UNIVERSIDAD DE SALAMANCA – FACULTAD DE FILOSOFÍA
La estética de Albert Camus
Alberto Herrera Pino
2011- 2012
Tutor: Domingo Hernández Sánchez
Trabajo de Fin de Máster en Estudios Avanzados en Filosofía
La estética de Albert Camus
2011- 2012
La estética de Albert Camus
El fundamento de la
sensibilidad desgarradora
1
Máster en Estudios Avanzados en Filosofía
La estética de Albert Camus
2011- 2012
ÍNDICE:
1. Albert Camus: sentimiento de lo absurdo y sentimiento desgarrador. A modo
de Introducción
4
1.1. La controversia en torno a lo absurdo en la obra de Albert Camus
4
1.2. Cambio de perspectiva: del kantismo estético al hombre desgarrado
8
1.3. Sensibilidad y límites. Camus y el existencialismo de Jean-Paul Sartre
13
1.4. Observaciones sobre el presente trabajo
16
2. Preeminencia de la novela
18
3. La sensibilidad absurda en la novela
24
3.1. Límites para una «obra verdaderamente absurda»
24
3.2. Universo absurdo de Moby Dick
25
3.3. Revisión de la figura del Jonás absurdo en Moby Dick
30
4. De la sensibilidad absurda a la sensibilidad desgarradora
35
4.1. Exposición sobre el Jonás de Albert Camus
35
4.2. El Jonás de Camus: el hombre desgarrado
39
5. La sensibilidad desgarradora en la novela de Albert Camus: la expresión de
los sentidos
43
6. Conclusión
54
7. Bibliografía
56
7.1. Fuentes
56
7.1.1.
En castellano
56
7.1.2.
Francés: original
58
7.1.3.
En otros idiomas
59
7.2. Estudios
59
7.3. Otros materiales
62
Apéndice: Defensa ante el tribunal
2
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La estética de Albert Camus
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Quizás es que las respuestas no son necesarias
y lo único que importa sea
el caluroso tacto de los hechos
Benito Romero Rodríguez, La lentitud desecha
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1. ALBERT CAMUS: SENTIMIENTO DE LO ABSURDO Y SENTIMIENTO
DESGARRADOR. A MODO DE INTRODUCCIÓN
1.1. LA CONTROVERSIA EN TORNO A LO ABSURDO EN LA OBRA DE ALBERT
CAMUS
En El enigma, un pequeño ensayo lírico escrito en 1950 y reunido en El verano junto
con otros textos, Albert Camus (1913 – 1960) reflexiona acerca de la injusta etiqueta que pesa
sobre él como «profeta del absurdo»1. Cabe pensar que esta etiqueta proviene de El mito de
Sísifo, de 1942, el primero de sus ensayos que llegara al gran público. En él razonaba «sobre
una idea que encontró en las calles de su tiempo»2, que, efectivamente, es el absurdo. «Pero
también se puede escribir sobre el incesto sin haber tenido por ello que precipitarse sobre una
desgraciada hermana, y tampoco he leído en ninguna parte que Sófocles quitara de en medio a
su padre y deshonrara a su madre»3, escribe rememorando la tragedia de Edipo. Y, sin embargo,
piensa que en su caso sí se ha llegado a confundir al escritor con su tema, a Albert Camus con el
absurdo. Es más, esta confusión no sólo extrañan a él y a su círculo cercano ya que parece
chocar de pleno con su estilo de vida, sino que incluso esgrime en este texto claros y breves
argumentos contra la univocidad de la noción de absurdo. Dice Camus:
cómo limitarse a la idea de que nada tiene sentido y hay que desesperar de todo. Sin
ir al fondo de las cosas, por lo menos se puede destacar que, al igual que no hay
materialismo absoluto […] tampoco hay nihilismo total. […] Negar toda
1
CAMUS, A. «El enigma» en El verano en Albert Camus, Obras 3. Madrid: Alianza, 1996, p. 585.
Ibídem.
3
Ib., p. 584.
2
4
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significación al mundo lleva a suprimir todo juicio de valor. […] La desesperación
es silenciosa. […] Una literatura desesperada es una contradicción en sus términos.4
Pero Camus no sólo rechaza en El enigma la etiqueta de profeta del absurdo, también
señala en qué sentido se expresa como artista y de qué manera su análisis de lo absurdo cobra un
sentido más certero y vívido. Usando a Esquilo como símil dice que éste,
con frecuencia, es desesperanzador; sin embargo, ilumina y calienta. En el centro de
su universo no está el pobre sinsentido que nosotros encontramos, sino el enigma, es
decir, un sentido que se descifra mal porque deslumbra. […] En este siglo
descarnado, la quemadura de nuestra historia puede parecerles insoportable, pero
acaban soportándola porque quieren comprenderla.5
En esta última frase se refiere a los herederos de aquel sentimiento esquiliano, con los
que él mismo se alinea. Y he ahí el enigma que va a analizar este trabajo. Si no es lo absurdo lo
que expresan sus obras, ¿qué es? ¿Por qué esa obsesión por comprender el enigma? ¿De qué
manera se justifica su modo de creación? ¿En qué principios se sustenta?
Con respecto a esa etiqueta injusta, se puede conjeturar que hay acercamientos
filosóficos a su obra, si hacemos caso al propio Camus, que cometen un error de perspectiva o
banalizan sobre su auténtica profundidad. Incluso cabe la pregunta sobre si ese tipo de análisis
ha sido heredado en nuestros días. La particular posición de Albert Camus como artista que
filosofa y como filósofo que narra artísticamente, no como artista que al igual que en otros
tantos casos explica su producción artística, puede ser la causa principal por la que no encajan
sus reflexiones en el esquema académicamente tradicional. Como él mismo anota en sus diarios:
«El artista es como el dios de Delfos: No muestra ni esconde: significa»6. En este sentido, en
2010, Bernard-Henri Lévy en un artículo de periódico titulado Los dos siglos de Camus recogía
la ambigua posición de Camus ante la Academia Filosófica. Se cuestiona si Albert Camus debe
entrar con derecho propio en la historia de la filosofía. Lévy lo formula así: «¿es un filósofo
para los estudiantes de bachillerato? Ésa es la fastidiosa reputación que persigue a Camus. […]
Pero no me parece que tenga fundamento. Porque una cosa es decir que no tiene la filosofía de
4
Ibídem.
Ib., p. 586.
6
CAMUS, A. «Carnets, 3» en Albert Camus, Obras 5. Madrid: Alianza, 1996, p. 381.
