REVISTA DEL CENTRO DE INVESTIGACIONES
INTERDISCIPLINARIAS EN CIENCIAS Y HUMANIDADES
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
sexualidades
en Ciencias y Humanidades–UNAM, Vol. 5, No. 11, enero–abril 2017
ISSN 2448-5705
Volumen 5 | Número 11 | enero–abril 2017
ISSN 2448-5705
REVISTA DEL CENTRO DE INVESTIGACIONES
INTERDISCIPLINARIAS EN CIENCIAS Y HUMANIDADES
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
sexualidades
Volumen 5 | Número 11 | enero–abril 2017
DIRECTORIO
INTERdisciplina
Revista del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México
www.interdisciplina.unam.mx
Ricardo Lino Mansilla Corona
Editor
Siobhan Guerrero Mc Manus, María Elena Olivera Córdova y
Leonardo Olivos Santoyo
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Asistente del editor
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Coordinación editorial
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Cuidado editorial
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Formación / Gestión y operación de OJS
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Canadá
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de México, México
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de Cuba, Cuba
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en Ciencias y Humanidades
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de México
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INTERdisciplina, vol. 5, núm. 11, enero–abril 2017, es una publicación cuatrimestral electrónica, editada por la Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad Universitaria, Coyoacán 04510, Ciudad de México, a través del Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Torre II de Humanidades 4º piso, Circuito Escolar, Ciudad Universitaria, Coyoacán 04510, Ciudad de México, <http://www.interdisciplina.unam.mx>, (rev.interd@unam.mx).
Editor responsable: Ricardo Lino Mansilla Corona. Reserva de Derechos al Uso
Exclusivo No.04-2013-012910094600-102, otorgado por el Instituto Nacional
del Derecho de Autor, ISSN 2448–5705. Responsable de la última actualización
de este número: Isauro Uribe Pineda, Torre II de Humanidades 4º piso, Circuito
Escolar, Ciudad Universitaria, Coyoacán 04510, Ciudad de México. Fecha de la
última actualización: 30 de junio de 2017.
Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura de los editores. Prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e
imágenes de la publicación sin la previa autorización por escrito de los editores
responsables.
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Contenido / Contents
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Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Presentation. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Editorial / Editorial comment
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Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Siobhan Guerrero Mc Manus, María Elena Olivera Córdova,
Leonardo Olivos Santoyo
Dossier / Dosier
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Un acorde disonante: Juan Gabriel y la frontera sonora de lo gay . . . . . . 25
A dissonant chord: Juan Gabriel and the sound border of gay
Guadalupe Caro Cocotle
La sexualidad como aleph de la prisión política argentina
en los años setenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Sexuality as aleph of the Argentine political prision in the seven
Débora D’Antonio
Después de la izquierda, el despertar del individuo: feminismo,
apropiación cultural y agenda lésbica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Beyond the left, the awakening of the individual: feminism, cultural
appropriation and lesbian agenda
Gisela Kozak Rovero
“Hola ¿Cogemos?” Economía del deseo y capital erótico en sitios
de encuentro en Internet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
“Hello, wanna fuck?” Economy of desire and erotic capital in Internet
meeting places
Víctor Hugo Ramírez García
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Políticas homosexuales en la Argentina reciente (1970-1990s) . . . . . . . 109
Homosexual policies in recent Argentina (1970-1990)
Emmanuel Theumer
Masculinidades de mujeres en la literatura latinoamericana . . . . . . . . . 127
Masculinities of women in Latin American literature
María Elena Olivera Córdova
Poemas / Poems
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Juego de niñas / Girls game . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Lilith / Lilith . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
Odette Alonso
Hablo / I speak . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
César Cañedo
Entrevista / Interview
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Long Live the Queen!
Testimonios de una voguera y draga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Siobhan Guerrero
Voces cardinales / Major Voices
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Pan y Rosas junto a la diversidad sexogenérica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
Leah Muñoz
Reseña / Book review
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Derecho a la Identidad de Género de niñas, niños y adolescentes . . . . . . 167
Siobhan Guerrero
Deseo y represión. Sexualidad, género y Estado en la historia
argentina reciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
Leonardo Olivos Santoyo
Colaboran en este número / Contributors . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
Presentación
EL TIEMPO —que al decir de Platón— es la imagen móvil de lo eterno, es también
la magnitud física con la que medimos la duración o separación de los acontecimientos. Einstein nos mostró su carácter inherentemente relativo al observador,
en tanto que Freud nos mostró las facetas psicológicas de su percepción. Así, la
intensidad con que se desarrollan ciertos acontecimientos dilata o achica la manera en que apreciamos el tiempo transcurrido.
En el último tercio del año 2013 apareció el primer número de la revista INTERdisciplina. Es un breve intervalo de poco más de tres años lo que nos separa de
aquel suceso. Sin embargo, la intensidad del trabajo desarrollado por esta publicación parece responder a un lapso mucho mayor. Si bien en su presentación
inicial, tenía el propósito de difundir el conocimiento de la realidad en su complejidad desde una visión integradora, ese reto se achica frente a los resultados
obtenidos. Por sus páginas han transitado trabajos académicos sobre ciudades
y cuerpos, sobre racismo y feminismo, sobre evolución y sustentabilidad por
solo citar algunos de los temas tratados, vale decir, siempre con una visión a la
vez integradora y de respeto hacia la diversidad. La revista ha ayudado a posicionar al CEIICH como referente de la investigación interdisciplinaria tanto a nivel universitario como nacional.
Es para mí un honor tomar el testigo en esta nueva fase de la carrera. En la
etapa que comienza, intentaremos ampliar el espectro de análisis de problemas
interdisciplinarios a las áreas de las ciencias naturales, así como extender la inluencia de nuestra publicación a otras latitudes geográicas.
El número que hoy presentamos se titula Sexualidades. En sus páginas, reconocidos especialistas en el tema abordan diferentes aspectos de esta amplia
e importante cuestión para nuestra sociedad actual, lastrada como se encuentra
por un dilatado espectro de injusticias discriminatorias y de todo tipo de truncadas reivindicaciones. Si quisiera escoger una palabra (además de la que aparece en el título de este número) para caracterizar las contribuciones que aquí
aparecen, elegiría diversidad. Es a la vez el leitmotiv de esta obra, así como su
elemento integrador.
Ricardo Mansilla Corona
Editor
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Presentation
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P R E S E N TAT I O N
TIME —which in Plato’s words— is the moving image of the eternal, is also the
physical quantity with which we measure the duration or separation between
events. Einstein showed us his inherently relative character to the observer,
while Freud showed us the psychological facets of his perception. Thus, the intensity with which certain events unfold, dilates or diminishes the way in which
we appreciate the time elapsed.
In the last third of the year 2013 appeared the irst issue of the journal INTERdisciplina. It is a brief interval of just three years that separates us from that
event. However, the intensity of the work that has developed this publication
seems to correspond to a much longer period. Although in its initial presentation, it was intended to disseminate the knowledge of reality in its complexity
from an integrative vision, that challenge is reduced in front of the results obtained. For its pages, there have been academic works on cities and bodies, on
racism and feminism, on evolution and sustainability, just to mention some of
the themes dealt with, that is to say, always with a vision that has been both integrative and respectful of diversity. The journal has helped to position CEIICH as
a reference for interdisciplinary research at both university and national levels.
It is an honor for me to take the witness in this new phase of the race. In the
beginning stage, we will try to extend the spectrum of analysis of interdisciplinary problems to the areas of the natural sciences, as well as to extend the inluence of our publication to other geographic latitudes.
The number that we present today is titled Sexualidades. In its pages, recognized specialists in the subject address diferent aspects of this wide and important question for our present society, weighed down as it is by a wide spectrum of discriminatory injustices and all kinds of truncated claims. If I wanted
to choose a word (besides the one in the title of this issue) to characterize the
contributions that appear here, I would choose diversity. It is both the leitmotiv
of this work, as well as its integrating element.
Ricardo Mansilla Corona
Editor
Siobhan Guerrero Mc Manus,* María Elena Olivera Córdova*
y Leonardo Olivos Santoyo*
Editorial
¿SE PUEDE HABLAR HOY, a secas, de la sexualidad? ¿O, resulta necesario pluralizar el
término y referirlo como “sexualidades”? ¿Debemos acaso conectar este término
con otros tantos para poder siquiera enunciar una pregunta mínimamente manejable? Quizás las respuestas sean que no, que nunca hemos podido hablar de la
sexualidad en solitario porque incluso si esta emergió, como sostuvo Foucault
(1990), hace ya dos siglos como un dominio de experiencias integrado, lo cierto
es que la sexualidad se conecta con muchos otros aspectos de la experiencia humana en sociedad. La sexualidad no se reduce al deseo pero sí que se vincula con
este. La sexualidad no se agota en las identidades pero sí se toca con estas. La
sexualidad se desborda en materialidad pero no puede ser únicamente materialidad pues siempre hay en esta una dimensión hermenéutica tanto sobre la interpretación de la propia experiencia como de la irrupción de lo que el Otro representa. La sexualidad se entrelaza, asimismo, con el deseo y sus mecánicas y con
la traducción de este en fantasía simbolizada en literatura, poesía, música y, por
ende, circula en una dimensión que no se agota en las individualidades; incluso,
diríamos, las antecede y genera. La sexualidad se goza pero también se sufre, se
testimonia pero también se ejecuta —y esto en dos sentidos, el de ejercerla y el
de castigarla con la muerte cuando se contraviene cierto mandato—, se performa, se politiza y también se engarza con lo simbólico, lo económico, lo jurídico,
lo médico y lo lúdico–político.
Por ende es menester pluralizar el término, hablar de sexualidades y no solo
de sexualidad. Porque por todo lo ya dicho la sexualidad a secas resultaría, en
solitario, un concepto inefable —cuando no vacío—. Es un término que no puede pensarse sin atender a la interseccionalidad de la vivencia humana en ese
sentido que inauguró Kimberlé Crenshaw (1991). A toda persona la cruzan diversas posiciones sociales en una rejilla multidimensional u ontopológica —en
tanto topología o forma de la ontología humana— en la cual se ocupa una clase
social, un género, una orientación sexual, una etnicidad, una nacionalidad, entre otras muchas cuestiones.
* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades–UNAM.
Correos electrónicos: siobhanfgm@gmail.com | olivera@unam.mx | lolivos@unam.mx
Guerrero Mc Manus, Siobhan et al. «Editorial.» Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 7-23.
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EDITORIAL
Pero este espacio multidimensional, en tanto herramienta o concepto analítico —propio del análisis del trabajo etnográico, sociológico, antropológico o,
incluso, médico— no debe dar lugar a la equivocada creencia de que la vivencia
de cada ser humano se vive, valga la redundancia, de forma tal que se identiiquen componentes separados y separables. La interseccionalidad no fue concebida como una cuña que permitiera descomponer la experiencia humana en una
suma vectorial en la cual la resultante sería la vida de cada persona y que, al
desagregarse, haría perfectamente comparable toda experiencia humana precisamente al desdoblarla en sus elementos más básicos.
Al contrario, este concepto se introdujo para rescatar la especiicidad de cada
grupo de tal manera que no pudiéramos suponer que la experiencia de las mujeres lesbianas, para dar un ejemplo, es simplemente la intersección de la experiencia de opresión de las mujeres heterosexuales y de los hombres gay. Esto no pasa.
De allí que resulte imposible hablar de la sexualidad humana, a secas, pues esta
se vive siempre de forma situada.
Sin embargo, sería también un error rigidizar la sexualidad bajo la metáfora de la rejilla como si cada persona fuera un nodo en una red que lo determina para siempre y desde siempre. Sería un sobredeterminismo multidimensional y ya no puramente económico. En ilosofía de la antropología (Ingold 2011;
véase también Massumi 2002) se ha preferido hablar, por tanto, de la vida
como un devenir, como una trayectoria que va enredándose con otras trayectorias, creando haces de vivencias que mutuamente se van modiicando. De
allí que, al interior de las epistemologías feministas, autoras como Donna Haraway (1988) enfaticen la luidez de posiciones que ocupamos, no sólo diacrónicamente sino estratégicamente y en función de la situación concreta que
confrontamos.
Y si esto tiene relevancia es precisamente para evitar la ruta fácil que busca
pensar la sexualidad a través de ese acrónimo perversamente simple —por globalizado, deshistorizado y, sin embargo, profundamente eicaz— que constituye esta sopa de letras donde la sexualidad equivale a lo LGBTTTIAQ+. Pensada así,
la sexualidad versa acerca de la orientación sexual y la identidad de género,
pero no de cualquier orientación o identidad sino de aquellas identidades u
orientaciones que merecen ser nombradas por poco habituales, por exóticas,
por inesperadas e, incluso, por patológicas. Sexualidad tendría aquel o aquella
que mora lo abyecto (Butler 2011). Si ese acrónimo representa el dominio de la
sexualidad, entonces sexualidad tienen las lesbianas, los gays, los y las bisexuales, las personas travestis, transgénero y transexuales —así distinguidas, como
en bestiario medieval—, los asexuales y, por asociación, los cuerpos intersex
que si bien no se juegan en el plano de la identidad o la orientación, sí se leen
como abyectos al no encajar en ese binarismo que recorre al sistema sexo–géne-
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ro. Poner una Q para nombrar lo queer, para nombrar aquello que no se nombra
o que se resiste a ser nombrado, para luego hacer que un aparentemente democrático signo de “más” aperture el espacio de la sexualidad no hace sino expandir la lógica que equipara la sexualidad a la vivencia de los diferentes, a la vivencia de aquellas personas que, en un sentido u otro, moran lo abyecto. Esa
forma de entender la sexualidad tiene que ser puesta en duda.
Entender la sexualidad, asimismo, como las formas del deseo moldeadas
por el binarismo sexo/género o como las formas de ejercer el placer o de habitar
el cuerpo a la luz de este mismo binarismo quizás logre desmontar la lógica implícita del acrónimo como sinónimo de la sexualidad; quizás aperture el ámbito
de la sexualidad para incluir a aquellos que viven en la contracara de lo abyecto.
Logra, sin duda, escapar de aquella lectura en la cual, cuando se habla de sexualidad, se habla casi siempre de sexualidades no hegemónicas. Empero, se queda,
en tanto análisis, todavía muy cerca de una familia de dicotomías que ocultan
los procesos de construcción de la sexualidad y el alcance mismo que esta tiene
en la vida de los sujetos. Entender al sexo como lo material, lo biológico, lo
dado, lo pancultural y transhistórico mientras que al género se le igura como lo
simbólico, lo social, lo construido, lo situado y lo cambiante es, por un lado,
acotar el alcance mismo de las luchas de las diversidades sexo–genéricas y, por
otro lado, escindir y disociar las formas en las cuales se engarzan estos procesos en la constitución de una persona sexuada y consciente tanto de la diferencia sexual, como de las dinámicas identitarias y deseantes.
Y es que no basta solamente con hablar de sexualidades pluralizándolas,
sino que es menester entender sus diversas materialidades, sus historicidades,
sus hermenéuticas y sus futuridades; arrancar la idea de que estamos simplemente ante diversas naturalezas humanas que, por naturales, son buenas y están asimismo fuera de la historia o que simplemente se expresan en la biografía
de cada persona cual inexorable mandato. Y ello no sólo por mor de la curiosidad académica sino por la vena política que recorre todos estos saberes y que
no se reduce simplemente a una lucha por parte de individuos aislados a ejercer
su derecho al placer privado.
Habría, eso sí, que conceder que el acrónimo parece integrar bajo una misma
bandera a muy diversas voces. Estas voces diversas, situadas en posiciones muy
variadas, encuentran un espacio simbólico y un conjunto de discursos que movilizan una hermenéutica, una forma de nombrarse, una forma de testimoniarse
y, también, una forma de presentarse ante sus pares y ante aquellos que no lo
son. Quizás esto se logra más por la vacuidad y falta de contenido sustantivo del
acrónimo, que sólo marca diferencias y no propiedades deinitorias de aquello
que signiica habitar sus letras. De allí que circule globalmente con tanto éxito.
Cada cual entiende distinto lo que habita pero cree encontrar en su vivencia una
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instancia de una universalidad radicalmente humana —el sueño del humanismo
de la sexualidad.
Sea como fuere, estas categorías globalizan lo que en un momento fue una
lucha especíica y localizada de ciertos contingentes en países de Occidente y,
de paso, globalizan también los términos y las trayectorias políticas de estos
como si fueran, como si siempre hubieran sido, de alcance global. Y retóricamente adquieren el apoyo y los números de una gran masa de personas que respaldan cada lucha, por más local y especíica que sea, al hacer presentes a esas
masas por medio de esa virtualidad que le viene asociada al colocarse como un
bastión más de un movimiento de escala global.
Pero detrás de esa fuerza se esconde la pertinencia de interrogar a la sexualidad en contextos postcoloniales, decoloniales y globalizados. Se esconde el
proceso por medio del cual se vuelven categorías de la praxis, de la vivencia,
términos que fueron médicos; espacios multidimensionales globalizados reemplazan los diversos Mundos–de–la–vida en los cuales la sexualidad como dominio no existía pero sí existía el deseo, el cuerpo, el placer y todo lo que se asocia
al despliegue de estos.
Repetimos, entender hoy la sexualidad en sus variaciones demanda comprender sus materialidades, sus historicidades, sus hermenéuticas y sus futuridades. Por materialidades no nos referimos únicamente a una y solo una acepción de materialismo. Si nos diéramos un permiso expositivo que permitiera
ejempliicar tres nociones de materialidad mediante su simpliicación excesiva,
podríamos decir que los materialismos que tocan las sexualidades se dividen en
tres registros.
Primero, el materialismo que reconecta la sexualidad a ese cuerpo viviente
—que no meramente biológico— y en el cual se conjugan procesos isiológicos,
bioquímicos, endocrinológicos, por mencionar algunos, con procesos de construcción biográica de ese mismo cuerpo. Podríamos llamarlo materialismo cartesiano, si no fuera por el dualismo al que evoca. Pero este sentido de materialidad
nos conecta con un cuerpo que, a una misma vez, está causalmente estructurado
y es, sin embargo, el resultado de los procesos de escritura de la propia agencia,
de la propia biografía y de nuestra inmersión cultural sin que por ello lleguemos
a un volicionismo o a una visión enteramente agencial e individual de lo simbólico. Este es el cuerpo en el cual la heteroglosia, la interdiscursividad de nuestras
categorías, normas y valores termina por fundirse con la intermaterialidad de los
cuerpos cibernéticos, de los cuerpos y sus naturalezasculturas (Haraway 1990).
Este cuerpo no puede reducirse a semiosis, si por semiosis se entiende un
textualismo que reduce todo a efectos de habla. El cuerpo trans ejempliica lo
anterior pues qué mejor forma de pensarlo que a partir de la intermaterialidad
de las terapias de reemplazo hormonal (TRH) que interactúan causalmente con
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ese cuerpo compuesto de células y, al mismo tiempo, cómo no ver allí la escritura biográica mediada por el dispositivo tecnológico de la farmacoendocrinología
que ha permitido la inteligibilidad de cuerpos que pueden reescribir su biología.
Este es también el cuerpo que muchas veces busca evocarse cuando se habla
de sexo. Como si esta última categoría fuera ella misma ajena a la historia. A qué
nos referimos al hablar de sexo si solo en la biología este concepto puede traducirse en: (i) meiosis, (ii) ovogénesis y espermatogénesis, (iii) dimorismo sexual,
(iv) anisogamia, (v) dimorismos ontogéneticos, isiológicos y conductuales, (vi)
reproducción sexual, etcétera. Y si bien todas estas categorías son inteligibles,
su asociación con el término “sexo” muestra la multivocidad de este último y las
imbricaciones entre interdiscursividad e intermaterialidad en la construcción de
fronteras corporales que instauran supuestos binarismos en la “base biológica”.
Y si en algún lado hemos aprendido acerca de esta imbricación, ello se muestra
en las violencias ejercidas a los cuerpos intersex para buscar restaurar la dimensión de signiicante que tiene el cuerpo sexuado en su faceta más material (Alcántara 2013).
A este primer sentido de materialidad le seguiría otro. Un materialismo del
cuerpo habitable, fenomenológico, experimentado; el cuerpo sentido, el cuerpo
que yo soy y no el cuerpo que yo tengo, el cuerpo más allá de la propiedad privada y donde la autonomía sobre este no se agota en el hecho de que “sea mío”
sino que tendría que ver con las dimensiones emocionales, con la posibilidad del
dolor, del placer, del asco, del odio, de la euforia —de las emociones políticas
(Nussbaum 2013) —. Ese cuerpo que le recuerda al sujeto que no es pensamiento
puro, agencia descarnada, sino también sensación, emoción, sentimiento. El
cuerpo espacializado, el cuerpo extendido en el tiempo —pero sin entender al
tiempo y al espacio en su acepción newtoniana, hablamos aquí del cuerpo que,
en su desplazamiento, crea tiempo y espacio, abre senderos (Weiss 2013) — y
también el cuerpo socializado, disciplinado incluso. Este es quizás el sentido
que retribuye al cuerpo su importancia, su centralidad erótica, política, social.
Bodies that matter, dijo Butler (2011), pero no porque fuéramos materia causalmente estructurada sino porque el cuerpo importa en la medida en la que es condición de posibilidad de una subjetividad que, sin embargo, no deja de re–elaborar al cuerpo mismo.
Ha habido un giro afectivo en los estudios de género y sexualidad, y quizás
en ese giro (Ahmed 2014; Massumi 2002) es donde más se ha pensado en esta
materialidad de un deseo que no es neuroisiología pero tampoco un atributo de
un cuerpo individual. Este es el cuerpo que se lee, que se habita, que se escribe
y que se ejerce. El cuerpo con sus geografías eróticas, con sus zonas erógenas
que nunca están dadas por la anatomía, el cuerpo con sus zonas prohibidas, el
cuerpo que se enseña y que se ve o que se esconde, se juzga y se enmarca para
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gozarse de ciertas formas y no de otras. El cuerpo en el cual el recto se vuelve
una tumba (Bersani 1987) o una zona de emancipación del placer y la política
hegemónica de la re–producción capitalista.
Y esto último nos lleva al materialismo en su tercera acepción. Pensar en
una forma de comprender que no diluye al sujeto en pensamiento ni en palabra
—si pensamos al pensamiento y a la palabra como pertenecientes a un mundo
de ideas ajenas a la materia— y que tampoco concibe la historia humana en términos de las victorias de la razón sino que nos inserta en las redes del capital
pensando así al sujeto como un cuerpo que trabaja y que, por tanto, produce.
Un cuerpo inmerso en la producción, distribución y consumo. Un cuerpo moldeado por la historia y los modos de esas dinámicas, por los ethos con los cuales
se les racionaliza. Por las divisiones del trabajo sexuado que así se generaron y
que no solo enclaustraron en el ámbito doméstico a las mujeres sino que condujeron, a una misma vez, a la creación de tradiciones de travestismo femenino
para escapar de esa domesticidad (Moreno 2016) mientras que, por otro lado,
acotaron las masculinidades no hegemónicas a labores feminizadas que no solo
evitaron por largo tiempo su entrada al espacio público–político —relegándolas
al espacio público–social de lo femenino— sino que de facto contuvieron su capacidad para poner en entredicho al cis–hetero–patriarcado.
Vemos aquí cómo se engarzan producción y reproducción de tal suerte que
el cuerpo, el placer, el gozo y la reproducción se supeditan a una lógica de la
producción —ya lo decía, inalmente, Marcuse (2015)—. Y vemos también las
formas en las que se codiica el deseo y se le circunscribe al consumo. Genera
incluso que las identidades políticas se colapsen en mercados y que lo gay, lo
lésbico e, incluso, lo trans se vuelvan formas de consumir y de habitar un espacio cuya lógica, al menos en parte, crea guetos que son mercados y, a una misma
vez, espacios de aceptación/exclusión (Martel 2013; Laguarda 2011).
Habría que decir que estas tres acepciones del materialismo, como formas
de concebir la sexualidad, no se piensan como dominios autónomos en el mundo sino como estrategias expositivas para realzar ciertos aspectos. Pero no podemos, como ha hecho ver el marxismo queer (Floyd 2009), seguir dejando de
lado las relaciones entre el segundo y el tercer sentido aquí expuestos; no podemos seguir sosteniendo ese silencio de una teoría queer de los años 1990 que
poco tenía que decir de los vínculos entre capitalismo y sexualidad.
Tampoco podemos seguir ignorando, como sostiene la ecología queer (Mortimer–Sandilands y Erickson 2011), las relaciones entre el primer y el segundo
sentido de materialismo que aquí hemos elaborado. Hay un punto en el cual la
interdiscursividad es intermaterialidad y viceversa, ¿qué es un orgasmo compartido sino eso? Y esto no implica pensar al cuerpo, al deseo, a la identidad
como atadas a un soma biológico. Al contrario, las naturalezasculturas hacen
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posible pensar en un cuerpo prostético y virtualizable, no solo en el sentido
más literal del hecho de poder llevarlo a mundos digitales por medio de avatares, sino por la capacidad de transformarlo, extenderlo, desbordarlo.
Hoy se ha hecho posible un turismo identitario a través de las redes sociales, los mundos virtuales de los videojuegos y los muchos avatares que median
en nuestras relaciones con los otros. Esto no implica el debilitamiento de la materialidad del sujeto sino su desbordamiento en mundos sostenidos ellos mismos por coniguraciones materiales que, como prótesis, lo multiplican (Guerrero Mc Manus 2012).
Hay que tener en claro, por tanto, que la sexualidad no puede pensarse sin
atender estas nociones de materialismo, todas ellas imbricadas en la praxis y
solo analíticamente distinguibles. Por ejemplo, cómo pensar fenómenos como
el trabajo sexual sin tener en claro que en estos tiempos no sólo se mercantiliza
el sexo y el cuerpo sino que han emergido espacios donde esas dinámicas son
posibles por la virtualidad del espacio digital al punto de ofrecer un cuerpo para
un mercado cada vez más estratiicado. Cómo entender, así también, que el
cuerpo como producto puede irse construyendo según lo demande el mercado
al punto de producir cuerpos transgenerizados y no ya por la identiicación sino
por el hecho de que así se accede a un sector más amplio del mercado.
Y este giro bajo la batuta de los nuevos materialismos se hace sin dejar de
lado lo que las miradas histórico–hermenéuticas trajeron al ámbito de la sexualidad. Queda claro, como Foucault (1990) y Davidson (2004; véase también Rosario 1997a) nos han enseñado, que hay un sentido en el cual la sexualidad
siempre ha existido pero hay otro en el que este es un fenómeno más bien reciente y que emergió con el auge de la burguesía; con esa búsqueda por un nuevo dispositivo, para el nuevo hombre —y usamos aquí este término con toda la
intención de aquellos que buscan evidenciar el androcentrismo de esta burguesía—, que no estuviera ya basado en el simbolismo de la sangre sino en la analítica de la sexualidad y sus regulaciones sobre el niño masturbador, la pareja
maltusiana, el homosexual y la mujer histérica (Foucault 2007).
Siempre han habido, desde luego, placeres, deseos, corporalidades y erotismos. Siempre han estado regulados aunque las normas y valores que constituyen
su regulación hayan cambiado e, incluso ahora, bajo la fuerza americanizadora
de la globalización —sensu Bolívar Echeverría—, hay todavía variaciones que no
parecen estarse diluyendo (Martel 2013). Pero, por ello mismo, los sujetos han
comprendido, signiicado, habitado y ejercido esos placeres, deseos, corporalidades y erotismos de formas cambiantes y radicalmente sensibles al contexto sociocultural. Podemos incluso sostener que estas diferencias son constitutivas de variantes radicalmente situadas de la sexualidad y que, por ende, esta no puede
homologarse al tratamiento que de ella busca hacer la biología de la conducta.
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Habría, por tanto, que seguir a Ian Hacking (2002) y hablar aquí de ontologías históricas para hacer comprensible tanto una geopolítica de la sexualidad
como una historia sociocultural de la misma. Resistir esas “nostalgias genéticas”
(Rosario 1997b) que buscan legitimar las diversidades al desplegar, por un lado,
un naturalismo apolítico que airma que las diversidades siempre han estado
allí y son simplemente una expresión más de la naturaleza humana; expresión,
por tanto, natural y no patológica, expresión rígida, inamovible, incorregible e
innata que simplemente se expresa en el desarrollo psicosexual. Esto se hace
mientras, por otro lado, se desdibuja la capacidad crítica de un modo de habitar
el cuerpo que pone en entredicho las hegemonías sobre cómo debiese habitarse,
sobre cómo deben vincularse producción y reproducción.
Dichas “nostalgias genéticas” no ponen en entredicho la lógica misma del linaje como forma de pensar la historia, forma de pensar consustancial al patriarcado; siguen pensando en un sujeto de la historia que es el linaje reproductivista
que ha estado vinculado al control patriarcal del cuerpo femenino, a la hipóstasis
del sexo reproductivo y a la condenación de formas de ejercer la sexualidad no
reproductivas. Anticipan, por ende, futuridades que solo le pertenecen a aquellos que son parte de un linaje y explican el enojo ante ese asimilacionismo (Sullivan 2003) en el que ha caído gran parte del movimiento LGBTTTIAQ+ que busca
reconstituir la familia y no el socavar la lógica misma del linaje. Y es que este
asimilacionismo naturalista emula al linaje y se legitima al mimetizarse con este.
De allí que pensadores queer como Lee Edelman (2004) digan hoy “No al Futuro”, no a ese futuro que sigue pensándose bajo la mirada del linaje, del linaje
ahora de la familia homoparental como única forma de incorporar las diversidades sexo–genéricas, no al linaje y su asociación con el naturalismo como forma
de validar la presencia de los sexo–genéricamente diversos. Si el futuro le pertenece a estas y solo a estas iguras, entonces el futuro seguirá siendo tan cis–
hetero–patriarcal como siempre y cis–hetero–patriarcales serán las (ya no disidentes) disidencias sexo–genéricas.
Es por esas consecuencias políticas que el ámbito de las sexualidades no
puede abandonar las perspectivas históricohermenéuticas. Son estas las que
han hecho inteligible la historia de cómo se coprodujeron las identidades LGBT
y las fobias ante estas mismas, fobias codiicadas en los saberes sexológicos,
médicos, psiquiátricos, psicológicos, psicoanalíticos, etcétera y en las alianzas
entre estos y la criminología y el derecho no ya como Aparatos Ideológicos de
Estado sino como estrategias de gubernamentalidad (Rose et al. 2006) para instaurar ciertas racionalidades disciplinarias que moldeaban las pautas de acción
“del buen ciudadano”.
Y es que, el acrónimo tiene como efecto ocultar las dimensiones histórico–
hermenéuticas de las sexualidades no hegemónicas; esconde el hecho de que
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también estas tuvieron que ser nombradas para existir. Se pasa por alto que no
siempre existió esta diferenciación tajante entre la identidad de género y la
orientación sexual, que antropológicamente esta no siempre se hace (Prieur
2008), y que por largo tiempo no hubo una historia de la homosexualidad en
oposición a una historia de la transexualidad sino que, al tener nomenclaturas
y supuestos diagnósticos, etiologías y terapias que no distinguían las categorías
de hoy, hubo una historia que es una historia compartida de todos estos colectivos, una historia que (nos) hermana en las injusticias vividas.
La aproximación histórico–hermenéutica tiene, por tanto, una importancia
política innegable y hace comprensible el porqué la historia de la sexualidad
existe en los intersticios de la historia de la ciencia y la medicina, la historia de
ciertos grupos sociales y la historia del advenimiento de un movimiento político que ha ido gestándose gradualmente primero por medio de voces aisladas
como Magnus Hirschfeld, luego como un Movimiento de Liberación Homosexual
en los años sesenta y setenta del siglo pasado, para mutar después en un haz de
movimientos que pugnan por los derechos humanos de estos colectivos, contra
la epidemia del VIH, contra la patologización/discriminación de los colectivos
—hoy en especial por los colectivos trans e intersex, olvidados muchas veces en
las luchas— y en favor de los derechos de las niñas y los niños, las y los adolescentes LGBTIAQ+.
Asimismo, son estas aproximaciones las que nos recuerdan que las numerosas etiologías dadas en la historia han proveído una satisfacción explicativa
ilusoria (término que le tomamos prestado a Keller 1995) y no tanto una etiología robusta, pues han partido de un naturalismo que desdibuja la dimensión
hermenéutica de la sexualidad. Por ello, paradójicamente, gran parte de la
fuerza de estos discursos proviene de su capacidad de inducir un efecto de
bucle (Hacking 1995) en el cual las categorías médicas se volvieron identidades políticas.
Identidades políticas que, sin embargo, inauguraron la posibilidad de descentrar la semántica de la sexualidad como algo regido por los saberes médicos
para moverla al ámbito de la justicia hermenéutica (Fricker 2007), de esa capacidad de testimoniar por voz propia quien se es, quien se aspira a ser y cómo se
aspira a ello. Reapropiándose por ende de las experticias médicas, no ya para
que detenten una tutela infantilizante y violenta, sino para acompañar en la vigilancia de los derechos y dignidades de esos colectivos, en las luchas contra el
VIH, en las luchas contra la intervención en menores intersex, en las luchas por
aquellas personas trans que voluntariamente —y no por mandato médico— deciden intervenir sus cuerpos.
Y, sin embargo, no puede suponerse un in de la historia en la cual esta
habría acabado con el cambio descrito, con la apropiación de los términos y
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su tránsito hacia la justicia hermenéutica y testimonial que se alcanza cuando
se tienen palabras para nombrarse, para explicarse bajo la lógica propia —evitando la tragedia de ese subalterno que no puede hablar (Spivak 1988)—, pues
las ciencias biomédicas y bio-psico-sociales proveen siempre de marcos de
interpretación que hacen muy difícil evitar los efectos de bucle. Hoy, por
ejemplo, hemos dado paso a un neuroesencialismo en el cual la orientación
sexual y la identidad de género suelen leerse como rasgos anclados al cerebro
(Rose y Abi-Rached 2013) y ello lo hacen tanto los que ven en las disidencias
patologías que deben ser intervenidas —con la nueva y terrible ola de terapias
reparativas (Guerrero Mc Manus 2016)— como por parte de aquellos que buscan explicarse a sí mismos o movilizar esos discursos para decir que simplemente aquella es su naturaleza. Hemos así olvidado una vez más las miopías
que generan los esencialismos y la forma en la cual estos nos cierran la posibilidad de nuevas miradas que inauguren formas de pensar, gozar y luchar
distintas.
Pero, en cualquier caso, una consecuencia quizás más radical de la torcedura —queering— mencionada párrafos atrás es que esta implica que dentro de
este bucle inacabable entre el nombrar y el constituirse a través de tal acto, se
da un colapso en etnografía y antropología social entre una persona que observa desde la exterioridad y un mundo social observado en tanto experiencia ajena, extranjera; aquí podría argüirse que hay una exterioridad, la que tiene el
sujeto cisgénero y heterosexual, pero si este se vive reconociéndose a sí mismo
en estas categorías, entonces ya está forjado por las mismas. Y suponer que este
sujeto es el único que podría tener la posición epistemológica para conocer a las
diversidades implicaría, por un lado, la imposibilidad del autoconocimiento de
los propios sujetos sexo-genéricamente diversos —al menos la imposibilidad de
hacerlo vía estos saberes— y, por otro, la invisibilización de las sexualidades
hegemónicas como ámbito de estudio pues los sujetos empoderados que en
ellas habitan no serían capaces de poder estudiarse a sí mismos— y sería poco
probable que se dejasen estudiar por los que habitan la marginalidad.
De allí que este bucle tenga alcances epistemológicos profundos. Trabajos
pioneros muestran que en esta área, fueron los propios sujetos sexo–genéricamente disidentes los que comenzaron los estudios (Carrier, 1995) y vale entonces la pregunta de los efectos que acarrea la globalización de las categorías en
el estudio de las sexualidades. ¿Cómo se reconiguran los métodos de las propias ciencias de la interpretación cuando todos estemos contenidos en esquemas compartidos? Ha nacido, para dar respuesta a ello, una genuina antropología queer (Boellstorf y Naisargi 2015).
Y qué mejor forma de exhibir la necesidad de atender las dimensiones contraculturales y subculturales que se han gestado alrededor de las diversidades
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sexo-genéricas que prestar atención a los productos que se han ido generado:
formas de baile, de música, de literatura, de poesía, de pintura que han nacido
para testimoniar vivencias históricamente situadas. Formas de arte que han
aglutinado y gestado colectivos, que han proveído de referentes comunes para
pensarse más allá de lo médico, para nombrarse, para encontrase en el mundo.
Cómo no pensar en Oscar Wilde o Chavela Vargas o Jean Genet o Cristina Peri
Rosi o Salvador Novo o Lucile Dupin o Juan Gabriel o Adriene Rich.
Por todo lo dicho, por tanto, podemos entender que el campo de estudio de
las sexualidades haya tenido un desarrollo vertiginoso en México en los últimos
20 años (Parrini y Hernández 2012), tendencia que desde luego releja patrones
mundiales que no son privativos de México o América Latina. En cualquier caso,
hoy el campo de estudio de las sexualidades puede considerarse un campo con
identidad propia al interior de los estudios de género y que incluye relexiones
en torno a la corporalidad, las interacciones entre género y sexualidad, aproximaciones interseccionales a la sexualidad, la clase, la “raza” u otras condicionantes.
Este tema cobra especial importancia, además, en el contexto del recrudecimiento de fundamentalismos que esgrimen banderas de una supuesta protección a la vida y a la familia, cuyo sustento son mensajes en redes sociales, volantes y folletos religiosos que contienen información limitada, deformada y
moldeada a conveniencia para devaluar e intentar “re–enclosetar” la diversidad
sexo–genérica que es una realidad maniiesta, conformada por personas con derechos humanos, como todas.
En términos de las disciplinas que aportan o abrevan del mismo, este campo
es claramente transdisciplinario pues en él conluyen aproximaciones teóricas de
las ciencias sociales y humanas —sociología, historia, ciencia política, antropología, ilosofía, estudios culturales, etcétera— pero también discursos de corte interdisciplinario que vinculan las ciencias biológicas y biomédicas con los aspectos vivenciales de la sexualidad de los sujetos; inalmente, la naturaleza política
del campo de lo sexual ha propiciado acercamientos con las artes y otro tipo de
manifestaciones de corte político que se dan fuera de espacios académicos.
Por ello resulta una tarea titánica el pensar en poder capturar de manera panorámica todo aquello abarcado hoy en día por las sexualidades y todas las voces que buscan recuperar sus mil facetas. No tenemos desde luego tal aspiración de completud pero sí aspiramos a ofrecer un collage de acercamientos que,
al menos, desdibuje toda ilusión de homogeneidad cuando hablamos del estudio de las sexualidades. Mostrar qué tanto el campo como su objeto/sujeto de
estudio son perversamente polimóricos. Explicada queda entonces la relevancia de abordar este tema de forma transdisciplinaria y de traerlo, en consecuencia, a la revista INTERdisciplina.
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Descripción del número:
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Por todo lo anterior es que hemos buscado ofrecer un número en torno a las
sexualidades que aborde numerosos aspectos de estas, tanto en términos de disciplinas y marcos analíticos, como en términos de las propias identidades y manifestaciones que la componen. Desde luego, nuestra aproximación no pretende
ser exhaustiva pero sí ofrecer una serie de miradas novedosas sobre distintas
formas de abordar a las sexualidades. Tenemos, en ese sentido, colaboraciones
de Guadalupe Caro, Déborah D’Antonio, Gisela Kozak, María Elena Olivera, Emmanuel Theumer y Víctor Hugo Ramírez. Todas abarcan diversos aspectos de las
sexualidades y lo hacen con abordajes metodológicos sumamente variados.
Abrimos con un texto de Guadalupe Caro Cocotle profundamente original al
abordar desde una perspectiva poco usual el tema de cómo desde la música se
van construyendo representaciones acerca de la sexualidad de Juan Gabriel,
personaje emblemático en la cultura mexicana. Para ello, el artículo nos ofrece
una breve biografía del cantautor, e inmediatamente da pie a un análisis de corte musicológico que, a diferencia de los análisis tradicionales de las canciones
que se centran en las letras, antepone uno cuyo eje principal se basa en los elementos musicales. A través de dicho análisis pone de relieve cómo en las canciones de Juan Gabriel no es únicamente a través de sus letras que se construye
una posición y una identidad sexual ambiguas, sino a través de las formas musicales en sí mismas.
En ese sentido, el trabajo es profundamente novedoso para los estudios sobre sexualidad tanto en México como a nivel mundial, pues logra conectar la nueva musicología comparada con los estudios sobre la sexualidad. Ello se observa
no únicamente en su empleo del término musicosexualidad sino en la comparación que lleva a cabo entre la música de Juan Gabriel y elementos musicales propios de diversos géneros musicales de los Estados Unidos y de España.
Déborah D’Antonio en “La sexualidad como aleph de la prisión política argentina en los años setenta”, nos ofrece “un punto de vista que posibilita una
revisión global y conjunta de las dinámicas históricas de la represión estatal”
durante la dictadura más sangrienta de la historia argentina iniciada en 1976, la
cual había heredado el desarrollo de al menos una década de creciente militarización y profesionalización de los aparatos represivos. La autora sitúa su análisis en las cárceles de Servicio Penitenciario Federal, convertidas en referencia
fundamental del Estado Nacional entre los años 1966 y 1976 para el control del
“delito político” en Argentina. Durante ese complejo periodo de dictadura, la estrategia para doblegar a las presas y los presos políticos tuvo como eje la condición de género y la sexualidad, por eso D’Antonio propone este punto de vista
como el aleph desde donde mirar los cuerpos “como territorios en los que se
dirimieron tanto lógicas del poder como de resistencia”.
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Por su parte, Gisela Kozak retoma a la ilósofa Martha Nussbaum, conocida
por su afamado enfoque de las capacidades y sus relexiones en torno a la dimensión política de las emociones, con el objetivo de revisar las conexiones entre el feminismo lésbico teórico y los distintos discursos de izquierda. Ella persigue mostrar cómo la aparición pública de la lesbiana resulta de la apropiación
de diversas herencias culturales literarias y audiovisuales.
En “Masculinidades de mujeres en la literatura latinoamericana”, María Elena Olivera apunta (siguiendo a Judith Halberstam) que este es un tema poco
estudiado porque ha sido difícil imaginar las masculinidades sin hombres, y
propone el término “pánico a la masculinidad de las mujeres”, para acercarse
al tema desde la diicultad de las escritoras para manejar asuntos sociosexuales en sus textos. En lo que deine como su primer acercamiento al tema, distingue tres momentos, siempre ligados a lo contextual, en los que la masculinidad en las mujeres ha sido interpretada de diferente manera en el ámbito de
lo literario.
En el caso de Emmanuel Theumer nos trasladamos a la Argentina para conocer la historia de los primeros colectivos que pugnaron por la liberación homosexual en aquel país. Theumer busca vincular esta historia con los interregnos
democráticos que allí se vivieron entre los numerosos golpes de Estado. Como
nos muestra, los movimientos de liberación homosexual lorecieron en los breves años de apertura democrática y languidecieron en las épocas más duras de
la dictadura ya que, bajo esta, la sexualidad fue también fuertemente vigilada.
Conocer esta historia no solo tiene un mérito intrínseco sino que contribuye a
una historia comparada de las diversidades sexo–genéricas latinoamericanas
que es, a la fecha, una tarea pendiente de nuestra región.
Finalmente, Víctor Hugo Ramírez nos trae un texto que dialoga con las nuevas tecnologías como nuevos espacios en los cuales las subjetividades se van
transformando gracias a las dimensiones fantasmáticas que estos hacen posibles. Ello reconigura, nos dice, los scripts tradicionales de la seducción y también engarzan la economía del deseo con la virtualización del sujeto. El suyo es,
hay que decirlo, una relexión que emerge de una apuesta por mostrar que las
antropologías virtuales pueden ser tan fecundas como las antropologías que, a
falta de otra expresión, llamaremos presenciales.
Además, el dosier se hace acompañar de poemas, entrevistas, testimonios y
reseñas de libros. En lo que respecta a los poemas, Odette Alonso nos comparte
dos piezas de su libro Bailando a oscuras. Tanto en uno como en otro caso su
voz se hace presente y, con ella, la belleza de la poesía sáica que, en su brevedad, transmite la fuerza de un juego de niñas que se va fugando a la memoria.
Asimismo, tenemos también un poema escrito por César Cañedo, extraído
de su más reciente libro Inversa memoria, y que no podemos describir más que
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señalando su fuerza y su enorme expresividad y capacidad para evocar una
vida, un cuerpo, una biografía que resume aquello que nutre la poesía. Cañedo
habla y lo que dice nos sacude, nos cimbra.
A los poemas les sigue una breve entrevista con Bryan Cárdenas, madre de
House of Drag, en la cual nos explica estas nuevas escenas en las cuales las
sexualidades se cruzan con la danza urbana y el performance drag. Nos cuenta
qué signiica para él este espacio y nos acompaña en una relexión acerca de si
el drag es o no misógino —un punto que se ha vuelto recurrente gracias a las
poderosas críticas de feministas como bell hooks— y en qué sentido reconigura
la sexualidad y corporalidad de aquellas personas que lo practican.
En la sección de testimonios nos encontramos con dos aportaciones que nos
llevan a mirar las sexualidades lejos de esta perspectiva académica o artística
que hasta ahora ha caracterizado los diversos textos. En el primero de éstos, César Gloria nos narra cómo vive la Ciudad de México un hombre gay nacido en
1969 y que, gracias a las posibilidades de esta urbe, encuentra hoy algunas libertades dignas de celebrarse.
Por otro lado, Leah Muñoz narra en un segundo testimonio la praxis política
que el colectivo al que pertenece ha ido construyendo. En ese sentido, la voz de
Leah busca relatarnos cómo se entretejen política y sexualidad en las calles, en
las marchas, en las protestas, en los colectivos. Su voz no representa, desde luego, todas las voces de las diversidades sexo–genéricas que hacen política, pero
sin duda nos recuerda que en las banquetas hay contiendas, luchas por avanzar
agendas que a veces se cruzan con luchas variadas y crean movimientos de
alianzas que rebasan el ámbito de las minorías sexo–genéricas. Estas luchas
sueñan con una emancipación que vaya más lejos de cada utopía individual o
sectorial. Enhorabuena por ello.
Cerramos el número con dos reseñas de libros. Por un lado, Siobhan Guerrero nos trae una breve sinopsis del recientemente publicado Derecho a la identidad de género de niñas, niños y adolescentes, cuya aparición no podría tener
mayor pertinencia, pues trae a debate el tema de las infancias y adolescencias
trans. Lo hace desde enfoques multidisciplinarias que abarcan desde los estudios de género y los estudios cinematográicos hasta llegar al derecho mismo.
Su propuesta fundamental consiste en señalar que debemos tomar como marco
de discusión los derechos humanos y no la biomedicina o la psiquiatría. Obra
publicada por el Tribunal Superior de Justicia y Consejo de la Judicatura de la
Ciudad de México y que sin duda será, en los próximos años, referente en estas
discusiones.
Finalmente, Leonardo Olivos reseña Deseo y represión. Sexualidad, género y
estado en la historia argentina reciente. Este libro, compilado por Déborah
D’Antonio, es, en palabras de Olivos, una colección de “cinco trabajos, resultado
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de diversos encuentros académicos que han tenido como denominador común
un esfuerzo por repensar el carácter del estado argentino, especíicamente su
expresión autoritaria adquirida a raíz de los golpes de estado auspiciados por las
fuerzas armadas a inales de los años sesenta y setenta del siglo XX. Una discusión en la cual la sociología y la ciencia política emergieron como las disciplinas
dotadas de los recursos para responder de mejor manera a un problema que a la
vez que tenía una dimensión teórica guardó siempre una implicancia política”.
Sea pues este número especial un intento por pensar las sexualidades desde
miradas interdisciplinarias y latinoamericanas.
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Guadalupe Caro Cocotle*
Un acorde disonante: Juan Gabriel
y la frontera sonora de lo gay
Resumen | En este trabajo se analiza la igura de Alberto Aguilera, Juan Gabriel, desde una
perspectiva musicológica: Interesa en esta discusión proponer una serie de elementos
analíticos que permitan entender cómo la vocalidad, la música y el performance de Juan
Gabriel coadyuvaron a construir o reairmar la ambigüedad sexual del cantautor. Para ello
se propone utilizar el concepto de musicosexualidad. Este trabajo resulta relevante para
los estudios actuales de la sexualidad desde la perspectiva de la cultura popular contemporánea.
A dissonant chord: Juan Gabriel and the sound border of gay
Abstract | In this work the igure of Alberto Aguilera, Juan Gabriel, is analyzed from a musicological perspective. This article proposes a series of analytical elements that allow us
to understand how the vocality, the music, and the performance of Juan Gabriel contributed to build or to reairm the sexual ambiguity of the singer. For this aim, concept of musicosexuality is applied. This work is relevant for current studies of sexuality because it
deals with the perspective of contemporary popular culture.
Palabras clave | vocalidad, musicosexualidad, Juan Gabriel, identidad, performance
Key Words | vocality, musicosexuality, Juan Gabriel, identity, performance
Introducción
Cadencia femenina y masculina. Una cadencia o final es llamado “masculina”
si el último acorde de una frase o sección ocurre en el tiempo fuerte mientras
que la “femenina” sucede cuando es pospuesta para resolver en el tiempo
débil. El final masculino debe ser considerado como el normal, mientras el
Recibido: 2 de marzo de 2017. Aceptado: 17 de abril de 2017.
* Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Estado de México
(ITESM, CEM). Musicóloga.
Correo electrónico: guadalupe.caro@itesm.mx
Caro Cocotle, Guadalupe «Un acorde disonante: Juan Gabriel y la frontera sonora de lo gay.»
Interdisciplina 5, núm. 11 (enero–abril 2017): 25-41.
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femenino es preferido en los estilos más románticos.
Willi Apel (1970, 570) 1
Consonancia y disonancia: (…) generalmente los intervalos consonantes
son considerados como primarios y estables, mientras aquellos disonantes
son vistos como inestables y secundarios.
Don Michael Randel (2003, 209)
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EN EL CASO de los estudios de música popular, y en particular en aquellos enfocados en manifestaciones musicales mexicanas o de carácter mexicano, poco se
ha realizado desde los estudios de género y sexualidad y el vínculo con el aspecto musical. Esta perspectiva analítica sigue generando entre rechazo e incredulidad por parte de la comunidad musicológica mexicana. Sin embargo, a partir
de un diálogo a nivel latinoamericano mucho más orientado hacia los estudios
culturales donde la musicología se ha insertado de manera articulada se han
empezado a abrir nuevos horizontes. Uno de los periodos menos estudiados y
que más riqueza potencial ofrece dentro de la historia de la música popular
mexicana son las décadas de los años setenta, ochenta y noventa del siglo XX. Se
han hecho recuentos históricos de esta época, pero sin mirar casos particulares
todavía vigentes que podrían dar un mayor conocimiento sobre las mismas dinámicas sociales de tales contextos socioculturales.
Alberto… el Divo de Juárez
A principios del año 2012, Juan Gabriel realizó una serie de presentaciones tanto en la Ciudad de México como al interior del país para celebrar sus cuarenta
años de trayectoria artística. El 15 de febrero, con un Auditorio Nacional repleto, Juan Gabriel salió al escenario vestido de blanco (como era su costumbre)
con un poco de color verde pistache en su vestimenta;2 su cabello engomado
peinado hacia atrás hacía resaltar su cara perfectamente maquillada, sus ojos
intensos delineados a la perfección de la tradición cosmética del Kohl. A la entrada del auditorio a cada asistente se le regalaba el último CD del cantante
como parte del festejo a presenciar. La audiencia es por demás diversa: gente de
la tercera edad, jóvenes muy jóvenes, adultos contemporáneos, uno que otro
niño, familias enteras, parejas de todos tipos, grupos de amigos y escuchas en
1 Traducción de la autora.
2 Tuve la oportunidad de asistir al concierto de festejo de 40 años de carrera de Juan Gabriel el día 15 de febrero del 2012 en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.
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solitario. Las dos grandes pantallas colocadas a un costado del escenario comienzan a proyectar la imagen de un Juan Gabriel joven, de cuando iniciaba su
carrera, suena la música y se proyecta una mini semblanza audiovisual del cantautor, la gente aplaude y grita emocionada. De repente, la luz se apaga y entre
destellos de luz brillante, con su vestimenta blanca y verde, aparece él, el Divo
de Juárez, Juan Gabriel: Alberto Aguilera. Comienza el festejo y cantamos a toda
voz su primer gran éxito “No tengo dinero”.
