Revista Realidad 115, 2008
El marxismo en tiempos de globalización
Héctor Samour
Departamento de Filosofía
UCA, San Salvador
RESUMEN: A partir de la caída del bloque soviético, se ha hecho
común hablar de la muerte del marxismo. También han contribuido a
consolidar este diagnostico la ideología neoliberal y la difusión de un
clima cultural postmoderno a nivel del
mundo de la vida. Esta sensibilidad postmoderna se expresaría aquí en un “desencanto” con las promesas de liberación
que habían abanderado las tradiciones de
pensamiento crítico.
ABSTRACT: Since the collapse of the
Soviet bloc, it is a commonplace to speak
about the death of Marxism. This perception has also been strengthened by the
Neo-Liberal ideology and a Post-Modern
cultural background. This Post-Modern
sensibility would be expressed as disenchantment with the promises of liberation
that was supported by the traditions of
critical thought.
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esde la caída del bloque
soviético, de la integración
de China en el mercado
capitalista y del fracaso, mediatización o derrota en las décadas pasadas de las luchas anticapitalistas
de inspiración marxista en todo el
mundo, se ha hecho común hablar
no solo de la crisis, sino incluso de
la muerte del marxismo. También
han contribuido a consolidar este
diagnostico la hegemonía socio-política y económica que ha adquirido
la ideología neoliberal en la fase
actual del proceso de globalización
capitalista y la difusión de un clima
cultural postmoderno a nivel del
mundo de la vida, especialmente en
las sociedades occidentales industrializadas y en aquellos segmentos
de población con acceso a un consumo muy por encima de la satisfacción de las necesidades básicas.
Esta sensibilidad postmoderna se
expresaría aquí en un “desencanto”
con las promesas de liberación que
habían abanderado las tradiciones
de pensamiento crítico y en una
depuración de la política de todo
elemento emancipador, despojándola así de cualquier motivación
ético-utópica.1
En consonancia con este fenómeno, en el ámbito académico,
y especialmente en las ciencias
sociales y humanas, se observa el
predominio creciente del postmodernismo filosófico, especialmente
de autores y corrientes neopragmatistas y hermenéuticas, que han
venido a poner en cuestión los
fundamentos teóricos de las gran-
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des narrativas emancipadoras que
emergieron dentro de la matriz de
la modernidad ilustrada, y que han
provocado una revolución epistemológica mediante una crítica radical
a sus nociones constitutivas básicas
como las de fundamentación, criticismo, universalidad o verdad.2 A
un concepto de razón “fuerte”, que
apunta a la verdad, la unidad y la
universalidad, el postmodernismo
opone una “razón débil”, que realza
la heterogeneidad, la diversidad, el
relativismo, el disenso, la paradoja,
el contexto cultural y las tradiciones,
y que en algunas concepciones de
la hermenéutica, sitúa la reflexión
filosófica al borde de su propia
autodisolución, y al pensamiento
más allá de cualquier posibilidad de
fundamentación.3
En este sentido, la crisis del
marxismo hay que verla como
consecuencia directa de la crisis
de la modernidad ilustrada, que se
consolidó como hegemónica en el
pensamiento occidental del siglo
XIX.4 Muchas de las ideas que se
consideraron valiosas y seductoras
en el siglo XIX y buena parte del
siglo XX están hoy puestas en cuestión. Y muchas de las ideas-fuerza
del constructo teórico de Marx, las
ideas más significantes y apasionantes del siglo XIX (progreso, ciencia,
desarrollo progresivo de las fuerzas
productivas, industrialismo, verdad,
felicidad mediante la abundancia)
están hoy en bancarrota. En este
contexto, para hacer un balance crítico del marxismo hay que hacerlo
de una forma racional y construc-
No hay duda que el marxismo,
durante una buena parte del siglo
XX, logró una hegemonía incuestionable no solo en los países que se
llamaban “socialistas” y que vivían
en el área de influencia de la ex
URSS o de China continental, sino
también dentro de los países capitalistas. Esto permitió que el marxismo
se convirtiera en una fuente de pensamiento que impregnó la cultura
occidental, y que incluso influyera
en personas y grupos que se declaraban anticomunistas, haciéndolos
más sensibles a la llamada “cuestión
social”. El marxismo dejó de ser el
sistema de un determinado movimiento o corriente sociopolítica y se
convirtió en uno de los elementos
constitutivos de la modernidad y
en una de las ideologías con mayor
grado de difusión e influencia en
el mundo. Más del 35% de la hu-
manidad, perteneciente a las más
diversas razas y culturas, llegó a
vivir orientada y gobernada por la
ideología marxista y por un régimen
socio-político inspirado o guiado por
el marxismo.
En el caso de El Salvador, el
marxismo ha inspirado importantes
trabajo teóricos, especialmente en el
campo de la economía, la historia y
el análisis socio-político, ha jugado
un papel importante en la concientización entre la clase obrera y –más
aún- en los sectores universitarios y
magisteriales. Pero quizá su mayor
influencia en la marcha histórica del
país fue la constitución, en la década
de los setenta, de las organizaciones
político-militares, que como fenómeno histórico, con independencia del
juicio valorativo que se quiera hacer
en torno a sus errores y aciertos,
contribuyó en forma importante a la
transformación del régimen políticomilitar autoritario, que mantuvo su
hegemonía por casi sesenta años.
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tiva, evitando tanto su veneración
acrítica como su detracción y demonización irracionales.5
1. Marx como economista
E
n el campo de la ciencia económica, Marx es considerado
parte de la gran tradición clásica de la economía política inglesa,
que va desde Petty hasta Ricardo, e
introdujo en el acervo intelectual
de la humanidad —a pesar de sus
ambigüedades— otro concepto
de ciencia, más general y realista
que el del positivismo filosófico,
con una capacidad incomparable
de aprehender y comprender uno
de los resortes fundamentales que
mueven la historia humana. Ciertamente Marx se equivocó en algunas
cosas, pero ese hecho no quita a
sus teorías económicas el carácter
de ciencia, aunque sí es incompatible con una idea del marxismo
como revelación o como dogma
infalible.6
El paradigma económico marxista supera a la economía política
clásica en cuanto llega al fondo de
El marxismo en tiempos de globalización
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la cuestión del plusvalor —que ya
aquélla plantea, pero no resuelve—
y formula y zanja el problema de
la distribución. La supera también
en cuanto descubre el dinamismo
de las crisis que caracterizan el
desarrollo capitalista, explicando
cabalmente la tendencia a la baja
de la tasa de ganancia, que fue otro
tema que preocupó a los clásicos.
Según Schumpeter7, Marx no solo
adoptó el análisis de los clásicos,
sino que partió de su visión, pero
de una visión más pesimista, que
contiene ya el conflicto en una
sociedad de clases (lucha de clases), las tendencias autodestructivas
del sistema y los costos sociales y
humanos del desarrollo capitalista.