5
5
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su política […] y otra, muy distinta, decir que no tiene ninguna filosofía»7. Lévy inserta esta
cuestión cuando está abordando la disputa político-filosófica entre Albert Camus y Jean PaulSartre. En ningún momento Lévy oculta ser un filósofo de filiación sartreana. Incluso lo remarca
al escribir que, «el sartreano que llevo dentro de mí sufre» al darle la razón a Camus en el
trasfondo de la polémica con Sartre. Por tanto, que Bernard-Henri Lévy defienda a Camus ante
las reticencias académicas no parece un gesto baladí, sino más bien un juicio deliberado. A este
respecto presenta someramente una definición sobre qué es un filósofo y ofrece argumentos por
los que Camus cumpliría con los requisitos para serlo. Asegura que, más allá de estar de
acuerdo con un filósofo o no, éste «es alguien que ―como mínimo― fabrica, produce, crea
conceptos. Y [a Camus] no podemos negarle esa preocupación […] ni ese talento ni esa
capacidad técnica». Y da otros tantos motivos en su favor. Al mismo tiempo, señala cuál cree
que es la base de la ambigüedad de Camus en esta cuestión. Resumida en dos palabras:
«filósofo artista». Camus tiene dificultad para ser un filósofo académicamente entendido porque
es un filósofo artista, un escritor que cree que «no se piensa sino por imágenes»8, y que apostilla
que, «si quieres ser filósofo, escribe novelas»9. En este artículo lúcido, emocional e instruido
(Lévy cita no sólo obras de Camus comentadas una y mil veces, sino textos menos conocidos e
incluso prácticamente desconocidos como la correspondencia con Francis Ponge o L’improptu
des philosophes), el sartreano Bernard-Henri Lévy acuña un término para explicar su visión del
camusismo. Término en el que Lévy no puede profundizar debido a la extensión propia de un
artículo de prensa y al objetivo de éste: ¿debe entrar Camus en la historia de la filosofía?
Término que, por otro lado, es muy próximo al utilizado con más detenimiento por Diego
Sánchez Meca en una de sus obras. Este otro análisis no es sólo más minucioso sino más
cercano a una de las tesis de este trabajo. Para Lévy «el camusismo, y ésa era su virtud, quería
ser un kantismo práctico»; para Sánchez Meca, como veremos, una especie de kantismo
estético.
Antes de pasar a Sánchez Meca, no hay que olvidar esos otros acercamientos filosóficos
en los parece banalizarse o no se lee o ni siquiera se toma en serio a Camus. Esto alimentaría la
distorsión sobre el calado real de su pensamiento. El artículo de Bernard-Henri Lévy da fe de la
existencia de éstos y se posiciona contra ellos. Este tipo de estudios o bien juzga las reflexiones
de Camus como hiladas por un efecto cercano a la gratuitad, o bien percibe un moralismo
insustancial, o bien, a pesar de las quejas del propio Albert Camus en El enigma, concluye que
es un filósofo profeta del absurdo o una muestra más del existencialismo ateo. Incluso se llegan
7
Cfr. para toda esta parte LÉVY, B. H. «Los dos siglos de Camus», El País, España, 05/01/2010.
CAMUS, A. «Carnets, 1» en Albert Camus, Obras 1. Madrid: Alianza, 1996, p. 458.
9
Ibídem.
8
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a dar juntas estas tres lecturas. El caso más flagrante quizá sea el de Howard Mumma, quien
firma El existencialista hastiado. Conversaciones con Albert Camus.
Este libro recrea unas conversaciones que supuestamente tuvieran Howard Mumma,
pastor convidado por la Iglesia Americana de París, y nuestro pensador durante sus últimos años
de vida. Resulta complicado, por ejemplo, imaginar la verosimilitud de Camus asegurando
confidencialmente que «el silencio del universo me ha llevado a concluir que el mundo carece
de sentido»10. La sensación de incredulidad y de banalidad crece con el halo de secretismo en el
que transcurren estas conversaciones y también con la falta de rigurosidad en el dibujo del
pensamiento camusiano, más aún cuando parece que ese dibujo se lo ha ofrecido directamente
Albert Camus. Es inverosímil, por ejemplo, que se presente como existencialista11. Mumma,
quien asegura haber tenido el privilegio de compartir varios encuentros a solas con Camus, al
inicio de este libro, muestra cuál fue su sorpresa al enterarse de que Camus, un existencialista
como Sartre, según Mumma, quisiera charlar con él. Sin embargo, Albert Camus ya en 1945
llegó a declarar en una entrevista a Nouvelles littéraires:
no, yo no soy existencialista. Sartre y yo nos sorprendemos de ver siempre nuestros
nombres asociados. Incluso pensamos publicar una pequeña nota en donde los abajo
firmantes declararán no tener nada en común y se negarán a aclarar las dudas que
pudieran suscitar respectivamente. [...] Sartre es existencialista, y el único libro de
ideas que yo he publicado, El mito de Sísifo, estaba dirigido contra los filósofos
llamados existencialistas.12
Incluso en otro momento declaró más taxativamente: «Ni soy ni seré existencialista»13. Así
que en el libro de Howard Mumma, más allá de la simple veracidad de esas conversaciones,
parece ser que tenemos un amplificador de esa imagen cliché que no tiene en cuenta con
seriedad ni la obra ni las palabras mismas de Camus.
10
MUMMA, H. El existencialista hastiado. España: Vozdepapel, 2005, p. 84.
Cfr. ib., p. 78.
12
GRENIER, R. Albert Camus, soleil et ombre. Une biographie intellectuelle. Paris: Gallimard, 1987, p.
112. La traducción es nuestra.
13
LOTTMAN, H. R. Albert Camus. Madrid: Taurus, 2006, p. 510.
11
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1.2. CAMBIO DE PERSPECTIVA: DEL KANTISMO ESTÉTICO AL HOMBRE
DESGARRADO
Por tanto, una obra como la de Howard Mumma concede a Camus la irónica «última
consagración que consiste en no ser leído»14. No obstante, otros estudios están exentos de la
acusación de no haber leído al autor que analiza. Es el caso de Diego Sánchez Meca, que
elabora un apartado sobre el pensamiento de Albert Camus en su obra El nihilismo.
Este análisis se fundamenta en El Mito de Sísifo y El hombre rebelde. Aunque tomar
estos dos ensayos como única base del pensamiento de Albert Camus sólo podría llevarse a
cabo de una manera extremadamente cautelosa y siempre relativa. Estos dos ensayos conforman
un proyecto que se quedó, al menos, sin una tercera parte prevista. Camus denominó a la
primera serie como la absurda y a la segunda como la rebelde15. En este trabajo usaremos los
términos relacionados con lo absurdo y lo rebelde en la acepción camusiana. Él mismo en su
obra acuñó expresiones como ‘sensibilidad absurda’, ‘filosofía absurda’, ‘descubrimiento
absurdo’, ‘lógica absurda’, ‘análisis absurdo’ y un largo etcétera, «con la condición de no
entenderlo en el sentido vulgar»16, como este trabajo trata de hacer. Son varias las notas a lo
largo de los Carnets de Albert Camus en los que se reflexiona sobre el proyecto que, en todo
momento, se planteó con más de dos estadios. Sin embargo, no pudo verse culminado debido a
una muerte temprana y accidental a los cuarenta y seis años. Por consiguiente, tener en cuenta el
conjunto de su obra, tanto los textos pilares de su proyecto como el resto de sus escritos,
confiere un sentido más compacto a la suma de sus reflexiones.