Alberto Aguilera Valadez nació en Parácuaro, Michoacán el 7 de enero de
1950, pronto queda huérfano de padre y nunca ha negado su origen humilde,
posteriormente la familia se trasladaría a Cd. Juárez, Chihuahua. Se sabe que
pasó gran parte de su infancia y parte de su adolescencia como interno en una
escuela de mejoramiento social para menores conocida como El Tribunal debido
a que su madre no podía tenerlo con él dada la pobreza material de su existencia. A los 16 años hace su debut en el cabaret Noa Noa en Cd. Juárez interpretando temas como “Adoro”, “Yo te amo”, “Harlem español”, etc. Posteriormente
decide probar fortuna en la Ciudad de México y estando ahí es acusado de robo,
pasa año y medio en el penal de Lecumberri, sale libre por falta de pruebas y la
cantante Queta Jiménez “La prieta linda” lo recomienda con su entonces compañía disquera RCA con quien lanza su primer disco. Su primer nombre artístico
fue Adán Luna sin embargo lo cambiaría por Juan Gabriel el cual lo deriva de
dos iguras masculinas esenciales en su vida: toma el Juan de Juan Contreras,
Juanito, un ex músico de banda que había perdido el sentido del oído y a quien
Juan Gabriel considera como su maestro de música y de vida, Juanito se convirtió en una igura paternal esencial mientras Alberto estuvo en El Tribunal; el
Gabriel lo toma del nombre de su padre Gabriel Aguilera; como un apelativo cariñoso la gente lo llama Juanga (Olivares 2012, 8). Probablemente es el cantante
hispano más cantado o interpretado a nivel mundial, sus canciones han sido
traducidas al inglés, japonés, portugués, ruso e incluso turco.
En 1971 grabó su primer éxito “No tengo dinero”, que vendió 2 millones de
discos; se grabó en japonés y portugués.3 Juan Gabriel adquirió total independencia sobre su obra, cosa extraordinaria dentro de la industria musical mexicana, ya que a partir de una batalla legal con su otrora disquera BMG pudo obtener y retener los derechos creativos y de explotación de sus canciones. Es hoy
por hoy el máximo generador de ingresos por regalías en la Sociedad de Autores
y Compositores de México (SACM). Fue el primer intérprete de música popular en
dar un concierto en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, en 1990,
acompañado de la Orquesta Sinfónica Nacional. Sus colaboraciones con otros
3 Veáse una versión en http://www.youtube.com/watch?v=ajYYuFO0MyU (Consultado: 23
de septiembre 2016).
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intérpretes son conocidas siendo la más recordada la de Rocío Dúrcal con quien
consiguió ventas por más de 30 millones de discos. Abundan en la radio los programas dedicados a su música como “La hora de Juan Gabriel” programa mítico
de Radio Centro. La calle donde nació, otrora 5 de mayo, lleva ahora su nombre
como parte de un homenaje que en 2003 realizó el gobierno de Parácuaro. Cuenta con más de 1500 canciones, algunas han sido interpretadas por más de 300
cantantes nacionales e internacionales. Realizó 5 películas entre 1974 y 1981
como El Noa Noa, Mi vida, Del otro lado del puente, Nobleza ranchera y En esta
primavera. Paradójicamente en sus inicios laborales en la Ciudad de México trabajó como corista de los cantantes baladistas Angélica María, Estela Nuñez y
Roberto Jordán quienes posteriormente cantarían sus temas. Tiene dos días dedicados en su honor el 17 de diciembre en las Vegas y el 5 de octubre en Los
Ángeles. En el año 2007 su ex secretario Joaquín Muñoz lanza el libro–biografía
Juan Gabriel y yo donde pone al descubierto la supuesta homosexualidad del
intérprete (Muñoz 1985). En varias ocasiones se le preguntó sobre su homosexualidad a lo que de manera categórica contestaba “lo que se ve no se juzga”
frase que dio pie a una interpretación vaga del asunto. Nunca se casó de manera
legal y tuvo cuatro hijos con Laura Salas a quien siempre consideró como su mejor amiga, desde el 2007 era abuelo.
Además de su supuesta homosexualidad, entre sus escándalos se cuenta que
el año 2000 fue noticia por sus problemas iscales, pues se hablaba de la condonación de su millonaria deuda con el isco a partir de su apoyo musical a la campaña del otrora candidato del PRI (Partido Revolucionario Institucional) a la presidencia Francisco Labastida.4 Nuevamente, por sus problemas con el isco, fue
arrestado en 2005, además de relacionar su nombre con el narco cuando se publicó que había amenizado una iesta de los jefes del cártel de Cali (Otero 2007).
La última especulación sobre la sexualidad del cantante se dio a principios del
2011 cuando se mencionó que se casaría con un joven cantante de 35 años, esta
información se mantuvo en calidad de rumor (Flores 2011). Debido a todos sus
méritos artísticos, Alberto fue y será conocido como el Divo de Juárez.
Juan Gabriel analizado
Desde la perspectiva académica, la igura de Juan Gabriel ha servido como objeto de estudio en diversas ocasiones. Entre otros trabajos, se pueden encontrar:
la tesis de Stacey Sowards Juan Gabriel and audience interpretations: Cultural
impressions of efeminacy and sexuality (1997); un texto de Rodrigo Laguarda
4 Juan Gabriel presentó por primera vez su nuevo tema político en el AcaFest del 2000.
Véase http://www.youtube.com/watch?v=EEBFXefF08U (Consultado: 5 de junio 2016).
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“Vamos al Noa Noa: de homosexualidad, secretos a voces y ambivalencias en la
música de Juan Gabriel” (2002); el ya clásico trabajo de Gustavo Geirola “Juan
Gabriel: cultura popular y sexo de los ángeles” (1993); un texto de Antonio Marquet “Un desafío llamado Juan Gabriel” (2005), y, inalmente, todo lo que Monsiváis escribió sobre el cantante (2007). En el caso del trabajo de Sowards, la igura de Juan Gabriel sirve para explorar su recepción en términos de su sexualidad
ambigua entre sus seguidores en los Estados Unidos; Sowards utiliza en parte el
trabajo de Geirola quien en su artículo analiza la letra de algunas canciones del
cantautor utilizando marcos analíticos de la lírica medieval y española; Geirola
trata de alguna manera —aunque no es su in último— de dar un sentido a una
narrativa de la identidad de manera autorreferencial en la letra de las canciones;
Laguarda, en su texto, encuentra un vínculo entre la música de Juan Gabriel a
nivel de la lírica con la coniguración de lo gay en un entorno urbano; Marquet
plantea algunos elementos para una discusión futura sobre la igura de Juan Gabriel como la autenticidad, la idolatría y la subversión, entre otros. Si bien estos
trabajos resultan importantes en la discusión sobre el cantante, ninguno de
ellos habla o trata directamente con los aspectos musicales o de performatividad musical del sonido en sí, es decir, de la música, del aspecto sonoro y cómo
vincular a ello cuestiones como la identidad, la sexualidad, el deseo y la construcción de género.
En su texto, Rodrigo Laguarda plantea la conexión entre la lírica de las primeras canciones setenteras de Juan Gabriel con ciertos espacios vinculados con
una nueva coniguración de lo gay en México forjada a partir de ciertos elementos provenientes del extranjero en términos culturales. Lo que no se resuelve en
esta discusión es cómo se genera parte de este vínculo. Una posible explicación
puede venir de asociar el sonido de la música de Juan Gabriel con otros que durante la década de los setenta quedaron aianzados en la construcción de la
identidad gay desde una perspectiva mucho más transnacional.
La música Disco impactó la década de los setenta de manera rápida a nivel
de gusto, popularidad y ventas. Muchos cantantes solistas emergidos del llamado sonido Motown poco a poco comenzaron a surgir como iguras de la música
Disco. El característico sonido Motown —tanto en los llamados Girly Groups
como en los solistas— como el ritmo estable, el uso de ensamble de cuerdas, las
modulaciones sencillas sin complicaciones y las voces aniñadas de las cantantes femeninas, dio el salto hacia lo que se deiniría como sonido de la música
Disco. Barry White, Diana Ross (sin las Supremes), los Jackson Five, Stevie Wonder, por mencionar algunos, comenzaron a coquetear con este nuevo estilo haciendo el cambio de lo Motown a lo Disco.5 La música Disco contemporánea5 Los Girly Groups eran ensambles de voces femeninas como The Supremes y The Ronet-
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mente conviviría con el Hard Rock, un incipiente Heavy Metal, el Glam Rock, el
Folk Rock, el Art Rock entre otros.6 Los setenta serían, entre otras cosas, años
de la música Disco en los cuales prevalecería la igura de la Diva Disco; no hubo
una sola, puesto que aparecieron diversas cantantes que disputaron en su momento tan renombrado título: Donna Summers, Gloria Gaynor, la misma Diana
Ross entre muchas otras. Cabe señalar que la música Disco ha sido ampliamente analizada en términos de su vínculo con la representación y el activismo gay
de tal década y posteriores.7 El sonido de Juan Gabriel de estos años retoma
mucho del sonido disco y de la vocalidad de la Diva. En su ampliamente conocida canción “Noa Noa” no sólo la letra nos habla del lugar de “ambiente donde
todo es diferente”, “ambiente” vocablo asumido en su contexto sociohistórico
como referente del entorno gay del bar (Russo 2009), la vocalidad de Juan Gabriel sugiere también este rasgo de festividad nocturna. El Noa Noa fue el primer establecimiento nocturno importante donde Juan Gabriel comenzó a cantar cuando vivió en Ciudad Juárez Chihuahua, el bar fue demolido en 2007
(Villalpando 2007).
La voz de Juan Gabriel es característica en términos de timbre y rango, la
mayoría de sus canciones están escritas para ser cantadas en un registro agudo,
desaiante en términos vocales para la voz masculina estándar que tiende a cubrir un registro medio y grave. La gestualidad es otra de sus características, la
voz de Juanga en el “Noa Noa” tiene inlexiones asociadas con el goce y el gemido del placer, por supuesto esto no lo inventa Juan Gabriel, sino que es un rasgo
característico de ciertas prácticas musicales afroamericanas, desde los Girly
Groups por ejemplo, The Supremes en su éxito “Baby Love” donde la voz de Diana Ross se presenta muy aguda, hiperbolizada en el rango vocal, casi aniñada.
Este efecto también es llevado al máximo en la música Disco muy característico
de Donna Summers en “Love to love you baby” donde la voz de la Diva es hiperbolizada en los gestos como “uhh ahh” y no tanto en el rango vocal agudo, se
aspira de manera constante algunas consonantes como la h para dar la sensación psicoacústica de intimidad. Mientras que el rango vocal agudo es característico de Gloria Gaynor en su ya clásica canción “I will survive”. Sobre la vocalidad de Juan Gabriel se ahondará más adelante.
tes; algunos de los más célebres cantantes solistas de la música Motown fueron Marvin
Gaye y Barry White.
6 Algunos exponentes fueron Led Zepelin (Hard Rock), Black Sabbath (Heavy Metal), David
Bowie (Glam Rock), Bob Dylan (Folk Rock), Pink Floyd (Art Rock), entre otros.
7 Veáse los trabajos de Fred E. Maus, “Glamour and evasión: the fabulous ambivalence of
the Pet Shop Boys”, Popular Music, vol. 20, núm. 3, (2001): 379-393; Nadine Hubs, “’I will
survive’: musical mapping of queer social space in a disco anthem”, Popular Music, vol. 26,
núm. 2, 2007: 231-244.
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El sonido disco en la música de Juan Gabriel es más que un fenómeno acústico, tiene que ver con la sensibilidad. Richard Dyer señala que existen tres características primordiales en el sonido de la música Disco que hacen que la sensibilidad aparezca: el erotismo, el romanticismo y el materialismo (Dyer 1992,
149-158). Estas tres características se pueden encontrar en el sonido de Juan Gabriel de la década del setenta, pero me centraré en las primeras dos. El erotismo
ocurre en la música del cantautor cuando se da a partir de una experiencia del
cuerpo y no del alma o del corazón como lo harían las baladas de la época. El
marcador musical más importante para demostrar este aspecto es el ritmo. Es
por ello que el “Noa Noa” ejempliica bien esto, el ritmo estable de la canción y
su construcción: un ritmo binario bien establecido en la percusión eléctrica que
genera un efecto de drum machine tan característico de la música Disco en términos de tecnología musical; la textura se ve enriquecida con el sonido de la guitarra eléctrica y todo esto sucede en dos estrofas más un estribillo. La persistencia del ritmo permite a Juanga yuxtaponer otros elementos que irrumpen la
estabilidad misma, por ejemplo, acelera el fraseo de ciertas palabras, emite sonidos guturales que emulan placer corporal, repite ciertas palabras y, por supuesto, va de la mano con su invitación: “¿quieres bailar esta noche? Vamos al Noa
Noa, vamos a bailar”. En el análisis de la música disco se ha encontrado un fuerte vínculo entre esta práctica musical con el sonido (ritmo y textura) de lo latino
que se vincula con aspectos propios de las prácticas musicales afroamericanas
que son comunes a ambas como por ejemplo el ritmo, las síncopas, la textura,
etc. (Hubs 2007, 231-244); en este sentido, el “Noa Noa” se podría pensar como
una frontera sonora que refuerza esta convergencia, eso sin mencionar que la
canción de Juan Gabriel geográicamente se encuentra deinida a partir de una
frontera: Ciudad Juárez. Esta característica fronteriza también permite identiicar en la canción un cierto aire de música country especíicamente en la guitarra
eléctrica. El “Noa Noa”, con su ritmo binario estable, permite la emergencia de
todos esos elementos vocales inestables.
Al hacer esta asociación entre la música disco vinculada al entorno gay de
los 70 en los Estados Unidos en ciudades muy especíicas como Los Angeles, San
Francisco y Nueva York y la asociación con la música de Juan Gabriel se da un
fenómeno de homogenización de lo gay, como un tipo de forma deseo —concretado en el baile, la gestualidad vocal y el goce de éste— de norma disidente,
porque no converge con el corazón y el alma, pero que de manera casi contemporánea impone una idea de lo gay como totalizante en la experiencia del cuerpo. De acuerdo con Dyer, el romanticismo en la música Disco se da cuando a
partir de la experiencia del cuerpo se viven situaciones que alejan al individuo
de su rutina, de su día a día, y le permiten tener una experiencia de vida distinta; la alienación y el escape están al centro de esta experiencia en la música Dis-
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co (Dyer 1992, 156). La música Disco es para entretenerse, para pasarla bien y
en ese sentido —menciona Dyer—, la experiencia romántica de la música disco
radica es su condición de alternativa al día día (Dyer 1992, 156). El “Noa Noa” es
la alternativa en la narrativa de Juanga, es este sonido el que marca que los límites de la vida cotidiana no son los límites de la experiencia del cuerpo. Por lo
tanto, se podría empezar a pensar en el sonido Disco de Juan Gabriel como una
frontera sonora entre lo cotidiano y lo alternativo.
Si bien Geirola plantea un análisis desde la perspectiva literaria de la lírica
de Juan Gabriel, el sonido y el subtexto quedan de lado. En “Yo no nací para
amar”, otra canción de la década de los setenta, hay pautas que refuerzan la noción del romanticismo que además juega y evoca la ambigüedad de su identidad sexual (heterosexual–homosexual) al presentarnos un recuento biográico,
habla de la añoranza del amor a sus 16 años de vida.8 En esta canción, Juan Gabriel evoca a una igura rariicada en términos de género no tanto en su vocalidad sino en su posición como sujeto dentro de la misma sonoridad. Reversa las
reglas de la historia de triunfo–tragedia de manera explícita algo que de alguna
manera sólo las vocalistas pueden hacer dentro de la tradición de la balada en
español de inales de los años 70 y principios de los 80.9 Desde luego, este mecanismo también puede ser observado en otras prácticas musicales como el
caso de la vocalistas de blues de la primera mitad del siglo XX, casos como el de
Besie Smith, mujeres que hablaban de sus tragedias, de cómo lidiar con ellas,
cómo enfrentarlas, cómo llorarlas (Kun 2005, 86-112). Esto es inusual, sólo las
mujeres tienen esa capacidad de expresión tan directa sin rodeos, Juan Gabriel
lo hace sin miramientos mostrando un sentimiento de melancolía, de tristeza,
de tragedia personal, sin revelar nada, absolutamente nada sobre la identidad
sexual de ese amante/pareja añorada. Juan Gabriel así se muestra como una
“cadencia femenina” de manera metaforizada en la deinición del término por
parte de Willi Apel (1970), muestra un aspecto de inestabilidad: ¿a quién añora
Juanga? El hecho de que Juanga pueda revertir su posición de sujeto en la balada atendiendo a ésta como una vertiente musical que en su narrativa tiende a
estabilizar la condición heteronormativa del deseo (hombre–mujer o mujer–
hombre), le permite realizar una transición que revierte la celebración patriarcal de las mujeres cantantes, por lo tanto, la identidad de Juanga queda expuesta como una identidad deseante en el contexto de la expresión del deseo
femenino; en otras palabras se transforma de Diva a Divo, Divo de Juárez. Juan-
8 Véase Juan Gabriel, “Yo no nací para amar”, http://www.youtube.com/watch?v=0KPDB_Sil5I (Consultado: 1 de octubre 2016).
9 Por ejemplo, en canciones como “Mudanzas” de Lupita D’Alessio o “Ni princesa, ni esclava” de Vicky Carr, “Él me mintió” interpretada por Amanda Miguel.
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ga estriba una vez más en revertir las posiciones de género en la balada, habla
del sueño y de la realidad, habla de la búsqueda y sobre todo de la espera. En
este sentido logra su cometido, son las mujeres las que esperan: esperan al
príncipe azul, esperan la menstruación, esperan la maternidad, esperan la llamada después de la primera cita, esperan el regreso del esposo al hogar, esperan a los hijos, etc. En “Yo no nací para amar” se revierte esta espera, él espera
al amor, espera ser conquistado, espera que su sueño se haga realidad. Su espera es femenina.
Debo hacerlo todo con amor: la vocalidad de Juan Gabriel
10 Existe una versión en DVD de este concierto: Juan Gabriel, Juan Gabriel en el Palacio de
Bellas Artes, México: Sony, 2002. Se sugiere ver el siguiente video: Juan Gabriel, “Debo hacerlo” http://www.youtube.com/watch?v=gjPyFVLkkL0 (Consultado: 5 de junio 2016).
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El tema de la felicidad y el amor es recurrente en las canciones de Juan Gabriel;
de alguna manera extiende la idea melancólica y de añoranza de “Yo no nací
para amar” en “Debo hacerlo”, una canción en tonalidad menor, de larga en extensión; en su versión discográica tiene una extensión aproximadamente de
nueve minutos y medio. Mientras que “Yo no nací para amar” conserva esta idea
de que las tonalidades menores generan un sentido de tristeza o melancolía,
“Debo hacerlo” irrumpe esta noción; la característica más evidente es su mezcla
de ritmos y asociaciones con lo latino e ibérico. Ésta es una canción bailable
pero dentro de la lógica del Europop de los años noventa. Mezcla el pop, el lamenco, el paso doble y la rumba; el ritmo marcado por las congas —a veces generado por el sintetizador— y las castañuelas ponen énfasis en su aspecto bailable. “Debo hacerlo” aparece en el álbum del mismo nombre, sin embargo, para
propósitos del análisis haré referencia a la versión que presentara Juan Gabriel
en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México en 1990;10 esta canción y en
especial este performance me ayudará a analizar cómo la música de Juan Gabriel logra generar una experiencia queer de manera colectiva que va más allá
de la idea generalizada de que Juan Gabriel es gay y por lo tanto hay un relejo
directo de esto en su música. Si la versión discográica ya es extensa la interpretación en Bellas Artes de “Debo hacerlo” lo es todavía más pues llega a casi 13
minutos totales. No es cosa menor que Juan Gabriel haya llegado al Palacio de
Bellas constituido simbólicamente como el recinto nacional para la música culta
o academizada, para la música de concierto, donde el mariachi, el bolero, la canción ranchera, el pop o la balada simplemente no tienen —o no tenían— cabida.
En esta versión Juan Gabriel se hace acompañar de la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida en ese momento por Enrique Patrón de Rueda.
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A diferencia de “Yo no nací para amar”, en “Debo hacerlo”, Juanga se posiciona en una situación de control de la emoción. El sentido de la lírica también podría equipararse de manera gemelar a otro éxito del pop español durante los 80
“Mi gran noche” éxito de un cover en italiano en la voz de Raphael, el otro divo,
pero esta vez español, el “Divo de Linares”. Juan Gabriel presenta como eje central de la narrativa el asunto de la soledad, aquella que hace enloquecer, pero en
lugar de quedarse en la lamentación de su propia soledad propone una posible
solución: el amor. “Debo hacerlo”, en su ritmo, en su textura y en su construcción musical evoca de alguna manera también el ambiente festivo del bar, de la
vida nocturna, pero en este caso hay rasgos nuevos diversos a aquellos mostrados durante los años setenta. Como se señaló anteriormente, uno de los factores más interesantes del performance de Juan Gabriel es su vocalidad, es decir,
su voz. Como ha sido analizado por musicólogos, la voz se ha convertido a lo
largo del desarrollo musical occidental en un símbolo de sensualidad, sexualidad y erotismo.11 Hablar en términos de la vocalidad implica pensar en dos factores importantes sobre la voz cantante, por un lado, el timbre y, por otro, el
rango vocal. La voz, a diferencia de otros instrumentos musicales, es inherente
al ser humano, esto es, no se encuentra fuera o en un entorno externo al cuerpo.
La voz tal vez es uno de los marcadores de identidad más fuertes en el ser humano, al punto tal que funciona como un articulador del mundo íntimo de la
subjetividad o de la razón con un mundo exterior; cuántas veces no se escuchan
frases como “darle voz a tus pensamientos” o tener “voz pero no voto”, o hablar
de la “voz del pueblo”, entre otras muchas. A lo largo de la experiencia musical
occidental ha habido casos en las diferentes vertientes musicales que muestran
los alcances de la voz en términos de identidad. Dentro de la vertiente de la música académica tal vez el ejemplo más estudiado a nivel de sexualidad y género
ha sido el caso de los castrati, una voz que algunos historiadores han considerado como la perfecta máquina vocal: un rango vocal agudo femenino capaz de
cubrir los rangos vocales de una contra alto y una soprano y el cuerpo, la capacidad torácica y muscular, de un hombre; o la característica voz sintetizada de
Lori Anderson en “Oh Superman” dentro de las vanguardias del siglo XX, la gestualidad hiperbolizada en la voz de Cathy Berberian en “Sequenza III” de Luciano Berio, etc. En la música popular los ejemplos abundan, desde la voz de Cher
modiicada por el Vocoder en “Believe”, pasando por la ríspida y grave voz de
“Big Mama” Thorton en “Hound Dog”, o la plasticidad de la voz de Jef Buckley
en “Hallelujah”, o la voz aniñada de Justin Bieber en “Baby”, sólo por mencionar
algunos ejemplos. En este sentido la voz de Juan Gabriel resulta indispensable
11 Como ejemplo véase el trabajo de Paul Robinson, «The Opera Queen: A voice form the
Closet.» Cambridge Opera Journal, vol. 6, núm. 3, (1994): 283-291.
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para poder entender su performance musical. Su rango vocal es extenso, logra
cubrir casi tres octavas de rango hacia el registro superior con lo cual es capaz
de generar agudos que en términos de estándar una voz masculina no podría
lograr. Esta lexibilidad vocal lleva a pensar en el timbre, aquellas características
acústicas que hacen que sea posible el reconocimiento psicoacústico de una
fuente sonora como tal, es decir, el timbre permite no confundir el sonido de
una tuba con el sonido de un piano y además al otorgarle sentido al timbre, en
el caso de la voz, permite reconocer ciertas inlexiones y su connotación social,
por ejemplo, es el timbre lo que hace que no confundamos una voz enojada con
una voz tranquila.12
Lo interesante del timbre ocurre cuando éste viene considerado como sonido performado (Eidsheim 2009). Esta noción implica que el timbre es un elemento que viene moldeado de acuerdo a ciertas expectativas y condiciones socioculturales y no es meramente una proyección pasiva sobre una determinada
audiencia. Por lo tanto, cuando se trata de canciones o de música y letra, o sonido y letra, el timbre juega un papel determinante no sólo en la narrativa de la
lírica o de la canción sino también en la participación y la subjetividad del intérprete y de la audiencia. En “Debo hacerlo” Juan Gabriel explota su habilidad para
llegar a notas del registro agudo, de hecho, comienza su interpretación en el
registro más agudo de su voz clamando “Necesito un buen amor, porque ya no
aguanto más”, esta primera frase al presentarse en tal registro pareciera como
una especie de clamor o de grito. Como se sabe, al gritar se explota el registro
agudo de la voz humana esto con la inalidad de que al producir frecuencias
más altas el sonido pueda ser escuchado a mayor distancia de su fuente original, además, en el aparato vocal la voz busca los llamados resonadores naturales, esto es, cavidades en el cráneo y la cara que permiten magniicar la amplitud del sonido y por lo tanto el volumen. La voz de cabeza como es llamada en
la técnica vocal del bel canto es lo que permite una ampliicación natural sin
necesidad de aquella eléctrica o electroacústica. Este primer clamor del intérprete es una expresión del deseo, el deseo por el amor. Durante casi toda la canción Juan Gabriel se mantiene en su registro agudo haciendo de su vocalidad
una muestra de virtuosismo. Se podría argumentar que a partir de esta habili-
12 Desde la perspectiva acústica habrá de recordarse que son los armónicos o series de
armónicos los responsables del timbre. Los armónicos es la secuencia matemática en la que
aparece el sonido considerado musical. Cuando escuchamos una nota especíica no escuchamos un solo sonido, sino que escuchamos una serie de sonidos que están organizados
de manera matemática, esto sucede a partir de un fenómeno psicoacústico, el cerebro humano decodiica este orden matemático y le otorga sentido. Los armónicos están relacionados con la frecuencia (número de ciclos por segundo en una onda sinusoidal) de onda. La
frecuencia está dada en Hz.
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dad vocal, Juan Gabriel se ratiica como un virtuoso al más puro estilo de los
virtuosos del siglo XIX, a la manera de la igura del compositor–intérprete, aquel
capaz de componer piezas únicas que sólo pueden ser interpretadas por él mismo, ya sea por su diicultad técnica o por el estilo interpretativo y por lo tanto
la expresión de una subjetividad particular.13 Después de ese grito inicial Juanga invita a su audiencia a cantar a bailar a vivir; la toma audiovisual permite ver
a la audiencia fuera de sus lugares, bailando, aplaudiendo y gozando, el Palacio
de Bellas Artes se transforma.
Suzanne Cusick se pregunta ¿y qué si la música fuera sexo?, y argumenta
que el sexo o la relación sexual es una manera de intimidad a través del placer
físico de manera compartida, aceptada o dada, es una manera de relacionarse
con el mundo, y así como el sexo la música es una experiencia que puede volver
a mostrar cómo el individuo se puede relacionar con su entorno y abrirse subjetivamente a él, Cusick plantea el concepto de musicosexualidad (Cusick 1994,
67-84). El planteamiento de Cusick abre la posibilidad de cuestionar cómo la
música articula el placer y el deseo. En “Debo hacerlo” Juan Gabriel explora con
su voz estos dos aspectos. En la narrativa de la canción el amor es la cura para
la soledad, sin embargo, una vez más Juan Gabriel no habla del amor de una
mujer o de un hombre, no hay una deinición a ese nivel para el amante añorado
curador de soledades. Ahora bien, el intérprete construye una tensión constante
en su registro agudo, pero llega a un punto máximo cuando hiperboliza sus gestos de placer: gime, grita, gruñe; todo esto acompañado de sus movimientos
corporales: se contonea, mueve las caderas, interactúa con el público, gesticula
el dolor, sufre, se agacha, y realiza los pasos de la rumba de manera artiiciosa
y jocosa. En su interpretación escénica, Juan Gabriel enuncia un tipo de experiencia identitaria con un sentido de ironía, sus caderas son irónicas en su movimiento acompañado de la rumba, Juan Gabriel genera un espacio donde se
pierde lo heteronormativo ya que no son las caderas masculinas de Elvis, pero
tampoco son las de Tongolele o las de Selena.
En todo este performance es evidente la voz en falsetto que utiliza Juan Gabriel para sus gemidos, gritos y gruñidos. El falsetto es una técnica vocal que
permite al cantante llegar a tonos más agudos que su rango normal o establecido; este efecto se produce a partir de una extrema relajación de las cuerdas vocales al paso del aire y la vibración de éstas ocurre en los ligamentos y no en
todo el cuerpo de las cuerdas, es una falsa o vibración parcial. El término falsetto
es el diminutivo del italiano falso, tal vez el ejemplo más claro es cuando un
hombre adulto imita la voz de un niño pequeño, para lograr la imitación debe
falsear su voz. Esto llevaría a pensar que el falsetto es una voz antinatural sin
13 Aquí me reiero a la igura del virtuoso del siglo
XIX
como Paganini, Chopin o Lizst.
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embargo, en el caso de Juan Gabriel y su gesticulación vocal, su falsetto se convierte en un factor súper–natural es decir por encima de lo esperado, se abre una
nueva dimensión, donde está el goce y el placer del cuerpo, es esta una frontera
sonora entre el cuerpo que goza y el deseo que anima tal estado. Al hacer esto
Juan Gabriel muestra una experiencia íntima ante los ojos de un público determinado; trasgrede la norma donde el sexo, como experiencia de intimidad, es
algo que sólo atañe a los interesados. Coloca a su público en una postura voyerista, de alguna manera Juan Gabriel sale a través de su voz. Y si bien su cuerpo
coadyuva al performance de este momento de intimidad es la vocalidad, su falsetto, el elemento que evoca la sexualidad y la sensualidad. Es en este momento
del performance cuando es posible observar el high camping de Juan Gabriel
quien toma muy seriamente su intimidad, pero no se burla de ella, sino que genera algo artiicioso, divertido y elegante como expresión de la misma.14
Uno de los rasgos más importantes de las canciones de Juan Gabriel es que
para generar textura vocal utiliza capas superpuestas en armonía de su propia
voz. En sus presentaciones en vivo generalmente utiliza coristas para generar polifonía o recursos de llamado–respuesta en varias de sus canciones. En esta versión en vivo de “Debo hacerlo” Juan Gabriel recurre al efecto del eco en su voz para
acrecentar la textura vocal. El eco es un recurso acústico que ocurre debido a ciertas condiciones físicas de un determinado espacio. Puede ser escuchado como una
multiplicación de iguras audibles; el eco modiica y desorienta el origen que lo
produce suplanta la fuente sonora primaria por una serie de proyecciones y propagaciones en el espacio y en tiempo. De alguna manera el eco se presenta como
una transformación de la perspectiva, modiica la claridad y la estabilidad de un
determinado sonido. Al hacer uso de este recurso, la voz de Juan Gabriel no es
unitaria sino se presenta de manera fragmentada y por lo tanto su identidad no es
transparente. Con el eco como efecto, Juan Gabriel canta a manera de reiteración
“yo necesito de alguien para no sufrir, yo necesito de alguien para no llorar” pero
nunca menciona ni aclara quién es ese alguien. Esto genera confusión que va de la
mano con la poca claridad de su propio performance sobre el escenario. Esta serie
de reiteraciones añade humor en el performance vocal/escénico, y este humor
como categoría genera un poder de transgresión sistemático, cumple con la expectativa: Juan Gabriel no es heterosexual, Juan Gabriel… ¿es homosexual? El Europop de los años 90 se presenta justamente como una forma confusa en términos
de sonido a partir de que en éste convergen o pueden converger toda una serie de
diversas vertientes musicales, habrá de recordarse entre ellos la música electrónica, el house, el pop mismo entre otros haciendo del Europop algo no ijo en términos de sonido, el Europop incluso recurre a un exotismo musical. Juan Gabriel se
14 Utilizo el término high camping de Christopher Isherwood.
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alinea con este sonido haciendo que su narración en “Debo hacerlo” no sea ija en
términos del sujeto añorado, pero ija en cuanto al sujeto deseante. El sonido Europop de Juan Gabriel funciona como una táctica para entrar al mundo del Otro,
en este caso esa otredad puede ser desde el otro femenino/masculino o el otro en
términos de estar en concordancia con el sonido de los años 90, el sonido mainstream del pop europeo. Como táctica, el sonido de “Debo hacerlo” funciona al permitirle manipular su ambivalencia sexual relejada en sus gestos corporales y vocales para generar una oportunidad de expresividad del deseo mismo, un deseo
sin sexualidad aparente. Para Juan Gabriel, el amor es importante en su vida y señala: “El amor lo aprendí así, con mis amigos gay en Ciudad Juárez… con las prostitutas. No me acostaba y nadie se acostaba conmigo, pero una persona a quien
amabas era con la que no tenías sexo; el verdadero amor.” (Olivares 2012, 8). Así,
Juan Gabriel considera al amor como un elemento no vinculado de manera directa
con la experiencia del cuerpo. En “Debo hacerlo” menciona constantemente “debo,
puedo, quiero, tengo el derecho de vivir”, “debo hacerlo todo con amor”, para Juanga ese poder, deber y querer está relacionado con su concepto del amor. Aquí se
genera otra disonancia, al proclamar su derecho de vivir está invocando el control
de la situación, el control de sus emociones, por lo tanto, se podría pensar que
construye una identidad masculina, no es el rasgo femenino de perder la cabeza
por alguien sino todo lo contrario, busca la solución a su problema el desamor y
la soledad; inspira una masculinidad en control. Al contario de en “Yo no nací para
amar” Juan Gabriel no espera sino actúa.
En esta interpretación Juan Gabriel logra una musicosexualidad que se traduce en una experiencia queer colectiva. Juanga no busca, a través de los elementos analizados, tener una relación ni amorosa ni íntima con su audiencia. A
través de su performance logra trasgredir ciertos parámetros de lo establecido
como normal. El Palacio de Bellas Artes, ícono de la música académica, se convierte así en un espacio cultural para que Juan Gabriel muestre a su audiencia
una experiencia subjetiva de su propia intimidad tanto aquella del cuerpo como
aquella de los sentimientos. Los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional también sucumben ante la invitación a la trasgresión y olvidan por un momento la
rigidez de su cuerpo y dan rienda suelta al baile junto con la audiencia que incluye tanto a público en general como a políticos de aquel momento. A través
de su interpretación Juan Gabriel interactúa, pero también resiste la heteronormatividad. El europop le sirve a este cantautor para convertir su musicosexualidad en una experiencia queer y no meramente homosexual de la que la audiencia es testigo, pero también partícipe. La música de Juan Gabriel rompe con
ciertos esquemas propios de la música mexicana, su música no es marginal sino
todo lo contrario es la expresión del deseo amoroso o del deseo sexual lo que la
hace relevante porque tal expresión es ambigua, es disonante.
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Juan Gabriel, Alberto, el Divo, se coloca como un elemento clave de y para
la cultura popular. Muestra, construye y de–construye la ambigüedad misma
que lo llevó a ser quien fue y quien seguirá siendo: Juanga.
Glosario
Castratti: del singular castrato, cantante masculino castrado antes de la pubertad con la inalidad de mantener su voz infantil, o voz blanca. Su incursión principal fue durante el periodo Barroco en la ópera.
Europop: estilo que comenzó a aparecer en los años setenta pero que se redeinió durante la década de los noventa. Presenta una combinación de diversos estilos y géneros que de manera conjunta se ensamblan en el ritmo del pop, del
house y en algunos casos usan el ritmo de la rumba lamenca.
Llamado–respuesta: recurso derivado de diferentes prácticas orales y musicales
africanas. Consiste en alternar entre las diferentes voces de una composición o
entre el intérprete y su audiencia. La idea es marcar la diferencia de las diferentes voces involucradas de manera alternada.
Modulación: en la música tonal se conoce así al proceso de cambio de una tonalidad a otra. Se puede mostrar de manera simple y también compleja.
Motown: el nombre lo toma de la combinación del vocablo Motor y Town (Motor
Town) como se conocía la ciudad de Detroit y sus alrededores en las décadas del
1960 y 1970 debido a la producción automotriz del lugar. Berry Gordy fue el
empresario responsable de fundar Tamla Records que después cambiaría su
nombre a Motown Records. Se grababa música de intérpretes afroamericanos
para audiencias de carácter mixto.
Rango vocal: reiere a una serie de intervalos o notas musicales que una voz humana puede cubrir en términos de producción vocal.
Ritmo binario: se denomina así a un tipo de ritmo simple que presenta una subdivisión de dos o de múltiplos de dos por ejemplo 2/4. De igual manera se considera estable.
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Intervalo: se deine así la relación y espacio que existe entre dos notas musicales. Está fundamentado en un sistema matemático de ainación.
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Textura: desde la percepción auditiva, se entiende como una consistente combinación de líneas melódicas que pueden presentarse de manera polifónica o contrapuntística.
Tonalidad menor: en el sistema musical tonal-occidental se deine una tonalidad
menor a partir de la disposición de los tonos y semitonos que existen en los intervalos de una determinada escala. La tonalidad se ve reforzada por un centro
tonal, un sistema de acordes y sus funciones. Una tonalidad menor posee un
semitono entre el grado dos y tres, un semitono entre el siete y el ocho.
Vocoder: un tipo de sintetizador de voz, su nombre derivado de voice coder (vocoder), desarrollado en la década de los años 30, pero su uso más amplio se dio
en los años ochenta. Modiica la voz humana y la convierte en un sonido digital.
Vocalidad: serie de dispositivos expresivos producidos por la voz humana por
ejemplo, gestos, gemidos, gritos, acentos, inlexiones, etc.
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Débora D’Antonio*
La sexualidad como aleph de la prisión
política argentina en los años setenta1
Resumen | Me interesa en este texto trabajar la articulación de género y sexual en el campo
de fuerzas que se dio en la prisión entre el Estado y las personas apresadas por razones
políticas en la Argentina de los años setenta. La penalización de la condición de género y
sexual en la prisión política fue utilizada como una estrategia para ultrajar, doblegar y redoblar los efectos deshumanizantes, despersonalizantes y destructivos de la estrategia
represiva. La violencia ejercida en las cárceles durante este periodo muestra cómo la estructura de género reaparece constantemente para reairmar al poder represivo. De allí que
la sexualidad y el género puedan ser identiicados como un aleph que permite observar a
los cuerpos como territorios donde se dirimieron lógicas de poder pero también de resistencias.
Sexuality as an aleph of political incarceration in Argentina in the 1970s
Abstract | In this article I will explore sexual and gender articulations in the battle of forces inside Argentine prisons between the state and political prisoners in the 1970s. Penalizing political prisoners for their gender and sexual status was a strategy developed to
abuse, subdue, and double the dehumanizing, depersonalizing, and destructive efects of
repressive policies. Violence in Argentine jails at the time reveals how gender structures
resurface in order to reassert repressive power. Thus, sexuality and gender may be identiied as an aleph that allows us to look at bodies as the ield where the logics of power, but
also of resistances, were fought.
Palabras clave | sexualidad, género, prisión política, violencia, desubjetivación
Key Words | sexuality, gender, political encarcelation, violence
Recibido: 27 de febrero de 2017. Aceptado: 16 de marzo de 2017.
* Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora del Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la misma casa de estudios y del Consejo
Nacional de Investigaciones Cientíicas y Técnicas (CONICET).
Correo electrónico: deboradantonio@correo
1 Este texto es una adaptación de la conferencia que ofrecí en el Centro de Investigaciones
Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de
México (CEIICH–UNAM) en noviembre del 2016, en el marco de una estancia breve en el Programa de Investigación Feminista.
D’Antonio, Débora. «La sexualidad como aleph de la prisión política argentina en los años setenta.»
Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 43-56.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2017.11.61322
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Introducción
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DESDE EL GOLPE de Estado de 1955 y por más de veinte años Argentina estuvo
atravesada por la imposibilidad de resolver la crisis de dominación política
abierta con el desplazamiento por la fuerza del general Juan Domingo Perón de
la presidencia de la República. El proyecto de exclusión del peronismo, que
abarcó a distintos gobiernos militares y civiles, no admitió por años la consolidación de un sistema de gobernabilidad. Con el propósito de cerrar esta crisis,
en 1966, se instauró la primera dictadura institucional de las Fuerzas Armadas
inspirada en la Doctrina de Seguridad Nacional. Encabezado por el general Onganía, el nuevo gobierno, lejos de pretender reinstaurar el “orden”, se postuló
instituyente al proponerse llevar a cabo cambios estructurales (O’Donnell 1996).
A tal in, clausuró todos los canales de participación política legales e impuso
un clima cultural fuertemente retrógrado y tradicionalista (Manzano 2005; Eidelman 2015). El intento de disciplinar a la sociedad civil se fue tornando cada
vez más coactivo, a medida que de manera espontánea u organizada los distintos grupos sociales y políticos rechazaban estas prácticas autoritarias. El Estado
trazó por entonces una línea cada vez más persecutoria hacia la protesta obrera
y estudiantil, la actividad de las organizaciones de la izquierda y el peronismo
revolucionario y, particularmente, la actividad de los grupos armados. Simultáneamente se fue implantando una legislación adecuada para prevenir o directamente erradicar toda oposición política, social o cultural de corte izquierdista.
No se trató de una modiicación aislada sino de una creciente institucionalización de la violencia por parte de un Estado que había proscripto a los partidos
políticos, intervenido la universidad pública e impuesto silencio e intimidación
a las formas insumisas de activismo sindical.
La creciente militarización, profesionalización y articulación de los aparatos
represivos fue de la mano de la conculcación de mayores derechos individuales,
políticos y sociales. De este modo, cuando los militares controlaron nuevamente
al Poder Ejecutivo en 1976, con lo que se conoce como la dictadura más sangrienta de la historia argentina, todos estos instrumentos coercitivos tenían ya
al menos una década de desarrollo. De modo tal que este periodo histórico debe
ser concebido como una unidad histórica en la que los conlictos sociales fueron
procesados desde y por el Estado de modo cada vez más violento.
La mayor parte de las investigaciones producidas sobre la violencia perpetrada por la última dictadura militar se concentraron en los aspectos más clandestinos e invisibles de la represión, soslayando el carácter procesual que adquirieron las contradicciones sociales a lo largo de varias décadas (D’Antonio
2016). Sin embargo, es precisamente cuando el análisis se centra en la experiencia de los centros clandestinos de detención cuando resulta difícil establecer
conexiones con la creciente institucionalización de la violencia anterior a 1976,
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pues la forma que adviene con el golpe no tiene precedentes, más allá de algunos casos aislados, aunque no por ello poco signiicativos (Andújar y D’Antonio
2008). El foco de análisis exclusivo puesto en esta fase de la violencia reforzó
en la historiografía local una mirada excepcionalista de la experiencia del último régimen militar, aparejando una especial valoración de las rupturas por sobre las continuidades y de las anomalías e irregularidades más que en las líneas
históricas de largo plazo (Vezzetti 2002; Romero 2007; Franco y Levín 2007).
Ha resultado fructífero para mí centrar el análisis en instituciones de histórica constitución como las cárceles del Servicio Penitenciario Federal en tanto se
convirtieron en referencia fundamental del Estado Nacional en los años sesenta
y setenta para el control del delito político. Entre 1966 y 1976, las instrucciones
carcelarias, la reglamentación interna de las fuerzas de seguridad y la ley penitenciaria operaron como marco regulatorio general que atravesó a distintos gobiernos constitucionales y militares, instando a una uniformidad institucional
que fue utilizada, de modo cada vez más progresivo, en favor de la lucha contra
la “subversión” (Rubano 1994; Garaño 2008; D’Antonio y Eidelman 2010).
Si bien es cierto que la violencia en las cárceles de los años de la última dictadura tuvo límites más precisos que en los centros clandestinos de detención,
la violencia estatal —fuera legal o ilegal, visible u oculta— estuvo anudada a un
proceso político uniicado que no puede analizarse fragmentariamente ni en
términos de escalas de sufrimientos de las víctimas.
Mi lectura sobre este proceso histórico sugiere que esta tensión entre lo
oculto y lo visible constituyó una dialéctica que el mismo Estado terrorista alentó y que fue estructurante de la legitimidad conseguida. La prisión política y el
modo en que ésta se articuló con otros aspectos de la represión estatal enlazaron la dinámica particular de esta institución con la relación más general del
régimen en torno a lo que ocultaba y lo que dejaba ver. En el marco de esta estrategia compleja, las cárceles y las personas presas por razones políticas fueron la cara pública y maniiesta de la represión y ocuparon un lugar central para
que pudiesen existir más de 600 centros clandestinos de detención y cientos de
miles de desaparecidos.
Sabemos que el Estado moderno funda su legitimidad naturalizando el monopolio y el uso de la fuerza, por lo que la exhibición pública de la arbitrariedad
de ese uso, lo erosiona como tal. Pero en momentos de fuerte ascenso de lucha
entre las clases, el Estado y sus fuerzas de seguridad tienden a expresarse de
modo cada vez más coactivo. Es allí cuando al Estado se le plantea la necesidad
ambivalente de, por un lado, visibilizar su coerción para amedrentar a quienes
pretenden impugnar el orden social y, por otro lado, invisibilizar su violencia,
para que ésta no genere el efecto contrario al deseado, esto es, socavar al poder
estatal mismo. De modo tal que, por ejemplo, el régimen militar ostentaba su
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carácter represivo en términos físicos en las calles y a nivel simbólico en sus
discursos, a la vez que esquizofrénicamente negaba tal carácter mediante la
producción activa de ignorancia en torno a las bajas por desaparición y asesinato día tras día.
Lo que se mostraba de la prisión legal se desplegó como negación de lo que
se ocultaba del encierro y la represión clandestina, y a la vez este mecanismo
tuvo un correlato en el género. Si bien no propongo realizar una analogía estricta entre el juego de visibilización e invisibilización con que se estructuró la represión estatal con la visibilización e invisibilización de género que operó en la
represión hacia las mujeres y varones presos políticos, es posible observar en el
análisis ciertas congruencias en ambos niveles. Por caso, el encierro femenino
fue el que privilegiadamente ocupó el rol más ostensible ya que se centralizó en
la cárcel de Devoto, una unidad penitenciaria metropolitana de la ciudad de Buenos Aires. Los varones, por su parte, sufrieron un mayor ocultamiento por parte
del Estado pues fueron movilizados permanentemente de un penal a otro con el
objetivo de impedir la creación de lazos de sociabilidad estables entre ellos. Muchos fueron alojados en penales muy retirados de las ciudades más importantes
del país como es el caso del penal de Rawson en la Patagonia o el penal de Resistencia al límite noroeste, en la frontera con el Brasil y el Paraguay. De este modo,
la visibilización de la prisión femenina y la invisibilización del encarcelamiento
masculino se constituyó en relación inversa a los roles de género que los militares promovían en su discurso público que implicaba el coninamiento doméstico
para las mujeres y la libertad en la arena pública para los varones.
El régimen militar subvirtió el orden de género y sexual en los espacios de
encierro ocultos a los ojos de la sociedad yendo contra su propia prédica restauracionista en torno a las atribuciones de género tradicionales. De este modo, la
veneración que se practicaba en el discurso público hacia las madres se oponía
por el vértice al trato dado a las mujeres militantes a las que convertían primero
en desaparecidas y luego les secuestraban a sus hijos e hijas. Algo similar a lo
que les sucedió a las presas políticas en tanto el poder penitenciario puso todos
los mecanismos institucionales al servicio de la interferencia del vínculo entre
ellas y sus niños y niñas. En este sentido, la visibilidad de las prisioneras políticas resulta al menos paradójica dado que se colocaba en la “vidriera” solo a las
subjetividades femeninas abyectas, en este caso, a las que habían abandonado
sus destinos de género. Atribuciones decimonónicas que implicaban que su politización no podía ser tomada en serio por su falta de celo para estos menesteres por estar inclinadas “naturalmente” al orden hogareño. Es por ello que estas
mujeres eran para los penitenciarios más locas que peligrosas.
La concentración de presas políticas en el penal de Villa Devoto puso en juego, además, la masculinidad del régimen mismo, pues las “mostraban”, exhi-
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biendo a la vez, “caballerosidad” e “indulgencia”. Esta performance masculina
del Estado era utilizada conjuntamente para imponer la feminización de los varones sometidos a la represión. Se podría decir en otras palabras, que el agente
del encierro se representó como un varón y la víctima del encierro, aunque se
enclavara en un cuerpo masculino, devenía mujer en términos de estructura de
poder (Segato 2003; Sirimarco 2004)
En síntesis me interesa reparar en este texto en la articulación de género y
sexual en el campo de fuerzas que se dio en la prisión entre el Estado y las personas apresadas por razones políticas. La violencia ejercida en las cárceles durante este periodo permite no perder de vista cómo la estructura de género
reaparece insistentemente para reairmar al poder represivo. La penalización de
la condición de género y de la sexualidad fue utilizada como una estrategia para
ultrajar y doblegar y colocar a los presos y presas políticos en posición de víctimas y no de adversarios políticos con el propósito de redoblar los efectos deshumanizantes, despersonalizantes y destructivos de la estrategia represiva. De
allí que la sexualidad y el género puedan ser el aleph desde donde mirar a los
cuerpos como territorios en los que se dirimieron tanto lógicas de poder como
de resistencia.2
Modernización y disciplinamiento
Si el sistema penitenciario desde muy tempranamente en Argentina destinó un
lugar dentro de su agenda a la represión de los opositores políticos, lo que se
convierte en una novedad desde ines de la década de los años 60, es el redoblamiento de este rol a partir del fuerte ascenso del conlicto social y de la contribución directa, desde mediados de la década siguiente, con las fuerzas armadas. En este nuevo contexto histórico, el Estado pasó a interesarse menos en el
control social del mundo criminal y más en la sujeción de los grupos política y
socialmente rebeldes.
La prisión argentina comenzó a formar parte de este sistema represivo cada
vez más centralizado y la violencia jugó un rol fundamental en esa profundiza-
2 El Aleph es un cuento de Jorge Luis Borges (1945) que ha alcanzando notoriedad internacional, entre otros motivos, por la polisemia interpretativa que el mismo conlleva. Desde
mi punto de vista el “Aleph” como núcleo de la narración de este cuento fantástico se constituye en el punto de mira que contiene a todos los otros puntos de mira: una suerte de
lugar pleno desde donde se puede observar y narrar. El uso coloquial que le doy a este
concepto en este texto sugiere una analogía con el rol que la perspectiva de género ofrece
al estudio del pasado reciente en tanto no es un mero marco teórico agregativo sino que
por el contrario es un punto de vista que posibilita una revisión global y conjunta de las
dinámicas históricas de la represión estatal durante este periodo histórico.
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ción de las transformaciones carcelarias. Hasta ines de los años sesenta las cárceles habían funcionado con un criterio ortopédico que tenía por propósito devolver a la persona detenida a la sociedad. A los varones que habían violado la
ley, el objetivo era transformarlos en trabajadores respetuosos del orden, y a las
mujeres en buenas esposas y amas de casa. De este modo, la reforma de la persona delincuente se llevaba a cabo a través del trabajo, el deporte, las oraciones
religiosas, y cierto bienestar material y psicológico en el encierro. Sin embargo,
a partir del advenimiento del ciclo de dictaduras de los años sesenta y setenta,
ya no se dispuso de un espacio para la rehabilitación y reforma de los sujetos
caracterizados de subversivos, tal como sí lo había pretendido y puesto en práctica el sistema penitenciario en la primera mitad del siglo XX para el delincuente
común (Caimari 2004).
El proceso de reforma y especialización del sistema penitenciario guardó
relación estrecha con una estrategia represiva del Estado más global e integral,
congruente con el ideario antisubversivo dominante durante la Guerra Fría tanto en Argentina como en otros países latinoamericanos. Este fue un asunto, por
otra parte, que se tornó particularmente decisivo a la hora de homogeneizar
ideológicamente al personal penitenciario con los miembros de las fuerzas armadas. El Servicio Penitenciario Federal (SPF) tuvo entonces una puesta en valor,
fundamentalmente a través de una creciente especialización de sus prisiones.
Muchas unidades fueron refundadas adquiriendo el sistema penitenciario una
mayor unidad como aparato de control político. Uno de los ejes de esta nueva
etapa fue la creación de un servicio de inteligencia propio y la formación de su
personal con ideas aines a la Doctrina de Seguridad Nacional, centrada en la
persecución del enemigo interno, comunista y subversivo (Bossio–Haulet 2003).
La transformación modernizadora que efectivamente franqueó al SPF implicó, por un lado, la ampliación o construcción de establecimientos penitenciarios
y, por el otro, su jerarquización con el in de graduar la peligrosidad de presos y
presas de acuerdo con criterios ciertamente políticos más que sociales. Se aplicaron procedimientos y reglamentos enmarcados en una lógica de “guerra interna” que provocaron un deterioro paulatino de la calidad de vida en el encierro.
