ejemplo Ulrike Sommer (University College London) incidió en la valoración social del bronce más por su color que por sus implicaciones económicas. Una vez excluido el protagonismo del bronce, ¿cuáles son los elementos definitorios de las sociedades de la Edad del Bronce? Desde esa perspectiva, se criticó el concepto mismo de ‘Edad del Bronce’. El Profesor Schimada lo clasificó de “innecesaria casilla evolucionista” y Rod Campbell (New York University) fue más allá, abogando no por su redefinición, si no por la erradicación de una casilla inoperante con claros tintes evolucionistas. En segundo lugar, se debatió el origen y la difusión de la metalurgia en Eurasia. El Profesor Boqian cuestionó la existencia de una única tradición metalúrgica en China, defendiendo diferentes tradiciones en diferentes regiones, unas con orígenes locales (por ejemplo en las Llanuras Centrales, donde los fragmentos de latón datados en la cultura Shang parecen indicar una evolución del latón al bronce) y otras zonas, como el noroeste de China, que podrían tener una mayor correlación con Asia. El Profesor Chernykh (Academia Rusa de Ciencias) analizó el origen y desarrollo de la metalurgia en las diferentes provincias del Norte y Centro de Asia, defendiendo un origen independiente en la estepa rusa. Miljana Radivojevic (UCL) también lo planteó para los Balcanes. En cambio Ben Roberts (British Museum), desde un esquema de corte neodifusionista, volvió a las interpretaciones de la expansión de la metalurgia en Europa a partir del foco de Próximo Oriente. Vicent Pigott (UCL), por su parte, trató la expansión de la metalurgia del bronce en Asia. Finalmente se plantearon cuestiones sobre la organización de la producción metalúrgica. El Profesor Boqian defendió su control por parte del Estado en China. El Profesor Schimada la analizó en Sicán de forma amplia: desde la explotación del mineral hasta la obtención última del objeto metálico presentando así una visión más clara de las implicaciones sociales derivadas de la organización de dicha producción en los Andes. Quizá en este asunto de la producción metalúrgica se observaron las mayores diferencias entre la aproximación de la mayoría de los colegas chinos y los occidentales. La arqueología china parece haber quedado anclada en la historiografía de los años 1980 donde el artefacto constituía en sí mismo el objeto de estudio. En la Arqueología oriental, ‘producción’ y ‘organización de la producción’ parecen entenderse como ‘técnicas de producción’ de un objeto u otro. Esas diferencias conceptuales hicieron que en alguna ocasión los debates no fueran tan fluidos ni fructíferos como se esperaba. La mayoría de las comunicaciones de los colegas asiáticos estaban centradas en los aspectos técnicos de la producción (moldes de múltiples piezas o cera perdida) o en la decoración estilística de los objetos sin llegar a los análisis contextuales o del proceso productivo en su conjunto que permitieran entender las implicaciones sociales de la producción de esos objetos. Las aproximaciones al significado social del bronce tampoco iban siempre acompañadas del estudio contextual del mismo, quedando reducidas a menudo a la mera descripción o comparación de decoraciones. Esta concepción se observó también en la visita organizada al Museo de Baoji, donde abundaba la exposición de vasijas y artefactos de bronces pero escaseaba la explicación histórica y contextual de las piezas. Como señaló Schimada, en la Arqueología oriental se hace necesario “desplazar al objeto del centro del estudio para colocar en él las prácticas sociales”. Es posible que esta forma de hacer arqueología sólo refleje la importante escasez de excavaciones arqueológicas debida, más que a una falta de recursos, a las fuertes restricciones administrativo-burocráticas que dificultan su desarrollo. Entre las perspectivas ‘centradas en el objeto’ de algunos colegas asiáticos y las ‘neodifusionistas’ de algunos colegas occidentales, en ocasiones parecíamos estar mirando más al pasado de la Arqueología que apostando por su futuro. No obstante hay que reconocer el claro interés observado entre los jóvenes investigadores asiáticos por estrechar lazos con los colegas europeos y a colaborar conjuntamente con ellos. Fueron varias las co-autorías entre colegas asiáticos (especialmente de China y Japón) y británicos, así como entre colegas asiáticos que investigan en instituciones británicas. Congresos como este ponen de relieve nuestras diferentes tradiciones arqueológicas y ayudan a avanzar en la consolidación de colaboraciones. Esta, por el momento, es lenta y no va más allá del Reino Unido, pero esperamos se amplíe al resto de Europa. Es evidente que se necesita mucho más que la reunión en un congreso internacional con traducción simultánea para establecer esos cauces de comunicación. Hablamos en distintos idiomas en todos los sentidos y eso es algo que sólo el trabajo conjunto de años puede ayudar a traducir, pero este congreso habrá contribuido a ello. Mercedes Murillo-Barroso. Contratada predoctoral FPI. Grupo de investigación Arqueometal. Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales - CSIC. C/ Albasanz 26-28. 28037 Madrid. Correo e.: mercedes.murillo@cchs.csic.es Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638 TRABAJOS DE PREHISTORIA 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 193-194, ISSN: 0082-5638 LIBROS RECIBIDOS Aliaga Almela, Raquel y Megías González, Marta. Los Berrocales (Madrid): un yacimiento de la Edad del Bronce en la confluencia Manzanares-Jarama. Estudio antropológico: Raquel Vega, Cartografía: Patricia Ríos, Análisis palinológicos: M.ª Blanca Ruiz, Estudio faunístico: Nuria Campos. Patrimonio Arqueológico de Madrid 8, Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Arqueomedia S.L. [Ciudad Real], 2011, 288 pp., ils. n. ISBN: 84-922344-6-6. Almansa Sánchez, Jaime (ed.). El futuro de la arqueología en España. JAS Arqueología S.L.U. Madrid, 2011, 302 pp. ISBN: 978-84-938146-8-7 (papel); 978-84-938146-9-4 (electrónica). Aranda Jiménez, Gonzalo; Cámalich Massieu, María Dolores; Martín Socas, Dimas; Morgado, Antonio; MartínezSevilla, Francisco; Lozano-Rodríguez, José Antonio; Rodríguez Rodríguez, Amelia; Mancilla Cabello, María Isabel y Román Punzón, Julio. La Loma (Íllora, Granada). Un yacimiento de fosas del VI-IV milenios cal BC. Monografías arqueología, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura. 2012, 42 pp., 9 figs. n., 13 láms. c. + disco compacto, ISBN: 978-84-9959-105-6. Coye, Noël (ed.). Lascaux et la conservation en milieu souterrain - Actes du symposium international, Paris, 26 et 27 février 2009. Documents d’Archéologie Française 105, Maison des Sciences de l’Homme, 2011, 360 pp. ISBN: 978-2-7351-1123-7. Criado Boado, Felipe. Arqueológicas. La razón perdida. La construcción de la inteligencia arqueológica. Bellaterra Arqueología. Barcelona, 2012, 415 pp. ISBN: 978-84-7290-567-2. Gallay, Alain. Autour du Petit-Chasseur. L’archéologie aux sources du Rhône. 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ISBN: 978-84-7795-613-6. 194 Libros recibidos Serrano Peña, José Luis; Portero Fernández, Vanesa y Cano Carrillo, Juana. Historia de un arroyo. De Marroquíes Bajos al centro comercial El Corte Inglés de Jaén. El Corte Inglés, Ámbito Cultural. Granada 2011, Portada e imágenes: Alberto Luque Bosco, 335 pp., 169 planos, figs., reconstrucciones virtuales y fotografías. Incluye CD interactivo: texto y láms. GEPARQ 99 SL; Reconstrucciones y maquetación Alberto Luque Bosco. Video: Espiral Animación SL. ISBN: 978-84-615-1727-5, Depósito legal: GR-4467-2011. Straus, Lawrence Guy y González Morales, Manuel R. (eds.). El Miron Cave: The Site and its Holocene Archaeological Record. University of New Mexico Press. 2012, 472 pp., 163 n. y 29 c. ils., 138 tabs. ISBN: 978-0-82635148-7. Torregrosa Giménez, P.; Jover Maestre, F. J. y López Seguí, E. (dirs.). Benàmer (Muro d’Alcoi, Alicante). Mesolíticos y neolíticos en las tierras meridionales valencianas. Trabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica del Museo de Prehistoria de Valencia 112, Diputación de Valencia. Valencia, 2011, X + 380 pp., ils. n. ISBN: 978-84-7795-612-9. http://www.museuprehistoriavalencia.es/resources/files/TV/TV112_Torregrosa_Jover_ Lopez.pdf (consulta 11-I-2012). Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 193-194, ISSN: 0082-5638 NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES EN TRABAJOS DE PREHISTORIA Trabajos de Prehistoria es una revista con sistema de evaluación externa que publica preferentemente estudios sobre Prehistoria y Protohistoria de la Península Ibérica y sus relaciones con Europa y el Mediterráneo. Excepcionalmente se podrán publicar trabajos relativos a otros ámbitos geográficos, siempre que presenten un interés general, por su enfoque teórico o metodológico o por el valor comparativo de sus contenidos arqueológicos. La revista promueve temas de teoría, metodología, arqueometría y paleoambiente, con diferentes secciones de Artículos, Noticiario, Recensiones y Crónica Científica, Reseñas y Libros recibidos. Desde el volumen 51 (1994) aparecen dos números anuales (junio y diciembre). Eventualmente, por decisión del Consejo de Redacción, se podrán publicar números monográficos y sus contenidos deberán ajustarse a las normas de publicación y recibirán el mismo tratamiento que los originales recibidos. La versión electrónica de los artículos podrá incluir material complementario (tablas excel), cuando su contenido informativo o valor de contraste así lo aconsejen previa aprobación por el Consejo de Redacción. Sólo se admiten textos que no hayan sido publicados, ni vayan a serlo, en español, inglés y francés con las siguientes características: Artículos. En esta Sección se publicarán trabajos originales de investigación. Tendrán una longitud máxima de 100.000 caracteres, incluyendo notas, pies, tablas e ilustraciones. Están sometidos a revisión por evaluadores externos. Noticiario. Publicará avances de proyectos de investigación, campañas de excavación, prospección y hallazgos novedosos o significativos. Su longitud máxima será de 45.000 caracteres. Los contenidos de esta Sección se someten a revisión por evaluadores externos. Recensiones y Crónica científica. Deberán tener un contenido crítico, más que meramente expositivo. Longitud máxima recomendada 10.000 caracteres. Esta Sección se somete a revisión únicamente por los miembros del Equipo Editorial. La revista utiliza un sistema de evaluación externa de originales “doble ciego”, manteniendo el anonimato tanto del autor como de los evaluadores. La resolución no se demorará más de cuatro meses. La publicación de un texto no es susceptible de remuneración alguna (véase nota de derechos de autor). Las normas tienen un doble objetivo: garantizar el cumplimiento de los estándares exigidos por las bases de datos internacionales y agilizar la publicación. Entrega de originales Deberán enviarse a la dirección de la revista: Trabajos de Prehistoria. Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC. C/ Albasanz 26-28. 28037 Madrid. España. Correo-e: trabajosdeprehistoria.cchs@cchs.csic.es Las Figuras y Tablas deberán ir en ficheros separados del texto, a ser posible, en formato pdf para facilitar su envío por correo electrónico a los evaluadores. En hoja aparte irán la dirección completa del autor, autora/es, teléfono y correo electrónico. Para la aceptación de los artículos es imprescindible remitir una carta con título y orden de autores firmada por todos ellos certificando la originalidad del trabajo y el compromiso de exclusividad con la revista. La publicación de resultados de proyectos de investigación requerirá la autorización expresa del Investigador/a responsable si no es uno de los firmantes. El texto y notas a pie de página se presentarán en hoja tamaño A4 (210 × 297 mm), márgenes superior, inferior y laterales de 2 cm, interlineado doble, fuente Times o Times New Roman tamaño 12, con un máximo de 30 líneas por página. Las páginas deberán ir numeradas consecutivamente. En el pie de página las notas se numerarán en el orden de cita en el texto. Los autores decidirán la proporción de texto e ilustraciones. Una ilustración a página completa equivale a 5.100 caracteres. La primera página presentará el título, el resumen y las palabras clave en español y en inglés/francés; nombre completo y apellido/s del autor/es con asterisco que remita a la afiliación institucional o al domicilio particular y datos de contacto postal y electrónico. Si hubiera agradecimientos, se situarán al final del texto. El resumen, entre 50-150 palabras, incluirá objetivos, métodos, resultados y conclusiones del trabajo. Las palabras clave deben permitir encontrar el artículo en búsquedas informatizadas por temática, metodología, localización geográfica y cronológica. En las Recensiones constará la información bibliográfica completa de la obra recensionada; el nombre y dirección postal del autor aparecerán al final del texto. Ilustraciones Se distingue entre Figuras y Tablas, cada una numerada en arábigos (Fig. 1: 3; Fig. 1A; Tab. 1). Las Figuras llevarán escala gráfica o indicación del Norte geográfico en caso de mapas/planos, y rotulación de tamaño suficiente para permitir reducciones. Para cualquier localización se utilizarán los mapas normalizados de la Península Ibérica e Islas Baleares y de las Islas Canarias. Ninguna