Género v teoría literaria:
un matrimonio conflictivo
Elisa T. Calabrese
Este trabajo -esta provisoria reflexión- pretende
compartir algunas preguntas, más que ofrecer
respuestas, acerca del estado de la cuestión en el
campo de la teoría literaria. Un deslinde
imprescindible para ello parece ser el distingo entre
la pertinencia de una categoría (género), de
implicancias interdisciplinarias, puesto que
involucran una mirada antropológicay una intención
transformadora de los imaginarios y las prácticas
sociales, y la reflexión teórico-literaria en tomo de
la posible singularidad de una escritura femenina,
así como el ejercicio de la crítica como actividad
política, en consonancia con otras prácticas
reinvindicativas de lo de los movimientos feministas,
si bien, como es evidente, estas cuestiones configuran
una constelación con líneas que se intersectan.
Parece interesante pensar en lo obvio y es que el
término género marca de por sí una clara procedencia
lingüístico-antropológica, por cuanto se trata, en
primera instancia, de una categoría gramatical muy
apta para metaforizar la condición de lo no-marcado,
la carencia, lo percibido por ausencia o aquello cuya
identidad puede ser pensada a partir de su diferencia
con lo que es pasible de universalidad: lo que el
feminismo ha denunciado como lógica patriarcal
dominante en la cultura, según la cual lo masculino
es sinónimo de "humanidad".
Algunos mojones en el camino
Un precedente fundante para este criterio se
encuentra en las tesis sentadas por Luce Irigaray en
Speculurn de 1 áutre femme, de 1974' Irigaray parte
de una interpretación sui generis de Freud, según la
cual la teoría psicoanalítica pensó la sexualidad
femenina a partir de parámetros masculinos que
implican, para ella, una ideología patriarcal donde
la mujer tendría valor sexual de no-sexo. El lugar de
la mujer sería el de la falta, la atrofia y la envidia del
pene. Estos cuestionamientos y otros conducen a la
autora a interrogarse sobre las determinaciones
culturales e históricas de la base teórica del
psicoanálisis, especialmente en sus implicaciones
económico-políticas. El Falo es emblema y agente
del sistema patriarcal y sigue cubriendo el crédito
del Nombre del Padre. Es el sentido último de todo
discurso, el patrón de la verdad y de la propiedad, en
particular del sexo, el significante y10 el significado
último de todo deseo. Irigaray reconoce que Freud
describe un estado de cosas y no lo crea, pero le
reprocha no estudiar las determinaciones históricas
de lo que estudia. De aquí surge la reflexión de que
Freud, al ingresar la sexualidad como centro de su
discurso, no se planteó la sexuación del propio
discurso. Así, Irigaray se pregunta si lo femenino
tiene un inconsciente o es el inconsciente mismo.
En su libro Speculum de Z'autre femme, se plantea
estudiar el inconsciente del discurso filosófico,
analizando cada una de sus figuras, sus estructuras
sintáctico-semánticas, sus redes metafóricas y
también sus silencios, lo no dicho. Llega a la
conclusión de que lo femenino en el discurso sólo
aparece como falla, como defecto, como falta, o como
imitación o reproducción invertida de la lógica
patriarcal. En este punto, es necesario incorporar otro
modus legendi peculiar de Irigaray, pero esta vez de
las teorías de Lacan. En efecto, la autora sostiene
que, dado que la lógica del lenguaje, responsable por
determinar los sexos para el orden simbólico, ha sido
creada por sujetos masculinos, se produce un
sometimiento de lo real a lo imaginario en el sujeto
hablante. Lo femenino aparece como instancia herida
de mutismo, pero elocuente en su silencio: lo real.
¿Cómo encontrar el lenguaje de esta sexualidad
femenina? Cierta especificidad de la mujer ha
quedado reprimidalcensurada en lo que se designa
como inconsciente, superponiéndose con lo
reprimido/censurado de la lógica de la consciencia.