En este contexto, la dimensión de género fue un elemento constituyente de
la tecnología disciplinadora. Tanto el sistema penitenciario como el poder militar en sus técnicas represivas de control tuvieron al género como el principal
organizador. Se ensayaron prácticas de desfeminización, desmaternalización y
de patologización de la sexualidad en el caso de las mujeres. Y los varones por
su parte fueron esencialmente castigados en aquellos lugares del cuerpo que
afectaban su virilidad. Asimismo, esta tecnología represiva produjo en los espacios no visibles como los calabozos o las celdas una “subversión” de género por
parte del personal penitenciario, llevando a cabo vejaciones sexuales contra las
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prisioneras y los prisioneros a contra pelo del discurso público “restaurador”,
familiarista y heterosexista. En el próximo apartado desarrollaré estos aspectos.
Sexualidad y género como formas particulares de disciplinamiento
3 Estas estrategias que se ensayaron contra las mujeres y, como veremos, también contra
los varones presos políticos, se montaron sobre las características centrales del sistema de
sexo–género (Rubin 1986).
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Como se señaló anteriormente la “modernidad carcelaria” no sólo no trajo aparejado el decrecimiento de la violencia represiva del Estado sino que, por el contrario, la misma se profundizó al calor del ascenso del conlicto social. Es por
ello que, por ejemplo, en las cárceles del Estado terrorista donde estuvieron alojadas las mujeres no primó una resocialización acorde con las pautas de género
—como practicaron por décadas las religiosas de la congregación del Buen Pastor encargadas del encierro femenino hasta comienzos de los años setenta—,
sino a un cúmulo de estrategias de desubjetivación.
El concepto de desubjetivación alude al momento en el que el sujeto, atravesado por los modos históricos en los cuales cada sociedad representa y apuntala
esta conformación diferenciada en sentido estricto del inconsciente, es objetalizado o menoscabado en su ser (Bleichmar 2004). En este sentido los intentos de
desmantelar los anudamientos de distintos aspectos y registros, simbólicos,
imaginarios, públicos, íntimos y privados, redundaron y se materializaron, en el
caso de las presas políticas en sujeción de las identidades de género y sexuales
en tanto constelaciones organizadoras de la subjetividad. Este avasallamiento se
cristalizó en prácticas de desmaternalización, de desfeminización y de patologización del género y la sexualidad.3
La desmaternalización se practicó contra aquellas presas que portaban la
condición de madres. En la cárcel de Devoto existía un pabellón donde estas
mujeres podían convivir con sus hijos hasta que alcanzasen los dos años de
edad. Sin embargo, esta convivencia se daba en condiciones de higiene, de alimentación y, en general, de salubridad muy deplorables. Los niños y las niñas
solían enfermarse todo el tiempo pues no había agua caliente, los vidrios estaban rotos y no contaban ni con mantas ni con colchones en buen estado. El “pabellón de las madres” estuvo siempre al límite de las epidemias y por ende de la
supervivencia. Dicho de otro modo, se les permitía a estas mujeres permanecer
con sus vástagos pero ejerciendo una fuerte violencia institucional contra ellas
y sus hijos.
El proceso de desmaternalización se profundizó posteriormente por medio
de una medida disciplinaria muy severa que fue la de obligar a las madres a des-
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prenderse de sus hijos de las celdas a los seis meses de edad. Si bien esta orden
no alcanzó el mismo nivel de violencia que en los centros clandestinos de detención donde a las mujeres secuestradas les quitaban a sus hijos inmediatamente luego de parir para luego asesinarlas; la penitenciaría las forzó a separarse de sus hijos, coniriéndoselos a los familiares cuando los había o, en su
defecto, amenazándolas con entregarlos en adopción a personas desconocidas
o a dejarlos en la Casa Cuna 4 o en cualquier otra institución hospitalaria. En
efecto, las fuerzas armadas y penitenciarias a la vez que estimulaban mecanismos para suscitar que las presas cediesen en adopción a sus hijos promovían
adopciones ilegales a ojos vista (Villalta 2012; Regueiro 2013).
El decreto reglamentaba, además, que las presas políticas sólo podían recibir visitas comprobando, por medio de una documentación adecuada, los vínculos iliales. En consecuencia quedaba totalmente prohibida la comunicación con
los seres queridos presos que no acreditasen este vínculo de un modo oicial. En
oportunidades sucedía que a las presas no solo se las alejaba de sus hijos o hijas sino también de sus compañeros y padres de esos niños con los que de golpe no estaban casadas o no contaban con los papeles que pudiesen probar el
vínculo. Se atormentaba además a las madres presas políticas manipulando la
correspondencia. Es así que los dibujos que llegaban dentro de las cartas tenían
muchas veces impreso el sello de censurado sobre el mismo trazo infantil. Conjuntamente no podían tomar contacto físico con sus pequeños, las visitas se
realizaban detrás de un panel de vidrio y eran escuchadas y vigiladas por personal penitenciario, quitándole al encuentro todo rasgo de intimidad.
La estrategia de desfeminización penitenciaria no resulta en mi lectura de la
disminución de las características asociadas con el potencial biológico reproductivo femenino, tal como podría explicarlo el discurso médico, sino con la
tecnología represiva que articula el poder penitenciario y militar para menguar
todo elemento subjetivante de las mujeres en términos sexuales. Es con este in
que a las presas se les quitó lo que el mismo régimen postulaba como tareas
“naturales” del mundo femenino, me reiero a aquellas asociadas con las labores
que emulan en el penal la vida doméstica (tareas de limpieza, de cocción de alimentos, de confección de prendas, entre otras). El objetivo en este caso fue ensayar una fuerte violencia simbólica quitándoles incluso todo rasgo de una feminidad normativa. Los penitenciarios las desnudaban empuñando armas de
guerra, les cortaban el pelo al ras, les daban una vestimenta carcelaria informe
y no les permitían usar paños de contención del lujo menstrual. Aunque no ha4 El Hospital General de Niños Dr. Pedro de Elizalde, conocido popularmente como Casa
Cuna, es la institución pediátrica más antigua de América. Históricamente se destacó por
contar con talentosos profesionales de la medicina así como por su capacidad asistencial
al ofrecer durante décadas asilo a las niñas y niños abandonados.
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yan existido violaciones sexuales masivas en las cárceles, la humillación del
cuerpo físico se unía por medio de estos elementos a la desubjetivación de género y sexual y con ello se apostaba simultáneamente a la degradación de cada
una de estas mujeres en términos políticos.
Como se adelantó en la introducción, el discurso del régimen militar feminizaba “tradicionalmente” a las mujeres solo en una faz visible de su accionar, pues
puertas adentro las patologizaba tratándolas de locas. La estrategia de patologización consistía en anular la racionalidad femenina y reducirla a una subjetividad
“anormal” y por tanto también “subversiva” como suelen ser clasiicadas las locas.
En este sentido, la tecnología represiva cuando sexualiza a las presas políticas les
atribuye características que el mismo discurso militar caliica de enfermas y anómalas. El mote de locas funcionó como una atribución despolitizante que tenía el
doble objetivo de degradarlas como militantes a la vez que como mujeres. Parafraseando a Marcela Lagarde, la tarea de asignar la locura como cualidad deviene
entonces de la trasgresión de la feminidad esperable (Lagarde 1997). Son entonces connotadas negativamente, anuladas y degradadas en su feminidad, y desde
la visión de la corporación militar resultan además degeneradas.
En síntesis, la locura, la virilización y el antimaternaje son todos atributos
que resitúan a las presas políticas en un cautiverio “simbólico” que sobreviene
de la necesidad de degradar su sexualidad y de la relación que ellas pueden entablar con otros cuerpos sexuados. Un cautiverio que se rearticula en clave de
género con el cautiverio político disciplinario.
Por su parte la tecnología que los militares y penitenciarios utilizaron para
disciplinar a los presos políticos varones tuvo también por eje producir un intenso proceso de desubjetivación. Si bien el objetivo explícito del régimen penitenciario–militar era ocasionar la destrucción ideológica y política de los varones
presos políticos, la desubjetivación, como en el caso de las mujeres, se consumó
en términos de una lógica de género desmasculinizadora que se manifestó por
medio de un ataque al cuerpo físico de los presos políticos.
En el caso de los varones presos en el penal de Rawson, en la lejana Patagonia, la dominación a través del eje sexual tuvo una estrategia metódica. Analizándola es posible vincular la desestructuración política a los efectos de devastación de los rasgos básicos de la masculinidad que se expresó centralmente en
el quebranto del cuerpo y en la sexualización de la tortura.
Si fuertes diferencias ideológicas separaban a las fuerzas de seguridad de
los militantes políticos en el encierro, la representación de la masculinidad y la
forma de vivenciarla sin embargo, asemejaban a ambos grupos entre sí por medio de estándares de destreza física y resistencia corporal. Cuando los militares
perfeccionaron el modo de quebrar el espíritu de lucha de los presos políticos
vislumbraron la posibilidad de vulnerar la integridad de estos varones, desmas-
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culinizándolos. Esto se expresó, por un lado, en la imposición del régimen carcelario de mantenerlos encerrados durante 23 horas al día, obligándolos a estar
recostados en sus camastros dentro de pequeñas celdas ocasionándoles entumecimientos, inlamaciones y edemas. Por otro lado, porque la alimentación
que ofrecía el penal no superaba las 450 calorías diarias. Una insuiciencia energética que redundó en una disminución notable del peso y de la masa muscular
por carencia de vitaminas, proteínas y minerales y que, en una fase posterior,
derivó en cuadros de desnutrición, trastornos hormonales, cuerpos láccidos y
en la caída del vello. El proceso de desmasculinización se sirvió de distintos instrumentos para devastar físicamente a los presos políticos y éste, a la vez, incluyó la escasa y en oportunidades nula atención médica.5
Según testimonios que ofrecieron los presos políticos en distintas oportunidades, sobre todo en los dos primeros años de régimen militar, entre 1976 y
1978, se aplicaron la mayor cantidad de torturas físicas. La golpiza era un tormento que tenía como objetivo quebrar física y moralmente a los militantes con
el in de convertirlos “en seres atemorizados, recelosos y dóciles por efecto del
terror”.6 La cárcel de esta etapa no sólo privó a los varones de su fuerza física
sino que cuando aplicó tortura física lo hizo particularmente en las zonas del
cuerpo que al menos en nuestra cultura resultan fundantes de la masculinidad
misma: los genitales. Es así que con bastones de goma y manoplas de acero golpeaban directamente en los órganos sexuales y reproductores, pero incluso
cuando las torturas no apuntaban directamente al aparato genital, seguían teniendo por propósito, devastar los lugares del cuerpo que connotaran peculiaridades masculinas como el vello de las axilas o los bigotes.
Otras veces la dominación adquiría carácter sexual resultando de ella una
abierta violación con objetos como palos o armas de varones a otros varones,
como una suerte de rito de “admisión”. La institución penitenciaria intervenía en
esa primera instancia de recepción con gran fuerza simbólica, delimitando una
economía distributiva del poder sexual. La “penetración” de los presos por parte
del poder penitenciario militar muestra, por un lado, la posibilidad de extremar
la desmasculinización del preso político a través de la sodomización y, por otro
lado, la constitución de los penitenciarios en sujetos institucionales a la vez que
en sujetos sexuales. Distintos testimonios muestran que los agentes más dinámicos en la lucha contra la “subversión”, que además eran premiados por ello, en5 Algo notable que merece ser señalado es que el programa de desmasculinización no aparejó un plan de despaternalización. Y si no hubo un acorralamiento explícito en este punto
fue porque el régimen penitenciario asumía que los varones quedaban fuera del cuidado
infantil pues este era caliicado como propio del mundo femenino.
6 Citado en causa N.° 500/80 sobre apremios y torturas en el Penal U6 de Rawson. Ver fojas
1050 y 1051. Material obrante en el Archivo Nacional de la Memoria (ANM).
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tendían que su masculinidad quedaba a resguardo por ser ellos los penetradores
sexuales, ya que al no ser sodomizados no colocaban en entredicho su heteronormatividad. Este acto violatorio en el que se sublima el pene a través de un instrumento fálico como puede ser un palo de escoba o el caño de un arma de fuego
sirve para reairmar a los penitenciarios en la (re) producción de su masculinidad.
Reflexiones finales
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En este trabajo permeado por los estudios de género y de la sexualidad he puesto de maniiesto que ambos factores son nodales a la hora de comprender lo sucedido en la prisión política de los años setenta. Si bien la relación entre la invisibilización y la visibilización de la lógica represiva no es equivalente como se
ha planteado a la lógica del sistema sexo–género, ambas están delimitadas por
marcos similares y se entrelazan de manera inextricable, a punto tal, que la invisibilización de las cuestiones de género en el análisis obtura la posibilidad de
pensar la relación entre lo visible y lo invisible en la tensión entre el Estado, la
violencia y la sociedad civil.
El ejercicio de poner en foco la dimensión históricocultural del género y de
la sexualidad en su construcción, desarrollo, aplicación y resultado de una política estatal implica interpretar a esta más allá de un mero producto mecánico
de intereses corporativos o de la crueldad inmanente de las dictaduras sudamericanas. Justamente, el despliegue de esa perspectiva y de los enlaces en los que
reverbera, me ha permitido poner en escena los dispositivos yuxtapuestos que
determinaron que la prisión política se subdividiera entre la cárcel “vidriera”
para las mujeres (Villa Devoto) y la cárcel lejana, oculta y más represiva para los
varones (Rawson). Una división que muestra que los roles de género se entrelazan con aquello que se podía visibilizar y aquello que se debía ocultar. En efecto, el proceso represivo estuvo marcado por cuestiones de género que se observan en la evolución del encierro mismo. Las cárceles legales no tuvieron por
objetivo inicial el exterminio masivo que se ensayó en los centros clandestinos
de detención pues se intentó “transformar” a las y los detenidos por medio de
técnicas de disciplinamiento rigurosas y reglamentos restrictivos. Mas esta política no se mostró del todo efectiva pues las presas y los presos siguieron defendiendo su carácter politizado, lo que llevó al poder penitenciario–militar a
aumentar la coacción y a eliminar progresivamente cada vez más derechos. Empero, a partir de 1976, ya no alcanzó con esta supresión y se emprendió un plan
de destrucción de la subjetividad con la inalidad última de desarticular todo
tipo de oposición política al interior de los penales. En este proceso de desubjetivación se puede ver el modo en que operó la represión de lo femenino y de lo
masculino. A las mujeres presas ya no se intentó resocializarlas en roles de gé-
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nero tradicionales, sino desmaternalizarlas, desfeminizarlas y patologizar su
sexualidad. En el caso de los varones, las acciones del personal penitenciario se
dirigieron a desmasculinizarlos y a desvirilizarlos para desde allí ahondar en un
derrumbe físico, político y moral.
Si la destrucción ideológica fue el objetivo del régimen esta se enlazó de hecho con el sistema sexo–género. Se trató de una pretensión de destrucción subjetiva que se manifestó articulada con el ataque al cuerpo físico y a la masculinidad
o la feminidad de las personas presas. De este modo, las políticas de destrucción
de la subjetividad genérica que el régimen practicó de manera oculta en los espacios de encierro fueron la contracara de lo que las autoridades militares clamaban
en sus discursos públicos. En estos últimos primaba una prédica restauracionista
de los roles de género acorde con una hipotética cultura argentina derivada de la
tradición occidental y cristiana. Pero contradictoriamente, el régimen militar estimuló en las cárceles una fuerte subversión de los sentidos atribuidos en el discurso público al género y a lo sexual. Los militares desplegaron públicamente una
retórica de las madres como pilares fundamentales de la familia a la vez que secuestraron a los hijos de las mujeres prisioneras en los campos de detención
clandestinos e intentaron quebrar el lazo de las presas políticas con sus hijos e
hijas en las cárceles legalizadas. La maternidad fue de este modo válida solamente para aquellas mujeres que no impugnaban el orden social, pero para quienes
eran disidentes el Estado reservaba un ataque directo a su subjetividad que incluía subvertir las propias representaciones que el régimen manejaba sobre la
cuestión de género. En el penal de Rawson, en tanto, se intentó dominar a los varones obligándolos a prácticas que no fortalecían el sistema normativo de sexo–
género sino que, por el contrario, constituían un desafío a su propia existencia.
Así, los penitenciarios subvirtieron sus roles tradicionales y se asumieron como
penetradores sexuales, trastornando los sentidos deseados socialmente sobre el
sexo y el género. La dictadura militar que se presentaba como garante de los roles
de género y de la familia misma en realidad no hizo más que alterar estas reglas
en los espacios ocultos o semiocultos a la sociedad.
Los análisis del género y la sexualidad en las ciencias sociales han tendido a
enfatizar solamente el carácter emancipatorio de la subversión de roles, identidades, prácticas y representaciones. Por este motivo, tal vez, el enlace de estas
dimensiones haya pasado desapercibido para buena parte de estos estudios ya
que bajo la experiencia de la última dictadura la subversión del género y la
sexualidad no tuvo ese carácter liberador. No se trata de negar que la desestabilización de una estructura sexo–genérica opresiva pueda ser efectivamente liberadora sino de subrayar que no todas las impugnaciones a esta estructura tienen
en sí mismo un carácter emancipador. En esa dirección creo que es posible airmar que la diicultad de concebir o encuadrar las formas autoritarias de la des-
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estabilización sexo–genérica ha constituido un obstáculo epistemológico para
comprender cabalmente la experiencia de la dictadura en este punto y en las dinámicas represivas más generales. En consecuencia, he caracterizado el régimen
militar más allá de su discurso explícito de restauración de la opresión sexual y
de género, recuperando críticamente la ambivalencia que de hecho este instaló
al respecto. El legado de esa ambivalencia permite comprender en mejor grado
cómo se articularon los clivajes de género y de la sexualidad en las décadas siguientes. No resulta casual que el desmoronamiento del régimen militar conllevara, casi inmediatamente en los primeros años 80, a la legalización del divorcio
vincular, la patria potestad compartida y el resurgimiento de un activismo feminista, primero, y de las diversidades sexuales, después. Contra sus propósitos,
el autoritarismo del ataque al género y a la sexualidad se constituyó en un saber,
que con el advenimiento del Estado de derecho fue resigniicado en aras de fomentar las consecuencias emancipatorias que la dictadura intentó conjurar.
Tal como lo planteara Michel Foucault (1989) el encierro carcelario nunca ha
logrado conjurar el mal que desea eliminar pues la cárcel misma es la experiencia del fracaso de la reforma de los recluidos a la vez que imagen intimidatoria
para el resto de la sociedad.
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Gisela Kozak Rovero*
Después de la izquierda, el despertar del
individuo: feminismo, apropiación cultural
y agenda lésbica
Resumen | El propósito de este artículo es el estudio de la mujer lesbiana a partir de tres
aspectos: a) la revisión del feminismo lésbico teórico relacionado con el pensamiento de
izquierda; b) la aparición pública de la lesbiana como resultado de la apropiación de diversas herencias culturales literarias y audiovisuales; c) la posibilidad de una agenda política a partir del enfoque de las capacidades desarrollado por la ilósofa liberal Martha
Nussbaum.
Beyond the left, the awakening of the individual: feminism,
cultural appropriation and lesbian agenda
Abstract | The purpose of this article is the study of lesbian women from three aspects: a)
the revision of lesbian feminism theoretical related to left thinking; b) the public appearance of lesbian as a result of the appropriation of various cultural heritages literary and
audiovisual; c) the possibility of a political agenda based on the capabilities approach developed by the liberal philosopher Martha Nussbaum.
Palabras clave | lesbianismo–teoría–feminismo–agencia–individuo–sujeto–cultura
Key Words | lesbianism–theory–feminism–agency–individual–subject–culture
Durante mucho tiempo, la cultura popular romántica de todo el mundo —con
sus fórmulas de engaño e inspiración— y lo que sobrevive de... ideologías
liberales y socialistas se han unido para prender fuego al mundo entero. Sin
embargo, la izquierda no ha podido cumplir con su responsabilidad de
continuar esta obra transformadora. De hecho, la izquierda está perdida.
Roberto Mangabeira Unger (2010, 9)
Recibido: 4 de marzo de 2017. Aceptado: 29 de marzo de 2017.
* PHD, profesora titular e investigadora en la Universidad Central de Venezuela, narradora
y ensayista.
Correo electrónico: gisela.kozak@gmail.com
Kozak Rovero, Gisela. «Después de la izquierda, el despertar del individuo: feminismo, apropiación cultural
y agenda lésbica.» Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 57-77.
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Introducción
PROPONGO EN estas páginas escritas dentro, fuera y a veces en contra del pensamiento de izquierda (marxista, postmarxista, decolonial o postmoderna), clave
en el latinoamericanismo en cuyo seno me formé, el abordaje del lesbianismo
como problema teórico, crítico y político a partir de los siguientes aspectos: a)
la revisión del feminismo lésbico teórico; b) la aparición pública de la lesbiana
relacionada con la apropiación de diversas herencias culturales; c) la opción de
una agenda política a partir del enfoque de las capacidades desarrollado por la
ilósofa liberal Martha Nussbaum. Junto a Nussbaum, otros dos ilósofos como
son Roberto Mangabeira Unger y Seyla Benhabib, además del sociólogo Danilo
Martuccelli y la novelista Sarah Waters, acompañarán las siguientes líneas, apenas un esbozo de un trabajo más amplio a desarrollar en el futuro.
El feminismo lésbico: el individuo1
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El individuo es aquel que enfrenta experiencias sociales, no necesariamente
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actúa, no necesariamente las resuelve, no necesariamente sale airoso (como
es el caso en el pragmatismo). Es alguien que está obligado (condenado diría
Sartre) a tener que enfrentar experiencias vitales y esa dimensión experiencial
es la que a mí me parece muy rica. A condición, por supuesto, de lograr dar
con el carácter histórico y estructural de las pruebas propias a cada sociedad
Danilo Martuccelli (2010a, 7)
Judith Butler, teórica mayor de la teoría queer, hizo una aportación clave al
plantear la imposibilidad de un sujeto mujer o sujeto mujer lesbiana cuyas rei1 Kathya Araujo (2009, 146) deine al individuo a partir de tres instancias distintas:
“En primer lugar, solemos designar con él a lo que podemos llamar el individuo de hecho.
Es decir, la unidad material elemental, el “todo concreto ‘atómico’” (Legros 2006, 78), que
podemos reconocer como nuestro semejante. Se trata de un uso que podemos situar a un
nivel descriptivo indicativo.
En segundo lugar, la denominación individuo suele ser utilizada para designar la unidad
mínima pasible de reconocimiento normativo asociado a la pertenencia a una comunidad
política, el individuo fundamento de la ciudadanía. En este caso nos encontramos en un nivel
normativo abstracto.
En tercer lugar, la noción de individuo se utiliza para apelar a la unidad elemental social, la que normalmente ha sido concebida como un conjunto atributivo dinámico más o
menos deinible, el que tendría una función explicativa importante respecto a las modalidades o naturaleza de la acción a nivel social, se apunta a un nivel descriptivo dinámico
situado históricamente.”
Para Danilo Martuccelli, el interés clave se centra en el individuo en tercera instancia tal
como lo deine Araujo.
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vindicaciones, identidad y agencia pudieran ser compartidas universalmente
(1999, 31-32). El sujeto es visto por Butler como un conjunto de posiciones en
el lenguaje marcadas por las categorías que se sumaron en Estudios Culturales
y en la teoría poscolonial a la de clase social de origen marxista: raza, nacionalidad, etnia, orientación sexual, cultura (1999, 28). Su capacidad de agencia, es
decir, de transformación de sus condiciones de existencia, está limitada por los
alcances del poder como entramado discursivo de autoridad y obediencia que
produce al mismo sujeto que busca impugnar el orden establecido (1999, 27). El
sujeto mujer lesbiana es producto del orden discursivo que la condena; solamente puede airmarse en su cualidad paródica respecto al orden del género
(1999, 73-74). Esta visión (sin duda enlazada con el debate sobre la modernidad
que tuvo como protagonistas a iguras como Gianni Vattimo, Michel Foucault,
Jean-François Lyotard y Jacques Derrida) deine la postura respecto al individuo
del feminismo postmoderno, descartado en favor del sujeto.2 Se trata de una interpretación de la muerte del hombre, recordando a Michel Foucault, en términos de la impugnación del sujeto masculino de la razón ilustrada, al cual se le
suponía dueño de su destino personal, amén de tener la capacidad de transformar la historia y conocer el mundo a través de la ciencia y la ilosofía; este sujeto, amén de dominar la naturaleza por medio de la tecnología, pretendió universalizar la revolución socialista o el liberalismo político y económico como
panaceas universales para los males económicos, políticos y culturales del mundo.3 En este mismo orden de ideas, el feminismo poscolonial (su variante latinoamericana recibe el nombre de decolonial bajo la inluencia en particular de
2 Kathya Araujo (2009, 146) nos recuerda que la palabra individuo “Se ha usado para referirse con él esencialmente al locus en el que se desarrolla el trabajo de producción de sujeto. Sujeto, este sí, que según estas posiciones, daría cuenta, en última instancia, de la lógica de la acción del individuo concebido como unidad mínima de análisis en lo social y de
lo social”.
3 Indica Seyla Benhabib (2005, 2):
“La contrapartida feminista al tema posmoderno de “la Muerte del Hombre” puede denominarse la “Desmitiicación del Sujeto Masculino de la Razón.” Mientras los posmodernos sitúan al “Hombre”, o al tradicional sujeto soberano de la razón teórica y práctica, dentro de
prácticas sociales, lingüísticas y discursivas contingentes, históricamente cambiantes y
culturalmente variables, las feministas reclaman que el “género”, y las diversas prácticas
que contribuyen a su constitución, es uno de los contextos más cruciales en los que situar
al supuestamente neutro y universal sujeto de la razón. La tradición ilosóica occidental
articula las estructuras profundas de las experiencias y la conciencia de un yo que dice ser
representante de los humanos en general. Pero en sus categorías más profundas la ilosofía
occidental oblitera diferencias de género que coniguran y estructuran la experiencia y la
subjetividad del yo. La razón occidental se presenta como el discurso de un sujeto idéntico
a sí mismo, ocultándonos y deslegitimando de hecho, de ese modo, la presencia de lo otro
y de la diferencia, que no encajan en sus categorías.”
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Walter Mignolo y Santiago Castro Gómez) contempla a este sujeto masculino de
la razón universal (y en general al individuo) como una creación del occidente4
patriarcal que desafía el sentido comunitario de las reivindicaciones de las mujeres subalternas, tal como plantea Gayatri Spivak (1998, 29) cuando denuncia
la impostación de la voz de estas por el feminismo académico y político de Estados Unidos y Europa.
En el contexto de esta marea posestructuralista hay que entender la teoría
queer5 cuya emergencia describe Teresa de Lauretis (2015, en línea) en estos términos:
Mi proyecto de “teoría queer” consistía en iniciar un diálogo entre lesbianas y hombres gay sobre la sexualidad y sobre nuestras respectivas historias sexuales. Yo esperaba que, juntos, rompieramos los silencios que se habían construido en los “estudios
lésbicos y gay” en torno a la sexualidad y su interrelación con el sexo y la raza (por
ejemplo, el silencio en torno a las relaciones interraciales o interétnicas). Las dos palabras, teoría y queer, aunaban la crítica social y el trabajo conceptual y especulativo
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que implica la producción de discurso. Yo contaba con ese trabajo colectivo para po-
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der “construir otro horizonte discursivo, otra manera de pensar lo sexual”. (de Lauretis, 1991: 11). Si bien ese no era un proyecto utópico, en aquel momento yo todavía
imaginaba que las prácticas teóricas y las prácticas políticas eran compatibles. Pensando en la subsiguiente evolución de la teoría queer, ya no estoy segura.
El reconocimiento de la incapacidad de la teoría queer para pensar una
agenda política común es el callejón sin salida que tiene como muro la enorme
inluencia del pensamiento de Judith Butler incluso en América Latina, en la cual
existen países como Venezuela donde no se han logrado derechos civiles de ningún tipo para las lesbianas. Por supuesto, ha habido críticas desde nuestro continente a la paradójica universalización de una teoría por deinición opuesta a
cualquier forma de universalismo6 pero sin duda Butler es una referencia insos-
4 Occidente de esta perspectiva se deine como la pervivencia del antiguo poder colonial
europeo, la cual se traduce hoy día en la hegemonía económica neoliberal y sus secuelas de
exclusión racial, amén de explotación y marginación de los excluidos por razones no solo
económicas y raciales sino también religiosas y de género.
5 La teoría queer nace como respuesta a los estudios de gays y lesbianas que suponen un
sujeto homosexual masculino y femenino común a todas las culturas y situaciones históricas, el cual funcionará como una identidad colectiva y es el punto de partida de la agencia.
6 El universalismo supone que existen un ser y una condición humana común a todos los
habitantes del planeta razón por la cual pueden formularse teorías aplicables a todos los
contextos culturales, políticos y sociales. La crítica postmoderna y postcolonial impugna
esta idea. Respecto al feminismo como universalismo, acompaño a Martha Nussbaum cuando expone lo siguiente:
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layable para pensar lo que ha sido el feminismo lésbico, o lo que queda de él,
luego de la teoría queer.
Es de interés en este contexto la advertencia de Martha Nussbaum y Seyla
Benhabib, quienes coinciden al señalar que la impugnación del sujeto en tanto
individuo con capacidad de agencia dentro de un horizonte emancipatorio es
apostar por la muerte política del feminismo. Tal como indica Benhabib, relexionar sobre la carga discriminatoria del lenguaje, la relación entre la verdad
cientíica o ilosóica y el poder y la apropiación de la historia para intereses coloniales o totalitarios, no signiica negar los valores emancipatorios del feminismo —una propuesta de cambio social de origen europeo— y las ganancias históricas para las mujeres en el pasado como el sufragio (2005, 5). Por su parte,
Martha Nussbaum en The professor of parody (1999, 11) crítica la performatividad butleriana como una noción indiferente a las condiciones materiales de
existencia de las mujeres, al inscribir la subversión en los cuerpos desaiantes
cuya cualidad paródica —las drag queen o las lesbianas “machas”, por ejemplo—, es per se una rebelión. Pero lo más interesante de Nussbaum no es esta
crítica sino la agudeza de su interrogante ética: ¿por qué la subversión de las
normas de los géneros debería ser aceptable socialmente y otras subversiones,
las de las normas de justicia, por ejemplo, no deberían serlo? (1999, 9-10)
¿Qué queda del feminismo lésbico en el seno de esta visión? Al respecto,
Benhabib (2005, 7) señala que el llamado “conocimiento situado” no puede esgrimirse como certeza (que puede confundirse con esencia) capaz de enfrentar
“realmente” las pervivencias de lo colonial. Si en el terreno teórico interesa que
esté en pie el feminismo lésbico —pensado desde las realidades de América Latina—, más que privilegiar el conocimiento situado pareciera más eicaz la apropiación creativa e insumisa de las herencias teóricas y políticas, vengan de donde vengan, que han favorecido la emergencia de la mujer lesbiana en el último
medio siglo de un modo cualitativamente distinto al de hace una centuria. Como
dice Benhabib en Reivindicaciones de la cultura y la igualdad:
“La ilosofía feminista ha sido a menudo escéptica ante los enfoques normativos universales. Yo sostendré que es posible esbozar un marco para una práctica feminista de la ilosofía que sea fuertemente universalista, dedicada a normas de justicia, de igualdad y a derechos que tengan validez a través de las diferentes culturas, y que sea al mismo tiempo
sensible a la particularidad local y a las muchas maneras en que las circunstancias modiican no solamente las opciones, sino también las creencias y las preferencias. Sostendré que
un feminismo universalista no tiene que ser necesariamente insensible a las diferencias, o
necesariamente imperialista, y que un tipo particular de universalismo, encuadrado en
términos de las potencialidades humanas en general y en su desarrollo, nos ofrece, de hecho, el mejor de los marcos para ubicar nuestras ideas acerca de las diferencias” (2012,
Kindle Location 441).
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Desde un punto de vista ilosóico, no creo en la pureza de las culturas, o incluso en la
posibilidad de identiicarlas como totalidades signiicativas diferenciadas. Creo que las
culturas son prácticas humanas complejas de signiicación y representación, de organización y atribución, divididas internamente por relatos en conlicto. Las culturas se
crean a partir de diálogos complejos con otras culturas. En la mayoría de las culturas
que han adquirido cierto grado de diferenciación interna, el diálogo con el (los) otro(s)
es intrínseco antes que extrínseco a la cultura en sí (2011, Kindle posición 135).
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La apropiación es un ejercicio enmarcado en la libertad de teorizar (Zerilli
2008, 69) que no puede ser limitada por fronteras interculturales más bien difusas. El feminismo lésbico es hijo del feminismo contemporáneo, en particular
el posterior a los años sesenta del siglo pasado, tanto como del liberalismo político (nos detendremos en este punto después) por cuanto propone el cuerpo y
la afectividad como instancia de legitimación de estilos de vida no ortodoxos.
Asimismo, se emparenta con las críticas socialistas a la moral imperante en el
siglo diecinueve en Europa y en América; además, asumió como suyos los valores del valor y la libertad individual de la novela realista del siglo XIX.
En esta orientación, el horizonte abierto por la noción de individuo permite
darle un nuevo aire al feminismo lésbico como un feminismo de la libertad y la
diversidad, que admite variadas formas de vivir el afecto y la sexualidad. El feminismo, más que cualquier otro abordaje teórico y político de la sociedad y el
lesbianismo como estilo de vida alternativo, nace del triunfo del individuo en la
modernidad. El horizonte democrático, el diálogo y la deliberación pluralista
(Benhabib; Nussbaum) son esenciales para devolverle el sentido al feminismo
lésbico; se trata, inalmente, de una teoría y una crítica de la sexualidad y la
afectividad abierta a un amplio espectro ideológico pero enmarcada en la modernidad como ruptura con las convenciones y del sentido comunitario de la
existencia. Con gran diicultad puede apelarse a tradiciones comunitarias dentro de las cuales el lesbianismo sea tolerado más allá de actos sexuales que no
tienen ninguna consecuencia en la familia heterosexual, en la maternidad y en
la dominación del varón. Proponer una existencia al margen de estas convenciones —con derechos y visibilidad— se hace posible cuando el individuo gana la
partida frente a la tradición.
De este modo, la mujer lesbiana en parte del planeta (no en todo el mundo
ni en mi país Venezuela) pudo pasar de ser una paria, sin nación que le diese un
lugar como ciudadana, sin religión que la conforte (no todas somos ateas) o familia propia, a ser ciudadana con la posibilidad de vivir sin peligro jurídico su
existencia y contar con representaciones estéticas no censuradas, espacio académico y políticas que favorecen la no discriminación. Desde luego, celebrar
estas ganancias no signiica olvidar el camino por recorrer dentro de las demo-
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cracias liberales,7 dada la diversidad de condiciones económicas y sociales que
marcan a cada mujer con preferencias sexuales y afectivas por otras, las cuales
se traducen en formas diferentes de vivir el placer sexual, el vínculo amoroso y
los valores atinentes a la ética y la moral. Tampoco hay que olvidar el desafío de
ser lesbiana fuera de dichas democracias liberales ni el riesgo de retrocesos jurídicos dentro de estas: el ascenso del nacionalismo pone en peligro las libertades adquiridas y por adquirir tanto como los fundamentalismos religiosos y la
izquierdas autoritarias como la venezolana, la norcoreana y la cubana; estas últimas han quedado a la zaga de las democracias liberales respecto a temas de
sexualidad, familia y ciudadanía, aunque sin duda el caso norcoreano es el más
difícil.
Por supuesto, la resistencia a contemplar la importancia del individuo en las
ciencias sociales y humanidades en América Latina no se reduce al feminismo
de izquierda. Danilo Martuccelli (2010a, 7) propone superar este escollo en
nuestro continente tomando en consideración que:
dos tuvieron Estados modernos, ni Mercado, ni modernización, ni secularización,
pero todas las sociedades han tenido individuos. En el sentido de que todos ellos producen los actores sociales, individuos, a través de un conjunto de fenómenos estructurales. Y el individuo se convierte, entonces, casi en el átomo de base que permite
una conversación renovada entre sociedades e incluso entre periodos históricos. Finalmente, nuestros contemporáneos perciben la sociedad a través de experiencias
personales, algo que el término individuo y sobre todo el proceso estructural de individuación permiten describir a cabalidad.
Para Martuccelli es imprescindible dentro de la sociología entender los procesos de individuación, es decir, las estructuras que producen a los individuos.8
7 Entiendo por tales las que responden a una forma gobierno fundada en la separación de
los poderes públicos, la alternabilidad en el poder, una constitución aceptada por las diversas fuerzas políticas, el respeto a los derechos humanos y el voto popular.
8 Los procesos de producción de individuos son deinidos por Martuccelli (2010b, 27) del
siguiente modo:
“La individuación, el estudio del tipo de individuo que es fabricado estructuralmente en
una sociedad, aparece como una vía posible para refundar una macrosociología tras la
crisis de la idea de sociedad y en medio del actual proceso estructural de singularización.
Describir el conjunto común de pruebas lleva a describir la arquitectura estructural de una
sociedad desde y a escala de los individuos. Si las pruebas son comunes a todos los miembros de una sociedad, los actores las enfrentan a partir de ecologías sociales personalizadas. En el seno de la sociedad industrial, los individuos fueron societalmente producidos
de manera fuertemente homogénea. Era frecuente que las vidas se desarrollaran en univer-
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No todos los países tuvieron en el sentido estricto del término clases sociales; no to-
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Propone que los procesos de individuación latinoamericanos son distintos a los
que producen a los individuos fundados en la autonomía plena de la propiedad
y de la ley. Plantea incluso la idea de “super individuos”, dependientes de sí mismos y de su soportes familiares y personales por cuanto las instituciones son
débiles y la economía deicitaria (2010a, 9).
Este abordaje es clave para comprender la situación de las lesbianas en un
país como Venezuela; su invisibilidad social y política se retroalimenta con la
catástrofe económica y el autoritarismo político, lo cual la desplaza continuamente de los temas sociales y jurídicos en primer o incluso segundo plano. La
autonomía de la lesbiana está comprometida económica y jurídicamente por lo
cual su existencia pugna por la visibilidad a través de la familia centrada en la
madre, del mundo privado y de las redes de amigas que funcionan en tanto familia escogida; el disimulo es clave por lo cual el tema tiene poca proyección
comunicacional y cultural.9 Estas individualidades lésbicas surgen en el contexto de la anárquica voluntad de sobrevivencia10 que ha marcado a hombres y mujeres en la Venezuela actual. Tal voluntad se liga sin duda alguna al individuo
moderno, dispuesto a vivir una vida más plena y acorde con sus deseos (Unger
2010, 9).
Hasta el día de hoy en Venezuela no existe el reconocimiento de los derechos civiles de las lesbianas ni se visibilizan sus demandas. Para la teoría queer
la capacidad de agencia está limitada por los alcances del poder e identiicarse
como lesbiana atiende a ello; no obstante, aunque las reivindicaciones posibles
obedecieran a esta lógica, en la cual las leyes y la lucha política democrática solamente reieren a mejoras que cubren necesidades básicas (los alcances de la
sos homólogos. Tras nacer en un pueblo, los actores frecuentaban la escuela del villorrio,
se casaban con un vecino, trabajaban en la principal fábrica del sector, poseían una sociabilidad restringida y consumían productos altamente estandarizados. Hoy en día, sin que
este tipo de experiencias haya desaparecido del todo, es imperioso reconocer la singularización creciente de las situaciones. Es cada vez menos probable encontrarnos con ‘clones’
sociológicos, o sea, con individuos que han tenido las mismas experiencias, en los mismos
lugares, en los mismos momentos; en breve, con individuos que poseen trayectorias gemelas a las nuestras. La diferenciación de experiencias es la regla y tras ella se airma la expansión de la singularidad. Ningún diferencial de genio sociológico existe entre nuestros
antepasados y nosotros: hoy como ayer, los individuos están bajo la impronta de condiciones sociales e históricas, pero allí donde ayer el proceso de individuación acentuaba la
estandarización, hoy consolida la singularización.”
9 Véase: (Kozak Rovero 2008, 999-1018; 2010; 2009, 93-109).
10 La revolución bolivariana ha convertido al ocho por ciento de venezolanos en inmigrantes y a millones de personas en sobrevivientes que intentan estudiar, trabajar y salir adelante con una inlación de tres dígitos y con salarios cuyo porcentaje mayor consiste en
tickets para comprar comida, por no hablar de la espera de las bolsas de alimentos subsidiadas. Asimismo, Venezuela tiene una tasa de homicidios que la coloca entre los países
más peligrosos del orbe y años de decrecimiento económico.
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biopolítica como columna vertebral de la dominación ejercida por el estado moderno según Michel Foucault) y a logros en el plano legislativo, ¿acaso esta agenda no signiica un cambio en las vidas de las mujeres lesbianas que sufren discriminación laboral, no pueden presentar a sus hijos ante un registro civil en los
casos de comaternidad por fertilización asistida ni pueden emigrar con sus parejas?
El feminismo lésbico debe recuperar para sí la libertad, noción dejada de
lado por el feminismo postmoderno, el feminismo decolonial, la teoría queer y
estudios culturales. Coincido con el planteamiento de Linda Zerilli y Seyla Benhabib sobre las dimensiones de la libertad en su intrínseco sentido de elección,
autonomía y responsabilidad sin olvidar (como venezolana que soy me es imposible olvidarlos) aquellos constreñimientos inevitables de nacer y vivir en determinadas circunstancias y en una época determinada. Ahora bien, ¿de cuál libertad se está hablando?: “...la libertad como práctica teórica no gobernada por
reglas...; la libertad como práctica inaugural de acción...; la libertad como práctica constructora–de–mundo en tanto promesa; y la libertad como práctica crítica de opinión” (Zerilli 2008, 69).
¿Es posible la libertad de la lesbiana pobre y excluida económicamente? Sí:
el solo hecho de atreverse a vivir como lesbiana implica sobreponerse al miedo.
El asunto es la agenda, punto que tocaremos en el tercer apartado, y entender el
proceso de individuación que produjo a una mujer en situación de exclusión capaz de aventurarse a desaiar su entorno, asunto que se tendrá en cuenta en las
siguientes páginas.
Entre la literatura y la telenovela, la heroína lésbica
El mundo no encuentra reposo. No ha abandonado la esperanza de encontrar
un camino mejor para hacer realidad la promesa central de la democracia:
reconocer y equipar el genio constructor del hombre y de la mujer comunes. La
ambición que motiva esta búsqueda no es tan solo el deseo de una mayor
igualdad; es la exigencia de una vida mayor. (…) También debe ofrecerles un
ascenso hacia la experiencia de la autoposesión y la autoconstrucción, que ha
desempeñado un papel central en el entorno cristiano, romántico y liberal de
nuestras ideologías seculares de emancipación.
Roberto Mangabeira Unger (2010, 9)
En el mundo académico, el estudio de la mujer y de la sexualidad atraviesa diversas áreas disciplinarias; como provengo del campo de las letras y de las políticas
culturales, toca visibilizar y entender las representaciones de las mujeres que
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mantienen relaciones sexuales y afectivas con otras en términos que desafían el
matrimonio y la familia tradicionales. Tales representaciones son signos imbuidos en la cultura,11 por lo cual emergen en contextos de conlicto y controversia
(Benhabib 2011, Kindle posición 141). Su análisis pasa por entender tanto las
particularidades de su carácter (prácticas estéticas o políticas, por ejemplo)
como la historia que permitió su cristalización. La aparición de la lesbiana ciudadana con derechos, visible en los espacios públicos urbanos de ciudades de diversas partes del mundo y protagonista de representaciones literarias y audiovisuales de carácter masivo, era impensable hace cincuenta años. Ciertamente las
prácticas sexuales y afectivas entre mujeres han ocurrido en diversas épocas y
culturas pero la carta de ciudadanía se explica por los avances del liberalismo
político en términos de institucionalidad, justicia y derechos humanos. No está
de más aclarar que liberalismo político no debe confundirse con neoliberalismo12 o con el liberalismo económico. Discusiones aparte, hay que rescatar, tal
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11 Suscribo plenamente las palabras de Seyla Benhabib en Las reivindicaciones de la cultura. Igualdad y diversidad en la era global (2011, Kindle posición 318-335) respecto a las
debilidades del concepto de cultura:
“Ya sea en el ámbito de la política o de las “políticas”, en el de los tribunales o de los medios
masivos de comunicación, se supone que cada grupo humano “posee” algún tipo de “cultura”, y que las fronteras entre estos grupos y los contornos de sus culturas son pasibles de
ser especiicados y relativamente fáciles de describir.
Ante todo, se nos dice que es bueno preservar y propagar dichas culturas y diferencias
culturales. Los conservadores sostienen que las culturas deberían preservarse para mantener separados a los grupos, porque la hibridación cultural genera conlicto e inestabilidad.
Ellos esperan evitar el “choque de civilizaciones”, reforzando las alianzas políticas que reproducen ielmente las escisiones identitarias y culturales (Huntington 1996), por temor a
que los intentos de tender un puente entre esas divisiones produzcan hibridación y confusión.
Por el contrario, los progresistas sostienen que las culturas deberían ser preservadas
para poder corregir los patrones de dominación y el daño simbólico referidos a la opresión
y la tergiversación de algunas culturas por parte de otras. Sean conservadores o progresistas, estos enfoques comparten premisas epistémicas falsas: (1) que las culturas son totalidades claramente delineables; (2) que las culturas son congruentes con los grupos poblacionales y que es posible realizar una descripción no controvertida de la cultura de un
grupo humano; y (3) que, aun cuando las culturas y los grupos no se corresponden exactamente entre sí, y aun cuando existe más de una cultura dentro de un grupo humano y más
de un grupo que puede compartir los mismos rasgos culturales, esto no comporta problemas signiicativos para la política o las “políticas”.
Una de las tesis centrales de este libro es que gran parte del debate actual en la ilosofía política y jurídica está dominado por esta falsa epistemología, que conlleva graves
consecuencias político–normativas respecto de la forma en que pensamos que deberían
repararse las injusticias entre los grupos y de cómo creemos que debería promoverse el
pluralismo y la diversidad humana.”
12 Término que se convirtió después de la caída del muro de Berlín en 1989 en el equivalente a burgués, derecha y capitalista en el siglo XX. Alude a dejar la economía y el progreso
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como lo propone Roberto Mangabeira Unger, un elemento cultural clave del liberalismo clásico:13 “…por encima de la igualdad valora la grandeza —el realce de
los poderes y de la experiencia del ser humano común y corriente y la proliferación en la humanidad de personalidades y de formas de vida fuertes y contrastantes—.” (2009, 229).
Tales personalidades y formas de vida fuertes y contrastantes propias, especialmente en la novela de los siglos dieciocho, diecinueve y veinte en diversas partes del mundo, permiten la entrada paulatina de la lesbiana, la criatura
peligrosa cuya sexualidad desarreglada es paralelamente inquietante, signo de
la corrupción de los tiempos: La religiosa. La pasión inútil (1796), de Denis de
Diderot, por ejemplo. Igualmente ya en otra dirección mucho más compleja en
cuanto al reto del amor entre mujeres frente al amor hereosexual, tenemos Las
bostonianas (1886), de Henry James. Este apartado se concentrará especialmente en la novela Tipping The Velvet (1998), publicada en castellano en 2006 con el
nombre de El lustre de la perla, de la escritora británica Sarah Waters, la cual
ilustra magníicamente la apropiación de la herencia dickensiana y de la gran
tradición de la novela en lengua inglesa escrita por mujeres (las Bronte, Austen,
Eliot, Wharton) dentro del marco sugerido por Unger; igualmente, permite examinar las imágenes y tópicos culturales que han producido culturalmente, para
decirlo en términos de Martuccelli, las condiciones para la visibilización contemporánea de la lesbiana en América Latina y el resto del mundo.
La telenovela, el cine, la literatura y la canción conectan nuestro continente
en el siglo XX con la mirada sobre el amor y la sexualidad lésbicas de una narradora británica contemporánea, cuya primera novela fue publicada hace menos
de veinte años. En este artículo recorro el camino contrario de mis trabajos anteriores, en los cuales parto de la apropiación y la creatividad local (caso venezolano) narrativa y poética en cuanto a la representación lésbica. Aquí planteo
otra ruta: la cultura popular cinematográica, televisiva, literaria y musical del
siglo XX en América y Europa occidental prohijó un caso realmente representativo y único de lo que Homi Bhabha y Catherine Stimpson (1999) caliican de creatividad mundial: la lesbiana como heroína con derecho a una vida propia. No
debe extrañar que el nacionalismo y los fundamentalismos religiosos e identitarios vean como una amenaza colonial y religiosa semejante cosa. Desde luego,
individual exclusivamente en manos del mercado con una mínima intervención estatal referida a justicia y seguridad personal y de la nación.
13 Un ejemplo clave es el pensador británico de origen escocés John Stuart Mill y su texto
La esclavitud femenina (1863), en el cual se denuncia que se considere natural el sometimiento de la mujer al varón cuando se trata de una forma de esclavitud impuesta por el
poder masculino.
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Sarah Waters no comparte el horizonte cultural latinoamericano pero sí comparte con las lesbianas de nuestro continente una herencia romántica, liberal y socialista.
La protagonista de Tipping The Velvet, Nancy Astler, resume la lucha denodada del individuo moderno por ser y hacer en medio de las miseria, el desamor
y la ignorancia. El tópico de la joven humilde que se va a la gran ciudad (el Londres de la época victoriana), por amor y para mejorar de vida, es clave no sólo
en la literatura del siglo XIX sino en la telenovela latinoamericana del siglo XX,
indispensable para entender la cultura popular de nuestro continente tanto
como el bolero con su sentimentalidad virulenta y límite y tanto como el tango
con su amargura barriobajera. De esta educación sobre el sentimiento afectivo
y sexual provenimos las lesbianas de todos los sectores sociales del continente,
deudas también del tópico del amor desencadenado, presente en el rock y en la
balada pop, en la salsa y en la bachata. Como a Nancy, la confusión ha atormentado a muchas mujeres que no entienden una atracción desmedida que pone en
peligro su vida tranquila familiar, sus expectativas como mujeres de su tiempo,
su religión. Del mismo modo que ella, las lesbianas cambian de ciudad, se abandona a los parientes y amistades, se renuncia al confort de ser como las demás.
Vale la pena: ¿acaso el amor no es la experiencia más importante de la vida adulta según el romanticismo del siglo XIX? Acaso, palabras de Danilo Martuccelli
(2010a, 12): ¿No es el amor un posible soporte de la vida del individuo, de esas
súper individuos latinoamericanas lesbianas que renuncian a sus referencias
culturales? ¿Cuántas no se sentirán identiicadas con la joven inglesa de Tipping
The Velvet que termina vestida de hombre trabajando en un cabaret con su amada Kitty Butler para ganar más dinero? La transformación de la familia y de la
pareja no las hace perder su importancia sino exige de ellas mucho más de lo
exigible en una sociedad conservadora.
Kitty es el centro de la vida de Nancy pero la traiciona con un hombre a pesar de amarla a su manera y se casa con él, lo cual la arroja a las calles, a lo peor
de un Londres mugriento y espectral; incluso, Nancy se prostituye haciéndose
pasar por hombre homosexual con la ropa que usaba cuando trabajó con Kitty
en el cabaret. La novela del siglo XIX, incluyendo la de América Latina, exploró
hasta la saciedad el tema de las conveniencias y las restricciones sociales; los
héroes y heroínas lo eran precisamente porque se enfrentaban con tales conveniencias y restricciones en nombre del amor, del futuro y de la libertad. ¿No es
esta la historia heroica personalísima de las lesbianas? El cine en el siglo XX
avanzó como nuevo y avasallador arte de narrar porque fue capaz de convertir
en imagen en movimiento el tránsito heroico de la novela y penetrar hasta las
bases de la sentimentalidad popular. Pensemos en un cine clave para la primera
mitad del siglo XX: el mexicano y el argentino, que educaron sentimentalmente
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a bisabuelas, abuelas y madres de las lesbianas de hoy. Como en este cine, Nancy Astley canta y baila su amor–desamor en cabarets indecentes, luego se prostituye y, inalmente, su belleza extraña y andrógina consigue conquistar a una
villana explotadora y sexy como Diana, la madura que la somete por sus encantos eróticos y la hace trocarse en el masculino Neville.
El sexo explícito y extremo indica el horizonte contemporáneo del texto,
publicado en 1998; el erotismo lésbico ha ganado espacio cinematográico, literario y político. Las películas y la narrativa erótica de diversa factura y alcance
ya habían colocado el sexo entre mujeres al alcance de los espectadores del cine
y del video, luego de que el psicoanálisis freudiano en las primeras década del
siglo XX hubiese abierto la discusión pública sobre la sexualidad y su lado perverso, oscuro y peligroso como inevitable reverso de su cualidad generadora de
vida y placer. Diana y Nancy–Neville exploran las situaciones límites que la
sexualidad impone como juego de poder que alimenta el deseo, con la relativa
libertad que da el dinero en un Londres cuya dimensión era enorme en comparación de otras ciudades del siglo XX. Se nos recuerda que con la emergencia de
grandes ciudades en todo el mundo, el lesbianismo se convierte en una práctica
que podía pasar desapercibida entre las trabajadoras, las esposas comunes y las
solteras adineradas que escondían sus preferencias; asimismo, esas ciudades,
después de los sesenta en Estados Unidos y Europa occidental, sirvieron de escenario para que las lesbianas se manifestaran públicamente a través de la agencia de mujeres que tomaron el activismo político como medio de visibilización
de sus preferencias sexuales y afectivas.
