anales de psicología
2009, vol. 25, nº 2 (diciembre), 375-389
© Copyright 2009: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia. Murcia (España)
ISSN edición impresa: 0212-9728. ISSN edición web (http://revistas.um.es/analesps): 1695-2294
Voluntariado y tercera edad
Mª Celeste Dávila de León y Juan Francisco Díaz-Morales*
Universidad Complutense de Madrid
Resumen: El objetivo de este artículo es presentar una revisión de los
trabajos llevados a cabo hasta el momento en torno al voluntariado y la
tercera edad. La revisión se organiza en tres temas: factores que explican el
desarrollo del voluntariado en población mayor, vinculación entre voluntariado y trabajo remunerado y beneficios que se derivan de la práctica del
voluntariado. Por último, se presenta un apartado de conclusiones en el
que, en función de los datos aportados previamente, se describen estrategias que pueden llevar a una mejor gestión de este tipo de voluntarios por
parte de las entidades de voluntariado.
Palabras clave: Conducta prosocial; voluntariado; envejecimiento; ancianos; salud; retiro; motivaciones.
Introducción
Las personas con una edad igual o superior a los 65 años
suelen ser consideradas como mayores con independencia
de su situación laboral. Este sector de la población experimenta un crecimiento constante, dada la baja tasa de natalidad y la creciente esperanza de vida. Sólo en España, los
datos del Instituto Nacional de Estadística muestran que
actualmente hay censadas un total de 7633807 personas con
65 años o más y las proyecciones para el 2015 sitúan la cifra
en torno a 8527686 personas (proyección estimada teniendo
en cuenta un escenario central).
La población de personas mayores en muchas ocasiones
ha sido conceptualizada en términos negativos, como una
carga y un coste para el resto de población. Pero esta conceptualización olvida las contribuciones realizadas por este
sector a lo largo de su vida y al final de la misma. Con relación a la última parte de sus vidas debería considerarse el
tiempo que invierten ayudando a sus familiares o llevando a
cabo actividades voluntarias en diferentes organizaciones sin
ninguna contraprestación económica.
Diversos estudios han mostrado un aumento de la
práctica del voluntariado en personas mayores. Concretamente, se estima que cerca del 40% de estas personas han
realizado voluntariado en comparación con el 10-20% que lo
realizaba en los años 60 y 70. Este incremento ha respondido a los mayores niveles educativos con los que cuentan
estas personas, la mejora en la calidad de vida asociada a su
vez a una mejora en la salud, una emergente “ética de estar
ocupado” que promueve el estar activos incluso a edades
avanzadas, cambios favorables de la actitud pública hacia el
envejecimiento, y un aumento de las oportunidades para
voluntarios de este perfil en el sector privado y público
(Chambre, 1993; Rotolo y Willson, 2004).
* Dirección para correspondencia [Correspondence address]: Mª Celeste Dávila de León. Universidad Complutense de Madrid. Dpto. de
Psicología Social. Facultad de CC. Políticas y Sociología, Campus de
Somosaguas, s/n. 28223 Madrid (España).
E-mail: mcdavila@cps.ucm.es
Title: Volunteerism and elderly.
Abstract: The purpose of this paper is to carry out a revision of the studies about volunteerism and elderly. This revision is organized in three
subject matters: factors related with volunteering, relationship between
volunteerism and employment/retirement, and benefits of volunteering.
Finally, several strategies to improve the management of elderly volunteers
are presented.
Key words: Prosocial behaviour; volunteerism; aging; elderly; health; retirement; motivations.
Los temas que más atención han recibido por parte de
los investigadores respecto a la relación entre voluntariado y
tercera edad han sido qué factores explican el desarrollo del
voluntariado en la población mayor; la relación entre el voluntariado y el trabajo remunerado y sus implicaciones para
práctica del voluntariado tras la jubilación; y los beneficios
que se derivan del voluntariado para las personas mayores
que lo desarrollan. Estos temas mantienen muchas vinculaciones entre sí, pero son claramente distinguibles en cuanto
a los conceptos y aportaciones teóricas analizadas y desarrolladas en cada caso.
Factores que explican el desarrollo del voluntariado en población mayor
El estudio sobre qué es lo que conduce a las personas mayores a implicarse en actividades de voluntariado se ha centrado fundamentalmente en las motivaciones, las variables sociodemográficas, la salud y el apoyo social.
Motivaciones
Uno de los factores más importantes que permiten explicar la participación en voluntariado es la motivación para tal
propósito (Black y Di Nitto, 1994; Clary y Snyder, 1991;
Omoto y Snyder, 1990; Penner y Finkelstein, 1998; Chacón
y Vecina, 1999a; Chacón y Vecina, 1999b). El acercamiento
teórico más importante al estudio de las motivaciones del
voluntariado en nuestros días es la Teoría Funcionalista de
las Motivaciones del Voluntariado. Clary y Snyder (1991)
construyen esta teoría con el objetivo de explicar la articulación de la multiplicidad de motivaciones que pueden estar
determinando el desarrollo de la participación en voluntariado. Desde este enfoque se sostiene que las personas pueden
mantener las mismas actitudes y realizar conductas aparentemente similares por razones muy distintas y que sirven
para satisfacer funciones psicológicas diferentes. De esta
forma, las acciones de los voluntarios que parecen ser ampliamente similares pueden reflejar diferentes procesos motivacionales subyacentes, es decir, pueden estar sirviendo a
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diferentes funciones psicológicas, sociales y personales (véase Omoto y Snyder, 1990). Del mismo modo, el voluntariado no sólo puede actuar sirviendo a diferentes funciones
para diferentes personas, sino que la misma acción puede
servir a más de una función psicológica para un mismo individuo al mismo tiempo y/o en diferentes momentos temporales. En base a esta teoría, Clary et al. (1998) identifican seis
motivos primarios (ver Tabla 1).
Tabla 1: Motivos identificados por Clary et al. (1998).
MOTIVOS
Defensa del yo
Valores
Relaciones sociales
Conocimiento
Mejora del curriculum
Mejora del estado de ánimo
DESCRIPCIÓN
Reducir sentimientos negativos
Expresar o actuar en función de valores personales importantes
Fortalecer las relaciones sociales
Aprender nuevas experiencias y tener oportunidades de ejercitar conocimientos y habilidades
Obtener experiencia u otros beneficios profesionales
Conseguir un crecimiento y desarrollo del ego, mejorar la autoestima
Pocos estudios han analizado las diferencias existentes
en las motivaciones para el voluntariado en función de la
edad (Black y Jirovic, 1999; Okun y Schultz, 2003). La evidencia disponible muestra que las motivaciones para el voluntariado son muy similares a través de diferentes edades,
pero a pesar de ello es posible encontrar algunas diferencias.
El Marriot Seniors Volunteerism Study (1991) muestra que
los voluntarios de mayor edad parecen estar motivados por
muchos de los mismos factores que los voluntarios jóvenes,
incluyendo el deseo de ayudar a los demás y el compromiso
con la misión de la organización (véase Black y Kovacs,
1999). Clary y Snyder (1999) muestran que en términos generales las funciones más importantes en el voluntariado
eran las de valores, conocimiento y mejora del estado de ánimo, y que
las menos importantes eran mejora del currículum, relaciones sociales y defensa del yo, aunque también encontraban que el orden
y la importancia absoluta podían variar en función del grupo
estudiado. De esta forma, hallaban que los voluntarios jóvenes en comparación con los senior valoraban más el motivo
de mejora del curriculum. Por su parte, Black y Jirovic (1999)
encuentran que los motivos considerados heterocentrados o
altruistas variaban poco en función de la edad.
A pesar de las similitudes halladas, otros estudios destacan las diferencias existentes. En síntesis, las diferencias encontradas muestran que los voluntarios jóvenes dan más
importancia a mejora del currículum y a defensa del yo como motivaciones para el voluntariado (Black y Kovacs, 1999, Ferrari, Loftus y Pesek, 1999). Por su parte, los voluntarios senior
dan una mayor importancia a los motivos de valores y relaciones sociales (Anderson y Moore, 1978; Chacón y Vecina,
1999b; Chappell y Prince, 1997; Greenslade y White, 2005;
Okun, 1994; Okun, Barr y Herzog, 1998; Rouse y Clawson,
1992; Zeweigenhaft, Armstrong, Quintis y Ridick, 1996).