Hay algo que ha sido ignorado en la teoría del
inconsciente y es la relación de la mujer con la madre
y de las mujeres entre ellas. La lógica del sentido,
del orden patriarcal y falocéntrico y de su sistema de
representaciones, son otros tantos modos de apartar
el sexo de la mujer de sí mismo y de privarla de su
autoafectación. Ello explicaría por qué la mujer está
exiliada de sí y tan alejada por el complejo de Edipo,
de sus primeros deseos-placeres, que se encuentra
alienada en otra economía de deseo. Sólo en el hablar
de las mujeres entre ellas se sitúa algo del hablarmujer (parler-femme)donde encontrar otro modo de
articulación entre el deseo y el lenguaje masculino y
femenino. Es necesario buscar la especificidad de lo
femenino en el lenguaje, lo que implica una lógica
diferente a la impuesta por la coherencia discursiva.
La transformación del cuerpo de la mujer en valor
de uso y de cambio ha inaugurado el orden cultural
simbólico; es así que las mujeres aseguran la
posibilidad del uso y la circulación de lo simbólico,
sin tomar parte en él. La tesis general de Irigaray es
que, sin una interpretación de la gramática general
de la cultura, las mujeres no tendrán jamás un lugar
en la historia.
Uno de los méritos de Irigaray ha sido, sin duda,
constituir el inicio de un paradigma de lectura, en
los estudios de género, donde confluyeron, a veces
de modo acrítico o con una mezcla precariamente
articulada, nociones teóricas innovadoras en su modo
de leer la cultura -y en ella, la literatura-, provenientes
de Lacan y también de Foucault. Pero sus
teorizaciones aparecen como poco sustentables en
varios aspectos. En este sentido, me parece oportuno
recurrir a una psicoanalista destacada por sus estudios
sobre la mujer, Silvia Tubertz, de quien no puede
sospecharse prejuicios antifeministas, que despliega
una crítica puntual, ceñida al psicoanálisis, de lo que
he resumido someramente. Luego de desmenuzar la
-para ella- "incorrecta" lectura de Freud, Tubert
destaca que, si se piensa el deseo femenino como
enigmático, mudo por sometimiento al orden
patriarcal, ello equivale a concebir la existencia de
un sujeto deseante sin un otro y un deseo-placer
primordial que depende de la estructura anatómica
de la genitalidad femenina, con lo cual la auténtica
feminidad reprimida por el discurso dominante, sólo
podría situarse en el territorio del auto-erotismo.
Por mi parte, me interesa destacar un punto que
hace al interés que nos convoca aquí: la literatura y
la teoría literaria. Si me he detenido un tanto en el
ejemplo de Irigaray, es porque me parece
paradigmático de un sesgo riesgoso de los estudios
del género y es el posible esencialismo. ¿Cómo
postular un lenguaje específicamente femenino,
excepto por ausencia? ¿Por qué, aunque sea como
denuncia y críticamente, ubicar a las mujeres
sexualmente hablando, en el lugar del inconsciente?
¿Cómo generalizar sin determinaciones culturales,
históricas, epocales, antropológicas, etc. un común
denominador, mujeres, que se presupone
preestablecido, mientras que el orden simbólico o la
"lógica patriarcal" han sido determinados por "los
sujetos masculinos", lo cual, naturalmente, presupone
tanto una arquelogía del sujeto, en el sentido de la
construcción individual de cada quien, como un
proceso histórico de dominación? Por el momento
quedémonos con la idea de que me parece pertinente
designar, con estudios de género lo femenino
definible en términos de las convenciones y códigos
sociales, mientras que "femenino" o "mujer", se
remiten más puntualmente a lo biológico. Aquí ya
se plantea otra cuestión interesante para debatir, por
cuanto, según lo consideran los enfoques más
contemporáneos, no es posible sostener que el sexo
sea una condición exclusivamente biológica, desde
el momento en que todo sujeto se constituye como
sujeto sexuado, e, independientemente de sus
caracteres sexuales, tal construcción se inscribe en
el dominio de lo socio-cultural. Por eso sería
pertinente decir que cabe a los estudios sobre el
género tomar en cuenta las determinaciones y10
condiciones de la construcción del sujeto, a lo que
volveré más tarde.