Esto se explica porque Marx tenía
otra perspectiva, que permite corregir la visión de los clásicos: no se
trata de prescribir políticas que faciliten al sistema capitalista funcionar
más eficientemente, sino ayudar al
proletariado a transformar el sistema
de relaciones.
lor le sirven para demostrar que la
clase obrera será siempre explotada
mientras no hay un cambio radical
en las relaciones de propiedad de
los medios de producción. Y al ser
la fuerza de trabajo una mercancía
que con el uso produce más valor
que el suyo propio, mientras la
clase obrera tenga que enajenar su
fuerza de trabajo a los propietarios
de los medios de producción, por
más justos, equitativos y legales que
sean los intercambios entre las dos
clases, siempre la una explotará a
la otra. La explotación es esencial
y necesaria en el capitalismo. Por
otra parte, Marx veía que las ineficiencias sociales del capitalismo,
sus crisis periódicas de subconsumo
y desempleo, eran algo inherente
al sistema que manifestaba la irracionalidad fundamental de dejar
al afán de lucro de unos pocos
la inmensa tarea de histórica de
asegurar la satisfacción plena de
las necesidades materiales de la
humanidad.8
Hay que recordar que Marx
llega a la economía desde la lucha
política para tratar de iluminar el
camino de una revolución social,
bajo la convicción de que el sistema capitalista es esencialmente
injusto y que, por eso mismo, engendra las condiciones de su propia
destrucción. El análisis económico,
en cuanto tal, tiene que servir para
descubrir y mostrar en concreto
los mecanismos y tendencias que
mueven al sistema y le empujan a
su superación (aufhebung). La teoría
del valor y la formación del plusva-
Hay que destacar que Marx
pretendió principalmente hacer una
“crítica de la economía política”,
es decir, proponer una explicación
alternativa del sistema de leyes que
regían el capitalismo de su época.
Sus principales escritos no van más
allá y contienen pocos elementos
para analizar los problemas y organizar las instituciones en la construcción de un sistema alternativo.
Las teorías económicas marxistas
sobre la transición al socialismo
fueron desarrolladas por seguidores
y discípulos de Marx, y no forman
El marxismo en tiempos de globalización
También se ha señalado que
Marx se equivocó en predicciones
concretas, como por ejemplo, el
hecho que la revolución socialista
no estallara en los países donde el
capitalismo estaba más avanzado;
que el proletariado europeo y norteamericano no se haya quedado
desempleado ni sumido en la miseria, sino que, al contrario, haya ido
elevando gradualmente su nivel de
vida hasta niveles insospechados;
la capacidad del capitalismo para
adaptarse y superar sus crisis, sin
que se haya producido hasta ahora
una crisis económica final del sistema. Sin embargo, hay que aclarar
que estas predicciones que han
resultado falsas no se encuentran
en la obra económica madura de
Marx, sino solamente en algunos
textos relativamente tempranos,
como el muy conocido Manifiesto
comunista.
En El capital, Marx prevé solamente una depauperización relativa
frente a la creciente concentración
y centralización del capital, y solamente una depauperización absoluta en el caso del desempleo.9 Esto
es lo que parece seguirse coherentemente de la teoría de la plusvalía,
que constituye el núcleo teórico
del que se derivan sus predicciones
empíricas sobre el desenvolvimiento
del capitalismo. La tesis del derrumbe inminente del capitalismo o de
que el capitalismo está abocado
inexorablemente a una crisis final
no resulta fácil deducirla de la teoría económica de Marx, como lo ha
demostrado Schumpeter, y se puede
sostener, por tanto, que es una tesis
independiente del núcleo de su teoría, de tal modo que su refutación
práctica no equivale a una refutación de la teoría de la plusvalía.10
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parte de su herencia intelectual.
Esto significa que los errores y fracasos de las economías de los países
socialistas, basadas en una economía centralmente planificada, no
pueden ser utilizados para supuestamente comprobar lo equivocado y
erróneo de los análisis económicos
de Marx.
Es conveniente destacar aquí
que una las predicciones fundamentales de Marx es la que se refiere al carácter constitutivamente
expansivo del capitalismo, debido
sobre todo a la elevación de la
composición orgánica del capital
y a la caída tendencial de la tasa
general de beneficio en las regiones
económicamente avanzadas, lo cual
provoca el traslado de capitales hacia zonas geográficas donde la tasa
de explotación es más elevada o
donde la composición orgánica del
capital es inferior.11 Un resultado
inevitable de esta expansión de los
capitales hacia las zonas denominadas eufemísticamente “en vías de
desarrollo” o “emergentes” consiste,
precisamente, en lo que Marx llama centralización de los capitales:
“Cada capitalista hiere mortalmente
a muchos otros” y se “desarrollan a
escala cada vez más amplia la forma cooperativa del proceso laboral,
la aplicación tecnológica consciente
de la ciencia, la explotación colectiva planificada del planeta” y la
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“absorción de todos los pueblos en
la red del mercado mundial y con
ello el carácter internacional del
régimen capitalista”.12 Lo que se ha
dado en llamar hoy globalización es
ciertamente un proceso complejo
que envuelve dimensiones no solo
económicas, sino también políticas, culturales e ideológicas. Sin
embargo, desde un punto de vista
económico, resulta perfectamente
inteligible a partir de la lógica constitutivamente expansiva del sistema
capitalista.
En esta línea, Wallerstein refiriéndose a la tesis marxiana de la
pauperización y la polarización
crecientes, señala que donde hoy
muestra más su actualidad es justamente en el análisis de la economía-mundo capitalista.13 Los países
ricos occidentales forman parte de
esta economía-mundo, y es dentro de ésta donde tienen lugar los
procesos descritos por Marx. Desde
esta perspectiva global, lo que se
observa en la economía-mundo es
una pauperización constante, que
no es solo relativa sino también
absoluta, como lo demuestra la creciente incapacidad de las zonas periféricas, especialmente la periferia
africana, para alimentar adecuada y
suficientemente a sus poblaciones.
Pero, además, la observación acerca
de la elevación del salario real de la
clase trabajadora de los países ricos
está distorsionada por una perspectiva demasiado estrecha. Estos países
(original y principalmente Estados
Unidos, pero hoy todos ellos) son
países de inmigración, que reciben
70
El marxismo en tiempos de globalización
flujos constantes de inmigrantes
de las zonas periféricas, y esos inmigrantes no son precisamente los
beneficiarios de los salarios reales
en ascenso, sino la “clase trabajadora” formada por los grupos locales étnicamente dominantes. Los
estratos más bajos están formados
por esos inmigrantes, para quienes
la polarización económica y social
sigue siendo una realidad. Los datos
muestran que la proporción de la
población mundial que se pauperiza es cada vez mayor. No viven
de sus propiedades ni de sus rentas,
sino de sus exiguos ingresos que
derivan de su actual inserción en
los procesos económicos reales del
capitalismo en el mundo.