También parece existir una relación directa entre edad y la
importancia dada a la motivación de relaciones sociales, e inversa entre edad y la importancia dada a mejora del currículum
(Okun et al., 1998; Okun y Schultz, 2003).
¿A qué se deben estas diferencias en las motivaciones en
función de la edad? Según Funes (1999) el marco de condiciones que determina la probabilidad de implicarse en actividades de voluntariado incluye variables muy diferentes, pero
es sin duda el momento del ciclo vital en el que se encuentra
el sujeto el que incide en la articulación de todas ellas afec-
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tando tanto a la predisposición a actuar como a la decisión
de hacerlo. Tanto la acumulación de experiencias con el paso
del tiempo como los condicionantes sociales percibidos del
entorno más próximo varían en los diversos momentos del
ciclo vital. Los estudios del curso de la vida (por ejemplo,
Elder, Johnson y Crosnoe, 2003; Shanahan, 2000) indican
que el significado de los roles y actividades difiere a lo largo
del ciclo vital. Los resultados del trabajo de Oesterle, Kirpatrick y Mortimer (2004) ponen de manifiesto que los determinantes del voluntariado son específicos de cada estadio
del ciclo vital. Omoto, Snyder y Martino (2000) proponen
que en función del estadio, los intereses interpersonales o de
relación es probable que caractericen las agendas de los individuos durante los primeros estados de la vida adulta, mientras el interés por establecer un sentido de propósito y compromiso con la sociedad es más probable que marque las
agendas de los individuos en su vida posterior.
Como sugiere la Teoría de la Selectividad Socioemocional (véase Carteasen, 1995), las personas se vuelven más
selectivas en sus inversiones sociales cuando tienen una percepción del tiempo de vida como finito. A través de una
optimización selectiva, las pérdidas y rescisiones en la vida
de una persona son compensadas con el incremento de inversiones o una mayor importancia de otros elementos de la
agenda. Diversas investigaciones han puesto de manifiesto
que la percepción del tiempo de vida disponible y la edad
cronológica mantienen una relación inversa, y que la jerarquía de las metas difiere en cada uno de los momentos del ciclo
vital (véase por ejemplo Carstensen, Isaacowitz y Charles,
1999; Fung, Carstensen y Lutz, 1999). Centrarse en ciertas
interacciones o experiencias no es algo negativo, sino un
proceso natural asociado a la edad que tiene sentido en
términos de maximizar la gratificación emocional. Las actividades menos importantes son abandonadas a favor de
aquellas que tienen un mayor significado subjetivo, se hace
una mayor inversión en aquellas metas auto-relevantes y que
emocionalmente son significativas.
El voluntariado es reconocido ampliamente como una
importante fuente de satisfacción, sociabilidad y autovalidación a lo largo del curso de la vida (Hendicks y Curtler,
2004) y las personas pueden desarrollarlo en función de diferentes motivaciones que respondan precisamente a las nece-
Voluntariado y tercera edad
sidades que se considere importante satisfacer en cada momento del ciclo vital.
El hecho de que gran parte de la investigación se haya
centrado en el estudio de los factores internos, como los
motivos, ha llevado a que se olvide la potencial importancia
de las influencias externas sobre la decisión de ser voluntario
(Warburton, Ferry, Rosenman y Shapiro, 2001). Warburton
et al. (2001), siguiendo la Teoría de la Conducta Planificada
para entender las diferencias entre mayores voluntarios y no
voluntarios, describen las variables sociales y demográficas
como no esenciales para la predicción de la conducta pero sí
como variables externas que pueden influir en ella.
Variables sociodemográficas
Los resultados de las investigaciones muestran que las
personas mayores son voluntarias en menor medida que los
jóvenes (Herzog, Franks, Markus y Holmberg, 1998), pero
no está claro hasta qué punto esto es simplemente un reflejo
de la edad o es el resultado de otros factores como la salud
experimentada, por ejemplo (Mutchler, Burr y Caro, 2003).
Selbee y Reed (2000) describen que la relación entre voluntariado y edad sigue en términos generales la forma de
una U invertida: las tasas de participación voluntaria se incrementan desde la adolescencia hasta llegar al pico en la
mediana edad (35-54 años) y entonces declinan a partir de
los 65 años. Pancer y Pratt (1999), Knapp, Koutsogeorgopoulou y Smith (1996) y Knoke y Thomson (1977) también
aportan datos sobre la hipótesis de una relación curvilínea,
aunque algunos autores hablan de que esto podría ser simplemente un fenómeno generacional y se podrán ver diferentes tasas de voluntariado en futuras generaciones (Putman, 2000). Warburton et al. (2001) sugieren que el voluntariado es más normativo en varios puntos del curso de la
vida, y las actividades que se desarrollan varían, así como el
tiempo dedicado y el tipo de organización con la que se colabora. Wilson (2005) describe que la decisión de ser voluntario o dejar de serlo es una “transición” que está asociada a
otras transiciones como casarse, tener hijos, jubilarse, etc.
En este sentido, existen una serie de factores asociados a la
edad que tienen una incidencia determinante en el voluntariado en diferentes puntos de la vida (por ejemplo, la escuela, la carrera profesional, el retiro, estar soltero, casarse, enviudar, tener o no hijos). La combinación de la edad y el
resto de estos factores se denomina estadio del ciclo vital y
suelen secuenciarse de la siguiente forma: normalmente el
aprendizaje como estudiantes tiene lugar antes de los 25
años, el matrimonio suele ocurrir después de los 20 y antes
de los 35 años, tener hijos suele ocurrir entre los 18 y 35
años, y el retiro suele aparecer a mediados de los 50. Otros
factores menos asociados a la edad, como el divorcio o la
búsqueda de empleo remunerado también pueden determinar los estadios del ciclo vital y generar estadios más específicos. La participación en voluntariado está fuertemente asociada a estos estadios del ciclo vital porque las expectativas,
obligaciones, roles, valores y condiciones de vida asociadas
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con estos estadios difieren y pueden inhibir o promover el
voluntariado. La conexión entre los estadios del ciclo vital y
el voluntariado es compleja, puede que varios estadios del
ciclo vital se solapen de muchas formas, pero aún no se ha
identificado cómo esas combinaciones afectan al voluntariado.
Una vez explorada la relación entre edad y voluntariado,
se describen a continuación otras variables sociodemográficas que pueden caracterizar el perfil de los voluntarios senior
o permitir distinguir a personas mayores que realizan voluntariado de los que no lo hacen. Con respecto a estas variables, los estudios han hallado muy diferentes resultados. En
la Tabla 2 puede encontrarse una síntesis de algunos de los
resultados más significativos.
Respecto al género, con independencia de la edad, los resultados han sido en cierta forma controvertidos en relación
a la mayor probabilidad de un género de implicarse en voluntariado y sobre el número de horas dedicadas a tal actividad (véase Dávila y Chacón, 2005). Wilson (2000) describe,
en función de ciertas investigaciones, que el predominio de
un género u otro en el desarrollo de estas actividades varía
en cada país y que una vez que son voluntarios, sean varones
o mujeres, dedican el mismo número de horas, pero también
puntualiza que se debe considerar que el efecto del género
varía en función del estadio del ciclo vital: entre los jóvenes,
las mujeres tienden a dedicar más horas que los varones,
pero entre los ancianos el patrón se invierte (Wilson, 2000).
En relación al nivel educativo, gran parte de los trabajos revisados muestran que la práctica del voluntariado está asociada
al nivel educativo. Esta es una relación que se encuentra en
todos los grupos de edad. Pero ¿qué explica esta relación en
personas mayores? Una posible explicación puede que resida en
el hecho de que las personas mayores con un alto nivel educativo logran tener como media mejor salud que aquellos con menos niveles educativos, lo que puede facilitar, como se verá más
adelante, la participación en voluntariado. Otra explicación puede basarse en que el trabajo realizado fuera del hogar requiere el
acceso a recursos económicos, y el nivel de estudios suele asociarse al nivel de ingresos (De Vaus et al., 2003). Las personas de
tercera edad pertenecientes a una baja clase social o con un
reducido nivel de ingresos encuentran muchos obstáculos para
su implicación en actividades de voluntariado. Es posible que
las cuestiones financieras les cierren las puertas a ciertos programas, y hay que tener en cuenta que el reembolso de los gastos no siempre se produce. Jirovec y Hyduk (1998) proponen la
explicación de que la clase social (basada en la educación y el
nivel de ingresos) media la relación entre voluntariado y bienestar psicológico: un alto nivel de ingresos puede generar un nivel
de vida alto y la posibilidad de tiempo libre disponible para participar en actividades de voluntariado. Por otro lado, el nivel
educativo se asocia con el desarrollo de habilidades esenciales
para el voluntariado organizacional, como por ejemplo, habilidades de comunicación y autoconfianza. Estas dos variables en
conjunto promueven una inclinación hacia el desarrollo del
voluntariado y aumenta el bienestar psicológico de este tipo de
voluntarios al aumentar las oportunidades de desarrollar, por
ejemplo, experiencias voluntarias satisfactorias emocionalmente.
