http://dx.doi.org/10.4995/ANIAV.2015.1119
F.
Piñeiro,
Uxía.
Artísta
e
Investigadora,
Universidad
de
Vigo,
Departamento
de
Escultura,
Grupo
MODO.
El
tiempo
del
espacio:
el
espacio
del
tiempo.
TIPO
DE
TRABAJO
Comunicación
virtual.
PALABRAS
CLAVE
Tiempo
,
espacio,
transición,
umbral,
realidad.
KEY
WORDS
Time,
space,
transition,
threshold,
reality
.
RESUMEN
La
aventura
transdisciplinar
que
nace
de
la
vertiginosa
expansión
de
las
nuevas
tecnologías,
plantea
modos
inéditos
de
ser
y
estar
en
el
mundo.
Los
interrogantes
acerca
de
cómo
se
presentan
y
representan
los
diferentes
ámbitos
de
lo
que
conocemos
como
realidad
física,
sensorial,
social
o
biológica,
evidencian
la
complejidad
de
superar
el
horizonte
tradicional
de
comprensión
de
la
obra
de
arte;
al
tiempo
que
nos
obliga
a
redefinirla
casi
constantemente,
en
intervalos
temporales
que
van
más
apresuradamente
de
lo
que
podemos
abarcar.
El
tiempo
y
el
espacio
son
conceptos
siempre
circundantes
y
presentes
en
todas
y
cada
una
de
las
transiciones
o
ideas
con
respecto
a
pensar,
expresar
y
representar
la
singularidad
en
todos
los
estadios
evolutivos
de
nuestro
camino.
La
razón,
la
poesía,
la
ciencia
o
la
tecnología,
han
dejado
vestigios
de
la
gran
paradoja
que
envuelve
al
movimiento;
haciendo
que
nos
preguntemos
si
es
acaso
el
espacio
del
vacío,
el
que
podrá
revelar
los
artificios
del
movimiento,
o
si
los
intentos
errados
por
desvelar
el
origen
de
éste,
serán
la
respuesta.
A
fin
de
llegar
a
un
conocimiento
mucho
mas
complejo,
tendremos
que
formar
nuestras
propias
trayectorias,
ya
que
en
lo
referente
al
tiempo
y
al
espacio
del
que
estamos
hablando,
pareciera
que
todo
lo
definido
concluye
y
se
desvanece
por
sí
mismo.
La
legitimidad
de
una
extensa
herencia
filosófica,
científica
o
epistemológica,
queda
sometida
al
diálogo
entre
los
diferentes
lugares
del
conocimiento
y
a
su
interés
por
desarrollar
un
modo
complejo
de
pensar
la
experiencia
humana,
que
recupere
el
asombro
por
el
misterio
de
lo
incierto.
En
la
era
tecnológica,
el
presente
es
una
compilación
de
conceptos
articulados
en
una
extensa
y
desmesurada
malla
intelectual.
El
futuro
sin
embargo,
demanda
poesía
a
la
luz
retrospectiva
del
desafío
digital..
ABSTRACT
The
transdisciplinary
adventure
that
arises
from
the
rapid
expansion
of
new
technologies,
poses
unprecedented
ways
of
being
and
being
there
in
the
world.
The
questions
about
how
they
present
and
represent
the
different
areas
of
what
we
know
as
physical,
sensory,
social
or
biological
reality,
show
the
complexity
horizon
beyond
the
traditional
understanding
of
the
artwork;
while
forcing
us
to
redefine
almost
constantly,
at
time
intervals
ranging
more
hastily
than
we
can
comprehend.
Time
and
space
are
always
surrounding
and
present
in
every
one
of
transitions
or
ideas
about
thinking,
express
and
represent
the
uniqueness
in
all
developmental
stages
of
our
journey
concepts.
The
reason,
poetry,
science
or
technology,
have
left
traces
of
the
great
paradox
that
surrounds
the
movement;
making
us
wonder
if
perhaps
the
vacuum
space,
which
may
reveal
the
artifice
of
motion,
or
if
misguided
attempts
to
uncover
the
origin
of
it,
will
be
the
answer.
