TP TRABAJOS DE PREHISTORIA
Volumen 69
N.º 1
enero-junio 2012
Madrid (España)
ISSN : 0082-5638
INSTITUTO DE HISTORIA
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Volumen 69
No 1
enero-junio 2012
GOBIERNO
DE ESPAÑA
Madrid (España)
ISSN: 0082-5638
MINISTERIO
DE ECONOMÍA
Y COMPETITIVIDAD
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Volumen 69
No 1
enero-junio 2012
Madrid (España)
ISSN: 0082-5638
TRABAJOS DE PREHISTORIA
Revista publicada por el Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC
Trabajos de Prehistoria es la revista española de Prehistoria que aparece con mayor regularidad. Fundada por el
profesor Dr. Martín Almagro Basch en 1960, tuvo hasta 1968 forma de serie monográfica y, entre esa fecha y
1993, de anuario. A partir de 1994 se convierte en la única publicación semestral de su especialidad editada en
la Península Ibérica. El número 1 se edita en junio y el número 2 en diciembre. Su aparición ininterrumpida junto a su carácter general y la calidad de su contenido, la han situado en una posición preeminente en el panorama peninsular y competitiva en el panorama internacional. TP es una revista especializada esencial para cualquier
arqueólogo interesado en la Prehistoria y Protohistoria de la Península Ibérica. TP prima los artículos de síntesis,
los estudios interdisciplinares, los trabajos de teoría y metodología, y se interesa por los enfoques más novedosos de esta disciplina en continua evolución. TP se hace eco, también, de las más recientes preocupaciones de
los prehistoriadores ligadas con la gestión del Patrimonio Arqueológico. Asimismo contiene una sección especial
de Recensiones y de Crónica Científica.
Edición electrónica: http://tp.revistas.csic.es
Trabajos de Prehistoria is the Spanish Journal of Prehistory that appears most regularly. Created by Professor Dr.
Martín Almagro Basch in 1960, it was a monograph series until 1968 when it was changed into annual journal. In
1994 it became the only semestral periodical of its speciality published in the Iberian Peninsula. The first issue
comes out in June and the second in December. The continuous appearance of the journal, its general scope,
and the quality of its content have given it a preeminent position in Iberia and an important one on the international scene. TP is a specialized journal essential for every archaeologist interested in the Prehistory and Protohistory of the Iberian Peninsula. It stresses synthesis, interdisciplinary studies, papers on theory and method, and
new trends in this developing discipline. TP incorporates, as well, the most recent concerns of prehistorians in
Archaeological Heritage management. It also contains special sections for scientific discussion, book reviews and
scientific chronicle.
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Volumen 69, No 1
enero-junio 2012
Madrid (España)
ISSN: 0082-5638
ÍNDICE
Páginas
Páginas
María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho
Primeras evidencias de arte mueble paleolítico
en el sur de Portugal
The first evidence of Paleolithic portable art in
southern Portugal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus
El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El
Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España): una propuesta para su datación estratigráfica
The Paleolithic rock art of El Mirón (Ramales
de la Victoria, Cantabria, Spain): a proposal
for its stratigraphic dating . . . . . . . . . . . . . . . .
Joana Boix Calbet
El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla
The heat treatment of siliceous rocks, a technical process for knapping . . . . . . . . . . . . . . . . . .
7-20
21-36
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez
Rellán
A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
In half light. Later Prehistoric carvings in Galician rock shelters . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
80-102
Patricia Murrieta-Flores
Understanding human movement through spatial
technologies. The role of natural areas of transit
in the Late Prehistory of South-western Iberia
Entendiendo la movilidad humana mediante
tecnologías espaciales: el papel de las áreas
naturales de tránsito en el Suroeste de la
Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103-122
NOTICIARIO
37-50
Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín
Behramm, Luc Laporte, Philippe Gouezin,
Rosa Barroso Bermejo, Antonio Hernanz Gismero, José M. Gavira-Vallejo y Mercedes Iriarte Cela
Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez
Pinturas en el arte megalítico atlántico: Barnenez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123-132
Miriam Cubas, Manuel García-Heras, David
Méndez, Imanol de Pedro, Lydia Zapata, Juan
José Ibáñez y Jesús Emilio González Urquijo
La tecnología cerámica de los niveles IV y III
en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Aprovisionamiento y modificación de las
materias primas
Pottery technology of levels IV and III in Kobaederra site (Cortézubi, Bizkaia). Supply and
modification of raw materials . . . . . . . . . . . . . .
51-64
David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José
Peinado Cucarella
New evidence on the spatial organisation of the
Valencina de la Concepción Copper Age settlement: geophysical survey between La Pastora
and Montelirio
Nuevas evidencias sobre la organización espacial del asentamiento de la Edad del Cobre de
Valencina de la Concepción: prospección geofísica entre La Pastora y Montelirio. . . . . . . . . .
65-79
Juan Francisco Gibaja, Manuel Crespo, Germán Delibes, Julio Fernández, Cristina Fraile,
José Ignacio Herrán, Antoni Palomo y José Antonio Rodríguez
El uso de trillos durante la Edad del Cobre en
la Meseta española. Análisis traceológico de
una colección de denticulados de sílex procedentes del ‘recinto de fosos’ de El Casetón de
la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
Evidence of the use of threshing-boards in the
spanish Meseta during the Copper Age. Microwear analysis of flint denticulates from ‘the
ditched enclosure’ of El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) . . . . . . . . . . . 133-148
Páginas
Páginas
Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y
Narcís Soler Masferrer
¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir de la
cuenta áurea de Cau del Tossal Gros (Torroella
del Montgrí, Baix Empordà, Girona)
The earliest metallurgy in the northeast Iberian Peninsula? New analysis of a gold bead
from Tossal Gros cave (Torroella de Montgrí,
Girona) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149-161
Jose María Fullola Pericot
Marco de la Rasilla Vives, Antonio Rosas González, Juan Carlos Cañaveras Jiménez, Carles
Lalueza-Fox (eds.): La cueva de El Sidrón (Borines, Piloña, Asturias). Investigación interdisciplinar de un grupo neandertal, 2011. . . . . . . 181-182
María G. Roca, Sylvia Jiménez-Brobeil, Ihab
Al Oumaoui, Juan M. Tristán y Fernando Molina
Approach to disability in a population from the
Argar Culture
Aproximación a la discapacidad en una población de la cultura de El Argar . . . . . . . . . . . . . 162-170
Richard Harrison
Bueno Ramírez, Primitiva; Gilman, Antonio; Martín Morales, Concha y Sánchez-Palencia, F. Javier
(eds.): Arqueología, sociedad, territorio y paisaje.
Estudios sobre Prehistoria reciente, Protohistoria
y transición al mundo romano en homenaje a
M.ª Dolores Fernández-Posse, 2011. . . . . . . . . . . 185-186
Ignacio Simón Cornago
Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel)
Notice on a duplicate Iberian stela (Calaceite,
Teruel) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171-176
Ramón Fábregas
Villa Valdés, Ángel (ed.). Museo Castro de
Chao Samartín: Grandas de Salime, Asturias:
catálogo, 2009 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187-188
RECENSIONES Y CRÓNICA CIENTÍFICA
Gonzalo Aranda
Katina T. Lillios (ed.): Comparative Archaeologies: The American Southwest (AD 900-1600)
and the Iberian Peninsula (3000-1500 BC),
2011 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177-178
Luc Laporte
De Méditerranée et d’ailleurs... Mélanges
offerts à Jean Guilaine, 2009 . . . . . . . . . . . . . . 178-181
Germán Delibes de Castro
Ignacio Montero Ruiz (ed.). Manual de Arqueometalurgia, 2010 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183-185
Juan Manuel Vicent García
Cota Zero: revista d’arqueologia i ciencia 25
número extraordinario, 2010 . . . . . . . . . . . . . . . 188-189
Dirk Brandherm
Menga: revista de Prehistoria de Andalucía =
journal of Andalusian Prehistory 01, 2010 . . . 190-191
Mercedes Murillo Barroso
Crónica Conference Emergence of Bronze Age
Societies - A Global Perspective (Baoji, Shaanxi Province, China 7-11 noviembre 2011) . . 191-192
LIBROS RECIBIDOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193-194
TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12076
Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur
de Portugal
The first evidence of Paleolithic portable art in southern Portugal
María D. Simón Vallejo (*)
Miguel Cortés Sánchez (**)
Nuno Bicho (***)
RESUMEN
En este trabajo presentamos la primera evidencia de
arte mueble paleolítico en el sur de Portugal: dos plaquetas de pizarra procedentes de niveles solutrenses del yacimiento de Vale Boi, zona occidental del Algarve (Portugal). La primera de las piezas es una pequeña placa
(14,6 × 8,1 mm) que presenta sobre una de sus caras un
ideomorfo grabado. La segunda (8 × 5 cm) cuenta con
una superficie ocupada por óxido de hierro natural de
color amarillento, tiene claros indicios de extracción de
mineral para producir colorantes. En la superficie opuesta han sido grabados tres uros y una posible cierva. El
estilo y secuencia de los grabados apuntan a un solo artista. Las características estilísticas de los zoomorfos concuerdan bien con los rasgos comunes del arte del ciclo
Gravetiense final y Solutrense antiguo del País Valenciano, Andalucía y Valle de Côa (Portugal). Esta afinidad
sintoniza asimismo con las fechas AMS de los niveles
solutrenses de Vale Boi, datados entre ca. 20.500 y
19.500 BP. (1) (2) (3)
The other artefact is an 8 × 5 cm schist plaque. One side
is an oxide natural deposit, used to produce dye; the
other side has three aurochs and a probable cervid. Stilistic information and the engraving sequence indicate
probably production by a single artist. The stylistic characteristics are in full agreement withi those from late
Gravettian and early Solutrean art known from Valencia,
Andalucia (Spain) and the Côa valley (Portugal), thus
confirming the absolute AMS dates from the Vale Boi
Levels.
Palabras clave: Península Ibérica; Algarve; Portugal;
Pleistoceno superior; Lectura tafonómica; Tratamiento
digital.
Key words: Iberian Peninsula; Algarve; Portugal; Upper Pleistocene; Taphonomic Reading; Digital processing.
1. INTRODUCCIÓN
ABSTRACT
This paper presents the first evidence for Palaeolithic
portable art in Southern Portugal. This include two plaques, dated between 20,500 and 19,500 BP from Solutrean levels from the site of Vale Boi, Western Algarve
(Portugal). One of the pieces is a small engraved schist
plaque (14,6 × 8,1 mm) with abstract lines on one side.
(*) Museo Arqueológico de Frigiliana. C/ Cuesta del Apero 10. 29788 Frigiliana Málaga. Correo e.: mm.cosi@terra.es
(**) Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Sevilla. C/ María de Padilla
s/n. 41004 Sevilla. Correo e.: mcortes@us.es
(***) Universidade do Algarve, Faculdade de Ciências Humanas e Sociais. Campus de Gambelas. 8000-117 Faro. Portugal. Correo e.: nbicho@ualg.pt
Recibido: 21-II-2011; aceptado: 27-V-2011.
El Paleolítico superior y Mesolítico en Portugal han sido conocidos tradicionalmente a partir
de los yacimientos arqueológicos existentes en la
cuenca del río Maior (Estremadura) y en los estuarios del Tajo y Sado (Zilhão 1992, 1997; Bicho 1993, 1995, 1997, 2000; Soares y Silva 1993;
Aráujo y Lejeune 1995, Aráujo 1999), mientras
que la zona más meridional había recibido un
escaso tratamiento. En los últimos años, diversos
proyectos de prospección sistemática y de excavación han permitido extender la investigación a
la mayor parte del territorio portugués, como
Trás-os-Montes (Vale de Foz Côa) o el Algarve
(VV.AA. 1995; Aubry y Carvalho 1998; Quelhas
y Zambujo 1998; Carvalho 1999; Aubry 2001;
8
Bicho 2003, 2004; Bicho et al. 2003, 2004a;
Carvalho et al. 2005).
En esta última región de Portugal se han llevado a cabo varios proyectos de investigación (A
Ocupação Humana Paleolítica do Algarve y A
importância dos recursos aquáticos no Paleolítico do Algarve dirigidos por Nuno F. Bicho y O
processo de Neolitização no Algarve, dirigido por
António F. Carvalho) que han permitido documentar más de 60 nuevos yacimientos arqueológicos prehistóricos, a partir de los cuales ha sido
posible articular una secuencia para la región que
abarca desde el Paleolítico medio hasta el Calcolítico. De entre todos ellos destaca Vale Boi, tanto por su singular riqueza secuencial como por la
cantidad y diversidad de vestigios arqueológicos
(e.g. Bicho et al. 2003; Bicho et al. 2010b).
En el ámbito más restringido del arte paleolítico en el territorio de Portugal (Bicho et al.
2007), el repertorio es aún muy reducido y, por
el momento (Fig. 1), limitado en su versión subterránea a la cueva de Escoural (Santos et al.
1981; Lejeune 1995; García et al. 2000), mientras
que al aire libre diversas localizaciones han terminado por perfilar un área original en el modo
de expresión de las manifestaciones gráficas paleolíticas en el entorno de cursos fluviales: Mazouco (Jorge et al. 1981), las estaciones del valle
del Côa (Baptista 1999a, 1999b; Baptista y Gomes 1997) y otros emplazamientos de menor entidad, como Pousadouro, Sampaio y Fraga Escrevida, en la región de Trás-os-Montes (Zilhão
2001); Ribeira da Sardinha en río Sabor (Baptista 2001), Quinta da Moreirola en Beira Alta (Bicho et al. 2007) y Ocreza y Poço do Caldeirão,
en Beira Baixa (Baptista 2001, 2004; Gomes
2001). Así mismo, por su relativa proximidad a
Vale Boi, habría que añadir Molino Manzanez
(Collado 2002), en la Extremadura española, o
Siega Verde (Alcolea y Balbín 2008), en este caso
más alejado, pero reseñable por su proximidad al
Côa, entre otros.
La versión mobiliar quedaba aún más restringida, limitada a un grupo de indicios comúnmente
aceptados en Caldeirão (Zilhão 1988, 1997), Buraca Grande (Aubry y Moura 1993), Fariseu (García y Aubry 2002; Aubry y Sampaio 2008a, 2008b)
y Chancudo 3 (Pereira 2010) (1), a los que cabe
(1) Pereira, T. 2010: A exploração do quartzito na Faixa
Atlântica Peninsular durante o final do Plistocénico. Universidade do Algarve. Faro. Tese de doutoramento inédita.
María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho
Fig. 1. Yacimientos con arte paleolítico en Portugal y
áreas próximas de España de Norte a Sur y de Oeste a
Este.
a) Arte mueble: 1. Chancudo (Beja, Baixo Alentejo, Portugal); 2. Fariseu y Quinta do Barca Sul (Vila Nova de
Foz Côa, Beira Alta, Portugal); 8. Buraca Grande (Rendinha, Ribatejo, Portugal); 9. Caldeirão (Tomar, Ribatejo,
Portugal).
b) Arte rupestre: 3. Ribeira de Sardinha (Bragança, Trásos-Montes, Portugal); 4. Vale do Côa (Vila Nova de Foz
Côa, Beira Alta, Portugal); 5. Mazouco (Cinta, Trás-osMontes, Portugal); 6. Siega Verde (Castillejo de Martín
Viejo, Salamanca, España); 7. Quinta das Laranjeiras (Torre de Moncorvo, Trás-os-Montes, Portugal); 10. Poço do
Caldeirão (Fundão, Beira Baixa, Portugal); 11. Maltravieso (Cáceres, España); 12. La Mina de Ibor (Castañar de
Ibor, Cáceres, España); 13. Ocreza (Mação, Ribatejo, Portugal); 14. Escoural (Évora, Alto Alentejo, Portugal);
15. Vale Boi (Vila do Bispo, Algarve, Portugal).
añadir otros dos, procedentes de Setúbal y Montemayor-o-Novo (Santos 1981; Zbyszewski y Ferreira 1985) sujetos a cierta controversia en cuanto
a su valoración arqueológica (Zilhão 1989).
A este limitado conjunto se suman las dos
plaquetas encontradas en el yacimiento de Vale
Boi, que adquieren una singular importancia por
varias razones:
a) Terminan por extender hasta el extremo
suroeste de Europa (Algarve portugués) las manifestaciones artísticas mobiliares paleolíticas.
b) La gran calidad y complejidad compositiva
de alguna de las piezas.
c) Su documentación en excavación aporta
indicios cronoestratigráficos precisos para ayudar
a articular la secuencia gráfica del Paleolítico
superior meridional ibérico.
d) La identificación de rasgos técnicos y estilísticos enraizados claramente en la tradición del
arte paleolítico del occidente europeo (yacimien-
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12076
Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal
tos del Côa, Siega Verde, cavidades andaluzas o
arte mobiliar y parietal del País Valenciano).
2. CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
Y METODOLOGÍA DE ESTUDIO
DE LAS PIEZAS DE ARTE MUEBLE
Vale Boi se sitúa al suroeste de la región portuguesa de Algarve, próximo a la población de
Vila do Bispo (37° 5´ 24.00˝ N; 8° 48´ 31.40˝ O)
a unos 35 m.s.n.m. y 2,5 km de la actual línea de
costa (Fig. 1). El yacimiento cuenta con una superficie arqueológicamente fértil en torno a 1 ha
que se extiende al pie de un farallón de calizas
jurásicas de unos 50 m de altura.
El emplazamiento fue descubierto en 1998, iniciándose en 2000 los trabajos arqueológicos en 11
sondeos distribuidos en 4 áreas de unos 50 m2. Con
posterioridad y hasta la actualidad, se vienen desarrollando cada año campañas de excavación (Bicho et al. 2010a, 2010b) en 3 de las zonas principales del yacimiento: Abrigo, Ladera y Terraza. En
la primera se ha documentado hasta el momento
una estratigrafía con 5 niveles arqueológicos, entre
los que encontramos ocupaciones solutrenses, intercaladas entre niveles gravetienses y magdalenienses, y que han sido datadas (14C/AMS) entre
ca. 19.000 y 20.500 BP (Tab. 1).
Las dos plaquetas grabadas proceden de sendos niveles solutrenses excavados en 2006 y datados por radiocarbono entre ca 19.500 BP y
20.500 BP (Tab. 1). Desde entonces, se han identificado una decena de placas con indicios gráficos
Fase
Nivel
N.º de Lab.
Muestra
Magdaleniense
Solutrense
Solutrense
Solutrense
Solutrense
Solutrense
Gravitense
Z1
B1
B6
C1
C4
D2
D4
Wk-31088
Wk-17840
Wk-24765
Wk-24763
Wk-26800
Wk-26802
Wk-26803
Gravetiense
D4
Wk-31087
Hueso
Carbón
Concha
Carbón
Carbón
Carbón
Concha
Concha
Adorno
9
paleolíticos procedentes de los niveles gravetienses, solutrenses y magdalenienses de Vale Boi.
La colección de arte mobiliar sobre soporte
pétreo no puede considerarse cerrada pues estamos en pleno proceso de revisión de los numerosos soportes líticos y óseos documentados y, además, continúan las excavaciones arqueológicas
en el emplazamiento. A ello hay que añadir los
numerosos soportes con amplias superficies ocultas parcial o totalmente por depósitos litoquímicos. Tal circunstancia impide la visualización
directa de éstas y requiere trabajos específicos
para removilizar las costras que demandan una
gran inversión de tiempo. Como avance de este
capítulo del registro arqueológico de Vale Boi
presentaremos en este trabajo dos piezas procedentes de los niveles solutrenses.
La documentación gráfica de las piezas con
arte mueble de Vale Boi se ha realizado con calcos digitales a partir de fotografías obtenidas con
una cámara Olympus 9.08 megapíxeles siguiendo
criterios metodológicos publicados (por ejemplo,
Crèmades 1994; Fritz 1997, 1999; Montero et al.
1998; Maura y Cantalejo 2004). En la lectura se
empleó una lupa binocular de hasta 120 aumentos
y un microscopio digital Sony interface DFW-X
700 con apoyo de iluminación de luz fría de tipo
fibra óptica.
El tratamiento digital de las imágenes y la
lectura tafonómica y de las técnicas de grabado
han sido realizados mediante la observación con
lupa binocular y su traslado inmediato a soporte
gráfico sobre fotografía digital con el programa
Adobe Photoshop TM.
Edad BP
15.660
20.340
18.859
19.533
20.620
20.570
21.896
±
±
±
±
±
±
±
86
160
90
92
160
158
186
28.140 ± 195
Calibrado
18.931
24.283
22.321
23.324
24.587
24.526
26.144
±
±
±
±
±
±
±
234
326
270
337
301
315
473
Referencia
*
Bicho
Bicho
Bicho
Bicho
Bicho
Bicho
2008
2008
2008
et al., 2010b
et al., 2010b
et al., 2010b
32.205 ± 351 *
Tab. 1. Dataciones AMS de Vale Boi/Abrigo (Bicho et al. 2010b). Calibración con el programa CalPal2007_HULU
(Weninger et al. 2005). Los resultados obtenidos sobre conchas están corregidos con el efecto reservorio calculado para
la costa portuguesa (380 ± 30 BP). * J. Cascalheira, N. Bicho, J. Marreiros y T. Pereira, “Dating the Early Upper Paleolithic of Southwestern Iberia: the case of Vale Boi”. Abstracts European Society for the study of Human Evolution
(Leipzig 2011).
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12076
10
3. DESCRIPCIÓN DE LAS PLAQUETAS
GRABADAS DE VALE DE BOI
3.1. Plaqueta 1
Se recuperó en la campaña de 2006 en el corte arqueológico del Abrigo, Capa B3, n.º de inventario de excavación 1.180, un depósito sedimentario cuya cultura material corresponde al
Solutrense superior (Bicho et al. 2003). Dispone
de una datación 14C/AMS (Tab. 1) que define una
edad (a 2σ) de ca. 19.700-19.350 BP.
El soporte pétreo consiste en una diminuta laja
de pizarra procedente de la formación de esquistos y grauvacas del Carbonífero superior. Su afloramiento más próximo dista en torno a 1 km del
yacimiento.
Las dimensiones máximas, según la orientación subjetiva empleada (Fig. 2) son 14,6 mm,
8,1 mm de ancho y 4 mm de espesor.
Fig. 2. Plaqueta 1 de pizarra (Capa B3, Vale Boi, sector
Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal) del Solutrense
superior. Signo de haz de líneas convergentes incurvadas
(fotografía: los autores; calco: los autores).
María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho
El soporte no parece haber sufrido ningún
proceso postdeposicional relevante, incluido el
arrastre/transporte. La única huella sobre su superficie es el grabado de un ideomorfo sobre una
de ellas.
El signo (Fig. 2) consiste en un haz de líneas
convergentes incurvadas, según la tipología de V.
Villaverde (1994), trazadas de izquierda a derecha según la orientación expuesta.
3.2. Plaqueta 2
Fue recuperada en la campaña de 2005 en el
sector del Abrigo, Capa C, n.º de inventario de
excavación 1389 (Fig. 3). La cultura material
asociada ha sido definida como Solutrense medio.
Dos dataciones 14C/AMS (Tab. 1) que fechan en
(a 2σ) ca. 21-20 ka BP.
El soporte está compuesto por un cuerpo interior de esquisto y dos superficies exteriores de
óxido de hierro de cromatismo amarillo. Este tipo
de roca metamórfica con intercalaciones ferruginosas se encuentra en la misma formación del
Carbonífero superior citada. No obstante, también es posible obtenerla junto al yacimiento en
forma de material detrítico en el pequeño curso
del río con el mismo nombre del yacimiento.
La pieza es de forma trapezoidal aplanada
(Fig. 3C) de 52,9 mm de altura, 71,4 mm de anchura y 9,4 mm de grosor máximo.
De modo convencional describiremos los diversos aspectos dispuestos en las superficies A y
B de la pieza (a partir de ahora S/A y S/B respectivamente).
El soporte puede considerarse (Fig. 3) completo y, por tanto, las dimensiones de configuración y
uso íntegras. Todas las superficies presentan preparación o tratamiento antrópico. Para el contorneado se recorta el soporte mediante extracciones
obtenidas por percusión directa con un percutor
duro. Este recortado puede observarse en los bordes de la plaqueta, tanto en la S/A (ángulos superior izquierdo y sector inferior del lateral derecho)
como en la S/B (lateral izquierdo) (Fig. 3).
El estado de conservación de las superficies es
en general bueno. No obstante, existen dos planos
de exfoliación en el sector inferior de la S/A,
delineados por microgrietas, que suponen un riesgo latente para la conservación de la pieza. Así
mismo, parte de la superficie se perdió debido a
la disgregación por causas físico-químicas del
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Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal
11
Fig. 3. Plaqueta 2 de esquisto (Capa C, Vale Boi, sector Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal). Paleta colorante del
Solutrense medio (fotografía: los autores; calco: los autores). Superficie A con un palimpsesto de grafismos en los que
destacan 3 uros y una posible cierva. Superficie B con trazos de extracción de colorante (fotografía: los autores; calco:
los autores).
soporte. Este proceso se limita a huellas de corrosión química en el cuadrante superior izquierdo
de la S/A y algunos microdesprendimientos que
afectan parcialmente a los grabados (Fig. 3A).
Una de las incidencias más notables en esta
plaqueta es la presencia de depósitos litoquímicos
en forma de restos de costras ferruginosas ubicadas en dos áreas próximas a los bordes en la S/A
(Fig. 3A) y sobre todo de carbonatos localizados
básicamente en la S/B, uno de los bordes y en
áreas residuales de los surcos de los grabados.
Al objeto de realizar una lectura adecuada de
buena parte de la S/B se hizo imprescindible
eliminar los carbonatos. Este trabajo de limpieza
ha sido ejecutado por una restauradora (2). Las
características litológicas del soporte (blando y
poroso) nos indujeron a descartar la remoción de
los carbonatos mediante medios químicos, recurriéndose a una eliminación mecánica bajo obser-
(2) Bouzas Bello, C. 2007: Plaqueta prehistórica. Informe
de intervención. Informe inédito. Desarrollado en el marco del
proyecto de investigación financiado por Fundação para a
Ciência e Tecnologia (projects POCTI/HAR/37543/2001 y
PTDC/HAH/64184/2006). Los restos de carbonatos desprendidos se han conservado para posibles analíticas futuras.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638
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12
vación en lupa binocular. Cuando finalmente se
eliminó buena parte de las costras aparecieron
profundas estrías de extracción de colorante.
La disposición de las costras nos indica que la
pieza fue ¿abandonada? reposando sobre la S/A,
superficie que mantiene todo el repertorio iconográfico de la pieza (Fig. 3A).
Cabe preguntarse si la pieza fue grabada una
vez amortizada la paleta de colorante o durante su
uso. En este sentido, existen microdesprendimientos del soporte que eliminan parcialmente parte de
los grabados (Fig. 3A) y son, obviamente, posteriores a su ejecución. Sin ser categóricos al respecto, apuntamos que dada la fragilidad del soporte (planos de exfoliación y superficies blandas),
no parece factible que este haya sufrido procesos
de transporte intensos. Los mismos hubieran derivado probablemente en la fragmentación de la
pieza (a favor de los planos de exfoliación) o en
un ‘borrado’ mayor de los motivos dada la escasa
tenacidad ante golpes o roces de la superficie. Así
pues, parece probable que la pieza fuera grabada
y empleada paralelamente o con posterioridad
como paleta de colorante: los desprendimientos
pueden estar vinculados a la manipulación del
soporte durante su uso como tal.
La secuencia de estigmas infrapuestos a la
decoración sobre la S/A (Fig. 3A) puede desglosarse como una serie de surcos de pequeño tamaño que corren en sentido oblicuo desde el ángulo
superior derecho hasta la zona central derecha.
Son productos de una presión-arrastre incontrolada sobre superficies irregulares o con aristas y
serían las huellas que no pudieron regularizarse/
eliminarse con el tratamiento antes de la ejecución de los grabados. Indicios semejantes, pero
menos estructurados, aparecen de forma más o
menos aislada en otras áreas de la S/A.
A continuación se encuentran estrías muy someras relacionadas con abrasiones destinadas a la regularización de esta superficie sobre todo en la zona
centro-superior. Cuando coinciden los grabados
siempre se les superponen, aunque también existen
otros en el resto de la pieza que pueden estar vinculadas a la extracción de colorante en la S/B.
Toda la mitad inferior de la S/A presenta tratamiento de aspecto más intensivo mediante frotado-bruñido, especialmente en su tramo medio
donde se distribuye en forma de arco invertido
(Fig. 3A). Tras la ejecución de los grabados se
depositó un fino colorante amarillento en el borde
superior (vid. Fig. 3A y B), algo más profundo en
María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho
su ángulo izquierdo, relativamente homogéneo.
Coincide, por lo general, con la orientación que
tienen, en la S/B, las huellas de extracción de
colorante. Esta distribución en forma de película
parece evocar una extracción de colorante apoyando la paleta sobre el borde superior ligeramente inclinado. El colorante cubre más superficie en el ángulo superior izquierdo, sin alcanzar
el superior derecho (Fig. 3A). Además, la disposición parece apuntar a la existencia de un componente líquido que finalmente traza una especie
de línea de nivelación. Por último, afirmamos que
la zona con aspecto de bruñido cuenta con una
disposición casi simétrica pero opuesta (Fig. 3A).
Todo ello nos induce a pensar que la mano sujetaba fuertemente la pieza por esta última zona
(huellas con aspecto de bruñido), apoyándola sobre algún tipo de contenedor/recipiente con una
sustancia líquida (quizás agua), mientras se extraía el colorante mediante un raspado muy intenso de la S/B (Fig. 3B).
Esta plaqueta de esquisto con intercalaciones
ferruginosas amarillentas fue recogida en un ámbito probablemente cercano al área geológica fuente
y empleada como paleta de colorante y soporte de
arte mobiliar. Al menos, las últimas extracciones de
colorante de la S/B se realizaron con todos los
zoomorfos ya plasmados sobre la S/A.
En la S/A se concentran todos los grafismos
(Fig. 3A). Predomina en los grabados la sección
en V con distintas orientaciones en el eje y complementariamente en U. Aparecen también morfologías habituales en los grabados: código de
barras, cometas, estrías parásitas, doble trazo de
buril, etc. Las características de los trazados parecen indicar la utilización de uno/varios instrumentos en sílex. Los análisis traceológicos del
material lítico recopilado en excavación (Bicho y
Gibaja 2007) detectan un trabajo sobre materiales
de dureza media a dura, que bien pudieron tener
ese fin.
Los grabados forman un palimpsesto de líneas
que se disponen en numerosas superposiciones
(Fig. 4) con particularidades técnicas como rehundidos, algunos rectificados, etc. Su lectura permite
dilucidar fácilmente la existencia de representaciones de zoomorfos. No obstante, la individualización de los trazos correspondientes a cada uno
de ellos o su número no resulta inicialmente tan
fácil. Como criterios para individualizar buena
parte de las grafías y asignarlas a cada uno de los
zoomorfos (Fig. 5) hemos recurrido a:
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Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal
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Fig. 5. Plaqueta 2 (Capa C, Vale Boi/Abrigo, Vila do
Bispo, Algarve, Portugal). Paleta colorante del Solutrense medio. Individualización de los zoomorfos de la Superficie A y sentido de los grabados (calco: los autores)
(véanse Figs. 3 y 4 y Tab. 2).
Fig. 4. Plaqueta 2 (Capa C, Vale Boi/Abrigo, Vila do
Bispo, Algarve, Portugal). Paleta colorante del Solutrense medio. Orientación y morfología de los grabados zoomorfos de la Superficie A (calco: los autores) (véase
Fig. 3).
a) Rasgos técnicos, estilísticos y morfológicos de los distintos trazos y figuras.
b) Secuencia gráfica. Análisis de las superposiciones.
c) Identificación de la expresión individualizada de las representaciones de cada una de las
partes anatómicas de la mitad delantera de cada
animal (curva cérvico-dorsal, cornamenta, frente,
morro, quijada, cuello, vientre y patas delanteras), los trazos de la mitad posterior son menos
nítidos y parece existir un uso complementario de
líneas.
d) Los convencionalismos usados para determinadas partes anatómicas (unión cuello-cabeza
en forma de Y) o de relación entre trazos complementarios desplazados ligeramente entre sí.
Hemos podido individualizar tres uros, dispuestos de izquierda (cuartos traseros) a derecha
(cabeza), ejecutados mediante la técnica del grabado. La posible identificación de un cuarto animal, un prótomo de cérvido, es más compleja. Es
probable que se reutilicen distintos trazos correspondientes a los uros.
Uro 1 (Fig. 4B): es una figura incompleta y
cuenta con el menor grado de detalle de los bóvidos identificados. Presenta parte de la cabeza
con morro abierto y tendencia cuadrada. Dos trazos cortos expresan los cuernos. El cuello y la
cabeza se unen en forma de Y oblicua. La cornamenta y el trazo de cuello-arranque de la pata
delantera están infrapuestos al resto de figuras,
mientras que la parte inferior de la boca lo está a
la del Uro 3.
Uro 2 (Fig. 4C): el animal se adapta al campo
máximo disponible en el soporte. El cuerpo es
desproporcionado con abdomen muy grueso. La
cabeza se muestra alargada, triangular y con un
estrechamiento acusado en torno al hocico, cerrado con un trazo somero. La cornamenta es lineal
abierta recta, con uno de los cuernos hacia arriba
y el otro extendido y proyectado hacia delante, y
con aspecto ‘quebrado’. El cuello y la cabeza se
unen en forma de Y oblicua articulada.
Dos trazos infrapuestos al Uro 3 diseñan la
curva cervico-dorsal. El que delinea la parte trasera se proyecta fuera del eje del cuerpo para
representar la cola mediante un grabado más fino
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14
y poco profundo a medida que se acerca a su
extremo distal.
La figura parece conjugar dos bloques gráficos
mayores: el conjunto cabeza-cuello y la parte
posterior del animal. La unión entre ambos se
realiza con líneas desplazadas hacia el interior del
cuerpo y del extremo final del cuello (Fig. 5C).
Estos bloques han sido complementados posteriormente con escasos detalles anatómicos, morro
y falo. Es de destacar el interés en representar
este rasgo antes incluso que las patas traseras y
el vientre del animal (aparece infrapuesto a estos
dos), lo que determina después la ubicación de
estas partes anatómicas. Las patas traseras se diseñan en forma de triángulo prolongado ligeramente.
En general la figura tiene un aspecto alargado
y desproporcionado, resuelto en perspectiva biangular oblicua.
Uro 3 (Fig. 4D): la figura es rotunda. Un grueso cuello que le confiere un aspecto anguloso y
masivo, acentuado por una fuerte inflexión en la
zona media de la línea cérvico-dorsal y un cuello
muy arqueado, realizados mediante un trazo muy
profundo. Los cuernos tienen forma de U lineal
abierta. La cabeza es también maciza, rectangular
con un trazo muy marcado, rehundido, reaprovechando trazos de la figura anterior. Finaliza con
un morro de trazado recto, separado del resto de
la cabeza, y que sobrepasa ligeramente el límite
de la quijada. El cuello y la cabeza se unen también en forma de Y oblicua no articulada.
El pecho del animal y las patas delanteras se
enlazan mediante un escalón, abierto. Un trazo
vertical define en tres trazos las patas delanteras.
Como ocurría con la anterior figura se diseñó
primero el falo, siguiendo un trazado paralelo al
tramo final de la línea de la espalda. Ello determina que esté desviado y superpuesto respecto a
idéntica parte anatómica del Uro 2. Con posterioridad se acentúa la curva del vientre trazando una
línea discontinua menos profunda y paralela al
vientre del Uro 2. Las patas traseras parecen
reutilizar las del Uro 2, en triángulo prolongado,
pero complementando con trazos propios cortos
y paralelos al tercio superior de cada pata. Las
partes delanteras y traseras del animal resultan
incorrectas y bastante desproporcionadas, debido
a esta reutilización de la figura anterior y la limitación del soporte. Parece como si el autor no
hubiese calculado bien las proporciones delanteras de esta nueva figura y al mismo tiempo se
María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho
viera limitado en su ejecución por el espacio
disponible para las grafías.
El Uro 3 presenta en conjunto un aspecto masivo y desproporcionado expresado en perspectiva biangular oblicua. En el caso de superposiciones, los trazos correspondientes a este zoomorfo
se encuentran siempre superpuestos al resto.
Cierva (Fig. 4A): es una figura que parece
percibirse en la lectura de la plaqueta. Cuando se
eliminan los trazos empleados para la ejecución
de los tres uros parece carecer de los trazos necesarios para su individualización. No obstante,
unos simples trazos que claramente no corresponden a los uros expresan orejas, arranque del
cuello, frente hasta el hocico y boca. Complementarios con el resto de grabados que les rodean, se observa un prótomo de cierva en perfil
absoluto.
El análisis para individualizar uno/varios
autores en los grafismos diseñados sobre la S/A
no puede ser concluyente. No obstante una serie
de indicios parecen apuntar a un único artista. En
primer lugar la pieza parece responder a un diseño único en la utilización a campo completo
de la S/A. En segundo término, aunque formalmente cada zoomorfo es diferente del resto, todas sus proporciones se ajustan entre ellas y
comparten varios convencionalismos singulares
(Fig. 5):
a) La unión entre cuello y quijada se realiza
mediante un agregado de trazos que generan en
los tres uros una ‘Y’ inclinada, de modo que el
arranque de la quijada aparece desplazado respecto al extremo de la línea del cuello.
b) La fórmula de acabar y comenzar trazos a
escasos milímetros unos de otros, pero ligeramente desplazados entre sí. Esta recurrencia que
nos ha sido de gran utilidad para individualizar e
identificar algunas partes anatómicas a cada uno
de los animales.
c) La ejecución de los dos falos con anterioridad al trazado del vientre o las patas. Este hecho
parece indicar un plan de ejecución al menos en
dos ejemplares machos, antes de tener definida
por completo ni siquiera la figura del primero.
d) La reutilización de líneas en la frente de
los animales y la perspectiva integradora que expresa el conjunto.
A la misma línea de autoría apunta el orden
de ejecución de los grabados. El análisis de los
grabados nos ha permitido diferenciar dos fases
creativas (Tab. 2).
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12076
Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal
S/A
Cuello Espal- Cuernos
S/B Espalda da
Frente
Hocico Quija- Cuello
Belfos
da
Pecho
15
Pata
Pata
Vientre
delantera
trasera
Falo
Cadera
Cola
–
–
–
–
–
–
Cuello
Espalda
(4)
2°T/1°T
(U3)
–
–
–
–
–
–
–
–
Espalda
–
(5)
U3/U2
–
–
–
–
–
–
–
Cuernos
–
–
(9)
U1/U2
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
(6)
2°T/1°T
(8)
(U3)
U3/U1
(7)
U3/U2
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
(17)
U3/U3
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
(25)
U3/U3
(28)
U3/U2
–
–
–
–
(31)
U3/U3
(29)
(35)
U2/U3 U2/U3+U2
(32)
U3/U2
–
–
Frente
–
–
Hocico
Belfos
–
–
–
–
Quijada
–
–
–
(12)
C/U2
(10)
U3/U3 (11)
(16) U2/U2
U3/U1
(13)
U2/U2
Cuello
Pecho
–
–
–
–
–
–
(18)
T2°/T1°
(U2)
(19)
T2°/T1°
(22)
(U2)
U3/U2/U1
(20)
U2/U1
(21)
T1°/T2°
(U3)
Pata
delantera
–
–
–
–
–
–
(23)
T2°/T1°
(U3)
(26)
U3/U2
–
–
Vientre
–
–
–
–
–
–
–
(14)
U3/U1+U2
(15)
U3/U3
(27)
U1/U2/U3
Pata
trasera
–
–
–
–
–
–
–
(24)
U3/U2
(30)
U3/U2
(31)
U3/U3
–
(34)
U2/U2+U3
(36)
U32/U3/U2
–
–
Falo
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
(33)
U3/U2
–
–
Cadera
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
(2)
2°TU3/U2
(3)
2°TU3/U2
–
Cola
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
(1)
T2°/T1°
(U/3)
Tab. 2. Plaqueta 2 (Capa C, Vale Boi/Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal). 1-36 superposiciones (/) indicadas en
la figura 5. U = uro.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12076
María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho
16
Una inicial plantea el número de figuras y su
ajuste al soporte disponible. Esto queda patente,
por ejemplo, en los dos falos de los uros completos. Se delinean con trazos paralelos al tramo
posterior de las curvas dorsales de los animales.
No es posible decir qué líneas se trazaron antes,
pero no cabe duda de la clara vinculación entre
ambos ni de su importancia en la disposición y
amplitud de las figuras.
A continuación se ejecutan los zoomorfos. Las
superposiciones permiten analizar el proceso de
realización de los grabados y figuras (Tab. 2,
Fig. 4) e identificar sus fases:
a) Existe un plan preestablecido para plasmar
dos uros machos cuyos trazos definitorios no se
ejecutan uno después del otro sino en algún caso
en paralelo. Un buen ejemplo de ello son la superposición (3 y 5 de Tab. 2) y la infraposición
(Tab. 2) de las curvas cérvico-dorsales de los
Uros 2 y 3.
b) Con seguridad se trazan primero las curvas
cérvico dorsales. Más tarde, los falos, las patas
delanteras, cabezas, morros, cuellos y, quizás con
posterioridad, las patas traseras y por último el
vientre.
c) Más tarde se completan diversos trazos
adicionales para la definición de algunos animales con independencia del orden de ejecución
anterior (superposiciones 3, 9, 12, 27, 29).
La identificación de la dirección y forma del
trazado de los distintos trazos (Figs. 4 y 5, Tab. 3)
incitan también a pensar en un único artista. Así,
en el caso de los Uros 1 y 2, aparte de convencionalismos ya expuestos, es absoluta la concordancia en la dirección de los trazos de las distintas partes anatómicas, mientras que el Uro 3
concuerda en 8 con los anteriores, pero discrepa
en otros 5. En los tres uros se emplean líneas
divergentes respecto al cuerpo (de dentro a afuera) para representar los cuernos, frentes, quijadas,
patas (salvo un trazo convergente en U3) y colas.
La diferencia radica en los trazados de la parte
superior e inferior del cuerpo, dispuestos de izquierda a derecha para los Uros 1 y 2 y de izquierda a derecha para el Uro 3 (Fig. 5).
4. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
El yacimiento de Vale Boi constituye el ejemplo más meridional de arte mobiliar paleolítico
sobre soporte pétreo en Portugal y viene a unirse
al limitado conjunto de objetos de esta adscripción en todo el sur de Iberia: Nerja (Sanchidrián
1994; Pellicer y Sanchidrián 1998), Ambrosio
(Ripoll 1986), Bajondillo (Simón y Cortés 2007),
El Pirulejo (Cortés y Simón 2008) y Gorham
(Simón et al. 2011). Además, salvo una pieza de
Nerja, dos en Gorham y el conjunto de El Pirulejo (todos ejemplos magdalenienses), el resto de
ítems carece de una adecuada o afinada concreción cronocultural. A todo ello hay que añadir que
las dos piezas que acabamos de presentar de Vale
Boi suponen los elementos de arte mobiliar más
antiguos conocidos para todo el sur de la Península Ibérica.
Como expusimos la Plaqueta 1 de Vale Boi
procede de un nivel atribuido por industria y
cronología al Solutrense superior. En sintonía con
esta atribución el único ejemplo de este subtipo
identificado entre las plaquetas de Parpalló procede de los niveles del Solutrense superior (Villaverde 1994).
La Plaqueta 2 de Vale Boi procede de niveles
atribuibles al Solutrense medio y puede considerarse una paleta de colorante decorada con gra-
Coincidencias en el trazado: Cuernos, Frente, Hocico, Belfos, Quijada, Pata Trasera,*Falo,*Cola
Cuello
Espalda
Cuello
Pecho
Pata
delantera
Vientre
Cadera
U1+U2
Derecha
U1+U2
Izquierda abajo
U1+U2
Abajo
U1+U2
Derecha
U2
Derecha
U3
Izquierda
U3
Derecha arriba
U3
Arriba
U3
Izquierda
U3
Izquierda
Tab. 3. Plaqueta 2 (Capa C, Vale Boi/Abrigo, Vila do Bispo, Algarve, Portugal). Orientación de los trazos grabados en
los zoomorfos de la Superficie A (véase Fig. 4). *Sólo disponible en Uros 2 y 3.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12076
Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de Portugal
fismos artísticos paleolíticos. Este doble uso no
es ajeno al arte paleolítico europeo. Como ya han
advertido algunos autores (Barandiarán 1984), la
relación entre las representaciones y el soporte
está condicionada por las características de este.
Ello tiende a resultar en conjuntos de siluetas
superpuestas y enmarañadas, sobre todo en los
momentos iniciales de la secuencia gráfica paleolítica. En las que tratamos más que una reducción
de las figuras, se han deformado sus proporciones
por la adaptación al espacio disponible.
La paleta de ocre forma parte de un conjunto
de indicios funcionales muy ricos que indican la
manipulación de colorantes geológicos en Vale
Boi (ocre, impregnaciones sobre distintos tipos
de soportes líticos, etc., Bicho et al. 2004b). La
Plaqueta 2 añade a la citada gestión de recursos,
un valor simbólico (grafismos) y una funcionalidad dentro del procesado de sustancias colorantes
en el yacimiento. El estilo de los atributos iconográficos de los zoomorfos de la Plaqueta 2 sintoniza bien con los momentos iniciales (Gravetiense final - ciclo antiguo Solutrense) de la secuencia
artística mediterránea.
Salvando las diferencias contextuales o referidas al tipo de soporte, dimensiones o técnicas, las
composiciones basadas en la superposición de
figuras son muy frecuentes en yacimientos portugueses, caso del valle del Côa, o del Levante
español, con Parpalló como colección ‘canónica’
para el arte mueble. No obstante, la Plaqueta 2 de
Vale Boi difiere de la gran mayoría de los ejemplos citados por cuanto sus figuras aparecen integradas entre sí, han sido realizadas de forma prácticamente paralela y se articulan como un ‘todo’
armónico que parece aglutinar toda una serie de
atributos (Villaverde 2005; Villaverde et al. 2009)
que caracterizan a esta fase cultural.
Los convencionalismos estilísticos para expresar las otras partes anatómicas de los uros las
hallamos en Portugal y en zonas ibéricas. Así, por
escoger solo aquellos con paralelos de rango cronológico más específico reseñaremos los bóvidos
con morros con extremo adelgazado en yacimientos de arte parietal al aire libre de Portugal, como
Fariseu (García y Aubry 2002), o en el ámbito
levantino español, el arte parietal de Meravelles
(Villaverde 2005, Villaverde et al. 2009) o mobiliar, Malladetes y Parpalló (p. ej. plaquetas 16005A
o 16041) (Villaverde 1994, 2005; Villaverde et al.
2009), atribuidos al Gravetiense y Solutrense inferior y Solutrense medio antiguo.
17
La perspectiva biangular recta oblicua en la
cabeza y biangular recta en patas delanteras
(Uros 2 y 3 de Plaqueta 2) es exclusiva en Parpalló entre el Gravetiense, el Solutrense antiguo y
la primera parte del Solutrense medio antiguo
(Villaverde 1994; Villaverde et al. 2009).
En el Uro 3, una inflexión característica en
forma de S articula el pecho y el ‘encuentro’ remite a momentos gravetienses (Pigeaud et al.
2004) y quizás también podríamos verla en un
équido de Nerja (Ne297, Sanchidrián 1994). No
obstante, encontramos un trazo complementario
que, si bien podría corresponder al Uro 2, adjudicamos al Uro 3 por la forma del trazado y los
modos de ejecución empleados en el resto de las
figuras, de modo que finalmente se obtiene un
convencionalismo ecléctico entre los citados modelos gravetienses y las patas trilineales ya empleadas en el Uro 2. Los tres trazos paralelos
abiertos para expresar las extremidades delanteras
(Uros 2 y 3 de la Plaqueta 2) son una variante de
significada antigüedad. Todos sus efectivos se
concentran en momentos iniciales del Solutrense
(inferior y medio antiguo) de Parpalló (p. ej. plaquetas 16122A, 16094, 16110, 16117, Villaverde
1994, Villaverde et al. 2009). En la misma línea y
circunscribiéndonos al ámbito meridional ibérico tendríamos la datación directa de un uro
con patas delanteras en tres trazos en La Pileta,
20.130 ± 350 BP (Sanchidrián et al. 2001).
Hallamos, por ejemplo, la finalización en forma apuntada de las patas traseras (Uro 2) en el
único uro del ciclo antiguo de Ardales (Cantalejo
et al. 2006).
Por último, la repetición del tema del uro con
distintos convencionalismos y, según parece, ejecutados por un mismo individuo y en un período
corto de tiempo es especialmente sugerente por
varios motivos. Los Uros 2 y 3 (hocicos abocinados y cuadrados) parecen presentar rasgos que
evocan figuraciones atribuidas en otras áreas geográficas al Gravetiense. En contrapartida el Uro 3
manifiesta rasgos que parecen bien definidos en
momentos del Solutrense inferior o primera fase
del medio en el ámbito mediterráneo ibérico,
en concordancia con las dos fechas disponibles
(c. 20.721 - 19.000 BP). Por último, el deseo de
plasmar 3 uros crecientemente voluminosos, los
dos de mayor tamaño machos con distintos convencionalismos estilísticos, podría estar relacionado con la evocación del ciclo vital de esta especie
o con un carácter mitológico que se nos escapa.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 7-20, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12076
18
En resumen, el estudio de las plaquetas de
Vale Boi incide en la dirección apuntado por
Villaverde et al. (2009). Hay un contexto transicional entre el Solutrense inferior y el medio
antiguo, en el cual coexisten elementos estilísticos previos con otros que se desarrollarán más
estandarizada con posterioridad. En la línea apuntada por Azema (2005), encontramos que el fenómeno gráfico de descomposición del movimiento por superposición de imágenes (con
ejemplos ibéricos tanto en España como en Portugal) es más frecuente de lo que parece y se
produce en momentos pre-magdalenienses.
Las plaquetas decoradas de Vale Boi incrementan no solo el número de piezas de arte mobiliar en el área portuguesa sino que completan
hasta el confín suroccidental de Europa la extensión de esta genuina forma de expresión del Paleolítico superior europeo. Además, la iconografía identificada manifiesta vínculos claros con el
ámbito mediterráneo ibérico (zona andaluza y
levantina), que bien podrían sintonizar con el
ambiente mediterráneo del que gozan otras representaciones parietales y mobiliares (Bicho et al.
2007).
AGRADECIMIENTOS
Los resultados presentados son el resultado de
proyectos de investigación financiados por Fundação para a Ciência e Tecnologia (proyectos
POCTI/HAR/37543/2001 y PTDC/HAH/64184/
2006) (Portugal), Fondo Social Europeo en el
ámbito del III Cuadro Comunitario de Apoyo,
National Geographic Society y Archaeological
Institute of America (Estados Unidos). Este trabajo se ha visto enriquecido con la lectura crítica
y comentarios del Dr. Valentín Villaverde.
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69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 21-36, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12077
El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón
(Ramales de la Victoria, Cantabria, España): una propuesta
para su datación estratigráfica
The Paleolithic rock art of El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, Spain):
a proposal for its stratigraphic dating
Marcos García Díez (*)
Manuel R. González Morales (**)
Lawrence G. Straus (**) (***)
RESUMEN (1) (2) (3)
Este artículo describe el arte parietal descubierto en
la Cueva de El Mirón (Cantabria, España) en el curso de
las excavaciones dirigidas en el yacimiento por MGM y
LGS desde 1996. El arte consiste en grabados, la mayoría de ellos aparentemente no figurativos en su estado
actual, pero hay una imagen de un caballo y otra de un
posible bisonte. Todos los grabados se localizan en el
fondo del gran vestíbulo, a plena luz, en íntima relación
con los depósitos de origen humano. El caballo y los
grabados lineales asociados a él en las paredes de la
cueva pueden atribuirse al Magdaleniense inferior o medio sobre la base de su estilo y de la altura practicable
sobre las superficies de ocupación de estos períodos.
Datables con mayor precisión son dos grupos de grabados lineales sobre un gran bloque que pueden asignarse
al Magdaleniense inferior cantábrico, un período bien
caracterizado por sus obras de arte mueble, como los
omóplatos grabados, en El Mirón y en otros varios yacimientos regionales. El bloque cayó de la pared de la
cueva, con su cara exterior yaciendo sobre el nivel 110,
datado por radiocarbono en 16.130 ± 250 y 16.520 ± 40
BP. A partir de entonces se grabó su cara originalmente
interior. A continuación, el bloque y sus grabados fueron
progresivamente recubiertos por sedimentos del Magdaleniense medio, superior y final datados entre ca. 14.50012.000 BP. En suma, el arte descubierto y estudiado
(*) Dpto. de Geografía, Prehistoria y Arqueología, Universidad del País Vasco, Tomás y Valiente s/n, 01006 Vitoria-Gasteiz, España. Correo e.: marcos.garcia@ehu.es
(**) Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas
de Cantabria, Edificio Interfacultativo. Avda. de los Castros s/n.
39071 Santander. Cantabria. España. Correo e.:
moralesm@unican.es
(***) Dpto. de Antropología. Universidad de New Mexico.
Albuquerque, NM 87131. EE.UU. Correo e.: lstraus@unm.edu
Recibido: 4-VI-2010; aceptado: 5-X-2010.
hasta la fecha en El Mirón puede atribuirse al Magdaleniense inferior y medio, aunque el yacimiento estuvo
habitado por los humanos al menos desde el Paleolítico
medio hasta época medieval. El artículo concluye situando el arte parietal de El Mirón en el contexto de las otras
numerosas (pero peor datadas) manifestaciones de arte
rupestre de la cuenca del río Asón, en la Cantabria Oriental, que incluyen sitios tan notables como Venta de la
Perra, Covalanas, La Haza y Cullalvera.
ABSTRACT
This article describes the rock art discovered in El
Mirón Cave (Cantabria, Spain) during the course of
excavations directed by LGS and MGM since 1996. The
art consists of engravings: most are apparently non-representational in their currest condition, but there is one
image of a horse and another of a possible bison. The
engravings are all located at the rear of the large, sunlit
vestibule of the cave, in intimate relationship with human
habitation deposits. The horse and associated linear engravings on the cave wall can be attributed to the earlymiddle Magdalenian on the basis of style and practicable
height above occupation surfaces of those periods. More
precisely datable, two series of linear engravings on a
large block can be assigned to the Lower Cantabrian
Magdalenian, a period well-endowed with works of portable art, such as engraved scapulae, both at El Mirón
and in many other regional sites. The block fell from the
cave wall, its outer surface landing on Level 110, which
is 14C-dated to 16,130 ± 250 and 16,520 ± 40 BP. Then
the flat inner surface of the block was engraved. Next,
the block and the engravings were progressively covered
over by sediments pertaining to Middle, Upper and Terminal Magdalenian levels 14C-dated between ca. 14,50012,000 BP. In sum, the art discovered to date in El Mirón
can be attributed to the early and middle Magdalenian
period, although the site itself was inhabited by humans
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Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus
from at least late Middle Paleolithic through Medieval
times. This article concludes by placing the Mirón parietal art within the context of the numerous other (but
less-well dated) cave art manifestations in the river Asón
basin of eastern Cantabria, including such notable sites
as Venta de la Perra, Covalanas, La Haza and Cullalvera.
Palabras clave: Arte parietal paleolítico; Datación estratigráfica; Paleolítico superior; Magdaleniense; Región
Cantábrica.
Key words: Palaeolithic rock art; Stratigraphic dating;
Upper Palaeolithic; Magdalenian; Cantabrian Region.
1. LA CUEVA DE EL MIRÓN:
LOCALIZACIÓN, INVESTIGACIÓN
Y OCUPACIÓN HUMANA
La Cueva de El Mirón (también conocida históricamente como Cueva del Francés o Cueva de
los Gitanos) se localiza en la ladera oeste del
Monte Pando, muy cerca del núcleo de población
de Ramales de la Victoria (Cantabria) y a 1 km
del límite con Vizcaya (Fig. 1). Se encuentra a
unos 250 m.s.n.m. Sus coordenadas geográficas
son 43°14´47.4˝ N y 3°27´4.5˝ O (coordenadas
UTM 30T 0463365/4788375).
El Mirón presenta una boca de grandes dimensiones, orientada al Oeste (Fig. 2). El vestíbulo
mide entre 8 y 16 m de ancho, unos 30 m de
fondo y entre 12 y 20 m de altura. Al final del
vestíbulo se encuentra la base de un empinado
depósito de limos arenosos y arcillosos y de cantos rodados que se eleva hacia la galería interior
de la cueva, un pasadizo de un centenar de metros, relativamente recto, de suelo nivelado y por
lo general de unos 8 m de ancho y unos 3 m de
altura máxima. A juzgar por el contorno y el
ángulo de las paredes de la cueva, tanto el vestíbulo como la galería contaban con rellenos sedimentarios muy profundos. Lo confirman las excavaciones en curso (hasta más de 3 m de
profundidad actualmente), los sondeos de georradar (que señalan la roca madre a 9-10 m) y la
perforación de un sondeo de 4 cm de diámetro
efectuada en la zona de entrada de la cueva en
2003, que ha permitido muestrear sedimentos
hasta 6,75 m de profundidad a partir de la superficie original del suelo de la cueva. El frente del
vestíbulo, al exterior, tiene el característico perfil
de equilibrio en forma de arco de medio punto y
está sembrado de grandes bloques de derrumbe
de la bóveda. Su centro y fondo no han sufrido
Fig. 1. Localización geográfica de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria) en la Península Ibérica.
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El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)...
23
Fig. 2. Plano general y detalle de la entrada de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria) con la localización de los conjuntos gráficos y unidades gráficas citadas en el texto (levantamiento topográfico de E. Torres Cosío,
Speleo Club Cántabro Universitario).
ese proceso. De su techo plano cuelgan algunas
escasas estalactitas de gran tamaño y muy alteradas, indicio de la falta de caída de bloques en un
período prolongado. El desarrollo total accesible
es de unos 130 m.
En torno al Mirón está documentado un importante conjunto de cuevas con arte rupestre
paleolítico. Covalanas está a unos 50 m justamente por encima. En el mismo sector del monte
Pando, La Haza se sitúa a unos 60 m por debajo
y unos 400 m hacia el NO de El Mirón. Cullalvera, también en el municipio de Ramales de la
Victoria, se encuentra a 1,2 km al NNO y a unos
150 m por debajo de la cota de El Mirón. El
valle del río Carranza, con sus numerosas cuevas
con arte parietal, se sitúa al NE y al otro lado del
macizo del Moro; su confluencia con el río Asón
se sitúa a 4 km de Ramales, en Gibaja. El gran
yacimiento superomagdaleniense y aziliense de la
Cueva del Valle (municipio de Rasines) –conocido por su enorme riqueza en arte mueble– se
encuentra a algo más de 2 km al NE de la confluencia del Carranza con el río Asón. En las laderas del Monte Pando, cerca de la Cueva de El
Mirón, destacan, además, las cuevas de La Luz,
con arte paleolítico y yacimiento solutrense, y del
Horno, con materiales y dataciones del Magdaleniense superior-final y Aziliense (Straus et al.
2002a, 2002b).
El descubrimiento científico de las cuevas de
Covalanas, La Haza y El Mirón en septiembre de
1903 se debió a Hermilio Alcalde del Río y Lorenzo Sierra (Alcalde del Río 1906; Sierra 1909;
Alcalde del Río et al. 1911). En aquellos primeros años se documentó en superficie industria lítica de diversos momentos paleolíticos en El Mi-
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Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus
rón, y se pensó que la cavidad contenía un
depósito arqueológico removido, idea que se
mantuvo años después (Cabré 1915; Obermaier
1916). La única ‘excavación’ antigua (no publicada) cuya autoría se conoce es una trinchera en
el interior de la cavidad en los años 1950 debida
a los obreros que hicieron el camino de acceso a
Covalanas, bajo la dirección del ingeniero A.
García Lorenzo.
El proyecto de investigación sobre la Cueva
de El Mirón se inició en 1996, con campañas
anuales de excavación que continúan hasta el
presente. Diversas publicaciones describen los
aspectos historiográficos de la cueva (González
Morales y Straus 1997) y detallan las distintas
zonas de la excavación, su estratigrafía y los
principales resultados (González Morales y Straus
2000a, 2000c; Straus y González Morales 1996,
1997, 1998, 1998-99, 1999-2000, 2000, 2001a,
2001b, 2003c; Straus et al. 2001). Aspectos más
concretos de la secuencia magdaleniense y sus
materiales se analizan en artículos específicos
(González Morales y Straus 2005; González Morales et al. 2006; Straus y González Morales
2003a, 2005). La discusión del conjunto de dataciones de radiocarbono también se ha tratado de
manera monográfica en tres artículos (Straus y
González Morales 2003b, 2008, 2010).
En el vestíbulo se han excavado dos áreas de
unos 9-10 m2 conectadas por una trinchera: la
‘Cabaña’ en la parte anterior y el ‘Corral’ en el
fondo, utilizada hasta fechas recientes como cuadra para ganado ovicaprino. Las paredes están
desgastadas por el roce de animales y manchadas
por pintadas y humo, y el suelo estaba recubierto
por paja y excrementos al iniciarse la excavación.
La secuencia cronoestratigráfica documentada en la ‘Cabaña’ y en una parte de la trinchera es la siguiente: Magdaleniense inferior, medio
y superior (niveles 17-12 y 312-307), Aziliense
(niveles 11.2-11 y 306-305), Mesolítico arqueológicamente pobre y con posibles hiatos sedimentarios (niveles 10.1 y 304), Neolítico (niveles 10-8 y 303.3-303), Calcolítico (niveles 7-4
y quizá parte del 302) y Bronce Inicial (niveles 3-2).
Para el presente trabajo interesa de manera
especial, por su relación con el grafismo rupestre,
la secuencia del ‘Corral’. Si se exceptúan algunos
materiales de superficie, la secuencia cronocultural post-pleistocénica falta por completo (muy
probablemente por la remoción de tierras al nivelar la superficie, aunque no hay evidencias claras
en las paredes de la cueva).
La secuencia del ‘Corral’ se estructura en dos
sectores. En el sector NE había una zona removida de unos 15-20 m2, por la actuación de clandestinos. Por debajo se documentaron niveles
arqueológicos intactos (se inicia la secuencia con
el nivel 120, un estrato limo arcilloso amarillento). En un sondeo de 2,3 m de profundidad en
una superficie de 2 m2 (cuadros W-X10), los niveles arqueológicos han aportado escasos materiales que se atribuyen, por las fechas de C14, al
Paleolítico medio terminal y al Paleolítico superior antiguo (niveles 130-128), cubiertos por niveles solutrenses (127-121) datados en torno al
19.000-18.000 BP.
En el sector superior de la secuencia del ‘Corral’ se ha excavado un área de unos 9 m2 al S y
al O del pozo antes descrito. Un gran bloque
caído de la pared de la cueva y grabado posteriormente es su límite SE. En este sector se han
identificado niveles atribuidos al Magdaleniense
inicial e inferior-medio (119-108) extremadamente ricos en industria lítica, ósea y en fauna (en
especial cabra montés y ciervo, con numerosos
restos de salmón). De los hogares y estructuras
se dispone de 19 fechas C14 que determinan un
lapso entre 17.000-13.700 BP. El nivel 107 está
parcialmente alterado por madrigueras fácilmente
reconocibles. Los niveles 106-103 son discontinuos y con pocos restos arqueológicos del Magdaleniense superior. El nivel 102.1 es un lentejón
de hogar datado en 11.950 BP, Magdaleniense
terminal. Los niveles 102-101 son arqueológicamente muy pobres (unas pocas lascas y esquirlas
de hueso) y deben corresponder con ocupaciones
azilienses o mesolíticas, ya que no se han localizado cerámicas.
El mayor impacto habitacional durante el Paleolítico en la cueva de El Mirón se vincula con
momentos del Magdaleniense antiguo sin arpones. Además de documentarse este tipo de ocupaciones en el área de la ‘Cabaña’ y en el ‘Corral’, se han registrado en un pequeño sondeo
abierto en la parte profunda y oscura de la cueva,
en el fondo de la trinchera de A. García Lorenzo,
donde industria lítica y fauna se asocian a una
fecha de 14.620 BP. La ocupación de la cueva por
los humanos durante el Tardiglacial (como en
muchas otras cuevas de la Región Cantábrica) fue
intensa.
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El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)...
2. EL GRAFISMO RUPESTRE
DE LA CUEVA DE EL MIRÓN:
APUNTES HISTORIOGRÁFICOS,
CONSERVACIÓN E IMPLICACIONES
EN EL ESTUDIO Y DESCRIPCIÓN
DEL DISPOSITIVO ICONOGRÁFICO
El grafismo rupestre de la cueva de El Mirón
no ha sido estudiado hasta fechas recientes. Por
la descripción de H. Alcalde del Río (1906: 46),
sabemos que en los primeros años del siglo XX
revisaron las paredes en busca de manifestaciones: “En toda ella sus paredes carecen del más
pequeño vestigio de gráfica”.
Dentro del proyecto de excavación y estudio
de la cueva de El Mirón, uno de nosotros (MGM)
identificó al inicio de las excavaciones en 1996
las primeras evidencias gráficas sobre un bloque
que se encuentra parcialmente cubierto por niveles arqueológicos intactos y que ha sido objeto de
varias referencias (Straus y González Morales
1996: 16, 1998: 176, 1998-99: 5, 2000: 355; González Morales y Straus 2000a: 126) y de una
publicación preliminar algo más extensa (González Morales y Straus 2000b). La posterior localización en la pared izquierda de grabados incisos
muy finos ha sido objeto de escuetas alusiones
dentro de valoraciones generales del yacimiento
(González Morales y Straus 2000a: 126; Straus y
González Morales 2003c).
Con posterioridad a la elaboración de este
artículo se ha podido localizar una nueva zona
con múltiples grabados muy finos sobre una superficie reducida, inmediata al conjunto 1 y que
estuvo recubierta por el sedimento. Las dificultades para poder trabajar en la cueva, por motivos
administrativos, durante los años 2008 y 2009 ha
impedido poder completar el estudio de estas
representaciones, que posponemos para otra futura publicación.
El dispositivo iconográfico de la cueva de El
Mirón se ve afectado por una acción física que
debe su génesis a alteraciones químicas del soporte y a la exposición de éste a la dinámica
ombrotérmica exterior. Las superficies externas
de las paredes de la cueva muestran dos pátinas
bien diferenciadas: una de color grisáceo propio
de la caliza (en diferentes tonalidades) y otra
marrón-rojiza. La segunda testimonia procesos de
alteración de la roca que originan una muy fina
capa con alta concentración de hierro (de ahí su
color) cuya delgadez y bajo grado de cohesión
25
con el soporte representa una zona de debilidad
manifestada por desconchados.
Hemos organizado y descrito las grafías de
acuerdo a unidades y conjuntos gráficos. La unidad gráfica integra representaciones consideradas
conceptos gráficos individuales y con un sentido
gráfico preciso. Bajo el término de conjunto gráfico describimos diferentes formas o tipos de representaciones que, por su relación espacial con
otras, no pudimos delimitar con unas mínimas
garantías. Es decir, es posible que aquello que
integramos bajo el concepto de conjunto gráfico
pudiera hacer referencia a una o más unidades
gráficas en su concepción gráfica original.
Es característica común (tanto de las unidades
gráficas como de los conjuntos, a excepción del
4, 5 y 6) que los grabados conservados se relacionen con superficies de color marrón-rojizo,
grabadas cuando ya se había formado dicha capa.
La alteración y la caída de ésta origina la pérdida
total o parcial de los trazos. Teniendo en cuenta
la anterior consideración y el hecho de que un
gran número de líneas grabadas de los diferentes
conjuntos (1, 2 y 3) y unidades (especialmente la
1) se relacionan con uno o varios desconchados,
es de suponer la existencia de otros motivos naturales, lineales o geométricos que hoy en día no
se conservan o no se han llegado a discriminar.
Los trabajos arqueológicos hasta la campaña de
2007 han puesto de manifiesto las representaciones
gráficas que localizamos y describimos a continuación. La tabla 1 resume las características del soporte y los caracteres técnicos de los grabados.
Conjunto gráfico 1. Se sitúa en la pared izquierda en sentido de entrada (Norte), aproximadamente a 23 m de la entrada, al fondo del vestíbulo. Se compone de un amplio número de
trazos preferentemente rectilíneos que en algunos
casos se cruzan creando ángulos (Fig. 3). La disposición de los surcos es variable: horizontal,
vertical y oblicua. La longitud de los trazos también lo es: de 0,3 a 4,6 cm. El conjunto se distribuye por una superficie máxima de 220 cm de
ancho y 52 cm de alto. Su estado de conservación
es deficiente debido a la alteración del soporte y
a los desconchados de la capa superficial, que
afectan a la integridad de los grabados. Sobre el
mismo soporte existen gran número de pequeñas
grietas o fisuras que pudieran confundirse con
trazos antrópicos.
Unidad gráfica 1: se localiza en la pared izquierda, en el mismo panel que el conjunto 1 y en
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Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus
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CONJUNTO
GRÁFICO /
UNIDAD
GRÁFICA
Conjunto
gráfico 1
Unidad
gráfica 1
Unidad
gráfica 2
SOPORTE
REPRESENTACIONES
Disposición
Morfología
Técnica de
ejecución
Subvertical
Cóncava
Grabado
Plana, con
Subvertical ligero resalte
oblicuo
Plana, con
Subvertical ligero resalte
oblicuo
Grabado
Grabado
Conjunto
gráfico 2
Subvertical
Plana
Grabado
Conjunto
gráfico 3
Subvertical
Sinuosa
Grabado
Conjunto
gráfico 4
Subvertical
Sinuosa
Grabado
Conjunto
gráfico 5
Subvertical
Sinuosa
Grabado
Conjunto
gráfico 6
Oblicua
(Bloque
calizo)
Plana
Grabado
Modo de
ejecución
Incisión con
instrumento
lítico
Incisión con
instrumento
lítico
Incisión con
instrumento
lítico
Incisión con
instrumento
lítico
Incisión con
instrumento
lítico
Incisión con
instrumento
lítico
Incisión con
instrumento
lítico
Incisión con
instrumento
lítico
Morfología
Anchura Contornos
del surco
Profundidad
“V”
simétrica
≥0,5 mm
Regulares
Superficiales
“V”
simétrica
0,5 mm
Regulares
Superficiales
“V”
simétrica
0,5 mm
Regulares
Superficiales
“V”
tendencia
simétrica
“V”
tendencia
simétrica
0,5 mm
Regulares
Superficiales
Variable
entre 0,5
y 1 mm
Regulares
Superficiales
–
Ancho
–
–
–
–
–
–
“V”
tendencia
simétrica
Variable
entre 1,5
y 5 mm
Regulares
Profundos
o muy
profundos
Tab. 1. Descripción de los grabados paleolíticos de la Cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria).
