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GESCHICHTE Y HISTORIE EN MARTIN HEIDEGGER

2014, Gechichte y Historie en Martin Heidegger

I. La "Historia del ser" y sus pensadores esenciales La tesis de la "historicidad" del Dasein y con él del "mundo" en el cual habita como "ser-en-el-mundo" se encuentra ya en las obras de Martin Heidegger de la década del 20. La estrecha vinculación entre Dasein y temporalidad se revela ya en Sein und Zeit (1927), cuando se dice, por ejemplo, que aquello desde lo cual el "ser ahí" en general comprende e interpreta, aunque no expresamente, lo que se dice "ser", es el tiempo. Este tiene que sacarse a la luz y concebirse como el genuino horizonte de toda comprensión y de toda interpretación del ser 1. Y esta temporalidad del Dasein y su mundo es también, e inseparablemente, historicidad: el ser de este ente está constituido por la historicidad, dice Heidegger refiriéndose precisamente al Dasein humano 2. Y con el Dasein, es histórico también el mundo (Welt) como su "existenciario": el mundo tiene la forma de ser de lo histórico porque constituye una determinación ontológica del Dasein 3. En el capítulo II de "Sobre la esencia del fundamento" (Vom Wesen des Grundes) (1929), nuestro autor va a subrayar con particular energía esta historicidad del "mundo" (Welt) del Dasein, en contraposición con las visiones cosmologistas del mismo. A partir de una exégesis del tema en varios autores de la antigüedad y el Medioevo (Heráclito, San Pablo, San Juan, San Agustín, Santo Tomás), descubriendo en todos ellos un significado histórico y no cosmológico del "mundo"; y pasando por otros autores racionalistas, descubre finalmente que junto al significado cosmológico de mundo, irrumpe otra vez en la Antropología de Kant el existencial (existenziell) 4 , donde existenziell equivale a geschichtlich (histórico). Por esto aclara que el hecho de que mundo signifique justamente la existencia del hombre en comunidad histórica y no su advenimiento cósmico como especie viviente, queda más claro aún por los giros verbales que Kant aduce para aclaración de este concepto existencial (existenziell) de mundo: 'conocer mundo' y 'tener mundo' 5. La cuestión en "Sobre la esencia de la verdad" En este escrito, Von Wesen der Wahrheit, publicado en 1943, pero originado en una conferencia de 1930, se encuentra esbozada la tesis de la 'Historia del Ser', que como veremos constituye el origen y marco de un nuevo enfoque, que no se encuentra en Sein und Zeit, de la Historia occidental a la que pertenecemos. Sin ser todavía denominada 'Historia del ser', es indicado su comienzo y determinación a partir del pensar del ente en su totalidad propio de la antigüedad griega: la ec-sistencia del hombre histórico comienza en aquel instante en el que el primer pensador, preguntándose, establece la desocultación del ente con la pregunta qué es el ente. En esta pregunta es experimentada por primera vez la desocultación del ente. El ente en totalidad se descubre como 'physis', como la 'naturaleza', que aquí no significa todavía un territorio particular del ente, sino el ente como tal en totalidad, y sin embargo en el significado de aquella 1

1 “GESCHICHTE” Y “HISTORIE” EN MARTIN HEIDEGGER I. La “Historia del ser” y sus pensadores esenciales La tesis de la “historicidad” del Dasein y con él del “mundo” en el cual habita como “ser-enel-mundo” se encuentra ya en las obras de Martin Heidegger de la década del 20. La estrecha vinculación entre Dasein y temporalidad se revela ya en Sein und Zeit (1927), cuando se dice, por ejemplo, que aquello desde lo cual el "ser ahí" en general comprende e interpreta, aunque no expresamente, lo que se dice "ser", es el tiempo. Este tiene que sacarse a la luz y concebirse como el genuino horizonte de toda comprensión y de toda interpretación del ser1. Y esta temporalidad del Dasein y su mundo es también, e inseparablemente, historicidad: el ser de este ente está constituido por la historicidad, dice Heidegger refiriéndose precisamente al Dasein humano2. Y con el Dasein, es histórico también el mundo (Welt) como su “existenciario”: el mundo tiene la forma de ser de lo histórico porque constituye una determinación ontológica del Dasein3. En el capítulo II de “Sobre la esencia del fundamento” (Vom Wesen des Grundes) (1929), nuestro autor va a subrayar con particular energía esta historicidad del “mundo” (Welt) del Dasein, en contraposición con las visiones cosmologistas del mismo. A partir de una exégesis del tema en varios autores de la antigüedad y el Medioevo (Heráclito, San Pablo, San Juan, San Agustín, Santo Tomás), descubriendo en todos ellos un significado histórico y no cosmológico del "mundo"; y pasando por otros autores racionalistas, descubre finalmente que junto al significado cosmológico de mundo, irrumpe otra vez en la Antropología de Kant el existencial (existenziell)4, donde existenziell equivale a geschichtlich (histórico). Por esto aclara que el hecho de que mundo signifique justamente la existencia del hombre en comunidad histórica y no su advenimiento cósmico como especie viviente, queda más claro aún por los giros verbales que Kant aduce para aclaración de este concepto existencial (existenziell) de mundo: 'conocer mundo' y 'tener mundo' 5. La cuestión en “Sobre la esencia de la verdad” En este escrito, Von Wesen der Wahrheit, publicado en 1943, pero originado en una conferencia de 1930, se encuentra esbozada la tesis de la ‘Historia del Ser’, que como veremos constituye el origen y marco de un nuevo enfoque, que no se encuentra en Sein und Zeit, de la Historia occidental a la que pertenecemos. Sin ser todavía denominada ‘Historia del ser’, es indicado su comienzo y determinación a partir del pensar del ente en su totalidad propio de la antigüedad griega: la ec-sistencia del hombre histórico comienza en aquel instante en el que el primer pensador, preguntándose, establece la desocultación del ente con la pregunta qué es el ente. En esta pregunta es experimentada por primera vez la desocultación del ente. El ente en totalidad se descubre como 'physis', como la 'naturaleza', que aquí no significa todavía un territorio particular del ente, sino el ente como tal en totalidad, y sin embargo en el significado de aquella 1 Ser y Tiempo, F.C.E. p.27. Ed. Al. P. 24. S.u.Z., ed. cast. p. 412; ed. al. V.K. p. 505. 3 Ed. Cast. 411 al. 504. 4 Vom Wesen des Grundes, ed. cast. Siglo XX, Buenos Aires 1988, p. 82. 5 Op. cit. p. 88. 2 2 presencia que surge. Sólo cuando el ente mismo es expresamente elevado y guardado en su desocultamiento, sólo cuando este guardar es concebido a partir de la pregunta por el ente como tal, comienza la historia (Geschichte). El desentrañamiento inicial del ente en totalidad, la pregunta por el ente como tal y el comienzo de la historia occidental (abendländischen) son lo mismo, y simultáneos en un "tiempo", que propiamente y de manera inconmensurable abre lo abierto, es decir la apertura, para toda medida6. La cuestión en “El origen de la obra de arte” Cuando Heidegger dicta entonces por primera vez otra conferencia, “El origen de la obra de arte” (Der Ursprung des Kunstwerkes), en 19357, no hace entonces sino profundizar y explicitar este enfoque de la historia de Occidente ya sugerido, al menos en cuanto a sus inicios, cinco años antes. Algunos matices, sin embargo, adquieren aquí una configuración definitivamente distinta de la manifestada en el pensamiento de Heidegger en la década del 20. En lugar de hablarse, como en Ser y Tiempo, de “el” mundo, comienza a hablarse de “un” mundo. Por ejemplo, cuando se dice que al abrirse un mundo, éste pone a la decisión de un grupo humano histórico la victoria y la derrota, la bendición y la maldición, el dominio y la servidumbre. El mundo naciente saca a luz lo indeciso y lo sin medida y así abre la oculta necesidad de la medida y la decisión... El mundo reclama su decisión y su medida y deja al ente llegar a lo abierto de sus caminos8. Como se sugería en Sein und Zeit, y más claramente aún en Sobre la esencia del fundamento, "mundo" significa aquí, definitivamente, el universo histórico propio de cada pueblo o época. Existen diversos mundos históricos, que son entendidos como diversos “conjuntos de condiciones a priori” de carácter histórico-epocal (y por ende, de validez exclusiva para un determinado tiempo histórico), tanto en cuanto al hacerse presentes o ‘esenciarse’ de los entes, como a la naturaleza del trato del hombre con esos mismos entes, de tal manera que en cada “mundo”, época o destino histórico el Dasein “ve” las cosas y a sí mismo de diversa manera, desde el horizonte "abierto" de este conjunto de condiciones. Cada "mundo" está esencialmente vinculado al "grupo humano histórico" al cual pertenece; este "mundo" ilumina los caminos, es decir, señala los carriles por los que a priori ha de caminar todo conocimiento y toda acción de los hombres de ese grupo humano histórico; y toda manifestación de entes ha de permitirse dentro de lo "abierto" de esos caminos. Este “dejar presentarse” de los entes propio de cada mundo histórico es lo que Heidegger denomina destino, y reafirma el carácter apriórico de estos mundos, que ya se señalaba en Sein und Zeit sin pluralizarlos. La palabra destino encuentra, en una nota al pie de la Carta sobre el Humanismo en su edición de 1949, una notable aclaración: Ge-schick: Versammlung der Epochen des brauchenden Anwesenslassens, es decir: ensamble de las épocas del necesitante dejar-presenciarse9. Estos diversos mundos históricos son, al menos a partir de “El origen de la obra de arte”, “proyectados”, “fundados” o “instituidos” por otras instancias que no son el propio Dasein, el cual, en lugar de ser “proyectante” del mundo como lo era en Ser y Tiempo, comienza a estar, como 6 Von Wesen der Wahrheit, O.C. Ed. V. Klostermann p. 189-190. publicada en Holzwege según una versión de tres conferencias dictadas en 1936 en Frankfurt. 