In
order
to
reach
a
much
more
complex
knowledge,
we
must
form
our
own
paths
,
since
in
terms
of
time
and
space
we
are
talking
about,
it
seems
that
everything
ends
defined
and
vanishes
by
itself.
The
legitimacy
of
an
extensive
philosophical,
scientific
or
epistemological
heritage,
is
subject
to
dialogue
between
the
different
places
of
knowledge
and
interest
in
developing
a
complex
way
of
thinking
about
human
experience
,
to
recover
the
wonder
of
the
mystery
of
uncertainty.
In
the
technological
age,
this
is
a
compilation
of
concepts
articulated
in
a
vast
and
boundless
intellectual
mesh.
The
future
however,
demand
poetry
to
the
retrospective
light
of
digital
challenge
.
ANIAV
Asociación
Nacional
de
Investigación
en
Artes
Visuales
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4.0)
F.
Piñeiro,
Uxía
El
tiempo
del
espacio:
el
espacio
del
tiempo
II
Congreso
Internacional
de
Investigación
en
Artes
Visuales
ANIAV
2015
http://dx.doi.org/10.4995/ANIAV.2015.1119
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
La
aspiración
de
unir
o
hacer
converger
en
un
mismo
espacio
todas
las
virtualidades
posibles,
constituye
una
de
las
más
complejas
encrucijadas
a
las
que
concurren
la
ciencia,
biología
o
tecnología;
con
el
arte,
la
filosofía
y
la
cultura.
La
fascinación
del
ser
humano
por
el
redescubrimiento
constante,
es
una
declaración
de
intenciones
acerca
de
uno
de
los
puntos
cardinales
de
la
dualidad
existencial:
el
abismo
ontológico
que
separa
materia
y
espíritu;
así
como
de
la
profunda
complejidad
de
la
vida
y
de
la
conducta
humana.
Es
la
necesidad
de
ocupar
un
lugar
la
que
origina
su
búsqueda.
El
espacio
imaginado
o
inventado,
expone
una
manera
de
estar
en
el
mundo
que
va
más
allá
de
lo
irrebatible,
lo
limitado,
del
poder
de
la
repetición
previsible
o
de
lo
determinante
del
tiempo.
El
umbral
existe
para
que
exista
el
espacio,
ambos
términos
son
inseparables
y
el
anhelo
de
su
traspasar,
revisa
la
siempre
presente
idea
de
una-‐otra
dimensión
desconocida.
Un
tema
muy
amplio
que
puede
ser
abordado
de
muchas
maneras
sin
llegar
nunca
a
ser
agotado.
DESARROLLO
Pensar
un
espacio
que
se
manifiesta
por
su
fragilidad,
implica
proyectar
sus
límites
en
el
horizonte
de
la
subjetividad.
En
el
supuesto
de
una
estructura
universal
de
la
conciencia,
ligada
a
un
modo
personal
de
temporalización.
En
el
lugar
de
lo
asombroso,
cada
tránsito
tiene
un
sentido
inminente
en
la
no-‐duración
de
una
fase
de
presencia
que
no
es
presente,
pues,
una
vez
hemos
zarpado
del
espacio
objetivo,
el
mundo
es
un
mapa
infinito;
un
plasma
de
campos
sensibles
sin
referencia
alguna
ni
orientación
posible.
Esto
es,
el
asombro
ante
las
cosas
mismas,
rebasar
los
dictámenes
de
la
conciencia
intencional
y
dejar
que
tiempo
y
espacio
se
vuelvan
1
subjetivos
en
la
otredad .
Buscar
la
esencia
del
mundo
no
es
buscar
lo
que
éste
es
en
idea,
una
vez
reducido
a
tema
de
discurso,
sino
lo
que
es
de
hecho
2
antes
de
toda
tematización
para
nosotros.