Aparte de los ideólogos neoliberales y de sus epígonos de menor
categoría, son pocos los intelectuales serios que hoy ponen en duda
el valor explicativo de la teoría
marxista de los fenómenos globales
del capitalismo. Cualesquiera que
sean sus defectos y limitaciones, el
marxismo pone al descubierto las
estructuras y los dinamismos que
causan la miseria, la desigualdad,
las crisis, las guerras en un mundo
dominado por el capitalismo. El
punto básico de atracción del marxismo para los intelectuales es que
es más heurístico, esto es, tiene un
mayor potencial explicativo de los
mecanismos largos y profundos que
determinan la macroeconomía y,
por consiguiente, la microeconomía
capitalista. Incluso muchos economistas formados en la llamada “síntesis neo-clásica” han encontrado en
Ciertamente el marxismo no
ofrece fórmulas para hacer funcionar y perfeccionar el sistema capitalista, pero ofrece conocimientos
que pueden ilustrar, por ejemplo,
a un político de derecha sobre las
posibilidades de éxito o fracaso de
una determinada política. Por eso
la socialdemocracia, que tomó conciencia de los defectos del capitalismo apuntados por Marx, tuvo que
recurrir a Keynes para formular sus
políticas de reforma del sistema capitalista. Y un político o economista
latinoamericano, que se mueve en
una sociedad capitalista, ciertamente no puede prescindir de la ciencia
económica generada por el sistema,
pero necesita del análisis económico marxista para comprender
los marcos amplios y las corrientes
profundas, es decir, las cuestiones
esenciales sobre la naturaleza y la
evolución del sistema.
En resumen, las contribuciones del marxismo siguen siendo
una perspectiva de análisis, fuente
de una visión de totalidad y de
interpretación de las dinámicas
expansivas de la mercantilización
progresiva de todas las esferas de
la vida, sin la cual difícilmente
podríamos comprender la sociedad
capitalista contemporánea y las
tendencias hegemónicas de la globalización neoliberal. Sin embargo,
esto no obsta para explorar algunos
nudos o problemas presentes en el
pensamiento marxista y que dieron
lugar a una serie de discusiones y
aporías en la teoría y la práctica
de los diferentes marxismos que se
desarrollaron en el siglo XX.
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los escritos económicos de Marx un
camino de respuesta al interrogante
básico sobre los enormes costos
humanos y sociales del espectacular desarrollo del capitalismo en el
mundo y sobre los graves problemas
que nos depara el futuro.
2. Los nudos problemáticos del marxismo
P
recisamente por la búsqueda de herramientas teóricas que nos permitan dar
cuenta de los problemas que
hoy confrontamos en la búsque
da de una nueva civilización más
equitativa, democrática y ambientalmente sustentable, se hace necesaria una crítica al marxismo a partir
de los debates epistemológicos y
políticos actuales, y de los problemas y retos que hoy confrontamos.
Solo así estaremos en situación de
recuperar, reformular, enriquecer
y transformar aquellos aportes del
marxismo que puede ser insumos
valiosos para configurar instrumentos teóricos y políticos críticos y
transformadores, y dejar atrás todas
aquellas formulaciones, propuestas
y perspectivas que están inevitablemente enraizadas en la matriz de la
modernidad eurocéntrica, que hoy
está en crisis.
Marx construye su elaboración
teórica apelando preponderamente
El marxismo en tiempos de globalización
71
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a tres fuentes de fundamentación: el
socialismo utópico francés, la economía política inglesa y la filosofía
clásica alemana (especialmente a
través de Hegel). Gorz14 matiza esta
cuestión de las influencias de Marx
afirmando que en la teoría marxista
confluyen tres corrientes dominantes del pensamiento occidental de
la época de la burguesía triunfante:
el cristianismo, el hegelianismo y el
cientificismo. Como quiera que sea,
estos tres modelos de explicación
de lo real coexisten incómodamente
en el seno de su pensamiento. Sin
embargo, la concreción del sistema
de interpretación del mundo de
Marx se da en una primera instancia
sobre una base filosófica. Las proposiciones de Marx están sustentadas
en su filosofía de la historia, la cual
le debe mucho a Hegel.
Esto se puede ver claramente
cuando se analiza ese aspecto tan
central en la obra de Marx como es
la tesis del carácter revolucionario
del proletariado-clase-portadora del
futuro. Marx acepta la visión hegeliana de la historia como progreso
ascendente pero despoja al espíritu
absoluto de su carácter de protagonista de la historia para dárselo al
ser humano genérico. La filosofía
hegeliana es para él una falsa conciencia, y el nuevo motor de la historia es la lucha de clases, fruto del
progreso que ha llevado a la agudización de los conflictos sociales y a
la polarización de la sociedad entre
burguesía y proletariado. El proletariado es el nuevo sujeto revolucionario, que solo necesita ser “ilus-
72
El marxismo en tiempos de globalización
trado” por una teoría que le haga
comprender la realidad. Esta teoría
es precisamente la marxiana, que se
presenta como expresión teórica de
la “conciencia del proletariado” y se
espera que de la convergencia del
proceso productivo y de la toma de
conciencia se llegue a la revolución
proletaria. El punto es que, para el
joven Marx, no es la existencia del
proletariado revolucionario lo que
justifica su teoría. Es, por el contrario, su filosofía de la historia lo que
le permite predecir la aparición de
un proletariado revolucionario y establecer su necesidad. La primacía
le pertenece aquí a la filosofía y no
a la realidad. “Las armas de que se
sirvió la burguesía para derribar al
feudalismo se vuelven ahora contra
ella. Por que la burguesía no ha
forjado solamente las armas que
deben darle muerte, sino también
los hombres que empuñarán esas
armas: los obreros modernos, los
proletarios”.15
Las proposiciones fundamentales del sistema teórico desarrollado
por Marx (su concepción de la
historia y su sentido, el papel de
las clases en la historia, el papel
del proletariado, el derrumbe del
capitalismo, el papel de las fuerzas
productivas en el desarrollo histórico, el advenimiento de la sociedad
sin clases, etc.) son proposiciones
que se encuentran ya desarrolladas
en las obras tempranas de Marx
como Ideología alemana (1845), La
sagrada familia (1845), Miseria de la
filosofía (1847), Manifiesto del Partido Comunista (1848). El hecho de
La multiplicidad de interpretaciones y desarrollos históricos,
la variedad de marxismos tiene su
raíz no solo en la diversidad de
fundamentaciones epistemológicas que confluyen en Marx, sino
también en la forma en que esta
diversidad se expresa, y que da
pie a tensiones existentes entre las
formulaciones de Marx en relación
con problemas teóricos y políticos
centrales planteados en su obra.16.
Es tal complejidad presente en la
obra marxiana que ha sido posible
construir interpretaciones diferentes
(y a veces radicalmente opuestas)
de sus principales proposiciones
teóricas, apelando en cada caso a
la selección de determinados textos
(y suprimiendo otros). Entre estas
tensiones o ambigüedades, las más
significativas son las siguientes.
En primer lugar, la tensión no
resuelta entre necesidad y libertad,
entre determinismo y voluntarismo.
