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Un Juicio en la Atenas Democrática: La Apología de Sócrates

Sobre el autor Sócrates Sabido es que Sócrates no escribió nada en su vida, por lo tanto sería un error contarlo como el autor de su obra stricto sensu. Toda la información que tenemos de él provienen de autores como Aristófanes, Antístenes, Esquines, Jenofonte, Platón y Aristóteles. Con todo, creo que haríamos injusticia si no introdujésemos al personaje principal de nuestra de la Apología, aunque sea brevemente. Nacido el 470 o 469 a.C., era hijo del escultor Sofronisco y de la comadrona Fenáreta, del demo de Alópece, que se hallaba en el camino de Atenas a las canteras del Pentélico. No era, por tanto, aristócrata, ni rico; si bien sabemos que participó en la guerra del Peloponeso como hoplita, es decir, como soldado de infantería pesada que podía costearse su armadura, de lo cual podríamos inferir que su procedencia no era de una familia pobre Si luego se relata de él que andaba descalzo o que sólo utilizaba una humilde túnica (Luciano De Crescenzo, Historia de la Filosofía Griega, tomo II, pág. 15), se deberá realmente al modo de vida que él escogió llevar posteriormente al descuidar todo lo económico y material por dedicarse a vivir filosofando. . Todo lo relativo a la juventud y los primeros años de su madurez está realmente sumido en un misterio: la primera obra en la que se habla explícitamente de él es en la comedia de Aristófanes, cuando Sócrates tenía aproximadamente cincuenta años. Con todo, podemos saber que cuando era joven, se interesó en la filosofía [que nosotros llamamos] presocrática Fedón 96ª, y se ocupaba de cuestiones como el modo de desarrollo de los seres vivos o cuál es la arjé; el principio constitutivo de todo. Sin embargo, tales preferencias parecen haber sido posteriormente abandonadas, para dedicarse a estudiar exclusivamente lo que se refiere exclusivamente al hombre, en especial, cuestiones éticas y políticas. Así, y luego de haber sido intrigado por el oráculo del dios Apolo en Delfos –que implicaba que no había otro más sabio que el propio Sócrates–, pasará el resto de su vida intentando engendrar verdadera sabiduría en el pueblo ateniense, por medio de diálogos e interrogantes que llevaban a sus interlocutores a darse cuenta que no eran tan sabios como creían serlo –cosa que le llevará a la misma muerte en el año 399 a.C–. Platón Nació en Atenas el 427 a.C., es decir, en el arcontado de Diotimo, y murió en el 347 a.C. Era hijo de Aristón y de Perictione; pasó su niñez en Atenas, a orillas del Cefiso. Platón recibió la educación propia de un joven ateniense bien situado, necesaria para dedicarse de lleno a la vida política, como correspondía a alguien de su posición. No sabemos cómo se produjo su primer encuentro con Sócrates, aunque lo conoció probablemente en el 407 a.C. Para ese tiempo, su futuro maestro se había convertido ya en un ciudadano cuyo prestigio era reconocido, tanto entre las clases más altas como entre las más bajas de la sociedad ateniense. Desde esa fecha hasta su muerte, Platón siguió fielmente las enseñanzas de Sócrates (y las desarrollaría mucho más que éste último en varios aspectos) con el que le unía, además, una profunda amistad y veneración. Fundará la Academia en el año 388 a.C. en Atenas, la cual continuará ininterrumpidamente durante los siglos, hasta que Justiniano decrete su cierre en el año 529 de nuestra era. De su amplísima obra que se ha conservado, el gran cuerpo lo constituyen los diálogos. Se puede decir que Platón es el verdadero creador del diálogo filosófico como género literario. En ellos, muestra que la mayor fuente de inspiración a lo largo de su vida fue su maestro, Sócrates, quien figura como interlocutor y ocupa el papel de protagonista en casi todos. Tema y resumen de la obra El diálogo, como su propio nombre indica, es la defensa de Sócrates, acusado por Ánito, Meleto y Licón de menospreciar a los dioses de su patria y de corromper a la juventud. Dicha acusación tuvo dos causas esenciales: la de considerar a Sócrates