El
fundamento
de
todo
descubrir
conlleva
una
unión
con
lo
trascendental;
tras
el
mundo
natural
y
el
mundo
social
se
sitúa
el
que
es
dimensión
de
nuestra
existencia,
el
terreno
a
partir
del
cual
tienen
cabida
nuestras
representaciones
y
nuestro
conocimiento.
Debe
haber
otras
formas
de
ser-‐en-‐el-‐mundo
y
quizá
esta
solo
sea
un
tránsito.
La
experiencia
de
la
otredad
recupera
una
vida
concreta,
que
redescubre
la
figura
del
mundo
en
la
dispersión
de
sus
fragmentos.
El
mundo
compartido
de
la
percepción,
es
aquel
que
damos
por
supuesto
antes
de
cualquier
tipo
de
teorización
y
que
siempre
estamos
tentados
a
olvidar.
El
ser
humano
ha
estado
siempre
pendiente
de
lo
virtual,
y
constantemente,
esta
dimensión
irreal
de
lo
existente
ha
sido
objeto
de
reflexión.
Quizá
la
precursora
de
la
actual
virtualidad
es
la
imaginación,
la
inagotable
metáfora
que
está
en
el
origen
de
la
filosofía
y
el
arte,
y
que
en
cierto
modo,
persiste
en
el
fondo
de
nuestro
pensar
y
existir.
Es
evidente,
que
la
categoría
de
lo
virtual
tiene
un
puesto
central
en
la
estética,
que
ha
ayudado
a
superar
el
horizonte
tradicional
de
comprensión
de
la
obra
de
arte:
la
oposición
arte/naturaleza
o,
en
un
lenguaje
más
actual,
apariencia/realidad.
La
dilatación
del
concepto
de
"lo
real"
que
podría
admitirse
en
el
seno
de
"lo
virtual",
supone
la
histórica
quiebra
del
enfrentamiento
entre
realidad
y
virtualidad.
Ahora
bien,
no
cualquier
virtualidad
tiene
dimensión
ontológica;
esto
ocurre
sólo,
según
Gadamer,
en
la
virtualidad
estética,
cuando
lo
que
se
pretende
es
conciliar
la
relevancia
ontológica
del
arte,
con
el
reconocimiento
de
la
virtualidad
de
la
representación
artística.
La
diferencia
y
contraposición
del
mundo
virtual
del
arte
-‐determinado
como
mundo
de
la
apariencia
-‐
y
el
mundo
real,
se
fundamenta
sobre
el
dominio
del
modelo
de
conocimiento
científico,
y
la
consecuente
desacreditación
de
otros
modos
de
conocimiento,
como
el
estético.
De
modo
que
la
representación
estética,
ni
es
la
copia
aparente
o
virtual
respecto
de
la
supuesta
realidad
verdadera,
ni
es
su
desviación
seductora,
sino
que
tiene
una
vinculación
ontológica
con
ella.
Por
tanto,
la
representación
virtual
estética
no
es
ya
únicamente
representación,
sino
que
pertenece
al
ser
mismo
de
lo
representado.
Asumir
un
rol
activo
en
la
construcción
del
propio
espacio,
sólo
puede
aceptarse
libre
de
la
herencia
metafísica.
Aquí
tal
vez
se
encuentre
la
primera
vuelta
de
tuerca
hacia
un
paradigma
distinto
pues,
la
construcción
no
es
siempre
benigna,
y
de
esta
manera,
siempre
pone
en
riesgo
al
sujeto
y
en
juego
al
espacio
en
que
habita.
Volviendo
a
nuestra
línea,
resulta
interesante
remarcar
las
coincidencias
entre
la
definición
de
realidad,
como
un
elemento
infalible
de
trascendencia,
de
irreductibilidad
-‐nunca
absoluta-‐,
y
lo
real,
que
se
presta
a
una
exploración
infinita,
inagotable;
lo
que
es
para
nuestra
existencia
tanto
un
polo
de
atracción
como
de
repulsión.