Fig. 3. Conjunto gráfico 1 y unidades gráficas 1 y 2 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria).
relación física con algunos de los trazos anteriormente descritos. Se sitúa a unos 23,5 m del límite de la boca de entrada. De una representación
naturalista zoomorfa de equino (Figs. 3 y 4) se
reconoce la línea frontal, las dos orejas, el cuello,
la crin, la línea cérvico-dorsal, la extremidad caudal, dos tercios del recorrido del vientre, las dos
extremidades delanteras (una parcialmente) y el
pecho. Algunos desconchados y fisuras en la zona
de la cabeza pudieran sugerir la línea maxilar y la
frontal en su integridad. Dado que los desconchados son posteriores a la ejecución del grabado, no
consideramos pertinente mantener que formen
parte de la composición, a modo de elemento
natural con contenido formal. La discriminación
de las líneas exactas que componen la figura es
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El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)...
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Fig. 5. Unidad gráfica 2 de El Mirón (Ramales de la
Victoria, Cantabria): signo reticulado.
Fig. 4. Unidad gráfica 1 de El Mirón (Ramales de la
Victoria, Cantabria): caballo.
difícil. El criterio para individualizar el contorno
fue considerar todos los surcos con desarrollo similar al de las diferentes regiones anatómicas.
Mayor problema presenta identificar líneas en el
interior del cuerpo del animal. Como las líneas
que integran el conjunto gráfico 1 componen, preferentemente, pequeños grupos y alrededor del
equino no son tan profusas, juzgamos que las situadas en su interior tienen relación directa con él.
Además de las líneas de contorno, las situadas en
la zona abdominal suelen describir un recorrido
paralelo al vientre, y en la región costal, y disponerse claramente en vertical. Su localización,
dispersión y disposición describirían, de manera
esquemática, el pelaje o el abultamiento que presentan los animales en ese tramo corporal. La figura se orienta hacia el interior de la cavidad y
muestra nivelación de 5 °-15 ° derecha. García
Díez y Eguizábal (2003: 39, n. 7) presentan las
medidas utilizadas en el estudio de los zoomorfos:
longitud del cuello = 7 cm; longitud del cuello al
gaznate = 6,3 cm; longitud del tronco = 22 cm;
distancia de la grupa a la nalga = 4 cm; longitud
de las orejas = 0,8 cm; altura de la cruz = 11,6 cm;
altura del pecho = 9,4 cm; altura o hueco sub-esternal = 1,2 cm y anchura máxima = 24 cm. El
deficiente estado de conservación por la alteración
del soporte y por el desconchado, juntamente con
el carácter muy estrecho de los surcos impiden
reconocer superposiciones. Se asocian al grabado
pequeñas fisuras y grietas.
Unidad gráfica 2: se asocia a la parte superior
de la cabeza de la unidad anterior. Representación
de líneas paralelas horizontales y otras paralelas
verticales que se cruzan casi ortogonalmente,
componiendo un morfotipo reticulado (Fig. 5).
Las medidas máximas son 4,4 cm de ancho y 3,4
cm de alto. Su estado de conservación es deficiente debido a la alteración del soporte y a los
desconchados de la capa superficial, que afectan
a la integridad de los grabados.
Conjunto gráfico 2: está en la pared izquierda,
a 33 m de la entrada. El conjunto se compone de
un gran número de trazos preferentemente rectilíneos que en ocasiones se cruzan creando ángulos (Fig. 6). La disposición de los surcos es variable: horizontal, vertical y oblicua; su longitud
también lo es: de 0,4 a 5 cm. El conjunto se distribuye por una superficie máxima de 86 cm de
ancho y 38 cm de alto. Su estado de conservación
es deficiente debido a la alteración del soporte y
a los desconchados de la capa superficial, que
afectan a la totalidad e integridad de los grabados.
El gran número de pequeñas grietas o fisuras
sobre el soporte pudieran confundirse con algún
trazo antrópico.
Conjunto gráfico 3: se localiza en la pared derecha (Sur), aproximadamente a 23 m de la entrada. Se compone de gran número de líneas preferentemente rectilíneas que en ocasiones se cruzan
formando ángulos (Fig. 7). La disposición de los
surcos es variable: horizontal, vertical y oblicua.
Su longitud también lo es: de 0,2 a 9 cm. Ocupa
una superficie máxima de 45 cm de ancho y 21
cm de alto. Este conjunto gráfico, en complemen-
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Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus
Fig. 6. Conjunto gráfico 2 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria).
Fig. 7. Conjunto gráfico 3 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria).
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El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, España)...
tariedad con la morfología natural del soporte,
pudiera componer una figura tipo bisonte casi
completa. La modulación natural de la superficie
de la roca y algunas líneas de fractura formarían
la estructura general de la línea cérvico-dorsal,
grupa, nalga, extremidades (al menos un par), la
línea frontal, el ojo y un cuerno. El estado de
conservación es deficiente por la alteración del
soporte y los desconchados de la capa superficial,
que afectan a la integridad de los grabados.
Conjunto gráfico 4: está en la pared del fondo
(Este), aproximadamente a 23 m de la entrada.
En la actualidad es imposible una descripción
mínimamente detallada de los grabados, ya que
parecen continuar bajo los sedimentos arqueológicos. Habrá que esperar a la futura excavación
del sector para una caracterización definitiva. A
tenor de lo que puede reconocerse, el conjunto se
compone de representaciones preferentemente
rectilíneas. La disposición de los surcos es generalmente vertical. Su estado de conservación es
deficiente por la alteración del soporte.
Conjunto gráfico 5: se localiza en la pared
derecha (Sur), a unos 25 m de la entrada, más
29
concretamente en un pequeño entrante que describe la cavidad. Se compone de un gran número
de representaciones preferentemente rectilíneas.
Los surcos suelen disponerse en vertical. Los
procesos de descalcificación del soporte han alterado su superficie, siendo imposible precisar más
allá de indicar que es un tipo de surco ancho.
Conjunto gráfico 6: se localiza en los cuadros
W7, W8, X7 y X8 del ‘Corral’, a unos 21 m del
límite de la entrada. El soporte es un bloque calizo desprendido de la pared que se apoya sobre
sedimento arqueológico. La cara decorada es plana, con un fino depósito de color marrón-rojizo
que responde a un proceso de alteración por oxidación de la superficie. Se corresponde con la
superficie fracturada del bloque en su posición
original. Su morfología coincide con un plano de
fractura situado por encima de la localización actual del bloque. Las huellas de corriente de la cara
inferior, resultantes de procesos erosivos de la
superficie externa de la caliza, corroboran que la
cara interior es la grabada. El conjunto se compone de un gran número de líneas rectas que en
ocasiones se cruzan formando ángulos (Fig. 8). La
Fig. 8. Conjunto gráfico 6 de El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria), correspondiente a la superficie del gran
bloque desprendido.
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Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus
disposición de los surcos es variable: horizontal,
vertical y oblicua. Su longitud también es muy
variable: de 0,8 a 15 cm, y se distribuyen por toda
la superficie en algo más de un metro de ancho y
70 cm de altura. Su estado de conservación es
deficiente debido a la alteración del soporte y a
los desconchados de la capa superficial, que afectan a la totalidad e integridad de los grabados.
3. LA DATACIÓN DEL GRAFISMO
RUPESTRE DE EL MIRÓN:
DISPOSITIVO ICONOGRÁFICO,
ESTRATIGRAFÍA Y OCUPACIÓN
HUMANA
Las consideraciones a partir de los datos obtenidos en la excavación de los depósitos arqueológicos ayudan a proponer una cronología relativa del momento de ejecución de algunas grafías
basada en datos radiométricos. Para el encuadre
cronológico del conjunto 1 y de las unidades gráficas 1 y 2 se valora la diferencia de cota entre el
panel y los niveles arqueológicos. Para ello se
parte de tres factores:
1. Secuencia estratigráfica de referencia: las
catas de furtivos y la posterior extracción de tierra para su uso como abono han alterado la se-
cuencia estratigráfica prehistórica. Debajo de los
grabados (cuadros W11-X12) ésta sólo se conserva a partir del nivel 120. Como secuencia de referencia más cercana se adopta un corte estratigráfico situado 210 cm al O y 100 cm al S, en
los cuadros T10 y U10. Allí la secuencia se inicia
con el nivel 105, a unos 100 cm por debajo del
punto medio del conjunto 1 y termina, según los
trabajos realizados hasta el momento, con el nivel 116. El punto más bajo de la excavación está
a unos 190 cm del punto medio del conjunto
gráfico 1.
Antes de poner en relación la diferencia de
cota existente entre el panel de grabados, donde
se integran la unidad 1 y 2 y el conjunto 1, y la
última secuencia estratigráfica apuntada, debe explicarse la pertinencia del uso de dicho corte. Ello
exige comprender la geometría de los niveles
arqueológicos en el sector del ‘Corral’ tomando
de referencia los cortes X8-W8, V7-V8, T7-U7V7, T7-T8-T9-T10 y T10-U10 (Fig. 9). La lectura de la estratigrafía muestra en el corte X8-W8
una ligera pendiente descendente hacia el O. El
corte V7-V8 tiende a la horizontalidad, carácter
que se hace más acusado a partir del nivel 108.
El corte T7-U7-V7 tiene una ligera pendiente
descendente hacia el O. Situación similar se produce en el corte T7-T8-T9-T10, donde la pen-
Fig. 9. Cortes estratigráficos norte (W8/X8) y oeste (V-W8/V-W7) del área del ‘Corral’ de El Mirón (Ramales de la
Victoria, Cantabria), mostrando la ubicación estratigráfica del gran bloque desprendido. En el corte norte (a la izquierda de la imagen) se aprecia cómo la arista inferior del bloque se encaja en el nivel 110 (diagrama a partir de dibujos
de los cortes de L. Straus y R. Stauber).
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diente, ligeramente más marcada y también descendente, buza hacia el N. En el corte T10-U10
los niveles en el cuadro T10 tienden a la horizontalidad, y en el cuadro U10 descienden en marcada pendiente hacia el O. Por su cercanía, los
datos que puedan extrapolarse de la lectura del
corte T10-U10 y de la complementariedad de los
cortes T7-U7-V7 y T10-U10, ayudarán a comprender la relación entre los grabados y la secuencia estratigráfica:
a) El aumento de pendiente hacia el O es más
acusado en el corte N (T10-U10) que en el S
(T7-U7-V7) y se produce de manera progresiva.
b) Los niveles lito-arqueológicos del corte
T10-U10 presentarían hacia el interior de la cueva una cota algo más alta. Si se extrapola el
grado de pendiente del techo del nivel 107.2 y
108 al punto donde se sitúa el caballo (cuadro X12), se observa que la parte superior de la
capa 107.2 estaría a unos 30-35 cm por debajo
del mismo, y el techo del nivel 108 a unos 55-65
cm. La base excavada del conjunto 108-112 se
sitúa a una cota de 80-90 cm.
Tales datos deben entenderse como valores
extremos de distancia mínima, ya que la pendiente de los niveles 106 a 112 tendería a reducirse
según se observa en los cortes X8-W8 y T7-U7V7. Si por contra consideramos valores extremos
de distancia máxima (partiendo de una tendencia
marcada a la horizontalidad de los niveles a partir del borde donde termina el corte de referencia
en el cuadro U10), la distancia entre suelo y grafía zoomorfa es: 120-125 cm para la base del
nivel 105, 135-140 cm para la base del nivel 107,
160-165 cm para la base del nivel 107.2 y 180185 cm para la base excavada del paquete 108112 (Fig. 10).
2. Inexistencia de fases erosivas entre niveles
que pudieran desvirtuar las consideraciones sobre
la altura del suelo: sobre la base de unas primeras
apreciaciones de los procesos sedimentarios reconocidos en la cavidad (Straus et al. 2001) y de
las dataciones obtenidas hasta el momento, puede
afirmarse que al menos desde una fecha cercana
a los 19.000 BP y hasta los 8.000 BP se ha producido una ocupación continuada y sin ruptura
alguna de la secuencia que pudiera indicar la
eliminación parcial o total de algunos niveles por
fases erosivas.
3. Altura media del grabador: una persona entre 160-180 cm podría alcanzar hasta los 210-220
cm si alzara la mano. El grabado inciso muy fino
31
Fig. 10. El Mirón. Análisis gráfico del corte bajo el conjunto 1, con la proyección teórica de la estratigrafía desaparecida y la ubicación de los grabados en la pared. A la
derecha aparece la escala métrica (montaje de L. Teira).
de un motivo zoomorfo como el presentado exige
que el autor en todo momento visualice correctamente el panel y lo que está grabando. La altura
del soporte a grabar debe corresponderse con la
distancia entre el suelo y el hombro (unos 25 cm
por debajo de la cabeza). Por ello, se acepta el
rango 135-155 cm como altura potencial máxima
entre el plano donde se grababa y el suelo donde
se situaba el artista. Partiendo de tales consideraciones, si los artistas no usaron estructuras para
elevarse y grabaron de pie en una posición cómoda, la ejecución pudo corresponderse con la sedimentación del actual paquete 108-112, que contiene ocupaciones del Magdaleniense medio y del
Magdaleniense inferior cantábrico. Este rango es
el espectro temporal más probable de grabación
para las unidades 1 y 2 y el conjunto 1.
En cuanto a la estratigrafía parietal del bloque
grabado: es otro elemento fundamental para la
cronología relativa del conjunto gráfico 6. El bloque se desprendió en un momento sincrónico a la
formación del nivel 110, ya que en el corte E de
los cuadros X8-W8 (Fig. 9) apoya sobre él. Dicho nivel ha sido asignado al Magdaleniense inferior cantábrico y está datado en 16.130 ± 250
BP (GX-23396) y, sobre un hueso justo por debajo del bloque, 16.520 ± 40 BP (UGAMS10628). La parte originariamente interior del bloque presenta líneas grabadas en parte cubiertas
por sedimentos del nivel 104, datado de manera
relativa entre el lapso 11.950 ± 70 BP (GX-
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Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus
23417) (nivel 102.1, Aziliense/Magdaleniense
superior-final) - 14.850 ± 60, 14.710 ± 160 y
13.660 ± 70 BP (nivel 108, Magdaleniense medio). En la campaña de 2001 se excavó la parte
del sedimento de los niveles 104 y 105 que fosilizaba el sector sur del bloque, localizando la
serie de líneas grabadas formando un motivo
complejo de la zona derecha de la superficie del
bloque bajo el sedimento intacto. En 2007 se
completó la excavación del sedimento sobre la
parte baja del bloque, hallando nuevas líneas grabadas bajo el sedimento del nivel 105. Como la
cara grabada se corresponde con el plano de fractura y, en buena lógica, el acto de grabar se produjo tras la caída del bloque, las líneas hubieron
de trazarse en un momento posterior o sincrónico
a la formación del nivel 110 (caída del bloque) y
anterior al nivel 105 (recubrimiento de los grabados), cuya datación debe insertarse entre el lapso
11.950 ± 70 BP (nivel 102.1) y 13.660 ± 70 BP
(datación más reciente del nivel 108).
4. VALORACIÓN DEL GRAFISMO
RUPESTRE DE EL MIRÓN
La cueva de El Mirón es una cavidad de corto recorrido y desarrollo lineal con tres tramos
diferenciados: el vestíbulo de techo alto y amplias dimensiones, la rampa, estrecha y con pendiente muy marcada, y el interior, un espacio
ancho de techo bajo, sin iluminación natural pero
perfectamente transitable. Las excavaciones arqueológicas han revelado una importante secuencia del Paleolítico Superior y postpaleolítico en
el vestíbulo.
Según los trabajos realizados hasta la fecha,
se eligió para la actividad gráfica la zona exterior
de la cavidad, iluminada por el sol. A pesar de
ello, la modalidad de grabado no permite una
lectura precisa y definida de todas las grafías. Las
de surco más ancho (conjuntos 5 y 6) son reconocibles y observables durante todo el día. En
cambio, para el resto, la buena visualización con
luz natural se ciñe, preferentemente, a las horas
de la tarde, cuando por la orientación al Oeste de
la boca, la luz llega incluso directamente a las
paredes del fondo del vestíbulo. Sin luz sólo se
distingue un conjunto de líneas sin ordenación
aparente.
El dispositivo iconográfico se compone de 2
unidades y 6 conjuntos gráficos. Las unidades son
un equino (unidad 1) y una estructura reticulada
(unidad 2). Los conjuntos gráficos son líneas de
disposición aparentemente desordenada que tienden, a veces, a asociarse en paralelo formando
pequeños grupos. En el conjunto 3 el trazado lineal se adecua a superficies y formas naturales
pudiendo representar una figura de bisonte. La
mayor parte de los grabados se localizan en frentes de pared: los conjuntos 1 y 2 y unidades 1 y
2 a la izquierda, y los conjuntos 3 a 5 a la derecha. Se desmarca el conjunto 6, sobre un bloque
caído de la misma. Una disposición vertical y
superficies preferentemente lisas o levemente sinuosas predominan en los soportes.
El estudio de la distribución o dispersión de
los grabados en la cavidad valora su conservación. En la actualidad las grafías están a 20-33 m
de la entrada, en el tránsito entre el vestíbulo y
la rampa (donde se sitúa propiamente el conjunto 2). Pudieron existir otras en puntos más exteriores que, por procesos de alteración del soporte
especialmente reconocibles en los conjuntos 1, 2
y 3, y unidades 1 y 2, no han perdurado. La visibilidad también importa: la mayoría de los conjuntos aparecieron tras la limpieza detenida de la
superficie de las paredes, algunas muy cubiertas
de suciedad.
El caballo, hasta la fecha es la única representación figurativa, muestra nivelación tendente a
vertical (5 °-15 °) y orientación hacia el interior
de la cavidad. No está completa, pero basándose
en la correspondencia de la anatomía con los
desconchados del soporte pudiera pensarse que,
en su día, se grabaran, cuanto menos, todas las
líneas del contorno, según hemos descrito. Las
pocas medidas tomadas imposibilitan el estudio
preciso de las proporciones, si bien cabe apuntar
el tronco ancho y la marcada concavidad del
vientre. Es una figura de formato pequeño. La
morfología de las líneas está entre el carácter rígido en las zonas del pecho y la extremidad delantera, ambas configuradas mediante líneas rectas, y el modulado. El esquema morfosomático
de la región del tronco es rectangular.
La representación lineal, angular y tendente a
paralelo, configura una morfología reticulada.
Completan el repertorio los conjuntos gráficos
con líneas donde no ha sido posible discriminar
formas complejas.
La técnica de grabado es siempre la incisión
fina y superficial, también describible como de
carácter filiforme. En el caballo se recurre al
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grabado múltiple para la delineación de las líneas
de contorno y a un estriado abundante y paralelo
para el interior.
La propuesta cronológica para el caballo de El
Mirón, por la correspondencia entre los grabados
y los depósitos arqueológicos, apunta a un lapso
que va del Magdaleniense inferior al medio. Las
líneas grabadas del conjunto gráfico 6 se realizaron entre el Magdaleniense inferior cantábrico y
el Magdaleniense medio avanzado o el Magdaleniense superior. Ello abre la posibilidad de que
las grafías puedan ser contemporáneas.
5. EL GRAFISMO RUPESTRE DE EL
MIRÓN EN LA SECUENCIA GRÁFICA
PALEOLÍTICA DEL VALLE DEL ASÓN
En el valle del Asón y la inmediata depresión
cerrada de Matienzo se ha mencionado actividad
gráfica rupestre supuestamente paleolítica en 27
estaciones (Fig. 11) (1). Un primer grupo con representaciones cuya cronología paleolítica no parece cuestionable incluye las cuevas de El Otero
(González Sainz et al. 1985), Los Emboscados y
El Patatal o Sotarraña (Balbín et al. 1986), Cobrantes (García Guinea 1968), Sotarriza (González Sainz y San Miguel 2001: 133-136), Venta
Laperra (Gorrotxategui 2000; García Díez y
Eguizábal 2008), El Rincón (Montes et al. 2005;
González Sainz y Gárate 2006), Arco A, Arco B,
Arco C, Pondra, Morro del Horidillo (González
Sainz y San Miguel 2001), La Haza (García Díez
y Eguizábal 2007), Covalanas (Moure et al. 1985;
García Díez y Eguizábal 2003), El Mirón (González Morales y Straus 2000b), La Luz (García
Díez y Eguizábal 2010) y La Cullalvera (González Sainz et al. 1997).
Un segundo grupo integra los conjuntos grabados o pintados cuya cronología o estilo paleolítico es difícil de probar: abrigos de San Carlos
y del Perro (Moure y González Morales 1986),
San Juan de Socueva (Serna y Valle 2000), Cofresnedo (Smith 2002), El Risco (Serna 2002a),
La Covarona (Gómez Arozamena 1992: 284), La
Chora (Serna 2002b), Los Moros (Muñoz 2002a),
(1) En el Alto Asón también en la cueva de El Becerral se
han señalado representaciones de estilo paleolítico (Bernaldo
de Quirós et al. 1987, 1988-1989). Recientemente se ha certificado la falsificación de este conjunto (García Díez y Eguizábal
2007-2008).
Fig. 11. Estaciones con arte parietal del valle del Asón
(Cantabria) citadas en el texto. 1: San Carlos, El Perro;
2: San Juan de Socueva; 3: El Otero; 4: Cobrantes, La
Covarona; 5: La Chora; 6: Emboscados, El Patatal, Cofresnedo, El Risco; 7: La Sotarriza; 8: El Morro del Horidillo, El Arco A, B y C; 9: Venta de la Perra, El Polvorín, El Rincón; 10: La Cullalvera; 11: La Haza, El Mirón,
Covalanas, El Horno, La Luz; 12: Los Moros.
El Polvorín (Gárate 2008) y El Horno (Serna
2002c). La primera dificultad es la interpretación
del origen, naturaleza y forma de las concentraciones de color en Cofresnedo, La Chora, Los
Moros y El Horno. La segunda es la sencillez de
las representaciones (puntos o líneas) cuya asignación, a priori y sin una discusión contextualizada, es insegura: San Carlos, San Juan de Socueva, Cofresnedo y El Polvorín. Los grabados
del Abrigo del Perro son menos dudosos: un mo-
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Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus
tivo bastante complejo, con triángulos y series de
ángulos, inmediatos a un depósito magdaleniense
bien contrastado y cuyo paralelo formal más
próximo es precisamente el nuevo motivo del
bloque de El Mirón. Por último en El Risco y La
Covarona la descripción hoy conocida consiste
en escuetas notas insuficientes para la datación.
El conjunto de 17 estaciones con figuras seguras de cronología paleolítica nos acerca a la secuencia gráfica documentada en el valle del Asón.
Sin pretender una discusión individualizada de su
cronología, a partir de los datos hoy disponibles
(González Sainz y San Miguel 2001) (2), se trazará su secuencia, valorando el grafismo de El
Mirón en ese contexto.
Los primeros momentos de la actividad gráfica
corresponden al ciclo pre-magdaleniense: motivos
de Arco A, Arco B, Arco C, Pondra, Morro del
Horidillo, Covalanas, La Haza, Venta de la Perra,
El Risco y probablemente La Luz. Precisar la fecha
concreta de su ejecución es problemático, siendo
necesario recurrir a propuestas temporales de carácter amplio. Entre el Auriñaciense y el Solutrense inferior se realizaron los dispositivos iconográficos de Covalanas, La Haza, Morro del Horidillo,
Arco C y una parte de los conjuntos de Pondra,
Arco A y Arco B (todos los dibujos rojos). Entre el
Gravetiense final y el Solutrense medio se grabaron
las figuras de Venta de la Perra, La Luz y Arco B.
En un lapso temporal algo más amplio (entre el
Gravetiense final y el Solutrense final) se pintaron
las ciervas de Pondra y los bisontes de Arco B,
grabándose las figuras de Pondra y Arco A.
La propuesta cronológica para el ciclo magdaleniense puede precisarse más. Al Magdaleniense
inferior se han adscrito las figuras de Emboscados y Cobrantes, las de esta última cavidad sin
unanimidad entre los investigadores; algunos las
asignan a momentos algo posteriores (Magdaleniense medio o superior). El dispositivo iconográfico de La Cullalvera se ha datado estilísticamente en el Magdaleniense medio avanzado.
Durante el Magdaleniense superior-final se hicieron las figuras de Sotarriza y Otero. La cronología de la de El Patatal es difícil de precisar más
allá de su pertenencia al presente ciclo.
La figura de equino de El Mirón, y probablemente la forma reticulada y por extensión, y cuando menos, otras líneas del conjunto gráfico 1, según la correspondencia entre proceso gráfico y
depósitos arqueológicos, se realizaron entre el
Magdaleniense inferior y el Magdaleniense medio. La concepción en parte geométrica del animal, en contraposición a lo definible como analítico ‘puro’, las proporciones un tanto abultadas en
la región del vientre y el recurso al contorno múltiple llevan a vincular a la figura, a partir de un
razonamiento formal de carácter lineal, al final del
Magdaleniense inferior o inicio del Magdaleniense medio. Caracteres similares pueden reconocerse en Emboscados y Cobrantes.
Las líneas del conjunto gráfico 6 se ejecutaron
entre el Magdaleniense inferior y el Magdaleniense medio avanzado o el Magdaleniense superior. El parecido más directo de los conjuntos del
Alto Asón, cuya edad paleolítica está asegurada,
es uno de los paneles de Venta de la Perra, compuesto exclusivamente de formas lineales. Su
cronología es sensiblemente anterior, pero también hay referentes en otros de edad paleolítica
insegura pero supuesta como los abrigos de San
Carlos y sobre todo El Perro.
AGRADECIMIENTOS
Las investigaciones en la Cueva de El Mirón
vienen siendo financiadas por la Fundación Marcelino Botín, la L. S. B. Leakey Foundation, la
National Geographic Society, la National Science
Foundation, la University of New Mexico, la
Consejería de Educación, Cultura y Deporte del
Gobierno de Cantabria y el Ministerio de Educación y Cultura. Los trabajos han contado con el
apoyo de la Universidad de Cantabria, el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas
de Cantabria y el Ayuntamiento de Ramales de la
Victoria, y, por supuesto, con la constante ayuda
y colaboración de Joaquín Eguizábal, guía de la
cueva de Covalanas.
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12078
El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento
técnico para la talla
The heat treatment of siliceous rocks, a technical process for knapping
Joana Boix Calbet (*)
RESUMEN
(1)
Se pretende mostrar un panorama general del estado
actual de las investigaciones sobre el tratamiento térmico
como procedimiento para la talla de rocas silíceas. Partiendo de varios autores, se ha desarrollado un programa
experimental en el que se sintetizan los aspectos que se
consideran más relevantes: las ventajas que supone el
tratamiento térmico de la roca; los estigmas característicos que produce sobre ella, principalmente el cambio de
color y el lustre térmico; y el momento de su aparición.
Hemos experimentado con 24 muestras de un sílex nodular de color oscuro de Serra Llarga (Balaguer, Lleida)
que no ha mostrado las mismas reacciones que otros tipos
de sílex. Debemos destacar los resultados obtenidos en
los pruebas de rugosidad de superficies, que han abierto
una línea de investigación prometedora. Finalmente,
apuntar la consideración del tratamiento térmico en un
contexto técnico y económico más amplio, y no como un
fin en sí mismo.
ABSTRACT
This paper attempts to present on an overview of the
use of heat treatment as a technical method for knapping
siliceous rocks. We have developed an experimental programme in order to document the signs typical of thermal
alteration (i.e. color change or thermal gloss) and the
moment when these signs appear in the heating process
and also to know the technical advantages resulting from
heat treatment. We experimented with 24 samples of dark
nodular flint from Serra Llarga (Balaguer, Lleida) that
has not shown the same reactions as other types of flint.
We have shown that surface roughness analysis is a new
promising line of research for identifying thermal alteration in archaeological material. Finally, we should con-
(*) Becaria JaePredoc. Dpto. de Arqueología y Antropología. Institución Milá y Fontanals - Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IMF-CSIC). C/ Egipcíaques 15. 08001
Barcelona. Correo e.: jboix@imf.csic.es
Recibido: 2-III-2011; aceptado: 15-IV-2011.
sider the heat treatment in a more broadly technical and
economic context, and not just as a method in itself.
Palabras clave: Arqueología experimental; Tecnología
lítica; Alteraciones térmicas; Sílex; Prehistoria reciente;
Europa Occidental.
Key words: Experimental Archaeology; Lithic technology; Thermal alterations; Flint; recent Prehistory;
Western Europe.
1. INTRODUCCIÓN
El tratamiento térmico de las rocas silíceas
para la mejora de su explotación mediante la talla
no es una cuestión baladí. Representa un foco de
interés sobre los procesos técnicos y el desarrollo
tecnológico entre los grupos prehistóricos de especial relevancia en los estudios sobre el proceso
de neolitización en Europa occidental. D. Crabtree y R. Butler (1964) publicaron el primer trabajo relacionado con esta temática. Desde entonces el corpus bibliográfico ha crecido de forma
considerable centrándose en tres objetivos (Gibaja y Clemente 1997; Terradas y Gibaja 2001):
1. Qué ventajas supone la práctica de un tratamiento térmico.
2. Cuáles son los estigmas característicos resultantes.
3. En qué momento y cómo se manifiestan
estos estigmas.
En general, el tratamiento térmico se ha venido considerando aislado y no dentro del proceso
tecnológico más amplio de producción de instrumental lítico. Sin restar trascendencia a los cambios provocados por el calentamiento en la estructura, composición, orden interno, etc., de la
Joana Boix Calbet
38
materia prima nuestros intereses científicos no
son los de la Química, la Física o la Geología sino
el conocimiento de las sociedades humanas. En
concreto aquí estudiamos los procedimientos técnicos desarrollados en el proceso de manufactura
del instrumental lítico. Los cambios acaecidos en
la roca tras un tratamiento térmico nos interesan
en la medida en que nos aproximan a los objetivos especificados. Nos centramos en el desarrollo
de criterios para el reconocimiento de los cambios documentados y de metodologías para interpretar su incidencia en la producción lítica. Nos
interesa lo que hay detrás de un tratamiento térmico: qué materias primas se utilizan, en qué
momento de la producción se practica, quién lo
aplica, quién se beneficia de sus resultados y cuál
es el uso final de los instrumentos obtenidos. El
presente trabajo no soluciona estas cuestiones,
pero constituye una parte previa y necesaria para
determinar los rasgos discriminantes de un tratamiento térmico y sus objetivos. Primero tratamos
qué es un tratamiento térmico y de qué criterios
disponemos para reconocerlo. Segundo planteamos un programa experimental propio para observar, a distintas temperaturas, las alteraciones
térmicas que sufre un sílex de tonalidades oscuras, independientemente de si se trata de nódulos
o productos de talla. Finalmente replanteamos
cuál debe ser la línea a seguir.
¿Pero a partir de cuándo y dónde podemos
reconocer el tratamiento térmico? Algunos trabajos en curso en Sudáfrica, demostrarían el uso de
la pirotecnología por parte de los primeros humanos modernos. La habrían utilizado para incrementar la calidad y la eficiencia de la silcreta en
el yacimiento de Pinnacle Point 5-6 hace aproximadamente 164 mil años (ca.) (Brown et al.
2009) y para la talla a presión de preformas para
la obtención de puntas bifaciales en el yacimiento de Bomblo Cave hace aproximadamente 75
mil años (ca.) (Mourre et al. 2010).
No obstante es en el Paleolítico Superior (1) y
sobre todo durante el Neolítico cuando el tratamiento térmico parece haber tenido mayor importancia a juzgar por el número de casos y sus
implicaciones técnicas. A finales del Neolítico
esta práctica irá decayendo para desaparecer con
(1) F. Bordes (1969) publicó el primer caso de tratamiento
térmico en un contexto arqueológico europeo sobre una hoja de
laurel procedente de los estratos solutrenses del yacimiento
francés de Laugerie-Haute.
la generalización de la metalurgia, por lo menos
en el Mediterráneo occidental.
El subcontinente indo-pakistaní es un caso excepcional, ya que el tratamiento térmico se documenta desde el inicio del Neolítico (Inizan y
Lechevallier 1996) a la actualidad, utilizándose
técnicas ‘tradicionales’ en procesos artesanales,
vinculados con elementos ornamentales (Roux
2000). Posiblemente en el norte de América hay
un mayor número de evidencias arqueológicas y
documentación etnográfica con referencias de tratamiento térmico para la talla (Nagle 1914).
Etnográficamente se documenta prácticamente en todo el mundo: en las islas Andaman, en el
Golfo de Bengala (Man 1883), Zimbaue (Robinson 1938), entre otras zonas. Desgraciadamente
solo en el caso de la India, se informa sobre la
importancia del tratamiento térmico en estas sociedades.
En la Península Ibérica, las primeras evidencias de tratamiento térmico corresponden a yacimientos de la zona de Levante y del suroeste del
Paleolítico Superior: Cueva del Caldeirao en Portugal (2), Cueva de Ambrosio en Andalucía (Ripoll López et al. 1997) o Cueva del Parpalló en
Gandía (Tiffagom 1998, 2006). Una mención especial merecen los yacimientos atribuidos al inicio del Neolítico del Sur de la Península Ibérica
(Carvalho 2008). El estrecho nexo entre la producción laminar por presión y la aparición del
tratamiento térmico quizás pueda relacionarse
con influencias norteafricanas y acorde con su
cronología proponerse un origen ibérico para el
tratamiento térmico, asociado a la talla laminar,
en el Neolítico de Europa occidental. Ejemplos
de otras zonas no peninsulares son el sílex melado procedente del sureste francés (final del V
milenio - inicios del IV milenio cal. BC), con el
que se configuran preformas de núcleos cuya expansión geográfica abarca el Midi francés, Cataluña, Suiza y el Piemont-Ligurie (Binder 1998;
Terradas y Gibaja 2001; Léa 2004, 2005); así
como el tratamiento térmico sobre grandes láminas en contextos de Neolítico Final y Calcolítico
en el centro de la Península Ibérica (Martín et al.
2009).
(2) Tiffagom (1998: 148) cita a Zilhão J. 1995: O Paleolitico superior da estremadura portuguesa. Tesis doctoral. Universidad de Lisboa, Facultad de Letras (inédita): 2 vols.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12078
El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla
2. EL TRATAMIENTO TÉRMICO
Tratamiento térmico, alteración térmica, annealing y pretratamiento térmico, son algunos de
los conceptos que podemos encontrar en la bibliografía referente a la temática que aquí nos
ocupa. Pero debemos ser cautos con su utilización. Terradas y Gibaja (2001) ya advierten del
peligro de confundir el tratamiento térmico con
las alteraciones térmicas, que en algunas publicaciones se utilizan como sinónimos.
En las ciencias de materiales el tratamiento
térmico se define como un procedimiento técnico
al que se someten algunos de ellos para mejorar
sus propiedades mecánicas y físicas, básicamente
la dureza, la resistencia y la tenacidad, mediante
la aplicación de calor y el posterior enfriamiento
(Kalpakjian y Schmid 2002).
Cuando se aplica a las rocas silíceas la mejora de las propiedades mecánicas se refleja en
su forma de fractura. Crabtree y Butler (1964)
ya demostraron en su momento a partir de réplicas experimentales que la aptitud (3) de muchas rocas silíceas para la talla mejora tras alterarlas térmicamente. Varios test mecánicos
sobre el material experimental han demostrado
que los cambios afectan la elasticidad de los
materiales y su resistencia a la fractura. Dichos
cambios tienen distintos efectos. La mejora más
evidente es la necesidad de una menor fuerza
del tallador en el momento de fracturar la roca
(Crabtree y Butler 1964; Bleed y Meier 1980).
Según Ahler (1983, cit. por Luedtke 1992: 100)
dicha reducción en algún caso puede llegar al
50%.
Se constata un mayor control en las operaciones relativas a la configuración de los bloques, la
explotación de núcleos y el retoque de los soportes (Terradas y Gibaja 2001). El tratamiento térmico afecta a una de las propiedades mecánicas
más importantes: la homogeneidad de sus propiedades. Su incremento hace la talla más predecible, reduce las posibilidades de fractura y la aparición de bordes reflejados (Luedtke 1992). Este
mayor control resulta beneficioso sobre todo en
zonas con períodos de inaccesibilidad a los recursos líticos debido a bajas temperaturas, nieve y
(3) Nos referimos a la mejora de las condiciones y propiedades que posibilitan la fractura intencionada de la roca mediante la aplicación controlada de una fuerza (presión, percusión)
para la consecución de un objetivo preestablecido.
39
heladas, que requieren un sistema que evite el
derroche de la materia prima (Domanski y Weeb
2007). Destacamos que es en la zona sibero-mongola, durante el Paleolítico Superior, donde aparece el tratamiento térmico dirigido a la producción laminar (Inizan y Lechevallier 1996).
La alteración térmica permite la fabricación
de productos con filos más agudos. Hay autores
que han observado ángulos muchas veces inferiores a los 30°, ausentes en el mismo tipo de
piezas sin alteración térmica (Rick 1978). La
desventaja es que tiende a aumentar su fragilidad, haciendo depender sus posibilidades de utilización de la dureza de los materiales a manipular.
El tratamiento térmico es una ventaja en el
momento de obtener productos de mayor longitud (Rick 1978; Bleed y Meier 1980). Mejora
considerablemente la eficacia de la talla por presión y también la percusión mediante percutor
blando y la percusión indirecta. El mayor control, facilidad y precisión en los procesos de
transformación de la materia prima propicia su
explotación mediante cualquier sistemática de
talla.
Otra de las consecuencias del tratamiento térmico es un cambio en el aspecto externo de ciertas rocas silíceas hacia tonalidades más rojizas y
superficies de aspecto más brillante. Ambos, según Domanski y Webb (2007), incrementarían el
valor totémico o religioso del objeto por la simbología especial del color rojo en ciertas sociedades. Sin entrar en la simbología de ciertos colores, estos cambios visuales a nivel estético pueden
bastar para practicar un tratamiento de este tipo.
Por ejemplo las cuentas de cornalina de Cambay
(India) reciben un tratamiento térmico sistemático para mejorar de la talla, pero sobre todo modificar su color (Roux 2000).
Estas mejoras/ventajas no se dan en todas las
rocas silíceas de la misma manera. Principalmente son visibles en rocas microcristalinas cuyos
cristales de cuarzo tienen menor tamaño: el sílex,
el jaspe, el ágata, la calcedonia, la madera petrificada o la novacuolita. Una vez tratadas la fractura se asemeja a la de materiales como la obsidiana o el vidrio. Donde hay escasez de materias
primas de buena calidad para la talla, parece que
se ha utilizado el tratamiento térmico para mejorar la calidad de las existentes. Materiales macrocristalinos como la silcreta, la cuarcita o el
cuarzo, también mejoran algo, pero no tanto
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12078
Joana Boix Calbet
40
como en las rocas microcristalinas. No obstante
los resultados de las réplicas experimentales son
muy variables. No todas las rocas, macrocristalinas o microcristalinas, con las que se ha experimentado han mostrado mejoras objetivas.
Como alteraciónes térmicas o termoalteraciones entendemos los cambios en la estructura y
superficie de la roca tras someterla a una fuente
de calor de forma premeditada o no. En cambio
lo que define al tratamiento térmico es la intencionalidad y la planificación previa de acuerdo a
unos objetivos prefijados.
Existe también el peligro de confundir tratamiento térmico y choque térmico. Esta alteración
térmica se produce cuando la considerable diferencia de temperatura entre las partes de la roca,
o entre la roca y su entorno fractura la roca (Luedtke 1992). Este choque térmico puede ser consecuencia de factores atmosféricos, de un contacto directo o fortuito con fuego o de un acto
voluntario para fracturar el bloque. Al no buscar
la modificación del bloque para la talla o para
cambiar la coloración de la roca, no debería considerarse como tratamiento térmico en sentido
estricto. Algunos autores han malinterpretado la
documentación etnográfica viendo un tratamiento
donde solo había un choque térmico. Este último
punto puede ser motivo de discusión, porque
¿cuándo podemos considerar realmente que hay
un tratamiento térmico? ¿También entraría el
choque térmico destinado a extraer los bloques
de sílex en algunos contextos mineros?
El éxito en un tratamiento térmico depende de
unas condiciones determinadas de la materia prima, la temperatura y el tiempo. Pero aún controlando estas variables el tratamiento térmico no es
un procedimiento preciso. Cada roca reacciona de
manera distinta ante su exposición a los efectos
de un foco de calor.
Hay un consenso en que el tratamiento térmico es un proceso largo y constante hasta llegar a la temperatura óptima, tras la cual debe
haber un enfriamiento también progresivo y lento para evitar el choque térmico. Esta temperatura oscilaría entre los 250 °C-350 °C (Purdy y
Brooks 1971), según las propiedades de la materia prima y el tamaño de la muestra. Por encima de esta temperatura la roca sufre daños que,
en muchos casos, repercuten negativamente en
la talla. Por debajo ningún cambio mejora significativamente sus propiedades. El tiempo de
experimentación en horno de mufla puede variar
entre 1 h y 72 h. En estos casos la pieza se deja
enfriar en su interior de manera que el descenso
de la temperatura sea gradual. Basándonos en la
información etnográfica, en un hogar al aire libre el tiempo de calentamiento sería de unas
24 h: en cada caso el calor sube lenta y progresivamente hasta llegar a la temperatura óptima
y posteriormente se deja enfriar en el interior de
la estructura de combustión utilizada hasta que
se apaga la brasa.
La materia prima está infravalorada en la mayoría de los estudios, aunque a ningún autor se le
escapa que cada litología da resultados diferentes.
Otra variable a controlar es el tamaño del bloque.
Crabtree y Butler (1964) constataron que el tratamiento térmico en los soportes comparativamente más delgados era mucho más exitoso. La
observación, olvidada por muchos autores posteriores, ha sido recuperada recientemente por
Mercieca y Hiscock (2008). En su trabajo experimentaron con cubos de silcreta de diferentes
volúmenes para observar la respuesta térmica a
distintas temperaturas. Constataron una clara interacción entre el volumen y la temperatura: las
piezas con mayor volumen se fracturaron mucho
antes que las de menor volumen. Esto influye
también en el tratamiento simultáneo de distintas
piezas, ya que para evitar que unas se fracturen
antes que otras, todas tendrían que ser más o
menos de un mismo tamaño o recibir un tratamiento individualizado.
En resumen, no podemos reducir el tratamiento térmico a la interacción tiempo y temperatura.
Hace falta considerar también las propiedades
específicas de la materia prima y su volumen.
¿Pero en qué momento del proceso de manufactura del instrumental lítico se tiene que realizar el tratamiento térmico? ¿Antes de la configuración del bloque de materia prima? ¿Antes de la
obtención de los soportes? ¿Antes de dar forma
a los soportes mediante el retoque? El tratamiento térmico no tiene un momento concreto de aplicación. Su elección depende de los objetivos buscados. Se puede aplicar en cualquier momento
del proceso productivo dependiendo del desarrollo tecnológico, la capacidad de asumir el riesgo
que comporta su aplicación y del objetivo final
que se busca con el calentamiento de la roca. Por
ejemplo en las cuentas de cornalina de la India el
calentamiento se aplica en tres momentos distintos del proceso (Kenoyer et al. 1991).
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El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla
3. CRITERIOS DE RECONOCIMIENTO
DEL TRATAMIENTO TÉRMICO
EN ROCAS SILÍCEAS
Muchos trabajos experimentales se llevan a
cabo para desarrollar métodos que permitan reconocer los efectos del tratamiento térmico en el
material lítico. Desgraciadamente hasta el momento no hay ningún método concreto, ni macroscópico ni microscópico, para su identificación con total seguridad.
Parece claro que un tratamiento térmico no
altera la mineralogía de la roca sino su estructura
(Purdy y Brooks 1971) dado que la temperatura
influye en la estructura de las rocas. Según Bertouille (1989, 1990), los cambios atmosféricos de
temperatura acumulan tensiones en forma de dislocaciones e imperfecciones. Es el denominado
‘fenómeno de fatiga’. Este altera la estructura de
la roca, perjudicando sus propiedades para la talla. Para volver a modificar esta estructura necesitamos una energía similar o superior. La resultante de un tratamiento térmico puede producir
una nueva redistribución de las dislocaciones,
una restauración de la estructura y la reducción
de los efectos de las tensiones. El fenómeno de
fatiga se evita manteniendo el tratamiento en los
límites de una temperatura óptima que modifique
la estructura de la roca favoreciendo sus aptitudes
para la talla.
El resultado del tratamiento térmico es también una mayor homogeneización de las propiedades texturales de la roca (Luedke 1992). Cuanto más diferente es el tamaño, forma y disposición
de los cristales, peor es la talla. El tratamiento
tiende a aumentar las propiedades isotrópicas de
la roca, favoreciendo una mayor homogeneidad
en su respuesta mecánica (Luedke 1992).
Aún hoy no hay una hipótesis única e inequívoca que explique los cambios internos de la roca
al ser tratada térmicamente que modifican sus
propiedades de talla. La primera hipótesis la propusieron D. Crabtree y Butler (1964: 2): Apparently, this what happens: Heat treatment causes
recrystallization of the more coarsely fiberes and
coarses microgranular silica minerals, which results in reduced crystal size a change in lustre
from dull to greasy, an increase in elasticity of
the material. Excessive heat, of course, will cause. A partir de esta se han propuesto otras, que no
son excluyentes entre sí, al tratar la misma fenomenología desde distintas aproximaciones o fe-
41
nómenos directamente vinculados entre sí. Luedke
(1992) las agrupó en dos modelos: el silica fusion
model (Purdy y Brooks 1971; Beauchamp y Purdy 1986; Griffiths et al. 1987), cuyas propuestas
hacen referencia al relleno de los espacios intercristalinos y el crack model (Flenniken y Garrison 1975; Schindler et al. 1984) con las relativas
a la creación de micro fracturas. El tercer modelo de ‘recristalización’ de Domanski y Weeb
(2007) reúne las que postulan que los cristales se
hacen más equigranulares. Todas estas teorías
consideran la volatilización del agua, localizada
en los poros y microfracturas del sílex, como
principal agente en la mejora de las condiciones
de talla de la roca (Griffiths et al. 1987; Domanski y Weeb 1992; Luedke 1992; McCutcheon y
Kuehner 1997). Según las personas que tallan a
nivel experimental esta reducción de la humedad
favorecería el inicio de la microfracturación que
se produce al aplicar una fuerza a un bloque o
fragmento de sílex.
Para observar las alteraciones internas que se
producen en la roca después de tratarla térmicamente se han utilizado analíticas como el Scanning Electron Microscope (SEM) o la termoluminiscencia. Por desgracia estas analíticas no son
siempre asequibles por factores económicos o de
disponibilidad de la infraestructura, aparte de suponer en ocasiones la destrucción total o parcial
de la muestra. Por este motivo el tratamiento
térmico sigue observándose controlando las alteraciones a nivel externo como el cambio en la
coloración de la roca, la aparición del llamado
lustre térmico y, ya cuando la temperatura resulta
excesiva, de una serie de alteraciones más ‘agresivas’, perceptibles a simple vista. Sin embargo,
debemos tener cuidado con estos cambios con un
importante componente de subjetividad y difíciles de cuantificar.
El cambio de color, conocido como rubefacción (Fig. 1), aparece con temperaturas superiores a los 200 °C en litologías cuyo contenido en
partículas de hierro supera las 1100 ppm (Purdy
y Brooks 1971). Según diversos autores el
aumento de la temperatura oxida estas partículas.
Al liberarse como consecuencia de la movilización del agua (Tixier 1984) aparece esta tonalidad
más rojiza característica que varía según el grado
de temperatura y la cantidad de impurezas.
El cambio de color no debe confundirse con
la aparición de tonalidades blancas que experimentan todos los sílex cuando alcanzan una tem-
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638
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Joana Boix Calbet
42
peratura excesiva. Igualmente, otros tipos de pátinas, blancas o de otras tonalidades, pueden
desarrollarse en el sílex como consecuencia de
fenómenos naturales.
El lustre térmico es una de las primeras alteraciones térmicas que se evidencian en la roca.
Se trata de un brillo identificable sólo en la superficie de los negativos de las extracciones realizadas después del tratamiento térmico (Fig. 1).
La parte externa del bloque, núcleo o soporte que
ha recibido tratamiento conserva un aspecto mate
en comparación con ella. Además, las ondulaciones de la propagación del golpe quedan mejor
impresas y de modo más regular (Terradas y Gibaja 2001). Este lustre aparece cuando las temperaturas llegan a los 200 °C-300 °C, que es también
la temperatura óptima según la mayoría de los
autores para la mejora de las condiciones de talla.
Esta temperatura depende de la materia prima, sin
que exista un consenso acerca del origen de este
brillo.
Las personas menos experimentadas pueden
confundir el lustre térmico con otras alteraciones
químicas y/o mecánicas como el pulido eólico que
modifican la superficie de la pieza dejando características similares a las alteraciones térmicas.
Fig. 1. Núcleo de sílex melado procedente de la estructura 70 del yacimiento de Can Gambús 1 (Sabadell,
Barcelona), atribuible cronológicamente al Neolítico Medio, concretamente a la denominada Cultura de los Sepulcros de Fosa (finales del V a inicios del IV milenio
cal BC) (lugar de depósito Museo de Historia de Sabadell) (Roig et al. 2010). En él se puede observar tanto la
rubefacción de la superficie del núcleo, como el lustre
térmico visible en las extracciones (fotografía J. Boix).
Se constatan otro tipo de alteraciones, mucho
más agresivas e identificables con mayor facilidad, una vez se ha superado la horquilla en la que
se sitúa la temperatura óptima. Pueden ser accidentales o consecuencia de una sobreexposición
térmica/horaria durante la aplicación de un tratamiento térmico. Distintos tipos aparecen de forma gradual: cúpulas térmicas, fracturas, craquelado o escamado, pátina de color blanquecino o
pardo, fragmentación en múltiples esquirlas e,
incluso, desintegración completa (Clemente 1995,
1997; Paterson 1995) (Fig. 2).
Con frecuencia, el color o el lustre térmico no
nos permiten identificar un tratamiento térmico
con total seguridad, y en muchos casos sólo podremos constatar alteraciones debidas al contacto
con alguna fuente de calor sin establecer su origen ni su intención. Así pues, resulta necesario
buscar otros criterios de reconocimiento.
No hay una sola manera válida de determinar
cuando un material está termoalterado de manera
intencionada o fortuita. El criterio más diagnóstico es asociar los cambios de color y la aparición
de lustre térmico en zonas concretas de la pieza
con el estudio tecnológico y espacial de todo el
conjunto lítico: su distribución espacial, la relación porcentual de piezas alteradas y no alteradas,
la situación del tratamiento térmico en un momento concreto del proceso de transformación de
las materias primas en productos, el nexo entre
los objetivos que dirigen la producción y los
restos derivados del proceso de talla, etc.
Otro punto a considerar debería ser la proximidad a fuentes de materia prima de yacimientos
con evidencias de posible tratamiento térmico.
No es un factor determinante, pero la necesidad
de una gran cantidad de materia prima y el riesgo
de accidentes inherentes a su tratamiento térmico
aumentan las posibilidades de que este se lleve a
cabo en las proximidades de los afloramientos
explotados (Léa 2005). Esta circunstancia nos
permite comparar el material termoalterado, del
yacimiento estudiado con muestras de la misma
materia prima no tratada térmicamente.
También cabría esperar de la fragilidad inherente a un conjunto lítico termoalterado una
mayor tendencia a la fracturación. Debería ser
posible observar un índice de fracturación más
elevado en los productos alterados que en los que
no lo están, siempre y cuando los productos tratados térmicamente hayan tenido un uso continuado.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12078
El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla
Fig. 2. Tratamiento térmico experimental de sílex de
tonalidades oscuras, efectos de un tratamiento excesivo:
1. cúpulas térmicas, fragmento de la pieza B5.3; 2. escamado, pieza B7.2; 3. blanqueamiento, pieza B6.1 (no
considerada en el experimento); 4. fragmentación en
múltiples esquirlas, pieza B7.2 (fotografías J. Boix).
43
Otro criterio de reconocimiento de un tratamiento térmico serían las evidencias de su
práctica in situ, a través de la identificación de
las correspondientes estructuras de combustión
(Fig. 3). Los ejemplos etnográficos sugieren una
gran variabilidad de estrategias para la práctica
de un tratamiento térmico de las rocas desde el
hogar doméstico hasta aquel diseñado específicamente con la finalidad de calentar las rocas. Desgraciadamente esta gran variabilidad, las pequeñas dimensiones que pueden llegar a tener, la
vinculación con otras evidencias antrópicas ajenas a la talla y/o la posibilidad de que estas estructuras estén aisladas dificultan su identificación.
En Zimbaue, los Naysalad depositaban los
bloques en medio del hogar. Una vez calentados,
sujetados contra una especie de yunque, se golpeaban con un martillo para extraer las lascas
(Robinson 1938). En Norteamérica el grupo de
los Plateau Shoshoni Indians colocaban las piezas en un hogar apagado y por encima hacían otro
que mantenían durante 24 horas. En cambio los
Reece River Shoshoni ponían las piezas bajo las
cenizas durante 5 noches (Hester 1972, cit. por
Gregg y Grybush 1976: 189). Los Kidja australianos, estudiados por Akerman (1979, cit. por
Domanski y Webb 2007: 157), preparaban una
cubeta de unos 50-60 cm de profundidad por
60 cm de diámetro. Antes de colocar el material
encendían un fuego en el interior de la cubeta.
Una vez apagado lo cubrían de arena y colocaban
el material encima mezclado. Finalmente cubrían
con tierra seca y lo dejaban aproximadamente 2
días. Mandeville y Flenikken (1974) describen un
hogar destinado al tratamiento térmico donde,
tras excavar la cubeta, primero se depositarían los
materiales, se cubrirían de arena y encima se
encendería un hogar.
La variabilidad de estructuras de combustión,
aunque dificulta la rápida identificación de estos
contextos arqueológicos, nos aporta mucha información sobre el grado de desarrollo de la producción del instrumental lítico tratado térmicamente.
Desgraciadamente las evidencias arqueológicas
son escasas, consecuencia posiblemente de la
misma dinámica del tratamiento térmico donde
para recuperar el material se destruiría la estructura. En la Península Ibérica tendríamos un posible ejemplo en una de las estructuras documentadas en el yacimiento del Campo de Fútbol de
la Fábrica de Ladrillos Preresa (Getafe, Madrid)
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doi: 10.3989/tp.2012.12078
Joana Boix Calbet
44
Fig. 3. Esquema de algunas de las posibles estructuras de combustión destinadas al tratamiento térmico (versión en
castellano de Mercieca y Hiscock 2008: 2637, Fig. 3).
(Baena y Luque 1994). Se trata de una cubeta de
aproximadamente 50 cm de profundidad y 50 cm
de diámetro donde se intercalarían niveles de
arena, limpia y con carbón, y donde mayoritariamente se han recuperado restos líticos.
4. UN EJEMPLO EXPERIMENTAL:
EL TRATAMIENTO TÉRMICO
EN EL SÍLEX NODULAR DE SERRA
LLARGA (BALAGUER, LLEIDA)
Las dificultades para afirmar la existencia de
un tratamiento térmico y su finalidad hacen necesaria la experimentación en laboratorio bajo condiciones favorables para el control de las variables consideradas más relevantes de los materiales
alterados, así como también entender los procesos de cambio en la estructura de la roca. Para
este primer experimento, hemos utilizado un sílex
nodular encajado en un cuerpo de calizas lacustres, de facies micrítica, adscritas a la Formación de Castell (Serra Llarga, Balaguer, Lleida)
(Fig. 4). Esta formación tiene una edad priaboniense terminal y forma parte del sistema lacustre
de La Noguera que, a su vez, se incluye en una
de las secuencias deposicionales del relleno sedimentario del sector oriental de la cuenca del Ebro
(Anadón et al. 1989). La morfología de los nódulos de sílex es esférica o plana con una longi-
tud que oscila entre los 5 y los 20 o 25 cm. El
sílex es de color negro-gris (tabla Munsell: 10YR
4/1, dark grey; 7.5R 3/0, very grey dark; 2.5YR
3/0, very grey dark.), opaco y de grano fino. Sus
superficies pueden presentar alteraciones, principalmente fracturas y pátinas de desilicificación.
Seleccionamos este tipo de sílex por tres motivos: su explotación contrastada a lo largo de la
Prehistoria, la posibilidad de que hubiera sido
objeto de un tratamiento térmico y su coloración
oscura que permitía adivinar una respuesta distinta a la de otras litologías explotadas en otros
contextos arqueológicos. A partir de la talla por
percusión directa de los nódulos de un tamaño
entre 10 y 15 cm seleccionamos 24 lascas de
dimensiones similares (Tab. 1). Muestra suficiente para observar el comportamiento de este sílex
de características diferentes a las de otros sometidos a experimentación.
El sílex se ha calentado en un horno de mufla
que puede alcanzar hasta 1.000 °C. Su controlador
de rampas permite programar subidas de temperatura a tiempo determinado en una sola hornada
lo que evita llegar a la temperatura final demasiado rápido y permite mayor control del tiempo de
exposición del material al calentamiento.
Las piezas se han colocado en el interior de
recipientes cerámicos llenos de arena. Al evitar
que el calor les llegue de forma súbita se excluye
un choque térmico y que estallen. Utilizamos
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 37-50, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12078
El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla
45
Fig. 4. Serra Llarga (Balaguer, Lleida), zona de adquisición del sílex utilizado en la experimentación e indicios de su
explotación arqueológica: 1. La Roca dels Bous (Paleolítico Medio); 2. La Cova del Parco (Paleolítico Superior a Bronce Final); 3. Auvelles (Epipaleolítico a Bronce Medio). Mapa Geológico 1:250.000 (2002, propiedad del Instituto
Cartográfico de Cataluña, disponible en www.icc.cat; fecha de consulta on-line 18-XI-2011).
Peso
Pieza
°C
Calentamiento
Enfriamiento
Volumen
previo
B1.1
B3.2
B1.9
B4.3
B1.3
B2.4
B3.3
B3.5
B2.3
B3.8
B2.2
B5.4
B3.6
B4.2
B4.5
B1.10
B5.5
B4.1
B5.6
B3.4
B7.2
B5.3
B2.1
B1.2
B.1.Rug.
B.5.Rug.
150
150
150
150
200
200
200
200
250
250
250
250
300
300
300
300
350
350
350
350
400
400
400
400
350
350
1
1
1
1
h 30’
h 30’
h 30’
h 30’
2h
2h
2h
2h
2 h 30’
2 h 30’
2 h 30’
2 h 30’
3h
3h
3h
3h
3 h 30’
3 h 30’
3 h 30’
3 h 30’
4h
4h
4h
4h
3 h 30’
3 h 30’
Lento (20 h)
Lento (20 h)
Rápido (exterior)
Rápido (exterior)
Lento (20 h)
Lento (20 h)
Rápido (exterior)
Rápido (exterior)
Lento (20 h)
Lento (20 h)
Rápido (exterior)
Rápido (exterior)
Lento (20 h)
Lento (20 h)
Rápido (exterior)
Rápido (exterior)
Lento (20 h)
Lento (20 h)
Rápido (exterior)
Rápido (exterior)
Lento (20 h)
Lento (20 h)
Rápido (exterior)
Rápido (exterior)
Lento (20 h)
Lento (20 h)
42,63
27,19
31,37
33,54
24,91
28,04
24,91
26,38
18,42
20,63
25,92
29,99
19,35
36.37
22,64
64,41
43,06
21,65
56,40
31,59
37,94
26,30
71,62
33,35
–
–
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
posterior
42,55
27,07
31,29
33,36
24,76
27,81
24,74
26,33
18,20
20,61
25,75
29,78
19,18
36,32
22,61
64,13
42,59
21,58
56,79
31,32
37,17
–
70,58
33,23
–
–
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
g
48 × 70 × 14
42 × 39 × 22
45 × 44 × 20
47 × 40 × 20
32 × 64 × 13
40 × 33 × 23
55 × 22 × 25
53 × 36 × 14
52 × 20 × 21
47 × 48 × 9
36 × 52 × 15
36 × 72 × 15
44 × 49 × 11
40 × 49 × 24
56 × 34 × 15
46 × 51 × 27
71 × 38 × 18
55 × 31 × 16
64 × 51 × 18
62 × 32 × 16
53 × 41 × 15
63 × 40 × 13
62 × 42 × 25
67 × 52 × 8
–
–
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
mm
Tab. 1. Medidas de control tomadas a las piezas experimentales antes y después de ser calentadas en un horno de
mufla. Las últimas dos piezas corresponden a las muestras utilizadas exclusivamente para el test de rugosidad.
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Joana Boix Calbet
46
arena como protector ya que es un buen conductor térmico, que asegura una transmisión regular
del calor favoreciendo un calentamiento y enfriamiento homogéneos y graduales. Además, es un
material fácil de conseguir y existen referencias
etnográficas de su uso para dicha finalidad.
Las variables que la mayoría de los autores
apuntan como importantes son la temperatura, el
sílex se ha calentado 150 °C, 200 °C, 250 °C,
300 °C, 350 °C y 400 °C; el tiempo de calentamiento, con un aumento progresivo de 50 °C cada
30 minutos y el de enfriamiento, lento, aproximadamente 20 horas, más rápido con la extracción
inmediata de la pieza y a temperatura ambiente.
Además se controlan el peso y el volumen.
Se ha medido el color, el volumen y el peso
de cada pieza en las distintas fases de la experimentación. Las piezas se depositan de dos en dos
en los recipientes cerámicos rellenos de arena.
Estos se introducen en la mufla también de dos
en dos calentándose hasta la temperatura deseada
en cada momento. Una vez alcanzada se apaga la
mufla y se saca al exterior solo uno de los recipientes, así conseguimos enfriar rápidamente dos
piezas a temperatura ambiente y dos lentamente.
Finalmente se practican extracciones a las piezas
para observar si se ha producido el lustre térmico
esperado.
Cada tipo de roca tiene reacciones diferentes
frente a un tratamiento térmico y todas ellas son
útiles para ampliar nuestro conocimiento. Pero
debemos puntualizar que el sílex de Serra Llarga
(Balaguer, Lleida) no es una materia agradecida
para la observación de las reacciones de una roca
silícea expuesta a una fuente controlada de calor.
Como presumíamos, este sílex no ha mostrado las
mismas reacciones aparecidas en otras rocas empleadas en experimentaciones realizadas por otros
investigadores.
El cambio en la coloración por exposición a
un foco de calor, en este caso, al tratarse de un
sílex oscuro y con un bajo contenido de partículas
férricas, no se ha producido. Recordar que, según
Purdy y Brooks (1971), los sílex con más alto
contenido de partículas férricas, más de 1.100
ppm, son los únicos que cambian el color como
consecuencia del proceso de oxidación de las
mismas cuando se llega a temperaturas próximas
a los 200 °C.
El lustre térmico, la alteración que muchos
autores destacan como la más relevante para la
identificación del tratamiento térmico, aparece
alrededor de los 300 °C. Pero, la diferencia esperable entre las partes lustrosas y sin lustre no es
tan contrastada como por ejemplo en el sílex
provenzal (Terradas y Gibaja 2001). En los sílex
calentados a 350 °C y enfriados de manera rápida
este lustre térmico no se da. ¿La aparición del
lustre térmico está entonces más relacionada con
el tiempo y tipo de enfriamiento que con la temperatura considerada óptima? Los futuros experimentos tendrán que incidir en esta cuestión. Si el
lustre es uno de los puntos claves para reconocer
el tratamiento térmico, ¿cómo lo identificamos en
estos casos? ¿Será un tratamiento más común de
lo que creemos?
En el caso que nos ocupa, la temperatura óptima de calentamiento se sitúa entre los 300 y los
400 °C, y es cuando aparecen las primeras evidencias de lustre térmico en un momento previo
a la aparición de los daños. A partir de los 400 °C
la roca sufre daños considerables, se fractura. Su
aparición gradual es también mucho más rápida
de lo esperable. Los daños no siguen tampoco
ningún patrón fijo.
Como indicamos, el tamaño es una de las
variables a tener en cuenta al practicar un tratamiento térmico: a mayor tamaño más propensión
al choque térmico debido a la mayor diferencia
de temperatura entre el exterior y el interior. Este
es el caso de la pieza B1.2, que a 400 °C solo ha
desarrollado alguna cúpula térmica, todo lo contrario de las otras calentadas a la misma temperatura y ligeramente más gruesas, que han quedado totalmente fragmentadas.
La pérdida de peso relacionada con la pérdida
interna del agua localizada en los poros y microfracturas de la roca, es insignificante. Por eso no
creemos que sea una variable relevante.
Tras el tratamiento térmico, a simple vista y
también con el tacto, se observan diferencias entre las nuevas superficies generadas a partir de las
extracciones y las no modificadas, que permiten
constatar el lustre térmico. Creemos necesario
aplicar algún test que confirme si esta diferencia
existe realmente y, en caso afirmativo, buscar
alguna manera de objetivarla y cuantificarla.
Para intentar medir la rugosidad a diversos
aumentos, y cuantificarla mediante índices establecidos a partir de su representación tridimensional, hemos recurrido al Stereo Explorer 2.2.
Este programa informático nos permite estas mediciones y un control directo sobre el microscopio, en nuestro caso, uno estereoscópico Leica
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El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla
47
Fig. 5. Tratamiento térmico experimental de sílex oscuro (Serra Llarga, Balaguer, Lleida). Representación gráfica de
las mediciones, Mean roughness profile, observadas en la superficie de la pieza B.1.Rugosidad a 15 aumentos (1, 3) y
30 aumentos (2, 4) antes (1, 3) y después (2, 4) del calentamiento controlado en mufla.
AUMENTOS
ZONA
MEDICIÓN
ANTES DE
CALENTAR
15X
15X
30X
30X
1
2
1
2
2,609 μm
2,06 μm
1,345 μm
1,615 μm
DESPUÉS DE
CALENTAR
2,528
2,516
2,065
1,818
μm
μm
μm
μm
SOBRE LAS
EXTRACCIONES
SIN LUSTRE
4,444
4,759
3,001
2,693
μm
μm
μm
μm
SOBRE LAS
EXTRACCIONES
CON LUSTRE
4,892 μm
5,454 μm
3,09 μm
3,493 μm
Tab. 2. Valores RA –Mean average roughness of profiles– de las medidas tomadas a 15 y 30 aumentos sobre la pieza
B.1.Rug antes y después de calentarla y sobre las extracciones realizadas tras el calentamiento. Significativo es el cambio que se produce entre las medidas tomadas antes del calentamiento y aquellas tomadas sobre las extracciones, independientemente del grado de lustre que presenten.
MZ16FA con foco motorizado. Dicho control se
ejerce sobre las cámaras, los aumentos y las profundidades en las superficies, permitiendo crear
modelos 3D, así como también analizar perfiles,
áreas y volúmenes.
El programa de medidas proporciona gran
cantidad de parámetros. Nos hemos fijado en los
que hacen referencia directa a la rugosidad y, en
especial, en el parámetro Ra (Mean average
roughness of profiles) o valor promedio de rugosidad en μm (4).
En esta primera prueba medimos la rugosidad
de una roca antes y después del tratamiento térmico, y sobre las extracciones practicadas a pos(4) El mismo programa nos advierte que esta medida
puede resultar un tanto ‘errónea’ ya que nos da una media
general.
teriori. Las tomamos a 15 y 30 aumentos y a 45
y 60 aumentos. Finalmente desestimamos los últimos resultados debido a que, al incrementar los
aumentos, se reduce correlativamente la zona a
medir y por tanto crece la dificultad de evidenciar
y comparar las diferencias. En cambio, a 15 y 30
aumentos, sí obtenemos diferencias significativas
al comparar la superficie antes y después de las
extracciones (Fig. 5), estas prácticamente se duplican (Tab. 2). Esto corroboraría la hipótesis de
partida según la cual las superficies de aspecto
mate y más lustroso que aparecen en las extracciones posteriores a un tratamiento térmico son
apreciablemente distintas, siendo estas últimas
las de mayor índice de rugosidad. Podemos objetivar tales diferencias de rugosidad, pero debemos profundizar aún más en su significado. Nos
falta ampliar la muestra y realizar más estadísti-
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Joana Boix Calbet
48
cas que nos ayuden a entender mejor lo que sucede, pero se nos ha abierto una línea de investigación prometedora.
5. COMENTARIOS FINALES
For archaeologists human responses to heat
treatment are more significant than the physical
changes which take place in heat stones and,
thus, should be the major focus of the study
(Bleed y Meier 1980: 506). Esta frase resume la
principal problemática a resolver. En todos los
ámbitos de la investigación arqueológica nos centramos con demasiada frecuencia en adaptar técnicas desarrolladas por otras disciplinas, intentando buscar su ‘aplicabilidad’ arqueológica. Solemos
priorizar la novedad de la técnica frente a su
capacidad de resolución de problemáticas arqueológicas, substituyendo nuestro verdadero objeto
de conocimiento por nuestro objeto de estudio.
Uno de los peligros más habituales cuando
experimentamos en arqueología es confundir medios y fines. Por ejemplo, en los trabajos sobre
tratamiento térmico, tenemos una idea bastante
clara de las reacciones de las rocas frente al calor,
pero nos falta identificar la importancia de este
tipo de tratamiento en los procesos de producción.
Es evidente que se deben seguir investigando
los cambios estructurales internos que sufre la
roca al ser alterada térmicamente, pero nuestro
trabajo como arqueólogos está en aprovechar los
datos de todos estos cambios internos que sean
relevantes para nuestra investigación. Es evidente que el estudio de los cambios físicos nos aporta datos indispensables. Pero los cambios estructurales tienen que considerarse secundarios. En la
medida de lo posible tendríamos que trabajar más
estrechamente con equipos/personas formados en
otras disciplinas, intentando desarrollar una investigación de carácter marcadamente interdisciplinar.
Debemos empezar a poner mucho más énfasis en otro tipo de criterio diagnóstico como el
propio contexto arqueológico. La clave para identificar un tratamiento térmico no está en las alteraciones resultantes, sino en la relación que se
establece entre ellas, la interpretación global de
todo el conjunto lítico y la distribución espacial
de este conjunto en el seno del yacimiento, en
relación al resto de productos y actividades.
Los programas experimentales sobre el tratamiento térmico, al igual que sobre otros aspectos
de la tecnología lítica, deberían desarrollarse en
un contexto técnico y económico más amplio. En
definitiva, ese tratamiento no es más que una
opción técnica, un segmento más del proceso de
producción del instrumental lítico. Su aplicación
depende de unas necesidades sociales concretas
y de la oferta medioambiental del territorio en
que opera esta sociedad. El tratamiento térmico
responde a la voluntad de conseguir una materia
prima con unas propiedades nuevas, diferentes a
las originales y destinadas a solventar unas necesidades igualmente diferentes.
Este trabajo ha sido una primera incursión al
tratamiento térmico en rocas silíceas como procedimiento técnico para la talla. Hemos visto qué
cambios sustanciales experimenta el sílex, cómo
se manifiestan a nivel superficial y sus posibilidades interpretativas en el seno de un estudio
sobre la producción técnica en la Prehistoria.