No obstante, a diferencia de otros tantos estudios, El nihilismo trata con franqueza de
abarcar la propuesta camusiana bajo un sistema específicamente propio, esto es, con conceptos
y estructura genuinamente camusianas. Y apunta concretamente hacia la estética como elemento
diferenciador. La argumentación sobre el camusismo desemboca en una especie de kantismo
estético que difícilmente el propio Camus sostiene ni podrá sostener con solvencia. En un
primer momento, Sánchez Meca opina que «más que el ascendiente de Descartes, el ascendiente
14
CAMUS, A. El enigma. Op. cit., p. 582.
Cfr. CAMUS, A. Carnets, 1. Op. cit., p. 583 y 584, donde anota ideas para la 2ª serie cuando está
finalizando la redacción de las obras que conformarían la primera serie del absurdo en 1940; CAMUS, A.
«Carnets, 2» en Albert Camus, Obras 4. Madrid: Alianza, 1996, p. 254, donde clasifica cinco series (entre
ellas el amor desgarrado) cuando está trabajando en la segunda, la rebelión, en 1947; o también CAMUS,
A. Carnets, 3. Op. cit., p. 351, donde dice en 1956 que «el tercer piso es el amor».
16
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Madrid: Alianza, 2003, p. 90.
15
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efectivo [del cogito camusiano] es el de Kant»17. En segundo lugar, por consiguiente, reduce el
enigma camusiano a absurdo epistemológico y ontológico en tanto que noúmeno kantiano que
diera sentido a los fenómenos. Tratando el concepto de rebelión, leitmotiv del ensayo que sigue
el proyecto iniciado con El Mito de Sísifo, esto es, El hombre rebelde, Sánchez Meca opina que
su
resorte íntimo estaría en el paso argumental del sentimiento subjetivo del absurdo a
una voluntad solidaria que emergería de un ser o de una naturaleza común. […] De
este modo, el valor que se defiende mediante la rebelión queda convertido en una
especie del bien supremo.18
De ahí, asegura, el kantismo de Camus. Una vez establecido este marco, señala que
Camus propone que sea el arte o la creación las que han de vislumbrar ese valor o ese sentido.
Así, dirá que Camus «invita a una instalación en el camino medio del conocimiento y de la
acción, y se inclina por el arte como medio de expresarse»19. Por lo que la vida como enigma
esquiliano que, según Camus, posee un «sentido que se descifra mal»20, en El nihilismo es una
analogía kantiana de orientación estética, lo que venimos denominando un kantismo estético
para resumir la tesis de Sánchez Meca.
Él entiende que «lo que falla posiblemente aquí es situar como origen de toda forma de
rebelión el sentimiento del absurdo, que es, en efecto, una negación original»21. Pero, ¿Camus
tenía intención de situar en el origen el sentimiento de absurdo? Albert Camus escribió en El
mito de Sísifo que, «a partir del momento en que es reconocido, lo absurdo es una pasión, la más
desgarradora de todas»22. Y en El hombre rebelde concreta que «el que haya dado su color a
tantos pensamientos y acciones sólo prueba su poder y su legitimidad»23. O dicho de otro modo,
la rebelión, entendida como desafío individual para mantener una postura de voluntad de
comprensión ante cualquier circunstancia, es una de las premisas que se dan incluso en el
sentimiento más devastador que conozca el ser humano, esto es, ante lo absurdo. La lógica que
sigue Camus en El mito de Sísifo trata de encontrar verdades en la confusión del sentimiento de
17
SÁNCHEZ MECA, D. El nihilismo. Perspectivas sobre la historia espiritual de Europa. Madrid: Síntesis,
2004, p. 207.
18
Ib., p. 207.
19
Ib., p. 210.
20
CAMUS, A. El enigma. Op. cit., p. 585.
21
SÁNCHEZ MECA, D. Op. cit., p. 208.
22
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 35. El subrayado es nuestro.
23
CAMUS, A. El hombre rebelde. Madrid: Alianza, 2001, p. 16.
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lo absurdo, o sea, ateniéndose a lo absurdo24. Y saca «tres consecuencias que son mi rebelión,
mi libertad y mi pasión»25. El análisis, por tanto, de la sensación absurda no es el mismo que el
de la rebelión. Uno forma parte de la estética, en tanto que sensibilidad; el otro es una de las
razones por las que esa sensibilidad se da. Pero, no se da sólo tras ese sentimiento, sino que se
da en toda sensibilidad desgarradora, incluso en aquella que parece ser que la representa con
mayor exponencialidad: la absurda.
El término ‘révolte’ que usa Camus se suele traducir al español como rebeldía, rebelión
o revuelta. Este término es usado por Camus no sólo en El hombre rebelde, evidentemente, o
años antes en El mito de Sísifo, sino que ya se incluye en su primera obra de teatro, Révolte dans
les Asturies, de 1936. Aunque esta pieza se presenta como ensayo de creación colectiva, no hay
duda sobre la presencia profunda de Albert Camus en su elaboración26. Esta rebelión nace en el
hombre a partir de una exigencia de claridad o de comprensión y no de un sentimiento negativo
como lo absurdo. Esa exigencia es la pieza clave para que el ser humano sienta
desgarradoramente, en tensión, el universo que lo rodea. Lo absurdo nace cuando el universo
hace vana esa exigencia del hombre. Y la hace vana porque no ofrece más que un silencio hostil
e irracional a una voluntad de comprensión. La rebelión por tanto reafirma la primitiva voluntad
de comprensión en el ser humano. Pero hay una infinidad de otros sentimientos, no sólo el
absurdo. Y, en el pensamiento de Albert Camus, precisamente lo desgarrado hace que,
modificando una cita del comienzo, «en este siglo descarnado [en el que] la quemadura de
nuestra historia puede parecer insoportable, el hombre desgarrado acaba soportándola porque
quiere comprenderla»27. O sea, porque no renuncia, sino que acepta. Este punto es fundamental
en la interpretación de Camus que hace Sánchez Meca. En este instante lo opone
diametralmente a Nietzsche. Dice Sánchez Meca que el sentimiento del absurdo es la negación
original,
y esto sería precisamente lo que Nietzsche trató de evitar, poniendo en el origen no
la negación, sino la afirmación. […] Sólo la afirmación originaria puede salvar la
rebelión, […] liberarla de esa autointoxicación que, al estar dominada por lo
negativo, le hace degenerar irremediablemente en resentimiento. Y Nietzsche […]
24
Cfr. CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 20. «¿Hay una lógica incluso en la muerte? No puedo
saberlo si no es persiguiendo sin pasión desordenada, a la única luz de la evidencia, el razonamiento cuyo
origen indico aquí. Es lo que se llama un razonamiento absurdo. Muchos lo iniciaron. Todavía no sé si se
atuvieron a él».