En tal sentido, hay estudios interesantísimosque,
desde una perspectiva feminista pero con un método
irreprochable desde el campo de su disciplina, se
interesan por la vinculación antropológica del
desarrollo de la lengua -en el sentido ontogenéticoy sus implicanciascon las diferenciasen los procesos
bio-cognitivos del hombre y la mujer en tanto
miembros de la especie, para determinar el origen
del estatus secundario de la mujer como resultado
de adaptaciones culturales relativas a la herencia
biológica y a la evolución de las sociedades en
función de las relaciones de producción. Tales
estudios abren un campo fundamental para quienes
abordamos el problema exclusivamente desde una
perspectiva teórico-literaria, ya que nos permiten
atisbar los fundamentos metodológicos de un enfoque
preocupado por observar cómo las diferencias en los
comportamientos socio-lingüísticos despliegan un
entramada red de cuestiones que abarcan desde las
diferencias biológicas a las asimetrías culturales entre
hombres y mujeres y cómo éstas inciden en la
elaboración y racionalización de las ideologías
culturales3.
marcas de una femineidad textual; y c) literatura
sustentada en una ideología feminista que
pretende subvertir el orden patriarcal, visto como
dominación'. Es inevitable pensar estas dos últimas
instancias como indiscernibles en la práctica, entre
otras cosas, porque sería improbable poder pensar
en una escritura fuertemente sesgada por
ideologemas feministas en períodos históricos donde
la emergencia misma de una mujer escritora es
excepcional -tal el caso de Sor Juana, tan comentado
por su singularidad- es decir, que la excepcionalidad
competiría al hecho mismo de escribir y ocupar así,
un cierto espacio público. Pero, si nos atenemos a lo
Y ahora empiezo a pisar terreno resbaladizo
porque trataré de bordear los interrogantes que me
suscita la posible especificidad de la noción escritura
,femenina como categoría teórica, y el eventual
escándalo que puedo provocar, si digo que, en la
práctica de la crítica feminista, se toma en cuenta al
sujeto empírico, en otras palabras: la tan arcaica y
desprestigiada idea de autor/a4.¿Qué se dice, al decir
escritura ,femenina? Busco nuevamente auxilio en
una crítica destacada en el campo de la teoría literaria,
que actualmente se dedica a la escritura femenina:
me refiero a Susana Reisz. Al respecto, en un intento
de esclarecimiento taxonómico de la cuestión, ella
señala que con esta expresión se alude a por lo menos,
tres instancias: a) literatura hecha "para mujeres" (por
ejemplo, una revista de modas); b) literatura que porte
que Rivarola llama "marcas de feminidad textual",
podríamos pensar que es, precisamente debido al
surgimiento de la práctica crítica feminista, que se
genera un cierto modo de leer. Es así que, por
ejemplo, en la reescritura de pretextos históricamente
distantes, se advierte cómo son leídas
reivindicativamente escrituras o autoras de épocas
precedentes, en una operación que, en otro lugar, he
denominado anacronismo sistemático para referirme
a algunos procedimientos que tienden a "acercar" la
distancia histórica con el fin de provocar
ficcionalmente, el efecto de identificación de los
sujetos de enunciación situados en momentos
distintosh.
Para mencionar brevemente dos ejemplos
diferentes, pero que muestran esta misma operación,
puedo citar Juanamanuela, mucha mujer, de Martha
Mercader, donde se "actualiza" el lenguaje de Juana
Manuela Gorriti, para que provoque la impresión de
una mujer que piensa y siente como una de sus
lectoras contemporáneas. Esta operatoria se hace
posible a partir del Corpus elegido como hipotexto:
el diario íntimo de la escritora argentina
décimonónica. Podría argüirse que el diario y las
memorias, desde el punto de vista de su matriz
genérica, indican precisamente, la situación
discursiva de la mujer en esta época por tratarse de
tipos discursivos intimistas, particularmente sesgados
por la subjetividad, ajenos al mundo social
"importante":la cosa pública. Dos elementos a tomar
en cuenta permiten matizar esta cuestión en el caso
de Gorriti; uno de ellos es que la escritora romántica
publicó también algunos relatos que han sido
considerados por la crítica generalmente como
esbozos de cuentos precariamente estructurados, con
matices tendientes a lo fantástico, otro punto
importante a mi criterio para observar el espacio
donde se instala la mirada de Mercader, es su elección
histórica, no documental ni reconstructiva, sino
deliberada, aunque no explícitamente, política. En
efecto, tomando como registro básico el diario de
Gorriti y con el apoyo de materiales documentales
sobre la vida de la escritora, se construye una
autobiografía ficcional que destaca precisamente
aquellos aspectos donde se manifiesta una vida
femenina poco ajustada a los cánones sociales y
morales de su época: el retrato de una transgresora
avant la lettre.