Nancy–Neville se sabe amante y también una pertenencia de su dueña, aristocrática y reinada; apenas una mascota que mostrar a un círculo de amigas
crueles y adineradas. En una interesante oscilación pasa de abandonada, el papel femenino por excelencia, a personaje masculino degradado por la concupiscencia y el dinero. Deja de un lado al verdadero amor, Florance —ilustrada, sufragista y socialista—, en pos del deseo hasta que la busca, para redimirse,
cuando Diana se cansa de ella y vuelve a las calles. El tópico de la riqueza indolente y malvada que le ha dado la vuelta al mundo a través de la cultura popular
(y que continúa vivo), indica una larga tradición de dos siglos que está presente
en Tipping the Velvet: el socialismo y la democracia han hecho su entrada en el
mundo desde el siglo XIX, como indica el ya citado Unger. Así, la necesidad de
justicia, voz y libertades públicas encarna en Florence, quien cuida un niño que
no es suyo sino de una mujer a la que amó en secreto. Comienzan entre ésta y
Nancy una relación íntima que es apoyada por Ralph, hermano de Florence y
también socialista. En una típica pirueta emocionante dickensiana (telenovelesca), Nancy con sus dotes histriónicas logró conmover a la gente con el discurso
de justicia social de Ralph que éste no logró expresar adecuadamente en un acto
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público. Final feliz, transformación ideológica de Nancy y la fundación de un
nuevo tipo de familia.
Desde luego, si examinamos lo dicho anteriormente desde la perspectiva de
La ideología alemana, de Marx —la ideología como falsa conciencia—, la cultura
popular que alienta este heroísmo del común y la idea del amor como aventura
redentora no es más que una mixtiicación al servicio de la reproducción del orden capitalista, lo cual sería apoyado por Teodoro Adorno o por Herbert Marcuse. El feminismo decolonial, por su parte, señalaría que la sentimentalidad popular antes descrita suscribe plenamente el orden patriarcal invasor europeo, por
cuanto asume a la mujer como una suerte de individuo ideal cuya lucha es exclusivamente individual, ajeno al contexto comunitario no letrado; además, Tipping
The Velvet suscribe con su inal feliz los valores del orden burgués del amor monogámico y la familia. La teoría queer podría enfocarse en la fascinante oscilación genérica de Nancy Astley en la novela, pero el tipo de agencia adelantada
por Florence recuerda al sujeto mujer deseable construido a la medida de las
mujeres “blancas, de clase media, ilustradas, letradas”, en lo cual Gayatri Spivak
coincidiría. Estudios Culturales por su parte podría subrayar la hegemonía letrada desde la cual se realiza un análisis que privilegia la literatura en su alcance
cultural dentro de la cultura de masas y la abusiva extrapolación de una novela
inglesa al contexto latinoamericano. Acepto que se corren estos riesgos, pero si
vemos este análisis como un ejercicio crítico que intenta encontrar algunos hilos
conductores que permitan entender la conformación de la lesbiana como ciudadana global que exige derechos, como mujer que practica un estilo de vida no
convencional y como parte de los nuevos tipos de familia, se puede explicar el
porqué de su pertinencia. Igualmente, es posible entender por qué Danilo Martuccelli, Roberto Mangabeira Unger, Seyla Benhabib y Martha Nussbaum coinciden en contemplar al individuo —y, ante todo, lo que Martuccelli llama los procesos de producción de los individuos— como un enfoque que permite entender
la representación como la cristalización de tales procesos de producción en el
terreno cultural. Por último y, por sobre todo, da cuenta de las lesbianas de todos
los sectores sociales no como un sujeto mujer lesbiana universal, para decirlo en
los términos butlerianos, sino como mujeres de carne y hueso cuyos orígenes y
destinos pueden compartir aspectos comunes pero no se deinen exclusivamente por tales aspectos.
Distintas pero capaces: una agenda política
Cuando hablamos simplemente de lo que la gente es en realidad capaz de
hacer y de ser (enfoque de las capacidades), no damos ni siquiera el aspecto
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de estar privilegiando una idea occidental. Las ideas de actividad y capacidad
se encuentran en todas partes, y no hay cultura en la que la gente no se
pregunte a sí misma qué es lo que es capaz de hacer, qué oportunidades tiene
para su funcionamiento.
Martha Nussbaum (2012, Kindle posición 2178-2181).
14 El enfoque de las capacidades es una elaboración ilosóica de Nussbaum en relación
con una agenda feminista presentada en su libro Las mujeres y el desarrollo humano (2012)
que toma en cuenta las ideas del Premio Nobel de Economía Amartya Sen y sus planteamientos sobre el desarrollo humano más allá del crecimiento económico. Para Nussbaum
el desarrollo de las capacidades no es un horizonte estrictamente normativo como los derechos humanos; las capacidades pueden ser desarrolladas en contextos culturales y políticos distintos. Tampoco se reduce a la esfera del bienestar y las políticas públicas aunque
evidentemente posee vinculaciones con el feminismo como justicia social. El punto nodal
de este enfoque es aquello que la gente es realmente capaz de ser o de hacer y la necesidad
de condiciones económicas, jurídicas y sociales que permitan: la conservación de la vida y
la salud; que dispongamos de conocimientos que nos permitan tomar las decisiones adecuadas y estimulen el pensamiento; poder ailiarnos políticamente para cambiar el destino
colectivo; llevar una vida afectiva, sexual y familiar libre de violencia que posibilite vínculos entre las personas; imaginar una vida y un mundo diferentes al que vivimos y que cada
quien pueda expresarse estética y verbalmente. Estas potencialidades pueden ejercerse o
no, pero deberían disponer de condiciones propicias para su ejercicio.
15 Nussbaum (2012) propone el enfoque de las capacidades también para los terrenos de
las libertades políticas de ailiación; de las libertades económicas en relación con la propiedad y la autonomía frente al estado; y del aspecto social en cuanto a educación y oportunidades. Obviamente, estos terrenos exceden mis competencias.
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El interés de este apartado se centra en la mujer lesbiana situada en su encrucijada histórica especíica de discriminación y transición a formas de familia no
convencionales que comienzan a ser reconocidas como tales. Me reiero tanto a
la que es capaz de ejercer su libertad e incidir en la sociedad por obra de su
agencia como a aquella que acepta su circunstancia sin vincularse con agenda
especíica alguna de modo público ni manifestar interés al respecto. En esta
orientación, el enfoque de las capacidades,14 de Martha Nussbaum, propone que
la acción política puede orientarse al desarrollo de un conjunto de potencialidades relativas a sexualidad, sentido, imaginación, pensamiento y emociones como
agenda política democrática común; escogí estos aspectos porque son los que
puedo manejar desde mi condición especíica de investigadora en el área cultural y estética.15
Nussbaum apunta a que todos los individuos en todas las culturas, y esto
interesa a la mujer lesbiana, pueden acordar que la sexualidad como posibilidad
de placer y afectividad ocupa en un lugar importante en el desarrollo de la vida
personal y familiar. Igualmente, la búsqueda de sentido para la propia existencia no tendría que ser impedido desde el estado o de la religión, por más que las
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diferencias religiosas y políticas produzcan procesos de individuación que limitan considerablemente la posibilidad de una sexualidad y una afectividad no
heterosexuales. Recordemos que el reconocimiento del lesbianismo como estilo
de vida es muy reciente y puede retroceder; por lo tanto, las búsquedas de sentido en los afectos y el placer con otra mujer, la posibilidad del consuelo espiritual para las lesbianas no ateas, la familia o la simple elección de la soledad o la
sexualidad no monógama forman parte de la capacidad humana de buscar sentido para la propia vida. No se trata sólo de un problema de legislación que prohíba la discriminación y la penalice; tampoco de silenciar y perseguir desde la
corrección política como moral grupal a quienes desde sus valores no comprenden determinados estilos de vida lésbica. Se trata de asegurar que las diferencias cuenten con marcos adecuados que prevengan la violencia, lo cual desde
luego es una lucha permanente que no se acaba con la legislación adecuada ni
con políticas públicas sensatas y requiere de libertad de ailiación política: “Partiendo de los conlictos culturales actuales relativos a los derechos de las mujeres y de los niños y niñas, propongo que una sociedad democrática deliberativa
pujante puede lograr hacer realidad las oportunidades para la máxima autoadscripción cultural y la justicia intergrupal colectiva” (Benhabib 2011, Kindle posición 158). Aquí el pensamiento, la estética y la comunicación tienen un papel
invalorable, solo asegurable por la libertad de expresión y creación; tal como se
indicó en el apartado anterior, la apropiación de herencias políticas y culturales
ha permitido la emergencia pública de la lesbiana.
Poder imaginar la propia vida más allá del poder (Martuccelli 2010a, 21) es
parte de lo que el ilósofo brasileño Roberto Mangabeira Unger (2009) llama el
despertar del individuo, en su libro con este nombre. El poder incluye, desde luego, la cultura y las tradiciones. Desde el punto de vista multicultural, es necesario aclarar que si solamente los procesos de individuación “occidentales” producen mujeres lesbianas y, por lo tanto, no existe la posibilidad de su existencia
ciudadana en naciones fundadas en la religión —las teocracias islámicas como
Irán o Arabia Saudita— o en principios tradicionales —pensemos en La India o en
Paquistán—, entonces estamos aceptando que nuestras propia existencia como
lesbianas en América Latina es recusable. La propia Nussbaum (2012, Kindle posición 5742) menciona el caso de la película Fire (1996), de Deepa Mehta, que,
por una parte, fue objeto de fuertes ataques —hasta de pobladas en los cines—,
por plantear el tema del amor lésbico entre dos concuñadas oprimidas por sus
maridos, pero, por otra, también fue defendida dentro de la propia India. Como
diría Benhabib, ya citada, ninguna cultura por más que sea identiicada con un
territorio y una población está conformada por relatos unívocos y aceptados por
toda la sociedad y todos los individuos. Estos relatos controvertidos pueden favorecer valores emergentes como en el caso de quienes defendieron a Fire en
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India a nombre de la libertad de expresión o, como indica Nussbaum (2012, Kindle posición 5742), quienes plantearon la discusión de si el lesbianismo forma o
no parte de prácticas antiguas en el país asiático. El peligro de retroceder en
cuanto a derechos adquiridos es muy real con el ya mencionado auge de los nacionalismos, las izquierdas anacrónicas y los fundamentalismos religiosos. Por
ejemplo, el crecimiento en América Latina de los grupos evangélicos muy restrictivos moralmente, alimentados de un sentido orgiástico comunitario, ofrecen
riesgos para las libertades alcanzadas por las lesbianas de sectores populares en
países donde existen uniones civiles o están por alcanzarse.
La estabilidad de estos logros es clave; como indica Nussbaum (2012, Kindle
posición 2162), el lenguaje de las capacidades es superior al lenguaje de los derechos humanos porque estos se prestan a discusiones jurídicas que entran en
terrenos tan delicados como el derecho consuetudinario; en cambio, en cualquier parte del mundo los individuos se plantean la posibilidad de proyectos de
vida en términos de qué pueden o no hacer y ser. La posibilidad y a veces la obligación de diferenciarse en el mundo de hoy convoca no sólo a las mujeres lesbianas, caso del presente artículo, sino a otras interesadas en mejores condiciones de vida. Me considero feminista pero entiendo perfectamente que la palabra
impone barreras para luchas que muy bien podrían darse con los términos típicos de los organismos internacionales: equidad de género, derechos civiles, derechos humanos. Dejando a un lado la discusión sobre la claudicación que signiica aceptar esta terminología liberal y socialdemócrata en lugar de hablar
abiertamente de feminismo, una agenda en alianza con otros sectores es clave
para asegurar la estabilidad de lo logrado y la emergencia de lo nuevo. Para
Nussbaum (2012, Kindle posición 1708) está muy claro que las diferencias económicas y sociales existentes en el mundo propician capacidades desiguales;
por ende, el desarrollo de las capacidades relativas a la integridad corporal, la
vida, la sexualidad, el sentido, la imaginación y el pensamiento requieren sin
duda de marcos jurídicos, políticas públicas y diálogo social. Incluso teóricas
como Judith Butler y Teresa de Lauretis pueden apartarse de esta agenda, en razón de lo que Nussbaum apunta respecto a las inevitables preferencias distintas,
pero tampoco se oponen activamente a que es mejor contar con una legislación
adecuada y cierto respaldo institucional, independientemente de lo escrito por
ellas sobre el matrimonio, la familia, la monogamia o la visibilidad pública.
Es totalmente cierto que son los funcionamientos, y no simplemente las capacidades,
los que tornan una vida en verdaderamente humana, en el sentido de que si en una
vida no hubiese funcionamiento de ningún tipo, difícilmente podríamos aplaudirla,
independientemente de las oportunidades que contuviese. No obstante, para propósitos políticos es apropiado que vayamos tras las capacidades, y sólo tras ellas. Los
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ciudadanos deben ser dejados en libertad para determinar, más allá de ellas, el curso
que han de seguir. La persona que tiene abundancia de comida podrá elegir siempre
ayunar, pero existe una gran diferencia entre ayunar y pasar hambre, y esta es la diferencia que quiero captar. (Nussbaum 2012, Kindle posición 1932).
Vale la pena, por otra parte, subrayar la dimensión experiencial (Martuccelli
2010a, 22) como clave para entender el estudio de la mujer lesbiana en las ciencias sociales y las humanidades, más allá incluso del horizonte emancipatorio
propuesto por Nussbaum. Preiero la noción de emancipación de Jacques Ranciere (2012, Kindle posición 3413) cuando airma que esta:
[…] es la reconiguración del campo de la percepción de un individuo. Romper las
fronteras que deinen los territorios, las competencias. Esta posición signiica que
nunca hay una consecuencia práctica directa de la teoría, en términos de liberación y
de emancipación; hay desplazamientos que modiican el mapa de lo que es pensable,
de lo que es nombrable, perceptible y, por tanto, también de lo que es posible.
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El lesbianismo impide ser las mismas que fuimos en una infancia que deparaba a nuestros padres la certeza de la continuidad de sus vidas, en condiciones
ideales que no signiicaran la impugnación de sus valores. Impone la emancipación por la fuerza de los impulsos del cuerpo y el afecto pero sin alternativas
claras para luchar contra las desventajas de desaiar la moral y la legalidad imperante. Visibiliza nuevas maneras de vivir, ser, comportarse y estar. Ciertamente no todas las mujeres lesbianas lucharán por sus derechos pero sin duda participan de sus ventajas cuando se logran en países de diversos continentes:
adoptan, usan técnicas de fertilización asistida, se casan, buscan religiones que
las acepten. Incluso, imitan (parodian diría Butler) comportamientos perfectamente caliicables de machistas como la violencia doméstica pero igual ejercen
su preferencia en su mundo privado sin permitir interferencias ajenas, lujo que
mujeres en otros contextos religiosos, sociales y políticos no podrían darse. El
escenario emancipatorio en términos de la libertad del propio cuerpo y de las
emociones está presente. Así sea en términos incompatibles con las leyes sobre
violencia doméstica o con las obligaciones de los contratos matrimoniales respecto a idelidad, responsabilidades y bienes materiales; así sea en medio de la
pobreza y la exclusión. Que una lesbiana sea “mala persona”, para ejempliicar
con un giro popular, no merece una condena mayor que la obtenida por una heterosexual mala persona. La emancipación en los términos aquí planteados no
supone un tipo de comportamiento sexual o de pareja determinado (aunque es
perfectamente pertinente preguntarnos como individuos si golpear a la pareja o
mentir es más o menos deseable éticamente hablando).
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Hay que insistir en la necesidad de los menospreciados y “pequeñoburgueses” derechos civiles para las mujeres lesbianas, la visibilidad de la que gozan
en las democracias liberales, las posibilidades de contar con una vida cotidiana
más fácil. Esperemos que las amenazas políticas existentes en el mundo sean el
campanazo que nos ponga en alerta: esas libertades pequeño burguesas vistas
de reojo por foucaultianos y butlerianos, consideradas apenas manifestaciones
de un universalismo liberal que responde a una razón colonial pueden perderse,
así como los hombre y mujeres de Venezuela perdimos logros históricos que
dábamos por sentado y nos parecían incluso irrelevantes, como la denostada
democracia liberal.
Para concluir, vale la pena reivindicar la condición de paria que alguna vez
reivindicó la ilósofa Hannah Arendt como el lugar desde el cual escribimos,
pensamos y narramos nuestra actuación en el mundo desde una ética de la libertad teórica y de opinión y, por ende, de la responsabilidad. Benhabib (2005,
8) habla metafóricamente de salir de las murallas de la ciudad cuando la tragedia de la muerte de la imaginación y de las ideas (o acaso la del hambre, la persecución y la muerte) impide desplegar la cualidad crítica del pensamiento
como invención e innovación de la vida y de la tradición intelectual. Pensar dentro, fuera y en contra de las murallas del latinoamericanismo y del feminismo
en clave marxista, postmoderna y decolonial, impone asumir mi condición de
crítica del discurso, escritora de icción y de ensayo, feminista e investigadora
y asesora en el terreno de las políticas culturales como descripciones de mi actividad; no como adscripciones ideológicas que inmediatamente implican una
preferencia política automática. Indica también mi condición de venezolana en
medio de la catástrofe de una izquierda revolucionaria anacrónica, inexplicable
epígono del bloque soviético desaparecido hace casi tres décadas, aferrada al
poder e incapaz de conceder derechos civiles a las mujeres lesbianas. Ojalá la
condena hacia semejante situación por parte de la izquierda internacional fuese
tan irme como lo es respecto a la homofobia, la corrupción, el machismo y la
ruina económica propiciadas por gobiernos o personalidades públicas de otro
signo político. En todo caso, la opción de la libertad sigue en pie:
Un feminismo centrado en la libertad aspiraría a la transformación de las concepciones normativas del género sin retornar a la idea clásica de libertad como soberanía
que las tres olas del feminismo han, cada una a su manera, simultáneamente aceptado y rechazado. Ese feminismo sería una práctica de construcción–de–mundo que
modiicaría la libertad política, pasando del Yo–quiero al Yo–puedo. Este Yo–puedo no
es otra cosa que la persona pública antes analizada, que Arendt llamaba “La máscara”
de la ciudadanía y los derechos y deberes que corresponden al hecho de ser miembro
de una comunidad política. EI Yo–puedo no pertenece a las mujeres ni como sexo ni
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como género, ni tampoco como un grupo “natural” o social. Más bien pertenece a “las
mujeres” como colectividad política y se concreta en la práctica de hablar en nombre
de las mujeres (que implica hablar por otros, que otros hablen por uno, y responder).
El Yo–puedo es la libertad no soberana de las feministas en tanto ciudadanas comprometidas en palabra y en acto que están vinculadas con la base irreductiblemente no
natural de la condición de miembro político. (Zerilli 2008, 335).
Referencias
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Víctor Hugo Ramírez García*
“Hola ¿Cogemos?” Economía del deseo
y capital erótico en sitios de encuentro
en Internet
Resumen | La idea central de este texto es mostrar el funcionamiento de la economía del
deseo y del capital erótico como piezas fundamentales de la nueva dinámica de seducción
a través de sitios de Internet y de aplicaciones en los aparatos móviles, particularmente
en un sitio web para encuentros entre hombres; se hace énfasis en el uso fantasmático de
este tipo de sitios, cuyos marcos de interacción digital transforman los scripts tradicionales de la seducción. De igual forma, se analizan las dos dimensiones de la negociación en
el proceso de “ligue” entre los usuarios.
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“Hello, wanna fuck?” Economy of desire and erotic capital in Internet meeting places
Abstract | The main idea in this essay is to explore how the economy of desire and the erotic capital operate as fundamental pieces of the new dynamic of seduction through websites and applications in mobile devices, particularly in a website for meetings among
men; emphasis is focused on the phantasmal usage of this type of sites, whose frames of
digital interaction transform the traditional scripts of seduction. Similarly, the two dimensions of the negotiation in the process of “hooking up” between two users are analysed.
Palabras clave | capital erótico, economía del deseo, inteligibilidad del deseo, proceso de
seducción
Key Words | erotic capital, economy of desire, intelligibility of desire, seduction process
LOS EFECTOS que Internet y las nuevas tecnologías han producido en la dinámica
diaria de la seducción entre las personas han signiicado una gran revolución
cultural en los últimos años; algunos grupos de la población experimentan estos
cambios con mayor intensidad, por ejemplo, los hombres que se sienten atraídos por otros hombres. El propósito de este texto es centrar la atención en dos
Recibido: 2 de marzo de 2017. Aceptado: 27 de marzo de 2017.
* Doctorante en sociología y demografía en la Sorbona, París. IDUP (Institut de Démographie
de l’Université Paris 1 Panthéon–Sorbonne).
Correo electrónico: babelpolitik@gmail.com
Ramírez García, Víctor Hugo. «“Hola, ¿Cogemos?” Economía del deseo y capital erótico en sitios
de encuentro en Internet.» Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 79-108.
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herramientas prácticoanalíticas que ayudan a comprender la dinámica de las redes sociales de encuentro, a saber, el capital erótico y la economía del deseo.
Este texto se basa en los resultados de la investigación de maestría, en ella
se ha podido establecer contacto con 64 usuarios1 de redes sociales de “encuentro,”2 especíicamente del sitio < www.manhunt.net >, creado en Estados Unidos
en los años 80 como servicio telefónico para encuentros entre hombres, y el
más utilizado en varios países de Latinoamérica en los años 90 y 2000 en su versión de sitio web.3
Esta investigación utilizó el enfoque constructivista de las prácticas y las subjetividades sexuales en función de la necesidad de situar a las personas entrevistadas en coordenadas históricas y geográicas precisas, tales se limitan a usuarios
de Manhunt habitantes de la Ciudad de México,4 por lo que generalizar sus resultados a otras ciudades o estados de la república mexicana resultaría inadecuado.
Los resultados fueron obtenidos a través de entrevistas a profundidad y a
partir de la observación etnográica digital en el sitio Manhunt.net, los entrevistados fueron seleccionados a partir de dos métodos, el primero fue la formulación de un peril teórico de usuario que privilegiaba la noción metodológica de
la “discreción;”5 el segundo fue el método en cadena, o “bola de nieve”, a partir
1 Por “establecer contacto” se entiende aquí el hecho de haber iniciado una conversación
en línea dentro del sitio de encuentro, en la cual se invitaba al usuario a acceder ulteriormente a una entrevista con el investigador; de los 64 usuarios, 22 aceptaron realizar una
entrevista a profundidad que fue grabada, todos los datos de los usuarios han sido anonimizados y sus pseudónimos han sido cambiados por conidencialidad.
2 Traducimos el término francés site de rencontre por “sitio de encuentro” en referencia a
toda interfaz, sitio web, o aplicación diseñada para la búsqueda de relaciones de pareja o
de cualquier tipo de prácticas sexuales; muchos de los usuarios los llaman también “redes
de ligue”; organizados en forma de redes sociales, surgieron con el desarrollo de Internet
como sitios web y han devenido después en aplicaciones para los teléfonos móviles con la
ayuda de la localización GPS. En esta investigación se partió de usuarios que hubiesen utilizado alguna vez el sitio web Manhunt, sin embargo la mayoría utiliza ya las aplicaciones de
estas redes en sus teléfonos celulares.
3 Ver entrevistas al fundador (Online Personals Watch 2007, y Reynolds 2017).
4 Según algunos datos, en 2014 nueve de cada diez mexicanos con acceso a Internet usan
alguna red social, siete de cada diez usan Internet prioritariamente para acceder a sus redes sociales, y un 6% declaró usar alguna red social de encuentros (AMIPCI 2014); tales datos
se reieren a población en general, si se deseara conocer los datos respecto a la subpoblación sexodiversa se enfrentarían con ciertos obstáculos tanto de orden metodológico como
teórico, sin embargo es verosímil pensar que existen condiciones, como el estigma histórico sobre ciertas prácticas, que permiten suponer el apego, incluso la necesidad, que para
algunas personas signiica el uso de redes sociales de encuentro (Bozon 2013).
5 Esta noción hace referencia a un conjunto de características de la subjetividad sexual
homoerótica, ya sea homosexual, gay, hombres que tiene sexo con hombres, entre otras, su
núcleo sociológico gira en torno a dos dimensiones, la primera es la ocultación premeditada
y consciente de su atracción y deseo por los hombres, la segunda es el performance continuo
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de la red de conocidos de los mismos usuarios entrevistados; si bien todos los
entrevistados han utilizado el sitio Manhunt a partir de computadoras personales, actualmente la mayoría ha abandonado los sitios en Internet y preiere el
uso de aplicaciones en sus celulares; durante las entrevistas se buscó enfatizar
sobre todo la signiicación de las prácticas homoeróticas manifestadas en un
continuum entre la seducción “online” y la seducción “frente a frente”.6
Los estudios inspirados por las investigaciones en torno a la “desviación de la
norma” (Broqua 2000, 2) han buscado analizar las prácticas homoeróticas entre aquellos hombres que no se identiican como homosexuales. Dentro de esta corriente teórica sobresalen los trabajos consagrados a las prácticas sexuales en el espacio público; se encuentran por tanto los trabajos en países como Bélgica (Bolton, Vincke y Mak
1994), Francia (De Busscher, Mendès–Leite y Proth 1999), Estados Unidos (Styles
1979, Corzine y Kirby 1977, Weinberg y Williams 1975), los cuales han buscado hacer
explícitas las experiencias caliicadas durante algún tiempo como “desviadas”.
Por su parte, entre los estudios sobre los sitios de encuentro en Internet realizados en distintos campos disciplinarios y contextos geográicos, encontramos
por un lado aquellos enfocados en la descripción y análisis del funcionamiento
mismo de tales redes sociales (Dakhila y Poels 2012; Beunet 2013; Bergström
2010, 2011), los tres en Francia ,y por otro, aquellos que analizan las prácticas
sexuales entre personas heterosexuales u homosexuales dentro de tales sitios
(McLleand 2002; Daneback 2006; Léobon y Frigault 2004). Entre estos últimos
trabajos destaca la diversidad de contextos geográicos estudiados, de tal forma
que encontramos desde los contextos más alejados de México como Japón (McLleand 2002), Suecia (Daneback 2006), Francia y Quebec (Léobon y Frigault 2004),
como contextos más cercanos y próximos cultural y geográicamente, se ha estudiado en especial el caso brasileño (Miskolci 2013; Leal 2013; Teixeira 2015).
Respecto a los estudios sobre prácticas sexuales y eróticas entre hombres
en México (Barry 1986; Carrillo 2002; Díaz 1998) la mayoría ha intentado contrastar las experiencias de los individuos en el contexto mexicano con las experiencias de personas en contextos diferentes, especialmente aquellos de la cul-
del sujeto que busca alejarse de la signiicación negativa de “lo femenino” en el orden simbólico de género; a partir de estas dos dimensiones se caracterizó el peril del usuario y se
enumeraron ciertas variables que debían estar presentes para seleccionar al entrevistado
(como la enunciación expresa en su peril de buscar “discreción”, el ocultamiento de su rostro
en la foto de peril, por mencionar algunas).
6 La distinción entre “en línea” (online) y “cara a cara” (oline) se explicaba sobre todo respecto a la versión web de los sitios, sin embargo las aplicaciones han rebasado ya tal distinción
puesto que ahora las personas pueden encontrarse siempre “conectadas” en sus aparatos
móviles; no obstante, la distinción entre dos momentos, uno al inicio de la interacción dentro
del sitio, y otro al momento de encontrar a alguien “en persona” sigue siendo pertinente.
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tura anglosajona; sobresale entre estos el de Guillermo Núñez Noriega, quien ha
analizado el “abuso del término homosexual” (1999, 2001) así como la reiicación de la distinción “activo/pasivo” y “dominado/dominante” que ciertos textos reproducen en sus análisis (Taylor 1978, 1986; Carrier 1972, 1976).
A su vez, la línea de estudios críticos sobre colonialismo homoerótico sirvió
a esta investigación para hacer evidente los esquemas de percepción y de evaluación de la realidad que imponen esquemas de análisis epistémico rígidos y
unidimensionales en torno a las sexualidades y las prácticas eróticas; según
Núñez Noriega, el “modelo dominante de comprensión homoerótica” que impera en los trabajos sobre el caso mexicano otorga a las subjetividades sexuales
una apariencia de estabilidad, al mismo tiempo que naturaliza las posiciones de
la identidad sexual. Por su parte, los trabajos de Gutmann (1996, 1997) y Prieur
(1996, 1998) describen los efectos del orden simbólico de género a nivel local
en México y analizan cómo las categorías de identiicación sexual son retomadas y actualizadas de diferente manera según las distintas condiciones sociales,
como la clase social o la situación geográica.
Entre las condiciones que hacen interesante el estudio de los usuarios de
redes sociales de “ligue” en la Ciudad de México puede encontrarse la acuciante
inluencia estadounidense de formas de vida gay, difundidas, en gran parte,
gracias a los efectos de la globalización desde hace algunas décadas; Rodrigo
Laguarda, en su trabajo sobre identidades gay en la Ciudad de México (2010),
relata cómo tales efectos permitieron que el término gay comenzara a sustituir
a otros términos locales como “joto”, “puto” o “maricón” entre los jóvenes de clase media y media alta que habitaban el centro de la Ciudad entre los años 60 y
70 particularmente (Laguarda 2010, 157).
Entre otras condiciones que enfrentan tales usuarios actualmente, la crisis
económica internacional —que enfatiza la marginalización de sujetos ya estigmatizados como mujeres, jóvenes, entre otros—, el alto nivel de agresiones y
crímenes por odio en México (CNDH 2015; Letra S 2015), así como el contexto político derivado de la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo
en la Ciudad en 2009, constituyen el mosaico de factores que inluyen sobre las
prácticas homoeróticas a analizar.
Redes sociales, o el imperio de la imagen
Una de las características funcionales de los sitios de encuentro es la exposición
de imágenes de la persona en un peril7 a in de ganar el interés de los demás; la
7 Un peril es el espacio personalizado de la interfaz consagrado a la exposición del usuario,
es el locus de una puesta en escena de sí. En él, la persona puede exponer información per-
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predominancia de la imagen respecto de los demás elementos de información
del peril, como el texto o las características descritas en el mismo, puede observarse en la misma organización espacial de los sitios: la forma de catálogo en
que la imagen es lo primero y más sobresaliente de un peril, son raros los periles que no muestran ninguna imagen. Para la mayoría de las personas entrevistadas —quince de veintidós—, las fotos del peril tienen mucha más importancia
que todos los demás elementos mostrados en él.8
El sitio Manhunt posee una característica particular interesante para analizar: es uno de los pocos sitios de encuentro para hombres que permite la exposición de fotografías explícitas de cualquier parte del cuerpo, sobre todo los
genitales, como foto de peril; otros sitios como PlanetRomeo,9 o aplicaciones
telefónicas como Grindr10 restringen la exposición de fotos de genitales, ya sea
permitiéndolas sólo como fotos “privadas” o “bloqueadas”, ya sea permitiendo
su acceso únicamente a los usuarios con membresía.11
Entre los entrevistados, quince dicen tener en sus periles fotos privadas de
diferentes partes de su cuerpo, diez de ellos dicen tener fotos de sus genitales,
seis de su torso, cuatro de sus glúteos, un entrevistado tiene una foto de sus
brazos y otro una de su abdomen. Esta segmentación del cuerpo en partes fotograiadas y expuestas en Internet, o compartidas a través de los aparatos móviles, se yuxtapone a su vez a una jerarquización de órganos y extremidades que
otorga un valor y una prioridad distintos a ciertas partes que a otras.
sonal de diferentes formas: a través de imágenes (fotografías de cualquier tipo), de la escritura (la llamada “descripción”, y la lista de características que el sitio solicita para mostrar),
y de la video (Manhunt ofrece la opción de un videochat).
8 A la pregunta del investigador ¿Qué es en lo primero que te ijas en un peril de un usuario?
Obtuve varias respuestas: Después de la imagen como la prioridad mayoritaria, 13 usuarios
mencionaron la descripción escrita, 9 el “rol sexual”, 4 la edad y otros 4 el rostro; la estatura,
el estatus serológico, las ilias sexuales y el peso obtuvieron dos menciones cada uno, y el
tamaño del pene fue mencionado una vez.
9 El sitio web <planetromeo.com > fue fundado en 2002 por la compañía PlanetRomeo GmbH
en Alemania, y durante varios años tuvo cientos de miles de usuarios en Europa.
10 Grindr es una aplicación creada en 2009, lanzada al mercado por Nearby Buddy Finder en
Estados Unidos, gracias al uso de la geolocalización ganó popularidad y en 2012 airmaba
contar ya con más de 4 millones de usuarios en 192 países, actualmente posee la hegemonía
entre las aplicaciones de encuentro entre hombres.
11 La característica de Manhunt es particular precisamente porque no tiene ninguna restricción para observar las fotos de genitales que se muestran como foto de peril para cualquier
persona registrada de manera gratuita al sitio, si bien el usuario puede “esconder” sus fotos
de genitales en las fotos “privadas”. Manhunt ofrece la modalidad de membresía a sus usuarios, de tal forma, a cambio de pagar por diferentes paquetes de ciertos periodos de tiempo
se puede acceder de forma ilimitada a todos los periles de los usuarios, y se pueden enviar
mensajes de forma ilimitada, de lo contrario existe una cuota diaria de 10 mensajes para
quienes no tengan una membresía.
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El cuerpo segmentado y jerarquizado es sometido a un performance continuo de erotización; de esta forma, el usuario Corso12 airma que “a veces sus
caras no son tan interesantes pero sus cuerpos sí”. Por otra parte, tal segmentación del cuerpo responde a una lógica particular de evaluación de posibilidades
sexuales o afectivas que ofrecen estos sitios; el mismo usuario declara que preiere mostrar como foto de peril una foto de su pene a una de su rostro, puesto
que cuando ha puesto foto de su cara dice no tener “tanto éxito” para lograr un
encuentro sexual:
Cuando me meto al Manhunt […] ven mi pito y dicen: “Va, voy”; en Manhunt yo ligo
rapidísimo porque se ve mi pene, y en los otros [sitios de encuentro] no, porque primero se ve mi cara […] En Manhunt yo no pongo [foto de] cara, o sea mi pito, mi cola,
todo […] me contactan y, este, “Ay ¿no tienes foto de cara?” Cuando me piden foto de
cara […] les digo: “No, no tengo aquí, pero ¿qué quieres saber? Tengo dos ojos, una
nariz, y tengo boca, dos cejas, pestañas un chingo, me crece un poco de vello” […] No
busco el anonimato ni nada, más bien es como [decir]: “Güey, quiero coger, y cojo con
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esto, ¿quieres?” Y te digo que funciona muy bien en Manhunt, en Hornet y en Grindr
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es un pedo, es lo contrario, o sea mi rostro mata.
El funcionamiento del sitio responde a una lógica de pragmatismo sexual,
donde la exposición de partes del cuerpo igura como herramienta esencial para
satisfacer las expectativas de los usuarios; tal como muestra el caso de Corso,
el cuerpo queda reducido a una función mecánica, un medio para “coger”, en su
máxima expresión —“mi verga y mi culo”.
Durante el trabajo de campo en las entrevistas, pude observar la manifestación de una lógica particular de la exposición y la evaluación de las fotos de peril por parte de los usuarios; la motivación13 de cada entrevistado al usar el sitio
puede variar según el momento en que se conecta al sitio, va a determinar, en la
mayoría de los casos, el tipo de imagen que seleccione como foto de peril; de
esta forma, para un usuario en busca únicamente de un encuentro sexual su
foto de peril será más sexualmente explícita, mientras que para aquellos que
busquen entablar otro tipo de encuentro, como la búsqueda de una relación de
pareja, la foto de peril se mostrará menos sexualizada.
Tal lógica de la imagen revela una economía del deseo que se traduce por
una parte en el uso mecánico del cuerpo y, por otra, en la producción fantasmá-
12 Corso tiene 34 años, estudió artes escénicas, divorciado, proveniente de una familia de
clase media baja, trabaja como actor.
13 Ya sea la búsqueda de un encuentro sexual, la búsqueda de pareja, o solo pasar el tiempo,
entre otras.
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tica14 de las expectativas hacia el otro. Puede observarse entonces una tendencia entre los periles que muestran una foto de genitales, o alguna foto sexualmente explícita, y aquellos usuarios inscritos en el sitio con el in de tener
encuentros sexuales; esta relación la encontré en siete casos. Por otra parte,
pude constatar cinco casos donde hay una relación entre los usuarios que desean “conocer a la persona”15 y los periles que muestran una foto de rostro
como imagen de peril.
Sin embargo, hubo casos en que la relación foto de genitales = encuentro sexual y foto de peril de rostro = encuentro no sexual no coincidía con tal lógica:
tres usuarios, José,16 ,Gabriel17 y Rider,18 muestran su rostro en su foto de peril,
indicando al mismo tiempo que buscan un encuentro sexual;19 al mismo tiempo,
otros dos, Rex20 y Vlad,21 muestran como foto de peril su torso desnudo sin
mostrar su rostro, indicando buscar “conocer personas”.
De manera que, incluso si la lógica tipo de imagen de peril = tipo de interacción buscada aplica para doce casos, tal lógica no muestra una rigidez en la motivación de los usuarios en relación con las expectativas ligadas al encuentro.
Existe un doble estándar presente en la evaluación de imágenes y periles que
funciona gracias a la fragmentación del cuerpo, este se separa en pedazos que
son erotizados, cada uno de ellos activa un mecanismo diferente de interacción,
que va a coincidir con la lógica del imperio de la imagen expuesta.
14 El término “fantasma” y sus derivados son utilizados en este texto siguiendo la línea teórica de la escuela psicoanalítica francesa; en ocasiones se ha traducido al español el término
“fantasme” por “fantasía”, no obstante consideramos que el término fantasma guarda mejor
las connotaciones teóricas del psicoanálisis.
15 Frases como “conocer a la persona”, “lo que se dé”, o “lo que surja” son utilizadas por los
usuarios ante preguntas hechas por otros sobre su motivación en el sitio, tales respuestas
revelan una ambigüedad que aspira a contener una evaluación prolongada del otro hasta tener más evidencia que lo convenza sobre sus deseos.
16 José tiene 25 años, con una licenciatura terminada, proviene de una familia media, soltero y con un empleo estable.
17 Gabriel tiene 24 años, con licenciatura trunca, trabaja en un restaurante, proveniente de
una familia de clase media baja, es soltero.
18 Rider tiene 43 años, con licenciatura terminada y posgrado trunco, es funcionario público, proveniente de una familia de clase media alta acomodada, es soltero.
19 Es importante mencionar que la noción de “encuentro sexual” engloba una serie de prácticas que pueden variar, desde el sexo oral, la penetración anal, la masturbación mutua, entre
otras, no se trata entonces de una noción homogénea sino de un término metodológico empleado para distinguir la connotación del encuentro entre dos personas.
20 Rex tiene 27 años, estudió medicina y trabaja en un hospital, de familia media alta acomodada, es soltero.
21 Vlad tiene 23 años, es estudiante de licenciatura, proveniente de una familia de clase
media acomodada, es soltero.
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El capital erótico
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Punto de convergencia de las normas de género, el cuerpo materializa lo simbólico
y actualiza la inversión normativa que el sujeto realiza constantemente. La relación inseparable entre el cuerpo y los efectos que produce en el espacio social puede analizarse a través del capital erótico en tanto forma de capital cultural (Bourdieu 1979b, 3); esta forma de capital es el resultado constante del reconocimiento
de ciertos atributos físicos y psicológicos que otorgan el acceso a diferentes bienes
materiales y simbólicos, en el caso de las redes sociales de encuentro este tipo de
capital otorga el acceso a otros cuerpos o a cierto tipo de interacciones.
Propuesto en tanto que herramienta analítica en las investigaciones de Martin y George (2006), de Adam Green (2008), y de la antropóloga Catherine Hakim,22 el capital erótico sirvió en esta investigación para desentrañar la compleja
trama de relaciones de poder en torno al cuerpo. Esta forma de capital simbólico
se ve imbricada con la noción bourdiana de hexis corporal que descubre las dimensiones materiales y simbólicas del género y las sexualidades; según Bourdieu: “La hexis corporal es la mitología política concretizada, incorporada, convertida en disposición permanente, en manera perdurable de sostenerse, de
hablar, de caminar, y por tanto, de sentir y de pensar” (Bourdieu 1980, 117).23
En los encuentros a través de las aplicaciones “de ligue”, la exposición del
cuerpo permite a los usuarios interactuar y evaluar tanto el deseo producido en
los otros, a través de la exposición del propio cuerpo, como el deseo experimentado en sí mismo, a través del placer de observar el cuerpo de los demás; en este
proceso, la masculinidad es movilizada por la gran parte de los usuarios,24 tal
como señala Núñez Noriega, esta es “un objeto de disputa cotidiana” (2007, 149).
El capital erótico visibiliza los efectos de varias relaciones de dominación,
entre ellas la étnica/racial (a través del color de la piel, las facciones del rostro,
la estatura, entre otros atributos físicos), la de clase social (a través de la enunciación de la preferencia por marcadores de diferencia especíicos, como los
gimnasios, spas, medios sociales frecuentados, o formas de vestir), entre otras
como el colonialismo estético que se observa en el modelo local de belleza hegemónica en México.
22 Hakim lo deine como una noción multifacética que combina distintos elementos: “El capital erótico es una combinación de atracción estética, visual, física, social y sexual a otros
miembros de la sociedad, y especialmente a miembros del sexo opuesto, en todos los contextos sociales” (Hakim 2010, 501).
23 Todas las traducciones son nuestras.
24 Herramienta analítica necesaria para el estudio de las prácticas homoeróticas, la masculinidad se aborda en este texto de manera sucinta, ya que su análisis requiere un texto propio
(en curso), no obstante puede consultarse el texto original de la tesis de maestría donde se
aborda el tema con mayor profundidad (Ramírez García 2016).
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Entre los elementos tradicionales de este canon simbólico de belleza local
en México, con variaciones regionales y etarias dentro del país, pueden observarse atributos del cuerpo que son los más valorados: la estatura (superior a
1.75 m), la piel “blanca” o poco pigmentada, el cabello color castaño claro o “rubio”, los ojos de color claro (azules, verdes, etc.); tales elementos son bastante
apreciados en tanto que capital erótico tanto en hombres como en mujeres, y
particularmente en los círculos sociales gay de clases medias urbanas, en los
que además se valoran los cuerpos esbeltos o musculados, así como también es
apreciada la “juventud”, en tanto apariencia corporal, más que en tanto cifra del
periodo vital de un organismo.
El colonialismo estético dominante en México produce y reproduce un canon de belleza heredado de la cultura occidental, que se reproduce en muchas
sociedades no occidentales gracias a la profusión de los medios de comunicación en un proceso de globalización. Es a través de este modelo de belleza que
una imposición cultural despliega una descaliicación simbólica del otro (el
cuerpo que “no es bello”); el cuerpo que “no es atractivo” no puede ser considerado como dotado de un gran capital erótico pues no ha sido socialmente constituido como tal, sufre así una imposición simbólica de ilegitimidad en la lucha
por el reconocimiento social.
El capital erótico funciona en sinergia con otros tipos de capitales, como explica Bourdieu con las preferencias estéticas de las diferentes clases sociales;25
de igual forma, la existencia de un cuerpo masculino “legítimo” como objeto discursivo de deseo se maniiesta en cada uno de los entrevistados, cada uno se
posiciona respecto a tal objeto de deseo en dos dimensiones: en relación con su
propio cuerpo, y en relación con el cuerpo del otro al que desea.
Según los datos recabados, un indicador de los efectos del capital erótico de
los usuarios entrevistados podría ser el número de mensajes que reciben en los
sitios de encuentro, la tabla 1 muestra la comparación de este indicador entre
ellos, siguiendo tal hipótesis podría decirse que el usuario David,26 que recibe en
promedio 100 mensajes diarios, tendría un capital erótico mayor que el de Manuel, con sólo 2 mensajes; no obstante, limitar el capital erótico a los efectos producidos únicamente por la foto de peril caería en un reduccionismo en el que
sólo se toma en cuenta el físico inmediato observado en los sitios, mientras que
25 Según él: “No hay nada que distinga tan rigurosamente a las diferentes clases sociales que
la disposición objetivamente exigida por el consumo legítimo de las obras legítimas, la aptitud para adoptar un punto de vista propiamente estético sobre los objetos ya constituidos
estéticamente y, por tanto, destinados a la admiración de aquellos que han aprendido a reconocer los signos de lo admirable” (Bourdieu 1979a, 41).
26 David tiene 25 años, con licenciatura trunca, proveniente de una familia de clase media
acomodada, tiene un empleo estable en una empresa transnacional, es soltero.
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Tabla 1. Relación Periles visitados/Mensajes recibidos/Mensajes enviados.
Periles visitados
(promedio al día)
Mensajes enviados
(promedio al día)
Vlad
20
25
20
ACTIF
3
20
6
José
50
3
5
0
40
40
David
20
100
20
Javier
20
3
2
Charles
20
10
15
Gabriel
20
12
12
Antonio
20
3
2
Manuel
2
2
5
Rex
10
15
6
Mario
20
5
20
Cubiste
40
20
15
Oscar
20
10
20
Corso
20
50
20
Neptuno
20
20
20
Demian
30
10
4
Rider
30
8
30
Íñigo
20
5
20
Erick
50
10
20
Alain
20
20
20
Arturo
20
100
20
Machomec
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Mensajes recibidos
(promedio al día)
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Campo: Usuarios habitantes de la Ciudad de México con una cuenta en Manhunt que aceptaron la entrevista (N=22).
Lectura: Relación entre el promedio de periles visitados, el promedio de mensajes recibidos y el promedio de respuestas, todo
en un periodo de un día.
algunos usuarios relatan cómo el capital erótico puede ser mayor en el encuentro
cara a cara, incluso en razón de factores como la personalidad, el tono de voz, u
otros factores, como la empatía que sus historias de vida despiertan en ellos.
Cierto capital erótico, instrumentalizado gracias a los medios digitales, puede ser aprovechado para la interacción en los sitios de encuentro ya que subordina todo tipo de motivaciones; esto se observa en las entrevistas realizadas,
pues algunas personas airman que desbloquean27 sus fotos, o que aceptan el
27 Cada usuario puede decidir mostrar (desbloquear) a otro usuario las fotos que tiene como
privadas (ocultas) en su peril.
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chat con cámara, únicamente si los usuarios que lo solicitan “están guapos”; en
esta misma lógica, la mitad de los entrevistados airma que la mejor “estrategia
de ligue” en Manhunt es mostrar la foto de un “buen” cuerpo.
El cuerpo se descubre como el material más inmediato de cada persona, sobre el que puede materializar y trabajar —capitalizar— sus deseos; cada sujeto
es capaz de moldearlo y explotarlo a través de múltiples tecnologías y técnicas
disciplinarias —como dietas, actividades deportivas, e incluso cirugías estéticas—, y de aprovechar sus atributos o sufrir sus carencias. Un cuerpo trabajado
conforme a la lógica del reconocimiento legítimo se ajusta a la lógica del capital
en sus diversas presentaciones, en tanto capital social, cultural, simbólico e incluso político.
Estudiar el capital erótico permite indagar sobre las formas en que los diferentes tipos de capitales convergen en uno o más grupos sociales, o sobre cómo
se posiciona cada cuerpo en torno a la hegemonía de una élite; su análisis nos
permite preguntarnos si resulta una coincidencia el hecho de que ciertas élites,
en distintos campos de poder, coincidan con formas de capital corporal, con
formas de blanqueamiento corporal, con prácticas y tecnologías del cuerpo,
como gimnasios, deportes de élite, etc., o a su vez preguntarnos ¿de qué manera y en qué condiciones de existencia varias formas de capital, cultural, social,
económico, luyen en una dirección, se estancan en ciertos grupos sociales, y a
la vez atraen un lujo continuo de capitales? Y también ¿qué mecanismos de revuelta, de reformulación y revolución pueden ocurrir para los desposeídos de
ese capital? ¿Cómo es que un cuerpo “bello” en condiciones carentes de capital
social o cultural puede lograr “irrumpir” gracias a y, a través de, su cuerpo en
otros medios sociales? En suma, preguntarnos sobre las reglas del capital erótico, en tanto materialización constante de los efectos de poder que emanan del
cuerpo, arroja luz sobre un amplio rango de fenómenos sociales.
El uso de las redes como productoras fantasmáticas
Durante la observación etnográica digital, y gracias a los relatos de los entrevistados, pude constatar la recepción y el desbloqueo de fotografías privadas,
la mayoría de genitales, con invitaciones directas a tener encuentros sexuales;
esta práctica, al parecer recurrente y cotidiana, despertó en mí la curiosidad sociológica en torno a las condiciones y tendencias del proceso de seducción a
través de las nuevas redes sociales; me preguntaba cómo podía explicarse una
práctica tan reveladora, literalmente, en tanto que forma inicial de interacción
entre dos desconocidos.
Si una función de la exposición de fotografías en las redes de encuentro es
permitir una primera aproximación a una persona que hasta ese momento era
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desconocida, la posibilidad de desbloquear o enviar las fotos a otros usuarios
supone una nueva forma de interacción; las fotos de genitales, acompañadas
del mensaje “¿cogemos?” enviadas como forma inicial de interacción es el claro
ejemplo de estas nuevas formas de interacción. Este tipo de aproximación rompe con la esfera tradicional de la intimidad, a ello se suma la posibilidad que
permiten los periles del sitio de conocer de forma inmediata características especíicas de la persona (entre otras están su “rol sexual”,28 el tamaño de sus genitales, las fantasías y prácticas sexuales preferidas),29 además de la posibilidad
de “cortar” la comunicación o “bloquear” a un usuario sin mayor problema.30
Según la teoría de los scripts31 sexuales de Gagnon y Simon (1973), el comportamiento sexual debe explicarse sobre todo por el contexto en el que tienen
lugar las prácticas más que por una pulsión interna o por determinismos biológicos;32 siguiendo esta teoría, Kristian Daneback airma a partir de sus estudios
que: “las características especíicas de Internet producen nuevos scripts sexuales que no se encuentran en concordancia con el comportamiento sexual condicionado por marcos de interacción más tradicionales fuera de las aplicaciones
de encuentro” (2006, 179), en efecto, esto puede constatarse a través de las nuevas prácticas como el envío de fotos de genitales, que desatan nuevas formas de
comunicación, seducción y explotación del capital erótico.
Por otra parte, en su texto Looking to play? Les technologies de drague en
ligne dans la vie gay (2014), Kane Race analiza las redes sociales de encuentro a
partir de la perspectiva de la “especulación sexual”, en tanto pragmatismo que
permite un tipo particular de transacciones; apunta cómo “el chat puede constituir también una forma de juego en sí mismo, en la medida en que lota en un
28 Manhunt, como otros sitios, reproduce una noción dicotómica de las prácticas y las subjetividades sexuales al asignar y preguntar el “rol sexual” de los usuarios, entendiendo por
este la prevalencia de la preferencia en los actos sexuales por penetrar o ser penetrado, como
dos caras de una moneda que pueden distinguirse claramente; al reproducir la distinción
entre estos “roles” se cae en un binarismo falaz, pues ni las prácticas eróticas son tan dualistas, ni las subjetividades sexuales están tan condicionadas por tal distinción. (Cfr. Núñez
Noriega 1999, 2007).
29 Algunos usuarios me compartieron algunas de sus preferencias sobre prácticas sexuales
como la uroilia (Mario), el bareback (Neptuno), los tríos (Erick), los planes sugar daddy (José),
entre otras.
30 Arturo menciona la “ventaja” de decir no: “Si una persona te habla [fuera de las redes y
sitios de encuentro] no tan facilmente la rechazas, aunque sea le dices ‘hola’, y en una red
claro que la rechazas, la eliminas, la bloqueas, se la mientas, y no se lo dices enfrente”.
31 La traducción más certera para el término script sería “libreto” o “guión”; según esta teoría,
un script es la “forma organizada de convenciones mutuamente compartidas que permite a
dos actores o más de participar en acciones complejas que implican relaciones de dependencia mutua” (Gagnon y Simon 1973, 18).
32 Respondían así a la teoría psicoanalítica por un lado, y al biologicismo de algunas teorías
del comportamiento sexual de corte conductista por otro.
