Francisco en
Sudamérica
TODOS LOS DISCURSOS
Y HOMILÍAS QUE PRONUNCIÓ
S.S. FRANCISCO
EN SU VIAJE APOSTÓLICO A
ECUADOR, BOLIVIA Y PARAGUAY
JULIO 2015
El Papa Francisco en Sudamérica
ÍNDICE
ECUADOR
Domingo 5 de julio de 2015
DISCURSO DEL SANTO PADRE EN CEREMONIA DE BIENVENIDA. QUITO
Lunes 6 de julio de 2015
SALUDO Y BENDICIÓN EN LA VISITA AL SANTUARIO DE LA DIVINA
MISERICORDIA. GUAYAQUIL
HOMILÍA EN SANTA MISA EN EL PARQUE DE LOS SAMANES. GUAYAQUIL
DISCURSO EN VISITA A LA CATEDRAL DE QUITO
Martes 7 de julio de 2015
HOMILÍA EN SANTA MISA EN EL PARQUE DEL BICENTENARIO. QUITO
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON EL MUNDO DE LA ESCUELA Y DE LA
UNIVERSIDAD EN LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL
ECUADOR. QUITO
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LA SOCIEDAD CIVIL EN LA IGLESIA DE
SAN FRANCISCO. QUITO
Miércoles 8 de julio de 2015
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON EL CLERO, RELIGIOSOS, RELIGIOSAS Y
SEMINARISTAS EN EL SANTUARIO NACIONAL MARIANO EL QUINCHE.
QUITO
BOLIVIA
Miércoles 8 de julio de 2015
DISCURSO EN LA CEREMONIA DE BIENVENIDA. LA PAZ
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES CIVILES EN LA
CATEDRAL DE LA PAZ
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El Papa Francisco en Sudamérica
Jueves 9 de julio de 2015
HOMILÍA EN SANTA MISA EN LA PLAZA DEL CRISTO REDENTOR. SANTA
CRUZ
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LOS SACERDOTES, RELIGIOSOS,
RELIGIOSAS Y SEMINARISTAS EN EL COLEGIO DON BOSCO. SANTA CRUZ
DISCURSO EN EL II ENCUENTRO MUNDIAL DE MOVIMIENTOS POPULARES
EN EL SALÓN PRINCIPAL DE LA FERIA EXPOCRUZ. SANTA CRUZ
Viernes 10 de julio
DISCURSO EN LA VISITA AL CENTRO DE REHABILITACIÓN SANTA CRUZPALMASOLA
PARAGUAY
Viernes 10 de julio
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES Y EL CUERPO
DIPLOMÁTICO EN EL JARDÍN DEL PALACIO DE LÓPEZ
Sábado 11 de julio del 2015
SALUDO Y DISCURSO ORIGINAL EN LA VISITA AL HOSPITAL GENERAL
PEDIÁTRICO NIÑOS DE ACOSTA ÑU
HOMILÍA. SANTA MISA EN LA EXPLANADA DEL SANTUARIO MARIANO DE
CAACUPÉ
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DE PARAGUAY A LA VIRGEN DE CAACUPÉ
LUEGO DE LA SANTA MISA EN CAACUPÉ
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON REPRESENTANTES DE LA SOCIEDAD
CIVIL EN EL ESTADIO LEÓN CONDOU DEL COLEGIO SAN JOSÉ
CELEBRACIÓN DE LAS VÍSPERAS CON LOS OBISPOS, SACERDOTES,
DIÁCONOS, RELIGIOSOS, RELIGIOSAS, SEMINARISTAS Y MOVIMIENTOS
CATÓLICOS EN LA CATEDRAL METROPOLITANA DE ASUNCIÓN
Domingo 12 de julio del 2015
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN LA CAPILLA SAN JUAN BAUTISTA EN LA VISITA A LA
POBLACIÓN DEL BAÑADO NORTE
HOMILÍA. SANTA MISA EN EL CAMPO GRANDE DE ÑU GUAZÚ
PALABRAS ANTES DEL ÁNGELUS Y LUEGO DE LA SANTA MISA EN EL
CAMPO GRANDE DE ÑU GUAZÚ
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES EN LA COSTANERA
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El Papa Francisco en Sudamérica
ECUADOR
DISCURSO DEL SANTO PADRE EN LA CEREMONIA DE
BIENVENIDA. QUITO
Domingo 5 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1CeCVzV
Señor Presidente,
Distinguidas autoridades del Gobierno,
Hermanos en el Episcopado,
Señoras y señores, amigos todos.
Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a América Latina y estar hoy aquí con
ustedes, en esta hermosa tierra del Ecuador. Siento alegría y gratitud al ver esta calurosa
bienvenida que me brindan: es una muestra más del carácter acogedor que tan bien define
a las gentes de esta noble Nación.
Le agradezco, Señor Presidente, sus palabras, le agradezco sus palabras en consonancia
con mi pensamiento, me ha citado demasiado, gracias. A las que correspondo con mis
mejores deseos para el ejercicio de su misión que pueda lograr lo que quiere para el bien
de su pueblo. Saludo cordialmente a las distinguidas autoridades del Gobierno, a mis
hermanos Obispos, a los fieles de la Iglesia en el país y a todos aquellos que me abren
hoy las puertas de su corazón, de su hogar y de su Patria. A todos ustedes mi afecto y
sincero reconocimiento.
Visité Ecuador en distintas ocasiones por motivos pastorales; así también hoy, vengo
como testigo de la misericordia de Dios y de la fe en Jesucristo. La misma fe que durante
siglos ha modelado la identidad de este pueblo y ha dado tan buenos frutos, entre los que
se destacan figuras preclaras como Santa Mariana de Jesús, el Santo hermano Miguel
Febres, Santa Narcisa de Jesús o la Beata Mercedes de Jesús Molina, beatificada en
Guayaquil hace treinta años durante la visita del Papa San Juan Pablo II. Ellos vivieron
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El Papa Francisco en Sudamérica
la fe con intensidad y entusiasmo, y practicando la misericordia contribuyeron, desde
distintos ámbitos, a mejorar la sociedad ecuatoriana de su tiempo.
En el presente, también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos
permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo
y la participación sin exclusiones, para que los logros y el progreso y todo este progreso
en desarrollo que se están consiguiendo y se consoliden y garanticen un futuro mejor para
todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las
minorías más vulnerables, que son la deuda que todavía toda América Latina tiene. Para
esto, Señor Presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la
Iglesia. Para servir a este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad.
Amigos todos, comienzo con ilusión y esperanza los días que tenemos por delante. En
Ecuador está el punto más cercano al espacio exterior: es el Chimborazo, llamado por
esto al lugar ‘más cercano al sol’, a la luna y a las estrellas. Nosotros, los cristianos,
identificamos a Jesucristo con el sol, y a la luna con la Iglesia y la Luna no tiene luz propia
y si la Luna se esconde del Sol se vuelve oscura. El Sol es Jesucristo y si la Iglesia se
aparta o se esconde de Jesucristo se vuelve oscura y no da testimonio. Que estos días se
nos haga más evidente a todos la cercanía ‘del sol que nace de lo alto’, y que seamos
reflejos de su luz y de su amor.
Desde aquí quiero abrazar al Ecuador entero. Que desde la cima del Chimborazo, hasta
las costas del Pacífico; desde la selva amazónica, hasta las Islas Galápagos, nunca pierdan
la capacidad de dar gracias a Dios por lo que hizo y hace por ustedes, la capacidad de
proteger lo pequeño y lo sencillo, de cuidar de sus niños y de sus ancianos que son la
memoria de su pueblo, de confiar en la juventud, y de maravillarse por la nobleza de su
gente y la belleza singular de su País, que según el señor Presidente es el paraíso.
Que el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, a quienes Ecuador
ha sido Consagrado, derramen sobre ustedes su gracia y bendición. Muchas gracias.
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El Papa Francisco en Sudamérica
SALUDO Y BENDICIÓN EN LA VISITA AL SANTUARIO DE LA
DIVINA MISERICORDIA. GUAYAQUIL
Viernes 10 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1H5KGnG
Buenos días. Les invito a todos juntos a rezar a la Virgen. [Ave María]
Ahora voy a celebrar Misa y los llevo a todos ustedes, le voy a decir al Señor: Tú
conoces el nombre de los que estaban ahí y le voy a pedir a Jesús para cada uno de
ustedes mucha Misericordia, que los cubra con su Misericordia, que los cuide y a la
Virgen que esté siempre al lado de ustedes.
Y ahora antes de irme porque esto es de paso para la Misa donde me dice el Señor
Arzobispo que nos corre el tiempo, les doy la bendición, pero, no, no les voy a cobrar
nada, pero les pido por favor que recen por mí, ¿me lo prometen?
Los bendiga Dios Todopoderoso: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Gracias por el testimonio cristiano. Adiós.
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El Papa Francisco en Sudamérica
HOMILÍA. SANTA MISA EN EL PARQUE DE LOS SAMANES.
GUAYAQUIL
Lunes 6 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1CWxWyW
El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar es el primer signo portentoso que se
realiza en la narración del Evangelio de Juan. La preocupación de María, convertida en
súplica a Jesús: «No tienen vino» le dijo y la referencia a «la hora» se comprenderá,
después en los relatos de la Pasión. Está bien que sea así, porque eso nos permite ver el
afán de Jesús por enseñar, acompañar, sanar y alegrar desde ese clamor de su madre: «No
tienen vino».
Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de
nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores
duraderos, en amores fecundos y en amores alegres. Demos un lugar a María, «la madre»
como lo dice el evangelista. Hagamos con ella, ahora, el itinerario de Caná.
María está atenta, atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades de
los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace «ser hacia»
los otros, tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar, la
mala preparación de las bodas y como está atenta con su discreción se da cuenta de que
falta el vino. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros
adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay de ese vino.
Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, ¿cuándo el amor se
escurrió de su vida?
Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya
sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. También la
carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, de las enfermedades, de
situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es
una madre «reclamadora», tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras
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El Papa Francisco en Sudamérica
impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María simplemente es madre!: Ahí está,
atenta y solícita.
Es lindo escuchar esto, María es Madre, ¿se animan a decirlo todos juntos conmigo?
¡Vamos!: María es Madre. Otra vez: María es Madre, otra vez: María es Madre. Pero
María, en ese momento que se percata que falta el vino acude con confianza a Jesús, esto
significa que María reza. Va a Jesús, reza. No va al mayordomo; directamente le presenta
la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora: «¿Qué
podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4). Pero, entre tanto, ya ha
dejado el problema en las manos de Dios. Su apuro por las necesidades de los demás
apresura la «hora» de Jesús. Y María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz.
Ella que supo «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres
pañales y una montaña de ternura» (Evangelii Gaudium, 286) y nos recibió como hijos
cuando una espada le atravesaba el corazón, a su Hijo, Ella nos enseña a dejar nuestras
familias en manos de Dios; nos enseña a rezar, encendiendo la esperanza que nos indica
que nuestras preocupaciones también son preocupaciones de Dios.
Y rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que
nos duele, lo que nos agita o lo que nos falta a nosotros mismos y nos ayuda a ponernos
en la piel de los otros, a ponernos en sus zapatos. La familia es una escuela donde la
oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente:
que vive bajo el mismo techo y que comparte la vida y está necesitado.
Y finalmente, María actúa. Las palabras «Hagan lo que Él les diga» (v. 5), dirigidas a los
que servían, son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús,
que vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero amor. El que
ama sirve, se pone al servicio de los demás Y esto se aprende especialmente en la familia,
donde nos hacemos, por amor, servidores unos de otros.
En el seno de la familia, nadie es descartado, todos valen lo mismo, me acuerdo que una
vez a mi mamá le preguntaron: ¿A cuál de sus cinco hijos (nosotros somos cinco
hermanos), a cuál de sus cinco hijos quería más? Y ella dijo: “como los dedos, si me
pinchan este, me duele lo mismo que si me pinchan este una madre quiere a sus hijos
como son y en una familia los hermanos se quieren como son nadie es descartado, allí en
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El Papa Francisco en Sudamérica
la familia «se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de
una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la
voracidad, y allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño y nos
peleamos, porque en toda familia hay peleas el problema es después pedir perdón.
Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida
compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213).
La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí mientras se
puede, la familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia
imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye
la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada
y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta
a sus ciudadanos.
En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, estos no son una forma
de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es
la base y la que tanto aporta al bien común de todos. La familia también forma una
pequeña Iglesia, la llamamos «Iglesia doméstica» que, junto con la vida, encauza la
ternura y la misericordia divina.
En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres
se siente más cercano el amor de Dios. Y en la familia y de esto todos somos testigos los
milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano y muchas
veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que «debería ser». Hay un detalle que
nos tiene que hacer pensar: el vino nuevo ese vino tan nuevo que dice el Mayordomo en
las bodas de Caná nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos
habían dejado su pecado, nacen de lo peorcito porque «donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia» (Rm 5,20).
y en la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada
se descarta, nada es inútil. Poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la
Iglesia celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero
discernimiento espiritual y encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas
dificultades e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar. Les invito a
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El Papa Francisco en Sudamérica
intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro,
el agua de las tinajas, nos escandalice o espante, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»–
lo pueda transformar en milagro.
La familia hoy necesita de este milagro. Y toda esta historia comenzó porque «no tenían
vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en
manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle,
no es menor el dato final: gustaron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el
mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, lo más profundo y lo más bello para
la familia está por venir.
Está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos
redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de
cada día. El mejor de los vinos está en la esperanza, está por venir para cada persona que
se arriesga al amor. Y en la familia hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a
amar. Y el mejor de los vinos está por venir aunque todas las variables y estadísticas
digan lo contrario; el mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo.
Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por venir. Murmúrenselo cada uno en su
corazón: El mejor vino está por venir. Y susúrrenselo a los desesperados o a los
desamorados. Ten Paciencia, ten esperanza, haz como María, reza actúa, abre tu
corazón, porque el mejor vino va a venir.
Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo
tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos
con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas.
Como María nos invita, hagamos «lo que el Señor nos diga», lo que Él nos diga y
agradezcamos que en este nuestro tiempo y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos
haga recuperar el gozo de ser familia, el gozo de vivir en familia. Que así sea.
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El Papa Francisco en Sudamérica
SALUDO Y BENDICIÓN DEL PAPA FRANCISCO A LOS
ASISTENTES A LA CATEDRAL DE QUITO Y PRIMADA DEL
ECUADOR.
Lunes 6 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1IG4IdJ
Discurso pronunciado
Les voy a dar la bendición, les voy a dar la bendición para cada uno de ustedes para sus
familias, para todos sus seres queridos y para este gran y noble pueblo ecuatoriano, para
que no haya diferencias, que no haya exclusión, que no haya gente que se descarte, que
todos sean hermanos, que se incluyan a todos y no haya ninguno que esté fuera de esta
gran nación ecuatoriana, a cada uno de ustedes y a sus familias, les doy la bendición,
pero recemos juntos. Primero, el AveMaría: [Rezo del Ave María]
Que la bendición de Dios Todopoderoso, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca con ustedes siempre. Y por favor les pido que
recen por mí. Buenas noches y hasta mañana.
Discurso entregado
Queridos hermanos: Vengo a Quito como peregrino, para compartir con ustedes la alegría
de evangelizar. Salí del Vaticano saludando la imagen de Santa Mariana de Jesús, que
desde el ábside de la Basílica de San Pedro vela el camino que el Papa recorre tantas
veces.
A ella encomendé también el fruto de este viaje, pidiéndole que todos nosotros
pudiésemos aprender de su ejemplo. Su sacrificio y su heroica virtud se representan con
una azucena. Sin embargo, en la imagen en San Pedro, lleva todo un ramo de flores,
porque junto a la suya presenta al Señor, en el corazón de la Iglesia, las de todos ustedes,
las de todo Ecuador.
Los santos nos llaman a imitarlos, a seguir su escuela, como hicieron Santa Narcisa de
Jesús y la beata Mercedes de Jesús Molina, interpeladas por el ejemplo de Santa
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El Papa Francisco en Sudamérica
Mariana… cuántos de los que hoy están aquí sufren o han sufrido la orfandad, cuántos
han tenido que asumir a su cargo a hermanos aún siendo pequeños, cuántos se esfuerzan
cada día cuidando enfermos o ancianos; así lo hizo Mariana, así la imitaron Narcisa y
Mercedes.
No es difícil si Dios está con nosotros. Ellas no hicieron grandes proezas a los ojos del
mundo. Solo amaron mucho, y lo demostraron en lo cotidiano hasta llegar a tocar la carne
sufriente de Cristo en el pueblo (cf. Evangelii Gaudium 24).
Ellas no lo hicieron solas, lo hicieron «junto a» otros; el acarreo, labrado y albañilería de
esta catedral han sido hechos con ese modo nuestro, de los pueblos originarios, la minga;
ese trabajo de todos en favor de la comunidad, anónimo, sin carteles ni aplausos: quiera
Dios que como las piedras de esta catedral así nos pongamos a los hombros las
necesidades de los demás, así ayudemos a edificar o reparar la vida de tantos hermanos
que no tienen fuerzas para construirlas o las tienen derrumbadas.
Hoy estoy aquí con ustedes, que me regalan el júbilo de sus corazones: «Qué hermosos
son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia» (Is 52,7). Es la belleza que
estamos llamados a difundir, como buen perfume de Cristo: Nuestra oración, nuestras
buenas obras, nuestro sacrificio por los más necesitados. Es la alegría de evangelizar y
«ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican» (Jn 13,17). Que Dios los
bendiga.
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El Papa Francisco en Sudamérica
HOMILÍA. SANTA MISA EN EL PARQUE DEL BICENTENARIO.
QUITO
Martes 7 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1CYHXLU
La palabra de Dios nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea.
Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta misa que
celebramos en «El Parque Bicentenario». Imaginémoslo juntos. El Bicentenario de aquel
Grito de Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de
la falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, «sometidos a conveniencias
circunstanciales de los poderosos de turno» (Evangelii Gaudium 213).
Quisiera que hoy los dos gritos concorden bajo el hermoso desafío de la evangelización.
No desde palabras altisonantes, ni con términos complicados, sino que nazca de «la
alegría del Evangelio», que «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran
con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío
interior, del aislamiento» de la conciencia aislada (Evangelii Gaudium 1). Nosotros, aquí
reunidos, todos juntos alrededor de la mesa con Jesús somos un grito, un clamor nacido
de la convicción de que su presencia nos impulsa a la unidad, «señala un horizonte bello,
ofrece un banquete deseable» (Evangelii Gaudium 14).
«Padre, que sean uno para que el mundo crea», así lo deseó mirando al cielo. A Jesús le
brota este pedido en un contexto de envío: Como tú me has enviado al mundo, yo también
los he enviado al mundo. En ese momento, el Señor está experimentando en carne propia
lo peorcito de este mundo al que ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas,
traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario
que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar
que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales.
En realidad, son manifestación de ese «difuso individualismo» que nos separa y nos
enfrenta (cf. Evangelii Gaudium, 99), son manifestación de la herida del pecado en el
corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación
entera. Precisamente, a este mundo desafiante, con sus egoísmos Jesús nos envía, y
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El Papa Francisco en Sudamérica
nuestra respuesta no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la
realidad nos sobrepasa. Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la
tarea de la unidad.
A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le faltó ni convicción
ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los
personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos
libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas.
Y la evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades,
ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y gritamos. «Mientras en
el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y
enfrentamientos, los cristianos queremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al
otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos
“mutuamente a llevar las cargas”» (Evangelii Gaudium 67). El anhelo de unidad supone
la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien
que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido
esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás (cf.
Evangelii Gaudium 9). De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles,
luchar por la inclusión a todos los niveles evitando egoísmos, promoviendo la
comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al
compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. «Confiarse al otro es algo artesanal,
porque la paz es algo artesanal» (Evangelii Gaudium 244), es impensable que brille la
unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una
búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica.
Y esto a costilla de los más pobres, de los más excluidos de los más indefensos, de los
que no pierden su dignidad pese a que se la golpean todos los días. Esta unidad es ya una
acción misionera «para que el mundo crea». La evangelización no consiste en hacer
proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la evangelización, sino evangelizar es
atraer con nuestro testimonio a los alejados, es acercarse humildemente a aquellos que se
sienten lejos de Dios y en la Iglesia, acercarse a los que se sienten juzgados y condenados
a priori por los que se sienten perfectos y puros, acercarnos a los que son temerosos o a
los indiferentes para decirles: «El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo
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El Papa Francisco en Sudamérica
hace con gran respeto y amor» (Evangelii Gaudium 113). Porque nuestro Dios nos
respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado. Con qué este llamamiento del
Señor, con qué humildad y con qué respeto lo describe en el texto del Apocalipsis: “Mira,
estoy a la puerta y llamo, si quieres abrir” No fuerza, no hace saltar la cerradura,
simplemente toca el timbre, golpea suavemente y espera, ese es nuestro Dios.
La misión de la Iglesia, como sacramento de la salvación, condice con su identidad como
Pueblo en camino, con vocación de incorporar en su marcha a todas las naciones de la
tierra. Cuanto más intensa es la comunión entre nosotros, tanto más se ve favorecida la
misión (cf. Juan Pablo II, Pastores Gregis, 22). Poner a la Iglesia en estado de misión nos
pide recrear la comunión pues no se trata ya de una acción sólo hacia afuera… nos
misionamos también hacia adentro y misionamos hacia afuera como se manifiesta una
madre que sale al encuentro, como se manifiesta una casa acogedora, una escuela
permanente de comunión misionera» (Aparecida 370).
Este sueño de Jesús es posible porque nos ha consagrado, por «ellos me consagro a mí
mismo, dice para que ellos también sean consagrados en la verdad» (Jn 17,19). La vida
espiritual del evangelizador nace de esta verdad tan honda, que no se confunde con
algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio; una espiritualidad quizás difusa.
Jesús nos consagra para suscitar un encuentro con Él, persona a persona, un encuentro
que alimenta el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo y la pasión
evangelizadora (Cf. Evangelii Gaudium 78).
La intimidad de Dios, para nosotros incomprensible, se nos revela con imágenes que nos
hablan de comunión, comunicación, donación, amor. Por eso la unión que pide Jesús no
es uniformidad sino la «multiforme armonía que atrae» (Evangelii Gaudium 117). La
inmensa riqueza de lo variado, de lo múltiple que alcanza la unidad cada vez que hacemos
memoria de aquel jueves santo, nos aleja de tentaciones de propuestas unicistas más
cercanas a dictaduras, a ideologías, a sectarismos. La propuesta de Jesús es concreta, es
concreta, no es de ideas, es concreta, “Anda y haz lo mismo” le dice a aquel que le
preguntó: ¿Quién es tu prójimo? Después de haber contado la Parábola del Buen
Samaritano: “Anda y haz lo mismo” Tampoco la propuesta de Jesús es un arreglo hecho
a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y
excluimos a los demás. Esta religiosidad de elite no es la propuesta de Jesús.
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El Papa Francisco en Sudamérica
Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre
y todos nosotros somos hermanos. Nadie es excluido y esto no se fundamenta en tener los
mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos talentos. Somos hermanos porque,
por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos
(cf. Ef 1,5). Somos hermanos porque «Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de
su Hijo, que clama ¡Abba!, ¡Padre!» (Ga 4,6). Somos hermanos porque, justificados por
la sangre de Cristo Jesús (cf. Rm 5,9), hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos
«coherederos» de la promesa (cf. Ga 3,26-29; Rm 8, 17). Esa es la salvación que realiza
Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar parte de un nosotros que llega hasta el
«nosotros» divino.
Nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San
Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16). Es tan urgente y apremiante como el
de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar fascinación, tiene el mismo fuego
que atrae. Hermanos, tengan los sentimientos de Jesús ¡Sean un testimonio de comunión
fraterna que se vuelve resplandeciente! Y qué lindo sería que todos pudieran admirar
cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mutuamente nos damos aliento y cómo nos
acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera
dando «cosas», sino dándose a sí mismo. En cualquier donación se ofrece la propia
persona. «Darse» significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el
Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora. Y darse aún en los momentos más
difíciles, como aquel Jueves Santo de Jesús, donde Él sabía cómo se tejían las traiciones
y las intrigas pero se dio y se dio a sí mismo con su proyecto de Salvación. Donándose el
hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con verdadera identidad de hijo de Dios,
semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio.
Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es
revolucionaria–, ése es nuestro más profundo y constante grito.
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON EL MUNDO DE LA
ESCUELA Y DE LA UNIVERSIDAD EN LA PONTIFICIA
UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR. QUITO
Martes 7 de julio de 2015
Video: http://bit.ly/1Rjd80o
Hermanos en el Episcopado,
Señor Rector,
Distinguidas autoridades,
Queridos profesores y alumnos,
Amigos y amigas:
Siento mucha alegría por estar esta tarde con ustedes en esta Pontificia Universidad del
Ecuador, que desde hace casi setenta años, realiza y actualiza la fructífera misión
educadora de la Iglesia al servicio de los hombres y mujeres de la Nación. Agradezco las
amables palabras con las que me han recibido y me han transmitido las inquietudes y las
esperanzas que brotan en ustedes ante el reto, personal de la educación. Pero veo que hay
algunos nubarrones ahí en el horizonte, espero que no venga la tormenta, nomás una
leve garúa.
En el Evangelio acabamos de escuchar cómo Jesús, el Maestro, enseñaba a la
muchedumbre y al pequeño grupo de los discípulos, acomodándose a su capacidad de
comprensión. Lo hacía con parábolas, como la del sembrador (Lc 8, 4-15). El Señor
siempre fue plástico, de una forma que todos podían entender. Jesús, no buscaba,
«doctorear». Por el contrario, quiere llegar al corazón del hombre, a su inteligencia, a su
vida y para que ésta dé fruto.
La parábola del sembrador, nos habla de cultivar. Nos muestra los tipos de tierra, los tipos
de siembra, los tipos de fruto y la relación que entre ellos se genera. Ya desde el Génesis,
Dios le susurra al hombre esta invitación: cultivar y cuidar.