Mucho más sutil y complejo es el trabajo
escriturario de Libertad Demitrópulos en su novela
Río de las Congojas (1981) con un anclaje discursivo
marcado por el sesgo poético con que se resemantiza
una narración "histórica", en la reescritura de las
crónicas relativas al Río de la Plata, especialmente,
las que se refieren a la fundación de la ciudad de
Santa Fé, los avatares de la lucha con los indígenas y
su posterior abandono cuando los pobladores buscan
una sitio más propicio, lo que exige también el dejar
atrás el lugar donde se ha enterrado a sus muertos.
Como recurrente episodio en el recuerdo de uno de
los personajes-narradores-protagonistas, Blas de
Acuña, aparece una de los trágicos conflictos que
signan las crónicas fundantes de esta parte de
América: la rebelión de los siete jefes, es decir de
los primeros criollos, llamados en su época los "hijos
d e la tierra", los mestizos que se levantan contra el
poderío español y que culmina en su ajusticiamiento.
El recurso de la narración "lírica", inscripto en los
monólogos interiores de los personajes que rememoran,
es la estrategia fundamental para fraguar un personaje
femenino protagónico que actúa con una
autodeterminación impensable en su época y que sin
embargo, resulta plenamente creíble. María Muratore,
signada por un triple condicionarniento: es mestiza,
ilegítima y mujer, al ser expulsada de la casa de quien
fuera su padrino y protector, con quien iba a casarse,
es condenada a vivir en la calle del Pecado, ghetto de
las prostitutas;pese a ello, no ejerce tal oficio. También
opta, más tarde, por no legitimarse mediante un
matrimonio conveniente y prefiere seguir a Garay, de
quien se ha enamorado, aunque ese camino de libre
elección la conduzca a la muerte. Estos rasgos que
apunto someramente, no son lo único notable en este
relato, muy poco transitado por los estudios críticos
dedicados a la producción de la década de los '80 en
Argentina: la alegorización de los desaparecidos por
la dictadura militar y la práctica de una escritura de la
novela llamada "lírica" que, a partir de Virginia Woolf,
es considerada típica de las mujeres, pero hibridada
con una matriz genérica "histórica", género épico y
"masculino" por excelencia, nos hablan del riesgo de
las generalizaciones7.
Genealogías
Nos resultará útil remontamos teóricamente a la
procedencia nocional de la idea de escritura para poder
observar la pertinencia de su uso categorial en el campo
que me ocupa . No intentaré historiar en este espacio
los aportes de Blanchot, Barthes, Demda o Foucault,
lo cual resultaría pretencioso y agobiantepara el lector.
Sí quiero apuntar que esta noción conlleva algunas
asunciones fuertes. Así, lo que se ha dado en llamar
"la muerte del autor", en el sentido de considerar que
es el discurso el que nos atraviesa,nos constituyecomo
sujetos, que todo proceso de escriturallectura(dos fases
no coextensivas de la misma operación) es parte del
fluir de la significancia infinita, que el imaginario
intertextual de la cultura atraviesa a los individuos y
fluye desde y a través del entramado múltiple de la red
de los discursos sociales. Por tanto, no es congruente
con este universo conceptual la idea de sujeto único,
dueño y señor de su discurso en todas sus implicancias:
posicionamientos, ideologemas, poéticas, etc., en una
palabra: aquello atribuible a las intenciones conscientes
del autor en tanto persona empírica. Si pensamos en
las teorizaciones postestructuralistas (dicho esto, con
la ligereza de un englobamiento que no voy a cuestionar
ahora), convocaremos de inmediato, en relación con
la problemática aquí abordada, el nombre de Kristeva,
a partir de cuyas reflexiones, en conjunción con otras
epistemes innovadoras, como es el caso de Foucault,
es que el feminismo habla de la escritura femenina,
intentando, en apropiación teórica de operaciones
críticasreferidas al sujeto, hacer eficaz la idea de género
en literatura.
Ya hemos visto que, si bien en lo teórico, el género
se plantea como categoría político-ideológica no
homologable al sexo, en la práctica crítica, las
feministas prestan atención preferencial a la literatura
escrita por mujeres, con lo cual regresamos a mis
enunciados en pasajes precedentes de este trabajo:
el reingreso escamoteado del sujeto empírico (la
autora) en la noción teórica de escritura. Si
recordamos algunos conceptos elaborados por
Kristeva que, desde mi perspectiva, son sumamente
operativos en el sentido que aquí nos interesa, podría
ir rodeando el problema.