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Tabla 2: Síntesis de resultados más importantes con relación a las variables sociodemográficas que se asocian a la práctica del voluntariado en personas mayores.
ESTUDIOS
Caro y Bass (1997)
Chambré (1984)
Choi (2003)
Cohen-Mansfield (1989)
De Vaus, Gray y Stanton (2003)
Jirovec y Hyduk (1998)
Kim y Hong (1998)
Kim, Kang, Lee y Lee (2007)
Marriot Senior Living Services (véase en
Choi, 2003)
Mjelde-Mossey y Chi (2004)
Okun, Pugliese y Rook (2006)
Peters-Davis, Burant y Braunschweig
(2001)
Rischer y Mueller (1991)
Shmortkin, Blumstein y Modan (2003)
Smith (2004)
Wu, Tang y Yan (2005)
SÍNTESIS DE RESULTADOS
La educación, la actividad religiosa y la salud se relacionan con el voluntariado. Los varones,
los relativamente más jóvenes, con mejor salud, alto nivel educativo y con experiencia previa reciente como voluntarios es más probable que se muestren receptivos al voluntariado.
Mayor probabilidad de realizar voluntariado en trabajadores activos, amas de casa, casados.
Poseer un trabajo a tiempo parcial, la edad, el nivel educativo, la importancia dada a la religión y el estatus de salud se asocian significativamente a las horas dedicadas al voluntariado.
Los voluntarios y las personas laboralmente activas tienen un nivel educativo significativamente mayor que los no activos y no voluntarios. Las personas con experiencia voluntaria
en el pasado es más probable que sean voluntarios en el presente. Mayor tasa de voluntariado entre mujeres.
Mayor probabilidad de que los hombres cuando realizan trabajo no remunerado fuera del
hogar sea a través del voluntariado, en cambio las mujeres es más probable que se impliquen en el cuidado de familiares.
Los voluntarios con mayores niveles educativos es más probable que tengan experiencias
voluntarias previas. Aquellos que realizan el voluntariado junto a personas jóvenes tienden
a tener un mayor nivel educativo que aquellos que lo realizan con personas de su misma
edad.
Ser mujer, estar casado, tener un alto nivel de ingresos y educativo, tener en propiedad una
casa y buscar empleo después del retiro se asocia a la participación en voluntario.
Todas las variables relativas al capital humano (experiencia, formación, etc.) están positivamente relacionadas con el voluntariado. Aquellas personas que se identifican con el budismo o catolicismo es más probable que sean voluntarias que los que no se identifican con
ninguna religión. Los que viven solos o con el esposo es más probable que sean voluntarios
que los que viven con el esposo e hijos.
El nivel educativo se relaciona positivamente con el voluntariado.
Diferencias de género en las expectativas para implicarse en voluntariado: en los varones la
expectativa de utilizar sus propias habilidades y en las mujeres la expectativa de satisfacer
las necesidades de otras personas está asociado a la experiencia de voluntariado.
La implicación en actividades relacionadas con la iglesia es un fuerte predictor del voluntariado.
Más probabilidad de implicarse en voluntariado cuando se ha sido voluntario en el pasado,
se tiene un alto nivel de ingresos y se percibe el voluntariado como una actividad importante.
El nivel de ingresos y el educativo, la salud y la edad influyen en el desarrollo del voluntariado.
Los voluntarios tienen un estatus socioeconómico mayor que los no voluntarios.
El nivel de ingresos tiene un papel importante en la percepción del voluntariado como
parte de un estilo de vida ideal tras el retiro.
Mayores niveles educativos entre los voluntarios en comparación con los no voluntarios.
Salud
Con relación a la salud, en ciertos estudios se ha encontrado que la salud física o la habilidad funcional eran condiciones básicas para desarrollar voluntariado por parte de
personas mayores. En la misma línea, la mala salud y el deterioro se consideraba uno de los obstáculos más importantes
para la participación en estas actividades (véase en Jirovec y
Hyduk, 1998).
Burr, Caro y Moorhead (2002) describen que el declinar
de la salud puede limitar las posibilidades de mantenerse
activo como voluntario, pero no influye tanto para el desarrollo de otro tipo de colaboraciones como las donaciones.
Cuando la salud de una persona se deteriora es posible esperar otras formas de colaboración más pasivas. Por el contrario, Bradley (2000) destaca que mientras que muchas opor-
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tunidades voluntarias no requieren fortaleza física, el aislamiento que acompaña al declive físico puede limitar severamente la experiencia voluntaria de las personas mayores.
Cohen-Mansfield (1989) compara a voluntarios y no voluntarios senior en las condiciones de salud y tiempo libre
disponible, y no halla significativas diferencias en los problemas de salud relacionados con andar, escuchar o ver,
aunque los no voluntarios decían sufrir más molestias o dolores que los voluntarios. Puede que los voluntarios atiendan
menos a sus síntomas y estén generalmente más satisfechos,
o que el voluntariado indirectamente mejore el bienestar
general, incluyendo la salud, o puede que el dolor dificulte a
las personas implicarse en voluntariado y también les cause
una menor satisfacción vital.
Voluntariado y tercera edad
Apoyo social
Con independencia de la edad de los voluntarios, para
Wilson y Musick (1999) la integración social tiene dos funciones para el voluntariado: por un lado sirve para introducir
a la gente en el voluntariado (proporciona información sobre
oportunidades para colaborar, incrementa las peticiones para
ser voluntario, y se facilita la toma de la decisión si se hace
en compañía de un amigo), y por otro lado, una vez que ya
se colabora como voluntario los vínculos sociales ayudan a
legitimizar tal colaboración, proporcionan apoyo en situaciones estresantes y quizás, al mismo tiempo, aumentan los
costes sociales de abandonar el voluntariado porque podría
suponer la pérdida de contactos, la experiencia de desaprobación, etc.
Warburton et al. (2001), en un estudio donde se comparaba a personas mayores voluntarias y no voluntarias, encontraban que los voluntarios senior percibían que contaban
con apoyo para la realización del voluntariado de las personas más cercanas, su familia y amigos, y los no voluntarios
era más probable que sintiesen que no tenían ese apoyo.
También encontraron diferencias en la percepción de apoyo
a nivel más general, por ejemplo de otras personas o de las
organizaciones caritativas. El contexto social más amplio
parece afectar a la decisión de ser voluntario. La forma en
que la sociedad construye los roles de envejecimiento afecta
a la participación de la gente mayor. No toda la gente mayor
percibe que el medio social más amplio refuerza el voluntariado como un rol apropiado para ellos.
En contraposición, en un estudio posterior, Warburton y
Stirling (2007) encuentran que ni las variables relativas al
capital social (pertenencia a organizaciones, afiliación religiosa, estado civil, etc.) ni las variables socioestructurales (educación, situación laboral, nivel de ingresos, etc.) predicen
adecuadamente el voluntariado realizado por personas mayores.
En otra serie de estudios, el apoyo social ha sido analizado como un factor mediador entre la práctica del voluntariado y otra serie de variables como por ejemplo la extraversión
y la salud. Con relación a la extraversión, algunos estudios
han puesto de manifiesto una asociación significativa entre
extraversión y voluntariado (véase en Okun et al., 2006),
pero es un factor que ha recibido escasa atención en el estudio de los adultos mayores. Wilson (2000) hipotetizó que el
efecto de la extraversión en voluntariado para personas mayores estaba completamente explicado por la vinculación
entre extraversión y capital social, de una mano, y entre capital social y voluntariado, de otra mano. Los resultados del
estudio de Okun et al. (2006) apoyan esta hipótesis, ponen de
manifiesto que el capital social ejerce como mediador entre
la extraversión y el voluntariado en personas mayores. La
explicación a estos resultados puede que resida en que los
extravertidos participan en más clubs y asociaciones que los
introvertidos, también cuentan con redes sociales más extensas, tienen mayor contacto con amigos, la calidad de las
amistades es mayor y están más satisfechos con su apoyo
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social que los introvertidos. Los individuos con múltiples
vínculos sociales y organizacionales tienen numerosas oportunidades de ser informados sobre opciones de voluntariado
y de ser preguntados directamente si les interesa participar
en estas actividades.