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El Papa Francisco en Sudamérica
No solo le da la vida, le da la tierra, la creación. No solo le da una pareja y un sinfín de
posibilidades. Le hace también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de
su obra creadora y le dice: ¡cultiva! Te doy las semillas, te doy la tierra, el agua, el sol, te
doy tus manos y la de tus hermanos. Ahí lo tienes, es también tuyo. Es un regalo, es un
don, es una oferta. No es algo adquirido, no es algo comprado. Nos precede y nos
sucederá.
Es un don dado por Dios para que con Él podamos hacerlo nuestro. Dios no quiere una
creación para sí, para mirarse a sí mismo. Todo lo contrario. La creación, es un don para
ser compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para construir
un nosotros. El mundo, la historia, el tiempo es el lugar donde vamos construyendo ese
nosotros con Dios, el nosotros con los demás, el nosotros con la tierra. Nuestra vida,
siempre esconde esta invitación, una invitación más o menos consciente, que siempre
permanece.
Pero notemos una peculiaridad. En el relato del Génesis, junto a la palabra cultivar,
inmediatamente dice otra: cuidar. Una se explica a partir de la otra. Una va de mano de
la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva.
No sólo estamos invitados a ser parte de la obra creadora cultivándola, haciéndola crecer,
desarrollándola, sino que estamos también invitados a cuidarla, protegerla, custodiarla.
Hoy esta invitación se nos impone a la fuerza. Ya no como una mera recomendación, sino
como una exigencia que nace «por el daño que provocamos a causa del uso irresponsable
y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en la tierra. Hemos crecido pensando tan
solo que debíamos “cultivarla” que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados
quizás a expoliarla... por eso entre los pobres más abandonados y maltratados, que hay
hoy día en el mundo está nuestra oprimida y devastada tierra” (Laudato si’ 2).
Existe una relación entre nuestra vida y la de nuestra madre la tierra. Entre nuestra
existencia y el don que Dios nos dio. «El ambiente humano y el ambiente natural se
degradan juntos, y no podemos afrontar adecuadamente la degradación humana y social
si no prestamos atención a las causas que tienen que ver con la degradación humana y
social» (Laudato si’ 48) Pero así como decimos se «degradan», de la misma manera
podemos decir, «se sostienen y se pueden transfigurar». Es una relación que guarda una
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El Papa Francisco en Sudamérica
posibilidad, tanto de apertura, de transformación, de vida como de destrucción y de
muerte.
Hay algo que es claro, no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros
hermanos, a nuestra madre la tierra. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a
nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que
ver con nuestra realidad. No nos es lícito más aún, no es humano entrar en el juego de la
cultura del descarte.
Una y otra vez, sigue con fuerza esa pregunta de Dios a Caín: «¿Dónde está tu hermano?».
Yo me pregunto si nuestra respuesta seguirá siendo: «¿Acaso soy yo el guardián de mi
hermano?» (Gn 4, 9). Yo vivo en Roma y en invierno hace frío. Sucede muy cerquita del
Vaticano que aparezca un anciano en la mañana muerto de frío. No es noticia en ninguno
de los diarios, en ninguna de las crónicas. Un pobre que muere de frío y de hambre hoy
no es noticia. Pero si las bolsas de las principales capitales del mundo bajan dos o tres
puntos ¡se arma el gran escándalo mundial! Yo me pregunto ¿Dónde está tu hermano?y
les pido que se hagan otra vez cada uno esas preguntas y la hagan a la Universidad, a
voz Universidad Católica, ¿Dónde está tu hermano?
En este contexto universitario sería bueno preguntarnos sobre nuestra educación frente a
esta tierra que clama al cielo.
Nuestros centros educativos son un semillero, una posibilidad, tierra fértil para cuidar
estimular y proteger. Tierra fértil sedienta de vida. Me pregunto con Ustedes educadores:
¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre,
capaz de cuidar el mundo de hoy? ¿Un espíritu que sea capaz de buscar nuevas respuestas
a los múltiples desafíos que la sociedad hoy plantea a la humanidad? ¿Son capaces de
estimularlos a no desentenderse de la realidad que los circunda? No desentenderse de
lo que pasa alrededor. ¿Son capaces de estimularlos a eso? Para eso hay que sacarlos
del aula, su mente tiene que salir del aula, su corazón tiene que salir del aula ¿Cómo
entra en la currícula universitaria o en las distintas áreas del quehacer educativo, la vida
que nos rodea, con sus preguntas, interrogantes, cuestionamientos? ¿Cómo generamos y
acompañamos el debate constructor, que nace del diálogo en pos de un mundo más
humano? Del diálogo, esta palabra puente, esta palabra que crea puentes.
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El Papa Francisco en Sudamérica
Hay una reflexión que nos involucra a todos, a las familias, a los centros educativos, a los
docentes: cómo ayudamos a nuestros jóvenes a no identificar un grado universitario como
sinónimo de mayor status, sinónimo de mayor dinero o prestigio social. No son
sinónimos. ¿Cómo ayudamos a identificar esta preparación como signo de mayor
responsabilidad frente a los problemas de hoy en día, frente al cuidado del más pobre,
frente al cuidado del ambiente?
Y con Ustedes, queridos jóvenes que están aquí, presente y futuro de Ecuador, son los
que tienen que hacer lío, ustedes son semillas de transformación de esta sociedad, quisiera
preguntarme: ¿saben que este tiempo de estudio, no es sólo un derecho, sino también un
privilegio que ustedes tienen? ¿Cuántos amigos, conocidos o desconocidos, quisieran
tener un espacio en esta casa y por distintas circunstancias no lo han tenido?
¿En qué medida nuestro estudio, nos ayuda y nos lleva a solidarizarnos con ellos?
Háganse esta pregunta queridos jóvenes. Las comunidades educativas tienen un papel
fundamental, un papel esencial en la construcción de la cultura y de la ciudadanía.
Cuidado, no basta con realizar análisis, descripciones de la realidad; es necesario generar
los ámbitos, espacios de verdadera búsqueda, debates que generen alternativas a las
problemática existentes, sobre todo hoy. Es necesario ir a lo concreto.
Ante la globalización del paradigma tecnocrático que tiende a creer «que todo incremento
del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de
bienestar, de energía vital, y de plenitud de valores, como si la realidad, el bien y la verdad
brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico» (Laudato si’ 105),
hoy a ustedes, a mí, a todos, se nos pide que con urgencia nos animemos a pensar, a
buscar, a discutir sobre nuestra situación actual. Y digo urgencia, que nos animemos a
pensar sobre qué cultura, qué tipo de cultura queremos o pretendemos no solo para
nosotros, sino para nuestros hijos y nuestros nietos. Esta tierra, la hemos recibido en
herencia, como un don, como un regalo.
Qué bien nos hará preguntarnos: ¿Cómo la queremos dejar? ¿Qué orientación, queremos
imprimirle a la existencia? ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué luchamos y
trabajamos? (cf. Laudato si’ 160) ¿Para qué estudiamos?. Las iniciativas individuales
siempre son buenas y fundamentales, pero se nos pide dar un paso más: animarnos a mirar
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El Papa Francisco en Sudamérica
la realidad orgánicamente y no fragmentariamente; a hacernos preguntas que nos incluyan
a todos, ya que todo «está relacionado entre sí» (Laudato si’ 138).
No hay derecho a la exclusión.
Como Universidad, como centros educativos, como docentes y estudiantes, la vida nos
desafía a responder a estas dos preguntas: ¿Para qué nos necesita esta tierra? ¿Dónde está
tu hermano?
Que el Espíritu Santo nos inspire y acompañe, pues Él nos ha convocado, nos ha invitado,
nos ha dado la oportunidad y, a su vez, la responsabilidad de dar lo mejor de nosotros.
Nos ofrece la fuerza y la luz que necesitamos.
Es el mismo Espíritu, que el primer día de la creación aleteaba sobre las aguas queriendo
transformar, queriendo dar vida. Es el mismo Espíritu que le dio a los discípulos la fuerza
de Pentecostés. Es el mismo Espíritu que no nos abandona y se hace uno con nosotros
para que encontremos caminos de vida nueva. Que sea Él nuestro compañero y nuestro
maestro de camino.
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LA SOCIEDAD CIVIL EN
LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO. QUITO
Martes 7 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1LRkQdz
Queridos amigos, buenas tardes.
Perdonen que me ponga de costado. Necesito la luz sobre el papel no veo bien.
Me alegra poder estar con ustedes, hombres y mujeres que representan y dinamizan la
vida social, política y económica del País. Justo antes de entrar en la Iglesia, el Alcalde
me ha entregado las llaves de la ciudad. Así puedo decir que aquí, en San Francisco de
Quito, soy de casa.
Ese símbolo que es una muestra de confianza y cariño, al abrirme las puertas, me permite
presentarles algunas claves de la convivencia ciudadana a partir de la vida familiar.
Nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente
de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está
excluido. Si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los
demás acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos.
Me viene a la mente la imagen de esas madres, esposas, las he visto en Buenos Aires
haciendo colas los días de visita para entrar a la cárcel, para ver a su hijo o a su esposo
que no se portó bien por decirlo en lenguaje sencillo, pero no los dejan porque siguen
siendo de casa, cómo nos enseñan esas mujeres.
En la sociedad ¿No debería suceder también lo mismo? Y, sin embargo, nuestras
relaciones sociales o el juego político, en el sentido más amplio de la palabra, no
olvidemos que la política, decía el beato Pablo IV, es una de las formas más altas de la
caridad muchas veces este actuar nuestro se basa en la confrontación que produce
descarte. “Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer al otro,
de imponerme, de descartarlo y así vamos construyendo una cultura del descarte que hoy
día ha tomado dimensiones mundiales, de amplitud ¿Eso es ser familia? En las familias,
todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular
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El Papa Francisco en Sudamérica
al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven, se pelean, pero hay algo que no se
muere, ese lazo familiar. Las peleas de familia son reconciliaciones después.
Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser familia!: si
pudiéramos lograr poder ver al oponente político o al vecino de casa con los mismos ojos
que a los hijos, esposas, esposos, padres o madres. Qué bueno sería ¿Amamos nuestra
sociedad? o sigue siendo algo lejano, algo anónimo que no nos involucra, que no nos
mete, que no nos compromete ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos
intentando construir? ¿La amamos solo en los conceptos disertados, en el mundo de las
ideas?, San Ignacio, permítame el aviso publicitario, San Ignacio nos decía en los
Ejercicios que el amor se muestra más en las obras que en las Palabras ¡Amémosla a la
sociedad en las obras más que en las palabras!
En cada persona, en lo concreto, en la vida que compartimos. Y además nos decía que el
amor siempre se comunica, tiende a la comunicación, nunca al aislamiento. Dos criterios
que nos pueden ayudar, a mirar la sociedad con otros ojos, no solo a mirarla, a sentirla,
a pensarla, a tocarla, a amasarla. A partir de este afecto, irán surgiendo gestos sencillos
que refuercen los vínculos personales. En varias ocasiones me he referido a la importancia
de la familia como célula de la sociedad. En el ámbito familiar, las personas reciben los
valores fundamentales del amor, la fraternidad y el respeto mutuo, que se traducen en
valores sociales esenciales y son: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad. Y
entonces, partiendo de este ser de casa, mirando a la familia, pensemos en la sociedad,
a través de estos valores sociales que mamamos en casa, en la familia, la gratuidad, la
solidaridad y la subsidiariedad.
La gratuidad. Para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su propia índole,
son igual de queribles. En cambio, el niño cuando se niega a compartir lo que recibe
gratuitamente de ellos, los padres, rompe esta relación o entra en crisis, fenómeno más
común, las primeras reacciones que a veces suelen ser anteriores a la autoconsciencia
de la madre cuando la madre está embarazada, el chico empieza con actitudes raras,
empieza a querer romper porque su psiquis le prende el semáforo rojo, cuidado que hay
competencia, cuidado que ya no sos el único. Curioso.
24
El Papa Francisco en Sudamérica
El amor de los padres lo ayuda a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con el
que viene, con los demás, que aprenda a ceder, para abrirse al otro. A mí me gusta
preguntarle a los chicos, si tenés dos caramelos y viene un amigo ¿qué hacés?
generalmente me dicen, “le doy uno” Y si tenés un caramelo y viene tu amigo, ¿qué
haces? Hay duda y van desde el “se lo doy”, “lo partimos” al “me lo meto en el bolsillo”
y ese chico que aprende a abrirse al otro, en el ámbito social esto supone asumir que la
gratuidad no es complemento, no es complemento sino requisito necesario para la justicia.
La gratuidad es requisito necesario para la justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido
confiado para ponerlo al servicio de los demás -gratis lo recibimos, gratis lo damosnuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien.
Los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, que es lícito pesa
sobre ellos una hipoteca social, siempre. Se supera así el concepto económico de justicia,
basado en el principio de compraventa, con el concepto de justicia social, que defiende el
derecho fundamental de la persona a una vida digna.
Y siguiendo con la Justicia. La explotación de los recursos naturales, tan abundantes en
el Ecuador, no debe buscar el beneficio inmediato. Ser administradores de esta riqueza
que hemos recibido nos compromete con la sociedad en su conjunto y con las futuras
generaciones, a las que no podremos legar este patrimonio sin un adecuado cuidado del
medioambiente, sin una conciencia de gratuidad que brota de la contemplación del mundo
creado.
Nos acompañan aquí hoy hermanos de pueblos originarios provenientes de la amazonia
ecuatoriana, esa zona es de las “más ricas en variedad de especies, en especies endémicas,
poco frecuentes o con menor grado de protección efectiva. Requiere un cuidado particular
por su enorme importancia para el ecosistema mundial pues tiene una biodiversidad con
una enorme complejidad, casi imposible de reconocer integralmente, pero cuando es
quemada o arrasada para desarrollar cultivos, en pocos años se pierden innumerables
especies, cuando no se convierten en áridos desiertos (cfr.LS 37-38).
Y ahí Ecuador –junto a los otros países con franjas amazónicas– tiene una oportunidad
para ejercer la pedagogía de una ecología integral. ¡Nosotros hemos recibido como
herencia de nuestros padres el mundo, pero también recordemos que lo hemos recibido
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El Papa Francisco en Sudamérica
como un préstamo como préstamo de las generaciones futuras a las que se lo tenemos que
devolver y mejorar! y esto es gratuidad.
De la fraternidad vivida en la familia, nace la solidaridad en la sociedad, que no consiste
únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de los otros. Si vemos
en el otro a un hermano, nadie puede quedar excluido, nadie puede quedar apartado.
El Ecuador, como muchos pueblos latinoamericanos, experimenta hoy profundos
cambios sociales y culturales, nuevos retos que requieren la participación de todos los
actores sociales. La migración, la concentración urbana, el consumismo, la crisis de la
familia, la falta de trabajo, las bolsas de pobreza producen incertidumbre y tensiones que
constituyen una amenaza a la convivencia social.
Las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la
inclusión, abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y así dejar en el doloroso
recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertad.
La esperanza de un futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos,
especialmente a los jóvenes, me referí a la falta de trabajo creando empleo, con un
crecimiento económico que llegue a todos, y no se quede en las estadísticas
macroeconómicas, crear un desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien
cohesionado. Si no hay solidaridad esto es imposible, me refería a los jóvenes y me referí
a la falta de trabajo, mundialmente es alarmante países europeos que estaban en primera
línea hace décadas, hoy están sufriendo y la población juvenil, de 25 años hacia abajo,
un 40 , un 50 por ciento de desocupación, si no hay solidaridad eso no se soluciona le
decía a los salesianos, ustedes que Don Bosco los crió para educar, hoy educación de
emergencia
para esos jóvenes que no tienen trabajo porque emergencia para
prepararlos a pequeños trabajos que le otorguen la dignidad de poder llevar el pan a
casa, estos jóvenes desocupados que son los que llamamos “ni, ni” ni estudian ni
trabajan, qué horizonte les queda, las adicciones, la tristeza, la depresión, el suicidio, no
se publican integralmente las estadísticas de suicidio juvenil o enrolarse en proyectos de
locura social que al menos representen una idea. Hoy se nos pide cuidar de manera
especial con solidaridad este tercer sector de exclusión de la cultura del descarte.
Primero son los chicos, porque o no se los quiere en países desarrollados que tienen
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El Papa Francisco en Sudamérica
natalidad casi cero por ciento. O no se los quiere o se los asesinan antes de que nazcan,
después los ancianos, que se los abandona y se los va dejando y se olvidan que son la
sabiduría y la memoria de su pueblo y se los descarta. Ahora le tocó el turno a los jóvenes.
¿A quién le queda lugar? a los servidores del egoísmo, del Dios dinero que está al centro
de un sistema que nos aplasta a todos.
Por último, el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce en el ámbito social
en la subsidiariedad. Asumir que nuestra opción no es necesariamente la única legítima
es un sano ejercicio de humildad. Al reconocer lo bueno que hay en los demás, incluso
con sus limitaciones, vemos la riqueza que entraña la diversidad y el valor de la
complementariedad. Los hombres, los grupos tienen derecho a recorrer su camino,
aunque esto a veces suponga cometer errores.
En el respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a promover a cada persona y
agente social para que pueda asumir su propio papel y contribuir desde su especificidad
al bien común. El diálogo es necesario, es fundamental para llegar a la verdad, que no
puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico.
En una democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas,
los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la
comunidad en los servicios públicos son protagonistas imprescindibles en este diálogo,
no son espectadores
Las paredes, patios y claustros de este lugar lo dicen con mayor elocuencia: asentado
sobre elementos de la cultura incaica y caranqui, la belleza de sus proporciones y formas,
el arrojo de sus diferentes estilos combinados de modo notable, las obras de arte que
reciben el nombre de “escuela quiteña”, condensan un extenso diálogo, con aciertos y
errores, de la historia ecuatoriana.
El hoy está lleno de belleza, y si bien es cierto que en el pasado ha habido torpezas y
atropellos - ¡cómo negarlo! incluso en nuestras historias personales, cómo negarlo –
podemos afirmar que la amalgama irradia tanta exuberancia que nos permite mirar el
futuro con mucha esperanza. También la Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien
común, desde sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y
espirituales, siendo un signo profético que lleve un rayo de luz y esperanza a todos,
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El Papa Francisco en Sudamérica
especialmente a los más necesitados. Muchos me preguntarán, Padre, por qué habla
tanto de los necesitados, de las personas necesitadas, de las personas excluidas, de las
personas al margen del camino, simplemente porque esta realidad y la respuesta a esta
realidad está en el corazón del Evangelio y precisamente porque la actitud que tomemos
frente a esta realidad está inscrita en el protocolo sobre el cual seremos juzgados en Mt.
25
Muchas gracias por estar aquí, por escucharme, les pido por favor, que lleven mis palabras
de aliento a los grupos que ustedes representan en las diversas esferas sociales. Que el
Señor conceda a la sociedad civil que ustedes representan ser siempre ese ámbito
adecuado donde se vivan estos valores.
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON EL CLERO, RELIGIOSOS,
RELIGIOSAS Y SEMINARISTAS EN EL SANTUARIO NACIONAL
MARIANO EL QUINCHE. QUITO
Miércoles 8 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1IJZ6z6
Oración
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La paz esté con ustedes…
Oremos: Virgen María, Madre de El Quinche, escogida por Dios para darme a su Hijo y
mostrarme el verdadero camino, atiendo amorosa mi humilde oración, enséñame a vivir
como lo hiciste Tú, para vivir en paz y con serenidad. Enséñame a esforzarme como tú
Madre, para cumplir las metas señaladas por Dios. Enséñame a entregarme y ser para los
demás las manos de Dios. Enséñame a vivir con respeto a los hermanos ya que en ellos
está la persona de Jesús. Enséñame a orar para mantener el contacto con tu Hijo Divino,
enséñame a descubrir y cumplir la voluntad de Dios, ser feliz y llegar a mi plenitud.
Enséñame en fin a ser buena persona para estar contigo María con Jesús, con el Espíritu
Santo y con mi Padre Dios en la Eternidad.
Discurso pronunciado
Buenos días hermanos y hermanas:
En estos dos días, 48 horas que estuve en contacto con ustedes noté que había algo raro,
perdón, algo raro en el pueblo ecuatoriano, todos los lugares donde voy, siempre el
recibimiento es alegre, contento, cordial, religioso, piadoso, en todo lado, pero acá había
en la piedad en el modo, por ejemplo, pedir la bendición desde el más viejo hasta la wawa,
que lo primero que aprende es hacer así (manos juntas) había algo distinto, yo también
tuve la tentación como el Obispo de Sucumbíos de preguntar ¿cuál es la receta de este
pueblo? ¿Cuál es, no? y me daba vuelta en la cabeza y rezaba. Le pregunté a Jesús varias
veces en la oración, qué tiene este pueblo, de distinto. Esta mañana orando se me impuso
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El Papa Francisco en Sudamérica
aquella consagración al Sagrado Corazón. Pienso que se los debo decir, como un mensaje
de Jesús. Todo esto de riqueza que tienen ustedes, de riqueza espiritual, de piedad, de
profundidad, vienen de haber tenido la valentía, porque fueron momentos muy difíciles,
la valentía de consagrar la Nación al Corazón de Cristo, ese Corazón Divino y humano
que nos quiere tanto y yo lo noto un poco con eso, divino y humano seguro que son
pecadores, yo también, pero el Señor perdona todo y, custodien eso. Y después, pocos
años después, la consagración al corazón de María, no olviden, esa consagración es un
hito en la historia del pueblo de Ecuador y de esa consagración siento como que le viene
esa gracia que tienen ustedes, esa piedad, esa cosa que los hace distintos.
Hoy tengo que hablarles a los sacerdotes, a los seminaristas a las religiosas, a los
religiosos y decirles algo, tengo un discurso preparado pero no tengo ganas de leer, así
que se lo doy al presidente de la conferencia de religiosos para que lo haga público
después y pensaba en la Virgen, pensaba en María. Dos palabras de María, acá me está
fallando la memoria pero no sé si dijo alguna otra ¿eh? Hágase en mí, bueno sí, pidió
explicaciones, de que porqué la elegían a ella al ángel ahí, ese hágase en mí. Y otra
palabra, hagan lo que él les diga. María no protagonizó nada, “discipuleó” toda su vida.
La primera discípula de su Hijo y tenía consciencia de que todo lo que ella había traído
al mundo era pura gratuidad de Dios, consciencia de gratuidad. Por eso, hágase, hagan
que se manifieste la gratuidad de Dios, religiosos, religiosas sacerdotes, seminaristas,
todos los días vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los
eligió. Ustedes no pagaron entrada, para entrar al seminario, para entrar a la vida religiosa.
No se lo merecieron. Si algún religioso, sacerdote o seminarista o monja que hay aquí
cree que se lo mereció que levante la mano. Todo gratuito. Y toda la vida de un religioso,
de una religiosa, de un sacerdote y de un seminarista que va por ese camino y bueno, ya
que estamos digamos, y de los obispos, tiene que ir por este camino de la gratuidad, volver
todos los días Señor hoy hice esto, me salió bien esto, tuve esta dificultad, todo esto, pero
todo viene de Dios, todo es gratis. Esa gratuidad, somos objeto de gratuidad de Dios. Si
olvidamos esto lentamente nos vamos haciendo importantes, y mirá vos ¿eh? qué obras
que está haciendo o mirá vos a este, lo hicieron obispo de tal lugar, qué importante, o a
este lo hicieron monseñor o a este... y ahí lentamente nos vamos apartando de esto que es
la base, de lo que María nunca se apartó, la gratuidad de Dios. Un consejo de hermano,
todos los días, en la noche quizás es lo mejor, antes de irse a dormir, una mirada a Jesús
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El Papa Francisco en Sudamérica
y decirle: “Todo me lo diste gratis” Y volverse a situar, entonces cuando me cambian de
destino o cuando hay una dificultad no pataleo porque todo es gratis no merezco nada,
eso hizo María.
San Juan Pablo II en la Redemptoris Mater y les recomiendo que la lean, sí agárrenla,
léanla, es verdad, el Papa San Juan Pablo II tenía un estilo de pensamiento circular,
profesor, era un hombre de Dios, entonces hay que leerla varias veces para sacarle todo
el jugo que tiene y dice que quizás María, no recuerdo bien la frase, estoy citando o quiero
citar el hecho, en el momento de la cruz de su fidelidad, hubiera tenido ganas de decir ¿y
Éste me dijeron que iba a salvar a Israel? ¡Me engañaron! no lo dijo ni se permitió decirlo,
porque era la mujer que sabía que todo lo había recibido gratuitamente. Consejo de
hermano y de padre, todas las noches resitúense en la gratuidad y digan hágase, gracias
porque todo me lo diste Vos.
Una segunda cosa que les quisiera decir es que cuiden la salud, pero sobre todo cuiden de
no caer en una enfermedad, una enfermedad que es media peligrosa o del todo peligrosa
para lo que el Señor nos llamó gratuitamente a seguirlo o a servirlo. No caigan en el
Alzheimer espiritual, no pierdan la memoria, sobre todo, la memoria de donde me
sacaron. La escena esa del profeta Samuel donde es enviado a ungir al rey de Israel, va a
Belén a la casa de un señor que se llama Jesé que tiene 7 u 8 hijos y Dios le dice que
entre esos hijos va a estar el rey. Claro, los ve y dice debe ser este porque el mayor era
alto grande, apuesto, parecía valiente y Dios le dice “no, no es ese” la mirada de Dios es
distinta a la de los hombres y así los hace pasar a todos los hijos y Dios le dice, “no, no
es” No sabe qué hacer el profeta entonces le pregunta al padre: “Ché, ¿no tenés otro?” Y
le dice: “Sí, está el más chico ahí cuidando las cabras o las ovejas” “Mándalo llamar” y
viene el mocosito que tendría 17, 18 años no sé y Dios le dice: “ese es” Lo sacaron detrás
del rebaño.