Kristeva, en su ya famoso libro, La révolution du
langage poétique, publicado en 1974, se preocupa
por replantearse la constitución del sujeto del
lenguaje poético, -lenguaje que es una práctica
significante entre otras- con una mirada de
implicancias tanto históricas cuanto políticas, cruzada
por el psicoanálisis lacaniano. El marco de referencia
para su crítica está dado por la fenomenología de
Husserl, para quien el sujeto se piensa en términos
del ego trascendental. En efecto, para el filósofo, es
la conciencia operante a través de la predicación la
que constituye a la vez el ser, el objeto real significado
y el ego en tanto trascendental, denominado tético
(de tesis), que no es el individuo histórico ni la
conciencia pensada en términos lógicos, por cuanto
el sujeto lo es sólo de la predicación, del juicio. Desde
Husserl a Benveniste, pasando por Saussure, la
trayectoria de exploración nocional recomda por
Kristeva la conduce a encontrar un punto común en
concepciones tan diferentes: esto es la consideración
del lenguaje como sistema simbólico y la postulación
de un sujeto unitario. Esta trayectoria común sufre
un quiebre merced a las teorías lacanianas acerca de
la adquisición del lenguaje en el "estadio del espejo",
que implica la radical discontinuidad del sujeto, que
Kristeva retorna para hablar de dos modalidades
coexistentes en todo lenguaje, a las que denomina
simbólica y semiótica. Es en el lenguaje poético
donde aparece con fuerza una energía activa,
heterogénea tanto respecto del sentido cuanto de la
significación, pero cuya operatividad sólo puede
darse a través de la significancia, a su pesar y como
exceso o excrecencia. Es así que esta heterogeneidad
introduce una cuña en la idea misma de sujeto
unitario, ya que la adquisición del sistema simbólico
no puede hacerse sino al costo de relegar lo semiótico,
materno -la chora- al no-lugar del inconsciente.
Escribe Kristeva : "La teoría del sujeto propuesta por
la teoría del inconsciente nos permitirá leer en este
espacio ritmado, sin tesis, sin lugar, el proceso de
constitución de la significancia8".
Habida cuenta, entonces, de esta excedencia
semiótica emergente en el lenguaje poético que, sin
embargo, siempre ostenta un carácter comunicativo
y social, por lo cual está necesariamente ligada a lo
simbólico en el sentido de negación o exceso respecto
de él, debe entenderse semiótico como lo que señala
la marca distintiva, la huella, el índice, la impronta;.
en suma: una distintividad suceptible de articulación
no-determinada. ¿Cómo vincular esta teoría con la
idea de escriturafemenina? Por cuanto esa modalidad
semiótica, la chora, aparecería, en una perspectiva
arqueológica del sujeto, como lo pulsional
organizativo del esquema corporal, la identificación
con lo materno e incestuoso, anterior a la
incorporación
de
lo
simbólico que
antropológicamente instituye a la vez al sujeto, las
relaciones de parentesco y la cultura. Si seguimos la
línea trazada por estas teorizaciones, es evidente que
debemos pensar lo "femenino" o "materno" de la
chora en la escritura como una energía operativa
desestabilizadora del sentido y del sujeto que tiene
en la escritura poética su polo de concentración; ello
no sería, naturalmente, privativo de las escritoras
mujeres, como se evidencia en los poetas que
Kristeva elige para su recorte.
A modo de conclusión
No me atrevo a llamar "conclusiones" a los
esbozos con que podría sintetizar algunos de los
problemas que bordean un campo tan amplio, con la
conciencia de que he recortado apenas algunos
fragmentos de las cuestiones que pueden suscitarse.
Provisionalmente, pienso que en el estado actual de
la reflexión teórica en tomo de la escriturafemenina,
no cabe homologar automáticamente y sin
restricciones tal categoría con la producción de las
escritoras mujeres, como he intentado señalar con
mi lectura de Kristeva: de aceptar sus postulaciones,
la energía de la chora constituye una condición que
deja su huella en aquellos discursos que, como el
poético, tienden a desestabilizar el sistema simbólico
es decir la Ley, o el gran Otro en el sentido de Lacan.