ilustración se compondrá dentro del texto, y deberán ajustarse conforme a caja completa (162 × 210 mm), a media caja, a 1/3, o a 2/3; o bien por columnas (misma serie), según se indica en el modelo de plantilla incluido en la revista. Los pies se entregarán aparte con los datos completos de identificación. Una vez aceptado el manuscrito, los autores deberán enviar a la revista la versión revisada del texto y las ilustraciones preferentemente en formato jpg o tiff, con una calidad mínima de 300 ppp para imagen en color o escala de grises, y de 900-1200 ppp para dibujo en blanco y negro. Estilo Rogamos a los autores que publiquen en español que, por deferencia hacia el lector extranjero, faciliten la comprensión del texto mediante una sintaxis clara y sencilla. Igualmente se atendrán a las siguientes normas: — Mayúsculas acentuadas. — Abreviaturas: cm, g, ha, s.n.m., m2 — Años sin puntación: 1971. — Escala 1:25.000 — Latinismos en cursiva: et al., oppida, per se, in situ, ca. — Fechas de C14: acompañadas de la sigla del laboratorio, número de muestra, clase de material y desviación estadística; las fechas calibradas deben incluir la tabla o programa informático utilizado. Bibliografía Las citas en el texto se realizarán del siguiente modo: apellido/s del autor/es en minúsculas, sin inicial del nombre, seguido del año de publicación y página/s tras dos puntos (en caso de cita específica), todo entre paréntesis. Si hay más de dos autores se añadirá al primero et al. Ejemplos: (Belen Deamos y Chapa Brunet 1997), (Fernández-Posse et al. 2008). No se aceptan citas de inéditos. Las tesis inéditas aparecerán en nota. En la bibliografía final figurarán sólo las obras citadas y únicamente aquellas en prensa con todos los datos editoriales: apellido/s del autor seguido de la inicial del nombre (para todos los autores, separados por ;); año de publicación, diferenciando con letras a, b, c, etc.; título del trabajo entre comillas; títulos de libros (Belen Deamos y Chapa Brunet 1997), revistas (Almagro Basch 1969) y actas en cursiva y sin abreviar (Raposo y Cardoso 1997). En los libros se indicarán editorial y lugar de edición (Belen Deamos y Chapa Brunet 1997); en las recensiones se añadirá “Recensión de” (Consuegra Rodríguez 2005); en revistas, el volumen y páginas (Bosch et al. 1999; Jöris et al. 2003); en actas de congresos, el lugar y fecha de celebración, páginas y lugar de edición (Raposo y Cardoso 1997). Las series no se abreviarán (FernándezPosse et al. 2008; Garrido Pena 2006). En las ediciones electrónicas se indicará el doi o el URL con la fecha de consulta (Mueller et al. 2004). Ejemplos: Almagro Basch, M. 1969: “De orfebrería céltica: el depósito de Berzocana y un brazalete del Museo Arqueológico Nacional”. Trabajos de Prehistoria 26: 275-287 http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=29234 (consulta 13-X-2010). Belen Deamos, M. y Chapa Brunet, T. 1997: La Edad del Hierro. Síntesis. Madrid. Bosch, A.; Chinchilla, J. y Tarrús, J. 1999: “La Draga: un poblado del Neolítico Antiguo en el lago de Banyoles (Girona, Catalunya)”. En J. Bernabeu Aubán y T. Orozco Köhler (eds.): Actes del II Congrés del Neolític a la Península Ibèrica (Valencia 1999). Saguntum. Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, Extra 2: 315-321. Consuegra Rodríguez, S. 2005: “Recensión de Molina, F. y Cámara, J. A. 2005. Guía del yacimiento arqueológico Los Millares. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía y Molina, F. (dir.) 2004. Los Millares. Los fortines de Los Millares: el control de un territorio. DVD. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía; Universidad de Granada; Producciones Bosco”. Trabajos de Prehistoria 64 (1) 2007: 187-189. Fernández-Posse, M.ª D.; Gilman, A.; Martín, C. y Brodsky, M. 2008: Las comunidades agrarias de la Edad del Bronce en la Mancha oriental (Albacete). Bibliotheca Praehistorica Hispana XXV, CSIC, Instituto de Historia; Instituto de Estudios Albacetenses. Madrid. Garrido Pena, R. 2006: “Transegalitarian societies: an ethnoarchaeological model for the analysis of Copper Age Bell Beaker using groups in Central Iberia”. En P. Díaz-del-Río y L. García Sanjuán: Social inequality in Iberian Late Prehistory. British Archaeological Reports, International Series 1525, Archaeopress. Oxford: 81-96. Jöris, O.; Álvarez Fernández, E. y Weninger, B. 2003: “Radiocarbon evidence of the Middle to Upper Palaeolithic Transition in Southwestern Europe”. Trabajos de Prehistoria 60 (2): 15-38. doi: 10.3989/tp.2003.v60.i2.79 Mueller, R.; Rehren, Th. y Rovira Llorens, S. 2004: “The Question of Early Copper Production at Almizaraque, SE Spain”. 