un sofista, con todo lo que esto implicaba; y la de, en cierto modo, considerarlo asimismo cómplice de la derrota de Atenas y de la tiranía de los Treinta, ya que Alcibíades y Critias, personajes destacados de las mismas, habían sido discípulos del filósofo en su juventud. Habiéndose llevado a cabo los discursos de acusación y defensa, se termina condenando a Sócrates a la muerte, la cual [finaliza él arguyendo] es del todo deseable para aquel que ha vivido justamente toda su vida. Comentario y planteamientos históricos al texto Un proceso judicial en Atenas a fines del siglo V Cuando se tiene que presentar ante el tribunal de Atenas que le habría de condenar a muerte, Sócrates tenía unos 70 años. El juicio, como todos aquellos procesos en los que se pedía la pena de muerte, se tenía que desarrollar en el arco de una sola jornada. En primer lugar, una acusación formal El texto original, que nos ha llegado, dice así: “Bajo juramento Meleto hijo de Meleto de Piteo ha traído acusación pública contra Sócrates el hijo de Sofronisco de Alópece y lo culpa con las siguientes ofensas: Sócrates es culpable de no reconocer a los dioses reconocidos por el estado y por introducir otras nuevas divinidades. Aún más él es culpable de corromper a los jóvenes. Pena propuesta: pena capital”. Mogens Herman Hansen, The Trial of Sokrates –from the Athenian Point of View, pg. 16 (traducción mía) por escrito era compuesta por los acusadores, pues Sócrates dice en su defensa <<tomemos, por nuestra parte, su declaración jurada. Y dice así, poco más o menos: que Sócrates delinque por corromper la juventud, y por no venerar a los dioses que venera la ciudad, sino a otras divinidades nuevas>> (Apol. 24B) Quien entregaba la acusación por escrito –sin duda que en este caso fue Meleto–, avalaba la veracidad de la acusación por medio de un juramento, <<y esto, incluso, lo juraste en tu escrito acusatorio>> (Apol., 27c). Esta acusación era llamada asebeiaç grafh’, lo cual era una de las muchas formas prescritas por las leyes de Atenas La otra forma más común era la dikai, que era la acusación privada, en la que quien acusaba era la misma víctima o –en caso de haber muerto por lo ocurrido– su familiar o representante más próximo. para la acusación pública formal de impiedad, referido esto específicamente al ámbito religioso Asebeias Graphé, http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus:text:1999.04.0063:entry=asebeias-graphe-cn . Con todo, si bien esto ya demarca que prácticamente cualquier ciudadano era un acusador en potencia, hay que tener en cuenta que Meleto se encontraba en un gran riesgo: ser impuesto con 1,000 dracmas si se obtenía menos que un quinto de los votos del jurado en la primera votación: <<…incluso él (Meleto) habría sido condenado a una multa de mil dracmas por no haber alcanzado la quinta parte de los votos>> (Apol. 36b) Esta acusación era entregada al archon basileus, al Arconte Rey, quien era uno de los nueve magistrados más altos de Atenas; era éste el magistrado bajo cuya jurisdicción caían las causas religiosas. Se celebraba en el Pórtico del Arconte Rey, que era el edificio en donde éste ejercía sus funciones. Los delitos de sangre también estaban incluidos en su jurisdicción, por cuanto es allí donde Sócrates se encuentra con Eutrifón, yendo este para acusar a su padre de homicidio Eutrifón 2A. La acción pública era oída por un panel de ciudadanos (<<No sé qué impresión han hecho en vosotros las palabras de mis acusadores, ciudadanos atenienses>>, Apol 17a) que, en número de 501 en esta ocasión, componen la Heliea, asamblea que ha de juzgarlo. Esto era conformado por un número de 6000 ciudadanos varones mayores de treinta años, que eran elegidos por suertes, 600 de cada tribu, y así eran repartidos en secciones con competencias bien definidas. Luego, 501 eran definidos a suertes el mismo día para evitar corrupciones. Habiendo ya delimitado las acciones que debían tomar lugar y los protocolos preeliminares, podemos pasar al juicio propiamente dicho. En primer lugar, se daba la introducción e instrucción por