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espacio precario que oscila entre el intercambio gratuito y el intercambio instrumentalizado” (2014, 56); esto coincide con el placer experimentado por ciertos entrevistados al interactuar a través del sitio sin buscar siquiera llegar al
encuentro cara a cara.
Cinco entrevistados me relatan el placer que les provoca el solo hecho de
observar las fotos de los demás usuarios en el sitio, sin buscar necesariamente
pasar al encuentro en persona. Corso airma: “Me gusta ver los cuerpos desnudos […] a veces yo solo quiero ver culos y vergas […] la imagen me prende, cómo
se muestran, qué parte de sí muestran; soy muy poco pudoroso entonces a todo
mundo le abro [desbloqueo] mis fotos”, en efecto, su foto de peril es una foto
de su pene. El intercambio de fotos —ya sean reales, icticias,33 o fragmentadas—, la sexualización de las conversaciones, y la posibilidad de seducir a otros
hombres, constituyen ya un in que satisface los deseos y los fantasmas de algunos usuarios.
En este juego fantasmático, los sitios de encuentro devienen una forma de
diversión, de pasatiempo, donde se obtiene placer al ver y ser visto;34 se trata
según Kane Race de “una práctica erótica que se basta a sí misma” (2014, 56), la
experiencia visual convierte al sitio en
un espacio en el que los fantasmas pueden tomar una forma más concreta, aquella de
las oportunidades, de los deseos y de las intenciones, o quizá permanecer en el espacio del chat y del fantasma. Los fantasmas co–construidos en línea pueden modelar
las expectativas del encuentro cara a cara, ya sea que le den forma, o que engendren
una posible decepción, en la medida en que el encuentro cara a cara no logre estar a
la altura de la versión preconstruida y del fantasma.35 (2014, 57).
Puede observarse entonces que la exposición de fotos de todo tipo en el sitio crea un uso fantasmático de las redes sociales, en donde el capital erótico
—propio y del otro— establecerá las bases de una transacción sexual en un continuum donde lo digital y lo fantasmático se confunden; el conjunto de transacciones y negociaciones entre dos o más usuarios revela la existencia de una ges-
33 El usuario Antonio, por ejemplo, muestra como foto de peril al fotógrafo Robbert
Mapplethorpe, cuando lo encontré por primera vez fuera del sitio le pregunté por qué mostraba una fotografía que no era de él como foto de peril, dijo que simplemente le gustaba el
trabajo del fotógrafo.
34 En su obra Tres ensayos sobre teoría sexual (1905), Sigmund Freud mencionaba ya la existencia de un “placer escópico” a partir de la noción de Schaulust, que designaba el “placer de
observar”, misma que engloba el placer de mirar, ser mirado, y también la curiosidad (Anaut
y Strauss 2004).
35 Cfr. nota al pie 14.
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tión intersubjetiva de las expectativas y las disposiciones eróticas, en suma, de
una economía del deseo.
Economía del deseo y el proceso de negociación
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Siguiendo a Erving Gofman (1959, 1977) y a Paola Tabet (2004), Mélanie Gourarier analizó la seducción en tanto relación transaccional en un sitio de encuentro para hombres y para mujeres, ella encuentra que “las transacciones de seducción son una manera de signiicar y actualizar el valor diferencial de los
deseos masculinos y femeninos” (Gourarier 2013, 427); por mi parte, el estudio
de la seducción analizado en mis entrevistas permite observarla como proceso
de gestión del deseo en los entrevistados.
Dos ventajas del uso de las aplicaciones aparecen claramente en las entrevistas de mis informantes, la primera es la gran facilidad para abordar personas
desconocidas, la segunda es la reducción del proceso de la seducción. De tal
forma, hubo un objeto discursivo que surgía en prácticamente todas las personas, se trata del “salto” que permiten los nuevos sitios de encuentro en relación
con el marco de interacción habitual de seducción entre dos personas desconocidas (la frase “que te permiten saltarte varios pasos” aparecía una y otra vez al
preguntar sobre las ventajas del uso de estos sitios, apelando a la posibilidad de
omitir ciertas etapas en la interacción del cortejo); esto me condujo a pensar la
seducción en los sitios de encuentro en tanto economía del deseo que se propaga en un espacio digital a partir del uso fantasmático que hacen los usuarios, en
función de las expectativas y las motivaciones de cada uno.
El proceso de seducción homoerótico se estructura y se desarrolla gracias a
la gestión y la organización de los deseos, este andamiaje entre gestión y organización descubre una administración, una economía, que no es del todo consciente, y que no se advierte lineal; de acuerdo con los resultados de esta investigación, tal economía estaría estructurada en dos dimensiones de la interacción:
1.
2.
En tanto negociación externa del sujeto con los demás usuarios la economía
del deseo estructura la búsqueda de otros usuarios en función de la identiicación de posibles objetos de deseo entre una multiplicidad de periles, en
un espacio consagrado a la presentación de sí y a la explotación del capital
erótico, y a partir de la posición que la persona asume respecto a la heteronorma.
En tanto negociación interna del sujeto consigo mismo a partir de la cual el
usuario gestiona sus deseos en el curso de la interacción procediendo a un
ejercicio de autoanálisis, donde la inteligibilidad de su propio deseo y su
disposición a respetar el acuerdo establecido con otro usuario hacen posi-
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ble el encuentro cara a cara; tal ejercicio toma en cuenta la imbricación de
fantasmas y expectativas que estructuran la interacción, y se apropia de las
herramientas digitales, como la lexibilidad del peril y la conversación digital en tiempo real, para satisfacer un gran abanico de deseos en un corto
periodo de tiempo.
Se analizan a continuación ambas dimensiones de la economía del deseo.
Economía del deseo en tanto que negociación externa
36 La búsqueda de espacios especiales para la seducción entre hombres ha sido una condición histórica de las identidades homosexuales y las prácticas homoeróticas (Cfr. MèndesLeite y Proth 2002; Núñez Noriega 2004; Humphreys 2007).
37 Kane Race (2014) coincide con Marie Bergström (2011), quien ha estudiado los sitios de
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Para muchos usuarios, el espacio público heteronormado supone una barrera
para la seducción entre hombres que el espacio digital puede rebasar,36 muchos
de los entrevistados observan en esta “facilidad” ofrecida por las aplicaciones
un medio para esquivar algunos efectos de la heteronorma y permitirse mayores posibilidades de “encontrar a alguien”.
Desde los años 60, en su estudio sobre la comunidad gay de Los Angeles,
Evelyn Hooker utilizó la metáfora del “mercado sexual” para designar “las transacciones entre homosexuales y la puesta en marcha de un marco para negociar
el intercambio de servicios sexuales” (Hooker 1965); por su parte, el sociólogo
Michael Pollak, quien estudió la seducción gay a inales de los 70, en la misma
línea de investigación, se reiere al “(…) mercado sexual que busca maximizar
las ganancias en términos de placer al mismo tiempo que minimizar los costos
temporales e inversiones racionales (etapas de la seducción, riesgos de rechazo)
asociados a esta búsqueda” (Pollak 1982).
Para estos dos autores, la idea de “mercado” supone un conjunto de negociaciones que busca obtener el mejor resultado en una transacción, al mismo
tiempo que una racionalización del esfuerzo por obtenerlo, cuya inalidad reside únicamente en el placer. Durante la realización de esta investigación, pude
constatar que el éxito del uso de redes sociales de encuentro reside en gran parte en la excitación experimentada por los usuarios, quienes disponen de un número incalculable de parejas potenciales —independientemente de la motivación que tengan en el sitio—, que los hace fantasear con la idea de “encontrar” a
alguien.
Para algunos entrevistados es difícil resistirse a una forma de incitación sexual permanente37 en las aplicaciones, encontré relatos que mencionaban la sor-
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presa que sentían al inscribirse en tales sitios y descubrir la cantidad de periles, esta desataba la sensación de que entre tantos usuarios ellos “encontrarían
al bueno”, a tal grado que algunos aseguran: “No podía salirme del sitio durante
horas hasta encontrar a alguien” (David). La impresión de explorar una lista “ininita” de personas que también se encuentran en la búsqueda de “alguien” o
“algo”, estimula en ellos una necesidad de permanecer conectados; incluso algunos están inscritos en más de una red social o aplicación al mismo tiempo, al
menos trece entrevistados han utilizado más de un sitio.38
Si para la mayoría de los entrevistados el sitio sirve sobre todo para “ahorrarse los pasos” de la seducción, para aquellos que no se asumen como homosexuales ni gays (cuatro casos entre los entrevistados), esta ventaja signiica más que
eso, es una necesidad. Es el caso de Demian,39 quien airma que en su vida diaria
“hay puros heteros [heterosexuales]”, mientras que “frente a la pantalla es más
fácil [encontrar a hombres atraídos por hombres]”. Para Gabriel, usar el sitio signiica liberarse del peso de perder el tiempo buscando identiicar a los hombres
a quienes les gustan los hombres; el sitio le permite suponer que todos los usuarios se encuentran en la búsqueda de otros hombres, “porque ya sabes que vas a
la segura, ya no tienes que andar explicando a la persona que ‘soy gay’, porque
ya lo saben, y entonces es muy fácil soltar las cosas como las siento”.
Los usuarios aprovechan igualmente de una maximización de las oportunidades gracias a la cantidad de personas conectadas: “En un antro puedes intentar ligarte a dos y los dos te pueden batear [rechazar]. En un sitio puedes intentar con cincuenta, y alguno te va a decir que sí. En un antro si besas a alguien
más, [él] se puede dar cuenta, en las redes nadie se da cuenta (que estás ligando
con alguien más), entonces puedes hacer sentir especiales a todos”(Manuel);40
encuentro en Francia, respecto a la importancia de la organización visual de los sitios de
encuentro y sobre la inluencia que tal organización ejerce sobre la interacción y la experiencia de los usuarios. Esto es fácilmente observable en los sitios de encuentro, donde la yuxtaposición de imágenes, videos y anuncios de sitios pornográicos, o propaganda de otros sitios, vuelven a este tipo de redes sociales como Manhunt un espacio sexualmente saturado.
Tal estructura heterogénea produce nuevas formas de socialización como hemos visto, mismas que Race denomina “el público de lo privado” (publics of private) (2014, 58).
38 Es interesante resaltar que la globalización y el uso extendido de los aparatos smartphone
han permitido a las aplicaciones explotar un nuevo mercado, la aplicación de encuentro que
más es utilizada por los entrevistados es Grindr, dieciséis usuarios la han utilizado alguna
vez, mientras que otras diecisiete aplicaciones fueron mencionadas: Gaydar, Scruf, Recon,
Hornet, Jack, Bender, Tango, Crawler, Bear1, Badoo, GayRomeo, Wapo, Bareback, Quickspeed,
Tinder, DudesNude, Osos.
39 Demian tiene 27 años, es médico veterinario y tiene un empleo estable, proveniente de
una familia de clase media acomodada, es soltero.
40 Manuel tiene 28 años, con una ingeniería terminada y un empleo estable, proveniente
de una familia de clase media acomodada, es soltero.
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los relatos como el de Manuel, o el de Corso, muestran que ciertos usuarios desarrollan cierta inteligencia estratégica de la seducción, que les permite “jugar”
varias “cartas” a la vez sin arriesgar demasiado. Los entrevistados parecen ser
conscientes de que toda “pérdida” puede ser rápidamente compensada por otras
“ganancias” eventuales.
Como expusimos anteriormente,41 la lógica de la imagen muestra que son
las expectativas de los usuarios las que estructuran la racionalización de la interacción: a motivaciones diferentes corresponden por tanto estrategias diferentes en la puesta en escena de sí mismo en los sitios de encuentro. El reconocimiento del capital erótico parece ser evidente para la mayoría de los
entrevistados; Corso, Charles,42 Demian y Alain43 consideran que el tamaño del
pene es una gran ventaja cuando se expone en el peril de los usuarios, ya sea
de forma visual o en la descripción escrita. Como indica Rivière en su estudio:
“En este tipo de economía fantasmática, el cuerpo ofrecido y/o poseído es instrumentalizado en beneicio del placer de la negación del/y en el otro” (Rivière
et al. 2015, 179).
Las fotos de genitales expuestas como foto de peril de un usuario atraen la
atención de entrada, y dan la impresión de que se trata de un usuario que tiene
necesariamente “más éxito” en la seducción. Sin embargo, el caso de Corso
muestra cómo la ruptura de ciertas barreras, la cualidad de “ser directo”, son la
clave del “éxito” de este tipo de imágenes:
Entrevistador: — ¿Cuáles son las estrategias de ligue que crees que son las más utilizadas en el sitio?
Corso: —Hay de todo. Está el guarro directo, el que abre tu ventana y [dice]: “¿Quieres
coger?” o “Qué rica verga ¿me la metes?” Hay otros que son como más suaves: “Hola,
¿cómo estas ?” […]
Entrevistador: —¿Cuál crees que es la que más tiene éxito?
Corso: —Las fotos y lo guarro, creo que es lo que más pone. A mí.
Si los sitios y las aplicaciones de encuentro como Manhunt o Grindr favorecen una “‘economía excitativa’ del instinto o del deseo sexual” (Riviere et al.
2015, 163), tal economía es puesta a prueba al momento del encuentro cara a
cara. El paso del encuentro digital al encuentro en persona ha sido estudiado en
41 Vid supra p. 85.
42 Charles tiene 27 años, estudia una licenciatura y trabaja al mismo tiempo, proveniente
de una familia de clase media baja, es soltero.
43 Alain tiene 25 años, estudia artes escénicas y tiene una licenciatura trunca, proveniente
de una familia de clase media, es soltero.
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algunos trabajos (Hardey 2002; Lawson y Leck 2006), para algunos usuarios tal
paso signiica el momento decisivo en que las expectativas son confrontadas
con los cuerpos y la personalidad “verdaderos”, la corporalidad se materializa y
sustituye a la imagen creada a partir de las fotos. Sin embargo, como podemos
observar en la tabla 2, la relación entre la interacción en el sitio y los encuentros
cara a cara se revela bastante desequilibrada, en ella se muestra que el encuentro “real” es todo menos fácil para la mayoría de los usuarios.
En tanto investigador, es por demás complicado saber si las prácticas se desarrollan de manera automática al momento del encuentro en persona entre dos
Tabla 2. Relación interacción online/oline (dentro del sitio/cara a cara).
Promedio de usuarios encontrados
en persona (oline)
Vlad
ACTIF
José
96
Promedio de usuarios con los que
ha interactuado en el sitio (online)
20
200
200
300
DOSIER
70
500
300
500
David
25
1000
Javier
10
1000
Charles
100
800
Gabriel
12
150
Antonio
20
50
Manuel
50
500
Rex
40
200
4
300
Machomec
Mario
25
600
Oscar
Cubiste
0
25
Corso
500
1000
Neptuno
50
1000
Demian
4
50
Rider
70
1000
Íñigo
100
1000
Erick
100
2000
Alan
4
50
500
2000
Arturo
Campo: Usuarios habitantes de la Ciudad de México con una cuenta en Manhunt que aceptaron la entrevista (N=22).
Lectura: Relación entre el promedio de usuarios que se han encontrado cara a cara y el promedio de usuarios con los que se ha
interactuado de alguna forma a través del sitio de encuentro (conversación, intercambio de fotos, videollamada, masturbación
en línea, etc.).
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usuarios, y pude encontrar entre los testimonios versiones muy distintas al respecto, hay usuarios que me han relatado un automatismo casi inmediato en el
encuentro cara a cara, incluso sin la mínima interacción verbal; hay otros que me
han contado cómo su motivación ha cambiado, o desaparecido en tal momento.
Si bien los sitios de encuentro son percibidos como un acceso casi automático a
encuentros sexuales, las declaraciones de ciertos entrevistados revelan que el encuentro en persona puede terminar frecuentemente en un fracaso.
Según el trabajo de Eva Illouz, “el Internet acrecienta la instrumentalización
de las interacciones sentimentales, al privilegiar el ‘valor’ que la gente atribuye
a sí misma y que atribuye a los demás en un mercado estructurado” (2006). No
obstante, tal valor atribuido a sí mismo puede no ser ijo, pues varía en función
del objetivo prestablecido y del proceso de negociación, cada persona parece
evaluarse a sí misma de acuerdo con la persona con la que interactúa, lo cual
genera una escala luctuante multifacética en que el sujeto no deja de otorgarse
un valor a sí mismo creciente o decreciente, cuyas consecuencias afectarán su
interactuar con los otros y su estima propia. A pesar de la creencia general sobre el automatismo de las aplicaciones de encuentro, en las entrevistas se observa que el proceso de la seducción digital es mucho más complejo de lo que
parece (Cfr. tabla 2).
Incluso los entrevistados que usan los sitios solo con el in de tener encuentros sexuales me han descrito el ligue como un proceso de negociación que puede no lograr satisfacer sus expectativas; frecuentemente sucede que alguno de
los dos usuarios no “cumple” con los atributos que “prometió”, o que el acto sexual no logra concretizar los fantasmas que se tienen, o que la persona conocida
no satisface alguna expectativa considerada esencial por el otro, es entonces
cuando el encuentro cara a cara no va más allá, y es el análisis de la negociación
interna del deseo el que ofrece algunas respuestas que ayudan a comprender
mejor el mosaico de dimensiones de la economía del deseo en el proceso de seducción.
Economía del deseo en tanto que negociación interna
Una característica recurrente en los relatos de las entrevistas me aportó elementos para explorar la dimensión de la negociación interna del deseo en el proceso
de seducción, se trata de la exigencia que los usuarios maniiestan hacia los demás de ser “claros” y “coherentes en lo que buscan”; tal exigencia me condujo a
formular una categoría analítica que podría servir para demostrar la complejidad de las negociaciones, por naturaleza cambiantes y lábiles; para efectos teóricos denominé a esta herramienta analítica como binomio “inteligibilidad del
deseo/respeto del acuerdo”.
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La necesidad de relacionar ambas partes de esta fórmula resulta del hecho
de su condición de dependencia ontológica, la exigencia de “ser claro” apunta a
una presentación de deseos y expectativas constreñidos a devenir explícitos al
momento del intercambio en el sitio de encuentro. Exigir la “coherencia” en el
otro hace referencia, en cambio, a respetar el acuerdo con el momento del encuentro cara a cara, mismo que ha sido negociado anteriormente, incluso si el
trato inicial había sido esperar a “lo que se dé”. Será la coincidencia entre las dos
partes del binomio la que hará posible la concretización de los deseos en el encuentro cara a cara. El usuario Corso señala, por ejemplo:
Me gusta que la gente tenga claro qué es lo que busca […] De hecho, hay algunos
[usuarios] que hacen todo lo contrario de lo que dicen [buscar]; ellos creen saber qué
es lo que quieren, pero de hecho no lo saben. Hay unos que te dicen: “Sí, lo que quiero
es coger y nada más”, pero después cuando ya [cuando] te encuentran les gustas, y
entonces te vuelven a llamar, tienen ganas de más, y después, de pronto comienzan
a subir el volumen y luego ¡ya hasta te hacen escenas de celos!
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Para Corso “subir el volumen” es más que una metáfora, signiica una escala de
interés en el proceso de la seducción que condiciona un cambio en la interacción
de la seducción. Otro entrevistado, Neptuno,44 que utiliza el sitio y las aplicaciones
únicamente para tener encuentros sexuales, alguna ocasión intentó “hacer amigos”
a través de ellas, sin gran éxito, pues los usuarios con los que interactuaba continuaban preguntándole informaciones de índole sexual como el tamaño de su pene
o su “rol sexual”, a los ojos de los usuarios su intención momentánea de “hacer
amistad” resultaba “incoherente” con su peril claramente sexualizado, el tono de
la búsqueda de encuentros sexuales no podía pasar desapercibido (su peril muestra como foto principal una foto de su torso desnudo sin rostro, mientras que su
headline45 dice: “Guarro directo para plan bareback”),46 sin embargo, según él:
[Los usuarios] tienen que ser coherentes en lo que están diciendo, porque a veces ponen [en sus periles] “activo/pasivo entrón”, y después ponen “busco relación”, entonces tú dices: “A ver güey, ¿buscas una cosa o buscas otra?”.
Aparentemente la inteligibilidad del propio deseo procede de la identiicación de las expectativas personales que el usuario quiere satisfacer (“Si tú sabes
44 Neptuno tiene 35 años, sólo estudió hasta nivel secundaria y sin empleo por ahora,
proveniente de una familia de clase baja, es soltero.
45 La frase breve que aparece como encabezado de cada peril.
46 En el contexto de las prácticas homoeróticas se denomina bareback a toda penetración
anal que se realiza sin preservativo.
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lo que quieres hay una inmediatez, ahorras ciertos pasos. Antes era más complicado” dice Íñigo).47
Las expectativas deben permanecer “coherentes” durante el desarrollo de
dos momentos especíicos: en la exposición y puesta en escena digital de sí, y
en la concretización del acuerdo a la hora del encuentro en persona. Si se logra
la coincidencia entre “eso que se desea” y “eso que se expone como deseado”,
entonces eso que es “propuesto” y eso que es “encontrado” van a concordar. La
metáfora del mercado donde “se busca” un producto especíico deviene pertinente, salvo por el carácter inestable del deseo, ya que aquello que es encontrado es otro sujeto deseante.
Respetar el acuerdo tal y como ha sido establecido entre las dos partes será
el corolario de la inteligibilidad del deseo. Manuel precisa que en los encuentros
cara a cara él permanece en el marco de lo acordado sin intentar cambiarlo, él
airma poner atención a no traspasar el límite que separa el tono del encuentro
sexual de aquel de la “relación seria”:
voy a intentar otra cosa. Si está una foto como normal y escribe algo tranquilo y sí me
gusta mucho [entonces] sí pues como que le busco de otra manera.
Manuel, como otros entrevistados, procede a un autoanálisis automático de
sus propias expectativas cuando interactúa con otros usuarios, esto porque evita cualquier tipo de confusión entre la búsqueda de un encuentro sexual y la
búsqueda de un encuentro de otro tipo, en concreto busca no invertir emocionalmente en una persona cuyo único objetivo termina justo después del encuentro sexual. No obstante, para otros casos como Cubiste48 o Vlad, tal separación es casi imposible, pues una inversión relacional y afectiva es necesaria
para que ellos tengan un encuentro sexual.
Como señala Marie Bergström: “La separación hace eco de la representación
social de una distinción neta entre dos tipos de relación cuyas premisas, el desarrollo, el contenido y más generalmente el sentido, son supuestos como distintos, incluso opuestos” (Bergström 2011, 244). Esta distinción —entre la búsqueda de una relación afectivo/emocional y la búsqueda de una relación erótico/
sexual— debe ser cuestionada en tanto que principio de evaluación previo de la
interacción: ¿Se trata de una distinción racionalizada como un binomio que faci-
47 Íñigo tiene 28 años, con licenciatura terminada ahora es freelance, proveniente de una
familia de clase media baja, es soltero.
48 Cubiste tiene 33 años, con licenciatura terminada, tiene un empleo estable, proveniente
de una familia de clase media, es soltero.
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Pues nomás que especiiquen, si dicen “nada más quiero sexo” ¡Ah bueno!, pues no
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lita la concretización de las motivaciones en la seducción digital? ¿O bien, es impuesta como forma que estructura una predisposición a la acción (en tanto que
fórmula única de la interacción)? Una respuesta durante una entrevista me aportó indicios que mostraban el grado de internalización de tal distinción:
Entrevistador: — ¿Qué signiica para ti el hecho de ser gay?
Rex: —Para mí signiica involucrarme con una persona, tanto sentimentalmente como
físicamente.
100
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Es interesante notar que para algunos entrevistados la separación entre una
dimensión “sentimental o afectiva” y otra “puramente física” aparece como clara
y evidente; la internalización de esta distinción parece ser la razón de las tentativas recurrentes de los entrevistados de actualizar el binomio inteligibilidad del
deseo/respeto del acuerdo en su interacción con los usuarios, es decir, de su
afán incansable por discernir “qué es lo que el otro quiere”, para ajustarlo a “qué
es lo que yo deseo”, y viceversa.
A pesar de esto, hay casos como aquellos de Charles y Gabriel, en que esta
actualización crea conlictos internos causados por la ausencia de una coincidencia perfecta entre las dos partes del binomio, ambos usuarios exponen siempre de forma clara en sus periles que buscan un encuentro sexual, a la vez respetan el acuerdo establecido y no buscan “ir más allá”, y sin embargo, airman
que la mayoría de las veces, los encuentros cara a cara no les procuran realmente satisfacción. Lo que explica la no coincidencia entre las dos partes de la fórmula y la insatisfacción en ellos es de hecho la expectativa de encontrar a alguien para formar una pareja, situación de la que son perfectamente conscientes,
pero que la dinámica de las aplicaciones les obliga a ocultar.
El espacio digital y de las aplicaciones deviene un terreno de interacción sumamente pragmática para los usuarios capaces de diferenciar las expectativas exclusivamente sexuales, de todo otro tipo de expectativas. El laberinto de tácticas y
de estrategias de seducción hace que cada uno aproveche diferentes atributos y
sufra ciertas insuiciencias. Mientras que para algunos investigadores, como Illouz
(2006), los sitios de encuentro representan una “ruptura con el amor romántico
tradicional”, entre los entrevistados puede observarse cómo algunos continúan
buscando “el amor” en el proceso de la seducción (Manuel, Cubiste, Javier,49 Charles, Gabriel, Antonio,50 Rex). Incluso en aquellos que sólo utilizan el sitio para en-
49 Javier tiene 48 años, con licenciatura terminada, es freelance, proveniente de una familia de clase media acomodada, es soltero.
50 Antonio tiene 30 años, estudia el doctorado, proveniente de una familia de clase media
baja, es soltero.
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cuentros sexuales, como Charles y Manuel, hay siempre una esperanza de “encontrar al bueno”; para ellos la idea de pareja continúa siendo el horizonte afectivo
ideal, presente constantemente en sus relatos durante las entrevistas.
En sentido contrario, los usuarios que buscan sólo encuentros sexuales pero
que se encuentran con alguien, que les atrae bastante, que no busca un encuentro sexual, al menos de entrada, se ven obligados a “seguir el juego” y a recorrer
toda la trayectoria que implica una interacción no sexualizada, todo con el in
de lograr el encuentro sexual en un punto ulterior. De tal forma, Corso airma:
“Los que quieren saber cómo estás, a qué te dedicas, si tienes foto de cara, los
que te hacen todo un interrogatorio para coger, esos me dan un poco de hueva,
a menos que sus fotos estén increíbles digo ‘bueno’”; Corso acepta tal “interrogatorio” —marco de interacción al que comúnmente rehúye— para lograr un encuentro cara a cara y entonces tener acceso al cuerpo que él desea, sin garantía
certera de tener éxito. Una subordinación y jerarquización de los deseos y las
motivaciones, junto a una racionalización de la seducción son puestos en marcha. Manuel relata una situación similar: “Cuando lo considero guapo —a quien
le habla por la aplicación— casi todo lo que diga es bueno, mientras no sea grosero. Si lo veo y está lindo, cualquier cosa que me diga es buena estrategia, entonces todo lo que diga va a servir”.
Estas pequeñas contradicciones en su decir y en su actuar, en realidad revelan el gran poder del capital erótico que se maniiesta en aquellos que otorgan
una gran importancia a la “belleza” física y al cuerpo como fuente de placer, tal
tipo de capital puede subordinar no sólo el deseo inmediato —aquellos que buscan un encuentro sexual pueden aceptar no tenerlo, mientras que aquellos que
rehúsan cualquier práctica sexual inmediata suelen aceptarla—, sino que también dan forma al conjunto de deseos y expectativas futuras, es decir, a la disposición que tengan de someter o no sus deseos, de satisfacerlos y negociarlos;
el conjunto de negociaciones al que el sujeto logra someter sus deseos coloca
sobre la mesa la cuestión del constante esfuerzo, el trabajo, la inversión, que
cada persona se ve obligada a gestionar ante contextos cotidianos.
De esta forma, cuando un usuario que regularmente busca encuentros no
sexuales con personas bellas, esto es, con gran capital erótico, decide subordinar este deseo a cambio de aceptar un encuentro sexual con una persona por el
hecho de que esta posee un gran pene, carente, sin embargo, de un cuerpo constituido legítimamente como bello, no quiere decir, ni que la persona deseada
carezca de todo tipo de capital erótico, ni que el usuario deseante deje de “buscar” materializar su expectativa de encontrar alguien “guapo”, puesto que tal
deseo no cambia, sino que permanece, un deseo no sustituye a otro, sino que
ambos coexisten, solo se deslizan, se reacomodan y se desplazan hacia el capital erótico del órgano sexual del otro; en ese preciso momento, la persona su-
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bordina su deseo mediato por el placer inmediato que le producirá un órgano
sexual de grandes dimensiones.
De igual forma, quien busca sólo encuentros sexuales va a privilegiar satisfacer su deseo con los cuerpos, más que con los usuarios, que él reconoce como
más placenteros, lo que le obliga en ciertas ocasiones a subordinar su deseo de
inmediatez, y a desarrollar estrategias de seducción más tradicionales, como el
marco de interacción de las “citas” que alargan el tiempo de espera para el encuentro sexual, lo que no quiere decir tampoco que no busque establecer otro
tipo de relaciones e interacciones, sino que el deseo de los encuentros sexuales
es privilegiado en las transacciones eróticas en el sitio de encuentro.
Consideraciones inales
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El capital erótico es una forma de capital cultural somatizado; al ser el cuerpo
mismo el que encarna un poder simbólico de “belleza”, de reconocimiento legítimo de un canon estético particular, este no solo se potencia en un espacio donde el imperio de la imagen es indiscutible, sino que se fragmenta y logra erotizar cada pedazo, cada órgano, y cada parte del cuerpo creando nuevas formas
de relación e interacción humanas que describen relaciones de dominación
creativas, inteligibles gracias a un análisis de la economía del deseo.
La heteronorma subyace en casi todos los discursos de los entrevistados, incluso en aquellos que por sus trayectorias escolares conocen sobre estudios
queer y feminismos; este aspecto hace falta estudiarlo más, pues al parecer la internalización de la heteronorma reside en un inconsciente performático que actúa como mecanismo de placer en cada encuentro en los sitios y las aplicaciones,
incluso en aquellos encuentros que no pasan más allá de las pantallas el fantasma
de “la pareja ideal” puede ser más intenso que el de los encuentros cara a cara.
La gestión de la interacción en los sitios de encuentro va a depender de las
motivaciones precisas al momento de la conversación en las mismas, donde la
negociación va a estructurar el proceso de la seducción. Para la gran mayoría de
entrevistados, con la única excepción de Oscar51 que dice nunca haber encontrado a nadie en persona, el paso del encuentro digital al encuentro cara a cara es
el resultado de un proceso de seducción donde intervienen dos dimensiones de
la negociación.
Estas dos dimensiones, externa e interna, que despliegan y enmarcan la economía del deseo, no aparecen como separadas de manera contundente y absoluta, ambas se encuentran relacionadas por una red compleja de transacciones
51 Oscar tiene 36 años, con licenciatura terminada, proviene de una familia de clase baja,
tiene un empleo estable en una asociación, es soltero.
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fantasmáticas que coloca a los usuarios de este tipo de sitios y aplicaciones en
un plano discontinuo de deseo, en el que ocupan distintas posiciones a la vez,
en tanto que objetos y sujetos deseantes.
La dimensión de la negociación de las expectativas consigo mismo precede
regularmente a aquella de la negociación con el otro, cuando el usuario “sabe lo
que quiere”; no obstante, el orden de las negociaciones puede ser invertido
cuando un usuario que sobrepasa las expectativas, o que posee un gran capital
erótico, propone un “plan” distinto que subordina el deseo de su interlocutor,
tal puede ser el caso de un usuario que busca una relación de pareja pero acepta un encuentro sexual con alguien que solo busca tal, simplemente porque se
sintió atraído por un cuerpo “bello”.
Hay usuarios que son capaces de marcar la distinción entre la expectativa de
un encuentro sexual y la expectativa de otro tipo de interacciones. Estos son
aquellos que, como Neptuno o Corso, utilizan el sitio con la sola motivación de
los encuentros sexuales. Cuando pedí a los entrevistados que comparasen la seducción dentro los sitios y de las aplicaciones con la seducción fuera de ellos, me
señalaron que la interacción a través de estos no es tan fácil como suele pensarse.
El proceso de la seducción, denominado por muchos de ellos como “ligue”,
puede devenir por demás complejo, y todo menos “directo”. Intervienen toda
una secuencia de negociaciones y acuerdos donde los marcos de interacción
puestos en marcha sirven de ventajas, pero también de barreras de diferente
tipo y en diferentes contextos. La diicultad de movilidad espacial que una urbe
como la Ciudad de México padece, la diicultad temporal que deja un escaso
tiempo libre en el día a día a las personas, y, inalmente, la diicultad producida
por el binomio propuesto como herramienta analítica en este texto, inteligibilidad del deseo/respeto del acuerdo forman un conjunto que obliga a los usuarios
a desarrollar una dinámica especíica de seducción, misma que puede parecer
“reduccionista” para algunos.
Lo que es cierto es que los marcos de interacción percibidos como claros y
distintos por algunos entrevistados devienen difusos y ambiguos para otros
quienes, como Javier o Gabriel, poseen sus propios principios de evaluación del
otro —características con mayor capital erótico para ellos como la personalidad
o incluso la ortografía de las personas—; esto resulta igualmente cierto tanto
para aquellos que utilizan el sitio para “ver qué se da” o “lo que surja”, como para
los que buscan únicamente encuentros sexuales; Arturo52 y Mario,53 por ejemplo,
52 Arturo tiene 30 años, con licenciatura terminada y sin empleo por el momento, proveniente de una familia de clase baja, es soltero.
53 Mario tiene 28 años, estudió actuación y es freelance, proveniente de una familia de
clase media, es soltero.
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han establecido relaciones de amistad con otros usuarios con los que ocasionalmente tienen encuentros y prácticas sexuales.
En la seducción a través de las redes sociales entre hombres atraídos por
hombres hay toda una imbricación de etapas y motivaciones, el “ligue” es experimentado como un proceso de negociación bidireccional que puede crear nuevas
formas de socialización, como el intercambio de fotos de partes del cuerpo, formas que son apropiadas por varios entrevistados, quienes buscan adaptarse a los
nuevos marcos de interacción en un espacio luctuante como el de los sitios y las
aplicaciones de encuentro. El laberinto de estrategias y tácticas de seducción que
construyen cotidianamente los usuarios en estas redes es atravesado por múltiples relaciones de dominación, que hacen del mundo virtual un rico terreno para
estudiar los efectos de poder del deseo, el género, y la(s) sexualidad(es).
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Emmanuel Theumer*
Políticas homosexuales en la Argentina
reciente (1970-1990s)1
Resumen | El siglo XX de Argentina estuvo signado por sucesivos golpes de Estado que
afectaron decididamente la vida política, pero fueron también sus interregnos, los periodos de apertura democrática, los que facilitaron el impulso de organizaciones homosexuales, también feministas, tanto a inicios de la década de los años 70 como de la de los
80. Nos proponemos aquí analizar la emergencia de un conjunto de políticas sexuales, un
despliegue escénico–disidente de la sexualidad, que tuvieron lugar bajo dicho periodo
histórico: a inicios de los años 70, fundamentalmente a través de un puñado de microgrupos integrados al Frente de Liberación Homosexual (1971-1976) y, por segundo, la apertura democrática de 1983, a través de organizaciones efímeras y otras con mayor persistencia, tal el Movimiento de Liberación Homosexual (1984-c. 1988) de la ciudad de Rosario y
Comunidad de Homosexuales de Argentina (1984-) con sede en la ciudad de Buenos Aires.
Homosexual policies in recent Argentina (1970-1990s)
Abstract | The twentieth century of Argentina was marked by a collection of coups d’etat
that decisively afected political life, but it was also the time intervals among them, the
periods of democratic openness, those that in fact facilitated the promotion of homosexual organizations, also feminist, both at the beginning of the decade of the ‘70 as of
the 1980s. We propose here to analyze the emergence of a set of sexual policies, a scenicdissident deployment of sexuality, that took place under this historical period: in the
early 1970s, mainly through a handful of microgroups integrated to the Front Homosexual Liberation (1971-1976) and, secondly, the democratic opening of 1983, through
ephemeral organizations and others with greater persistence, such as the Homosexual
Liberation Movement (1984-c. 1988) of the city of Rosario and the Community of Homosexuales de Argentina (1984-) based in the city of Buenos Aires.
Palabras clave | políticas sexuales, organizaciones homosexuales, sexualidad
Key Words | sexual policies, homosexual organizations, sexuality
Recibido: 13 de marzo de 2017. Aceptado: 5 de abril de 2017.
* CONICET–Universidad Nacional del Litoral.
1 Una versión preliminar de este trabajo fue publicada en Revista Furias, núm. 28. Gracias
a Juan Pablo Queiroz, Mabel Bellucci y Marcelo Benítez por haber hecho posible esta investigación. Correo electrónico: emmanueltheumer14@gmail.com
Theumer, Emmanuel. «Políticas homosexuales en la Argentina reciente (1970-1990s).»
Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 109-126.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2017.11.61329
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Introducción
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A DIFERENCIA de buena parte de las experiencias organizadas de resistencia sexual, el caso argentino, iniciado a inales de los ‘60, se vio truncado por la última
dictadura cívico–militar (1976-1983). El siglo XX de Argentina estuvo signado
por sucesivos golpes de Estado que afectaron decididamente la vida política,
pero fueron también sus interregnos, los periodos de transición democrática,
los que facilitaron el impulso de organizaciones homosexuales, también feministas, tanto a inicios de la década de los 70 como de la de los 80. El proceso
iniciado por la primera agrupación homosexual latinoamericana, Nuestro Mundo, hacia ines de los 60, será seguido por la conformación de un puñado de microgrupos integrados al Frente de Liberación Homosexual, cuyo accionar se verá
neutralizado por el golpe de Estado producido hacia marzo de 1976. Hubo que
esperar una nueva transición democrática, formalmente iniciada tras las elecciones presidenciales de 1983, para conocer nuevas agrupaciones sexopolíticas,
muchas de ellas de carácter efímero y otras con mayor persistencia, tal es el
caso del Movimiento de Liberación Homosexual de Rosario (1984-c. 1988) y Comunidad de Homosexuales de Argentina (1984-).2
Indagando las políticas sexuales persigo algo diferente a una historia de la
“homosexualidad” o de los movimientos LGBTIQ o la “diversidad sexual”, persigo
un gesto que evite articular categorías naturalizadas desde un “presente transparente” hacia un “pasado oscuro”. No niego la capacidad heurística de cada una
de estas, al menos no aquí, pero intento rastrear la politicidad e historicidad de
dichas categorías, algunas en proceso de elaboración durante el periodo analizado.
Históricamente los activismos sexodisidentes tomaron como punto de partida la reapropiación de taxonomías cientíicas (homosexual, transexualidad,
identidad de género, …) y de la injuria (gay, travesti, queer, …). Tal posicionamiento fue clave para realizar un ejercicio de positivación e inversión del estigma, tanto desde una lectura radical revolucionaria, en su sentido epocal, de la
homosexualidad, como desde una segmentación identitaria y una comunidad
2 Argentina durante el siglo XX contó con una seguidilla de golpes de Estado iniciados en
1930. En nuestro periodo analizado, hacia 1971, la dictadura comandada por Alejandro Lanusse iniciará un conjunto de acuerdos que desembocarán en la elección presidencial de
Héctor Cámpora en 1973, apertura democrática interrumpida entre 1976-1983 por parte de
la última dictadura cívico–militar de Argentina. Existen indicios del terror de Estado hacia
1974, con anterioridad a la declaración oicial del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, a través del aparato represivo Alianza Anti–comunista Argentina (“Triple A”)
que llegará a dirigir amenazas a feministas y homosexuales organizados. Como veremos,
desde los años ochenta, la última dictadura imprimirá una tónica sobre las luchas sexuales,
al menos en aquellas que buscaron inscribir cierta opresión compartida a través de ese singular pasado doloroso.
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imaginaria cuyo desarrollo se mide en función de la consecución formal de derechos civiles. Cuando a partir de la década de los años ochenta, en Argentina,
comenzaron a producirse memorias políticas y saberes expertos referidos a la
propia historia de los movimientos sexodisidentes (Acevedo 1985; Jáuregui
1987; Frente de Lesbianas de Buenos Aires 1993; Brown 1996; Bazán 2004) el
intento por trazar la continuidad de un sujeto colectivo en lucha fue una constante. Ha sido una tentación trazar una línea histórica y reconocerse en el tiempo, sentirse parte de, sedimentar históricamente una lucha política. Estabilizar
un sujeto político, habitarlo. Pero sería un absurdo reducir a una crítica postesencialista queer tales ejercicios escriturarios. No hay dudas de que buena parte
de tales operaciones de signiicación respondieron a contextos demandantes de
legitimidad, cohesión y sentidos de pertenencia. Fueron parte de una política
sexual que intentaba rearticular la muy sedimentada interpelación subjetivante
médico–legal, aquella que Foucault (1977) interpretó desde la emergencia del
homosexual como “especie”, cuyo estigma social producía al cuerpo “desviado”
en términos de silencio y clandestinidad (Eribon 2001; Pecheny 2002)
La historia de los movimientos de resistencia sexual es la historia de un conjunto de políticas sexuales que intentan renegociar un campo normativo no elegido, una tarea continúa de relaboración crítica de la norma sexual. Es la historia de constante producción de un exceso, un afuera constitutivo que delinea el
marco de reconocimiento sociosexual. En cada momento histórico, agrupaciones políticas invocaron la homosexualidad bajo múltiples y cambiantes rearticulaciones. Ya sea como una sexualidad latente a transparentar, como una verdad de sí cuyo mecanismo de revelación era la visibilidad airmativa del coming
out, ya sea como una comunidad imaginaria demandante del reconocimiento de
derechos. De todo ello trata este escrito.
El Frente de Liberación Homosexual (1971-1976):
una política de la transparencia
… nos tienen miedo, miedo a nuestra sexualidad fuera de la ley, y a su propia
sexualidad reprimida–negada–olvidada.
Grupo Eros–flh, Somos (1974)
Tenemos que crear Brigadas Callejeras que salgan a recorrer los barrios de las
ciudades para que den caza a estos sujetos vestidos como mujeres, hablando
como mujeres, pensando como mujeres… La sigla de “ellos” es flh.
Alianza AntiComunista Argentina, Revista El Caudillo (1975)
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El Frente de Liberación Homosexual de Argentina (FLH) fue una organización sexodisidente, descentralizada y clandestina, que operó en la ciudad de Buenos Aires
y sus alrededores entre 1971 y 1976. Si bien el FLH tiene por fundación la convergencia de intelectuales y un microgrupo, Nuestro Mundo, en 1972 la entrada del
Grupo Eros, integrada por jóvenes estudiantes universitarios, poetas y con experiencia militante de izquierdas, darán un impulso radicalizante al mismo que signará el apartamiento de los primeros.3 Tanto las volanteadas como las intervenciones en conferencias públicas, tanto la edición de la revista Somos como la
creación de un grupo de “concientización” —espacios donde aquello que se consideraba un problema personal podía ser traducido en términos de opresión compartida— fueron algunas de las acciones ejecutadas por el FLH.
Buena parte del estado de la cuestión se ha focalizado en describir los intentos de diálogos que el FLH realizó con la izquierda de su época, en un contexto
de efervescencia social signado por la aincada convicción de que la revolución
socialista no sólo era deseable y pensable, sino también posible. Este abanico de
izquierda, para el caso, involucró al Partido Socialista de los Trabajadores (PST),
la agrupación político–armada Montoneros, la Juventud Peronista (JP), así como
a dos experiencias pioneras del feminismo contemporáneo argentino, la Unión
Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF, ambas
disueltas tras el golpe de Estado de 1976.4 Ciertamente, los militantes del FLH
aprovecharon la primavera democrática camporista, iniciada hacia 1973, para
acercarse a la agrupación Montoneros y abrir la posibilidad de una democracia
capaz de disolver los edictos policiales “antihomosexuales”, tal como les llamaban. Cuando la alternativa revolucionaria precipitó, marcaron su negatividad
contra el Estado y lo hicieron dirigiéndose al centro neurálgico que se llevaba la
atención de las izquierdas: cuestionaron la experiencia cubana denunciando su
deinición de la homosexualidad como “patología social” e insistieron en el “libre ejercicio de la sexualidad” como, necesariamente, una política homosexual
anticapitalista.5
3 Este punto ha sido sugerido por dos de sus exintegrantes, Néstor Perlongher (1985) y
Juan José Sebrelli (1997; 2005). El FLH estuvo integrado por Nuestro Mundo, Bandera Negra,
Emanuel, Safo, Homosexuales Católicos, Alborada, Triángulo Rosa, Profesionales y Eros.
4 Para los vínculos entre grupos homosexuales y partidos políticos véase Trebisacce, Mangiantini (2015) Un panorama de las alianzas entre feministas y el FLH en Bellucci (2010;
2014). Un análisis íntegro del FLH en Vespucci (2011), Simonetto (2014). De la vinculación
con feministas saldrá el grupo de estudios Política Sexual (1972-1974) que realizará una de
las primeras intervenciones ante la prohibición de la píldora por el peronismo, contexto
que favorecerá, casi al mismo tiempo que sus pares norteamericanos, un debate entre usos
estratégicos–disidentes de las tecnologías y usos capitalistas–normativos que llega a nuestro presente inmediato.
5 Es sabido que buena parte de las izquierdas latinoamericanas mantuvieron dirigida su
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Sabemos por sus integrantes que el grupo Eros puso en cuestión las propias
retóricas de emancipación articuladas en torno a la liberación homosexual. No
se trataba de una salida del closet, al estilo coming out gay, ni tan solo de integrar la revolución sexual a una más amplia, la revolución socialista. El FLH no
sólo introdujo un nuevo sujeto revolucionario, el homosexual, aunque también
la marica, que puso en cuestión la igura del “obrero”, la “juventud”, el “pueblo”,
sino que, más bien, quebró cada una de estas iguraciones a través de la diferencia homosexual.
Sin embargo, la cuestión sobre el sujeto político de la liberación homosexual
admitió variaciones y debates internos. A inicios de los setenta algunos militantes
del FLH veían en la “homosexualidad masculina” —léase, una expresión de género
codiicada como masculina— una estrategia de acercamiento a las izquierdas,
mientras que, para otros, las maricas fueron apreciadas por su cualidad transgresora, como un cuerpo capaz de articular la lucha anticapitalista y antipatriarcal
presagiada en su desplume, su merodeo, su desconche, su afeminamiento, su no–
reproducción, su ocupación de la ciudad. Antes que el “homosexual masculino” el
Grupo Eros defendió al marica por su capacidad de desestabilizar el circuito público de reconocimiento que tomaba al sujeto hetero–cis–masculino como referente.
En términos de fundamentos ilosóicopolíticos, el FLH bebió del marxismo,
la antipsiquiatría, los freudomarxistas, la sexología moderna, el feminismo radical, pero no tuvo maridaje con ninguno. El FLH bebió de la antipsiquiatría de David Cooper para poner contenido a la despatologización de la homosexualidad
en curso, interceptó a la “heterosexualidad compulsiva” gracias a la lectura de
mirada hacia la revolución cubana. El régimen castrense durante la década del sesenta liquidó cualquier prerrogativa feminista, considerada un detrito neocolonial, a través del
famoso exergo “una revolución dentro la revolución” que dio camino a la Confederación de
Mujeres Cubanas, una suerte de emancipación desde arriba (Doumolin 2011). En cuanto a
la politización de la homosexualidad, esta quedó neutralizada de antemano. Para principios de los años 70 a los campos de concentración dirigidos a homosexuales —Unidades
Militares de Ayuda a la Producción (UMAP)— le seguirá una airmación oicial de la homosexualidad considerada una “patología social” durante el Congreso Nacional de Cultura y
Educación (1972). El denominado “Hombre Nuevo” quizás podía llegar a admitir un rostro
femenino, pero jamás renunciar a su heterosexualidad. Este clima conlictivo fue recibido
duramente por las primeras organizaciones homosexuales alrededor de Latinoamérica porque licuaba su lucha a una cuestión menor, cuando no un “mal de la burguesía” a desterrar,
cercenando los acercamientos con las izquierdas. En Argentina, pero también en Brasil y
México, las agrupaciones homosexuales se vieron frente a un cul de sac heterosexista: tanto la democracia liberal como la revolución socialista que se les invitaba a participar no era
para ellxs, no era para todos ellxs. En lo que respecta al FLH, el creciente clima de uso de la
violencia para resolver conlictos políticos fue cercándoles su capacidad de agenciamiento
paciico. En 1975, la Triple A, órgano terrorista paraestatal del peronismo, lanzó su amenaza invitando al asesinato y al encierro de homosexuales con una explícita mención a la
agrupación (Cfr. cita introductoria de El Caudillo).
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feministas radicales, como Kate Millet, y no fue para sostener el binomio hetero–
homo en beneicio de una autoairmación identitaria sino más bien para incitar a
la “homosexualidad latente” —Wilhelm Reich y Herbert Marcuse aquí son leche
nutricia— entre otras perversiones reprimidas por el logo capitalista. El Frente
de Liberación Homosexual puso más bien en cuestión todas estas vertientes políticas desmontando el subtexto heterosexual que anidaba en cada una de ellas y
reproducido por la politicidad del momento. Dicha política sexual alcanzó un
máximo de tensión cuando, desde Eros, llegaron a postular que “no se trataba de
liberar al homosexual, sino de liberar la homosexualidad que cada uno llevaba
dentro”6 colocando al FLH en un horizonte radical compartido por el Frente de
Acción Revolucionaria (FHAR) francés y el Frente Unitario Homosexual Revolucionario Italiano (FUORI!). La inluencia de sus respectivos riñones intelectuales, Guy
Hocquenghem y Mario Mieli, fue signiicativa.7 Antes que una política identitaria,
lo propio del FLH era una política de la transparencia: transparentar la homosexualidad, la sexualidad reprimida, oculta o negada por la propia sociedad.
Políticamente la alternativa del FLH no era el integracionismo a una sociedad
capitalista considerada en descomposición, sino la “función revolucionaria” de
la homosexualidad capaz de activar perversiones latentes contracapitalistas.
Hacia 1974, Marcelo Benítez, uno de sus integrantes, lo explicaba magistralmente: “el matrimonio burgués heterosexual… es la forma que adopta el sistema
sexista para concretar la opresión... el otro camino es ver lo positivo que ofrece
nuestra sexualidad y cuántos tipos de relación no opresiva se pueden dar entre
las personas… Somos nosotros, y sin que ello signiique que queda agotada la
función revolucionaria de la homosexualidad, los que le devolvemos al ano del
varón su carácter de zona erógena, capaz de dar placer” (Somos: 1974) Dicha
6 Este asunto será recordado a través de diferentes documentos por parte de las organizaciones Comunidad Homosexuales de Argentina (CHA) y Gays por los Derechos Civiles (Gays
DC). Véase las publicaciones de Benítez (1988; 1992) Para ines de los años noventa las recepciones de la teoría queer y la teoría política posmarxista serán utilizadas para resaltar
la naturaleza esencialista sostenida por el FLH en su concepción de la liberación, en contraste con la posterior diversiicación identitaria y alianzas emergentes entre gays, lesbianas,
transexuales, travestis. La visibilidad aquí será rescatada desde su condición de exceso y
como operación de iccionalización capaz de situarse conlictivamente en la escena pública. La objeción es discutible, cabría recordar que el “perverso polimorfo” freudiano estaba
presente en el corazón mismo de los fundamentos ilosóicopolíticos de Eros–FLH. El Frente
insistió en la homosexualidad pero todo su accionar político estuvo atravesado por el libre
ejercicio de la sexualidad, el derecho a disponer libremente el cuerpo y la posibilidad de
abrir otras zonas erógenas. Tal se desprende de su maniiesto teórico, Sexo y revolución
(1973), apostó a la apertura de un cuerpo del deseo y a la posibilidad de una sublimación
no represiva, por hacer nuestra la jerga freudomarxista. (Cfr. Olivera Forastelli 1999). Ambos otorgan precisión heurística al subrayar la “política de la transparencia” del FLH.
7 Véase Mieli (1980) y Hocquenghem (1974).
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fuerza revolucionaria apuntaba a desplegar una contrasexualidad no reproductiva, no asimilable, no heterosexual. Incitaba al cuerpo social a desatar las perversiones latentes, soltarlas, liberarlas, en breve, transparentarlas, algo muy
diferente a la experiencia articulada en torno al orgullo gay, en tanto identidad
sexual artíice de producción ciudadana y redes de consumo (D’Emilio 1983;
Halperin 2016). Nos encontramos ante una “militancia del deseo”, tal como sintetizara acertadamente Benítez (2008), quien llegó a radicalizar la liberación sexual entendida como una lucha anticapitalista.8
El Frente de Liberación Homosexual no fue ni un peronismo, ni un trostkismo. Ni un liberalismo ni un comunismo. El FLH trajo consigo lo propio de las
historias sexodisidentes: operaba desestabilizando metarrelatos a través de su
expresión paradójica, la de invocar la homosexualidad para negar la negación
de la homosexualidad y, al mismo tiempo, poner en cuestión esa propia plataforma de enunciación, intentando hacer de ella algo diferente. Tales tácticas,
compartidas con el feminismo, abrieron una disputa agonística con las redes
sociosexuales de poder, allí donde la diferencia, mejor aún, la marca homosexual, fue invocada para coalicionar.