En resumen, los resultados de las investigaciones revisadas han puesto de manifiesto que no parece ser tanto la edad
como otros factores asociados a la misma (estado civil, tener
hijos, etc.) lo que promueve o dificulta el desarrollo del voluntariado. El nivel educativo parece ser determinante en la
práctica del voluntariado al final de la vida. El papel de otras
variables como la salud y el apoyo social no está claramente
definido. La evidencia disponible hasta el momento muestra
que en algunos casos parecen actuar como predictores, en
otros como mediadores y finalmente en otros como consecuencias del voluntariado. Por último, con relación a las
motivaciones, los resultados hallados muestran que a pesar
de encontrarse tendencias generales con independencia de la
edad, es posible hallar diferencias en función de la edad de
los voluntarios.
Vinculación entre voluntariado y trabajo remunerado
En este apartado se analiza la relación entre el trabajo remunerado y el voluntariado, y las implicaciones de tal relación
para la práctica del voluntariado tras la jubilación. Para ello,
se comienza describiendo aspectos introductorios como el
uso del tiempo, el concepto de “envejecimiento productivo”
y el posible impacto del retiro en la vida de las personas mayores. Posteriormente, se revisan las teorías más relevantes
para entender la relación entre la práctica del voluntariado y
la situación laboral.
Gauthier y Smeeding (2003) describen que en EE.UU.
en los años cuarenta un trabajador medio podría vivir cerca
de unos 8 años más tras el retiro, pero en el año 2000 el
número de años se incrementa hasta los 14,6 y se espera que
siga aumentando hasta los 17,7 años en el año 2060. Pero
¿en qué invierten e invertirán estas personas su tiempo tras
la jubilación?
El interés por los patrones del uso del tiempo en personas mayores no es nuevo, desde los años 60 se han generado
muchos estudios con el propósito de analizar en qué consiste el “envejecimiento exitoso”. Algunos de estos estudios
han mostrado la relación entre patrones del uso del tiempo y
varios indicadores de bienestar. Gauthier y Smeeding (2003)
llevan a cabo un estudio transcultural en 9 países diferentes
y, aunque encuentran importantes diferencias en función del
país y del género, se identifica el siguiente patrón: para varones parte del tiempo que era dedicado al trabajo remunerado
es recolocado en ocio activo (o actividades de active purpose,
en donde se incluye la práctica del voluntariado), en mujeres
se produce un suave incremento del desarrollo de estas actividades, al menos hasta la edad de 74 años, pero a partir de
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dicha edad la realización de estas actividades se reduce suavemente tanto en varones como en mujeres.
Otro concepto utilizado es el de “envejecimiento productivo”, que alude a los roles socialmente valorados que
desarrollan las personas mayores (Bass y Caro, 2001). Algunos estudios han mostrado que las tasas de participación en
actividades productivas están inversamente asociadas con la
edad, pero la mayoría de las personas se mantienen activas
incluso a edades avanzadas. Las tasas de participación varían
de un sector a otro, por ejemplo, respecto al empleo a tiempo completo, esta actividad empieza a declinar a finales de
los 50 y principios de los 60, pero las tasas de voluntariado
se mantienen relativamente constantes hasta los 75 años
(Caro y Bass, 1995). Estos datos son coherentes con los
aportados por Gauthier y Sneeding (2003). El trabajo remunerado y el voluntariado difieren en muchos aspectos, pero
ambas actividades suponen contribuciones productivas a la
sociedad (Luoh y Herzog, 2002).
Respecto al retiro o la jubilación, este evento puede considerarse estresante, ya que el trabajo proporciona tanto una
actividad estructurada para organizar el tiempo como un
sentido de propósito y de significado. Supone más que un
cese en el puesto de trabajo, ya que puede provocar la pérdida de ingresos, estatus social, relaciones sociales, etc. George
(1980) identifica tres recursos personales que influencian la
adaptación al retiro: el ingreso (con altos niveles de ingreso
se facilita la adaptación), la salud (la salud incrementa el
bienestar durante el retiro) y el apoyo social (por ejemplo,
una relación marital positiva contribuye a la adaptación). La
investigación realizada hasta el momento sugiere que las
personas que presentan un alto compromiso con el rol de
trabajador dan muy poco valor a su tiempo libre o de ocio, y
es probable que perciban de forma menos favorable el retiro. En cambio, las personas que perciben positivamente el
retiro probablemente estén implicadas en organizaciones de
voluntariado y tengan una visión positiva de las actividades
de ocio (Hooker y Ventis, 1984).
Las dos aproximaciones teóricas más importantes a la
hora de entender la relación entre la práctica del voluntariado y la situación laboral han sido la Teoría de la Actividad y
la Teoría de la Continuidad.
La hipótesis de la sustitución o Teoría de la Actividad
(Havighurst, Neugarten y Tobin, 1963) parte de la idea de
que la sustitución de actividades ayuda a mantener el bienestar subjetivo y moral (Herzog et al, 1989). Fischer y Schaffer
(1993) muestran que permanecer activo promovía la salud
en las personas, y para muchos ser voluntario era como tener un trabajo. King y Fluke (1990) muestran que trabajar en
la sociedad actual proporcionaba un sentido de pertenencia
o de ser necesitado. La necesidad o motivación por trabajar
viene explicada por las funciones que cumple el trabajo, por
ejemplo, permite obtener un ingreso, establecer relaciones
interpersonales, conseguir experiencias vitales significativas,
etc. El voluntariado es una actividad que cumple gran parte
de las mismas funciones del trabajo y adicionalmente contribuye a la comunidad (Cohen-Mansfield, 1989).
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Por otro lado, la hipótesis de la complementariedad o
Teoría de la Continuidad parte de la idea de que el voluntariado y el trabajo remunerado son actividades complementarias y se relacionan positivamente. Por ejemplo, en algunos
casos el voluntariado puede realizarse como apoyo para la
consecución de metas profesionales, o como una forma de
establecer contactos o desarrollar habilidades útiles para la
carrera profesional (Ellis, 1993; Okun et al., 1998; Wilson y
Musick, 1997). Al mismo tiempo, la realización de un trabajo
remunerado puede permitir obtener información sobre opciones de voluntariado. Caro y Bass (1997) encuentran en su
estudio que aquellas personas mayores que habían dejado de
trabajar reportaban falta de conocimientos sobre opciones
de voluntariado en mayor medida que aquellos que aún estaban trabajando.
Según la Teoría de la Continuidad, para preservar el
bienestar de la persona a través del curso de la vida es importante mantener los patrones de conducta previamente
establecidos, especialmente en transiciones importantes como el retiro (Atchley, 1999). A medida que las personas envejecen necesitan continuidad en sus contextos diarios y
buscarán lograr esto manteniendo aquellas actividades que
tienen más valor y significado personal. Turner (1992) y
Chambré (1984, 1987) defienden que la Teoría de la Continuidad es la forma más útil de explicar la actividad voluntaria
entre la tercera edad, porque el voluntariado no es un mero
sustituto del trabajo remunerado (Chambré, 1984; Moen,
Fields, Quick y Hofmeister, 2000). Variables como el nivel
educativo y de ingresos, que permanecen continuas a lo largo de la vida, pueden tener un papel más determinante que
la jubilación para el desarrollo del voluntariado al final de la
vida (Chambré, 1984).
Dos teorías que se sitúan en la misma línea que la Teoría
de la Continuidad son la Teoría de Rol y la Teoría de la Imagen.
La Teoría de Rol también enfatiza la importancia de la
persistencia de los roles sociales para lograr el bienestar a
través del curso de la vida, ya que facilita el mantenimiento
de la propia identidad. En el estudio de Smith (2004) se encuentra que aquellas personas que antes del retiro consideran
al voluntariado como un rol saliente es más probable que
piensen en el voluntariado como parte de su retiro ideal. Si
una persona repetidamente se implica en una conducta, esto
puede cambiar su autoimagen y las percepciones de por qué
se ha implicado en dicha actividad, después de un tiempo es
probable que se desarrolle esa actividad porque se ha convertido en una parte importante de la propia identidad (Dovidio, Piliavin, Schroeder y Penner, 2006).