La
discusión
reflexiva
acerca
del
espacio
umbral
y
lo
que
éste
genera
por
su
carácter
liminal,
nos
lleva
de
nuevo
a
los
dominios
del
principio
de
inconmensurabilidad
redefinidos
por
Feyerabend.
Por
una
parte,
revisando
algunas
cuestiones
elementales
del
pensamiento
científico,
no
demasiado
conocidas
en
el
contexto
del
pensamiento
artístico,
ni
fácilmente
aceptadas
por
el
de
la
cultura
tradicional
y
las
humanidades.
Por
otra
parte,
articulando
una
serie
de
puntos
de
vista
acerca
de
los
usos
que
el
arte
hace
de
la
ciencia
y
la
tecnología.
Si
bien
es
cierto
que
estas
cuestiones
basadas
en
el
"pluralismo
teórico",
contienen
las
características
1
2
La otredad es aquí, la otra vida. La que nos otorga la posibilidad de ser en la indeterminación del espacio umbral.
Maurice Merleau-Ponty. (1999). Fenomenología de la percepción. Editorial Altaya, Barcelona., p. 15.
ANIAV
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Investigación
en
Artes
Visuales
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F.
Piñeiro,
Uxía
El
tiempo
del
espacio:
el
espacio
del
tiempo
II
Congreso
Internacional
de
Investigación
en
Artes
Visuales
ANIAV
2015
http://dx.doi.org/10.4995/ANIAV.2015.1119
esenciales
de
su
posición
filosófica;
también
es
necesario
decir
que
tal
vez,
ello
nos
ha
conducido
a
los
estándares
actuales
de
lo
virtual,
en
los
que
el
único
principio
universal
que
parece
regir
es:
"todo
es
permitido".
Pero
bajo
esta
aparente
permisibilidad
y
libertad,
atisba
una
uniformidad
teórica
dominante
que
favorece
el
dogmatismo
y
solapa
el
poder
crítico
del
individuo.
En
el
capitalismo
cultural,
la
actividad
humana
y
artística
no
está
dirigida
a
la
producción
de
aquello
que
nos
vincula
a
nosotros
mismos,
tampoco
a
generar
pensamiento,
sino
a
la
construcción
de
subjetividades
y
organización
social.
Pero
el
contenido
del
pensamiento
es
incomparable,
en
el
sentido
de
que
es
inconmensurable,
y
su
traducción
literal,
imposible
y,
a
todas
luces,
innecesaria.
El
ser
humano
no
es
tan
solo
un
teórico
que
construye
suposiciones
explicativas
de
la
realidad,
sino
que
es
también
explorador
de
ésta,
descubridor
de
encrucijadas
en
las
que
confluyen
rutas
que
alumbran
conceptos
nuevos.
El
mundo
se
abre
ante
nosotros
como
posibilidad,
y
nosotros
permanecemos
en
éste
como
constructores
de
nuestra
propia
y
única
realidad.
Tal
vez
sea
una
cuestión
de
alquimia,
ya
que
estamos
preparados
para
querer
ser
precisos,
y
ello
no
es
posible;
no
hay
una
representación
exacta,
sino
una
maravillosa
confusión
caótica.
Todo
concluye
y
todo
recomienza
cosmológicamente.
Traspasar
un
umbral
es
extender
la
libertad,
y
dejarse
descubrir.
Es
el
rechazo
de
criterios
universales
y
tradiciones
rígidas;
perseguir
aproximarse
a
los
secretos
de
la
naturaleza
y
de
uno
mismo;
y
tan
universales
cuestiones,
se
dan
en
los
vínculos
de
áreas
que
a
priori
podrían
parecer
remotas:
ciencia
y
mitología,
religión
y
magia,
arte
y
lógica,
etc.,
que
están
transformando
la
sociedad
y
sus
nociones
de
trabajo,
producción
y
vida
propia.
El
punto
de
partida...
será.