Por un lado, los seres humanos en la
sociedad capitalista aparecen como
producto inexorable de las leyes del
movimiento del capital; incluso sus
opiniones, sus gustos, son dictados
por estas leyes. Y, sin embargo, el
ser humano es capaz de actuar
conscientemente para transformar
sus circunstancias y alcanzar su
libertad. En segundo lugar, en Marx
encontramos una crítica radical, así
como una admiración sin límite,
de las fuerzas productivas desarrolladas por la burguesía en la sociedad capitalista. En tercer lugar, la
obra marxiana contiene desde una
epistemología centrada en el ser
humano y en la praxis, en la que la
acción social es el fundamento del
conocimiento, hasta proposiciones
que sirven de base para el realismo
epistemológico y la teoría del reflejo
desarrolladas por Engels y Lenin.
Revista Realidad 115, 2008
que Marx dedicara la mayor parte
de su esfuerzo intelectual posterior
a demostrar científicamente esas
tesis principales tiene que ver con el
predominio del cientificismo en el
clima intelectual europeo occidental de la segunda parte del siglo XIX.
Era tal el predominio del paradigma
cuantitativo de las ciencias naturales
en ese ambiente intelectual, que resultaba casi obligado demostrar que
las tesis que se defendían no eran
meras opiniones o especulaciones
filosóficas, sino proposiciones científicas respaldadas por una amplia
documentación empírica. Pero para
Marx no se trataba solo de divulgar
sus tesis políticas o filosóficas bajo
una forma científica, sino que estaba firmemente convencido del carácter científico de su trabajo. Creía
haber documentado, constatado,
demostrado científicamente la validez de las tesis que formulara por
primera vez muchos años antes.
Finalmente, en Marx se encuentra un rechazo al idealismo con dos
implicaciones diferentes. Por un
lado, está el rechazo al idealismo
como unilateral, por dar preeminencia en la explicación histórica a
los factores ideológicos e ignorar la
importancia de los factores materiales. Por otra parte, está el rechazo al
idealismo a través de la afirmación
de su contrario, la prioridad abso-
El marxismo en tiempos de globalización
73
Revista Realidad 115, 2008
luta y permanente de los factores
materiales sobre todo lo demás, que
dará paso al determinismo económico o economicismo. Éste, por cierto,
no recorre de ninguna manera toda
la obra de Marx, pero dio lugar a
un largo debate en el marxismo
posterior en torno al papel de las
denominadas “superestructuras”
ideológicas, jurídicas y políticas en
el proceso histórico y en el cambio
social.
El marxismo, a partir de la obra
del propio Marx, no solo no ha
dado una respuesta clara y contundente a estas dicotomías vinculadas
a los principales problemas filosóficos, teóricos y políticos de su propia
tradición, sino que los ha incorporado en gran medida. Las polémicas
en torno a estas dificultades no se
han dado solo en el debate con las
posiciones no marxistas, sino al interior del propio marxismo. Veamos
algunas de ellas.
2.1 El marxismo como teoría
crítica y como ciencia de la historia
En primer lugar, están las implicaciones de la tensión entre el
marxismo como crítica transformadora de la sociedad capitalista y el
marxismo como ciencia positiva.
La crítica a la sociedad capitalista
pasa necesariamente por la crítica
a sus formas de conocimiento. Lo
que busca Marx con su crítica a
la economía política es precisamente criticar el conocimiento de
la sociedad burguesa en cuanto
ideologizador y legitimador de las
74
El marxismo en tiempos de globalización
relaciones de dominación en dicha
sociedad. Sin embargo, el propio
Marx no logra superar la tensión
entre la crítica al conocimiento de
la sociedad capitalista y la construcción de un corpus científico a
partir de modelos epistemológicos
y criterios de cientificidad propios
de la sociedad capitalista. Esta vertiente epistemológica cientificista,
ya presente en Marx, será la base
de todo el dispositivo teórico de lo
que se denominó socialismo científico, que incorporó sin reticencias
el modelo de ciencia característico
del positivismo, y que desembocó,
por ejemplo, en la burda contraposición entre ciencia burguesa y
ciencia proletaria abanderada por la
Academia de Ciencias de la URSS,
y que puede ser ejemplificada en
las aporías de lo que fue la biología
“proletaria” de Lysenko.17
Pero la versión más radicalizada del marxismo como ciencia se
encuentra en la teoría leninista de
la verdad, elocuentemente expuesta
por Lenin en su Materialismo y empiriocriticismo.18 En esta obra, Lenin
sostiene ingenuamente la existencia
de la materia como una realidad
objetiva independiente y separada
del sujeto, la cual puede ser “copiada, fotografiada y reflejada por los
sentidos”. Sobre esta tesis, sostiene
la posibilidad de conocer la verdad
absoluta mediante el avance del conocimiento científico. El marxismo,
en cuanto única ciencia del conocimiento objetivo de la sociedad
y de la historia, nos garantiza ese
acceso hacia la verdad objetiva. A
Ya sabemos las consecuencias
funestas que tuvieron estas tesis en
el desarrollo sociopolítico, cultural
y económico de la ex URSS y en
los países bajo su órbita: la negación práctica de la idea misma
de política, la conformación de
unas relaciones autoritarias con los
propios trabajadores, a los cuales
había que conducir sobre la base
de la verdad histórica, el destierro
de los opositores y el genocidio de
amplios sectores de población, que
se llegaron a contar por millones.
La apelación a la verdad por parte
del Estado socialista y del Partido
Comunista que radicalizó el pensamiento tecnocrático cientificista
liberal, se constituyó en el fundamento epistemológico legitimador
del burocratismo y el totalitarismo
de las sociedades del llamado “socialismo real”, tal y como lo mostró
brillantemente Marcuse en El marxismo soviético.19
Las lacras del socialismo “realmente existente”, las cuales acabaron provocando su hundimiento, no
fueron meros accidentes acaecidos
extrínsecamente a ese proyecto,
sino que constituían elementos intrínsecos a la naturaleza del mismo.
La burocratización, por ejemplo,
no fue un mero resultado de equivocaciones humanas corregibles
con un poco de concientización,
adoctrinamiento ético-político y
buena voluntad. Si se elimina totalmente el mercado y la actividad
económica pasa a ser regida por
una instancia planificadora central,
es obvio que la instancia encargada
de elaborar y ejecutar los planes
adquiere un poder casi absoluto,
que necesariamente se manifestará
en todas las dimensiones políticas
y culturales de la sociedad. Si toda
la actividad económica está dirigida centralmente, es difícil, por
ejemplo, que pueda darse el marco
adecuado para la vigencia efectiva
de las libertades civiles y los derechos políticos de las personas y los
grupos sociales. Y algo similar se
puede decir de la ineficiencia socioeconómica y de la incapacidad de
innovación tecnológica que mostró
en su balance final el “socialismo”
soviético a lo largo de sus setenta
años de existencia.20
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partir de ello, Lenin saca sus conclusiones políticas: si la marcha de
la historia se da de acuerdo con las
leyes objetivas, cuya naturaleza y
esencia pueden ser conocidas objetivamente solo por el marxismo,
toda acción política que se fundamente en la verdad del marxismo
será una acción política orientada
en la dirección de la historia y
estará justificada por ello. El descubrimiento del sentido profundo
de las leyes de la historia, la verdad
absoluta, es posible, pero solo para
aquellos cuya posición en las relaciones de producción capitalista les
otorga una visión epistemológica
privilegiada que les da acceso a la
verdad; esto es, el proletariado de la
sociedad capitalista y, en particular,
su vanguardia organizada en partido
revolucionario.