Griffin y Hesketh (2008) utilizan la Teoría de la Imagen
para predecir en qué medida las personas se implicarán en
diversas formas de trabajo tras la jubilación. De forma similar a la Teoría de la Continuidad, para la Teoría de la Imagen, las elecciones futuras se realizan en base a la necesidad
de mantener una auto-imagen estable. Los resultados de su
estudio muestran que los pre-retirados que se sentían más
cansados del trabajo era menos probable que tuviesen la
Voluntariado y tercera edad
intención de implicarse en trabajo voluntario o remunerado
en el futuro tras el retiro. Lo curioso es que cuando más
sobrecarga de trabajo percibían las personas era más probable que tuviesen la intención de implicarse en trabajo voluntario o remunerado tras el retiro. Aquellas personas con mayores niveles de sobrecarga de trabajo pueden tener una
tendencia a la adicción al trabajo y valorar su autoimagen
381
como una persona muy ocupada, lo cual podría hacer más
probable que se viesen en el futuro teniendo también altos
niveles de actividad, ya sea en trabajos voluntarios o remunerados.
En la Tabla 3 se pueden encontrar los estudios que aportan evidencia a favor de una u otra teoría y una síntesis de
sus resultados más relevantes.
Tabla 3: Síntesis de resultados más importantes con relación a la teoría de la actividad y la teoría de la continuidad.
ESTUDIOS
SÍNTESIS DE RESULTADOS
TEORÍA DE LA ACTIVIDAD
Caro y Bass (1997)
Las personas que se acaban de jubilar muestran un modesto aumento del tiempo comprometido con
el voluntariado y un incremento en la receptibilidad al mismo. Durante el primer y segundo año tras la
jubilación, aquellos que no son voluntarios muestran una mayor receptibilidad al voluntariado que
aquellos que se mantienen activos laboralmente o quienes se han retirado hace más tiempo.
Chambré (1984)
Los voluntarios que no tienen un trabajo remunerado dedican más horas al voluntariado en comparación con los que sí lo tienen, aunque la diferencia sea pequeña.
Herzog y Morgan (1993)
Los voluntarios senior sin un trabajo remunerado dedican significativamente más horas al voluntariado
que aquellos que aún trabajaban a tiempo completo.
Moen et al. (2000)
Las personas retiradas dedican considerablemente más tiempo al voluntariado que los que aún tienen
un empleo remunerado. Las horas invertidas se incrementan significativamente después del retiro.
Mutchler et al. (2003)
La reducción del trabajo remunerado o el abandono del mismo se asocia con un aumento del voluntariado. A pesar de la notable reducción del número de horas dedicadas al trabajo remunerado, solo una
pequeña parte de ese tiempo es invertido en voluntariado.
TEORÍA DE LA CONTINUIDAD
Cohen-Mansfield (1989)
Existe una fuerte relación entre la implicación pasada en voluntariado y las actividades voluntarias
realizadas en el presente.
Fischer, Mueller y Cooper
Las personas con empleo remunerado es más probable que sean voluntarios que aquellas sin empleo
(1991)
remunerado.
Gauthier y Smeeding (2000)
Tras realizar un estudio transcultural, no hay evidencia que apoye que en la transición al retiro el trabajo remunerado sea sustituido por trabajo voluntario.
Klumb y Baltes (1999)
Las personas con trabajo remunerado invierten más tiempo en actividades productivas, entre las que
se incluye el voluntariado.
Okun (1993)
Las personas que han realizado voluntariado en el pasado es más probable que lo hagan en el futuro.
Robinson y Goldbey (1997)
Aquellas personas con un empleo remunerado es más probable que realicen voluntariado.
Smith (1999)
Las personas que son voluntarias antes del retiro intentan seguir siéndolo tras el retiro. Pero hay un
cambio cualitativo en su voluntariado: se centra en mayor medida en el desarrollo de tareas a corto
plazo e implicaciones específicas en proyectos.
Vinokur-Kaplan y Bergman Existe continuidad entre las actividades voluntarias realizadas en el periodo preretiro y postretiro.
(1987)
En resumen, el voluntariado se ha conceptualizado como
un sustituto del trabajo remunerado o como un complemento del mismo. Aunque los resultados de las diversas investigaciones pueden apoyar una u otra hipótesis o incluso las
dos al mismo tiempo en función de cómo se interpreten
éstos y qué aspectos sean resaltados (véase por ejemplo el
trabajo de Caro y Bass, 1997), lo cierto es que la evidencia
empírica y los desarrollos teóricos dan un mayor crédito a la
consideración de una relación positiva entre el voluntariado
y el trabajo remunerado. Las personas normalmente no comienzan su carrera como voluntario al final de la vida
(Quick y Smith, 2001). Los resultados hallados indican que
los voluntarios senior normalmente continúan con un patrón
de conducta establecida previamente en sus vidas, son personas que han envejecido realizando voluntariado (Chambré,
1984).
Beneficios que se derivan de la práctica del
voluntariado
En este apartado se presenta una introducción sobre el estudio de la relación entre voluntariado y los beneficios sobre la
salud que se derivan de su práctica. Posteriormente la exposición se centra en los resultados obtenidos con voluntarios
senior, prestando especial atención al tipo de actividad voluntaria realizada y al nivel de implicación. Por último, se
revisan los mecanismos y factores explicativos de los efectos
positivos de la práctica del voluntariado.
El voluntariado no sólo permite proporcionar un servicio a la comunidad, sino que también parece promover la
salud física y mental de quien lo pone en práctica, incluso
algunos autores aluden a que puede afectar a la longevidad
(véase por ejemplo, Onyx y Warburton, 2003 y Wheeler,
Gorey y Greenblatt, 1998). Muy diversos estudios han aportado datos que contribuyen a poner de manifiesto tal relaanales de psicología, 2009, vol. 25, nº 2 (diciembre)
382
Mª Celeste Dávila de León y Juan Francisco Díaz-Morales
ción, algunos han tenido un carácter transversal y otros longitudinal (véase en Lum y Lighfoot, 2005). Pero los resultados hallados hasta el momento no terminan de dejar claro si
la implicación en actividades productivas, tales como el voluntariado, hace a las personas más saludables o si son las
personas saludables las que con más probabilidad se implican en actividades productivas. También debe tenerse en
cuenta que es probable que el voluntariado se refuerce positivamente a través de los beneficios percibidos que se derivan de su práctica (Mutchler et al., 2003). Quizás la solución
esté en considerar la relación entre voluntariado y ciertas
variables, como la satisfacción vital por ejemplo, como bidireccional, tal y como han puesto de manifiesto en sus trabajos Dávila y Díaz-Morales (2005) y Thoits y Hewitt (2001).
¿Por qué centrarnos en el estudio de los beneficios del
voluntariado en los mayores? En nuestra sociedad, ser pro-
ductivo y útil es una importante fuente de aprobación social,
autoestima e identidad, y el trabajo no remunerado, siguiendo la teoría de la actividad, puede sustituir al remunerado en
este sentido. El voluntariado puede reducir los sentimientos
de pérdida de poder que con frecuencia acompañan la transición al retiro (Musick y Wilson, 2003). Por ello, la práctica
del voluntariado puede conllevar más beneficios para las
personas mayores que para cualquier otro grupo de edad.
Las investigaciones centradas en el estudio de la relación
entre voluntariado y salud en personas mayores se han centrado en múltiples aspectos relacionados con la salud física,
el bienestar psicológico y la longevidad. En muchos de los
estudios revisados parece ser más importante la percepción
de los beneficios del voluntariado que los propios beneficios
reales. En la Tabla 4 pueden encontrarse los estudios revisados y una síntesis de sus resultados más relevantes.
Tabla 4: Síntesis de resultados más importantes respecto a la asociación entre voluntariado y salud en personas mayores.
ESTUDIOS
MÚLTIPLES BENEFICIOS
Lum y Lightfoot (2005)
SÍNTESIS DE RESULTADOS
El voluntariado suaviza el incremento de los niveles de depresión, el declinar de los niveles de
salud descritos y de las dificultades funcionales, y reduce las tasas de mortalidad.
Morrow-Howell, Kinnevy y Mann Los voluntarios reportan más beneficios que aquellos que asisten a actividades educativas. La
(1999)
mayoría destaca interactuar con nuevas personas.