Igualmente, se adivinan líneas potenciales de desarrollo de esta investigación en el futuro, entre
las cuales el estudio de la rugosidad de las superficies termoalteradas parece ser muy prometedora. Esperemos que una correcta identificación de
las distintas alteraciones térmicas y su correcta
contextualización permitan interpretar adecuadamente los aportes que supone el tratamiento térmico como procedimiento técnico en la manufactura de instrumentos líticos y su significación
tecnológica.
Valorando en su conjunto la experimentación
realizada y formulada en este trabajo, pensamos
que no puede darse por terminada. Al hacerlo han
aparecido más interrogantes que respuestas. Es
un proceso natural y lógico en la formulación de
una investigación experimental cuyo objetivo es
contrastar determinadas hipótesis. Estos interrogantes plantean a la vez nuevos retos científicos
y posibilitan detectar los puntos débiles del programa experimental. Gracias a ello esperamos
replantearlo con el objetivo de resolver las deficiencias y carencias. El logro de estos objetivos
otorgará una mayor solidez a los resultados obtenidos.
AGRADECIMIENTOS
Esta experimentación se realizó como trabajo
final de tercer ciclo titulado El tractament tèrmic
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El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla
en roques silícies com a procediment tècnic per
a la talla: estat de la qüestió, presentado en el
Dpto. de Prehistoria de la Universidad Autónoma
de Barcelona. Agradezco a Xavier Terradas, Institución Milá y Fontanals - Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (IMF-CSIC), mi director de tesis, a Juan Francisco Gibaja (IMFCSIC) e Ignacio Clemente (IMF-CSIC), así como
a los correctores anónimos, sus consejos y correcciones durante la redacción del artículo.
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12079
La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento
de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Aprovisionamiento
y modificación de las materias primas
Pottery technology of levels IV and III in Kobaederra site (Cortézubi, Bizkaia). Supply and
modification of raw materials
Miriam Cubas (*)
Manuel García-Heras (**)
David Méndez (***)
Imanol de Pedro (****)
Lydia Zapata (*****)
Juan José Ibáñez (******)
Jesús Emilio González Urquijo (*******)
RESUMEN
approach both their mineralogy and chemical composition, with the aim of identifying steps in their production
sequence. This paper presents the technological analysis
of the Neolithic pottery documented in the lower levels of
the Kobaederra site (Cortézubi, Bizkaia) on the basis of
their mineralogical (petrography and X-ray diffraction,
XRD) and geochemical (SEM-EDS) analysis. Its goal is
to discriminate the possible areas of raw materials supply
and their modification through the addition of tempers.
Finally, the implications of the results in relation to the
rest of available archaeological evidences from the IV and
the III levels of the Kobaederra site are discussed.
(1) (2) (3) (4)
El estudio tecnológico del material cerámico requiere
de la aplicación de técnicas de análisis arqueométrico que
permitan un acercamiento a su mineralogía y composición
química, con la finalidad de identificar las etapas de su
secuencia de elaboración. Este artículo presenta el análisis
tecnológico de la cerámica neolítica documentada en los
niveles inferiores del yacimiento de Kobaederra (Cortézubi,
Bizkaia), a partir de su análisis mineralógico (petrografía y
difracción de rayos X, DRX) y geoquímico (microscopio
electrónico de barrido-espectómetro de dispersión de energía, MEB-EDS). Su objetivo es discriminar las potenciales
áreas de aprovisionamiento de las materias primas y su
modificación mediante la adición de desgrasantes. Por último, se discuten las implicaciones de los resultados obtenidos en relación con el resto de las evidencias arqueológicas disponibles para los niveles IV y III de Kobaederra.
ABSTRACT
The technological study of ceramic materials requires
the application of archaeometric analytical techniques to
(*) Sociedad de Ciencias Aranzadi. C/ Zorroagagaina 11.
20014 Donostia-San Sebastián.
Correo e.: miriam.cubas@hotmail.com
(**) GI Arqueometría y Conservación de Vidrios y Materiales Cerámicos. Instituto de Historia. CCHS-CSIC. C/ Albasanz
26-28. 28037 Madrid. Correo e.: manuel.gheras@cchs.csic.es
(***) Laboratorio de la División de Ciencia e Ingeniería de
los Materiales, Universidad de Cantabria, E. T. S. Ingenieros de
Caminos. Avda. de los Castros s/n. 39005 Santander.
Correo e.: mendezd@unican.es
(****) Dpto. Ciencias de la Tierra y Física de la Materia
Condensada (CITIMAC)-Universidad de Cantabria. Facultad de
Ciencias. Avda. de los Castros s/n. 39005 Santander.
Correo e.: manuel.depedro@unican.es
Palabras clave: Cerámica; Neolítico; Península Ibérica;
Arqueometría; Secuencia de manufactura; Tecnología;
Desgrasante; Chamota; Calcita; Sílex. (5) (6) (7)
Key words: Pottery; Neolithic; Iberian Peninsula; Archaeometry; Manufacturing process; Technology; Temper; Grog; Calcite; Flint.
1. INTRODUCCIÓN
El estudio sobre el Neolítico en la región cantábrica se ha intensificado de forma considerable
(*****) Universidad del País Vasco (UPV-EHU), Facultad
de Letras. C/ F. Tomás y Valiente s/n. 01066 Vitoria-Gasteiz.
Correo e.: lydia.zapata@ehu.es
(******) Institución Milá i Fontanals, CSIC. C/ Egipcíaques 15. 08001 Barcelona. Correo e.: ibanezjj@imf.csic.es
(*******) Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC)-Universidad de Cantabria. Edif.
Interfacultativo. Avda. de los Castros s/n. 39005 Santander.
Correo e.: jesuse.gonzalez@unican.es
Recibido: 5-IV-2011; aceptado: 31-V-2011.
Miriam Cubas et al.
52
en las últimas décadas del siglo XX. Los distintos
proyectos de investigación se han centrado en
precisar y establecer la aparición de las especies
domésticas en la región (Arias y Altuna 1999;
Zapata 2002; Peña-Chocarro et al. 2005; Altuna
y Mariezkurrena 2009), en la cronología del proceso (Arias et al. 2000), en los materiales cerámicos (Alday 2003; Cubas 2008) y en el propio
proceso de neolitización (Arias 2007; Arias et al.
2000). Ello se ha visto favorecido por la excavación de nuevos depósitos como Los Canes (1),
Los Gitanos (Ontañón 2005), El Mirón (González
Morales y Straus 2000), Kobaederra (Zapata et
al. 1997) y Herriko Barra (Iriarte et al. 2005).
Gracias a esos avances, se han adscrito a la
primera mitad del V milenio cal AC las evidencias cerámicas más antiguas de la región cantábrica. Proceden de los yacimientos de Los Canes,
El Mirón (González Morales y Straus 2000), Arenillas (Bohigas y Muñoz 2002), Los Gitanos (Ontañón 2005), Arenaza (Apellániz y Altuna 1975)
y Kobaederra (Zapata et al. 1997). El análisis
de parte de estas cerámicas se ha integrado en
las síntesis sobre el Neolítico en la región (Arias
1991) o en ensayos de sistematización de sus
caracteres morfoestilísticos (Alday 2003). Algunas cerámicas han sido objeto de un estudio monográfico como las halladas en El Mirón (2) o Los
Gitanos (Cubas y Ontañón 2009).
El elevado índice de fragmentación y la escasa representatividad morfológica de los conjuntos
cerámicos han impedido su sistematización atendiendo a criterios morfoestilísticos (Cubas 2008).
En general muestran un buen estado de conservación con leves concreciones calcáreas en sus
superficies o coloraciones debidas a infiltraciones, ya que proceden de entornos kársticos.
En este artículo se considera la cerámica como
manufactura, inserta en una secuencia tecnológica de elaboración que transforma la arcilla en un
recipiente con unas características físico-químicas concretas. En función de este enfoque los
objetivos fueron el reconocimiento de las potenciales áreas de aprovisionamiento de las materias
(1) Arias, P. 2002: La Cueva de Los Canes (Asturias). Los
últimos cazadores de la Península Ibérica ante la muerte. Memoria de Cátedra. Dpto. de Ciencias Históricas. Universidad de
Cantabria. Santander. Inédito.
(2) Vega Maeso, C. 2006: La cerámica de la cueva de El
Mirón. Manufactura, morfología y abandono. Trabajo de investigación de Tercer Ciclo. Universidad de Cantabria. Santander.
Inédito.
primas empleadas en la elaboración de las cerámicas de los niveles inferiores del yacimiento de
Kobaederra y la discriminación de sus secuencias
de manufactura.
2. EL DEPÓSITO ARQUEOLÓGICO
DE KOBAEDERRA (CORTÉZUBI,
BIZKAIA)
Kobaederra (coordenadas UTM –30T WGS84–
x: 530927; y: 4798992 y 260 m.s.n.m) se sitúa en
el municipio de Cortézubi (Bizkaia) (Fig. 1). Es
una cavidad de gran tamaño, unos 25 m de ancho
por 6 m de alto en su parte central, abierta en las
calizas paraarrecifales del Aptiense (Cretácico
Inferior) del monte Aritzgane. Se ubica en la ría
de Guernica que se dispone con una dirección
N-S a favor de los materiales blandos y erosionados del Keuper (Fig. 1). El núcleo de la ría está
constituido por materiales triásicos –en su mayoría arcillas abigarradas, rocas de textura ofítica y
yesos– y en los flancos se disponen depósitos
jurásicos y cretácicos en una serie casi continua
(IGME 1973a, 1973b). El Jurásico, en la parte
oriental de la cuenca vasco-cantábrica, es predominantemente marino y carbonatado, con eventuales unidades detríticas (Garmendia y Robles
1991: 9). Este carácter carbonatado caracteriza a
las calizas arrecifales y paraarrecifales (Cretácico
Inferior) tan abundantes en el entorno del yacimiento con alternancia de calizas, margas y argilolitas calcáreas masivas (IGME 1973a, 1973b).
Por último, los depósitos cuaternarios están ampliamente documentados en la ría y en su mayoría son materiales holocenos depositados en el
estuario que se formó como consecuencia de la
transgresión marina (EVE 2003).
Los materiales aquí estudiados proceden de
las intervenciones arqueológicas desarrolladas
entre 1995 y 1999 (Zapata et al. 1997; Zapata et
al. 2000). La excavación se organizó en unidades
de 1 m2, subdivididas en cuadrantes, y se realizó
mediante tallas de espesor variable (entre 3 y 6
cm) siguiendo el buzamiento reconocido en el
sedimento. Los materiales registrados fueron industria lítica, ósea, cerámica, restos faunísticos
determinables o mayores de 4 cm y muestras
antracológicas, carpológicas y malacológicas. Se
recogieron en bolsas individuales indicando su
posición topográfica. Todo el sedimento se flotó
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12079
La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)...
53
Fig. 1. Localización del yacimiento de Kobaederra y principales rasgos geológicos del entorno. Mapa realizado a partir de las hojas 37, 38 y 62 del Mapa Geológico de España, Instituto Geológico y Minero, serie MAGNA 50, escala
1:50.000.
para recuperar los macrorrestos botánicos, seleccionándose el residuo insoluble.
La parte superficial de la secuencia se definió
como nivel I (Fig. 2) con una potencia variable
entre 34 y 62 cm de espesor. El sedimento es de
fracción limo-arcillosa, con capas costrificadas y
de escasa compacidad. Este nivel se superpone a
una capa estalagmítica que alcanza los 20 cm de
espesor en algunas zonas. La datación absoluta
(OxA-6960) (Tab. 1) sitúa su formación entre el
3330 y el 2910 cal AC.
El nivel II, infrayacente y separado del anterior por una costra estalagmítica, tiene características sedimentológicas y arqueológicas simi-
lares. Se extiende por la práctica totalidad del
área excavada con una potencia entre 18 y 54
cm de espesor y una costra estalagmítica a base.
Según las dataciones absolutas disponibles se
formó en un momento avanzado del V milenio
cal AC (Beta-126686 y UBAR-472) (Tab. 1).
Un enterramiento en fosa cortaba al nivel II y
una pequeña costra lo separaba del infrayacente
nivel III. La datación directa de los restos humanos (OxA-29109: 2040-1700 cal AC) (Tab. 1)
sugiere que esta fosa intrusiva puede haber afectado la integridad del depósito del nivel II y
provocado la remoción de los materiales de ambos niveles.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12079
Miriam Cubas et al.
54
Fig. 2. Yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia).
Planta y perfil oriental del sondeo de la galería suroeste.
El nivel III es de fracción arcillosa, muy compacto, con cenizas y carbones que le confieren
una tonalidad marrón-grisácea. Tiene una potencia entre 35 y 55 cm de espesor, con una disposición más horizontal que los dos anteriores. Se
Nivel
I
II
II
II
III
IV
IV
Muestra
Laboratorio
Cereal
OxA-6960
Hueso humano AA-29109
Carbón
UBAR-472
Carbón
Beta-126686
Carbón
UBAR-471
Cereal
AA-29110
Carbón
UBAR-470
Datación BP
4405
3545
5200
5460
5820
5375
5630
formó en el período comprendido entre el 5310
y 4230 cal AC (UBAR-471) (Tab. 1). El nivel IV,
la parte inferior de la secuencia, es un sedimento
de fracción arcillosa-limosa y de unos 20 cm de
espesor. Según las dataciones absolutas disponibles (UBAR-470 y AA-29110) (Tab. 1) se formó
a lo largo del V milenio cal AC.
Las dataciones absolutas no son muy concluyentes (Tab. 1). Se han seleccionado los conjuntos cerámicos de los niveles inferiores de la secuencia porque constituyen las cerámicas más
antiguas documentadas en el yacimiento, en torno
a mediados del V milenio cal AC, con cronologías similares en el resto de la región. A pesar de
la aparente homogeneidad observada en las dataciones absolutas del nivel II, se ha decidido excluir su conjunto cerámico ya que la fosa posterior pudo haber afectado a la integridad del
depósito.
El conjunto arqueológico de los niveles IV y III
del yacimiento evidencia una escasez de restos
líticos y cerámicos en comparación con la gran
abundancia de fauna de mamíferos. Está representada por animales domésticos, básicamente ovinos,
y, en menor proporción salvajes, especialmente
Cervus (Altuna y Mariezkurrena 2009). Los restos
malacológicos son muy numerosos: unos 6.000
por m2 con un dominio de los bivalvos, Ostrea, Ruditapes y Scrobicularia (Gutiérrez Zugasti 2009).
El análisis de macrorrestos vegetales constata trigo
vestido (Triticum dicoccum), cebada, leguminosas,
avellanas y bellotas, así como el uso mayoritario
de madera de Quercus subg. Quercus (grupo de
robles caducifolios y marcescentes) como combustible (Zapata 2002: 94).
Desv. Típica
55
60
110
60
240
90
100
Calibración
cal AC/2σ
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3330-2910
2040-1700
4320-3770
4450-4080
5310-4230
4360-3990
4710-4270
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Zapata et al. 1997
Zapata 2002
Zapata et al. 1997
Tab. 1. Dataciones absolutas disponibles para la secuencia estratigráfica (yacimiento de Kobaederra, Cortézubi, Bizkaia). Las calibraciones corresponden a la curva IntCal09 para muestras terrestres (Reimer et al. 2009). Se ha utilizado
el programa OxCal4.1.5 (Ramsey 2001, 2009) y se muestran en años cal AC con un intervalo de probabilidad 2σ.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 51-64, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12079
La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)...
3. METODOLOGÍA
La metodología se basó en tres niveles de análisis: macroscópico, mineralógico y composicional. Debido a la gran fragmentación del material,
el fragmento cerámico fue la unidad de análisis.
El análisis macroscópico se llevó a cabo sin
tratamiento previo y se realizó en todos los fragmentos cerámicos recuperados en la excavación
(n = 417, Tab. 2), fueran partes morfológicas representativas o indeterminados. Se observaron las
variables: cuerpo cerámico y matriz arcillosa, inclusiones, tratamiento de superficies, decoración
y las alteraciones postdeposicionales. Como resultado del análisis macroscópico se establecieron grupos de referencia, que después se tomaron
como base para el análisis mineralógico mediante lámina delgada. Algunos autores critican este
sistema de muestreo (Cowgill 1964) ya que los
grupos de referencia se establecen mediante criterios subjetivos. Sin embargo, este tipo de muestreo permite reconocer toda la variabilidad del
conjunto cerámico estudiado y asegura que, al
menos, una muestra de cada grupo esté finalmente representada (Neff 1993: 30). Un procedimiento similar se ha empleado para las cerámicas
prehistóricas del valle del Ebro (Ortega et al.
2010).
Se seleccionaron un total de 109 muestras
para el análisis mineralógico mediante lámina
delgada (Tab. 2). Actualmente no existe ningún
procedimiento estandarizado y sistemático para la
descripción petrográfica de láminas delgadas de
cerámica arqueológica, a pesar de los intentos
realizados (Whitbread 1989). En este trabajo la
descripción petrográfica caracterizó la textura de
la matriz arcillosa y las inclusiones no plásticas.
En la matriz arcillosa se observó su isotropía o
anisotropía, así como la morfología y distribución
de los macroporos. En las inclusiones se procedió
a su identificación mineralógica, se determinó sus
Nivel
IV
III
TOTAL
55
dimensiones, morfología, índice de esfericidad y
densidad relativa. El análisis petrográfico utilizó
un microscopio Kiowa Biopol-2. Las micrografías se tomaron con unas cámaras Leica DFC
Twain (480 R2) y Canon 450D, acopladas al
trinocular del microscopio. El análisis petrográfico diferenció distintos ‘grupos de manufactura’
(GM) a partir de rasgos tecnológicos similares.
La característica principal de estos grupos es la
presencia de una mineralogía indicativa de las
distintas áreas geológicas de captación, o algún
rasgo tecnológico destacable como la adición de
cierto tipo de desgrasante. El concepto de ‘grupo
de manufactura’ puede ser considerado sinónimo
del de ‘grupo tecnopetrográfico’ propuesto por
otros autores (Roux y Courty 2005).
Tras la observación petrográfica de las 109
láminas delgadas, se seleccionaron 49 muestras
para el análisis mineralógico mediante difracción
de rayos X (DRX) y análisis geoquímico mediante espectrometría de dispersión de energías de
rayos X (EDS). En este caso el dispositivo se
acopla a un microscopio electrónico de barrido
(MEB) (Tab. 2). La selección valoró que las muestras presentaran características mineralógicas distintas. El elevado coste de estas técnicas exige una
selección previa del material a analizar.
Los análisis mediante DRX se llevaron a cabo
con un difractómetro Bruker D8 Advance, utilizando la radiación Kα del cobre (1,54051 Å) y
condiciones de trabajo de 40 kV de tensión y 30
mA de intensidad. Los difractogramas se registraron entre 2θ = 5-60° a temperatura ambiente, con
un tiempo de integración de 8 s por paso en un
portamuestras convencional. Los difractogramas
se compararon con las bases de datos estandarizadas del Joint Committee of Powder Diffraction
Standars (J.C.P.D.S.), utilizando el programa
EVA suministrado por Bruker. Las muestras se
molieron en mortero de ágata hasta alcanzar el
estado de polvo policristalino con un diámetro
Número de fragmentos
Muestras petrografía
Muestras DRX
245
172
417
54 (22,04%)
55 (31,98%)
109 (26,13%)
23 (9,39%)
26 (15,12%)
49 (11,75%)
Muestras SEM-EDS
23 (9,39%)
26 (15,12%)
49 (11,75%)
Tab. 2. Total de fragmentos cerámicos con análisis petrográficos, mineralógicos por difracción de rayos X (DRX) y
geoquímicos mediante espectrometría por dispersión de energías (EDS) en microscopio electrónico de barrido (MEB)
del yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia), niveles III y IV.
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inferior a 30 μm. Para evitar el aporte de alteraciones postdeposicionales, especialmente de calcita secundaria, se desbastaron las superficies
más externas de los fragmentos cerámicos.
El análisis geoquímico semicuantitativo se realizó mediante EDS sobre secciones obtenidas a
partir de los fragmentos cerámicos. Tras embutirlas en una resina epoxi, se desbastaron y pulieron.
Para que las secciones pulidas fueran conductoras,
se recubrieron con carbono evaporado de unos 20
nm de espesor. Se utilizó un microscopio electrónico de barrido Jeol JSM 5800-LV, equipado con
un detector de rayos X para microanálisis Oxford
Instruments modelo DCL7849, realizándose los
análisis con una tensión de aceleración constante
de 15 kV. Los análisis mediante MEB-EDS se
orientaron a obtener la composición química promedio de la matriz arcillosa, por lo que se efectuaron en zonas sin inclusiones no plásticas ni
poros (Tite et al. 1982).
cita, aunque se observan algunas diferencias en la
mineralogía del componente detrítico. La illita es
el mineral arcilloso identificado en todas las muestras y la caolinita solo en algunas (Fig. 3: 2).
GM-4: 9 muestras (3 del nivel IV y 6 del nivel III). Se individualiza por la alta densidad de
cuarzo mono y policristalino. Se observan también mica, plagioclasa, epidota y minerales opacos y fragmentos de roca (sílex y arenisca). El
análisis mineralógico mediante DRX determina
una elevada presencia de illita.
GM-5: 5 muestras (3 del nivel IV y 2 del nivel III). Se caracteriza por nódulos de arcilla y la
4. GRUPOS DE MANUFACTURA.
RESULTADOS MINERALÓGICOS
Y GEOQUÍMICOS
El análisis petrográfico indica que las materias
primas empleadas en la manufactura cerámica
proceden de distintas fuentes de aprovisionamiento y que los sedimentos originales se han
modificado con la adición de desgrasantes, aunque los grupos de manufactura (GM) identificados en los niveles IV y III tienen cierta homogeneidad. Se han identificado 10 y 12 GM para los
niveles IV y III respectivamente. Como los GM
1-7 presentan una mineralogía similar en ambos
niveles se describen de forma conjunta. En cambio los grupos GM-8, GM-9, GM-10, GM-11 y
GM-12 reflejan una mineralogía más heterogénea
y distintiva en cada nivel. Sus principales rasgos
son:
GM-1: 11 muestras (9 del nivel IV y 2 del
nivel III) caracterizadas por cuarzo mono y policristalino, arenisca y sílex. El mineral arcilloso
identificado es illita (Fig. 3: 1). En 2 fragmentos
del nivel IV la calcita es esporádica.
GM-2: 20 muestras (16 del nivel IV y 4 del
nivel III) con fragmentos de sílex. La illita es el
único mineral arcilloso identificado por DRX.
(Fig. 3).
GM-3: es el más numeroso con 31 muestras
(16 del nivel IV y 15 del nivel III). Presenta cal-
Fig. 3. Mineralogía de las cerámicas del yacimiento de
Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Difractogramas de las
muestras: 1. GM-1, nivel IV; 2. GM-3, nivel IV; 3. GM7, nivel III. Abreviaturas: Co cordierita, E epidota, i illita,
K caolinita, K-fel feldespato potásico, Na-Ca feldespato
sódico-cálcico, Qz cuarzo, Vr vermiculita, GM Grupos
de manufactura.
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La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)...
identificación de illita como fase arcillosa principal. Su mineralogía, heterogénea, incluye cuarzo,
epidota, e incluso, fragmentos de roca arcillosa y
sílex.
GM-6: 6 muestras (2 del nivel IV y 4 del
nivel III). La calcita y los minerales opacos ricos
en óxido de hierro lo definen. Se ha identificado
cordierita en una muestra del nivel III, lo que es
coherente con la observación de cuarzos idiomorfos que la relacionan con afloramientos triásicos.
GM-7: 14 muestras (2 del nivel IV y 12 del
nivel III). Se individualiza por los fragmentos de
roca de textura ofítica. El componente detrítico comprende cuarzo, epidota y minerales de
disgregación de estas rocas como piroxenos, plagioclasas y minerales opacos ricos en óxido de
hierro. La illita es el mineral arcilloso más importante. En un caso se ha identificado vermiculita (Fig. 3: 3).
Los GM 8-12 reflejan una mineralogía más
heterogénea y sin correlación entre los niveles IV
y III. Como rasgos comunes, destacamos la
chamota característica de los GM-8 del nivel IV
(1 muestra) y GM-9 del nivel III (3 muestras),
con un componente detrítico compuesto fundamentalmente por cuarzo monocristalino y la illita
como mineral arcilloso. Los GM-9 del nivel IV
(1 muestra), GM-10 (1 muestra) y 11 (1 muestra)
del nivel III presentan una mineralogía poco representativa con un componente detrítico de cuarzo monocristalino, moscovita y fragmentos de
roca arcillosa y caliza. La illita es el único mineral arcilloso identificado. El GM-10 (1 muestra) del
nivel IV y los GM-8 (4 muestras) y 12 (1 muestra) del nivel III tienen fragmentos de arenisca.
La fracción detrítica incluye cuarzo monocristalino, epidota, moscovita y minerales opacos, junto con illita como mineral arcilloso.
Según el análisis geoquímico de la matriz arcillosa se utilizan, al menos, tres posibles bancos de
arcilla (Fig. 4) (3) muy similares entre sí, tal como
reflejan las distancias euclídeas entre los centroi(3) En el análisis cluster se han considerado 49 casos (23 del
nivel IV y 26 del nivel III). El análisis multivariante estudia las
relaciones de las 8 variables consideradas (SiO2, TiO2, Al2O3, FeO,
MgO, CaO, Na2O y K2O) para cada muestra (nivel IV y III) sin
proceder a su transformación. Se ha empleado el método de agrupación de Ward y la distancia de agrupamiento Manhattan o City
Block. Posteriormente, se ha aplicado un método de optimización
(k-medias) a partir del cálculo de los centroides y el número de
conglomerados reconocidos en el análisis cluster para obtener las
características distintivas de los grupos (Lévy y Varela 2005).
57
des de los tres conglomerados finales calculados
mediante k-medias (Tab. 3). Se diferencian en el
porcentaje en peso de SiO2, FeO y MgO, mientras
que los valores de CaO son similares.
No se observan diferencias composicionales
destacables entre los posibles bancos de arcilla
utilizados en los niveles IV y III. Las composiciones geoquímicas de la matriz arcillosa no se corresponden con mineralogías concretas, lo que
induce a pensar en bancos de arcilla cercanos
entre sí formados a partir de un sustrato geológico
similar.
Fig. 4. Análisis geoquímico de la matriz arcillosa de la
cerámica del yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Valores promedio (% en peso) de los óxidos presentes en los conglomerados identificados en el análisis
cluster. La tabla muestra las distancias euclídeas entre los
centros de los conglomerados finales establecidos mediante k-medias.
Tab. 3. Distancias euclídeas entre los centros de los conglomerados finales establecidos mediante k-medias.
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5. APROVISIONAMIENTO DE MATERIAS
PRIMAS
El análisis mineralógico indica que las materias primas utilizadas para la elaboración de
cerámica proceden de tres entornos geológicos
distintos: de afloramientos calizos jurásicos y cretácicos, de depósitos triásicos y un tercer afloramiento detrítico relacionado con las areniscas.
La identificación de desgrasante carbonatado
en algunas muestras del GM-3 de ambos niveles
y la presencia de esta mineralogía en la geología de la zona sugieren el aprovisionamiento de
materiales calizos. Estos afloramientos son frecuentes en el entorno de la ría de Guernica y se
adscriben al Jurásico y al Cretácico. El monte
Aritzgane está constituido por calizas paraarrecifales del Aptiense (Cretácico Inferior) y los depósitos jurásicos de la zona son predominantemente carbonatados (Garmendia y Robles 1991:
9). También se localizan otros materiales carbonatados como margas, dolomitas y lutitas
calcáreas (IGME 1973a). El sílex del GM-2 se
puede relacionar con las silicificaciones existentes en los depósitos jurásicos y cretácicos del
entorno. Los afloramientos de sílex más antiguos
de la cuenca vasco-cantábrica se hallan en los
depósitos jurásicos (Tarriño 2006: 55) y en las
formaciones carbonatadas arrecifales del complejo Urgoniano del Cretácico Inferior. En el entorno
de Guernica estos afloramientos de sílex aparecen
en el extremo noroeste de Munguía, en Barrica
(Tarriño 2006: 63-65) y en los depósitos secundarios de Pedernales, localizados a unos 6 km al
noroeste, cuyo uso está ampliamente documentado durante la Prehistoria.
Algunos de los grupos de manufactura evidencian la explotación de los afloramientos triásicos
inmediatos al yacimiento. La mineralogía de las
muestras del GM-7 es compatible con este tipo
de afloramientos. Las rocas de textura ofítica
identificadas son características de los depósitos
triásicos (facies Keuper) localizados en el núcleo
de la ría. Los suelos formados a partir de este tipo
de sustrato poseen una fracción arcillosa con filosilicatos característicos como la clorita y la vermiculita (González Huecas et al. 1997: 418). La
identificación de vermiculita en una muestra de
este grupo (Fig. 3: 3) es un dato más que apoya
la utilización de materiales triásicos. Otros GM
también sugieren la utilización de este tipo de
arcillas en su elaboración. Algunas muestras de
los GM-3 y GM-6 contienen cuarzos idiomorfos,
de morfología prismático-piramidal que, con frecuencia, exhiben inclusiones fluidas en su núcleo
(Marfil 1970). Apuntan igualmente, hacia la explotación de arcillas triásicas modificadas después con la adición de otros desgrasantes.
Un tercer grupo de manufacturas (sobre todo
GM-10 del nivel IV y GM-8 y 12 del nivel III)
tiene fragmentos de arenisca, en general, muy
abundante en el entorno del yacimiento. En la
zona norte se identifica un importante depósito
de cuarzoareniscas que se extiende desde Elanchove hasta el valle del Ea en dirección O-E y
entre Nachitúa y Basecheas en dirección N-S.
Esta misma formación aflora al sur del monte
Aritzgane. Asimismo, al sur del yacimiento se
ubican depósitos de areniscas silíceas constituidas por cuarzo, feldespato, mica blanca y materia
orgánica.
Los GM que no han podido relacionarse con
una litología concreta son el GM-5, caracterizado por nódulos de arcilla, y los grupos GM-8 y
GM-9 con chamota. La compatibilidad entre la
composición mineralógica de las cerámicas analizadas y el entorno geológico del yacimiento sugiere una producción local de las manufacturas.
La utilización de materias primas procedentes de,
al menos, tres entornos geológicos distintos se
documenta tanto en el nivel IV como en el III, lo
cual refleja una continuidad en la explotación de
las materias primas destinadas a la manufactura
de cerámica.
6. MODIFICACIÓN DEL SEDIMENTO
ARCILLOSO: ADICIÓN
DE DESGRASANTES
Las materias primas seleccionadas para la manufactura cerámica se pueden emplear en su estado natural o modificado. Esta modificación puede consistir en la extracción de materiales no
deseados o en la adición de desgrasantes. La
utilización del término ‘desgrasante’, como equivalente en castellano del concepto temper (Shepard 1980: 25), se entiende como la adición
intencional de inclusiones no plásticas para modificar las características del sedimento original.
Para distinguir una inclusión natural de una deliberada se utiliza normalmente su morfología, su
tamaño, su densidad relativa o su composición
mineralógica (Rice 1987: 410).
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La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)...
En Kobaederra se han identificado cuatro tipos de desgrasantes: calcita, sílex, rocas de textura ofítica y chamota, lo que evidencia distintos
procesos de preparación de la pasta (Fig. 5).
La calcita es el desgrasante principal determinado en algunas muestras del GM-3 de ambos
59
niveles (Fig. 5: 1 y 2). Aparece como la mineralogía con mayor densidad relativa y se distingue
del resto por su tamaño (Fig. 6) y su morfología
(Fig. 5: 1 y 2). El componente detrítico de estas
muestras está constituido mayoritariamente por
cuarzo monocristalino de morfología redondeada
Fig. 5. Micrografías de lámina delgada (luz plana) de las inclusiones de la cerámica del yacimiento de Kobaederra
(Cortézubi, Bizkaia): 1-2. calcita (GM-3); 3-4. sílex (GM-2); 5. roca de textura ofítica (GM-7, nivel III); 6. arenisca
(GM-10); 7-8. chamota (GM-8, nivel IV y GM-9, nivel III). GM Grupos de manufactura.
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Fig. 6. Distribución del tamaño de las inclusiones de cuarzo monocristalino (Qm) y calcita en función del Grupo de
manufactura (del yacimiento de Kobaederra, Cortézubi, Bizkaia).
y menores dimensiones. Su distribución de tamaño de grano es más homogénea que en la calcita.
Esta última evidencia una distribución heterogénea y una morfología angulosa que puede relacionarse con una fractura intencional (Fig. 6).
El segundo de los desgrasantes es el sílex,
identificado en algunas muestras del GM-2 de
ambos niveles. Sus inclusiones son de morfología
angulosa, gran tamaño y una especial recurrencia,
aunque su densidad relativa es menor que la de
la calcita (Fig. 5: 3 y 4).
Los fragmentos de roca de textura ofítica se
han considerado producto de una adición intencionada en las muestras clasificadas en el GM-7
del nivel III. Tienen mayor tamaño que el componente detrítico y una morfología marcadamente angulosa, aunque su densidad relativa es baja
(Fig. 5: 5). Los fragmentos de arenisca identificados presentan una morfología claramente angulosa y un tamaño mayor que el del componente
detrítico, pero no se ha podido determinar, con
los criterios descritos anteriormente su intencionalidad (Fig. 5: 6).
La adición de chamota se detecta en algunas
muestras de los GM-8 y GM-9 del nivel III y IV
respectivamente (Fig. 5: 7 y 8). Puede considerarse un desgrasante artificial, ya que se trata de
fragmentos de cerámica machacada (Rice 1987:
75). Solo se clasificaron como tal las inclusiones
con una clara diferenciación perimetral con respecto a la matriz arcillosa y características distintivas respecto a esta, como birrefringencia o coloración.
7. CRONOLOGÍA Y SECUENCIAS
DE MANUFACTURA
Las dataciones absolutas disponibles para los
niveles IV y III de la secuencia de Kobaederra
indican que su formación se produce entre la
primera y la segunda mitad del V milenio cal AC.
A pesar de su imprecisión (Tab. 1), el solapamiento entre las dataciones de ambos niveles
apunta a que fue poco dilatada en el tiempo.
Aunque se ha identificado un elevado número de
GM, la variabilidad tecnológica observada en los
conjuntos cerámicos procedentes de los niveles IV
y III no es especialmente significativa, lo cual
indica que podrían ser casi coetáneos. No obstante, se pueden señalar algunos aspectos importantes respecto a su secuencia de manufactura.
El aprovisionamiento de materias primas es
bastante similar en los dos niveles, ya que sus
materiales cerámicos se han manufacturado con
materias primas locales del entorno geológico
inmediato al yacimiento. Se han identificado,
además, los mismos tipos de desgrasantes, salvo
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La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia)...
la adición de rocas de textura ofítica propia del
nivel III (12 muestras).
La calcita es el desgrasante con mayor representación en ambos niveles (25 muestras del GM3), mientras el sílex es mayoritario en el nivel IV
(11 muestras) y desciende de forma importante
en el nivel III (4 muestras). El empleo de la chamota es ocasional (3 muestras) en ambos niveles.
Se observa, por tanto, que el sílex es más abundante en el nivel inferior de la secuencia, mientras que las rocas de textura ofítica se utilizan de
forma sistemática sólo en el nivel superior.
La utilización de estos desgrasantes, especialmente la calcita, se documenta durante el Neolítico en todo el ámbito de la Península Ibérica. La
calcita aparece en la región cantábrica, con cronologías similares, en el yacimiento de Los Gitanos (Cubas y Ontañón 2009). Otra zona de dispersión es el valle del Ebro, en yacimientos como
Mendandia (Ortega et al. 2010) y Cueva Lóbrega
(Gallart y Mata 2004) entre el VII y el VI milenio
cal AC, hasta contextos en la desembocadura a
partir del VI milenio cal AC (Martín et al. 2010).
A estos enclaves debe añadirse Chaves en el Prepirineo de Huesca (Gallart y López 1988). Una
tercera zona de dispersión es la levantina, donde
aparece desde los inicios del Neolítico en la Cova
de l’Or (Gallart 1980; McClure et al. 2006; McClure y Molina 2008) y Mas d’Is (McClure et al.
2006). En el sur de la Península Ibérica, se identifica en varios yacimientos de Andalucía (Navarrete et al. 1991; Lazarich et al. 2002).
El uso del resto de desgrasantes está menos
extendido en el territorio peninsular. El sílex se
documenta en La Carigüela (Navarrete et al.
1991) en cronologías neolíticas. Las rocas de textura ofítica aparecen en la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Barrios et al. 1999) y en Papa
Uvas (Barrios et al. 2005) en cronologías ligeramente más recientes. Asimismo, se identifica en
la Edad del Hierro en los yacimientos de la Cuenca de Pamplona (Olaetxea 2000). La chamota
aparece en un elevado número de yacimientos
peninsulares del valle alto-medio del Ebro (Ortega et al. 2010), la zona catalana (Clop 2007),
Valencia (McClure et al. 2006), Madrid (Díazdel-Río et al. 2011) y Andalucía (Navarrete et al.
1991). Su uso en la región cantábrica parece que
se mantiene hasta la Edad del Hierro (Olaetxea
2000).
61
8. CONSIDERACIONES FINALES
El estudio tecnológico evidencia importantes
similitudes entre los conjuntos cerámicos de los
niveles IV y III. Esta homogeneidad corrobora
la hipótesis apuntada a partir de la industria lítica, el espectro arqueobotánico, malacológico y
faunístico (Zapata et al. 1997; Zapata 2002;
Gutiérrez Zugasti 2009, Altuna y Mariezkurrena
2009) sobre la similitud de las ocupaciones antiguas del yacimiento (Zapata et al. 1997: 57).
Destacamos el uso de instrumentos de sílex
para el trabajo de la cerámica en los niveles IV y
III (Ibáñez 2001: 232). Se trata de dos láminas de
sílex con huellas de uso relacionadas con el raspado de un material mineral abrasivo, utilizando
agua como lubricante. El hallazgo de estos útiles
es poco frecuente en contextos arqueológicos,
aunque se conoce en yacimientos como L’Eglise
(Gassin 1996) y la cueva de El Toro (Rodríguez
et al. 1996), y debe ponerse en relación con los
procesos de modelado previos a la cocción del
recipiente. Su presencia y la disponibilidad de
materias primas en el entorno sugieren una producción local. Se observa una continuidad en la
explotación de los posibles bancos de arcilla y en
la utilización de desgrasantes. La comparación
con el resto del conjunto arqueológico permite
apuntar un carácter habitacional del yacimiento
en estos momentos ya que se han identificado
actividades realizadas en la propia cavidad. En
este contexto, la aparición de la cerámica debe
interpretarse como un elemento más de las actividades cotidianas de subsistencia de sus habitantes.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se enmarca en el proyecto “La
implantación de las especies domésticas en la
Europa atlántica: cronología e impacto en la dieta humana” (DOMATLANTICA, HAR200806477-C03-01/HIST), financiado por el VI Plan
Nacional de Investigación Científica, Desarrollo
e Innovación Tecnológica 2008-2011 del Ministerio de Ciencia e Innovación. Miriam Cubas disfrutó de una beca predoctoral de la Universidad
de Cantabria y realizó durante una estancia de
dos meses en el Centro de Ciencias Humanas y
Sociales-CSIC el trabajo de observación petrográfica, a principios de 2009, bajo la dirección del
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Miriam Cubas et al.
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Dr. Manuel García-Heras. Los autores agradecen
al Dr. Eneko Iriarte su colaboración en esta investigación.
El trabajo de la Dra. Lydia Zapata forma parte
del Grupo de Investigación de la Universidad del
País Vasco UPV/EHU IT-288-07 financiado por el
Gobierno Vasco y de los Proyectos HAR200803976/HIST del MICIIN y AGRIWESTMED
(Origins and spread of agriculture in the western
Mediterranean region) del ERC (ERC-AdG230561).
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12080
New evidence on the spatial organisation of the Valencina
de la Concepción Copper Age settlement: geophysical survey
between La Pastora and Montelirio
Nuevas evidencias sobre la organización espacial del asentamiento de la Edad del Cobre
de Valencina de la Concepción: prospección geofísica entre La Pastora y Montelirio
David Wheatley (*)
Kristian Strutt (*)
Leonardo García Sanjuán (**)
Coronada Mora Molina (**)
José Peinado Cucarella (***)
ABSTRACT (1) (2) (3)
The major Copper Age settlement of Valencina de la
Concepción has been the subject of research interest over
more than a century. The history of previous investigations at the site has resulted in a heterogeneous archaeological record that is particularly difficult and that displays significant gaps and problems. In this paper, we
present the results of a geophysical survey carried out in
December 2004 between the La Pastora and Montelirio
sectors of this site in response to a proposed road development that was never put into practice, and which revealed several previously unknown features. These data
are assessed in the light of the results obtained from the
excavation carried out between 2007 and 2008 at the
immediately adjacent sector of PP4-Montelirio, currently
under study by us, where several dozen prehistoric features (both, non-megalithic and megalithic, funerary and
non-funerary), were found. Altogether, this new evidence
makes a significant contribution to the spatial interpretation of the Valencina de la Concepción site, particularly
as they convey the first-ever cartography of a large area
of this settlement. From this evidence, a discussion is
made concerning the density and diversity of the features
identified both between La Pastora and Montelirio as well
(*) Archaeology, Faculty the Humanities, University of
Southampton. Highfield. Southampton. Reino Unido.
E-mail: dww@soton.ac.uk; K.D.Strutt@soton.ac.uk
(**) Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Universidad de
Sevilla. C/ María de Padilla s/n. 41004 Sevilla. España.
E-mail: lgarcia@us.es; coronada_mora@hotmail.com
(***) Arqueólogo Profesional. C/ Mare Vella 216. 46003
Valencia. E-mail: ppq@hotmail.com
Received: 30-IV-2011; accepted: 16-VI-2011.
as at the PP4-Montelirio sector, their potential patterns
and sequence. This raises questions regarding the traditional separation of the site into ‘settlement’ and ‘necropolis’ areas and contributes more generally to a better
understanding of the spatial organisation of this large
prehistoric settlement.
RESUMEN
El gran asentamiento de la Edad del Cobre de Valencina de la Concepción ha sido objeto de numerosas investigaciones a lo largo de más de un siglo. Estas investigaciones han dado lugar a un registro arqueológico
heterogéneo particularmente difícil de interpretar, y que
presenta importantes vacíos y problemas. En este artículo se exponen los resultados de una prospección geofísica realizada en diciembre de 2004 entre los sectores de
La Pastora y Montelirio en conexión con el proyecto de
construcción de una carretera que finalmente nunca se
llevó a cabo. Estas prospecciones revelaron numerosas
estructuras previamente desconocidas. Los datos de esta
prospección geofísica son valorados a la luz de los resultados obtenidos en la excavación llevada a cabo entre
2007 y 2008 en el sector inmediatamente adyacente de
PP4-Montelirio, actualmente en proceso de estudio por
nuestra parte, donde se identificaron varias decenas de
estructuras prehistóricas (negativas no-megalíticas y megalíticas, funerarias y no-funerarias). Estos resultados
arrojan nueva luz de cara a la interpretación espacial
del asentamiento de Valencina de la Concepción posibilitando, por primera vez, cartografiar un sector amplio
del mismo. A partir de estas nuevas evidencias se debaten
cuestiones relativas a la densidad y diversidad de las
estructuras presentes entre La Pastora y Montelirio así
66
David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella
como en el propio sector PP4-Montelirio, sus posibles
patrones espaciales y funcionales así como su diacronía.
Esto plantea preguntas con respecto a la clasificación
tradicional del sitio en zonas diferenciadas de “hábitat”
y “necrópolis” y contribuye en general a una mejor
comprensión de la organización espacial de este gran
asentamiento prehistórico.
Key words: Copper Age; Iberia; Geophysics, Magnetometry; Megaliths; Negative Features; Archaelogy of management.
Palabras clave: Edad del Cobre; Iberia; Geofísica;
Magnetometría; Megalitos; Estructuras Negativas; Arqueología de gestión.
1. INTRODUCTION
Nurtured by the steady flow of new empirical
findings and by competing theoretical approaches, the Iberian Copper Age (or ‘Chalcolithic’)
period, spanning between c. 3200 and 2100 cal
BC, has generated intense academic debate since
the 1980s. Following early papers (for example
Arribas Palau & Molina González 1984; Gilman
1987; Chapman 1990), a growing literature in
English has recently begun to make this more
accessible to an international audience, particularly with respect to issues surrounding settlement patterns, economic intensification, metallurgy, burial practices and social inequality.
Prominent in this literature are sites in Spain
such as Los Millares, in Almería (Micó Pérez
1995; Esquivel Guerrero and Navas Guerrero
2005, 2007; Navas Guerrero et al. 2008), La
Pijotilla (Hurtado Pérez 2000, 2010) and San
Blas, in Badajoz (Hurtado Pérez 2004; Kohring
et al. 2007); Cabezo Juré, in Huelva (Nocete
Calvo, 2006), as well as Portuguese sites such as
Leceia (Cardoso 2000; Muller & Cardoso 2008)
and Vila Nova de São Pedro (Müller & Monge
Soares 2008) in Estremadura and Alcalar in the
Algarve (Morán Hernández 2010). The evolution
of some the issues under discussion is well reflected in papers by Gilman 1987, 2002; DíazAndreu 1995; Chapman 1995, 2008; Díaz-delRío 2004, 2011.
The Copper Age settlement of Valencina de la
Concepción, Castilleja de Guzmán (henceforth
‘Valencina’) is located in the province of Sevilla
and has recently begun to be discussed in papers
aimed at international audiences (Nocete Calvo
et al. 2008; García Sanjuán 2009; Costa Caramé
et al. 2010). Notable for its very large area – the
prehistoric evidence may cover up to 400 ha –
and its substantial megalithic monuments, Valencina is situated on the higher ground of the Aljarafe platform to the west of the Guadalquivir
River valley, about six kilometres from the city
of Seville (Fig. 1).
Archaeological research at Valencina dates
back to the late 19th century and has continued
sporadically to the modern era of developer-funded archaeology. Early work focused on the outstanding megalithic monuments of La Pastora,
Matarrubilla, and Ontiveros (Tubino 1876; Obermaier 1919; Carriazo & Arroquia 1962; Collantes
de Terán 1969). This revealed the very significant
scale of the monumentality associated with Valencina, emphasising the importance of the settlement and establishing the largely uncontested
view that it represents a large, single-phase settlement with an associated necropolis that demonstrates a single tradition of burial practices.
From the mid-1970’s onwards, several features found largely in the northern part of the site
(beneath the modern settlement of Valencina)
have been interpreted as domestic or productionrelated (Fernández Gómez & Oliva Alonso 1986;
Murillo Díaz et al. 1987; Blanco Ruiz 1991; Ruiz
Moreno 1991; Martín Espinosa & Ruiz Moreno
1992; Santana Falcón 1993; Arteaga Matute &
Cruz-Auñón Briones 1999; Cruz-Auñón Briones
& Arteaga Matute 1999a, 1999b; Ruiz Moreno
1999; López Aldana et al. 2001; Vera Fernández
et al. 2002; Nocete Calvo et al. 2008). Structures
identified include cut features referred to as ‘silos’
that are conventionally interpreted as grain storage pits, ‘hut floors’ (fondos de cabaña), ‘dumps’,
‘ditches’ and ‘trenches’. Metal production is now
well documented by the presence of furnaces,
crucibles and slag in certain areas (Nocete Calvo
et al. 2008). The production of a Carta Arqueológica (inventory) of the excavations carried out
at the site (Ruiz Moreno 1995, Vargas Jiménez
2004a, 2004b) represented a significant advance
in the systematization of information and assessment of its organization. In addition to this, a
number of papers have attempted to place the
evidence within a broader interpretative and historiographic framework of the site has also received some attention (Ruiz Mata 1983; Martín
de la Cruz & Miranda Ariz, 1988; Murillo Díaz
2001; Gómez de Terreros Guardiola 2005,
2008).
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12080
New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement...
67
Fig. 1. Valencina de la Concepción (Sevilla). Location in relation to other excavated sites of the 3rd and 2nd millennia
cal BC in the lower Guadalquivir valley. The main map also shows the estimated outline of the coastline during Late
Prehistory.
The density of these investigations (Fig. 2)
arguably makes Valencina the most intensively
excavated Copper Age settlement in Iberia.
Since the 1970s a number of previously unrecorded, generally smaller, megalithic constructions have been discovered, mainly as the result
of rescue excavations (Fernández Gómez & Ruiz
Mata 1978 (1); Murillo Díaz et al. 1990; Murillo
(1) Cabrero García, R. 1985: “El sepulcro megalítico de
Caño Ronco (Camas, Sevilla) y su vinculación con el yacimiento calcolítico de Valencina de la Concepción”. Prehistoria 1:
1-16. Unpublished manuscript.
Díaz 1991; Santana Falcón 1991; Ruiz Moreno
& Martín Espinosa 1993; Martín Espinosa &
Ruiz Moreno 1995; Ruiz Moreno & Martín Espinosa 1995; Arteaga Matute & Cruz-Auñón
Briones 1999; Arteaga Matute & Cruz-Auñón
Briones 2001). In 1998 a significant major megalithic structure, Montelirio, was also identified;
excavations carried out between 2007 and 2009
have demonstrated that this is another major
megalithic structure similar in scale to La Pastora
and Matarrubilla (their locations are shown in
Fig. 3). The results of the Montelirio excavations
remain unpublished at the time of writing.
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David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella
Fig. 2. Valencina de la Concepción (Sevilla). Orthophotograph showing the perimeter of the site and the locations (shown as darker tones) of known archaeological
investigations (after Vargas Jiménez 2004: 49).
Because of its extent, monumentality, density
and diversity of domestic and funerary features,
Valencina is a uniquely valuable resource for the
investigation of issues that feature high on the
agenda of Iberian Copper Age research such as
the relationship between spatial extension and
demographics, the scale and social role of metallurgy, economic specialisation, metallurgical production, spatial organisation, diversity of funerary practices and social ranking. However, the
empirical evidence currently available for Valencina has several problems. The diversity and lack
of coordination of the archaeological interventions carried out has led to an archaeological
record that is extremely heterogeneous, varying
significantly in precision, accuracy and reliability
and which is therefore very difficult to interpret.
The vast majority of recent investigations have
been ‘rescue’ excavations and many different
teams have worked in small areas of the site,
often without coordination. The reports and studies produced have often been superficial and have
lacked detailed post-excavation analysis.
This paper addresses one of the main problems currently hampering a more accurate interpretation of this prehistoric settlement, namely
the lack of overall data relating to its spatial or-
ganization. This problem is a result of the whole
northern sector of the site lying beneath the modern town of Valencina. Most of the excavations
carried out there (which result from urban development) have consequently covered rather
small land plots, making it very difficult to assess
the layout of ditches and other negative features
at a larger scale (especially in the light of this
site’s particularly large scale). This problem is
further compounded by the lack of a unified digital cartography for the hundreds of archaeological
features that have been identified and excavated
over the years. Some of the most relevant problems regarding the Valencina Copper Age community (productive specialization, social zoning,
diachrony, etc.) will remain practically intractable
unless large areas of the site are mapped and
evidence of its spatial distribution becomes available (Costa Caramé et al. 2010).
Thus, this paper is aimed as a preliminary
description and discussion, for the first time, of
the spatial distribution of a relatively large sector
of the settlement. In December 2004, a geophysical survey was carried out by Kristian Strutt
of the University of Southampton on behalf of the
Inserco engineering company and the Junta de
Andalucía (2) of a transect located at the southern
part of Valencina, between the La Pastora and
Montelirio sectors (Fig. 3). This survey is particularly important for a number of reasons. Firstly, this is the first-ever geophysical exploration of
Valencina. Only very recently, the full potential
of geophysics for the study of large-scale, spatially-complex southern Iberian Copper Age
settlements has begun to be appreciated (Morán
Acuña 2010; Valera et al. 2011). Secondly, the
surveyed transect is within the largest non-built
area of the site, basically formed by the triangle
between the La Pastora, Montelirio and Matarrubilla megalithic monuments. This is therefore
a very important scientific ‘reserve’ of Valencina,
an area still unspoiled by urban growth and available for future research. Thirdly, the area covered
by this transect (approximately 5.5 hectares) is
quite significant, which makes it highly representative of the kind of evidence characteristic of
this whole sector of the site. Finally, a fourth
reason that adds to the relevance of this fieldwork
(2) Strutt, K. 2005: Valencina de la Concepción, Seville
Geophysical Survey Report January 2005. Southampton, University of Southampton. Unpublished Report.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12080
New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement...
Fig. 3. The southern sector of Valencina de la Concepción (Sevilla) (shaded in lighter grey) showing the locations of the 2004 magnetometer survey (A), the extent of
2007-2008 excavations at PP4-Montelirio (B) and the
locations of some of the major megalithic monuments.
is that, crucially, the surveyed transect is neighboring with the PP4-Montelirio sector of Valencina, which was excavated between 2007 and
2008 by one of the authors (JPC) (3). Thanks to
this circumstance, not only it has been possible
to see the results of the geomagnetic survey in
the light of the evidence obtained in that excavation, but it has been also possible to join together
the interpretative plan resulting from the magnetometry with that of the PP4-Montelirio excavation to create, for the first time ever, a large-scale
cartography for part of Valencina.
2. DESCRIPTION OF THE SURVEY
Magnetometry (4) was chosen as the most appropriate technique for its efficiency (Gaffney et
(3) The Plan Parcial 4-Montelirio record, including over
hundred prehistoric features (non-megalithic and megalithic,
funerary and non-funerary), is currently under study by the
authors of this paper.
(4) The survey used two Geoscan Research FM36 fluxgate
gradiometers to survey 30m × 30m grids located on a north-south
axis. Readings were taken at 0.5m intervals along 1m traverses,
and then processed using Geoplot 3.0 software. Data has been
69
al. 1991: 6) and its ability to locate features such
as burials, pits, kilns, hearths, ovens and ditches
(Scollar et al. 1990: 362; Geoscan Research
1996; Marshall 1999). No geophysical survey
had previously been conducted in the area, and
previous excavations and investigations in the
southern sector of the site had been mainly explorations of extant megalithic tombs. Therefore
there was little work to assess the range of prehistoric structures that may have existed in between these.
The survey results indicated a significant number of features, which have been separated into
north and south to enable sufficient detail to be
reproduced, and shown in figures 4.1 and 5.1
while the identified magnetic anomalies are
highlighted and numbered in the corresponding
figures 4.2 and 5.2. In the southern part of the
survey area (Figs. 4.2 and 5.2) two main concentrations of features are visible. At the southern
limit of the survey, two dipolar linear anomalies
(m1 and m2) appear to be modern pipelines. To
the north of these is a large group of positive
discrete anomalies (m3) measuring some 45m
from north-south, and 30m east-west. The individual magnetic anomalies range from 2m to 4m
in diameter, and all indicate features cut into the
subsoil. Some of the anomalies in this area (such
as m4 and m5) are curvilinear, measuring in some
instances 5-10m in length. The concentration of
features follows the edges of the low hill on the
south side of the survey area (m6), running to the
edge of the survey (m7). The anomalies in this
area are elongated in shape and orientation, suggesting that they may have been badly eroded by
modern plough activity over the hillside. A small
number of discrete features are present on the
lower slopes of the hill (m8), bounded on their
north eastern side by a broad curvilinear band of
readings (m9) that runs for a distance of over
16m towards the farm building and dry valley to
the north. This may mark the line of a road that
cut through the shallow valley between Montelirio and the low hillside to the west. A number
of further positive features (m10) are visible in
this area to the south of (m9). There is a second
concentration of positive magnetic anomalies
‘despiked’ to remove large peaks, a ‘mean traverse’ function has
been applied to average out ‘drift’ in the earth’s magnetic field
during the survey and 0.5m values have been interpolated to
equalize the spatial resolution in the x and y axes.
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David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella
(m11) on the slope to the north of Montelirio. The
large dipolar signal (m12) located on the north
east edge of this concentration is caused by a
modern electricity pylon while the positive anomalies (m13) and (m14) are in all probability created by the remains of ferrous material associated
with a modern fence that has since been removed.
Several features are visible to the north of the
old fence (Fig. 5) including around 10-15 discrete
features (m15) and a slight rectilinear positive
feature (m16) marking a ditch or enclosure. A
broad band of positive readings (m17) is orientated south-west to north-east, and extends for
over 80m with a break in the centre. This appears
to mark the line of a track or road running di-
Fig. 4. Valencina de la Concepción (Sevilla), the southern
part of the survey area 1) Greyscale image of the magnetometer. 2) Interpretation plot derived from the magnetometry.
Fig. 5. Valencina de la Concepción (Sevilla), the northern
part of the survey area 1) Greyscale image of the magnetometer. 2) Interpretation plot derived from the magnetometry.
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New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement...
rectly between (m25) and (m26) some 120m further north (see below). Once again, a number of
features are visible down the slope from the main
concentration (m18). Two potential roads or
tracks (m19) and (m20) run north and north-west,
while on the summit of the small hill, a series of
discrete and linear anomalies (m21) form a rectilinear feature on the hilltop, a form that is strongly suggestive of a construction of some kind. Two
discrete anomalies mark the north east extent of
the feature (m22), and a line of similar pit features (m23) runs to the north east. An interesting
formation of archaeological features occurs where
the line of the road (m24) continues down the
slope: it passes between two positive features
(m25) and (m26), the former c. 9m in diameter,
and the latter c. 6m in diameter which could represent large burial pits or silos. Two enclosure
ditches (m27) and (m28) are visible on the northeastern confines of the survey results. The easternmost (m27) runs for a distance of over 100m
in a broad curve, and is crossed by the second
(m28), which curves for over 130m, meeting the
line of the road feature (m20). The exact nature
of these features is difficult to determine, although
one apparently predates the other.
3. INTERPRETATION
The results of the geophysical survey indicate
significant archaeological deposits present in the
area around Montelirio. In total, there are at least
160 identified anomalies, some of which are of
very significant size. Although not all of these
anomalies will be of prehistoric date (there is
strong evidence of Roman activity in the area, as
shown in PP4-Montelirio), this implies a very
significant density of structures. The significance
of these anomalies may be better appreciated
when the survey results are examined in the light
of the evidence unearthed by the rescue excavation carried out at Plan Parcial 4-Montelirio (5)
which is directly adjacent to the geophysical survey (Fig. 6). A full programme of post-excavation
and radiocarbon dating of PP4-Montelirio is cur-
(5) Peinado Cucarella, J. 2009: Memoria arqueológica del
plan parcial sector PP4 “Dolmen Montelirio” en el Término
Municipal de Castilleja de Guzmán (Sevilla). Delegación de
Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla.
71
rently under way, but the general characteristics
and spatial distribution of the features identified
in this excavation bear significantly on the interpretation of the earlier geophysical survey.
The area of PP4-Montelirio that was fully investigated, covering approximately 130m × 120m
(1.5 hectares), revealed an estimated 211 structures and deposits (this figure is still in the process
of being assessed by the post-excavation study).
Most of these appeared after removal of between
0.5 and 1m of topsoil. Of these, 134 are of prehistoric date, mostly corresponding to the Copper
Age, 24 are of Roman date, 44 are post-Roman
date and 5 are chronologically undetermined.
Among those of prehistoric date, most are, according to a preliminary assessment of their materials, of Copper Age date, although some others,
pending the results of C14 analyses, may prove to
be of Bronze Age date. Out of the 140 prehistoric
features, 61 have been provisionally classified as
of funerary character (they contain human remains) and 73 as non-funerary (they do not contain human remains) (Fig. 7: 1) gives a general
perspective of the site during the excavation.
The types of funerary structures found at PP4Montelirio are known widely within southern
Iberia during the 3rd millennium cal BC. A minority of them may be described as ‘megalithic’;
they consist of rock cut circular chambers (up to
2m in diameter) defined and lined by slate uprights (Fig. 7: 2). Examples present at PP4Montelirio include two examples of ‘double’
tombs comprising two chambers joined by a short
passage leaving the first chamber at an angle.
These appear in the centre of areas of approximately 40-50m diameter which are largely devoid
of other Chalcolithic structures, leading to the
possibility that each was covered with a mound
or protected in some way from ‘satellite’ burials
and activity. Other 12 rock-cut funerary structures have some stone elements, but they cannot
be described as “megalithic” because of the scarcity of stones (let alone large stones) and because
those stones do not play a fundamental architectural role. Finally, there is a further 43 rock cut
structures without any stone architecture, mostly
consisting in circular, pseudo-circular or irregular
shallow pits (Fig. 7: 3). An in-the-field preliminary estimate sets at c. 150 the number of buried
individuals, but this figure may well be significantly increased once the anthropological study
is completed.
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Fig. 6. Valencina de la Concepción (Sevilla), summary plans of the geomagnetic survey and the main features encountered in the PP4 excavations (not all features are shown, and not all the features shown for PP4 were excavated), also
showing the approximate position and orientation of the Montelirio passage grave. PP4 = Plan Parcial sector 4, Término Municipal Castilleja de Guzmán, Sevilla.
The 73 non-funerary structures found at PP4Montelirio include a number of what were interpreted during the excavation as domestic structures. Of note among these was an irregular,
approximately oval ditch feature around 10m of
maximum diameter (visible in figure 7: 1), and a
structure provisionally identified as a hut base
(Fig. 7: 4).
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New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement...
73
Fig. 7. 1) Aerial view of the PP4 excavations looking south. The PP4 excavation is in the foreground showing (bottom
right) a double tholos tomb, and (centre and centre left) a variety of negative funerary and non-funerary structures and
a ring ditch. To the left of the image is the settlement of Castilleja de Guzmán (Sevilla), while the Montelirio (Sevilla)
passage grave is visible towards the upper right corner. The geophysical survey area is out of image to the right. 2) Aerial view of one of megalithic structure 10.034 of the PP4 excavation, showing in situ primary grave deposits. The
chamber is approximately 2.1m diameter. 3) example of a non-megalithic burial feature (structure 10.028) from the PP4
excavation: a collective burial within a circular cut structure. Examples of both single and collective burials are present,
both with and without associated grave goods. 4) An example of a non-megalithic, non-funerary structure (structure
10.008) from the PP4 excavation provisionally interpreted as a hut-base. All photos: José Peinado Cucarella.
We now return to the geomagnetic survey discussed above to interpret the anomalies in light
of the evidence from PP4. With the execption of
the modern disturbance close to the main road to
the south, and the remains of a fence line across
the centre of the survey area, from their form and
from the strength of the magnetic signal, all the
features identified in the Magnetometry image
are compatible with the kind of archaeological
record found at PP4-Montelirio. There are at
least three main concentrations of features across
the area. The southernmost (Fig. 4: 2) follow the
contours to the west of Montelirio. Two main
types are visible: discrete pit-like features and
linear features. The relatively low magnetic signal of the features further precludes them from
being later industrial features such as hearths and
kilns. The mixture of pit-like forms and more
linear structures is extremely similar to the set of
features encountered at PP4, suggesting that there
is likely to be a mixture of prehistoric cut features
in this area. From the results, it is not possible to
distinguish whether these represent burials, silos
or ditches all of which are cut into the subsoil,
and would be represented by similar measurements. It is also difficult to define a chronological period for these features. The presence of a
small number of Roman burials at PP4 does raise
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David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella
the possibility that some of these features are
later, and surface material observed around feature (m7) does appear to be Roman in date. The
second concentration of features (m11 - m18) is
similar to those mentioned above, and again could
represent a mixture of structures cut into suboil
of various sizes and plans. The former is supported by field observation of a disturbed prehistoric inhumation immediately to the east. The
shape of feature m16 – a circular anomaly with
two linear features attached at an angle – is very
suggestive of the type of ‘double’ tholos structure, of which two were encountered at PP4.
The concentration of features to the north of
the surveyed transect (Fig. 5: 2) includes a wider
array of features similar in size and form to the
burial chambers found at PP4-Montelirio. The
close proximity of both La Pastora and Montelirio is suggestive of their potential funerary and/
or ritual character. The collection of features
(m21) on the hilltop could easily be seen to represent a large cluster of structures, with entrance
facing to the north east (as is typical for southern
Iberia) and accompanied by a series of other features. This is conjectural, as the features could
equally show the location of pits and ditches on
the hill. Only through excavation could such an
interpretation be validated.
A further set of features on the northern edge
of the survey area (m27 and m28) appears to
include two substantial ditches, each some 5m in
width. It is apparent from the survey that one
pre-dates the other, and their scale and curvilinear
form may suggest that they are prehistoric in
date, although this is again conjectural. It is particularly interesting to compare these with the
circular ditch excavated at PP4: although the
features in the geophysical survey are larger, it
remains a clear possibility that these are related
in some way to the Chalcolithic use of the area,
either demarcating the boundary of ritual areas or
perhaps indicating different phases of use of the
area for different purposes. Again, only excavation will resolve the precise nature of these features.
1) Geophysics (particularly magnetometry)
has the potential to successfully locate a substantial number of archaeological features, providing
evidence as to their size and shape, at a site like
Valencina. The exact nature and date of the features visible in the survey results requires verification through excavation, but it is clear that the
use of geophysics has significantly extended the
number and range of archaeological features
known in the southern sector of the site, suggesting that there is much to be gained in the future
from a further systematic programme of geophysical prospecting using magnetometry. The
use of other methods such as targeted use of
Ground Penetrating Radar could also significantly improve the interpretation of these newly-identified structures without the immediate need for
excavations.
2) Judging by the variability in size and shape,
the anomalies identified in the geophysics represent various types of archaeological (architectural) structures, ranging from megalithic chambers to circular or irregular pits and large ditches.
This matches exactly the range and density of
features found at the PP4-Montelirio area. In particular, the survey suggests the possible existence
of new chambered tombs and two large, curvilinear ditches.
3) The fact that such a diverse morphological
and functional range of features appear to exist
over such a large area lends support to the suggestion that the spatial organisation of the Valencina settlement is more complex than hitherto
claimed, and further questions the conventional
characterisation of the site as sharply divided into
a burial and a domestic area. Although the evidence is still under investigation and no firm
claims can be as yet made, the existence of nonmegalithic, non-funerary negative structures at
PP4-Montelirio suggests that domestic structures
such as storage pits, hut bases, linear or circular
ditches and others may have existed in the La
Pastora/Montelirio area before, during, or after its
use as burial ground. Spatial overlapping (and
perhaps chronological co-existence) of burial and
domestic structures is evident in the northern half
of Valencina (Costa Caramé et al. 2010 (6)), and
4. DISCUSSION
A number of observations can be made from
this fieldwork:
(6) García Sanjuán, L. & Díaz-Zorita Bonilla, M. in print:
“Prácticas funerarias en estructuras negativas en el asentamiento prehistórico de Valencina de la Concepción (Sevilla, España):
análisis contextual y osteoarqueológico”. In M. Almeida (ed.):
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 65-79, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12080
New evidence on the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement...
therefore it should not be entirely surprising that
this co-existence may also exist in the southern
sector of the site. Recent research at 3rd millennium sites in central Spain (Bueno Ramírez et al.
2010: 66) and southern Portugal (7) shows evidence of close spatial association between domestic and funerary structures (including megalithic monuments), occurring at certain sites,
something also described in the ethnographic literature of the megalithic phenomenon (Hayden
2011: 52; Joussaume 2011). This adds credence
to the possibility that the evidence found between
La Pastora and Montelirio at Valencina could
result from several – perhaps many – phases of
use whose focus shifted over time, with the different phases of use characterised by archaelogical remains. Alternatively, the range of practices
may relate to social differentiation and status, or
there may be a mixture of these two processes in
operation.
4) The issue of the simultaneity (or lack
thereof) of use of the structures found between
La Pastora and Montelirio or indeed at PP4Montelirio itself can only be resolved through a
programme of radiocarbon dating both of newly
excavated material and – where possible – of
material that can be reliably identified from previous excavations. Experience elsewhere (Cleal
et al. 1995; Bayliss et al. 2007; Whittle et al.
2007) suggests that such analysis of existing material, supported by new approaches to dating
such as Bayesian calibration (Buck et al. 1991,
1992; Buck & Sahu 2000) can enable precise and
detailed chronologies to be assembled. The chronology of the entire Valencina site is also far from
clear: the available radiocarbon dates suggest that
activity could have extended from the early 3rd
to the mid-2nd millennium BC. It is therefore
currently unclear whether Valencina represents a
single phase of occupation in which all c. 400
hectares were occupied simultaneously, or a series of occupations or activities repeated (perhaps
seasonally) over more than 1500 years, or some-
Estruturas Negativas da Pré-História Recente e Proto-História
Peninsulares: Estado Actual dos Conhecimentos e Interrogações (Beja, 2009). Dryas. Beja.
(7) Valera, A. C.; Márquez Romero, J. E.; Becker, H.; Jiménez Jaimez, V. & Suárez Padilla, J. 2011 (in print): “O
complexo arqueológico dos Perdigões: nova imagem e novos
problemas proporcionados pela prospecção geofísica”. Xelb,
Actas do 8.º Encontro de Arqueologia do Algarve (Silves, 25-27
Outubro, 2007), Silves, Câmara Municipal de Silves.
75
thing between these extremes. Elsewhere in Atlantic Europe, megalithic structures of significantly greater scale such as Stonehenge (Pollard
& Ruggles 2001; Parker Pearson 2004; Parker
Pearson et al. 2006) and Avebury (Whittle 1993;
Pollard & Reynolds 2002; Gillings et al. 2008)
have not been shown to be associated with large,
permanent settlements and appear more likely to
result from less rigid forms of social organisation
that may include seasonal gathering, periodic or
‘tethered’ sedentism (Whittle 1997).
5) This survey highlights the clear and pressing need for a systematic synthesises of previous
archaeological work in all areas of the site, permitting greater comparisons between areas of the
site and facilitating spatial analysis. There are
limitations to what can be known from previous
excavations, or deduced from non-destructive
methods such as these (even when there are fortuitously adjacent rescue excavations) but a coherent chronological framework and a spatiallyreferenced archaeological database that permits
interpretations to be tested against robust evidence are both essential if debates surrounding
the important developments in the southern Iberian Copper Age are to be advanced.
ACKNOWLEDGEMENTS
This paper has been produced as part of the
ongoing work within the research project “Comparative Analysis of the Socioeconomic dynamics of Late Prehistory in the Centre-South of the
Iberian peninsula (VI-II millennia cal BCE): the
South-west” (HAR2009-14360-C03-03) funded
by the Spanish Ministry of Science and Innovation. The authors also acknowledge the support
of INSERCO in conducting the geophysical survey, and also the Universities of Southampton
and Seville. We also acknowledge the assistance
of Dr Manuel Costa Caramé for access to his PhD
research and David Knight during the geophysical survey.
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12081
A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos
galaicos
In half light. Later Prehistoric carvings in Galician rock shelters
Ramón Fábregas Valcarce (*)
Carlos Rodríguez Rellán (*)
RESUMEN (1)
La prospección sistemática de arte rupestre en el
Ayuntamiento de Porto do Son (A Coruña) ha permitido
la localización de casi dos centenares de grabados, dos
de ellos en abrigos graníticos. A estos últimos se suman
otros dos casos en las comarcas occidentales de Galicia.