parte de quien precedía el juicio, el Arconte Rey. En segundo lugar, pareciera evidente que se leía en alto la acusación correspondiente, puesto que luego Sócrates puede parafrasearla haciendo alusión a ella, como ya hemos nombrado previamente. Luego, se pasa al primer discurso de la acusación, puesto que la Apología comienza ya con una respuesta de parte de Sócrates <<No sé qué impresión han hecho en vosotros las palabras de mis acusadores>> (Apol. 17ª). A. Los acusadores Ya hemos mencionado cuál era la esencia de la acusación hecha contra Sócrates; a saber, haber corrompido a los jóvenes con sus enseñanzas que al parecer constituiría un daño a la democracia, junto con haber introducido nuevos dioses Aunque no podremos evaluar las acusaciones exhaustivamente, sus razones y motivaciones; más abajo trataremos con aquellas que nos sean reveladoras en cuanto a la situación histórica en Atenas.. Pero lo que ha de llamarnos la atención, es que el joven Meleto no estaba solo; nótese que Sócrates dice <<las palabras de mis acusadores>> (Apol. 17ª). Por diversas fuentes sabemos los nombres de los que intervinieron en la acusación. Según los testimonios que recoge Diógenes Laercio Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres, Iberia, Barcelona 1986, L. II, c. V, n.38, la acusación fue presentada por Meleto, el discurso fue redactado por Ánito (o por el sofista Polícrates) y pronunciado por Polieucto, y todos los preparativos procesales corrieron a cargo del demagogo Licón. Puede parecer, según tal testimonio, que fue Meleto el principal instigador de la acusación, sirviéndose de especialistas que le pudiesen ayudar en los diversos menesteres, sobre todo el redactar el escrito y el leerlo delante del tribunal. Cualquiera fuese el caso, en Apología Licón y Ánito aparecen como los sunh’goroi para Meleto: <<que, si no hubieran subido a acusarme Ánito y Licón, incluso él (Meleto) habría sido condenado a una multa…>> (Apol. 36ª). Si bien se esperaba que quien acusara hablara por sí mismo en la corte, éste podía donar parte de su tiempo para hablar a otro, literalmente el que habla juntamente con; de otra manera, quien apoyaba al litigante Esto no era nada nuevo en el juicio a Sócrates; algunos de los discursos judiciales Atenienses más conocidos, no fueron pronunciados por el litigante mismo, sino por sus synegoroi. http://www.jstor.org/discover/10.2307/1192614?uid=3737952&uid=2&uid=4&sid=21101568963687 . Ánito, curtidor, parece ser que disfrutó de una buena posición económica, social y política. Estuvo encargado de la fracasada expedición a Pilos. Tomó parte en la caída de los Treinta. Fue estratego, y mucho después arconte. En un principio, junto a Critón, fue amigo íntimo del joven Sócrates, pero a lo largo del tiempo se convirtió en su peor enemigo, cuando Sócrates le exhortó que procurase que su hijo no se dedicara a batanero, sino a un trabajo más intelectual Pie de página en Apología de Sócrates, Ed. De María Luz Prieto, pág. 39. . De Meleto se sabe aún menos, pues cuando Eutrifón pregunta sobre él a Sócrates, él responde <<No lo conozco bien yo mismo, Eutrifón, pues parece que es joven y poco conocido…>>, a lo que él responde <<No lo conozco, Sócrates>> Eutrifón 2B Por su parte, de Licón no se sabe mucho, sino que <<actúa en nombre de los oradores>> (Apol. 23e), mientras que Ánito lo hacía en nombre de la industria y del comercio, y Meleto en el de los poetas (ibid). Poetas, artistas, políticos y oradores: están aquí representadas todas las personas que tenían un cierto peso en la vida pública de la ciudad. B. Las acusaciones En primer lugar, se lo acusa de sofista, arma que utilizan para predisponer y advertir a los jueces antes aún que Sócrates dijese una palabra. Oigamos cómo comienza Sócrates su defensa: <<No obstante, de entre las muchas mentiras que han contado…dicen que soy hábil para hablar>> (Apol. 17b). Los sofistas, a quienes no podemos dedicarles mucho tiempo, eran aquellos que hacían de la filosofía su profesión, lucrándose de ella. Sócrates tuvo muchos encuentros con ellos, en los que él terminaba