8 El origen..., ed. cast. p. 78; ed. al. p. 51 . 9 Brief über den Humanismus, p. 331. 7 3 histórico, ya “arrojado” en él (geworfen10). Este “ser instituidos” los diversos mundos históricos es también denominado, como en “Sobre la esencia de la verdad”, el “acontecer de la verdad”: ¿Cómo acontece la verdad? Respondemos que acontece en pocos modos esenciales. Uno de los modos como acontece la verdad es el ser obra de la obra11. Un notable pasaje de este trabajo, que creemos único en todo el corpus de la obra heideggeriana por lo exhaustivo de la enumeración, menciona estos “pocos modos esenciales” por los que “acontece la verdad”, es decir, por los que se puede “abrir” un mundo histórico, aunque Heidegger no se detiene a explicar todos ellos: Uno de los modos esenciales en que la verdad se establece en el ente mediante ella abierto, es el ponerse a sí misma en obra de la verdad. Otro modo, en que la verdad llega a ser, es la acción que funda un estado. Aún otro modo, como la verdad viene a la luz es la cercanía de aquello que no es simplemente un ente, sino el más ente entre los entes. Todavía otro modo, como la verdad se funda a sí misma, es el sacrificio esencial. Todavía otro modo, como la verdad deviene, es el preguntar del pensar, que como pensar del ser lo nombra en su interrogabilidad12. La obra posterior de Heidegger no profundizará demasiado en los “modos esenciales” enumerados aquí como números dos (la acción que funda un estado), tres (la cercanía del dios) y cuatro (el sacrificio esencial), para dar indudablemente a los modos nombrados en primer y último lugar los roles decisivos: la obra de arte, que como este mismo escrito se ocupa de precisar, es ante todo poesía (Dichtung), y el pensar (Denken). El poetizar y el pensar, y por ello los poetas y pensadores, serán los que, a partir de allí, ocuparán el papel central de instaurar, erigir o abrir cada mundo histórico. Es a partir de este segundo “modo esencial” ya mencionado en “Sobre la esencia de la verdad”, el pensar del ser, que se desarrolla la tesis, esencial al pensamiento heideggeriano, y particularmente a nuestro tema de la visión de la historia en Heidegger, de la Historia del ser o, lo que es lo mismo, de la “Metafísica occidental”. La Metafísica occidental o Historia del Ser comienza con el pensar de los primeros filósofos griegos y culmina con Nietzsche, el último metafísico de occidente y “fundador” de la “era técnica”, que es la última “época del ser”, el último mundo histórico fundado en el pensar del ser propio de la metafísica, o, para hablar con mayor rigor, la última fase de la época histórica de la modernidad. Ya en esta obra temprana, apenas ocho años posterior a Ser y Tiempo, la historia del ser se encuentra claramente esbozada y explicitada en todas sus grandes líneas esenciales (notemos que prácticamente se identifica “arte” con “pensar”): Siempre que el ente en totalidad como ente mismo reclama la fundación en la apertura (Öffenheit), se realiza el arte en su esencia histórica como instauración. Esto sucedió en Occidente por primera vez en Grecia. Lo que en el futuro se llamará ser fue puesto en obra como donador de medida. El ente así abierto en totalidad se transformó entonces en el ente en sentido de lo creado por Dios. Esto sucedió en la edad media. Este ente se transformó otra vez al principio y en el transcurso de la edad moderna. El ente se transformó en objeto que se podía penetrar y dominar por el cálculo. 10 Ed. al. p. 62. Ed. al. p. 44. 12 El origen..., ed. cast. p.77; ed. al. p. 50. 11 4 Cada vez se abrió un mundo nuevo y esencial. Cada vez debió ser instituida la apertura del ente mediante la fijación de la verdad en la forma, en el ente mismo. Cada vez aconteció el desocultamiento del ente. Este (el desocultamiento. Par. ntro.) se puso en obra, y este poner lo lleva a cabo el arte13. La riqueza de contenido de este texto merece que nos detengamos en él para señalar algunos puntos que nos ofrece: 1) Como decíamos, aparece ya en esta obra la tesis de la "Historia del ser", identificada con la historia de occidente. La primera parte del texto nos habla claramente de la apertura (Offenheit) del ente como histórica (geschichtlich), es decir como algo acontecido concretamente en Occidente, comenzando por Grecia; siguiendo, en un nuevo comienzo pero en cierta continuidad con el mundo histórico anterior, con el ente como "lo creado", en el medioevo; continuando, en un nuevo comienzo, con el ente como "objeto que se puede penetrar y dominar por el cálculo", en la época moderna. 2) Que se trata de diversos mundos históricos sucesivos resulta bien claro por la triple repetición del adverbio "jedesmal", "cada vez": cada vez se abrió un mundo nuevo y esencial; cada vez debió ser instituida la apertura del ente; cada vez aconteció la desocultación del ente... 3) La "verdad", como en Sein und Zeit y en Von Wesen der Wahrheit, se revela también como histórica, y como coincidente, como "desocultación" (Unverborgenheit), con la cada vez distinta apertura de un mundo: cada vez debió ser instituida la apertura del ente mediante la fijación de la verdad; la verdad es precisamente la "desocultación" (Unverborgenheit) del ente: cada vez aconteció la desocultación del ente. Este acontecer (geschehen) no significa un 'factum' cualquiera objeto de la “ciencia” histórica (Historie, que en adelante traduciremos por “Historiografía”), sino que designa con precisión cada "acontecimiento fundacional de mundo" por el que nace, cada vez, un nuevo mundo histórico, lo que en otras obras Heidegger denominará “Ereignis”, “acontecimiento apropiador”. Este geschehen, este “Ereignis” condiciona o determina la facticidad múltiple, variada y aparentemente contingente de aquello que en ese mundo “pasa” o “sucede” y que luego será objeto de la Historiografía (Historie), incapaz de penetrar hasta los fundamentos mismos del acontecer. Obras posteriores desarrollarán en profundidad esta distinción esencial entre Geschichte e Historie que es el objeto central de nuestro trabajo. Estamos frente a una anticipación, veinte años antes, de aquel Decir (das Sagen) que encontramos como instancia decisiva de donación del ser14 en los escritos de la década del cincuenta agrupados bajo el título “De camino al habla” (Unterwegs zur Sprache): 13 El origen de la obra de arte, ed. cast. p. 91-92; ed. al. p. 63-64 De camino al habla, p. 173: "en la palabra, en su esencia, se oculta aquello que da. Si pensamos rectamente, nunca podremos decir de la palabra: ella es, sino: ella da (es gibt), no en el sentido de que "se den" palabras, sino en cuanto que es la palabra misma la que da. La palabra: la donante. ¿De qué hace don? De acuerdo con la experiencia poética y según la más antigua tradición del pensamiento, la palabra da: el ser. Entonces, pensando, deberíamos buscar en el "es, das gibt", a la palabra como la donante misma, sin estar ella jamás dada" 14 5 El decir proyectante es poesía: el decir del mundo y de la tierra, el decir del ámbito de su lucha, y con ella del lugar de toda cercanía y lejanía de los dioses. La poesía es el decir de la desocultación del ser. El lenguaje de cada caso es el acontecer de aquél decir, en el cual históricamente a un pueblo le nace su mundo y la tierra se conserva como lo cerrado. El decir proyectante es aquel, que en la preparación de lo decible trae también a la vez lo indecible como tal al mundo. En tal decir son acuñados para un pueblo histórico los conceptos de su esencia (die Begriffe seines Wesens), es decir, su pertenencia a la historia del mundo15. En las obras posteriores la Historia del ser es emparentada más directamente con el decir propio de los pensadores del ser (sin abandonarse, sino desarrollándose simultáneamente, la importancia del poetizar como apertura de otros mundos, pasados, quizá simultáneos, y acaso futuros). A la hora, por ejemplo, de esbozar el posible desocultarse de una nueva época y un nuevo mundo posterior a la Historia del ser y a la Metafísica Occidental, esto es, posterior a la era técnica, Heidegger vuelve a recurrir al arte (poesía) como una posible instancia de apertura e instauración para tal nueva época por-venir16. El tema en la carta sobre el humanismo La “carta sobre el humanismo” (Brief über den Humanismus) (1947) explica con claridad la tesis “Es gibt Sein” (“se da” el Ser) a partir de la historia del ser y su ser dicha por la palabra de los pensadores esenciales de Occidente: Este "se da" (es gibt) rige como el destino del ser. Esta historia viene al lenguaje en la palabra de los pensadores esenciales17. El pensar de estos pensadores será “histórico”, entonces, no en el sentido de ser objeto de Historie, al modo de una “Historia de la Filosofía”, sino en el sentido de que a través de la palabra del pensar de aquellos (muy pocos) “pensadores esenciales” adviene cada nueva época de la Historia del Ser: Por eso el pensar que piensa dentro de la verdad del ser es -en cuanto pensar- histórico18. Las definiciones más precisas, en Nietzsche I En ningún lugar de la obra de Heidegger se expone de manera tan clara y exhaustiva la tesis de la Historia del Ser y el papel de los “pensadores esenciales” en ella, como en el primer volumen de su vasta recopilación de lecciones sobre Nietzsche, que, como el mismo Heidegger indica en el prólogo, fueron dictadas en la Universidad de Friburgo entre 1936 y 1940 y escritas en forma de tratado entre 1940 y 194619. Especialmente se destaca, dentro de la tercera parte (“La voluntad de poder como conocimiento”, correspondiente a las lecciones de 1939), el primer capítulo, denominado “Nietzsche como pensador del acabamiento de la metafísica”20. Heidegger nos brinda allí una información notablemente explícita acerca de su pensamiento, que permite entender con 15 El origen..., ed. al. p. 61. Vid. El final de La pregunta por la técnica, Ed. Del Serbal, pag. 36-37 17 Brief über den Humanismus, V.K., p. 335 18 Brief über den Humanismus, V.K., p. 335 19 Vid. Nietzsche, vol. I, Neske 1961, Vorwort p. 9. 20 Nietsche I- III, La voluntad de poder como conocimiento, ed. Neske p. 473-481. Selección libre de lo destacado por el autor de este trabajo. 16 6 mayor claridad las cosas dichas al respecto antes de este escrito, y también comprender bastante mejor lo dicho después. Nuestra metodología será aquí la de un “comentario de textos”. Iremos proponiendo, en el orden de su aparición, los sucesivos párrafos seleccionados, e iremos anotando algunos apuntes que puedan ser útiles para su comprensión y conexión con lo ya dicho: Pero en Ecce homo no se trata ni de la biografía de Nietzsche ni de la persona del «Señor Nietzsche» sino en realidad de un «destino»; pero tampoco de la destinación de un individuo, sino de la historia de la época moderna como época final de occidente. Aunque, evidentemente, del destino de este portador del destino occidental también forma parte que (por lo menos hasta ahora) todo lo que quería lograr con sus escritos se convirtiera en su opuesto. En contra de su voluntad más íntima, Nietzsche se transformó en incitador y promotor de una amplificada autodisección y puesta en escena anímica, corporal y espiritual del hombre que tiene como consecuencia final y mediata la publicidad sin límites de toda actividad humana en «imagen y sonido», gracias a los montajes fotográficos y los reportajes: fenómeno de carácter planetario que muestra exactamente los mismos rasgos en América y Rusia, en Japón e Italia, en Inglaterra y Alemania, y que es extrañamente independiente de la voluntad de los individuos y del modo de ser de los pueblos, los estados y las culturas. La perspectiva desde la que se aborda al “pensador” no pasa por lo biográfico, no se trata aquí de Herr Nietzsche sino de un “destino” (Schicksal), y, nuevamente, no de un destino individual, sino del “destino” (Geschick) que consiste en la historia de la época moderna como época final de occidente. Las palabras destino (Schicksal, Geschick), y la palabra “Historia” en su raíz germánica (Geschichte) aparecen asociadas. Estamos claramente situados en la Historia (Geschichte) de Occidente, y en la época moderna como su época final. En cuanto al destino “individual” de este pensador, le estaba asignado el ser el “incitador y promotor” de todo lo opuesto a aquello que su intención subjetiva quería lograr con sus escritos. Esto “totalmente opuesto”, incitado y promovido por el pensar de Nietzsche (ya veremos cómo), es descripto, antes de finalizada la década del treinta, de manera extremadamente profética, como sociedad mediática y destructora de la privacidad de la existencia humana. Desde el punto de vista de la naturaleza de los procesos históricos, no obstante, más allá de lo penetrante de la descripción de esta modalidad de la existencia humana que habría de acentuarse notablemente en las décadas posteriores hasta nuestro tiempo, interesa sobremanera el final del párrafo: el proceso descripto es extrañamente independiente de la voluntad de los individuos y del modo de ser de los pueblos, los estados y las culturas. Ya veremos que para Heidegger no sólo los rasgos de ésta época del ser, que es la nuestra (la era técnica), sino los de toda otra, son totalmente independientes de la “voluntad” de los individuos. En cuanto al “modo de ser de los pueblos, de los estados y de las culturas”, cabe señalar que existe una evolución notable, en sólo cuatro años, desde “El origen de la obra de arte”, donde el “pueblo” conserva una importancia todavía decisiva (ya que, como veíamos, Geschichte era el emerger de un pueblo a la misión que le es dada) y este escrito y los posteriores, en los que, particularmente a partir de la observación de nuestro tiempo, ya no se tratará de los “pueblos” y “culturas”, carentes de “voluntad” propia, sino de las “épocas”, de las que particularmente la 7 nuestra nivela y homogeneiza la diversidad de los pueblos en una modalidad “planetaria”, como decía Heidegger, o “globalizada”, como decimos ahora. Un importante escrito posterior al que luego recurriremos, “La superación de la metafísica” (Überwindung der Metaphysik) hace también referencia a esta anulación de la voluntad de naciones y pueblos en nuestra época: Este negocio de la usura del ente desde el inconsciente rechazo del Ser excluye de antemano las diferencias entre lo nacional y los pueblos como momentos de decisión aún esenciales21. Continuemos con el texto de Heidegger: El propio Nietzsche hizo de sí una figura ambigua, lo que tuvo que ocurrir necesariamente tanto en el horizonte de su presente como en el del actual. A nosotros nos corresponde captar, detrás de esa ambigüedad, lo que es anticipador y único, lo decisivo y definitivo. La condición previa para ello es abstraer del «hombre», así como también abstraer de la «obra» en la medida en que se la vea como una expresión de lo humano, es decir, a la luz del hombre. Porque incluso la obra misma, en cuanto obra, nos permanece cerrada en la medida en que de alguna forma sigamos mirando de soslayo la «vida» del hombre que la creó, en lugar de preguntar por el ser y el mundo que fundan la obra... Lo único que nos incumbe es la huella que ese curso de pensamientos que conduce a la voluntad de poder ha trazado en la historia del ser, es decir: en la región aún intransitada de decisiones futuras. Más allá de Herr Nietzsche, a nosotros nos corresponde captar, dice Heidegger, lo que es anticipador y único, lo decisivo y definitivo. Para ello debemos abstraer del hombre Nietzsche, y aún de su obra entendida como expresión de su persona. Antes bien, lo “anticipador”, “único”, “decisivo” y “definitivo” radica en preguntar por el ser y el mundo que fundan la obra. Lo único importante es la huella que ese camino del pensamiento hacia la voluntad de poder ha trazado en la Historia del Ser, es decir, como última acuñación del ser del ente propia de la Metafísica Occidental, en cuanto que este “nombrar” el ser del ente como voluntad de poder “decide” la última época del ser de occidente. Continuemos con el texto: Nietzsche forma parte de los pensadores esenciales. Con el nombre de «pensador» denominamos a aquellos señalados entre los hombres, que están destinados a pensar un pensamiento único, que será siempre un pensamiento «sobre» el ente en su totalidad. Cada pensador piensa sólo un único pensamiento. Éste no necesita ni recomendaciones ni influencias para llegar a dominar. Ya hemos visto quiénes son los “pensadores esenciales”. Aquí se nos informa con mucho más detalle. No se trata de “grandes filósofos”, sino de aquellos “señalados” entre los demás hombres para pensar “un pensamiento único sobre el ente en su totalidad”. La modalidad según la cual este pensamiento único incide sobre la época del ser por él fundada no tiene nada que ver con influencias constatables por la Historie, por el grado de su “divulgación” a través de comentarios y estudios, etc. El “pensamiento único” se impone con un dominio dotado de tal suavidad y silencio que lo hace pasar desapercibido para las constataciones historiográficas. Por eso agrega Heidegger: 21 Conferencias y artículos, p. 86. 