Ahora bien, esta evaluación
del fracaso del proyecto comunista
El marxismo en tiempos de globalización
75
Revista Realidad 115, 2008
76
soviético no significa que pretenda
reivindicar acríticamente el modelo
socialdemócrata, que buscó en un
principio corregir las disfuncionalidades del mercado a través de
una intervención pública atenta a
las demandas de los ciudadanos
y compensadora de las patologías
sociales más agudas de las sociedades capitalistas, bajo el supuesto
de que lo único que la izquierda
podía hacer era introducir reformas
en las sociedades capitalistas que
paliaran sus aspectos más antisolidarios. Después de la llamada
“crisis del Estado de Bienestar”, a
partir de la década de los setenta,
la socialdemocracia contemporánea
se ha ido acercando cada vez más
al modelo neoliberal dominante,
y se compromete ahora con un
Estado más orientado a mitigar las
tensiones entre las distintas fuerzas
sociales y los distintos intereses, que
a cuestionar la legitimidad de dichas
fuerzas y la distribución asimétrica
del poder y de la riqueza. Para ello
invoca la necesidad de restituir las
responsabilidades a los ciudadanos
o a reconstruir la “sociedad civil”,
una invocación que en la práctica
equivale a desregulaciones, a la privatización de los servicios públicos
o la flexibilización de los mercados
laborales. Se da así un cambio de
perspectiva: hoy no se trata de que
los cambios no sean posibles, sino
que simplemente no se consideran
deseables. Las políticas sociales de
bienestar no se abandonan por imposibles, sino porque se juzgan condenables, porque no son “justas”. La
“tercera vía” que formuló Giddens y
El marxismo en tiempos de globalización
que inspiró y pretendió promover el
gobierno de Tony Blair en Inglaterra,
es la muestra más palmaria de ese
cambio de perspectiva socialdemócrata y de su alineamiento, en la
práctica, con el neoliberalismo.
Las insuficiencias de los diversos proyectos socialistas que se
promovieron en el siglo pasado
como soluciones reales a los problemas globales de la humanidad
obligan a buscar en la actualidad
otro tipo de estrategia. Una estrategia que debe estar centrada en
ser real y efectivamente una alternativa viable al sistema capitalista,
eliminando la pobreza y frenando
la destrucción ecológica del planeta. No es el objeto principal de
este artículo discutir y analizar las
distintas propuestas de “socialismo
efectivo”, “socialismo de mercado”
o de “socialismo “factible” que se
han ido presentando en los últimos años, pero basta con señalar
que estos proyectos se diferencian
esencialmente del socialismo de
planificación centralizada y también
de la socialdemocracia (Véanse, por
ejemplo, las propuestas de Cohen,
Roemer, Philips y Scheweickart)21.
Estos modelos buscan responder
no solo a las lacras del capitalismo,
sino también a las lacras del llamado socialismo real, y por ello promueven estrategias económicas que
en teoría serían más compatibles
con una vida sociopolítica auténticamente democrática, con una real
equidad en las relaciones sociales,
con una mayor eficiencia en el empleo de los recursos y con un mayor
respeto del medio ambiente.
En segundo lugar, en Marx hay
dos visiones contradictorias de las
fuerzas productivas. En unos textos,
como es el caso de los Grundrisse22
y del Capítulo VI (inédito) de El capital23, se hace una valiosa indagación
del carácter histórico socialmente
condicionado de la ciencia y de la
tecnología en la sociedad capitalista. Se analiza la tecnología capitalista como respuesta a las exigencias
no solo económicas, sino igualmente políticas, de la burguesía, y se la
caracteriza, en consecuencia, no
solo como instrumento de valorización del capital y de control y
dominio sobre la naturaleza, sino
también como un dispositivo político del proceso de concentración del
capital y de la desvalorización de la
fuerza de trabajo. La tecnología es,
en este sentido, el producto de las
exigencias de una sociedad jerárquica, y no democrática, que tiene
en su estructura tecnológica un medio para reproducir sus relaciones
de dominación y de explotación.
Ser consecuente con esta posición
implicaría asumir que de ninguna
manera puede pensarse la tecnología de la sociedad capitalista como
base material para una sociedad
democrática y socialista. Se trata
de una crítica aguda que aparece a
menudo en los debates marxistas,
y que fue puesta en el tapete de la
discusión por primera vez por los
teóricos de la Escuela de Francfort
(Horkheimer, Adorno y Marcuse).
Sin embargo, no es esta la visión de la tecnología que terminó
por convertirse en hegemónica en
el pensamiento del propio Marx,
por lo menos en la visión de la tecnología de sus textos considerados
más acabados, más científicos. En
esta línea el marxismo científico
comparte los valores del progreso y
la confianza infinita en las potencialidades beneficiosas del desarrollo
de las fuerzas productivas, característicos del contexto cultural-intelectual europeo del siglo XIX. Se ve
a la tecnología como políticamente
neutra, y se considera que las bases
tecnológicas del capitalismo avanzado y del socialismo son similares.
De aquí que el marxismo comparta
con el imaginario liberal la posibilidad de un crecimiento ilimitado y
de la felicidad y la libertad humanas sobre la base de la abundancia
material siempre ascendente.24 El
marxismo científico asume desde
esta perspectiva el dualismo radical
entre historia (cultura) y naturaleza
propia del pensamiento eurocéntrico, y concibe a la naturaleza externa como un objeto a ser controlado
y manipulado sin limitación alguna.
Esto es algo que constituye en el
denominado marxismo científico, y
en la mayor parte del marxismo del
siglo XX, una aporía fundamental en
relación con el carácter político de
la tecnología y con la inviabilidad
ambiental del modelo industrialista
basado en la explotación cada vez
mayor de los recursos naturales.
Revista Realidad 115, 2008
2.2. Las ambigüedades en torno
al desarrollo científico-técnico
En el proyecto socialista de
Marx, la sociedad comunista se
concibe como una sociedad de la
abundancia en la que no habría
El marxismo en tiempos de globalización
77
Revista Realidad 115, 2008
ningún límite al despliegue de las
necesidades y capacidades humanas, y en la que quedarían desactivadas las tensiones antisolidarias
por la misma fuerza de la abundancia que, al satisfacer permanente
y suficientemente las necesidades
y los deseos, neutralizaría las tendencias más egoístas y mezquinas
de los individuos. Pero la abundancia también está presupuesta
en otra consecuencia referida al
proyecto socialista marxiano: la
despreocupación acerca de cómo
se organizaría la vida colectiva en la
sociedad comunista. En condiciones
de abundancia, buena parte de los
problemas de justicia distributiva
desaparecen. En otras palabras, si
no existen problemas de escasez y
cualquier puede satisfacer cualquier
deseo, incluido el de no trabajar25,
no hay demandas competitivas, no
hay que establecer prioridades entre
requerimientos. En esas condiciones
es razonable que no aparezca la
preocupación por la forma como
se concretaría institucionalmente la
sociedad comunista. Así, la hipótesis
de la abundancia juega un papel
central en el proyecto de sociedad
comunista de Marx. Pero apenas es
necesario recordar que esa hipótesis
se ha revelado falsa, que hoy sabemos que cualquier proyecto social
queda descalificado si soslaya que
vivimos en un planeta con recursos
limitados.