De
esta
manera
nos
dice
el
anteriormente
citado
Merleau-‐Ponty
que
hay
ser,
hay
mundo,
hay
algo
en
el
sentido
más
hondo,
es
decir,
cuando
existe
tan
valiosa
cohesión
entre
los
polos
de
una
pregunta
que
se
prevé
incesante.
He
ahí
-‐en
lo
inagotable-‐
el
origen,
el
núcleo
de
toda
cuestión,
la
exigencia
de
toda
investigación;
pues
la
tentativa
de
considerar
que
en
el
inicio,
el
mundo
se
desvela
como
la
posibilidad
de
emprender
algo
que
signifique,
es
para
el
propio
mundo
y
para
el
que
lo
habita,
el
reconocimiento
de
que
prevalecerá
dicha
pregunta,
pero
también,
de
que
inherente
a
ella,
vivirá
la
resistencia
que
impide
la
proximidad
con
el
propio
espacio.
Parecemos
estar
sometidos
a
una
perpetua
demanda
de
organización
y
acumulación.
Además,
debemos
estar
listos
para
una
pronta
asimilación
de
todo
ello,
sin
perder
el
tan
costosamente
adquirido
equilibrio.
Así
nace
la
resistencia
creativa,
la
obstinación
por
hacerse
preguntas
aún
a
sabiendas
de
que
puede
no
existir
respuesta.
La
capacidad
del
individuo
de
transformar
para
resistir,
o
para
ser
y
existir
como
tal,
subyace
también
de
cuestiones
fundamentales
sobre
el
límite
de
lo
tolerable
o
de
lo
ético,
sobre
la
inestabilidad
de
la
frontera,
sobre
la
noción
de
virtualidad
-‐ya
formulada
por
Deleuze-‐,
la
multitud,
etc.
Y
en
medio
de
tan
complejos
asuntos,
la
clave
del
propio
mundo:
la
autonomía
de
la
creación.
El
espacio
lúcido
que
desaparece
para
luego
re-‐aparecer.
El
Esplendor.
Aquello
que
separa
(libera)
y
entreteje
(reconcilia)
las
diferentes
partes
que
lo
componen,
aquello(aquella)
que
está
allá
(...)
3
al
fin
de
esta
página
y
que
aparece
aquí,
al
disiparse,
al
pronunciarse
en
esta
frase.
Las
indicaciones
necesarias
para
reconquistar
una
y
otra
vez
un
espacio
que
no
es
espacio,
sino
dimensión,
guardan
en
sí
mismas
un
sentido
que
nos
hace
comprender
nuestras
propias
objetivaciones
como
auténticas.
Las
definiremos
pues
como
aquellas
que
nacen
de
aquel
lugar
donde
una
misma
línea,
se
multiplica
en
un
caudal
de
direcciones
simultáneas,
que
quiebran
momentáneamente
su
estado
habitual.
La
experiencia
del
Arte,
constituye
una
apertura
a
una
serie
de
posibilidades
latentes
en
los
materiales
de
partida,
algo
a
lo
que
ya
había
hecho
referencia
el
artista
norteamericano
Dick
Higgins
en
el
seno
de
Fluxus,
cuando
acuña
el
término
intermedia
para
referirse
a
un
tipo
de
obra
artística
que
no
está
determinada
de
antemano
por
el
medio
que
la
conforma,
sino
que
cada
obra
determina
su
propio
medio
y
forma
de
acuerdo
a
su
necesidad.
Un
concepto
artificial
que
surge
de
la
necesidad
de
definir
todo
lo
que
no
cabe
dentro
del
concepto
inicial.
Lo
intermedia
tiene
que
ver
en
general
con
obras
artísticas
que
utilizan
lo
inmaterial
como
vehículo
principal
de
expresión,
que
lo
convierten
en
su
columna
vertebral.
La
mayor
parte
de
estas
obras
utilizan
distintos
lenguajes
artísticos
que
se
entrecruzan
e
interactúan
dándole
una
dimensión
temporal
a
la
experiencia
plástica
y
visual.