8 Ahora bien, el pensamiento en cada caso único de un pensador es aquello alrededor de lo cual, de manera imprevista e inadvertida, gira todo el ente en el más silencioso silencio. Los pensadores son fundadores de aquello que nunca será perceptible en una imagen, que nunca podrá relatarse historiográficamente ni calcularse técnicamente; de aquello que no obstante domina, sin necesitar el poder. Los pensadores son siempre unilaterales, según ese lado único que ya les fuera adjudicado por una simple expresión proferida en la primera época de la historia del pensar. La expresión proviene de uno de los más antiguos pensadores de occidente, Periandro de Corinto, al que se cuenta entre los «siete sabios». Dice así: meléta tó pán, «toma a tu cuidado el ente en su totalidad». El pensamiento único de un pensador esencial es aquello alrededor de lo cual “gira todo el ente”, es decir, se inaugura una nueva época del ser, se abre un nuevo “mundo” histórico con sus nuevos caminos, con sus nuevos decibles y no decibles, con los nuevos “conceptos de su esencia”. Él es el fundador de aquello que “nunca será perceptible en una imagen”, porque la percepción capta entes –ya englobados y condicionados por el mundo que se ha abierto-, mientras que el pensamiento único del pensador funda el “mundo” mismo propio de esa época del ser, que hace posible que tales entes, y no otros, sean “perceptibles” bajo determinadas modalidades. Un ejemplo que nos brinda “La pregunta por la técnica” (1953) nos muestra hasta qué punto es “otro ente” el “Rin” de un mundo histórico (la era técnica), como material disponible para la generación de energía eléctrica o para la industria turística, respecto del Rin de otro mundo histórico, el del poema de Hölderlin22. El carácter “silencioso” de este cambio radical del ser como modo de hacerse presentes los entes es emparentado por Heidegger, en otro lugar, con el famoso pasaje de Nietzsche sobre los pensamientos que vuelan sobre patas de paloma y que gobiernan al mundo: No son sólo los grandes pensamientos los que llegan como sobre patas de paloma; llega así, y sobre todo, el cambio de la presencia de todo lo presente23, es decir, el cambio del Ser. Este fundar, como ya se dejaba ver en algunos pasajes anteriores, constituye una “decisión”: De entre los pensadores, son pensadores esenciales aquellos cuyo pensamiento único piensa en dirección de una única y suprema decisión, ya sea en el modo de una preparación de tal decisión o en el de un decidido llevarla a cabo. La capciosa palabra «decisión», ya casi desgastada por el uso, suele usarse hoy en día preferentemente cuando ya todo está hace tiempo decidido o está siendo preservado para ser decidido. El abuso casi increíble de la palabra «decisión» [Entscheidung] no puede disuadirnos, sin embargo, de conservarle ese contenido en virtud del cual está referida a la escisión [Scheidung] más íntima y a la distinción [Unterscheidung] más extrema. Ésta es la distinción entre el ente en su totalidad, lo que incluye a dioses y hombres, mundo y tierra, y el ser, cuyo dominio es lo que permite o rehúsa a todo ente ser el ente que es capaz de ser. 22 Vid. Conferencias y artículos (Vorträge und Aufsätze, la colección de conferencias y artículos publicados en 1954), Ed. Del Serbal, p. 18: “fijémonos un momento en el contraste que se expresa en estos dos títulos: «El Rin» construido en la central energética, como obstruyéndola, y «El Rin», dicho desde la obra de arte del himno de Hölderlin del mismo nombre. Pero, se replicará: el Rin sigue siendo la corriente de agua del paisaje. Es posible, pero ¿cómo? No de otro modo que como objeto para ser visitado, susceptible de ser solicitado por una agencia de viajes que ha hecho emplazar allí una industria de vacaciones”. 23 Vid. Ciencia y meditación, Conferencias y artículos, p. 54. 9 El pensador esencial piensa “en dirección de una única y suprema decisión”. La “decisión” a la que aquí se hace referencia no es algo así como un acto del “libre albedrío” de algún individuo (tampoco del “pensador” en cuestión, ya vimos cómo el mundo fundado por Nietzsche resultó opuesto al que él “quería”). La “decisión” es aquí el acontecimiento decisivo por el que es instaurada una nueva época del ser a partir de la palabra y el pensamiento único del pensador esencial. Por eso es comprensible la enigmática frase donde se dice que, frente al abuso del término “decisión” ya todo está hace tiempo decidido o está siendo preservado para ser decidido. Es decir, “ya todo está decidido”, en lo referente a la época del ser en que habitamos, la actual, por la misma Historia del Ser y, particularmente, a través de la palabra de Nietzsche en cuanto nombra al ser del ente como voluntad de poder... “o está siendo preservado para ser decidido”...con lo que Heidegger está apuntando a un nuevo alumbramiento, de una nueva época (que ya no será una nueva etapa de la Metafísica occidental...). Luego diremos algo más acerca de esta nueva época que se estaría preparando “en medio” de la era técnica. Pero el texto no queda allí: la palabra “decisión” (Entscheidung) es remontada a su origen etimológico en la palabra Scheidung (escisión, división), que apunta directamente a lo que en el pensamiento heideggeriano se denomina la “diferencia” (Differenz, o mejor, como es aquí nombrada, Unterscheidung), es decir, el inseparable oscilar de ser y ente. La Entscheidung que ha determinado la historia occidental, particularmente a través de Platón, es la de la preeminencia del ente sobre el ser, por la que el pensar una y otra vez “define” el ser desde y por el ente. Esta preeminencia es la que “explica” (de manera no historiográfica ni “causal”) la “facticidad” de la historia occidental en su conjunto como camino hacia la era técnica y su voluntad de poder, suprema expresión de la preeminencia del ente sobre el ser. El “cuarteto” es nombrado aquí como la “totalidad del ente” (dioses, hombres, mundo, tierra). El Ser, como aquello cuyo “dominio” permite a cada ente –en cada época- ser el ente que es. Por esto agrega Heidegger: La suprema decisión que puede tener lugar y que se convierte en cada caso en el fundamento de toda historia, es la que se da entre el predominio del ente y el dominio del ser. Por ello, siempre que se piensa expresamente el ente en su totalidad, y cualquiera que sea el modo en que se lo haga, el pensar está en la zona de peligro de esta decisión. Ésta no es nunca hecha ni llevada a cabo en primer lugar por un hombre. Su caída y su resolución deciden, en cambio, sobre el hombre y, de otro modo, sobre el dios. La Historia de Occidente, a partir de Platón y su decir del ser del ente como idea, es el resultado de esta decisión. La Antigüedad griega, con sus primeras acuñaciones del ser como physis, como hen, como éon (Parménides) o como Logos (Heráclito), si bien constituye el origen de esta misma Historia del Ser que llega hasta la era técnica, la cual tiene su procedencia esencial desde ella24, parecía dejar abierta todavía la posibilidad de un curso diferente de esa Historia, a saber, el de un dominio del ser sobre el ente. Pero desde Platón la “decisión” suprema fue la del predominio del ente, que nombra al ser a partir del ente, y no a la inversa (como quizá lo podría 24 Vid. Ciencia y Meditación, Conferencias y artículos, p. 41. 10 hacer una nueva época del ser más allá de la metafísica). Pero esto no significa atribuirle a la “persona” de Platón “responsabilidad” alguna, el pensador se ha limitado a corresponder a una exhortación dirigida a él25. Es a través del Pensar de Platón que se realiza este “destino” (Geschick) que determina la Historia (Geschichte) de Occidente. La decisión no es nunca hecha ni llevada a cabo en primer lugar por un hombre. Por el contrario, su caída y su resolución deciden, en cambio, sobre el hombre que por esto resulta, como dice la Carta sobre el humanismo, “arrojado” por la Historia del Ser: El hombre está más bien ‘arrojado’ por el ser mismo26. Lo "arrojante" en el proyectar no es el hombre, sino el ser mismo, que destina al hombre a la ec-sistencia del Da-sein como su esencia27. ¿Y en qué sentido la decisión “decide sobre el dios”? No es éste el lugar para un tratamiento exhaustivo de la cuestión, pero digamos que la “presencia” o “ausencia” del dios y de los dioses en una determinada época del ser, en un determinado “mundo” histórico, dependen exclusivamente del ser (y del mundo por él fundado) en cuanto dona (o retira) tal presencia. Existirían así épocas “religiosas” y no “religiosas”, lo que no depende del dios ni de los dioses, ni mucho menos de los hombres de esa época y de ese mundo, sino de lo determinante del propio mundo o de la propia época del ser en cada caso en cuestión, que “decide” sobre el dios y los dioses. Retomando el pasaje anteriormente citado, la carta sobre el humanismo decía: El hombre está más bien ‘arrojado’ por el ser mismo a la verdad del ser, de manera que él, ec-sistiendo, custodie la verdad del ser, para que en la luz del ser el ente como el ente que es, aparezca. Si aparece y cómo aparece, si y cómo el Dios y los Dioses, la historia y la naturaleza entran, se hacen presentes y ausentes, no lo decide el hombre. La venida del ente descansa en la destinación del ser28. Inmediatamente se nos dice en qué sentido “preparador” es Nietzsche un “pensador esencial”: Nietzsche es un pensador esencial porque en un sentido decidido, en un sentido que no esquiva la decisión, piensa en dirección de esa decisión y prepara su advenir, sin apreciar ni dominar, no obstante, su oculta envergadura. Realizando un pequeño salto en nuestro texto, podemos entender mejor, en el pasaje siguiente, qué significa lo “ya decidido”: el “mundo” histórico dentro del cual nos encontramos actualmente, y en el que se pueden hacer patentes determinados entes, y bajo ciertas características. Estos entes así “posibilitados” serán luego “objeto” de saberes secundarios propios de nuestro tiempo como la ciencia y la “investigación”29. El pensador en cambio es quien, a través de su pensamiento único, “decide” sobre este mundo: 25 La pegunta por la técnica, Conferencias y artículos, p. 20 Brief… p. 330-331. 