La temática presente es idéntica a la del arte galaico al
aire libre, datado grosso modo en el III milenio a.C.
Estos hallazgos plantean, por otra parte, la intencionada
restricción física sobre la visualización de este fenómeno.
La convivencia de motivos en el interior de cavidades
con otros situados al aire libre e incluso en frisos verticales fácilmente perceptibles demuestra la variabilidad de
estas manifestaciones y nos permite reflexionar sobre la
audiencia a la que habrían estado destinadas las diferentes estaciones rupestres.
ABSTRACT
The systematic survey of rock art in the area of the
town council of Porto do Son (A Coruña) has allowed us
to find nearly two hundred carved surfaces, two of them
located within rock shelters. Two other examples in the
Western regions of Galicia must be added to those. The
motifs inside the rock shelters are exactly the same as
those found in the open-air petroglyphs, which can be
roughly dated to the third millennium BC. These finds
attest to the existence of an intentional constraint on the
visibility of these graphic manifestations. The coexistence
of motifs inside cavities and others located outdoors,
even on fairly conspicuous vertical friezes, shows the
variability of this phenomenon and allows us to reflect
on the different audiences at which the rock sites would
have been aimed.
(*) Dpto. de Historia I, Facultade de Xeografía e Historia,
Universidade de Santiago de Compostela. Praza da Universidade 1. 15782 Santiago de Compostela.
Correos e.: ramon.fabregas@usc.es; carlos.rellan@usc.es
Recibido: 21-III-2011; aceptado: 6-V-2011.
Palabras clave: Arqueología del paisaje; Prehistoria Reciente; Arte esquemático; Espacio ritual; Armas; Caza.
Key words: Landscape Archeology; Recent Prehistory;
Schematic Art; Ritual Space; Weapons; Hunting.
1. INTRODUCCIÓN
Uno de los aspectos que más atención ha concitado en los estudios sobre arte prehistórico realizados en las últimas décadas tiene que ver con
el público al que las manifestaciones artísticas
se habrían dirigido. Como acertadamente señala
R. Bradley (2009: 8), pocas veces resulta posible
deducir el significado de las imágenes del pasado
sin la ayuda de documentación escrita, pero es
factible abordar la relación entre las grafías y la
gente que las contempló en su momento. En este
sentido, podría plantearse la diferencia esencial
que existe entre el arte ejecutado al aire libre y
aquel realizado en el interior de cuevas o locales
artificialmente cerrados (megalitos o viviendas
por ejemplo), pues la segunda opción propone
una limitación evidente respecto al número de
observadores y circunstancias (iluminación o sonoridad por ejemplo) de su visualización. No obstante, como veremos, esta oposición tan definida
está abierta a la matización toda vez que, por
ejemplo, en el exterior pueden darse situaciones
que modulen esa mayor ‘apertura’, no sólo en
nombre de las convenciones sociales sino en función de la disposición de los paneles decorados o
la microtopografía del entorno de éstos, que pueden plantear restricciones a la ‘publicidad’ de las
manifestaciones artísticas o imponer perspectivas
o recorridos específicos para su contemplación.
A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
81
Por otra parte, la discreción o recogimiento asociados a las imágenes ejecutadas en el interior
pueden estar compensados, siquiera parcialmente, por su vinculación a monumentos o formaciones geológicas llamativas, que actúen como referentes en el paisaje. Al mismo tiempo debemos
tener en cuenta que las cuevas y abrigos pueden
tener múltiples usos, desde los de naturaleza ceremonial al simple empleo como refugio más o
menos ocasional.
Las consideraciones precedentes resultan de
interés a la hora de abordar las expresiones gráficas encuadradas bajo la denominación de petroglifos galaicos, un grupo artístico cuya cronología coincide básicamente con el III milenio AC,
si bien con extensiones temporales anteriores y
posteriores a dicho marco cronológico (Fábregas
2010). Los petroglifos tienen como una de sus
señales distintivas el comparecer sobre rocas al
aire libre, generalmente poco conspicuas, aunque
existan excepciones a esta norma como en el
gran panel del Outeiro dos Lameiros (Baiona,
Pontevedra), cuya imaginería y emplazamiento
lo aproximan al arte esquemático, en un área (SO
de Galicia) donde abundan los indicios de interacción e influencia mutua entre ambos grupos
artísticos (Bradley y Fábregas 1999).
En este trabajo presentaremos varios casos en
los que motivos clásicos entre las insculturas gallegas, como combinaciones circulares de cierta
complejidad o representaciones de zoomorfos,
han sido grabados en oquedades y abrigos graníticos. Una última estación (Pedra Xestosa) tiene
la peculiaridad de plasmar en un mismo afloramiento rocoso una aparente convivencia entre
paneles grabados al aire libre y otros protegidos
por una visera pétrea.
han tenido una naturaleza variable, desde aquélla
estrictamente doméstica a otra posiblemente funeraria o ritual.
En este sentido, es conocida la presencia humana en abrigos graníticos desde, al menos, el
Paleolítico Superior y el Epipaleolítico, con yacimientos como los de Pena Grande (Vilalba, Lugo)
(Ramil y Ramil 1995). Posteriormente, en el Neolítico, existen también evidencias puntuales de
actividades humanas al interior de este tipo de
cavidades, caso de A Cunchosa (Cangas, Pontevedra) (Suárez 1997), prolongándose éstas incluso
hasta bien entrada la Edad del Hierro, como en Os
Pericos (Ribeira, A Coruña) (Vilaseco y Fábregas
2008) o Cova dos Mouros (Oímbra, Ourense), en
la que también podrían atestiguarse ocupaciones
anteriores (Gómez y Vázquez 2009). Junto a estos
ejemplos, en los que las ocupaciones tendrían un
carácter probablemente doméstico, encontramos
casos como los de Arca dos Penedos (Baltar,
Ourense) (Eguileta et al. 1993-1994) o la gran
cavidad de O Folón (Vigo, Pontevedra) (Rodríguez et al. 1996-1997) donde la parquedad de
material (varios fragmentos de campaniforme cordado en el primero y un vaso de cerámica incisometopada tipo Penha y sendos útiles pulimentados en el segundo) podrían apuntar a la posibilidad
de deposiciones votivas o bien de enterramientos
de los que, debido a las condiciones locales extremadamente ácidas, no haya quedado ninguna evidencia orgánica. Resulta interesante que, a día de
hoy, no se hayan documentado evidencias de arte,
a pesar de que –por ejemplo– en concreto en
O Folón, la formación en la que se sitúan las cavidades tiene un buen número de paneles rupestres al aire libre.
2. LOS ABRIGOS Y CAVIDADES
GRANÍTICAS DURANTE
LA PREHISTORIA RECIENTE
EN GALICIA
3. GRABADOS RUPESTRES
EN EL INTERIOR DE ABRIGOS
La escasez de cuevas en la mayor parte del
territorio gallego, consecuencia de la reducida
existencia de formaciones calizas (concentradas
en el sector oriental de las provincias de Lugo y
Ourense) y el dominio casi absoluto que las litologías plutónicas tienen en buena parte de esta
comunidad, ha convertido a los abrigos graníticos
en una alternativa puntual para las ocupaciones
humanas a lo largo de la Prehistoria, las cuales
Las investigaciones realizadas en diversos puntos de la costa occidental gallega, en colaboración
con especialistas y aficionados locales, nos permitieron localizar más de un centenar de estaciones
rupestres, cuatro de ellas (Fig. 1) situadas en el
interior de abrigos o viseras graníticas de distinta
entidad y con un carácter más o menos reservado.
Con anterioridad a estos trabajos, contábamos
tan solo con la referencia a la existencia de grabados en cinco cavidades de Corme (A Coruña),
entre las que destaca Petón da Campaíña, una
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Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
al aire libre: combinaciones circulares complejas
y zoomorfos.
Pedra Xestosa (Laxe, A Coruña): se sitúa al
noroeste de Galicia, en un lugar que hasta hace
muy poco se creía huérfano de representaciones
naturalistas (Rodríguez et al. 2010). La estación
se encuentra sobre un gran batolito granítico en
torno a los 3 m de altura y con su eje mayor
orientado en dirección NE-SO. Es un afloramiento no especialmente conspicuo situado en la ruptura cóncava de una pequeña vaguada protegida
de los vientos del norte (Fig. 2).
En la parte sur del afloramiento existe un pequeño abrigo de apenas un metro de ancho y poco
Fig. 1. Situación en la Península Ibérica de los principales abrigos con arte rupestre de A Coruña mencionados
en el texto: 1. Pedra Xestosa (Laxe); 2. Petón da Campaíña (Corme); 3. Outeiro de Rixidores (Carnota); 4. Calderramos y 5. Rego de Corzo (Porto do Son).
enorme visera granítica en cuyo interior se han
documentado motivos sencillos (cazoletas, líneas
y círculos simples), amén de otros de cronología
probablemente histórica (Mañana y Santos 2002).
A éstos habría que sumar los abrigos de Peneites
(Nigrán) y Pedra Cavada (Gondomar), en Pontevedra, en cuyo piso rocoso se practicaron respectivamente una y dos pequeñas piletas de forma
cuadrangular, para las que contamos con paralelos al aire libre repartidos a lo largo de más de
medio centenar de puntos del suroeste gallego, a
menudo asociadas a grabados prehistóricos (Vázquez Rozas 1998; Fábregas 2010).
La principal novedad de las estaciones que
ahora presentamos estriba en que se documenten,
por primera vez en el interior de abrigos, los
motivos clásicos del corpus rupestre prehistórico
Fig. 2. A Coruña: planos de situación de los abrigos de
Pedra Xestosa (Laxe) y Rego de Corzo (Porto do Son);
círculos: paneles horizontales; cuadrados: paneles verticales / negro: motivos geométricos; blanco: motivos naturalistas (base: Mapa Topográfico Nacional, escala
1:5.000).
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
Fig. 3. Detalle del abrigo de Pedra Xestosa (Laxe, A
Coruña) y del calco de los motivos documentados en su
interior.
más de 1,5 m de altura, conformado por un tafone originado por la erosión eólica (Fig. 3). En la
pared de esta minúscula cavidad se documentó un
zoomorfo con cornamenta amén de una combinación circular incompleta, único motivo abstracto
presente en toda la estación. También se observan
varios cruciformes claramente modernos. Otro
panel se sitúa en la parte externa de la roca que
actúa de cubierta del abrigo (Fig. 4) y se compone de al menos seis cérvidos presididos por un
gran macho. Varios de estos animales han sido
representados en actitudes naturalistas, como el
berreo o el olisqueo de genitales. El tercer conjunto, el más complejo de la estación, se localiza
sobre una pared totalmente vertical de casi 2 m
de altura y 6 m de longitud donde se ha identificado una escena de caza: seis cérvidos se enfrentan a otras cuatro o posiblemente cinco figuras de
animales de mayor esquematismo, interpretados
como cánidos, así como a un antropomorfo. La
83
composición está dominada por la confrontación
entre el cérvido de mayor tamaño y cornamenta
más desarrollada y el antropomorfo, cuyo brazo
delantero se proyecta de modo antinatural hacia
la cabeza del gran animal. Ello, con toda probabilidad, representa algún tipo de arma, posiblemente una lanza, como también podrían serlo las
líneas horizontales dispuestas frente al cérvido
situado en el extremo derecho de la escena. Entre
la figura humana y el gran ciervo, por encima de
ambos, aparece una imagen incompleta –¿un posible ídolo o divinidad protectora?– paralelizable
con otras conocidas en estaciones gallegas (Santos 2005a) así como en la pintura del dolmen de
Orca dos Juncais (Viseu, Portugal), con el que
este panel guarda notables similitudes.
Rego de Corzo VI (Porto do Son, A Coruña):
el abrigo se sitúa en las estribaciones occidentales de la Sierra del Barbanza, en la zona de
transición hacia la amplia plataforma costera
(Fig. 2). Se encuadra en un área de unas 40 ha
(Outeiro Campelos-Rego de Corzo), en la que se
ha documentado un considerable número de estaciones rupestres, algunas de gran monumentalidad, situadas en puntos desde los que se domina visualmente los valles que desembocan en el
océano (Fig. 5A). Dicha zona se caracteriza por
numerosos batolitos graníticos que conforman un
relieve escalonado y compartimentado por pequeñas gargantas por donde circulan cursos de agua
en torno a los cuales se concentran buena parte
de los grabados. Estos accidentes delimitan, a
Norte y Sur, un espolón en cuya ladera occidental
se encuentra el abrigo, con su entrada orientada
al Oeste y un interior de poco más de 2 m de
ancho, 1,5 m de profundidad y 50 cm de altura
(Fig. 6).
En el suelo rocoso de la cavidad se localizan
cuatro zoomorfos, probablemente cérvidos, dos
de ellos incompletos. Éstos se orientan mayoritariamente hacia la derecha, con la excepción del
mayor y mejor conservado de los animales. Pese
a estar a cubierto, los surcos presentan un cierto
grado de erosión, resultado de la existencia de
pequeñas aperturas en la parte sureste del abrigo
por las que penetra el agua de lluvia. No obstante, su surco relativamente estrecho e irregular
parece sugerir que en su elaboración se habría
empleado la técnica del piqueteado. Esta información resulta de gran importancia desde un punto de vista técnico, pues dado el alto grado de
erosión que afecta a los grabados rupestres galai-
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Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
Fig. 4. Aspecto general de Pedra Xestosa (Laxe, A Coruña) con la situación y calco de los paneles situados al aire
libre.
cos al aire libre, nunca se ha podido determinar
con seguridad la técnica exacta empleada para su
realización.
Calderramos (Porto do Son, A Coruña): el
abrigo se localiza a 3 km al Norte de Rego de
Fig. 5. A Coruña: perspectivas desde el interior del abrigo de Rego de Corzo (Porto do Son) (A), así como
desde la entrada de los abrigos de Calderramos (Porto do
Son) (B) y Outeiro de Rixidores (Carnota) (C).
Corzo, también en la zona inmediata de transición hacia la plataforma costera (Fig. 7). Se ubica dominando en altura una pequeña vaguada que
desciende en dirección suroeste hacia la costa
atlántica. Esta hondonada, sobre la cual el abrigo
ejerce un evidente control visual (Fig. 5B), en la
actualidad está profundamente modificada por la
construcción de terrazas para el cultivo, si bien
antiguamente servía de cauce para un pequeño
curso de agua.
El abrigo (Fig. 8) consiste en una diminuta
cavidad granítica, abierta hacia el sureste, de
poco más de 2 m de ancho por apenas uno de
profundidad, mientras que su altura no supera los
70 cm. En su origen tendría un carácter mucho
más cerrado y reservado, perdido a raíz de las
actividades de cantería tradicional que removieron parte de la visera pétrea.
Los motivos, parcialmente al aire libre, se
sitúan en el suelo inclinado en dirección a la
pendiente. El conjunto comprende una multitud
de surcos que no conforman ninguna figura reconocible y que, en ocasiones, han aprovechado
las diaclasas de la propia roca. Junto a éstos,
contamos con cazoletas de diversos tamaños y
profundidades así como varios motivos geomé-
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
Fig. 6. Aspecto general del abrigo de Rego de Corzo
(Porto do Son, A Coruña) y calco de los motivos documentados en su interior.
tricos, entre los que destaca una combinación
circular incompleta situada en el interior del
abrigo. Pese a haberse documentado señales recientes de fuego dentro de la cavidad, los grabados presentan un buen estado de conservación. Ello ha permitido identificar la técnica
empleada para su ejecución: piqueteado en la
combinación circular y buena parte de los surcos
lineales, pudiendo observarse incluso los golpes
individuales realizados durante el proceso, y pulido en varias cazoletas, fundamentalmente las
de mayor tamaño. En el momento de su descubrimiento, se recogieron muestras del sedimento
de su interior para su análisis si bien, lamentablemente, éstas no proporcionaron ningún resultado significativo.
85
Fig. 7. A Coruña: planos de situación de los abrigos de
Calderramos (Porto do Son) y Outeiro de Rixidores (Carnota); círculos: paneles horizontales; cuadrados: paneles
verticales / negro: motivos geométricos; blanco: motivos
naturalistas (base: Mapa Topográfico Nacional, escala
1:5.000).
Outeiro de Rixidores (Carnota, A Coruña): el
abrigo (Cernadas 2007) se sitúa en el sector inferior-medio de la ladera noroeste de una pequeña
sierra cuya cota máxima en ese punto se sitúa en
torno a los 490 m. La estación se localiza sobre
una terraza natural que supone uno de los pocos
relieves suaves en un área caracterizada por su
fuerte pendiente (Fig. 7). En las cercanías existe
una pequeña vaguada por la que desciende, en
dirección Oeste, un riachuelo. La orientación del
abrigo ignora por completo dicha vaguada, para
enfocarse hacia la amplia plataforma costera sobre la que goza de una espectacular perspectiva
(Fig. 5C).
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Fig. 8. Aspecto general del abrigo de Calderramos (A
Coruña) y calco de los motivos documentados.
El grabado no se sitúa en un abrigo sensu estricto, sino más bien bajo una pequeña visera
granítica naturalmente conformada por dos de los
numerosos batolitos (Fig. 9) que componen la amplia y recortada masa granítica que domina las
laderas de este punto de la costa occidental gallega. La naturaleza recogida u oculta de la estación
está fuera de toda duda, pues la observación del
motivo y del propio panel exige el acceso a la
cavidad. Este carácter cerrado podría haber sido
acentuado de manera artificial mediante la colocación de una laja granítica plana en la parte superior de la visera, si bien resulta difícil determinar si ésta fue colocada coetáneamente al proceso
de grabado o bien en momentos posteriores, quizás por parte de pastores que buscaban abrigo.
El panel está conformado por una combinación circular de considerables dimensiones (78
cm de diámetro) situada en el suelo y orientada
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
Fig. 9. Aspecto general de Outeiro de Rixidores (Carnota, A Coruña) y calco del motivo documentado en su
interior.
según la pendiente. El grabado se ha visto condicionado por la existencia de una diaclasa que
atraviesa la parte inferior del panel. La erosión
del motivo ha sido considerable, debido a su
exposición a los vientos procedentes del océano,
siendo imposible determinar la técnica empleada
en su ejecución.
4. ARTE RUPESTRE GALLEGO AL AIRE
LIBRE Y EN ABRIGOS
Los abrigos que acabamos de describir comparten una característica: los grabados se han
ubicado siempre en el suelo o bien en la parte
baja de las paredes, mientras que sus zonas medias y altas fueron sistemáticamente ignoradas.
Dicha circunstancia parece indicar una cierta trasposición al interior del abrigo de la lógica de
grabado propia de buena parte del arte rupestre
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
al aire libre, más que de la dinámica que puede
observarse en los abrigos con arte esquemático y
en las cámaras megalíticas, donde las representaciones evidencian una acusada verticalidad.
Hay más diferencias entre las estaciones al
aire libre y en abrigos, referentes a la naturaleza
y complejidad de sus grabados, las propias características internas de las cavidades, la ubicación
de los mismos en el lugar y su facilidad de acceso. Los abrigos con arte rupestre documentados
en Galicia no comparten –en cuanto a su ubicación– la mayoría de las características de los lugares con arte esquemático, donde muchas de las
cavidades se sitúan en lugares difícilmente accesibles, lo que teóricamente habría limitado su
contemplación. En nuestro caso, los abrigos comparten localización con otras insculturas al aire
libre (Figs. 2 y 5), dominando valles fluviales y
plataformas costeras desde las cuales se tendría
una relativa facilidad de acceso a las estaciones.
A pesar de ello, existen abrigos más fácilmente
asequibles –como Pedra Xestosa o Calderramos–
que otros, como Rego de Corzo y, sobre todo,
Outeiro de Rixidores.
Todos estos recintos tienen en común el reducido tamaño de su interior, siendo prácticamente
imposible permanecer de pie o incluso agachado,
debido fundamentalmente a que, salvo en Pedra
Xestosa, no superan el metro de altura. Además,
en Outeiro de Rixidores, Petón da Campaíña o
Pedra Xestosa, este escaso tamaño viene acompañado de un deficiente aislamiento con respecto
a los agentes atmosféricos, siendo frecuentes las
filtraciones en su interior del agua de lluvia y de
las corrientes de aire. Bastante más cerrados son
Rego de Corzo y, sobre todo, Calderramos, hasta
el punto de que, en el caso de este último, su
insuficiente iluminación habría dificultado la visualización de los motivos.
Por todo ello, dichas cavidades serían muy
poco adecuadas para su uso doméstico, aunque sí
para la realización de rituales que requiriesen de
una reclusión más o menos clara. Los abrigos
gozan de ciertas cualidades que sin duda los habrían dotado de un carácter especial para los seres
humanos de la Prehistoria. Ello muy verosímilmente habría sido clave para la ubicación en su
interior de diversas manifestaciones artísticas, de
modo que el simbolismo propio de ambas entidades –arte y abrigo– se potenciase mutuamente.
La oscuridad reinante en el interior de estas
cavidades produciría una especie de ‘privación
87
sensorial’ que –en cierto sentido– habría detraído
al observador de sus experiencias cotidianas,
transportándolo a un mundo donde sus facultades
sensitivas normales estarían alteradas. Probablemente por ello dichos recintos han sido considerados por muchas sociedades como lugares de
transición entre dos mundos o realidades (Bradley 2009: 65). La naturaleza reducida y semi-cerrada de los abrigos habría aislado al individuo
de los estímulos visuales y auditivos procedentes
del exterior, facilitando la focalización de su atención hacia los grabados. Además, la escasa visibilidad en su interior habría exigido en alguna
ocasión utilizar medios artificiales de iluminación
o bien el uso del tacto para apreciar los motivos.
La acústica reverberante habría potenciado la sonoridad producida por el golpeo y/o rasgado derivado del grabado así como los sonidos emitidos durante los ritos. Por otra parte, debido al
reducido tamaño de los abrigos, es muy posible
que durante todo el proceso el observador hubiese estado obligado a adoptar posturas forzadas
e incómodas y a permanecer agachado o incluso
tumbado.
Todas estas circunstancias habrían condicionado profundamente el nivel de intensidad y significado de la interacción entre arte y observador
diferenciándola, hasta cierto punto, del tipo de
experiencias que se podrían haber tenido en el arte
rupestre al aire libre. En función de dichas disimilitudes, es muy posible que se hubiese otorgado
al arte de las cavidades un significado e incluso
un tipo de audiencia diferentes. Resulta tentador
relacionar las especiales condiciones reinantes en
el interior de los abrigos con la ya clásica asociación entre los procesos de producción del arte y
los estados alterados de conciencia protagonizados, probablemente, por algún especialista de lo
ritual (Lewis-Williams 2002). El arte rupestre galaico tampoco se ha sustraído a esa interpretación
(Peña y Rey 2001), que podría apoyarse en la
aparición de sustancias alucinógenas en los análisis de fitolitos realizados en algún petroglifo gallego (Fábregas 2010), si bien la vinculación cronológica de las mismas al momento de uso de los
grabados no está asegurada (Guerra y López
2006). Por otro lado, no han sido pocos los autores (Kehoe 2000; Bahn 2001; Insoll 2004) que han
criticado la vinculación establecida por algunos
investigadores (Lewis-Williams 2002) entre arte,
estados alterados de consciencia y chamanismo,
señalando lo inapropiado de la aplicación general
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del último término, hecho que también podría
extenderse al caso gallego.
5. PERCEPTIBILIDAD DEL ARTE
RUPESTRE GALAICO
De modo general, se ha caracterizado al arte
rupestre galaico, en tanto que ubicado al aire libre, como un fenómeno con una muy limitada
imposición de restricciones para su contemplación, en contraste con el arte megalítico. Tradicionalmente se ha considerado a los petroglifos
como un elemento abierto, fácilmente perceptible
y accesible prácticamente a todo aquel que se
moviese por el paisaje prehistórico. En consecuencia, estos grabados han sido asociados a un
tipo de audiencia muy amplio y poco especializado con la excepción –quizás– de los grabados
de armas, a menudo vinculados a grupos o cofradías de guerreros (Vázquez Varela 2000).
La documentación de arte en el interior de
abrigos introduce una vuelta de tuerca en esta
visión, pues su divergencia con respecto a los
grabados al aire libre sería, en cierto modo, la
misma que se propone entre petroglifos y arte
megalítico: su naturaleza restrictiva y el tipo de
audiencia al que estarían destinados (Bradley
2009: 120). La ubicación de los grabados en el
interior de cavidades evidencia una voluntad
efectiva por controlar el tamaño y la propia composición de los agentes involucrados y, lo que
consideramos muy importante, una clara pretensión de ‘ocultación’ de las representaciones.
El afán de ocultación evidenciado por estos
petroglifos indica que debe relativizarse, al menos en parte, el papel que de modo general se le
ha atribuido al arte rupestre galaico como ‘marcador del paisaje’. Este tipo de concepciones
vinculan el supuesto carácter abierto y la elevada
perceptibilidad del arte rupestre al aire libre con
audiencias muy amplias que, superando incluso a
la comunidad creadora, abarcarían en parte a grupos vecinos y rivales.
En este sentido, los trabajos de T. Ingold
(1987) y M. Casimir (1992) han tenido un enorme calado en la concepción del arte rupestre galaico como un elemento articulador y/o normativo del uso del espacio por parte de sociedades
productoras aún con un alto grado de movilidad
(Bradley 1997). En función de dichas interpreta-
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
ciones, los petroglifos habrían sido herramientas
de comunicación básicamente ‘intergrupal’, destinadas a mediar en el uso del paisaje por parte
de dos o más poblaciones vecinas, estableciendo
el acceso preferente o exclusivo por parte de un
grupo determinado a un lugar económica y/o simbólicamente importante. Dicha interpretación
convertiría al arte rupestre en una especie de
código de señales o mensajes que funcionaría a
modo de intercambio fijo de impresiones entre
sociedades que no estarían en contacto directo de
modo frecuente. Otros autores han remarcado, no
obstante, que parte de esta información habría ido
destinada también a los propios miembros de la
comunidad, a modo de transmisor ‘intergeneracional’ de información útil vinculada generalmente a la explotación de los recursos del territorio circundante (Taçon 1994).
5.1. Visibilidad y perceptibilidad
Al abrigo de interpretaciones como las que
acabamos de exponer, en las últimas décadas en
gran número de investigaciones (Bradley et al.
1994; Santos 1999) las estaciones rupestres han
sido analizadas fundamentalmente en el marco
del paisaje circundante, a través del estudio de su
distribución espacial, así como de su relación con
vías naturales de tránsito (collados y vaguadas) y
puntos de interés para su explotación económica
por parte de las comunidades prehistóricas (valles
fluviales y costeros, etc.). Sin embargo, muy pocas veces se ha analizado en profundidad la naturaleza e intensidad de la interacción entre estaciones rupestres y territorio circundante, así como
tampoco se ha prestado demasiada atención a las
estrategias y mecanismos por medio de los cuales
dicha interacción podría haber sido modulada.
A tenor de nuestra experiencia, consideramos
que la interacción entre petroglifos y paisaje se
habría mediado a través, fundamentalmente, de
dos conceptos: su visibilidad y su perceptibilidad.
El primero hace referencia a la cantidad de lugares dominados o controlados visualmente desde
un petroglifo determinado. La perceptibilidad define la facilidad para identificar desde el entorno
circundante la roca y/o los motivos de un determinado petroglifo así como la distancia desde la
que unos u otros pueden ser captados. Ambos
conceptos no tienen por qué ser equivalentes,
pues existen muchas estaciones a ras de suelo
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
apenas perceptibles al alejarnos unos metros pero
desde las que se ejerce un gran dominio visual
del entorno.
La visibilidad ha sido uno de los aspectos al
que, en general, mayor importancia se ha prestado en el análisis espacial del arte rupestre al aire
libre en Galicia (Bradley et al. 1994; Santos
1999; Peña y Rey 2001). Ésta depende prácticamente en exclusiva de la ubicación en el paisaje
de una estación concreta, de tal manera que si
ésta se sitúa en lugares, como una ladera, contará
con un amplio dominio visual sobre las cotas
inferiores. La visibilidad puede concentrarse sobre un lugar inmediato, como en una estación
situada en un collado o una vaguada cuyo dominio visual se reduce fundamental o exclusivamente a dichos accidentes geográficos, o bien ser
ejercida a media o incluso larga distancia, pudiendo llegar a controlarse varias decenas de kilómetros (Fig. 10). La diferencia entre ambos tipos de estaciones con respecto a su interactuación
con el paisaje circundante sería evidente: aunque
ambas controlan visualmente el mismo tipo de
lugares, las primeras lo hacen desde el interior,
por lo que es posible que hubiesen tenido un
papel directo y real en la gestión de su tránsito y
explotación. Las segundas, en cambio, ejercen un
control desde una distancia elevada. Su interactuación con dichos lugares sería menos directa y
quizás de una naturaleza más ritual o simbólica.
La perceptibilidad de los petroglifos ha suscitado mucho menos interés entre los especialistas
y con frecuencia ha sido equiparada e incluso
confundida con la visibilidad. Cuando ésta ha
sido tenida en cuenta, la atención se ha centrado
en la roca que sirve de soporte al petroglifo: su
forma y tamaño así como su situación en un
punto prominente del paisaje, como una colina o
cerca de un gran afloramiento o un filón. Fuera
de ello, rara vez se han valorado otro tipo de
estrategias o mecanismos destinados a incrementar o reducir dicha perceptibilidad.
El impacto específico del panel grabado, tradicionalmente solo se ha estudiado a partir del incremento del tamaño de las figuras o, fundamentalmente, del carácter más o menos vertical de la
superficie donde fueron grabadas, asociándose
automáticamente los paneles verticales con una
mayor perceptibilidad de sus motivos (Peña y Rey
2001: 207). Resulta obvio que el grado de verticalidad de un panel puede ser un recurso fundamental a ese respecto, si bien está lejos de ser su
89
garante absoluto como tampoco se establece como
la única herramienta para captar la atención.
Uno de los sistemas más efectivos para incrementar la percepción de los grabados vendría de
Fig. 10. A Coruña: A. Situación (en primer término) de
los petroglifos de As Laxiñas (Carnota); B. Monte Dordo III y C. Cacharelas (Porto do Son), desde los cuales
se goza de una gran visibilidad a larga distancia sobre
amplios sectores del paisaje.
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aprovechar el contraste de tonalidad entre los
surcos frescos y la superficie del panel. En el
granito, la marcada coloración blancuzca de los
grabados recién realizados habría hecho de la
elección de una roca oscura un método idóneo
para aumentar sustancialmente la perceptibilidad
del conjunto (Fig. 11), incluso con independencia
de la morfología de la roca y el panel o de las
condiciones de luz existentes. Puede asumirse,
además, la posibilidad de que los grabados fuesen
repicados cada cierto tiempo (en el marco de
diversos ritos o bien cada vez que se añadía un
nuevo motivo al panel), de modo que el contraste habría podido perdurar durante períodos de
tiempo relativamente amplios. La situación de
muchos de los grandes petroglifos de nuestra comunidad (Peneda Negra, Gurita, etc.) en rocas
con una superficie de color oscuro, puede no
haber sido una circunstancia enteramente casual.
No obstante, esta noción debe manejarse con cau-
Fig. 11. Detalle de un motivo de factura reciente presente en la estación rupestre de Outeiro dos Lameiros (Baiona, Pontevedra) y en el que puede observarse el contraste de color entre los surcos y la superficie de la roca.
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
tela, pues el aspecto superficial de una roca puede haber sido alterado dramáticamente durante
los últimos 4.000 años debido a la actuación de
agentes, como incendios forestales o líquenes.
Asimismo, este método puede haberse utilizado en el sentido contrario: el de ocultar los grabados. La elección de una roca con unas tonalidades claras habría hecho que –desde el mismo
momento de su realización– los motivos hubiesen
pasado prácticamente desapercibidos al alejarnos
de ellos tan solo unos pocos metros, incluso en
los paneles verticales. A cambio, al ser bañada
por la luz solar, la coloración blanca habría conferido un aspecto brillante a la superficie de la
roca que contrastaría con la oscuridad de las sombras que esa misma luz habría proyectado –a
determinadas horas del día– en el interior de los
surcos grabados, volviéndolos perfectamente visibles durante un lapso de tiempo concreto.
Lejos de considerar mera especulación la utilización consciente de los colores de las rocas
como un medio de aumentar la perceptibilidad de
un petroglifo, recordamos que se ha recurrido a
ellos reiteradamente durante la Prehistoria (Scarre 2002; Tilley 2004), siendo especialmente evidente en el uso de minerales como el cuarzo en
las corazas de los túmulos megalíticos para hacerlos más visibles (Criado y Vaquero 1993; Bradley 1998; Darvill 2002; Forteza et al. 2008).
La conjunción de éstas y otras variables tendría mucha importancia y habría cambiado en
función de los objetivos y naturaleza con los que
se concibiesen los distintos grabados y de la
audiencia a la que se dirigiesen. Así, una estación
con un carácter muy conspicuo se convertiría
posiblemente en una referencia espacial de importancia y, en consecuencia, jugaría un papel
destacado en la concepción real y/o simbólica del
paisaje compartida por los integrantes de las comunidades que hubiesen habitado ese entorno.
Por el contrario, optar por reducir la perceptibilidad de ciertas estaciones quizás evidenciaría un
afán de ocultación, como en los grabados situados en el interior de abrigos, haciéndolas visibles
solamente a aquellos individuos con un conocimiento más exhaustivo del terreno. Dichos petroglifos podrían haber tenido una carga simbólica
igual o más importante, pero reservada quizás a
ciertos miembros de una comunidad concreta: la
responsable de su realización.
Teniendo en cuenta las hipótesis que estipulan
que buena parte de los petroglifos se configura-
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
rían como ‘marcadores del paisaje’ destinados a
mediar en las relaciones entre grupos distintos
por la explotación de determinados lugares, cabría esperar que su interacción con el paisaje
potenciara tanto el dominio efectivo de esas zonas sujetas a derechos de uso, como la propia
perceptibilidad del petroglifo. Al hacerlo, éste
sería fácilmente observable por parte de los individuos ajenos a la comunidad, que serían una
parte fundamental de la audiencia a la que el arte
rupestre iría destinado.
Esta situación parece darse en estaciones con
grabados de armas, las cuales habrían funcionado
como importantes referentes en el marco del paisaje que ocupan. Sin embargo, los propios especialistas que defienden esta hipótesis (Bradley
1997; Vázquez Rozas 1995; Peña y Rey 2001)
han sido conscientes de que, a menudo, este papel
referencial parece mucho más difícil de discernir.
En algunas áreas del arte rupestre galaico, dichas
‘anomalías’ (Bradley 1997) llegan incluso a ser
mayoritarias en comparación con aquellos paneles más perceptibles o conspicuos (Peña y Rey
2001; Fábregas et al. 2010). De hecho, buena
parte de los petroglifos tienden a situarse lejos de
las vías de tránsito y de las zonas que otorgasen
un control efectivo del acceso a las áreas de mayor interés para estas comunidades. Se emplazan
más bien en puntos cuyo acceso dependería de un
conocimiento profundo del terreno o de las pautas que operaban en la disposición del arte rupestre a lo largo del territorio (Peña y Rey 2001). De
esta manera, el interés por su perceptibilidad parece haberse supeditado a la búsqueda de una
visibilidad elevada.
Por todo ello, creemos que resulta difícil mantener que este tipo de grabados fuesen realizados
pensando en una audiencia ajena a la propia comunidad. Fueron, más probablemente, una herramienta de ‘autoconsumo’ destinada a ser usada y entendida dentro del propio grupo que los habría creado.
Estos petroglifos no habrían sido ideados, pues,
para ejercer un papel de control directo y efectivo
sobre el territorio –dejando claro a los miembros
ajenos a la comunidad ese dominio– sino indirecto
y simbólico, buscando reforzar la relación entre
determinado(s) individuo(s) y el grupo del que
formaría(n) parte con dicho lugar, así como reproducir o representar, a través de él, su propia concepción del mundo. Para ello no haría falta que
interviniese esencialmente la contraposición con
elementos ajenos a dicha comunidad.
91
5.2. Relativizando lo perceptible
El hecho concreto de que una estación rupestre se encuentre al aire libre no la hace equivalente a un elemento de observación abierta a todos cuantos frecuentaran el paisaje prehistórico
gallego. La ausencia de barreras físicas evidentes
para su detección no implica necesariamente la
inexistencia de herramientas o métodos que, al
volver prácticamente imperceptibles los grabados, limitaran su audiencia. La propia lectura de
las imágenes del arte rupestre dista mucho de ser
un simple asunto de sensaciones. Implica también
conocimientos, recuerdos y una asociación icónica, procesos todos ellos culturalmente mediados
(Tilley 2008: 38). Estas circunstancias no afectarían en exclusiva a la capacidad para interpretar
las imágenes representadas sino al hecho mismo
de su percepción.
Desde la perspectiva del mundo actual, marcado
por una profunda naturaleza visual en la que la
vista es un sentido primordial para nuestro desarrollo social, resulta difícil de entender la incapacidad
para percibir determinadas imágenes por parte de
un individuo concreto. Sin embargo, la experiencia
del trabajo de campo en el medio rural gallego nos
ha llevado al convencimiento de que, en el pasado,
las sociedades campesinas tradicionales –inmersas
en un mundo menos visualizado– habrían sido muchas veces incapaces de percibir parte de los motivos grabados en los petroglifos, pese a haber convivido con ellos durante siglos.
Las entrevistas realizadas entre los habitantes
de mayor edad de las zonas inmediatas a las
grandes concentraciones de arte rupestre nos confirmaron que la mayor parte de los grabados habían pasado totalmente desapercibidos para las
comunidades campesinas gallegas. Ello parece
haber afectado incluso a los paneles de mayor
monumentalidad, con frisos verticales y motivos
de gran tamaño. Curiosamente, dicha ‘incapacidad’ habría afectado de manera principal a los
motivos figurativos: en particular a los zoomorfos
y en mucha menor medida a las armas. Así, en la
estación de Pedra Xestosa los habitantes de la
zona –habiéndose incluso resguardado en el pequeño abrigo– solo percibieron la combinación
circular. Esta circunstancia puede estar en el origen de muchas de las destrucciones sufridas por
los petroglifos hasta épocas recientes.
Los motivos geométricos habrían pasado menos desapercibidos por asociarse a ítems familia-
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res como ruedas o sartenes. No es casualidad, a
nuestro entender, que sean precisamente los que
sufren mayor número de destrucciones y/o cristianizaciones (Fig. 12), como en Pedra Escrita
(Oia, Pontevedra). Incluso en paneles complejos
conformados por motivos de diversa naturaleza,
existe una notable tendencia a que cruciformes y
otros motivos modernos se concentren en exclusiva o en mayor medida en torno a los elementos
geométricos: Pedra da Boullosa, Chan da Lagoa
(Campo Lameiro, Pontevedra) o la propia Pedra
Xestosa.
Aparicio Casado (1995, 1996) ha llegado a
conclusiones similares en sus valiosos trabajos
acerca del folklore asociado a los petroglifos gallegos. En ellos constata el escaso número de
paneles grabados con leyendas o mitos asociados,
hecho extensible incluso a las estaciones más
emblemáticas. Dicho folklore es indiferente del
tipo del motivo si bien, curiosamente, las leyendas se relacionan en su mayoría con cruciformes
y motivos modernos. Por ello, sospecha una apli-
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
cación de estos relatos a los petroglifos relativamente moderna, en contraste con los túmulos
megalíticos o castros, objeto de la atención y
supersticiones del campesinado gallego desde
épocas muy remotas (Martinón 2006). La misma
carencia se observa en los grandes conjuntos rupestres con representaciones de cérvidos de Baroña (Porto do Son, A Coruña), como A Gurita I,
con más de 60 en una roca muy inclinada, y
Outeiro Bicudo 1 y 2, con sendos paneles verticales con zoomorfos que, en algún caso, superan
el metro de longitud.
Estas observaciones parecen apoyar, efectivamente, nuestra impresión de que buena parte de
estas manifestaciones artísticas habrían pasado
desapercibidas para las comunidades que habitaron en sus proximidades durante siglos. Lo atribuimos a la inexistencia entre dichas poblaciones
de las asociaciones icónicas necesarias para comprender dichas imágenes e incluso para identificarlas como elementos artificialmente producidos.
Fig. 12. Aspecto del panel central de Rego de Corzo I (Porto do Son, A Coruña) en el que se observa la destrucción
premeditada de una combinación circular, probablemente por motivos simbólicos. Se trata del único incidente de este
tipo observado tanto en el propio panel como en los petroglifos del entorno.
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
6. LA AUDIENCIA DE LOS
PETROGLIFOS GALLEGOS
93
un determinado petroglifo: una separación física
y otra intelectual o simbólica.
El progreso que se ha vivido en la última década en el campo del arte rupestre aconseja matizar parcialmente ciertas concepciones previas
sobre el mismo. Así, la definición del arte rupestre al aire libre como un fenómeno de una naturaleza abierta o accesible (Bradley 2000: 72) debe
ser observada ahora con prudencia a tenor de la
documentación de grabados en el interior de abrigos. Su aparición nos hace preguntarnos si el arte
rupestre galaico habría estado efectivamente asequible a todos los miembros de la comunidad o
si habría restricciones en función de la posición
social, edad o género de determinados sectores o
individuos. Se abre el interrogante, además, de si
el arte rupestre habría estado destinado a un único tipo de audiencia o si ésta habría cambiado en
función de la naturaleza de cada estación o incluso de cada roca.
Salvo en casos concretos (Bradley 2002,
2009), el análisis de la audiencia en el arte rupestre galaico –es decir, del número y naturaleza de
los individuos para cuya observación fue grabado
un petroglifo determinado– se ha limitado a dos
aspectos: la perceptibilidad del panel (tradicionalmente asociada, como hemos visto, al carácter
horizontal o vertical de la superficie grabada) y
la disponibilidad de espacio físico para congregar
un mayor o menor número de individuos (Vázquez Varela 2000). Una aproximación paradigmática de este tipo es la aplicada a las denominadas ‘rocas panoplia’ (Peña y Rey 2001):
paneles verticales en los que se grabaron un buen
número y variedad de representaciones de armas.
Estos petroglifos se han asociado reiteradamente
a ritos de agregación de determinados individuos,
casi siempre guerreros (figura ésta rara vez definida de un modo claro), en cuyo marco se habrían
realizado ceremonias iniciáticas o de otro tipo
(Vázquez Varela 2000; Peña y Rey 2001; Santos
2005a).
Al tratar la audiencia del arte rupestre galaico,
debemos reflexionar primero sobre los mecanismos físicos que pudieron haber actuado a la hora
de conformarla. Después, consideraremos el papel de aquellos factores de naturaleza más inmaterial, reconociendo –al igual que otros autores
han hecho antes (Bradley 2002)– la dualidad operativa que regiría o condicionaría la audiencia de
6.1. Mecanismos de conformación de la
audiencia en el arte rupestre al aire libre
Partiendo de la hipótesis de que un grabado
rupestre situado al aire libre pudo, no obstante
haber estado destinado a una audiencia tan reducida o selecta como el ubicado en el interior de
un abrigo, consideramos necesario determinar
los mecanismos que habrían incidido en su composición. Por ejemplo, el carácter remoto combinado con la escasa perceptibilidad pueden haber
sido dos poderosos elementos de segregación
que condicionarían de un modo importante la
audiencia de un petroglifo, al requerir del observador el conocimiento del terreno para poder
localizarlos.
Ciertos autores han propuesto que los motivos
abstractos habrían tenido, de modo general, una
ubicación comparativamente más remota, a la
que poca gente habría tenido acceso, en contraposición a los motivos naturalistas, que tenderían
a emplazarse cerca de las hipotéticas zonas de
hábitat, donde la audiencia sería muy diferente
(Bradley 1997). El paulatino aumento del catálogo de arte rupestre en Galicia ha evidenciado que,
aunque dicha hipótesis no carece de fundamento, existen importantes y numerosas salvedades,
como las derivadas de la aparición de representaciones de cérvidos en lugares totalmente aislados así como en el interior de abrigos. La cada
vez mayor indiferenciación en la ubicación de
motivos abstractos y naturalistas muestra la polivalencia de estas representaciones y la dificultad
de definir audiencias solo por el tipo de motivo
representado.
Diversos mecanismos o estrategias más allá de
la verticalidad del panel o del tamaño de los motivos grabados, habrían permitido aumentar o disminuir la perceptibilidad de un petroglifo, haciéndola incluso independiente de las características
físicas y de su ubicación. Un petroglifo situado en
las inmediaciones de las zonas habituales de tránsito durante la Prehistoria pudo haber pasado prácticamente desapercibido para buena parte de los
individuos que caminaran por el lugar mientras
que otros, que hoy se nos antojan apenas visibles,
pudieron haber sido mucho más evidentes.
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Tampoco debe despreciarse la importancia que
condiciones externas al propio petroglifo, como el
momento del día (o del año) o las condiciones
atmosféricas, habrían jugado en la percepción de
los paneles grabados. Resulta obvio para cualquier investigador del arte rupestre que la observación de los motivos se ve profundamente alterada por las condiciones de luz existentes: la
visita con una iluminación adecuada puede hacer
visibles motivos de otro modo prácticamente imperceptibles. Además, en aquellas estaciones con
paneles o motivos con orientaciones disímiles, la
contemplación en distintos momentos del día habría cambiado toda la lectura del petroglifo, ocultando unas imágenes y desvelando otras, renovando así el mensaje transmitido en cada ocasión.
A su vez, la lluvia modifica la tonalidad de la
superficie de la roca, facilitando o dificultando la
lectura: el petroglifo de Os Mouchos (Rianxo, A
Coruña), al mojarse, adquiere una tonalidad rojiza que contrasta profundamente con el color de
los surcos, acentuando especialmente la visibilidad de los motivos. El reflejo de la luz del sol
sobre la roca mojada también habría aumentado
exponencialmente la percepción de los grabados
(Fig. 13), no pudiendo descartarse que durante su
observación se hubiese mojado la roca como método para interactuar con ella y resaltar unos determinados motivos sobre otros en función de la
información concreta que se quisiese transmitir.
La estación de A Insuela (Porto do Son, A
Coruña) es uno de los ejemplos más evidentes de
Fig. 13. Combinación circular de Monte de San Miguel
(Agolada, Pontevedra) cuya perceptibilidad ha sido notablemente aumentada al humedecer la roca.
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
cómo las condiciones atmosféricas alteran la manera de percibir un petroglifo. En ella dos zoomorfos fueron grabados en torno a una profunda
pileta natural (Fig. 14). El agua de lluvia acumulada en su interior habría dotado de gran realismo
a la escena, simulando la ubicación de los animales al pie de un curso de agua. El efecto sería aún
más realista con las gotas de lluvia salpicando la
superficie del agua, al dotar a la escena de cierta
movilidad e incluso sonoridad. Dichas impresiones serían radicalmente diferentes sin ella. En
este sentido, la similitud con otras escenas de los
petroglifos gallegos en las que los zoomorfos se
sitúan en torno a combinaciones circulares reforzaría la hipótesis, ya clásica, de que buena parte
de estos motivos podrían haber representado cursos o acumulaciones de agua.
Es muy posible que este tipo de circunstancias
–que habrían potenciado aspectos de las escenas,
como su realismo– fuese una parte fundamental
del proceso de visualización. Así, el conocimiento de las condiciones idóneas para la observación
de un petroglifo podría haber sido tan importante
como el de su emplazamiento a modo de eficaz
mecanismo de gestión de la naturaleza de su audiencia mediante la gradación de la profundidad
del mensaje y, en último término, del volumen de
significado y nivel de impacto transmitidos.
La percepción de los grabados habría dependido en gran medida de una serie de procesos
culturalmente mediados, como los conocimientos
y recuerdos de los propios individuos que conforman la audiencia. Bajo esta óptica, el observador
no era –en muchos aspectos– un agente libre que
pudiera moverse alrededor de las imágenes e interactuar con ellas a su antojo, sino que posiblemente debería hacerlo de un modo particular y
siguiendo una secuencia correcta. Dicha circunstancia podría haber implicado que, incluso en las
estaciones más perceptibles, el acceso a su significado real o último dependiese del conocimiento
del ritual o coreografía adecuados que su observación exigía. Ese ritual debe ser entendido como
un conjunto de actividades físicas, mentales y
emocionales que podrían incluir desde la dirección y modo de acercarse a un petroglifo hasta la
manera de colocarse ante él, pasando por el orden
en el que deberían ser observados los distintos
motivos y escenas que lo componen.
Para un desconocedor del fenómeno rupestre
de cierto lugar el proceso habría sido muy diferente, incluso guiado por alguien con experiencia.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
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Fig. 14. Aspecto general del petroglifo de A Insuela (Porto do Son, A Coruña). Sendos zoomorfos (acentuados digitalmente) se grabaron en torno a una pileta natural que, una vez llena de agua, habría dotado a la escena de un notable
realismo, simulando la ubicación de los propios animales en la naturaleza, abrevando quizás en algún curso de agua o
manantial próximo.
Un miembro no iniciado habría sido, en muchos
sentidos, equivalente a un ente foráneo de la comunidad, por lo que tendría sentido que el acceso a estos conocimientos fuese una condición
sine qua non para formar parte plena de ella, así
como la prerrogativa de cederlos o comunicarlos
a nuevos individuos una importante fuente de
poder o prestigio en el marco del grupo.
Muchos de estos conocimientos pueden haber
sido, en parte, descodificables en función de la
información aportada por las propias imágenes y,
por lo tanto, a priori ser accesibles a todo aquel
que los observara, incluidos los propios arqueólogos (como pretenden una parte de las aproximaciones estructuralistas). En cambio otros niveles de entendimiento es muy probable que
requiriesen un conocimiento específico, reservado e independiente de los códigos subyacentes.
No obstante, no todas las estaciones conceden
el mismo grado de libertad durante el proceso de
observación. Una roca horizontal puede permitir
numerosas formas de visualización, requiriendo
quizás de una participación más activa que invitase a moverse, conocer el punto idóneo donde
situarse o cómo rodear el panel para contemplar
los motivos del modo y orden correctos. Por el
contrario, los paneles verticales o inclinados, al
presentar un punto de vista privilegiado (Vázquez
Rozas 1995) e incluso único, habrían concedido
menos libertad a la audiencia. Esa circunstancia
y el que, con frecuencia, las escenas representadas en esos paneles sean de una –aparentemente– fácil comprensión (armas, monta, caza...) nos
hacen pensar en que quizás muchos de estos petroglifos habrían sido destinados a audiencias
amplias, al menos en parte, con un papel más
pasivo y posiblemente menos especializado.
El significado o significados de un petroglifo
pudo variar a lo largo de su existencia. El proceso de inclusión de nuevos grabados en un panel
posiblemente se hubiese concebido por parte de
las poblaciones prehistóricas como un modo de
conexión con los individuos que habían realizado
el mismo proceso en el pasado (sus ‘antepasa-
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dos’), pero durante dicho acto también se estarían
integrando nuevas historias que habrían reformulado y recodificado las preexistentes. Además, la
inclusión de nuevos motivos modificaría la experiencia previa de los observadores e incluso posiblemente hubiese obligado a renovar la coreografía necesaria para la comprensión del panel.
Todo ello habría dado lugar –con toda probabilidad– a nuevos significados que probablemente
fuesen desdibujando paulatinamente aquéllos que
el petroglifo habría tenido originalmente. El hecho de que los observadores contemporáneos
solo contemplamos el resultado final del proceso
(Tilley 2008), con frecuencia es obviado por muchos especialistas, que analizan los paneles como
si hubiesen sido fruto de una sola mente y ejecutados por una única mano. No obstante, existen
ciertos paneles que –por su coherencia y homogeneidad interna– dan la impresión de haber sido
efectivamente realizados de acuerdo a una planificación única y posiblemente grabados en un
corto lapso de tiempo. Un buen ejemplo sería la
escena de caza de Pedra Xestosa.
En último término, el conocimiento sobre el
arte rupestre no se materializa únicamente a través del grado de comprensión de los símbolos y
escenas que lo conforman sino también mediante el control del propio acto de observación y del
influjo de este sobre la audiencia. Tal circunstancia lleva implícita una gran variabilidad, al reconocer la posibilidad de que el significado de un
petroglifo no fuera fijo, sino dependiente –en
gran medida– de las circunstancias concretas
existentes en el momento de su visualización.
El proceso de observación de un petroglifo
pudo haber sido altamente variable y profundamente dependiente del dominio de los códigos de
visualización por parte del observador. Tal circunstancia introduce en la ecuación una concepción más importante del individuo, entrando en
juego su experiencia, conocimientos y recuerdos.
La revalorización del individuo implica, asimismo, el reconocimiento de la posibilidad de que
cada observador hubiera tenido una experiencia
concreta o una visión del fenómeno específica y
mutable. Las diferentes audiencias habrían vivido
un lugar de distintas maneras e incluso un mismo
individuo podría haber experimentado de modo
dispar un mismo lugar, en función de los momentos de su vida. Es muy probable que el aprendizaje de los códigos que permitiesen comprender
al arte rupestre se actualizase continuamente du-
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
rante la vida de una persona, por lo que su percepción podría cambiar también.
En conclusión, el significado o simbolismo de
un petroglifo dependería de una suma de circunstancias contingentes, muchas tan solo intuibles
desde una perspectiva actual. Se establece así una
concepción en la que se acepta la interactuación
entre observador y petroglifo como un proceso en
el que ninguno de los dos es un elemento pasivo.
Se deja patente la posibilidad de distintos niveles
de acceso a los petroglifos al aire libre, desde
aquellos destinados a una visión más general y a
una audiencia más amplia a otros más ‘selectos’.
Dicha variabilidad no vendría dada única o principalmente por su temática sino por un conjunto
de información que incluiría además las características de la propia roca y su ubicación dentro
del paisaje circundante, así como la naturaleza de
la audiencia.
Las disquisiciones acerca de la accesibilidad
del arte rupestre galaico deben superar la simple
dicotomía Arte Público vs. Arte Restringido. La
creemos poco operativa durante estos momentos
de la Prehistoria, aceptando una gradación mutable y variable entre cada parte en función del
paso del tiempo y de la composición de la propia
audiencia.
6.2. Composición de la audiencia
de los petroglifos gallegos
El género se ha establecido de un modo tradicional como la distinción más importante en la
conformación de las audiencias que podrían haber accedido (física e intelectualmente) a las estaciones rupestres. Ello deriva de la reiteración de
grabados de armas y de escenas de caza o monta
que remitirían aparentemente al mundo del varón
y de lo masculino (Peña y Rey 2001: 192), en
contraste con la ausencia de actividades cotidianas o domésticas (Peña y Rey 2001: 145) que –a
tenor de aquellas visiones tradicionales– habrían
sido llevadas a cabo por mujeres.
No sabemos si la posible segregación en función del género de los motivos y escenas grabados
en las rocas se habría extendido necesariamente a
la audiencia. El significado de los motivos de buena parte de las estaciones no está lo suficientemente claro como para negar tajantemente la asociación de alguno al mundo femenino. M. Díaz-Andreu
(1998) ha expuesto perfectamente este tipo de sal-
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
vedades para el caso del arte rupestre levantino,
que debe extenderse al propio papel de la mujer
en el proceso de grabado de las rocas. Si aceptamos que el elevado grado normativo de las figuras
representadas en los petroglifos gallegos derivara
de la participación de especialistas en su elaboración (Peña y Rey 2001: 216-217), no debería
descartarse que –como ocurre en algunas comunidades actuales de África y Oceanía– entre ellos
hubiese habido mujeres (Díaz-Andreu 1998).
La intensidad de la segregación o diferenciación sexual en el seno de las comunidades que
habitaron el noroeste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente resulta muy difícil
de determinar. La escasez de restos orgánicos no
nos permite decidir si las divergencias observadas
en los ajuares megalíticos responden –efectivamente– a diferencias sexuales. En la esfera doméstica, dicha información resulta aún más inaccesible, pues es todavía muy poca la evidencia
con la que contamos. Se ha insinuado la posibilidad de un acceso diferencial a las materias primas líticas que, por su rareza, habrían sido más
difíciles de conseguir, por parte de las mujeres
con base en la ausencia de determinadas estrategias de explotación (Rodríguez y Fábregas 2011).
La hipótesis, de momento, resulta difícil de verificar. Otro tipo de segregación que pudo haber
existido derivaría de la edad y, en función de la
misma, del estatus de la audiencia en el marco de
la comunidad. Estos criterios habrían sido operativos con total seguridad, pero resultan extremadamente complicados de rastrear.
7. LOS GRABADOS Y EL PAISAJE
Los especialistas hemos fomentado un tipo de
interpretaciones en las que el arte rupestre al aire
libre es definido y explicado como mediador entre una comunidad y su entorno inmediato. Los
arqueólogos hemos intentado definir la identidad
de la propia comunidad y el papel concreto que
el arte rupestre habría jugado en la conformación
y reforzamiento de la misma a través de las contraposiciones creadas en el marco de dicha relación (rivalidad con comunidades vecinas por la
explotación de recursos; Cultura vs. Naturaleza;
Espacio doméstico vs. Espacio ritual).
Sin embargo, se ha prestado menos atención
a la posibilidad de que los petroglifos hayan sido,
97
en buena medida, una herramienta generada y
usada exclusivamente en el seno de la sociedad
que los creó para reforzar una visión del mundo
propia y negociar el papel que la comunidad
tendría en la misma, sin ser estrictamente necesario contraponerla a ningún tipo de alteridad
(naturaleza u otros grupos competidores). Así,
por ejemplo, en un primer momento, los individuos de una comunidad solo podrían haber accedido a los petroglifos gracias a la mediación de
otros miembros más experimentados. Sería a través de dicho proceso de conocimiento como un
individuo concreto podría haber sido iniciado en
la información práctica y simbólica, recurriendo
a recuerdos o episodios míticos asociados no solo
con el petroglifo en sí sino con el paisaje circundante. De esa manera, petroglifo y paisaje se
asociarían irremediablemente a la comunidad en
función de una historia en común.
La interacción de una comunidad con los petroglifos no debe ser entendida en exclusiva como
aquellas actividades estrictamente realizadas en
las inmediaciones de los grabados, sino como una
suma de procesos que puede iniciarse con las
circunstancias del propio desplazamiento hasta la
estación rupestre. El hecho de que muchas insculturas solo sean perfectamente visibles a primera hora de la mañana o en el ocaso podría haber
implicado viajar en la oscuridad, cuando el mundo y su percepción por parte del individuo son
distintos. Este conjunto de experiencias implicadas en el acceso y visualización de los motivos
habría sido, quizás, tan o más importante que las
características de los grabados y los ritos realizados en torno a ellos.
Los territorios pueden ser a menudo entendidos
más como un conjunto de lugares específicos con
un significado especial para una comunidad concreta que como espacio abstracto con fronteras
nítidamente establecidas. Por ello no cabe descartar que los petroglifos puedan haberse establecido
precisamente como locales de este tipo. Su recorrido en una secuencia determinada podría haberse
reivindicado como un acto simbólico en sí mismo,
estructurando las experiencias de los propios lugares que unen y ayudando a establecer una especie
de orden en los mismos (Tilley 1994: 39), tipificado por los miembros pasados de la comunidad.
La inclusión de nuevos lugares habría sido
prerrogativa de los individuos con una mayor
preeminencia en el marco de la comunidad y en
ellos reposaría también el conocimiento experto
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sobre estos lugares así como su mantenimiento.
Dichos saberes habrían sido una probable fuente
de poder para el individuo al otorgarle el control
sobre la difusión de la información acerca del
territorio circundante y sobre el origen y naturaleza de los lazos que la comunidad mantendría
con el mismo con base en una historia común.
Es posible que en el arte rupestre galaico al aire
libre hubiese existido cierta transposición entre el
panel grabado y el lugar que ocupa (Tilley 1994).
Con ello se produciría un reforzamiento mutuo del
petroglifo y del paisaje circundante que acentuaría,
por un lado, la propia cualidad narrativa del panel
y reforzaría la credibilidad de su mensaje al vincular la acción representada a un ‘escenario de los
hechos’ cercano y conocido por la audiencia. Al
mismo tiempo, es posible que dichos acontecimientos hubiesen sido importantes en la historia o
mitología de la comunidad, por lo que se reforzaría la importancia de dicho local para el grupo por
haber sido, precisamente, el escenario de los mismos. Por medio de estos relatos, sociedad y espacio quedarían intrínsecamente ligados, convirtiéndose este último en lo que Tilley (1994: 15)
denomina ‘espacio existencial’, construido a través
de las experiencias concretas de los individuos y
socializadas a través del grupo, en constante proceso de producción y reproducción, generado a
partir del orden cotidiano.
Los lugares presentan diferentes densidades de
significados para sus habitantes, en función de los
eventos y acciones de los que fueron escenario y
que forman parte de la memoria común. A mayor
número y estabilidad de los significados asociados
a un lugar, más profundo será el nexo con el mismo por parte de la comunidad. Si consideramos
que el grabado de los petroglifos puede tener que
ver con el desarrollo por parte de las comunidades
de asociaciones simbólicas y mitológicas, éste actuará como transformador de algo físico o geográfico en algo experimentado histórica y socialmente, como recordatorio de las acciones históricas de
individuos o sociedades (Tilley 1994).
Un buen ejemplo de esta posible transposición
entre panel y espacio circundante podría ser la
impresión –repetidamente señalada por los especialistas (Vázquez Rozas 1997; Peña y Rey
2001)– de que en determinadas estaciones (la
propia Pedra Xestosa o Pozas da Garda; Figs. 4
y 15) la ubicación de los ciervos dentro del panel
parece reproducir la orografía del entorno inmediato: son representados subiendo o bajando en
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
la dirección de la pendiente del terreno donde se
emplaza la roca. En otras ocasiones, la inclinación de la superficie del panel es idéntica a la de
la ladera donde se sitúa y por la que probablemente habrían circulado los animales grabados
(Vázquez Rozas 1997: 72).
Fig. 15. Aspecto general del panel vertical y de la roca
anexa de Pozas da Garda (Porto do Son, A Coruña). La
disposición de los cérvidos en el panel imita la orografía
del entorno en el que se sitúa la propia estación.
8. VARIABILIDAD Y POLISEMIA
DEL ARTE RUPESTRE GALAICO
Una de las características fundamentales del
arte rupestre galaico es su enorme variabilidad y
su profundo carácter polisémico, patentes en su
naturaleza (características de los motivos, morfología y dimensión de los paneles, perceptibilidad
de ambos, etc.) y su ubicación espacial.
Existe una enorme multitud de figuras geométricas y naturalistas consideradas portadoras de
distintos mensajes y significados y a las que se les
han atribuido incluso cronologías diversas (Santos
2005b). Es posible que muchos de estos motivos
hayan tenido un significado más o menos permanente mientras que el de otros fuese polivalente y
mutable. Sin embargo, dicha diferenciación no
residiría, en último término, en las características
del propio motivo. El grabado de una alabarda o
un antropomorfo habría podido tener, posiblemente, un menor rango de significados que un círculo
simple o un grupo de cazoletas. Pero ello no excluye que cambiara en función de un buen núme-
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A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
ro de variables. El arte rupestre habría sido un
nexo relacional de las imágenes representadas, las
cualidades materiales de la roca y los paisajes
circundantes (Tilley 2008: 20).
Esta naturaleza sería profundamente variable y
mutable sincrónica y diacrónicamente en función
de las propias características de su audiencia particular (cantidad, composición y nivel de dominio
del código por parte de la misma). Es posible que
en una misma estación hubiesen existido varios
niveles de significado, desde información práctica
para el acceso a ciertos recursos hasta conocimientos sagrados, accesibles en función del dominio del código que poseyesen los observadores
(Bradley 2002). Los motivos no serían abstractos,
ya que su interpretación no dependería de la arbitrariedad del observador, sino del acceso a la instrucción sobre su significado o significados, sien-
99
do factible que diferentes individuos hubiesen
poseído distintos niveles de habilidad o conocimiento para interpretarlos (Bradley 2009: 44).
Esta contingencia podría incluso afectar a las imágenes más naturalistas.
Esa variabilidad puede observarse también en
la ubicación de los petroglifos. En algunas áreas
del territorio gallego, como Campo Lameiro
(Pontevedra), existen concentraciones de estaciones rupestres de una enorme diversidad respecto
a su monumentalidad, características generales y
ubicación. Otro claro ejemplo son yacimientos
que se presentan en este trabajo: el abrigo de
Rego de Corzo se ubica en un área con una espectacular concentración de arte rupestre. Allí
conviven petroglifos de especial complejidad y
monumentalidad, como los frisos verticales de
Outeiro Campelos y Campo Grande (Fig. 16), en
Fig. 16. Aspecto general del panel vertical de Campo Grande I (Porto do Son, A Coruña).
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100
los que fueron grabados zoomorfos de hasta 135
cm de altura, o el conjunto de Rego de Corzo I y
III, con multitud de motivos entre los que se incluye una escena de monta junto a otros de gran
simplicidad, como cazoletas aisladas o círculos
simples. Los abrigos de Calderramos y Outeiro
de Rixidores se sitúan en las inmediaciones de
paneles verticales o inclinados en los que se grabaron zoomorfos, próximos a insculturas muy
sencillas, compuestas apenas por un círculo simple o varias cazoletas. El ejemplo de Pedra Xestosa es, si cabe, más revelador: en un mismo
afloramiento dos paneles de una notable verticalidad y gran complejidad coexisten con otro –el
situado en el interior del pequeño abrigo– conformado por un círculo y un cérvido.
La convivencia en un mismo territorio, y en
ocasiones en una misma estación, de paneles con
monumentalidad y perceptibilidad muy variadas,
es muy posible que nos esté revelando el diverso
papel o la naturaleza distintiva de cada uno de
ellos. Resulta muy probable que hubiese existido
una compleja variabilidad que explicaría por qué
se habrían dibujado determinados motivos en lugares concretos. Sería una serie de circunstancias
enormemente mutables las que darían su significado último al petroglifo y consideramos que
estas no pueden ser aprehendidas desde paradigmas rígidos que no contemplen dicha variabilidad
y la complejidad de unos procesos que, en buena
parte, derivan del hecho de que las acciones de
grabado y la propia observación habrían sido el
resultado de episodios individuales con un carácter acumulativo.
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán
permitido reflexionar sobre las diferentes audiencias a las que estarían destinados los petroglifos.
Estas pueden haber cambiado en función de las
características concretas de cada estación grabada
pero también de otras circunstancias que habrían
hecho posible que un mismo panel hubiese tenido distintos niveles de significado accesibles a
audiencias diversas dependiendo del dominio de
ciertos códigos por parte de las mismas. Estas
condiciones habrían sido independientes de las
restricciones físicas para la observación de los
grabados y podrían haber afectado, por lo tanto,
a la totalidad del arte rupestre galaico.
La identificación de estrategias para modular
el grado de perceptibilidad de los petroglifos hace
posible que muchos hubiesen sido voluntariamente ocultados a la mayoría de los potenciales
observadores. La hipótesis alcanza su evidencia
más clara en la propia actividad grabadora en el
interior de cavidades. Esta faceta del arte rupestre
galaico, no como algo abierto y accesible sino
oculto y reservado, obligará a matizar las interpretaciones que han asociado este fenómeno a un
papel de marcador del paisaje prehistórico y a un
mecanismo de interacción y mediación entre las
distintas comunidades que lo habitaron.
Consideramos que, en el Noroeste, la ausencia
de arte en el interior de abrigos se ha debido,
fundamentalmente, a la falta de su búsqueda específica del mismo por parte de los investigadores, en la idea de que el arte rupestre de esta
región se había configurado como un fenómeno
exclusivamente al aire libre. Es posible que a
partir de la publicación de este artículo aparezcan
nuevos ejemplos en otros puntos de Galicia.
9. CONCLUSIONES
La aparición de grabados rupestres de tipo
galaico en el interior de abrigos graníticos evidencia, por primera vez, la existencia de restricciones físicas para la observación de este fenómeno, al tiempo que deja claro que los petroglifos
del Noroeste de la Península Ibérica no se ha
desarrollado en exclusiva al aire libre. Dicha circunstancia introduce nuevas posibilidades para su
análisis al tiempo que permite matizar algunas de
las interpretaciones al uso sobre este fenómeno
artístico.
La documentación de motivos propios del corpus principal del arte rupestre galaico en el interior de cavidades de reducido tamaño nos ha
AGRADECIMIENTOS
Las investigaciones que han hecho posible
este artículo han sido llevadas a cabo en el marco del proyecto Ocupación do Espazo e Modificación do Entorno na Península do Barbanza
durante a Prehistoria Recente. Os petroglifos de
Porto do Son, financiado por el Ministerio de
Ciencia y Tecnología y la Dirección Xeral de
Investigación e Desenvolvemento de la Consellería de Innovación, Industria e Comercio de la
Xunta de Galicia. Así mismo, agradecemos profundamente a José Cernadas Sande, descubridor
del abrigo de Outeiro de Rixidores, su valiosa
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 80-102, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12081
A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
colaboración durante la realización de este artículo.
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 103-122, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12082
Understanding human movement through spatial technologies.
The role of natural areas of transit in the Late Prehistory
of South-western Iberia
Entendiendo la movilidad humana mediante tecnologías espaciales: el papel de las áreas
naturales de tránsito en el Suroeste de la Península Ibérica durante la Prehistoria
Reciente
Patricia Murrieta-Flores (*)
ABSTRACT
(1)
Archaeological, historical, and ethnographic research
has demonstrated how mountainous environments influence the socio-cultural dynamics of the communities
that live in them and in their neighbouring areas. The
development of these communities tends to occur at the
margins, often far away from centres of political power.
This marginality is also extended to movement in these
regions, where mountain ranges regularly constitute
mighty obstacles on account of their natural configuration
which plays a central role in strategy, commerce and
travelling. In the case of western Sierra Morena in Spain,
its constitution shaped both the ways of transit through
the mountains during Later Prehistory and the historical
routes of communication that traverse Andalucía. Using
a GIS methodology developed specifically to identify
particular characteristics of the landscape relevant to human movement, such as passageways, crossing points,
and natural areas of transit, we examine the role that
natural accessibility had for the late prehistoric societies
of this region. We conclude that the location of their
habitats and symbolic places are strongly related to corridors, possibly due to an increasing importance of herding activities.
RESUMEN
Investigaciones arqueológicas, históricas y etnográficas han demostrado como los ambientes de montaña tienen una profunda influencia en las dinámicas socioculturales de las comunidades que viven en ellos y en sus áreas
vecinas. El desarrollo de estas sociedades tiende a producirse en los márgenes, usualmente lejos de los centros de
poder político. Esta marginación se extiende también a la
circulación en estas regiones, donde las cordilleras suelen
constituir poderosos obstáculos debido a su configuración
natural que juega un papel central en sus estrategias,
comercio y movimiento humano. Durante la Prehistoria
Reciente, la constitución de Sierra Morena Occidental
(España) moldeó tanto las vías de tránsito a través de las
montañas, como las rutas históricas de comunicación que
atraviesan Andalucía. Utilizando una metodología de Sistemas de Información Geográfica diseñada específicamente para identificar características en el paisaje de particular relevancia para el movimiento humano (como
corredores naturales, puntos de cruce y áreas naturales de
tránsito), se examinó el papel que la accesibilidad del
terreno tuvo para las comunidades de esa región durante
la Prehistoria Reciente. Mediante este análisis concluimos
que la ubicación de sus hábitats y lugares simbólicos se
encuentran estrechamente relacionados con corredores
naturales, posiblemente debido a una creciente importancia de las actividades de pastoreo.