34th International Symposium on Archaeometry (Zaragoza, 2004): 209-215. Zaragoza. TRABAJOS DE PREHISTORIA NORMS FOR THE PRESENTATION OF ORIGINAL MANUSCRIPTS Trabajos de Prehistoria is a peer-reviewed journal that publishes work on the Prehistory and Protohistory of the Iberian Peninsula and its relations with Europe and the Mediterranean. On an exceptional basis, works related to other geographical areas may be published, but only if they are considered of general interest, based on their theoretical or methodological focus or on the comparative value of their archaeological content. The journal covers subjects related to archaeological theory and methodology, archaeometry and palaeoenviroments, and contains different sections: Articles, Reports, Book Reviews and Scientific Chronicle, Abstracts and Received Books. Since volume 51 (1994) Trabajos de Prehistoria has been published twice a year (June and December). On occasion and based on prior decision of the Editorial Board, monographic numbers may be issued. In such cases their contents will meet the publication norms and will receive the same treatment as other manuscripts received. http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/26/10/_ebook.pdf (consulta 13-X-2010). Raposo, L. y Cardoso, J. L. 1997: “Nota acerca das industrias musterienses da Gruta Nova da Columbeira”. En P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann (eds.): II Congreso de Arqueología Peninsular (Zamora 1996) I: 27-34. Zamora. Recensiones Las publicaciones que deseen ser comentadas deberán remitir dos ejemplares a la dirección de la revista, uno para el autor o autora de la recensión y otro para la Biblioteca Tomás Navarro Tomás (CCHS - CSIC). Se excluyen separatas y reediciones, excepto en caso de significativos cambios. Excepcionalmente, a criterio del Consejo de Redacción, se publicarán réplicas, y en ningún caso contrarréplicas. Corrección de pruebas La corrección de primeras pruebas por parte del autor se limitará estrictamente a las posibles erratas y a breves subsanaciones, comprometiéndose a devolverlas en un plazo máximo de quince días desde su entrega. En caso de ser varios autores, se enviarán al primer firmante. Los autores tendrán derecho a un ejemplar impreso de la revista por artículo. Nota de derechos de autor © CSIC, 2012 Los originales publicados en las ediciones impresa y electrónica de esta Revista son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción parcial o total. Salvo indicación contraria, todos los contenidos de la edición electrónica se distribuyen bajo una licencia de uso y distribución “Creative Commons Reconocimiento-No Comercial 3.0 España” (CC-by-nc). Declaración de privacidad Los nombres y direcciones de correo-e introducidos en esta revista se usarán exclusivamente para los fines declarados por esta revista y no estarán disponibles para ningún otro propósito u otra persona o personas. The digital version of articles may include complementary material (e.g., Excel tables) if the information contained or their value should so warrant, but always with the prior consent of the Editorial Board. Only original works contributions (ones not previously published or pending publication elsewhere) will be published. These may be written in Spanish, English or French, and should have the following characteristics: Articles (Artículos): original, research articles must be submitted to this Section. Should not exceed a maximum of 100000 characters, including notes, captions, tables and illustrations. Submissions to this Section will be peer-reviewed. Reports (Noticiario): preliminary reports on research projects, excavations, surveys and new and significant discoveries should be submitted to this Section. Maximum length should be of 45000 characters. Submissions to this Section will be peer-reviewed. Book Review and Scientific Chronicle: These should have critical content, and not be merely descriptive. The maximum length should be around 10000 characters (4 pages). Contents of this Section are reviewed exclusively by the Editorial staff. Trabajos de Prehistoria uses an external, “double blind” evaluation system for the submitted originals, so that both the author and the referees remain anonymous. This process will take no longer than four months. The publication of an original will in no case be financially remunerated (see note concerning copyright). The norms have a double objective: to guarantee that standards required by international databases be followed and to streamline the publication process. Submission of the original manuscript Papers should be sent to the Editor of the journal: Trabajos de Prehistoria. Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC. C/ Albasanz 26-28. 28037 Madrid. España. E-mail: trabajosdeprehistoria.cchs@cchs.csic.es Figures and Tables should be sent in files separately from the text and, if possible, in pdf format in order to facilitate their electronic transmission to the referees. The complete address of the author/s, telephone and e-mail including, should be indicated on a separate sheet. For an article to be accepted, a written declaration of originality signed by all of the authors is required, stating that it has not been, nor is it to be, published elsewhere. The statement should also include a commitment to the exclusivity of the journal. In publications arising from research projects, this statement must also include the agreement of the Principal Investigator if s/he is not one of the signing authors. Submissions must conform to the following indications: ISO A4 (210 × 297 mm) paper size, 2 cm upper, lower and side margins, double interlineate, Times or Times New Roman font size 12, with a maximum of 30 lines per page including footnotes. Pages should be numbered consecutively. Footnotes must be numbered in the order in which they are mentioned in the text. Authors are to decide the proportion of text and illustrations. One full-page illustration is the equivalent of 5100 characters. The first page must present the title, abstract and key words in Spanish and in English/French; the complete name of the author/s with asterisks referring to the institutional affiliation, or the personal address. Both full postal and e-mail addresses are to be provided. Acknowledgements should be located at the end of the text. The abstract should summarize the objectives, methodology, results and conclusions of the work presented, in 50 to 150 words. Key words should enable the identification of the article by computer-based searching by topic, methodology, geographic location and chronology. Book reviews must include the complete bibliographic information of the work reviewed; the full name and address of the author should be indicated at the end of the text. Illustrations Differentiation must be made between Figures and Tables, each one to be numbered using Arabic numerals (Fig. 1: 3; Fig. 1A; Tab. 1). Figures should include a graphic scale or other indication of North in the case of maps/plans, and lettering big enough to be legible after reduction. Locations within the Iberian Peninsula and the Balearic or Canary Islands should be indicated on a standard map that will be provided by the journal. No illustrations are to be integrated into the text, and they should be designed to fit within the space of a whole page (162 × 210 mm), half page, or 1/3 or 2/3, or in columns, as shown in the model included in the journal. Their captions should be submitted separately, together with the text, with complete data for their identification. Once a manuscript has been accepted, the author/s should send the revised version of the text to the journal, together with illustrations having a minimal resolution of 300 ppp for colour or grayscales images, and of 900-1200 ppp for black-and-white images (preferably in jpg or tiff formats). Style In order to facilitate comprehension by foreign readers, authors who write in Spanish are requested to use a simple and clear syntax. Also the following norms should be followed: — Capital letters should be accented. — Abbreviations: cm, g, ha, s.n.m., m2 — Years without punctuation: 1971. — Scale 1:25.000 — Latin expressions in italics: et al., oppida, per se, in situ, ca. — Citation of C14 dates should include the laboratory abbreviation, sample number, type of material, and standard error; calibrated dates must deben include the conversion table or program used. Bibliography Bibliographical citations in the text should be in the following format: the surname/s of the author/s in small letters, without initials, followed by the year of publication and (in the case of specific quotation), by page numbers preceded by a colon, all within parentheses. If there are more than two authors, only the first is