25
Ib., p. 84.
26
Cfr. MONLEÓN, J. «Pensamiento político del dramaturgo Albert Camus» en CAMUS, A. Rebelión en
Asturias. Oviedo: Ayalga, 1978, p. 38.
27
CAMUS, A. El enigma. Op. cit., p. 586. El subrayado responde a una modificación de palabras nuestra.
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hace precisamente esto: subordina el momento negativo de la destrucción al
momento positivo de la afirmación.28
No obstante, Camus dedica parte de El hombre rebelde a diferenciar rebeldía de
resentimiento29. Por tanto, la perspectiva con que se juzgue en este caso la obra de Camus es
crucial. Considerando al hombre rebelde como «un hombre que dice no. Pero si niega, no
renuncia: es también un hombre que dice sí, desde su primer movimiento»30, parece ser que hay
en el fondo un sí a la voluntad de comprensión en el interior del ser humano que es
irrenunciable para los planteamientos de Camus. Si el hombre llegara a un no, es un no
subalterno, un rechazo integrado en una afirmación, y no una renuncia original. Camus
distingue «que hay un rechazo que no tiene nada que ver con la renuncia»31. Y aclara: «Si
rechazo obstinadamente todos los más adelante del mundo, es porque no trato de renunciar a mi
riqueza, mi presente»32.
A su vez, confundir, en terminología camusiana, rechazo con renuncia puede verse
mezclado con entender el sentimiento del absurdo con una negación originaria. Esta
identificación, por tanto, parece no tener un sentido completamente válido en el planteamiento
de Camus. Para hablar del sentimiento del absurdo, como de todo otro sentimiento desgarrador,
necesariamente tiene que darse en el ser humano una voluntad de vivir, de sentir, de
comprender, que se afirme radicalmente ante el universo que “palpa” y que le rodea.
Entonces, lo que hace que las sensaciones se muestren de una u otra manera, por un
lado, depende de esta disponibilidad humana a aceptar sus sensaciones, y, por el otro, también
depende del universo que es sentido. Por tanto, esta disponibilidad humana, en contacto con el
universo, no renuncia a lo percibido. La sensibilidad absurda nace cuando el universo hace
vana, incómodamente, esa disponibilidad, porque no ofrece más que silencio cuando se pide
claridad. Para Camus, el principio inmediato o sensitivo de esta petición es irremediable, es un
hecho. Siendo así que a la base del sentimiento del absurdo está la rebelión, entendida ésta como
un desafío. Porque si bien del análisis de la sensibilidad absurda Camus saca varias
consecuencias (mi rebelión, mi libertad y mi pasión33) que no son sino tres condiciones de
posibilidad. Pero no tienen por qué ocasionar el sentimiento del absurdo. En el caso que estamos
28
SÁNCHEZ MECA, D. Op. cit., p. 208.
Cfr. CAMUS, A. El hombre rebelde. Op. cit., pp. 25-28.
30
Ib., p. 21. El subrayado es nuestro.
31
CAMUS, A. «Nupcias» en Albert Camus, Obras 1. Op. cit., p. 82.
32
Ibídem.
33
Cfr. CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 84.
29
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tratando ahora, en el de la rebelión, cuando Camus dice que «lo absurdo sólo tiene sentido en la
medida en que no se consiente en él»34, es porque no apaga la primigenia exigencia de
comprensión. Si la apagara, se apagaría él mismo, se renunciaría al hecho de que la vida se
siente como absurda. La particularidad de este sentimiento es que no se puede acomodar uno a
él, de ahí que no se consienta en él. En lo que sí se consiente y se persiste es en la necesidad
íntima de comprensión, de sensibilidad clara y acomodada al entorno. Es tal la aceptación de
esta voluntad de comprensión que, incluso en este caso, en que el absurdo divorcia
profundamente al ser humano de la comprensión de su universo, Camus entiende que, «al
contrario de Eurídice, lo absurdo sólo muere cuando se le da la espalda»35.
De ahí se desprende que la sensibilidad, si es desgarradora, aunque sea en su faz
absurda, se declara contraria a la renuncia. Dicho de otro modo, que la sensibilidad desgarradora
es aquella que asimila lo percibido sin renunciar a nada. Ha de cuidarse de no eliminar ni mi
voluntad de comprensión ni la enigmaticidad del universo. Camus, al atenerse a lo absurdo en el
análisis de esta sensación, no renuncia racionalmente a los hechos que provocan este tipo de
sentimiento; y no renuncia porque no renuncia a las dos premisas que lo ocasionan. Niega y
afirma para no renunciar a su riqueza, su presente. Para el ser humano, según Camus, «lo
absurdo es su tensión más extrema, la que él mantiene constantemente con un esfuerzo solitario,
pues sabe que, con esa conciencia y esa rebelión, día a día testimonia su única verdad, que es el
desafío»36. Pero lo absurdo, un sentimiento entre otros, no niega que el ser humano perciba en
ocasiones una conexión completa con su universo. Y aquí también, a causa de esta sensación, el
ser humano ha de cuidarse de no agotar sus rebeliones, para no traicionar ni su voluntad de
comprensión ni la enigmaticidad del mundo.
Por contraposición a lo visto hasta el momento, en Nupcias (o Bodas), título nada
anecdótico de una de sus primeras compilaciones de ensayos líricos, en cuanto que opuesto al
divorcio absurdo, el consentimiento original sin oposición también se topa con el nihilismo más
intenso. El silencio del mundo, en este caso, es sentido como un acorde. Ese «silencio que ―de
él, [del mundo], a mí― engendraba el amor»37, como dirá Camus, sin embargo, lo aboca
también a que se «le gasten allí sus rebeliones»38. O sea, lo aboca a traicionar el sentido
enigmático del mundo. Lo que plantea Camus es una reserva a ontologizar la vida dependiendo
del estado de ánimo. Y al mismo tiempo, propone no renunciar a nada, sino sentirlo cuanto más
34
Ib., p. 47.
Ib., p. 72.
36
Ib., p. 74.