Key words: Copper Age; Bronze Age; Sierra Morena;
GIS; Spatial Analysis; Statistical significance testing;
Megaliths; Settlement patterns; Mobility Models; Natural
corridors; Mountain environments; Movement; Herding
societies; Iberian Peninsula.
Palabras clave: Edad del Cobre; Edad del Bronce; Sierra Morena; SIG; Análisis espacial; Pruebas de significación estadística; Megalitos; Patrones de asentamiento;
Modelos de movimiento; Corredores naturales; Ambientes de montaña; Movimiento; Sociedades pastoras; Península Ibérica.
1. INTRODUCTION
(*) Archaeological Computing Research Group, School
of Humanities, Department of Archaeology, University of
Southampton. Avenue Campus Highfield SO17 1BF. United
Kingdom. E-mail: pamf106@soton.ac.uk
Received: 16-V-2011; accepted: 20-VI-2011.
Iberia is one of the most mountainous regions
of Western Europe. Its Central Plateau has an
average altitude of 400 m and is surrounded by
Patricia Murrieta-Flores
104
major mountain ranges (Galician Mountains, the
Cantabrian Mountains and the Pyrenees to the
North, the Iberian System to the East and the
Betic and Penibetic Systems to the South). It is
also traversed by the Central System and the
Toledo Mountains in a NE-SW direction. This
geographical configuration can be seen as one the
reasons that explains the high fragmentation in
ethnic, cultural and linguistic terms that characterised in the past (and still characterises) this
vast territory. The importance of the topographic
factor in the Iberian Peninsula can be also appreciated in the historical distribution of its population. While there has been a high concentration
of inhabitants in regions located close to the sea
–i.e. Barcelona, Valencia, Málaga, Sevilla, Lisboa, Faro, Porto, Santander, Bilbao, etc., the
centre has been always weakly populated (with
the exception of the modern development of Madrid as administrative capital). The restraints on
human movement and cultural contact in this
highly fragmented territory have generated a remarkable social and cultural variability since Prehistory that favoured, as it has happened in many
other regions of the world, the use of inland
waterways and the sea as the most prominent
ways of communication and transportation.
Taking this into account, it is not surprising
that the study of pathways, roads and routes of
trade have traditionally occupied an important
place in Iberian History and Prehistory. Many
studies have attempted to verify to what extent
the natural configuration has been a determinant
factor in the definition of the road network and
how in turn this network has been crucial in the
cultural, social, politic and economic structuration of the territory. Faced with the vast literature
that has discussed the structure of the Iberian
road and path networks during the Middle Ages
(Anés and García Sanz 1994; Roda Turón 1996),
Antiquity (Blázquez Martínez 1993; Viñas Filloy
1996; Melgar Gil 1996; Franco Maside 2000) or
the Iron Age (Berrocal-Rangel 2004; Escacena
Carrasco 2007), as we approach Prehistory, this
field of research becomes more scarce. This is in
no doubt due to the greater difficulty to obtain
empirical data and to define appropriate methods
of study –see discussion in Muñoz López-Astilleros 2002; Fairén Jiménez et al. 2006 (1). Yet,
research dealing with natural areas of transit and
ways of communication has been present in a
number of approaches to the mobility of the Iberian prehistoric societies. Since the mid 1980’s an
important debate has been carried out on the issue
of human movement and natural corridors during
the Neolithic and the Copper Age (VI-III millennia cal BC). This debate has had several implications and perspectives. On the one hand, it has
been focused on the examination of the spatial
association between megalithic monuments and
transhumance routes that were used in many regions of Iberia (at least since medieval times), as
possible fossilization of prehistoric roads (Chapman 1979; Davidson 1980; Walker 1983; Palomar Macián 1984; Cara Barrionuevo and Rodríguez López 1987; Ruiz-Gálvez Priego and
Galán Domingo 1991; Galán Domingo and Martín
Bravo 1991-1992; Ruiz-Gálvez Priego 1999;
Galán Domingo and Ruiz-Gálvez Priego 2001;
Fairén Jiménez et al. 2006; Murrieta-Flores 2007;
Wheatley et al. 2010; Murrieta-Flores 2010). On
the other hand, beyond its association with specific transhumance routes, the spatial distribution
of the megalithic monuments has often been assessed in terms of landscape markers, associated
to crossing points and movement, especially in
the Northwest (Criado Boado et al. 1990-1991;
Criado Boado and Vaquero Lastres 1993; Martinón-Torres and Rodríguez Casal 2000; Martinón-Torres 2001; López Plaza and Salvador
Mateos 2002; Murrieta-Flores et al. 2011a,
2011b). From a different methodological perspective, mobility during Iberian Late Prehistory has
been also approached through geochemical analyses looking at mercury residues in domestic
animals (Logemann et al. 1995) as well as isotopic analyses of human remains (Díaz-Zorita
Bonilla et al. 2009).
This article subscribes to a line of research
that approaches this problem by analysing (1) the
combination between the geographical structure
of the landscape, (2) the distribution of prehistoric sites and (3) the available information on prehistoric and historical road networks. Investigating the spatial dimension of the Copper Age and
Bronze Age sites of western Sierra Morena this
paper addresses the issue of mobility within Iberian later prehistoric societies. By means of a
(1) Murrieta-Flores, P. A. 2010: “Travelling through past
landscapes. Analysing the dynamics of movement during Late
Prehistory in Southern Iberia with spatial technologies.” University of Southampton. PhD Upgrade document.
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Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late...
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Fig. 1. Location of the study area in the Iberian Peninsula and all the Copper Age and Bronze Age sites analysed in
this research.
spatial methodology developed and implemented
within Geographic Information Systems (GIS),
this research examines particularly the role that
natural terrain accessibility might have played
within prehistoric herding societies in the location of habitats and symbolic places. The case
study involved here is set within the south-western Spanish regions of Sierra de Huelva and
Sierra Norte de Sevilla, both referred in this article as western Sierra Morena, where previous
research has led to some knowledge about the
distribution of archaeological sites of prehistoric
date, including settlements, funerary sites and
others (Pérez Macías 1987, 1999, 2010; Hurtado
Pérez and García Sanjuán 1996; Hurtado Pérez et
al. 1999; García Sanjuán 1999, 2005; García Sanjuán et al. 2004; García Sanjuán and Wheatley
2010) (Fig. 1). The central aim of this paper is to
discuss the results of a computational model,
which analyses the spatial patterns of these sites
in relation to the environmental and archaeological evidence available. From this, we expect to
achieve a better understanding of the possible
dynamics of movement in this region during Late
Prehistory.
2. MODES OF SUBSISTENCE AND
HERDING TRADITION IN WESTERN
SIERRA MORENA
Sierra Morena is a mountain range of 400 km
that crosses from east to west the entire northern
extreme of Andalucía (Southern Spain) and constitutes a contact zone between the Spanish Central Plateau and the Betic Depression. Located
between two of the most important agricultural
river valleys of Iberia (the Guadalquivir and Gua-
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diana), western Sierra Morena presents a peculiar
asymmetrical configuration due to the large
amount of valleys and ranges interleaving each
other. Despite the wealth and variety of its mineral resources, western Sierra Morena is also
characterised by the poverty of its soils (Moreno
Rey 1998: 19). In addition, the impermeability of
the soil and roughness of its terrain have been
some of the contributing factors for quick and
deep processes of erosion, and ground water represents a limited resource due to a highly developed superficial drainage.
It is probably this difficult environment and
the lack of potential for agricultural intensification what makes Sierra Morena a long-established
herding region. Thus, the wealth of the cattleraising economy of the region during the MiddleAge is well known (Carmona Ruiz 1993, 1994a,
1994b). The historical evidence of the pastoral
activity in western Sierra Morena and surrounding areas can be traced back at least to the Iron
Age, as testified by early literary sources. Roman
writer Livy for instance, described how the Phoenicians used local herders of the region as informants during their incursions through the Silver Route. They were considered invaluable not
only on account of the information they provided,
but also because of their knowledge of the routes
to follow, demonstrating with this that towards
the Iron Age, there was an already established
path network by the pastoralist indigenous populations (Alfaro Giner 2001: 222). Considering the
development of such a network, and the fairly
organised activity that herding seems to have
been during Iron Age in western Sierra Morena,
it has been argued that this activity probably has
earlier prehistoric roots (Murrieta-Flores 2010).
Various studies have claimed that the prehistoric groups of western Sierra Morena based
their subsistence on a combined agropastoral
strategy (Pérez Macías 1983, 1987; García Sanjuán 1999; Murrieta-Flores 2010). However,
given that few prehistoric sites of this region have
been excavated and published extensively (see
Hurtado Pérez 2011 for the only exception) and
the recovery of faunal evidence is hampered by
the high acidity of the soil, there is little hard
evidence to go by. This makes the data from the
limited excavations, edaphological, palynological
and spatial analyses, the only means available at
present to understand the possible subsistence
modes of the local prehistoric communities. The
available pollen studies have suggested that by
the IV-III millennium prehistoric societies in Sierra Morena could well have started to develop a
dehesa ecosystem. As a widespread management
method still used nowadays throughout the Sierra
and a great part of western Iberia, the dehesa
constitutes an agrosilvopastoral system whereby
dense oak forests are cleared and woody vegetation is controlled in order to create and maintain
grassland spaces, achieving a simultaneous and
combined production and maintenance of domestic animals as livestock, wild animals as game,
wood, firewood, coal and cork (San Miguel Ayanz
1994; Fernández Rebollo and Porras Tejeiro
1998). The earliest evidence of this system comes
from paleoenvironmental research, identifying it
in a basic form during the Copper Age (c. 32002100 BC), and fully developed towards the Iron
Age (starting 850 AC) in some parts of southwestern Iberia such as Laguna de Las Madres and
El Acebrón (Huelva) (Stevenson and Harrison
1992: 243).
Towards the Copper Age the practice of a
mixed strategy as subsistence mode (‘agropastoralism’) seems to have been already widely extended throughout south-western Iberia. This is
suggested in sites such as Cantarras, Las Viñas
and Papa Uvas, where there was an exploitation
of the environment with a direct impact on the
forest, and presence of grassland of human creation (López Sáez et al. 2001: 47; Llergo López
and Ubera Jiménez 2008: 2371). This seems to
be also supported by other paleoenvironmental
research: in the case of Cueva de la Sima (Constantina), Cueva de los Covachos (Almadén de la
Plata) and Coudelaria Alto do Chão (Portugal),
an increasing use of vegetal species in combination with grassland for herding was already present during this period (Rodríguez Vidal et al.
2001; Rodríguez Vidal et al. 2003; Duque Espino
2005: 28). The evidence from these settlements
suggests that there was an increasing understanding of the exploitation of herding resources in
combination with diverse resources product of
the dehesa environments.
It is difficult to know the extent of these practices without further excavations, although emphasis on one strategy or another (agricultural or
pastoral) was probably variable depending on the
region. This is evident in the case of western
Sierra Morena and the adjacent areas such as the
Guadalquivir valley, where the differences con-
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Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the Late...
cerning access to goods, settlement sizes, resource
exploitation and construction of monuments
makes it clear that the communities on the sierra
lived in different conditions and probably practiced a different strategy to those in the valleys
(with more substantial agricultural outputs). Variability in economic practice must have occurred
also over time. According to the spatial analyses,
the Copper Age societies of this region preferred
to establish their settlements in the few areas of
the sierra with some agricultural potential in
addition to places of long tradition such as caves
(García Sanjuán 1999: 148).
In contrast, towards the Early Bronze Age
(EBA) (2100-1500 BC), local communities
searched for and favoured settlement locations
with better defensibility and visual control of
their surroundings (García Sanjuán 1999: 141142). In addition, although some of their sites
were still located on soils with better potential for
agriculture, the majority seemed to prefer to settle in dehesa landscapes such as the case of La
Traviesa, El Trastejón and La Papúa (García Sanjuán 1999: 146).
This characteristic seems to be emphasised by
the societies of the Late Bronze Age (LBA)
(1500-850 BC) that located their settlements not
only in areas traditionally used as dehesas, woodlands and grasslands, but also predominantly with
no agricultural potential and little accessibility
(García Sanjuán 1999: 147). Their lack of association to other factors such as visual control,
height or other economic resources could lead to
their understanding as seasonal camps or herding
stations. During this period, diverse important
sites of the region with long tradition of occupation such as El Trastejón and La Papúa presented
a high level of plants such as: Erica, Cistus and
Plantago (García Sanjuán 1999: 152-158), species that are related to dehesa environments and
suggestive of exploitation for herding activities.
In the case of El Trastejón, the samples recovered
suggest that some cultivated species (barley,
wheat and lima beans) were consumed but their
trace is almost absent from the palynological record. This suggests that either these crops were
cultivated near the settlement in small amounts
(reason why they were not in the pollen record),
or that this site was situated within an exchange
network that allowed it to access this kind of
resource (García Sanjuán 1999: 70). Moreover,
the presence of loom weights at this site indicates
107
the practice of wool processing and textile manufacturing. It is probable that these and other products were exchanged for agricultural resources
with communities in the near valleys. In the case
of La Papúa cereal crops are under-represented,
making improbable the existence of cultivated
areas around this settlement. In addition, edaphological analyses have indicated the presence of
cattle in this site (García Sanjuán 1999: 154160).
It can be said that herding has historically
been a major resource within the traditional mode
of subsistence in western Sierra Morena. Its changing nature has been influenced by diverse factors, but predominantly poor soils shaped its particular development. In this region, it has been
demonstrated that none of the plants and types of
grass that constitute the diet of ruminants produces enough food for long periods of time (Mora
González 2009). In this sense, the historical solution adapted to overcome this situation was transhumance (Fig. 2).
Whether transhumance occurred in Prehistory
in a way similar to that documented for historical
periods is a matter of debate. However, recent
GIS-based studies have emphasised the possible
connection between prehistoric monuments, prehistoric pathways and historical transhumance
routes (Wheatley et al. 2010; Murrieta-Flores et
al. 2011a, 2011b). The maintenance of large herds
was one of the main factors that conditioned
historically the practice of transhumance in Iberia.
However, this was probably not the case during
Fig. 2. Herding in Andalucia (photo courtesy of Don
Heffernan).
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Prehistory where a small amount of animals,
might have allowed what is known as short-distance transhumance or trasterminancia. During
these journeys, herders carried out local movements looking for pastures in the valleys during
the winter and returning to higher altitudes searching for fresher climates during the summer, accomplishing what is spatially known as the ‘pastoral orbit’. The pastoral orbit has been described
as a conceptual space where transhumant herders
carry out movement along a confined ‘orbit’, visiting a series of places which are not only convenient in terms of resources for their animals but
also important in terms of social memory and
networks (Frachetti 2008: 133).
Where herding strategies are carried out in
mountain environments as is the case of western
Sierra Morena, the topographical configuration
plays a crucial role in how movement is performed, where herding stations are located, and
therefore, in how the pastoral orbit is accomplished. While movement in these environments
is frequently localised and accommodated to the
nature and steepness of the terrain, travelling
through natural passageways and optimal routes
such as mountain passes and internal valleys is
regular in these regions. Although the optimal
employment of the landscape is not always preferred in human societies, in certain special conditions such as these, the search for optimality
can have serious advantages. As said, in the case
of herding societies while accomplishing the pastoral orbit, natural areas of transit are of vital
importance not only in terms of accessibility, but
also in the location of seasonal camps and settlements. In this sense, late prehistoric communities
of western Sierra Morena may have practiced
their herding activities in a similar way.
Taking into account (1) the variability of the
settlement pattern, (2) the high number of seasonal habitats (that do not seem to be related to
metallurgy or other activity), (3) the lack of potential for agricultural intensification, and (4) the
ethnohistorical evidence of a predominant transhumant tradition that is present at least since the
Iron Age, it seems fair to suggest that these local
communities developed an increasing pastoral
strategy. Based on that assumption, the practice
of pastoral activity should be reflected at a landscape scale in the spatial distribution of settlements and symbolic places. In order to test this,
it becomes necessary to identify specific charac-
teristics of the landscape that are relevant for
herding societies and their movement. Thus, a
methodology using a combination of GIS methods has been developed in order to recognize
important places in terms of movement such as
passageways, crossing points and natural areas of
transit. The underlying idea of this experiment
was to examine the role that natural accessibility
might have for these communities in the location
of their sites, analysing the possible relationships
that might be observed in the spatial layout.
3. IDENTIFYING NATURAL CORRIDORS
THROUGH COMPUTATIONAL
TECHNIQUES
In the last decade, many interesting computational approaches to past human movement have
been developed and important contributions have
been made by authors like Llobera (2000), Bell
and Lock (2000), Bermúdez Sánchez (2006),
Llobera and Sluckin (2007), Frachetti (2008),
Herzog (2010) and Mlekuž (2010). In Iberia, the
work carried out particularly by Cruz Berrocal
(2005), Fairén Jiménez (2004), Fairén Jiménez et
al. (2006), Fábrega Álvarez (2006) and Fábrega
Álvarez and Parcero Oubiña (2007) to mention
just few of them, have contributed greatly to the
knowledge of movement in Iberian landscapes
taking diverse approaches in the analysis of pathways and least cost routes.
In our particular case, the methodology developed had as main goal to identify areas of
natural accessibility taking into account the
roughness of the terrain and the impediment of
crossing certain types of rivers. In order to accomplish this, three particular spatial analyses
were combined. Firstly, it was necessary to undertake a ‘Morphometric Analysis’ of the terrain,
identifying the natural passageways into the study
area. Once identified, the points from which our
study area was accessible were used in a ‘Cost
Surface Analysis’ (CSA) as nodes for the simulation of ‘Least Cost Paths’ (LCP) crossing the
entire region. These were calculated in terms of
easiness to walk through diverse slope steepness
while travelling. Finally from these results, the
number and density of paths in each area was
quantified through a ‘Line Density Analysis’. The
basic assumption that this model made is that the
areas through which more paths are accumulated
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could be considered as the most accessible, and
therefore, main natural corridors. The basis for all
analyses was a Digital Terrain Model (DTM)
with a spatial resolution of 10 m, elaborated by
the Junta de Andalucía from the 1:20.000 b/w
photogrammetric flight of 2000-2002.
With the implementation of the morphometric
analysis, the main objective was to classify the
landscape in a systematic way dividing it in six
morphometric types including planes, channels,
ridges, passes, peaks and pits. In order to be able
to classify these different features, it is necessary
to make a subdivision of all points in the surface
represented by the DTM. The terrain model is in
raster format, which can be thought of as a grid
of cells that store specific values that in this case,
consist of coordinates and elevation of the terrain.
In this manner, if we represent a determined point
in the landscape in the form of cells as it is in an
elevation model, we will have that each location
(or specific cell) will be always surrounded by
eight other cells (Fig. 3). The morphometric features then, can be described by the relationship
between the central cell and its adjacent neighbours (Wood 1996: 112) (Fig. 4).
This is accomplished in a GIS calculating the
morphometric features ‘passing’ a local window
over the DTM, deriving the change in gradient of
Fig. 3. Representation of a location in the landscape in
a Digital Terrain Model and its elevation values.
109
Fig. 4. The morphometric types (after Wood 1996:
112).
the central cell in relation to the neighbour cells
through a bivariate quadratic function:
Z = ax2 + by2 + cxy + dx + ey + f
Where x, y and z are the local coordinates and
a, to f constitute quadratic coefficients (Evans
1972). In order to do this calculation the basic
components of morphometric analysis are taken
into account. These are the first and second-order
derivatives of the DTM such as slope steepness,
cross-sectional curvature, maximum and minimum curvature, profile curvature, plan curvature,
longitudinal curvature and Gaussian curvature.
This was calculated using the method proposed
by Wood (1996) as implemented within LANDSERF software.
For this analysis it has to be taken into account
that geomorphic phenomena are dependent on
scale (Evans 2003). This means that the characteristics observed of determined point or area of
the surface will vary when the calculation of the
feature is performed with different spatial resolution or spatial extent (Ehsani and Quiel 2009:
336). In this context, spatial resolution refers to
the size of one of the cells in the grid, while the
spatial extent will constitute the area taken into
account to measure the morphometric feature (the
size of the window multiplied by the DTM resolution) (Ehsani and Quiel 2009: 336). A channel
or a pass then, can be observed at diverse spatial
extents ranging from few meters to several kilometres. This will be relevant due to the fact that
the calculation of morphometric features will depend precisely on both, the spatial resolution of
the terrain model and the spatial extent that we
use to identify them.
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The spatial resolution of the digital model
might not be related to the scale of the morphometric features that we intend to identify, so there
is the need to apply a multi-resolution size window instead of a single one (Ehsani and Quiel
2009: 337). This is to say that if we apply a
unique window of 3 × 3 to our raster that have
for instance, a resolution of 10 m, the only represented features will be the ones covering 30 m
on the ground. In this sense, it has been recommended to use windows at diverse sizes in order
to identify in a more robust way the desired features (Wood 1996). In this case, because our interest was to identify the morphometric features
at a local scale, four local windows were used at
sizes of 3 × 3, 5 × 5, 25 × 25 and 65 × 65. These
windows represented features covering 30 m, 50
m, 250 m and 650 m. The results from the diverse
spatial extents were compared and the locations
identified as passes with the windows of 3 × 3,
5 × 5 and 25 × 25 (30-250 m) were used as the
points from which our study area can be accessed
(Fig. 5). Although in a general sense these are
arbitrary sizes, it was considered that they would
be wide enough for a comfortable transit with
animals, making these zones more likely to be
used as ‘points of access into the study area’. A
total of 36 locations were recorded and then used
for the CSA (Fig. 6).
Topography is far from being the only influential factor in human movement and the development of path layouts – for an extensive
discussion on this see Murrieta-Flores (2010).
Nevertheless, when it comes to mountain environments it is certainly significant. In this case,
an anisotropic cost surface analysis was carried
out using the method available within IDRISI
TAIGA software. The results from physiological
experiments in the Middle Mountain environments of Nepal were used (Schneider and Robbins 2009), implementing a simple polynomial
equation to calculate the cost of traversing the
Fig. 5. Example of the morphometric analysis carried out in western Sierra Morena.
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Fig. 6. Defined points of access to the study area. Please see the map in figure 5 for the definition of the study area.
landscape as relative friction. In addition, the rivers of the region were also taken into account as
possible obstacles for movement. It is acknowledged that rivers can also act as facilitators for
movement, and our study area presents a drainage
network constituted mainly by rivers that can be
crossed by foot in many parts depending on the
season. However, at least three of them are wide
and deep enough to become problematic to cross
with animals all year round. In order to address
this issue in the model, an additional raster layer
depicting the cost of crossing rivers was created.
Four different relative costs were assigned to the
rivers taking into account their volume and width
according to the classification given by the Junta
de Andalucía from 1 to 4. Classes 1 and 2 are
considered seasonal rivers that are easy to cross,
so a minimum friction value was assigned to
them. Class 3 rivers were assigned a higher value
as they are wide and usually deep, while rivers
class 4 were given a prohibitive value as they are
impossible to cross by foot in any season. Afterwards, this raster and the topographic cost based
raster were overlaid to obtain a definitive image
for this experiment. This was used as the final
friction surface to calculate the cost distance from
each node to cross this landscape (Fig. 7). The
LCP between the nodes were calculated in the
same software (Fig. 8).
The main aim of this experiment is to identify
the regions that are more accessible taking into
account the variables mentioned above. Following this logic, the most accessible areas would
have to be those in which a higher number of
paths can be found, or in other words, where
there is a denser concentration of them. To identify these areas a grid of cells of 1 km covering
all of the study area was created. The number of
calculated paths crossing each cell was counted
creating a grid depicting the most accessible
zones. Additionally, a line density analysis was
also performed assigning a search radius of 1.5
km2 and a cell size of 200 m as parameters in the
analysis using the method available in ESRI ArcGIS software. From this, the density of paths in
the surrounding of each raster cell was calculated.
Finally, through the identification of the most accessible areas in terms of the simulated paths, the
record of prehistoric settlements and monuments
was analysed in relation to them (Fig. 9).
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Fig. 7. Friction surface generated from the polynomial equation y=0.0312-0.025x+1, where: y is friction and x is slope.
Fig. 8. The Least Cost Paths calculated from the cost surface analysis.
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Fig. 9. The results of the Line Density Analysis depicts the most accessible zones in the study area. The monuments
and settlements from the late prehistoric communities were spatially analysed in relation to the defined natural corridors.
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4. DISCUSSION
Although the limitations of the available archaeological record must be taken into consideration, it is interesting to note that natural corridors in this region seem to have been heavily
used during Prehistory. This is reflected in the
results from the analysis that suggests that the
majority of sites and monuments, regardless of
their chronology, fall within the areas identified
as natural corridors. In order to test this observation and to examine the possible role that natural
accessibility may have played in the location of
habitats and symbolic places of late prehistoric
societies, we carried out statistical tests of significance. By these means, the spatial relationship
between settlements or symbolic monuments and
natural corridors was investigated, clarifying
whether these sites are closer to the natural corridors than it could be expected by matter of
chance alone. The statistical analysis used was
the non parametric Kolmogorov-Smirnov test of
one sample, which is appropriated for analysing
two sets of observations. The general purpose
of this test is to determine whether a difference
between the means of two samples is statistically
significant. In this manner, the test is based in the
maximum difference between two cumulative
distributions (sample and population) that determine by its significance if the sample deviates
noticeably from the population. In other words, it
allows us to know if the relationship between
them is random or not, and therefore, if there is
something to explain (Corder and Foreman 2009:
26).
The procedure followed for these analyses
with the aid of GIS was to establish a distance
index from the natural corridors identified creating buffers each 500m, observing how many archaeological elements occurred within each
index. From this, the areas calculated are taken
as the background population and the cumulative
frequency is derived, while the cumulative frequency of the number of archaeological cases per
index is also derived. Finally the maximum differences (Dmax) between both cumulative frequencies are calculated. The maximum value is
compared with a given critical value that is determined depending on the level of significance
established. If Dmax exceeds the critical value,
the null hypothesis proposed can be rejected (i.e.
‘Ho = The Copper Age settlements are randomly
distributed with respect to the natural corridors’).
By these means, the spatial relationship between settlements and monuments of each period
and the natural corridors was investigated, clarifying whether these sites are closer to the natural
corridors than it could be expected by matter of
chance alone. This was done at a landscape scale
considering a study area of 5,261 km2 and a total
of 398 archaeological sites ranging from Copper
Age to LBA. The spatial association was investigated at a significance level of 0.05 and the null
hypotheses in all cases were rejected with the
exception of the LBA funerary monuments, which
sample is too small to obtain a robust result from
any statistical test (Tabs. 1-5).
For each other period the results show a pronounced association that is statistically significant, concluding that settlements and funerary
sites tend to occur close to the corridors. In fact,
while 73.33% of the Copper Age settlements
occur in areas of natural transit, in the case of the
Bronze Age this coincidence is even greater,
(81.25% for the EBA and 87.5% for the LBA).
In the case of funerary places this relationship
seems to shift. For the Copper Age the association between natural corridors and the megalithic
monuments is emphasised with 88.24% of them
falling within the areas of transit, while in the
case of the EBA the coincidence between funerary sites and corridors is of 75% and for the LBA
is only of 33%. Despite this, it has to be taken
into account that for the LBA this figure might
be the result of the rather small archaeological
record. However, in the case of the Cooper and
EBA these figures are very meaningful in terms
of modes of subsistence, social interaction and
movement. A high coincidence between settlements and corridors was an expected observation
in general, as it is likely that human societies will
locate their settlements within reach of communication networks. However, these results are consistent with the observations made by other
scholars in terms of the differences observed
between the Copper Age and Bronze Age settlement patterns (García Sanjuán 1999; Pérez Macías
2010: 275-276).
The comparatively weaker association between natural corridors and Copper Age habitats
might be explained through a comparison of their
distribution patterns to those of the Bronze Age.
The association to land historically used for pas-
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Tables 1-3. Kolmogorov-Smirnov test of the relationship between Copper, Early, and Late Bronze Age settlements and
corridors.
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Tables 4-5. Kolmogorov-Smirnov test of the relationship between Copper and Early Bronze Age funerary monuments
and corridors.
turage and herding activities is of 25% for Copper Age settlements and 65.6% for EBA settlements (García Sanjuán 1999). This suggests not
only that Bronze Age groups were looking more
regularly for spaces that were suitable for herding, but also that they were performing seasonal
movements and therefore, we observe a stronger
relationship between their habitats and natural
corridors.
Although this seems contrary to the traditional argument that in southern Iberia, with an
increasing social inequality, the desire to settle
in places with better defensibility might have
increased towards the Bronze Age, it offers a
new alternative interpretation where it is argued
that the settlements seem to be in rather accessible locations. In the specific case of western
Sierra Morena with a subsistence mode related
to pastoralism, it is probable that many of the
sites identified as temporal camps or settlements
were related to their pastoral orbit and therefore,
they had a stronger relationship with natural
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corridors. This might have been the case in the
selection of some caves as shelters such as Cueva de la Mora de la Umbría (Aracena). This cave
apparently served as a permanent settlement
during the EBA and towards the LBA, it became
a sporadic or maybe seasonal shelter (Martínez
Rodríguez and Lorenzo Gómez 1992: 198). This
kind of use has also been observed in other
mountain environments, where the combined
use of caves as pens for sheep and residence for
herders during Late Prehistory has been documented (Palomar Macián 1984; Mlekuž 2005).
Although excavations are needed, it is important
to note that those cases are regularly related to
pasturage. In addition, in comparison with the
rest of Andalucía, the caves of Sierra de Huelva
seem to have significant occupation during the
Bronze Age (Martínez Rodríguez and Lorenzo
Gómez 1992: 199), which could be related to
the increase in herding activities and seasonal
mobility.
Also of note is the fact that in the case of an
important natural corridor with prehistoric settlements such as the Múrtigas River Valley, settlements were not reused after the Copper Age
despite their location in places with good agricultural soil (Pérez Macías 2010: 274). This seems
to emphasize further the economic change towards the Bronze Age, and possibly the increasingly specialised pastoralist strategy. Although
more paleoenvironmental research is needed,
several EBA sites are associated to soils that have
been traditionally used for pasturage. This is the
case of El Trastejón, Puerto Moral, La Grama,
Santa Catalina and Cerro Librero I, located within the Rivera de Huelva River valley, one of the
most important passageways in this area and the
main natural corridor leading from the Guadalquivir River into the ‘inner’ part of the Sierra de
Huelva.
It is also interesting to note that recent analyses carried out in western Sierra Morena looking
at the evidence available regarding the exploitation of metals have concluded that for the Copper Age, there is no evidence of metallurgic activity or metal artefacts for this period, with the
exception of the funerary site of La Zarcita (Santa
Bárbara de Casas, Huelva) (Costa Caramé 2011:
324). Despite this, towards the Early and Late
Bronze Age this seems to change. Although the
evidence points to the idea that the exploitation
of metals in this region is very low in compari-
117
son with adjacent areas such as the Guadalquivir
valley, there seems to be an diachronic increment
in the linear distance between settlements and
places of metallurgic activity in general (Costa
Caramé 2011: 274). This change between periods might be connected to an increase in the
mobility of these societies and is possibly associated to herding activities. In this manner, the
rising importance of commerce during this period, the potential proliferation of herding activities and the enterprises that come with them,
might be some of the factors explaining why
during the Bronze Age, a larger number of settlements and seasonal camps were located near natural corridors.
In relation to the funerary sites, two remarkable results emerge from this analysis: firstly,
the hypothesis expressed several decades ago
pointing to a relationship between megalithic
monuments and natural corridors (Chapman
1979; Galán Domingo and Martín Bravo 19911992; Criado Boado and Vaquero Lastres 1993;
López Plaza and Salvador Mateos 2002) can be
finally accepted for western Sierra Morena. Secondly, that the relationship with funerary sites
and natural corridors seems to hold also true for
later periods, at least for the EBA.
While the possible reasons for these relationships are still under investigation and have been
explored elsewhere (Murrieta-Flores 2007;
Wheatley et al. 2010; Murrieta-Flores et al.
2011a, 2011b), it is important to note that the
majority of megalithic monuments are located
within a range of 500-1000 m of the calculated
corridors. The strong spatial relationship recognised for the megaliths seems to be consistent with the idea that they are often located in
visible and traversable areas, and it also emphasises their possible role as landscape markers
(Murrieta-Flores et al. 2011a, 2011b). In the
case of the EBA funerary places, they are located even closer in a range of 0-500 m. This
could be related to the role that burials play as
spatial markers for herding societies while performing the pastoral orbit and it could be interpreted as a possible continuation in the symbolic role of funerary monuments for these
communities.
Related also to this is the remarkable coincidence between historical paths and natural corridors. As it was mentioned at the beginning of
this paper, there is a long-standing debate on
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whether Iberian prehistoric monuments were associated to historical routes such as droveways.
What is clear from this experiment is that the
monuments are definitively associated with areas
of natural transit. Although it is still necessary to
analyse in depth what is the logic behind the
layout of the historical routes, their connection to
funerary monuments may be due to the fact that
some parts of these paths follow the most accessible areas in the landscape. Therefore, what we
might be observing is in reality the relationship
of the monument ‘with’ the natural corridor which
happens to be used by the historical route. This
might be the explanation why in some cases a
spatial relationship between historical routes and
funerary monuments can be confirmed and in
some others not (Wheatley et al. 2010). In this
sense, in the context where the spatial relationship with historical paths has been impossible to
establish, it would be useful to test if the monuments are related to natural corridors instead. In
this case it must be taken into account that although there are many variables and factors that
influence the establishment of path layouts, in
mountain environments these options are relatively more constrained. Therefore, is not surprising that the historical routes follow at least in
some sections natural corridors, and that these
may have been used by earlier societies. This
specific relationship is currently under investigation.
Finally, an interesting perspective derived
from all these observations is that places where
natural corridors, historical paths and prehistoric
monuments converge, they constitute parts of the
landscape that are highly likely to have been used
by prehistoric communities and therefore, they
could be targeted for archaeological investigation. Because it has been a usual practice for all
societies to reuse the already established paths,
the presence of these three elements may be indicative of the possible fossilization of a route, at
least in those specific segments. It can be argued
that historical transhumance routes had a specific
purpose, so their layout must have been quite
unique to the social and economic needs of the
societies that created them. However, in this case
there are many segments where the roads tend to
follow the natural corridors, and if in these parts
the monuments are strongly associated to them,
it is possible to think that these segments might
be part of older paths.
5. CONCLUSION
The research about the mobility and daily life
aspects of the prehistoric communities of this
region is far from concluded. The results from
this analysis offer further support to the scarce
archaeological evidence available of western Sierra Morena, suggesting that its societies favoured
(over time) habitats located close to natural corridors. This has opened a series of interesting
questions. While it has been argued that this relationship might be in connection to the growing
economic weight of pastoral practices towards
the Bronze Age, the spatial association between
megalithic monuments and corridors remains to
be further investigated. In relation to this, their
possible use as landscape markers and their potential role in territoriality is currently under
examination. In addition, ideas of permanence
concerning sacred and/or symbolic places and
their materialization in the landscape are still to
be identified. In the case of western Sierra Morena,
there is also the need to think of the implications
that these results have within a larger frame. In
this sense, the possible relationships and interaction between the communities of this mountain
range and the adjacent valleys have to be researched.
Regarding the methodological aspect, computational approaches allow us to test hypotheses
and to explore at a landscape scale the spatial
characteristics of archaeological sites that are denotative of past social aspects. However, it must
be acknowledged that models of movement are
usually far from perfect. The results depend
(among many other things), on the spatial resolution of the terrain model used, the equations employed to calculate the costs to traverse it, and the
algorithms used to calculate the LCP. Moreover,
there are many variables, both physical and social, that can influence how people move and the
paths they follow. In this sense, it is acknowledged that the results presented here constitute a
starting point for the formulation of additional
archaeological questions and also of methodological improvements in mobility models. Nevertheless, it is believed that the method used has
proven to be not only a robust way to investigate
past landscapes, but also an innovative approach
in movement models, combining well grounded
tools like LCP and morphometric analysis.
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ACKNOWLEDGEMENTS
This research was funded by the National
Council of Science and Technology of México
(CONACYT). Special thanks to Leonardo García
Sanjuán for his invaluable suggestions and comments during the preparation of this paper. All my
gratitude goes to Catalina Mas Florit for her
thoughts in the early development of the model
and to Dimitrij Mlekuž for his insightful remarks
on my research. I’m also grateful to Vasko Demou and Emilie Sibbesson for their comments to
this paper and David Wheatley for his guidance
and support. Finally, I would also like to thank
the anonym reviewers that helped me to enhance
this article with their thoughtful comments.
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NOTICIARIO
Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez
Pinturas en el arte megalítico atlántico: Barnenez
Primitiva Bueno Ramírez (*)
Rodrigo de Balbín Behrmann (*)
Luc Laporte (**)
Philippe Gouezin (***)
Rosa Barroso Bermejo (*)
Antonio Hernanz Gismero (****)
José M. Gavira-Vallejo (****)
Mercedes Iriarte Cela (****)
ABSTRACT (1) (2) (3)
panorama muy enriquecedor de nuevas lecturas para un
arte megalítico europeo en el que habrá de contemplarse la metodología pertinente para la detección de pinturas y su interpretación en los discursos funerarios.
The use of technique is usually considered in European
megalithic art as an indicator of the level of culture sophistication attained by a particular community. Traditionally,
it was considered that only the Iberian Peninsula is home
to painted dolmens. The analysis of chamber H of the
Barnenez tumulus together with some information scattered over the continent, prove that painting was part of the
graphic programs in the most archetypal Atlantic sites,
such as Brittany. A highly rewarding panorama appears for
European megalithic art with potential new readings. The
most suitable method of detecting paintings and interpreting them in funerary contexts must be reviewed.
RESUMEN
La técnica ha venido estableciéndose en el arte megalítico europeo como una categoría cultural. Solo la
Península Ibérica disponía de dólmenes pintados. Pero
algunos datos dispersos en el resto del continente, junto
con los análisis que se aportan procedentes de la cámara H del túmulo de Barnenez, certifican que la pintura
formó parte de los programas gráficos de los más clásicos conjuntos atlánticos, como es el bretón. Se abre un
(*) Área de Prehistoria, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Alcalá de Henares. C/ Colegios 2. 28801 Alcalá de Henares. E-mail:
p.bueno@uah.es; rodrigo.balbin@uah.es; rosa.barroso@uah.es
(**) UM 6566 du CNRS - Université de Rennes 1, Campus
de Beaulieu. 35042 Rennes Cedex. France.
E-mail: luc.laporte@univ-rennes1.f
(***) Chargé de mission “Valorisation des Mégalithes”,
Comité Départamental du Tourisme du Morbihan. Allée Nicolas
Leblanc. 56010 VANNES Cedex. France.
E-mail: philippe.gouezin@orange.fr
Key words: Megalithic painting; Neolithic; Brittany;
Europe.
Palabras clave: Pintura megalítica; Neolítico; Bretaña;
Europa.
1. INTRODUCTION
(4)
Characterisation of Atlantic megalithic art as
a set of carvings in burial contexts, with the sole
exception of the north-east of the Iberian Peninsula, has become a commonplace in its technical
definition (Shee 1981).
Over the last few years, the Universidad de
Alcalá de Henares (UAH) team in the Iberian
Peninsula, and Carrera and Fábregas’s team in the
north-western, as well as occasional work on Portuguese and Spanish megaliths have proven that
paintings were not only seen on the dolmens at
Viseu. Findings in Galicia, Asturias, the Basque
Country, Catalonia, inland, south-east and Andalusia have been adding evidence to the hypotheses
(****) Dpto. Ciencias y Técnicas Fisicoquímicas, Facultad
de Ciencias Universidad a Distancia (UNED). P.º Senda de Rey
9. 28040 Madrid.
E-mail: ahernanz@ccia.uned.es; jm.gavira@ccia.uned.es;
miriarte@invi.uned.es
Received: 23-I-2012; accepted: 22-II-2012.
Primitiva Bueno Ramírez et al.
124
that painting was part of the decoration of megaliths, amongst others.
The diffusion of painted graphics programs
points to issues of varying importance. Among
those we wish to examine in this short paper is
the idea of carving as an expression of Atlantic
art as opposed to paintings, which is an expression of Mediterranean art. We consider this to be
an untenable dichotomy in view of the our currently available data (Bueno et al. 2008).
The old hypothesis splits the Iberian Peninsula
into two – those areas related to expansion of the
neolithic Spanish Levant area and those connected to the Atlantic area. Thus, this defines megalithic art as a coastal and Galician-Portuguese
manifestation with a few sporadic and late sallies
inland. This theory envolves to the concept of a
barrier between painting and carving which,
strangely enough, coincided with the political
border with Portugal. Some evidence from recent
years allowed dissent over some pronounced absence (Sanches 1997), and therefore, the last barrier between painting and carving was moved to
lay between Galicia and Portugal (Bradley and
Fábregas 1999). Data on painting and carving in
the interior of megaliths found in territories characterised by open-air carvings and paintings only
started to make these solid barriers crumble (Bueno et al. 2009a; Bueno et al. 2009b).
The situation of megalithic art in Europe is not
much different from that of the Iberian Peninsula.
Paintings have not been acknowledged in European megaliths because the historiographical tradition denied their existence and specific methodology were not implemented to discover them. Some
years ago, we suggested that the supposed absence
of painting on European megaliths was as flawed
as the supposed absence of paintings on megaliths
from anywhere in the Iberian Peninsula but the
north-west (Bueno and Balbín 2002: 611).
There were references to painting on German
megaliths (Müller 1997), and French megaliths.
The most typical were the black paintings associated with some “goddesses” of the hypogea of the
Marne (Villes 1997). Data on red paint on megalithic uprights (Devignes 1996: 138; Devignes
1998a, b) and on stelae in the south of France has
been recorded (Gutherz et al. 1998; Hasler 1998).
The spread of megalithic art in the area may be
wider, as suggested by the documented presence
of colorants in recent archaeological excavations
(Beyneix 2007). As with the Iberian Peninsula,
there is schematic painting in natural shelters and
caves with 1921 burials (Hameau 2003).
There are also findings in the British Isles,
with Breuil and Macalister’s reference to pigment
on the Loughcrew monument. Also, there is the
possible painting on the Calve dolmen (O’Sullivan
2006: 667) or that currently being analysed by
Scarre at the Dehus dolmen in Guernsey (personal comm.). Bradley et al. (2000: 54) in his
study on incisions in decorations on megaliths in
Orkney indicate a possibility that these were finished by painting, as happened in the Iberian
Peninsula. Documentation from work with infrared rays on the link between incision and red
paint on the Maes Howe dolmen is an overwhelming argument (Bradley et al. 2000: Fig. 11)
More proof is yielded by the Orkneys where
paintings have been found in dwelling sites, such
as Skara Brae and Brodgar Ness (Card et al.
2007; Smith 2010).
However, it is true that Brittany, the area that
defines the essence of Atlantic megalithic art,
remained a stronghold of carvings. It contains the
best-known examples used to establish the sequences of megalithic art in Europe. Our knowledge of some of these monuments leads us to
suspect that painting can be found in Brittany.
Thus, Gavrinis’ spectacular decoration of carved
circular motifs seems to clearly show an evident
chiaroscuro between the wide line engraving and
the false low relief, which was probably white
with raised areas painted in black. We do not
deny that the troughs may have been covered
with red paint, although the remains seen today
must be analysed to rule out recent interventions
(Cassen personal comm.). The relationship of this
technique with examples from the south of the
Iberian Peninsula from where we have analysed
data from pictorial applications – dolmen 19 at
Montefrío, the Bobadilla stela and the Gorafe
stela (Bueno et al. 2009c), leads us to suspect that
Gavrinis’ troughs were painted with black pigment and also red pigment. The Goërem dolmen
in Gavres (L’Helgouach 1970) whose layout as a
passage at right-angles is a reminder of some of
those documented in megalithic art in Huelva,
also seems of interest.
Another monument where painting might be
found is Barnenez. Apart from its impressive
architecture, the known chronology places it as
one of the oldest example of megalithic art in the
world, and some of its chambers house important
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12083
Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez
125
Fig. 1. Locations of painting on Iberian and European megaliths. The detail shows dolmens in Brittany mentioned in
the text.
carvings and sculptures (Giot 1987). The first
data obtained from samples from Barnenez seem
to us to be sufficiently significant to give this
information (Fig. 1).
2. WORKING METHODOLOGY
Our team is developing documentations on
megalithic art always using photography. To this
end, we use several techniques based on complete
respect for the supports. This means not using
plastics or other elements for direct tracing which,
in any case, are quite unnecessary.
A thorough visual analysis with lights (1)
which provides initial evidence is complemented
by a wide range of photographic techniques available these days. We take photographs with various lights and filters on the same image in order
to maximise the chance of reading pigments and
carvings. Experience in detecting painting and
carving helps when performing this type of work,
(1) We combine led lights 9430 and 9440 Remote Area
Lighting System Peli, with incandescent spotlights and screens
of multidirectional fluorescent lamps. This is to intensify the
direct light which is what helps us to see the painting, but it has
to be combined with warmer tones, and so incandescent lamps
are used.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12083
Primitiva Bueno Ramírez et al.
126
for let us not forget that carvings, and especially
paintings, may present severe problems for preservation.
The location of paintings is compared with
analytical methods. Sometimes, we use a portable
X-ray diffraction tube, as with the work at Menga (Bueno et al. 2009c). At other times, we have
taken direct samples in order to provide an indisputable comparison for the presence of pigments. This system has been widely used in
studying Palaeolithic art, and it enabled C14 dating from organic pigments in megalithic art (Carrera and Fábregas 2002).
Documentation of megalithic painting at Barnenez required irrefutable proof and so we resorted to direct sampling. We worked in chamber H, which has been closed since Giot’s
archaeological excavations ended (Giot 1987:
43). Two different orthostates and several pigments were chosen: black for samples M1a1 and
M2a2, and red for sample M3a2. Samples from
neighbouring, undecorated areas were taken for
comparison, one from each of the orthostates.
To help with reading the position of the samples,
they were grouped together as: M1. M2 and M3
as shown in figure 2. The sampling respected
Fig. 2. Barnenez (Brittany). Top: floor plan of the tumuli, with indication of the nomenclature for the various chambers
(Giot 1987). Bottom: floor plan and elevation of monument H of the primary tumulus (Giot 1987), showing the position
from where sampling was taken.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 123-132, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12083
Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez
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Fig. 3. Monument H of the primary tumulus at Barnenez (Brittany). Raman spectra of samples from the supports:
Sample 1 and Sample 2 from orthostat A. EDX spectrum of pigment samples: M1a1 black rectangle on orthostat A;
M2a2 black blot on orthostat A; M3a2 red zig-zags on orthostat C.
those basic rules for preserving the support. Each
extraction was photographed and stored in sterile
glass until analysed in the Science and Physiochemical Techniques Laboratory at the UNED.
A series of tests was used, starting with differentiating the components of the support. These
were determined from the spectra obtained by
Raman microspectroscopy, which confirms the
main components of the substratum: α-quartz,
albite and muscovite, all of which are typical in
a rock like granite. The pigment samples emit
intense fluorescent radiation when irradiated with
the line at 632 nm from a laser which prevents
the detection of Raman signals. Therefore, scanning electron microscopy was used together with
X-ray energy dispersive spectrometry (SEM/
EDX). The EDX spectrums show that samples 1
and 2 contain manganese, probably in the form
of oxide, and sample 3 has iron, probably in the
form of oxides or oxyhydroxides, components
which are completely alien to those making up
the support. Analysis is continuing to decide the
composition of the manganese and iron compounds found in each of the pigments, and their
proportions (Fig. 3).
3. PAINTINGS IN CHAMBER H
OF THE TUMULUS OF BARNENEZ.
PLOUERZHOC
Work by Giot’s team at Barnenez demonstrated the existence of a complex system of tumuli
built on top of each other and the reuse of pieces.
This led to the start of a less strict view of Atlantic constructions and how long they lasted (Fig. 4).
Chamber H is part of the oldest tumulus on the
site. It lies in the centre and is the most spectacular. It is the most highly decorated of all of them
and has carvings and stelae (Giot 1987: 40). The
architectural style, with a long corridor and chamber with ante-chamber, pose some reasonable
questions on possible refurbishment (Laporte
2010), which is borne out by an analysis of the
decoration.
We found black painting laid out in lines horizontal to the orthostates in the ante-chamber, particularly visible on its south side. A black horizontal line circles the lower third of the famous
stela before the chamber. Inside the chamber,
orthostat A, at the entrance, has black painting,
while others orthostates have red lines, in addi-
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Primitiva Bueno Ramírez et al.
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Fig. 4. Current state of the Barnenez monument
(Brittany). The oldest tumulus is the darkest one (photo
by R. de Balbín).
tion to them all having carvings. There must have
been more painting in the past than can be seen
today. Red, zig-zag horizontal lines are clearly
visible on several orthostates. Those on orthostates B and C are particularly recognisable. Firstly, because they display some continuity between
each of the supports which proves an overall
design following the same height. Secondly, because we suspect that some of them were painted
over on more than one occasion. More specifically, this refers to orthostat C. Bright red in less
parallel lines and in a somewhat wavy layout
completes the wavy carvings seen on the left. A
row of carvings is seen further below, this time
above the zig-zag lines painted in orange-red
tones. Sample 3 is taken from this one. The sequence of decoration on orthostat C shows wavy
carvings completed with bright red painting,
overlying a previous decoration of more orderly,
angular paintings, from which we took samples
(Fig. 5).
The carvings recognised by Giot’s (Giot 1987:
43) works, display a special technique that is not
very common in Breton art, but is documented in Iberian sites. These are the wide, surface
chip carvings which characterise the well-known
U-shaped motifs on the monument. Evidence of
this technique is found on decorated monuments
in the north-west of Portugal, with the Portela de
Pau dolmen 2 (Baptista 1997: 205) being one of
the most outstanding ones in area. The same type
of carving has been documented for monuments
in the Tajo International Nature Reserve. In both
cases we have defended the theory that their
superficiality must have played a role associated
with the painting, whether or not this is preser-
Fig. 5. Carvings and paintings on orthostat C, Chamber H, Barnenez tumulus (Brittany). General view and detail with
photographic description restored by several types of illumination (photos by R. de Balbín).
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Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez
ved on the monuments mentioned (Bueno et al.
2009a).
At the time painting was performed, there
would have been a considerable contrast in colour between the carved surface and the rest, thus
constituting a “pictorial” mode of expression.
Their fine state of preservation meant that the
patina played a role in being able to observe
motifs that would be lit by lamps similar to Palaeolithic ones. The presence of one in Anta de
Coureleiros is an interesting finding and is very
similar to those found in the Irish New Grange
dolmen (Stout and Stout 2008: fig. 34).
The most famous piece is the widest one in the
chamber; it contains the most varied motifs. It is
rather too offset from the central axis to be an
entrance orthostat and appears to pair more with
the one on the north side. In fact, the wavy carvings on piece D follow the same height as those
on C. The uncarved area on both pieces continues
in black painting. It is not difficult to associate
these with Iberian motifs of the same type: broken
or curving lines repeated over the whole or part
of the orthostat. We have suggested that these
motifs resemble to ankle-length robes, in the same
style as those on decorated plaques (Bueno y
Balbín 1996; Bueno et al. 2005). Below, a rectangular motif painted with a black surround presents a large blot in the same colour on the south
side. Both are overlaid by a saline crust. The rectangular motif very often appears in carvings on
other megalithic monuments in Brittany, and is
not out of place in the main inventory of this type
of funerary art. Its relationship to possible human
figures cannot be dismissed; in the same complex
at Barnenez, dolmen J has a similar figure to
which lines were added in the upper part, which
researchers interpreted to be an idol. In fact, we
plan to review the uprights in chambers J and A,
as the similarity of their carvings puts forward the
possibility of there being remains of paintings,
which needs e to be confirmed.
The presence of an axe with handle and an axe
blade on orthostat A certainly associates decoration on this upright with that of the stela before
the chamber. The stela present a bow, but both
display an intention to show human figures
equipped with the same objects in the most important areas of the burial area: the entrance and
the front area. This positioning is repeated in
many Iberian and European megaliths (Bueno y
Balbín 2002: 623) (Fig. 6).
129
4. INTEGRAL GRAPHICS PROGRAMS IN
MEGALITHIC ART IN EUROPE
The results obtained from Barnenez, together
with the review of the Goërem dolmen where we
found black painting, were immediately notified
to the relevant public authority. We thought it
essential to take measures to preserve a part of
cultural heritage where current lack of knowledge
could cause irredeemable loss. In order to make
an initial assessment, one of us (P. G.) found remains of red on one of the capstones of dolmen
1 at Saint-Michel in Carnac, red bands on one of
the uprights in dolmen 3, and remains of black on
one of the uprights of dolmen 2 in the same
monument. At Petit, one of the orthostates has
vertical, wavy motifs painted in red. This information must be assessed in greater detail, but
they help to confirm that the absence of paint on
dolmens in Brittany can be explained by the lack
of research on this type of technique.
The spread of painting in European megalithic art will eventually be similar to that documented in the Iberian Peninsula over the last few
years. This perspective adds to the opportunities
to study complex programmes in which carvings,
paintings and sculptures have varying significance. The discovery of painting at Barnenez
connects the graphic systems of all Atlantic
megaliths (Bueno y Balbín 2002). Such evidence
of long-distance interaction adds to that found
recently for some materials documented in European and Iberian megaliths. A sure example is
variscite found in Brittany, but originating from
around Huelva and Zamora (Herbault and Querré
2004).
The fact that the materials found are highprestige and have a direct relationship with megalithic rituals is another element to add to the fact
that the funerary ideology behind them was widespread throughout megalithic culture in the Atlantic area. Axes, variscite, amber, perhaps gold
and copper later, display a scenario of pomp in
the face of death which is the reason for most of
the Atlantic exchange routes from the 5th millennium cal BC, at least.
The chronology of Iberian megaliths comes
much closer to those in Brittany, while the detailed samples from those in Britain show a long
chronology with ancient roots (Scarre 2010),
similar to that in the north of Europe (Furholt and
Müller 2011). The precise information that may
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Primitiva Bueno Ramírez et al.
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Fig. 6. Chamber H, Barnenez tumulus (Brittany). Left: side view of the statue at the entrance to the chamber. The deep
carvings of two axe blades and a bow can be seen, in addition to an upper finish in the shape of a glans (photos by
R. de Balbín).
be provided by finding organic materials in megalithic pigments adds a factor of undeniable interest in re-setting dates for megalithic art in the
Atlantic region.
From a the point of view of motifs, paintings
at Barnenez advise a re-reading of some of the
most iconic figures of megalithic art in Brittany,
as the U-shaped motifs cannot easily be classifies
as boats or birds (Cassen 2007), if they are defined as continuous wavy or zig-zag lines finished
in paint. Therefore, experts in the field should be
an indispensable part of any multidisciplinary
team in the future. Decisions on preservation
must also be taken once sufficient information
has been obtained, since paintings are more deli-
cate than carvings, and samples can be taken not
only on pigment types, such as we are providing
here, but also for C14 dating. As we have mentioned, direct sampling from painting on Galician
and Portuguese dolmens (Carrera and Fábregas
2002), has proved to be one of the most reliable
dating systems for Iberian monuments and their
refurbishing (Bueno et al. 2007).
Atlantic megalithic art can be seen as a huge
range of opportunities requiring specific methodology for identifying paintings, the same as with
Iberian megaliths years ago. This is the only way
to establish the true scope of the technique in
graphics in Brittany, and by extension, the rest of
Europe.
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doi: 10.3989/tp.2012.12083
Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez
Sculpture certainly plays a role where formulae like those of the Iberians are constantly repeated: paintwork, carvings and sculpture formed
part of these integrated projects to decorate megalithic monuments. The way in which this was
done, whether part of the pre-existing monuments
was renewed, or they were refurbished more than
once, are questions that have to be answered by
detailed study which includes the possibility of
painting having been found in Barnenez, and
undergoing confirmation in this nucleus of funerary art par excellence in Europe: Brittany.
ACKNOWLEDGEMENTS
The results described are advance information
on a sampling project from Breton monuments
that we carried out with permission from the
Direction Régionale des Affaires Culturelles de
Bretagne headed by Stephan Deschamps.
Data for the tumulus of Saint-Michel were
obtained by authorised prospection agreed between one of us (P. G.) and the administration for
megalithic sites at Carnac. We wish to give special thanks to Anne Belaud de Saulce, administrator for the megalithic sites at Barnenez, Carnac
and Locmariaquer, for her hard work in processing the paperwork. Youen Belenfant provided us
with access to Gavrinis and its owner consented
to allow us to take photographs.
The following researchers were involved, Le
Roux for Gavrinis and Le Goffic and Lecornec
for Barnenez and Petit. Their information and
support were extremely useful.
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12084
El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta
española. Análisis traceológico de una colección de
denticulados de sílex procedentes del ‘recinto de fosos’
de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
Evidence of the use of threshing-boards in the spanish Meseta during the Copper Age.
Microwear analysis of flint denticulates from ‘the ditched enclosure’ of El Casetón
de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
Juan Francisco Gibaja (*)
Manuel Crespo (**)
Germán Delibes (**)
Julio Fernández (**)
Cristina Fraile (**)
José Ignacio Herrán (**)
Antoni Palomo (***)
José Antonio Rodríguez (****)
RESUMEN (1) (2)
sibly related to cereal cutting. As a result, these tools have
been interpreted as sickle blades. This paper partially
contradicts this hypothesis, since most of the pieces recovered at the site of El Casetón de la Era (Villalba de los
Alcores, Valladolid) were not used as sickles, but rather
they could have been flakes in threshing-boards. Therefore, this is the earliest evidence of the use of threshingboards in Iberia. This type of tool is in some way similar
to those found in the Near East during the Bronze Age.
La presencia de grandes piezas líticas talladas bifacialmente es una constante en los contextos de la Edad
del Cobre en el interior de la Península Ibérica. El brillo
apreciable a simple vista en su filo denticulado ha sido
atribuido a su uso como hoz. El estudio que ahora presentamos contradice parcialmente esta propuesta, ya que
la mayor parte de las piezas halladas en el yacimiento de
El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
no eran hoces sino elementos de trillo. Estamos ante las
evidencias más antiguas de su uso en la Península Ibérica. Este tipo de piezas tienen cierta semejanza con las
encontradas en el Próximo Oriente durante la Edad del
Bronce.
Palabras clave: Mediterráneo occidental; Prehistoria reciente; Arqueología experimental; Tecnología; Trillos;
Agricultura; Cereal; Traceología. (3) (4)
Key words: Western Mediterranean; Late Prehistory;
Experimental archaeology; Technology; Threshingboards; Agriculture; Cereal; Use-wear analysis.
ABSTRACT
Large bifacial flint tools are frequently found in Copper Age sites from Iberian Península. They usually show
a visible gloss on their denticulated working edges, pos(*) Investigador contratado por el Ministerio de Ciencia e
Innovación, Subprograma Ramón y Cajal. Dpto. de Arqueología
y Antropología. Institución Milá y Fontanals - Consejo Superior
de Investigaciones Científicas (IMF-CSIC). C/ Egipciàques 15.
08001 Barcelona. Correo e.: jfgibaja@imf.csic.es
(**) Dpto. de Prehistoria, Arqueología, Antropología Social y Ciencias y Técnicas Historiográficas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valladolid. Plaza del Campus s/n.
47011 Valladolid. Correos e.: crespomanuel69@gmail.com;
delibes@fyl.uva.es; jferman@fyl.uva.es;
kisstinapucela@hotmail.com; joseiherran@terra.es
1. EL YACIMIENTO DE EL CASETÓN
DE LA ERA
Tal vez por asumir la superioridad del instrumental metálico sobre el de piedra, los prehisto-
(***) Arqueolitic. Carrer Sant Martirià 56. 17820 Banyoles
Girona. Correo e.: tpalomo@arqueolitic.com
(****) Dpto. de Ciencias Históricas y Geografía, Área de
Prehistoria, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad
de Burgos. C/ Villadiego s/n. 09001 Burgos. Correo e.:
jrmarcos@ubu.es
Recibido: 7-I-2011; aceptado: 16-III-2011.
Juan Francisco Gibaja et al.
134
riadores apenas han prestado atención hasta ahora al utillaje lítico de las Edades del Cobre y del
Bronce. En consecuencia, no existe una tradición
de estudios traceológicos sobre dichos materiales.
Evidentemente, se trata de una situación a revisar.
En primer lugar, la piedra era todavía en aquellas
épocas una materia prima esencial y muy común
para producir todo tipo de artefactos. Recuérdese
la insistencia de L. Siret (1913: 30) en proclamar
que Los Millares constituía el ‘apogeo’ de las
industrias líticas de la Prehistoria del Sudeste de
la Península Ibérica y, sobre todo, la traceología,
cuyo campo de aplicación inicial fueron contextos paleolíticos y neolíticos, se ha revelado como
un medio muy solvente de aproximación a la
funcionalidad de los útiles de cualquier época y
contexto (Clop et al. 2001, 2006; Gibaja et al.
2004; Gibaja et al. 2005).
Con la esperanza, entonces, de reconducir la
situación o de invertir tan negativa tendencia presentamos ahora los frutos, muy estimulantes, del
estudio de casi tres decenas de denticulados de
sílex de un yacimiento de la Edad del Cobre de
la Submeseta Norte, El Casetón de la Era en
Villalba de los Alcores (Valladolid), como muestra de las interesantes revelaciones que aún cabe
esperar de la investigación traceológica sobre instrumentos de la Edad de los Metales.
Casi en el límite de las provincias de Valladolid y Palencia (Fig. 1), El Casetón de la Era se
ubica sobre una suave loma, actualmente cultivada de cereal, que se alza un par de metros por
encima de la confluencia de los arroyos de la
Moraleja y Mijares, tributarios del río Sequillo.
En rigor, se trata de un emplazamiento en llanura,
pero su posición ligeramente destacada sobre el
terreno circundante situado sobre las cuestas de
la vertiente septentrional de los Montes Torozos
hace posible divisar desde él una vastísima extensión de la Tierra de Campos palentina.
Entre 2006 y 2010 el yacimiento ha sido objeto de cinco campañas de excavación por parte
de arqueólogos de las Universidades de Valladolid y Burgos, las cuales se programaron a raíz del
descubrimiento por medio de la fotografía aérea
de un ‘recinto de fosos’ análogo a los conocidos
en otras áreas de la Meseta (Díaz del Río 2003).
La batería de dataciones (Fig. 2) obtenida en el
transcurso de tales trabajos nos permite hoy afirmar que la primera y más importante ocupación
del lugar, con los fosos como principales protagonistas, se sitúa en el segundo cuarto del III
milenio a.C., en estricta correspondencia, por tanto, con el horizonte calcolítico precampaniforme
que en este sector de la Meseta recibe el nombre
de ‘Los Cercados-Las Pozas’ (Delibes y Herrán
2007: 137-180) (1). Luego, cuando los fosos estaban ya del todo colmatados y en vísperas del
inicio del horizonte campaniforme, el sitio se
abandonó por completo y solo avanzada la Edad
del Bronce El Casetón volvió a ser frecuentado
en varios momentos del desarrollo de Cogotas I,
lo que tuvo como principal consecuencia la aparición de un típico ‘campo de hoyos’.
A la ocupación calcolítica, que es la que ahora nos interesa, corresponden tres grandes fosos
de planta aproximadamente circular que adoptan
Fig. 2. Dataciones calibradas de C14 de El Casetón de
la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Datos atmosféricos de Reimer et al. (2004), Qx Cal v3. T 0 Bronk
Ramsey (2005).
(1)
Fig. 1. Localización de El Casetón de la Era (Villalba de
los Alcores, Valladolid) en la Península Ibérica.
(1) García Barrios, A. S. 2008: Los inicios de la Edad del
Cobre en el valle medio del Duero: una aproximación a los
modos de vida en el centro de la Meseta en los albores de la
metalurgia. Tesis Doctoral. Universidad de Valladolid, inédita.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12084
El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico...
una disposición concéntrica (Fig. 3). El exterior,
ligeramente ovalado y con un diámetro cercano a
los 150 m, delimita un amplio espacio de 1,8 ha
que, a juzgar por los hallazgos superficiales, no
contiene la totalidad del yacimiento. Las tres
‘trincheras’ cuentan con puertas, algunas claramente alineadas, sin que en la única que ha sido
excavada se adviertan, más allá de la interrupción
de la línea de foso, elementos monumentalizadores o de refuerzo. Según suele ser común en esta
clase de estructuras (Márquez 2001: 210), los
fosos de El Casetón son irregulares, con notables
desigualdades a lo largo del trazado, aunque podría hablarse de unas dimensiones medias de 2 m
de profundidad y de 3 m de anchura, así como de
una sección variable –en ‘U’ o ‘V’– en los casi
Fig. 3. Grandes fosos de planta circular en El Casetón
de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Las estrellas localizan en el plano los 31 dentales de trillo y el
gráfico los cuantifica por contextos estratigráficos.
135
Fig. 4. Vista de la sección del Foso 1 de El Casetón de
la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid).
1.000 m lineales que resultan de sumar el perímetro de los tres recintos (Fig. 4).
Según adelantáramos más arriba, la colmatación de los fosos de El Casetón de la Era tuvo
lugar durante la ocupación calcolítica a través de
un proceso que no fue ni regular ni homogéneo.
Las secciones de los distintos cortes hacen patente la alternancia de lechos de sedimentos finos,
ricos en materia orgánica, en despojos de fauna
y en restos de cultura material, con otros donde
el vertido está compuesto por capas de cierta
potencia sin apenas elementos arqueológicos. Tales diferencias, según los estudios sedimentológicos llevados a cabo en 2006 (2), responden a dinámicas de relleno diferenciadas, en el primer
caso de naturaleza antrópica, y en el segundo
protagonizada por diferentes agentes erosivos.
Independientemente de la naturaleza de tales procesos, tras la colmatación rápida y absoluta de las
estructuras se adivina la misma voluntad sistemática de amortizarlas y de hacerlas desaparecer ya
denunciada en otros yacimientos de este mismo
tipo (p.e., Márquez y Jiménez 2008: 164-165).
Pero si los fosos fueron en algún momento,
sin duda, un elemento delimitador y una referencia de primer orden a la hora de vertebrar el espacio, no resulta tan clara la forma en que se
utilizó este por cuanto la mayor parte de las estructuras exhumadas en su interior son esos polémicos ‘hoyos’ de la Prehistoria Reciente de la
Meseta a los que, según conviene y sin mayor
(2) Delgado, J. 2007: Informe geológico del yacimiento arqueológico de Matallana (Valladolid). Texto mecanografiado.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12084
Juan Francisco Gibaja et al.
136
esfuerzo argumental, se tacha lo mismo de silos
que de basureros. Novedad destacable en El Casetón de la Era es que tales hoyos se atienen nada
excepcionalmente a unos gestos de colmatación
pautados, detectándose en su parte superior espesos ‘tapones’ de barro limpio (entre 25 y 40 cm)
que se diría sirvieron para sellarlos. Y además,
aunque debajo de dichos ‘tapones’ se registran
rellenos en los que dominan el componente orgánico (cenizas y carbones) y los desechos constructivos (pellas de barro de manteado, con improntas de ramas y/o troncos), mezclados entre
las cenizas aparecen de manera recurrente tanto
instrumentos en perfecto estado de uso (molinos
de mano, hachas pulimentadas, herramientas de
hueso, vasijas completas, etc.), como valiosas
piezas de carne (las ancas de una ternera con los
huesos en perfecta conexión anatómica), lo que
no deja de ser una invitación para considerar la
condición ceremonial del yacimiento.
En las últimas campañas de excavación se han
identificado algunas ‘zanjas de cimentación de
planta circular’ que, por comparación con otras
conocidas en la zona de Madrid (Díaz del Río
2003: 69-70), podrían responder a auténticos fondos de cabaña (Fig. 2). Pero la excepcionalidad de
tales estructuras en los más de 1.000 m2 excavados
en El Casetón y la rareza en su interior o en sus
inmediaciones del mobiliario exigible a espacios
incuestionablemente domésticos (ni un solo hogar,
por ejemplo) justifican las dudas que todavía tenemos sobre el carácter exclusivamente habitacional
del sitio, por más que la ingente acumulación de
detritus en los fosos remita expresamente a la existencia allí mismo o en las inmediaciones de un
área de intenso consumo. Entre tales detritus se
cuentan por decenas de millares los vestigios de
cerámica y de pedernal con huellas de transformación (Fig. 5), los restos de fauna, los barros con
improntas de manteado, los molinos... y no falta
algún objeto de cobre que, a juzgar por el hallazgo
de un crisol que aún conservaba adherido su régulo, es posible se fundiera allí mismo, pese al centenar largo de kilómetros que separa Villalba de
los Alcores de los veneros cupríferos más próximos (Delibes et al. 2009a; 2009b).
Entre tantos materiales queremos destacar
aquí la recuperación de 26 objetos de sílex negro
y marrón lleno de impurezas disponible sin límite a unos cientos de metros de El Casetón. Lejos
de constituir un conjunto de época, proceden de
diferentes partes del yacimiento y de los contex-
Fig. 5. Restos cerámicos, líticos y óseos documentados
en El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Dibujos de Ángel Rodríguez González y Patricia
Arroyo Arroyo.
tos más dispares: fosos, muladares al aire libre,
hoyos-basurero y pozos de ofrendas o con ‘depósitos estructurados’, como denominan ciertos
autores a aquellos que contienen cuerpos de perros o de rumiantes domésticos, juegos de molinos, vasos completos o valiosas herramientas en
perfecto estado de uso (Márquez 2006) (3).
2. EL UTILLAJE LÍTICO.
CARACTERIZACIÓN
MORFOTÉCNICA
El utillaje analizado está configurado bifacialmente, sobre una lasca espesa y alargada (Fig. 6),
con un filo denticulado y cubierto por un fuerte
(3) En la figura 3 se incluyen 31 piezas foliáceas halladas
entre 2006 y 2009. De estas 31 no han podido analizarse 5 por
estar depositadas en el Museo de Valladolid. Aparecieron en la
campaña del año 2006: 2 en el relleno del Foso 2; 1 en el relleno del Foso 1; 1 en el nivel de ocupación y 1 en el hoyo n.º 3.
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El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico...
Fig. 6. Algunas de las piezas bifaciales de sílex representativas de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) que han sido objeto de este estudio. Se
especifican los números de inventario (Tab. 1). Dibujos
de Ángel Rodríguez González.
lustre que no es distinto del que suele atribuirse
a los ‘elementos de hoz’ en otros yacimientos
coetáneos (Benavente 1992). El presente estudio
traceológico, como vamos a ver, ha sido decisivo
para determinar la verdadera forma de uso de
tales piezas.