En marzo de 1976 un nuevo golpe cívico–militar sembrará el terror de Estado signando la autodisolución del Frente. Aunque posteriormente fue visto
como un total fracaso, al menos así lo expresó su principal impulsor, Néstor Perlongher (op. cit.), en las sucesivas décadas la memoria en torno a esta “desobediencia sexual”, tal como le llamaban en la revista Somos, sentará las bases para
legitimar nuevos intentos organizativos. Lo será, sin dudas, para el caso de la
Comunidad de Homosexuales de Argentina en Buenos Aires y el Movimiento de
Liberación Homosexual de Rosario.
De la militancia del deseo al activismo por los derechos:
una política de la visibilidad
Con represión y discriminación no hay democracia.
Comunidad Homosexuales de Argentina (1984)
La transición democrática abierta en 1983 constituyó un momento bisagra en la
resemantización, reorganización y repotilización de la protesta sexual argenti-
8 Las acepciones en torno a la revolución sexual nunca fueron armoniosas. Al respecto
consúltese los reportajes cedidos por el FLH a Revista Así, núm. 891 (1973) y Revista Panorama, núm. 262 (1974), en esta última airmaban: “no ser homosexuales es la problemática
de los heterosexuales”.
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na, licuada ahora en torno al uso estratégico de los derechos humanos y el liberalismo democrático heterosexista. El campo intelectual argentino no fue ajeno
a cierta tensión entre la crisis de las formas insurreccionales setentistas y la
evacuación de la protesta a través del lenguaje de derechos humanos. Tal debate fue decisivo en la presentiicación pública de las víctimas de la última dictadura cívicomilitar y central para la elaboración de un duelo público en torno a
ésta.9 Este contexto no escapó a las organizaciones sexo–disidentes ya que la
propia primavera democrática, su relajamiento de los costumbrismos, facilitó la
difusión de la cuestión homosexual.10 Un nuevo campo discursivo cobrará terreno a través de una isotopía con increíble fuerza coalicionista: la reorganización
del duelo abierto por el “Nunca Más”, un efectivo desplazamiento hacia el activismo por el reconocimiento de derechos.11 Encontramos tal viraje en los primeros intentos por legitimar la causa homosexual en términos de una comunidad
sufriente, aunque también en la emergencia de una política identitaria articula-
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9 Dicho panorama es rastreable en Punto de Vista, véase el monográico La izquierda: crisis
de una cultura política, núm. 20 (1984) e Isidoro Cheresky, La emergencia de los derechos
humanos y el retroceso político, núm. 43 (1992) Aunque algo distante de sus inmensas estructuras de análisis, estoy con Immanuel Wallerstein (2008) cuando sugiere que los derechos humanos son la contradicción insalvable del liberalismo y que por ello podrían operar
de modo antisistémico o como meros auxiliares del Estado. Bajo sus términos, la democratización impulsada “desde abajo” incrementa el desorden del sistema.
10 Entre las organizaciones generadas durante los años ochenta y principios de los noventa, cabe mencionar a Comunidad Homosexuales de Argentina (CHA), Grupo Federativo Gay
(GFG), Grupo de Acción Gay (GAG), Movimiento de Liberación Homosexual de Rosario, Cuadernos de Existencia Lesbiana, Gays Derechos Civiles, Frente de Lesbianas, Travestis Unidas, Asociación Travestis Argentina (ATA), Arco Iris, entre los más conocidos. A excepción
de la CHA, a principios de los noventa, Arco Iris y ATA, que optaron decididamente por la
institucionalización, la gran mayoría de estos microgrupos fueron de carácter efímero y
escaso anclaje territorial. En los años 70 existió un primer intento de organización lesbiana
a través de Safo integrada al FLH (Theumer 2016) y a inicios de los años ochenta el GFG contará con, quizá, la primera activista lesbiana argentina, Elena Napolitano y posteriormente
Teresa del Rito en la CHA. No obstante, a inicios de los noventa la política lesbiana tendrá
un impulso reconversor, a través de las organizaciones mencionadas, con especial referencia a la dupla Ilse Fuskova y Claudia Marek (1994). Respecto a la cuestión travesti, De Michelis (1992) y Berkins (2008).
11 En 1984, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) presentó un
informe sobre el terrorismo de Estado que fue clave para iniciar el enjuiciamiento a las
juntas militares y denunciar la desaparición forzada de 30 mil detenidxs–desaparecidxs
durante la última dictadura cívico–militar. Este informe fue denominado “Nunca más” y
desde entonces simboliza un conjunto de luchas impulsadas fuertemente por organizaciones de derechos humanos tales como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que intentan
promover mejores modos de vivir en democracia y asegurar un cierre deinitivo a las dictaduras antirrepublicanas. A lo largo de estos últimos cuarenta años “Nunca Más”, en tanto
signiicante, ha sido concatenado a otras demandas y luchas políticas, fundamentalmente,
contra la represión estatal.
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da en torno al Orgullo Gay y la crisis del SIDA. No faltarán nuevas coaliciones con
feministas y organizaciones de izquierda (Belluci, op. cit.) pero este desarrollo
político tendrá como característica singular, a costa de ser reiterativo, el uso intensivo del lenguaje de derechos humanos.
Una de las paradojas activadas por los homosexuales consistirá en volver discutible el cierre de un pasado reciente que deje por fuera tanto la marca homosexual del cuerpo detenido–desaparecido, así como la continuidad de un circuito
de detención–represión que, increíblemente, parecía haberse acentuado en plena
apertura democrática. Dicho de otro modo, el activismo homosexual nuevamente
encarará una lucha contra la represión policial, las llamadas razzias, en un contexto social donde la violencia del Estado estaba siendo puesta en discusión ante
la evidencia sanguinaria de la última dictadura. Aquí se inscribe, una vez más, el
trabajo de Marcelo Benítez, que comenzará a investigar una seguidilla de asesinatos a homosexuales que alcanzaron cobertura mediática. Publicado originalmente
en la revista del Grupo Federativo Gay, Postdata (1984), sugerirá que el relajamiento del propio aparato de vigilancia de la dictadura es el que volvió disponible una infraestructura policial de seguridad urbano–sexual que harán de sus
edictos —2ºh, 2ºf— un intento heterosexista por regular el espacio público democrático. También se ubica aquí la pionera producción historiográica, La homosexualidad en Argentina (1987) del activista gay Carlos Jáuregui, quien sentará las
bases para una política de la memoria en continua reinvención conocida como la
de “400” homosexuales víctimas del terrorismo de Estado. Aunque a inicios de
los años 80 diferentes organizaciones sexopolíticas, el Grupo Federativo Gay, Comunidad de Homosexuales de Argentina, llegaron a sugerir que los derechos de
los homosexuales eran derechos humanos, recién en el año 2011 el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU se expedirá en tal sentido, pero ahora bajo los términos de “orientación sexual” e “identidad de género” (Cfr. AG/RES. 2653 XLI-O/11).
Es preciso subrayar que la introducción de la categoría gay cobrará fuerza a
lo largo de los años ‘80 como una identiicación sexual y una esceniicación político–pública. Sin embargo, este proceso no fue armonioso, no lo es actualmente, ni lo fue en esta temprana politización. A lo largo de los años 80 uno de los
conlictos desatados alrededor de la Comunidad Homosexuales de Argentina
estuvo dado por sus políticas de visibilidad, inicialmente denominada “dignidad” y luego “orgullo”, así como por el privilegio otorgado a la categoría gay, en
proceso de estetización corporal y de distinción social.12 Veamos algunas impresiones de los propios contemporáneos.
12 Existieron debates acerca de la introducción de la Gay Pride en Buenos Aires. Para algunos activistas la traslación del “orgullo” resultaba frívola y hasta inoportuna frente a la
protesta sexual activada en torno a la antidiscriminación y las razzias policiales. Esto ex-
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Hacia 1984, el artista plástico Jorge Gumier Maier sentenciaba para la revista El Porteño: “Esta identidad gay es una audaz invención del poder. Se erige en
un corral para domesticar, vigilar y controlar las fugas de un deseo. Necesita
crear dóciles criaturas para codiicar sus terrores y articular su discurso moral
represivo” Casi en la misma sintonía, en 1987 así lo expresaba Bénitez: “Si los
homosexuales signiicaron un punto de fuga, de desterritorialización, para todos aquellos que huían de las formalidades de las relaciones heterosexuales
(como el matrimonio o el noviazgo), buscando en la noche cierta indiferenciación deseante, ahora los gays oponen su “identidad”, tan icticia como cualquier
otra, a efectos de territorializar, o sea, sujetar en nuevos códigos a quienes vagabundean sin intención de orientarse hacia un destino sexual claro”.13 Néstor
Perlongher, desde Brasil y para la revista El Porteño (1988), lanzaba inquietudes
similares, interpretando lo que sería una nueva forma de subjetivación disponible para los homosexuales: “si (la) obsesión anal… pareció ante el avance de la
nueva “identidad” homosexual, disiparse, es porque esta última modalidad de
subjetivación desplaza hacia una relación “persona a persona” (Gay/gay) lo que
es, en las pasiones marginales de la loca y el chongo, del sexo vagabundo en los
baldíos, básicamente una relación “órgano a órgano”: pene/culo, ano/boca, lengua/verga, según una dinámica del encaje, esto entra aquí, esto se encaja allí.”.
Dicha reacitud, también rastreable en prácticas artísticas, literarias, cinematográicas, en torno a las políticas de darse a conocer, y sus efectos asimilacionistas, fue sentenciada por otros exmilitantes del FLH y activistas de los años 80:
Perlongher, una vez más, le llamó “La desaparición de la homosexualidad” (1991)
mientras que Manuel Puig, sin mayores preámbulos, lo caratuló como “El error
plica, en parte, por qué se optó inicialmente por una visibilización pública en términos de
“dignidad”. Habrá que esperar hasta el año 1992 para que en Buenos Aires tenga lugar la
primera marcha del “Orgullo gay–lesbiano” (atención con este desdoblamiento identitario).
Dicha proliferación de sentidos en torno a la dignidad y el orgullo puede rastrearse en diversos archivos. Véase, por ejemplo, “Dignidad homosexual. Carta a mis compañeros” de
Carlos Apiccella para la revista Vamos Andar, núm. 7(1987).
13 Prólogo inédito a El fantasma del Sida (1988) de Néstor Perlongher. Archivo privado
Marcelo M. Benítez. Una versión preliminar fue publicada en Revista Nueva Presencia (1986)
El libro de Perlongher también vincula la cuestión del Sida con la extensión imperialista del
modelo gay. Cabe mencionar que el impacto de Michel Foucault (op. cit), tanto su “sociedad
disciplinaria” como el acribillamiento de los freudomarxistas mediante sus críticas a la
“hipótesis de la represión”, así como de Gilles Deleuze y Félix Guattari, será signiicativo e
impulsarán, durante los años 80, relecturas de la propia experiencia del FLH. Hoy resulta
curioso que, antes que la teoría queer, esta temprana recepción telúrica de la ilosofía posestructuralista francesa haya introducido fuertes críticas a las políticas identitarias, privilegiando el deseo deleuziano antes que el placer foucaultiano. Los dos números de la revista Sodoma (1984), del efímero Grupo Acción Gay, también permiten rastrear las resistencias
a la implantación de lo que podríamos denominar, un modelo estéticocoercitivo de volverse gay.
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gay” (1990) Desidentiicación ya sugerente en los artículos de Jorge Gumier
Maier (“Los usos de un gay” y el citado “La mítica raza gay” de 1984), todos ellos
publicados en revista El Porteño, e inclusive en Ahora, los gays (1984) de Alejandro Jockl. Unos años más tarde, Juan José Sebrelli hará lo propio en Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades (1997).
Si en los ‘70 los homosexuales politizados habían optado por la clandestinidad, la producción de visibilidad identitaria signará una incitación gay–afectiva
novedosa (Fry 1982; D’Emilio op. cit.; Figari 2010; Meccia 2011; Halperin 2016). Vayamos a las dos imágenes que operan como paratexto de este artículo (Cfr. imágenes 1 y 2). En una entrevista brindada hacia 1972 para la revista Panorama, el FLH
aceptó fotograiarse de modo clandestino, cancelando el rostro a través de la capucha, ocultando la identidad como garantía de un “poder homosexual” que consideraban revolucionario. Tan solo una década después, los activistas de la cha, Carlos
Jáuregui y Raúl Soria, fundidos en un abrazo, publicitarán el modelo de la pareja
gay a través de la famosa portada de la revista Siete Días (núm. 883, 1984). Si bien
es cierto que ambas imágenes son excepcionales, por la impronta radical de la primera y en el sesgo afectivo–normativo de la segunda, dicho contraste otorga un
importante indicio visual de la discontinuidad sexosemiótica en curso.14
Imagen 1. Fotografía del flh de modo
clandestino.
Imagen 2. Carlos Jáuregui y Raúl Soria
en la portada de la revista Siete Días.
14 Analizando la espacialización de la identidad gay, William Foster (1998) vio en la CHA la
necesidad de contrarestar el “largo tiempo oscuro” de la categoría “homosexual” y la posibilidad de lograr una deinición más teórica y política de lesbianas y gays. Los dos números
de la revista Sodoma (1984), del Grupo Acción Gay, también permiten rastrear las resistencias a la implantación de lo que podríamos denominar, un modelo estéticocoercitivo de
volverse gay.
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Pero la subjetivación gay constituyó una opción entre otras. La homosexualidad, como marco cognitivo disponible, no dejó de aglutinar variadas experiencias sexuales que podían volverse reconocibles o decibles. El problema con la
denominada “modernización gay”, entendida como implantación extensiva de
una identidad gay y una ruptura en la coniguración de las identidades sexuales,
cuyo consenso historiográico suele situarse para la década de los años ochenta,
es que no logra explicar, o sencillamente borra de un plumazo, la continuidad
de identiicaciones tan variadas como la de marica, travesti, fairies, bichas, en
sus respectivos contextos (Figari 2009; Cutuli Insausti 2015) Lo que también parece darse por sentado es una suerte de recepción pasiva de un discurso proveniente del norte global, ignorando el papel de las organizaciones sexopolíticas
en la codiicación y re–escritura de la categoría gay.
Resulta conveniente detenernos un momento en el impacto del SIDA, tanto
en los agenciamientos políticos como en los sentidos orientados hacia la homosexualidad, ya que se trató de un contexto de visibilización pública inédito que
irá acompañado, progresivamente, de una hípercobertura mediática de la pandemia, cobertura signada por un fuerte anclaje en lo que se presentaba como
malas prácticas sexuales con impacto en la salud nacional (Treichler 1987). Dos
de las agrupaciones que para mediados de los ochenta habían logrado sostenerse, la agrupación Comunidad Homosexuales de Argentina y, en la ciudad de Rosario, el Movimiento de Liberación Homosexual, entrarán en un proceso de crisis. Tanto las múltiples versiones de la pandemia como los mecanismos de
prevención suscitarán debates irreconciliables, para el caso de la CHA, en torno
a la campaña Stop Sida de 1987.15 El SIDA puso en tensión la “libertad sexual”
como nunca antes lo había logrado ni la religión, ni las razzias policiales, ni los
modos de habitar la masculinidad o la feminidad.
Tanto la CHA como el MLH introducirán variaciones en sus retóricas políticas
incluyendo lenguajes biomédicos y farmacológicos que fueron leídos como deshomosexualizantes. Dicho de otro modo, el discurso articulado en torno a la
“prevención” fue visto como un modo de cauterizar la cuestión homosexual. La
crisis del SIDA también desató una controversia en torno a inyecciones internacionales destinadas al inanciamiento de las campañas dirigidas a la prevención.
Es así que activistas históricos como Benítez, del mismo modo que Perlongher,
por entonces radicado en Brasil, impulsarán objeciones al uso de preservativos
por considerarlos un mecanismo de normalización sexual dirigido a controlar
los deseos, un quiebre irreconciliable con la liberación homosexual de los años
70. Podríamos asegurar que dicha transformación ampliicaba un registro cívi15 Consúltese la entrevista a Alejandro Zalazar, por entonces presidente de la
vista Humor, núm. 89, 1988.
CHA,
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colegalista hacia el de una “ciudadanía biológica” (Rose 2012) caracterizada por
la reapropiación farmacopolítica de retrovirales, de diagnósticos y modos de
acompañamientos terapéuticos en un contexto altamente vulnerable. Pero esto
dista sideralmente de haber sido la experiencia vivida ante la “peste rosa”.
Expandiendo los márgenes
16 Hacia 1993 Marcelo Ferreyra, integrante de Gays DC, también sintetizará este proceso
transformativo como el paso la “marica revolucionaria” a la “integración civil del gay”. En el
curso de los noventa el activismo por los derechos mediante vías legislativas caracterizará
a la CHA y Gays DC. Esta vertiente legalista es rastreable en los intentos de lograr ordenanzas
antidiscriminatorias, en la disputa por una Personería Jurídica, también en los debates
suscitados en torno a la privación del voto, la reforma de las contravenciones y los proyectos de unión civil. En cada uno de estos conlictos las fronteras sexuales (Sabsay 2011), que
afectan la ciudadanía, el espacio público, el Estado y la comunidad, en breve, el reconocimiento, fueron disputadas y renegociadas.
17 Durante la década de los 80 y hasta pasada la mitad de los años 90 es posible rastrear
una mixtura discursiva en la que predominan saberes provenientes, una vez más, de la
sexología, pero también de los derechos humanos y, en menor medida, los inherentes al
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Los años noventa estarán encuadrados por las resistencias al menemato, un gobierno neoliberal hiperpresidencialista que se mantuvo vigente entre 1989-1999,
pero también por otra rearticulación políticosexual en la que la visibilidad y la
identidad signarán la ulterior acción colectiva contenciosa.16 Este es el escenario
en el que la identidad homosexual/gay parece fracturarse en beneicio de las primeras organizaciones lesbianas y travestis–transexuales. También lo es para un
nuevo regionalismo, nacional e internacional, que tendrá su impacto en las formas de la política activada por tales organizaciones. La década del noventa ha
sido considerada historiográicamente como la del recrudecimiento del neoliberalismo en Argentina. No es un dato menor: las organizaciones sexuales aquí
abordadas activarán una protesta sexual dirigida a un Estado en progresiva autocontracción producto de la privatización de activos públicos y la desregulación económica, un proceso de “modernización excluyente” (Svampa 2005).
La gaycidad, en su énfasis de una condición u orientación sexual, abrirá la
entrada a un conjunto de tensiones que permitirán el desarrollo, hacia ines de
los ochenta y principios de los noventa, de las primeras organizaciones identiicadas como lesbianas —Cuadernos de Existencia Lesbiana, Frente de Lesbianas, Las Lunas y las Otras— y lo propio con travestis y transexuales —Transexuales por el Derecho a la Vida y la Identidad, Travestis Unidas, Asociación
Travestis Argentinas— que comenzarán a producir un discurso alternativo sobre la experiencia de sí en un esfuerzo por superar la clausura e invisibilización
de buena parte de lo dicho en torno a la sexualidad homosexual.17
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En 1991 tuvo lugar en México la XIII International Lesbian and Gay Association (ILGA) que marcará un avance de la presencia latinoamericana, incluida la de
grupos argentinos, en el internacionalismo gay–lesbiano (Grinnel 2016). Estoy
con Grinnel cuando sugiere que dicho internacionalismo será clave para evacuar conlictos internos, incluidos los identitarios, pero también, agregaría,
para estandarizar lenguajes y arraigar la oenegización de la protesta sexual.
Al interior de Argentina nuevas invocaciones colectivas comenzarán a tomar
forma a través de los encuentros nacionales de gays, lesbianas, travestis, transexuales (GLTT), el primero de ellos celebrado en la ciudad de Rosario en 1996. La
sucesiva reubicación y expansión de las siglas GLTT constituye un buen indicio de
los conlictos en curso. Son los años postconferencia de Beijín, los que tendrán
como efecto la extensión de una categoría antes extraña a la lucha política argentina: el género. Pero hay más, en 1996 la XI Conferencia Internacional del SIDA,
celebrada en Vancouver, anunciará un avance signiicativo en relación con el control del virus, orbitando la sintaxis política de la muerte a la lucha por un cuerpo
vivible.
La historia de los movimientos de resistencia sexual es la historia de un sujeto tan inestable como antagónico. Es la historia de un sujeto que no prexiste a
sus agenciamientos sexopolíticos. Cuando la revolución estaba a la vuelta de la
esquina, el lh politizó la liberación de la homosexualidad a través de una política de la transparencia. Cuando la rearticulación del duelo público frente a la
última dictadura cívicomilitar hizo época, los grupos homosexuales, la CHA y
otras, plantearon que los derechos de los homosexuales son derechos humanos.
Entonces una política de la identidad loreció como nunca antes lo había hecho.
Otra fabricación semántica entraba en juego y labor. La experimentación cederá
terreno a la identidad, la desobediencia sexual a la integración civil, la clandestinidad a la visibilidad, el fuera de sí al dentro de sí, la revolución a la democracia liberal, las teteras (cruising) al palacio legislativo, el deseo a la prevención,
la liberación de la homosexualidad al orgullo gay. La militancia del deseo al activismo por los derechos. No necesitamos romantizar tales discontinuidades
históricas. Ninguna de estas transformaciones sexosemióticas constituyen panaceas u ontologías de la disidencia: fueron, más bien, articulaciones sociohistóricas de una invocación paradójica: la de la homosexualidad, cuyos efectos
políticos llegan a nuestros días.
feminismo. En todos los casos el vector cohesionante seguía siendo la homosexualidad en
tanto sexualidad humana, piedra basal para explicar la experiencia trans (travesti, transgénero, transexual) y la represión estatal. Esto se hace maniiesto en los debates públicos
sostenidos en una decena de programas televisivos a principio de los años 90. Al respecto
véase el archivo audiovisual de Sociedad de Integración Gay–Lésbica de Argentina (SIGLA)
disponible en Youtube: (https://www.youtube.com/user/socint). (Consultado: 15/02/2017).
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Alfredo Pisotti, exintegrante de MLH, Santa Fe, 31 de mayo de 2014.
Marcelo Benítez, exintegrante de FLH, GFG y CHA, Avellaneda, 22 de junio de
2016.
Andrea Bolcatto, exintegrante de MLH, Santa Fe, 21 de julio de 2016.
Adrián Sánchez, exintegrante de MLH, comunicación plataforma Skype: Santa
Fe–Londres, 14 de agosto de 2016.
Carlos Italiano, exintegrante de MLH,Rosario, 15 de junio de 2016.
Ilse Fuskova, exintegrante de Cuadernos de Existencia Lesbiana, Buenos Aires, 4 de mayo de 2016.
Guillermo Lovagnini, exintegrante de Arco Iris, Rosario, 19 de enero de
2017.
Archivos:
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Archivo privado Marcelo Benítez.
Archivo privado Andrea Bolcatto.
Archivo Comunidad Homosexual de Argentina.
Archivo SIGLA–Canal virtual. Disponible en: (https://www.youtube.com/user/
socint). (Consultado: 15/02/2017).
Archivo Potencia Tortillera. Disponible en: (www.potenciatortillera.blogspot.
com). (Consultado: 14/01/2017).
Fondo Marcelo Benítez, Centro de Documentación e Investigación de las Culturas de Izquierda (CEDINCI), Universidad Nacional de San Martín.
DOSIER
María Elena Olivera Córdova*
Masculinidades de mujeres en la literatura
latinoamericana
Ella nutre la costra de ojos que llevo en mi historia. En el retroceso, gira su
cabeza hacia el cartel ubicado sobre el marco de la puerta. Baño de mujeres.
Saca su escuadra imaginaria del género y traza líneas invisibles entre el
cartel, mi cuerpo, su sexo y el espacio (…) Algo que no es una mujer como se
debe está frente al espejo, se dice, mientras segrega una densa humareda de
disgusto. La inseguridad de un cuerpo extraño en el baño,
su baño, le resulta aterradora.
Valeria Flores, “La evidencia suspendida” (2011)
Resumen | La masculinidad de las mujeres en la literatura, especíicamente en Latinoamérica, es un tema que puede proporcionarnos una buena cantidad de manifestaciones en
diferentes épocas pero que lamentablemente ha sido poco estudiado porque las masculinidades se analizan preferentemente en función de los hombres. A partir del término “pánico a la masculinidad de las mujeres”, este ensayo pretende reconocer tres momentos
que signiican puntos de quiebre en la manera en que se plasma la masculinidad femenina
en la literatura latinoamericana. El primero, la incursión de escritoras que por su fuerza
escritural se consideraron masculinas, en un contexto, además, en el que masculinidad se
asociaba con prostitución, lesbianismo y patología; el segundo, el surgimiento de las llamadas “pelonas” o “garzonas”, mujeres consideradas masculinas sin que se les vinculara
necesariamente al lesbianismo y que abrieron un nuevo panorama en su consideración en
la literatura y una tercera etapa, iniciada en los años sesenta del siglo XX, en que se dieron
algunos sucesos que alteraron el modelo viril de nación y abrieron el camino para la visibilización de ciertas estructuras de sensibilidades y afectos diversos, pero también un
debate sobre la validez de la masculinidad de mujeres como oposición al modelo de masculinidad hegemónico.
Masculinities of women in Latin American literature
Abstract | The masculinity of women in literature, speciically in Latin America, is a subject that can provide us with a good amount of manifestations at diferent times but which
Recibido: 27 de marzo de 2017. Aceptado: 18 de mayo de 2017.
* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades–UNAM.
Correo electrónico: olivera@unam.mx
Olivera Córdova, María Elena. «Masculinidades de mujeres en la literatura latinoamericana.»
Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 127-144.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2017.11.61331
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unfortunately has been little studied because masculinities are analyzed preferably in
terms of men. From the term “panic to the masculinity of women,” this essay seeks to recognize three moments that signify breaking points in the way female masculinity is expressed in Latin American literature. The irst, the incursion of writers who by their scriptural strength were considered masculine, in a context, in addition, in which masculinity
was associated with prostitution, lesbianism and pathology; the second, the emergence of
the so–called “pelonas” or “garzonas”, women considered masculine without necessarily
being linked to lesbianism and who opened a new perspective in their literature and a
third stage, begun in the 60s of the last century, in which there were some events that altered the manly model of nation and paved the way for the visibility of certain structures
of sensibilities and diferent afections, but also a debate about the validity of the masculinity of women as opposed to the model of masculinity hegemonic.
Palabras clave | masculinidad de mujeres, lesbianismo en la literatura, pánico lesbiano
Key Words | women masculinity, literature lesbianism, lesbian panic
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EL ESTUDIO de la coniguración de la masculinidad de mujeres en la literatura no
puede ser limitado a la diégesis de las obras, al punto de vista del narrador o
narradora, o a la autoría implícita en los textos, sino que, no obstante su especiicidad aparente como parte del mundo de la icción, su sentido está enraizado
en lo contextual, en las construcciones de género dentro del medio sociocultural y espaciotemporal en que los y las autoras conformaron su obra creativa, o
dejaron de hacerlo, frente a la crítica heteropatriarcal contemporánea.
Eve Kosofsky Sedgwick, una de las autoras más importantes para la teoría
queer y para el análisis literario desde esta perspectiva, creó el término “pánico
homosexual” para analizar el ocultamiento (o muestra de forma velada) de cualquier cosa que pudiera parecer homosexual, en una cofradía de hombres en la
que el continuo de vínculos masculinos solidarios para el dominio de las mujeres promueve una ambigüedad homosocial, que hace que los hombres nunca
estén seguros de que sus lazos afectivos no son homosexuales y que requieren
de ser proscritos constantemente a partir de la homofobia psicologizada secular.1 Patricia Smith siguiendo en cierto sentido los pasos de Kosofsky propuso el
término “pánico lesbiano” como “la acción perjudicial o reacción (trastorno) que
ocurre cuando una personaje —o posiblemente un autora— es incapaz o no
1 Por eso Kosofsky deine “pánico homosexual” como “la forma más íntima y psicologizada
en que muchos (…) hombres occidentales experimentan su vulnerabilidad a la presión social del chantaje homofóbico” (Kosofsky 1998: 244).
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quiere confrontar o revelar su propio lesbianismo o deseo lesbiano, o cuando
las mujeres temen la pérdida de valor en un sistema de cambio heterosexual en
el que su seguridad económica está en juego”2 (Smith 1997, 436).
Tanto Kosofsky como Smith analizan a partir de sendos términos obras literarias inglesas del siglo XIX. Personalmente creo que para un análisis de la literatura latinoamericana que busque diversiicar su mirada,3 se requiere, además,
de otro par de términos: “pánico a la feminidad de los hombres” y “pánico a la
masculinidad de las mujeres”, para deconstruir el pensamiento que vincula lo
femenino en los hombres como homosexual y lo masculino en las mujeres como
lesbiano.
En su deinición de “pánico lesbiano” Smith incluye de cierta forma el miedo
a la masculinización de las mujeres “que temen la pérdida de valor en un sistema de cambio heterosexual”. Y aunque se comprende este amalgamiento ante la
necesidad de construir un corpus de obras decimonónicas sáicas en un medio
que impidió su escritura franca, también es necesario mostrar que en todo caso
hay una ambigüedad que vincula o separa masculinidad de saismo en diferentes momentos.
Llamo en este primer acercamiento al tema: “pánico a la masculinidad de las
mujeres”, para nombrar el miedo de las escritoras a ser consideradas libertinas,
degeneradas o enfermas mentales por sus actividades escriturales a ines del siglo XIX y principios del XX, al miedo de algunas feministas y lesbianas a ser consideradas patriarcales hacia el último tercio del siglo XX, pero también a la constante del miedo de los varones heteropatriarcales de ver disminuido su sistema.
Deinir qué es la masculinidad en las mujeres no es algo fácil si tomamos en
cuenta que no es sólo una para todas las culturas, que sería complicado percibir
los bordes o las líneas, e incluso que lo considerado masculino no ha permanecido igual en el tiempo. A esto habría que agregar, como dice Judith Halberstam
(2008), que en los estudios sobre el tema, no suele considerarse una masculinidad sin hombres.
En este rejuego de las deiniciones, interviene la incertidumbre constantemente generada y luego adecuada nuevamente para que las distinciones genéricas prevalezcan. Como dice Hortensia Moreno en su texto “El cuerpo atlético
como frontera”,
la ambigüedad derivada de la adscripción a nuevos papeles produce una incómoda
labilidad que requiere de recapitulaciones: el campo semántico de las conductas y las
2 Traducción propia.
3 Posiblemente también para los análisis literarios de otras regiones, incluso la propia Inglaterra.
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actuaciones (performances) de género es el equívoco. Sólo tiene sentido hablar de
atributos femeninos o masculinos cuando se los apropia la persona equivocada. Es el
momento en el que se da un reconocimiento nítido a su inadecuación —cuando se
maniiestan “incorrectamente”— que se hace necesario reivindicar su “naturaleza”.
(2009, 138-139).
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Estos equívocos, Moreno los imagina como dos fantasmas que recorren una
“buena parte de los siglos XIX y XX en occidente: la masculinización de las mujeres y la feminización de los varones”, fantasmas de apariciones “crónicas pero
intempestivas” que se maniiestan “como obstáculos formidables para la creación de naciones poderosas” (134). Ante tales diicultades y circunstancias intentaré un breve recorrido a partir de algunos textos4 (no necesariamente literarios) que dan cuenta de estos “equívocos” que hacen visible lo considerado
“masculinidad de mujeres” a inales del siglo XIX y principios del XX, y de cambios importantes hacia la segunda década y hacia la segunda mitad del siglo XX.
Como podremos ver, sobre todo en una primera etapa, estos textos vinculan la
masculinidad de las mujeres al lesbianismo (inversión que, asimismo, marca
una conducta masculina en el pensamiento heterosexual).
En Latinoamérica existen algunos ejemplos de lesbianas o mujeres masculinas en los textos de escritoras en los inicios del siglo XX, aunque dichas personajes sean secundarias o incidentales. En 1929, en Las memorias de mamá Blanca,
la venezolana Teresa de la Parra creó un personaje secundario: un niño que se
sentía encerrado en el cuerpo de una niña llamada Violeta. En la novela Stella
(1905), Emma de la Barra estudia el tema de la inversión asumiendo como punto
de partida María (1867) de Jorge Isaacs, ella “feminiza” al protagonista, es decir,
crea una protagonista masculinizada (una institutriz extranjera con fuertes inclinaciones cientiicistas y matemáticas) de manera que es esta quien rescata de la
ruina a la igura patriarcal.
Sin embargo, la opresiva sospecha y el miedo a la pérdida social de la feminidad,5 que conducía a la posibilidad de ser caliicadas como indecentes (cuando no locas o degeneradas), seguramente frenaron los impulsos escriturales de
varias mujeres, fueron un obstáculo para que quienes se atrevieron a escribir lo
hicieran fuera de los parámetros establecidos para “una escritura de mujeres”6
4 Los que hasta ahora he podido recopilar.
5 Esta pérdida de la feminidad ante la sociedad en que la mujer se desenvolvía, no tenía
como base cambios en atributos físicos, indumentarios o porque dejara de desarrollar las
actividades que “le correspondían” por ser mujer”. Se trataba de una pérdida de feminidad
en otro plano en el que el señalamiento (incluso médico o legal) y el aislamiento social
podrían ser un cruel castigo.
6 Mucho se ha discutido sobre la existencia o no de “una escritura de mujeres”, más allá de
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y coartaron la libertad temática en sus textos (como la masculinidad de mujeres
y el saismo, entre otros). Por esta razón, en los inicios de la incursión de las
mujeres en la literatura latinoamericana es más fácil advertir los contornos de
lo considerado como masculinidad femenina en los comentarios de la crítica social y literaria, y en las conductas de las escritoras más que en sus textos.
A inales del siglo XIX y principios del XX, años en que los países latinoamericanos se fueron conformando como naciones libres frente al colonialismo, sobre todo español, proliferaron las interpretaciones legales, médicas y algunas
literarias cuyo cometido fue señalar ciertas actitudes en las que se vinculaba
masculinidad en las mujeres con prostitución y lesbianismo.
Las mujeres que no cumplían con los parámetros de reproducción, maternidad, servicio al marido y a la familia corrían el riesgo de ser consideradas masculinas, y si además buscaban independencia y derechos, se les consideraba
enfermas, libertinas, prostitutas y con ello lesbianas.
Así pues, entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX era peligroso ser considerada masculina.
Para el higienista español, de ines del siglo XIX, Pedro Felipe Monlau, las marimachos eran mujeres hombrunas de costumbres masculinas, voz ronca, barba
y clítoris muy abultado. Y el también higienista de la época, Suárez Casañ decía
“suelen tener un aspecto exterior varonil y desgarbado, e imitan al hombre de
igual a igual, juegan, fuman y dicen groserías; el vulgo las distingue con el nombre de marimachos” (citados por Núñez 2008, 64-66).
La antropóloga e historiadora Fernanda Núñez relata que en el México de los
años ochenta del siglo XIX, el doctor Francisco Güemes, autor de estudios sobre
prostitución, explicaba que había dos clases de lesbias:7 “Las de cierta instrucción (que) se guardan mayor idelidad y, teniendo mayor delicadeza, de corazón, son más apasionadas en sus afectos…” y “los marimachos que recurren al
saismo para satisfacer como hombres su apetito sexual; calmada su excitación
genésica, pagan y se retiran” (Núñez 2008). Es decir que, además, dentro de la
tipología médica, se consideraban niveles de masculinidad y de saismo.
También hubo médicos, como nos relata Núñez, que hablaban de las lesbianas de nacimiento y las que lo eran por contagio:
En realidad, no fue sino hasta inalizar el siglo XIX cuando se habló de esas prácticas
femeninas como de un peligro o de una amenaza social, pues hasta entonces solo las
que actualmente haya escritoras dedicadas a construir una escritura propia, es innegable el
hecho de que entre los siglos XIX y XX se consideraba que había un canon (impuesto) de escritura para las mujeres, algunos escritores, incluso, adoptaron seudónimos femeninos
para poder escribir, bajo este esquema, literatura sentimental.
7 Sinónimo de lesbianas.
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prostitutas, las actrices, las presas o las “mujeres liberadas”, diríamos hoy, podían ser
atacadas por ese vicio cuya causa podía tener dos explicaciones: una isiológica, debido a una conformación “defectuosa”, mujeres con un clítoris muy grande (algunos
médicos airmaban que las hermafroditas eran lesbias); y otra moral, más peligrosa,
por falta de educación que las hacía fáciles presas de mujeres desvergonzadas.
(Núñez 2008, s/p).
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En la década de los años 20 del siglo XX, el discurso cientíico sobre la sexualidad femenina en Cuba era el que desarrolló el biólogo español Gregorio Marañón, popularizado en el mismo momento histórico en el que surgió el feminismo en Cuba, y en el que el movimiento del llamado amor libre comenzó a inluir
sobre ciertos sectores de la sociedad cubana. Para este biólogo español, las lesbianas eran mujeres con características viriloides que se expresaban en un alto
nivel de deseo sexual o en la negación de complacer al esposo sexualmente, en
la depresión, en la inconformidad con la vida doméstica, en no ser feliz en el
matrimonio, y más aún si se inclinaban a la participación en la esfera pública.
(Menéndez 1998). En el concepto de Marañón, el amor entre mujeres no deine
a las lesbianas, sino su incursión en características consideradas masculinas, su
infelicidad con las actividades asignadas por género y su diicultad para complacer sexualmente a su marido.
Así como sucedió en México, Cuba y otros países latinoamericanos desde el
siglo XIX, según Carlos Figari y Florencia Gametro (2009, 33-53), a principios del
siglo XX fue evidente en Argentina el nacimiento de una “ciudad higiénica”, hija
—dicen— del discurso médico y del urbanismo local, que abarcaba lo moral y lo
corporal, en todas las áreas de la vida cotidiana de los trabajadores, incluso la de
la sexualidad. El sustento de la patria, en esta visión, era un cuerpo de ciudadanos moral y físicamente “sanos” con una sexualidad dirigida a la reproducción en
torno a la familia nuclear. El lesbianismo, especialmente en el discurso médico
(“y no pocas veces en el naturalismo literario europeo y americano de la época”),
estaba asociado a la prostitución (Figari y Gametro 2009), de la misma manera,
todo lo que atentara contra el modelo heterosexual y género–normado entraba
en el campo de la enfermedad y el delito. Agregan Figari y Gametro que se realizaron tipologías de las conductas de inversión femenina que estuvieron presentes en la Europa decimonónica y se extendieron en Argentina hasta los años cincuenta del siglo XX. Aun después de esos años muchas mujeres ocultaron su
deseo real, contrajeron matrimonio y tuvieron relaciones clandestinas con mujeres. Algunas se refugiaban en Tigre8 donde podían pasar desapercibidas.
8 Ciudad en la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
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El ámbito político no era considerado propio de las mujeres, sin embargo
una buena cantidad de ellas participó en las luchas por la independencia, en los
esfuerzos para ser tomadas en cuenta como ciudadanas en las constituciones;
en México, camino a la revolución varias mujeres participaron como editoras y
escritoras de publicaciones periódicas.
En 1901, por ejemplo, Ricardo Flores Magón elogiaba el trabajo editorial de
Juana Belén Gutiérrez, con las siguientes palabras:
El viril colega Vésper que hábilmente dirige la entusiasta señora Dña. Juana B. Gutiérrez de Mendoza (…) ha vuelto a la lid con más bríos que antes. Vésper es un haz de
viriles energías. En nuestro referido colega vemos comprendido en toda su extensión
el amplio criterio liberal. (Barrera 2004, s/p).
Sin embargo, cinco años después, tras los desencuentros políticos que tuvieron, Flores Magón denostaba a Juana con las siguientes palabras:
triótica de doña Juana B. Gutiérrez de Mendoza. Esa señora ha hecho causa común con
Camilo Arriaga (…) Nos va a hacer perder la paciencia y tendremos que exhibir sus asquerosidades. (…) Cuando estábamos en San Antonio supimos —eso es asquerosísimo— que doña Juana y Elisa Acuña y Rosete se entregaban a un saismo pútrido que
nos repugnó. Pudimos comprobarlo de muchas maneras, y descubrimos que en la capital de la república no se hablaba de otra cosa entre los que conocían a las señoras
liberales que de sus asquerosos placeres (…) Como siempre sucede, nosotros, los que
más intimidad teníamos con las señoras liberales, fuimos los últimos en conocer sus
porquerías, pues ahora estamos enterados de que ya en Belem, cuando estuvieron presas, la población femenina del departamento en que estuvieron estaba indignada con
la conducta de las periodistas. Detalles verdaderamente asquerosos se relatan de todo
eso y muchos correligionarios han retirado su protección a esas propagandistas del
saismo pues, como le digo a usted, en México se sabía ya lo que hacían esas señoras.
(…) Doña Juana estaba acostumbrada a que yo la mantuviera, y cuando vio que no le
daba más dinero se volvió enemiga mía y del grupo [… ] (Flores Magón 1906, s/p).
En el entorno de lo literario también quedó constancia del peligro que signiicaba para las mujeres ser identiicadas como masculinas. Durante este mismo
periodo, inales del siglo XIX y principios del XX, se fueron conformando las literaturas de las nuevas naciones latinoamericanas; diversas actividades, oicios y
profesiones fueron considerados ámbitos de lo masculino, entre ellas la escritura literaria, que se percibía, aún en las primeras décadas del siglo XX en España
y en Latinoamérica, entre otros lugares, como una actividad varonil, y, como
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Pasando a otra cosa, le diré a usted que nos ha indignado mucho la conducta antipa-
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apunta Eulalia Pérez Sedeño: “las características masculinas se han considerado
virtudes en los hombres y vicios en las mujeres y a la inversa” (Pérez Sedeño
2005, 447-462). Sandra Gilbert y Susan Gubar, referían como “angustia ante la
autoría” a la diicultad de las mujeres para asumirse como autoras en dicho contexto en el que la creatividad literaria loable se caliicaba de varonil. Como ya se
dijo, al parecer la energía y vitalidad escritural, sobre todo en el siglo XIX, podría
ser un atributo confuso. Una mujer que no escribía “como mujer” se situaba en
un escabroso límite entre la decencia y el libertinaje.
En una de sus “Crónicas y ensayos” publicada en México en 1875, el cubano
José Martí, bajo el pseudónimo de Orestes, trataba de decidir cuál poesía era
mejor, la de Luisa Pérez o la de Gertrudiz Gómez de Avellaneda. Si era poesía
femenil debía mostrar ternura, sufrimiento y pureza; de manera que no podría
ser la de Tula, como llamaban a Gertrudiz, porque en ella, decía Martí, no había
mujer por su ánimo “potente y varonil”, su poesía “ruda y enérgica” y su cuerpo
“alto y robusto” (Araújo 2002, 9). Alma de hombre la de Gertrudiz y alma de mujer la de Luisa, como las deinió Martí.
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No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo
potente y varonil; era su cuerpo alto y robusto, como su poesía ruda y enérgica; no
tuvieron las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de
dominio: era algo así como una nube amenazante. Luisa Pérez es algo como nube de
nácar y azul en tarde serena y bonancible. Sus dolores son lágrimas; los de la Avellaneda son ierezas. Más: la Avellaneda no sintió el dolor humano: era más alta y más
potente que él; su pesar era una roca; el de Luisa Pérez, una lor. Violeta casta, nelumbio quejumbroso, pasionaria triste. (Martí, Crónicas y ensayos).
El escritor español Juan Tomás Alvany, en el prólogo al libro de Concepción
Gimeno de Flaquer, Madres de hombres célebres, publicado en México en 1885,
como para evitar sospechas semejantes sobre la autora, apuntaba:
Al oírla pensaríais estar leyéndola; al mirarla, dudaríais de que hubiese escrito aquellas páginas varoniles, esmaltadas de conceptos profundos, de pensamientos vigorosos (...) Ni en su vida íntima, ni en su vida social adivinaréis a la literata, porque ella
parece siempre lo que es, una dama virtuosa y distinguida (...) entre tareas domésticas y tareas literarias, sin otros sentimientos que el apasionado amor a su marido y
relejando siempre en sus cristales el limpio cielo de una ventura conyugal no interrumpida. (Gimeno 1885).
El mexicano Ramón López Velarde, en 1916, elogiaba a María Enriqueta “aquilatando el caso singular: una mujer sin ripios y, más aún, que continúa mujer —
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decía López Velarde—. Porque el lector, si es ducho, convendrá en que Sor Juana
y doña Emilia Pardo Bazán nos dan el olvido de su género gramatical, arrollándonos con su ímpetu masculino” (Granillo 2001, 199).
Asimismo, la vigilancia de los valores femeninos y la sospecha sobre las escritoras pudieron haber sido los motivos por los que la periodista feminista cubana Mariblanca Sabás Alomá emprendió en sus artículos de los años treinta la
defensa de la autora y de la protagonista de La vida manda, al decir que se trataba de una “Novela de una mujer, de toda una mujer, escrita por una mujer”
(Menéndez 1998). En La vida manda, de 1928, Ofelia Rodríguez Acosta se atrevió a tratar el tema del amor libre, con una protagonista mujer, quien además
tenía amistad con una poeta abiertamente lesbiana.
Las mujeres tuvieron muchas diicultades para desarrollarse libremente en
la escritura, en la creación de una tipología diversa de personajes y en las temáticas sociosexuales, en cambio para los escritores no hubo trabas semejantes.
Por eso es sorprendente el arrojo de la escritora, dramaturga y abogada Flora
Díaz Parrado, al disentir con algunos artículos sobre garzonismo publicados en
1928 por Mariblanca Sabás Alomá en la revista Carteles, en los que aseguraba
que este era una enfermedad social, una aberración que no había que asociar con
el feminismo.9 Flora escribió una carta que Mariblanca publicó junto con sus artículos en un libro, en donde decía que la garzona es un tipo de transición entre
la mujer de 1914 y la mujer del porvenir (Citada por Bejel 2009, 3), para Díaz Parrado la primera guerra mundial había sido el fenómeno social catalítico que llevó a una tendencia hacia el lesbianismo como un paso en la evolución de la “mujer del futuro”, y airmaba que algún día se vería ridícula la concepción negativa
que de las garzonas prevalecía en su momento (Menéndez 1998, 257-275).
Cuando nos referimos a la masculinidad femenina en Latinoamérica es de
citarse la novela México marimacho publicada en 1933, escrita por el jalisciense
Salvador Quevedo y Zubieta, escritor, médico, abogado y profesor de gramática
y literatura.
La novela, de carácter naturalista, tiene un subtítulo que parece guardar
poca relación con el título: Novela histórica revolucionaria; y en su contenido
recrea a partir de lo que el propio Quevedo llamó sicología histórica, los comportamientos no siempre éticos de una comunidad cuyo centro de atracción es
una familia beneiciada por el gobierno porirista. En cuanto a las actitudes masculinas de las mujeres el autor hace referencia a dos épocas: una marcada en la
primera línea del prólogo como mil novecientos veintitantos, y otra comprendida entre 1906 y 1920, fechas en las que se conigura la historia de la novela.
9 Sabas Alomá, Mariblanca. “Masculinismo, no; ¡Feminismo!” (1920), (citada por Capote
2010).
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Dice Quevedo en el prólogo:
llegué a la esquina donde se alza el viejo ediicio de tezontle, destinado desde fecha
reciente al Conservatorio de Música para señoritas.
Frente al portón me crucé con una joven que salía de allí en cuerpo gentil, vestida de blusa, ancho cinturón, falda corta bien ajustada y un canotier10 en la cabeza,
sujeta a estricta tonsura.11 Parecía muchacho (…) A pocos pasos se encuentra con otra
del mismo tipo “garzón”, ataviada por el mismo estilo.
—¿Cómo te va hombre? —dijo la primera abriendo los brazos a la segunda, quien correspondió el abrazo y contestó: —¡Hombre! ¿Cómo te va?…
¡Qué transformación varonil de nuestras antiguas mujercitas! —pensé para mí (…)
Esta coincidencia de dos muchachas andróginas junto al espectro de otra (…) muerta
bajo un sigilo que encierra terribles puntos de interrogación sobre el transformismo
de la mujer mexicana (…) esa coincidencia de un minuto causal me inspiró este libro”.
(Quevedo y Zubieta 1933).
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Estas garzonas no eran otras sino a las que se dio en llamar en México, “pelonas”, mujeres que adoptaban el moderno estilo de cabellera conocido como “a
la romántica” y que fueron objeto de un seguimiento periodístico en El Universal
Gráico, entre el 4 de julio y el 8 de agosto de 1924, por la controversia que generó un hecho violento contra una estudiante de las llamadas “pelonas”12 en la
Escuela de Medicina (Caro 2014).
Ya en el cuerpo de la novela México marimacho, entre escenas costumbristas, se hace referencia a diversas actividades que a juicio del autor marcan tendencias masculinas sobre todo en una jovencita, Lupe, que se maneja con bastante soltura, liderazgo e independencia desde su adolescencia, y cuya amistad
con la hija del hacendado porirista levanta sospechas en un médico metiche y
corrupto quien las acusa de practicar el lesbianismo. Tal cosa no sucede, el autor lleva la relación de las chicas por diferentes equívocos que logran distanciarlas: Eutimia al inal sostiene relaciones incestuosas con su hermano, y Lupe se
viste de hombre y se une a la bola, cual coronela revolucionaria.
10 Coco Chanel puso de moda el canotier, como uno de los símbolos de la nueva era, de la
nueva mujer.
11 Pelo corto.
12 El término revolución sexual había aparecido desde 1929 en el libro ¿Es necesario el
sexo?, de Thurber y White, que tiene un capítulo titulado “La revolución sexual: un estudio
bastante complejo del panorama sexual”, en él se airmaba que: “Las cosas se torcieron
irreversiblemente durante la era del jazz, cuando las lappers comenzaron a imitar a los
hombres, fumando, bebiendo, queriendo ganar dinero y pensando que tenían derecho a
vivir su sexualidad” (citados por Dowd 2006).
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A inales del siglo XIX y principios del XX bastaba con inscribirse en oicios y
profesiones antes considerados masculinos, variar aunque fuera un poco la vestimenta, mostrar un poco más el cuerpo, tener un carácter fuerte y osado, o
transgredir los parámetros físicos considerados como femeninos para ser considerada una mujer masculina; y el peligro que esto entrañaba para las mujeres,
no es sino el relejo del peligro para el sistema heteropatriarcal.
Como apunta Hortensia Moreno, “la discusión no se agota en el discurso experto —de la pedagogía, la medicina o el higienismo—” (2009, 137), el rastro de
estos argumentos se puede seguir en ininidad de medios como la prensa escrita,
novelas, cartas… y hasta la denostación de las modas, como sucede en la introducción del libro de Quevedo. Moreno retoma a Mary Louise Roberts (Civilization
without sexes) para decir con ella, en relación con los símbolos de la feminidad
que destacaron durante la primera guerra mundial en Francia, “que la moda se
inviste con un signiicado político a partir de la ansiedad social que genera la difuminación de distinciones claras entre hombres y mujeres” (2009, 137):
aspectos del vestido femenino, sino que este se convirtió en el relejo opuesto de lo
que había sido desde el siglo anterior. El nuevo código indumentario atentaba de manera lagrante contra el conjunto de normas, valores y prácticas sociales que habían
estructurado la identidad femenina en términos de un papel maternal y doméstico a
lo largo del siglo XIX. Además, sus usuarias lo interpretaron como algo que daba movilidad física. (2009, 138).
Y la posibilidad de moverse con libertad —anota Moreno— se adscribe al
dominio de lo masculino.
Después de leer los diversos textos incorporados hasta aquí, podemos vislumbrar dos momentos: uno en el que las mujeres procuran evitar ser consideradas masculinas al inscribirse en las actividades o en espacios que se consideraban propios de los hombres, porque ello podría implicar un castigo social
(pero de cualquier manera asumen dichas actividades), y, otro, en el que la
irrupción de “la mujer moderna” da a las mujeres la oportunidad de acceder a
un mundo con menos restricciones en la forma de vestir y de actuar, el mundo
de las garzonas, pelonas o lappers, jóvenes consideradas masculinas pero no
necesariamente lesbianas.
Sin duda, novelas como La vida manda (1928) de Rodríguez Acosta, y Andréida. El tercer sexo (1938), de la mexicana Asunción Izquierdo, estuvieron inluidas por La garçonne (1922) de Víctor Margueritte.