Y otro profeta cuando Dios le dice que haga ciertas cosas como profeta ¿y yo quién soy?
si a mí me sacaron de detrás del rebaño. No se olviden de dónde los sacaron no renieguen
las raíces.
San Pablo se ve que intuía este peligro de perder la memoria y a su hijo más querido, el
obispo Timoteo a quien él ordenó le da consejos pastorales, pero hay uno que toca el
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El Papa Francisco en Sudamérica
corazón. Le dice: No te olvides de la fe que tenía tu abuela y tu madre. Es decir: no te
olvides de donde te sacaron, no te olvides de tus raíces, no te sientas promovido. La
gratuidad es una gracia que no puede convivir con la promoción y cuando un sacerdote,
un seminarista, un religioso, una religiosa entra en carrera, no digo mal, carrera humana
empieza a enfermarse de Alzheimer espiritual y empieza a perder la memoria de donde
me sacaron.
Dos principios para ustedes sacerdotes, consagrados y consagradas: Todos los días
renueven el sentimiento de que todo es gratis el sentimiento de gratuidad de la elección
de cada uno de ustedes, ninguno la merecimos y pidan la gracia de no perder la memoria
de no sentirse más importante y es muy triste cuando uno ve a un sacerdote, a un
consagrado o a una consagrada que en su casa hablaba el dialecto, o hablaba otra lengua,
una de esas nobles lenguas antiguas que tienen los pueblos, que Ecuador cuántas tiene y
es muy triste cuando se olvidan de la lengua, es muy triste cuando no quieren hablar, eso
significa que se olvidaron de donde lo sacaron. No se olviden de eso. Pidan esa gracia de
la memoria. Son los dos principios que sí que quisiera marcar
Y esos dos principios si los viven, todos los días ¿eh? es un trabajo de todos los días.
Todas las noches recordar estos dos principios y pedir la gracia. Esos dos principios si los
viven, les van a dar en la vida, los van a hacer vivir con dos actitudes. Primero el servicio.
Dios me eligió, me sacó para qué, para servir. Y el servicio quien es peculiar a mí. “No,
que tengo mi tiempo, que tengo mis cosas, que tengo esto, que no, que ya cierro el
despacho, que esto, que sí, que tendría que bendecir la casa pero, no, estoy cansado, hoy
pasan una telenovela linda por televisión, entonces, para las monjitas... y entonces
servicio, servir, servir y no hacer otra cosa y servir cuando estamos cansados y servir
cuando la gente nos harta, me decía un viejo cura que fue toda su vida profesor en colegios
y universidad, enseñaba literatura, letras, un genio. Cuando se jubiló le pidió al provincial
que lo mandara a un barrio pobre a un barrio, esos barrios que se forman de gente que
viene que migran buscando trabajo. Gente muy sencilla. Este religioso una vez por
semana iba a su comunidad. Y hablaba, era muy inteligente. La comunidad era una
comunidad de Facultad de Teología, entonces hablaba con los otros curas de teología, al
mismo nivel y pero un día le dice a uno ¿ustedes qué son?, ¿quién da el tratado de la
Iglesia aquí? “profesor Tamayo”, “te faltan dos tesis”. El santo pueblo fiel de Dios es
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El Papa Francisco en Sudamérica
esencialmente olímpico, o sea hace lo que quiere y ontológicamente hartante, y eso tiene
mucha sabiduría porque quien va por el camino de servir tiene que dejarse hartar sin
perder la paciencia porque está al servicio, ningún momento le pertenece, ningún
momento le pertenece, estoy para servir, servir en lo que debo hacer, servir delante del
sagrario, pidiendo por mi pueblo, pidiendo por mi trabajo por la gente que Dios me ha
encomendado. Servicio, mezclarlo con lo de gratuidad y entonces aquello de Jesús: “lo
que recibiste gratis, dalo gratis. Por favor, por favor. No cobren la gracia. Por favor, que
nuestra pastoral sea gratuita y es tan feo cuando uno va perdiendo este sentido de la
gratuidad y se transforma en sí hace cosas buenas pero ha perdido eso. Y lo segundo, la
segunda actitud que se ve en un consagrado, en una consagrada en un sacerdote que vive
esta gratuidad y esta memoria, estos dos principios que dije al principio: gratuidad y
memoria es el gozo y la alegría. Y es un regalo de Jesús ese y es un regalo que Él da, que
Él nos da si se lo pedimos y si no nos olvidamos de esas columnas de nuestra vida
sacerdotal o religiosa que son el sentido de gratuidad renovado todos los días y no perder
la memoria de donde nos sacaron.
Yo le deseo esto. Sí, Padre, usted nos habló que quizás la receta de nuestro pueblo era
somos así por lo del Sagrado Corazón, sí, es verdad eso, pero yo les propongo otra receta
que está en la misma línea, en la misma del Corazón de Jesús, sentido de la gratuidad. Él
se hizo nada, se abajó, se humilló, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, pura
gratuidad, sentido de la memoria, rezando los salmos hacemos memoria de las maravillas
que hizo el Señor en nuestra vida.
Que el Señor les conceda esta gracia a todos, nos las conceda a todos los que estamos
aquí y que siga, iba a decir premiando, y que siga bendiciendo a este pueblo ecuatoriano
a quien ustedes tienen que servir y son llamados a servir, los siga bendiciendo con esa
peculiaridad especial que yo noté desde el principio al llegar acá, que Jesús los bendiga y
la Virgen los cuide.
Recemos todos juntos al Padre que nos dio todo gratuitamente y que nos mantiene en la
memoria de Jesús con Nosotros. [Padre Nuestro]
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El Papa Francisco en Sudamérica
Y por favor, por favor, que recen por mí, porque yo también siento muchas veces la
tentación de olvidarme de la gratuidad con la que Dios me eligió y de olvidarme de donde
me sacaron. Pidan por mí.
Discurso Original
Traigo a los pies de Nuestra Señora de Quinche lo vivido en estos días de mi visita; quiero
dejar en su corazón a los ancianos y enfermos con los que he compartido un momento en
la casa de las Hermanas de la Caridad, y también todos los otros encuentros que he tenido
con anterioridad. Los dejo en el corazón de María, pero también los deposito en el corazón
de ustedes: sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas, para que llamados a trabajar
en la viña del Señor, sean custodios de todo lo que este pueblo de Ecuador vive, llora y
se alegra.
Doy gracias a Mons. Lazzari, al Padre Mina y a la hermana Sandoval por sus palabras,
que me dan pie para compartir con todos ustedes algunas cosas en la común solicitud por
el Pueblo de Dios.
En el Evangelio, el Señor nos invita a aceptar la misión sin poner condiciones. Es un
mensaje importante que no conviene olvidar, y que en este Santuario dedicado a la Virgen
de la Presentación resuena con un acento especial. María es ejemplo de discípula para
nosotros que, como ella, hemos recibido una vocación. Su respuesta confiada: «Hágase
en mí según tu Palabra», nos recuerda sus palabras en las bodas de Caná: «Hagan todo lo
que él les diga» (Jn 2,5). Su ejemplo es una invitación a servir como ella.
En la Presentación de la Virgen podemos encontrar algunas sugerencias para nuestro
propio llamado. La Virgen Niña fue un regalo de Dios para sus padres y para todo el
pueblo, que esperaba la liberación. Es un hecho que se repite frecuentemente en la
Escritura: Dios responde al clamor de su pueblo, enviando un niño, débil, destinado a
traer la salvación y, que al mismo tiempo, restaura la esperanza de unos padres ancianos.
La palabra de Dios nos dice que en la historia de Israel, los jueces, los profetas, los reyes
son un regalo del Señor para hacer llegar su ternura y su misericordia a su pueblo. Son
signo de la gratuidad de Dios: es Él quien los ha elegido, escogido y destinado. Esto nos
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El Papa Francisco en Sudamérica
aleja de la autorreferencialidad, nos hace comprender que ya no nos pertenecemos, que
nuestra vocación nos pide alejarnos de todo egoísmo, de toda búsqueda de lucro material
o compensación afectiva, como nos ha dicho el Evangelio. No somos mercenarios, sino
servidores; no hemos venido a ser servidos, sino a servir y lo hacemos en el pleno
desprendimiento, sin bastón y sin morral.
Algunas tradiciones sobre la advocación de Nuestra Señora de Quinche nos dicen que
Diego de Robles confeccionó la imagen por encargo de los indígenas Lumbicí. Diego no
lo hacía por piedad, lo hacía por un beneficio económico. Como no pudieron pagarle, la
llevó a Oyacachi y la cambió por tablas de cedro. Pero Diego se negó al pedido de ese
pueblo para que le hiciera también un altar a la imagen, hasta que, cayéndose del caballo,
se encontró en peligro y sintió la protección de la Virgen. Volvió al pueblo e hizo el pie
de la imagen. También todos nosotros hemos hecho experiencia de un Dios que nos sale
al cruce, que en nuestra realidad de caídos, derrumbados, nos llama. ¡Que la vanagloria y
la mundanidad no nos hagan olvidar de dónde Dios nos ha rescatado!, ¡que María de
Quinche nos haga bajar de los lugares de ambiciones, intereses egoístas, cuidados
excesivos de nosotros mismos!
La «autoridad» que los apóstoles reciben de Jesús no es para su propio beneficio: nuestros
dones son para renovar y edificar la Iglesia. No se nieguen a compartir, no se resistan a
dar, no se encierren en la comodidad, sean manantiales que desbordan y refrescan,
especialmente a los oprimidos por el pecado, la desilusión, el rencor (cf. Evangelii
Gaudium 272).
El segundo trazo que me evoca la Presentación de la Virgen es la perseverancia. En la
sugestiva iconografía mariana de esta fiesta, la Virgen niña se aleja de sus padres subiendo
las escaleras del Templo. María no mira atrás y, en una clara referencia a la admonición
evangélica, marcha decidida hacia delante. Nosotros, como los discípulos en el
Evangelio, también nos ponemos en camino para llevar a cada pueblo y lugar la buena
noticia de Jesús. Perseverancia en la misión implica no andar cambiando de casa en casa,
buscando donde nos traten mejor, donde haya más medios y comodidades. Supone unir
nuestra suerte con la de Jesús hasta el final. Algunos relatos de las apariciones de la
Virgen de Quinche nos dicen que una “señora con un niño en brazos” visitó varias tardes
seguidas a los indígenas de Oyacachi cuando éstos se refugiaban del acoso de los osos.
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El Papa Francisco en Sudamérica
Varias veces fue María al encuentro de sus hijos; ellos no le creían, desconfiaban de esta
señora, pero les admiró su perseverancia de volver cada tarde al caer el sol. Perseverar
aunque nos rechacen, aunque se haga la noche y crezcan el desconcierto y los peligros.
Perseverar en este esfuerzo sabiendo que no estamos solos, que es el Pueblo Santo de
Dios que camina.
De algún modo, en la imagen de la Virgen niña subiendo al Templo, podemos ver a la
Iglesia que acompaña al discípulo misionero. Junto a ella están sus padres, que le han
transmitido la memoria de la fe y ahora generosamente la ofrecen al Señor para que pueda
seguir su camino; está su comunidad representada en el «séquito de vírgenes», «sus
compañeras», con las lámparas encendidas (cf. Sal 44,15) y, en las que los Padres de la
Iglesia, ven una profecía de todos los que, imitando a María, buscan con sinceridad ser
amigos de Dios, y están los sacerdotes que la esperan para recibirla y que nos recuerdan
que en la Iglesia los pastores tienen la responsabilidad de acoger con ternura y ayudar a
discernir cada espíritu y cada llamado.
Caminemos juntos, sosteniéndonos unos a otros y pidamos con humildad el don de la
perseverancia en su servicio.
Nuestra Señora del Quinche fue ocasión de encuentro, de comunión, para este lugar que
desde tiempos del incario se había constituido en un asentamiento multiétnico. ¡Qué lindo
es cuando la iglesia persevera en su esfuerzo por ser casa y escuela de comunión, cuando
generamos esto que me gusta llamar la cultura del encuentro!
La imagen de la Presentación nos dice que una vez bendecida por los sacerdotes, la Virgen
niña se sentó en las gradas del altar y bailó sobre sus pies. Pienso en la alegría que se
expresa en las imágenes del banquete de las bodas, de los amigos del novio, de la esposa
adornada con sus joyas. Es la alegría de quien ha descubierto un tesoro y lo ha dejado
todo por conseguirlo.
Encontrar al Señor, vivir en su casa, participar de su intimidad, compromete a anunciar
el Reino y llevar la salvación a todos. Atravesar los umbrales del Templo exige
convertirnos como María en templos del Señor y ponernos en camino para llevarlo a los
hermanos. La Virgen, como primera discípula misionera, después del anuncio del Ángel,
partió sin demora a un pueblo de Judá para compartir este inmenso gozo, el mismo que
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El Papa Francisco en Sudamérica
hizo saltar a san Juan Bautista en el seno de su madre. Quien escucha su voz «salta de
gozo» y se convierte a su vez en pregonero de su alegría. La alegría de evangelizar mueve
a la Iglesia, la hace salir, como a María.
Si bien son múltiples las razones que se argumentan para el traslado del santuario desde
Oyacachi a este lugar, me quedo con una: «aquí es y ha sido más accesible, más fácil para
estar cerca de todos». Así lo entendió el Arzobispo de Quito, Fray Luis López de Solís,
cuando mandó edificar un Santuario capaz de convocar y acoger a todos. Una iglesia en
salida es una iglesia que se acerca, que se allana para no estar distante, que sale de su
comodidad y se atreve a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del evangelio (cf.
Evangelii Gaudium 20).
Volveremos ahora a nuestras tareas, interpelados por el Santo Pueblo que nos ha sido
confiado. Entre ellas, no olvidemos cuidar, animar y educar la devoción popular que
palpamos en este santuario y tan extendida en muchos países latinoamericanos. El pueblo
fiel ha sabido expresar la fe con su propio lenguaje, manifestar sus más hondos
sentimientos de dolor, duda, gozo, fracaso, agradecimiento con diversas formas de
piedad: procesiones, velas, flores, cantos que se convierten en una bella expresión de
confianza en el Señor y de amor a su Madre, que es también la nuestra.
En Quinche, la historia de los hombres y la historia de Dios confluyen en la historia de
una mujer, María. Y en una casa, nuestra casa, la hermana madre tierra. Las tradiciones
de esta advocación evocan a los cedros, los osos, la hendidura en la piedra que fuera aquí
la primera casa de la Madre de Dios.
Nos hablan en el ayer de pájaros que rodearon el lugar, y en el hoy de flores que engalanan
los alrededores. Los orígenes de esta devoción nos llevan a tiempos donde era más
sencilla «la serena armonía con la creación... contemplar al Creador que vive entre
nosotros y en lo que nos rodea y cuya presencia no hace falta fabricar» (Laudato si’ 225)
y que se nos devela en el mundo creado, en su Hijo amado, en la Eucaristía que permite
a los cristianos sentirse miembros vivos de la Iglesia y participar activamente en su misión
(cf. Aparecida, 264), en Nuestra Señora del Quinche, que acompañó desde aquí los
albores del primer anuncio de la fe a los pueblos indígenas.
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El Papa Francisco en Sudamérica
A ella encomendemos nuestra vocación; que ella nos haga regalo para nuestro pueblo,
que ella nos dé la perseverancia en la entrega y la alegría de salir a llevar el Evangelio de
su hijo Jesús –unidos a nuestros pastores– hasta los confines, hasta las periferias de
nuestro querido Ecuador.
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El Papa Francisco en Sudamérica
BOLIVIA
DISCURSO EN LA CEREMONIA DE BIENVENIDA. LA PAZ
Miércoles 8 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1NTYjfa
Señor Presidente,
Distinguidas Autoridades,
Hermanos en el Episcopado,
Queridos hermanos y hermanas:
Buenas tardes. Al iniciar esta visita pastoral, quiero dirigir mi saludo a todos los hombres
y mujeres de Bolivia con los mejores deseos de paz y prosperidad. Agradezco al Señor
Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia la cálida acogida y fraternal acogida que
me ha dispensado y sus amables palabras de bienvenida. Doy las gracias también a los
señores Ministros y Autoridades del Estado, de las Fuerzas Armadas y de la Policía
Nacional, que han tenido la bondad de venir a recibirme.
A mis hermanos en el Episcopado, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y fieles
cristianos, a toda la Iglesia que peregrina en Bolivia, quiero expresarle mis sentimientos
de fraterna comunión en el Señor. Llevo en el corazón especialmente a los hijos de esta
tierra, que por múltiples razones no están aquí y han tenido que buscar «otra tierra» que
los cobije; otro lugar donde esta madre los haga fecundos y posibilite la vida.
Me alegro de estar en esta país de singular belleza, bendecido por Dios en sus diversas
zonas: el altiplano, los valles, las tierras amazónicas, los desiertos, los incomparables
lagos; el preámbulo de su Constitución lo ha acuñado de modo poético: «En tiempos
inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra
amazonia, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de
verdores y flores», y esto me recuerda que «el mundo es algo más que un problema a
resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza» (Laudato si’
12).
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El Papa Francisco en Sudamérica
Pero sobre todo, es una tierra bendecida en sus gentes, con su variada realidad cultural y
étnica, que constituye una gran riqueza y un llamado permanente al respeto mutuo, al
diálogo: pueblos originarios milenarios y pueblos originarios contemporáneos; cuánta
alegría nos da saber que el castellano traído a estas tierras hoy convive con 36 idiomas
originarios, amalgamándose –como lo hacen en las flores nacionales de kantuta y patujú
el rojo y el amarillo– para dar belleza y unidad en lo diverso.
En esta tierra y en este pueblo, arraigó con fuerza el anuncio del Evangelio, que a lo largo
de los años ha ido iluminando la convivencia, contribuyendo al desarrollo del pueblo y
fomentando la cultura.
Como huésped y peregrino, vengo para confirmar la fe de los creyentes en Cristo
resucitado, para que cuantos creemos en Él, mientras peregrinamos en esta vida, seamos
testigos de su amor, fermento de un mundo mejor, y colaboremos en la construcción de
una sociedad más justa y solidaria.
Bolivia está dando pasos importantes para incluir a amplios sectores en la vida
económica, social y política del País; cuenta con una Constitución que reconoce los
derechos de los individuos, de las minorías, del medio ambiente, y con unas instituciones
sensibles a estas realidades. Todo esto requiere un espíritu de colaboración ciudadana, de
diálogo y participación de los individuos y los actores sociales en las cuestiones que
interesan a todos.
El progreso integral de un pueblo incluye el crecimiento en valores de las personas y la
convergencia en ideales comunes que consigan aunar voluntades, sin excluir ni rechazar
a nadie. Si el crecimiento es solo material, siempre se corre el riesgo de volver a crear
nuevas diferencias, de que la abundancia de unos se construya sobre la escasez de otros.
Por eso, además de la transparencia institucional, la cohesión social requiere un esfuerzo
en la educación de los ciudadanos.
En estos días me gustaría alentar la vocación de los discípulos de Cristo a comunicar la
alegría del Evangelio, a ser sal de la tierra y luz del mundo. La voz de los Pastores, que
tiene que ser profética, habla a la sociedad en nombre de la Iglesia madre, porque la Iglesia
es madre y desde su opción preferencial y evangélica por los últimos. Por los descartados,
por los excluidos, esa es la opción preferencial de la Iglesia.
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El Papa Francisco en Sudamérica
La caridad fraterna, expresión viva del mandamiento nuevo de Jesús, se expresa en
programas, obras e instituciones que buscan la promoción integral de la persona, así como
el cuidado y la protección de los más vulnerables. No se puede creer en Dios Padre sin
ver un hermano en cada persona, y no se puede seguir a Jesús sin entregar la vida por los
que Él murió en la cruz.
En una época en la que tantas veces se tiende a olvidar o tergiversar los valores
fundamentales, la familia merece una especial atención por parte de los responsables del
bien común porque es la célula básica de la sociedad, que aporta lazos sólidos de unión
sobre los que se basa la convivencia humana y, con la generación y educación de sus
hijos, asegura el futuro y la renovación de la sociedad.
La Iglesia también siente una preocupación especial por los jóvenes que, comprometidos
con su fe y con grandes ideales, son promesa de futuro, «vigías que anuncian la luz del
alba y la nueva primavera del Evangelio» decía Juan Pablo II, (Mensaje para la XVIII
Jornada mundial de la Juventud, 6).
Cuidar a los niños, hacer que la juventud se comprometa en nobles ideales, es garantía de
futuro para una sociedad. Y la Iglesia quiere una sociedad que encuentra su reaseguro
cuando valora, admira y custodia también a sus mayores que son los que nos traen la
sabiduría de los pueblos, custodiar a los que hoy son descartados por tantos intereses que
ponen al centro de la vida económica al dios dinero y son descartados los niños y los
jóvenes que son el futuro de un país y los ancianos que son la memoria del pueblo, por
eso hay que cuidarlos, hay que protegerlos son nuestro futuro.
La Iglesia hace opción por ir generando una «cultura memoriosa» que les garantiza a los
ancianos no solo la calidad de vida en sus últimos años sino la calidez, como bien lo
expresa la Constitución de ustedes.
Señor Presidente, queridos hermanas, hermanos, gracias por estar aquí. Estos días nos
permitirán tener diversos momentos de encuentro, diálogo y celebración de la fe. Lo hago
alegre y contento de estar en esta Patria que se dice a sí misma pacifista, patria de paz y
que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz.
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El Papa Francisco en Sudamérica
Pongo esta visita bajo el amparo de la Santísima Virgen de Copacabana, Reina de Bolivia,
y a Ella le pido que proteja a todos sus hijos. Muchas gracias y que el Señor los bendiga.
Jallalla Bolivia.
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES
CIVILES EN LA CATEDRAL DE LA PAZ
Miércoles 8 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1NYSqg3
Señor Presidente,
Excelencias,
Hermanas y hermanas:
Me alegro de este encuentro con ustedes, autoridades políticas y civiles de Bolivia,
miembros del Cuerpo diplomático y personas relevantes del mundo de la cultura y del
voluntariado. Agradezco a Mons. Edmundo Abastoflor, Arzobispo de esta Iglesia de la
Paz, su amable bienvenida. Les ruego que me permitan cooperar, alentando con algunas
palabras, la tarea que cada uno de ustedes ya realiza. Y les agradezco la cooperación
que ustedes con su testimonio de calurosa acogida me dan a mí para que yo pueda seguir
adelante. Muchas gracias.
Cada uno a su manera, todos los aquí presentes compartimos la vocación de trabajar por
el bien común. Ya hace 50 años, el Concilio Vaticano II definía el bien común como «el
conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a los grupos y a cada uno de
sus miembros conseguir más plena y fácilmente de la propia perfección»; gracias a
ustedes por aspirar –desde su rol y misión– para que las personas y la sociedad se
desarrollen, alcancen su perfección.
Estoy seguro de sus búsquedas de lo bello, lo verdadero, lo bueno en este afán por el bien
común. Que este esfuerzo ayude siempre a crecer en un mayor respeto a la persona
humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo
integral, a la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se
produce sin una atención particular a la justicia distributiva. (cf. Laudato si’ 157). Que la
riqueza se distribuya.
En el trayecto hacia la catedral he podido admirarme de las cumbres del Hayna Potosí y
del Illimani, de ese «cerro joven» y de aquel que indica «el lugar por donde sale el sol».
43
El Papa Francisco en Sudamérica
También he visto cómo de manera artesanal muchas casas y barrios se confundían con
las laderas y me he maravillado de algunas obras, de su arquitectura. El ambiente natural
y el ambiente social, político y económico están íntimamente relacionados.
Nos urge poner las bases de una ecología integral, es problema de salud. Una ecología
integral que incorpore claramente todas las dimensiones humanas en la resolución de las
graves cuestiones socioambientales de nuestros días, sino los glaciares de esos mismos
montes seguirán retrocediendo y la lógica de la recepción, la conciencia del mundo que
queremos dejar a los que nos sucedan, su orientación general, su sentido, sus valores
también se derretirán como esos hielos (cf. Laudato si’ 159-160). De esto hay que tomar
conciencia. Ecología integral y me arriesgo, supone ecología de la madre tierra, cuidar
la madre tierra, Ecología humana, cuidarnos entre nosotros y ecología social. Forzada la
palabra.
Como todo está relacionado, nos necesitamos unos a otros. Si la política se deja dominar
por la especulación financiera o la economía se rige únicamente por el paradigma
tecnocrático y utilitarista de la máxima producción, no podrán ni siquiera comprender, y
menos aún resolver, los grandes problemas que afectan a la humanidad.
Es necesaria también la cultura, de la que forma parte no solo el desarrollo de la capacidad
intelectual del ser humano en las ciencias y de la capacidad de generar belleza en las artes,
sino también las tradiciones populares locales, eso también es cultura, con su particular
sensibilidad al medio de donde han surgido y al que dan sentido y del medio del que han
salido. Se requiere de igual forma una educación ética y moral, que cultive actitudes de
solidaridad y corresponsabilidad entre las personas. Debemos reconocer el papel
específico de las religiones en el desarrollo de la cultura y los beneficios que puedan
aportar a la sociedad. Los cristianos, en particular, como discípulos de la Buena Noticia,
somos portadores de un mensaje de salvación que tiene en sí mismo la capacidad de
ennoblecer a las personas, de inspirar grandes ideales capaces de impulsar líneas de
acción que vayan más allá del interés individual, posibilitando la capacidad de renuncia
en favor de los demás, la sobriedad y las demás virtudes que nos contienen y nos unen.