El utillaje de El Casetón de la Era ha sido elaborado a partir de variedades de sílex, todas locales, como ya se dijo, de cuya explotación en la
Prehistoria existen multitud de testimonios en el
vasto páramo de Torozos. Sería demasiada distracción enumerarlos, pero parece obligado mencionar
siquiera el taller de Los Cercados en Mucientes.
Perfectamente coetáneo de nuestro yacimiento y a
solo una veintena de kilómetros de él, se ha revelado como un centro especializado en la fabricación de los denticulados que ahora nos ocupan
(Delibes et al. 1995). La presencia allí de percuto-
137
res de cuarcita, de percutores/retocadores de asta
de ciervo y de compresores de hueso, unida a
nódulos, núcleos, lascas y láminas de sílex, a más
de algunas piezas fracturadas en los últimos pasos
de la fabricación, permite reconstruir la cadena
operativa completa por la que se regía la producción de estas piezas bifaciales que hasta ahora se
creían elementos de hoz y que en la actualidad
todavía pasan por ser uno de los mejores fósilesguía del Calcolítico de esta zona.
El proceso de elaboración de estas piezas foliáceas de El Casetón de la Era sigue, en general,
distintas fases:
a. En primer lugar se obtienen grandes lascas
espesas y alargadas a partir de la explotación de
núcleos tallados mediante percusión directa con
percutores duros inorgánicos. Se refleja en los
talones lisos o diedros y bastante anchos que se
aprecian en unas cuantas piezas, así como en los
bulbos marcados y puntos de impacto evidentes.
b. Es probable que algunos de los soportes se
calentaran con el fin de disminuir su dureza y facilitar el proceso de configuración bifacial de estas
piezas. Aunque tenemos ciertas dudas sobre este
hecho, pues el brillo que se aprecia en varias de
ellas quizás no es tanto producto del tratamiento
térmico como de la propia naturaleza estructural
de ciertas variedades de sílex, este sistema técnico
no nos parecería extraño ya que ha sido documentado en la Península Ibérica de manera continuada
desde el Neolítico antiguo hasta momentos posteriores a la Edad del Bronce (Carvalho 2008; Gibaja 2003). Un ejemplo excepcional lo encontramos
en el yacimiento del Caserío de Perales del Río,
perteneciente cronológicamente a los horizontes
Protocogotas y Cogotas I, con soportes bifaciales
tallados tras ser tratados térmicamente (Carrión et
al. 2004). Precisamente, los autores del citado trabajo se preguntan si esas piezas se destinaban finalmente a las actividades de siega.
c. Posteriormente, se inicia el proceso de configuración del soporte mediante extracciones planas y cubrientes. El proceso de reducción bifacial
del soporte tiene como objetivo generar un filo
regular y una sección longitudinal y transversal
de tendencia biconvexa. El proceso se inicia priorizando las extracciones anchas y cubrientes de
la cara dorsal. Mediante este proceso el filo adquiere una delineación recta que permite configurar la cara ventral posteriormente. La percusión
posiblemente se efectuó con un percutor orgánico
como los confeccionados en asta. Tenemos docu-
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638
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Juan Francisco Gibaja et al.
138
mentados varios percutores de este tipo en el
cercano taller de Los Cercados de Mucientes o
en otros contextos calcolíticos del centro peninsular como el Camino de las Yeseras, donde además las piezas bifaciales presentan un lustre en
el filo que se considera producto del corte de
cereales (Blasco et al. 2007). Las siguientes extracciones adelgazan la cara ventral. La forma
final es una pieza cuadrangular o losángica con
el extremo distal y proximal recto o eventualmente apuntado. La sección es plano-convexa y el filo
activo recto, no convexo como el que va a ser
enmangado. Ni siquiera se han eliminado del
todo las facetas corticales, cuando su espesor no
representaba problema alguno para el futuro enmangamiento. Un grupo de piezas no han llegado
a configurarse a través de la reducción bifacial.
Debieron fracturarse durante su elaboración ya
que se encuentran sin usar.
d. El proceso de reducción bifacial del soporte finalizaba con el adelgazamiento de los extremos distal y proximal mediante extracciones paralelas al eje de la pieza. Esta operación parece
estar relacionada con la adecuación de la simetría
del útil para facilitar su enmangamiento.
e. Finalmente, utilizando un compresor quizás
de metal o asta, se lleva a cabo el cuidadoso
denticulado bifacial que será la parte activa del
instrumento. Este filo va cambiando morfológicamente, en especial su ángulo, a medida que se
reaviva con el fin de alargar su vida útil.
Aunque es difícil establecer los parámetros
métricos de estas piezas debido a que la mitad
están fragmentadas, un simple gráfico de distribución de puntos, reflejando su longitud y anchura, nos muestra que hay dos grupos: uno compuesto por piezas de 40-80 mm de longitud y
25-35 mm de anchura, y otro en el que la longitud
supera los 100 mm y la anchura sobrepasa normalmente los 40 mm (Fig. 7; Tab. 1).
El estudio tecno-tipológico del utillaje de El
Casetón de la Era no está aún finalizado, por lo
que no podemos avalar o descartar por el momento la cadena operativa de producción de los dentales en el yacimiento.
a la superficie de las piezas, los cuales podrían
desaparecer de no mediar una limpieza controlada. En condiciones normales se recomienda, por
tanto, un lavado somero, con solo agua y jabón,
para retirar el sedimento acumulado sobre el material. Esta acción no acarrea problemas para el
posterior reconocimiento macro y microscópico
de los rastros de uso.
Sin embargo, el que prácticamente todas las
piezas de El Casetón de la Era muestren fuertes
concreciones calcáreas, como mínimo en una de
las caras, nos ha obligado a recurrir excepcionalmente a una estrategia de limpieza más agresiva.
Consistió en sumergir los útiles en una solución
muy baja (10%-15%) de ácido clorhídrico durante 4-5 minutos, e insistimos en que de manera
excepcional porque se aplicó a los materiales en
los que la concreción invadía la totalidad de los
filos, nunca a aquellos en los que la costra era solo
unifacial. De esta manera evitábamos deterioros
en la superficie de las piezas y/o de las huellas.
Ya limpias las piezas, la observación ha conjugado el uso de una lupa binocular Olympus, y
de un microscopio metalográfico Olympus BH2
cuyos aumentos van desde 50X a 400X. El análisis ha permitido apreciar el efecto pernicioso de
algunas alteraciones de baja intensidad (lustre de
suelo, efectos de alteración química), pero nada
tan importante que impidiera observar el desarrollo excepcionalmente pronunciado de las huellas
de uso de nuestras piezas ni descubrir a qué actividades se destinaron hace casi 5.000 años.
La hipótesis más barajada hasta ahora sobre
estas piezas es que se trataba de elementos de hoz.
3. EL ANÁLISIS TRACEOLÓGICO.
BASES PARA EL ESTUDIO
Una primera preocupación del analista estriba
en comprobar la posible conservación de residuos
microscópicos orgánicos e inorgánicos adheridos
Fig. 7. El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores,
Valladolid). Longitud y anchura de los soportes bifaciales
de sílex enteros analizados.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12084
El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico...
139
Tipometría
Peso
(g)
Fracturas
10,9
21
No
36,8
13,6
35
Proximal
29,1
27,1
46,3
22,8
35,6
38,6
9,2
10,9
12,1
7
13
29
Distal
Proximal
Próximo-Distal
Foso 1
40,5
39,8
14,4
26
Distal
2006/46/5059/3C/60
Hoyo 45
89,6
34,5
11,7
43
8
2006/46/5006/3D/25
Foso 1
19,9
31
5,1
4
9
2006/46/5006/3E/27
Foso 1
38,5
33,9
11,3
14
No
Latero-PróximoDistal
Latero-PróximoDistal
10 2006/46/5006/3E/5/12
Foso 1
58,5
32,4
11,9
20
No
11
Foso 1
31,4
28,5
11,4
11
Distal
Foso 1
50,6
32,4
13,4
26
Proximal
93,4
42,1
13,3
49
No
Trapezoidal
Sí
43,3
35,9
7,1
14
Distal
Sí
73
28,3
10,5
21
No
110,7
42,7
14,9
62
Lateral
63,9
31,6
10,8
23
No
31,1
34
12
13
Distal
71,4
25,3
9,9
20
No
53,3
34,4
12,2
24
Distal
48
37
12
26
Proximal
72
31
10
26
No
44
35
11
19
Proximal
Fracturada
Triangular
Alargada
Cuadrilateral
Alargada
Cuadrilateral
Alargada
Fracturada
Cuadrilateral
Alargada
Cuadrilateral
Alargada
Triangular
Alargada
Triangular
Alargada
Fracturada
Triangular
Corta
Cuadrilateral
Alargada
Cuadrilateral
Alargada
Contexto de
aparición
N.º
Sigla
1
2006/46/4000/1B/2
2
2006/46/4000/1D/2
3
4
5
2006/46/4003/2A/24
2006/46/4007/3B/9
2006/46/4020/3B/27
Nivel
superficial
Nivel
superficial
Foso 1
Hoyo 7
Foso 1
6
2006/46/4003/1A/2
7
2006/46/5006/3E/31
12 2006/46/5006/3E/3/32
Longitud
(mm)
Anchura
(mm)
Espesor
(mm)
62,4
28,8
63,2
13
2006/46/5005/4C/13
14
2006/46/6002/8/23
Nivel de
ocupación
Foso 3
15
2006/46/10046/17
Hoyo 71
16
2006/46/10000/17
17
2006/46/SUP/02
18
2006/46/10010/25
19
2006/46/5005/1B/01
20
2006/46/10000/15
21
2006/46/SUP/03
22
2006/46/SUP/01
23
2006/46/10054/23
Nivel
superficial
Nivel
superficial
Hoyo 58
Nivel de
ocupación
Nivel
superficial
Nivel
superficial
Nivel
superficial
Hoyo 73
24
2006/46/5087/1B/36
Hoyo 55
42
30
9
11
No
25
2006/46/10048/11
Hoyo 70
25
55
29
21
No
26
2006/46/10058/38
Hoyo 70
92
41
13
54
No
Morfología
Cuadrilateral
Alargada
Triangular
Alargada
Fracturada
Fracturada
Fracturada
Cuadrilateral
Corta
Trapezoidal
Uso
No
Sí
Sí
No
No
Sí
Sí
Fracturada
Sí
Fracturada
No
Triangular
Alargada
Fracturada
Cuadrilateral
Alargada
Sí
Sí
Sí
No
Sí
Sí
Sí
Sí
Sí
Sí
Sí
No
No
Sí
Sí
Tab. 1. Inventario de los dentales de sílex analizados de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Se
detalla la procedencia, diversa información sobre su morfología y si están o no usados.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12084
Juan Francisco Gibaja et al.
140
Está llena de lógica si se valoran el frecuente lustre
de los filos y el redondeamiento y las estrías observables incluso a nivel macroscópico. Sin embargo,
el estudio traceológico ha deparado sorpresas inesperadas. El fuerte lustre de cereal que presentan
buena parte de las piezas se asocia ordinariamente
a otros desgastes muy específicos, propios de útiles
empleados como dentales de trillo.
En 9, de las 26 piezas analizadas, se aprecia la
superposición de huellas generadas por corte de
cereales y por contacto con una materia tan abrasiva como la tierra, lo que solo puede ser resultado de un uso como trillos. Otras 9 presentan solo
huellas producidas por roce intenso con la tierra,
bajo la forma de fuertes abrasiones e innumerables estrías que recorren longitudinalmente el filo
usado. En ambos casos se trata, sin duda, de los
mismos rasgos que en su día sirvieron para que
las láminas cananeas de sílex de ciertos yacimientos de la Edad del Bronce (IV milenio BC) de
Irak, Siria y Turquía, dejaran de considerarse piezas de hoz y adoptaran la consideración de piedras
de trillo, plenamente aceptada en la bibliografía
(Anderson e Inizan 1994; Anderson et al. 2004,
2006; Gurova y Chavot 2007) (4).
En El Casetón, 6 piezas, en su mayoría incompletas y sin huellas de uso, deben ser dentales
fracturados y desechados durante el proceso de
elaboración, o bien piezas guardadas/almacenadas tras su manufactura. Por último, uno de los
objetos no ha podido ser analizado por su mal
estado de conservación y otro muestra huellas tan
poco desarrolladas que solo nos atrevemos a decir, no sin dudas, que se utilizó sobre una materia
vegetal indeterminada.
4. LOS DENTALES O PIEDRAS
DE TRILLO
Uno de los rasgos relacionados con la trilla del
cereal, apreciable a simple vista o palpando los
filos, es el fuerte redondeamiento de estos y de
las zonas elevadas de los vértices generados por
el retoque. Tal grado de redondeamiento es directamente proporcional al tiempo de uso y al transcurrido desde el reavivado de los filos. La forma(4) Se ha hablado también de la presencia de láminas empleadas como piezas de trillo en contextos supuestamente calcolíticos de Bulgaria. Las dudas sobre su adscripción cronológica son consecuencia de la ausencia de dataciones absolutas y
de los problemas de correlación de tales piezas con secuencias
estratigráficas claras (Skakun 1992; Gurova 2001).
tización inicial de los dentales pasa por elaborar
un filo denticulado que tiende a rectilíneo. Posteriormente, el continuo trabajo y la abrasión que
generan el corte de la paja y el roce con el suelo,
redondean los filos y los embotan con facilidad.
Para salvar dicho embotamiento y alargar la vida
de las piezas, los filos son continuamente reavivados. En las estudiadas de El Casetón de la Era
ha sido posible observar incluso distintos momentos de reavivado gracias a que la intensidad
del pulido es heterogénea en según qué zonas o
caras (Gurova y Chavot 2007). Así por ejemplo:
1. Hay piezas en las que la intensidad del
pulido de uso, o incluso su ausencia en el interior
de las melladuras del retoque, solo se aprecia en
el área distal o proximal del filo denticulado.
Donde se observa una menor intensidad de pulido, ha habido como mínimo un segundo momento de reavivado. Cuando en el interior de las
melladuras no hay huellas, es evidente que fueron
desechadas y se renunció a la reutilización. Aunque es difícil proponer una explicación general
para el abandono de estas piezas, parece lógico
pensar que algunas se rechazaron después de
fracturarse durante el proceso de reavivado.
2. Si el reavivado afecta de manera desigual a
ambas caras parece evidente que se efectuó en
dos sesiones distintas, incidiendo primero en una
cara y en otro momento en la opuesta.
Evidentemente, no podemos determinar el número de reavivados que se han realizado. Esa
heterogénea intensidad de pulido en el exterior e
interior de las melladuras o incluso su ausencia
en estas últimas nos hablan únicamente de distintos momentos de reavivado.
Las piezas se caracterizan asimismo por la
presencia de micropulido de cereal y/o de elementos abrasivos entre los que destacan las estrías, los redondeamientos y los microagujeros.
Tales rastros tampoco se manifiestan siempre de
manera similar en todas. Su grado de desarrollo
e intensidad depende de la pieza e incluso de
ciertas zonas de un mismo filo.
El rango de intensidad del micropulido es muy
variable, desde piezas en las que está muy desarrollado y hay relativamente pocas estrías (Fig. 8: 18),
hasta otras en las que los puntos de pulido apenas
son visibles por la fuerte abrasión que han sufrido.
Entre ambos polos hay una amplia gama de piezas
en las que se documentan de manera conjunta, pero
en distinto grado, pulidos, estrías, redondeamientos
y microagujeros (Fig. 8: 6).
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 133-148, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12084
El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico...
141
Fig. 8. El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid): (6) Pieza con pulido de cereal asociado a numerosas
estrías. En la segunda foto microscópica, en el interior del círculo, un fitolito de gramínea (cereal) identificado por P. C.
Anderson. (18) Pieza con pulido de cereal muy desarrollado y escaso componente abrasivo. Fotos microscópicas a 100X
tomadas en distintos puntos de las piezas 6 y 18. Se especifican los números de inventario de los dentales de sílex en
la tabla 1.
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No es fácil pronunciarse sobre la razón de tal
diversidad, pero a la hora de buscar respuestas resulta obligado tener en cuenta los siguientes factores:
1. La fase de la trilla en que la pieza intervino.
La huella no es seguramente la misma en lascas
usadas en el inicio del proceso, con el bálago
enterizo formando una mullida parva sobre la era,
que avanzado el mismo, con los tallos y las espigas ya cortados y las cuchillas virtualmente en
contacto con el suelo. Parece lógico que, según
el momento en el que la pieza se haya desprendido (accidental o deliberadamente) del tribulum,
encontremos en ella más pulido de cereal o más
elementos abrasivos (estrías, microagujeros e intensos redondeamientos).
2. Otro determinante de los pulidos es la tierra
que pudiera llegar a la era con los haces de cereal.
En este caso cabe que las huellas de pulido no
fueran necesariamente de la fase más avanzada
de la trilla.
3. Igualmente ha de tenerse en cuenta el efecto de los reavivados. Cuando se refresca el filo a
una pieza con mucho lustre de cereal, desaparece
buena parte del pulido generado por el uso previo. Si con posterioridad la pieza rehabilitada
entra en contacto con el suelo, aparecerán abrasiones en la zona reavivada y se generarán estrías
sobre los espacios que sobrevivan de la zona
pulida inicialmente. El útil, en este caso, presentará estigmas de una trayectoria de uso.
4. Otra circunstancia a sopesar es el lugar que
ocupa la pieza en el trillo. Es hipótesis aún por
confirmar experimentalmente o mediante la observación de ejemplares modernos, pero parece
lógico que el mayor peso y presión del trabajo
recaiga sobre los pedernales insertados en medio
de la tabla y no en las zonas marginales.
Una posibilidad que valoramos al principio es
que el diferente grado de desarrollo del micropulido de cereal y del componente abrasivo fuera
fruto de una reutilización. Es decir, que las piezas
se hubieran empleado primero para segar y más
tarde como elementos de trillo. Hemos desechado
finalmente esta hipótesis porque la mayoría presentan en distinto grado abrasiones en forma de
estrías, redondeamientos y microagujeros y porque
no es efectivo el enmangamiento como hoces de
piezas tan grandes y pesadas como las de El Casetón de la Era (Figs. 9: 7 y 10: 16). Habría que
atribuirlas, efectivamente, a hoces enormes, sin
parangón a nivel etnográfico e histórico. La excepción podría ser la pieza pequeña 18 (Fig. 8) con
huellas de cereal muy desarrolladas. Sin embargo,
no descartamos que la longitud inicial fuera mayor
y se tratara de un elemento reaprovechado.
El grado de abrasión es tan intenso que no
podemos pensar en piezas usadas para cortar el
cereal por la parte inferior de los tallos. Dicho
procedimiento genera un micropulido de cereal
claramente diagnóstico asociado simplemente a
un mayor número de estrías y microagujeros, nada
comparables con la fuerte abrasión y las innumerables estrías apreciables en las estudiadas.
P. Anderson y colaboradores (2004) también
constataron esta variabilidad de huellas en las láminas cananeas y contemplaron la hipótesis de que
pudiera guardar relación con el grado de humedad
de las plantas trilladas y con las características de
la superficie de la era. Son cuestiones que deberán
examinarse en futuros trabajos experimentales. En
cualquier caso, de hallarnos ante una reutilización,
deberíamos encontrar el mismo grado de pulido de
cereal e idéntica cantidad de estrías en toda la
pieza, lo que no sucede entre distintas zonas del
filo e incluso entre ambas caras.
Menos dudas suscitan las piezas que apenas
presentan pulido y cuyos rasgos más característicos son las fuertes abrasiones en forma de numerosas estrías, intensos redondeamientos e innumerables microagujeros. Se trata de piezas de
trillo con rastros idénticos a los documentados en
dentales de sílex modernos (Fig. 10).
Sobre tales piezas se atestiguan sistemáticamente estrías longitudinales paralelas al filo efecto de
un movimiento de corte, pero también, puntualmente, estrías profundas de dirección transversal.
Según nuestro parecer, resultan de la presión que
ejerce el trillo en el momento de situarlo en la era
(Fig. 9: 7). Por último, las estrías localizadas en uno
de los laterales de las melladuras del filo retocado/
reavivado, denotan que el movimiento fue unidireccional, lo que sería de esperar en un trillo.
El desarrollo de la huella es tan acusado que
en muchas piezas no cuesta trabajo determinar
hasta dónde llegaba el límite de la zona de enmangamiento. Gracias a dicho detalle puede afirmarse que aproximadamente un tercio del ancho
de las piezas, en ciertos casos hasta la mitad,
estaba insertado o embutido en su bastidor.
La inserción de las lascas recibe el nombre de
empedrado o enchinado. Puede hacerse de dos maneras. La más común y la que pervivió en la Península Ibérica hasta los trillos más recientes consiste
en fijar a presión los dentales en los cortes hechos
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El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico...
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Fig. 9. El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Piezas en las que se observan áreas con mucho pulido de cereales y otras donde el pulido ha sido substituido por fuertes abrasiones y numerosas estrías. Fotos microscópicas a 100X. Se especifican los números de inventario de los dentales de sílex en la tabla 1.
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Fig. 10. El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Piezas con estrías, intenso redondeamiento y microagujeros resultado del contacto con el suelo durante su uso como piezas de trillo. Fotos microscópicas a 100X. Se
especifican los números de inventario de los dentales de sílex en la tabla 1.
previamente en una tabla mediante golpes de escoplo. Pero P. Anderson y colaboradores (Anderson et
al. 2004; Anderson et al. 2006) sospechan que el
trillo armado con las amplias láminas de sílex cananeas debió tener una estructura diferente. Vendría
a ser una especie de balsa formada por troncos
unidos con cuerdas en cuyas juntas se disponía una
sustancia pegajosa o mastique en la que, debidamente alineadas, quedaban sujetas las cuchillas de
piedra (Fig. 11).
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El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico...
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Fig. 11. Reconstrucción del modelo de trillo planteado por P. C. Anderson para la inserción y uso de las láminas cananeas (imágenes cedidas por P. C. Anderson).
De los 19 dentales –acreditados como tales
con seguridad– de El Casetón de la Era 11 (58%)
no nos han llegado enteros. Ello induce a pensar
que se abandonaron al fragmentarse durante su
utilización o durante los procesos de reparación
y reavivado. Esto explicaría por qué algunas de
estas piezas, después de ser reavivadas, no han
vuelto a ser usadas o se usaron durante muy poco
tiempo.
El variable tamaño de los soportes completos
sugiere el empleo en un mismo trillo de piezas de
distintas dimensiones y, sin embargo, no siempre
igual de bien clavadas en el mastique, cosa que
poco puede extrañar cuando los reavivados parecen haber estado a la orden del día. Nada nos
permite imaginar, por último, el tamaño de los
trillos ni el número aproximado de dentales requerido para componer uno. Pero está claro que
haberlos los hubo.
Finalmente, procede apuntar la existencia de
fitolitos en la pieza 6 (Fig. 8), que P. Anderson
identifica con la epidermis de un tallo de gramíneas de cereal. Es evidente la necesidad de que
en el futuro se acometan estudios de este tipo a
fin de esclarecer, a través de los fitolitos conservados en el filo de los pedernales, la naturaleza
de las plantas trilladas.
5. PIEZAS NO USADAS
En el conjunto de El Casetón de la Era, tenemos 6 piezas sin huellas de uso (Fig. 12) que
presentan caracteres morfológicos comunes a las
utilizadas. Consideramos dentales de trillo los que
están perfectamente acabados y dispuestos para su
empleo inmediato (Fig. 12: 1). Serían piezas excedentarias almacenadas para un uso posterior.
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Fig. 12. Dentales de sílex sin usar de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). La 14 se catalogó como
no analizable. Se especifican los números de inventario (Tab. 1).
En otros casos da la sensación que las piezas
se han fracturado durante el proceso de elaboración, por cuanto alguna parte aún no está configurada. En ocasiones, aunque el filo denticulado
ya esté preparado, la parte que acabará embutida
en el vientre del trillo no está del todo confeccionada o ni siquiera retocada (Fig. 12: 9 y 24).
Incluso, hay piezas más reveladoras (Fig. 12),
con una de las caras sin retocar o solo parcialmente retocada, como las piezas 5, 23 y seguramente la 14 catalogada como no analizable.
En definitiva, nos encontramos con un amplio
abanico de variables, desde piezas preparadas que
se almacenaron para substituir a las que se habían
roto, desprendido o gastado, hasta otras que perecieron por fractura durante el proceso de elaboración. Entre estas últimas algunas se rompieron
al principio de la configuración, al iniciar el filo
denticulado, y otras a punto de finalizarse.
6. CONCLUSIONES
El utillaje estudiado de El Casetón de la Era
permite reconocer por primera vez en la Península Ibérica que durante la Edad del Cobre, hacia
el 2800 a.C., las comunidades humanas conocían
y usaban el trillo para el procesado de cereales (5). No sabemos exactamente su forma ni su
tamaño, pero para el empedrado de su vientre
empleaban piezas de sílex de unas características
(5) Una pieza de trillo documentada en el yacimiento Forcalquier-La Fare (Francia) se ha atribuido a la fase más antigua
de la ocupación hacia el 3000-2500 a.C. (Khedhaier et al.
2003).
morfológicas y morfométricas muy concretas. Tales piezas difieren enormemente de las de los
trillos actuales, pero se asemejan a las utilizadas
en el Próximo Oriente durante el Calcolítico y el
Bronce Antiguo.
Sospechamos que este tipo de piezas están
también presentes en muchos yacimientos de la
Edad del Cobre de la Península Ibérica, pero han
sido confundidas con elementos de hoz, por lo
que sería interesante abordar un estudio de conjunto, mucho más ambicioso, con otras comparables de diferentes áreas. De esta manera intentaríamos conocer el papel de este tipo de artilugios
en relación a las actividades económicas realizadas por los grupos estudiados y saber cuándo se
inició el uso de los trillos con dentales de sílex.
Quizás previamente se emplearan para trillar sistemas como el pisoteo de animales que son difíciles de discernir en el registro arqueológico. En
un futuro será necesario establecer estrategias arqueológicas dirigidas a reconocer las posibles
zonas correspondientes a las eras y colaborar con
investigadores especializados en el estudio de las
semillas y los fitolitos para intentar resolver esta
cuestión.
El empleo de trillos indica que estas sociedades requerían de un instrumento complejo y efectivo para procesar la cantidad de cereal que producían. Sin duda, los trillos solo se usan cuando
la producción es importante, pues de lo contrario
se emplean otros sistemas para la separación de
la espiga del tallo o el desprendimiento de las
semillas, caso del golpeo con mayales o del golpeo de los tallos sobre una superficie dura (un
tronco o una pared).
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El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico...
Sin duda, con este trabajo se abren nuevas
perspectivas de estudio sobre la producción del
cereal en la Prehistoria Reciente y su papel en la
economía de las comunidades humanas de entonces. Pero, sea como fuere, aún sigue quedando
mucho por hacer.
AGRADECIMIENTOS
A la Dra. Patricia C. Anderson por la lectura
crítica de este trabajo, por su asesoramiento y la
cesión de las imágenes relacionadas con la reconstrucción de los trillos (Fig. 11).
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¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica?
Nuevas aportaciones a partir de la cuenta áurea de Cau del
Tossal Gros (Torroella del Montgrí, Baix Empordà, Girona)
The earliest metallurgy in the northeast Iberian Peninsula? New analysis of a gold bead
from Tossal Gros cave (Torroella de Montgrí, Girona)
Ignacio Soriano Llopis (*)
Joaquim Soler Subils (**)
Narcís Soler Masferrer (**)
RESUMEN (1) (2)
La cuenta bitroncocónica de oro localizada en la cueva sepulcral de Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona) constituye la primera de este
tipo conocida en la Península Ibérica. Estas cuentas son
comunes en yacimientos del sur de Francia y se fechan
de forma relativa en el Neolítico Final. Con el objetivo
de establecer su proceso de producción se han realizado
análisis de composición, radiológicos y traceológicos.
Los resultados muestran la gran complejidad tecnológica
de la pieza, sin paralelos conocidos en la Prehistoria
peninsular. La datación radiocarbónica del yacimiento
mediante tres fechas AMS y los materiales recuperados
confirman una cronología de finales del IV-inicios del III
milenio cal ANE. Finalmente, la comparación con los
datos disponibles sobre la primera metalurgia del nordeste de la Península Ibérica permite proponer el posible
origen, uso y valor social de esta peculiar cuenta áurea.
ABSTRACT
The find of a gold biconvex bead from Tossal Gros
burial cave (Torroella de Montgrí, Girona) represents the
first example of this type known in the Iberian Peninsula.
These beads are common in the south of France and are
dated to the Late Neolithic. With the aim of establishing
(*) Grupo de Investigación Arqueológica del Nordeste Peninsular –GRANEP– y Dpto. de Prehistoria, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Barcelona. Edificio B.
08193 Bellaterra. Correo e.: nachsoriano@hotmail.com
(**) Instituto de Investigación Histórica, Facultad de Letras, Universidad de Girona. Plaça Ferrater i Mora 1. 17071
Girona. Correos e.: joaquim.soler@udg.edu;
narcis.soler@udg.edu
Recibido: 9-II-2011; aceptado: 16-IV-2011
their production process, we applied SEM-EDS, radiology and use-wear analysis. The results show the high
technological complexity of the bead, which is unparalleled in prehistoric Iberia. The radiocarbon dating of the
site by three AMS dates and associated materials confirm
a date to the end of 4th - beginning of 3rd millennia cal
BC. Comparisons with the available data concerning the
earliest Northeast Iberian metallurgy allows an assessment of the possible origin, use and social value of this
particular golden bead.
Palabras clave: Orfebrería prehistórica; Radiología;
MEB-EDX; Traceología metálica; Arqueometalurgia;
Dataciones AMS; Prehistoria Reciente; Mediterráneo occidental.
Key words: Prehistoric goldwork; Radiology; SEM-EDS;
Metal use-wear analysis; Archaeometallurgy; Late Prehistory; Western Mediterranean.
1. CONTEXTO AQUEOLÓGICO:
LA NECRÓPOLIS DE CAU
DEL TOSSAL GROS
El Tossal Gros es una pequeña elevación en el
reborde meridional del macizo del Montgrí (Fig. 1).
Este macizo, formado por calcáreas cretácicas que
cabalgan sobre materiales terciarios, destaca junto
a la costa gerundense y separa el Baix Empordà
del Alt Empordà. Se trata de una zona muy carstificada y muchas de sus cavidades, o cau, tienen
interés arqueológico. Las más conocidas, el Cau
del Duc de Torroella de Montgrí y el Cau del Duc
d’Ullà, fueron ocupadas durante el Paleolítico Inferior. Las demás fueron usadas con finalidad se-
150
Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer
Fig. 1. Localización geográfica del Cau del Tossal Gros
(n.º 7) (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona) en
la Península Ibérica. Distribución en el macizo del Montgrí de Oeste a Este de las cavidades citadas en el texto
con hallazgos prehistóricos: 1. Cau del Duc d’Ullà;
2. Cau del Duc de Torroella de Montgrí; 3. Cau d’en
Calvet; 4. Cau de les Dents; 5. Cau de l’Olivar d’en
Maragall; 6. Cau dels Ossos.
pulcral a finales del IV-III milenio cal ANE y su
registro arqueológico suele ser escaso o mal conservado. Como excepciones cabe citar el Cau del
Ossos (Pascual 1883), que desgraciadamente fue
vaciado ya en el siglo XIX, y el Cau d’en Calvet
que pudo ser excavado en mejores condiciones y
proporcionó numerosos restos humanos y un rico
ajuar (Toledo i Mur et al. 1992).
El Cau del Tossal Gros es una cavidad conocida de antaño, localizada en una sima situada en
lo más alto del Tossal Gros (161 m), desde donde
se goza de impresionantes vistas sobre el llano
del bajo Ter y el Baix Empordà. Una grieta en el
suelo da paso a un acceso estrecho y de fuerte
pendiente, de más de 2 m de altura, que conduce
a una sala de unos 16 m de largo por 3 o 5 m de
ancho según los lugares. Esta cavidad se rellenó
parcialmente con tierra y piedras del exterior.
Hay también grandes bloques desprendidos que
proceden de sus paredes. La formación de espeleotemas es escasa. A partir de esta sala se abren
galerías pequeñas e inaccesibles, casi totalmente
colmatadas por sedimento y bloques removidos y
acumulados durante las intervenciones que ha
sufrido el lugar. Un sector con sedimento hundido, succionado hacia el fondo, sugiere probables
cavidades inferiores y el carácter de sima del
lugar. En época prehistórica la sala fue usada
como enterramiento y por ello su entrada exterior
fue modificada para hacerla más monumental,
añadiéndole un corredor de losas rodeado de un
túmulo (Pericot y Esteva 1973).
Desde la primera mitad del siglo XX el yacimiento ha sido objeto de intervenciones arqueológicas cortas y esporádicas. Las primeras se deben
a L. Pericot, originario de Torroella de Montgrí,
quien siendo estudiante emprendió en varios de
los caus del Montgrí más bien visitas que campañas de excavación regulares y de larga duración.
Sin embargo, los resultados fueron significativos
y los referentes a las cavidades sepulcrales quedaron reflejados en su tesis doctoral sobre el megalitismo en Catalunya (Pericot 1925, 1950) y en
otras publicaciones (Pericot 1939, 1960). En 1923
encontró en el Cau del Tossal Gros un gran cuchillo de sílex y huesos humanos y en 1925 lo volvió
a visitar con su profesor P. Bosch Gimpera y otros
acompañantes (Pericot 1986).
Posteriormente, el yacimiento sufrió muchas
remociones, de las que apenas se conserva documentación (Vert 1980). Durante una visita en 1996
dos de nosotros (J. S. y N. S.) recogimos en superficie una gran lámina de sílex. Ante la evidencia
de que el lugar todavía podía proporcionar material prehistórico, en 1998 y 1999 limpiamos la
cavidad y tamizamos las tierras removidas. Estas
intervenciones se insertaban en un proyecto de
estudio del sepulcro y de restauración de su entrada megalítica, acordado entre la Universidad de
Girona y el Museo del Montgrí y del Bajo Ter de
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¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir...
Torroella de Montgrí, hoy Museo del Mediterráneo. Constatamos que las antiguas excavaciones
no habían llegado a todas partes (Soler et al. 2002).
En 1998, trabajando junto a la pared norte de la
sala mayor, a medida que la acumulación de sedimento descendía y la pared de la cavidad se retiraba, llegamos a un espacio de apenas un palmo
de altura, hasta aquel momento inaccesible. Este
se caracterizaba por una gran abundancia de fragmentos de huesos y de dientes humanos en superficie, que a causa de la pendiente rodaron a aquel
rincón. Aquí recogimos la cuenta de oro estudiada
en este trabajo, limpia y brillante y sin que siquiera el orificio interior estuviera taponado.
El material arqueológico procedente del Cau
del Tossal Gros es limitado pero significativo.
Según L. Pericot (1925, 1939, 1950) en sus visitas de 1923 y 1925 pudo recoger huesos humanos
de diferentes individuos, un cuchillo o gran lámina de sílex, una punta bifacial de sílex blancuzco
de 3 cm de longitud con pedúnculo incipiente, un
punzón de hueso de 10,5 cm de longitud, un incisivo de jabalí pulido, fragmentos de cerámica a
mano tosca sin decorar y una pequeña hacha de
piedra negra, muy bien pulimentada, de 3,5 cm
de longitud (Fig. 2B). Todo este material fue
depositado en el Museo Arqueológico de Catalunya (Pericot 1939: 123-124; 1950: 93).
Las rebuscas del Centro de Estudios del Montgrí también proporcionaron un hacha pulimentada pequeña de traquidolerita, un pendiente de
hueso, fragmentos de cerámica prehistórica y un
buen número de restos humanos, sobre todo dientes (Vert 1980).
Entre los hallazgos arqueológicos de 1996,
1998 y 1999 hay que destacar (Fig. 2A) una gran
lámina de sílex de 220 × 20 × 6 mm, una punta
foliácea bifacial de sílex gris de origen languedociense (54 × 19 × 7 mm), como las que aparecen con frecuencia en los yacimientos sepulcrales del III milenio cal ANE, una pequeña
hacha de piedra pulimentada (33 × 20 × 7 mm)
de forma trapezoidal, tres cuentas de piedra cilíndricas de unos 12 mm de diámetro y 4 mm de
grueso, pequeños fragmentos de cerámica prehistórica no decorados, a excepción de dos campaniformes, y finalmente la cuenta de oro que se
describirá a continuación. Los abundantes restos
de conejo (271) y los escasos de ovicápridos
(31), aves (23), peces (13) y un único resto de
erizo no se encuentran quemados ni presentan
señales antrópicas.
151
Fig. 2. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix
Empordà, Girona). A. Selección de materiales recuperados durante las campañas de 1998 y 1999 (fotografía
Narcís Soler). B. Grandes láminas y punta bifacial de
sílex procedentes de las excavaciones de Lluís Pericot
(1 y 2) (según Pericot 1939: figs. 6 y 7) y de la Universidad de Girona y el Museo del Montgrí y del Bajo Ter
(3) (según Soler et al. 2002: fig. 3).
El mayor número de restos corresponde a
fragmentos de huesos humanos. Han sido estudiados más de 5.100 entre los conservados en el
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152
Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer
Museo del Mediterráneo y los hallados en 1998
y 1999. Entre ellos, 3.450 son indeterminables y
entre los determinables destacan por su número
los huesos pequeños de manos y pies así como
379 dientes. Estos últimos han permitido a
B. Agustí y J. Fiego (2002) dar un número mínimo de 31 individuos: 20 adultos, 3 adolescentes
y 8 niños. Al parecer, fueron depositados sobre el
suelo de la cavidad sin ser cubiertos.
2. LA CUENTA ÁUREA. DESCRIPCIÓN
Y CARACTERÍSTICAS
La cuenta de oro de Cau del Tossal Gros constituye la única de sus características conocida
hasta el momento en la Península Ibérica. Este
ornamento se ha clasificado según la tipología de
Eluère (1977, 1982), la cual se basa en el sistema
de suspensión y en su posible funcionalidad. Las
cuentas se definen como objetos de suspensión
indirecta con un orificio longitudinal para su engarce. En este caso el orificio es central y la
morfología bitroncocónica. La pieza se encuentra
en perfecto estado de conservación, a pesar de
unas pequeñas fisuras alrededor de los orificios.
Sus dimensiones (en mm) son 61,6 de longitud,
12,3 de anchura máxima, 0,3 de espesor y 6,9 de
diámetro en cada orificio (Fig. 3). Tiene un peso
de 11,18 gr y actualmente se encuentra depositada en el Museo del Mediterráneo de Torroella de
Montgrí (n.º de inventario 1299).
La funcionalidad de las cuentas puede ser muy
diversa: piezas de collar, pulsera, diadema u objetos similares, junto a cuentas de igual o diferente materia y morfología. En el dolmen de Grah
Niol (Arzon, Morbihan, Bretagne), tres cuentas
tubulares de oro se asociaban a otras de variscita,
aparentemente en un mismo conjunto (Eluère
1977: 393). Pueden igualmente haber constituido
complementos de casi cualquier tipo de objeto,
unidos con una cuerda o hilo sobre vestimentas,
zurrones, mangos de útiles y armas, etc. Por último, pudieron formar parte de elementos de tocado, incrementando la vistosidad que de por sí
ya tiene el propio metal. Recientemente se ha
documentado dicho uso en el asentamiento campaniforme de Camino de las Yeseras (San Fernando de Henares, Madrid). En una cámara con pozo
de acceso se localizó un único individuo masculino joven con 22 cuentas tubulares y 2 láminas
perforadas de oro agrupadas alrededor del cráneo.
Fig. 3. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix
Empordà, Girona): cuenta de oro (dibujo Emiliano Hinojo, fotografía Ignacio Soriano).
Esta asociación ha servido para su interpretación
como componentes de una diadema (Blasco y
Ríos 2010: 367-368). La documentación de las
cuentas in situ es fundamental para proponer su
funcionalidad, aunque en muchos casos carecemos de ella. En la cuenta de Cau del Tossal Gros,
la ausencia de huellas diagnósticas visibles mediante el estudio traceológico aumenta la dificultad de discernir entre los posibles usos citados
(véase más adelante).
3. ESTUDIO TECNOLÓGICO Y PROCESO
DE PRODUCCIÓN
Uno de los objetivos de este estudio era establecer el proceso seguido para la obtención de la
cuenta áurea. Para ello se aplicaron técnicas analíticas como el análisis de la composición, el
estudio radiológico y la traceología metálica. En
el primer caso se empleó la microscopía electrónica de barrido con dispersión de energías de
rayos X (MEB-EDX), mediante un microanalizador QUANTAX Bruker AXS Microanalysis
GmbH del Laboratorio de Microscopía Electróni-
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ca y Microanálisis del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC, Madrid). El escaso espesor
de la pieza aseguraba su correcta caracterización
con esta técnica de análisis superficial. Además
para contrarrestar posibles discrepancias se efectuaron 5 tomas en diferentes zonas del objeto.
Los resultados obtenidos ya han sido publicados
(Perea et al. 2010: 67-68). Mediante un equipo
RX de potencial constante y filmación inherente
se radiografió la pieza en distintas posiciones
para examinarla en su totalidad. El equipo pertenece a la Asociación Española de Ensayos No
Destructivos (AEND, Madrid) y sus características son las siguientes: 1 mm Be; T.F. 3 mm;
distancia foco-película 700 mm; kV 140; exposición a 5mA/minuto; película AGFA D7 VACUPAL Pb 0.027 anterior y posterior. El procesado
ha sido manual a R 4 min 20°C, BP 1 min 18°C,
F 10 min 18°C y L 20 min. En el análisis traceológico se utilizó el citado microscopio electrónico
y un microscopio óptico de luz reflejada Olympus
BX-51 con objetivos de 50 a 500X, del Servicio de Análisis Arqueológicos de la Universidad
Autónoma de Barcelona.
Los datos de la composición muestran que el
oro es de gran pureza, conteniendo una cantidad
muy baja de plata (menos del 2%) (Tab. 1). Este
elemento, al igual que el cobre, es común en el
oro nativo de tipo aluvial. Como no existen demasiados análisis de oro aluvial para la Península Ibérica, algunos investigadores han situado de
forma tentativa en un 25% de plata y un 1% de
cobre los límites considerados normales. Por encima de ellos, la composición del oro debe considerarse como una aleación artificial (Montero y
Rovira 1991: 10). Según los resultados elementales de la cuenta analizada, ésta fue obtenida a
partir de pepitas auríferas recolectadas en el lecho
de los ríos. Los datos etnográficos apuntan como
más plausible el empleo de sencillas bateas (Vázquez 1995: 158-159). Dichas pepitas suelen
presentar una superficie irregular y rugosa con
inclusiones de todo tipo. Debido a ello su aprovechamiento siempre requiere de una primera
fase de fusión, cuyo objetivo es homogeneizar el
metal y limpiarlo de impurezas. El oro resultante
o bien se vacía en el interior de un molde o bien
se deja solidificar en el fondo del crisol, dando
como resultado un botón de fundición (Perea
2010: 248). Posteriormente, algunas piezas, como
la aquí estudiada, serían trabajadas mediante batido, quizás intercalando sucesivas fases de reco-
N.º ANAL
TOS01201
TOS01202
TOS01203
TOS01205
TOS01206
ZONA
Centro
Extremo 1
Centro
Extremo 2
Extremo 2
153
Au
Ag
98,15
98,26
98,37
98,56
98,57
1,85
1,74
1,63
1,44
1,43
Tab. 1. Resultados del análisis de composición (MEBEDX) efectuado en diferentes puntos de la cuenta del Cau
del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà,
Girona). N.º Anal = Número de análisis. Valores expresados en % en peso.
cido hasta obtener una fina lámina de oro. Esta
podría ser finalmente cortada, enrollada y, en algunos casos, perforada y/o decorada. El proceso
de trabajo expuesto se atestigua desde los momentos iniciales del uso de este metal en la Prehistoria, como demuestran el gran tamaño de algunas piezas peninsulares (diademas) o su ínfimo
espesor (Perea 1991b: 35). Asimismo, el estudio
de los espectaculares ornamentos de la necrópolis
de Varna (Bulgaria), fechados a mediados del V
milenio cal ANE (Ivanov 1991: 10), también apoyan esta idea.
El análisis radiológico ha puesto en evidencia
que nos encontramos frente a un ornamento compuesto. La cuenta consta de dos láminas de oro
independientes: cada una fue enrollada en forma
troncocónica y, posteriormente, unida con su
compañera para obtener la longitud total de la
pieza. Este proceso, sin paralelos peninsulares
conocidos, se constata por las líneas de juntura,
perpendiculares y paralelas al eje de la pieza. Las
perpendiculares se localizan en el centro de la
cuenta y la circundan. Estas muestran con increíble claridad la franja en la que se superponen
ambas láminas, que no supera los 2 mm, así como
los extremos de las mismas. Las zonas oscuras
visibles en el interior de las líneas pueden corresponder a variaciones en el espesor debido al proceso mecánico de unión de las láminas. Las dos
líneas restantes, paralelas al eje de la pieza, solo
se observan de forma parcial. Resultan de la superposición de los extremos de mayor longitud
de cada lámina para adoptar la forma troncocónica. Es importante remarcar que cada línea sigue
la misma orientación pero se encuentra en una
posición diferente probando que las láminas primero fueron enrolladas y, a continuación, unidas
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154
Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer
entre sí para formar la cuenta bitroncocónica. El
proceso inverso habría resultado en la coincidencia total entre las líneas. Todas estas junturas
permanecen invisibles a simple vista. Únicamente las perpendiculares han podido ser parcialmente detectadas en el interior de la cuenta (Fig. 4).
Sucesivos análisis han confirmado la enorme
similitud en la composición elemental de ambas
láminas (Tab. 1). Esto apunta al empleo de una
materia prima de origen similar. Las dos láminas
fueron recortadas a partir de una única base o de
forma independiente pero con pepitas del mismo
placer. Una vez obtenidas y dobladas, la unión de
los extremos de las láminas y de estas entre sí se
llevó a cabo mediante ciclos alternantes de bruñido y recocido. El primer proceso generó una
deformación plástica por rozamiento y presión,
quizás empleando una herramienta lítica de superficie dura y lisa. El segundo fue fundamental
para quitar acritud y eliminar las junturas de
Fig. 4. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix
Empordà, Girona): radiografías de la cuenta de oro, evidenciando las líneas de juntura de las dos láminas troncocónicas (fotografía Ignacio Soriano).
unión así como posibles fisuras. Una simple hoguera hubiera bastado para alcanzar la temperatura necesaria. El examen traceológico no ha detectado huellas de producción vinculadas a la
eliminación de las junturas en frío, ni en el interior ni en el exterior de la pieza. Este hecho
confirma la técnica de unión propuesta. Un gran
número de estrías se distribuyen por toda la superficie de la cuenta, mayoritariamente de forma
uniforme y con idéntica orientación. Son paralelas entre sí, oblicuas al eje de la pieza, de escasa
profundidad y longitud variable (Fig. 5: 1, 2). Sus
características las relacionan con el pulido final
con un abrasivo de grano fino. Este acabado,
común en las piezas áureas, tenía como objetivo resaltar el aspecto brillante de la cara externa y visible del ornamento (Perea 1991b: 36).
Otras huellas de la cuenta deben relacionarse
con procesos postdeposicionales y/o tafonómicos. El origen de las estrías minoritarias y aisladas, de orientación y longitud variable hay que
buscarlo en el golpeo accidental de la pieza. También se observan cuatro alineaciones formadas
por sucesivas muescas perpendiculares entre sí y
a distancia regular (Fig. 5: 3). Esta morfología,
similar a una rodada dejada por un carro, parece
vincularse a una modificación reciente. Finalmente el interior de la pieza presenta algunas
estrías aisladas, paralelas a su eje y de importante longitud. Pueden deberse a una limpieza actual
del orificio de la cuenta mediante un material más
duro que el oro.
Los resultados obtenidos mediante la aplicación de diversas técnicas de análisis han documentado las siguientes fases del proceso de producción de la cuenta de Cau del Tossal Gros:
1. Recogida de pepitas de oro aluvial y fusión
del metal. Se desconoce si la colada habría sido
vaciada en un molde o se la habría dejado solidificar en el fondo de un crisol para obtener un
botón de fundición.
2. Constitución de dos láminas mediante batido intercalando fases de recocido, bien de forma
independiente bien recortando una única plancha
inicial. El resultado final es el mismo: dos láminas de tamaño similar y morfología rectangular o
ligeramente trapezoidal.
3. Enrollado de cada lámina formando dos
troncos de cono separados, unión y eliminación
de las líneas de juntura a través de la técnica del
bruñido en conjunción con ciclos alternantes de
recocido.
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doi: 10.3989/tp.2012.12085
¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir...
155
4. CRONOLOGÍA RELATIVA
Y ABSOLUTA
Fig. 5. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix
Empordà, Girona), cuenta de oro: 1. Estrías de producción vinculadas con el pulido final de la superficie de la
cuenta (microscopía óptica, 25X); 2. Detalle de las estrías
mediante electrones retrodispersados (MEB-EDX, 300X);
3. Muescas postdeposicionales y/o tafonómicas de origen
reciente (microscopía óptica, 25X) (fotografías 1 y 3
Ignacio Soriano, fotografía 2 Laboratorio de Microscopía
Electrónica y Microanálisis, MicroLab CCHS, CSIC).
4. Unión de las dos piezas troncocónicas por
bruñido y recocido para obtener la longitud total
de la cuenta. No se puede o no interesa la eliminación de la línea de juntura interna.
5. Acabado y abrillantado de la superficie externa mediante pulido empleando un material abrasivo, siguiendo siempre una orientación oblicua.
La necrópolis de Cau del Tossal Gros cuenta
con 3 dataciones radiocarbónicas AMS realizadas
en el laboratorio Beta Analytic sobre restos humanos: un fragmento de parietal (Beta - 252115)
y dos occipitales (Beta - 301152 y 301153)
(Tab. 2). Las fechas revelan un uso funerario prolongado de la cavidad entre c. 3450 - 2200 cal
ANE. Ello equivale, según la periodización actual, al principio del Neolítico Final, al grupo
campaniforme y quizás también a un momento
incipiente de la Edad del Bronce (Bronce Inicial)
(Soriano 2010: 88-100). Estos resultados coinciden con la cronología relativa de los diferentes
materiales recuperados en el yacimiento. Sin embargo, la fuerte alteración ya señalada de la estratigrafía de la cueva imposibilita asociar las
dataciones obtenidas y la cuenta áurea.
Hasta ahora no se conocían ejemplares de este
tipo de cuentas en la Península Ibérica. Los paralelos más cercanos hay que buscarlos en yacimientos funerarios del sur de Francia, todos sin
dataciones absolutas (Fig. 7). Las cuentas más
similares en dimensiones y morfología provienen
de la región de Midi-Pyrénées. De la sepultura de
Pauilhac (Gers) proceden 8, una de las cuales
desapareció durante la excavación. El resto de
artefactos, entre los que destaca una excepcional
diadema losángica de oro, se asocian inequívocamente con el Neolítico Final. La reciente revisión
de este contexto lo ha fechado de forma relativa
en la primera mitad del IV milenio cal ANE (Roussot-Larroque 2008: 135). La cuenta recuperada
en el dolmen de Pouy-Mayou (Bartrès, HautesPyrénées) únicamente iba acompañada de un cuchillo de sílex. Con un contexto menos claro en
la región de Provence-Alpes-Côte d’Azur encontramos la procedente del hipogeo de Castellet
(Fontvieille, Bouches-du-Rhône), con materiales
del Neolítico Final y del grupo campaniforme
(Fig. 6).
Existe otro conjunto de cuentas de morfología
muy similar a las anteriores pero de tamaño tres
o cuatro veces menor. Todas se sitúan en la región
de Languedoc-Roussillon, documentándose una
en cada yacimiento (Fig. 6: 5, 6 y 7). El dolmen
de Sauzet 1 (Cazevieille) y el túmulo de Les
Avents 1 (Sant-Mathieu-de-Tréviers), ambos en
Hérault, presentan exclusivamente materiales de
finales del Neolítico. Otra cuenta se encontró en
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Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer
156
YACIMIENTO
OBJ. MET.
ASOCIADO
CÓDIGO
LAB
VALOR
BP
VALOR
CAL ANE
MUESTRA
CONTEXTO
BIBLIOGRAFÍA
Tossal Gros
Cuenta
biconvexa oro
Beta-252115
4630 ± 40
3446
Hueso humano
–
Inédito
Tossal Gros
Cuenta
biconvexa oro
Beta-301152
3930 ± 30
2416
Hueso humano
–
Inédito
Tossal Gros
Cuenta
biconvexa oro
Beta-301153
3790 ± 30
2223
Hueso humano
–
Inédito
La Prunera
Cuenta
tubular oro
Beta-144301
4360 ± 80
2994
Carbón
Nivel 2
Rovira Hortalà et al.
2005
Balma
de Cal Porta
Punzón
cobre
UBAR-288
4160 ± 60
2766
Hueso humano
Fondo de la
cavidad
Estany y Guerrero 1992
Cova
de Can Sadurní
Puñal
cobre/bronce
I-11533
4225 ± 90
2786
Hueso humano
Estrato I, capa 9
Blasco et al. 1981-1982
Cova
de Can Sadurní
Puñal
cobre/bronce
I-13315
4139 ± 110
2737
Carbón
Estrato I, capa 9
Blasco et al. 1981-1982
Cova
de Can Sadurní
Puñal
cobre/bronce
I-13313
4160 ± 160
2712
Carbón
Estrato I, capa 9,
hogar 2
Blasco et al. 1981-1982
Cova
de Can Sadurní
Puñal
cobre/bronce
I-12717
4080 ± 100
2661
Carbón
Estrato I, capa 9,
hogar 2
Blasco et al. 1981-1982
Tab. 2. Dataciones absolutas relacionadas con los primeros objetos de oro y de cobre del nordeste de la Península Ibérica (programa empleado Calib 5.0). El valor calibrado es el resultado de la media de la datación calibrada a 1 σ ponderada por cada uno de los rangos de valores probables existentes (Soriano 2010: 49-50). Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona); La Prunera (Sant Joan les Fonts, Garrotxa, Girona); Balma de Cal Porta (Torà, Segarra,
Lleida); Cova de Can Sadurní (Begues, Baix Llobregat, Barcelona). Obj. met. = objetos metálicos; Lab. = Laboratorio.
Fig. 6. Cuenta bitroncocónica de oro del Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona)
(n.º 1) y ejemplares citados del sur de Francia y Portugal:
2. Pauilhac (Gers, Midi-Pyrénées); 3. Pouy-Mayou (Bartrès, Hautes-Pyrénées, Midi-Pyrénées); 4. Castellet (Fontvieille, Bouches-du-Rhône, Provence-Alpes-Côte d’Azur);
5. Sauzet 1 (Cazevieille, Hérault), 6. Les Avents 1 (SantMathieu-de-Tréviers, Hérault) y 7. Saint-Eugène (Laure,
Aude) en Languedoc-Rousillon; 8. Buraco da Pala (Mirandella, Portugal). 2 a 7 según Eluère (1977: 392), 8
según Comendador (1998: 218).
Saint-Eugène (Laure, Aude) acompañada de artefactos vinculados al grupo campaniforme. Por
último, el hallazgo de la cueva de Porte (Narbonne, Aude) se asocia sin ninguna duda al Bronce
Antiguo, constituyendo la única perduración detectada en esta cronología (Eluère 1982: 27).
Los únicos objetos áureos ligeramente similares al de Cau del Tossal Gros en la Península
Ibérica proceden del abrigo de Buraco da Pala
(Mirandella, Portugal). Son 2 cuentas bitroncocónicas de pequeñas dimensiones fechadas por radiocarbono a mediados del III milenio cal ANE
(Fig. 6: 8). Fueron localizadas en el nivel 1 de la
cavidad, asociadas a 4 cuentas esféricas y una
lámina de oro así como a varias concentraciones
de cuentas de piedra, mayoritariamente variscita
(Comendador 1998: 110-111).
Según Eluère (1977: 407-408; 1982: 136) la
cronología relativa de las cuentas galas se sitúa
claramente en el Neolítico Final, tal y como atestiguan varios contextos carentes de materiales
más modernos (Pauilhac, Pouy-Mayou, Sauzet 1,
Les Avents 1). La reutilización de estas sepulturas
por el grupo campaniforme o incluso alguna perduración durante el II milenio cal ANE no cues-
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¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir...
157
Fig. 7. Localización según el orden enumerado en el texto de las cuentas bitroncocónicas galas y portuguesas de oro
citadas como paralelos de la 1. Cau del Tossal Gros (Torroella de Montgrí, Baix Empordà, Girona): 2. Pauilhac (Gers,
Midi-Pyrénées); 3. Pouy-Mayou (Bartrès, Hautes-Pyrénées, Midi-Pyrénées); 4. Castellet (Fontvieille, Bouches-du-Rhône, Provence-Alpes-Côte d’Azur); 5. Sauzet 1 (Cazevieille, Hérault), 6. Les Avents 1 (Sant-Mathieu-de-Tréviers, Hérault), 7. Saint-Eugène (Laure, Aude) y 8. Cueva de Porte (Narbonne, Aude) en Languedoc-Rousillon; 9. Buraco da
Pala (Mirandella, Portugal).
tionan esta afirmación. Los dos casos de Buraco
da Pala corroboran esta cronología antigua. Por
otra parte, la ausencia de cuentas análogas en el
resto de territorio europeo con presencia campaniforme refuerza la desvinculación entre ambos
fenómenos.
El conjunto de datos expuestos nos inclina a
pensar que la cronología de la cuenta de Cau del
Tossal Gros no debe alejarse demasiado de finales
del IV-inicios del III milenio cal ANE. Así lo
indican la cronología relativa de los casos franceses y la proximidad geográfica con los mismos.
La datación radiocarbónica más antigua obtenida
en el yacimiento catalán (Beta - 252115 = 3450
cal ANE), aún sin poder asociarse con la cuenta,
es coherente con esta afirmación. A la vez se
constata que este tipo de adornos se vinculan
inequívocamente con el momento inicial de los
grupos del Neolítico Final.
5. CONCLUSIONES. LA PRIMERA
ORFEBRERÍA DEL NEOLÍTICO FINAL
El estudio de la cuenta de oro de Cau del
Tossal Gros ha documentado uno de los ejemplos
más antiguos de orfebrería prehistórica del nordeste de la Península Ibérica. A la vez y con
cierta sorpresa, la tecnología empleada en su producción (unión por bruñido de dos piezas laminares) denota un elevado grado de conocimiento
y destreza técnica. No tenemos constancia de la
existencia de objetos con similares características
en el resto de la Península Ibérica en fechas tan
tempranas.
En el área catalana los primeros objetos áureos
se sitúan dentro del Neolítico Final, en torno al
3000 cal ANE. Son los objetos de metal más
antiguos puesto que los primeros artefactos de
cobre se fechan en momentos ligeramente poste-
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Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer
riores (c. 2800 cal ANE) (Tab. 2). Las 4 únicas
piezas de oro documentadas en todo el territorio
son elementos ornamentales. De Balma dels Ossos (Berga, Berguedà) y Cabana Arqueta (Espolla, Alt Empordà) provienen 2 cuentas de tipo
esférico, carentes todavía de estudio tecnológico
que determine su proceso de producción (Castillo
1962; Tarrús 2002: 311). La única cuenta tubular
conocida, recuperada en La Prunera (Sant Joan
les Fonts, Garrotxa), consiste en una fina lámina
rectangular enrollada sobre sí misma (Rovira
Hortalà et al. 2005). Los objetos de oro vinculados con el grupo campaniforme (c. 2800 - 2350
cal ANE) son más abundantes. Son cuentas tubulares y apliques de lados opuestos abatidos procedentes de yacimientos del Empordà: Solar d’en
Gibert, Cova d’en Daina, Barranc o Dolmen d’en
Coto y Puig Roig o Cementiri dels Moros (Esteva 1964, 1970, 1976; Tarrús et al. 1983: 38-40;
Tarrús 2002: 343-356, 381-388). Sin embargo,
tampoco estas denotan una tecnología que supere
el trabajo de batido y recortado de un único producto laminar (Soriano 2010: 302-310). ¿Guardan estas diferencias tecnológicas alguna relación
con el origen de la orfebrería en esta región?
Actualmente, ninguna evidencia demuestra la
producción de objetos de oro entre los grupos del
Neolítico Final. Ciertamente, las labores de orfebrería requieren herramientas poco especializadas, muy similares a las empleadas en la metalurgia de base cobre (martillos, yunques, pulidores)
(Eluère 1982: 206; Armbruster 2010: 14-17). Sin
embargo, tampoco existen testimonios de la producción de cobre en estos grupos. Los vasos de
reducción y restos de fundición más antiguos se
relacionan inequívocamente con el grupo campaniforme (Balma del Serrat del Pont, Cova del
Frare, Vapor Gorina) (Martín et al. 1985; Alcalde
et al. 1998; Roig et al. 2009). A ello cabe sumar,
como se ha visto, que los primeros objetos de
cobre son ligeramente más tardíos que los de oro.
En sus inicios ambos metales sirvieron únicamente como productos manufacturados, siendo
desconocido su proceso de producción. Los datos
cronológicos, tipológicos y culturales atestiguan
la vinculación entre estos primeros objetos y los
centros metalúrgicos del sur de Francia (Soriano
2010: 486-497). Las continuas interacciones entre ambas regiones, visibles también en otras evidencias arqueológicas, denotan un constante movimiento de sujetos y objetos. La materialidad
arqueológica mayoritaria del Neolítico Final del
nordeste de la Península Ibérica ha sido definida
hasta día de hoy como Véraza, debido a las importantes similitudes que presenta con el grupo
homólogo francés del que se supone parte integrante (Martín 2003: 83-84). Otros artefactos documentados de forma más limitada, como cerámicas decoradas, cuentas de aletas globulares o
un botón de caliza tipo Durfort han sido vinculados a otros grupos de la misma región (Treïlles,
Ferrières, Fontbouisse) (Martín et al. 2002). Más
allá de estas evidencias materiales, determinadas
prácticas económicas e ideológico-simbólicas
apuntan también hacia el otro lado de los Pirineos. La reciente documentación de varias estatuas-menhir antropomorfas y grandes estructuras
de combustión con piedras termoalteradas tienen,
en el sur de Francia, unos referentes innegables
(Fortó et al. 2008; Moya et al. 2010). “Los paralelos expuestos en la cuenta de Cau del Tossal,
procedentes en su totalidad del país galo, constituyen una prueba fehaciente”. La ausencia de
análisis similares en las piezas francesas impide
conocer si repiten el característico proceso de
producción documentado en la cuenta catalana.
De lo que no cabe ninguna duda es que semejante procedimiento tecnológico parece ser desconocido en la Península Ibérica de forma sincrónica
(Perea 1991b: 35-36; Perea et al. 2010: 15-19).
Un segundo aspecto a señalar se refiere al
papel que el metal y, en concreto, el oro tuvo en
el seno de estas comunidades. La morfología de
las cuentas muestra una enorme coincidencia con
los tipos en uso contemporáneamente sobre otros
soportes (líticos, óseos, malacológicos). Se documentan cuentas esféricas realizadas sobre diferentes rocas y resinas fósiles. Las bitroncocónicas
guardan una gran semejanza con las más antiguas
de variscita y las cuentas tubulares con los dentalia. El oro se emplea inicialmente para producir
ornamentos análogos a los ya existentes en vez de
nuevos. Este dato indica que el aprovechamiento
del metal no puede relacionarse con sus mejores
propiedades físicas y mecánicas (ductilidad, moldeado, reciclado) respecto a las demás materias.
El conocimiento profundo de dichas propiedades
conllevaría el desarrollo de artefactos mejor adaptados al metal, como ocurre a partir de la irrupción
del grupo campaniforme. Únicamente aspectos
como la capacidad de reflejar la luz, que le aporta su peculiar brillo dorado, pueden explicar en
parte su aceptación. A ello hay que sumar que los
ornamentos de oro son cuantitativamente anecdó-
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¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir...
ticos dentro del registro arqueológico de este momento, caracterizado por una gran diversidad de
elementos decorativos. Todo ello indica que el oro
sería más bien un objeto de curiosidad, que se
emplearía conjuntamente con otras cuentas no
metálicas formando parte del mismo atavío. Su
repercusión social sería muy limitada y su valor
social no se alejaría, pues, excesivamente del otorgado a los restantes ornamentos.
Finalmente, se constata que los contextos de
hallazgo son funerarios salvo un caso en hábitat
(La Prunera). Este hecho, documentado de forma
idéntica en la mitad meridional de la Península
Ibérica, apunta hacia un uso del oro no exclusivamente funerario (Perea 1991a: 298, 1991b: 273275). Los elementos decorativos áureos se emplearían, como los restantes, en la vida diaria. Su
morfología relativamente robusta aseguraría cierta
resistencia y durabilidad, visible en la cuenta de
Cau del Tossal Gros. La introducción de muchas
de ellas en las tumbas, siempre de tipo múltiple
colectivo, responde a la inhumación del individuo
con sus abalorios cotidianos y no a la deposición
de elementos producidos expresamente con fines
funerarios (Soriano 2010: 315-316). Todo lo contrario se constata a partir del 2800 cal ANE con la
irrupción del grupo campaniforme. Por vez primera aparecen nuevas morfologías de ornamentos,
con una estructura más frágil (apliques de lados
abatidos) procedentes exclusivamente de tumbas
claramente individualizadas (Soriano 2010: 316318). Algunos de estos notables cambios en el uso
del oro han sido igualmente documentados en
áreas cercanas, como el Alto Valle del Ebro (Rodríguez de la Esperanza 2004, 2005: 105-108) o el
sur de Francia (Eluère 1982: 197). El gran salto
social desde el uso del producto metálico a la
producción metalúrgica había empezado.
AGRADECIMIENTOS
Por su colaboración y soporte técnico a los
siguientes investigadores: Alicia Perea (Centro de
Ciencias Humanas y Sociales, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid), José
M.ª González y Jesús Serrano (Asociación Española de Ensayos No Destructivos, Madrid) y Elio
Vivas y Rosa Dinares (Sección de Radiología y
Angiografía Rotacional del Hospital General de
Catalunya). Toni Roviras, director del Museo del
Mediterráneo, nos dio todas las facilidades posi-
159
bles para el estudio de la cuenta. Al resto de
miembros de Grupo de Investigación Arqueológica del Nordeste Peninsular - GRANEP, Paz
Balaguer, Emiliano Hinojo y Camila Oliart así
como a los dos evaluadores anónimos por la revisión y comentarios a este artículo. Esta investigación ha sido financiada por la Fundación Juanelo Turriano (Beca de Doctorado en Historia de
la Ciencia y de la Técnica) y la Secretaría de
Universidades del Departamento de Economía y
Conocimiento de la Generalitat de Catalunya
(2010ACOM00047).
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 162-170, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12086
Approach to disability in a population from the Argar Culture
Aproximación a la discapacidad en una población de la cultura de El Argar
María G. Roca (*)
Sylvia Jiménez-Brobeil (*)
Ihab Al Oumaoui (*)
Juan M. Tristán (**)
Fernando Molina (***)
ABSTRACT
(1) (2) (3)
A new research field is being developed on disability
in Archaeology and Physical Anthropology, which is investigated in this article in the context of the Argaric
Culture. More than 200 skeletons, coming from sites in
Granada province (Castellón Alto, Fuente Amarga, Cuesta del Negro, Terrera del Reloj and Cerro de la Encina),
were studied, finding four with signs of physical impairment: one male and one female who must both have used
a walking aid, and two males with shoulder dislocations.
All four individuals were buried according to Argaric
Culture rituals, beneath their dwellings, indicating that
they were not socially rejected. Nevertheless, further insight into disability in this culture is hampered by the
limited biological and archaeological data available.
RESUMEN
La discapacidad, entendida como la consideración de
una persona con invalidez por parte de su comunidad,
constituye un nuevo campo de investigación en Arqueología
y Antropología Física. Aquí se investiga este concepto en
el marco de la cultura de El Argar. Se han estudiado más
de 200 esqueletos procedentes de yacimientos de la provincia de Granada (Castellón Alto, Fuente Amarga, Cuesta del Negro, Terrera del Reloj y Cerro de la Encina)
(*) Laboratorio de Antropología, Facultad de Medicina,
Universidad de Granada. Avda. de Madrid 11. 18071 Granada.
E-mail: mgroca@gmail.com; jbrobeil@ugr.es;
oumaoui@gmail.com
(**) Dpto. de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud,
Universidad de Granada. Avda. de Madrid s/n. 18071 Granada.
E-mail: jtristan@ugr.es
(***) Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada. Campus Universitario
de Cartuja. 18071 Granada. E-mail: molinag@ugr.es
Received: 31-V-2011; accepted: 6-X-2011.
entre los cuales cuatro muestran señales de invalidez: un
hombre y una mujer que debieron haber requerido ayuda
para caminar y dos varones con luxaciones de hombro.
Los cuatro individuos fueron enterrados según los rituales
de la cultura argárica, bajo sus propias viviendas, lo que
indica que no fueron rechazados socialmente. Sin embargo, no se puede profundizar sobre la concepción de la
discapacidad en esta cultura puesto que los datos arqueológicos y biológicos son muy limitados.
Key words: Disability; Physical impairment; Archeology
of death; Bronze Age; Recent Prehistoric; Iberian Peninsula.
Palabras clave: Discapacidad; Invalidez; Arqueología
de la muerte; Edad del Bronce; Prehistoria Reciente;
Península Ibérica.
1. INTRODUCTION
There has been considerable recent interest in
the study of disability in the past, largely focussed
on the role of physically impaired individuals and
their survival in the group and on the possible
presence of some type of care (Berkson 2004;
Tarlow 2000; Thorpe 2008; Winzer 1997). The
most ancient cases that have been studied in
Palaeoanthropology are those found in Dmanisi
(Lordkipanidze et al. 2005), Atapuerca (Gracia et
al. 2009) and Shanidar (Trinkaus and Zimmerman
1982) among others. Many of these skeletons are
individuals who reached a relatively old age despite
physical impairment. They would have had limited
ability to contribute to hunting or gathering activities and would have died even earlier without
substantial help and care from their companions
Approach to disability in a population from the Argar Culture
(Roberts and Manchester 2007; Tarlow 2000).
Nevertheless, the fact that an individual lived longer than expected does not necessarily imply that
he/she received care (DeGusta 2002; Dettwyler
1991), and his/her position within the social group
cannot be determined from archaeological evidence alone (Dettwyler 1991). Moreover, any evidence that an individual was cared for does not
reveal the attitudes or rationale underlying this
treatment (Finlay 1999; Tarlow 2000). There are
further reports on individuals with physical impairment in recent Prehistory and even more in Classical Antiquity and Mediaeval times, and the difficulty in all cases is to determine how they were
considered in their societies (Buquet-Marcon et al.
2009; Darton 2010; Dickel and Doran, 1989;
Hawkey 1998; Lieverse et al. 2008; Oxenham et
al. 2009; Pany and Tescher-Nicola 2007; Phillips
and Sivilich 2006; Van der Sanden 1996).