El
arte
medial
se
ha
desarrollado
sobre
todo
gracias
a
la
tecnología,
que
le
concede
la
posibilidad
del
cambio,
del
crecimiento
hacia
un
nuevo
lenguaje
sin
perder
el
suyo
propio.
Lo
inmaterial,
inunda
un
nuevo
umbral
que
se
basa
en
sucumbir
a
un
juego
con
reglas
en
constante
evolución.
Tal
vez
la
esperanza
de
subsistir
al
frenesí
de
este
nuevo
espacio,
se
halle
en
el
corazón
de
dicha
actividad,
donde
se
encuentran
ciertos
ingredientes
que
los
participantes
no
quieren
cambiar
bajo
ninguna
circunstancia.
El
núcleo
que
nos
mantiene
adheridos
a
nosotros
mismos;
la
tenacidad
transformada
en
un
elemento
de
historia
externa,
pero
con
características
de
historia
interna.
Pero
para
mantener
este
núcleo,
deben
existir
otros
ingredientes
que
sean
expansibles
o
sujetos
a
cambio.
Sólo
el
individuo
puede
dirigirse
hacia
lo
próximo.
Formarse
una
idea
de
un
estado
de
cosas
más
deseable
y
poner
luego
los
medios
necesarios
para
llevarlo
a
la
realidad.
Sólo
éste
puede
refutar
cualquier
precepto,
manifestarse
o
sublevarse,
con
una
visión
de
un
estado
de
las
cosas
que
"debiera
ser".
Eso
es
lo
que
nos
diferencia
como
pensadores;
la
libertad
y
la
responsabilidad
de
transformar
los
fundamentos
básicos
y
necesarios
de
la
vida
humana.
El
sujeto
se
conforma
así,
como
un
campo
de
experiencias
donde
se
proyecta
el
mundo
por
descubrir.
Un
concepto
que
define
Merleau-‐Ponty
cuando
habla
del
intermundo:
aquel
lugar
que
va
más
allá
de
nuestras
visiones,
ya
que
son
las
instancias
a
las
que
nos
dirigimos
desde
el
comienzo
de
nuestro
vivir.
Los
registros
donde
se
inscribe
lo
que
vemos
para
devenir
allí
3
Octavio Paz. (1997). El mono
gramático.
Editorial.
Galaxia
Gutemberg,
Barcelona,
p.
129.
ANIAV
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Nacional
de
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4.0)
F.
Piñeiro,
Uxía
El
tiempo
del
espacio:
el
espacio
del
tiempo
II
Congreso
Internacional
de
Investigación
en
Artes
Visuales
ANIAV
2015
http://dx.doi.org/10.4995/ANIAV.2015.1119
cosa,
mundo
o
historia.
El
intermundo
como
mundo
percibido,
que
está
más
acá
o
más
allá
de
las
antinomias
sujeto-‐objeto,
visible-‐
invisible
e
interioridad-‐exterioridad.
Las
dualidades
no
resueltas,
como
las
anteriormente
mencionadas,
trazan
un
campo
expandido
que
cobra
fuerza
y
se
multiplica
en
numerosas
manifestaciones,
impulsadas
por
la
misma
voluntad
del
trascender,
del
traspasar.
Así,
más
allá
de
la
filosofía
de
la
visión,
podremos
comprender
que
la
visibilidad
misma
comporta
una
no-‐visibilidad;
o
que
en
el
cruce
de
algunos
conceptos
antagónicos,
se
produce
a
veces
una
reversibilidad.
Un
acontecimiento
cuyo
límite
se
encuentra
cuando
deja
de
existir
una
dicotomía
entre
el
punto
de
partida
y
el
de
llegada.
Pero,
cómo
pronunciarnos
acerca
de
un
espacio
inmaterial;
cómo
definirlo,
abordarlo.