Esas virtudes que vuestra cultura tan sencillamente se expresan esos tres mandamientos,
“no mentir”, “no robar”, “no ser flojo”, pero debemos estar alertas pues muy fácilmente
nos habituamos al ambiente de inequidad que nos rodea, que nos volvemos insensibles a
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El Papa Francisco en Sudamérica
sus manifestaciones. Y así confundimos sin darnos cuenta el «bien común» con el «bienestar», Y de ahí se va resbalando de a poquito de a poquito y el ideal del bien común
cómo que se va perdiendo y termina en el bienestar sobre todo cuando somos nosotros
los que los disfrutamos y no los otros. El bienestar que se refiere solo a la abundancia
material tiende a ser egoísta, tiende a defender los intereses de parte, a no pensar en los
demás, y a dejarse llevar por la tentación del consumismo. Así entendido, el bienestar, en
vez de ayudar, incuba posibles conflictos y disgregación social; instalado como la
perspectiva dominante, genera el mal de la corrupción que cuánto desalienta y tanto mal
hace. El bien común, en cambio, es algo más que la suma de intereses individuales; es un
pasar de lo que «es mejor para mí» a lo que «es mejor para todos», e incluye todo aquello
que da cohesión a un pueblo: metas comunes, valores compartidos, ideales que ayudan a
levantar la mirada, más allá de los horizontes particulares.
Los diferentes agentes sociales tienen la responsabilidad de contribuir a la construcción
de la unidad y el desarrollo de la sociedad. La libertad siempre es el mejor ámbito para
que los pensadores, las asociaciones ciudadanas, los medios de comunicación desarrollen
su función, con pasión y creatividad, al servicio del bien común. También los cristianos,
llamados a ser fermento en el pueblo, aportan su propio mensaje a la sociedad. La luz del
Evangelio de Cristo no es propiedad de la Iglesia; ella es su servidora, la Iglesia debe
servir al Evangelio de Cristo para que llegue hasta los extremos del mundo. La fe es una
luz que no encandila, las ideologías encandilan, la fe no encandila, la fe es una luz que
no obnubila, sino que alumbra y guía con respeto la conciencia y la historia de cada
persona y de cada convivencia humana. Respeto. El cristianismo ha tenido un papel
importante en la formación de la identidad del pueblo boliviano. La libertad religiosa –
como es acuñada habitualmente esa expresión en el fuero civil– es quien también nos
recuerda que la fe no puede reducirse al ámbito puramente subjetivo. No es una
subcultura. Será nuestro desafío alentar y favorecer que germinen la espiritualidad y el
compromiso de la fe, el compromiso cristiano en obras sociales. En extender el bien
común a través de las obras sociales.
Entre los diversos actores sociales, quisiera destacar la familia, amenazada en todas partes
por tantos factores la violencia doméstica, el alcoholismo, el machismo, la drogadicción,
la falta de trabajo, la inseguridad ciudadana, el abandono de los ancianos, los niños de la
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El Papa Francisco en Sudamérica
calle y recibiendo pseudo-soluciones desde perspectivas que no son saludables a la
familia sino que provienen claramente de colonizaciones ideológicas. Son tantos los
problemas sociales que resuelve la familia, que lo resuelve en silencio, son tantos que no
promover la familia es dejar desamparados a los más desprotegidos.
Una nación que busca el bien común no se puede cerrar en sí misma; las redes de
relaciones afianzan a las sociedades. El problema de la inmigración en nuestros días nos
lo demuestra. El desarrollo de la diplomacia con los países del entorno, que evite los
conflictos entre pueblos hermanos y contribuya al diálogo franco y abierto de los
problemas, hoy es indispensable. Estoy pensando acá en el mar. Diálogo, es
indispensable. Construir puentes en vez de levantar muros. Construir puentes en vez de
levantar muros. Todos los temas, por más espinosos que sean, tienen soluciones
compartidas, tienen soluciones razonables, equitativas y duraderas. Y, en todo caso,
nunca han de ser motivo de agresividad, rencor o enemistad que agravan más la situación
y hacen más difícil su resolución.
Bolivia transita un momento histórico: la política, el mundo de la cultura, las religiones
son parte de este hermoso desafío de la unidad. En esta tierra donde la explotación, la
avaricia y múltiples egoísmos y perspectivas sectarias han dado sombra a su historia, hoy
puede ser el tiempo de la integración. Y hay que caminar en ese camino Hoy Bolivia
puede «crear nuevas síntesis culturales». ¡Qué hermosos son los países que superan la
desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un
nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindos cuando están llenos de espacios que conectan,
relacionan, favorecen el reconocimiento del otro! (cf. Evangelii Gaudium 210). Bolivia,
en la integración y en su búsqueda de la unidad, está llamada a ser «esa multiforme
armonía que atrae» (Evangelii Gaudium 117). Y que atrae en el camino de la
consolidación de la Patria grande.
Muchas gracias por su atención. Pido al Señor que Bolivia, «esta tierra inocente y
hermosa» siga progresando cada vez más para que sea esa «patria feliz donde el hombre
vive el bien de la dicha y la paz». Que la Virgen santa los cuide y el Señor los bendiga
abundantemente. Y por favor, por favor les pido, que no se olviden de rezar por mí.
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El Papa Francisco en Sudamérica
HOMILÍA. SANTA MISA EN LA PLAZA DEL CRISTO
REDENTOR. SANTA CRUZ
Jueves 9 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1LU8mSo
Hemos venido desde distintos lugares, regiones, poblados, para celebrar la presencia de
vida de Dios entre nosotros. Salimos hace horas de nuestras casas y comunidades para
poder estar juntos, como Pueblo Santo de Dios. La cruz y la imagen de la misión nos traen
el recuerdo de todas las comunidades que han nacido en el nombre de Jesús en estas
tierras, de las cuales nosotros somos sus herederos.
En el Evangelio que acabamos de escuchar se nos describía una situación bastante similar
a la que estamos viviendo ahora. Al igual que esas cuatro mil personas, estamos nosotros
queriendo escuchar la Palabra de Jesús y recibir su vida. Ellos ayer y nosotros hoy junto
al Maestro, Pan de vida.
Me conmuevo cuando veo a muchas madres cargando a sus hijos en las espaldas. Como
lo hacen aquí tantas de ustedes. Llevando sobre sí la vida, y el futuro de su gente.
Llevando sus motivos de alegría, sus esperanzas. Llevando la bendición de la tierra en los
frutos. Llevando el trabajo realizado por sus manos. Manos que han labrado el presente y
tejerán las ilusiones del mañana. Pero también cargando sobre sus hombros, desilusiones,
tristezas y amarguras, la injusticia que parece no detenerse y las cicatrices de una justicia
no realizada. Cargando sobre sí, el gozo y el dolor de una tierra. Ustedes llevan sobre sí
la memoria de su pueblo. Porque los pueblos tienen memoria, una memoria que pasa de
generación en generación, los pueblos tienen una memoria en camino.
Y no son pocas las veces que experimentamos el cansancio de este camino. No son pocas
las veces que faltan las fuerzas para mantener viva la esperanza. Cuántas veces vivimos
situaciones que pretenden anestesiarnos la memoria y así se debilita la esperanza y se van
perdiendo los motivos de alegría. Y comienza a ganarnos una tristeza que se vuelve
individualista, que nos hace perder la memoria de pueblo amado, de pueblo elegido. Y
esa pérdida nos disgrega, hace que nos cerremos a los demás, especialmente a los más
pobres.
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El Papa Francisco en Sudamérica
A nosotros nos puede suceder lo que a los discípulos de ayer, cuando vieron esa cantidad
de gente que estaba ahí. Le piden a Jesús que los despida, mándalos a la casa, ya que es
imposible alimentar a tanta gente. Frente a tantas situaciones de hambre en el mundo
podemos decir: «Perdón. No nos dan los números, no nos cierran las cuentas». Es
imposible enfrentar estas situaciones, entonces la desesperación termina ganándonos el
corazón.
En un corazón desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende
imponerse en el mundo, en todo el mundo, en nuestros días. Una lógica que busca
transformar todo en objeto de cambio, todo en objeto de consumo, todo negociable. Una
lógica que pretende dejar espacio a muy pocos, descartando a todos aquellos que no
«producen», que no se los considera aptos o dignos porque aparentemente «no nos dan
los números». Y Jesús una vez más vuelve a hablarnos y nos dice...: No, no, no es
necesario excluirlos, no es necesario que se vayan, denles ustedes de comer.
Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: «No es necesario excluir a
nadie, no es necesario que nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer».
Jesús nos lo sigue diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer.
La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre «corta el hilo» por el
más débil, por el más necesitado. Tomando «la posta» Él mismo nos da el ejemplo, nos
muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos peces, los
bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo compartan con los demás. Y este
es el camino del milagro. Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas
tres acciones logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión, en
una lógica de comunidad. Quisiera subrayar brevemente cada una de estas acciones.
Toma. El punto de partida, es tomar muy en serio la vida de los suyos. Los mira a los ojos
y en ellos conoce su vivir, su sentir. Ve en esas miradas lo que late y lo que ha dejado de
latir en la memoria y el corazón de su pueblo. Lo considera y lo valora. Valoriza todo lo
bueno que pueden aportar, todo lo bueno desde donde se puede construir. Pero no habla
de los objetos, o de los bienes culturales, o de las ideas; sino habla de las personas. La
riqueza más plena de una sociedad se mide en la vida de su gente, se mide en sus ancianos
que logran transmitir su sabiduría y la memoria de su pueblo a los más pequeños. Jesús
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El Papa Francisco en Sudamérica
nunca se saltea la dignidad de nadie, por más apariencia de no tener nada para aportar y
compartir. Toma todo, como viene.
Bendice. Jesús toma sobre sí, y bendice al Padre que está en los cielos. Sabe que estos
dones son un regalo de Dios. Por eso, no los trata como «cualquier cosa» ya que toda
vida, toda esa vida, es fruto del amor misericordioso. Él lo reconoce. Va más allá de la
simple apariencia, y en este gesto de bendecir, de alabar, pide a su Padre el don del
Espíritu Santo. El bendecir tiene esa doble mirada, por un lado agradecer y por el otro
poder transformar. Es reconocer que la vida, siempre es un don, un regalo que puesto en
las manos de Dios, adquiere una fuerza de multiplicación. Nuestro Padre no nos quita
nada, todo lo multiplica.
Entrega. En Jesús, no existe un tomar que no sea una bendición, y no existe una bendición
que no sea una entrega. La bendición siempre es misión, tiene un destino, compartir, el
condividir lo que se ha recibido, ya que sólo en la entrega, en el com-par-tir es cuando las
personas encontramos la fuente de la alegría y la experiencia de salvación. Una entrega
que quiere reconstruir la memoria de pueblo Santo, de pueblo invitado, a ser y a llevar
por la alegría de la salvación. Las manos que Jesús levanta para bendecir al Dios del cielo
son las mismas que distribuyen el pan a la multitud que tiene hambre. Y podemos
imaginar cómo iban pasando de mano en mano los panes y los peces hasta llegar a los
más alejados. Jesús, logra generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo
lo propio, convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse,
increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria tomada, una memoria
bendecida, una memoria entregada siempre sacia a un pueblo.
La Eucaristía. Es el «Pan partido para la vida del mundo», como dice el lema del V
Congreso eucarístico que hoy inauguramos y tendrá lugar en Tarija. Es Sacramento de
comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento y nos da
la certeza de lo que tenemos, de lo que somos, si es tomado, si es bendecido y si es
entregado, con el poder de Dios, con el poder de su amor, se convierte en Pan de Vida
para los demás.
Y la Iglesia celebra la Eucaristía, celebra la memoria del Señor, el sacrificio del Señor.
Porque la iglesia es comunidad memoriosa. Por eso fiel al mandato del Señor, dice una y
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El Papa Francisco en Sudamérica
otra vez: «Hagan esto en memoria mía» (Lc. 22,19) Actualiza, hace real, generación tras
generación, en los distintos rincones de nuestra tierra, el misterio del Pan de Vida. Nos lo
hace presente, nos lo entrega. Jesús quiere que participemos de su vida y a través nuestro
se vaya multiplicando en nuestra sociedad. No somos personas aisladas, separadas, sino
somos el Pueblo de la memoria actualizada y siempre entregada.
Una vida memoriosa necesita de los demás, del intercambio, del encuentro, de una
solidaridad real que sea capaz de entrar en la lógica del tomar, bendecir y entregar; en la
lógica del amor.
María, al igual que muchas de ustedes llevó sobre sí la memoria de su pueblo, la vida de
su Hijo, y experimentó en sí misma la grandeza de Dios, proclamando con júbilo que Él
«colma de bienes a los hambrientos» (Lc. 1,53), que ella sea hoy nuestro ejemplo para
confiar en la bondad del Señor que hace obras grandes con poca cosa, con la humildad de
sus siervos. Que así sea.
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LOS SACERDOTES,
RELIGIOSOS, RELIGIOSAS Y SEMINARISTAS EN EL COLISEO
DEL COLEGIO DON BOSCO. SANTA CRUZ
Jueves 9 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1HQPhkf
Me alegra tener este encuentro con ustedes, para compartir la alegría que llena el corazón
y la vida entera de los discípulos misioneros de Jesús. Así lo han manifestado las palabras
de saludo de Mons. Roberto Bordi, y los testimonios del Padre Miguel, de la hermana
Gabriela, y del seminarista Damián. Muchas gracias por compartir la propia experiencia
vocacional.
En el relato del Evangelio de Marcos hemos escuchado también la experiencia de
Bartimeo, que se unió al grupo de los seguidores de Jesús. Fue un discípulo de última
hora. Era el último viaje del Señor de Jericó a Jerusalén, adonde iba a ser entregado. Ciego
y mendigo, Bartimeo estaba al borde del camino, más exclusión imposible, marginado, y
cuando se enteró del paso de Jesús, comenzó a gritar. Se hizo sentir, como esa buena
hermanita que con la batería se hacía sentír, y decía aquí estoy. Te felicito tocas bien.
En torno a Jesús iban los apóstoles, los discípulos, las mujeres que lo seguían
habitualmente, con quienes recorrió durante su vida los caminos de Palestina para
anunciar el Reino de Dios. Y una gran muchedumbre. Si traducimos esto forzando el
lenguaje en torno a Jesús iban los obispos, los curas, las monjas, los seminaristas, los
laicos comprometidos todos los que lo seguían, escuchando a Jesús y el pueblo fiel de
Dios.
Dos realidades aparecen con fuerza, se nos imponen. Por un lado, el grito de un mendigo
y por otro, las distintas reacciones de los discípulos. Pensemos en las distintas reacciones
de los obispos, los curas, las monjas los seminaristas a los gritos que vamos sintiendo o
no sintiendo .Parece como que el evangelista nos quisiera mostrar, cuál es el tipo de eco
que encuentra el grito de Bartimeo en la vida de la gente en la vida de los seguidores de
Jesús. Cómo reaccionan frente al dolor de aquél que está al borde del camino, que nadie
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El Papa Francisco en Sudamérica
le hace caso, nomás le dan una limosna, de aquel que está sentado sobre su dolor, que
no entra en ese círculo que está siguiendo al Señor.
Son tres las respuestas frente a los gritos del ciego, estas tres respuestas tienen actualidad.
Podríamos decirlo con las palabras del propio Evangelio: Pasar, Cállate, Ánimo,
levántate.
1. Pasar, pasar de largo y algunos quizás porque ya no escucharon. Estaban con Jesús,
miraban a Jesús, querían oír a Jesús, pero no escuchaban. Pasar es el eco de la
indiferencia, de pasar al lado de los problemas y que éstos no nos toquen. No es mi
problema. No los escuchamos, no los reconocemos, sordera.
Es la tentación de
naturalizar el dolor, de acostumbrarse a la injusticia, y si hay gente así, yo estoy acá con
Dios con mi vida consagrada, elegido por Jesús, me paga el ministerio y bueno sí es
natural que haya enfermos, que haya pobres, que haya gente que sufre, entonces ya es
tan natural que ya no me llama la atención, un grito un peligro de auxilio, acostumbrarse,
y nos decimos es norma, siempre fue así, mientras a mí no me toque, pero eso entre
paréntesis. Es el eco que nace en un corazón blindado, en un corazón cerrado, que ha
perdido la capacidad de asombro y por lo tanto, la posibilidad de cambio. Cuantos
seguidores de Jesús corremos este peligro de perder nuestra capacidad de asombro
incluso con el Señor, ese estupor del primer encuentro como que se va degradando y eso
le puede pasar a cualquiera le pasó al primer Papa, “a donde vamos a ir Señor si solo
tú tienes palabras de vida eterna” y después lo traiciona lo niega, el estupor se le
degradó, es un proceso de acostumbramiento, corazón blindado Se trata de un corazón,
que se ha acostumbrado a pasar sin dejarse tocar; una existencia que, pasando de aquí
para allá, no logra enraizarse en la vida de su pueblo. Simplemente porque está en esa
elite que sigue al Señor.
Podríamos llamarlo, la espiritualidad del zapping. Pasa y pasa, pasa y pasa, pero nada
queda. Son quienes van atrás de la última novedad, del último bestseller pero no logran
tener contacto, no logran relacionarse, no logran involucrarse, incluso con el Señor al que
están siguiendo, porque la sordera avanza.
Ustedes me podrán decir pero esa gente estaba siguiendo al Maestro, estaba atenta a las
palabras del Maestro, los estaban escuchando a Él. Creo que eso es de lo más desafiante
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El Papa Francisco en Sudamérica
de la espiritualidad cristiana. Como el evangelista Juan nos lo recuerda, ¿cómo puede
amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? (1 Jn 4, 20b). Ellos
creían que escuchaban al Maestro pero también traducían y las palabras del Maestro
pasaban por el alambique de su corazón blindado Dividir esta unidad entre escuchar a
Dios es una de las grandes tentaciones que nos acompañan a lo largo de todo el camino de
los que seguimos a Jesús Y tenemos que ser conscientes de esto. De la misma forma que
escuchamos a nuestro Padre es como escuchamos al Pueblo fiel de Dios. Si no lo hacemos
con los mismos oídos, con la misma capacidad de escuchar, con el mismo corazón, algo
se quebró.
Pasar sin escuchar el dolor de nuestra gente, sin enraizarnos en sus vidas, en su tierra, es
como escuchar la Palabra de Dios sin dejar que eche raíces en nuestro interior y sea
fecunda. Una planta, una historia sin raíces, es una vida seca.
Segunda Palabra
2. Cállate, es la segunda actitud frente al grito de Bartimeo. Cállate, no molestes, no
disturbes. Que estamos haciendo oración comunitaria, estamos en una espiritualidad de
profunda elevación, no molestes, no disturbes. A diferencia de la actitud anterior, esta
escucha reconoce, toma contacto con el grito del otro. Sabe que está y reacciona de una
forma muy simple, reprendiendo. Son los obispos, los curas, las monjas, los Papas del
dedo así (el Papa sacude su dedo índice en señal de regaño). En Argentina decimos de
las maestras del dedo así (el Papa vuelve sacude su dedo índice en señal de regaño), esta
es una maestra del tiempo de Irigoyen (Presidente de Argentina de 1852 a 1933) que
enseñaban una disciplina muy dura. Y pobre pueblo fiel de Dios, cuántas veces es retado
por el mal humor o por la situación personal de un seguidor o seguidora de Jesús. Es la
actitud de quienes frente al pueblo de Dios, lo están continuamente reprendiendo,
rezongando, mandándolo callar. Dale una caricia por favor, escúchalo, dile que Jesús lo
quiere, eso no se puede hacer, Señor saque al chico de la Iglesia que está llorando y yo
estoy predicando, como si el llanto de un chico no fuese una sublime predicación. Es el
drama de la conciencia aislada, de aquellos discípulos y discípulas que piensan que la
vida de Jesús es solo para los que se creen aptos. En el fondo hay profundo desprecio al
santo pueblo fiel de Dios. Este ciego que tiene que meterse, que se quede ahí. Parecería
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El Papa Francisco en Sudamérica
lícito que encuentren espacio solamente los «autorizados», una «casta de diferentes» que
poco a poco se separa, se diferencia de su pueblo.
Han hecho de la identidad una cuestión de superioridad. Esa identidad que es pertenencia
se hace superior, ya no son pastores sino capataces. Yo llegué hasta acá, ponte en tu
sitio. Escuchan pero no oyen, ven pero no miran. Me permito una anécdota que viví hace
como (el Papa Francisco se queda pensando) Año 75 .Yo le había hecho una promesa al
Señor del Milagro de ir todos los años a Salta en peregrinación para el Milagro si
mandaba cuarenta novicios… mandó cuarenta y uno.
Bueno, después de una concelebración porque ahí, como en todo gran Santuario, Misa
tras Misa, confesiones, imparable. Y yo salía, hablando con un cura que me acompañaba
y estaba conmigo, había venido conmigo y se acerca una señora ya a la salida con unos
santitos. Una señora muy sencilla, no sé, sería de Salta o habría venido de no sé dónde
que a veces tardan días en llegar a la capital para la Fiesta del Milagro. “Padre, ¿me lo
bendice?” le dice al cura que me acompañaba. “Señora ¿Usted estuvo en misa?” “Sí
padrecito” “Bueno, ahí la bendición de Dios, la presencia de Dios, bendice todo, todos
los santos” “Sí padrecito, sí padrecito” “y después de la bendición final bendice todo”
“Sí padrecito, sí padrecito” En ese momento, sale otro cura, amigo de este pero que no
se habían visto y le dice “¡Oh! ¿Tú acá?” Se da la vuelta y la señora que no sé cómo se
llamaba, digamos la señora “Sí Padrecito” me mira y me dice, Padre, me lo bendice
usted? Los que siempre le ponen barreras al pueblo de Dios, los separan, escuchan, pero
no oyen, le echan un sermón, ven pero no miran.
La necesidad de diferenciarse les ha bloqueado el corazón. La necesidad consciente o
inconsciente de decirse: no soy como él, no soy como ellos, los ha apartado no sólo del
grito de su gente, ni de su llanto, sino especialmente de los motivos de alegría. Reír con
los que ríen, llorar con los que lloran, he ahí, parte del misterio del corazón sacerdotal. Y
del corazón consagrado. A veces hay castas que nosotros con esta actitud vamos
haciendo y nos separamos.
En Ecuador me permití decirle a los curas que por favor, también estaban las monjas,
que por favor pidieran todos los días la gracia de la memoria, de no olvidarse, de no
olvidarse de dónde te sacaron, te sacaron de detrás del rebaño, no te olvides nunca, no
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El Papa Francisco en Sudamérica
te la creas, no niegues tus raíces, no niegues esa cultura que aprendiste de tu gente
porque ahora tenés una cultura más sofisticada, más importante. Hay sacerdotes que les
da vergüenza hablar su lengua originaria y entonces se olvidan de su Quichua, de su
Aymara, de su Guaraní porque no, no, ahora hablo en fino, la gracia de no perder la
memoria del pueblo fiel y es una gracia ¿eh? En el libro del Deuteronomio, cuántas veces
Dios le dice a su pueblo no te olvides, no te olvides, no te olvides y Pablo a su discípulo
predilecto que él mismo consagró obispo, Timoteo, le dice: y acordate de tu madre y de
tu abuela eh? O sea, allí.
La Tercera Palabra
Ánimo, levántate. Y este es el tercer eco. Un eco que no nace directamente del grito de
Bartimeo, sino de la reacción de la gente que mira cómo Jesús actuó ante el clamor del
ciego mendicante. Es decir aquellos que no le daban lugar al reclamo de él, no le daban
paso o alguno que lo hacía callar, claro cuando ve que Jesús reacciona así cambia,
“levántate, te llama”
Es un grito que se transforma en Palabra, en invitación, en cambio, en propuesta de
novedad frente a nuestras formas de reaccionar ante el Santo Pueblo de Dios.
A diferencia de los otros, que pasaban, el Evangelio dice que Jesús se detuvo y preguntó
qué pasa, quién toca la batería. Se detiene frente al clamor de una persona. Sale del
anonimato de la muchedumbre para identificarlo y de esta forma se compromete con él.
Se enraíza en su vida. Y lejos de mandarlo callar, le pregunta: ¿Qué puedo hacer por vos?
No necesita diferenciarse, no necesita separarse, no le echa un sermón, no lo clasifica si
está autorizado o no para hablar. Tan solo le pregunta, lo identifica queriendo ser parte de
la vida de ese hombre, queriendo asumir su misma suerte. Así le restituye paulatinamente
la dignidad que tenía perdida, al borde del camino y ciego lo incluye. Y lejos de verlo
desde fuera, se anima a identificarse con los problemas y así manifestar la fuerza
transformadora de la misericordia. No existe una compasión, una compasión, no una
lástima. No existe una compasión que no se detenga, si no te detienes, no padeces con,
no tienes la divina compasión. No existe una compasión que no escuche, no existe una
compasión que no se solidarice con el otro. La compasión no es zapping, no es silenciar
el dolor, por el contrario, es la lógica propia del amor, el padecer con. Es la lógica que no
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El Papa Francisco en Sudamérica
se centra en el miedo sino en la libertad que nace de amar y pone el bien del otro por sobre
todas las cosas. Es la lógica que nace de no tener miedo de acercarse al dolor de nuestra
gente. Aunque muchas veces no sea más que para estar a su lado y hacer de ese momento
una oportunidad de oración.
Y esta es la lógica del discipulado, esto es lo que hace el Espíritu Santo con nosotros y en
nosotros. De esto somos testigos. Un día Jesús nos vio al borde del camino, sentados sobre
nuestros dolores, sobre nuestras miserias. Sobre nuestras indiferencias, cada uno conoce
su historia antigua. No acalló nuestros gritos, por el contrario se detuvo, se acercó y nos
preguntó qué podía hacer por nosotros. Y gracias a tantos testigos, que nos dijeron:
«ánimo, levántate», paulatinamente fuimos tocando ese amor misericordioso, ese amor
transformador, que nos permitió ver la luz. No somos testigos de una ideología, no somos
testigos de una receta, de una manera de hacer teología. No somos testigos de eso. Somos
testigos del amor sanador y misericordioso de Jesús. Somos testigos de su actuar en la
vida de nuestras comunidades.
Esta es la pedagogía del Maestro, esta es la pedagogía de Dios con su Pueblo. Pasar de la
indiferencia, del zapping al «ánimo, levántate, el Maestro te llama» (Mc 10,49). No
porque seamos especiales, no porque seamos mejores, no porque seamos los funcionarios
de Dios, sino tan solo porque somos testigos agradecidos de la misericordia que nos
transforma. Y cuando se vive así hay gozo y alegría y podemos adherirnos al testimonio
del hermano que en su vida hizo suyo el consejo de San Agustín, ¡canta y camina! esa
alegría que viene del testigo de la misericordia que transforma.