used, followed by et al. Examples: (Belen Deamos and Chapa Brunet 1997), (Fernández-Posse et al. 2008). Citation of unpublished works are not accepted. Unpublished theses should be cited in footnotes. Only cited works are to appear in the bibliography, and only those that are in print, with full publishing data. The full bibliographic list must be placed at the end of the manuscript in alphabetical order, as follows: author/s surname followed by the initial of the given name/s (for all authors, separation from one another by semicolon); year of publication, works published by an author in a single year are differentiated by use of the letters a, b, c, etc.); title of the work in inverted commas; titles of books (Belen Deamos and Chapa Brunet 1997), journals (Almagro Basch 1969) or congress proceedings in italics and without abbreviation (Raposo and Cardoso 1997). References to books should include the publisher and place of publication (Belen Deamos and Chapa Brunet 1997); in the case of reviews should include “Review of” (Consuegra Rodríguez 2005); in the case of journals, the volume and pages (Bosch et al. 1999; Jöris et al. 2003); in the case of congress proceedings, the place and date of the congress, the pages and the place of publication (Raposo and Cardoso 1997); series of books without abbreviation (Fernández-Posse et al. 2008; Garrido Pena 2006); online publication will include doi or URL with accessed date within parentheses (Mueller et al. 2004). Examples: Almagro Basch, M. 1969: “De orfebrería céltica: el depósito de Berzocana y un brazalete del Museo Arqueológico Nacional”. Trabajos de Prehistoria 26: 275-287 http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=29234 (accessed 13-X-2010) . Belen Deamos, M. and Chapa Brunet, T. 1997: La Edad del Hierro. Síntesis. Madrid. Bosch, A.; Chinchilla, J. and Tarrús, J. 1999: “La Draga: un poblado del Neolítico Antiguo en el lago de Banyoles (Girona, Catalunya). In J. Bernabeu Aubán and T. Orozco Köhler (eds.): Actes del II Congrés del Neolític a la Península Ibèrica (Valencia 1999). Saguntum. Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, Extra 2: 315-321. Consuegra Rodríguez, S. 2005: “Review of Molina, F. y Cámara, J. A. 2005. Guía del yacimiento arqueológico Los Millares. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía y Molina, F. (dir.) 2004. Los Millares. Los fortines de Los Millares: el control de un territorio. DVD. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía; Universidad de Granada; Producciones Bosco”. Trabajos de Prehistoria 64 (1) 2007: 187-189. Fernández-Posse, M.ª D.; Gilman, A.; Martín, C. and Brodsky, M. 2008: Las Comunidades agrarias de la Edad del Bronce en la Mancha oriental (Albacete). Bibliotheca Praehistorica Hispana XXV, CSIC, Instituto de Historia; Instituto de Estudios Albacetenses. Madrid. Garrido Pena, R. 2006: “Transegalitarian societies: an ethnoarchaeological model for the analysis of Copper Age Bell Beaker using groups in Central Iberia”. In P. Díaz-del-Río and L. García Sanjuán: Social inequality in Iberian late Prehistory. British Archaeological Reports, International Series 1525, Archaeopress. Oxford: 81-96. Jöris, O.; Álvarez Fernández, E. and Weninger, B. 2003: “Radiocarbon evidence of the Middle to Upper Palaeolithic transition in southwestern Europe”. Trabajos de Prehistoria 60 (2): 15-38. doi:10.3989/tp.2003.v60.i2.79 Mueller, R.; Rehren, Th. and Rovira Llorens, S. 2004: “The question of early copper production at Almizaraque, SE Spain”. 34th International Symposium on Archaeometry (Zaragoza 2004): 209-215. Zaragoza. http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/26/10/_ebook.pdf (accessed 13-X-2010). Raposo, L. and Cardoso, J. L. 1997: “Nota acerca das industrias musterienses da Gruta Nova da Columbeira”. In P. Bueno Ramírez and R. de Balbín Behrmann (eds.): II Congreso de Arqueología Peninsular (Zamora 1996) I: 27-34. Zamora. ment of the Editorial Board, replies may be published, but in no case counter-replies. Proofs and Offprints The correction of the first proofs by the author should be strictly limited to typographic errors and small mistakes, with the commitment of returning them in a maximum of fifteen (15) days from receipt. In the case of co-authored articles, proofs will be sent to the first listed author. Authors are entitled to receive one printed copy of the journal for each article. Copyright Notice © CSIC, 2012 Manuscripts published in both the printed