27 Carta sobre el humanismo, ed.al. pag. 337 28 Ed. V. Klostermann, Band 9, 1976, p. 330-331. 29 Vid. La pregunta por la técnica, p. 21. 26 11 El investigador se mueve siempre sobre el terreno de lo ya decidido: que hay naturaleza, que hay historia, que hay arte, que todos ellos pueden convertirse en objeto de estudio. Para el pensador no hay nada de ese tipo; se encuentra en la decisión acerca de qué hay en general y de qué es el ente. “Naturaleza” aquí significa el objeto de la Física moderna. “Historia” (Geschichte), el acontecer que nuestro tiempo hace objeto de la Historie. “Arte” será aquí objeto del Historiador del arte... A partir de todo lo dicho no resulta difícil entender la conclusión de Heidegger: Nietzsche está en una decisión, lo mismo que todo pensador occidental antes de él. Al igual que ellos afirma la preponderancia del ente frente al ser, sin saber lo que hay en tal afirmación. Pero, al mismo tiempo, Nietzsche es aquel pensador occidental que lleva a cabo de manera incondicionada y definitiva la afirmación de esta preponderancia del ente, con lo que se coloca en el más duro rigor de la decisión. Esto se hace visible en que Nietzsche, con su pensamiento único de la voluntad de poder, piensa anticipadamente el acabamiento de la época moderna. Ya sabemos lo que es un “pensador esencial” en general y su lugar en el fundarse de cada época del ser, dentro de la metafísica. Aquí se indica cuál es el lugar preciso y único del pensar de Nietzsche: con su pensamiento de la Voluntad de poder piensa anticipadamente el acabamiento de la época moderna, que caracteriza al siglo XX y cuyo final no se puede predecir en términos cronológicos. Escuchemos nuevamente a Heidegger: Nietzsche es la transición desde el período preparatorio de la modernidad -calculado historiográficamente, la época entre 1600 y 1900- al comienzo de su acabamiento. La extensión temporal de este acabamiento nos es desconocida. Presumiblemente será, o bien muy breve y catastrófica o bien, por el contrario, muy prolongada, en el sentido de que se instituya lo ya alcanzado con una capacidad de durar cada vez mayor. En el estadio actual de la historia del planeta no habrá ya lugar para medianías. Pero puesto que la historia, por su propia esencia, se funda en una decisión sobre el ente que ella misma no ha tomado ni puede tomar, esto puede decirse, con sus rasgos propios y su acento peculiar, de toda época de la historia. Sólo desde allí recibe cada época su respectiva delimitación histórica. La Historie depende de la Geschichte, y ésta a su vez de una “decisión” sobre el ente “que ella misma no ha tomado ni puede tomar”. De esta decisión que en cada caso marca un cambio en la historia “recibe cada época su propia delimitación histórica”. La división de la historia en períodos, entonces, no es sólo un recurso metodológico y didáctico de los historiadores, sino que tiene un fundamento, más allá de la Historie, en las diferentes etapas de la propia Historia del Ser y, por ende, de las “decisiones” fundacionales que se encuentran en cada cambio de ésta. Se acercan ya los pasajes de síntesis. Por ejemplo el siguiente: La metafísica piensa el ente en su totalidad según su preeminencia sobre el ser. Todo el pensar occidental, desde los griegos hasta Nietzsche, es un pensar metafísico. Cada época de la historia occidental se funda en la correspondiente metafísica. Nietzsche piensa con antelación el 12 acabamiento de la modernidad. Su curso de pensamientos hacia la voluntad de poder es la anticipación de esa metafísica por la que la modernidad que llega a su acabamiento es sostenida en su acabamiento. «Acabamiento» no significa aquí que se agregue una última parte que aún faltaba, que se rellene finalmente un hueco que hasta entonces no se había podido eliminar. Acabamiento significa que todos los poderes esenciales del ente que se acumulaban desde hace tiempo se desplieguen sin restricciones para llegar a lo que exigen en su conjunto. El acabamiento metafísico de una época no es la simple continuación hasta su fin de algo ya conocido. Es el establecimiento por primera vez incondicionado y de antemano completo de lo inesperado y que tampoco cabía esperar jamás. Respecto de lo anterior, el acabamiento es lo nuevo. Por eso tampoco es nunca visto ni comprendido por aquellos que sólo calculan retrospectivamente. La mayor parte del texto no nos aporta nada nuevo, y manifiesta de alguna manera el carácter extremadamente explícito y desarrollado con que este tema central del pensamiento de Heidegger es abordado por Nietzsche I precisamente en este capítulo. Pero detengámonos en los dos últimos subrayados. En el primero se dice que todos los poderes esenciales del ente que se acumulaban desde hace tiempo se desplieguen sin restricciones para llegar a lo que exigen en su conjunto. ¿Qué significa esto? Que el predominio del ente, en sus acuñaciones anteriores, lleva implícita y por desplegarse, ya desde los inicios de la Metafísica occidental, una primacía del poder que alcanza su “acabamiento”, es decir, su plenitud máxima de expresión y concentración, en la palabra de Nietzsche, a través de la cual los “poderes esenciales del ente” llegan “sin restricciones a lo que exigen en su conjunto”. Ello permite señalar que, entre estas épocas del ser determinadas desde los sucesivos “pensamientos esenciales” de la metafísica occidental existe una cierta continuidad que se despliega y “plenifica” en esta culminación. En el segundo subrayado, en cambio, se nos indica que este acabamiento o cumplimiento no era algo “previsible” a partir de una comprensión de las épocas anteriores: Es el establecimiento por primera vez incondicionado y de antemano completo de lo inesperado y que tampoco cabía esperar jamás. Ello nos permite suponer que, con mucha más razón, cualquiera sea la “nueva” época que ha de advenir más allá de la metafísica y de su última fase en la era técnica, no cabe intentar hacer deducciones y predicciones acerca de su “contenido”. Continuemos: El pensamiento nietzscheano de la voluntad de poder piensa el ente en su totalidad de manera tal que el fundamento histórico metafísico de la época actual y la época futura se vuelve visible y al mismo tiempo, determinante. El dominio determinante que ejerce una filosofía no se deja medir por lo que es conocido de ella en su expresión literal, tampoco por el número de sus «partidarios» y «representantes», y aún menos por la «literatura» a la que da lugar. Incluso cuando ya no se conozca ni siquiera el nombre de Nietzsche, lo que su pensar tuvo que pensar seguirá dominando. A todo pensador que piensa en dirección de la decisión lo mueve y lo consume la preocupación por un estado de necesidad que no puede aún ser sentido y experimentado en vida del pensador en el círculo de su influencia, historiográficamente comprobable pero inauténtica. Ya habíamos visto que no se trata de una influencia historiográficamente “constatable”. Pero se insiste en que, aunque “no puede ser sentido y experimentado en vida del pensador”, a éste, que 13 piensa “en dirección de la decisión”, lo mueve y lo consume la preocupación por un estado de necesidad. Es la necesidad propia del “destino del ser”, ante la que, como antes lo había hecho Platón y todos los demás pensadores esenciales, también Nietzsche se ha limitado a corresponder a una exhortación dirigida a él30. De más estaría decir que no debemos ver en esta “necesidad” y en este “destino” la acción de fuerzas sobrehumanas en sentido personal. Seguimos concluyendo: En el pensamiento de la voluntad de poder Nietzsche piensa anticipadamente el fundamento metafísico del acabamiento de la modernidad. En el pensamiento de la voluntad de poder llega de antemano a su acabamiento el pensamiento metafísico mismo. Nietzsche, el pensador del pensamiento de la voluntad de poder, es el último metafísico de occidente. La época cuyo acabamiento se despliega en su pensamiento, la época moderna, es una época final. Esto quiere decir: una época en la que, en algún momento y de algún modo, surgirá la decisión histórica de si esta época final será la conclusión de la historia occidental o bien la contrapartida de un nuevo inicio. Recorrer el curso de pensamientos que conduce a Nietzsche a la voluntad de poder significa: ponerse bajo la mirada de esa decisión histórica. El párrafo nos deja algunas preguntas muy sugerentes en cuanto a lo que sería la posible visión de futuro de Heidegger y la necesidad o no de una identificación entre el “pensamiento metafísico” y la “historia occidental”. Nietzsche es el último metafísico de Occidente. La época moderna, con su última fase instaurada por el pensar de Nietzsche – la era técnica, “posterior a 1900”- , es una “época final”. Esto quiere decir: una época en la que, en algún momento y de algún modo, surgirá la decisión histórica de si esta época final será la conclusión de la historia occidental o bien la contrapartida de un nuevo inicio. La cuestión no es si habrá una nueva época o mundo histórico, sino si éste será también “historia occidental”, o si el acabamiento de la metafísica en su época final constituye también el final de esta historia, para dar lugar a un