No estamos solos en este camino. Nos ayudamos con el ejemplo y la oración los unos a
los otros. Tenemos a nuestro alrededor una nube de testigos (cf. Hb 12,1). Recordemos a
la beata Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús, que dedicó su vida al anuncio del Reino
de Dios en la atención a los ancianos, con la «olla del pobre» para quienes no tenían qué
comer, abriendo asilos para niños huérfanos, hospitales para heridos de la guerra, e
incluso creando un sindicato femenino para la promoción de la mujer. Recordemos
también a la venerable Virginia Blanco Tardío, entregada totalmente a la evangelización
y al cuidado de las personas pobres y enfermas. Ellas y tantos otros anónimos, del
montón, de los que seguimos a Jesús son estímulo para nuestro camino, esa nube de
testigos. Vayamos adelante con la ayuda de Dios y la colaboración de todos. El Señor se
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El Papa Francisco en Sudamérica
vale de nosotros para que su luz llegue a todos los rincones de la tierra. Y adelante, canta
y camina, y mientras cantan y caminan, recen por mí que lo necesito. Gracias.
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN EL II ENCUENTRO MUNDIAL DE
MOVIMIENTOS POPULARES EN EL SALÓN PRINCIPAL DE LA
FERIA EXPOCRUZ. SANTA CRUZ
Jueves 9 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1CsDjLm
Hermanos, hermanas. Buenas tardes a todos. Hace algunos meses nos reunimos en
Roma y tengo presente ese primer encuentro nuestro. Durante este tiempo los he llevado
en mi corazón y en mis oraciones. Me alegra verlos de nuevo aquí, debatiendo los
mejores caminos para superar las graves situaciones de injusticia que sufren los
excluidos en todo el mundo. Gracias Señor Presidente Evo Morales por acompañar tan
decididamente este Encuentro.
Aquella vez en Roma sentí algo muy lindo: fraternidad, garra, entrega, sed de justicia.
Hoy, en Santa Cruz de la Sierra, vuelvo a sentir lo mismo. Gracias por eso. También he
sabido por medio del Pontificio Consejo Justicia y Paz que preside el Cardenal Turkson,
que son muchos en la Iglesia los que se sienten más cercanos a los movimientos
populares. ¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos Ustedes, que
se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de
Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos
populares. Los invito a todos, Obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones
sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro.
Dios permite que hoy nos veamos otra vez. La Biblia nos recuerda que Dios escucha el
clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de Ustedes: “Las
famosas tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije
y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el
clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.
Primero de todo.
1. Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero aclarar, para que no
haya malos entendidos, que hablo de los problemas comunes de todos los
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El Papa Francisco en Sudamérica
latinoamericanos y, en general también de toda la humanidad. Problemas que tienen una
matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta
aclaración, propongo que nos hagamos estas preguntas:
- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos
sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas
heridas en su dignidad?
- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y
la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas
no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo
permanente amenaza?
Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.
Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me han relatado las múltiples
exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada
territorio. Son tantas y tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas.
Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de esas exclusiones, ¿podemos
reconocerlo? Porque no se trata de cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de
reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho
global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier
costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza?
Si esto así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio
de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo
aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos…
Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.
Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra
realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la
interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La
globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, debe
sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia.
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El Papa Francisco en Sudamérica
Quisiera hoy reflexionar con Ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Saben
que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta vez, quiero
hablar de un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien,
un cambio –podríamos decir– redentor. Porque lo necesitamos.
Sé que Ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los distintos encuentros, en los
distintos viajes he comprobado que existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de
cambio en todos los Pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más
reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la
tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que
esclaviza.
El tiempo, hermanos, hermanas, el tiempo parece que se estuviera agotando; no alcanzó
el pelearnos entre nosotros, sino que hasta nos ensañamos con nuestra casa. Hoy la
comunidad científica acepta lo que hace, ya desde hace mucho tiempo denuncian los
humildes: se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema.
Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje. Y
detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de
Cesarea llamaba «el estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que
gobierna. Ese es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado.
Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando
la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad,
condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta
pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.
No quiero extenderme describiendo los efectos malignos de esta sutil dictadura: ustedes
los conocen. Tampoco basta con señalar las causas estructurales del drama social y
ambiental contemporáneo. Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a
un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo. Al ver la crónica negra de cada
día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño
círculo de la familia y los afectos.
¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos
problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor
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El Papa Francisco en Sudamérica
ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales?
¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el
avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi
chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado?
¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las
barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para
sus problemas?
Pueden hacer mucho. Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados,
los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la
humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y
promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De
acuerdo? (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes
procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No
se achiquen!
2. Ustedes son sembradores de cambio. Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me
gusta mucho: «proceso de cambio». El cambio concebido no como algo que un día llegará
porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura
social. Dolorosamente sabemos que un cambio de estructuras que no viene acompañado
de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por
burocratizarse, corromperse y sucumbir.
Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, los procesos, donde la pasión por sembrar,
por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza la ansiedad por ocupar todos
los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. La opción es por generar
proceso y no por ocupar espacios. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo
complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación,
por un destino, por vivir con dignidad, por «vivir bien». Dignamente, en ese sentido.
Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por
el amor fraterno que se revela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los
que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena
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El Papa Francisco en Sudamérica
oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño
explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por
el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando
recordamos esos «rostros y esos nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto
dolor y nos conmovemos…Todos nos conmovemos, porque «hemos visto y oído», no la
fría estadística sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne.
Eso es muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos
conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos. Esa emoción hecha
acción comunitaria no se comprende únicamente con la razón: tiene un plus de sentido
que sólo los pueblos entienden y que da su mística particular a los verdaderos
movimientos populares.
Ustedes viven cada día, empapados, en el nudo de la tormenta humana. Me han hablado
de sus causas, me han hecho parte de sus luchas ya desde Buenos Aires y yo se los
agradezco. Ustedes, queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo
cercano, en la realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponiendo una
resistencia activa al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata.
Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus
territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración
urbana de sus villas, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de
infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación
de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a «las tres T»: tierra,
techo y trabajo.
Ese arraigo al barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el rostro del otro,
esa proximidad del día a día, con sus miserias porque las hay, las tenemos y sus heroísmos
cotidianos, es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos
sino a partir del encuentro genuino entre personas, necesitamos instaurar esta cultura del
encuentro porque ni los conceptos ni las ideas se aman; se aman las personas.
La entrega, la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos,
pueblos y comunidades… rostros y nombres que llenan el corazón. De esas semillas de
esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes
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El Papa Francisco en Sudamérica
de ternura que lucha por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles
grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.
Veo con alegría que ustedes trabajan en lo cercano, cuidando los brotes; pero, a la vez,
con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda. Trabajan en una perspectiva
que no sólo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes representa y a la que
felizmente está arraigado, sino que también buscan resolver de raíz los problemas
generales de pobreza, desigualdad y exclusión.
Los felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos
derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a
la globalización excluyente. Ustedes son sembradores del cambio. Que Dios les dé coraje,
alegría, perseverancia y pasión para seguir sembrando. Tengan la certeza que tarde o
temprano vamos de ver los frutos.
A los dirigentes les pido: sean creativos y nunca pierdan el arraigo a lo cercano, porque
el padre de la mentira sabe usurpar palabras nobles, promover modas intelectuales y
adoptar poses ideológicas, pero si ustedes construyen sobre bases sólidas, sobre las
necesidades reales y la experiencia viva de sus hermanos, de los campesinos e indígenas,
de los trabajadores excluidos y las familias marginadas, seguramente no se van a
equivocar.
La Iglesia no puede ni debe ser ajena a este proceso en el anuncio del Evangelio. Muchos
sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo
a los excluidos en todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos,
construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de la salud, el deporte
y la educación. Estoy convencido que la colaboración respetuosa con los movimientos
populares puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.
Y tengamos siempre presente en el corazón a la Virgen María, una humilde muchacha de
un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que
supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una
montaña de ternura. María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de
parto hasta que brote la justicia. Yo rezo a la virgen tan venerada por el pueblo boliviano
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El Papa Francisco en Sudamérica
para que permita que este Encuentro nuestro sea fermento de cambio. El cura habla largo
parece ¿no?
3. Por último quisiera que pensemos juntos algunas tareas importantes para este momento
histórico, porque queremos un cambio positivo para el bien de todos nuestros hermanos
y hermanas, eso lo sabemos. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo
mancomunado de los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales, eso
también lo sabemos. Pero no es tan fácil definir el contenido del cambio, podría decirse,
el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y justicia que esperamos, no
es fácil de definir.
En ese sentido, no esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el
monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los
problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la
construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan
buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón.
Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del
conjunto de los movimientos populares:
3.1. La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos
y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de
exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa
economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.
La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada
administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir
adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o
un “decoroso sustento”. Ni siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a
«las tres T» por las que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria,
podría decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos
dignidad «prosperidad sin exceptuar bien alguno» (1) Esta última frase la dijo el Papa
Juan XXIII hace 50 años. Jesús dice en el evangelio que aquel que le dé espontáneamente
64
El Papa Francisco en Sudamérica
un vaso de agua cuando tiene sed será acogido en el reino de los cielos. Esto implica
«las tres T» pero también acceso a la educación, la salud, la innovación, las
manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación.
Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una
infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos
derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad.
Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el
sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada
uno encuentren un cauce adecuado en el ser social. Ustedes, y también otros pueblos,
resumen este anhelo de una manera simple y bella: «vivir bien». Que no es lo mismo que
ver pasar la vida.
Esta economía no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía ni
una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos
disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de
la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de «todos los hombres y
de todo el hombre». (2)
El problema, en cambio, es otro. Existe un sistema con otros objetivos. Un sistema que
además de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, además de
implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra en aras
de la «productividad», sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más
elementales derechos económicos, sociales y culturales. Ese sistema atenta contra el
proyecto de Jesús. Contra la Buena Noticia que trajo Jesús.
La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía.
Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se
trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece.
El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la
Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial
cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de
los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer
algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por sí sola. Los planes
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El Papa Francisco en Sudamérica
asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas
pasajeras, coyunturales. Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el
trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario.
Y en este camino, los movimientos populares tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y
reclamando, sino fundamentalmente creando. Ustedes son poetas sociales: creadores de
trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los
descartados por el mercado mundial.
He conocido de cerca distintas experiencias donde los trabajadores unidos en
cooperativas y otras formas de organización comunitaria lograron crear trabajo donde
sólo había sobras de la economía idolátrica y vi que algunos están aquí. Las empresas
recuperadas, las ferias francas y las cooperativas de cartoneros son ejemplos de esa
economía popular que surge de la exclusión y, de a poquito, con esfuerzo y paciencia,
adopta formas solidarias que la dignifican. ¡Y qué distinto es eso a que los descartados
por el mercado formal sean explotados como esclavos!
Los gobiernos que asumen como propia la tarea de poner la economía al servicio de los
pueblos deben promover el fortalecimiento, mejoramiento, coordinación y expansión de
estas formas de economía popular y producción comunitaria.
Esto implica mejorar los procesos de trabajo, proveer infraestructura adecuada y
garantizar plenos derechos a los trabajadores de este sector alternativo. Cuando Estado y
organizaciones sociales asumen juntos la misión de «las tres T» se activan los principios
de solidaridad y subsidiariedad que permiten edificar el bien común en una democracia
plena y participativa.
3.2. La segunda tarea, eran 3, es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.
Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz
su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte
subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y
tradiciones religiosas sean respetados.
Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno
ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que
66
El Papa Francisco en Sudamérica
afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque «la paz se funda no sólo
en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos
particularmente el derecho a la independencia» (3)
Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde
entonces llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones
intentando conquistar una independencia plena.
En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos
han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la Región aunaron
esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que
tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la «Patria Grande». Les pido a
ustedes, hermanos y hermanas de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten
esa unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la
región crezca en paz y justicia.
A pesar de estos avances, todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo
humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la «Patria Grande» y otras
latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta diversa fachadas. A veces, es el poder
anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de
libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el
cinturón de los trabajadores y de los pobres.
Los obispos latinoamericanos lo denunciamos con total claridad en el documento de
Aparecida cuando afirman que «las instituciones financieras y las empresas
transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo,
debilitando a los Estados, que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante
proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones». Hasta aquí la cita. (4) En otras
ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el
terrorismo –graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional
coordinada– vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la
resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas.
Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social
que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra
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El Papa Francisco en Sudamérica
de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico. Como
dicen los Obispos de África, muchas veces se pretende convertir a los países pobres en
«piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco». (5)
Hay que reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede
resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional. Todo acto
de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en todo en términos
económicos, ecológicos, sociales y culturales. Hasta el crimen y la violencia se han
globalizado. Por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad
común.
Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra
interdependencia, es decir, nuestra sana interdependencia. Pero interacción no es
sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros.
El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de
materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos
los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función
del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Y eso hermanos es inequidad y la
inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia
capaces de detener.
Digamos NO entonces a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al
encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que trabajan por la paz.
Y aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho,
que «cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia».
Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos
originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha
dicho el CELAM El Consejo Episcopal Latinoamericano y también quiero decirlo. Al
igual que San Juan Pablo II pido que la Iglesia y cito lo que dijo Él «se postre ante Dios
e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos» (6). Y quiero decirles,
quiero ser muy claro, como lo fue San Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo
por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios
durante la llamada conquista de América.
68
El Papa Francisco en Sudamérica
Y junto a este pedido de perdón y para ser justos también quiero que recordemos a
millares de sacerdotes, obispos que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada
con la fuerza de la cruz. Hubo pecado y abundante, pero no pedimos perdón y por eso
pido perdón, pero allí también donde hubo abundante pecado, sobreabundó la gracia a
través de esos hombres de esos pueblos originarios. También les pido a todos, creyentes
y no creyentes, que se acuerden de tantos Obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y
predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz; No me
quiero olvidar de las monjitas que anónimamente van a los barrios pobres llevando un
mensaje de paz y dignidad, que en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de
promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o
acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio.
La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en Latinoamérica.
Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal
vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del ídolo
dinero. Hoy vemos con espanto cómo en Medio Oriente y otros lugares del mundo se
persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso
también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que
estamos viviendo, hay una especie de -fuerzo la palabra- genocidio en marcha que debe
cesar.
A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme
transmitirle mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y
culturas, eso que yo llamo poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan
su identidad construyendo juntas la pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad.
Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los
pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece
y nos fortalece a todos.
3. 3. Y la tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la
Madre Tierra.
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El Papa Francisco en Sudamérica
La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente.
La cobardía en su defensa es un pecado grave. Vemos con decepción creciente como se
suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un
claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo.
No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se
impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo
la creación.
Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir –pacífica
pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de
Dios, que defiendan a la Madre Tierra. Sobre éste tema me he expresado debidamente en
la Carta Encíclica Laudato si’ que creo que les será dada al finalizar. Tengo dos páginas
y media en esta cita, pero (como resumen basta (verificar y falta)
4. Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está
únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está
fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en
sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño.
Y cada uno Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún
campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía,
ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades,
ningún anciano sin una venerable vejez.
Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por ustedes, rezo
con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que
los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza
que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, y una cosa importante la esperanza
que no defrauda, gracias.
Y, por favor, les pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no puede rezar, con todo
respeto, les pido que me piense bien y me mande buena onda.
________________________
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El Papa Francisco en Sudamérica
(1) Juan XXIII, Carta enc. Mater et Magistra (15 mayo 1961), 3: AAS 53 (1961), 402.
(2) Pablo VI, Carta enc. Populorum Progressio, n. 14.
(3) Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,
157.
(4) V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (2007), Documento
Conclusivo, Aparecida, 66
(5) Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Africa (14 septiembre 1995), 52:
AAS 88 (1996), 32-33; Id., Cartenc. Sollicitudo Rei Socialis (30 diciembre 1987), 22:
AAS 80 (1988), 539.
(6) Juan Pablo II, Bula Incarnationis Mysterium, 11.
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN LA VISITA AL CENTRO DE REHABILITACIÓN
SANTA CRUZ-PALMASOLA
Viernes 10 de julio
VIDEO: http://bit.ly/1JUaMRp
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. No podía dejar Bolivia sin venir a verlos,
sin dejar de compartir la fe y la esperanza que nace del amor entregado en la cruz.
Gracias por recibirme.
En las palabras de Mons. Jesús Juárez (mientras no se me vuele la cabeza no hay
problema) y en el testimonio de quienes han intervenido, he podido comprobar cómo el
dolor no es capaz de apagar la esperanza en lo más profundo del corazón, y que la vida
sigue brotando con fuerza en circunstancias adversas.
¿Quién está ante ustedes? Podrían preguntarse. Me gustaría responderles la pregunta con
una certeza de mi vida, con una certeza que me ha marcado para siempre. El que está ante
ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados.
Y así es como me presento. No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que
tengo y lo que amo, sí quiero dárselos, sí quiero compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la
misericordia del Padre que vino a mostrarnos, a hacer visible el amor que Dios tiene por
nosotros. Por vos, por vos, por vos, por mí. Un amor activo, real. Un amor que tomó en
serio la realidad de los suyos. Un amor que sana, perdona, levanta, cura. Un amor que se
acerca y devuelvedignidad. Una dignidad que la podemos perder de muchas maneras y
formas. Pero Jesús es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para devolvernos la
identidad perdida, para revestirnos con toda su fuerza de dignidad.
Me viene a la memoria, una experiencia que nos puede ayudar, Pedro y Pablo, discípulos
de Jesús también estuvieron presos. También fueron privados de la libertad. En esta
circunstancia hubo algo que los sostuvo, algo que nos los dejó caer en la desesperación,
que no los dejó caer en la oscuridad que puede brotar del sin sentido. Fue la oración, fue
orar. Oración personal y comunitaria. Ellos rezaron y por ellos rezaban. Dos
movimientos, dos acciones que generan entre sí una red que sostiene la vida y la
esperanza. Nos sostiene de la desesperanza y nos estimula a seguir caminando. Una red
72
El Papa Francisco en Sudamérica
que va sosteniendo la vida, la de ustedes y la de sus familias. Tú hablabas de tu madre,
La oración de las madres, la oración de las esposas, la oración de los hijos, eso es una
red que va llevando adelante la vida.
Porque cuando Jesús entra en la vida, uno no queda detenido en su pasado sino que
comienza a mirar el presente de otra manera, con otra esperanza. Uno comienza a mirar
con otros ojos su propia persona, su propia realidad. No queda anclado en lo que sucedió,
sino que es capaz de llorar y encontrar ahí la fuerza para volver a empezar. Y si en algún
momentos estamos tristes, mal, bajoneados, los invito a mirar el rostro de Jesús
crucificado.
En su mirada, todos podemos encontrar espacio. Todos podemos poner junto a Él nuestras
heridas, nuestros dolores, así como también nuestros pecados, tantas cosas en las que nos
podemos haber equivocado. En sus llagas, encuentran lugar nuestras llagas. Para ser
curadas, lavadas, transformadas, resucitadas. El murió por vos, por mí, para darnos su
mano y levantarnos. Charlen, charlen con los curas que vienen, charlen. Con las
hermanas que vienen, charlen con los que vienen a hablarles de Jesús... Jesús quiere
levantarnos siempre.
Esta certeza nos moviliza a trabajar por nuestra dignidad. Reclusión no es lo mismo que
exclusión, que quede claro, porque la reclusión forma parte de un proceso de reinserción
en la sociedad. Son muchos los elementos que juegan en su contra en este lugar –lo sé
bien– y vos mencionaste con mucha claridad: el hacinamiento, la lentitud de la justicia,
la falta de terapias ocupacionales y de políticas de rehabilitación, la violencia, la carencia
de facilidades estudios universitarios, lo cual hace necesaria una rápida y eficaz alianza
interinstitucional para encontrar respuestas.
Sin embargo, mientras se lucha por eso no podemos dar todo por perdido. Hay cosas que
hoy ya podemos hacer.
Aquí, en este Centro de Rehabilitación, la convivencia depende en parte de ustedes. El
sufrimiento y la privación pueden volver nuestro corazón egoísta y dar lugar a
enfrentamientos, pero también tenemos la capacidad de convertirlo en ocasión de
auténtica fraternidad. Ayúdense entre ustedes. No tengan miedo a ayudarse entre ustedes.
73
El Papa Francisco en Sudamérica
El demonio busca la pelea, busca la rivalidad, la división, los bandos, no le hagan el juego.
Luchen por salir adelante unidos.
Me gustaría pedirles que lleven mi saludo a sus familias, algunos están aquí. ¡Es tan
importante su presencia y su ayuda! Los abuelos, el padre, la madre, los hermanos, la
pareja, los hijos. Nos recuerdan que merece la pena vivir y luchar por un mundo mejor.
Por último, una palabra de aliento a todos los que trabajan en este Centro: a sus dirigentes,
a los agentes de la Policía penitenciaria, a todo el personal. Ustedes cumplen un servicio
público y fundamental. Tienen una importante tarea en este proceso de reinserción. Tarea
de levantar y no rebajar; de dignificar y no humillar; de animar y no afligir. Este proceso
que pide dejar una lógica de buenos y malos para pasar a una lógica centrada en ayudar a
la persona. Y esta lógica de ayudar a las personas los va a salvar a ustedes de todo tipo de
corrupción y mejorará las condiciones para todos. Ya que un proceso así vivido nos
dignifica, anima y nos levanta a todos.
Antes de darles la bendición me gustaría que rezáramos un rato en silencio, en silencio
cada uno desde su corazón. Cada uno como sepa hacerlo.
Por favor, les pido que sigan rezando por mí, porque yo también tengo mis errores y debo
hacer penitencia. Muchas gracias. Y Que Dios nuestro Padre mire nuestro corazón, que
Dios nuestro Padre que nos quiere nos de su fuerza. Su paciencia, su ternura de Padre,
nos bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y no se olviden de
rezar por mí.
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El Papa Francisco en Sudamérica
PARAGUAY
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES Y EL
CUERPO DIPLOMÁTICO EN EL JARDÍN DEL PALACIO DE
LÓPEZ
Viernes 10 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1LX1eEX
Señor Presidente Autoridades de la República
Miembros del Cuerpo diplomático
Señoras y señores:
Saludo cordialmente a Vuestra Excelencia, Señor Presidente de la República, y le
agradezco las diferentes palabras de bienvenida y de afecto que me ha dirigido, en nombre
también del gobierno, de las altas magistraturas del Estado y del querido pueblo
paraguayo.
Saludo también a los distinguidos miembros del Cuerpo diplomático y, a través de ellos,
hago llegar mis sentimientos de respeto y aprecio a sus respectivos países. Un «gracias»
especial para todas las personas e instituciones que han colaborado con esfuerzo y
dedicación en la preparación de este viaje y a que me sienta en casa.
No es difícil sentirse en casa en esta tierra tan acogedora. Paraguay es conocido como el
corazón de América, y no sólo por la posición geográfica, sino también por el calor de la
hospitalidad y cercanía de sus gentes. Ya desde sus primeros pasos como nación
independiente, y hasta épocas muy recientes, la historia de Paraguay ha conocido
sufrimiento terrible de la guerra, el enfrentamiento fratricida, de la falta de libertad y de
la conculcación de los derechos humanos.
¡Cuánto dolor y cuánta muerte! Pero es admirable el tesón y el espíritu de superación del
pueblo paraguayo para rehacerse ante tanta adversidad y seguir esforzándose por construir
75
El Papa Francisco en Sudamérica
una Nación próspera y en paz. Aquí –en el jardín de este palacio que ha sido testigo de la
historia paraguaya: desde cuando sólo era ribera del río y lo usaban los guaraníes, hasta
los últimos acontecimientos contemporáneos– quiero rendir tributo a esos miles de
paraguayos sencillos, cuyos nombres no aparecerán escritos en los libros de historia, pero
que han sido y seguirán siendo verdaderos protagonistas de su pueblo.
Y quiero reconocer con emoción y admiración el papel desempeñado por la mujer
paraguaya en esos momentos tan dramáticos de la historia. De modo especial, esa guerra
inicua que llegó a destruir casi la fraternidad de nuestro pueblo. Sobre sus hombros de
madres, esposas y viudas, han llevado el peso más grande, han sabido sacar adelante a
sus familias y a su País, infundiendo en las nuevas generaciones la esperanza en un
mañana mejor. Dios bendiga a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América.
Un pueblo que olvida su pasado, su historia, sus raíces, no tiene futuro. La memoria,
asentada firmemente sobre la justicia, alejada de sentimientos de venganza y de odio,
transforma el pasado en fuente de inspiración para construir un futuro de convivencia y
armonía, haciéndonos conscientes de la tragedia y la sinrazón de la guerra.
¡Nunca más guerras entre hermanos! ¡Construyamos siempre la paz! También una paz
del día a día, una paz de la vida cotidiana, en la que todos participamos evitando gestos
arrogantes, palabras hirientes, actitudes prepotentes, y fomentando en cambio la
comprensión, el diálogo y la colaboración.
Desde hace algunos años, Paraguay se está comprometiendo en la construcción de un
proyecto democrático sólido y estable. Es justo reconocer con satisfacción lo mucho que
se ha avanzado en este camino gracias al esfuerzo de todos, aún en medio de grandes
dificultades e incertidumbres. Los animo a que sigan trabajando con todas sus fuerzas
para consolidar las estructuras e instituciones democráticas que den respuesta a las justas
aspiraciones de los ciudadanos.
La forma de gobierno adoptada en su constitución: «democracia representativa,
participativa y pluralista», basada en la promoción y respeto de los derechos humanos nos
aleja de la tentación de la democracia formal que Aparecida definía como la que se
«contentaba con estar fundada en la limpieza de procesos electorales» (cf. Aparecida 74).
Esa es una democracia formal.