Shmortkin et al. (2003)
Los voluntarios se diferencian de los no voluntarios en poseer un estatus socioeconómico mayor, en mantenerse más activos, percibirse más saludables y con un buen funcionamiento en los
dominios cognitivo, emocional y social.
Thoits y Hewitt (2001)
Encuentran en voluntarios una mayor satisfacción vital, felicidad y autoestima, salud física reportada y reducción de depresión.
Van Willigen (2000)
El voluntariado incrementa la satisfacción vital y la salud reportada.
Wu et al. (2005)
Los voluntarios tienen más altos niveles educativos, reportan mejor salud física, mayor autoeficacia, mayor satisfacción vital y menor angustia psicológica que los no voluntarios.
BENEFICIOS EN LA SALUD PSICOLÓGICA (SATISFACCIÓN VITAL, BIENESTAR PSICOLÓGICO, ETC.)
Celdrán y Villar (2007)
El voluntariado es una actividad satisfactoria para las personas mayores y perciben más beneficios que pérdidas en su desarrollo.
Hunter y Linn (1981)
Los voluntarios tienen una significativa mayor satisfacción vital, mayores sentimientos de autorrespeto y menores síntomas de depresión y ansiedad que los no voluntarios.
Mishra (1992)
Existe una significativa relación entre satisfacción vital e implicación en actividades vinculadas a
la ocupación, hobbies e interacción con amigos y miembros de organizaciones voluntarias.
Musick y Wilson, (2003)
Los voluntarios tienen menores niveles de depresión.
Newman, Vasudev y Onawola, (1985) El 65% de los voluntarios reporta mejoras en la satisfacción vital, el 76% se siente mejor consigo mismo y el 32% afirma que el voluntariado ha mejorado su salud mental.
Schawartz, Meisenhelder, Ma y Reed Tanto recibir como proporcionar ayuda son predictores significativos de la salud mental repor(2003)
tada. Dar ayuda es más importante.
Wheeler et al. (1998)
El sentido de bienestar mejora significativamente a través del voluntariado.
BENEFICIOS EN LA SALUD FÍSICA Y LA LONGEVIDAD
Friedland et al. (2001)
El voluntariado se asocia a una menor probabilidad de sufrir Alzheimer.
Harris y Thoresen (2005)
Los voluntarios frecuentes tienen una significativa menor mortalidad en comparación con los
no voluntarios.
Moen, Dempster-McClain y Williams Un alto nivel de participación en clubs y actividades voluntarias se asocia con bajos niveles de
(1989)
mortalidad entre mujeres ancianas.
Oman, Thorensen y McMahon (1999) Los voluntarios en dos o más organizaciones presentan un 63% menos de tasa de mortalidad
en comparación con los que no lo son. Aquellas personas con mayor riesgo son los que se
benefician en mayor medida.
Shmortking, Blumstein y Modan, Ser voluntario se asocia con un reducido riesgo de mortalidad.
(2003)
Young y Glasgow (1998)
La salud reportada aumenta al igual que lo hace la participación social instrumental, en donde se
incluye el voluntariado.
anales de psicología, 2009, vol. 25, nº 2 (diciembre)
Voluntariado y tercera edad
Pero no en todos los casos el desarrollo del voluntariado
puede influir positivamente en la salud física y mental de las
personas mayores. Dovidio et al. (2006) describen que diferentes tipos de voluntariado y ayuda pueden tener diferentes
efectos, y no todas las formas de ayuda pueden ser beneficiosas para quien ayuda. Tanto las características de la actividad como el nivel de implicación son dos aspectos del voluntariado que deben considerarse en este sentido.
Según Van Willigen (2000) el tipo de trabajo en el que
los voluntarios se implican, el contexto en el cual éste tiene
lugar y el significado que se le da podrían explicar en parte
las diferencias encontradas respecto a sus efectos beneficiosos. Los resultados hallados hasta el momento muestran que
los voluntarios que se implicaban en una actividad directa
obtenían mayor satisfacción que los que lo hacían en actividades indirectas o desempeñaban roles de ayuda menos
formales (Wheeler et al., 1998), el voluntariado para causas
religiosas era más beneficioso para la salud mental que el
realizado para causas seculares (Musick y Wilson, 2003) y el
voluntariado de carácter intergeneracional promovía una
mayor satisfacción (Jirovec y Hyduk, 1998).
Con relación al nivel de implicación en el voluntariado,
algunos estudios apoyan la existencia de una relación curvilínea entre el nivel de dedicación y sus beneficios, y otros
apoyan una relación lineal. Entre los estudios que apoyan el
primer tipo de relación destacan los de Jirovec y Hyduk
(1998), Lum y Lightfoot (2005), Luoh y Herzog (2002) y
Musick, Herzog y House (1999). Sus resultados apoyan la
idea de que los mayores beneficios se encuentran con un
rango medio de horas dedicadas al voluntariado, incluso
pequeñas cantidades de voluntariado se asocian con consecuencias favorables para la salud. Quizás el tener simplemente el rol de voluntario puede ser suficiente para generar consecuencias positivas. Por otro lado, entre los estudios que
apoyan una relación lineal destacan los de Choi (2003), Morrow-Howell, Hinterlong, Rozario y Tang (2003), Oman et
al. (1999), Shmortking et al. (2003) y Van Willigen (2000).
Los beneficios en la salud se asociaban significativamente al
número de horas dedicadas al voluntariado, una mayor implicación supone un mayor beneficio en la salud. En última
instancia, aparte de lo que puedan mostrar los resultados de
las anteriores investigaciones, Clary et al. (1998) sugieren que
lo que hace a uno estar satisfecho y por tanto presumiblemente más feliz y sano dependerá de las metas que uno se
plantee y de la experiencia voluntaria.
¿Qué mecanismos o qué factores explican los efectos
positivos del voluntariado? Tanto las teorías psicológicas
como sociológicas predicen que hacer un servicio a la comunidad puede tener efectos beneficiosos para aquellos que
proporcionan la ayuda. Se pueden identificar mecanismos de
nivel macro, basados en la integración en la sociedad, hasta
mecanismos de nivel micro, que aluden a aspectos inmunológicos. Desde ambas perspectivas, el impacto puede variar dependiendo del ajuste entre las necesidades de los que
ayudan y la naturaleza de las acciones desarrolladas (Piliavin,
2003).
383
Partiendo de la Teoría de Rol, se ha venido utilizando en
la literatura sobre el tema el concepto de rol enhancement para
explicar la relación entre voluntariado y salud. Este concepto
sugiere que con la implicación en un rol productivo (por
ejemplo, el voluntariado) una persona mayor podría disponer de más recursos y gratificación emocional, una más extensa red social, más poder y más prestigio (Moen, Dempster-McClain, y Williams, 1992), lo que repercutiría favorablemente en su salud física y mental. Hinterlong, MorrowHowell y Rozario (2007) analizan la relación entre el desempeño de roles productivos y la salud física y mental en personas mayores y encuentran que el desarrollar al menos un
rol productivo y el número total de roles desempeñados
estaba asociado con una mejor evaluación de la salud. Pero
la dedicación de demasiadas horas en el voluntariado puede
tener efectos negativos, el voluntario puede experimentar role
strain y esto puede limitar los beneficios en la salud mental y
física. El impacto del voluntariado sobre la salud de las personas puede variar en función de sus niveles iniciales de
apoyo social y recursos (véase en Lum y Lightfoot, 2005).
La relación entre las diversas identidades de rol que uno
puede desarrollar y el bienestar es un tema clásico en ciencias sociales. Según Thoits (1983) los roles sociales proporcionan significado, una guía o un propósito para que las personas dirijan sus vidas y les ayudan a controlar la salud mental y la conducta desorganizada. Al mismo tiempo, alude a
que los roles sociales elegidos voluntariamente, tales como
ser amigo o voluntario, pueden ser más responsables de los
efectos positivos de tener múltiples roles que los roles obligatorios, tales como esposo o padre. Diversos estudios han
hallado que tener múltiples identidades de rol aunque puede
conllevar ciertos conflictos de rol, está asociados a una mejor salud física y mental (véase en Greenfield y Marks, 2004).