comienzo totalmente otro. Si “metafísica” e “historia occidental” están indisolublemente ligadas de manera que el final de una es el final del otro, o si son desligables de manera que sea posible un “nuevo comienzo” de la “historia occidental” que no sea ya “metafísica” (¿que no sea ya “historia del ser”?). El párrafo final de nuestra selección nos proporciona varias indicaciones esenciales para nuestro tema de la distinción entre Geschichte e Historie. Dice así: Hasta tanto no se vea uno mismo obligado a una confrontación pensante con Nietzsche, acompañar de manera reflexiva su curso de pensamientos sólo puede tener por finalidad acercarse con el saber a lo que «acontece» [geschieht] en la historia [Geschichte] de la época moderna. Lo que acontece quiere decir: lo que sostiene y constriñe a la historia, lo que desencadena los hechos contingentes y proporciona de antemano el espacio libre para las resoluciones, lo que dentro del ente representado objetivamente y en situaciones es, en el fondo, aquello que es. Lo que acontece no lo experimentamos nunca con comprobaciones historiográficas de lo que «pasa». Como bien lo da a entender esta expresión, lo que «pasa» es aquello que desfila delante de nosotros en el primer 30 La pegunta por la técnica, Conferencias y artículos, p. 20 14 plano y en el fondo del escenario público conformado por los sucesos y las opiniones que surgen sobre ellos. Lo que acontece no puede jamás llegar a conocerse historiográficamente. Sólo es posible saberlo de modo pensante al comprender lo que ha sido elevado al pensamiento y la palabra por aquella metafísica que ha predeterminado la época. Lo central aquí radica en la distinción (y relación mutua) entre lo que “acontece” (was geschieht) y lo que “pasa” (was passiert). Dice Heidegger respecto de lo primero: Lo que acontece quiere decir: lo que sostiene y constriñe a la historia, lo que desencadena los hechos contingentes y proporciona de antemano el espacio libre para las resoluciones, lo que dentro del ente representado objetivamente y en situaciones es, en el fondo, aquello que es. Es claro que lo que “acontece” (was geschieht) es la Geschichte, que nunca podemos experimentar con comprobaciones historiográficas que sólo alcanzan a aquello que “pasa” (was passiert). Lo que “pasa” son los “hechos” registrables por la Historie. Por eso concluye: Lo que acontece no puede jamás llegar a conocerse historiográficamente (historisch). Sólo es posible saberlo de modo pensante al comprender lo que ha sido elevado al pensamiento y la palabra por aquella metafísica que ha predeterminado la época. La verdadera “comprensión”, entonces, de la historia como acontecer profundo que determina la superficialidad de lo fáctico-historiográfico (“casualidades” y “resoluciones”, aquello que desfila delante de nosotros en el primer plano y en el fondo del escenario público conformado por los sucesos y las opiniones que surgen sobre ellos), no puede ser sabido sino de modo pensante, comprendiendo lo que aquella metafísica que ha predeterminado la época ha elevado al pensamiento y a la palabra. “Aquella metafísica que predetermina la época”: la expresión es todo un convite para quienes estamos en la cuestión de la “filosofía de la historia”... II. Sobre las diferencias y relaciones entre “acontecer” y “suceder” Quisiéramos ahora detenernos brevemente a profundizar en la relación entre lo que ‘acontece’, es decir, Gechichte, y lo que “pasa”, los sucesos o hechos comprobados por la Historie. En dos sentidos diferentes, de acuerdo al pensamiento de Heidegger, el acontecer de la Geschichte determina la Historie: a) En primer lugar, en cuanto que la misma Historie sólo es comprensible, como actitud ante lo histórico, en cuanto característica de una determinada época del ser, que es la época moderna. Y ello porque en la Historie como “ciencia” en sentido moderno se revela lo propio de dicha época, que es la transformación del ente en objeto para un sujeto. Dice Heidegger en “La pregunta por la técnica”: sólo el destino que marca el representar objetual hace que lo histórico (geschichtlich) se haga accesible como objeto para la Historiografía (Historie), es decir, se haga una ciencia, y hace posible la equiparación corriente entre lo histórico (geschichtlich) y lo historiográfico (historisch).31 31 Conferencias y artículos, p. 26. 15 b) Pero existe un segundo modo, más profundo y radical, según el cual la Gechichte determina la Historie: en cuanto que los “hechos” que “suceden” son la expresión y consecuencia del “acontecer” que predetermina la época. En otras palabras, que sólo a la luz de la Historia del ser y la correspondiente comprensión de la propia época dentro de dicha Historia, es posible alcanzar una genuina comprensión de aquello que la Historiografía busca determinar de manera objetual, y por lo tanto infructuosa. La verdadera comprensión del acontecer histórico entonces no es posible para la ciencia histórica, sino para una comprensión de lo histórico que procede de una visión más alta, a la luz de la Metafísica que predetermina la época, como terminaba el largo texto que anteriormente leíamos, y que es oportuno recordar aquí: Lo que acontece no puede jamás llegar a conocerse historiográficamente (historisch). Sólo es posible saberlo de modo pensante al comprender lo que ha sido elevado al pensamiento y la palabra por aquella metafísica que ha predeterminado la época. Sabiendo de modo pensante (denkerisch) lo que acontece, y sólo así, podemos comprender también lo que “pasa”. Todos los ejemplos proporcionados por Heidegger corresponden a nuestra era técnica y al siglo XX. Por ejemplo, en “La cosa”: En su zona, la de los objetos, el saber vinculante de la ciencia ha aniquilado ya las cosas como cosas mucho antes de que hiciera explosión la bomba atómica. La explosión de ésta no es más que la más burda de entre las burdas confirmaciones de que la cosa ha sido aniquilada, algo que ha sucedido ya hace mucho tiempo: la confirmación del hecho de que la cosa, en cuanto cosa, es algo nulo. Es decir, la aniquilación “fáctica” de las cosas por la bomba atómica y su explosión (constatable historiográficamente) es “la más burda de entre las burdas confirmaciones” de que la cosa ha sido aniquilada ya, algo que es consecuencia de la misma historia del ser (por ejemplo, al transformarse la cosa en objeto en la ciencia moderna, o en material disponible en la era técnica). El “hecho” histórico (Hiroshima) se hace comprensible como consecuencia (no del tipo efecto-causa) del acontecer del ser que predetermina la época y su manera de mirar y tratar al ente. Algo semejante podemos observar en varios ejemplos proporcionados por “La superación de la metafísica”. Como cuando se dice: El ocaso ya ha acontecido. Las consecuencias de este acontecimiento (Ereignis) son los sucesos de la historia del mundo en este siglo. Ellos sólo dan el decurso final de lo que ya ha finalizado. Su curso es ordenado por la técnica de la Historiografía (Historie) en el sentido del último estadio de la Metafísica. Lo decisivo ya ha ‘acontecido’: es el Ereignis, el acontecimiento propio por el cual ha advenido, como última apertura del ser interior a la Metafísica, la era técnica. Los “hechos” que luego la Historie “ordena” científicamente son consecuencias de aquel acontecer previo, más profundo y determinante, que es el propio advenimiento de la era técnica que hace posibles estos 16 “sucesos” que antes había denominado Zufalle, contingencias o (aparentes) casualidades. A este mismo tipo de “hechos” que “pasan”, pero cuya raíz está en un lugar más profundo y determinante, pertenecen las mismas guerras mundiales del siglo: Las «guerras mundiales» y su «totalidad» son ya consecuencia del estado de abandono del Ser.... En este proceso está implicado también el hombre, que no oculta por más tiempo su carácter de ser la materia prima más importante. El hombre es la «materia prima más importante» porque permanece como el sujeto de toda usura, y además de tal forma que, de un modo incondicionado, deja que su voluntad se disuelva en este proceso y con ello se convierte en «objeto» del estado de abandono del Ser.32 III. Naturaleza necesaria tanto del geschehen como del passieren Una cuestión que interesa a nuestra materia, que es la filosofía de la historia, es la de la naturaleza del curso histórico. A esta cuestión se presentan dos respuestas posibles: o el curso histórico es “contingente”, esto es, las cosas podrían suceder de otra manera; o es “necesario”, de tal manera que lo que sucede es lo que “debe” suceder, no en un sentido ético sino en el sentido de que existen factores previos al mismo acontecer histórico que lo determinan de tal manera que no puede ser de otra. Dentro de la misma ámbito de cuestiones, pero con un matiz diferente, se encuentra la pregunta acerca de si el hombre desde el ejercicio de su libertad puede incidir en el acontecer histórico, o si tal ejercicio se mueve ya condicionado dentro de un acontecer predeterminado. Las dos cuestiones están ligadas de tal manera que la respuesta a la segunda supone una respuesta a la primera. Si el acontecer histórico esta predeterminado por factores de alguna manera sobrehumanos (lo que no significa necesariamente sobrenaturales o divinos), entonces