Son concomitantes, por eso, con los momentos de
crisis y renovación de los imaginarios sociales, de
allí su poder "revolucionario", pero tal aptitud está
presente en todo sujeto discursivo, no exclusivamente
en las mujeres. Que esto pueda ser considerado más
operativo para una lectura de las producciones de
las escritoras,por las condiciones histórico-culturales
que como es obvio, persistieron durante largos siglos
-y aún subsisten como diferencias culturales y
sociales que en cada caso habna que deslindar- es
una lectura posible y legítima, propia de
posicionamientos feministas,pero no creo que pueda
ser pasible de una "especificidad" detectable que
permita caracterizar una escritura como femenina o
someterse a una taxonomía de rasgos presuntamente
constitutivos de esa condición.
En tal sentido, algunos de los estudios más
interesantes y que muestran una mirada teórica atenta
a la indagación en profundidad, como es el caso de
Judith Butler, articulan una crítica que lee en los
entresijos de la teoría feminista. En su libro,
significativamente titulado Gender Trouble.
Feminism and the Subversion of Zdentityg, se exponen
de modo contundente algunas inconsistencias de la
teoría kristeviana desde una perspectiva disciplinar
inscripta en los llamados estudios culturales, con un
marcado sesgo de análisis discursivo de la
construcción de la identidad. La autora, luego de
sostener que las postulaciones de Kristeva suscitan
una serie de cuestionamientos tanto políticos cuanto
epistemológicos, escribe estas objeciones:
Su postulación de una multiplicidad corporal y
prediscursiva de energías deviene aún más
problemática cuando descrubrimos que estas
energías maternas son consideradas parte de "un
destino biológico" y son en sí mismas ,
manifestaciones de "una causalidad no simbólica,
no paternal". Esta presimbólica causalidad no
paternal es, para Kristeva, una causalidad maternal
o, más específicamente,una concepción teleológica
del instinto maternal. (89, mía la traducción).
Para sintetizar estas críticas, resumo los
argumentos de Butler. Primeramente, hay una
sospecha respecto de la posibilidad siquiera de captar
tal energía -la de la chora- a partir de las afirmaciones
de la propia Kristeva. En efecto, si, según Kristeva,
todo lenguaje, aún el poético, debe participar del
sistema simbólico en orden a ser comunicable ¿cómo
atribuir sentido a esa energía "anterior" a su
emergencia en el lenguaje? ¿Cómo postular la
existencia de lo no manifestable exterior al dominio
de la ley? El reproche fundamental es que tal
capacidad subversiva de lo semiótico no podna nunca
ser auténticamente transformadora de los patrones
culturales, desde el momento en que lo materno está
ontologizado. Una nueva cita lo podrá esclarecer:
El cuerpo materno en su significación originaria
es considerado por Kristeva como previo a la
significación misma; por ende, es imposible en su
marco teórico considerar a lo materno en tanto
significado, abierto a la variabilidad cultural (91,
mía la traducción).
Lo precedente permite comprender que la
cuestión básica del género, desde esta perspectiva,
se instala en la instancia de la constitución de la
identidad, entendiendo el término en el sentido de
las condiciones culturales de construcción del sujeto,
por cuanto la distinción de sexolgénero, donde el sexo
aparece como lo fáctico, el sustento material, es una
construcción fantasmática. En otras palabras: la
pregunta no debiera ser de qué significado es
portadora la inscripción cultural en el cuerpo, sino
qué aparato cultural organiza el encuentro entre el
cuerpo y su inscripción genérica y, políticamente,
cómo puede intervenirse modificando los rituales
repetitivos de esas inscripciones.
Retomando lo enunciado al comienzo: la
apropiación de la crítica al sujeto puede conducir a
una apona si pretende ceñir una posible taxonomía
de la escritura femenina o de las marcas que la
constituirían.Me parece preferible hablar de estudios
de género y asumir la determinación que desde ese
lugar, tiene la incorporación del sujeto -esta vez,
empírico e histórico- a finde problematizar las
construcciones culturales que generan los
estereotipos en los imaginarios sociales. Para
terminar, cito de nuevo a Susana Reisz, quien no
vacila en titular a su último libro Voces sexuadas.