37
CAMUS, A. Nupcias. Op. cit., p. 77.
38
CAMUS, A. «El revés y el derecho» en Albert Camus, Obras 1. Op. cit., p. 52. El subrayado es una
modificación nuestra al tiempo verbal usado en el original.
35
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completamente mejor. Este afán de comprensión, primer movimiento de la rebeldía del hombre,
ha de darse para no renunciar. El ser humano entonces no ha rechazado nada, ni «en su tensión
más extrema»39. Así, el hombre desgarrado, ante sentimientos distintos y, según Camus,
ninguno más insoportable que el absurdo, es un hombre que primordialmente consiente, que
ansía vivir, sentir y reflexionar. Hay que tener en cuenta, por tanto, la relevancia y la
preeminencia que lo sensible tiene en su manera de filosofar.
1.3. SENSIBILIDAD Y LÍMITES. CAMUS Y EL EXISTENCIALISMO DE JEAN-PAUL
SARTRE
Alrededor de esta renuncia a la renuncia, Camus escribe en 1948 El exilio de Helena,
otro ensayo reunido en El verano. Evocando nuevamente su visión helénica, asegura que
aquella época
no ha negado nada: ni lo sagrado, ni la razón. Lo ha repartido todo, equilibrando la
sombra con la luz. Por el contrario, nuestra Europa, lanzada a la conquista de la
totalidad, es hija de la desmesura. Niega la belleza, del mismo modo que niega todo
lo que no exalta. Y, aunque de diferentes maneras, no exalta más que una sola cosa:
el futuro imperio de la razón. […] Mientras que Platón lo contenía todo —el
sinsentido, la razón y el mito—, nuestros filósofos no contienen más que el
sinsentido o la razón, porque han cerrado los ojos al resto.40
Si el pensamiento de Camus no es una orientación estética que aplicar al esquema
kantiano, ¿cómo se enfrenta entonces a la enigmaticidad del mundo? Parece que rehuyendo de
la exclusividad racional para así tratar de descifrar el sentido del mundo. Y, por tanto, por la
propia condición huidiza del mundo como enigma, éste es descifrado mal. Pero Camus entiende
este modo de actuar como una prueba de fidelidad. La exclusividad racional o el imperio de la
razón traicionan a la voluntad poniéndola a su servicio.
Camus, por tanto, considera que lo inmediato, lo sensitivo, también lo intuitivo, deben
compartir lugar con lo racional en la manera de acceder a la comprensión del sentido de la vida.
Las sensaciones son irrenunciables, aunque, racionalmente aplacadas cuando el hombre tienda a
considerar que lo sentido es en sí lo que define al mundo. De no actuar así ante esa tentación de
39
40
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 74.
CAMUS, A. «El exilio de Helena» en El verano en Albert Camus, Obras 3. Op. cit., p. 575.
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ontologizar un sentimiento, éste, imprudentemente, aseguraría ser más de lo que realmente
puede conocerse. Camus, en este sentido, aseguraba que «si hay absurdo, es en el universo del
hombre»41, no en el universo en sí. El hombre cometería una desmesura si cerrara los ojos «al
sinsentido, a la razón y al mito»42; cerrar los ojos a una sola de ellas ya supondría una traición o
una desmesura.
En un lenguaje más cercano a lo académico, usado por el propio Camus, este método
acepta «la voluntad, [marcada por] los límites de la razón»43, y tiene la prudencia de no colocar,
«como broche, el impulso de la voluntad en el centro de la razón»44. Camus, en este sentido,
parece entender la voluntad como lo inmediato, como el directo contacto del ser humano con su
entorno, y que genera, en su misma inmediatez, sensaciones o una sensibilidad o un sentimiento
que definen la manera en que es percibido el mundo en cada ocasión; Voluntad en armonía con
la razón, esto es, en armonía con lo mediado, razonado u ordenado; Razón que no debe
traicionar o renunciar a la sensibilidad, a riesgo de que el ser humano se traicione, o renuncie a
su voluntad y al mundo como enigma.
Si tomamos como punto de partida una definición de la sensibilidad absurda siempre y
cuando ésta no se reduzca a una mera descripción lógica o racional, se tratará de un tipo de
sensibilidad en la que ‘absurdo’ equivaldría a ‘contradicción’. Estaríamos ante un sentimiento
que surge de la contradicción no resuelta entre dos elementos: el ser humano y el mundo.
Siguiendo el trazo de esta consideración, lo absurdo camusiano también debe y puede
diferenciarse del absurdo sartreano o existencialista con el que tantas veces se ha visto envuelto.
Este otro análisis de lo absurdo será contemplado por Camus como muestra de un método
desmesurado. Siendo más concretos, de un método que percibe lo absurdo y, a través del
imperio de la razón, es identificado como el fundamento determinante de la ontología. En este
orden, Sartre, a propósito de El extranjero y de El mito de Sísifo, opinaba que
es cierto que lo absurdo no está en el hombre ni en el mundo, si se los toma aparte;
pero como la característica esencial del hombre es estar en el mundo, lo absurdo,
para terminar, se identifica con la condición humana.45
41
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 51.
CAMUS, A. El exilio de Helena. Op. cit., p. 575.
43
Ibídem.
44
Ibídem.
45
SARTRE, J. P. Escritos sobre literatura, 1. Madrid: Alianza, 1985, pp. 75 y 76.
42
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Con esta sentencia podría explicarse la postura filosófica de Sartre. Pero, si se repara en
el empeño de Camus por no sacar conclusiones ajenas al ser del ser humano, en la cita de Sartre
se ve cómo una sensación física se hace metafísica y esencial a todo ser humano. Y aunque sea
cierto que la sensibilidad absurda para Camus «nace de la confrontación entre el llamamiento
humano y el silencio irrazonable del mundo»46, a diferencia de Sartre, lo absurdo camusiano
está en ese ambiente que establece un cisma o un divorcio. Como escribe Camus: «ese divorcio
entre el hombre y su vida […] es propiamente el sentimiento del absurdo»47.
Por otro lado, Camus no considera ni soberana ni fundamental ni única esta
sensibilidad. «El sentimiento del absurdo es un sentimiento entre otros. […] La intensidad de un
sentimiento no implica que sea universal»48, como dirá en El hombre rebelde. A lo sumo, este
mal de ánimo no lleva a quien lo siente, si lo analiza, a asegurar con certeza otra cosa que no sea
decir que, «si hay absurdo, es en el universo del hombre»49.