Palaeopathology studies can offer biological
evidence of physical impairment but cannot provide direct evidence of disability, i.e., the relationship between impaired individuals and their societies (Shakespeare 1999). Disability is a cultural
understanding or social construct that leaves no
biological traces (Reid-Cunningham 2009; Tarlow
2000). In fact, a major shortcoming of the study
of disability in past populations is the difficulty of
avoiding the application of current concepts of
disability to other times (Cross 1999; Roberts
1999). For instance, there is a tendency to consider impaired individuals to be permanently disabled in our Western culture, which focuses on
economical and social factors in relation to the
ability to work. However, what is now medically
considered a disability may have been viewed
very differently in the past. In other words, injury
and impairment do not necessarily equate with
social exclusion (Anderson and Carden-Coyne
2007; Cross 1999). On the other hand, infertility
may have been regarded as more disabling than
any other physical problem in past societies (Tarlow 2000). It should be borne in mind that cultures differ in their conception of disability (ReidCunningham 2009). Thus, although a skeleton
shows severe lesions that might now be considered a disability, it is impossible to make concrete statements about how much these lesions
may have affected the individual’s life (Anderson
and Carden-Coyne 2007; Metzler 1999).
Because paleopathologists can only study injuries and abnormalities that affect the skeleton,
163
no data are available on other problems, such as
sight deficiencies or blindness, which affect a
large number of individuals. It can also be difficult to determine whether a case of impairment
is congenital or acquired. Furthermore, it is difficult to establish from the archaeological records
whether “different” children were victims of infanticide or abandonment, given the fragility of
children’s bones (Molleson 1999).
In individuals integrated within a social group,
with impairments produced by an accident or
disease, their previous social status would be crucial for their future. Thus, in the Middle Ages, an
individual contracting leprosy would be socially
rejected, whereas a traumatic injury would not
automatically relegate the sufferer to the ranks of
the impoverished and destitute (Knüsel 1999),
because other abilities that he or she possessed
could make the impairment irrelevant (Tarlow
2000). As we can see, recognising disablement in
the archaeological record is truly difficult because
we have only biological evidence and some cultural clues as to how the individuals were considered by the social group at the time of death.
Taking into account these limitations, we have
addressed the issue of disability in the Bronze Age
culture, a period of great social complexity. Our
main objective was to identify injuries and abnormalities that could cause physical impairment and
to assess whether this condition could be considered
a disability and whether these individuals were accepted or marginalised by their social group.
2. MATERIAL AND METHODS
The study population belongs to the Argar
Culture, typical of the South-East of the Iberian
Peninsula during the Bronze Age, which was
characterized in Europe by sociopolitical groups
in which status and power were extremely important (Harding 2000). All of these groups share
in common the emergence of elites, a high level
of political centralization, the competitive exchange of goods and ideas and a marked social
differentiation, alongside concepts of leadership
and hierarchical society (Cámara and Molina
2006; Chapman 2003; Chapman 2008; Guilaine
and Zammit 2002; Harding 2000). The social
dynamics of this period also included attributed
social status, hereditary privileges and power disparities. The different status of the members of a
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 162-170, ISSN: 0082-5638
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community is expressed in their access to basic
resources and power and in differences in their
habitat and funerary patterns (Aranda and Esquivel 2007; Cámara and Molina 2006; Castro
Martínez et al. 1993-1994; Lull 2000; Molina and
Cámara 2004, 2009).
The Argar Culture has been considered the
most important Bronze Age phenomena in the
Western Mediterranean (Siret and Siret 1890).
Populations lived in small villages on top of steep
hills dominating fertile valleys. There usually was
a walled acropolis at the highest point, surrounded
by dwellings on stepped terraces. The economy
was based on agriculture and livestock, with some
mining activity. The burials were beneath the
dwellings with skeletons in flexed position. Differences in the values of funeral goods are interpreted as signs of distinct social classes. There is
an elite, characterized by gold and silver funeral
goods, an intermediate class, and an underclass
with very poor goods or none at all (Cámara and
Molina 2006; Castro Martínez et al. 1993-1994;
Lull 1983, 2000; Molina et al. 1986; Molina and
Cámara 2004, 2009). The goods differed according to the sex of the individuals, demonstrating a
clear differentiation of roles between the sexes (Al
Oumaoui et al. 2004; Jiménez-Brobeil et al. 2004).
The presence of infant burials with very rich
goods indicates that social status was assigned
from birth (Molina 1983).
Our group has studied more than 200 individuals from the numerous archaeological excavations performed in Argar Culture sites in the
province of Granada: Castellón Alto (Galera),
Fuente Amarga (Galera), Cuesta del Negro (Purullena), Terrera del Reloj (Dehesas de Guadix) and
Cerro de la Encina (Monachil) (Fig. 1). The degree of preservation is highly variable, preventing
the observation of possible lesions in numerous
individuals (Battles 2009). In the archaeological
records of this sample, no individual was buried
outside the usual funerary rituals of this culture,
and no child showed features that indicated abandonment. We found no cases of congenital abnormality that could lead to physical impairment or
cases of poliomyelitis. Although numerous cases
of severe osteoarthritis were detected, these were
not considered because the clinical severity of
bone lesions does not consistently correspond
with physical impairment, and pain is highly subjective. Moreover, osteoarthritis is a characteristic of aging. Although the elderly tend to be
marginalised or rejected and considered as disabled in contemporary western society, this is
not the case in other cultures or in past times in
our culture, especially when life expectancy was
very short and age could be a sign of social prestige. Cases of consolidated fractures without deformation have also been excluded from our
study, since they may only produce impairment
during the healing period. Finally, we selected
four cases with lesions that not correctly healed.
The sex and age of these individuals are determined by pelvic and skull morphology, pubic
symphyses, sternal rib ends and cranial suture
(Byers 2002; Krogman and Isçan 1986; Suchey
and Brooks 1988).
Fig. 1. Iberian Peninsula. The studied sites are located in
the marked area (province of Granada): Castellón Alto
and Fuente Amarga (Galera), Cuesta del Negro (Purullena), Terrera del Reloj (Dehesa de Guadix), and Cerro de
la Encina (Monachil).
3. CASE REPORTS AND DISCUSSION
Case 1
This skeleton comes from the Castellón Alto
site near the village of Galera (Granada) and was
found in 2002 in burial n.º 112. The funerary
goods comprised a small pottery object and a
meat offering (ovicaprid bone), indicating a medium social level (Molina et al. 2003; RodríguezAriza and Ruiz Sánchez 1992). Meat offerings,
generally from goat, sheep or cow, denote a commensality ritual characteristic of the Argar Culture (Aranda and Esquivel 2007).
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to the other lesions, since the thigh must have
been very large, obliging him to walk with his
foot turned inwards. This position of his lower
limb and his upper extremity muscle development suggests that this man walked with the aid
of crutches or sticks. The right femur shows a
popliteal or Baker’s cyst (Fig. 3 upper). A Baker’s
cyst can be caused by herniation of the knee joint
capsule to the back of the knee. This commonly
occurs with a tear in the meniscal cartilage of the
knee and is related to a trauma (Johnson et al.
1997). A large cyst may cause some discomfort
or stiffness but generally has no other symptoms.
This lesion may be the result of overloading the
right leg while walking.
Fig. 2. Settlement of Castellón Alto (Galera, Granada).
Case 1, 35-39 years-old male, burial n.º 112: a. Left femoral diaphysis, lateral view; b. Detail of left femoral
diaphysis in posterior view; c. Detail of left distal epiphysis; d. Sections of normal right femur and of pathological left femur; e. Upper view from the tali. All photos:
S. Jiménez-Brobeil.
He was a 35-39 year-old male with a medium
degree of preservation and presents signs of
strong muscle development in the upper extremities and weak development in the lower members
(Al Oumaoui et al. 2004). He has two healed
traumatisms in the ribs, mild osteoarthritis in the
lumbar spine and Schmorl’s nodes in L1, L2, L3
and L4. Lesions on the left femur could be attributed to osteomyelitis (Fig. 2a-d). X-ray studies revealed no signs of trauma in this femur,
therefore the infection may have initiated in a soft
tissue injury and reached the bone via the blood.
A severe periostitis was detected on the left fibula
and on preserved fragments of the tibia, which
may indicate extension of the infection to the
entire lower limb. Signs of severe osteoarthritis
were observed in the left knee (Fig. 2c).
The left talus shows a varus deformation of
the head and neck (Fig. 2e) that may be related
Fig. 3. Settlement of Castellón Alto (Galera, Granada).
Upper Case 1, 35-39 years-old male, burial n.º 112: Detail of the popliteal or Baker’s cyst of right distal epiphysis. Down. Case 2, 41-60 years-old female, burial n.º 30:
Detail of femoral proximal epiphysis in anterior view. All
photos: S. Jiménez-Brobeil.
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Case 2
This skeleton also comes from the Castellón
Alto site. It was found in 1983 in burial n.º 30 that
contained the remains of a male and a female. The
present case is a mature woman, aged between 41
and 60 years, with a poor degree of preservation.
The funerary goods comprised a pottery object,
bronze awl and meat offering, indicating a medium social level in this community (Molina et al.
2003; Rodríguez-Ariza and Ruiz Sánchez 1992).
The individual shows ante-mortem loss of
some teeth, caries, some badly worn teeth and
signs of periodontal disease. The upper extremities show signs of strong muscle development
(Fig. 4a) (Al Oumaoui et al. 2004). A consolidated fracture can be observed in the distal
epiphysis of the left radius and a mild osteoarthritis in the thoracic and lumbar regions of the
spine. The lower extremities are slender and show
less signs of muscular development in comparison to the upper extremities. The left femoral
head is separated from the femoral neck and was
found inside the acetabulum (Figs. 3 down and
4b, c); the head shows a small area of necrosis
on the articular surface while the femoral neck
had undergone complete bone remodelling.
Fracture of the femoral head is a severe and
relatively uncommon injury, even nowadays.
Most patients with a femoral head fracture are
young people with posterior dislocation of the hip
joint after a high-energy trauma in which the knee
strikes a hard surface and the force is propagated
up the leg. The head fracture results from the
impact or from shearing by the acetabulum (Koval
and Zuckerman 2002). The hip, when flexed at
90° and slightly adducted, is at particular risk of
dislocation. The fracture and associated complications (necrosis, bone remodelling, heterotopic
ossification) indicate that this woman must have
had considerable difficulties in walking, which
may have led her to over-use her upper extremities, e.g. by using walking sticks or crutches.
This proposition is supported by the signs of
greater muscle development in the upper versus
lower extremities.
Case 3
This skeleton was found in 1983 at La Terrera
del Reloj site in Dehesas de Guadix (Granada)
Fig. 4. Settlement of El Castellón Alto (Galera, Granada). Case 2, 41-60 years-old woman, burial n.º 30:
a. Humeri. The arrows indicate muscular attachments;
b. Femora. Detail of proximal epiphysis in posterior
view; c. Coxae with left femoral head in acetabulum. All
photos: S. Jiménez-Brobeil.
(Molina et al. 1986). It comes from burial n.º 2.
The funerary goods comprised a pottery bowl,
bronze axe and necklace, denoting high social
status. The skeleton, which is in an intermediate
state of preservation (Al Oumaoui and JiménezBrobeil 2003), belongs to a male who died at the
age of around 24 years. The skeleton evidences
dental disease, cribra orbitalia and a mild traumatic injury on the frontal bone. The right shoulder shows some alterations, with a probable diagnosis of unreduced anterior dislocation of the
humerus, with a consolidated fracture of the lesser tubercle of the humerus and secondary osteoarthritis in the glenoid cavity (Fig. 5). These injuries could be caused by a fall onto the hand or
the elbow with the arm slightly abducted and
externally rotated (Mac Rae 1988). A time lapse
of 2-3 years since the accident would probably
be needed to develop the bone changes observed.
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The condyles of both femurs and the patellar
articular facets also show signs of osteoarthritis,
and the lower extremity bones have pronounced
marks corresponding to muscle development (Al
Oumaoui et al. 2004). These findings indicate
overloading of the knees, which could be a consequence of walking on the rugged and steep
terrain at this site.
Case 4
Fig. 5. Settlement of La Terrera del Reloj (Dehesa de
Guadix, Granada). Case 3, 24 years-old male, burial
n.º 2: a. Right scapula in anterior view; b. Lumbar
vertebra with disc herniation and mild degenerative
joint disease; c. Right humero-scapular joint. All photos: S. Jiménez-Brobeil.
With the humerus in anterior position, the arm
would remain at a distance of 15-20 cm from the
trunk when at rest. Given the condition of the
joint, abduction would be limited to little more
than 60° and retropulsion and internal rotation
movements would not be possible, although external rotation would be preserved (Kapandji
1984).
There are Schmorl’s nodes in T5, T7, T9, T10,
T11, T12, L1, L2 and L3 vertebrae. On the inferior surface of T7 and on the superior surface of
L2, the depression produced by the pulpous nucleus reaches the medullar canal, implying a posterior disk hernia (Fig. 5b). L2, L4 and L5 show
osteophytes, indicating the presence of osteoarthritis. In this young individual, the spinal lesions
would be secondary to the shoulder injury, resulting from attempts to compensate for his lack of
total shoulder abduction by rotating his trunk.
This skeleton was discovered in 1986 at Fuente Amarga site (Galera, Granada). It comes from
burial n.º 9 that contained the remains of a male
and a female and several funerary goods: two
pottery objects, a bronze dagger and a meat offering, denoting a medium social level (Fresneda
et al. 1999). The male, in a good state of preservation, died when he was between 50 and 59
years old.
The male skeleton evidences severe dental
disease, strong muscle development (Al Oumaoui
et al. 2004) and five healed rib fractures (6th, 7th
and 8th on right side and 7th and 8th on the left).
As in case 3, the right shoulder shows a series of
alterations with the probable diagnosis of unreduced anterior dislocation of the humerus but
without fracture of the lesser tubercle; a secondary osteoarthritis of the entire shoulder articulation can also be observed (Fig. 6a-c). In the right
wrist, there is a well consolidated fracture of the
distal third of the radius and another one of the
ulnar styloid process, with a mild secondary
osteoarthritis (Fig. 6d). The left wrist also shows
a consolidated fracture with a slight deformation
of the distal third of the radius, and some osteoarthritis on the distal head of the ulna. Because
of post mortem fracture of the bone, it cannot be
established whether the styloid process was also
fractured. It cannot be determined whether these
injuries occurred simultaneously or on separate
occasions. The condition of the shoulder implies
similar mobility limitations to those described in
Case 3. The wrist fractures would have caused
pain but little functional impotence, since they
healed with minimum deformity.
The skeleton reveals mild osteoarthritis in the
cervical sector of the spine (C1- C4) and moderate osteoarthritis in the thoracic (T4-T12) and
lumbar (L1-L5) sectors. T6, T7, T8, T9 and T10
vertebrae show signs of Schmorl’s nodes. T5
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velopment in their upper limbs indicates that they
needed some kind of walking aid to move around,
but they would not have been completely immobilized. The male (Case 1) may not have been
able to perform agricultural or mining activities,
which would require a normal capacity of movement, but this does not mean that he could not
work in other ways, e.g., in craftwork. According
to known activity patterns (Jiménez-Brobeil et al.
2004), Argaric females worked mainly in the domestic setting, and the woman (Case 2) should
not have been prevented by her lesions from
working in spinning, fabric-making, milling,
cooking or any other activity susceptible of being
performed sitting. A severe impairment of the
right arm was detected in the males in Cases 3
and 4. In Case 3, the spinal lesions suggest that
he continued with his daily activities.
According to the funerary characteristics of
their burials, all four individuals were considered
members of their community at the time of their
death, since they were buried beneath their homes
with funerary goods, and the meat offerings indicate a commensality ritual in which family members participated.
Fig. 6. Settlement of Fuente Amarga (Galera, Granada).
Case 4, 50-59 years-old male, burial n.º 9: a. Right scapula in anterior view; b. Right scapula in lateral view;
c. Right humeroscapular joint; d. Detail of distal epiphysis of right radius and ulna; e. Fusion of T11 and T12
vertebrae due to compression fracture. All photos: S. Jiménez-Brobeil.
presents a compression fracture, while T11 and
T12 form a block, with the vertebral bodies deformed into a wedge shape by another compression fracture (Fig. 6e). Although these lesions
may be related to the age of this individual, they
could be aggravated by his shoulder injury and
corresponding mechanical incapacity. There are
also signs of osteoarthritis in the hands, sacroiliac and coxo-femoral joints, knees and feet,
which would be related to his age rather than to
the traumatic lesions.
From the clinical standpoint, the four individuals described above present with physical impairment, but we cannot determine whether they
were considered disabled by their own society
(Metzler 1999; Shakespeare 1999). The mobility
problems in Cases 1 and 2 would be aggravated
by the environment at Castellón Alto, a stepped
village on top of a hill. The major muscular de-
4. FINAL COMMENTS
Out of a sample of more than 200 skeletons
from the Argar Culture, only four individuals
showed characteristics of physical impairment
not related to age. Although they all had severe
lesions, we are unable to determine whether they
were considered disabled. However, they continued to live for some time after their injuries
within a community that did not reject them although, perhaps, prevented a social rise. We know
nothing of any care they might have received and
we would be unable to establish the motivation
for any care (e.g., compassion, interest, fear, love,
etc.). We can, however, report that they were
considered as members of their community at the
time of their death, since they were buried according to the usual Argaric funerary rituals.
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 171-176, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12087
Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel)
Notice on a duplicate Iberian stela (Calaceite, Teruel)
Ignacio Simón Cornago (*)
RESUMEN (1)
Este trabajo llama la atención sobre la duplicación de
la conocida estela de Santa Ana (Calaceite), perteneciente al grupo de las llamadas estelas del Bajo Aragón de la
2.ª Edad del Hierro. El error parte del catálogo de estos
monumentos que Fernández Fuster editó en 1951. En él
interpretó una fotografía parcial de la mencionada estela,
publicada en Ars Hispaniae, como otro ejemplar, al que
hizo proceder del poblado de San Antonio (Calaceite).
Este error ha pervivido en la bibliografía hasta ahora.
ABSTRACT
The aim of this paper is to point out the duplication
of the well-known stele from Santa Ana (Calaceite),
which belongs to the so called ‘stelae of Lower Aragón’.
This mistake starts from the work of Fernández Fuster,
who in 1951 published a catalogue of these monuments,
considering a photograph in detail of the stele of Santa
Ana (published in Ars Hispaniae) as another item of the
‘stelae of Lower Aragón’, and assigning to it a new
provenance (San Antonio, Calaceite). This wrong duplication, making two stelaes from just one, has been kept
in later literature.
está constituido por los ejemplares del Bajo Aragón. Se documentan poco más de treinta piezas,
la mayoría de las cuales se conservan incompletas o son simples fragmentos. Su iconografía,
series de lanzas y jinetes, y el significado de la
misma han centrado el interés de la investigación,
aunque otros aspectos también han sido objeto de
debate: cronología, ubicación y funcionalidad.
Este trabajo, sin embargo, se ocupa de un problema mucho más concreto como es la duplicación
de uno de los ejemplares de Calaceite.
Fruto de las investigaciones de J. Cabré y
P. Bosch Gimpera durante los primeros decenios
del siglo XX en el Bajo Aragón, son las tres estelas
de Calaceite que editaron en el sexto número del
Anuari d’Estudis Catalans (1915-1920): Mas del
Rei, San Antonio y Santa Ana. Fernández Fuster
(1951), al interpretar en su catálogo de las estelas
bajoaragonesas una fotografía del último ejemplar
citado como una cuarta estela procedente de Calaceite, duplicó la pieza de Santa Ana (Fig. 1).
Palabras clave: Península Ibérica; Protohistoria; Iconografía; Grabado en piedra; Lanzas; Jinete.
Key words: Iberian Peninsula; Protohistory; Iconography; Engraved stones; Lances; Rider.
INTRODUCCIÓN
Uno de los conjuntos de estelas más conocidos y numerosos de la Protohistoria Peninsular
(*) Área de Historia Antigua. Dpto. de Ciencias de la Antigüedad. Universidad de Zaragoza. C/ Pedro Cerbuna 12. 50009
Zaragoza. Correo e.: isimon@unizar.es
Recibido: 9-III-2011; aceptado: 5-V-2011.
Fig. 1. Localización de Calaceite (Teruel) en la Península Ibérica.
Ignacio Simón Cornago
172
DESCRIPCIÓN
1. Mas del Rei (Fernández Fuster 1951: n.º
16): solo se conoce la noticia, recogida por J.
Cabré (1915-1920: 634), del descubrimiento de
una estela, que no pudo ver por haber sido inmediatamente reutilizada como material de construcción en una cabaña (Fernández Fuster 1951:
69-70, n.º 16; Marco 1978: 205, II.D.3; Domínguez et al. 1984: n.º 215).
2. Poblado de San Antonio (Fernández Fuster
1951: n.º 9) (Fig. 2): fragmento recuperado por
P. Bosch Gimpera (1915-1920: 663, fig. 515) entre la runa i terres de la costa Est de la muntanya, entre mig de terrisa, tobes, etc., caiguts de
dalt del poblat, del lateral izquierdo de una estela (35 × 24 × 12 cm). El borde está biselado y la
superficie frontal dividida por una línea horizontal. Bajo ella se conserva parte de una punta de
lanza y sobre ella otras dos lanzas, una de las
cuales lleva regatón. Todo ello está grabado en
negativo, técnica impropia del conjunto de las
estelas del Bajo Aragón, en las que se emplean
mayoritariamente líneas incisas para delimitar las
siluetas de los elementos representados. Se conserva en el Museu d’Arqueologia de Catalunya.
Barcelona (n.º inv. 34562).
La importancia cronológica de este hallazgo ha
sido señalada por P. Moret (2002: 125-126), puesto que el final del yacimiento, que se sitúa en las
postrimerías del siglo III a.C. o inicios del siguiente, proporciona una fecha ante quem previa a la
que generalmente se atribuye a estas estelas (siglos II/I a.C.). El carácter fragmentario del hallazgo lo invalida como argumento para defender una
localización de este tipo de monumentos en los
poblados o en sus proximidades (Bosch 19151920: 641). Por contra, sí está bien atestiguado su
reaprovechamiento como material de construcción
en los asentamientos. Sucede con varios fragmentos procedentes del yacimiento del Palao (Marco
1976: 90), que curiosamente conservan completa
su anchura, muy probablemente porque las estelas
fueron cuarteadas horizontalmente para su reutilización, obteniendo así sillares de un módulo más
manejable (Cabré 1915-20: 631; Moret 2002: 125;
Sanmartí 2007: 241, fig. 4).
3. Camino de Santa Ana (Fernández Fuster
1951: n.º 6) (Fig. 3): fue descubierta por un campesino en el transcurso de labores agrícolas en
una parcela sita al borde del camino que une
Calaceite con la ermita de Santa Ana, próximo a
Fig. 2. Estela del poblado de San Antonio, Calaceite
(Teruel): A. Dibujo de P. Bosch Gimpera (1915-20:
fig. 515); B. Fotografía del autor.
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Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel)
173
Fig. 3. Estela del camino de Santa Ana, Calaceite (Teruel): A. Dibujo de J. Cabré (1915-1920: fig. 438); B. Fotografía
del autor; C. Dibujo de L. Fernández Fuster (1951: Lám. IV).
San Antonio, con otras piezas de dimensiones y
forma similares pero sin ornamentar. La pieza fue
cuarteada por el labrador y posteriormente recuperada por J. Cabré (1908: 230-233, lám. 3;
1915-1920: 630-631, fig. 438). Actualmente se
conserva, en tres partes, en el Museu d’Arqueologia
de Catalunya de Barcelona (n.º inv. 19880). El
campesino informó de que en el mismo lugar
halló innombrables blocs de pedra, restes d’urnes,
fusaioles, pondus i boletes de fang pintades, restes de cremacions i altres objectes (Cabré 19151920: 630) (1).
(1) Sobre el lugar Moret et al. (2006: 150-151).
La estela mide 131,5 cm de alto, 39,5 cm de
ancho y 16 cm de grosor (2). Una orla delimitada
por dos líneas incisas y paralelas enmarca la cara
frontal en su extremo superior y derecho y, presumiblemente también por el izquierdo, que se conserva muy deteriorado. Dos líneas en zig-zag, configurando rombos, recorren el interior de la orla.
El espacio que delimita se divide en seis campos.
Los dos inferiores y superiores están ocupados por
series de puntas de lanza. El de arriba de los cen-
(2) Cabré (1915-1920: 630) indica una altura de 170 cm;
en el dibujo de este autor se señala un fragmento inferior, sin
ornar, que actualmente no se conserva.
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 171-176, ISSN: 0082-5638
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Ignacio Simón Cornago
174
trales recoge la imagen de un jinete que porta escudo oval. En el otro –muy erosionado– se aprecian líneas que conforman un diseño geométrico y
restos de otra representación de difícil identificación (Bosch 1913-14: 827, fig. 50; Fernández Fuster 1951: 66, n.º 6, lám. 4; Marco 1978: 205, II.
D.1, fig. 36; Domínguez et al. 1984: n.º 214).
4. Estela duplicada, atribuida a San Antonio
(Fernández Fuster 1951: n.º 7), aparece por primera vez en el catálogo citado de L. Fernández Fuster (1951). En él compila las estelas publicadas por
P. Bosch Gimpera y J. Cabré, a las que añade algunas otras inéditas que Cabré había recogido en
volumen del Catálogo Monumental de España dedicado a la provincia de Teruel (inédito). Cataloga
las piezas de Mas del Rei y Santa Ana, mientras
que adjudica de forma errónea a Palermo (Caspe)
la hallada por Bosch Gimpera en San Antonio.
Añade la número 7 de su corpus, que dibuja
y localiza en San Antonio de Calaceite (Fig. 4A).
Además señala: “depositada en Barcelona. Museo Arqueológico Nacional”, dato de interés, pues
es la única pieza del catálogo donde se indica la
institución en la que se conserva. También ofrece
dos referencias bibliográficas de A. García y Bellido. La primera (García y Bellido 1943: 100 y
fig. 125) corresponde a un breve comentario genérico sobre las estelas bajoaragonesas y a una
fotografía de la estela con jinete de Palermo (Caspe). La segunda (García y Bellido 1947: fig. 398)
se refiere a la fotografía de una estela publicada
en Ars Hispaniae con la siguiente nota al pie:
“estela de las lanzas, oriunda de Calaceite (Museo de Barcelona)” (Fig. 4B). Es la estela de
Santa Ana, de la que sólo se reproducen los campos de la parte superior, con el jinete y las puntas
Fig. 4. Estela del camino de Santa Ana, Calaceite (Teruel): A. Fotografía en A. García y Bellido (1947, fig. 398);
B. Dibujo que copia la fotografía anterior, L. Fernández Fuster (1951: lám. V).
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Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel)
de lanza. Es evidente, si se compara la fotografía
con el dibujo de Fernández Fuster (1951: lám. V),
que éste copia la imagen parcial de la pieza del
camino de Santa Ana reproducida en Ars Hispaniae. El autor la describe así: “orla de rombos
encuadrando un campo dividido en tres cuarteles,
iguales los dos superiores y sensiblemente mayor
el inferior. Los dos primeros ostentan lanzas; el
inferior un jinete desnudo, al parecer, y tocado de
casco o gorro con cimera. Como el de la estela
núm. 6 (se refiere a la de Santa Ana) monta a
estilo mujeril. Pertenece también a la segunda
época”. La única diferencia entre los dibujos realizados por Fernández Fuster (1951: lám. IV y V)
(Figs. 3C y 4B) de estas supuestas dos piezas es
que el escudo que porta el jinete falta en el segundo de ellos, por tratarse de un detalle más
difícil de discernir en la imagen de Ars Hispaniae. También añade en la descripción el dato del
‘casco o gorro cimerio’ que, ni representa en su
dibujo, ni se aprecia en la fotografía ni tampoco
en el original.
CONCLUSIONES
Consideramos que Fernández Fuster (1951)
interpretó y dibujó como una nueva pieza lo que
no era sino una fotografía de la parte superior de
la estela de Santa Ana, haciendo proceder a ambas de San Antonio. El error probablemente se
debe a que el texto de Ars Hispaniae nada expli-
175
cita sobre la figura en la que aparece la estela, a
excepción de la procedencia (“oriunda de Calaceite”) y el lugar de conservación (Museo de
Barcelona) (3) en el pie de foto. Posiblemente
influyó también que en aquellas fechas no se
hubiera publicado ninguna reproducción fotográfica del ejemplar de Santa Ana, del que sólo se
conocía el dibujo de Cabré. Como resultado del
error de la única estela con jinete procedente de
Calaceite se hicieron dos, que han persistido en
toda la bibliografía posterior (Blázquez 1977:
282; Marco 1978: 205, II.D.2; Domínguez et al.
1984: n.º 214; Beltrán 1996: 177-178; Quesada
1994: fig. 1b, 1997: Apéndice V, n.º 71), motivo
que, pensamos, justifica esta breve nota.
Otro problema, ya señalado por S. Melguizo
(2005: 66), es la incorrecta atribución del lugar de
hallazgo de dos de estas estelas. Como ya hemos
comentado, Fernández Fuster (1951: 67; también
en Marco 1978: 203, II.C.3) catalogó en su trabajo como procedente de Palermo (Caspe) la encontrada por Bosch en San Antonio. Por contra y, casi
paradójicamente, la más conocida de las estelas
de Palermo (Bosch Gimpera 1915-1920: 665,
Fig. 493), en la que aparece representado un jinete, un infante herido y dos series de lanzas, se ha
considerado en ocasiones como procedente de San
Antonio (Domínguez et al. 1984: lám. XXIII.1;
Beltrán 1996: Fig. 176; Quesada 1997: 413-414,
Fig. 250, n.º 65). La Tabla 1 sintetiza estos errores, surgidos en la bibliografía posterior a la edición de Cabré y Bosch Gimpera.
Cabré (1915-1920), Bosch (1915-1920)
Fernández Fuster (1951)
Mas del Rei, Calaceite (n.º 1)
Mas del Rei, Calaceite
San Antonio, Calaceite (n.º 2)
Palermo, Caspe
Santa Ana, Calaceite (n.º 3)
San Antonio, Calaceite
Duplicada (“San Antonio, Calaceite”) (n.º 4)
Domínguez et al. (1984):
San Antonio, Calaceite
Palermo, Caspe
Tab. 1. Cotejo de las atribuciones publicadas sobre las estelas de Calaceite (Teruel).
(3)
(3) En el Museo de Barcelona se conservan 8 estelas del
Bajo Aragón: la estela del Camino de Santa Ana (n.º inv. 19880);
el fragmento de San Antonio (n.º inv. 34562) recuperado por
Bosch; la estela con jinete (n.º inv. 19878) y un fragmento con
dos puntas de lanza (n.º inv. 30655) de Palermo; 2 fragmentos
de Mas Pere de la Reina (n.º inv. 30654 y 30655; Cabré 191520: Figs. 633, 441 y 442) y 2 fragmentos de procedencia insegura (n.º inv. 34563 y 34561).
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 171-176, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2012.12087
Ignacio Simón Cornago
176
AGRADECIMIENTOS
Este artículo se incluye en el proyecto “Los
soportes de la epigrafía paleohispánica” (20092010) FFI2009-13292-C03-03. Agradecemos a
F. Beltrán y F. Marco sus observaciones sobre
este trabajo y a E. Sanmartí su ayuda y colaboración, sin ellas este estudio no hubiera sido
posible.
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doi: 10.3989/tp.2012.12087
TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638
RECENSIONES Y CRÓNICA CIENTÍFICA
Katina T. Lillios (ed.). Comparative Archaeologies. The American Southwest (AD 900-1600)
and the Iberian Peninsula (3000-1500 BC). Oxbow Books. Oxford & Oakville, 2011, 296 pp.
ISBN: 978-1-935488-26-2.
El acierto de esta obra y del seminario celebrado
en 2006 en la Universidad de Iowa (EE.UU.), su punto de partida, es doble. El primero es el análisis comparativo de dos procesos históricos alejados en el
tiempo y en el espacio como procedimiento de reflexión y análisis. Como Timothy Earle plantea en la
introducción, en las últimas décadas el estudio de las
sociedades del pasado se ha centrado en particularidades regionales y casos individuales. Pero, a pesar de
sus limitaciones, la analogía es una forma de conocimiento indispensable para explicar la variabilidad de
las sociedades humanas. La tensión epistemológica
generada al analizar elementos comunes y divergentes
en amplias escalas temporales o espaciales no justifica
desestimar el enfoque comparativo. Al contrario, la
analogía permite identificar lo particular y lo general,
lo exclusivo y lo compartido y estimular nuevas teorías y procedimientos de análisis.
El segundo acierto consiste en el impulso de esta
obra para situar el debate científico en la Península
Ibérica en la escena internacional. Este déficit de la
tradición historiográfica ibérica en los últimos años ha
comenzado a ser subsanado por una nueva generación
de arqueólogos y arqueólogas de la que son una buena
muestra los que participan en esta publicación.
La obra tiene 5 secciones temáticas: Historias, Paisajes, Cuerpos, Género y Arte. Cada una incluye 3 capítulos, uno por área comparada, más un tercero que
introduce la temática tratada, valora las similitudes y
diferencias y plantea futuras líneas de investigación.
Completan el índice una introducción sobre Arqueología
Comparativa y unas Conclusiones. El objetivo general
es el estudio comparado de las dinámicas históricas del
suroeste de los EE.UU. (900-1600 AD) y de la Península Ibérica (3000-1500 BC), que comparten el desarrollo
de determinadas formas de complejidad social.
La primera sección aborda la aparición y colapso
de complejos sistemas de organización social a través
de dos yacimientos emblemáticos: Chaco Canyon y
Los Millares. Según Stephen H. Lekson, el factor clave para la comprensión de las dinámicas sociales que
ejemplifican ambos poblados sería su nexo con distan-
tes, más antiguas y complejas civilizaciones como las
mesoamericanas o del Mediterráneo Oriental. La aparición de los estados, en regiones periféricas como el
suroeste norteamericano y la Península Ibérica, sería
un desarrollo secundario de los continuos contactos
con formas primarias de organización estatal.
Pedro Díaz del Río plantea una sugerente alternativa crítica al ambiente teórico que ha convertido la
búsqueda del estado más antiguo en el objeto de deseo
de muchos investigadores peninsulares que no dudan en
construir intrincadas narrativas con evidentes desajustes
respecto al registro material disponible. El autor analiza
los patrones de asentamiento, las construcciones defensivas, el tamaño de las cabañas, los patrones de consumo y las prácticas funerarias de Los Millares. Como
alternativa a su caracterización como estado tributario,
atribuye el tamaño y complejidad del asentamiento a la
habilidad de ciertos linajes de atraer y mantener una
fuerza de trabajo que propiciaría una producción excedentaria y facilitaría la acumulación de riqueza y prestigio. La construcción colectiva de estructuras monumentales crearía el sentido de comunidad y la capacidad
de mantener la agregación poblacional.
En la sección Paisajes, Peter N. Peregrine analiza las
interrelaciones a escala macro-regional entre el sureste
y suroeste norteamericano con las poblaciones mesoamericanas del Período Postclásico. Valora los numerosos
objetos suntuarios mesoamericanos en Chaco Canyon y
su práctica ausencia en el poblado de Cahokia, como
resultado de tradiciones culturales divergentes a escala
continental. La posición periférica de Chaco Canyon
requeriría de símbolos de poder para consolidar y justificar la emergente jerarquización social, frente a Cahokia
integrado en un paisaje cultural compartido con Mesoamérica gracias a profundos y dilatados contactos.
Leonardo García Sanjuán analiza la permanencia
ritual e ideológica de paisajes monumentalizados
mediante construcciones megalíticas en la Península
Ibérica. El autor acierta al romper con la visión evolucionista y de linealidad histórica, común en la investigación prehistórica peninsular, resaltando los
elementos de continuidad cultural. Los conceptos
transformaciones, invocaciones, ecos y resistencia articulan las principales evidencias materiales relacionadas con prácticas de reutilización y la discusión del
contexto social y político en el que se producen.
En la sección Cuerpos, Ventura R. Pérez analiza las
causas, escala y naturaleza de las prácticas violentas
Recensiones y crónica científica
178
documentadas en las comunidades Pueblo. La información bioarqueológica incluye restos humanos desarticulados en contextos no funerarios con marcas de corte,
fractura y exposición al fuego y enterramientos con
evidencias de heridas por acciones violentas. El autor
reivindica una mayor atención al contexto arqueológico
y un análisis más preciso de los conjuntos osteológicos.
Así, plantea diferentes interpretaciones, no siempre relacionadas con prácticas violentas, para explicar la variabilidad antropológica y de sus contextos espaciales.
Para la Península Ibérica, Estella Weiss-Krejci estudia las prácticas funerarias relativas al tratamiento
de los cuerpos y a su deposición. La manipulación de
cuerpos y restos osteológicos incluye prácticas de desarticulación, descarnado, deshidratación, impregnación
con ocre y exposición al fuego. Los ritos de inhumación implican, en numerosas ocasiones, la deposición
temporal del cuerpo, su posterior exhumación, tratamiento y enterramiento total o parcial. Estas prácticas
rituales generan un complejo registro arqueológico y
la oportunidad de analizar una diversidad cultural
poco explorada y en exceso simplificada.
En la sección Género, Marit K. Munson analiza las
relaciones entre religión, estatus y género en las comunidades Pueblo a partir de las representaciones gráficas sobre cerámica, paredes rocosas y los muros de
las “kivas” (estructuras rituales). La variabilidad en el
estilo, diseño, técnicas, procesos de aprendizaje y habilidades motoras que exigen las decoraciones de cerámicas y de paneles rocosos, sugiere grupos sociales
diferentes para cada actividad. La autora suma la analogía transcultural para concluir que las mujeres hicieron la cerámica y los hombres los petroglifos.
Rui Boaventura analiza las implicaciones de género en el intercambio a larga distancia entre las regiones
de Lisboa y el Alentejo durante el Neolítico Final. La
analogía transcultural es de nuevo utilizada para asociar con los hombres cualquier actividad que implique
desplazamientos a cierta distancia y con las mujeres
las tareas productivas cercanas al espacio doméstico.
En la sección Arte, Jill E. Neitzel analiza la arquitectura ceremonial, adornos, objetos rituales y cerámicas decoradas del Período Prehispánico. Las características, contextos de deposición y variabilidad espacial
y temporal de dichas manifestaciones reflejarían las
estrategias de las élites para legitimar y consolidar su
posición social. Estrategias basadas en el uso contradictorio de prácticas que enfatizan tanto un poder
basado en rituales compartidos de forma comunitaria
como centralizados y exclusivos de ciertos líderes.
Sara Fairén Jiménez se centra en las representaciones rupestres del levante peninsular. Analiza los estilos
macroesquemático, esquemático y levantino a partir
de su localización topográfica, accesibilidad, visibilidad, tipo y características de los motivos y capacidad
del sitio para acoger a un mayor o menor número de
personas, estableciendo diferentes patrones conduc-
tuales. Relaciona las representaciones y las posibles
vías de comunicación, clasificando los sitios como
lugares de paso o de destino, y destaca la elección de
áreas con reducida o nula visibilidad.
La posibilidad de establecer un proceso comparativo con cierta profundidad presenta algunas debilidades
y limitaciones ya que se trata de dos procesos históricos anclados en tradiciones de investigación resultado
de ámbitos sociales, políticos e intelectuales particulares. Las variables analizadas son diversas y el modo
como han sido medidas y caracterizadas limita la comparación. Ello conduce a una yuxtaposición de temáticas más que a una contrastación efectiva. Las diferencias de escala espacial y, sobre todo, temporal tampoco
favorecen la comparación. Los períodos fluctúan entre
los aproximadamente 700 años del suroeste de EE.UU.
y los 1.500 años de la Península Ibérica. Además, la
alta precisión en las cronologías del suroeste contrasta
con la escasez de fechas absolutas peninsulares.
Se echan en falta temas que consideramos relevantes para cualquier ejercicio comparativo de esta naturaleza. Por ejemplo, el tipo y características de las
prácticas agrícolas, ganaderas y artesanales, las formas
de organización de la producción y su grado de especialización, un tema muy recurrente en la interpretación de la complejidad social en la Península Ibérica,
o incluso una comparación más precisa de los rituales
funerarios. Quizás, el procedimiento de call for papers
utilizado en la organización del seminario haya condicionado en exceso las posibilidades de comparación.
Al margen de las limitaciones planteadas, ejercicios
comparativos como el presente son deseables e imprescindibles, ya que el razonamiento por analogía es parte
indispensable de la arqueología. Comparative Archaeologies abre una línea fundamental de reflexión y análisis sobre la que es necesario profundizar si pretendemos
conocer y explicar la variabilidad cultural humana.
Gonzalo Aranda Jiménez. Dpto. de Prehistoria y
Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Granada. C/ Campus Cartuja s/n. 18071 Granada. Correo e.: garanda@ugr.es
De Méditerranée et d’ailleurs... Mélanges offerts
à Jean Guilaine. Archives d’Écologie Préhistorique. Toulouse, 2009, 853 pp., ils. c. y n. ISBN:
978-2-35842-001-3.
Este homenaje a J. Guilaine refleja perfectamente
la diversidad de sus trabajos y su impacto más allá de
las fronteras regionales o nacionales, durante los últimos 40 años. Incluye más de 50 artículos de autores
de 6 nacionalidades, escritos en francés, español o
italiano. La mayoría han participado actualizando importantes artículos de revisión y muchos se formaron
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Recensiones y crónica científica
179
con Guilaine. El tono no es falsamente halagador,
puesto que matizan y a veces contradicen las opiniones de un investigador que nunca ha dudado en poner
en cuestión sus propias teorías cuando lo creía necesario. Hay un toque de malicia en la disposición de las
contribuciones, intercaladas en la obra como si se
barajaran cartas, lo que desafía al lector a recuperar
una secuencia lógica de la obra.
J. Guilaine ha consagrado buena parte de su actividad de campo en el sur de Francia al estudio de las
estratigrafías en cuevas. Las secuencias presentadas en
este volumen se refieren al Epipaleolítico y Mesolítico. J. Vaquer y M.-P. Ruas estudian respectivamente
la industria lítica y los numerosos macro-restos procedentes de 3 antiguos sondeos de la cueva de l’Abeurador. M. Barbaza da un balance sobre la definición
del Aziliense a través de las series de la cueva Troubat.
El Aziliense y el Sauveterriense aparecen en la estratigrafía de la Balma del Gai (Cataluña), donde Guilaine había trabajado durante los 1970. P. García-Argüelles et al. insisten en la presencia de restos muy
numerosos de conejos, un animal de madriguera.
F. Briois y J. Vaquer estudian la industria lítica procedente de la estratigrafía de la cueva de Buholoup, en
los Pirineos, con niveles desde el Aziliense al Neolítico antiguo “Epicardial” de tipo Gazel IV.
La publicación por D. Sacchi de las cartas inéditas
de M. Raphaël sobre el supuesto carácter antropomorfo de las figuraciones esquemáticas en los cantos pintados azilienses, es más original en este contexto.
M. Lorblanchet prolonga la reflexión de Guilaine y
Zammit sobre el significado de las representaciones de
violencia, relativamente numerosas a partir del Neolítico, pero prácticamente ausentes durante todo el
Paleolítico. Sobre este “sustrato” se produce un importante evento al que J. Guilaine ha estado particularmente vinculado: la neolitización y el Neolítico en
los contornos del Mediterráneo.
La contribución de E. Crubézy sobre el poblamiento del Mediterráneo es una síntesis actualizada que
relaciona los resultados de los estudios paleogenéticos,
antropológicos y culturales disponibles sobre este tema.
El autor subraya que los datos tienden a relativizar la
importancia dada al Neolítico como un factor de discontinuidad, y ponen de relieve otras contribuciones
importantes y más recientes. El impacto del Neolítico
como movimiento de población sólo parece detectarse
en los grupos genéticos del sureste de Europa.
Sobre los períodos neolíticos y predinásticos del
antiguo Egipto, B. Midant-Reynes y F. Briois presentan los notables resultados en el sitio KS 043 del oasis
de Kharga, con el descubrimiento de niveles prebadarienses (4800-4400 a.C.), unidos a la explotación de
antiguos pozos artesianos. Y. Tristan propone confrontar los datos arqueológicos e iconográficos que ilustran
los útiles vinculados a las primeras prácticas agrícolas
en el valle del Nilo.
El estudio del PPNA de Jerf el Ahmar (valle del
Eúfrates) aborda el primer desarrollo de la agricultura
en el Próximo Oriente. D. Stordeur y G. Willcox sugieren el cultivo de cereales antes incluso de que las
prácticas agrícolas produjeran transformaciones reales
en su morfología, hacia 9500 a.n.e. Por su parte,
R. Valla estudia 3 grandes morteros de piedra natufienses, encontrados in situ en Malaha y Hayonim, en
Israel, cuyo uso para descascarillar cereales no es la
única interpretación posible. La colonización de la isla
de Chipre marca una etapa importante en la expansión
del Neolítico al Próximo Oriente. M. Azéma presenta
una reconstrucción virtual sintética de las arquitecturas domésticas de Shillourokambos, poblado inicialmente excavado por Guilaine. J.-D. Vigne estudia los
restos de fauna del sector 1 y se plantea la cuestión de
los medios empleados para el transporte de estos animales en un trayecto marítimo de más de 70 km.
Cuatro contribuciones se refieren a la neolitización
de los Balcanes y de Europa suroriental. A partir del
ejemplo de la cueva Franchthi, en Grecia, C. Perlès
reflexiona sobre el significado de los conjuntos líticos
del Neolítico europeo y destaca la importancia de los
hechos sociales que explican la adquisición y transformación de esta materia prima. J.-P. Demoule propone
una síntesis extensa sobre la periodización del Neolítico antiguo de la Europa balcánica. La voluntad de
estas comunidades neolíticas de mantener una densidad demográfica débil sería el verdadero motor de una
difusión rápida de la neolitización balcánica. El estudio de C. Commenge sobre el material procedente
del nivel III de Madzari, en Macedonia (VI milenio
a.n.e.), analiza la tecnología de la alfarería y la fabricación de adobe. M. Lichardus publica un corpus de
44 sellos en tierra cocida procedentes de Koracevo
(Bulgaria). J.-F. Berger discute y precisa el modelo
arrítmico propuesto por Guilaine para explicar la expansión del Neolítico en Europa.
A pesar de la implicación personal de Guilaine en
el estudio del Neolítico inicial en el sur de Italia, sólo
hay una contribución sobre el tema. G. Radi y C. Tozzi tratan las relaciones entre la cultura con cerámica
pintada de Catignano y el complejo de la cerámica impresa. A. Beeching tambien aborda las interacciones
culturales, pero en la Italia del Norte, resaltando la
frecuencia de préstamos e intercambios apreciables en
sentido este-oeste y la rareza de los norte-sur, sobre
todo en el valle del Ródano. Por su parte, C. Manem
y T. Perrin matizan los nexos previamente establecidos
entre el cardial tirreno y el “franco-ibérico”. El primero es, seguramente, el más antiguo, pero la anterioridad de las fechas disponibles para la Península Ibérica
en relación con las del sur de Francia se opone al
modelo difusionista. Otros grupos culturales del norte
de Italia, como el de Fiorano, podrían haber jugado un
papel un poco más importante del que se había supuesto. Las problemáticas expuestas en estos artículos no
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son ajenas a la de la difusión de las primeras producciones de brazaletes o hachas en roca verde de origen
alpino. Las hachas aserradas descubiertas en Lugrin
(Alta-Saboya) merecen una nueva interpretación de
P. Pétrequin et al., privilegiando la hipótesis de un
depósito “ritual” sobre la del aprovisionamiento directo en origen, al pie del Monte Viso.
Numerosos artículos ilustran el impacto de los trabajos de J. Guilaine en la Península Ibérica, sobre todo
en Cataluña y Valencia. J. Bernabeu et al. constatan la
presencia de un Neolítico antiguo precoz en el interior
peninsular, asociado a un estilo cerámico calificado
como Epicardial. Difiere claramente del Cardial de la
costa mediterránea, aunque sea contemporáneo. Los
descubrimientos efectuados en 2006 en El Barranquet
(Valencia), se atribuyen al complejo impreso, como
Portiragnes en el sur de Francia, situado a más de 900
km de distancia. Esta primera oleada de colonización
neolítica estrictamente litoral, podría ser una alternativa para este otro Neolítico antiguo ibérico lo que
resulta una hipótesis de trabajo apasionante. La presencia de cerámica pintada en la estratigrafía de Cendres es todavía más difícil de explicar, a menos que se
hagan intervenir hipotéticos contactos con el sur de
Italia por vías marítimas africanas.
En Portugal, J. Zilhão presenta los resultados de
algunos sondeos efectuados en la Galeria da Sisterna.
Atribuye la cerámica al Neolítico antiguo portugués,
sobre la base de una clasificación tipológica y de la
cronología regional. Sólo algunos materiales funerarios pertenecerían a un Cardial antiguo, fechado por
C14 en torno al 5400 a.n.e. Sus paralelos apuntan a
implantaciones cardiales en la región de Valencia, tomando nota de la ausencia de brazaletes, cucharas y
algunos útiles de hueso. Martí Oliver et al. se interesan
por el caso particular de una decena de cerámicas con
pico vertedor, procedentes de la Cova del Or, en Alicante, interpretadas como biberones para alimentar
niños o animales jóvenes. En Cataluña, M. Molist et
al. proponen un estudio más completo de los elementos cardiales recogidos en la Caserna de San Pau del
Camp, una serie muy útil para completar los procedentes de estratigrafías en cueva, como la de Can
Sadurni. J. Tarrús actualiza los recientes descubrimientos sobre la arquitectura de hábitats neolíticos,
aludiendo a las excavaciones de La Draga o Barranc
d’en Fabra para la fase antigua, y a las de Can Isach,
para el Neolítico medio y reciente.
Casi todas las contribuciones del Neolítico medio
se refieren a contextos funerarios, especialmente megalíticos. Un notable artículo de A. Gallay valora el
lugar de G. Childe en los estudios megalíticos de
Europa occidental. El texto tiene un doble filo, dado
el carácter estrictamente descriptivo y recopilatorio
que el autor da a los trabajos de J. Guilaine. Es una
defensa tan brillante de otra escuela de pensamiento
que resalta la apertura de espíritu de quienes han pu-
blicado esta obra. Sorprende, en cambio, la ausencia
de contribuciones sobre este tema de H. Duday o
R. Joussaume. El estudio de J. M. Large sobre los
alineamientos del Douhet en el islote Hoëdic, en Morbihan, demuestra la implantación de las filas de menhires sobre un antiguo suelo, con dataciones radiocarbónicas del segundo cuarto del V milenio a.n.e. y un
ajuar coherente. Hay fotos inéditas de las excavaciones efectuadas, aquí y en Téviec, por M. y S.-J. Péquart hace más de 50 años.
Si el Golfo de Morbihan cuenta con más de un
millar de monumentos, en Galicia se han catalogado
casi diez mil, como subraya A. Rodríguez Casal en una
síntesis que destaca la importancia de las ideas recientemente desarrolladas sobre el tema por P. Bueno Ramírez y R. de Balbin Berhman para la Península Ibérica. La contribución de A. Augereau y Ph. Chambon
se fija en los ajuares recogidos en contexto sepulcral
en la cuenca de París y Borgoña. A partir del estudio
de los restos carpológicos procedentes de un hogar
atribuido al Chassense reciente en la estratigrafía de la
Baume de la iglesia de Baudinard (Var), P. Marinval
cuestiona el lugar del centeno como planta adventicia
o cultivada esporádicamente del Neolítico a la Edad
del Bronce en Europa occidental y balcánica.
Hay 4 artículos sobre los inicios de la Edad del
Cobre. El primero es una síntesis de R. Grifoni Cremonesi sobre este período en Italia central, actualizada
por el resultado de las excavaciones en Sesto Florentino, que aportan nueva luz sobre sus relaciones con la
cultura de Rinaldone. En Cerdeña, M. G. Mélis recuerda los paralelos propuestos entre la facies de Monte
Claro y los de Zambujal (Portugal) de la misma fecha.
M. Laroche et al. estudian los sellos de tierra o arcilla
en la cabaña 28 de la Capitelle du Broum (Languedoc).
En Gers, el inventario de hachas planas en cobre llega
a 5 ejemplares con la publicación de J.-P. Cantet.
Otras 4 contribuciones a diferentes escalas geográficas abordan el campaniforme. L. Salanova ha querido refutar la reciente hipótesis de J. Guilaine sobre un
posible origen del fenómeno en Sicilia, insistiendo en
la distribución y origen atlántico de este tipo de decoración “marítima” o “internacional”. También a escala
europea, M. Besse et al. proponen un origen carpático,
hacia el 2500 a.n.e. para las jarras con asa y los vasos
polípodos, que acompañan al Campaniforme. Las modalidades de su difusión en Europa central y oriental
se confrontan con los estilos de los vasos decorados
que se les asocian, cuyo origen se sitúa, por el contrario, hacia el 2800 a.n.e. en la Península Ibérica. O. Lemercier realiza una síntesis sobre el campaniforme del
sureste de Francia y compara el grupo “ródano-provenzal” con el de Ciempozuelos en el centro de España. Si los estilos pueden compararse a muy grandes
escalas, la factura de los objetos parece, sin embargo,
casi siempre local, como demuestra de nuevo el estudio petrográfico de F. Convertini de 24 vasos campa-
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niformes procedentes de 7 dólmenes del Aude: sólo
uno se ha desplazado más de 70 km.
Todas las contribuciones relativas a la Protohistoria, con una excepción, se concentran en el sur de
Francia. J. Gascó estudia los cambios culturales durante la Edad del Bronce meridional, con la idea de
las barreras reflectantes que comportan, en uno y otro
lado, modificaciones en cascada para grupos que apenas mantienen relaciones entre sí. L. Carroza et al. y
J. Abelanet estudian la cueva de Fraux y la necrópolis
de Moulin de Mailhac asociando los motivos de los
grabados parietales con los de las decoraciones presentes en las cerámicas del Bronce final. T. Janin
concentra su propósito en una historia y síntesis actualizada del Mailhaciense. En los Pirineos orientales, el
estudio de los restos carpológicos procedentes de LloLo-Lladre por M.-P. Ruas et al. sugiere la práctica de
una agricultura de montaña al menos desde fines de la
Edad del Bronce, por la presencia de plantas adventicias y subproductos procedentes del cribado de los
cereales, previo a su almacenamiento o transporte.
En la otra vertiente de los Pirineos, G. Ruiz Zapatero trata igualmente el final de la Edad del Bronce en
el marco de una síntesis relativa al hábitat y los depósitos funerarios en Cataluña. Identificados por fotografía aérea, las construcciones de Barbe y Candelou en
el valle del Garona, publicadas por L. Izac-Imert et
al., se atribuyen al inicio de la Edad del Hierro, como
lo fue la de Antran, en Vienne, antes de contar con
fechas radiocarbónicas del III milenio a.n.e. Rancoule
trata más en general de las corrientes de intercambio
que pudieron existir durante las dos Edades del Hierro
entre el valle del Garona y las orillas del Mediterráneo.
Ph. Boissinot y D. Peyric nos dan los resultados puntuales del recinto con torres de Celeste (Provenza), que
las dataciones disponibles sitúan a partir de ahora en
los siglos VI y V a.J.C.
Si los artículos relativos al Neolítico testimonian
seguramente la amplitud y el impacto considerable de
los trabajos de J. Guilaine en su campo, los relativos a
la Prehistoria más antigua o la Protohistoria dan cuenta igualmente de las relaciones humanas que se han
tejido en el seno de un equipo y laboratorio. Algunas
contribuciones aisladas (I. Carrère, V. Forest y M. Martzluff, N. Valdeyron y S. L. Da Silva Domingos) se refieren al pastoreo moderno, las técnicas de talla de la
piedra de construcción en los Pirineos, etc.
Dos amigos de Guilaine han redactado textos que
abren y cierran el volumen. D. Fabre alude burlonamente a su acento, legendario, y Ch. Goudineau introduce un punto de fantasía, ironía y humor, con un
homenaje apoyado en su mujer, Christiane, que siempre le ha respaldado.
Esta obra es, con seguridad, un hermoso libro. Da
cuenta también, al hilo de las páginas y del tema escogido por cada autor, cómo J. Guilaine, catedrático
del Collège de France, ha sido percibido por sus diferentes colegas, prehistoriadores y arqueólogos.
Luc Laporte. Laboratoire d’Anthropologie, Université
de Rennes 1, Campus de Beaulieu. 35042 Rennes Cedex. Francia. Correo e.: luc.laporte@univ-rennes1.fr
Marco de la Rasilla Vives, Antonio Rosas González, Juan Carlos Cañaveras Jiménez y Carles Lalueza-Fox (eds.). La cueva de El Sidrón (Borines,
Piloña, Asturias). Investigación interdisciplinar
de un grupo neandertal. Colección Excavaciones
Arqueológicas en Asturias, Monografía 1. Consejería de Cultura del Principado de Asturias. Oviedo, 2011, 211 pp. ISBN: 978-84-8053-602-8; depósito legal As-574-11.
Desde hace unos cuantos años el yacimiento asturiano de la cueva de El Sidrón se ha convertido en uno
de los referentes obligados de la Prehistoria y de la
Paleoantropología física europea y mundial. Los prehistoriadores hemos ido recibiendo las noticias de los
hallazgos de restos de Neanderthales tan bien preservados que han servido para poder obtener de ellos
restos de ADN con los que secuenciar los genes de
nuestro antecesor más inmediato, con el que ahora
sabemos que compartimos un 4% del material genético, como resultado de su cruzamiento con nuestra
especie antes de desaparecer de la faz de la tierra.
Hasta ahora hemos debido acudir a dos tipos de
publicaciones para conocer la realidad de estos descubrimientos. Por un lado, y para los más especialistas
en Paleogenética y en Paleolítico, teníamos que leer los
artículos aparecidos estos últimos años en Nature, en
el Journal of Human Evolution o en el Journal of Archaeological Science, entre otras revistas del más alto
impacto internacional. Por otro lado, la importancia de
los hallazgos de El Sidrón hizo que la prensa local,
regional y nacional se hiciese eco de las campañas de
excavación en el yacimiento y de los restos humanos
que fueron apareciendo: desde La Nueva España hasta
El País podemos ir rastreando primeras páginas, editoriales, artículos de fondo y dominicales en los que los
Neanderthales de El Sidrón van ganando popularidad
a nivel del gran público hasta el extremo, sobre todo
en Asturias, de convertirse en un referente conocido
por todos, como lo es Atapuerca a nivel nacional.
Todo esto viene a cuento para calibrar la oportunidad y el nivel científico del libro que reseñamos. El
gobierno del Principado fue dándose cuenta de la importancia internacional del yacimiento y, con mucha
lógica política, solicitó a los principales investigadores
del proyecto la redacción de una obra que sirviese para
justificar, ante la sociedad asturiana, el ingente gasto
que había supuesto financiar la excavación, las pros-
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638
Recensiones y crónica científica
182
pecciones y estudios geológicos y los trabajos de laboratorio que han llevado a los restos humanos de El
Sidrón a ser unos de los pocos que han proporcionado
un avance significativo en la Paleogenética durante el
primer decenio del siglo XXI. Cierto es que otros organismos nacionales e internacionales han intervenido
en la financiación de las investigaciones; pero factores
como la proximidad y la demanda social llevaron a
buen puerto la idea de tener una primera monografía
sobre esa pregunta que siempre nos hacen los periodistas, portavoces de la inquietud de la sociedad, y que
hemos de saber responder adecuadamente: ¿qué es eso
que habéis encontrado en esa cueva y por qué es tan
importante?
Y aquí entramos a aquilatar el segundo de los puntos que mencionábamos en el párrafo anterior, el nivel
científico del libro. El adjetivo que mejor nos cuadra
para definirlo es equilibrio. Los coordinadores realizaron una apuesta arriesgada y difícil de conseguir, que
consistía en satisfacer la petición política de una obra
presentable ante la sociedad y, al mismo tiempo, entregar a la comunidad científica un excelente resumen, de
buen nivel, que colmase el deseo de conocer a fondo
los entresijos de los descubrimientos de El Sidrón.
Justo es decir que los dos extremos se quedan
fuera de los objetivos del libro. Las gentes poco motivadas por el tema lo seguirán estando, ya que la
lectura requiere un esfuerzo y una voluntad al alcance
solamente de los interesados. Y los superespecialistas
en karst, en ADN mitocondrial o en “lascas con dorsos
de lascado” encontrarán a faltar más datos, que deberán ir a buscar a las revistas de impacto en las que los
autores de las investigaciones las han publicado. Pero
los políticos y la sociedad tendrán ‘El libro de El Sidrón’, a todo color, con imágenes impactantes de reconstrucciones virtuales de los cráneos, del proceso de
excavación o de los restos de la Guerra Civil identificados en la boca de la cueva. Y los prehistoriadores
tendremos a mano datos, imágenes y bibliografía de
primera mano para calibrar la gran importancia real de
los Neanderthales de El Sidrón en el contexto paleogenético y arqueológico de nuestro continente.
Por lo que hemos venido exponiendo hasta aquí,
podemos imaginarnos que la labor de los coordinadores ha sido ardua por muchos motivos pero, sobre
todo, para encontrar el nivel justo de alta divulgación
impregnada de didáctica que surca casi todos los capítulos del libro. En nuestro ámbito sabemos que es
más fácil escribir cien páginas ininteligibles que diez
inteligibles, y aquí les pedían lo segundo. Con más
aridez o con más amenidad los autores han ido desgranando todo aquello que cabía esperar, el descubrimiento, la decisión de excavar, los primeros hallazgos,
la calibración de su importancia, los contextos geológicos y paleoambientales y todo lo relacionado con los
restos humanos, desde la pura descripción paleoantropológica hasta los más apasionantes análisis paleo-
genéticos, pasando por el complejo y espectacular
protocolo para la recogida de las muestras sin contaminación antrópica actual.
En todos los capítulos trasluce la idea didáctica de
explicar el porqué de los procesos usados durante la
investigación, desde las prospecciones geofísicas hasta la cuadriculación del espacio para excavar. En particular queremos destacar el apartado redactado por
Carles Lalueza, el dedicado a los análisis paleogenéticos. Hay que recomendar vivamente su lectura para
entrar, con sencillez e inteligibilidad, en los entresijos
de la genética en general, de la de los humanos en
concreto, y de la de los Neanderthales en particular.
Entenderemos qué son los genes nucleares, y cuáles
han sido identificados en El Sidrón, el de la pigmentación, el del lenguaje, el del grupo sanguíneo ABO o
el del gusto amargo. El trasfondo de buen escritor de
este prestigioso paleogenetista le ayuda a hacer comprensible para todo el mundo unos conceptos que
muchas veces se nos escapan. Y si, entre los que leéis
esta reseña, hay profesores universitarios, acudid a
este capítulo para que vuestros alumnos de cursos
avanzados puedan saber más del tema.
Y no podemos dejar de lado que la formación del
equipo de trabajo, desde los coordinadores hasta los
excavadores, pasando por los más variados especialistas que han colaborado en aspectos muy concretos, fue
una apuesta personal, fuerte y decidida, como todas
las suyas, del llorado Javier Fortea, al que va dedicada
la obra. Él valoró la importancia de los primeros hallazgos de El Sidrón, tras la truculenta historia de su
descubrimiento y del traslado de los primeros restos a
las dependencias centrales de la Guardia Civil, al sospecharse que podrían pertenecer a algún muerto de la
Guerra Civil. Insistió en rodearse de los mejores especialistas en todos los campos que requería la excavación y el resultado está a la vista: decenas de publicaciones de gran impacto y este libro que nos pone al
día, de manera excelente, de los hallazgos de El Sidrón
hasta el año 2010. La historia sigue, y los Neanderthales continuarán apareciendo; la secuenciación de los
diferentes genes nos permitirá saber, en un futuro a
medio plazo, cosas inimaginables hace pocos años. Si
Javier lo leyese, en el último número de esa revista
electrónica de gran impacto que acaba de salir, nos
diría que a él las soluciones que se publican allí solamente le sugieren otras preguntas que deberemos seguir contestando, para que se quede medio satisfecho,
tras su impenitente cigarrillo...
Josep M. Fullola Pericot, catedrático de Prehistoria
y director del Seminari d’Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP), Dpto. de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología. Facultad de Geografía e Historia.
Universidad de Barcelona. C/ Carrer Montalegre 6.
08001 Barcelona. Correo e.: fullola@ub.edu
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638
Recensiones y crónica científica
183
Ignacio Montero Ruiz (coord.). Manual de Arqueometalurgia. Colección “Cursos de Formación Permanente para Arqueólogos” 1, Museo Arqueológico Regional (Alcalá de Henares) y Sección de
Arqueología del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Comunidad de Madrid (Madrid). Madrid, 2010, 336
pp., figs. y tabs. c. y n. ISBN: 97884-451-3315-6.
El volumen recoge las lecciones dictadas en el
otoño de 2007 por ocho especialistas durante un curso
organizado por el Museo Arqueológico Regional y por
el Colegio de Doctores y Licenciados de la Comunidad de Madrid en torno al tema “Metales y metalurgia.
Criterios para su identificación y estudio”. El curso,
celebrado en Alcalá de Henares, en la sede del propio
Museo Regional, y dirigido por el Dr. I. Montero del
CSIC, responsable también de la edición de la obra,
es una de las varias iniciativas concebidas por ambas
instituciones para fomentar la formación permanente,
sobre todo práctica, de los arqueólogos madrileños.
Cual reza su título, se trata de un manual y, en
cierta medida, de un vademécum para que sus destinatarios tomen conciencia del potencial científico de
los restos derivados de operaciones metalúrgicas. Sin
embargo no es una síntesis sobre arqueometalurgia
como las clásicas de Craddock (1995), Mohen (1990)
o Tylecote (1987), por cuanto, acertando como ellas a
trazar una panorámica de la metalurgia antigua, ofrece
la particularidad de nutrirse de experiencias analíticas
de los propios autores y de utilizar casos de estudio
de la Península Ibérica. Así, al tiempo que alecciona
a los legos sobre los secretos de la producción de
metal, tiene la virtud también de introducir al estudioso foráneo en las singularidades del caso español.
Y es que este Manual, del que S. Rovira y A. Perea
seguramente son tan responsables como I. Montero, no
deja de ser un postrer fruto de dos antiguos proyectos
liderados por todos ellos, Arqueometalurgia de la Península Ibérica y Arqueología del Oro, los cuales vieron la luz hace más de un cuarto de siglo (Perea et al.
2008). Dos proyectos –o, mejor sería decir dos líneas
de trabajo, dada su ramificada evolución– excepcionalmente fructíferos a tenor de la abultada serie de tesis
doctorales que jalonan su trayectoria (junto a las de los
propios directores, las de Comendador, Gómez Ramos,
Herrán, Simón, Rodríguez de la Esperanza, Sarabia...)
y que han propiciado que la arqueometalurgia española brille con luz propia. Los autores de este libro son
sin duda los pioneros de esta disciplina en España,
dicho ello con todo el respeto para Luis Siret que, hace
casi un siglo, investigaba el origen del mineral comprometido en la fundición, hacía análisis compositivos,
cavilaba sobre la dimensión funcional de los instrumentos metálicos, y hasta recurría a la arqueología
experimental a fin de descifrar su cadena operativa.
Estructurado en ocho capítulos más dos apéndices
bibliográficos, el volumen se inicia con una introducción de Montero y Rovira sobre la producción metalúrgica a fin de aclarar cuáles son los documentos del
registro arqueológico susceptibles de estudio (materias
primas, instrumental productivo y productos) y las
técnicas a aplicar a este fin (el análisis elemental de
componentes, la metalografía y los análisis de isótopos). Un empeño éste de presentar las técnicas que en
ningún caso se reduce a describir su principio físico o
a enunciar su objetivo, puesto que, con una loable
intención didáctica, pormenoriza también las claves
para interpretar sus resultados.
El propio coordinador, en el capítulo 2, analiza la
minería antigua, abordando primero cuestiones generales, como metalogenia, estructura de criaderos metalíferos y viejas técnicas mineras, e interesándose luego
específicamente por el registro minero prehistórico de
la Península Ibérica, en especial las minas del Aramo.
Un texto estimulante para los iniciados al interrogarse
por cuestiones candentes como la cronología y posibles
pervivencias de los más típicos instrumentos mineros
–los martillos de surco– o las dudas razonables que
suscitan las labores de ciertas minas pese al hallazgo
en ellas de restos prehistóricos, como La Loma de la
Tejería. Pero sus páginas estelares, siempre trasunto de
investigaciones propias (Montero et al. 2007), son, sin
duda, las dedicadas a estudios indirectos sobre la explotación minera a través de análisis de isótopos del
plomo. Un ámbito en el que, de acuerdo con la filosofía que alienta toda la obra, se atiende tanto a los
fundamentos del método como a los problemas más
frecuentes de su aplicación (anomalías en los campos
isotópicos o mezcla de matrículas en refundidos y aleados) en la busca de correspondencia entre criaderos
minerales y productos metálicos.
En los dos capítulos siguientes, S. Rovira y
M. Renzi pasan revista a las operaciones pirometalúrgicas desde la perspectiva de los subproductos (las
escorias) y de las estructuras de combustión. A propósito de aquellas, se insiste en su variedad y en su potencial para descifrar los procedimientos productivos
–tan esquivos p.ej. en los aleados de estaño–, mientras
que en el segundo caso la discusión se centra en hornos y toberas. Obviamente en un libro con el cuño de
Montero y Rovira, “a falta de estructuras que puedan
interpretarse como hornos” (p. 127) se atribuye gran
protagonismo en los inicios de la metalurgia de la
Península a las “vasijas de reducción”, sin que por ello
dejen de describirse las estructuras de combustión excavadas y de cierto tamaño de Cabezo Juré o de Valencina de la Concepción. Pero es evidente que en el
libro se apuesta por la idea de unas operaciones metalúrgicas iniciales bastante limitadas (Montero 1994)
que difícilmente se compadecen con el modelo de
producción industrial propuesto para “el barrio metalúrgico” calcolítico de Valencina (Nocete et al. 2008).
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Un debate al que en absoluto es ajena la interpretación
que en la obra se hace de las presuntas “toberas” del
sitio sevillano como meros “protectores de tubos de
soplado a pulmón” (p. 100).
El texto de I. Montero sobre la tecnología de la
metalurgia de base cobre, casi un resumen de su trayectoria investigadora, presta atención a toda una batería de
cuestiones que, por su interés, merecen ser “revisitadas”
periódicamente: v.gr. las aleaciones accidentales o “naturales”, derivadas del uso de minerales polimetálicos,
cuyo exponente más conocido son los “cobres arsenicales” (Delibes et al. 1991); los siempre oscuros procedimientos conducentes a obtener los primeros bronces
(Rovira 2007); o la razón de ser de los bronces plomados
que, al no suponer en general ahorro de estaño, cada vez
parece más lógico –sin perder de vista otras opciones,
como la obtención de un metal más apropiado para el
trabajo mecánico o con un punto de fusión más bajo–
vincular a la disponibilidad a partir del Bronce Final de
un excedente de Pb resultante de la copelación de galenas argentíferas (Orejas y Montero 2001: 138).