probando que ellos hablaban mucho, más sabían poco. El peor problema, aparentemente, no parece haber sido que éstos cobrasen por enseñar –aunque Sócrates sí que hace hincapié en que él jamás cobró por esto (Apol. 19D)–, sino que <<éstos estaban dispuestos, a cambio de dinero, a enseñar cualquier cosa, sin tener en cuenta si eso puede hacer bien o mal a los oyentes>> Miguel Pérez de Laborda, El más sabio de los atenienses, Rialp, pg. 163. . Una de las cuestiones que había ayudado bastante a incluir a Sócrates en la misma bolsa junto a los sofistas, es la obra Las Nubes del comediógrafo Aristófanes, a lo cual Sócrates hace referencia (Apol. 18D). Esta obra, que ya tenía bastantes años puesta en escena, representaba a Sócrates virtualmente educando a un joven con la capacidad hasta de abofetear a su padre y razonar con argumentos que esto era lo justo. Así, debemos entender que para la mayoría de los atenienses, lo natural fuera contarlo como un sofista más: por lo demás, también nos da una idea de lo que la gente normal pensaba sobre los sofistas en general. Luego, se lo acusa de corromper a los jóvenes con sus enseñanzas. Con esto, probablemente, se referían a dos exdiscípulos de Sócrates: Critias y Alcibíades. Sólo citaremos a Jenofonte en respecto a estos dos, <<al menos dos contertulios que tuvo Sócrates, Critias y Alcibíades, hicieron muchísimo daño a la ciudad. Pues Critias fue el más ladrón y violento de cuantos ocuparon el poder en la oligarquía, y Alcibíades, por su parte, fue el más disoluto e insolente de los personajes de la democracia>> (Recuerdos de Sócrates, L. I,2,12). Así, se corría de nuevo el peligro que Sócrates ejercitase su perversa influencia sobre otros jóvenes, que podrían dar en el futuro problemas semejantes a los producidos por aquellos discípulos suyos. Y en tercer lugar, se lo acusa de introducir nuevos dioses y de negar a los que la ciudad veneraba. Bueno, de hecho hay una instancia en donde el ingenuo Meleto lo acusa de ateísmo (Apol. 26D), cosa que se hubiese podido haber considerado como un elemento perturbador de la paz social; con todo, esto era fácil de rebatir para alguien como Sócrates. Su creencia en los dioses era tal como la de los demás atenienses, aunque deja la puerta abierta a pensar que él no veía al sol y la luna como dioses: sin embargo, acusarlo a él sería también acusar a uno de los antiguos, Anaxágoras (Apol. 26DE). Lo distinto que tenía nuestro filósofo era en creer en ese daimonion, que era aquella voz que desde pequeño lo guiaba en cuanto a lo que no debía hacer o decir. Aún así y con todo, esta clase de acusación puede parecernos extraña, puesto que en la Atenas en que vivió Sócrates no hay en sentido propio una religión oficial, una serie de dogmas comúnmente admitido por todos. Y tampoco es cierto que hubiese que creer en todas las mitologías que transmitían los poetas, como si fuesen verdaderas narraciones del mundo celeste. No existía en sentido propio la figura de hereje, que negaba verdades que no podían ser puestas en duda Ibid, pág. 184. . Y eso nos deja con una duda aún: ¿qué era, entonces, lo impío si éstas eran las condiciones? Hansen nos da cierta luz sobre el tema: <<Los Atenienses daban a sus ciudadanos una cierta libertad de conciencia privada, mas no tolerarían que una persona, sin la debida autorización, introdujera nuevos cultos e intentara hacer proselitismo en la juventud…Desde un punto de vista judicial, el cargo más serio de todos contra Sócrates era indudablemente que él corrompía a los jóvenes actuando como un oráculo privado; a saber, al darles el consejo de su daimonion. Sócrates no fue inculpado por ser una ateo, sino un misionero. The Trial of Sokrates –from the Athenian Point of View, pg. 25-26 (traducción mía)>> C. La defensa Después del discurso de la acusación, tenía lugar del de la defensa, que fue pronunciado por el propio Sócrates. En ella, el filósofo se defiende y entre otras cosas, utiliza el método del diálogo con él, y aparentemente Meleto estaba obligado a responder las preguntas que le hacía Sócrates: <<…Responde, alma