Según declarara Camus, como ya se ha indicado, El mito de Sísifo estaba pensado o
«dirigido contra los filósofos llamados existencialistas»50, en tanto que trata de demostrar que,
incluso analizando la noción absurda o la sensación íntima de un sinsentido profundo de la vida,
no hay necesidad ni de buscar un sentido ajeno para vivirla ni tampoco hay necesidad de
ontologizar esa sensación. El mito de Sísifo «declara que incluso dentro de los límites del
nihilismo es posible encontrar los medios para continuar más allá del nihilismo»51, como
manifestó Camus en 1955 para la edición estadounidense de este ensayo. Quizá por ello se
entienda mejor por qué hay que imaginarse a Sísifo feliz, sentencia que cierra el capítulo donde
revisa este personaje mitológico.
46
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 42.
Ib., p. 16.
48
CAMUS, A. El hombre rebelde. Op. cit., p. 16.
49
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 51.
50
GRENIER, R. Op. cit., p. 112.
51
CAMUS, A. The mith of Sisyphus and other essays. New York: Vintage International, 1991, p. V. La
traducción es nuestra.
47
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1.4. OBSERVACIONES SOBRE EL PRESENTE TRABAJO
Por tanto, este trabajo intenta insertarse en medio de la ambigüedad que acompaña a
Albert Camus, esto es, en medio de la cuestión en torno a considerarlo con pleno derecho como
parte de la historia de la filosofía. El análisis del estado de la cuestión de esta polémica ha ido
desde la noción de lo absurdo hasta plantear una alternativa en la perspectiva desde la que
interpretar a Albert Camus. En adelante el trabajo irá tratando de contrastar esta alternativa
ateniéndose en la medida de lo posible a los escritos de Albert Camus. Esta alternativa será
eminentemente estética, entendiendo aquí ‘estética’ como teoría de la sensibilidad. El trabajo se
basará continuamente en conceptos acuñados por el propio Camus: rebelión, sensibilidad,
absurdo, desgarramiento… En tanto que ‘rebelión’, y todos los términos derivados de él
(rebelde, rebeldía…), este trabajo separará su rechazo de su primer movimiento afirmativo y
originario. En referencia a este consentimiento original, se utilizará ‘voluntad (o afán) de
comprensión’, ya que éste es el impulso que hace que el ser humano, si no renuncia a él,
obtenga una sensación inmediata del universo. La sensibilidad (al igual que ‘sensación’ o
‘sentimiento’), siempre humana, por tanto, nace de la doble premisa que conforman la voluntad
de comprensión y el universo en sí que, para Camus, y según entiende este trabajo, es enigma en
los términos que se han visto. Asimismo, el término ‘absurdo’ es utilizado en la acepción
camusiana comentada en esta Introducción. Y por último, el ‘desgarramiento’ (en el original,
‘déchirure’52), y términos derivados, serán utilizados para describir el punto en el que el ser
humano efectivamente no renuncia a nada: ni a su voluntad de comprensión, ni al mundo como
enigma, ni, por tanto, a la sensibilidad que suscita esta relación en cada caso, ya sea una más
próxima a la sensibilidad absurda, ya sea más próxima a una intensa comunión. Este último
término, ‘desgarramiento’, no fue desarrollado con explícita profundidad por Camus, aunque sí
se sirviera de él en numerosas ocasiones para expresarse. La intención de este trabajo es
contrastar la verosimilitud de la sensibilidad desgarradora como un fundamento profundo de
todo el pensamiento de Camus. Y, en segunda instancia, comprobar en qué orden serían
colocados en su propuesta filosófica temas camusianos próximos a la sensibilidad
desgarradora.
Si bien la Introducción se ha desarrollado en torno a la ambigüedad de Camus, en tanto
que filósofo artista, de formar parte de la historia de la filosofía, en adelante se tratará de
distinguir la sensibilidad desgarradora de la sensibilidad absurda en la obra de Albert Camus. La
sensibilidad absurda en esta Introducción ha ido quedando desplazada del centro de la reflexión
52
Cfr. LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 472
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camusiana. Se ha planteado, a su vez, la posibilidad de que en su lugar se haya posicionado la
sensación desgarradora y que la absurda haya quedado subsumida en esta otra. Pero si Albert
Camus le dedica una serie al absurdo (ensayo, El mito de Sísifo, novela, El extranjero, y dos
piezas teatrales, Calígula y El malentendido), ¿cómo entiende la expresión de la sensibilidad
absurda en el arte? En el capítulo segundo se expondrán los argumentos de Camus que nos
conminan a buscar esta sensibilidad en la novela, y no en otra disciplina artística. En este orden,
se contrastará una afirmación de Camus por la que asegura que la novela de Herman Melville,
publicada por primera vez en 1851, Moby Dick, es «una obra verdaderamente absurda»53. Se
trata de medir la sensibilidad absurda, según la define Camus, en la expresión contenida en
dicha novela. Imitando este gesto metódico, para desplazarnos hacia la sensibilidad
desgarradora, se analizará la figura de Jonás, trazando una línea que va desde la Biblia a Camus,
pasando por Melville. El relato corto publicado por Camus en El exilio y el reino en 1957, Jonás
o el artista trabajando, focalizará esta parte del análisis. En un último paso, el trabajo se dirige
a buscar un aspecto de esta sensibilidad desgarradora en todas las novelas de Albert Camus, y
así tratar de darle mayor cuerpo a la propuesta de este trabajo.
53
Sic. CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 146 n.
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2. PREEMINENCIA DE LA NOVELA
En El Mito de Sísifo Albert Camus analiza elementos del ambiente absurdo en algunas
muestras artísticas. Dedica tanto un apartado a un personaje de Dostoievski, Kirilov, así como a
la esperanza y lo absurdo en la obra de Franz Kafka54 y al mito de Don Juan, el donjuanismo.
Aunque en la Introducción de este trabajo ya se apuntó la necesidad de una perspectiva estética
para reflexionar sobre los textos de Albert Camus, creemos conveniente retomar esta cuestión
para entender en este caso por qué se centra en la narrativa, y no en otro género artístico, como
se puede comenzar a intuir tras los ejemplos recién citados. En primer lugar, habría que precisar
que en toda la obra de Albert Camus no sólo hay reflexiones en torno a la narrativa. Por
ejemplo, El hombre rebelde dedica un apartado completo a la poesía en rebeldía de
Lautréamont y Rimbaud; en ese mismo libro comienza su análisis de rebeldía y arte con la
pintura, citando textos y cuadros de Van Gogh y de Delacroix; o, como el mismo Bernard-Henri
Lévy recoge en un texto anteriormente mencionado, «su último artículo en L'Express es, en
plena guerra de Argelia, un extraño 'Agradecimiento a Mozart'»55; por último, entre tantas otras
referencias, cabe destacar que en la conferencia del 14 de diciembre de 1957, bajo el título de El
artista y su tiempo, ofrecida en la recepción del premio Nobel de literatura, son varias las
reflexiones acerca de artistas sin producción novelesca (de nuevo Mozart, pero también
Cézanne, Keats…)56.