En la contribución de M. Gener sobre la metalurgia
del hierro es destacable la claridad expositiva, muy de
agradecer ante la maraña de precisiones técnicas y
fórmulas químicas necesarias para comprender los
procesos de reducción, de carburización para obtener
acero o de corrosión. Adolece tal vez, empero, de una
excesiva desnudez de datos arqueológicos –vagas alusiones a primeros usos de hierro en Anatolia, a la
precoz aparición del acero en China, o a la aparición
de la farga catalana–, sin apenas proyectarse, a diferencia de otros capítulos, sobre la arqueología de la
Península Ibérica, lo que acarrea que el lector se sienta desasistido en cuestiones de tanta actualidad como
la naturaleza de los primeros hierros del oeste del
Mediterráneo (p.e. los del tesoro de Villena) o la tecnología de las producciones coloniales.
La situación se corrige en el capítulo de A. Perea
sobre la orfebrería que, sin desentenderse de la toma de
datos y de los procedimientos analíticos (se subraya la
importancia del uso del microscopio de barrido electrónico, que aporta a la vez imágenes de gran detalle e
información compositiva), recurre sin embargo a ejemplos concretos a la hora de revisar la evolución de las
técnicas de taller. Viniendo el escrito de quien viene, los
documentos estrella serán naturalmente los brazaletes
de tipo Villena-Estremoz (elaborados a la cera perdida
y mediando el uso de un torno de eje horizontal), los
candelabros de tipo Lebrija (fundidos en partes, lo que
requería soldadura adicional) y las joyas coloniales ya
con la “terna mediterránea” soldadura-filigrana-granulado introducida por griegos y fenicios. Pero tampoco
faltará espacio para considerar el pequeño casquete esférico de hierro con recubrimiento de oro del Tesoro de
Villena –parte seguramente de una coraza o de un casco– como uno de los primeros testimonios en la Península Ibérica de la técnica del chapado-laminado.
El círculo se cierra, finalmente, con un original y
lúcido ensayo de B. Comendador, en el que se insiste
en algo fundamental: la arqueometalurgia nos aproxima, evidentemente, al conocimiento técnico, pero también ilumina otras muchas caras del pasado vinculadas
a la producción, al intercambio y a una variadísima
gama de formas y ambientes de consumo. La Arqueometalurgia, en suma, enriquece las fuentes documentales a partir de la aplicación de unas técnicas de análisis
más o menos sofisticadas, pero no por ello deja de ser
una óptica singular para plantear y resolver problemas
históricos. Este libro es un fiel ejemplo de ello.
Craddock, P. T. 1995: Early Metal Mining and Production. Edinburgh University Press. Edinburgh.
Delibes, G.; Fernández-Miranda, M.; Fernández-Posse, M. D.; Martín, I.; Montero Ruiz, I. y Rovira, S.
1991: “Almizaraque (Almería, Spain): Archaeometallurgy in the Chalcolithic of the southeastern Iberian Peninsula”. En J. P. Mohen y C. Éluère (eds.):
La découvèrte du métal. Picard. Paris: 303-315.
Mohen, J. P. 1990: Métallurgie Préhistorique. Introduction à la Paléométallurgie. Masson. Paris.
Montero Ruiz, I. 1994: El origen de la metalurgia en
el Sureste Peninsular, Instituto de Estudios Almerienses-Instituto Universitario Ortega y Gasset, Almería.
Montero Ruiz, I.; Hunt Ortiz, M. y Santos Zalduegui,
J. F. 2007: “Nuevos Análisis de Isotópos de Plomo
de la Ría de Huelva”. En J. Celis, G. Delibes, J. Fernández Manzano y L. Grau Lobo (eds.): El hallazgo
leonés de Valdevimbre y los depósitos del Bronce
Final Atlántico en la Península Ibérica. Estudios y
catálogos 17, Museo de León, Junta de Castilla y
León, Diputación de León. León: 111-131.
Nocete, F.; Queipo, G.; Saez, R.; Nieto, J. M.; Inácio,
N.; Bayona, M. R.; Peramo, A.; Vargas, J. M.; CruzAuñón, R.; Gil-Ibarguchi, J. I. y Santos, J. F. 2008:
“The smelting quarter of Valencina de la Concepción
(Seville, Spain): the specialised copper industry in
a political centre of the Guadalquivir Valley during
the Third millennium BC (2750-2500 BC)”. Journal
of Archaeological Science 35: 717-732.
Orejas, A. y Montero Ruiz, I. 2001: “Colonizaciones,
minería y metalurgia prerromanas en el Levante y
Sur peninsulares”. En B. Costa y J. H. Fernández
(eds.): De la mar y de la tierra. Producciones y productos feniciopúnicos. XV Jornadas de Arqueología
Fenicio-Púnica (Eivissa 2000). Treballs del Museu
Arqueològic d’Eivissa i Formentera 47. Eivissa:
121-159.
Perea, A.; Armbruster, B.; Montero Ruiz, I. y Rovira
Llorens, S. 2008: “Arqueometalurgia: Historia y
Tecnología”. En C. Saiz Jiménez y M. A. Rogelio
Candelero (eds.): La investigación sobre Patrimonio Cultural. Red temática del CSIC de Patrimonio
Histórico y Cultural. Sevilla: 129-142.
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Rovira Llorens, S. 2007: “La producción de bronces
en la Prehistoria”. En J. Molera, J. Farjas, P. Roura
y T. Pradell (eds.): Avances en Arqueometría 2005.
Actas del VI Congreso Ibérico de Arqueometría
(Girona 2005): 31-37. Gerona.
Tylecote, R. F. 1987: The Early History of Metallurgy
in Europe. Longmans. Londres.
Germán Delibes de Castro. Universidad de Valladolid. Facultad de Filosofía y Letras. Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Plaza del Campus, s/n. 47011 Valladolid. Correo e.: delibes@fyl.uva.es
Primitiva Bueno, Antonio Gilman, Concha Martín Morales, F.-Javier Sánchez-Palencia (eds.).
Arqueología, Sociedad, Territorio y Paisaje. Estudios sobre Prehistoria Reciente, Protohistoria
y Transición al Mundo Romano en homenaje a
M.ª Dolores Fernández-Posse. Bibliotheca Praehistorica Hispana XXVIII, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas. Madrid, 2010, 412
pp., ils. n. ISBN: 978-84-00-09264-1.
Pocos arqueólogos tienen el coraje de que su pensamiento evolucione significativamente conforme sus
carreras progresan; en consecuencia, se ven cortes
generacionales y actitudes cargadas de ideología, que
dificultan nuevas formas de discusión o análisis. Sin
embargo, en el caso de María Dolores Fernández-Posse, encontramos una estudiosa que poseía este coraje,
que no sólo amplió sus intereses de investigación en
el curso del tiempo, sino que los incrementó y adaptó
a los nuevos paradigmas intelectuales.
Durante los años 1985 a 2007, se convirtió en una
intérprete sofisticada de la Prehistoria final de la Península Ibérica, promoviendo una arqueología interdisciplinar en cualquier parte donde trabajara.
Usando etiquetas taquigráficas, se puede ver cómo
pasó de ser una “prehistoriadora normativista” de la
Escuela de Granada a una completa “funcionalista”
con perspectiva europea a mediados de los 1980. Reconocía que los datos arqueológicos aparecen en registros diferentes, lo que requiere múltiples herramientas interpretativas y diferentes vías de exploración.
Este excelente libro reúne ensayos escritos por sus
amigos y colegas, estimulados a “pensar por ellos
mismos” como ella hizo.
Sería poco práctico resumir cada uno de los 24
ensayos e injusto ignorar alguno. Siendo yo mismo
prehistoriador, encuentro todos atractivos y lúcidos, ya
que recorren la serie completa de intereses de Fernández-Posse. El primer ensayo de Catalina Martínez es
una valoración de las prospecciones en los yacimientos, que abarcan gran parte del trabajo europeo recien-
te, con algunas reflexiones serenas sobre la necesidad
de un control cronológico más estricto de las muestras
para que tenga lugar una comprobación seria.
Le sucede el modelo de Alicia Perea sobre la variabilidad tecnológica en la orfebrería, y el concepto de
estandarización, elaborado durante un lapso de muchos
siglos. Cuatro importantes trabajos de los equipos dirigidos por Germán Delibes, Primitiva Bueno, Vicente Lull
y Anna Bettencourt consideran los restos funerarios y las
tumbas desde diferentes perspectivas. Es interesante ver
cómo varían las bases de datos de los distintos períodos,
lo que encajona a los autores en modelos regionales y en
períodos cronológicos relativamente limitados.
No hay una historia general de la evolución cultural que emerge de ellas y, como los descubrimientos
procedentes de los sondeos de investigación y los
hallazgos casuales se acumulan, aumenta la tentación
de caer en la descripción y el relato.
Es mérito de los autores no intentar sacar patrones
o secuencias de donde no las hay. El ensayo del equipo de Lull es un anacronismo histórico, retrasado desde 1992, actualizado después, pero difundido por otros
medios. Expone los argumentos a favor de que las
sociedades de la Edad del Cobre del Sureste español
participaron en un proceso de descomposición social
antes de la aparición de las élites argáricas en sus
nuevos emplazamientos.
Bettencourt muestra cuán compleja es la Edad del
Bronce Antiguo del noroeste de la Península Ibérica,
donde se anticipa un gran paso adelante si pudieran
encontrarse más cementerios como el de Cimalha (Figueiras), con 163 tumbas individuales.
El trabajo de Bueno muestra el potencial de estudiar las primeras sociedades agrícolas de base cerealista en el valle del Tajo, y se inspira en el estudio de
Fernández-Posse de 1980 sobre el Neolítico en la Meseta, en esa fecha, un tema casi desconocido. Resulta
instructivo el contraste con el de Delibes en el valle del
Duero, y la precoz manufactura estacional del cobre.
Hay un conjunto importante de 5 ensayos sobre
aspectos relativos a la minería prehistórica y romana
del cobre y el oro, encabezados por Jorge Rolland, Juan
Cano, F.-J. Sánchez Palencia, Carmen Fernández y
Luis López. Les une a todos la convicción de Fernández-Posse de que la organización de la economía política es la llave para la comprensión del esfuerzo de
extraer el metal. Ella estudió los yacimientos mineros
auríferos de la Galicia romana y del Bierzo durante
años con gran éxito y escribió informes que han inspirado otros. Ella fue más allá de los estudios tecnológicos que habían caracterizado los trabajos precedentes
y del mismo modo también estos 5 ensayos.
El informe sobre la colaboración entre la Academia
Rusa de Ciencias y el CSIC para excavar en Kargaly
es lapidario, un proyecto de éxito con impacto europeo. Las minas de Kargaly son interpretadas de modo
convincente como el trabajo de sociedades segmenta-
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rias organizadas de manera intermitente para una minería a gran escala. Es todavía una cuestión abierta si
hubo mineros especializados, pero la evidencia predominante es que no. Este trabajo comprime una enciclopedia de información en sólo 19 páginas.
Los demás sobre minería romana del oro están
presentados de forma más extensa, pero llegan a un
núcleo igualmente relevante, y muestran cuán importante y variada era la colaboración entre las poblaciones indígenas de Galicia, el Bierzo y Biella (Italia) y
sus señores romanos. Encuentro fascinante el artículo
sobre el Castro de Nuestra Señora de Cervantes y tan
bueno como el dedicado a Kargaly. La excavación de
las casas de varios pisos de los mineros con su abundancia de cerámica romana importada de los siglos I-II
AD muestra cuán rápida y potente fue la actividad
romana en este área, y su deseo imperioso de extraer
lingotes de oro para las acuñaciones imperiales. La
coexistencia de dos modelos territoriales, diferenciados y contiguos de subsistencia y extracción se describe con destreza. A partir de esos artículos y colaboraciones me parece que los arqueólogos españoles
están en la vanguardia internacional en el estudio,
registro, excavación y publicación de estos sitios industriales que son un desafío a la investigación.
Y así es como debería ser, dada la abundancia y
variedad de minas en España. Yo esperaba en cierta
medida que se incluyera un registro de las minas del
siglo XIX AD en Asturias (zinc y carbón) y Cantabria
(hematites de Cabárceno). Los modelos arqueológicos
presentados aquí son claramente transferibles a través
de los milenios.
En este grupo sobre la interpretación socio-política
de los sitios con trabajo del metal, debería incluir
también el estudio de Cano, detallando la excavación
de urgencia del asentamiento de la Edad del Bronce
Final de Punta Langostera (Coruña). Este yacimiento,
interpretado como un taller costero fortificado de objetos metálicos durante los siglos IX-VI AC, tiene un
gran interés para comprender aspectos clave de la
Edad del Bronce Atlántico y la diseminación de sus
objetos producidos masivamente. Una excavación meticulosa, en un sitio considerado destruido por juegos
de guerra actuales, recuperó tanto material que debería
convertirse en una de las bases sólidas de la investigación de este período. Es muy gratificante ver cómo
una excavación de urgencia da resultados de calidad.
Hay otros artículos sobre Prehistoria regional. El
de Luis Benítez sobre las motillas de La Mancha es
una perspectiva refrescante sobre el tema; se conocen
sólo unos 30 sitios principales, abandonados en torno
al siglo XIV AC, y que posiblemente fueron pozos
fortificados, construidos durante un período largo de
clima seco.
Es una propuesta contraria a la intuición, pero bien
argumentada. J. Francisco Fabián aborda un tema clásico de la arqueología de la Meseta cuando escribe
sobre la inhumación doble de la Edad del Bronce Final, en un pozo, con un exiguo ajuar funerario. Destaca un problema creciente en el registro arqueológico;
a medida que aumenta en magnitud, no se amplía en
calidad contextual, ni en facilidad de interpretación.
Hay 8 artículos adicionales sobre los períodos más
tardíos desde el 500 AC en adelante hasta el mundo
imperial romano. El de Inés Sastre y colegas utiliza las
propuestas de Fernández-Posse sobre los castros gallegos y asturianos de las últimas centurias AC. Es bueno
ver como la inflexibilidad previa de nuestros modelos
sociales de las sociedades de la Edad del Hierro puede
volverse más permeable y realista, haciendo uso de las
ideas “anglo-sajonas” aparecidas en la última década.
Es completamente razonable suponer que los distintos
tipos de sociedad coexistieron, ya que el registro arqueológico muestra amplias variaciones en los patrones
de subsistencia, costumbres funerarias, riqueza material
y densidades de población. Es un artículo notablemente bien escrito y una fina discusión de los elementos de
“teoría” que han despertado acalorado desacuerdo.
Hay estudios igualmente brillantes de los equipos
dirigidos por Teresa Chapa en los paisajes políticamente organizados del Guadiana Menor en época ibérica, y por Julio Manzano en las fortificaciones en
altura del Bierzo. La Etnografía tiene una oportunidad
también, con una presentación sólidamente fundamentada del consumo de bellota debida a Juan Pereira.
Hay mucho más que añadir al tema para lo que el
autor no tiene espacio. Conozco informes de dehesas
de inicios del siglo XX en Mallorca con bellotas especialmente dulces injertadas en árboles viejos; comida
de bellota mezclada con arcilla como alimento durante la hambruna en Córcega; y una plétora de estudios
relativos a Portugal, esperando ser incluidos. No es
esta la ocasión, pero está por escribir un buen libro
sobre las bellotas en Europa.
Ángel Esparza participa con un artículo elegante sobre la invención de una etnicidad asturiana, en un estudio
que podría repetirse en cualquier parte de la Península
Ibérica o de Europa occidental en su conjunto.
Redondean el libro artículos sobre la iconografía
del ‘jinete’ ibérico, el simbolismo celtibérico sobre las
placas de Numancia, las vías romanas en Asturias y el
proceso de romanización en Galicia.
Este libro tan interesante le habría gustado mucho a
María Dolores Fernández-Posse y estoy seguro de que se
sentiría halagada al ver la profunda huella que ha dejado
sobre sus colegas de investigación, y el afecto que se le
tenía y se le tiene. Las virtudes de lealtad y fidelidad de
sus amigos se traslucen en todas sus páginas.
Richard J. Harrison. Dept. of Archaeology and Anthropology. University of Bristol BS8 1UU. Reino
Unido. Correo e.: R.J.Harrison@Bristol.ac.uk
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Recensiones y crónica científica
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Ángel Villa Valdés (ed.). Museo Castro de Chao
Samartín, Grandas de Salime, Asturias. Catálogo. Gobierno del Principado de Asturias, Consejería de Cultura y Turismo del Principado de
Asturias. Asociación de Amigos del Parque Histórico del Navia. Oviedo, 2009, 555 pp., 189 ils.,
c. y n., maps. ISBN: 978-84-613-2125-4.
No faltan en los últimos años obras de síntesis
sobre la “cultura” castreña, desde las ya clásicas de
A. C. F. da Silva (1986) para Portugal o la de F. Calo
(1993, nuevamente editada en 1997) hasta otras de
fecha más reciente, que incorporan perspectivas importadas del mundo anglosajón en particular, como las
de A. González Ruibal (2006-2007) y J. Rodríguez
(2009) o la más divulgativa de X. Carballo (2000).
Aspectos más concretos como la disposición espacial,
la plástica, la orfebrería, la cerámica o la etnicidad han
recibido frecuente –y en el último apartado polémica– atención monográfica a lo largo de los últimos 30
años, particularmente en el ámbito gallego del fenómeno castreño. En este período de tiempo han abundado las intervenciones en poblados de la Edad del
Hierro y aun persistiendo las aproximaciones de perdigón, en ciertos casos los trabajos se han prolongado
durante un buen número de años.
No deja de llamar la atención, entonces, la comparativa escasez de publicaciones de fuste recogiendo y
analizando en detalle los resultados de las numerosas
excavaciones realizadas, en las que se aborde el análisis
exhaustivo de la documentación arqueológica y se apliquen técnicas modernas, un problema que, al margen
de generar un importante déficit de información, ha
dejado el campo abierto a las ensoñaciones de una
bulliciosa fringe archaeology. En las páginas iniciales
de la mencionada síntesis de González Ruibal (20062007) se hace una documentada y acerba crítica de este
estado de cosas para el conjunto del Noroeste de la
Península Ibérica que curiosamente (o no...) ha pasado
desapercibida y a la que en todo caso reprocharíamos
la falta de referencia al devastador efecto de las políticas
emanadas desde la Xunta en la década de los 90 e inicios del siglo XXI, de cuyas consecuencias sí se hace
eco J. M. Bello en el prólogo de esa misma obra.
El foco castreño asturiano ha permanecido en una
relativa penumbra, como algo en cierto modo periférico
frente al protagonismo de la provincia galaica, un desarrollo tardío al hilo de la conquista romana. Algún destello aislado, como los trabajos de García y Bellido en
Coaña y sus tan populares anaparástasis, así como el
paciente esfuerzo de catalogación efectuado por J. M.
González apenas bastaban para remover la atonía reinante. Pero a finales del siglo XX va a tener lugar una espectacular inversión de dicha situación, a través de una
serie de excavaciones que dotan de contenido –espectacular contenido a menudo– a unas expresiones castre-
ñas asturianas de raíces profundas, arrancando en el
Bronce Final y que se plasman en numerosas publicaciones y alguna espléndida monografía. La pionera labor
del malogrado J. L. Maya en Campa Torres (Maya y
Cuesta 2001) abre el camino a esa revisión del paradigma y otras publicaciones siguen en rápida sucesión,
como las del Castellu de Llagú, el Castrelo de Pelou o
sobre los castros en torno a la ría de Villaviciosa, en una
progresión no exenta de polémicas, fruto de visiones
antagónicas del trabajo arqueológico y también de pequeñas rivalidades (“humano, demasiado humano...”),
que tan bien conocemos al otro lado del río Eo.
En este ambiente se inscribe la investigación en
Chao Samartín que, tras dos décadas de intervenciones,
se ha convertido en un referente fundamental para la
arqueología castreña del noroeste ibérico a través de
innumerables publicaciones, de todo tipo y alcance, que
aportan un rosario de informaciones que cubre prácticamente el espectro completo de las cuestiones e inquietudes generadas en este campo de estudio. La calidad e interés de la producción bibliográfica generada en
torno a este yacimiento tiene pocos paralelos en otros
castros del occidente peninsular y constituye un ejemplo a seguir en lo que respecta a intervención, gestión
de la información y rentabilización sociocultural.
El catálogo que ahora comentamos sirve para que
el lector revisite algunos de los puntos más interesantes
que las excavaciones en el Chao han sacado a la luz.
Es el caso de la posición cronológica de la orfebrería
en este yacimiento, que las observaciones estratigráficas
y las dataciones asociadas encuadran en un período que
comienza en los siglos IV-III ane, certificando el trabajo y manipulación de los metales preciosos desde tiempos prerromanos, algo que debido a la general falta de
contextos seguros en la órbita castreña estaba lejos de
poderse asegurar. En realidad los últimos trabajos en la
Asturias occidental indican que la metalurgia está bien
representada desde los niveles previos a la conquista
romana, con piezas tan características como los puñales
de empuñadura de antenas, de los que tenemos ejemplos de documentada antigüedad (incluso excesivamente antiguos a tenor de la fecha C-14 para la vaina del
ejemplar de Os Castros de Taramundi).
A despecho de los notables cambios detectables en
otros aspectos, se observa en el campo de la metalurgia una apreciable continuidad a lo largo de la ocupación del castro de Chao Samartín, ilustrada por la
presencia de piezas tan idiosincráticas como el puñal
de empuñadura de antenas recuperado en los niveles
romanos del poblado (o el puñal afalcatado del próximo Castrelo de Pelou fechado en el siglo I dC). Otros
artículos como las cuentas de vidrio con decoración
áurea indican esta misma perduración de diseños o
tecnologías a lo largo del período de vigencia del
yacimiento grandalés. Éstas y otras evidencias muestran a las claras los peligros del empleo de argumentos
exclusivamente tipológicos a la hora de defender la
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originalidad o antigüedad de determinados artefactos,
pero también el error de la atribución genérica a la
etapa romana de todos ellos, en la línea de C. A. F. de
Almeida y otros investigadores.
Asimismo resulta de gran interés el arte figurativo
documentado en Chao Samartín, con sendas representaciones de équidos ejecutadas mediante incisión sobre
una pequeña placa de pizarra, fechada en el siglo IV ane.
Éstas presentan lazos formales con imágenes halladas en
otros lugares del Noroeste, por lo general de problemática contextualización y en consecuencia difíciles de
datar (Fábregas et al. 2011; Meijide et al. 2009).
Desde un punto de vista formal, este volumen tiene
una excelente edición si bien, precisamente por ello,
sorprende algún fallo en el apartado gráfico, como
acontece con las reproducciones de la tabula latrunculata (p. 385) o de la placa con los grabados de caballos
(p. 153). Cabe preguntarse (especialmente en estos
tiempos de crisis) por la utilidad de un catálogo con
características de ‘bien de prestigio’ y si éste cubre
otras necesidades más allá del eficaz relleno de un
rincón de la estantería. Opino que en este caso tiene
sentido, toda vez que ya se dispone de un completo
elenco de información en torno al yacimiento y esta
obra completa así, de una forma atractiva, el repertorio
bibliográfico generado en torno al Chao Samartín.
Calo Lourido, F. 1993: A Cultura Castrexa. Edicións
A Nosa Terra. Vigo.
Carballo Arceo, X. 2000: Os castros galegos. Edicións
A Nosa Terra. Vigo.
Fábregas, R.; Peña, A. y Rodríguez, C. 2011: “Río de
Angueira 2 (Teo, A Coruña): un conxunto excepcional de escenas de monta”. Gallaecia 30: 29-51.
González Ruibal, A. 2006-2007: Galaicos, poder y
comunidad en el Noroeste de la Península Ibérica
(1200 a.C.-50 d.C.). Brigantium 18-19, Museu Arqueolóxico e Histórico da Coruña. A Coruña.
Maya González, J. L. y Cuesta Toribio, F. (eds.) 2001:
El Castro de la Campa Torres: período prerromano.
Serie Patrimonio 6, Ayuntamiento de Gijón. Gijón.
Meijide, G.; Vilaseco, X. I. y Blaszczyk, J. 2009: “Lousas decoradas con círculos, cabalos e peixes do
castro de Formigueiros (Samos, Lugo)”. Gallaecia
28: 113-130.
Rodríguez Corral, J. 2009: A Galicia castrexa. Edicións Lóstrego. Santiago de Compostela.
Silva, A. C. da 1986: A cultura castreja no noroeste de
Portugal. Cãmara Municipal. Paços de Ferreira.
Ramón Fábregas Valcarce. Grupo de Estudios para
a Prehistoria do NO Iberico (GEPN), Dpto. de Historia I. Universidade de Santiago de Compostela. Praza
da Universidade 1. 15782 Santiago de Compostela.
Correo e.: ramon.fabregas@usc.es
Cota Zero: revista d’arqueologia i ciencia 25
número extraordinario, 2010. Vic, 216 pp., ils. n.
ISSN: 02134640.
Cota Zero cumple veinticinco años. El que una
publicación que se define en su cabecera como “revista de Arqueología y Ciencia” alcance el cuarto de siglo
de existencia ininterrumpida, caracterizada además
por la puntual regularidad de su aparición anual, es un
acontecimiento extraordinario en el panorama de la
edición científica en España. Pero lo es más si tenemos
en cuenta dos hechos: es una publicación independiente, es decir, no vinculada orgánicamente a ninguna
institución pública o privada (aunque ligada en su
gestión a la Universidad de Vic), y se publica íntegramente en catalán. Además de estas circunstancias,
cada una de las cuales requeriría un comentario por su
significado intrínseco, hay que añadir que, desde su
primer número, ha mantenido una extraordinaria coherencia tanto formal y estructural, cuanto relativa a
su línea editorial. Esta última, mantenida con rigor por
un equipo editorial cualificado y comprometido, explica el hecho más extraordinario de todos los que concurren en el acontecimiento: Cota Zero, una revista
independiente publicada en catalán y comprometida
en primera instancia con la Arqueología catalana, ha
llegado a ser una referencia indispensable para la
Arqueología española, y uno de sus nexos con la corriente del pensamiento arqueológico internacional
contemporáneo. La revisión de su colección, ahora
accesible on line (http://www.raco.cat/index.php/cotaZero), otro valor añadido a los ya reseñados, ofrece un
conjunto de referencias muy valiosas para trazar el
mapa de la evolución de la teoría y la práctica de la
Arqueología en estos últimos veinticinco años. Esto
ha sido posible gracias a la inteligente estructura de la
publicación, vertebrada en torno a dossiers monográficos en los que el equipo editorial, sensible no sólo a
‘lo nuevo’ sino, sobre todo, a lo sustancial en los debates contemporáneos en el pensamiento y la práctica
arqueológicos, ha sabido seleccionar sin prejuicios a
colaboradores expertos que han ido desde las figuras
más relevantes del panorama internacional y español
hasta investigadores jóvenes, procedentes, unos y
otros, tanto de la academia como de la arqueología
profesional y la administración. Junto a estos temas
monográficos, la revista ha prestado una atención preferente a su entorno, la arqueología catalana, constituyéndose, de alguna forma, en un observatorio permanente de su pulso.
En suma: el éxito de Cota Zero, y no me refiero al
mero éxito de conseguir sobrevivir, sino al hecho de
haber conseguido una destacada relevancia para la
comunidad arqueológica española, es el mejor ejemplo
que conozco de lo que se ha llamado pensamiento
“glocal”, discutible pero expresivo neologismo que se
refiere a la articulación de lo local con lo global. Qui-
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zás esto explica que el 48% de las colaboraciones
publicadas procedan de Cataluña, un 36% sean originales internacionales y sólo el 16% vengan del resto
de España (pp. 179 y ss.). Estos datos definen con
claridad los objetivos de la línea editorial, más que
cualquier declaración explícita.
El proyecto independiente de Cota Zero se alimenta de un entorno que debe mucho a las personas implicadas en él, incluyendo a sus suscriptores, como se
subraya en el Editorial (p. 3), pero que además se
beneficia de acertadas políticas y redes institucionales
densas (baste repasar las adscripciones de los miembros del Consejo de Redacción). Todos estos hechos
merecen una necesaria reflexión por cuanto las circunstancias actuales, en el sombrío horizonte de una
crisis social y económica sin precedentes, son especialmente amenazadoras para las publicaciones científicas que se mantienen fuera del gigantesco negocio
del tráfico global del conocimiento científico. Esta
situación, en la que la presión de los organismos públicos evaluadores sobre los investigadores para que
publiquen en las revistas integradas en el cartel de la
edición científica internacional (cuya ‘calidad’ está
certificada por empresas que ofrecen inquietantes analogías con las agencias de rating), amenaza crecientemente con ahogar en la falta de originales cualquier
proyecto editorial, no ya los independientes, como el
que nos ocupa, sino también los ligados a instituciones
como universidades o museos. En este contexto, la
experiencia de Cota Zero es particularmente valiosa.
El número 25 de la revista resume y ejemplifica los
rasgos que hemos destacado en su trayectoria. El argumento principal de este número es la celebración del
aniversario de la revista, cuyo significado se glosa en
el comentario editorial. Pero, muy acertadamente, se
ha mantenido la estructura habitual de secciones, incluyendo el noticiario arqueológico, con la reseña de
las intervenciones arqueológicas realizadas en Cataluña durante el año 2009, y las notas bibliográficas sobre
las tesis doctorales defendidas durante ese período en
las universidades catalanas. En la sección de “colaboraciones especiales” Anna Gómez Bach, secretaria de
redacción, firma un interesante estudio bibliométrico
de los 25 números de Cota Zero. Además del agregado de la procedencia y temática de las colaboraciones
el artículo incluye un índice completo de los autores
que han colaborado en la revista. Este artículo proporciona la información para valorar su trayectoria, pero
también, como se ha sugerido más arriba, ofrece una
referencia útil para comprender en su conjunto la historia de la Arqueología en los últimos 25 años y el
impacto de la revista en nuestro país.
El cuerpo principal del volumen es el dossier monográfico 25 anys de Cota Zero, 25 autors, 25 perspectives. Se abre con una introducción firmada por los
responsables del equipo de redacción, M. Molist, director, W. Cruells, jefe de redacción, y A. Gómez
Bach. En ella se presentan los objetivos del dossier y
su proceso de elaboración. Inicialmente, se propuso a
los participantes una serie de cuatro preguntas de carácter general sobre la evolución de la Arqueología en
los últimos 25 años, su estado actual y su futuro, las
perspectivas concretas en el campo de especialización
de cada autor y su opinión sobre el futuro de la edición científica arqueológica. A partir de este cuestionario inicial, y respetando el criterio de cada autor, el
dossier resulta tener una gran variedad de enfoques,
puesto que cada autor ha redactado su pieza de acuerdo con sus propios intereses. Nueve contribuciones se
centran en los aspectos generales de la disciplina, tres
enfatizan el perfil del contexto nacional del autor,
cuatro comentan aspectos de disciplinas científico-naturales conexas (arqueozoología, arqueobotánica, antropología física, etc.), dos se dedican a aspectos metodológico-teóricos muy específicos, cuatro a aspectos
generales de lo que podemos llamar “arqueología pública”, uno es una reflexión específica desde la perspectiva de la arqueología medieval y, finalmente, uno
aborda la arqueología de las mujeres. Naturalmente,
los temas recogidos en esta enumeración no son excluyentes, sino que se refieren al eje principal de cada
exposición. La mayoría de los autores han incluido
reflexiones generales en sus textos de acuerdo con
alguno de los temas propuestos, combinándolas con su
interés principal. El conjunto asocia una gran variedad
con una unidad temática de fondo, siendo francamente atractivo.
La selección de autores resulta interesante. Son
investigadores y profesionales de peso, y en algunos
casos, de gran relieve internacional. Es llamativo, y
delata hasta cierto punto la ambición global que se ha
comentado más arriba, que al comparar la procedencia
de los autores seleccionados con los datos bibliométricos de la revista se observa que la contribución internacional ha aumentado hasta un 52% a costa de la
catalana (36%) y la del resto de España (12%). Naturalmente se puede discrepar de los criterios de selección aplicados y de los sesgos teóricos o temáticos que
estos introducen. Pero estaría injustificado cualquier
reproche. Se trata de celebrar el aniversario de la revista y la mejor forma de hacerlo es mostrar explícitamente las líneas maestras de su proyecto. Nadie
criticaría a quien invita a su fiesta de cumpleaños a los
amigos más cercanos. Especialmente si al final todos
podemos disfrutar de los resultados en la forma de un
volumen interesante y útil. ¡Larga vida a Cota Zero!
Juan Manuel Vicent García. Grupo de Investigación Prehistoria social y económica, Instituto de Historia - Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC.
C/ Albasanz 26-28. 28037 Madrid. Correo e.: juan.
vicent@cchs.csic.es
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638
Recensiones y crónica científica
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Menga: revista de Prehistoria de Andalucía = journal of Andalusian Prehistory 01. Consejería de
Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2010, il. c.
30 cm. ISSN: 2172-6175.
Con este primer número de la revista Menga entra
en escena una nueva publicación anual dedicada a la
divulgación de la investigación arqueológica andaluza,
editada por la Junta de Andalucía y promovida por el
Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera.
Es de saludar sin reservas este aumento en la diversidad de los medios que en la actualidad sirven
tanto como plataforma para la reflexión sobre temas
corrientes y para fomentar el debate entre investigadores como para dar a conocer nuevos resultados científicos. También es verdad que dado el no insignificante número de revistas arqueológicas ya publicado en
Andalucía y la limitación de los recursos disponibles,
inevitablemente surge la cuestión de si otro canal de
divulgación más, logrará superar lo ya alcanzado por
las revistas existentes.
Esta es una pregunta a la que se dedica el editorial
de este primer número. En su visión del futuro papel de la nueva revista los editores subrayan su dedicación particular tanto a temas de índole suprarregional –siempre en el marco del sur de la Península
Ibérica– como a cuestiones teóricas y metodológicas.
Aunque estos aspectos ya están cubiertos en cierta
medida por algunas de las revistas arqueológicas establecidas en Andalucía, hay que admitir que la combinación del foco suprarregional con el teórico hasta
ahora seguía siendo más bien una prerrogativa de las
revistas publicadas a nivel nacional o internacional.
Para alcanzar su objetivo, Menga estructura su contenido en cuatro secciones: Dossier, Estudios, Recensiones
y Crónica. No pretendemos ofrecer en la presente reseña
una crítica detallada de contribuciones individuales a las
mismas pero, en cambio, sí parecen indicadas unas observaciones sobre estas cuatro secciones en general.
Uno de los aspectos más destacados de la concepción de la revista y quizás su principal fortaleza es la
inclusión de una sección monográfica –el Dossier– dedicándose a un debate de actualidad. Para este primer
número se eligieron las formas de organización de la
producción en las sociedades argáricas, una temática
que continúa sosteniendo un vivo debate con posiciones bastante diversas y es una de las más discutidas
de la prehistoria andaluza. Por ello, constituye un sujeto excelente para abrir la serie de Dossiers.
Por otra parte, la desventaja de una temática como
esta siempre será que muchos de los argumentos expuestos ya se habrán esgrimido en otras publicaciones,
como efectivamente pasa en esta ocasión. La sostenibilidad del concepto de Dossier a largo plazo supondrá
el mayor desafío para los editores no sólo por esta
razón, si no también porque no resultará nada fácil
encontrar año por año temas que, en similar medida,
capturen debates de análoga relevancia e interés general dentro de su ámbito geográfico.
La sección de Estudios en cambio presenta trabajos
más variados en su temática, cubriendo materias tan
diversas como son la historia de la investigación prehistórica en Andalucía, el megalitismo o el urbanismo
protohistórico. En este número los editores han puesto
mucho empeño en mantener un equilibrio entre las
secciones de Dossier y Estudios, cada una comprendiendo unas noventa páginas.
Con vistas a la gran cantidad de líneas de investigación actualmente perseguidas por los colaboradores
del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera
que se presentan en la sección de Crónica, y cuyos
resultados uno esperaría aparecieran en futuros números de Menga, no será tarea fácil mantener ese equilibrio sin aumentar al mismo tiempo de manera considerable las páginas por número.
La propia Crónica consiste no sólo en un informe
comprehensivo de las actividades desarrolladas en el
ámbito del conjunto dolménico de Antequera durante la
media década trascurrida hasta la creación del Conjunto
Arqueológico en el 2010, sino que también esboza el
programa de futuras actividades. Ambas partes –informe
y programa– resultan impresionantes en igual medida.
Algo menos impresionante se presenta la sección
de Recensiones de este primer número, en que se recogen reseñas de dos obras recién publicadas, ambas
dedicadas al tema del megalitismo y editadas o coordinadas por miembros de la dirección de la propia
Menga. Aunque no se nos ocurriría cuestionar el juicio
independiente de los críticos reseñantes, hay que decir
que se trata de una práctica bastante inusual que, sin
ningún tipo de duda, en este caso se debe exclusivamente a la dificultad de obtener ejemplares de recensión para el primer número de cualquier revista recién
lanzada. Confiamos que con el imponente debut de
Menga eso sea un mal pasajero y que en el futuro la
sección de Recensiones se presente más equilibrada sin
incluir obras editadas por miembros de la dirección de
la propia revista que publica las respectivas reseñas.
Quedan por decir unas palabras sobre la calidad
técnica de la edición. Tanto la redacción de los textos
como el apartado gráfico en general es de muy alta
calidad, y el principal motivo para no llamarla impecable es la falta de cualquier escala en una serie de
gráficos –no sólo fotos, donde puede ser un pecado
venial, sino también algunos dibujos y mapas, donde
nunca lo es. Este detalle aparte, la única fotografía de
calidad insatisfactoria es una imagen de D. Manuel
Gómez-Moreno en la página 126, debido a un patrón
de Moiré que fácilmente se pudiera haber evitado. Se
trata, con todo, de problemas que no logran empañar
la impresión por lo demás rotundamente positiva que
deja el estándar técnico de la edición. Confiamos una
vez más que sean males pasajeros que ya no se observarán en futuros números.
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Recensiones y crónica científica
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Finalmente quedan por destacar dos aspectos más
que, sin ningún tipo de duda, ayudarán mucho a la amplia difusión de las contribuciones publicadas en Menga.
En primer lugar hay que resaltar la decisión de quienes
la publican de facilitar el acceso libre al contenido de
cada número en la página web del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (1), trascurrido el plazo de
un año desde la publicación de la versión impresa.
En segundo lugar destaca la publicación bilingüe en
español e inglés de todos los textos, siendo muy buena
la calidad de la traducción. En particular los artículos
incluidos en el Dossier, pero además la mayoría de las
contribuciones a la actual sección de Estudios ciertamente son de un interés lo bastante general para justificar este
doble esfuerzo. Confiamos en que ese será el caso también de los próximos números, no obstante haber dejado
ya los editores el listón muy alto con el presente.
En este contexto quizás parece un poco excesiva la
repetición de la bibliografía completa en ambas versiones de cada artículo. A lo mejor el espacio respectivo
en el futuro se pudiera utilizar de una manera un poco
más sensata. También hay que preguntarse si la Junta
de Andalucía realmente hace bien en invertir sus recursos en la traducción profesional de secciones como las
de Recensiones o Crónica, de más limitado interés
fuera del ámbito peninsular, mientras que los resúmenes en inglés de las contribuciones al Anuario Arqueológico de Andalucía en su mayoría resultan totalmente
incomprensibles, con claras indicaciones de haber sido
escupidos por un robot traductor bastante inepto.
La falta de una estrategia coherente de internacionalización para sus publicaciones por parte de la Junta, desde luego, no cae bajo la responsabilidad de
quienes editan Menga, y en nada disminuye su mérito
de haber tomado la iniciativa de lanzar esta nueva
revista, que de cualquier modo estamos seguros dará
un empujón positivo a la diseminación de la investigación arqueológica andaluza.
Dirk Brandherm. School of Geography, Archaeology and Palaeoecology (GAP). Queen’s University
Belfast. Belfast. BT7 1NN Northern Ireland. UK.
Correo e.: d.brandherm@qub.ac.uk
Crónica Conference Emergence of Bronze Age
Societies - A Global Perspective (Baoji, Shaanxi
Province, China 7-11 noviembre 2011).
Con ese título tenía lugar entre los días 7-12 de
noviembre de 2011 en Baoji (Provincia de Shaanxi,
(1) http://www.juntadeandalucia.es/cultura/museos/CADA/
(consulta 23-III-2011)
China), un Congreso Internacional cuyo principal objetivo era el de crear puentes y cauces de comunicación
entre los investigadores asiáticos y europeos para conseguir una visión más amplia y global de la Edad del
Bronce, tratando de incluir al continente asiático en una
explicación histórica a menudo de corte eurocentrista.
El congreso contó con la colaboración de instituciones de China (Universidad de Pekín, Buró de las Reliquias Culturales de la Provincia de Shaanxi, Ayuntamiento de Baoji) y el Reino Unido (University College
London, International Centre for Chinese Heritage and
Archaeology) para su organización, dando muestra de
la estrecha colaboración entre investigadores de ambos
países en los últimos años. Mención aparte merecen los
estudiantes de la Universidad de Pekín, que llevaron a
cabo la difícil tarea de la traducción simultánea. La
elección de la sede del congreso no fue ni mucho menos
casual: Baoji es la cuna de las dinastías Zhou y Qin.
Hubo 28 colaboraciones de investigadores de China y 31 de otros países incluyendo Alemania, Dinamarca, España, Estados Unidos, Italia, Japón, Perú,
Reino Unido, Rusia o Suiza, aunque el total de investigadores involucrados fue considerablemente mayor
ya que muchas de las ponencias iban firmadas por
varios autores. El objetivo del Congreso era el debate
sobre el origen de la Edad del Bronce en un sentido
general, desde una perspectiva tecnológica, ideológica, productiva, social. Sin embargo, el marcado perfil
arqueometalúrgico de los promotores británicos y el
interés por la metalurgia del bronce de los colegas
chinos convirtieron los estudios de metalurgia en el
tema del Congreso, reflejando la importancia que aún
se concede a la metalurgia en la explicación histórica del cambio social. En ese sentido destacaron las
ausencias claras de estudios paleoambientales (a excepción del presentado por Michael Rowlands y Dorian Fuller del University College London), de otras
tecnologías como la lítica o la cerámica e incluso a
veces de los de carácter social.
Las 40 comunicaciones orales se estructuraron en
8 paneles: ‘Orígenes de la Metalurgia’, ‘Similitudes y
Diferencias’, ‘Perspectivas Regionales’, ‘Significado
de los Metales’, ‘Metalurgia de la Provincia de Shaanxi’ y ‘Tecnología y Producción’. Además hubo una
sesión con 16 pósters.
Todo ello estuvo precedido por una sesión plenaria
con intervenciones de los Profesores Li Boquian de la
Universidad de Pekín, Evgenij Chernykh del Instituto
de Arqueología de la Academia Rusa de Ciencias e
Izumi Schimada de la Universidad de Illinois. Estas
tres conferencias plantearían de forma amplia las líneas principales de discusión del congreso y resumirían los puntos centrales de la misma acerca de la Edad
del Bronce, evidenciando la similitud de ciertos debates en zonas espacialmente muy distantes.
En primer lugar se cuestionó la correlación que la
historiografía china establece entre ‘bronce’ y ‘civili-
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638
Recensiones y crónica científica
192
zación’ y en general el papel que la metalurgia y el
cambio tecnológico juegan en el cambio social. Se
destacó que ni en el período en el que las sociedades
chinas podrían definirse como ‘jefaturas’ (5000 BC),
ni en la transición al Estado (Altou), ni en el período
imperial que inicia la dinastía Quin, el metal desempeñó un papel determinante en la definición y evolución de la sociedad. Esta misma concepción de que el
metal jugó un papel más simbólico y de ostentación
que definitorio de una sociedad se planteó en varias
de las ponencias. Por ejemplo Ulrike Sommer (University College London) incidió en la valoración social del bronce más por su color que por sus implicaciones económicas. Una vez excluido el protagonismo
del bronce, ¿cuáles son los elementos definitorios de
las sociedades de la Edad del Bronce? Desde esa
perspectiva, se criticó el concepto mismo de ‘Edad del
Bronce’. El Profesor Schimada lo clasificó de “innecesaria casilla evolucionista” y Rod Campbell (New
York University) fue más allá, abogando no por su
redefinición, si no por la erradicación de una casilla
inoperante con claros tintes evolucionistas.
En segundo lugar, se debatió el origen y la difusión
de la metalurgia en Eurasia. El Profesor Boqian cuestionó la existencia de una única tradición metalúrgica
en China, defendiendo diferentes tradiciones en diferentes regiones, unas con orígenes locales (por ejemplo
en las Llanuras Centrales, donde los fragmentos de
latón datados en la cultura Shang parecen indicar una
evolución del latón al bronce) y otras zonas, como el
noroeste de China, que podrían tener una mayor correlación con Asia. El Profesor Chernykh (Academia
Rusa de Ciencias) analizó el origen y desarrollo de la
metalurgia en las diferentes provincias del Norte y
Centro de Asia, defendiendo un origen independiente
en la estepa rusa. Miljana Radivojevic (UCL) también
lo planteó para los Balcanes. En cambio Ben Roberts
(British Museum), desde un esquema de corte neodifusionista, volvió a las interpretaciones de la expansión
de la metalurgia en Europa a partir del foco de Próximo
Oriente. Vicent Pigott (UCL), por su parte, trató la
expansión de la metalurgia del bronce en Asia.
Finalmente se plantearon cuestiones sobre la organización de la producción metalúrgica. El Profesor Boqian defendió su control por parte del Estado en China.
El Profesor Schimada la analizó en Sicán de forma
amplia: desde la explotación del mineral hasta la obtención última del objeto metálico presentando así una
visión más clara de las implicaciones sociales derivadas
de la organización de dicha producción en los Andes.
Quizá en este asunto de la producción metalúrgica
se observaron las mayores diferencias entre la aproximación de la mayoría de los colegas chinos y los occidentales. La arqueología china parece haber quedado
anclada en la historiografía de los años 1980 donde el
artefacto constituía en sí mismo el objeto de estudio. En
la Arqueología oriental, ‘producción’ y ‘organización de
la producción’ parecen entenderse como ‘técnicas de
producción’ de un objeto u otro. Esas diferencias conceptuales hicieron que en alguna ocasión los debates no
fueran tan fluidos ni fructíferos como se esperaba. La
mayoría de las comunicaciones de los colegas asiáticos
estaban centradas en los aspectos técnicos de la producción (moldes de múltiples piezas o cera perdida) o en
la decoración estilística de los objetos sin llegar a los
análisis contextuales o del proceso productivo en su
conjunto que permitieran entender las implicaciones
sociales de la producción de esos objetos.
Las aproximaciones al significado social del bronce tampoco iban siempre acompañadas del estudio
contextual del mismo, quedando reducidas a menudo
a la mera descripción o comparación de decoraciones.
Esta concepción se observó también en la visita organizada al Museo de Baoji, donde abundaba la exposición de vasijas y artefactos de bronces pero escaseaba
la explicación histórica y contextual de las piezas.
Como señaló Schimada, en la Arqueología oriental se
hace necesario “desplazar al objeto del centro del estudio para colocar en él las prácticas sociales”.
Es posible que esta forma de hacer arqueología
sólo refleje la importante escasez de excavaciones arqueológicas debida, más que a una falta de recursos,
a las fuertes restricciones administrativo-burocráticas
que dificultan su desarrollo. Entre las perspectivas
‘centradas en el objeto’ de algunos colegas asiáticos y
las ‘neodifusionistas’ de algunos colegas occidentales,
en ocasiones parecíamos estar mirando más al pasado
de la Arqueología que apostando por su futuro.
No obstante hay que reconocer el claro interés
observado entre los jóvenes investigadores asiáticos
por estrechar lazos con los colegas europeos y a colaborar conjuntamente con ellos. Fueron varias las
co-autorías entre colegas asiáticos (especialmente de
China y Japón) y británicos, así como entre colegas
asiáticos que investigan en instituciones británicas.
Congresos como este ponen de relieve nuestras diferentes tradiciones arqueológicas y ayudan a avanzar
en la consolidación de colaboraciones. Esta, por el
momento, es lenta y no va más allá del Reino Unido,
pero esperamos se amplíe al resto de Europa. Es evidente que se necesita mucho más que la reunión en un
congreso internacional con traducción simultánea para
establecer esos cauces de comunicación. Hablamos en
distintos idiomas en todos los sentidos y eso es algo
que sólo el trabajo conjunto de años puede ayudar a
traducir, pero este congreso habrá contribuido a ello.
Mercedes Murillo-Barroso. Contratada predoctoral FPI. Grupo de investigación Arqueometal. Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y
Sociales - CSIC. C/ Albasanz 26-28. 28037 Madrid.
Correo e.: mercedes.murillo@cchs.csic.es
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 177-192, ISSN: 0082-5638
TRABAJOS DE PREHISTORIA
69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 193-194, ISSN: 0082-5638
LIBROS RECIBIDOS
Aliaga Almela, Raquel y Megías González, Marta. Los Berrocales (Madrid): un yacimiento de la Edad del
Bronce en la confluencia Manzanares-Jarama. Estudio antropológico: Raquel Vega, Cartografía: Patricia Ríos,
Análisis palinológicos: M.ª Blanca Ruiz, Estudio faunístico: Nuria Campos. Patrimonio Arqueológico de
Madrid 8, Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Arqueomedia S.L. [Ciudad Real], 2011, 288 pp., ils. n. ISBN:
84-922344-6-6.
Almansa Sánchez, Jaime (ed.). El futuro de la arqueología en España. JAS Arqueología S.L.U. Madrid, 2011,
302 pp. ISBN: 978-84-938146-8-7 (papel); 978-84-938146-9-4 (electrónica).
Aranda Jiménez, Gonzalo; Cámalich Massieu, María Dolores; Martín Socas, Dimas; Morgado, Antonio; MartínezSevilla, Francisco; Lozano-Rodríguez, José Antonio; Rodríguez Rodríguez, Amelia; Mancilla Cabello, María
Isabel y Román Punzón, Julio. La Loma (Íllora, Granada). Un yacimiento de fosas del VI-IV milenios cal BC.
Monografías arqueología, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura. 2012, 42 pp., 9 figs. n., 13 láms. c. + disco
compacto, ISBN: 978-84-9959-105-6.
Coye, Noël (ed.). Lascaux et la conservation en milieu souterrain - Actes du symposium international, Paris, 26
et 27 février 2009. Documents d’Archéologie Française 105, Maison des Sciences de l’Homme, 2011, 360 pp.
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Criado Boado, Felipe. Arqueológicas. La razón perdida. La construcción de la inteligencia arqueológica. Bellaterra Arqueología. Barcelona, 2012, 415 pp. ISBN: 978-84-7290-567-2.
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a.C. Trabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica del Museo de Prehistoria de Valencia 113, Diputación de Valencia [Valencia] 2011, VIII + 300 pp., ils. n. ISBN: 978-84-7795-613-6.
194
Libros recibidos
Serrano Peña, José Luis; Portero Fernández, Vanesa y Cano Carrillo, Juana. Historia de un arroyo. De Marroquíes
Bajos al centro comercial El Corte Inglés de Jaén. El Corte Inglés, Ámbito Cultural. Granada 2011, Portada e
imágenes: Alberto Luque Bosco, 335 pp., 169 planos, figs., reconstrucciones virtuales y fotografías. Incluye CD
interactivo: texto y láms. GEPARQ 99 SL; Reconstrucciones y maquetación Alberto Luque Bosco. Video: Espiral
Animación SL. ISBN: 978-84-615-1727-5, Depósito legal: GR-4467-2011.
Straus, Lawrence Guy y González Morales, Manuel R. (eds.). El Miron Cave: The Site and its Holocene Archaeological Record. University of New Mexico Press. 2012, 472 pp., 163 n. y 29 c. ils., 138 tabs. ISBN: 978-0-82635148-7.
Torregrosa Giménez, P.; Jover Maestre, F. J. y López Seguí, E. (dirs.). Benàmer (Muro d’Alcoi, Alicante). Mesolíticos y neolíticos en las tierras meridionales valencianas. Trabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica del Museo de Prehistoria de Valencia 112, Diputación de Valencia. Valencia, 2011, X + 380 pp., ils. n.
ISBN: 978-84-7795-612-9. http://www.museuprehistoriavalencia.es/resources/files/TV/TV112_Torregrosa_Jover_
Lopez.pdf (consulta 11-I-2012).
Trab. Prehist., 69, N.º 1, enero-junio 2012, pp. 193-194, ISSN: 0082-5638
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A4 (210 × 297 mm), márgenes superior, inferior y laterales de 2
cm, interlineado doble, fuente Times o Times New Roman tamaño
12, con un máximo de 30 líneas por página. Las páginas deberán ir
numeradas consecutivamente. En el pie de página las notas se numerarán en el orden de cita en el texto. Los autores decidirán la
proporción de texto e ilustraciones. Una ilustración a página completa equivale a 5.100 caracteres.
La primera página presentará el título, el resumen y las palabras
clave en español y en inglés/francés; nombre completo y apellido/s
del autor/es con asterisco que remita a la afiliación institucional o
al domicilio particular y datos de contacto postal y electrónico. Si
hubiera agradecimientos, se situarán al final del texto.
El resumen, entre 50-150 palabras, incluirá objetivos, métodos,
resultados y conclusiones del trabajo. Las palabras clave deben
permitir encontrar el artículo en búsquedas informatizadas por temática, metodología, localización geográfica y cronológica. En las
Recensiones constará la información bibliográfica completa de la
obra recensionada; el nombre y dirección postal del autor aparecerán al final del texto.
Ilustraciones
Se distingue entre Figuras y Tablas, cada una numerada en
arábigos (Fig. 1: 3; Fig. 1A; Tab. 1). Las Figuras llevarán escala
gráfica o indicación del Norte geográfico en caso de mapas/planos,
y rotulación de tamaño suficiente para permitir reducciones. Para
cualquier localización se utilizarán los mapas normalizados de la
Península Ibérica e Islas Baleares y de las Islas Canarias.
Ninguna ilustración se compondrá dentro del texto, y deberán
ajustarse conforme a caja completa (162 × 210 mm), a media caja,
a 1/3, o a 2/3; o bien por columnas (misma serie), según se indica
en el modelo de plantilla incluido en la revista. Los pies se entregarán aparte con los datos completos de identificación.
Una vez aceptado el manuscrito, los autores deberán enviar a
la revista la versión revisada del texto y las ilustraciones preferentemente en formato jpg o tiff, con una calidad mínima de 300 ppp
para imagen en color o escala de grises, y de 900-1200 ppp para
dibujo en blanco y negro.
Estilo
Rogamos a los autores que publiquen en español que, por deferencia hacia el lector extranjero, faciliten la comprensión del
texto mediante una sintaxis clara y sencilla. Igualmente se atendrán
a las siguientes normas:
— Mayúsculas acentuadas.
— Abreviaturas: cm, g, ha, s.n.m., m2
— Años sin puntación: 1971.
— Escala 1:25.000
— Latinismos en cursiva: et al., oppida, per se, in situ, ca.
— Fechas de C14: acompañadas de la sigla del laboratorio,
número de muestra, clase de material y desviación estadística; las
fechas calibradas deben incluir la tabla o programa informático
utilizado.
Bibliografía
Las citas en el texto se realizarán del siguiente modo: apellido/s del autor/es en minúsculas, sin inicial del nombre, seguido del
año de publicación y página/s tras dos puntos (en caso de cita específica), todo entre paréntesis. Si hay más de dos autores se añadirá al primero et al. Ejemplos: (Belen Deamos y Chapa Brunet
1997), (Fernández-Posse et al. 2008). No se aceptan citas de inéditos. Las tesis inéditas aparecerán en nota.
En la bibliografía final figurarán sólo las obras citadas y únicamente aquellas en prensa con todos los datos editoriales: apellido/s
del autor seguido de la inicial del nombre (para todos los autores,
separados por ;); año de publicación, diferenciando con letras a, b,
c, etc.; título del trabajo entre comillas; títulos de libros (Belen
Deamos y Chapa Brunet 1997), revistas (Almagro Basch 1969) y
actas en cursiva y sin abreviar (Raposo y Cardoso 1997).
En los libros se indicarán editorial y lugar de edición (Belen
Deamos y Chapa Brunet 1997); en las recensiones se añadirá “Recensión de” (Consuegra Rodríguez 2005); en revistas, el volumen
y páginas (Bosch et al. 1999; Jöris et al. 2003); en actas de congresos, el lugar y fecha de celebración, páginas y lugar de edición
(Raposo y Cardoso 1997). Las series no se abreviarán (FernándezPosse et al. 2008; Garrido Pena 2006). En las ediciones electrónicas
se indicará el doi o el URL con la fecha de consulta (Mueller et al.
2004).
Ejemplos:
Almagro Basch, M. 1969: “De orfebrería céltica: el depósito de
Berzocana y un brazalete del Museo Arqueológico Nacional”.
Trabajos de Prehistoria 26: 275-287
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=29234
(consulta 13-X-2010).
Belen Deamos, M. y Chapa Brunet, T. 1997: La Edad del Hierro.
Síntesis. Madrid.
Bosch, A.; Chinchilla, J. y Tarrús, J. 1999: “La Draga: un poblado
del Neolítico Antiguo en el lago de Banyoles (Girona, Catalunya)”. En J. Bernabeu Aubán y T. Orozco Köhler (eds.): Actes
del II Congrés del Neolític a la Península Ibèrica (Valencia
1999). Saguntum. Papeles del Laboratorio de Arqueología de
Valencia, Extra 2: 315-321.
Consuegra Rodríguez, S. 2005: “Recensión de Molina, F. y Cámara, J. A. 2005. Guía del yacimiento arqueológico Los Millares.
Consejería de Cultura, Junta de Andalucía y Molina, F. (dir.)
2004. Los Millares. Los fortines de Los Millares: el control de
un territorio. DVD. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía;
Universidad de Granada; Producciones Bosco”. Trabajos de
Prehistoria 64 (1) 2007: 187-189.
Fernández-Posse, M.ª D.; Gilman, A.; Martín, C. y Brodsky, M.
2008: Las comunidades agrarias de la Edad del Bronce en la
Mancha oriental (Albacete). Bibliotheca Praehistorica Hispana
XXV, CSIC, Instituto de Historia; Instituto de Estudios Albacetenses. Madrid.
Garrido Pena, R. 2006: “Transegalitarian societies: an ethnoarchaeological model for the analysis of Copper Age Bell Beaker
using groups in Central Iberia”. En P. Díaz-del-Río y L. García
Sanjuán: Social inequality in Iberian Late Prehistory. British
Archaeological Reports, International Series 1525, Archaeopress. Oxford: 81-96.
Jöris, O.; Álvarez Fernández, E. y Weninger, B. 2003: “Radiocarbon
evidence of the Middle to Upper Palaeolithic Transition in
Southwestern Europe”. Trabajos de Prehistoria 60 (2): 15-38.
doi: 10.3989/tp.2003.v60.i2.79
Mueller, R.; Rehren, Th. y Rovira Llorens, S. 2004: “The Question
of Early Copper Production at Almizaraque, SE Spain”. 34th
International Symposium on Archaeometry (Zaragoza, 2004):
209-215. Zaragoza.
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Trabajos de Prehistoria is a peer-reviewed journal that publishes work on the Prehistory and Protohistory of the Iberian Peninsula and its relations with Europe and the Mediterranean. On an
exceptional basis, works related to other geographical areas may be
published, but only if they are considered of general interest, based
on their theoretical or methodological focus or on the comparative
value of their archaeological content.
The journal covers subjects related to archaeological theory and
methodology, archaeometry and palaeoenviroments, and contains
different sections: Articles, Reports, Book Reviews and Scientific
Chronicle, Abstracts and Received Books. Since volume 51 (1994)
Trabajos de Prehistoria has been published twice a year (June and
December). On occasion and based on prior decision of the Editorial Board, monographic numbers may be issued. In such cases their
contents will meet the publication norms and will receive the same
treatment as other manuscripts received.
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/26/10/_ebook.pdf (consulta 13-X-2010).
Raposo, L. y Cardoso, J. L. 1997: “Nota acerca das industrias musterienses da Gruta Nova da Columbeira”. En P. Bueno Ramírez
y R. de Balbín Behrmann (eds.): II Congreso de Arqueología
Peninsular (Zamora 1996) I: 27-34. Zamora.
Recensiones
Las publicaciones que deseen ser comentadas deberán remitir
dos ejemplares a la dirección de la revista, uno para el autor o autora de la recensión y otro para la Biblioteca Tomás Navarro Tomás
(CCHS - CSIC). Se excluyen separatas y reediciones, excepto en
caso de significativos cambios. Excepcionalmente, a criterio del
Consejo de Redacción, se publicarán réplicas, y en ningún caso
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Corrección de pruebas
La corrección de primeras pruebas por parte del autor se limitará estrictamente a las posibles erratas y a breves subsanaciones,
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Key words should enable the identification of the article by computer-based searching by topic, methodology, geographic location
and chronology. Book reviews must include the complete bibliographic information of the work reviewed; the full name and address
of the author should be indicated at the end of the text.
Illustrations
Differentiation must be made between Figures and Tables, each
one to be numbered using Arabic numerals (Fig. 1: 3; Fig. 1A;
Tab. 1). Figures should include a graphic scale or other indication
of North in the case of maps/plans, and lettering big enough to be
legible after reduction. Locations within the Iberian Peninsula and
the Balearic or Canary Islands should be indicated on a standard
map that will be provided by the journal.
No illustrations are to be integrated into the text, and they
should be designed to fit within the space of a whole page (162 × 210
mm), half page, or 1/3 or 2/3, or in columns, as shown in the model
included in the journal. Their captions should be submitted separately, together with the text, with complete data for their identification.
Once a manuscript has been accepted, the author/s should send
the revised version of the text to the journal, together with illustrations having a minimal resolution of 300 ppp for colour or grayscales
images, and of 900-1200 ppp for black-and-white images (preferably in jpg or tiff formats).
Style
In order to facilitate comprehension by foreign readers, authors
who write in Spanish are requested to use a simple and clear syntax.
Also the following norms should be followed:
— Capital letters should be accented.
— Abbreviations: cm, g, ha, s.n.m., m2
— Years without punctuation: 1971.
— Scale 1:25.000
— Latin expressions in italics: et al., oppida, per se, in situ, ca.
— Citation of C14 dates should include the laboratory abbreviation, sample number, type of material, and standard error;
calibrated dates must deben include the conversion table or program
used.
Bibliography
Bibliographical citations in the text should be in the following
format: the surname/s of the author/s in small letters, without initials, followed by the year of publication and (in the case of specific quotation), by page numbers preceded by a colon, all within
parentheses. If there are more than two authors, only the first is used,
followed by et al. Examples: (Belen Deamos and Chapa Brunet
1997), (Fernández-Posse et al. 2008). Citation of unpublished works
are not accepted. Unpublished theses should be cited in footnotes.
Only cited works are to appear in the bibliography, and only
those that are in print, with full publishing data.
The full bibliographic list must be placed at the end of the
manuscript in alphabetical order, as follows: author/s surname followed by the initial of the given name/s (for all authors, separation
from one another by semicolon); year of publication, works published by an author in a single year are differentiated by use of the
letters a, b, c, etc.); title of the work in inverted commas; titles of
books (Belen Deamos and Chapa Brunet 1997), journals (Almagro
Basch 1969) or congress proceedings in italics and without abbreviation (Raposo and Cardoso 1997).
References to books should include the publisher and place of
publication (Belen Deamos and Chapa Brunet 1997); in the case of
reviews should include “Review of” (Consuegra Rodríguez 2005);
in the case of journals, the volume and pages (Bosch et al. 1999;
Jöris et al. 2003); in the case of congress proceedings, the place and
date of the congress, the pages and the place of publication (Raposo
and Cardoso 1997); series of books without abbreviation (Fernández-Posse et al. 2008; Garrido Pena 2006); online publication will
include doi or URL with accessed date within parentheses (Mueller
et al. 2004).
Examples:
Almagro Basch, M. 1969: “De orfebrería céltica: el depósito de
Berzocana y un brazalete del Museo Arqueológico Nacional”.
Trabajos de Prehistoria 26: 275-287
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=29234
(accessed 13-X-2010) .
Belen Deamos, M. and Chapa Brunet, T. 1997: La Edad del Hierro.
Síntesis. Madrid.
Bosch, A.; Chinchilla, J. and Tarrús, J. 1999: “La Draga: un poblado del Neolítico Antiguo en el lago de Banyoles (Girona, Catalunya). In J. Bernabeu Aubán and T. Orozco Köhler (eds.):
Actes del II Congrés del Neolític a la Península Ibèrica (Valencia 1999). Saguntum. Papeles del Laboratorio de Arqueología
de Valencia, Extra 2: 315-321.
Consuegra Rodríguez, S. 2005: “Review of Molina, F. y Cámara,
J. A. 2005. Guía del yacimiento arqueológico Los Millares.
Consejería de Cultura, Junta de Andalucía y Molina, F. (dir.)
2004. Los Millares. Los fortines de Los Millares: el control de
un territorio. DVD. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía;
Universidad de Granada; Producciones Bosco”. Trabajos de
Prehistoria 64 (1) 2007: 187-189.
Fernández-Posse, M.ª D.; Gilman, A.; Martín, C. and Brodsky, M.
2008: Las Comunidades agrarias de la Edad del Bronce en la
Mancha oriental (Albacete). Bibliotheca Praehistorica Hispana
XXV, CSIC, Instituto de Historia; Instituto de Estudios Albacetenses. Madrid.
Garrido Pena, R. 2006: “Transegalitarian societies: an ethnoarchaeological model for the analysis of Copper Age Bell Beaker
using groups in Central Iberia”. In P. Díaz-del-Río and L. García Sanjuán: Social inequality in Iberian late Prehistory. British
Archaeological Reports, International Series 1525, Archaeopress. Oxford: 81-96.
Jöris, O.; Álvarez Fernández, E. and Weninger, B. 2003: “Radiocarbon evidence of the Middle to Upper Palaeolithic transition in
southwestern Europe”. Trabajos de Prehistoria 60 (2): 15-38.
doi:10.3989/tp.2003.v60.i2.79
Mueller, R.; Rehren, Th. and Rovira Llorens, S. 2004: “The question
of early copper production at Almizaraque, SE Spain”. 34th
International Symposium on Archaeometry (Zaragoza 2004):
209-215. Zaragoza.
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/26/10/_ebook.pdf (accessed 13-X-2010).
Raposo, L. and Cardoso, J. L. 1997: “Nota acerca das industrias
musterienses da Gruta Nova da Columbeira”. In P. Bueno Ramírez and R. de Balbín Behrmann (eds.): II Congreso de Arqueología Peninsular (Zamora 1996) I: 27-34. Zamora.
ment of the Editorial Board, replies may be published, but in no
case counter-replies.
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VOL.
FASC.
TP TRABAJOS DE PREHISTORIA
Volumen 69
N.º 1
enero-junio 2012
200 págs.
ISSN : 0082-5638
Sumario
María D. Simón Vallejo, Miguel Cortés Sánchez y Nuno Bicho.— Primeras evidencias de arte mueble paleolítico en el sur de
Portugal
The first evidence of Paleolithic portable art in southern Portugal
Marcos García Díez, Manuel R. González Morales y Lawrence G. Straus.— El grafismo rupestre paleolítico de la cueva de El Mirón
(Ramales de la Victoria, Cantabria, España): una propuesta para su datación estratigráfica
The Paleolithic rock art of El Mirón (Ramales de la Victoria, Cantabria, Spain): a proposal for its stratigraphic dating
Joana Boix Calbet.— El tratamiento térmico en rocas silíceas, un procedimiento técnico para la talla
The heat treatment of siliceous rocks, a technical process for knapping
Miriam Cubas, Manuel García-Heras, David Méndez, Imanol de Pedro, Lydia Zapata, Juan José Ibáñez y Jesús Emilio González
Urquijo.— La tecnología cerámica de los niveles IV y III en el yacimiento de Kobaederra (Cortézubi, Bizkaia). Aprovisionamiento y
modificación de las materias primas
Pottery technology of levels IV and III in Kobaederra site (Cortézubi, Bizkaia). Supply and modification of raw materials
David Wheatley, Kristian Strutt, Leonardo García Sanjuán, Coronada Mora Molina y José Peinado Cucarella.— New evidence on
the spatial organisation of the Valencina de la Concepción Copper Age settlement: geophysical survey between La Pastora and
Montelirio
Nuevas evidencias sobre la organización espacial del asentamiento de la Edad del Cobre de Valencina de la Concepción: prospección geofísica entre La Pastora y Montelirio
Ramón Fábregas Valcarce y Carlos Rodríguez Rellán.— A media luz. Grabados de la Prehistoria Reciente en abrigos galaicos
In half light. Later Prehistoric carvings in Galician rock shelters
Patricia Murrieta-Flores.— Understanding human movement through spatial technologies. The role of natural areas of transit in the
Late Prehistory of South-western Iberia
Entendiendo la movilidad humana mediante tecnologías espaciales: el papel de las áreas naturales de tránsito en el Suroeste
de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente
Noticiario
Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behramm, Luc Laporte, Philippe Gouezin, Rosa Barroso Bermejo, Antonio Hernanz
Gismero, José M. Gavira-Vallejo y Mercedes Iriarte Cela.— Paintings in Atlantic Megalithic Art: Barnenez
Pinturas en el arte megalítico atlántico: Barnenez
Juan Francisco Gibaja, Manuel Crespo, Germán Delibes, Julio Fernández, Cristina Fraile, José Ignacio Herrán, Antoni Palomo y
José Antonio Rodríguez.— El uso de trillos durante la Edad del Cobre en la Meseta española. Análisis traceológico de una colección de denticulados de sílex procedentes del ‘recinto de fosos’ de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
Evidence of the use of threshing-boards in the spanish Meseta during the Copper Age. Microwear analysis of flint denticulates from
‘the ditched enclosure’ of El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
Ignacio Soriano Llopis, Joaquim Soler Subils y Narcís Soler Masferrer.— ¿La primera orfebrería del nordeste de la Península Ibérica? Nuevas aportaciones a partir de la cuenta áurea de Cau del Tossal Gros (Torroella del Montgrí, Baix Empordà, Girona)
The earliest metallurgy in the northeast Iberian Peninsula? New analysis of a gold bead from Tossal Gros cave (Torroella de Montgrí, Girona)
María G. Roca, Sylvia Jiménez-Brobeil, Ihab Al Oumaoui, Juan M. Tristán y Fernando Molina.— Approach to disability in a population from the Argar Culture
Aproximación a la discapacidad en una población de la cultura de El Argar
Ignacio Simón Cornago.— Nota sobre una estela ibérica duplicada (Calaceite, Teruel)
Notice on a duplicate Iberian stela (Calaceite, Teruel)
Recensiones y crónica científica
Libros recibidos
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