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El Papa Francisco en Sudamérica
En todos los ámbitos de la sociedad, pero especialmente en la actividad pública, se ha de
potenciar el diálogo como medio privilegiado para favorecer el bien común, sobre la base
de la cultura del encuentro, del respeto y del reconocimiento de las legítimas diferencias
y opiniones de los demás. No hay que detenerse en lo conflictivo; la unidad es siempre
superior al conflicto, es un ejercicio interesante decantar en el amor a la patria y al pueblo,
toda perspectiva que nace de las convicciones de una opción partidaria o ideológica. Y en
ese mismo amor tiene que ser el impulso para crecer cada día más en gestiones
transparentes y que luchan impetuosamente contra la corrupción. Sé que existe una firme
voluntad para desterrar hoy la corrupción.
Queridos amigos, en la voluntad de servicio y de trabajo por el bien común, los pobres y
necesitados han de ocupar un lugar prioritario. Se están haciendo muchos esfuerzos para
que Paraguay progrese por la senda del crecimiento económico. Se han dado pasos
importantes en el campo de la educación y la sanidad.
Que no cese el esfuerzo de todos los actores sociales, hasta que no haya más niños sin
acceso a la educación, familias sin hogar, obreros sin trabajo digno, campesinos sin tierras
que cultivar y tantas personas obligadas a emigrar hacia un futuro incierto; que no haya
más víctimas de la violencia, la corrupción o el narcotráfico.
Un desarrollo económico que no tiene en cuenta a los más débiles y desafortunados, no
es verdadero desarrollo. La medida del modelo económico ha de ser la dignidad integral
de la persona, especialmente la persona más vulnerable e indefensa.
Señor Presidente, queridos amigos. En nombre también de mis hermanos Obispos del
Paraguay, deseo asegurarles el compromiso y la colaboración de la Iglesia católica en el
afán común por construir una sociedad justa e inclusiva, en la que se pueda convivir en
paz y armonía. Porque todos, también los pastores de la Iglesia, estamos llamados a
preocuparnos por la construcción de un mundo mejor (cf. EvangeliiGaudium, 183).
Nos mueve a ello la certeza de nuestra fe en Dios, que quiso hacerse hombre y, viviendo
entre nosotros, compartir nuestra suerte. Cristo nos abre el camino de la misericordia, que
asentado sobre la justicia, va más allá, y alumbra la caridad, para que nadie se quede al
margen de esta gran familia que es el Paraguay, al que aman y quieren servir.
77
El Papa Francisco en Sudamérica
Con la inmensa alegría de encontrarme en esta tierra consagrada a la Virgen de Caacupé,
Y quiero recordar también especialmente a mis hermanos s paraguayos en Buenos Aires,
en mi anterior diócesis. Ellos tienen la parroquia de la Virgen de los Milagros Caacupé.
Imploro la bendición del Señor sobre todos ustedes, sobre sus familias y sobre todo el
querido pueblo paraguayo. Que Paraguay sea fecundo, como lo indica la flor de la
pasiflora en el manto de la Virgen y como esa cinta con los colores paraguayos que tiene
la imagen, así se abrace a la Madre de Caacupé. Muchas gracias.
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El Papa Francisco en Sudamérica
SALUDO EN LA VISITA AL HOSPITAL GENERAL PEDIÁTRICO
NIÑOS DE ACOSTA ÑU
Sábado 11 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1CvrLXR
Buenos días. Los saludo de corazón, ustedes saben que en el evangelio encontramos una
escena en la que Jesús se enojó, se enojó otras veces pero una en que se enojó mucho y
se enojó con los que más quería, con los apóstoles. Jesús se enojó una vez con los
apóstoles ¿y saben por qué? Porque no dejaban que los chicos se acercaran. Para Jesús
los chicos son muy importantes, hasta tal punto que nos dice a todos los grandes, a todos
ya los que somos grandes, nos dice: “Miren, si ustedes en su corazón no se hacen como
los chicos, no van a entrar al reino de los cielos” Qué lindo, O sea, ¿qué quiso decirnos
Jesús con eso? hacernos humildes como los chicos, espontáneos como los chicos, que no
tengan vergüenza de traerme acá estas cartas (una niña le alcanza unas cartas) con toda
espontaneidad, sin doblez, los chicos son simples, son alegres. Eso es lo que quiere Jesús,
que nos hagamos como los chicos, así que aprendamos de este enojo de Jesús, para que
no se enoje con nosotros como se enojó cuando con los apóstoles. Y otra cosa (dos niños
se le acercan y lo abrazan)
Este es un hospital donde muchos chicos sufren y yo quiero decirles a ustedes mamás y
papás que rezo por ustedes y rezo por sus hijos para que la Virgen esté muy cerca de
ustedes, para que Jesús les de la salud a sus hijos y para que ustedes tengan esa fuerza y
esa constancia que solamente tienen las madres y los padres, gracias. Así que también
quiero agradecer a todos los que trabajan, acá en este hospital, al personal, trabajo tan
sacrificado, médicos, enfermeros, enfermeras, empleados ¿todo para qué? Para que un
chico se cure, es tan importante un niño en la vida. Muchas gracias a todo el personal de
este hospital y también al Capellán, le agradezco lo que hace para acompañar a cada
familia, a cada chico.
Y ahora les voy a dar la bendición a todos, a los que están acá, a los que están más lejos
y a los que están adentro. ¿Eh? Bueno (un niño que estaba junto a él le da y dice algo que
luego el Papa comenta), Me dice “te regalo mi credencial para que me recuerdes Papa”.
Esto es lo que quiere Jesús de nosotros, que seamos sencillos como este niño. Vamos a
rezar un Avemaría a la Virgen de Caacupé. [Rezo del Ave María]
79
El Papa Francisco en Sudamérica
Los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo y les pido que
recen por mí.
80
El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN LA VISITA AL HOSPITAL GENERAL
PEDIÁTRICO DE NIÑOS DE ACOSTA ÑÚ DE ASUNCIÓN.
TEXTO ORIGINAL
Sábado 11 de julio de 2015
Señor Director
Queridos niños
Miembros del personal
Amigos todos
Gracias por el recibimiento tan cálido con el que me han recibido. Gracias por este tiempo
que me permiten estar con ustedes.
Queridos niños, quiero hacerles una pregunta, a ver si me ayudan. Me han dicho que son
muy inteligentes, por eso me animo. ¿Jesús se enojó alguna vez?, ¿se acuerdan cuándo?
Sé que es una pregunta difícil, así que los voy a ayudar. Fue cuando no dejaron que los
niños se acercaran a Él. Es la única vez en todo el evangelio de Marcos que usó esta
expresión (10,13-15) Algo parecido a nuestra expresión: se llenó de bronca. ¿Alguna vez
se enojaron? Bueno, de esa misma manera se puso Jesús, cuando no lo dejaron estar cerca
de los niños, cerca de ustedes. Le vino mucha rabia. Los niños están dentro de los
predilectos de Jesús. No es que no quiera a los grandes, pero se sentía feliz cuando podía
estar con ellos. Disfrutaba mucho de su amistad y compañía. Pero no solo, quería tenerlos
cerca, sino que aún más. Los ponía como ejemplo. Le dijo a los discípulos que si «no se
hacen como niños, no podrán entrar en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3)
Los niños estaban alejados, los grandes no los dejaban acercarse, pero Jesús, los llamó,
los abrazó y los puso en el medio para que todos aprendiéramos a ser como ellos. Hoy
nos diría lo mismo a nosotros. Nos mira y dice, aprendan de ellos.
Debemos aprender de ustedes, de su confianza, alegría, ternura. De su capacidad de lucha,
de su fortaleza. De su incomparable capacidad de aguante. Son unos luchadores. Y cuanto
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El Papa Francisco en Sudamérica
uno tiene semejantes «guerreros» adelante, se siente orgulloso. ¿Verdad mamás? ¿Verdad
padres y abuelos? Verlos a ustedes, nos da fuerza, nos da ánimo para tener confianza,
para seguir adelante.
Mamás, papás, abuelos sé que no es nada fácil estar acá. Hay momentos de mucho dolor,
incertidumbre. Hay momentos de una angustia fuerte que oprime el corazón y hay
momentos de gran alegría. Los dos sentimientos conviven, están en nosotros. Pero no hay
mejor remedio que la ternura de ustedes, que su cercanía. Y me alegra saber que entre
ustedes familias, se ayudan, estimulan, «palanquean» para salir adelante y atravesar este
momento.
Cuentan con el apoyo de los médicos, los enfermeros y de todo el personal de esta casa.
Gracias por esta vocación de servicio, de ayudar no solo a curar sino a acompañar el dolor
de sus hermanos.
No nos olvidemos, Jesús está cerca de sus hijos. Está bien cerca, en el corazón. No duden
en pedirle, no duden en hablar con Él, en compartir sus preguntas, dolores. Él está
siempre, pero siempre, y no los dejará caer.
Y de algo estamos seguros y una vez más lo confirmo. Donde hay un hijo está la madre.
Donde está Jesús está María, la Virgen de Caacupé. Pidámosle a ella, que los proteja con
su manto, que interceda por ustedes y por sus familias.
Y no se olviden, de rezar por mí. Estoy seguro que sus oraciones, llegan al cielo.
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El Papa Francisco en Sudamérica
HOMILÍA. SANTA MISA EN LA EXPLANADA DEL SANTUARIO
MARIANO DE CAACUPÉ
Sábado 11 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1JaSw0q
Estar aquí con ustedes es sentirme en casa, a los pies de nuestra Madre la Virgen de los
Milagros de Caacupé. En un santuario los hijos nos encontramos con nuestra Madre y
entre nosotros recordamos que somos hermanos. Es un lugar de fiesta, de encuentro, de
familia. Venimos a presentar nuestras necesidades, venimos a agradecer, a pedir perdón
y a volver a empezar. Cuántos bautismos, cuántas vocaciones sacerdotales y religiosas,
cuántos noviazgos y matrimonios nacieron a los pies de nuestra Madre. Cuántas lágrimas
y despedidas. Venimos siempre con nuestra vida, porque acá se está en casa y lo mejor
es saber que alguien nos espera.
Como tantas otras veces, hemos venido porque queremos renovar nuestras ganas de vivir
la alegría del Evangelio.
Cómo no reconocer que este santuario es parte vital del pueblo paraguayo, de ustedes.
Así lo sienten, así lo rezan, así lo cantan: «En tu Edén de Caacupé, es tu pueblo Virgen
pura que te da su amor y fe». Y estamos hoy como el Pueblo de Dios, a los pies de nuestra
Madre a darle nuestro amor y fe.
En el Evangelio acabamos de escuchar el anuncio del Ángel a María que le dice:
«Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo». Alégrate, María, alégrate. Frente a
este saludo, ella, quedó desconcertada y se preguntaba qué quería decir. No entendía
mucho lo que estaba sucediendo. Pero supo que venía de Dios y dijo «sí». María es la
madre del «sí». Sí, al sueño de Dios, sí al proyecto de Dios, sí a la voluntad de Dios.
Un «sí» que, como sabemos, no fue nada fácil de vivir. Un «sí» que no la llenó de
privilegios o diferencias, sino que, como le dirá Simeón en su profecía: «A ti una espada
te va a atravesar el corazón» (Lc 2,35). Y ¡vaya que se lo atravesó! Por eso la queremos
tanto y encontramos en ella una verdadera Madre que nos ayuda a mantener viva la fe y
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El Papa Francisco en Sudamérica
la esperanza en medio de situaciones complicadas. Siguiendo la profecía de Simeón nos
hará bien repasar brevemente tres momentos difíciles en la vida de María.
1. Primero: El nacimiento de Jesús. «No había un lugar para ellos» (Lc 2,7). No tenían
una casa, una habitación para recibir a su hijo. No había espacio para que pudiera dar a
luz. Tampoco familia cercana, estaban solos. El único lugar disponible era una cueva de
animales. Y en su memoria seguramente resonaban las palabras del Ángel: »Alégrate
María, el Señor está contigo». Y Ella podía haberse preguntado: ¿Dónde está ahora?
2. Segundo momento: La huida a Egipto. Tuvieron que irse, exiliarse. Allí no solo no
tenían un espacio, ni familia, sino que incluso sus vidas corrían peligro. Tuvieron que
marcharse a tierra extranjera. Fueron migrantes perseguidos por la codicia y la avaricia
del emperador. Y allí podría haberse preguntado: ¿Y dónde está lo que me dijo el Ángel?
3. Tercer Momento: La muerte en la cruz. No debe existir situación más difícil para una
madre que acompañar la muerte de su hijo. Son momentos desgarradores. Ahí vemos a
María, al pie de la cruz, como toda madre, firme, sin abandonar, acompañando a su Hijo
hasta el extremo de la muerte y muerte de cruz. Y allí también podría haberse preguntado
¿dónde está lo que me dijo el ángel? Y luego la vemos conteniendo y sosteniendo a los
discípulos.
Vemos su vida, y nos sentimos comprendidos, entendidos. Podemos sentarnos a rezar y
usar un lengu.je común frente a un sinfín de situaciones que vivimos a diario. Nos
podemos identificar en muchas situaciones de su vida. Contarle de nuestras realidades
porque ella las comprende.
Ella es la mujer de fe, es la Madre de la Iglesia, ella creyó. Su vida, es testimonio de que
Dios no defrauda, que Dios no abandona a su Pueblo, aunque existan momentos o
situaciones que parecen que Él no está. Ella fue la primera discípula que acompañó a su
Hijo y sostuvo la esperanza de los apóstoles en los momentos difíciles. Estaban cerrados
con no sé cuántas llaves de miedo en el cenáculo. Fue la mujer que estuvo atenta y supo
decir –cuando parecía que la fiesta y la alegría se terminaba–: «no tienen vino» (Jn 2,3).
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El Papa Francisco en Sudamérica
Fue la mujer que supo ir y estar con su prima Isabel «unos tres meses» (Lc 1,56) para que
no estuviera sola en su parto. Esa es nuestra madre así de buena, así de generosa, así de
acompañadora en nuestra vida.
Todo esto lo sabemos por el Evangelio, pero también sabemos que, en esta tierra, es la
Madre que ha estado a nuestro lado en tantas situaciones difíciles. Este Santuario, guarda,
atesora, la memoria de un pueblo que sabe que María es Madre y que ha estado y está al
lado de sus hijos.
Ha estado y está en nuestros hospitales, en nuestras escuelas, en nuestras casas. Ha estado
y está en nuestros trabajos y en nuestros caminos. Ha estado y está en las mesas de cada
hogar. Ha estado y está en la formación de la Patria, haciéndonos Nación. Siempre con
una presencia discreta y silenciosa. En la mirada de una imagen, una estampita o una
medalla. Bajo el signo del rosario, sabemos que no vamos solos, que Ella nos acompaña.
Y ¿Por qué? Porque María quiso estar en medio de su Pueblo, con sus hijos, con su
familia. Siguiendo siempre a Jesús, desde la muchedumbre. Como buena madre no
abandonó a los suyos, sino por el contrario, siempre se metió en donde un hijo pudiera
estar necesitando de ella. Tan solo, porque es Madre.
Una Madre que aprendió a escuchar y a vivir en medio de tantas dificultades de aquel:
«No temas, el Señor está contigo» (cf. Lc 1,30). Una madre que continúa diciéndonos:
«Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5). Es su invitación constante y continúa: «Hagan lo que
Él les diga». No tiene un programa propio, no viene a decirnos nada nuevo, más bien le
gusta estar callada, tan solo su fe acompaña nuestra fe.
Y ustedes lo saben, han hecho experiencia de esto que estamos compartiendo. Todos
ustedes, todos los paraguayos tienen la memoria viva de un Pueblo que ha hecho carne
estas palabras del Evangelio. Y quisiera referirme de modo especial a ustedes mujeres y
madres paraguayas, que con gran valor y abnegación, han sabido levantar un País
derrotado, hundido, sumergido por una guerra inicua. Ustedes tienen la memoria, ustedes
tienen la genética de aquellas que reconstruyeron la vida, la fe, la dignidad de su Pueblo.
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El Papa Francisco en Sudamérica
Junto a María, han vivido situaciones muy pero muy difíciles, que desde una lógica
común sería contraria a toda fe. Ustedes al contrario, impulsadas y sostenidas por la
Virgen, siguieron creyentes, inclusive «esperando contra toda esperanza» (Rm 4,18).
Cuando todo parecía derrumbarse, junto a María se decían: No temamos, el Señor está
con nosotras, está con nuestro Pueblo, con nuestras familias, hagamos lo que Él nos diga.
Y allí encontraron ayer y encuentran hoy la fuerza para no dejar que esta tierra se
desmadre. Dios bendiga ese tesón, Dios bendiga y aliente la fe de ustedes, Dios bendiga
a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América.
Como Pueblo, hemos venido a nuestra casa, a la casa de la Patria paraguaya, a escuchar
una vez más, esas palabras que tanto bien nos hacen: «Alégrate, el Señor está contigo».
Es un llamado a no perder la memoria, a no perder las raíces, los muchos testimonios que
han recibido de pueblo creyente y jugado por sus luchas. Una fe que se ha hecho vida,
una vida que se ha hecho esperanza y una esperanza que las lleva a primerear en la
caridad. Sí, al igual que Jesús, sigan primereando en el amor. Sean ustedes los portadores
de esta fe, de esta vida, de esta esperanza. Ustedes Paraguayos sean forjadores de este
hoy y mañana. .
Volviendo a mirar la imagen de María los invito a decir juntos: «en tu Edén de Caacupé,
es tu pueblo Virgen pura que te da su amor y fe». Todos juntos (repiten la frase) Ruega
por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y
gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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El Papa Francisco en Sudamérica
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DE PARAGUAY A LA VIRGEN
DE CAACUPÉ
Sábado 11 de julio de 2015
¡Oh! Señora y Madre Nuestra, Virgen de tantos rostros y tantos nombres, que aquí eres
infinitamente amada como Tupasý Caacupé, te consagramos el Paraguay, Corazón de
América, con todos sus habitantes, ten bajo tu amparo constante a la Iglesia de Cristo aquí
presente, a los gobernantes y a todas las familias. Protege también a todos los paraguayos
y paraguayas que tuvieron que migrar y aún en la distancia y con tantas pruebas no se
olvidan de ti.
Ayuda virgencita serrana a que todos podamos experimentar la infinita misericordia de
Dios, para que como discípulos misioneros de tu hijo Jesucristo podamos construir una
nación santa inspirados en el evangelio donde reinen la solidaridad, la justicia, la verdad,
la alegría y la paz y logremos la Reconciliación tan anhelada para todos los hijos de esta
bendita tierra guaraní. Amén.
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO DEL PAPA A LOS REPRESENTANTES DE LA
SOCIEDAD CIVIL EN EL ESTADIO LEÓN CONDOU
Sábado 11 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1Jbx8rT
Queridos amigos, buenas tardes. Yo escribí esto en base a las preguntas que me
llegaron que no son todas las que hicieron ustedes, así que las que me faltan las voy
completando en la medida que voy hablando. De tal manera que, en la medida en que
yo pueda, logre dar mi opinión sobre las reflexiones de ustedes.
Estoy contento de estar con ustedes, representantes de la sociedad civil, para compartir
sueños e ilusiones en un futuro mejor y problemas. Agradezco a Mons. Adalberto
Martínez Flores, Secretario de la Conferencia Episcopal del Paraguay, esas palabras de
bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos. Les agradezco a las seis personas
que han hablado, cada una de ellas presentando un aspecto de su reflexión.
Verlos a todos, cada uno proveniente de un sector, de una organización de esta querida
sociedad paraguaya, con sus alegrías, preocupaciones, luchas y búsquedas, me lleva a
hacer una acción de gracias a Dios. O sea, parece que Paraguay no está muerto. Gracias
por ello. O sea, porque pueblo que vive, un pueblo que no mantiene viva sus
preocupaciones, un pueblo que vive en la inercia de la aceptación pasiva, es un pueblo
muerto. Por el contrario, veo en ustedes la savia de una vida que corre y que quiere
germinar. Y eso siempre Dios lo bendice.
Dios siempre está a favor de todo lo que ayude a levantar, mejorar, la vida de sus hijos.
Hay cosas que están mal, sí. Hay situaciones injustas, sí. Pero verlos y sentirlos, me ayuda
a renovar la esperanza en el Señor que sigue actuando en medio de su gente. Ustedes
vienen desde distintas miradas, distintas situaciones y búsquedas, todos juntos forman la
cultura paraguaya. Todos son necesarios en la búsqueda del bien común. «En las
condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas iniquidades y cada vez
más las personas son descartables» (Laudato si’ 158) verlos a ustedes aquí es un regalo.
Es un regalo porque en las personas que han hablado vi la voluntad por el bien de la patria.
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El Papa Francisco en Sudamérica
1. Con relación a la primera pregunta, me ha gustado escuchar en boca de un joven la
preocupación por hacer que la sociedad sea un ámbito de fraternidad, de justicia, de paz
y dignidad para todos. La juventud es tiempo de grandes ideales. A mí me viene decir
muchas veces que me da tristeza ver un joven jubilado. Qué importante es que ustedes
los jóvenes, y vaya que hay jóvenes en Paraguay, vayan intuyendo que la verdadera
felicidad pasa por la lucha de un país más fraterno.
Qué bueno que ustedes jóvenes, vean que felicidad y placer no son sinónimos. Una cosa
es la felicidad, el gozo que viene de... y otra cosa es un placer pasajero. La felicidad
construye, es sólida, edifica. La felicidad exige, compromiso y la entrega. Son muy
valiosos y por eso el compromiso, la entrega son muy valiosos y no son como para andar
por la vida como anestesiados.
Paraguay tiene abundante población joven y es una gran riqueza. Por eso, pienso que lo
primero que se ha de hacer es evitar que esa fuerza se apague esa luz que hay en sus
corazones desaparezca y contrarrestar la creciente mentalidad que considera inútil y
absurdo aspirar a cosas que valgan la pena.
No, no te metas, eso no se arregla más, esa mentalidad que pretendéis más adelante es
considerada como absurda. A jugársela por algo, a jugársela por alguien. Esa es la
vocación de la juventud. No tengan miedo de dejar todo en la cancha. Jueguen limpio,
jueguen con todo. No tengan miedo de entregar lo mejor de sí. No busquen el arreglo
previo para evitar el cansancio y la lucha. No coimeen al réferi.
Eso sí, no lo hagan solos. Busquen charlar, aprovechen a escuchar la vida, las historias,
los cuentos de sus mayores y de sus abuelos. Que hay sabiduría allí. Pierdan mucho
tiempo en escuchar todo lo bueno que tienen para enseñarles. Ellos son los custodios de
ese patrimonio espiritual de fe y valores que definen a un pueblo y alumbran el camino.
Encuentren también consuelo en la fuerza de la oración, en Jesús. En su presencia
cotidiana y constante. Él no defrauda. Jesús invita a través de la memoria de su pueblo,
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El Papa Francisco en Sudamérica
es el secreto para que su corazón, el de ustedes se mantenga siempre alegre en la búsqueda
de fraternidad, de justicia, de paz y dignidad para todos. Que esto puede ser un peligro,
sí, sí, yo quiero fraternidad, justicia, paz, dignidad, pero puede convertirse en un
nominalismo, pura palabra, ¡no! la justicia, la paz y la dignidad son concretas, si no, no
sirven, son de todos los días, se hacen todos los días.
Entonces yo te pregunto a ti joven, cómo lo amasas día a día en lo concreto, aunque te
equivoques, lo corriges y vuelves a andar, pero en lo concreto. Yo les confieso que a veces
a mí me da un poquito de alergia o como para decirlo en un término no tan fino un poco
de moquillo, al escuchar discursos grandilocuentes con todas estas palabras, cuando uno
conoce la persona que habla dice, ¡qué mentiroso que eres!. Por eso, palabras solas no
sirven. Por eso, si dices una palabra comprométete con esa palabra, amásala día a día,
sacrifícate por eso, comprométete.
Me gustó la poesía de Carlos Miguel Giménez, que Mons. Adalberto Martínez ha citado.
Creo que resume muy bien lo que he querido decirles: «[Sueño] un paraíso sin guerra
entre hermanos, rico en hombres sanos de alma y corazón y un Dios que bendice su nueva
ascensión». Sí, es un sueño y hay dos garantías, que el sueño se despierte y que sea
realidad de todos los días y que Dios sea reconocido como la garantía de la dignidad
nuestra de hombres.
2 La segunda pregunta se refirió al diálogo como medio para forjar un proyecto de nación
que incluya a todos. El diálogo no es fácil. También está el diálogo teatro, es decir
representemos al teatro, juguemos al diálogo y después hablamos entre nosotros dos y
aquello quedó borrado. El diálogo es sobre la mesa, claro, si vos en el diálogo no dices
realmente lo que sientes, lo que piensas y no te paras a escuchar al otro e ir ajustando
lo que vas pensando y vas ajustando y conversando, el diálogo no sirve, es una pinturita.
Ahora también es verdad que el diálogo no es fácil, hay que superar muchas dificultades
y a veces parece que nosotros nos empecinamos en hacer las cosas más difíciles todavía.
Para que haya diálogo es necesaria una base fundamental. Una identidad. Por ejemplo,
yo pienso en el diálogo interreligioso, donde representantes de las diversas religiones
hablamos, nos reunimos a veces para hablar diversos puntos de vista. Pero cada uno
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El Papa Francisco en Sudamérica
habla desde su identidad, yo soy budista, yo soy evangélico, yo soy ortodoxo, yo soy
católico, pero cado uno dice su identidad, no negocia su identidad.
O sea para que haya diálogo es necesaria esa base fundamental. Y cuál es la identidad
en un país, estamos hablando de un diálogo social, el amor a la Patria. La Patria
primero, después mi negocio. Esa es la identidad. Yo desde esa identidad voy a dialogar.
Si yo voy a dialogar sin esa identidad el diálogo no sirve. Además el diálogo presupone,
nos exige buscar esa cultura del encuentro. Un encuentro que sabe reconocer que la
diversidad no solo es buena: es necesaria.
La uniformidad nos anula, nos hace autómatas. La riqueza de la vida está en la diversidad
por lo que el punto de partida no puede ser voy a dialogar pero aquel está equivocado.