Género y poesía en Hispanoamérica7, cuando
escribe, refiriéndose a la crítica feminista: "Puesto
que esta actividad reflexiva desde los márgenes -o
desde la entraña de la "otredadM-tiene muchos y muy
distintos focos de irradiación, es fundamentalmente
dialógica y no pone como máximo valor la ausencia
de contradicciones internas....(...)...lo que semejante
actividad puede tener en común con una lógica
"posmoderna" no es la falta de fe sino la falta de
centrismo y de pretensiones universalistas" (46)7.
notas
' Luce Irigaray, Speculum de 1 'autrefemme. París: Minuit, 1974. Traducción española: (1978), Speculum. Espéculo
de la otra mujer. Madrid: Saltés.
El libro de Silvia Tubert, La sexualidadfemenina y su condición imaginaria.Madrid, E1Arquero, SE, es la publicación
de su tesis doctoral. Ofrce una trayectoria de minuiciosa lectura por las teorías psicoanalíticas desde Freud y resulta
sumamente útil para los no especialistas, porque su mirada despliega las etapas de la constitución del sujeto, proceso que
ya implica una construcción imaginaria pero siempre como sujeto sexuado. En este sentido, pone en escena con solvencia
y claridad de exposición las teorías lacanianas y permite observar las contradicciones de las que he hablado más arriba.
Me refiero, por ejemplo, al trabajo de Ma. Jesús Buxó Rey, Antropología de la mujer Lengua, cognición e ideologías
culturales. Madrid: Antrophos, 1995 ,elaborado desde la antropología, amplía considerablemente el enfoque que solemos
tener desde nuestra disciplina. En tal sentido, su punto de partida para estudiar el desarrollo de la adquisición del
lenguaje y las diferencias antroplógicas en los procesos cognitivos incluye la descripción de los procesos neurológicos.
Por otra parte, su modelo es un estudio de campo de etnias no europeas en diferentes estadios culturales a los considerados
"civilizados" que, según su hipótesis, permiten reconstruir el desarrollo de ciertas habilidades distintivas del hombre y
de la mujer a partir de los roles sociales. Asimismo, es muy interesante su recorrida por las formaciones ideológicas que
en diferentes culturas, se atribuyen a ambos sexos.
Me refiero a la apropiación de nociones postestructuralistas, en lo que respecta a las operaciones críticas en tomo
del sujeto. En efecto, el concepto teórico de escritura (Derrida, Barthes, Lacan, Kristeva) como producción de infinita
significancia, implica, por lo menos, poner en tela de juicio la idea tradicional de un autor como dueño y señor de su
discurso, resaltando, por el contrario, cómo el sujeto mismo se construye en la escritura. Ello implica que en estricto
sentido, si se habla de escritura (femenina o no) no debiera tomarse en cuenta al autor empírico.
Susana Reisz, "Hipótesis sobre el tema escritura femenina e hispanidad". Tropelías. Rev. de teoría de la literatura
y literaturas comparadas, 1, 1990.
NO hay hasta el momento, traducción española de La Révolution du langage poétique. Paris: Seuil, 1974, de Julia
Kristeva. La cita del original que me he permitido traducir es: "La théorie du sujet proposée par la théone de l'inconscient
nous permettra de lire dans cet espace rythmé, sans thése, sans position, le proces de constitution de la signifiance" (1,25).
' ES notable cómo Susana Reisz ha evolucionado desde sus primeros libros teóricos, donde se mantenía en un
universo discursivo estrictamente semiótico que ponía de manifiesto su formación lógica, a un discurso crítico mucho
menos académico y riguroso, más ensayístico y de lenguaje explícitamente combativo. Es evidente la influencia del
medio académico norteamericano donde las feministas desarrollan un activismo político militante. Por otra parte, me
pareció interesante citar ese pasaje como remate de esta ponencia, porque se advierte que la crítica argentina pone
énfasis en que la teoría literaria feminista es fruto más de la preocupación por la situación de las mujeres que por una
curiosidad intelectual o la búsqueda de una teoría perfectamente coherente y sistemática. La cita es de su último libro,
Voces sexuadas. Género y poesía en Hispanoamérica. A.E.E.L.H.: Universitat de Lleida, 1996. Serie América, 1. Pese a
la evolución política y discursiva que he señalado, subsiste en Reisz el privilegiado interés por la poesía puesto de
manifiesto en sus primeros libros teóricos.
Para este aspecto de revisión crítica de las teorías escriturarias, puede consultarse especialmente el capítulo
"Subversive bodily acts" del libro de Butler, Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity. New YorkLondon: Routledge, 1990.