cándida. Pues también la ley manda responder>> (Apol. 25D) Con todo, me queda la duda si realmente esto ocurría en un juicio tal como lo presenta Platón, ya que el presentar conceptos y hechos por medio de diálogos, era un método dialéctico de Platón, y no necesariamente un hecho histórico. . Luego de haber dado razón de su llamado divino a vivir filosofando por el oráculo consultado por su amigo Querefonte a la Pitia en Delfos (Apol. 20E) –quien era una mujer que, sentada en el trípode de Delfos, cuando se hallaba en trance pronunciaba frases inconexas, que eran interpretadas por los sacerdotes de Apolo–, y tras rechazar cada una de las acusaciones, se pone en mano de los jueces (quienes no intervenían aún), no mendigando de ellos piedad, sino exigiendo justicia. D. La votación de los jueces, otra defensa, y el veredicto A continuación los jueces hacen una primera votación, en la cual deben decidir si el acusado es o no culpable. De los 501 jueces, 281 le declaran culpable y 220 inocente. En el caso de que el reo fuese declarado culpable, como ocurrió con Sócrates, el procedimiento preveía que tuviese lugar un segundo discurso de la defensa, con el que se ofrecía una pena alternativa a la pedida por la acusación. Los jueces debían después elegir una de las dos penas propuestas. Sin embargo, Sócrates se comporta de una manera desconcertante y afirma que una pena suficiente sería el ser alimentado el resto de su vida en el Pritaneo, como se hacía con las personas que habían dado gloria a la ciudad (Apol. 37ª). Aún después proponiendo una especie de fianza que pudieran pagar sus amigos, los votos a favor de la pena de muerte aumenta (como era de esperar) a 360. Así, termina Sócrates siendo condenado a la pena capital, pasando ya a la custodia de <<los Once>> (Apol. 37C), quienes eran los magistrados que se ocupaban de las cárceles y de ejecutar las condenas a muerte. Finaliza con un discurso de esperanza sobre el más allá luego de la muerte. E. Conclusión La democracia es aquella forma de gobierno que la mayoría anhelamos por naturaleza, idealizándola al punto de creer que no hay mejor forma de llevar adelante a un pueblo que dejando el cetro en las manos de todos. Sin embargo, ¿ha probado ser esta ideología la solución a todos los problemas de un demos? Pues bien, la Apología de Sócrates nos muestra que la democracia –por lo menos al estilo Ateniense– no estaba del todo libre de errores. La administración de justicia ateniense descansaba en la persecución individual. Si tenías un enemigo, estabas en continuo riesgo de ser llevado a la corte por él. Es cierto: la oligarquía tampoco probó ser lo mejor, y de hecho Sócrates mismo pasó el peligro de muerte cuando, bajo el gobierno de Los Treinta, se le pidió que fuese a Salamina como miembro de una especie de policía secreta de los Tiranos –tranquilo, se fue a su casa sin cumplir semejante ilegalidad–. Con todo, bajo el partido democrático también tuvo que enfrentar él solo a la multitud ateniense, que estaba dispuesta a dar muerte injustamente a cinco generales. Esto nos prueba una y otra vez que la democracia no está nada lejos en nivel de corrupción de su partido antagónico: pues, ¿cuán bueno, loable y digno de honor puede ser una ideología política bajo la cual se dio muerte al más sabio y justo de entre los atenienses? Bibliografía consultada · MOGENS HERMAN HANSEN, The Trial of Sokrates –from the Athenian Point of View. Munksgaard, 1995. · MIGUEL PÉREZ de LABORDA, El más sabio de los atenienses: Vida y muerte de Sócrates, Rialp, 2001. · LUCIANO DE CRESCENZO, Historia de la Filosofía Griega: Segunda Parte, Seix Barral, 1986 · JEREMY TREVETT, Phoenix, Vol 56, No. 3/4, pp. 376, Classical Association of Canada (http://www.jstor.org/discover/10.2307/1192614?uid=3737952&uid=2&uid=4&sid=21101568963687) · WILLIAM SMITH, LLD, WILLIAM WAYTE, G.E. MARINDIN, ED., A Dictionary of Greek and Roman Antiquities (1890) (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus:text:1999.04.0063:entry=asebeias-graphe-cn) Pablo Daut Aproximaciones históricas a La Apología de Sócrates