Desde
un
punto
de
vista
fenoménico,
el
espacio
nace
donde
termina
el
cuerpo
del
sujeto.
De
modo
que
uno
de
los
principios
de
base
del
espacio
inmaterial,
es
que
algunas
de
sus
fronteras
dependen
de
las
del
espectador.
Cuando
hablamos
del
umbral
nos
situamos
entre
lo
real
y
lo
visible.
Pero
también
sabemos
que
ambos
conceptos
no
definen
o
delimitan
una
Verdad,
ya
que
están
supeditados
a
ciertos
estados
de
la
materia
que
pueden
o
no
ser
formalmente
físicos
-‐como
el
caso
de
la
luz
o
el
color-‐.
De
modo
que
hemos
de
aceptar
también
como
realidades,
aquellos
estados
potenciales
que
se
desarrollan
o
pueden
desarrollarse
dentro
del
universo
subjetivo.
El
concepto
de
espacio
adquiere
en
el
umbral
otro
matiz:
el
de
mantener
el
sentido
de
lugar
no
exterior
o
físico,
sino
interior;
entendiéndose
esto
como
una
"actitud
interior",
el
fundamento
del
actuar,
la
raíz
de
la
que
emergen
todos
los
actos.
Esta
acepción
cambia
el
enfoque
desde
el
lugar
-‐con
carácter
geográfico-‐
hacia
una
disposición
o
actitud
-‐de
carácter
singular
e
interior-‐,
desde
donde
emergería
hacia
fuera
(sociedad,
cultura.
etc.)
en
forma
de
conductas
o
pensamientos
propios.
En
este
sentido,
se
daría
en
éste
una
segunda
naturaleza
humana
basada
en
la
conquista
reiterada
del
propio
espacio.
Quizá
lo
más
difícil
sea
delimitar
unas
reglas
de
percepción
espacial,
que
abarquen
desde
una
acción
fugaz,
-‐un
instante
inmediato
que
no
se
preocupa
de
su
conservación
en
el
tiempo-‐,
hasta
la
liberación
de
ese
espacio
por
medio
de
la
expansión
incontrolada
de
elementos
que
pertenecen
al
campo
de
lo
inmaterial,
como
la
luz,
el
sonido,
etcétera.
Debido
a
la
vertiginosa
expansión
de
las
nuevas
tecnologías,
estamos
experimentando
una
especie
de
apropiaciones
tecnológicas
de
la
realidad
virtual,
como
si
fuera
un
descubrimiento
de
nuestro
propio
mundo.
Ahora
bien,
también
es
cierto
que
al
margen
del
interés
práctico
que
tiene
hoy
en
día
el
fenómeno
virtual,
la
reflexión
sobre
ello
es
tan
antigua
como
el
propio
individuo,
luego
éste
siempre
ha
producido
virtualidad.
La
naturaleza
fronteriza
del
individuo
lo
obliga
a
vivir
entre
esas
dos
regiones:
con
un
pie
en
la
realidad
y
otro
en
la
virtualidad.
No
hay
ser
humano
que
no
crea
en
la
posibilidad
de
universos
imaginarios.
Las
prácticas
artísticas
contemporáneas,
en
su
desarrollo
ante
las
formas
del
capitalismo
cultural,
apuntan
dirigirse
hacia
el
umbral
de
la
industria
de
la
subjetividad,
donde
las
políticas
de
la
identidad
serán
difusas.
Aunque
inmersos
en
tan
acelerada
velocidad,
lo
único
que
podemos
hacer
es
elucubrar
sobre
ello,
esbozar
las
posibles
consecuencias
y
su
acción
crítica.
El
futuro
del
arte
pasa
por
redefinir
la
función
del
artista
en
el
contexto
de
la
transformación
tecnológica,
de
los
usos
de
la
imagen
y
sus
condiciones
de
recepción
y
experiencia.
El
reto
del
artista
contemporáneo
es
lograr
ser
productor
de
lo
inmaterial
sin
dejar
de
estar
nunca
de
estar
vinculado
al
afecto,
al
sentido,
al
deseo
y
al
significado.