No, no, no podemos presumir que el otro está equivocado, yo voy con lo mío y voy a
escuchar qué dice el otro, en qué me enriquece el otro, en qué el otro me hace caer en la
cuenta que yo estoy equivocado, y en qué cosas le puedo dar yo al otro, es un ida y vuelta,
ida y vuelta pero con el corazón abierto con presunciones de que el otro está equivocado,
mejor irse a casa y no intentar un diálogo.
El diálogo es para el bien común y el bien común se busca desde nuestras diferencias
dándole posibilidad siempre a nuevas alternativas, es decir, buscar algo nuevo siempre
cuando hay verdadero diálogo, se termina en un (permítanme la palabra, pero la digo
noblemente) en un acuerdo nuevo donde todos nos pusimos de acuerdo en algo. ¿Hay
diferencias? quedan a un costado, en la reserva, pero en ese punto en que nos pusimos
de acuerdo, o en esos puntos en que nos pusimos de acuerdo, nos comprometemos y los
defendemos, es un paso adelante, esa es la cultura del encuentro.
Dialogar no es negociar, negociar es procurar sacar la propia tajada, a ver como saco
la mía, no, no diálogo, no, no pierdas tiempo, si vas con esa intención no pierdas tiempo.
Es buscar el bien común para todos, discutir juntos pensar una mejor solución para
todos. Muchas veces esta cultura del encuentro se ve envuelta en el conflicto, es decir,
vimos un ballet precioso recién, todo estaba coordinado y una orquesta que era una
verdadera sinfonía de acordes, todo andaba bien.
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El Papa Francisco en Sudamérica
Pero en el diálogo no siempre es así no todo es un ballet perfecto, una orquesta
coordinada, en el diálogo se da el conflicto y es lógico y esperable porque si yo pienso
de una manera y vos de otra y vamos andando, se va crear un conflicto. No le tenemos
que temer, no tenemos que ignorar el conflicto, por el contrario somos invitados a asumir
el conflicto. Si no asumimos el conflicto, si no asumimos el conflicto nos va a dar dolor
de cabeza. Que vaya con su idea a su casa y yo me quedo con la mía. No podemos
dialogar nunca.
Esto significa: «Aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en un eslabón de
un nuevo proceso» (Evangelii gaudium 227). Vamos a dialogar, hay conflicto, lo asumo,
lo resuelvo y es un eslabón de un nuevo proceso. Hay un principio que nos tiene que
ayudar mucho. La« unidad es superior al conflicto» (ibíd. 228). El conflicto existe, hay
que asumirlo hay que procurar resolverlo, hasta donde se pueda, pero con miras a lograr
una unidad pero no es uniformidad, sino es una unidad en la diversidad.
Una unidad que no rompe las diferencias, sino que las vive en comunión por medio de la
solidaridad y la comprensión. Al tratar de entender las razones del otro, al tratar de
escuchar su experiencia, sus anhelos, podremos ver que en gran parte son aspiraciones
comunes. Y esta es la base del encuentro: todos somos hermanos, hijos de un mismo
Padre celestial, y cada uno con su cultura, su lengua, sus tradiciones, tiene mucho que
aportar a la comunidad. Ahora yo estoy dispuesto a recibir esto; si estoy dispuesto a
recibir y dialogar con eso, entonces si me siento a dialogar, si no estoy dispuesto, mejor
no perder el tiempo.
Las verdaderas culturas no están cerradas en sí mismas, sino que están llamadas a
encontrarse con otras culturas y crear nuevas realidades. Cuando estudiamos historia,
encontramos culturas milenarias que ya no están más, han muerto por muchas razones
pero una de ellas es haberse cerrado a sí misma.
Sin este presupuesto esencial, sin esta base de hermandad será muy difícil arribar al
diálogo. Si alguien considera que hay personas, culturas, situaciones de segunda, tercera
o de cuarta algo seguro saldrá mal porque simplemente carece de lo mínimo, del
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El Papa Francisco en Sudamérica
reconocimiento de la dignidad del otro. Que no hay primera de tercera, de segunda ni de
cuarta, somos de la misma dignidad.
3. Y esto me da pie para responder a la inquietud manifestada en la tercera pregunta:
acoger el clamor de los pobres para construir una sociedad más inclusiva. Es curioso, el
egoísta se excluye. Nosotros queremos incluirnos. Acuérdense de la parábola del Hijo
Pródigo, ese Hijo que le pidió la herencia al Padre, se llevó toda la plata, la malgastó y
al cabo de un largo tiempo que había perdido todo porque le dolía el estómago de
hambre, se acordó de su Padre, y su Padre lo esperaba, es la figura de Dios que siempre
nos espera y cuando lo ve venir lo abraza y hace fiesta. En cambio, el otro hijo, el que
había estado en la casa se enoja y se autoexcluye. “Yo con esta gente no me junto, yo me
porte bien, yo tengo una gran cultura, estudié en tal y en tal universidad, tengo tal familia
y alcurnia así que con esto no me mezclo”. No excluir a nadie, pero no autoexcluirse
porque todos necesitamos de todos. También un aspecto fundamental para promover a
los pobres está en el modo en que los vemos. No sirve una mirada ideológica, que termina
usando a los pobres al servicio de otros intereses políticos o personales (cf. Evangelii
Gaudium 199). Las ideologías terminan mal, no sirven, las ideologías tienen una relación
o incompleta, o enferma o mala con el pueblo, las ideologías no asumen al pueblo, por
eso fíjense en el siglo pasado, en qué terminaron las ideologías, en dictaduras, siempre,
siempre, piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo. O como decía aquel agudo
crítico de la ideología cuando le dijeron pero esta gente tiene buena voluntad y quieren
hacer cosas con el pueblo, todo por el pueblo pero nada con el pueblo, esas son las
ideologías.
Para buscar efectivamente su bien, lo primero es tener una verdadera preocupación por
su persona, valorarlos en su bondad propia. (Estoy hablando de los pobres) Pero, una
valoración real exige estar dispuestos a aprender de ellos. Los pobres tienen mucho que
enseñarnos en humanidad, en bondad, en sacrificio, en solidaridad. Los cristianos
además tenemos además un motivo mayor para amar y servir a los pobres: Porque en
ellos vemos el rostro y la carne de Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza (cf. 2 Co 8,9). Los pobres son la carne de Cristo. A mí me gusta preguntarle a
alguien, cuando confieso gente, (ahora no tengo tantas oportunidades de confesar como
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El Papa Francisco en Sudamérica
tenía antes en mi diócesis anterior pero me gusta preguntar) Usted ¿ayuda a la gente?
“Sí, sí, sí”. Dígame, cuando da limosna, ¿le toca la mano al que da limosna o tira la
moneda y hace así? (el Papa agita la mano), son actitudes. Cuando usted da limosna, ¿lo
mira a los ojos o mira para otro lado? Eso es despreciar al pobre. Son los pobres,
pensemos bien, es uno como yo y si está pasando un mal momento por miles de razones,
económicas, políticas, sociales, o personales yo podría estar en ese lugar y podría estar
deseando que alguien me ayude. Y además de desear que alguien me ayude si estoy en
ese lugar tengo el derecho de ser respetado. Respetar al pobre, no usarlo como objeto
para lavar nuestras culpas. Aprender de los pobres con lo que dije con las cosas que
tienen, con los valores que tienen, y los cristianos tenemos ese motivo que son la carne
de Jesús.
Ciertamente, es muy necesario para un país el crecimiento económico y la creación de
riqueza, y que esta llegue a todos los ciudadanos sin que nadie quede excluido. Eso es
necesario. La creación de esta riqueza debe estar siempre en función del bien común, de
todos y no de unos pocos. Y en esto hay que ser muy claros. «La adoración del antiguo
becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el
fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro» (Evangelii Gaudium
55). Las personas cuya vocación es ayudar al desarrollo económico tienen la tarea de
velar para que éste siempre tenga rostro humano. El desarrollo económico tiene que tener
rostro humano, ¡no a la economía sin rostro! En sus manos está la posibilidad de ofrecer
un trabajo a muchas personas y dar así una esperanza a tantas familias.
Traer el pan a casa, ofrecer a los hijos un techo, salud y educación, son aspectos esenciales
de la dignidad humana, y los empresarios, los políticos, los economistas, deben dejarse
interpelar por ellos. Les pido que no cedan a un modelo económico idolátrico que necesita
sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de la rentabilidad. En la economía, en la
empresa, en la política lo primero siempre es la persona y el hábitat donde vive.
Con justa razón, Paraguay es conocido en el mundo por haber sido la tierra donde
comenzaron las Reducciones, una de las experiencias de evangelización y organización
social más interesantes de la historia. En ellas, el Evangelio fue alma y vida de
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El Papa Francisco en Sudamérica
comunidades donde no había hambre, no había desocupación, ni analfabetismo, ni
opresión. Esta experiencia histórica nos enseña que una sociedad más humana también
hoy es posible. Ustedes la vivieron en sus países acá, es posible. Cuando hay amor al
hombre, y voluntad de servirlo, es posible crear las condiciones para que todos tengan
acceso a los bienes necesarios, sin que nadie sea descartado. Y buscar, buscar acaso las
soluciones por el diálogo. Yo estoy por terminar lo que tenía escrito pero no quiero que
se me quede nada de lo que me han preguntado.
4. En la cuarta pregunta he respondido con esto de una economía toda en función de la
persona y no en función del dinero y hablaban de la poca efectividad, la señora
empresaria, hablaban de la poca efectividad de ciertos caminos, mencionaba uno que yo
había mencionado en la Evangelii Gaudium, que es el populismo irresponsable, ¿no es
cierto? y parece que no dan efecto, que hay tantas teorías. ¿Cómo hacerlo? Creo que con
esto que digo yo con una economía con rostro humano está la inspiración para responder
a esa pregunta. 5. En la quinta pregunta. La respuesta está dada a lo largo de lo que
dije cuando hablé de las culturas, hay unas culturas ilustradas, que es cultura, y es buena
y hay que respetarla o por ejemplo en una parte del ballet se tocó música de una cultura
ilustrada y buena, pero hay otra cultura que tiene el mismo valor que es la cultura de los
pueblos, de los pueblos originarios, de las diversas etnias, una cultura que me atrevería
a llamarla (pero en el buen sentido), una cultura popular. Los pueblos tienen su cultura
y hacen su cultura, es importante ese trabajo por la cultura en el sentido más amplio de
la palabra, no es cultura solamente haber estudiado, poder gozar de un concierto o leer
un libro interesante sino también es cultura mil cosas. Hablaban del tejido de Ñandutí
por ejemplo, eso es cultura, y es cultura nacida del pueblo, por poner un ejemplo. Y hay
dos cosas que antes de terminar quisiera referirme. Y en esto como hay políticos aquí
presentes, está el Presidente de la República, lo digo fraternalmente. Alguien me dijo,
mire, “fulano de tal está secuestrado por el ejército, haga algo”. Yo no digo si es verdad,
si no es verdad si es justo si no es justo, pero uno de los métodos que tenían las ideologías
dictatoriales del siglo pasado a las que me refería hace un rato era apartar a la gente o
con el exilio o con la prisión o en el caso de los campos de exterminio nazis o estalinistas,
la apartaban con la muerte. Para que haya una verdadera cultura en un pueblo, una
cultura política y de bien común, rápido [debe haber] juicios claros, juicios nítidos. Y
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El Papa Francisco en Sudamérica
no, no sirve otro tipo de estratagemas. La justicia es nítida, clara, eso nos va a ayudar a
todos. Yo no sé si acá existe eso o no, lo digo con todo respeto, (la gente responde fuerte,
pero no se entiende bien) No, no pregunto (responde el Papa), me lo dijeron cuando
entraba, me lo dijeron acá y que pidiera por no sé quien, no oí bien el apellido y después,
después está otra cosa que también con honestidad quiero decir: un método que no da
libertad a las personas para asumir responsablemente su tarea de construcción de la
sociedad y es el chantaje. El chantaje siempre es corrupción. Si tú haces esto te vamos a
hacer esto, con lo cual te destruimos. La corrupción es la polilla, es la gangrena de un
pueblo. Por ejemplo ningún político puede cumplir su rol, su trabajo si está chantajeado
por actitudes de corrupción. Anda dame esto, dame este poder, dame esto o sino yo te
voy a hacer esto o aquello otro. Eso que se da en todos los pueblos del mundo, porque
eso se da. Si un pueblo quiere mantener su dignidad tiene que desterrarlo. Estoy
hablando de algo universal.
Y termino. Para mí es una gran alegría ver la cantidad y variedad de asociaciones que
están comprometidas en la construcción de un Paraguay cada vez mejor y próspero. Pero
si no dialogan, no sirve para nada, si chantajean, no sirve para nada. Los veo como una
gran sinfonía, cada uno con su peculiaridad y su riqueza propia, pero buscando la armonía
final. Esto es lo que cuenta. Y no le tengan miedo al conflicto pero háblenlo y busquen
caminos de solución. Amen a su Patria, a sus conciudadanos y, sobre todo, amen a los
más pobres. Así serán ante el mundo un testimonio de que otro modelo de desarrollo es
posible. Estoy convencido por la propia historia de ustedes de que tienen la fuerza más
grande que existe: su humanidad, su fe, su amor, ese ser del pueblo paraguayo que lo
distingue tan ricamente entre las naciones del mundo.
Pido a la Virgen de Caacupé, nuestra Madre, que los cuide, que los proteja, que les aliente
en sus esfuerzos. Que Dios los bendiga y recen por mí.
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El Papa Francisco en Sudamérica
HOMILÍA. CELEBRACIÓN DE LAS VÍSPERAS CON LOS
OBISPOS, SACERDOTES, DIÁCONOS, RELIGIOSOS,
RELIGIOSAS, SEMINARISTAS Y MOVIMIENTOS CATÓLICOS
EN LA CATEDRAL METROPOLITANA DE ASUNCIÓN
Sábado 11 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1JbwU4e
Qué lindo es rezar todos juntos las vísperas. ¿Cómo no soñar con una Iglesia que refleje
y repita la armonía de las voces y del canto en la vida cotidiana? Y lo hacemos en esta
Catedral, que tantas veces ha tenido que comenzar de nuevo; esta catedral es signo de la
Iglesia y de cada uno de nosotros: a veces las tempestades de afuera y de adentro nos
obligan a tirar lo construido y empezar de nuevo, pero siempre con la esperanza puesta
en Dios; y si miramos este edificio, sin duda no los ha defraudado a los paraguayos.
Porque Dios nunca defrauda Y por eso le alabamos agradecidos.
La oración litúrgica, su estructura y modo pausado, quiere expresar a la Iglesia toda,
esposa de Cristo, que intenta configurarse con su Señor. Cada uno de nosotros en nuestra
oración queremos ir pareciéndonos más a Jesús.
La oración hace emerger aquello que vamos viviendo o deberíamos vivir en la vida
cotidiana, al menos la oración que no quiere ser alienante o solo preciosista. La oración
nos da impulso para poner en acción o revisarnos en aquello que rezábamos en los salmos:
somos nosotros las manos del Dios «que alza de la basura al pobre» (Sal 112,7) y somos
nosotros los que trabajamos para que la tristeza de la esterilidad se convierta en campo
fértil.
Nosotros que cantamos que «vale mucho a los ojos del señor la vida de los fieles», somos
los que luchamos, peleamos, defendemos la valía de toda vida humana, desde el
nacimiento hasta que los años son muchos y las fuerzas pocas. La oración es reflejo del
amor que sentimos por Dios, por los otros, por el mundo creado; el mandamiento del
amor es la mejor configuración con Jesús del discípulo misionero.
Estar apegados a Jesús da profundidad a la vocación cristiana, que interesada en el
«hacer» de Jesús –que es mucho más que actividades– busca asemejarse a Él en todo lo
realizado. La belleza de la comunidad eclesial nace de la adhesión de cada uno de sus
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El Papa Francisco en Sudamérica
miembros a la persona de Jesús, formando un «conjunto vocacional» en la riqueza de la
diversidad armónica.
Las antífonas de los cánticos evangélicos de este fin de semana nos recuerdan el envío de
Jesús a los doce. Siempre es bueno crecer en esa conciencia de trabajo apostólico en
comunión. Es hermoso verlos colaborando pastoralmente, siempre desde la naturaleza y
función eclesial de cada una de las vocaciones y carismas. Quiero exhortarlos a todos
ustedes, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y seminaristas a comprometerse en esta
colaboración eclesial, especialmente en torno a los planes de pastoral de las diócesis y la
misión continental, cooperando con toda su disponibilidad al bien común. Si la división
entre nosotros provoca la esterilidad (cf. Evangelii gaudium 98-101), no cabe duda de que
de la comunión y la armonía nacen la fecundidad, porque son profundamente consonantes
con el Espíritu Santo.
Todos tenemos limitaciones, y ninguno puede reproducir en su totalidad a Jesucristo, y si
bien cada vocación se configura principalmente con algunos rasgos de la vida y la obra
de Jesús, hay algunos comunes e irrenunciables. Recién hemos alabado al Señor porque
«no hizo alarde de su categoría de Dios» (Flp 2,6) y esa es una característica de toda
vocación cristiana: el llamado por Dios no se pavonea, no anda tras reconocimientos ni
aplausos pasatistas, no siente que subió de categoría ni trata a los demás como si estuviera
en un peldaño más alto.
La supremacía de Cristo es claramente descrita en la liturgia de la Carta a los Hebreos;
nosotros acabamos de leer casi el final de esa carta: «Hacernos perfectos como el gran
pastor de las ovejas» (Hb 13,20), y esto supone asumir que todo consagrado se configura
con Aquel que en su vida terrena, «entre ruegos y súplicas, con poderoso clamor y
lágrimas» alcanzó la perfección cuando aprendió, sufriendo, qué significaba obedecer; y
eso también es parte de nuestro llamado.
Terminemos de rezar nuestras vísperas; el campanario de esta Catedral fue rehecho varias
veces; el sonido de las campanas antecede y acompaña en muchas oportunidades nuestra
oración litúrgica: hechos de nuevo por Dios cada vez que rezamos, firmes como un
campanario, gozosos de repicar las maravillas de Dios, compartamos el Magnificat y lo
dejemos al Señor hacer, a través de nuestra vida consagrada, grandes cosas en el
Paraguay.
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El Papa Francisco en Sudamérica
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN LA CAPILLA SAN JUAN BAUTISTA EN LA
VISITA A LA POBLACIÓN DEL BAÑADO NORTE
Domingo 12 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1CyzJPQ
Queridos hermanas y hermanos. Buenos días:
Estoy muy alegre por visitarlos a ustedes esta mañana. No podía estar en Paraguay sin
estar con ustedes, sin estar en esta su tierra. Nos encontramos aquí en esta Parroquia
llamada Sagrada Familia y les confieso que desde que comencé a pensar en esta visita,
desde que comencé a caminar desde Roma hacia acá, venía pensando en la Sagrada
Familia y cuando pensaba en ustedes, me recordaban a la Sagrada Familia.
Ver sus rostros, sus hijos, sus abuelos. Escuchar sus historias y todo lo que han realizado
para estar aquí, todo lo que pelean para tener una vida digna, un techo. Todo lo que hacen
para superar la inclemencia del tiempo, las inundaciones de estas últimas semanas, me
trae al recuerdo, todo esto, a la pequeña familia de Belén. Una lucha que no les ha robado
la sonrisa, la alegría, la esperanza. Una pelea que no les ha sacado la solidaridad, por el
contrario, la ha estimulado y la ha hecho crecer.
Me quiero detener con José y María en Belén. Ellos tuvieron que dejar su lugar, los suyos,
sus amigos. Tuvieron que dejar lo propio e ir a otra tierra. Una tierra en la que no conocían
a nadie, no tenían casa, familia. En ese momento, esa joven pareja tuvo a Jesús. En ese
contexto, en una cueva preparada como pudieron, esa joven pareja nos regaló a Jesús.
Estaban solos, en tierra extraña, ellos tres. De repente, comenzaron a aparecer pastores.
Personas igual que ellos que tuvieron que dejar lo propio en función de conseguir mejores
oportunidades familiares. Vivían en función también de las inclemencias del tiempo y de
«otro tipo» de inclemencias. Cuando se enteraron del nacimiento de Jesús, se acercaron,
se hicieron prójimos, se hicieron vecinos. Se volvieron de pronto la familia de María y
José. La familia de Jesús.
Eso es lo que sucede cuando aparece Jesús en nuestra vida. Eso es lo que despierta la fe.
La fe nos hace prójimos, nos hace próximos a la vida de los demás. Nos aproxima a la
vida de los demás. La fe despierta nuestro compromiso con los demás, la fe despierta
nuestra solidaridad. Una virtud humana y cristiana que ustedes tienen y que muchos,
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El Papa Francisco en Sudamérica
muchos tienen y tenemos que aprenderlo. El nacimiento de Jesús, despierta nuestra vida.
Una fe que no se hace solidaridad, es una fe muerta o una fe mentirosa. “Uy, yo soy muy
católico, yo soy muy católica, voy a Misa todos los domingos”, pero díganme señor,
señora, ¿qué pasa allá en los bañados? “¿Ah? no sé, sí, no, no sé, sí, sé que hay gente
ahí pero no sé” Por más Misa de los domingos, si no tienes un corazón solidario, si no
sabes lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil o es enferma o está muerta. Es una fe
sin Cristo, la fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, es una fe sin Dios, es una fe sin
hermanos. Entonces viene ese dicho que espero recordarlo bien pero que pinta este
problema de una fe sin solidaridad. Un pueblo, un Dios sin pueblo, un pueblo sin
hermanos, un pueblo sin Jesús, esa es la fe sin solidaridad y Dios se metió en medio del
pueblo que él eligió, para acompañarlo y le mandó su Hijo a ese pueblo para salvarlo,
para ayudarlo. Dios se hizo solidario con ese pueblo y Jesús no tuvo ningún problema de
bajar, humillarse, abajarse, hasta morir por cada uno de nosotros, por esa solidaridad
al hermano, solidaridad que nace del amor que tenía a su padre y del amor que tenía a
nosotros. Acuérdense, cuando una fe no es solidaria, o es débil o está enferma o está
muerta, ¡no es la fe de Jesús! Como les decía, el primero en ser solidario fue el Señor,
que eligió vivir entre nosotros, que eligió vivir en medio nuestro. Y yo vengo como esos
pastores que fueron a Belén. Me quiero hacer prójimo. Quiero bendecir la fe de ustedes,
quiero bendecir sus manos, quiero bendecir su comunidad. Vine a dar gracias con ustedes,
porque la fe se ha hecho esperanza y es una esperanza que estimula el amor. La fe que
despierta Jesús es una fe con capacidad de soñar futuro y de luchar por eso en el presente.
Precisamente por eso yo los quiero estimular a que sigan siendo misioneros de esta fe, a
seguir contagiando esta fe por estas calles, por estos pasillos. Esta fe que nos hace
solidarios entre nosotros con nuestro hermano mayor, Jesús y nuestra Madre la Virgen.
Haciéndose próximos especialmente de los más jóvenes y de los ancianos. Haciéndose
soporte de las jóvenes familias y de todos aquellos que están pasando momentos de
dificultad. Quizás el mensaje más fuerte que ustedes pueden dar hacia afuera es esa fe
solidaria, el diablo quiere que se peleen entre ustedes porque así divide y los derrota y
les roba la fe. Solidaridad de hermanos para defender la fe y además que esa fe solidaria
sea mensaje para toda la ciudad. Quiero rezar por su familia y rezar a la Sagrada
Familia para que su modelo y su testimonio siga siendo luz en el camino, estímulo en los
momentos difíciles y que nos dé la gracia de un regalo que lo pedimos juntos todos. Que
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El Papa Francisco en Sudamérica
la Sagrada Familia nos regale pastores, que nos regale curas, obispos, capaces de
acompañar, de sostener y de estimular la vida de sus familias, capaces de hacer crecer
esa fe solidaria que nunca es vencida. Los invito a rezar juntos y les pido también que no
se olviden de rezar por mí y recemos juntos una oración a nuestro Padre que nos hace
hermanos, nos mandó a nuestro Hermano Mayor, su Hijo Jesús, y nos dio una Madre
que nos acompañara [Padrenuestro]...
Que los bendiga Dios Todopoderoso El Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo. Y sigan
adelante ¡y no dejen que el diablo los divida!
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El Papa Francisco en Sudamérica
HOMILÍA. SANTA MISA EN EL CAMPO GRANDE DE ÑU GUASÚ
Domingo 12 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1M4gIIe
«El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto», así dice el Salmo (84,13). Esto
estamos invitados a celebrar, esa misteriosa comunión entre Dios y su Pueblo, entre Dios
y nosotros. La lluvia es signo de su presencia en la tierra trabajada por nuestras manos.
Una comunión que siempre da fruto, que siempre da vida. Esta confianza brota de la fe,
saber que contamos con su gracia, que siempre transformará y regará nuestra tierra.
Una confianza que se aprende, que se educa. Una confianza que se va gestando en el seno
de una comunidad, en la vida de una familia. Una confianza que se vuelve testimonio en
los rostros de tantos que nos estimulan a seguir a Jesús, a ser discípulos de Aquel que no
decepciona jamás. El discípulo se siente invitado a confiar, se siente invitado por Jesús a
ser amigo, a compartir su suerte, a compartir su vida. «A ustedes no los llamo siervos, los
llamo amigos porque les di a conocer todo lo que sabía de mi Padre» (Jn 15,15). Los
discípulos son aquellos que aprenden a vivir en la confianza de la amistad.
El Evangelio nos habla de este discipulado. Nos presenta la cédula de identidad del
cristiano. Su carta de presentación, su credencial.
Jesús llama a sus discípulos y los envía dándoles reglas claras, precisas. Los desafía con
una serie de actitudes, comportamientos que deben tener. Y no son pocas las veces que
nos pueden parecer exageradas o absurdas; actitudes que sería más fácil leerlas
simbólicamente o «espiritualmente». Pero Jesús es bien claro. No les dice: «Hagan como
que» o «hagan lo que puedan».