no tiene sentido afirmar que el hombre desde su libertad puede incidir o modificar el curso de los acontecimientos. Sólo desde la afirmación de la naturaleza contingente del curso histórico puede afirmarse que, dentro de las posibilidades que esta contingencia ofrece, la libertad humana puede incidir en el curso del acontecer. Sin que esto signifique una crítica, sino solamente un intento de exposición del pensamiento de Heidegger desde sus mismos textos, todo indica que su visión de la historia se orienta hacia la negación de toda contingencia, o al menos hacia la reducción de tal contingencia a una dimensión superficial, que responde, vista en mayor profundidad, a factores determinantes que no aparecen a la Historiografía. a) Esta necesidad debe afirmarse, en primer lugar, del mismo “acontecer” en que consiste la historia del ser. Esta recorre un camino de aperturas epocales sucesivas, determinadas por el ser como destino y sus sucesivas acuñaciones históricas. La apertura de cada uno de los mundos históricos (el antiguo, el medieval, el moderno y su culminación en la era técnica) se produce por un 32 Überwindung der Metaphysik XXVI, Conferencias y artículos, p. 82-83 17 acontecimiento originario que no depende de hombre alguno: ni del pensador en cuestión, ni mucho menos de los hombres que vivimos dentro de cada uno de esos mundos ya abiertos. Que el mundo histórico abierto por un pensar del ser no depende de la “persona” del pensador y de su “libre albedrío” queda claro en varios de los pasajes que hemos visto. Recordemos que con el nombre de «pensador» denominamos a aquellos señalados entre los hombres, que están destinados a pensar un pensamiento único, que será siempre un pensamiento «sobre» el ente en su totalidad. En Nietzsche I veíamos que el mundo abierto por el pensar de Nietzsche, por ejemplo, era exactamente opuesto a aquel que la persona del Señor Nietzsche hubiera querido: del destino de este portador del destino occidental también forma parte que (por lo menos hasta ahora) todo lo que quería lograr con sus escritos se convirtiera en su opuesto. El pensamiento único que pensó Nietzsche “tuvo” que ser pensado: Incluso cuando ya no se conozca ni siquiera el nombre de Nietzsche, lo que su pensar tuvo que pensar seguirá dominando. De la misma manera, no se asigna responsabilidad alguna a Platón por haber pensado el ser como idea y haber impulsado así el predominio del ente sobre el ser, sino que se ha limitado a corresponder a una exhortación dirigida a él33. Hay una necesidad que mueve al pensador sin que él “sepa”: a todo pensador que piensa en dirección de la decisión lo mueve y lo consume la preocupación por un estado de necesidad que no puede aún ser sentido y experimentado en vida del pensador. Tampoco los hombres de esta época tenemos, como insiste Heidegger cada vez que alguno de sus entusiastas discípulos lo exhorta a ser el pensador esencial de una nueva era más allá de la metafísica, el “poder” de traer un nuevo advenimiento del ser, y afirmar tal cosa no haría más que reasegurar el predominio del ente, expresado en el intento de asignar al hombre, y al hombre individual, poder de acción sobre la historia del ser. La historia no es la cumplimentación del humano hacer. Es verdad que nuestra época es una época final. Esto quiere decir (nos decía Heidegger en Nietzsche I): una época en la que, en algún momento y de algún modo, surgirá la decisión histórica de si esta época final será la conclusión de la historia occidental o bien la contrapartida de un nuevo inicio. Pero de ningún modo ha de verse esta decisión que surgirá “de algún modo y en algún momento” como un acto de la libertad humana en sentido tradicional. El advenimiento de un nuevo mundo o de una nueva época depende de una “decisión” que no es atribuible a un “ente” de naturaleza personal, ni humano ni sobrehumano: Ésta (decisión) no es nunca hecha ni llevada a cabo en primer lugar por un hombre. Su caída y su resolución deciden, en cambio, sobre el hombre y, de otro modo, sobre el dios. El dios o los dioses, por su parte, actúan o no actúan, se hacen presentes o ausentes, según lo posibilite el mundo histórico ya previamente abierto por la misma historia del ser: Si (la verdad del ser) aparece y cómo aparece, si y cómo el Dios y los Dioses, la historia y la naturaleza entran, se hacen presentes y ausentes, no lo decide el hombre. La venida del ente descansa en la destinación del ser34. Tampoco la ‘Historia’ (Gechichte), como veíamos, toma esta decisión, sino que se funda en ella: la historia, por su propia esencia, se funda en una decisión sobre el ente que ella misma no ha tomado ni puede tomar, esto puede decirse, con sus rasgos propios y su acento peculiar, de toda época de la historia. 33 34 La pegunta por la técnica, Conferencias y artículos, p. 20 Ed. V. Klostermann, Band 9, 1976, p. 330-331. 18 En “Superación de la metafísica” dice Heidegger: El ocaso de la verdad del ente acaece de un modo necesario, y lo hace como acabamiento de la Metafísica...El ocaso se cumplimenta al mismo tiempo en el derrumbamiento del mundo marcado por la Metafísica y con la devastación de la tierra que procede de la Metafísica... Y este camino necesario del destino del ser tiene que ser recorrido hasta el final para que recién allí pueda alborear un nuevo comienzo, un nuevo “acaecimiento propio” (Ereignis), que es lo mismo que decir un nuevo acontecer de la verdad, una nueva apertura epocal: Antes de que el ser pueda acaecer de un modo propio en su verdad inicial, tiene que producirse necesariamente la quiebra del ser como voluntad, el derrumbamiento del mundo, la devastación de la tierra, y el hombre tiene que ser obligado al mero trabajo. Sólo después de este ocaso acaece de un modo propio por largo tiempo la abrupta duración del comienzo. 35 b) ¿Qué decir de lo que “sucede” (was passiert), de los “hechos” que se constituyen, en la era moderna, en objeto de la Historiografía? ¿Son estos “contingentes” en el sentido de que puede suceder “de otra manera”? Por momentos parece que la ‘necesidad’ de lo que “sucede” es señalada sólo como característica de nuestra propia época, la era técnica, en la que existe un modo propio de darse los sucesos que parece excluir por sí mismo la voluntad de los individuos y la idiosincrasia de los pueblos: al describir el “fenómeno de carácter planetario” de la ‘publicidad’ de la existencia por los medios de comunicación, decía Heidegger que es extrañamente independiente de la voluntad de los individuos y del modo de ser de los pueblos, los estados y las culturas. En “Superación de la metafísica” se describe hasta qué punto en nuestra época la “voluntad de voluntad”, como carácter “único” del ser en nuestra época, toma posesión de las voluntades de los individuos, de una manera antes no vista: El hecho de que la voluntad esté personificada a veces en estos y aquellos «hombres de voluntad» hace que la voluntad de voluntad parezca ser la irradiación de estas personas. De ahí la opinión de que la voluntad humana sea el origen de la voluntad de voluntad, cuando lo que ocurre es que el hombre es querido por la voluntad de voluntad, sin que experiencie la esencia de este querer. En tanto que el hombre es el que ha sido querido así y el que está puesto en la voluntad de voluntad, de un modo necesario se apela en su esencia a «la voluntad», que es liberada como la instancia de la verdad. La pregunta es siempre si el individuo y las colectividades son a partir de esta voluntad o si todavía negocian y comercian con ella, e incluso contra ella, sin saber que ella les ha ganado ya la partida. El carácter único del ser se muestra también en la voluntad de voluntad, que sólo permite una dirección en la que se pueda querer.36 Más adelante dice: 35 36 Superación de la metafísica III, en Conferencias y artículos, p.64-65 Superación...XXII, p.80. 19 La lucha entre aquellos que están en el poder y aquellos que quieren llegar al poder: en cada uno de estos bandos está la lucha por el poder. En todas partes es el poder el factor determinante. Por esta lucha por el poder, la esencia del poder está puesta por ambos lados en la esencia de su dominio incondicionado. Pero al mismo tiempo se esconde aquí también una cosa: que esta lucha está al servicio del poder y es lo que el poder quiere. El poder se ha apoderado de antemano de estas luchas. Sólo la voluntad de voluntad de poder da poder a estas luchas. Pero el poder se apodera de las cosas del hombre de un modo tal que expropia al hombre de la posibilidad de que, por tales caminos, pueda salir alguna vez del olvido del ser37. La relación entre el “ocaso” en que consiste nuestra época y los sucesos de la historia del mundo en este siglo (por ejemplo, como veíamos, las guerras mundiales, o la bomba atómica) es una relación de consecuencia que trasluce necesidad: El ocaso ya ha acaecido. Las consecuencias de este acaecimiento son los sucesos de la historia del mundo en este siglo. Ellos sólo dan el decurso final de lo que ya ha finalizado. Pero sería un error sostener que, en el pensar de Heidegger, las épocas anteriores están marcadas por una mayor y “libre” incidencia de la voluntad humana en los sucesos históricos. Más bien están señaladas por una menor pretensión por parte del hombre