El subtítulo de Andréida, “El tercer sexo”, llama la atención, pues la novela
cuestiona el deber ser en torno al ejercicio de sexualidad de una mujer hetero-
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Durante la segunda década del siglo XX, no sólo cambiaron todos y cada uno de los
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sexual, quien decide trabajar, ser independiente y adscribirse al amor libre. La
autora no establece claramente que estas conductas podrían hablar de la masculinización de la protagonista, sin embargo, el nombre de ésta “Andréida”, tiene una clara relación con la palabra “andrógina”, que indicaría, al menos, una
pérdida de la feminidad. En la novela, Andréida se da cuenta que la imposibilidad de la vida libre que se plantea radica en la falta de compromiso de los hombres, y al quedar embarazada decide, a inal de cuentas, el matrimonio como
solución. La justiicación que hace la autora en el epílogo de un inal conservador por “cobardía”, es muy interesante e ilustra bien las diicultades temáticas
de las escritoras mexicanas.
A fuer de sinceros y veraces, gustosamente hacemos constar que en la feliz solución
a la magníica vida de la sin par Andréida, inluyó, no poco, la cobardía de la mano
femenina que la plasmara en letras. Mano cobarde que, espantada de su audacia, se
apresuró a alargarle la rehabilitación, la suprema redención de su heroína, dentro de
una forma suave y rosada […] (Citada por Leñero 1992, 94).
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Concha Urquiza también esbozó una personaje andrógina. En la introducción de El reintegro (conjunto de textos: relatos autobiográicos, cuentos inconclusos y dos inicios de novela, escrito durante los años que vivió en EU, 19271933), Urquiza esbozó “El andrógino”, Martha Robles dice que al inicio del texto
de cuatro páginas delinea propiamente al andrógino (que es una mujer), después “se funde en el símbolo de la lucha entre el sexo (referido al género) y la
inteligencia, la creación y la soledad, el amor y la literatura y la rutina escolar
que mediatiza el conocimiento” (Robles 1985, 183).
Hacia el último tercio del siglo XX, encontramos menos obstáculos para la
recreación de estas personajes masculinizadas, y la palabra lesbiana comienza
a aparecer (aunque todavía frecuentemente como patología). Aunque las representaciones de sexualidades diferentes iniciaron antes, a partir de los años sesenta una serie de hechos alteraron el modelo viril de nación y abrieron el camino para la visibilización de ciertas estructuras de sensibilidades y afectos que
mostraron otras historias e Historias en los textos literarios. Estas nuevas estructuras pusieron en crisis no sólo las representaciones hegemónicas políticas,
sociales y literarias sino categorías fundacionales de lo humano como lo masculino y femenino, lo natural o antinatural, lo heterosexual o lo homosexual.
Por otra parte, también hay que señalar que en los años setenta, como herramienta en la lucha, se propuso una equivalencia entre lesbiana y un concepto
de mujer autodeinida, en rechazo a cualquier signiicado como “no hombre” o
contraparte de “hombre”; contradictoriamente, en las primeras acciones realizadas para recuperar un quehacer escritural lesbiano en la historia, se buscó leer
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en las entrelíneas algo que pudiera signiicar un lesbianismo oculto, ya que un
lesbianismo explícito no era socialmente aceptado, y entonces se reconocieron
signos de lo considerado “masculino” en las mujeres, para ser deinidos como
lesbianos. Esta revisión, bajo la suposición de lo que después Smith llamó un
“pánico lesbiano”, permitió la construcción de los primeros corpus de literatura
lesbiana.
Sin embargo, esta consideración de los comportamientos masculinos como
signo de homosexualidad de las mujeres, tampoco ha estado libre de problemas. Por ejemplo, algunas feministas, sobre todo de la llamada segunda ola,
además de no querer ser confundidas con homosexuales, manifestaban un
abierto rechazo a comportamientos masculinos de lesbianas por considerarlos
patriarcales (algunas lesbianas también rechazaron la masculinidad por la misma razón), y por otro lado, ciertamente, ni todas las masculinas eran lesbianas
ni todas las lesbianas eran masculinas, así como no obstante el uso político que
se le ha dado al apelativo, no todas las lesbianas son feministas. Así, ante este
tipo de relexiones, recientemente teóricas como Judith Halberstam (ahora Jack
Halberstam) y activistas como la argentina Valeria Flores deienden el derecho
de las mujeres a ser masculinas aunque no sean lesbianas y el de las lesbianas
a ser masculinas.
Al principio sin una conciencia clara, y después como posicionamiento político, varias autoras han ido incorporando masculinidades ambiguas en sus
textos.
La mexicana Victoria Enríquez, por caso, publicó un cuento titulado “De un
pestañazo” (1997) cuya acción se ubica en el tiempo de la revolución mexicana,
y el personaje principal, una mujer travestida, está inspirado en una persona
real: el /la coronel/a Amelio/a Robles. Enríquez no sólo crea un/a protagonista
ambiguo/a en cuanto al género que representa, juega a subvertir los papeles de
comportamiento esperados según el género. El resultado es una mujer masculinizada, travestida, con rasgos indígenas llamada Ansiedad y de segundo nombre Topilzin (que designa la forma humana del dios Quetzalcóatl); Ansiedad, no
obstante, no cubre totalmente las expectativas sobre el proceder de hombres
“machos”, especialmente de los tiempos de la revolución, hay algo en su personalidad en la que compaginan comportamientos de género que se suponían contrarios.
En el cuento “Una extraña entre las piedras”, de 1999, la cubana Ena Lucía
Portela nuevamente descentra las concepciones de unicidad y verdad a partir de
la multiplicación. En una historia se entraman otras hasta perder los límites entre ellas, y como estrategia recurrente hace evidentes las imposturas humanas.
Su personaje Djuna, una chica masculina o “deportiva”, como ella misma se asume, relata, más de cuarenta años después, una especie de breve memoria que,
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dice, intenta hacer pasar por una fábula de amor para hablar de lo que ella ha
sido o ha creído ser, extranjera y extraña en el entorno en que se desenvuelve. El
detonante es la muerte por accidente de Nepomorrosa, su amante; así, el relato
inicia con la primera noticia que tuvo de ella, antes de conocerla, en un grupo
hispanoamericano femenino que denomina el Clan Campbell, estudiantes y
aprendices de escritoras seguidoras de Sombra, profesora de literatura hispana
en Nueva York. Dice la protagonista: “nunca me consideré, lo que se dice linda,
pues prefería llevar el pelo corto y vestirme en el departamento de caballeros”,
“en tu caso, Djuna”, opinaban Nita y el Clan Campbell, “en tu caso no se dice
pretty, no es adecuado, se dice handsome”. (“Una extraña entre las piedras”, s/p).
Los de Elena Madrigal son cuentos mexicanos cortos cargados de sentido
del humor, ironía y en ocasiones de erotismo; en Contarte en lésbico, de 2010,
la sexualidad femenina manifestada es tan amplia que el deseo sexo–amoroso
entre mujeres es algo a lo que puede acceder cualquier mujer.
Entre sus personajes, Madrigal (2010) también diversiica los comportamientos de las mujeres masculinizadas. En “Pensión de viudez”, por ejemplo, es
un típico macho quien en la cama procura sólo su satisfacción. En el “Hijo del
pueblo” es una mujer con habilidades masculinas, cumplidora y protectora (en
el ámbito rural). Pero la que interesa aquí es la coniguración de la “Pantera Púrpura”, una luchadora del ring en el cuento “A dos de tres caídas”. En este, una
narradora–protagonista, cuenta cómo se siente turbada al encontrarse con lo
que piensa es un hombre de asombrosos bíceps y brillante cabellera, y sólo
acepta su invitación a las luchas al darse cuenta de que es mujer: “es que no me
gustan los güeyes”, le dice. La narración se desarrolla al mismo tiempo en que
ella está viendo el enfrentamiento de la “Guerrera del Sur” contra la “Pantera”
(máscara contra cabellera), con los tacones de sus zapatos azules apoyados en
la butaca de enfrente y espejo en mano para retocarse la pintura labial. Intercalada con el anuncio del presentador y los gritos del público, se asienta la descripción de los sucesos que dan cuenta de cómo la “Pantera”, cuando ellas estuvieron a solas, fue una persona sumisa, “pasiva” en el sexo13 y que tomó el papel
tradicional femenino: “Pantera… ¡Minina!”, dice la protagonista.
Por su parte, la argentina Fernanda Laguna (Dalia Rosetti) parece querer desacralizar toda norma para “dar pelota a la anormalidad”, parece querer romper
con esas escuadras imaginarias que miden la relación entre género, sexualidad
y papeles desempeñados. En su cuento “Sueño con bomberos”, recrea la atracción que de manera cotidiana puede tener cualquier mujer por las mujeres masculinas:
Las que me conocen saben que yo curto la onda ama de casa frustrada y desprotegida
[…] Siempre que voy de compras o al banco fantaseo con encontrarme alguna bombe-
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ro […] Pero a veces es difícil encontrarlas […] Con unas amigas, para darles frecuencia
a estos avistamientos, queremos abrir una disco torta llamada Tortícolis (que) buscaría incentivar el arribo a la ciudad de todas las chicas bomberos desperdigadas […].
(Rosetti 2010).
Referencias
Araújo, Nara. «Introducción.» En Brígida Pastor. El discurso de Gertrudis Gómez
de Avellaneda: identidad femenina y otredad. Alicante: Universidad de Alicante (Cuadernos de América sin nombre, núm. 6), (2002): 9-14. (9).
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Recapitulando, la escritura y la lectura en el caso de las mujeres ha sido un
espacio conquistado poco a poco. Fue un privilegio al que unas cuantas pudieron tener acceso antes del siglo XIX en Latinoamérica, y todavía después, en los
inicios del siglo XX, se consideraba que las mujeres no tenían necesidad de leer
y escribir pues habrían de casarse y dedicarse a las labores domésticas. En consecuencia, su incursión en la literatura también ha sido un camino largo y lleno
de obstáculos.
Sin lugar a dudas, la historia de la narrativa literaria creada por mujeres es
un recuento de transgresiones, en ella la incorporación de los mundos lésbicos
ha sido un quebrantamiento incluso frente a las escritoras que fueron rompiendo barreras temáticas pero para quienes la heterosexualidad implícita en la literatura era el campo de icción “natural”, luego también de cara a las escritoras
que incorporaron personajes femeninos o sáicos bajo la consigna de representar comportamientos correctos, por la llegada de nuevas escritoras que han
fragmentado las identidades, roto con los ideales de monogamia, romanticismo,
bondad, solidaridad y maternidad “naturales” a las mujeres, separado calidad
humana y orientación sexual e, incluso, integrado en su obra, de manera protagónica, iguras de mujeres masculinas, lesbianas masculinas, transexuales, o
sexolexibles, entre otras.
Falta mucho por indagar en torno al tema de las masculinidades de mujeres,
es necesario leer y releer la literatura con otra mirada para discernir las posibilidades genéricas disociadas de las sexualidades biológicas. Estos son apenas
algunos ejemplos de los muchos que actualmente puede haber. Nos encontramos ante un campo de estudio poco explorado, que requiere y merece una investigación minuciosa y una mayor profundidad de análisis, para descifrar con
precisión las correspondencias textuales, de género y sexuales, sus relaciones
con el ámbito de las culturas y espacio–temporalidades, los enconos o identiicaciones que genera y los desafíos que la propia indagación sobre mujeres masculinas propone.
INTERdisciplina
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Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
DOI:
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INTERdisciplina
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DOSIER
Odette Alonso*
Poemas
Juego de niñas
En esa franja en la que el sueño se hace día
y el día sigue siendo una bruma primigenia
ella alza el dedo
me señala
y dice tú.
Dibuja en un papel mis iniciales
y lo pega en el vidrio de su propia ventana.
De afuera llega el son
el mismo viento dulce de una tarde lejana
la nostalgia del verso abreviado
y doloroso.
Sobre la nada hacemos equilibrio
una danza que parece de otro tiempo
una música quieta.
Toda la sombra se ha convertido en luz
en este juego en el que somos diosas.
* Poeta y narradora, autora de la novela Espejo de tres cuerpos (2009), los libros de cuentos
Con la boca abierta (2006) y Hotel Pánico (2013), así como de doce poemarios.
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INTERdisciplina
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Lilith1
Su piel morena
brillante de sudor
es el principio de todos los caminos.
Me cabalga esa potra
me pone en el ombligo su perla reluciente
la hunde con el dedo
suelta la carcajada.
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Estalla el aposento en mil haces de luz.
POEMAS
Ella recoge la túnica del suelo
traspasa los umbrales
se pierde entre mis ojos.
1 Tomado de: Alonso, Odette (2015). Bailando a oscuras, Monterrey:
VII.
UANL,
Colección Ínsula,
César Cañedo*
Poema
Hablo1
Nací sin una oreja.
Y mi abuelo en sus manos
presentándome al mundo malformado,
y mi madre diciendo: ¡hay que arreglarlo!,
y mi padre diciendo: ¡yo lo pago!,
y mi abuela, tan sólo: ¡qué belleza!
y ese niño incompleto creció y se hizo poesía
He aquí mi cántico sulfúrico.
La misericordia me llegó del culo
y me encendió las noches
en que mi cuerpo
incompleto
mi amor
incompleto
mi rostro
incompleto
se encarnaban
de la diferencia.
Con el pegamento
de los compañeritos del kínder
* César Cañedo (El Fuerte, Sinaloa, 1988) es poeta, atleta, bailarín de Vogue, profesor y joto.
Fundador y Codirector del Seminario de Literatura Lésbica Gay–UNAM. Investiga los márgenes de la tradición literaria mexicana. Se interesa por las diversidades afectivas y por generar una poesía viva, desaiante y encarnada. Su primer poemario Rostro Cuir (2016) ha tenido gran acogida. Su felicidad es ahora Inversa Memoria.
1 Tomado de: Cañedo, César (2016). Inversa Memoria, Colección Valparaíso de Poesía, núm.
27. México: Valparaíso Ediciones. ISBN: 978-607-8437-30-6.
147
POEMAS
incompleta.
INTERdisciplina
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y el gesto inclino de Jesús abierto
y machacado en su compasión por mí,
como Dumbo de circo
sin todo lo que le sobra,
pásele a ver a la mujer araña,
pásele a ver a la carcacha humana,
pásele a ver al joto de este barrio,
pásele a ver al que será joroba,
sábana de miedo,
pesadilla de ridículo,
lor de asco,
estrella de tres picos,
chuequito,
arrancado del cielo de la simetría
148
perfecta, de la griega belleza,
del cerrado monumento.
POEMAS
Sin aristas, con cachos,
retazado de versos,
siempre copia iel de incompletud completa.
Cuir antes de lo queer,
torcido de selección natural,
herencia de un patriarcado que te esconde,
pelo largo para ocultar sus fallas.
Y se me abrió el poema
como la lor de loto en que me siento
para no ser original
ni registrado made en el Olimpo
porque sería un exceso
que yo con tantas marcas
buscara lo perfecto
en lo absoluto de un culo sin latos,
en las constelaciones de la noche Ocolome,
en el río Fuerte, que siempre es el mismo río, porque la presa
no abre la compuerta,
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INTERdisciplina
y empecé a sonar con voces impostadas
pedacitos de versos que eran de otros,
de Darío, de Novo, de Bohórquez,
de la víscera seca, del maizal en invierno,
de la princesa triste de labios de clítoris de fresa,
del zagal que se vino vino,
del marcial que se corre corre,
de los gachos y cursis románticos tan nuestros,
del dildo del hechizo que más quiero
y en medio de nosotrxs
mi madre oliendo a Dior
y un no sé qué que queda
que no que no
que Noa Noa
Hay tantas metáforas en el mundo
que mejor las reciclo.
Hago oropéndolas de tantas tan perfectas
mamadas
y las vendo en la feria,
¿traes feria?
a peso si es barroco,
a cinco si es soneto,
a tres por diez Vallejo,
el César que me ganó
el derecho de ser único César
y entonces soy Cesárea de mi rostro
de mis versos y mis hombres
que esos sí, no reciclo.
Me enseñaron de niño
que una costilla,
un cartílago blandengue
(por más del Génesis que suene)
puede ser una oreja que no oye,
149
POEMAS
¿vamos?
INTERdisciplina
y no agradezco al cielo la ironía,
y llenarse de pelos que eran públicos
para la alquimia de sonrisa perfecta
a la que se le nota el truco
como a mis ortosílabos,
versos que nacen del ano
que van a dar en el dar
que es el plaisir
de la petite mort jotuá
y así creí en la magia del poema
a mi manera.
¿Si un día no fuera mayate
qué querrías ser?
150
Mariposa.
Todo queda entre bichos
POEMAS
y entre bichis.
Y por la tambora
que si alguien no me entiende
cáigale a Sinaloa
donde se rompen los machos,
donde nací quebrado y descompuesto
en medio del narcosilencio
que te arrulla en las noches rorro nene.
Derramando poesía
igual que semen
en aleteos de chupa
rosa,
una tarde se entrega
otra despierta
a tanto amor
de espaldas,
y cobijo mis miedos
en toda mi asimetría,
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Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
INTERdisciplina
tuércele al verso el rostro,
y mi sonrisa torcida
es la perla que brota de la pérdida,
de raspar el dolor en tantas burlas,
de soñarme poeta
y ser fallido
y encontrar gozo en ello.
POEMAS
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E N T R E V I S TA
Siohban Guerrero Mc Manus*
Long Live the Queen!
Testimonios de una voguera y draga**
PARA ESTE número especial de INTERdisciplina en torno
a las sexualidades, la Dra. Siobhan Guerrero llevó a
cabo una entrevista con Bryan Cárdenas, conocido
en la escena vogue y drag como Zebra DragQueen y
actual madre de House of Drag. Tanto el vogue,
como el drag, son ejemplos de subculturas asociadas a la diversidad sexual, en especial a ciertas manifestaciones culturales propias de lo gay. En ambos casos, nos encontramos con grupos o casas
dirigidas por “madres” o “padres” que suelen ser
personas con más experiencia en dichos ámbitos
y suelen guiar a los demás miembros tanto en la
actividad concreta llevada a cabo, sea ésta vogue
o drag, como en aspectos más generales de la
vida. Por esto último, estas casas funcionan como
redes de apoyo solidario entre personas LGBT.
Vogue es un tipo de danza urbana nacida
en los barrios negros y latinos del Nueva York
de los años 60 del siglo XX. Originalmente, fue impulsado por mujeres trans y
hombres gays que llevaban a cabo Ballrooms o competencias de baile inspiradas
en las pasarelas de modelaje y que, con el tiempo, dieron lugar a diversos estilos
conocidos hoy en día como old way, new way y femme.1 En la Ciudad de México,
hay actualmente seis casas: House of Machos, House of Apocalipstick, House of
Drag, House of Shiva, House of Queens y House of Mamis.
Por su parte, el drag es otra manifestación cultural en la cual hombres o mujeres, aunque generalmente lo hacen hombres gay cisgénero, se travisten y emu-
* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades–UNAM.
** Entrevista realizada el lunes 3 de abril de 2017. Fotografías de Miguel Ángel Rojas.
1 http://www.debatefeminista.pueg.unam.mx/wp-content/uploads/2017/01/otros-debates/
vogue.pdf
Guerrero Mc Manus, Siohban. «Long live the Queen! Testimonios de una voguera y draga.»
Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 153-158.
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INTERdisciplina
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
lan formas exaltadas de feminidad o masculinidad con objetivos que abarcan
desde la parodia, la comedia, el entretenimiento o diversas variedades de performance. Hoy en día en la Ciudad de México se vive una ola de entusiasmo en torno al drag, quizás por el éxito mundial del programa RuPaul’s Drag Race y por la
multiplicación de espacios en la propia ciudad en los cuales encontramos muy
diversas variedades de drag.
Por todo lo anterior, nos ha parecido importante incluir un testimonio de
cómo las sexualidades se engarzan con dinámicas de construcción de subculturas en las cuales el cuerpo, el deseo y la identidad se entremezclan en la generación de formas artísticas que evidencia la complejidad antropológica de las
variantes sexogenéricas.
154
E N T R E V I S TA
Bryan, primero que nada, muchas gracias por aceptar la entrevista. Nuestra intención es
conocer un poco más acerca de las experiencias de una persona que participa tanto de la
escena vogue como de la escena drag. En relación con esto último, tengo entendido que
realizas drag y que te haces llamar La Zebra o Zebra DragQueen. ¿Dirías tú que La Zebra es
un alter ego, un personaje o es simplemente otra parte de ti?, ¿cómo describirías a Zebra?
Zebra es deinitivamente otra parte de mí. No es ni un alter ego ni un personaje.
Zebra soy yo aunque es un “yo” que solo sale en algunas ocasiones. No siempre
sale a relucir.
¿A través de Zebra expresas aspectos de tu sexualidad que no expresas como Bryan?
Sí. La feminidad, por ejemplo, es algo que comencé expresando a través de Zebra
aunque ahora ya la muestro más como Bryan. También eso que podríamos llamar
“la perrez”,2 sin que sea por debajo del agua, es decir, sin que sea hipocresía. Con
Zebra me muestro más, digo las cosas. Con Bryan me reservo más que con Zebra.
¿Sientes que a través de Zebra logras una autoestima más sólida o te sientes más seguro
y encuentras formas de expresarte más amplias y versátiles?
Sí, mucho.
Cuéntanos por favor quién es Zebra en la escena drag mexicana y también
en la escena vogue.
Zebra inició como un personaje drag, pretendía ser un personaje drag y terminó
por ser… pues yo. En el vogue me conocen así, vaya o no en drag, y también esto
2 Este término se usa en el argot de ambas subculturas y suele entenderse de múltiples
formas asociadas, por un lado, al buen desempeño de algo pero también a ciertas formas
de expresarse que son muy irónicas, burlonas o profundamente retóricas.
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
INTERdisciplina
ocurre en la escena drag pues incluso si no voy en drag me dicen Zebra. En la
escena drag suelo dar shows y la gente me ubica porque participé en un concurso de drag. Y puedo decir que Zebra y House of Drag lograron inaugurar un lazo,
una relación entre el drag y el vogue en México y creo que esto ha sido importante porque ha hecho crecer la escena vogue ya que mediante el drag exploramos nuestra feminidad y el bailar ayuda porque el drag sirve como un referente
o como un ejercicio en el que previamente ya exploraste esa feminidad.
Cuéntanos cómo es que llega Bryan tanto al vogue como al drag.
Al vogue llegué gracias a Any Funk, madre de House of Machos. Any fue mi
maestro y con él tomé clases sobre vogue y de allí comencé y fui investigando
cada vez más. Y al drag llego gracias a Mika Ehla y por Sebastián, la Sabritosca,3
ellos dos, en especial por Mika Ehla, pues ellos ya hacían drag. En el caso de
Mika era casi una necesidad travestirse, algo que a mí, al principio, me costaba
mucho trabajo. Una vez intentaron draguearme, y al sentir el pegamento para
ocultar la ceja sentí horrible y dije que no, que sentía horrible tener cosas en la
cara. Pero cuando ves el resultado te sorprendes. Así conocí a Zebra y eso me
gustó, me gustó esa sensación de seguridad, de lo bien que me veía.
¿Sientes que, al comienzo, te detenía un miedo a explorar otras variantes
de tu identidad o de tu sexualidad?
Quizás más que un miedo a explorar, lo que tenía era un miedo al juicio, a mi
familia y lo que pudiera pensar. Lo que pudiera pensar la gente en la calle. Y es
que, desde que tengo memoria, yo siempre bailé de forma muy femenina y nunca le tuve miedo a eso. Aunque quizás sí, al principio, ya que en algunos estudios de danza me decían que no podía bailar así, que ese estilo no funcionaba,
que no se podía vender. Por ejemplo, en shows de quinceañeras tienes que gustarle a la quinceañera y eso requiere que seas más masculino. Y yo siempre fui
3 Miembros fundadores de House of Drag y amigos desde hace largo tiempo de Bryan.
155
E N T R E V I S TA
Para ti, qué signiican el vogue y el drag, no tanto como performance o danza sino como
un espacio de encuentro para la comunidad lgbt.
Quizás podríamos decir que es un espacio de validación o uno para tomar fuerzas. Un espacio en el que puedes evitar el ser juzgado incluso si dentro de un
Ballroom te expones justo a eso, a un juicio sobre tu desempeño, pero este juicio no es sobre ti. Aquí, más que danza, encuentro amigos, fuerza, poder, seguridad y menos timidez. Y con el drag pasa algo similar, le tengo menos miedo a
mi feminidad, al escenario. Allí también encontré compañerismo y muy buenos
amigos.
INTERdisciplina
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femenino. Entonces no es que tuviera miedo de mi feminidad sino de que me
criticaran y de que pudieran decir algo sobre mí.
Dices que actualmente eres madre de House of Drag. Cuéntanos cómo nace
y qué signiica para ti.
House of Drag es mi vida, mi sueño, lo que quiero hacer. Y nació porque unos
amigos y yo nos juntamos, Mika, Sebastián, Emilio y, posteriormente, Begonia.
Nace porque nos damos cuenta de que tenemos cosas en común, de que podemos crecer juntos. Vimos, en algún punto Paris is burning y esto fue un referente. Empezamos a relacionar el drag y el vogue en parte porque Mika y otros integrantes ya hacían drag, y gracias a esto y al vogue pudimos empezar a explorar
nuestra feminidad. Travestirnos fue una forma de descifrar al vogue, así aprendimos a sentirlo, eso nos dio una manera de sentirlo más allá de las coreografías
o de los pasos. Pero así descubrimos nuestra feminidad, aprendimos a movernos, a saber qué hacer cuando estás en el tacón o comprender por qué te tocas
de cierta manera o por qué tus manos se mueven de cierta forma.
156
E N T R E V I S TA
¿Dirías que el vogue y el drag han cambiado tanto la forma en la que te sientes deseado
como la forma en la que deseas?
Esta es una pregunta complicada porque mi gusto sexual suele asociarse a la
masculinidad, a la masculinidad del otro y en el otro. Pero, tras entrar al vogue
y al drag, llego a tener dudas, temo que yo no les guste. Mi cuerpo ha cambiado,
la forma en que me paro, la forma en que camino, quiera yo o no, es ahora diferente. Hablo diferente. Y todo eso me ha llevado a desear de una forma diferente. Ya no busco sólo machos, hombres muy varoniles, porque sé que puede que
ya no funcione. No tanto porque no les guste sino porque ya no me gusta cómo
piensan, qué dicen, cómo se comportan, cómo me quieren someter. Ahora me
gusta la gente que no le tiene miedo a su feminidad pero no dejo de disfrutar
ser el femenino de la relación, el pasivo, aunque ahora, insisto, me gusta la gente que no le tiene miedo a ser femenino y que tampoco busca someterme.
Hay gente que ha criticado al drag por misógino, consideran que parodia a las mujeres.
Por otro lado, hay quienes consideran que es un ejercicio político. Tú qué le dirías a aquellas
personas que creen que el drag es misógino. ¿Reivindicas que este es político?
Sí, sin duda reivindico esto último. No creo que el drag sea misógino. Resalta con
orgullo las expresiones femeninas. Lo hace con respeto. Las ve como un arte que
no es fácil de lograr. Aunque sí reconozco que muchas expresiones de feminidad
que emulamos pueden ser el resultado de que a las mujeres cis se les obliga a
expresarlas. Y creo que eso mismo pasa también con mujeres trans, mujeres que,
por ejemplo, trabajan en un salón de belleza y son obligadas a usar tacones e ir
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
INTERdisciplina
a trabajar con cierto estilo. Reconocemos cómo se imponen muchas de
estas normas y cómo diicultan la
vida de las mujeres. No es misoginia, al contrario, es hacer ver la forma en la cual la feminidad es un
performance. En el drag puedes tomar una posición femenina. Es difícil hacer esto. Buscamos el respeto,
no tanto la aceptación, sino el respeto por parte de otros. Y siempre
es difícil obtener esto.
157
E N T R E V I S TA
Hace rato mencionabas cómo fuiste
descubriendo el vogue, cómo llegaste
a él, la importancia que ha tenido en tu
vida. Qué tendrías que decir del hecho
de que el vogue, en tanto subcultura,
comenzó siendo parte de periferias
culturales y hoy se ha vuelto muy
popular, se ha vuelto mainstream.
Parece volverse incluso un producto
de consumo de clases medias, clases
medias que no necesariamente son
lgbt.
El vogue es para todos, está abierto para todos. Nuestra lucha seguirá siendo bailar, seguir bailando. Admito que es complicado.
Nace en ese contexto y hoy se le toma como un producto que se vende como si
fuera un show, vaciándolo de su historia, dejando de lado sus orígenes en las vidas de chicos precarizados. Así lo descubrimos en House of Drag y, desde luego,
no digo que nosotros lo hayamos inventado sino que llegó a nosotros siendo eso,
un baile y una experiencia de personas precarizadas. Personas que, por ejemplo,
se travestían juntas en la noche y buscaban —buscábamos— formas de contestar
las agresiones con gestos, con actos, que no nos pusieran en riesgo. Quizás al mover el cabello o movernos de cierta forma. Pero buscábamos contestar esas agresiones que vivíamos al ser gays y travestis. Y recordar eso es importante. Pero el
vogue no es de nadie, quien quiera practicarlo puede hacerlo sin pedir aprobación
de nadie.
INTERdisciplina
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
¿Sientes que las redes que se construyen en el vogue y en el drag sirven para combatir o
mitigar la violencia que sufren los chicos gays o, en general, las personas que se travisten?
Sí, sin duda. Te da la sensación de estar con tus iguales, en un espacio donde
hay otros como tú. En el cual puedes encajar. En ese sentido sí hay una red de
apoyo, una red de apoyo muy fuerte. No quiero hablar de aceptación. Quizás
quiero hablar de visibilidad, de que la gente nos vea diferente, que cuando nos
vea no nos vea mal, no nos juzgue. Que aprenda a ver que estamos allí y que eso
se vuelva simplemente cotidiano.
158
E N T R E V I S TA
VOCES CARDINALES
Leah Muñoz Contreras*
Pan y Rosas junto a la diversidad
sexogenérica
¿Qué es Pan y Rosas y cuál es nuestra historia?
PAN Y ROSAS es una organización internacional de mujeres trabajadoras, estudiantes, amas de casa, de la diversidad sexual y militantes que integramos la Fracción Trotskista–Cuarta Internacional en distintos países de América y Europa.
La organización surge en 2003, en Argentina, para posteriormente cruzar
las fronteras y llegar a México, Chile, Bolivia, Uruguay, Venezuela, Brasil, Estados Unidos, el Estado español, Francia y Alemania.
En México inicia en 2009, con un núcleo pequeño de mujeres que formaban
parte de la Liga de Trabajadores por el Socialismo y estudiantes independientes
de la UNAM, en medio de la crisis provocada por la guerra contra el narco y las
movilizaciones del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que pedían
alto a la guerra que tenía entre sus “daños colaterales” un gran número de mujeres.
Nos agrupa la lucha contra los feminicidios y la violencia machista, por
nuestro derecho al aborto libre seguro y gratuito, por educación sexual, el libre
ejercicio de la sexualidad, un trabajo digno, y contra la opresión y la explotación que mantiene el sistema capitalista. Por eso nos organizamos con nuestros
hermanos de clase porque consideramos que la revolución social en contra de
este sistema de explotación puede sentar las bases para la emancipación de las
mujeres y demás grupos oprimidos.
Pan y Rosas, y diversidad sexogenérica
Hoy en día los discursos por parte de partidos políticos, gobiernos o sectores de
empresarios han incorporado un discurso LGBT que pareciera ya un rasgo de lo
políticamente correcto, sobre todo en las democracias occidentales en donde
aparentemente el triunfo de la democracia capitalista se terminará de consoli-
Recibido: 27 de abril de 2017. Aceptado: 2 de mayo de 2017.
* Estudiante de octavo semestre de biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Militante de Pan y Rosas, y colaboradora de La izquierda Diario.
Muñoz Contreras, Leah. «Pan y Rosas junto a la diversidad sexogenérica.»
Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 159-165.
159
INTERdisciplina
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Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
VOCES CARDINALES
dar con la integración social de las personas trans que recientemente se han
vuelto bastante visibles en distintos países.
Las personas LGBT han ganado visibilidad en algunas partes del mundo en
áreas como la política, los deportes, la moda y la academia, después de décadas
de lucha en contra de la exclusión y la persecución. Esta situación, que políticos
y empresarios utilizan para hablar del éxito de las políticas de inclusión para la
diversidad sexual, contrasta con la realidad de muchas personas LGBT en donde
el desempleo, la discriminación, la persecución y la violencia machista continúa
siendo lo normalizado en sus vidas. La situación actual de Chechenia, con la
existencia de campos de concentración para gays, es el caso más claro de la crudeza con la que la violencia hacia las minorías sexuales se aplica desde el Estado.
Los años sesenta y setenta del siglo XX fueron décadas de radicalización política en la juventud con los movimientos en contra de la guerra de Vietnam, en
el movimiento de mujeres y en el movimiento obrero internacional con el mayo
francés, el 2 de octubre mexicano y la primavera de Praga. En este contexto político, de un ascenso de la lucha de clases y un cuestionamiento generalizado al
sistema capitalista, estalló, el 28 de junio de 1969, en Estados Unidos, en las
calles de Manhattan la revuelta de Stonewall como una expresión de hastío en
contra de la persecución cotidiana por parte del estado y el acoso policiaco que
sufrían gays, lesbianas y trans.
Stonewall, marcó un punto de inlexión en la lucha de la diversidad sexual
en Estados Unidos y en el resto del mundo, ya que el movimiento de la liberación sexual no solamente ganó visibilidad y se extendió a distintos países (principalmente a las democracias capitalistas centrales, aunque poco tiempo después en los países semicoloniales comenzaron a surgir los movimientos por la
diversidad sexual) sino que enarboló un discurso político que concebía la sexualidad como aquellas relaciones y prácticas sexuales que eran permisibles mediante su regulación y que están ligadas a los intereses de un sistema económico, político y social que produce una sexualidad dominante con determinadas
prácticas concebidas como naturales criminalizando y patologizando las sexualidades que salen de la norma heterosexual y reproductivista.
Estas nacientes luchas de la diversidad sexual tenían en común un profundo
cuestionamiento a la opresión que sufrían las minorías en el capitalismo y la
manera en que el capitalismo promovía un cierto tipo de sexualidad que le era
funcional a su reproducción como sistema, por lo que la liberación sexual estaba ligada a la transformación de las relaciones sociales.
Esta combatividad y cuestionamiento a las raíces sociales del orden sexual
en el capitalismo que tenían los movimientos de la diversidad sexual en sus inicios —que en algunos casos se expresó en unidad con los sectores explotados
como el apoyo que dio el movimiento gay inglés a la huelga de los mineros en
INTERdisciplina
contra de las políticas neoliberales de Margaret Thatcher— se fue perdiendo
dado el golpe que signiicó la epidemia del virus del VIH a la comunidad LGBT en
términos de muertes de activistas y la campaña internacional en contra de la
“peste rosa”, lo que lo llevó a una reorganización del movimiento en la búsqueda de recursos económicos para enfrentar el VIH llevando así su incorporación a
las instituciones vía campañas de ONG’s enfocadas especíicamente a prevenir el
VIH y mejorar la calidad de vida de los infectados.
Esa pérdida de combatividad también estuvo inluenciada por el efecto que
tuvo el asentamiento del neoliberalismo y la campaña triunfalista del capitalismo frente a las caídas de las burocracias estalinistas de los países del “socialismo real”, lo cual borró del imaginario de las masas el horizonte de la revolución
social para transformar de manera radical las relaciones sociales y sexuales, generando así la idea de que la caída del capitalismo era impensable y por lo tanto
las distintas sexualidades no heterosexuales podrían encontrar cabida y reconocimiento en este sistema.
La idea de conseguir derechos sexuales para mejorar las condiciones de
vida de la diversidad sexual en perspectiva de terminar con el capitalismo fue
eliminada y se cayó en una idea de minar el orden heterosexual a través de incorporar el movimiento a las instituciones y por esa vía conseguir derechos
sexuales en las democracias capitalistas. Sin embargo, aunque se han conseguido algunos derechos sexuales formales, la realidad ha mostrado que la igualdad
ante la ley no es igualdad ante la vida ya que la heterosexualidad sigue siendo
la identidad sexual privilegiada (D’Atri y Murillo 2014).
Este giro en el norte político del movimiento de la diversidad sexual generó
dos fenómenos, los cuales deben ser criticados por el actual movimiento de la
disidencia sexual si se busca retomar la combatividad. Estos fenómenos son: la
institucionalización y mercantilización de lo LGBT.
La mayor asimilación del movimiento vino cuando sectores de empresarios
rosas o gay friendlies vieron en lo LGBT (LGB, principalmente) un mercado que no
existía con la heterosexualidad que llevó a la creación y promoción de un “mercado rosa”.
El discurso de la liberación sexual fue cooptado y reformulado por las instituciones y los empresarios planteando así la liberación sexual en términos del
consumo individualista en el capitalismo. Esto implicó que las marcas tomaran
en sus manos la causa LGBT y crearan modelos acerca de cómo “debe ser” un gay
o una lesbiana y cada una de las letras del acrónimo LGBTTTI generando estereotipos sobre los gays y las lesbianas que caían en las mismas exclusiones y discriminaciones que la heterosexualidad había producido (Bord 2013).
Esta promoción por parte de los empresarios de un “estilo de vida gay” vino
acompañada de campañas comerciales e institucionales de donde se promovía
161
VOCES CARDINALES
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INTERdisciplina
162
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VOCES CARDINALES
una cultura de la tolerancia de la cual gozaban de forma preponderante personas
gays pero bajo los términos de la nueva homonormatividad del hombre gay blanco masculino y de clase media. Los gays, lesbianas y trans de clases populares y
familias trabajadoras precarizadas difícilmente pueden acceder a la “liberación”
que prometen los empresarios en las islas de tolerancia para el consumo.
El discurso LGBT y su difusión tuvo buena recepción en ese nicho rosa de tal
manera que los empresarios decidieron hacer una defensa de lo LGBT. De forma
paradójica, una marcha que tuvo en sus orígenes históricos el cuestionamiento
a la sociedad heteropatriarcal y la marginalidad de las sexualidades no cisheterosexuales ahora es encabezada por las corporaciones que bregan por la libertad (de consumo) para lo LGBT. De hecho, en todos los países en donde ocurre la
marcha del orgullo LGBTTTIQ cada vez es más común que las corporaciones y los
dueños de bares y antros estén involucrados en la organización y participación
con carros musicales abanderados con los colores LGBT.
Así, “lo gay” ganó visibilidad y tolerancia dentro de ciertos límites geopolíticos y en determinadas islas de consumo en las grandes metrópolis, y se volvió
rentable para este “capitalismo rosa” mientras no cuestionara los aspectos estructurales de la sociedad capitalista patriarcal como es la explotación del trabajo, la moral conservadora y el régimen heterosexual cisheteronormativo que
sigue regulando y cobrando las vidas y los cuerpos de lesbianas, gays feminizados, travestis y trans, y que niega el acceso a decidir sobre el propio cuerpo a
las mujeres y a corporalidades no hegemónicas.
Este capitalismo cisheteropatriarcal tiene la capacidad de volverse rosa o
verde o de cualquier otro color dando cierto reconocimiento (para el consumo)
a las distintas sexualidades e identidades a través de su mercantilización e introducción en el circuito del “consumo liberador” mediante la generación de
nuevas normatividades condicionadas principalmente por la clase que posibilita ciertos modos de vida presentados en donde la liberación se presenta como
existente en islas de consumo y tolerancia. Esto solamente muestra de qué manera el capitalismo se vuelve rosa incorporando algunos aspectos de lo LGBT sin
alterar las bases estructurales del orden cisheteropatriarcal de la sociedad.
Esta visibilidad y tolerancia ganada se mantiene de manera icticia en estas
islas de consumo en donde se puede tener un modo de vida gay. Fuera de estas
pequeñas islas, la violencia machista homolesbitransfóbica y patriarcal sigue
siendo la norma para lesbianas, gays, travestis y trans tanto en centros de trabajo como en el espacio público.
Este discurso LGBT no solamente se ha envuelto en la mercantilización sino
que la institucionalización se ha vuelto una fuente de mercantilización política.
Además de las empresas, distintos partidos toman como botín político nuestras
demandas sin resolverlas de forma real como son el detener la LGBTfobia que
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INTERdisciplina
tiene su peor expresión en los crímenes de odio, un trabajo digno y seguro, el
acceso a la salud y a la educación, y al matrimonio igualitario.
La incorporación del movimiento a las instituciones fue vía la promoción de
una “agenda LGBT” a través de temas de salud sobre el VIH que fue una de las situaciones que más aquejaron a la comunidad en los años ochenta y noventa. Los
partidos políticos tradicionales comenzaron a generar estas agendas con promesas que aún hoy distan de ser efectivas para erradicar la homolesbitransfobia.
De forma contradictoria, aquellas empresas y partidos políticos que dicen
ver por la causa “LGBT” son los mismos que desconocen y niegan las causas estructurales de la violencia hacia la diversidad sexual que tiene su fundamento
en el cisheteropatriarcado que el mismo capitalismo adoptó como fuerza reguladora en la opresión de las mujeres y aquellas sexualidades periféricas para
una mejor explotación del trabajo.
Pan y Rosas en la lucha de la diversidad sexual
163
VOCES CARDINALES
Por eso como marxistas revolucionarias consideramos que la opresión hacia las
mujeres y el conjunto de la diversidad sexogenérica está inscrita en la historia
de la lucha de clases, por lo que la lucha contra la opresión a las mujeres está
ligada a la lucha contra la explotación del sistema capitalista.
Si durante el siglo XX en los momentos de mayor radicalidad de la lucha de
clases el movimiento feminista y el de la diversidad sexual lograron conseguir
derechos sexuales y reproductivos, también el siglo XX mostró que los derechos
no son para siempre sino que se mantienen dada la relación de fuerzas entre las
clases dominantes y los sectores explotados y oprimidos.
Con la derechización a nivel internacional que implica el ascenso de Trump
al poder en Estados Unidos y la llegada al poder de gobiernos de ultraderecha
en Europa, distintos derechos se han puesto en cuestión como los derechos a
personas LGBT en Estados Unidos con políticas que podrían permitir la discriminación laboral o la exclusión de los baños a personas trans, o la retirada de fondos para el aborto.
Desde una perspectiva marxista, concebimos la explotación como la relación entre las clases en donde la clase poseedora de los medios de producción
se apropia del trabajo excedente —plusvalía— de la clase trabajadora (Marx y
Engels 1975). Mientras que la opresión sería el sometimiento de grupos sociales
por cuestiones culturales, sexuales o raciales, es decir, es la utilización de las
diferencias para generar desigualdades sobre distintos grupos. Por ello consideramos que la explotación y opresión están combinadas de distintas maneras; de
tal modo, la pertenencia de clase de un sujeto contorneará las opresiones en las
que se verá envuelto. Como señala Andrea D’Atri:
INTERdisciplina
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
Es decir que, aunque puede señalarse que el conjunto de las mujeres padecen discriminaciones legales, educacionales, culturales, políticas y económicas, lo cierto es que
existen evidentes diferencias de clase entre ellas que moldearán en forma variable no
sólo las vivencias subjetivas de la opresión, sino también y, fundamentalmente, las
posibilidades objetivas de enfrentamiento y superación parcial o no de estas condiciones sociales de discriminación. (D’Atri, 2010).
164
VOCES CARDINALES
Por eso, desde Pan y Rosas consideramos que son las mujeres y hombres
que producen la riqueza social, que es apropiada por los capitalistas, quienes
tienen la capacidad de terminar con este sistema de explotación y opresión. Sostenemos que la lucha de la diversidad sexual está íntimamente ligada contra el
sistema capitalista por lo que se debe luchar en clave anticapitalista y socialista.
Consideramos que la vía revolucionaria, eliminando gradualismos y etapismos, podría otorgar los derechos a la diversidad sexual y a las mujeres que son
negados en los gobiernos capitalistas. Reivindicamos la revolución rusa que fue
la primera revolución que en 1917 otorgó por primera vez en todo el país, antes
que cualquier democracia capitalista, el derecho al aborto a las mujeres y legalizó la homosexualidad. Derechos que pocos años después fueron eliminados
por el régimen estalinista al promover la burocratización de la URSS.
En Pan y Rosas buscamos construir esta organización internacional que se
apueste a acabar con el sistema capitalista a la par que luchamos por derechos
para mejorar las condiciones de vida de las mujeres, trabajadoras y trabajadores y diversidad sexogenérica en perspectiva anticapitalista.
Por eso desde Pan y Rosas nos hemos sumado a las movilizaciones internacionales tanto en México como en los distintos países donde estamos contra las
violencias machistas al grito de “Ni una menos” y “Vivas nos queremos”. Nos
movilizamos cada año en el día internacional de la mujer y en el día del orgullo
LGBTTT+ en contra de la mercantilización de nuestras demandas, vidas y deseos.
También impulsamos un diario internacional llamado La Izquierda Diario
que tiene presencia en once países y con colaboradores en otros más en América Latina, Europa y Norteamérica. A través de este espacio hemos dado cobertura a los crímenes de odio, a las situaciones de discriminación laboral o social en
contra de personas LGBT+, y elaboramos sobre la situaciones que viven gays,
lesbianas y trans. A la vez, hemos dado seguimiento a la derechización que ha
habido en el país con los movimientos reaccionarios como el Frente Nacional
por la Familia que han promovido el odio contra la diversidad sexual.
Recientemente realizamos un Encuentro Nacional de Mujeres y diversidad
sexogenérica en donde mujeres trabajadoras, estudiantes y diversidad sexual
debatimos cómo poner en marcha una agrupación nacional que luche por nuestros derechos.
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INTERdisciplina
Ahora, acorde a lo discutido en el encuentro, estamos levantando comités
de Pan y Rosas en centros de estudio y de trabajo, impulsamos una campaña
contra el trabajo precario en los distintos centros de trabajo y una campaña antiimperialista en contra de las políticas migratorias de Trump que tiene entre
sus víctimas a miles de mujeres.
Referencias
Para saber más:
–
–
www.laizquierdadiario.mx
Pan y Rosas. (8 de marzo de 2017). «Maniiesto Internacional de la agrupación de mujeres Pan y Rosas.» La Izquierda Diario. México. Recuperado de:
http://www.laizquierdadiario.com/Maniiesto-Internacional-de-la-agrupacionde-mujeres-Pan-y-Rosas
165
VOCES CARDINALES
Bord, B. «Somewhere under the rainbow: mercantilización y asimilación de la
disidencia sexual.» En Txalaparta (coord.), Transfeminismos: epistemes, fricciones y lujos. San isidro: Txalaparta, (2013): 153-166.
D’Atri, A. Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo. México: Armas de la Crítica, 2010.
——— y Murillo, C. «¿Adiós a la revolución sexual? Ideas de Izquierda.» Revista
de Política y Cultura, (2014): 27-29.
Marx, K., y Engels, F. Maniiesto comunista y otros escritos políticos. Barcelona:
Grijalbo, 1975.
RESEÑA
Tribunal Superior de Justicia y Consejo de la Judicatura
de la Ciudad de México
Derecho a la Identidad de Género
de niñas, niños y adolescentes
Siobhan F. Guerrero Mc Manus*
La emergencia de la infancia trans
en la esfera pública
EN 2013 una pequeña niña argentina de 6
años hizo historia al convertirse en la persona transgénero más joven del mundo en
obtener el reconocimiento de su identidad
167
de género por parte del Estado —en este
caso, del Estado argentino— sin necesidad
de recurrir a un proceso judicial. Su nombre era Luana y su caso no la convirtió únicamente en una celebridad instantánea
sino que visibilizó la existencia de menores
de edad transgénero, menores que podían
ser niños y niñas sumamente jóvenes pero
que ya tenían la certeza de que su identidad de género no se correspondía con la
que se les asignó al nacer.1
Derecho a la identidad de género de niñas, niños y
adolescentes. S/Autor. Tribunal Superior de Justicia y
Consejo de la Judicatura de la Ciudad de México.
México, 2016.
Si su historia acabó exitosamente, en
parte por la iniciativa de la madre de la me-
el que esta última logró llevar a cabo su
nor al comunicarse directamente con la en-
cambio de identidad y el que Argentina se
tonces presidenta Cristina Fernández así
convirtiera en el primer país del mundo en
como con Daniel Scioli, gobernador en ese
tener una Ley de Identidad de Género que
tiempo de Buenos Aires. Fue gracias a que
privilegia el interés superior del menor
la propia Cristina decidió conocer a Luana,
transgénero al punto de no requerir la judi-
* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades–UNAM.
Correo electrónico: siobhanfgm@gmail.com
1 (http://www.lavanguardia.com/vida/20131010/54390846093/luana-transexual-mas-joven.
html). Consultada el 27 de marzo de 2017.
Guerrero Mc Manus, Siobhan. «Reseña del libro: Derecho a la identidad de género de niñas, niños y adolescentes. Tribunal Superior de Justicia y Consejo de la Judicatura de la Ciudad de México. México: 2016.»
Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 167-172.
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
INTERdisciplina
cialización del caso para el trámite de la
nueva identidad (Regueiro 2016).
gadoras como Claudia Castañeda (2015) se-
Esto, a manera de ejemplo, contrasta fuer-
ñalen justamente el problema de una visión
temente con la situación enfrentada por una
desarrollista (developmentalist) de la identi-
niña transgénero mexicana que, con tan solo 8
dad de género en la cual se asume que sólo
años, solicitó una nueva acta de nacimiento en
en la edad adulta se puede conocer a cabali-
la cual se relejara su Identidad de género y que
dad la identidad de género que tenemos.
requirió llevar el caso al Tribunal Superior de
Castañeda añade que esta visión desarrollis-
Justicia del Distrito Federal en el cual, inal-
ta no asume únicamente la incompetencia
2
mente, obtuvo un resultado favorable.
168
No sorprenderá, por tanto, que investi-
epistémica del menor ante su propia identi-
Y es que, si las personas transgénero adul-
dad de género sino que supone que esta úl-
tas enfrentamos numerosos retos, en el caso
tima sólo termina de expresarse plenamente
de los menores de edad se conjugan facto-
en la edad adulta y que, en momentos ante-
res que se suman a la ya de por sí poca com-
riores de la vida, los roles de género o las
prensión existente sobre lo trans —como
pautas de identiicación exhibidos pueden
suele llamarse al espectro de identidades
ser evanescentes o transitorias.
RESEÑA
que engloban a las personas transexuales,
De allí que ella señale la importancia de
transgénero y travestis—. Me reiero por su-
reconocer la luidez de la Identidad de gé-
puesto al sesgo etarista, es decir, un sesgo
nero a través de la vida y, por ende, la cen-
discriminatorio con base en la edad, que
tralidad de generar espacios de exploración
suele suponer que los niños, las niñas y los
del género que no requieran un presupues-
adolescentes son incapaces de pronunciarse
to de inmovilidad y que, por tanto, permi-
sobre sus propios deseos y sentimientos y
tan a las juventudes el habitar identidades
que todas sus decisiones deben ser comple-
de género sin que ello implique un compro-
tamente tuteladas; en la situación que aquí
miso de vida o una imposición terapéutica
discutimos, este sesgo suele traducirse en la
no elegida y normalizadora.
creencia de que un menor no puede nunca
Sea como fuere, admitamos que no es
estar seguro acerca de su identidad de géne-
menor el reto que enfrentan los padres o tu-
ro o que ésta puede ser simplemente una
tores de un niño o adolescente que les mani-
etapa que eventualmente superará —lo cual
iesta que su identidad de género no se co-
se traduce en términos prácticos en la inva-
rresponde con la asignada. Ni tampoco es
lidación de su testimonio—. De allí que sue-
menor el reto de aquellos padres o tutores
la requerirse no únicamente el consenti-
que observan que sus hijos exhiben conduc-
miento de los padres sino la judicialización
tas de inconformidad con el género asigna-
del proceso mismo y la elaboración de un
do incluso si no verbalizan una identidad
peritaje por parte de sexólogos o psiquia-
propiamente transgénero. Ambos casos im-
tras que avale el testimonio del menor.
plican un reto para los padres, así como una
2 (http://www.informador.com.mx/mexico/2015/625616/6/nina-transgenero-recibira-nuevaacta-de-nacimiento-en-el-df.htm). Consultada el 27 de marzo de 2017.