La escasez de los recursos
planetarios también brinda razones
poderosas para condenar el capitalismo: un modelo social basado
78
El marxismo en tiempos de globalización
en el desarrollo sistemático de los
medios de producir y cimentado en
la dispersión de decisiones, en la
incapacidad para detener su propia
dinámica, expansiva y creadora pero
también destructora, se muestra irrevocablemente abocado a expoliar el
planeta, esto es, a constituirse en un
herencia insostenible para las futuras
generaciones de la humanidad.26
2.3. Marxismo y eurocentrismo
En tercer lugar, hay que referirnos a la filosofía de la historia del
marxismo en la medida que asume
un metarrelato de historia universal
de carácter nítidamente eurocéntrico.27 La sucesión histórica de modos
de producción (sociedad sin clases,
sociedad esclavista, sociedad feudal, sociedad capitalista, sociedad
socialista) refleja un esquema de
historia universal, a partir de su
interpretación de la historia particular europea. Desde la óptica de
este metarrelato, la visión de “los
otros”, de todas las experiencias de
la humanidad, se manifiesta con
toda claridad en algunos textos
paradigmáticos de Marx sobre la
India28 y de Engels sobre América
Latina. Así, por ejemplo, Engels
escribió: “En América hemos presenciado la conquista de México
(por Estados Unidos), la que nos ha
complacido… Es de interés de su
propio desarrollo que México estará
en el futuro bajo la tutela de Estados
Unidos, mediante la ocupación de
California, obtienen el predominio
sobre el Océano Pacífico”.29 Estos
ejemplos pueden ser caracterizados
como muestras de una aplicación
Desde esta perspectiva, el socialismo y el comunismo, como
sociedades que sucederán al capitalismo, adquieren una inexorabilidad
inscrita en las leyes de la historia.
La Revolución Rusa y la posterior
creación del campo socialista después de la Segunda Guerra Mundial
parecían confirmar esta predicción.
Pero como ya sabemos, esta certeza
se derrumbó con la caída del Muro
de Berlín. Con este hecho no solo
desapareció casi todo el llamado
socialismo realmente existente, sino
también la confianza teleológica en
la historia, en la que a pesar de las
guerras, los sufrimientos y los conflictos en la sociedad capitalista, en
el futuro se realizaría la sociedad
sin Estado y sin clases.
Desde el punto de vista de la
crítica y la lucha contra la sociedad
capitalista, esta situación define un
nuevo momento histórico: ya no es
posible pensar en un futuro garantizado, la idea de que “el futuro nos
pertenece” o de que “la historia nos
absolverá”. Fue necesario reconocer
algo que siempre fue cierto, pero
que se ocultaba en las filosofías
ilustradas de la historia: para bien o
para mal, el futuro está abierto. No
existe un guión predeterminado de
la historia que los sujetos y los grupos sociales tienen que representar
en el terreno de sus prácticas colectivas. Esto tiene repercusiones importantes en lo que debe entenderse
hoy por praxis liberadora o práctica
política transformadora. Desaparece toda posibilidad de apelar a
un único sujeto ontológico trascendente. Se multiplican ahora los
temas (género, cultura, educación,
etnia, identidad, medioambiente,
identidad sexual) y los sujetos de
la acción política liberadora, que
durante más de un siglo estuvieron
subordinados o invisibilizados frente
a lo que se consideraba la contradicción principal en la política
socialista. De igual forma, hoy está
negada la posibilidad de apelar a un
punto privilegiado epistemológico y
político para determinar de antemano, desde una supuesta verdad de
la historia y de su sentido, cuáles
deben ser las acciones, posiciones y
sujetos “correctos”, y cuáles son los
“desviados” o incorrectos.
Revista Realidad 115, 2008
unilateral de una visión ilustrada
de la historia, en la cual, como es
el caso del pensamiento neoliberal
contemporáneo, las particularidades
históricas, culturales y sociales de
las sociedades, y las formas de vida
de sus poblaciones, pueden ser soslayadas en nombre de un omnisistema interpretativo o metarrelato, el
cual coloca a las naciones europeas
a la vanguardia de la historia.
Como sostiene I. Ellacuría, nada
nos garantiza que el futuro será mejor, porque no existe una legalidad
o necesidad histórica inexorable
que determine fijamente el curso
de la historia hacia una dirección
determinada. 30 El futuro es una
construcción que depende de las
acciones, lucha y fuerzas de los
seres humanos en el presente, según el sistema de posibilidades con
el que cuentan. Las herramientas
teóricas heredadas del marxismo,
El marxismo en tiempos de globalización
79
Revista Realidad 115, 2008
en el contexto actual, todavía tienen
mucho que aportarnos para la comprensión, crítica y transformación
3. Necesidad de un renovado pensamiento crítico
L
a crisis que enfrenta actualmente la sociedad capitalista
contemporánea abre posibilidades para implementar un proyecto humanista y alternativo a la
globalización neoliberal, que supere
el “mal común” que la caracteriza y
promueva la construcción histórica
de una nueva civilización, ya no
regida por las leyes del capital, que
incluya a todos en sus beneficios,
garantice de modo estable la satisfacción de las necesidades básicas
y haga posible las fuentes comunes
de desarrollo personal y las posibilidades de personalización. Se trata
de pasar de una civilización que
hace de la acumulación del capital
el motor de la historia, de su posesión y disfrute elitista el principio
de humanización, y del derecho
de todos a derecho de unos pocos,
a una civilización de la austeridad
compartida, una “civilización de
la pobreza” o del trabajo, como la
llamaba I. Ellacuría.31
La tarea hoy es la tarea de imaginar, y tratar de crear, esa nueva
civilización, porque, como ya lo
apuntamos, no hay ninguna certeza
de que el paso de una totalidad histórica a otra distinta traiga otra mejor en términos humanos y liberadores. Según Samir Amin, la sociedad
capitalista está claramente en crisis,
si definimos “crisis” como una si-
80
del capitalismo globalizado, pero
no nos pueden aportar mucho para
diseñar el futuro.
El marxismo en tiempos de globalización
tuación en que las expectativas de
la mayoría no pueden satisfacerse
en virtud de la lógica del sistema.
Ahora bien, afirmar esto no implica
necesariamente crisis del capitalismo, que es algo muy distinto. Esta
expresión carece de sentido hasta
que llegue el momento en que las
fuerzas antisistémicas dispongan de
proyectos alternativos coherentes y
factibles32.