and online versions of this Journal are the property of Consejo Superior de Investigaciones Científicas, and quoting this source is a requirement for any partial or full reproduction. All contents of the electronic edition, except where otherwise noted, are licensed under a “Creative Commons Reconocimiento-No Comercial 3.0 España” (CC-by-nc). Book Reviews For publications to be reviewed, two copies of the work must be sent to the journal: one for the reviewer and one to be incorporated into the Tomás Navarro Tomás (CCHS - CSIC) library. Individual articles (offprints), and second editions (except those with significant changes) are excluded. Exceptionally, based on the judg- Privacy Statement Names and e-mail addresses provided to this Journal will be exclusively used for the purposes so declared in it, and will not be made available for other purposes or to other persons. 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TP TRABAJOS DE PREHISTORIA Volumen 69 N.º 1 enero-junio 2012 200 págs. ISSN : 0082-5638 Sumario María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho.— Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal The first evidence of Paleolithic portable art in southern Portugal Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus.— El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España): una propuesta para su datación estratigráfica The Paleolithic rock art of El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, Spain): a proposal for its stratigraphic dating Joana Boix Calbet.— El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla The heat treatment of siliceous rocks, a technical process for knapping Miriam Cubas, Manuel García-Heras, David Méndez, Imanol de Pedro, Lydia Zapata, Juan José Ibáñez y Jesús Emilio González Urquijo.— La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Aprovisionamiento y modificación de las materias primas Pottery technology of levels IV and III in Kobaederra site (Cortézubi, Bizkaia). Supply and modification of raw materials David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella.— New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement: geophysical survey between La Pastora and Montelirio Nuevas evidencias sobre la organización espacial del asentamiento de la Edad del Cobre de Valencina de la Concepción: prospección geofísica entre La Pastora y Montelirio Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán.— A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos In half light. Later Prehistoric carvings in Galician rock shelters Patricia Murrieta-Flores.— Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late Prehistory of South-western Iberia Entendiendo la movilidad humana mediante tecnologías espaciales: el papel de las áreas naturales de tránsito en el Suroeste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente Noticiario Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behramm, Luc Laporte, Philippe Gouezin, Rosa Barroso Bermejo, Antonio Hernanz Gismero, José M. Gavira-Vallejo y Mercedes Iriarte Cela.— Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez Pinturas en el arte megalítico atlántico: Barnenez Juan Francisco Gibaja, Manuel Crespo, Germán Delibes, Julio Fernández, Cristina Fraile, José Ignacio Herrán, Antoni Palomo y José Antonio Rodríguez.— El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico de una colección de denticulados de sílex procedentes del ‘recinto de fosos’ de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) Evidence of the use of threshing-boards in the spanish Meseta during the Copper Age. Microwear analysis of flint denticulates from ‘the ditched enclosure’ of El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer.— ¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir de la cuenta áurea de Cau del Tossal Gros (Torroella del Montgrí, Baix Empordà, Girona) The earliest metallurgy in the northeast Iberian Peninsula? New analysis of a gold bead from Tossal Gros cave (Torroella de Montgrí, Girona) María G. Roca, Sylvia Jiménez-Brobeil, Ihab Al Oumaoui, Juan M. Tristán y Fernando Molina.— Approach to disability in a population from the Argar Culture Aproximación a la discapacidad en una población de la cultura de El Argar Ignacio Simón Cornago.— Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel) Notice on a duplicate Iberian stela (Calaceite, Teruel) Recensiones y crónica científica Libros recibidos http://tp.revistas.csic.es www.publicaciones.csic.es