54
Publicada como apéndice de El mito de Sísifo a partir de 1948 aunque era parte integrante del texto
original. Véanse FIGUERO, J. Albert Camus, exaltación de España. Barcelona: Planeta, 2007, p. 119;
RIDING, A. Y siguió la fiesta. La vida cultural en el París ocupado por los nazis. Barcelona: Galaxia
Gutenberg, 2011, p. 287 n.; o LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 247 y 248.
55
LÉVY, B. H. Loc. cit.
56
Cfr. CAMUS, A. «Discurso de Suecia» en Albert Camus, Obras 5. Op. cit., pp. 173-191.
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Sin embargo, su reflexión se centra en la narrativa por un motivo específico y
deliberado. Camus asegura que «la preeminencia lograda por la novela sobre la poesía y el
ensayo representa sólo, pese a las apariencias, una mayor intelectualización del arte»57.
En el planteamiento de Camus, crítico contra el racionalismo absoluto, el universo, para
el hombre, resulta una tábula rasa, o, en otras palabras, no resulta claro aunque sí concreto, sin
un más allá; en definitiva, un enigma. La voluntad humana de comprensión de ese enigma
genera una actitud que se rebela. Se mantiene así el consentimiento original e íntimo, gracias al
cual no se pierde la intención de agotar toda experiencia, aunque esté en relación con lo
enigmático. Este afán trata de buscar una comunión con el universo, pero, para no traicionar la
inmediatez con que se vive, evita colocar un sentido profundo que no se dé en lo concreto, sino
que trata de agotar todo el universo viviéndolo, en cada caso, como lo concreto que es, pero en
todos los casos posibles. Siendo así que cuando se perciba con absurdidad, esto «enseña que
todas las experiencias son indiferentes [al tiempo que] empuja a la mayor cantidad de
experiencias»58.
La relación del ser humano con el universo genera una sensación directa que define el
universo del hombre, ya se sienta como absurdo, ya se sienta en intensa unión. Ahora bien, el
análisis del sentimiento del absurdo ha enfrentado radicalmente a Camus con la necesidad
humana de dotar de sentido a su universo, a su vida. En el extremo de la inutilidad del
consentimiento humano, o sea, en el extremo de lo absurdo, y sin caer en una traición, entonces
se «descubre la exigencia metafísica de la unidad, la imposibilidad de hacerse con ella y la
fabricación de un universo de sustitución»59. En este mismo orden, Camus opina que «pensar es
ante todo querer crear un mundo (o limitar el propio, lo cual viene a ser lo mismo)»60.
¿Y por qué no es el ensayo, tomado aquí como expresión filosófica, el que representa la
mayor intelectualización del arte? Camus no considera el ensayo de un orden distinto al arte,
sino que insiste «en lo arbitrario de la antigua oposición entre arte y filosofía [porque] el artista,
como el pensador, se compromete con su obra y deviene con ella»61. Y por ello considera falsa
la imagen que diferencia al «filósofo encerrado en medio de su sistema y al artista situado ante
su obra»62. Por tanto, la filosofía es para Camus del mismo orden que el arte.
57
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 130.
Ib., p. 82.
59
CAMUS, A. El hombre rebelde. Op. cit., p. 297.
60
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 130.
61
Ib. pp. 126 y 127.
62
Ib. p. 127.
58
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Ahora bien, si la filosofía se define por escribir más con razonamientos, la novela lo
hará por escribir más con imágenes63. En la manera de acceder a lo real y de expresarlo, el
ensayo se basa en la razón. Al razonar sobre el universo enigmático, sin embargo, el método
filosófico se declara impotente o, si no lo hace, cae en una traición, esto es, lo que se percibe
como enigma es envuelto y falseado por la razón. Según Camus, no le es propia a la filosofía la
descripción, sino la explicación. Así, para expresar completa y fielmente un universo de
sustitución, el ensayo no le parece plenamente válido. Con él no se podría agotar nuestra
experiencia sin ofrecer un sentido profundo de ella que ofrezca una explicación que elimine el
enigma.
Por otro lado, las otras «artes de la forma y el color»64, como la pintura y la escultura o
la música, no contienen, según Camus, la tensión que se pueda dar en la novela. Unas porque
«tienen su filosofía reducida a gestos»65, la otra por ser la «sensación más pura»66 o por ser, a
sus ojos, la más palmariamente gratuita de las artes. La gratuidad es aquí entendida como la
negación a trascender lo concreto o a explicar la sensación. Como dice Camus, una obra de arte
deja de ser «gratuita [si] consagra las ilusiones y suscita la esperanza»67. Por el lado de la
pintura o de la escultura, sin embargo, Camus opina que éstas expresan con mayor propiedad el
gesto, no todo un universo, cosa que sí hacen los «grandes novelistas [o] novelistas filósofos»68.
Y sin embargo la novela aún tiene que contenerse ante una «tentación de explicar [que]
sigue siendo muy grande»69. Según Camus, la novela cumple las condiciones para que, en las
mejores, «ya no se cuenten historias [sino que] se creen su universo»70. Por otro lado, para que
la novela sea la mayor intelectualización del arte habrá de contener un elemento reflexivo. Y
Camus entiende que los grandes novelistas filtran en sus creaciones una filosofía tan rigurosa
como la del mejor ensayo; ahora bien, esta reflexión se expresa veladamente. La buena novela
se construye, al igual que la filosofía, «con su lógica, sus razonamientos, su intuición y sus
postulados, [así como] sus exigencias de claridad»71. Pero, a diferencia de los filósofos o de los
escritores de novelas de tesis, lo que describen los grandes novelistas es un ambiente, no sólo
una reflexión. «La expresión comienza donde el pensamiento acaba»72, nos dice Camus a este
63
Cfr. ib. p. 131.
Ib. p. 129.
65
Ibídem.
66
Ib. p. 130.
67
Ib. p. 133.
68
Ib. p. 131.
69
Ib. p. 130.
70
Ib. p. 131.
71
Ibídem.
72
Ib. p. 129.
64
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respecto, afianzando la contraposición de los novelistas filósofos a los escritores de novelas de
tesis; esto es, la contraposición de los que expresan un pensamiento en imágenes y los que tras
una imagen razonan una explicación. En este punto se puede entender mejor entonces por qué
Camus insiste en ser filósofo artista o por qué en sus cuadernos de notas ya en 1936, con 22
años, se dijera a sí mismo que «no se piensa sino por imágenes. Si quieres ser filósofo, escribe
novelas»73.