Con la vejez aumentan las posibilidades de que las personas
pierdan identidades de rol relevantes para su identidad como
el rol de trabajador remunerado y el rol marital con la jubilación y la muerte del esposo, respectivamente. Aquellos que
experimentan un mayor número de ausencias de identidad
de rol podrían conseguir mayores beneficios psicológicos del
voluntariado que aquellos que tienen menos pérdidas de
identidades de rol. Las ausencias de rol son un factor de
riesgo para la salud mental y física, y el voluntariado puede
actuar como un factor o una identidad de rol protectora. Los
resultados del estudio de Greenfield y Marks (2004) aportan
datos que apoyan sólo parcialmente esta hipótesis.
La evidencia disponible hasta el momento con relación a
las personas mayores también es consistente con la idea de
que el voluntariado genera capital social, y los altos niveles
de capital social pueden propiciar un aumento de la calidad
de vida que limite la enfermedad y retrase la muerte. Onyx y
Warburton (2003) desarrollan una comprensiva revisión de
la literatura de los pasados 20 años sobre redes sociales y
envejecimiento saludable y encuentran que hay una fuerte
vinculación entre voluntariado, capital social y mantenimiento de la salud y el bienestar psicológico. Musick y Wilson
(2003) hipotetizan que el voluntariado mejora el acceso a
anales de psicología, 2009, vol. 25, nº 2 (diciembre)
384
Mª Celeste Dávila de León y Juan Francisco Díaz-Morales
recursos sociales y psicológicos, y los resultados que hallaron
mostraron que algunos de los efectos del voluntariado sobre
la depresión eran atribuibles a la integración social que el
voluntariado promovía. Oman et al. (1999) aluden a que los
beneficios que se derivan del voluntariado con relación a la
salud física están relacionados con el apoyo social experimentado, en este sentido, los voluntarios pueden desarrollar
fuertes redes sociales que podrían reducir el estrés y el riesgo
de enfermedad.
Aunque Oman et al. (1999) también encuentran que el
voluntariado era incluso más protector entre los individuos
con altos niveles de implicación religiosa o relaciones sociales cercanas, la mayor parte de los estudios revisados muestran que el voluntariado tiene efectos más beneficiosos para
aquellas personas con baja integración o apoyo social. Por
ejemplo, Musick et al. (1999) encuentran que el voluntariado
tenía un efecto protector mayor en la mortalidad de personas de tercera edad con bajos niveles de contacto social informal y para aquellos que vivían solos que para aquellos
con más alto contacto social informal. Fengler (1984) halla
que los ancianos con un mayor número de déficits en recursos personales (viven solos, tienen una pobre salud, etc.) se
beneficiaban en mayor medida de las actividades formales.
Los análisis realizados mostraron que el predictor más consistente de la satisfacción vital en ancianos desfavorecidos
era la participación en un programa de voluntariado formal.
Li y Ferraro (2005) encuentran que las personas incrementaban su voluntariado después de enviudar y que estos nuevos
roles les protegían contra los síntomas depresivos. La participación voluntaria se convertía en un medio para compensar el impacto negativo de enviudar sobre el bienestar. Piliavin (2005) halla que aquellos quienes estaban menos integrados en la sociedad (por ejemplo, no estaban casados, no
trabajaban o tenían bajos niveles de apoyo social percibido)
se beneficiaron más psicológicamente de hacer voluntariado.
Estos resultados son coherentes con la idea de que el voluntariado podría dar lugar a una mejor salud física y mental a
través de la prevención de la alienación y la anomia (véase en
Durkheim, 1951).
En un intento de clarificar en mayor medida los mecanismos que explican los efectos beneficiosos de proporcionar ayuda, diversos autores han generado algunas propuestas
que se resumen a continuación:
- Se experimenta un incremento en la integración social
(Luoh y Herzog, 2002; Midlarsky, 1991; Musick y Wilson,
2003).
- Permite una distracción de los propios problemas (Midlarsky, 1991).
- Aumenta el sentido de significación y valor de la propia
vida (Midlarsky, 1991; Thoits y Hewitt, 2001).
- Se incrementa la percepción de autoficacia y competencia,
lo que ejerce un impacto positivo en las autoevaluaciones
(Luoh y Herzog, 2002; Midlarsky, 1991; Musick y Wilson,
2003).
anales de psicología, 2009, vol. 25, nº 2 (diciembre)
- Mejora el estado emocional, incrementándose los estados
de ánimo positivos (Midlarsky, 1991).
- Genera actividad física (Luoh y Herzog, 2002).
- La salud mental y el bienestar pueden actuar como mediadores en la relación entre el voluntariado y la salud física
(Luoh y Herzog, 2002).
Aunque de momento no se ha desarrollado ninguna investigación empírica que evalúe el efecto inmune del voluntariado, sí puede encontrarse cierta evidencia que hace sugerir la existencia de una relación. Por ejemplo, Oman et al.
(1999) aluden a que ciertos mecanismos como la mejora de
la autoestima y los estados de ánimos positivos, por ejemplo,
podrían influenciar al cuerpo a través de vías psico-neuroinmunológicas, así se reducirían las tasas de mortalidad en
las poblaciones que envejecen. Hay que tener en cuenta que
para algunas personas el experimentar un desafío en el voluntariado puede fortalecer su sistema inmunitario y endocrino, proporcionando una inoculación al estrés.
Como puede comprobarse, se han identificado diferentes
mecanismos y factores explicativos de la relación entre voluntariado y salud física y mental, a pesar de ello, ha habido
relativamente poca investigación que haya examinado directamente su validez (Dovidio et al, 2006).
En resumen, la evidencia y aportaciones teóricas descritas en este apartado apoyan la existencia de una relación
entre la práctica del voluntariado y ciertos beneficios para la
salud psicológica y física. Esta relación se basa en gran medida en el significado que se atribuye al voluntariado y en los
beneficios que se perciben en la salud y no tanto en los beneficios reales. Aunque no se puede establecer una causalidad clara en tal relación, los datos parecen apuntar más bien
a una relación bidireccional, en la que el voluntariado contribuye a la salud pero en la que la salud también permite explicar el inicio y desarrollo de este tipo de actividades.
Conclusiones
El número de personas mayores crece progresivamente junto con el porcentaje de personas de este grupo de edad que
desarrollan actividades de voluntariado. Una gran parte de
los trabajos realizados sobre voluntariado y personas mayores ha girado en torno a los factores que se relacionan con su
desarrollo. En este sentido, las motivaciones han sido el
factor más ampliamente estudiado, ya que se parte de la idea
de que puede ser más fácil saber por qué una persona actúa
como lo hace si se conoce qué propósito o función tiene el
comportamiento para dicha persona. Los resultados de las
investigaciones parecen mostrar que los voluntarios senior
en comparación con los voluntarios más jóvenes dan una
mayor importancia a expresar y actuar en función de valores
personales importantes y a fortalecer las relaciones sociales.
Otros estudios también han puesto de manifiesto que
ciertas variables de carácter sociodemográfico también contribuyen a explicar el desarrollo del voluntariado. Por ejem-
Voluntariado y tercera edad
plo, para entender la influencia de la edad sobre el voluntariado resulta más adecuado considerar la existencia de estadios configurados de forma diferente por entramados de
variables y que se suceden a lo largo del curso vital, dando
lugar a diferentes contextos que propician en mayor o menor grado el desarrollo del voluntariado. De otra mano, el
nivel educativo (y su asociación con el nivel de ingresos) de
las personas mayores se relaciona significativamente con la
práctica del voluntariado. Otras investigaciones destacan el
papel de la salud y el apoyo social en el desarrollo del voluntariado en mayores, pero la evidencia aportada muestra que
pueden actuar no solo como predictores, sino también como
mediadores y consecuentes del voluntariado.
Otra línea de trabajos parte de la idea de que el trabajo
remunerado y el voluntario comparten una serie de funciones como establecer relaciones interpersonales, obtener experiencias vitales significativas o aumentar el sentimiento de
autoeficacia, por ejemplo. Por tanto, el voluntariado podría
constituir un buen sustituto del trabajo remunerado una vez
que la persona se jubila. Pero la Teoría de la Continuidad, la
Teoría del Rol y la Teoría de la Imagen defienden que es
difícil que el voluntariado llegue a convertirse en una mero
sustituto del trabajo remunerado, ya que gran parte de los
resultados de las investigaciones muestran que las personas
no comienzan el voluntariado al final de su vida, sino que
normalmente continúan con patrones de conducta previamente establecidos.