Buen
ejemplo
de
ello
lo
tenemos
en
el
trabajo
de
Olafur
Eliasson
o
Tatsuo
Miyajima,
que
utilizan
la
tecnología
aplicada
al
arte
inmaterial,
como
medio
que
conecta
el
mundo
físico
con
los
temas
mas
trascendentales,
como
vida,
muerte,
y
existencia.
La
presencia
física
de
la
luz
dentro
de
la
obra,
está
destinada
a
completar
una
imagen
final
dónde
el
espectador
es
el
único
cómplice
posible,
ya
que
es
el
único
referente
verdadero
en
la
brecha
abierta
entre
el
objeto
y
su
sombra.
Así,
a
través
de
sus
instalaciones
visuales
e
interactivas,
construyen
espacios
serenos
a
la
par
que
inquietantes,
por
los
que
se
camina
y
en
los
que
se
penetra,
tomando
conciencia
física
del
espacio.
Lugares
que
se
convierten
al
mismo
tiempo,
en
construcciones
reales
que
se
vinculan
con
la
poética
de
los
lugares
arquitectónicos
subjetivos;
éstos
no
son
sólo
un
acto
de
rebeldía
contra
las
leyes
de
la
percepción,
sino
que
además
comunican.
Pero
siempre
estará
presente
la
duda
de
si
el
verdadero
modo
de
entender
el
espacio
inmaterial,
sólo
podría
consistir
en
pasearlo,
dejarse
bañar
por
la
luz
que
lo
inunda,
sentir
el
peso
de
su
contorno;
realizar
la
experiencia
de
traspasar
su
límite.
En
definitiva:
habitarlo.
CONCLUSIONES
No
es
de
extrañar
que
ante
métodos
de
construcción
a
priori
muy
poco
adecuados
para
informar
del
fenómeno
artístico,
sigamos
precisando
de
la
obra
"singular".
Entre
lo
real
y
lo
visible,
descubrimos
cómo
lo
inmaterial
constituye
una
poderosa
herramienta
para
construir
o
alterar
el
espacio,
así
como
para
crear
vínculos
indefinibles
entre
el
espectador
y
la
obra.
Pero
también,
nos
hemos
dado
cuenta
de
que
no
podemos,
ni
queremos
renunciar
a
la
necesidad
de
un
tipo
de
experiencia
estética
autónoma,
que
favorezca
una
contemplación
personal
-‐aurática-‐
difícilmente
extrapolable,
hoy
por
hoy,
a
cualquier
otro
soporte
que
permita
la
reproducción
y
la
exhibición
masiva.
Por
último,
hemos
evidenciado
como
la
ciencia,
la
tecnología
y
el
arte
poseen,
en
su
afinidad,
el
poder
de
la
posibilidad
de
reinventar
una
y
otra
vez
la
propia
y
determinada
realidad.
No
solo
por
contar
con
los
mecanismos
adecuados
para
ello,
sino
por
el
deseo
casi
ontológico,
de
que
todo
debiera
ser
infinitamente
expansivo
y
flexible.
Quizá
sea
entre
lo
virtual
y
lo
real,
donde
se
encuentre
el
sentido
de
un
universo
que
se
niega
a
definirse
como
realidad
efectiva;
ya
que
construir
metáforas
a
partir
de
discordancias
espacio-‐temporales,
colisiona
con
toda
práctica
de
producción
simbólica.
Si
pensamos
el
espacio-‐umbral
como
la
opción
de
interpretación
utópica
donde
todas
las
distancias
son
sugeridas,
no
calculadas;
nos
daremos
cuenta
de
lo
que
subyace
de
la
profundidad
de
lo
fronterizo:
la
irrealidad
del
(propio)
mundo,
el
tiempo
de
la
obra
que
quiere
ser
poema,
para
continuar
un
camino
al
que
no
se
le
puede
poner
punto
y
final.
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