Según esto, la transformación
de la sociedad mundial actual hacia
otra distinta que la sustituya puede
ir en direcciones imprevisibles. Se
puede salir de la transición del capitalismo histórico a otro sistema,
con un nuevo sistema igualmente
asimétrico e inequitativo, o bien
con un sistema realmente equitativo y democrático. Pero el que esto
último se dé dependerá, en parte,
de que surjan fuerzas antisistémicas
capaces de organizar una estrategia
significativa y relevante de cambio y
se elabore, asimismo, un renovado
pensamiento crítico que, partiendo
de la negatividad de la situación y
de la necesidad de superarla, posibilite la generación de soluciones,
tanto coyunturales como estructurales, en todos los ámbitos de la
realidad histórica. De lo que se trata
es de contribuir a diseñar y a realizar históricamente las instituciones
concretas por medio de las cuales
En la construcción de este
pensamiento crítico es importante
reconocer que estamos en una crisis
del pensamiento y de los discursos
homogeneizantes y de que ya no
es posible la creencia en las posibilidades de controlar al mundo a
través de sistemas teóricos herméticamente cerrados. Por eso no se
trata de oponer al discurso hegemónico universalista otro discurso
igualmente universalista y cerrado.
Es prácticamente imposible en la
actualidad proponer soluciones
definitivas a los grandes problemas
que aquejan a la humanidad ni de
responder en forma absoluta a las
que se han considerado “las preguntas últimas” que tienen que ver
con la realidad humana, según las
famosas interrogaciones kantianas.
Toda respuesta es siempre situada,
histórica y hermenéutica, y por lo
tanto, siempre es provisional, sujeta
a las exigencias cambiantes de la
realidad histórica.33
Esto lleva a la necesidad, a la
hora de construir discursos críticos
y liberadores, de darle prioridad a
las realidades concretas del mundo
histórico, a la praxis, frente a los
discursos unificadores y universalizadores. Podríamos estar de acuerdo con la postmodernidad cuando
habla del “fin de la historia”, pero
entendiendo con ello que no significa nada más que el límite de la historia universal, el límite de la gran
metanarrativa de la modernidad
(capitalista) eurocéntrica, y tratar de
diseñar, por tanto, nuevas estrategias
discursivas liberadoras, que partan
de una epistemología que se abra
a la realidad y que le dé primacía
a ésta frente a las interpretaciones y
las especulaciones del sentido, asumiendo la actual crisis teórica como
una crisis de la razón especulativa y
logocéntrica.34
Revista Realidad 115, 2008
pueda expresarse finalmente la liberación humana.
La dificultad más seria del
discurso posmoderno es que las
condiciones políticas, sociales y
culturales concretas que subyacen
a su discurso, son las realidades
privilegiadas que se presentan en
las sociedades capitalistas postindustriales y que la mayoría de los
seres humanos del planeta no comparten ni disfrutan.35 Por otra parte,
su crítica a las ideologías fuertes, a
los totalitarismos ideológicos y a los
fundamentalismos religiosos, se traduce en la práctica en ausencia de
ideologías, valores y convicciones,
como no sea su genérico rechazo a
cualquier amenaza a la diferencia
y al disenso. Pero de aquí se puede
pasar inadvertidamente al travestismo ideológico, a la charla frívola y
el dejarse llevar por la propaganda
ideológica del imperio neoliberal.
Ciertamente, el sentido de tolerancia y el respeto del pluralismo,
propio de la postmodernidad, es un
elemento importante para la construcción de sociedades abiertas y
democráticas. Pero al renunciar a
cualquier proyecto de liberación y
a la utopía de la sociedad emancipada, y al poner en cuestión la
posibilidad de una articulación
comunitaria regida por la creación
El marxismo en tiempos de globalización
81
Revista Realidad 115, 2008
82
de una normativa que promueva
una democracia real y garantice
la satisfacción de las necesidades
subjetivas y sociales, fácilmente se
puede caer en un pragmatismo individualista o colectivo.36
La postura política que promueve la posmodernidad resulta paradójica en el momento en que hay
una renovada conciencia sobre los
desafíos que plantean los derechos
humanos, la injusticia estructural
del orden mundial actual y la necesidad de potenciar y desarrollar
un proceso liberador. Es paradójico, además, que cuando se está
produciendo una occidentalización
fáctica del mundo, que amenaza
realmente la diversidad cultural de
la humanidad, se niegue la crítica
reflexiva y la posibilidad de abrir
horizontes y ofrecer pautas de interpretación y normatividad. Frente
al postmodernismo hay que afirmar,
dada la gravedad de la crisis actual,
que no se puede renunciar a dos
elementos que son consustanciales
a la modernidad ilustrada, por lo
menos en teoría: la crítica racional
a lo existente y la transformación de
la praxis desde y a través de lo sabido racionalmente.37 No se puede
negar la capacidad de la razón para
fundamentar el conocimiento y la
acción, aunque hoy estemos conscientes de que cualquier racionalidad que se pretenda introducir en el
proceso histórico es el producto de
una razón condicionada y limitada,
sin garantías trascendentales y sin
certezas definitivas.
El marxismo en tiempos de globalización
En realidad, el discurso de la
modernidad no se deconstruye de
manera inmanente, ni mediante
la simple construcción de otras
formaciones discursivas ni a través
de otra de interpretación. Ya decía
Ellacuría que ni la mera refutación
ideológica ni la construcción de
un nuevo discurso ideológico son
de por sí suficientes para cambiar
un orden social, y la promoción
del mero cambio ideológico puede
convertirse en pretexto para que no
se dé el cambio real.38 En este sentido, el postmodernismo se equivoca.
Los discursos realmente existentes
remiten siempre a una dimensión
que ya no es meramente discursiva o lingüística, que es el ámbito
de la praxis histórica con toda su
complejidad y sus contradicciones,
especialmente las originadas por las
condiciones sociales de poder que
generan y multiplican los discursos.
Los discursos siempre se traducen
en la práctica en por lo menos dos
tipos: el de los que tienen el poder
y el de los que no lo tienen.39 Además, hay acciones individuales y/o
colectivas que carecen de representaciones discursivas sistemáticas,
pero que emergen como resistencias
inconscientes frente a las relaciones de poder y dominación, que
los discursos oficiales legitiman y
reproducen.
De esto se desprende que una
estrategia teórica para configurar un
pensamiento crítico de la globalización debe partir de la negatividad
de la praxis histórica y analizar los
procesos y las dinámicas políticas,
trata de construir un discurso crítico
y abierto cuyo punto de partida, no
es un ideal o algo que ya previamente se estime positivo, sino la
negatividad y el mal común que se
manifiestan en la realidad histórica
latinoamericana (y de la periferia
en general) y las respuestas y las
razones implícitas que ya portan
consciente o inconscientemente las
formaciones discursivas de las diversas fuerzas y grupos sociales que
practican la resistencia y propugnan
la liberación.
Revista Realidad 115, 2008
sociales y culturales de las múltiples formas de resistencia que se
manifiestan en contra del discurso
y las prácticas uniformadoras de
la modernidad capitalista global.
No se trata de proyectar a priori un
horizonte normativo ni partir de
discursos teóricos con pretensiones
universalistas, sino de elaborar una
teoría y una normatividad desde un
acompañamiento y un compromiso
con las luchas de resistencia frente
a las “narrativas dominantes” y sus
objetivaciones institucionales. Se
NOTAS
1
2
3
Cf. N. Lechner, “Un desencanto llamado postmodernismo”, en AAVV,
Debates sobre Modernidad y Postmodernidad, Editores Unidos Nariz
del Diablo, Quito, 1991, pp. 31-55;
S. Castro-Gómez, “Los desafíos
de la postmodernidad a la filosofía
latinoamericana”, Disenso, No. 1,
Tübingen, 1995, pp. 270-286.