Por último, una gran parte de la investigación se ha centrado en estudiar los beneficios que reporta la práctica del
voluntariado en la salud de los mayores. La mayor parte de
los resultados descritos muestran una asociación con la salud
física, mental y la longevidad que depende del tipo de actividad desarrollada y del nivel de implicación de los voluntarios. Uno de los factores explicativos que permite explicar tal
asociación es que en gran medida estas actividades contribuyen a mantenerles integrados socialmente. Otra cuestión a
considerar es que la práctica del voluntariado puede permitir
mejorar la salud mental de los mayores mediante, por ejemplo, el aumento de su sentido de autoeficacia y de su autoestima, lo que puede tener una influencia directa sobre la salud
física o al menos sobre la percepción de la misma.
En base a la información aportada a lo largo de este artículo se pueden hacer una serie de reflexiones sobre las estrategias que las entidades de voluntariado podrían poner en
práctica tanto para captar como para aumentar la permanencia de las personas mayores siguiendo el proceso de gestión
clásico del voluntariado.
Respecto al proceso de captación, se deberían considerar
las variables sociodemográficas que se suelen asociar con el
desarrollo del voluntariado. De esta forma, se podrían diseñar procesos de comunicación persuasiva más apropiados
para lograr que personas con perfiles concretos puedan interesarse por la realización de voluntariado. Pero siempre hay
que partir de la base de que estos perfiles pueden cambiar
con el tiempo, ya que responden en cierta medida a factores
sociales. Por ejemplo, es posible que el desarrollo de una
385
actitud más favorable hacia el envejecimiento amplíe los
perfiles de personas que desarrollan voluntariado en su vejez.
Hay que tener en cuenta que las personas de tercera edad
se pueden encontrar con barreras tanto formales como informales para desarrollar este tipo de actividades. Las formales es probable que se puedan superar con cambios en la
legislación. Por ejemplo, en Australia se han superado muchas barreras a través de una legislación que evita la discriminación en el empleo en base a la edad, lo que ha afectado
a muchas áreas de la vida pública. Pero las barreras informales son más difíciles de superar ya que en muchas ocasiones
las personas no son conscientes de las mismas. La mayor
barrera para la implicación de la gente mayor reside en las
actitudes e ideas sobre la capacidad de estas personas para
contribuir a la sociedad, mientras que esas actitudes no cambien difícilmente cambiarán otras cosas (Leonar y Johansson, 2007). Las entidades de voluntariado pueden contribuir a través de sus medios a cambiar estas actitudes y hacer
visibles un mayor número y tipo de actividades voluntarias
disponibles para estas personas.
En base a la Teoría de la Actividad, los procesos de captación deberían dirigirse sobre todo a aquellas personas cuya
jubilación se encuentra próxima o aquellas que se han jubilado recientemente, ya que estarían más predispuestas a desarrollar este tipo de actividades. En cambio, partiendo de la
Teoría de la Continuidad, habría que dirigir la atención hacia
aquellas personas que ya han sido voluntarias previamente
en sus vidas y en las que el desarrollo de actividades de voluntariado forma parte de un patrón de conducta previamente establecido. Son este tipo de personas las que con mayor
probabilidad pueden aceptar nuevas propuestas de voluntariado. En este sentido, sería esencial lograr implicar en voluntariado a personas que se encuentran en estadios previos
del ciclo vital para asegurar esas experiencias previas, que en
la tercera edad les haga más receptivos al voluntariado. Como describen en su trabajo Mutchler et al. (2003), la experiencia previa en voluntariado es un poderoso predictor del
voluntariado en el futuro, y también hay que considerar que
puede ser mucho más fácil retener a voluntarios que tienen
experiencia y compromiso con la actividad que reclutar a
nuevas personas retiradas.
También podría ser útil utilizar la distinción que Okun
(1993) tiene en cuenta en su estudio: habría que considerar a
los voluntarios latentes (mayores que actualmente no hacen
voluntariado, pero que podrían hacerlo si se les preguntase)
y a los voluntarios condicionales (mayores que no son voluntarios pero que podrían serlo en ciertas situaciones si se
les pregunta). Estas distinciones pueden permitir mejorar el
proceso de captación y de diseño de puestos voluntarios.
Algunos autores proponen estrategias concretas para mejorar el proceso de captación de estas personas. Por ejemplo,
Cnaan y Cwikel (1992) aluden a la necesidad de crear métodos de captación y formación más creativos por parte de las
organizaciones para lograr incrementar la contribución de las
personas mayores al voluntariado y, por su parte, Cohen-
anales de psicología, 2009, vol. 25, nº 2 (diciembre)
386
Mª Celeste Dávila de León y Juan Francisco Díaz-Morales
Mansfield (1989) apunta a que las entidades de voluntariado
deberían reclutar a los voluntarios mayores de forma más
directa y utilizando a voluntarios actuales para captar a nuevos voluntarios en sus propias redes sociales. La investigación previa ha puesto de manifiesto que los voluntarios senior tienden a ser reclutados por el boca en boca, y la razón
de que no sean voluntarios puede que responda a que nadie
se lo ha preguntado aún (Warburton et al., 2001).
Respecto a la promoción de su permanencia como voluntarios, es necesario que las organizaciones de voluntariado intenten encajar las expectativas de los voluntarios senior
con sus necesidades. Los programas de voluntariado más
exitosos para esta población serán aquellos que se basan en
una cuidadosa evaluación de las habilidades y expectativas en
relación con las necesidades de la organización y las posibles
oportunidades de voluntariado, por supuesto, llevando a
cabo una gestión de calidad del resto de los procesos que les
puedan afectar (Jirovec y Hyduk, 1998).
Warburton et al. (2001) describen que estas personas
pueden percibir el voluntariado como un compromiso estable y sin flexibilidad, y esto puede convertirse para ellos en
una barrera a la hora de tomar la decisión de hacerse voluntarios. Aunque es cierto que las personas con este perfil pueden disponer de más tiempo libre para implicarse en este
tipo de actividades, pueden preferir no “atarse” y estar libres
de horarios y compromisos. Es probable que estas personas
fuesen en mayor medida voluntarios si se les ofreciesen más
posibilidades de una asistencia más flexible y opciones de
voluntariado episódicas. Warburton, Paynter y Petriwskyj
(2007) destacan también la importancia de crear opciones de
voluntariado más flexibles y diversas, junto con una mayor
formación y más posibilidades de voluntariado intergeneracional.
Parece que la explicación más plausible con relación a la
vinculación entre voluntariado y salud, es que exista una
relación bidireccional. De esta forma, si en el diseño de las
actividades de voluntariado dirigidas a estas personas se lo-
gra que aumente su autoestima y el apoyo social que perciben, que mejore su estado emocional y que experimenten en
mayor medida un sentido de propósito, por ejemplo, es más
probable que perciban consecuencias favorables en su salud
mental y física que refuercen a su vez su permanencia en el
voluntariado. Algunos estudios han realizado algunas aportaciones sobre las características que deberían tener las actividades voluntarias dirigidas a personas mayores. Por ejemplo, Omoto et al. (2000) destacan la importancia de que para
mantener la satisfacción vital se necesitan oportunidades de
crecimiento, autonomía y sentido de propósito. Newman et
al. (1985) aluden a actividades que impliquen una responsabilidad social. Wheeler et al. (1998) a actividades que supongan una ayuda directa a otras personas. Jirovec y Hyduk
(1998) a que la experiencia de voluntariado sea de naturaleza
intergeneracional. Piliavin (2003) a conseguir que los voluntarios tengan un sentido de control y volición. Finalmente,
Stevens (1991) señala que es importante que estas personas
perciban la utilidad de las actividades, ya que la falta de utilidad percibida es la razón más frecuentemente dada por los
voluntarios senior para dejar sus actividades voluntarias.
En la misma línea, es necesario considerar el aspecto social del voluntariado, como se ha puesto de manifiesto previamente en el artículo. Puede que sea más atrayente para
estas personas ofrecer opciones de voluntariado que puedan
ser compartidas con su pareja o amigos, o que les proporcionen nuevos contactos sociales (Warburton et al., 2001).
Por último, también es vital conseguir que estos voluntarios
se sientan valorados. Comunicarles que son importantes
debería considerarse una prioridad para las entidades, pudiendo utilizarse para este fin diversos medios como organizar comidas o fiestas especiales, enviarles cartas de agradecimiento, etc.
La gestión de este tipo de voluntarios no tiene por qué
ser muy distinta a la del resto de los voluntarios, únicamente
hay que atender a sus peculiaridades para lograr atraerles y
mantener su continuidad.
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