de poseer tal incidencia. Siempre, y en toda época, lo que “sucede” (was passiert) está predeterminado por lo que “acontece” (was geschieht). Recordemos aquél pasaje en el que los hechos casuales y contingentes (die Zufälle) son “desencadenados” y las “resoluciones” (die Entschlüssen) de los hombres “reciben de antemano el espacio de juego”: Lo que acontece quiere decir: lo que sostiene y constriñe a la historia, lo que desencadena los hechos contingentes y proporciona de antemano el espacio libre para las resoluciones. La posición de Heidegger resultaba particularmente clara ya en un pasaje de “La época de la imagen del mundo” (conferencia de 1938, publicada en Holzwege). El breve pasaje deja muy patente lo infructuoso y vano de una actitud que pretendiera “negar” la esencia de la edad que nos toca, pretendiendo “oponerse” a esta necesidad. La misma transformación del hombre que se experimenta con esa edad (respecto del hombre de edades anteriores) es necesidad surgida del ser mismo: Lo que conviene, ante todo y siempre, es concebir la esencia de la edad sobre la base de la verdad del ser que en ella rige, porque sólo así es experimentable al mismo tiempo lo más digno de ser interrogado que lleva y ata un crear hacia lo futuro desde su fundamento más allá de lo existente, y convierte la transformación del hombre en necesidad surgida del ser mismo. No hay época que se pueda anular por el fallo inapelable de la negación. Esta se limita a echar del camino al que la niega.38 37 38 Ibid. XXIV, p.81. Sendas Perdidas, Ed. Losada, p.86. Ed. Al. Holzwege , p.89. 20 La carta sobre el humanismo lo dice en francés: La historia del ser sustenta y determina cada condition et situation humaine39. Es exactamente lo mismo que decir que la Metafísica predetermina la época, entendiendo por “época” toda época de la historia del ser, desde los griegos hasta la nuestra. IV. Acerca de la época que ha de advenir Hemos visto que la era técnica constituye el acabamiento-cumplimiento de la historia del ser signada por la Metafísica occidental. Ella es una “época final”, cualquiera sea el tiempo cronológico que dure. Pero la Historia como Gechichte ha de continuar más allá de la metafísica y su predominio del ente sobre el ser. Ello significa que junto con, y dentro del completo acabamiento de la metafísica, se prepara en nuestra propia época el advenimiento de una nueva, que no será ya metafísica y que, por lo tanto, no se definirá ya desde el predominio del ente. Hay muchos indicios en la obra de Heidegger acerca de este advenimiento de una nueva época, y no es éste el lugar apropiado para tratar de manera exhaustiva las indicaciones dadas por él mismo al respecto. Pero este trabajo sobre Geschichte e Historie quedaría incompleto sin una breve referencia a esta importante cuestión. Quizá lo más iluminador sea referirnos en primer lugar al trabajo de Heidegger denominado “El principio de identidad” (1957). Allí es caracterizada cada época del ser (tanto la nuestra, por ejemplo, como la que ha de advenir) como una “constelación de hombre y ser”, como un modo peculiar, por parte del hombre, de relacionarse con el ser, y de un modo peculiar también de “dirigir su mirada” el ser al hombre. A su vez, cada época es abierta por el Ereignis, el acaecimiento propio, que no es otro que la ya conocida “decisión” o “instauración”, “fundación” o apertura del ser, el acontecer de la verdad que funda y determina una época. La “constelación de hombre y ser” que caracteriza a nuestra época es aquello que Heidegger denomina das Gestell, un modo de referirse el hombre al ser y el ser al hombre que condiciona todas las relaciones entre el hombre y los entes, y del hombre hacia sí mismo, como material disponible para la técnica y su universal dominación. Das Gestell es la “constelación” de hombre y ser que caracteriza y determina la era técnica. Como tal, es el acontecer (das Geschehen) decisivo que determina y condiciona toda su facticidad objeto de Historie. Ahora bien, frente a un enfoque –que podríamos denominar “antropológico”- de la técnica que hace de ella un producto de la actividad y decisión del hombre40, la tesis de este trabajo (y de los trabajos de Heidegger referidos a esta problemática en general) es precisamente que esta comprensión de la técnica como quehacer humano, y por ende los intentos de rectificarla mediante una ética del uso del poder, no hacen más que reafirmar el predominio del ente, esta vez representado por el poder del hombre de generar la técnica, y por lo tanto también del poder del hombre de modificar y rectificar libremente su uso: Mientras en el mundo de la era atómica, y a pesar de toda la seriedad y la responsabilidad, la reflexión sólo sienta el impulso, pero también sólo ahí se tranquilice como en la meta, de usar 39 40 Ed. V.Klostermann p. 314. Sería la posición, por ejemplo, de Romano Guardini en su obra El Poder. 21 pacíficamente la energía atómica, el pensar quedar a medio camino. Este resultado a medias es el único que le sigue asegurando al mundo técnico su predominio metafísico de manera suficiente. 41 Mientras rija el mundo técnico como época del ser toda pretensión de la voluntad humana de cambiar el curso de las cosas es vana, y reafirma aquello de lo que quiere apartarse. Recordemos que no hay época que se pueda anular por el fallo inapelable de la negación. Esta se limita a echar del camino al que la niega.42 Por esto agrega Heidegger al pasaje anterior: Es cierto que no podemos desechar el mundo técnico actual como obra del diablo, y que tampoco podemos destruirlo, caso de que no se cuide él mismo de hacerlo. ¿Qué hacer, pues? Nada, más que comprender, como se decía en Nietzsche, lo que dentro del ente representado objetivamente y en situaciones es, en el fondo, aquello que es. Pues comprendiendo la era técnica como lo que es, esto es, como una época del ser que tiene su comienzo en su Ereignis propio, podemos vislumbrar que ella ha de tener también un final, el cual ha de coincidir con un nuevo Ereignis que producirá tal giro en el ente, que los entes y el hombre mismo dejarán de ser lo que son en esta era: ¿Pero en dónde se encuentra decidido que la naturaleza como tal tenga que seguir siendo siempre la naturaleza de la física moderna y que la historia (Geschichte) tenga que presentarse sólo como objeto de la Historiografía (Historie)?... Pero aún menos debemos dejarnos llevar por la opinión de que el mundo técnico sea de tal manera que impida totalmente separarse de él mediante un salto. Esta opinión toma a lo actual, obsesionada por ello, como lo único real. Esta opinión es en efecto fantástica, pero no lo es, por el contrario, un pensar por adelantado que mira de frente lo que viene a nosotros como palabra de la esencia de la identidad de hombre y ser.43 Lo que hoy es, el actual acontecer del ser, no será mañana. En nuestra época las cosas son de determinada manera, y ello es inevitable, mientras rija la apertura que ha dado lugar a ella. Pero el mundo técnico, como toda época, es pasajero, y no debemos reducir lo real (que puede adquirir un nuevo modo de esenciarse) con su actual modo de ser. Por eso, el pensar de Heidegger es ese “pensar por adelantado” que mira de frente viniendo hacia nosotros, a una nueva constelación de hombre y ser. Cómo ha de ser esta nueva época, no lo sabemos. No sabemos, por ejemplo, si esta época final será la conclusión de la historia occidental o bien la contrapartida de un nuevo inicio. Sabemos sin embargo que no ha de ser una época de la metafísica, y por lo tanto del predominio del ente: Con el comienzo del acabamiento de la Metafísica comienza la preparación, desconocida y esencialmente inaccesible para la Metafísica, de una primera aparición del pliegue de ser y ente. 41 Identidad y diferencia, Ed. Bilingüe, Anthropos, Madrid 1988,p. 95. Sendas Perdidas, Ed. Losada, p.86. Ed. Al. Holzwege , p.89. 43 Identidad y diferencia, Ed. Bilingüe, Anthropos, Madrid 1988, p. 95. 42 22 En este aparecer todavía se oculta el primer eco de la verdad del ser, una verdad que retiene en sí la preeminencia del ser en vistas al prevalecer de éste. 44 En su lectura de Parménides en Moira 45 se nos explica que este pliegue de ente y ser, el éon, es anterior a ambos. Una época regida por el pliegue sería una época posmetafísica, donde se daría “una preeminencia del ser en vistas al prevalecer de éste”. Esto significa que la nueva época por venir, aunque sea postmetafísica y posfilosófica, previsiblemente siga determinada por un pensar, ya no regido por el predominio del ente: Con la Metafísica de Nietzsche se ha consumado la Filosofía. Esto quiere decir: ha recorrido el círculo de las posibilidades que le estaban señaladas de antemano. La Metafísica consumada, que es el fundamento del modo de pensar planetario, proporciona el armazón de un ordenamiento de la tierra que presumiblemente va a ser largo. Este ordenamiento ya no necesita de la Filosofía porque ésta subyace ya a él. Pero con el fin de la Filosofía aún no ha terminado el pensar, sino que está pasando a un nuevo comienzo.46 Alberto Berro 44 Superación de la metafísica X, Conferencias y artículos, p. 70 Del año 1951-52, Publicado en Conferencias y artículos. 46 Superación de la metafísica, XII, Conferencias y artículos p. 74 45