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
INTERdisciplina
ra de la infancia que traslada la agencia hacia
cias a las cuales se verán expuestos sus hi-
peritos y expertos que buscan validar las vi-
jos —como el acoso escolar—, aunque cabe
vencias del menor, dejando con ello de lado
señalar que hay un elemento fundamental
la voz misma de aquellos menores. También
que los hace diferentes y que tendrá enor-
cuestiona fuertemente esta tradición tutelar
mes consecuencias a la hora de trazar políti-
que converge en ese mismo punto: el silen-
cas encaminadas a defender el interés del
ciamiento de la voz de los menores.
menor, a saber, si este explícitamente testi-
El libro está dividido en ocho capítulos.
monia el identiicarse con un género distin-
El primero de estos, escrito por la famosísi-
to al asignado al nacer. En el primer caso el
ma antropóloga feminista mexicana Marta
testimonio implica la importancia de reco-
Lamas, versa justamente sobre la identidad
nocer su voz, en el segundo, el proteger sin
de género de las personas transexuales. La
patologizar, medicalizar o diagnosticar una
doctora Lamas es una de las voces más auto-
conducta y sin obligar al menor a nada que
rizadas en México en lo que a estudios de gé-
no exprese él o ella misma.
nero se reiere y en los últimos años ha abor-
De allí que la publicación del libro De-
dado justamente el tema de la transexualidad.
recho a la identidad de género de niñas, ni-
En su ensayo, Lamas no sólo introduce a los
ños y adolescentes por parte del Tribunal
lectores a una serie de conceptos que serán
Superior de Justicia y Consejo de la Judica-
fundamentales, como la distinción sexo/gé-
tura de la Ciudad de México represente un
nero, la noción misma de identidad de géne-
hito en la política pública de este país hacia
ro y sus bases psíquicas, entre otros. sino a
los menores trans. Este libro surge justa-
la noción misma de transexualidad como una
mente de un seminario que organizaron las
variación normal, no patológica y propia de
doctoras Eva Alcántara (UAM–X) y Hortensia
la diversidad sexogenérica humana en la cual
Moreno (CIEG–UNAM), en octubre de 2015 y
los sujetos simplemente se identiican psí-
que versó precisamente sobre la infancia
quicamente con un género que no se corres-
trans desde una perspectiva basada en los
ponde con el asignado al nacer sobre la lógi-
derechos humanos de los menores y no en
ca del sexo biológico.
discursos terapéuticos interventivos.
Lamas señala, asimismo, que los meno-
Lo novedoso del libro no es solamente
res con lo que se ha venido a llamar incon-
el tema, de por sí pertinente, sino el aborda-
formidad infantil de género no necesaria-
je del mismo. El eje central de la obra consis-
mente crecerán para volverse adultos trans
te en poner por delante la idea de que el de-
y que, de hecho, es un porcentaje menor el
recho a la identidad de género de los
que sí lo hace. De ello, sin embargo, no se
menores es el marco bajo el cual debe llevar-
sigue que debamos imponer prácticas nor-
se a cabo la discusión en torno a qué tipo de
malizadoras o invalidar dichas experiencias
respuesta y apoyo se le darán a aquellos me-
como transitorias. Al contrario, ya sea que
nores que explícitamente expresen una iden-
los menores crezcan para asumir una iden-
tidad distinta a la asignada al nacer. Es decir,
tidad trans o que no lo hagan, lo mejor en
el libro rompe con la tradición medicalizado-
ambos casos es un proceso de acompaña-
169
RESEÑA
serie de temores acerca del tipo de violen-
INTERdisciplina
170
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
miento amoroso y que le dé espacio al niño
tes cinematográicos que incluyen a meno-
o niña para explorar los linderos del género.
res trans, en especial las películas Ma vie en
Ahora bien, en aquellos casos de ado-
rose y Tomboy. En estas obras vemos cómo
lescentes que sistemática y persistente-
irrumpe en la cultura de masas el tema de la
mente se identiican con un género que no
infancia trans por medio de relatos en los
es el asignado, Lamas deiende el derecho
cuales se humanizan a estos menores y se
de los menores a acceder a hormonas que
nos permite ver los retos que enfrentan en
retarden la pubertad ya que el efecto de es-
la cotidianidad, retos que van desde el nom-
tas es reversible y no genera mayores pro-
bre, la ropa, la forma de ser leídos o leídas
blemas en la vida del menor y puede, por el
por los demás y, desde luego, la presión por
contrario, evitarle una adolescencia en la
parte de los padres para que se alineen a las
cual vea su cuerpo desarrollarse hacia una
normas de género imperantes. La importan-
corporalidad que no es la deseada.
cia que tiene el cine, como podemos imagi-
RESEÑA
El capítulo que le sigue, escrito por Su-
narnos, es que moviliza estos relatos de tal
sana Sosenski, ofrece un análisis histórico
suerte que hace visibles a las diversas in-
acerca de cómo hemos ido construyendo la
fancias trans que quizás antes, bajo el pre-
niñez. No únicamente señala la relativa no-
supuesto de la inocencia infantil —siempre
vedad de la adolescencia sino que pone el
desexualizada—, habría conducido a conce-
foco en el tema mismo de la competencia
bir como impensable la existencia de niños,
epistémica de los menores al hacer ver que
niñas y adolescentes trans.
dicha idea descansa en una noción de ino-
Por otro lado, Hortensia nos lleva a con-
cencia infantil que, en realidad, está fuerte-
templar el tema de la vestimenta como un
mente acotada por la clase social y el esta-
ámbito central en la conformación del géne-
tus educativo —por no decir la pertenencia
ro. Históricamente, nos dice, fueron muchas
a Occidente— dentro del cual crecen cier-
las mujeres que se travistieron de hombres
tos menores.
para escapar de la reclusión doméstica a la
El punto del texto de Sosenski es recor-
cual las relegaba el patriarcado. Esto permite
darnos que no es un hecho dado e incues-
hablar de una tradición de travestismo feme-
tionable el presupuesto que asume que los
nino que podemos incluso ejempliicar en la
menores sólo pueden ser sujetos tutela-
película misma de Tomboy. Y, si bien, no hay
bles. Históricamente no ha sido así y, por
un equivalente para el travestismo masculi-
ende, tampoco resulta imposible el renego-
no, este sí ha estado presente en la historia.
ciar hoy en día la agencia de los menores
En ambos casos, es claro que la ropa se vuel-
dentro de los marcos jurídicos de los paí-
ve un eje de imposición de las normas de gé-
ses occidentales y occidentalizados.
nero, un eje que termina por ser el primer
En el capítulo tercero, Hortensia More-
frente de batalla de aquellos menores trans
no aborda la niñez trans al poner atención a
que resisten la imposición de un género con
dos elementos importantes que se conectan
el cual no se identiican.
con nuestras modernas culturas visuales.
En el capítulo siguiente, elaborado por
Primero que nada, la emergencia de referen-
Eva Alcántara, nos encontramos con un texto
que deiende la importancia de abandonar
INTERdisciplina
nacional como internacional se garantiza el
los enfoques diagnósticos basados en peri-
derecho a la no discriminación de los meno-
cias psi (psiquiatría, psicoanálisis y psicolo-
res y, en este caso, la elaboración de leyes
gía) y que aboga justamente por el derecho
orientadas a personas adultas vulnera pre-
del menor a su identidad de género como un
cisamente el derecho de los menores a ex-
elemento fundamental que se sigue de los
presar activamente su identidad de género.
derechos de los niños, niñas y adolescentes.
En el caso del texto de Analía Castañer,
Alcántara elabora su argumentación por
tenemos una serie de orientaciones prácti-
medio de una serie de lecturas cruzadas con
cas que la autora ofrece y que pretenden eli-
la infancia de personas intersexuales, es de-
minar la idiosincrasia de los jueces y otros
cir, personas cuyos genitales han sido decla-
tomadores de decisiones en los cuales po-
rados como ambiguos bajo una lógica bina-
drían dejarse de lado tanto el interés supe-
rista emanada de los saberes biomédicos. En
rior del menor como la integralidad de sus
ambos casos, sostiene la autora, debemos
derechos humanos sobre la base de una opi-
resistir la imposición de modelos medicali-
nión basada en prejuicios que justamente
zadores que vulneren la integridad corporal
impongan una mirada transfóbica y etarista
y los derechos humanos de las personas. En
sobre estos menores bajo la presunción de
ambos casos, la voz de los menores debe ser
que lo favorable a sus intereses es fomentar
rescatada. Y también en ambos casos, es im-
una identidad de género cis,3 es decir, basa-
portante respetar la privacidad del menor y
da en el sexo biológico. Para ello, la autora
no generar procesos de etiquetamiento,
ofrece una serie de directrices que preten-
como el diagnóstico de una enfermedad
den fomentar el ejercicio integral de los de-
mental, que puedan servir de base para pro-
rechos humanos de estos menores y que
cesos discriminatorios futuros.
esté orientado no sólo al presente sino a los
A estos textos, le siguen tres más escritos por María Vallarta, Analía Castañer y
retos futuros, teniendo siempre en cuenta el
propio testimonio de estos menores.
Luis Alberto Muñoz López, respectivamen-
En el caso del escrito de Muñoz López,
te, y que versan sobre el ámbito jurídico. El
nos encontramos con un texto que reconoce
primero de estos muestra la existencia del
que, de facto, en México el derecho a la
sesgo etarista —ya mencionado— en la le-
identidad de género por parte de los meno-
gislación mexicana e internacional al hacer
res no se consigue por medio de los mismos
ver que los procesos de cambio de identi-
procedimientos que en los casos de los
dad están diseñados pensando fundamen-
adultos. Y es que, a diferencia de los adul-
talmente en adultos. Sin embargo, esto ge-
tos, en donde el trámite se lleva a cabo, al
nera una paradoja ya que tanto a nivel
menos en la Ciudad de México, en una sede
3 Cisgénero (frecuentemente abreviado como cis), en el campo de los estudios de género, es
un término que se utiliza para describir a personas cuya identidad de género y género asignado al nacer coinciden, es decir, es un término utilizado para describir a personas que no se
identiican como transgénero.
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RESEÑA
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
INTERdisciplina
administrativa, para el caso de los menores
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combate a la patologización y de la ruptura
el procedimiento se lleva a cabo en una
con la medicalización de una serie de iden-
sede jurisdiccional, es decir, ante un juez
tidades cuyas voces han sido silenciadas
quien es el que habrá de tomar la decisión
por o supeditadas ante los saberes médicos.
correspondiente y última acerca de si se le
En este sentido, estos textos son herederos
permitirá al menor el adecuar o no su acta.
de voces como las de las activistas trans
De allí que este texto se enfoque en
Sandy Stone (2015), autora del ya afamado
proporcionar bases jurídicas para estos to-
“El Imperio Contraataca. Un maniiesto post-
madores de decisiones enfatizando el dere-
transexual”, y Leslie Feinberg (2015), autora
RESEÑA
cho al libre desarrollo de la personalidad
del también renombrado “Liberación trans-
de estos menores. Asimismo, el texto ela-
género: un movimiento cuyo tiempo ha lle-
bora elementos adicionales como el dere-
gado”, quienes justamente fueron pioneras
cho a la salud, a la educación y a conservar
en la escritura de textos muy críticos con los
las relaciones de estos menores al llamar la
enfoques medicalizadores, patologizantes y
atención sobre los numerosos retos que los
tutelares sobre las personas trans. Sin em-
menores trans habrán de enfrentar y que
bargo, este libro da un paso más al ser escri-
obligarán a los tomadores de decisiones a
to desde un contexto local que atiende tam-
proporcionarles las herramientas jurídicas
bién a los marcos jurídicos regionales y que,
e institucionales que garanticen el ejercicio
en ese sentido, da voz a un pensamiento la-
integral de sus derechos.
tinoamericano en pro de lo trans.
Finalmente, Iñaki Regueiro cierra esta
¡Enhorabuena por ello!
obra con una exposición detallada de los
alcances logrados en la República Argentina, único país del continente en el cual los
Referencias
menores pueden obtener un cambio de
Castañeda, Claudia. «Developing gender:
identidad de género sin necesidad de judi-
The medical treatment of transgender
cializar dicho proceso. Regueiro señala
young people.» Social Science and Medi-
que Argentina ha sido pionera a nivel mun-
cine, 143, (2015): 262-270.
dial en este tema y que, en el mundo, sólo
Feinberg, Leslie. «Liberación transgénero: un
Noruega ha seguido estos mismos pasos.
movimiento cuyo tiempo ha llegado.»
La mayor parte de los países en los cuales
En Pol Galofre y Miquel Miseé (eds.), Polí-
el cambio de identidad es posible lo res-
ticas trans. Una antología de textos desde
tringen a adultos o requieren que se judi-
los estudios trans norteamericanos. Bar-
cialice para hacerlo válido. En este sentido,
celona: Egales Editorial, 2015.
Argentina sería una importante fuente de
Stone, Sandy. «El Imperio Contraataca. Un
ideas para mejorar la legislación mexicana
maniiesto post–transexual.» En Pol Ga-
en este tema concreto.
lofre y Miquel Miseé (eds.), Políticas
Cabe decir que este libro es parte de la
trans. Una antología de textos desde los
ya cada vez más extensa tradición en los es-
estudios trans norteamericanos. Barce-
tudios trans que enfatiza la importancia del
lona: Egales Editorial, 2015.
RESEÑA
Débora D’Antonio (comp.)
Deseo y represión. Sexualidad, género
y Estado en la historia argentina reciente
Leonardo Olivos Santoyo*
BAJO ESTE sugerente título se congregan cinco trabajos resultado de diversos encuentros académicos teniendo como denominador común un esfuerzo por repensar el
carácter del Estado argentino, especíicamente su expresión autoritaria adquirida a
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raíz de los golpes de Estado auspiciados
por las fuerzas armadas a inales de los
años sesenta y setenta del siglo xx. Una discusión en la cual la sociología y la ciencia
política emergieron como las disciplinas
dotadas de los recursos para responder de
mejor manera a un problema que a la vez
que tenía una dimensión teórica guardó
siempre una implicancia política. La coniguración del Estado, sus disputas y transformaciones parecieron dominio natural de
las ciencias antes mencionadas, mismas
que generaron importantes tradiciones;
Deseo y represión. Sexualidad, género y Estado en la
historia argentina reciente. Débora D’Antonio (comp.).
Buenos Aires: Imago Mundi, 2015.
desde distintos posicionamientos polemizaron, consensaron y superpusieron argu-
En este escenario, la historia llegó con
mentos que en buena medida pautaron el
cierto retraso en la producción de saberes
reconocimiento de aquello que identiicó al
y conocimientos, en particular quienes se
Estado argentino en sus diferentes concre-
decantaron por la historia reciente o histo-
ciones históricas.
ria del presente se vieron imbuidas de esas
* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades–UNAM.
Correo electrónico: lolivos@unam.mx
Olivos Santoyo, Leonardo. «Reseña del libro: Deseo y represión. Sexualidad, género y Estado en la historia
argentina reciente. Débora D’Antonio (comp.). Buenos Aires: Imago Mundi, 2015.»
Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 173-180.
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tradiciones más consolidadas, especíica-
reconstruir la forma en la cual se fue fra-
mente, tal como lo narra la compiladora en
guando ese proceso que cristalizaría en la
la introducción del libro, de las visiones
última dictadura, pero como será demostra-
que enfatizaron en las rupturas entre los
do, no nace de la mano de la maquinaria mi-
distintos regímenes y obviaron las conti-
litar sino, más aun, guarda una historia de
nuidades existentes, retomaron las pers-
mayor datación.
pectivas dicotomizantes entre democracia
Aunado a ello, los textos poseen en co-
y dictadura, subrayando sus diferencias y
mún una perspectiva en la cual, la sexuali-
ponderando los aspectos nocivos de las
dad y el ordenamiento genérico se convir-
épocas militares.
tieron
en
ejes
innovadores
tales
que
RESEÑA
A partir del 2003, con la apertura de ar-
permitieron pensar al Estado. Con ello qui-
chivos que habían permanecido resguarda-
siera subrayar una doble cualidad que com-
dos en calidad de conidenciales, las y los
parten los trabajos que más adelante se re-
historiadores tuvieron a su disposición una
señarán de manera particular: en ellos, la
vasta fuente de recursos para comenzar a
sexualidad y el género aparecen, por un
problematizar aquellos conocimientos vuel-
lado, como temas o dimensiones que viene
tos a la doxa en torno a la caracterización,
a problematizarse, ya sea en torno a la cen-
justamente, de la última dictadura. La tradi-
sura sobre las revistas eróticas, la homose-
ción en la que se enmarcan los capítulos de
xualidad en plena dictadura, las feministas
este texto reseñado abrevan de esa coyuntu-
y su réplica a los pilares discursivos de la
ra, y sin caer en las tentaciones revisionistas
revolución sexual o la producción de sexy
y por tanto en la relativización del terroris-
comedias en el cenit del régimen militar, to-
mo de Estado perpetrado por la última dic-
dos estos enriquecen investigaciones en tor-
tadura militar, complejizaron el análisis en
no a un campo, al que podríamos denomi-
una línea en la cual el Estado argentino y sus
nar tentativamente como sistema sexo/
momentos autoritarios no conformaron una
género en la tradición de la antropóloga fe-
totalidad homogénea y coherente sino, por
minista, Gayle Rubin. En estas elecciones te-
el contrario, un realidad contradictoria con
máticas se describen y analizan de manera
múltiples isuras. Más aun, develaron los va-
central asuntos que suelen considerarse
sos comunicantes que vinculan lo que la tra-
poco relevantes para el estudio de proble-
dición académica e intelectual había escin-
mas que se asumen de mayor calado como
dido entre los breves periodos de gobiernos
el Estado o la historia reciente en un país
civiles y democráticos y aquellos gobiernos
como Argentina. En este sentido, los cinco
de facto encabezados por los militares. De
trabajos compilados muestran, a partir de
tal suerte, ilustran cómo el autoritarismo no
investigaciones especíicas, cómo la sexuali-
emanó de la noche a la mañana. La docu-
dad y la estructura de género se encuentran
mentación disponible así como nuevas pers-
en el corazón mismo del proyecto del Esta-
pectivas historiográicas centradas en el es-
do nacional así como de las formas concre-
tudio de las experiencias acontecidas en
tas que este adquiere en momentos determi-
agencias estatales determinadas permitió
nados.
INTERdisciplina
Si bien en uno de los capítulos se esta-
La otra cualidad compartida por los
blece, a propósito de la última dictadura,
trabajos que integran esta obra radica en la
cómo el objetivo fundamental de esta fue
utilización de la sexualidad y el género
“eliminar las organizaciones armadas de iz-
como recursos metodológicos para anali-
quierda, disciplinar al movimiento obrero e
zar no solo lo que pudiera considerase ma-
instaurar un proyecto económico neolibe-
nifestaciones “propias” de estos campos
ral”, la sexualidad también se convirtió en
sino además como un mirador, un aleph en
un campo sobre el cual se imprimieron
el sentido borgiano, para develar una época
ciertas directrices que, en términos genera-
y permitir dar cuenta de las relaciones y los
les, guardaron coherencia con los propósi-
sujetos que forjaron determinado régimen
tos buscados por el golpismo militar en
político así como también de aquellos que
aquello denominado Proceso de Reorgani-
lo resistieron. La sexualidad y el orden de
zación Nacional. No obstante, tal cual se
género convertidos en eje para reconocer,
muestra en los distintos trabajos, esta co-
desde un ángulo novedoso, los convulsio-
herencia expresa también una serie de aris-
nados conlictos que la sociedad argentina
tas conducentes necesariamente al recono-
atravesó durante la segunda mitad del siglo
cimiento de contradicciones dentro del
veinte. Disputas cuyo epicentro giraron en
bloque cívico–militar que gobernó Argenti-
torno a aquellos proyectos civilizatorios
na de 1976 a 1983. A través de estas lectu-
que, en el marco de la guerra fría, disputa-
ras en la cuales se observa una zona amplia
ron el sentido histórico de la humanidad,
de matices, develados por un enfoque en el
generando luchas intestinas entre naciones
cual Estado y régimen son analizados a par-
y en el seno de estas mismas. Las guerri-
tir de instituciones concretas, pero ade-
llas, los movimientos sociales y los golpes
más, a partir de personas de carne y hueso
de Estado en América Latina en general y en
con una historia política identiicada, mis-
Argentina en particular se alimentan de
mas que serán las encargadas de tomar las
esta disputa mayor. No obstante, en este
decisiones dentro de una particular esfera
mismo periodo en torno a la sexualidad y el
de actuación. De tal suerte, gracias a dicho
orden de género se fraguaron discursos y
enfoque se puede entender cómo y por qué
sujetos que de manera visible hicieron de
en un mismo momento existió una aceitada
estas dos dimensiones fuertemente pertre-
maquinaria para censurar y coniscar revis-
chadas por el halo de la naturalización, te-
tas eróticas de las calles de Buenos Aires y,
rritorios de controversia política. Estos
por otra parte, la promoción y el inancia-
otros conlictos nunca quedaron supedita-
miento de sexy comedias que mostraban en
dos a aquel otro, aunque sí permeados. Por
la pantalla grande a mujeres voluptuosas y
ello es posible vislumbrar un rastro y aden-
hombres tentados por éstas, en tramas ele-
trarnos desde el lugar inimaginado de los
mentales que en cierta medida representa-
placeres y los tabúes a los acontecimientos
ban una afrenta al discurso moralizante
que marcaron los largos periodos dictato-
preconizado por los militares y sus aliados
riales y las breves democracias que, como
dentro de la sociedad civil.
se verá, no fueron menos nocivas para cier-
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tos colectivos y ciertas demandas imbuidas
do de Michel Foucault y a la recuperación
en la sexualidad y las concepciones de lo
hecha para la historia por Joan Scott, a tra-
femenino y lo masculino.
vés de la cual el poder, lejos de aparecer
Analizar fenómenos y relaciones en-
como una realidad coherente y centraliza-
marcados dentro de procesos de alta con-
da, se nos devuelve en términos de “conste-
lictividad política podrían fácilmente pro-
laciones dispersas de relaciones desigua-
ducir narraciones en las cuales la totalidad
les”. Perspectiva capaz de poder aplicarse
queda sumergida en modelos dicotomiza-
al estudio de expresiones concretas como
dos. Una línea de explicación por la cual la
el de las dictaduras del cono sur, mismas
realidad se devela como producto de la ac-
sobre las que aún permea una visión de
ción de fuerzas sociales perfectamente de-
bloque sin isuras.
RESEÑA
limitadas e identiicadas, las cuales coni-
En este esfuerzo por analizar la sexua-
gurarían, por un lado, el vector garante del
lidad y el género en épocas de golpes de
orden, la familia y la propiedad privada, y
Estado e instauración de gobiernos milita-
por el otro, las fuerzas de la transforma-
res, cinco trabajos de investigación sinteti-
ción, la libertad y la revolución. Así, los dis-
zados en un breves y sustanciosas páginas
tintos trabajos nos irán mostrando en tér-
nos adentran por los entretelones de la his-
minos de los discursos, las instituciones y
toria reciente para reconocer, entre otros
los agentes de la historia reciente argenti-
problemas, la convivencia entre las fuerzas
na, que tal coniguración nunca terminó
militares y otras expresiones emanadas de
por operar con dicha claridad binaria. Por
la misma sociedad que fueron las encarga-
tanto, es factible revelar cómo las fuerzas
das de implementar la censura contra las
ligadas a proyectos de emancipación social
revistas eróticas en la ciudad de Buenos Ai-
no tuvieron una sensibilidad distinta frente
res. En esta línea, en el texto inaugural del
a las reivindicaciones feministas o de los
volumen, Ariel Eidelman revisa de manera
colectivos homosexuales que la expresada
acuciosa la forma en que los grupos conser-
por los militares o grupos conservadores o
vadores del catolicismo laico fueron coop-
bien se puede analizar que la censura no
tando la instancia gubernamental facultada
operó de forma sistemática en todo espacio
para vigilar y sancionar la circulación de
y como se dice popularmente a raja tabla.
las publicaciones en la capital argentina, la
Los análisis concretos posibilitan recono-
Comisión Municipal para la Caliicación de
cer estas franjas resistentes a explicaciones
Publicaciones. Dos situaciones desprendi-
causales y a esquemas dicotómicos. De tal
das de este capítulo son de particular inte-
suerte, esta perspectiva brinda aportes so-
rés, la primera de ellas se relaciona con la
bre las relaciones, los procesos y las insti-
caracterización de los golpes de Estado en
tuciones estudiadas y al mismo tiempo nos
Argentina, particularmente del último or-
invitan a relexionar sobre el carácter del
questado durante 1976. Existe una denomi-
Estado y en términos de mayor abstracción
nación por la cual el quiebre en la institu-
sobre el carácter del poder mismo. Una lec-
cionalidad democrática se ha concebido
tura con mayores teóricas cercana al traza-
como producto no solo de la acción de las
INTERdisciplina
fuerzas castrenses sino también de la ini-
ticos durante las dos últimas dictaduras y
ciativa de ciertos sectores de la sociedad
más aun de prácticas dentro de la institu-
civil quienes no solo fueron responsables
ción que encarna las normas centrales de lo
de tocar las puertas de los cuartes y solici-
que se ha denominado la masculinidad he-
tar el auxilio providencial de las fuerzas ar-
gemónica: las fuerzas armadas. A partir de
madas. Además de ello se ha develado su
la desclasifación de los archivos militares y
papel de agentes en el propio ejercicio de
teniendo como recurso de análisis los casos
gobierno durante los años que duraron las
resueltos de juicios en contra de sus miem-
dictaduras. El capítulo de Eidelman testi-
bros, acusados de delitos contra el honor
monia puntualmente la forma en que secto-
militar se reconstruye la existencia de un
res ligados al catolicismo secular pudieron
mundo en el que los intercambios sexuales
articular un discurso que hizo conciliar la
entre suboiciales, conscriptos y aspirantes
lucha contra la subversión marxista con
no constituían situaciones excepcionales.
una agenda moral, al enmarcar la pornogra-
La información centrada en hombres perte-
fía y el erotismo como parte del instrumen-
necientes a la institución castrense posibili-
tal “rojo” destinado a debilitar los enclaves
tó también trazar los hilos que vinculaban a
morales de la juventud argentina, y desde
estos con otros hombres pertenecientes al
ahí desmantelar la familia, la propiedad y
ámbito civil de la vida argentina y poder re-
el Estado. “El complot marxista” paradójica-
crear estos espacios urbanos en donde
mente —describe el capítulo— se propagó
acontecían aquellos encuentros en los que
a través de revistas editadas mayoritaria-
se desdibujaban las fronteras entre el mun-
mente en los Estados Unidos y en Francia,
do militar y el civil. Lugares que formaron
no en Moscú o La Habana. El otro elemento
parte de un horizonte urbano que si bien no
que vale la pena rescatar reiere a la conti-
se publicitaba de forma abierta, sí eran re-
nuidad de estos mismos grupos y por tanto
conocidos y concitaban al encuentro.
de esta misma política tanto en periodos
Un problema teórico y analítico rele-
militares como en aquellos en los que se
vante abordado en el trabajo reiere a la
reinstauró el orden democrático. Frente a
agencia del sujeto. Esto es, Fernández apun-
las explicaciones en las cuales se hace énfa-
ta a reconocer en la existencia de espacios y
sis en los quiebres entre la dictadura y la
prácticas homoeróticas dentro de una so-
democracia, esta lectura reconoce con
ciedad gobernada por la bota militar no
nombre y apellido las continuidades en
solo la expresión de isuras dentro del po-
cuanto de la censura sin importar el régi-
der, la evidencia de los límites de la tentati-
men, situación que devino de la permanen-
va autoritaria que aspirará a colonizar hasta
cia de los mismos personajes en las institu-
el último resquicio de lo social sino el papel
ciones atribuidas de dichas facultades.
desempeñado por los propios sujetos. Es
El capítulo segundo escrito por Máximo
decir, la acción misma de los sujetos y la
Javier Fernández nos adentra a lo que des-
existencia de discursos que sin llegar a ser
de una primera lectura podría parecer im-
favorables de la homosexualidad ampliaron
posible, la existencia de espacios homoeró-
un trecho las posibilidades para la expre-
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sión de los deseos y los erotismos entre
tariedad, las invenciones en torno a la
hombres.
sexualidad femenina y la patologización de
Catalina Trebisacce, en el tercer capí-
todo aquello salido de los marcos normati-
tulo, devela un elemento no contemplado
vos de estas posturas. Una crítica que la au-
en los otros trabajos pero que sin lugar a
tora reconocerá, se expresó en pequeños
dudas también ayudó a conigurar el mapa
pero signiicativos actos en los que las fe-
de los deseos, las prohibiciones y las posi-
ministas y homosexuales encararon a los
bilidades gestadas en torno a la sexualidad
intelectuales de los discursos, en su mayo-
durante los años sesenta y setenta: la revo-
ría hombres, restregándoles sus olvidos y
lución sexual. Si bien los lujos y contralu-
su mala fe.
RESEÑA
jos analizados para reconocer la produc-
En el quinto capítulo, Santiago Joaquín
ción de sujetos, problemas y debates en la
Insausti encara un tema polémico y argu-
mayor parte de los trabajos del volumen
mentará en contra de lo que pereció una
están concentrados en aquellos de carácter
verdad, con amplio reconocimiento en los
local, en esta investigación se desliza una
grupos de la diversidad sexo genérica; la
dimensión más que nos permite reconocer
existencia de un plan sistemático perpetra-
cómo los procesos de globalización tam-
do por la última dictadura para perseguir y
bién implicaron el viaje y la transminación
aniquilar a los colectivos homosexuales. En
a todos los rincones del planeta de ideas,
torno a un dato emergido al calor de las dis-
ideologías, tendencias y modas. En aquel
cusiones y la posterior elaboración de un
tiempo, ideas y valores que preconizaron
texto parteaguas para la historia reciente en
formas de sexualidad más libres, más gozo-
Argentina, conocido como Nunca más, in-
sas, apartándose de aquellas ligadas al pe-
forme de la Comisión Nacional sobre la Des-
cado, al débito conyugal y por otro lado
aparición de Personas, se deslizó la omisión
aquellas lecturas que consideraron algunas
en el texto de la existencia de cuatrocientos
expresiones como patologías.
homosexuales desaparecidos durante los
A partir del análisis de dos discursos
años de la última dictadura. En torno a di-
vertebrales de esta nueva época: el psicoa-
cha omisión y a ese dato se fue hilando una
nálisis y la sexología, Catalina Trebisacce
demanda especíica de algunas organizacio-
analiza la elaboración local en estos dos
nes del movimiento LGBTI cuyo momento re-
campos, pero sobre todo la contestación a
levante lo constituyó la inauguración del
los límites y sobre todo a la gestación de
Archivo de la Memoria de la Diversidad Se-
otros tabúes y otras normas que limitaron,
xual, durante 2011, en el contexto del se-
construyeron sujetos y prácticas, genera-
gundo periodo de Cristina Fernández a car-
ron deseos y condenaron otros . Una crítica
go del Ejecutivo. De tal suerte, el tema pasó
a los límites y por supuesto a las conse-
de ser considerado como un olvido inten-
cuencias nocivas de estos discursos que se
cionado a formar parte de las memorias ac-
asumieron libertarios pero que para femi-
tivas que iniciaban su trayectoria para de-
nistas y homosexuales signiicaron la reii-
venir en parte sustantiva de las políticas de
cación la heterosexualidad, la complemen-
justicia y verdad que durante los últimos
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políticas de Estado.
contarlo, experimentaron el terrorismo de
Estado fundamentalmente por otras condi-
El texto de Insausti parecería contrave-
ciones como la de ser militantes de organi-
nir la intención y la búsqueda de verdad que
zaciones o partidos de izquierda o por estar
se pretendió extender a estos colectivos en
en el lugar incorrecto en el momento inade-
el marco de las políticas de derechos huma-
cuado.
nos. De nueva cuenta los archivos desclasii-
Adicionalmente, otro elemento puesto
cados, en esta ocasión, los archivos de la Di-
a discusión en el texto se reiere al carácter
rección de Inteligencia de la Policía de
más cruento de las democracias respecto a
Buenos Aires, le permitieron encontrar los
la persecución de homosexuales. En el tex-
matices necesarios para descolocarse de la
to se enfatiza no solo la factura democráti-
tendencia que parecía encaminar la situa-
ca del edicto 2H con el cual se legitimó el
ción de los homosexuales argentinos en un
asecho contra los mismos sino también el
paralelismo con aquella sucedida en la Ale-
incremento de las razzias, el cierre de luga-
mania Nazi con los homosexuales alemanes.
res de encuentro y el encarcelamiento de
En la revisión acuciosa de estos documentos
homosexuales bajo cualquier motivo a par-
encuentra la forma en que los sistemas de
tir de la recuperación democrática a princi-
vigilancia tenían ojos y oídos ainados para
pios de los años ochenta.
seguir la pista de cerca a quienes se volvie-
Finalmente, el texto de cierre, elabora-
ron el objeto fundamental de la persecución:
do por la compiladora Débora D’Antonio,
militantes de partidos políticos, sindicalis-
representa una contracara de las políticas
tas, estudiantes, entre los más relevantes.
de censura de lo erótico y la provocación
Los informes sobre grupos o individuos es-
sexual que tuvieron lugar en la última dic-
pecíicos homosexuales aparecieron de ma-
tadura. Las sexy comedias, categoría cine-
nera contingente, escasa y sobre todo con-
matográica de amplia proyección y sobre
textual. Si bien existían iguras jurídicas para
todo de importante recepción dentro del
perseguir la homosexualidad junto con la
público argentino, parecerían, vistas de le-
prostitución y la vagancia, estos edictos fue-
jos, esceniicar un contrasentido al ambien-
ron creados tiempo atrás, justamente en el
te prevalente en la sociedad y la cultura ar-
periodo presidencial de Juan Domingo Pe-
gentina durante el último gobierno militar.
rón, este dato en sí mismo tiene implicacio-
Para analizar y explicar esta contradicción,
nes polémicas. En segundo lugar, lo que se
la autora revisa la creación de un marco ju-
desprende del estudio de los documentos ci-
rídico así como de las instituciones dis-
tados es justamente la ausencia de una polí-
puestas para el ordenamiento y control de
tica de desaparición de homosexuales por
la industria cinematográica, nacidas de
parte de los militares. Los miembros de es-
una conciencia temprana entre las clases
tas colectividades encontrados en las listas
dirigentes, de la capacidad de estos medios
de personas secuestradas ilegalmente y des-
para producir normas, valores, creencias y
pués desaparecidas o detenidas en algún
saberes en las sociedades contemporáneas
momento de la dictadura y han vivido para
y, en consecuencia, del peligro que podían
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gobiernos habían alcanzado a conigurar las
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entrañar. Así se instruyó a dichas agencias
sexy comedias o comedias ligaras, que pre-
de las capacidades para actuar de forma
sentaban a mujeres voluptuosas, ataviadas
meticulosa en esas tareas de supervisar y
en numerosas escenas de ropas diminutas y
cortar parcialmente aquellos contenidos
quienes encarnaban la lujuria, constituye-
ofensivos, antipatrióticos, subversivos y
ron una parte medular de la producción ci-
prohibir de plano la exhibición de las obras
nematográica durante el último gobierno
que no tuvieran otro remedio que la total
militar. Esto, que al parecer podría repre-
censura. La prerrogativa de estas funciones
sentar una contradicción explicable solo
estatales, en la perspectiva de la continui-
por una doble moral de los encargados de la
dad, transitaron, con sus modalidades, de
censura, tiene en la texto de D’Antonio otra
los regímenes autoritarios a aquellos de
respuesta: bordan la “lógica estructural del
impronta democrática.
funcionamiento del Estado nacional”. Es de-
Si bien es cierto que a lo largo de la se-
cir, una combinación entre una clara inten-
RESEÑA
gunda mitad del siglo XX, la censura cinema-
cionalidad política que requería de válvulas
tográica estuvo alerta de aquellos materia-
de escape de la tensión, la necesidad de
les que atentaran contra la familia o
proyectar al mundo una imagen moderna y
tematizaran el aborto, la prostitución y de
tolerante de los regímenes autoritarios, una
eso considerado perversiones sexuales, du-
autonomía relativa de las instancias encar-
rante la última dictadura hicieron su apari-
gadas de vigilar y censurar, y cierta dosis de
ción exitosa cintas que transitaron por los
nepotismo que vinculaba a los encargados
estrictos canales de supervisión y salieron
de las agencias con los productores de es-
ilesas, además de ello, recibieron el apoyo
tos ilmes. Situaciones todas que devuelven
inanciero de las instituciones estatales
un panorama más complejo del Estado, el
destinadas a la promoción de la cultura ar-
régimen y las relaciones de este con la so-
gentina. Estos ilmes caracterizados como
ciedad de su momento.
Colaboran en este número
Guadalupe Caro Cocotle
Es licenciada en canto, musicología e historia de la música por la University of
Manitoba (Canadá), es maestra en musicología graduada con mención honoríica del Programa de Maestría y Doctorado en Música de la UNAM, institución
donde actualmente inaliza estudios de doctorado en musicología. Como intérprete se ha presentado en innumerables foros nacionales e internacionales.
Su trabajo musicológico ha sido publicado en diferentes publicaciones
de prestigio. Actualmente, es miembro activo de Latin America Studies Association (LASA), Society for Ethnomusicology (SEM), International Association for the Study of Popular Music (IASPM), International Alliance for Women in Music (IAWM). Su área de especialidad abarca los estudios de género
en música y los estudios de música popular. Ha dirigido tesis a nivel licenciatura y posgrado en música. En el presente se desempeña como profesora de tiempo completo de la División de Humanidades y Educación del
Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México.
Débora D’Antonio
Doctora en Historia e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones
Cientíicas y Técnicas en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Se
especializa en temas de historia argentina reciente y su cruce con los estudios de género y la sexualidad. Es autora del libro La prisión en los años setenta: Historia, género y política (Buenos Aires: Editorial Biblos 2016), y compiladora y autora de capítulos en los libros Deseo y represión: sexualidad,
género y estado en la historia reciente argentina (Buenos Aires: Imago Mundi
2015); Hilvanando historias: mujeres y política en el pasado reciente latinoamericano (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg 2010); De minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones sobre los ‘70 en la Argentina (Buenos Aires:
Ediciones Luxemburg 2009), e, Historia, género y política en los ‘70 (Buenos
Aires: Feminaria, 2005). Es autora de numerosos artículos publicados en revistas especializadas nacionales e internacionales.
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INTERdisciplina
Volumen 5 | número 11 | enero–abril 2017
Víctor Hugo Ramírez García
Egresado de la carrera de ciencia política por la UNAM, con formación en el
Instituto de Estudios Políticos de París (SciencesPo); realizó el máster en
ciencias sociales con especialidad en género, política y sexualidad en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París ; ha sido profesor adjunto de las asignaturas “Gobierno y derechos humanos en México
con perspectiva de género” y “Cultura política y opinión pública” en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente es doctorante en
la Sorbona, su investigación de doctorado estudia la educación sexual en
Latinoamérica desde las tecnologías de saber de la biopolítica, y también la
gouvernementalité como forma contemporánea de intervención sobre los
cuerpos y las poblaciones.
babelpolitik@gmail.com; @vhramirezgarcia
Siobhan Guerrero
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LOS AUTORES
Estudió biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM tras haber ganado una
medalla de bronce en la Xª Olimpiada Internacional de Biología; sus estudios
de licenciatura se enfocaron en botánica y biología evolutiva. Posteriormente, realizó una maestría y un doctorado en ilosofía de la ciencia, también en
la UNAM, en los cuales se especializó en biología evolutiva, explicación en biología, ilosofía del sujeto y biología y ilosofía sobre la homosexualidad. Obtuvo una mención honoríica tanto en la tesis de maestría como en la tesis de
doctorado. Adicionalmente, ganó la medalla Alfonso Caso al mérito universitario y el premio Norman Sverdlin por su tesis de maestría. Al inalizar su
doctorado llevó a cabo una investigación postdoctoral en la Facultad de
Ciencias acerca de la historia de la homosexualidad y las instituciones biomédicas en México, desarrollada bajo una perspectiva perteneciente a los
estudios sociales sobre la ciencia. Sus áreas de especialidad son la ilosofía e
historia de la biología, la biología evolutiva y la ilosofía e historia del sujeto
(con particular énfasis en la ilosofía e historia del género, la raza y la sexualidad). Es competente en epistemología, epistemología social, ética, sociología del conocimiento, feminismo analítico y postestructuralismo francés.
Asimismo, es profesora de asignatura en la Facultad de Ciencias desde
el año 2006. Ha impartido las asignaturas de evolución, ilosofía e historia
de la biología y naturaleza y sociedad. Además de lo anterior, ha colaborado
como sinodal en comités de licenciatura y doctorado.
Tiene diversas publicaciones en revistas arbitradas y de divulgación así
como en libros técnicos y de divulgación. Es autora de los libros ¿Naces o te
haces? La ciencia detrás de la homosexualidad; Historia militar de la caloría
y otros relatos sobre el Cuerpo; ¿Tenemos derecho a un futuro? Ecocrítica y
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ciencia icción, todos editados por Paidós. Ha sido árbitro para revistas de
humanidades de nivel internacional. Es miembro del Sistema Nacional de
Investigadores, nivel I.
María Elena Olivera Córdova
Leonardo Olivos Santoyo
Doctor en estudios latinoamericanos, especializado en estudios de género
de los hombres y en historia del pensamiento feminista. Docente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y en el Diplomado sobre Teoría y Metodología Feminista del CEIICH. Integrante del Programa Investigación Feminista, también del CEIICH.
Emmanuel Theumer
Activista feminista sexodisidente. De formación en historia, al día de hoy se
dedica a la docencia y es investigador en la Universidad Nacional del Litoral
(UNL) y becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Cientíicas y
Técnicas (CONICET) en Argentina. Sus líneas de investigación están centradas
en teoría feminista, teoría queer e historia política de la sexualidad.
Gisela Kozak Rovero
(Caracas, 1963). Licenciada en letras por la Universidad Central de Venezuela; magíster y doctora en letras y cultura latinoamericanas por la Universidad Simón Bolívar. Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela.
Investiga sobre estado, cultura y políticas culturales y sobre feminismo, género y sexualidad. Posee nueve libros publicados tanto de icción como de
investigación académica y artículos en revistas nacionales e internacionales
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LOS AUTORES
Licenciada en ciencias de la comunicación por la FCPyS de la UNAM, maestra
en literatura mexicana por FFyL de la misma entidad y doctora en humanidades con línea en teoría literaria por la UAM–Iztapalapa. Está adscrita al CEIICH
en el Programa de Investigación Ciencias Sociales y Literatura, en donde ha
realizado investigación sobre la literatura sáica en México y Latinoamérica;
asimismo, promueve la indagación y difusión de estos temas por medio de
ponencias, artículos y la organización de eventos como el Primer Coloquio
de Escrituras Sáicas y seminarios de sobre narrativa sáica. Es autora del libro Entre amoras. Lesbianismo en la narrativa mexicana (México: CEIICH–
UNAM 2009, reimpr. 2010 y 1a ed. digital para descarga gratuita en 2015),
coordinadora del libro digital Mujeres diversas, miradas feministas (México:
Destiempos 2011)
http://www.grupodestiempos.com/librosincosto.html.
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especializadas, además de textos narrativos y ensayísticos en revistas como
Literal Magazine y Altaïr, periódicos como The New York Times (página en
español) y antologías en España, Inglaterra y Eslovenia. Conferencista en la
Universidad de Stanford (2009), la Universidad Nacional Autónoma de México (2010) y la Universidad de Pittsburgh (2010) Profesora invitada en FLACSO
(República Dominicana). Ha participado en numerosos congresos internacionales como ponente. Ha recibido reconocimientos por su obra académica
y literaria como el Premio Sylvia Molloy al mejor artículo sobre sexualidad y
género en 2009, otorgado por Latin American Studies Association (LASA).
https://giselakozakrovero.wordpress.com/; https://www.linkedin.com/in/
giselakozakrovero; @giselakozak.
César Cañedo
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LOS AUTORES
El Fuerte, Sinaloa (1988). Poeta, atleta, profesor y jota. Miembro de la casa
de Vogue House of Apocalipstick. Fundador y codirector del Seminario de Literatura Lésbica Gay, UNAM. Es candidato a doctor en letras por la UNAM. Organizador y coordinador del Coloquio de Letras Diversas de la Facultad de
Filosofía y Letras, UNAM. Actualmente se desempeña como profesor de literatura, además de impartir talleres de creación literaria. En la UNAM imparte
clases sobre teoría queer y corporalidades. Ha dado charlas, conferencias
magistrales y ponencias sobre temáticas de diversidad sexual y literatura.
Ha publicado poemas y cuentos en diversos medios impresos y electrónicos. Tiene dos poemarios: Rostro cuir (Mantra, 2016), e, Inversa Memoria
(Valparaíso, México 2016). Una muestra de su poesía ha sido antologada en el
libro Afuera. Arca poética de la diversidad sexual (Diablura Ediciones, 2017).
Leah Muñoz
Estudiante de biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM, militante del
Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS) y de la agrupación de mujeres Pan y Rosas. Colaboradora en el diario La Izquierda Diario en la sección “Géneros y Sexualidades”. Bailarina de vogue integrante de House of
Drag. Ha escrito también en Horizontal y en Debates en Paralelo (sección en
línea de Debate Feminista). Marxista y transfeminista. Activista trans por los
derechos de la diversidad sexual. Actualmente trabaja en su tesis de licenciatura en la crítica desde el feminismo y la dialéctica a las teorías biológicas sobre la transexualidad.
Odette Alonso
Es poeta y narradora. Nació en Santiago de Cuba y reside en México desde
1992. Su cuaderno Insomnios en la noche del espejo obtuvo el Premio Inter-
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nacional de Poesía Nicolás Guillén, en 1999, y con Old Music Island acaba de
ganar el Premio Nacional de Poesía LGBTTTI Zacatecas 2017. Autora de doce
poemarios, de la novela Espejo de tres cuerpos (2009) y de los libros de relatos Con la boca abierta (2006) y Hotel Pánico (2013). Sus dos décadas de
quehacer poético fueron reunidas en Manuscrito hallado en alta mar (2011)
y Bajo esa luna extraña (2011). Compiladora de Antología de la poesía cubana del exilio (2011). Fundó el ciclo Escritoras latinoamericanas, que ha organizado durante una década en el marco de la Feria Internacional del Libro
del Palacio de Minería.
LOS AUTORES
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Guía para autores
INTERdisciplina es una revista de acceso abierto, publica artículos que son resultado de investigación interdisciplinaria y relexión crítica mediante la interacción entre las ciencias y
las humanidades, sobre los grandes problemas nacionales y mundiales generando propuestas para su solución. Relexiones argumentadas sobre las implicaciones del trabajo
interdisciplinario desde una perspectiva teórica, epistemológica, metodológica y/o práctica.
Análisis de las ideas de transformación de las
formas de pensamiento y organización del conocimiento y los saberes en el siglo XXI. Análisis críticos sobre el proceso de integración del
conocimiento.
Aplicación de criterios éticos
Esta publicación se adhiere a la declaración y
normas del Committee on Publication Ethics
(COPE).
Revisión de pares
Los artículos son sometidos a revisión por especialistas en el tema, en la modalidad de doble ciego.
Los artículos se deben enviar en formato
Word a través de la dirección electrónica:
rev.interd@unam.mx
Características y estructura
Los artículos deben ser inéditos y no deben
estar en proceso de evaluación de otra publicación.
— Extensión: el texto no debe exceder 60,000
caracteres (25 cuartillas: página tamaño
carta, fuente Times New Roman, 12 puntos, interlineado de 1.5 líneas, márgenes
2.5 × 2.5 × 2.5 × 2.5 cm).
— Resumen: los artículos escritos en español
o un idioma distinto deberán presentar el
resumen en inglés. La extensión máxima
será de 200 palabras.
— Palabras clave: los artículos escritos en un
idioma distinto al español deberán presentar las palabras clave en inglés. Éstas deben tener un carácter temático.
— Datos del autor(es): deben incluir nombre y
apellidos, correo electrónico, adscripción
institucional, así como la formación académica.
Referencias
— Citas: se deben presentar acorde al Manual
de Estilo Chicago 15ª edición. Éstas deben
estar incorporadas en el texto señalando,
entre paréntesis, en el siguiente orden:
Apellido de las y los autores y el año de publicación. En el caso de citas textuales, se
indicará la página de la referencia.
Ejemplos:
(Hobsbawm 1995, 140)
(Dagnino, Olvera y Panichi 2010, 220)
— Referencias bibliográicas: se deben presentar al inal del artículo, en orden alfabético acorde al primer apellido de las y los
autores.
— Notas a pie de página: fuente Times New
Roman, 10 puntos e interlineado sencillo.
Ejemplos:
i. Libro de un autor: Hobsbawm, Eric.
Historia del siglo XX. Barcelona: Crítica,
1995.
ii. Libro de dos o más autores: Dagnino,
Evelina, Alberto Olvera, y Aldo Panichi. La
disputa por la construcción democrática en
América Latina. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2010.
iii. Sección de libro: Álvarez, Sonia E.
«Los feminismos latinoamericanos se globalizan: tendencias de los 90 y retos para
el nuevo milenio.» En Política cultural y cultura política. Una nueva mirada sobre los
movimientos sociales latinoamericanos, editado por Arturo Escobar, Sonia E. Álvarez y
Evelina Dagnino, 345-380. Bogotá: Taurus;
ICANH, 2001.
iv. Artículo de revista: Levitsky, Steven, y
Lucan Way. «Elecciones sin democracia. El
surgimiento del autoritarismo competitivo.»
Estudios Políticos no 24, (2004): 159-176.
v. Artículo de periódico: Reuter. «Renuncia Benedicto XVI “por falta de fuerzas”.»
La Jornada, 11 de febrero de 2013: 1-2.
Figuras e ilustraciones
Deben entregarse en un archivo anexo indicando las páginas en las que deben insertarse.
Las imágenes deben señalar el autor(a) y la
fuente. Las tablas y gráicas deben entregarse
en archivo Excel indicando las páginas en las
que deben insertarse.
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Guidance for authors
INTERdisciplina is an open access journal that
publishes articles wich are the result of interdisciplinary research and critical relection
involving the interaction between science and
the humanities, concerning major national
and global issues, and generating propositions for their solution. Also, reasoned relections on the implications of interdisciplinary work from theoretical, epistemological,
methodological and practical points of view,
and analyses of conceptions of the transformation of thought forms and organization of
knowledge and learning in the twenty irst
century. Critical analyses of processes involved in the integration of knowledge are
also welcome.
Application of ethical criteria
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This publication adheres to the declaration
and standards of the Committee on Publication Ethics (COPE ).
Peer review
The articles are subject to review by specialists in the subject, double-blind mode.
Papers should be submitted in Word format to rev.interd@unam.mx
Characteristics and structure
Papers should be unpublished and not in any
evaluation process by other journals.
— Length. Text should be no longer than
60,000 characters (25 A4 pages, in 12 point
Times New Roman font, with 1.5 line spacing and 2.5 × 2.5 × 2.5 × 2.5 cm margins).
— Summary. Papers written in Spanish or any
other language should enclose a summary
in English. Maximum length of same should
be 200 words.
— Keywords. Papers written in any language
other than Spanish should present key
words in English. These should be thematic.
— Author information. Should include author’s full name and surnames, email, institutional ailiation, as well as academic degrees.
References
— Quotes. Should be presented according to
the Chicago Style Manual, 15th Ed. Quotes
should be included in text, followed in
brackets by, in the following order:
surname(s) of the author(s) and year of
publication. In the case of verbatim quotes,
page of reference should be indicated.
Examples:
(Hobsbawm 1995, 140)
(Dagnino, Olvera and Panichi 2010, 220)
— Bibliographic references should be enlisted
at the end of the paper, in alphabetical order, according to the irst surname of the
author(s).
— Footnotes, numbered or not, as necessity
dictates, should be entered at the bottom
of each page. Font: 10 point Times New Roman, with single spacing.
Examples:
i. Book by one author: Hobsbawm, Eric.
Historia del siglo XX. Barcelona: Crítica,
1995.
ii. Book by two or more authors: Dagnino, Evelina, Alberto Olvera, and Aldo Panichi. La disputa por la construcción democrática en América Latina. México D.F.:
Fondo de Cultura Económica, 2010.
iii. Section of a book: Álvarez, Sonia E.
«Los feminismos latinoamericanos se globalizan: tendencias de los 90 y retos para
el nuevo milenio». In Política cultural y cultura política. Una nueva mirada sobre los
movimientos sociales latinoamericanos,
edited by Arturo Escobar, Sonia E. Álvarez
and Evelina Dagnino, 345-380. Bogotá:
Taurus; ICANH, 2001.
iv. Article in a journal: Levitski, Steven,
and Lucan Way. «Elecciones sin democracia. El surgimiento del autoritarismo competitivo». Estudios Políticos no 24, (2004):
159-176.
v. Article in a newspaper: Reuter. «Renuncia Benedicto XVI “por falta de fuerzas”». La
Jornada, February 11, 2013: 1-2.
Figures and illustrations
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All images must mention the author and the
source. Tables and graphs should be presented in an Excel ile, indicating the pages in
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