Recordemos juntos esas recomendaciones: «No lleven para el camino más que un bastón;
ni pan, ni alforja, ni dinero... permanezcan en la casa donde les den alojamiento» (cf. Mc
6,8-11). Parecería algo imposible.
Podríamos concentrarnos en las palabras: «pan», «dinero», «alforja», «bastón»,
«sandalias», «túnica». Es lícito. Pero me parece que hay una palabra clave, que podría
pasar desapercibida frente a la contundencia de las que acabo de enumerar. Una palabra
central en la espiritualidad cristiana, en la experiencia del discipulado: hospitalidad. Jesús
como buen maestro, pedagogo, los envía a vivir la hospitalidad. Les dice: «Permanezcan
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El Papa Francisco en Sudamérica
donde les den alojamiento». Los envía a aprender una de las características fundamentales
de la comunidad creyente. Podríamos decir que cristiano es aquel que aprendió a
hospedar, que aprendió a alojar.
Jesús, no los envía como poderosos, como dueños, jefes, cargados de leyes, normas; por
el contrario, les muestra que el camino del cristiano es simplemente transformar el
corazón. El suyo y ayudar a transformar el de los demás. Aprender a vivir de otra manera,
con otra ley, bajo otra norma. Es pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la
lucha, de la división, de la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor.
De la lógica del dominio, del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar.
Son dos las lógicas que están en juego, dos maneras de afrontar la vida y de afrontar la
misión.
Cuántas veces pensamos la misión en base a proyectos o programas. Cuántas veces
imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras,
artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos. Hoy
el Señor nos los dice muy claramente: en la lógica del Evangelio no se convence con los
argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino simplemente aprendiendo a alojar,
a hospedar.
La Iglesia es madre de corazón abierto que sabe acoger, recibir, especialmente a quien
tiene necesidad de mayor cuidado, que está en mayor dificultad. La Iglesia, como la
quería Jesús, es la casa de la hospitalidad. Y cuánto bien podemos hacer si nos animamos
a aprender el lenguaje de la hospitalidad, del acoger. Cuántas heridas, cuánta
desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda sentir recibido. Para eso
hay que tener las puertas abiertas sobre todo las puertas del corazón.
Hospitalidad con el hambriento, con el sediento, con el forastero, con el desnudo, con el
enfermo, con el preso (cf. Mt 25,34-37) con el leproso, con el paralítico. Hospitalidad con
el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido y a veces por culpa
nuestra. Hospitalidad con el perseguido, con el desempleado. Hospitalidad con las
culturas diferentes, de las cuales esta tierra paraguaya es tan rica. Hospitalidad con el
pecador porque cada uno de nosotros también lo es.
Tantas veces nos olvidamos que hay un mal que precede a nuestros pecados. Hay una raíz
que causa tanto pero tanto daño y que destruye silenciosamente tantas vidas. Hay un mal,
que poco a poco, va haciendo nido en nuestro corazón y «comiendo» nuestra vitalidad: la
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El Papa Francisco en Sudamérica
soledad. Soledad que puede tener muchas causas, muchos motivos. Cuánto destruye la
vida y cuánto mal nos hace. Nos va apartando de los demás, de Dios, de la comunidad.
Nos va encerrando en nosotros mismos. De ahí que lo propio de la Iglesia de esta madre,
no sea principalmente gestionar cosas, proyectos, sino aprender a vivir la fraternidad con
los demás. Es la fraternidad acogedora el mejor testimonio que Dios es Padre, porque «de
esto sabrán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Jn
13,35).
De esta manera Jesús, nos abre a una nueva lógica. Un horizonte lleno de vida, de belleza,
de verdad, de plenitud.
Dios nunca cierra horizontes, Dios nunca es pasivo a la vida, nunca es pasivo al
sufrimiento de sus hijos. Dios nunca se deja ganar en generosidad. Por eso nos envía a su
Hijo, lo dona, lo entrega, lo comparte; para que aprendamos el camino de la fraternidad,
el camino del don. Es definitivamente un nuevo horizonte, es una nueva Palabra para
tantas situaciones de exclusión, disgregación, encierro, aislamiento. Es una Palabra que
rompe el silencio de la soledad.
Y cuando estemos cansados o se nos haga pesada la tarea de evangelizar es bueno
recordar que la vida que Jesús nos propone, responde a necesidades más hondas de las
personas, porque todos hemos sido creados para la amistad con Jesús y para el amor
fraterno (cf. Evangelii Gaudium 265).
Hay algo que es cierto, no podemos obligar a nadie a recibirnos, a hospedarnos; es cierto
y es parte de nuestra pobreza y de nuestra libertad. Pero también es cierto que nadie puede
obligarnos a no ser acogedores, hospederos de la vida de nuestro Pueblo. Nadie puede
pedirnos que no recibamos y abracemos la vida de nuestros hermanos especialmente la
vida de los que han perdido la esperanza y el gusto por vivir. Qué lindo es imaginarnos
nuestras parroquias, comunidades, capillas, donde están los cristianos, no con las puertas
cerradas sino como verdaderos centros de encuentro entre nosotros y con Dios.
La Iglesia es madre, como María. En ella tenemos un modelo. Alojar, como María, que
no dominó ni se adueñó de la Palabra de Dios sino que, por el contrario, la hospedó, la
gestó, y la entregó.
Alojar como la tierra que no domina la semilla, sino que la recibe, la nutre y la germina.
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El Papa Francisco en Sudamérica
Así queremos ser los cristianos, así queremos vivir la fe en este suelo paraguayo, como
María, alojando la vida de Dios en nuestros hermanos con la confianza, con la certeza
que: «El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto». Que así sea.
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El Papa Francisco en Sudamérica
PALABRAS ANTES DEL ÁNGELUS Y LUEGO DE LA SANTA
MISA EN EL CAMPO GRANDE DE ÑU GUAZÚ
Domingo 12 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1K2uGqF
Agradezco al Señor Arzobispo de Asunción, Mons. Edmundo Ponziano Valenzuela
Mellid, y al Señor Arzobispo de Sudamérica Tarasios sus amables palabras.
Al terminar esta celebración dirigimos nuestra mirada confiada a la Virgen María, Madre
de Dios y Madre nuestra. Ella es el regalo de Jesús a su pueblo. Nos la dio como madre
en la hora de la cruz y del sufrimiento. Es fruto de la entrega de Cristo por nosotros. Y,
desde entonces, siempre ha estado y estará con sus hijos, especialmente los más pequeños
y necesitados.
Ella ha entrado en el tejido de la historia de nuestros pueblos y sus gentes. Como en tantos
otros países de Latinoamérica, la fe de los paraguayos está impregnada de amor a la
Virgen. Acuden con confianza a su madre, le abren su corazón y le confían sus alegrías y
sus penas, sus ilusiones y sus sufrimientos. La Virgen los consuela y con la ternura de su
amor les enciende la esperanza. No dejen de invocar y confiar en María, madre de
misericordia para todos sus hijos sin distinción.
A la Virgen, que perseveró con los Apóstoles en espera del Espíritu Santo (cf. Hch 1,1314), le pido también que vele por la Iglesia, y fortalezca los vínculos fraternos entre todos
sus miembros. Que con la ayuda de María, la Iglesia sea casa de todos, una casa que sepa
hospedar, una madre para todos los pueblos.
Queridos hermanos: les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Yo sé muy
bien cuánto se quiere al Papa en Paraguay. También les llevo en mi corazón y rezo por
ustedes y por su País. Y ahora los invito a rezar el Ángelus a la Virgen. [Rezo del Ángelus]
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El Papa Francisco en Sudamérica
DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES EN LA
COSTANERA
Domingo 12 de julio de 2015
VIDEO: http://bit.ly/1K2FEfM
Discurso pronunciado
Queridos jóvenes, buenas tardes. Después de haber leído el Evangelio, Orlando se acercó
a saludarme y me dijo: “Te pido que reces por la libertad de cada uno de nosotros, que
rece por la libertad de cada uno de nosotros de todos”. Es la bendición que pedimos ahora
todos juntos, la libertad. Porque la libertad es un regalo que nos da Dios pero hay que
saber recibirlo, hay que saber tener el corazón libre.
Porque todos sabemos que en el mundo hay tantos lazos que nos atan el corazón y no
dejan que el corazón sea libre: la explotación, la falta de medios para sobrevivir, la
drogadicción, la tristeza, todas esas cosas nos quitan la libertad. Así que todos juntos,
agradeciéndole a Orlando que haya pedido esa bendición, tener un corazón libre, un
corazón que pueda decir lo que piensa, que pueda decir lo que siente y que pueda hacer
lo que piensa y lo que siente, ese es un corazón libre. Y eso es lo que vamos a pedir todos
juntos, esa bendición que Orlando pidió para todos.
Repitan conmigo. Señor Jesús dame un corazón libre, que no sea esclavo de todas las
trampas del mundo, que no sea esclavo de la comodidad, del engaño, que no sea esclavo
de la buena vida, que no sea esclavo de los vicios, que no sea esclavo de una falsa libertad
de hacer lo que me gusta en cada momento.
Gracias Orlando por hacernos caer en la cuenta de que tenemos que pedir un corazón
libre, pídanlo todos los días.
Ya hemos escuchado dos testimonios, el de Liz y el de Manuel. Liz nos enseña una cosa,
así como Orlando nos enseñó a rezar para tener un corazón libre. Liz con su vida nos
enseña que no hay que ser como Poncio Pilato, lavarse las manos. Liz podría haber
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El Papa Francisco en Sudamérica
tranquilamente puesto a su mamá en un asilo y a su abuela en otro asilo y vivir su vida de
joven divirtiéndose, estudiando lo que quería. Y Liz dijo no... La abuela, la mamá, y Liz
se convirtió en sierva, en servidora y si quieren más fuerte todavía, en sirvienta de la
mamá y de la abuela y lo hizo con cariño.
Decía ella que hasta se cambiaron los roles y ella terminó siendo la mamá de su mamá
del modo cómo la cuidaba. Su mamá con esa enfermedad (Alzheimer) tan cruel que
confunde las cosas y ella quemó su vida hasta ahora, hasta los 25 años, sirviendo a su
mamá y a su abuela. ¿Sola? No Liz no estaba sola.
Ella dijo dos cosas que nos tienen que ayudar. Habló de un ángel, de una tía que fue como
un ángel y habló del encuentro con los amigos los fines de semana, con la comunidad
juvenil de evangelización, del grupo juvenil que alimentaba su fe. Y esos dos ángeles, esa
tía que la custodiaba y ese grupo juvenil le daba más fuerza para seguir adelante. Y eso
se llama solidaridad. ¿Cómo se llama? (todos responden al Papa: solidaridad). Cuando
nos hacemos cargo del problema de otro. Y ella encontró allí un remanso para su corazón
cansado.
Pero hay algo que se nos escapa. Ella no dijo “bueno hago estoy y nada más”. Ella estudió
y es enfermera y para hacer todo eso la ayuda la solidaridad que recibió de ustedes del
grupo de ustedes, que recibió de esa tía que era como un ángel, la ayudó a seguir adelante.
Y hoy a los 25 años tiene la gracia que Orlando nos hacía pedir. Tiene un corazón libre.
Liz cumple el cuarto mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Liz muestra su
vida, la quema en el servicio a su madre. Es un grado altísimo de solidaridad, es un grado
altísimo de amor, un testimonio.
Padre ¿entonces se puede amar? Ahí tiene a alguien que nos enseña a amar. Primero
libertad, corazón libre, segundo solidaridad para acompañar. Solidaridad. Eso es lo que
nos enseña este segundo testimonio. Y a Manuel no le regalaron la vida. Manuel no es un
nene bien, no fue un nene, un muchacho a quien la vida le fue fácil. Dijo palabras duras.
Fui explotado, fui maltratado, a riesgo de caer en las adicciones. Estuve solo. Explotación,
maltrato y soledad. Y en vez de salir a hacer maldades, en vez de salir a robar se fue a
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El Papa Francisco en Sudamérica
trabajar, en vez de salir a vengarse de la vida, miró adelante. Manuel usó una frase linda:
“pude salir adelante, porque la situación en la que yo estaba era difícil hablar de futuro”.
¿Cuántos jóvenes, ustedes hoy tienen la posibilidad, de estudiar, de sentarse a la mesa con
la familia todos los días, tienen la posibilidad de que no les falte lo esencial. Cuántos de
ustedes tienen eso? Todos juntos, lo que tienen eso digan: Gracias Señor.
Gracias Señor porque acá tuvimos un testimonio de un muchacho que desde chico supo
lo que es el dolor la tristeza, que fue explotado, maltratado, que no tenía que comer y que
estaba solo. Señor salva a esos chicos y chicas que están en esa situación. Y para nosotros
Señor, gracias, gracia Señor. (El Papa invita a todos a decir: Gracias Señor).
Libertad de corazón, ¿se acuerdan? Libertad de corazón, lo que nos decía Orlando:
servicio, solidaridad. Lo que nos decía Liz: esperanza, trabajo, luchar, salir adelante, lo
que nos decía Manuel. Como ven la vida no es fácil para muchos jóvenes y esto quiero
que lo entiendan, quiero que se lo metan en la cabeza.
Si mi vida es relativamente fácil, hay otros chicas y chicos que no les es relativamente
fácil, más aún, que la desesperación los empuja a la delincuencia, los empuja al delito,
los empuja a colaborar con la corrupción. A esos chicos, a esas chicas les tenemos que
decir que nosotros le estamos cerca, que queremos darle una mano, que queremos
ayudarlos con solidaridad, con amor, con esperanza.
Hubo dos frases que dijeron los dos que hablaron: Liz y Manuel, dos frases que son lindas,
escúchenlas. Liz dijo que empezó a “conocer a Jesús”. ¡Conocer a Jesús! y eso es abrir la
puerta a la esperanza. Y Manuel dijo: “conocí a Dios, mi Fortaleza”. Conocer a Dios es
fortaleza, o sea, conocer a Dios, acercarse a Jesús es esperanza y fortaleza; y eso es lo que
necesitamos de los jóvenes hoy: jóvenes con esperanza y jóvenes con fortaleza, no
queremos jóvenes debiluchos, jóvenes que están “ahí no más”, ni sí ni no, no queremos
jóvenes que se cansen rápido y que vivan cansados, con cara de aburridos.
Queremos jóvenes fuertes, queremos jóvenes con esperanza y con fortaleza ¿por qué?
porque conocen a Jesús, porque conocen a Dios, porque tienen un corazón libre. Corazón
libre, repitan, [y los jóvenes repiten] solidaridad, trabajo, esperanza, esfuerzo, conocer a
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El Papa Francisco en Sudamérica
Jesús, conocer a Dios mi fortaleza. Un joven que viva así ¿tiene la cara aburrida?
(Pregunta el Papa) ¡No! (Responden los jóvenes). ¿Tiene un corazón triste? (Pregunta el
Papa) ¡No! (Responden los jóvenes). Ese es el camino, pero para eso hace falta sacrificio,
hace falta andar contracorriente.
Las Bienaventuranzas que leímos hace un rato son el plan de Jesús para nosotros. El plan,
es un plan contracorriente. Jesús les dice: “Felices los que tienen alma de pobre”. No dice
felices los ricos, los que acumulan plata. Los que tienen el alma de pobre, los que son
capaces de acercarse y comprender lo que es un pobre. Jesús no dice felices los que lo
pasan bien sino que dice felices los que tienen capacidad de afligirse por el dolor de los
demás. Y así, yo les recomiendo que lean después en casa las Bienaventuranzas que están
en el capítulo quinto de San Mateo. ¿En qué capítulo están? (Pregunta el Papa) ¡Quinto!
(Responden los jóvenes) ¿De qué evangelio? (Pregunta el Papa) San Mateo (Responden
los jóvenes). Léanla y medítenla que les va a hacer bien.
Yo te agradezco Liz, que andas por aquí, supongo. Te agradezco Manuel ¿por dónde
andas metido? y te agradezco Orlando (El Papa los busca con la mirada). Corazón libre
es lo que les deseo. Y me tengo que ir. ¡No! (Responden los jóvenes).
El otro día, un cura en broma me dijo: “Sí, usted siga aconsejándole a los jóvenes que
hagan lío, siga, siga... pero después los líos que hacen los jóvenes los tenemos que arreglar
nosotros”. ¡Hagan lío! pero también ayuden a arreglar y organizar el lío que hacen. Las
dos cosas ¿eh? Hagan lío y organícenlo bien. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío
que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido
a Jesús y de saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza. Ese es, debe ser, el lío que
hagan.
Como sabía las preguntas porque me las habían pasado antes, había escrito un discurso a
ustedes para dárselos, pero los discursos son aburridos así que se lo dejo al señor
Obispo encargado de la juventud para que lo publique.
111
El Papa Francisco en Sudamérica
Y ahora, antes de irme les pido: Primero, que sigan rezando por mí, segundo, que sigan
haciendo lío, tercero que ayuden organizar el lío que hacen para que no destruyan nada.
Y todos juntos ahora en silencio, vamos a elevar el corazón a Dios, cada uno:
Señor Jesús, cada uno desde su corazón en voz baja repita las palabras. Señor Jesús, te
doy gracias por estar aquí, te doy gracias porque nos diste hermanos como Liz, Manuel y
Orlando. Te doy gracias porque nos diste muchos hermanos que son como ellos, que te
encontraron Jesús, que te conocen Jesús, que saben que Tú, su Dios eres su fortaleza.
Jesús, te pido por los chicos y chicas que no saben que Tú eres su fortaleza y que tienen
miedo de vivir, miedo de ser felices, miedo de soñar.
Jesús, enséñanos a soñar, a soñar cosas grandes, cosas lindas, cosas que aunque parezcan
cotidianas son cosas que engrandecen el corazón. Señor Jesús, danos fortaleza, danos un
corazón libre, danos esperanza, danos amor y enséñanos a servir. Amén
Ahora les voy a dar la bendición y les pido por favor que recen por mí y que recen por
tantos chicos y chicas que no tienen la gracia que tienen ustedes de haber conocido a Jesús
que les da esperanza, les da un corazón libre, y los hace fuertes y, que los bendiga Dios
Todopoderoso, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.
Discurso Original
Me da una gran alegría poder encontrarme con ustedes, en este clima de fiesta. Poder
escuchar sus testimonios y compartir su entusiasmo y amor a Jesús. Gracias a Mons.
Ricardo Valenzuela, responsable de la pastoral juvenil, por sus palabras. Gracias Manuel
y Liz por la valentía en compartir sus vidas, sus testimonios en este encuentro. No es fácil
hablar de las cosas personales y menos delante de tanta gente. Ustedes han compartido el
tesoro más grande que tienen, sus historias, sus vidas y cómo Jesús se fue metiendo en
ellas.
Para responder a sus preguntas me gustaría destacar algunas de las cosas que ustedes
compartían. Manuel, vos nos decías algo así: «Hoy me sobran ganas de servir a otros,
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tengo ganas de superarme». Pasaste momentos muy difíciles, situaciones muy dolorosas,
pero hoy tenés muchas ganas de servir, de salir, de compartir tu vida con los demás.
Liz no es nada fácil ser madre de los propios padres y más cuando uno es joven, pero qué
sabiduría y maduración guardan tus palabras cuando nos decías: «Hoy juego con ella,
cambió los pañales, son todas las cosas que hoy les entrego a Dios y estoy apenas
compensando todo lo que mi madre hizo por mí».
Ustedes jóvenes paraguayos, sí que son valientes. También compartieron cómo hicieron
para salir adelante. Dónde encontraron fuerzas. Los dos dijeron: «En la parroquia». En
los amigos de la parroquia y en los retiros espirituales que ahí se organizaban. Dos claves
muy importantes: los amigos y los retiros espirituales.
Los amigos. La amistad es de los regalos más grande que una persona, que un joven puede
tener y puede ofrecer. Es verdad. Qué difícil es vivir sin amigos. Fíjense si será de las
cosas más hermosas que Jesús dice: «yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer
todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,5).
Uno de los secretos más grande del cristiano radica en ser amigos, amigos de Jesús.
Cuando uno quiere a alguien, le está al lado, lo cuida, ayuda, le dice lo que piensa, sí,
pero no lo deja tirado. Así es Jesús con nosotros, nunca nos deja tirados. Los amigos se
hacen el aguante, se acompañan, se protegen. Así es el Señor con nosotros. Nos hace el
aguante.
Los retiros espirituales. San Ignacio hace una meditación famosa llamada de las dos
banderas. Describe por un lado, la bandera del demonio y por otro, la bandera de Cristo.
Sería como las camisetas de dos equipos y nos pregunta, en cuál nos gustaría jugar.
Con esta meditación, nos hace imaginar, cómo sería pertenecer a uno u a otro equipo.
Sería como preguntarnos, ¿con quién querés jugar en la vida? Y dice San Ignacio que el
demonio para reclutar jugadores, les promete a aquellos que jueguen con él riqueza,
honores, gloria, poder. Serán famosos. Todos los endiosarán.
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Por otro lado, nos presenta la jugada de Jesús. No como algo fantástico. Jesús no nos
presenta una vida de estrellas, de famosos, por el contrario, nos dice que jugar con él es
una invitación, a la humildad, al amor, al servicio a los demás. Jesús no nos miente. Nos
toma en serio.
En la Biblia, al demonio se lo llama el padre de la mentira. Aquel que prometía, o mejor
dicho, te hacía creer que haciendo determinadas cosas serías feliz. Y después te dabas
cuenta que no eras para nada feliz. Que estuviste atrás de algo que lejos de darte la
felicidad, te hizo sentir más vacío, más triste.
Amigos: el diablo es un «vende humo». Te promete, te promete, pero no te da nada, nunca
va a cumplir nada de lo que dice. Es un mal pagador. Te hace desear cosas que no
dependen de él, que las consigas o no. Te hace depositar la esperanza en algo que nunca
te hará feliz. Esa es su jugada, esa es su estrategia.
Hablar mucho, ofrecer mucho y no hacer nada. Es un gran «vende humo» porque todo lo
que nos propone es fruto de la división, del compararnos con los demás, de pisarle la
cabeza a los otros para conseguir nuestras cosas. Es un «vende humo» porque, para
alcanzar todo esto, el único camino es dejar de lado a tus amigos, no hacerle el aguante a
nadie. Porque todo se basa en la apariencia. Te hace creer que tu valor depende de cuánto
tenés.
Por el contrario, tenemos a Jesús, que nos ofrece su jugada. No nos vende humo, no nos
promete aparentemente grandes cosas. No nos dice que la felicidad estará en la riqueza,
el poder, orgullo. Por el contrario. Nos muestra que el camino es otro. Este Director
Técnico les dice a sus jugadores: Bienaventurados, felices los pobres de espíritu, los que
lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los
limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la justicia. Y termina
diciéndoles, alégrense por todo esto (cf. Mt 5,1-12).
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¿Por qué? Porque Jesús no nos miente. Nos muestra un camino que es vida, que es verdad.
Él es la gran prueba de esto. Es su estilo, su manera de vivir la vida, la amistad, la relación
con su Padre. Y es a lo que nos invita. A sentirnos hijos. Hijos amados.
Él no te vende humo. Porque sabe que la felicidad, la verdadera, la que deja lleno el
corazón, no está en las «pilchas» que llevamos, en los zapatos que nos ponemos, en la
etiqueta de determinada marca.
Él sabe que la felicidad verdadera, está en ser sensibles, en aprender a llorar con los que
lloran, en estar cerca de los que están tristes, en poner el hombro, dar un abrazo. Quien
no sabe llorar, no sabe reír y por lo tanto, no sabe vivir. Jesús sabe que en este mundo de
tanta competencia, envidia y tanta agresividad, la verdadera felicidad pasa por aprender
a ser pacientes, a respetar a los demás, a no condenar ni juzgar a nadie.
El que se enoja, pierde, dice el refrán. No le des el corazón a la rabia, al rencor. Felices
los que tienen misericordia. Felices los que saben ponerse en el lugar del otro, en los que
tienen la capacidad de abrazar, de perdonar. Todos hemos alguna vez experimentado esto.
Todos en algún momento nos hemos sentido perdonados, ¡qué lindo que es! Es como
recobrar la vida, es tener una nueva oportunidad. No hay nada más lindo que tener nuevas
oportunidades. Es como que la vida vuelve a empezar.
Por eso, felices aquellos que son portadores de nueva vida, de nuevas oportunidades.
Felices los que trabajan para ello, los que luchan para ello. Errores tenemos todos,
equivocaciones, miles. Por eso, felices aquellos que son capaces de ayudar a otros en su
error, en sus equivocaciones. Que son verdaderos amigos y no dejan tirado a nadie.
Esos son los limpios de corazón, los que logran ver más allá de la simple macana y
superan las dificultades. Felices los que ven especialmente lo bueno de los demás.
Liz, vos nombraste a Chikitunga, esta Sierva de Dios paraguaya. Dijiste que era como tu
hermana, tu amiga, tu modelo. Ella, al igual que tantos, nos muestra que el camino de las
bienaventuranzas es un camino de plenitud, un camino posible, real. Que llena el corazón.
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Ellos son nuestros amigos y modelos que ya dejaron de jugar en esta «cancha», pero se
vuelven esos jugadores indispensables que uno siempre mira para dar lo mejor de sí. Ellos
son el ejemplo de que Jesús no es un «vende humo», su propuesta es de plenitud. Pero
por sobre todas las cosas, es una propuesta de amistad, de amistad verdadera, de esa
amistad que todos necesitamos. Amigos al estilo de Jesús. Pero no para quedarnos entre
nosotros, sino para salir a la «cancha», a ir a hacer más amigos. Para contagiar la amistad
de Jesús por el mundo, donde estén, en el trabajo, en el estudio, en la previa, por
WhatsApp, en Facebook o Twitter.
Cuando salgan a bailar, o tomando un buen tereré. En la plaza o jugando un partidito en
la cancha del barrio. Ahí es donde están los amigos de Jesús. No vendiendo humo, sino
haciendo el aguante. El aguante de saber que somos felices, porque tenemos un Padre que
está en el cielo.
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