Cf. J. A. Nicolás, “Alternativas
actuales a la crisis de la metafísica
moderna”, Realidad. Revista de
Ciencias Sociales y Humanidades,
No. 96, UCA, San Salvador, 2003,
pp. 765-787.
Cf. H. Foster (editor), La posmodernidad, Editorial Kairós, Barcelona,
1985; G. Vattimo y otros, En torno
a la posmodernidad, Anthropos,
Barcelona, 1994; M. Berciano V.,
Debate en torno a la posmodernidad,
Editorial Síntesis, Madrid, 1998, J.
A. Nicolás y María J. Frápolli (editores), Evaluando la modernidad,
Editorial Comares, Granada, 2001;
J. L. Rodríguez G., Crítica de la razón postmoderna, Biblioteca Nueva,
Madrid, 2006.
4
J. A. Estrada, “¿Crisis del marxismo?: crisis de la Ilustración”, Pensamiento (150), 1982.
5
Cf. I. Ellacuría, “La desmitificación
del marxismo”, en Escritos Políticos,
2ª edición, UCA Editores, San Salvador, 2005, pp. 282-292.
6
L. de Sebastián, “Karl Marx economista”, revista ECA (421-422), 1983,
pp. 934-935.
7
J. Schumpeter, Diez grandes economistas, Alianza Editorial, Madrid,
1971, pp. 49 ss.
8
Cf. E. Menéndez Ureña, Karl Marx,
economista, Madrid, 1977, p. 34.
9
Cf. R. Rosdolsky, Génesis y estructura de El capital de Marx, 2a edición,
Siglo XXI Editores, México, 1979,
pp. 336 ss.
10
Cf. J. Schumpeter, ob.cit, pp. 103104.
11
Cf. L. de Sebastián, ob.cit., p.944;
R. Rosdolsky, ob.cit., p. 343ss; P.
Sweezy, “La revolución permanente”, El País, 13 de marzo de 1983,
El marxismo en tiempos de globalización
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12
K. Marx, El capital, Tomo I, vol. 3,
Siglo XXI editores, México, 1975,
capítulo XXIV, sección 7, p. 953.
13
I. Wallerstein, Después del liberalismo, UNAM-Siglo XXI Editores,
México, 1995, p. 228.
14
A. Gorz, Adiós al proletariado, El
Viejo Topo, Barcelona, 1981, p. 26.
15
Marx-Engels, Manifiesto Comunista,
Alba, Madrid, 1998, p. 60.
16
Cf. E. Lander, “Marxismo, eurocentrismo y colonialismo”, en A.
Borón, J. Amadeo, S. González
(compiladores), La teoría marxista
hoy, CLACSO, Buenos Aires, 2006,
pp. 236ss.
17
Cf. G. Wetter, Filosofía y ciencia
en la Unión Soviética, Guadarrama,
Madrid, 1968, pp.114ss.
18
19
H. Marcuse, El marxismo soviético,
Alianza Editorial, Madrid, 1971.
20
M. Castells, Claves, 1991, pp. 33-39
21
Cf. R. Gargarella, F. Ovejero (compiladores), Razones para el socialismo, Paidós, Buenos Aires, 2001; A.
González, “¿Qué queda del socialismo?”, Realidad, 55 (1997), pp.7-24.
22
23
84
V. I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Editorial Progreso,
Moscú, 1908.
K. Marx, Elementos fundamentales
para la crítica de la economía política
(borrador) 1857-1858, Siglo XXI,
Editores, México, 1971.
K. Marx, El capital. Libro I, capítulo
VI (inédito), 5ª edición, Siglo XXI
Editores, México, 1975.
24
Cf. J. A. Estrada, ob.cit., pp. 134ss;
E. Lander, ob.cit., pp. 228ss.
25
En la Ideología Alemana, Marx
afirma: “al paso que en la sociedad
El marxismo en tiempos de globalización
comunista, donde cada individuo no
tiene acotado un círculo exclusivo de
actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le plazca, la sociedad se encarga
de regular la producción general, con
lo que se hace cabalmente posible
que yo pueda dedicarme hoy a esto
y mañana a aquello, que pueda por la
mañana cazar, por la tarde pescar y
por la noche dedicarme a apacentar
el ganado, y después de comer, si
me place, dedicarme a criticar, sin
necesidad de ser exclusivamente
cazador, pescador, pastor o crítico,
según los casos”. Cf. Marx-Engels,
La ideología alemana, traducción
de Wenceslao Roces, Ediciones de
Cultura Popular, México, 1977, p.
34.
26
Cf. Cf. R. Gargarella y F. Ovejero,
“Introducción: el socialismo todavía”, en Razones para el socialismo,
ob.cit., p. 19ss.
27
Cf. E. Lander, ob.cit., pp. 228ss
28
K. Marx, ‘The British rule in India’
(1853), en K. Marx, Surveys from
Exile, Penguin, Harmondsworth,
1973, pp.306-7.
29
Marx-Engels, Materiales para la historia de América Latina, Cuadernos
de Pasado y Presente, México, 1980,
p. 256.
30
I. Ellacuría, Filosofía de la realidad
histórica, UCA editores, San Salvador, 1990, p. 575.
31
I. Ellacuría, “Utopía y profetismo”,
Revista Latinoamericana de Teología,
No. 17, 1989.
32
S. Amin, El capitalismo en la era
de la globalización, Paidós, Buenos
Aires, 1999, p.118.
33
J. A. Estrada, La pregunta por Dios,
Desclée de Brouwer, Bilbao, 2005, p.
407.
Cf. I. Ellacuría, “Superación del reduccionismo idealista”; ECA (477), 1988.
35
Cf. G. Lipovetsky, L’ère du vida.
Essais sur l’individualisme contemporain, Gallimard, París, 1983,
p.127; T. Eagelton, Las ilusiones del
posmodernismo, Paidós, Barcelona,
1977, p. 102; F. Jameson, Teoría de
la postmodernidad, Trotta, Madrid,
1996, p. 27; Z, Bauman, La posmodernidad y sus descontentos, Akal,
Madrid, 2001, p. 102.
36
Cf. F. Féher, “La condición política
posmoderna”, en Políticas de la pos-
modernidad, Península, Barcelona,
1989, p. 152; Z. Bauman, En busca
de lo político, FCE, México, p. 131.
37
Cf. H. Samour, “El significado de
la filosofía de la liberación hoy”,
Diálogo filosófico (65), 2006, p. 243.
38
Cf. I. Ellacuría, “Función liberadora
de la filosofía”, en Veinte de años de
historia en El Salvador, UCA Editores, San Salvador, p. 114.
39
Cf. J. C. Scott, Los dominados y el
arte de la resistencia, ERA, México,
2000.
El marxismo en tiempos de globalización
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