Camus ha analizado en la filosofía «hasta dónde llevaron sus consecuencias los hombres
que reconocieron, partiendo de una crítica al racionalismo, el clima absurdo»74. Y sigue
diciendo Camus: «Ahora bien, para atenerme a las filosofías existenciales, veo que todas, sin
excepción, me proponen la evasión»75. Estos filósofos parten de una crítica al racionalismo
topándose con la irracionalidad del mundo, con lo absurdo, y finalmente vuelven a la
racionalización absoluta para explicar aquello que habían declarado irrazonable. Ésta es la
evasión a la que Camus se refiere.
Sin embargo Camus entiende que en el movimiento de aceptación originaria se
confirma un ansia de unidad, y ese ansia se enfrenta al enigmático universo que rodea al ser
humano. Así que la filosofía al tratar de dirigirse al universo habrá de callar o traicionarlo, dado
que la razón explica y trasciende lo concreto. El arte será la única manera fiel de generar un
universo de sustitución, donde lo concreto sea lo concreto, y donde el universo generado sea
unificado o comprendido. Y la novela es, según Camus, la que condensa mejor las posibilidades
de generar un universo de sustitución, no un gesto, como le es más propio a las artes de la forma
y el color, ni tampoco un «universo inhumano»76, como le es más propio a la música.
Camus piensa que «la novela nace al mismo tiempo que el espíritu de rebeldía y
traduce, en el plano estético, la misma ambición»77. Y es que si «el hombre rechaza el mundo tal
cual es»78 en algún momento, afirmando de raíz su afán de comprensión, a través de la novela
podrá conformar un universo mejor «sin aceptar escaparse»79. «Mejor no quiere decir entonces
diferente, mejor quiere decir unificado»80, aclara Camus. Para él, en este caso, no hay tal
evasión: el rechazo en este contexto no tiene nada que ver con la renuncia ni se basa en la
73
CAMUS, A. Carnets, 1. Op. cit., p. 458.
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 47.
75
Ibídem.
76
Cfr. Ib. p. 130.
77
CAMUS, A. El hombre rebelde. Op. cit., p. 301.
78
Ib. p. 303.
79
Ibídem.
80
Ib. p. 305.
74
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esperanza, pues, a diferencia del universo de sustitución que pudiera generar la filosofía, en la
gran novela no se expresa una razón oculta que trate de desvelar el enigma vital. «Al contrario
de lo que se cree, la esperanza equivale a resignación. Y vivir no es resignarse»81, como escribió
Camus en el ensayo lírico El verano en Argel, reunido, junto con otros escritos, en Nupcias.
Por ello Camus asegura que el gran artista es «un gran ser vivo, si entendemos que vivir
es tanto sentir como reflexionar»82. Los grandes novelistas son la imagen más alta, para Camus,
de la expresión del ser humano desgarrado, de quien no renuncia ni a su voluntad ni al enigma
que lo rodea, porque concentran en sí tanto el pensamiento filosófico, impotente para razonarlo
todo, como las imágenes que describen (comprenden y no explican) el universo humano. Esta
creación que corrige al universo
es reveladora de cierto pensamiento que les es común [a los grandes novelistas],
persuadido de la inutilidad de todo principio de explicación y convencido del
mensaje aleccionador de la experiencia sensible.83
Para encerrarlo todo en una reflexión del propio Camus,
el mundo novelesco, por fin, no es más que la corrección de este mundo, según el
deseo profundo del hombre. Pues se trata indudablemente del mismo mundo. […]
Los personajes tienen nuestro lenguaje, nuestras debilidades, nuestras fuerzas. Su
universo no es ni más bello ni más edificante que el nuestro. Pero ellos, al menos,
corren hasta el final de su destino y no hay nunca personajes tan emocionantes como
los que van hasta el extremo de su pasión. […] Pues ellos acaban lo que nosotros no
acabamos nunca.84
Y es así como en la gran novela, con una mayor tensión que en otras disciplinas, se es
más fiel a la expresión que no «quiere transfigurar el mundo antes de haberlo agotado, [ni]
ordenarlo antes de haberlo comprendido»85. Por lo tanto, prima la voluntad de comprensión y no
la extrema racionalización o explicación del universo humano.
81
CAMUS, A. Nupcias. Op. cit., p. 97.
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 129.
83
Ib. p. 132.
84
CAMUS, A. El hombre rebelde. Op. cit., p. 306.
85
CAMUS, A. El exilio de Helena. Op. cit., p. 577.
82
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Por todo ello, Camus trata con mayor detenimiento la novela en sus reflexiones, al
mismo tiempo que nos explica por qué da tanta importancia a su producción novelesca a lo
largo de su vida.
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3. LA SENSIBILIDAD ABSURDA EN LA NOVELA
3.1. LÍMITES PARA UNA «OBRA VERDADERAMENTE ABSURDA»
¿Se puede entonces crear una novela que exprese un universo absurdo en los términos
que Camus ha expuesto? ¿Es posible la creación desgarradora en su faz absurda? En este
apartado se trata con brevedad de definir los límites dentro de los cuales entendemos que podrá
considerarse que una obra expresa sensibilidad absurda.
Si bien Albert Camus estudia algunos de los elementos del absurdo en varias obras
citadas al principio del segundo capítulo, en este apartado se mide esta sensibilidad dentro del
universo de Moby Dick, novela definida por Camus como una «obra verdaderamente
absurda»86. En El mito de Sísifo, en primer lugar, Camus declara que le interesa realizar un
análisis del tema del suicidio lógico en Dostoievski a través de uno de los personajes de sus
novelas: Kirilov. Camus opina que es una «creación novelesca [que] puede ofrecer la misma
ambigüedad que ciertas filosofías»87, o sea, que las filosofías existenciales que expone al
principio de El mito de Sísifo. Esa ambigüedad proviene de que la novela de Dostoievski es
«una obra que reúne todo lo que marca la conciencia de lo absurdo, con un comienzo claro y un
clima lúcido, [pero,] en ella no es respetado lo absurdo [porque] se ha introducido la ilusión»88.
Kirilov, personaje de Los endemoniados (o Los demonios), representa en la novela uno de los
continuos en el estudio de la sensibilidad absurda de Camus: el suicidio. Pero, aunque Kirilov
parece más idóneo para ser analizado en El mito de Sísifo por este tema, Camus también
introdujo en este análisis a Kafka. Camus realizó un ensayo en 1939 sobre Kafka que, desde un
86
Sic. CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 146 n.
Ib. p. 134.
88
Ibídem.
87
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principio, pensaba incluir en El mito de Sísifo. Pero ese texto, La esperanza y lo absurdo en la
obra de Franz Kafka, fue finalmente publicado como apéndice89. Es reseñable entonces que
tanto la ilusión en Dostoievski como la esperanza en Kafka cumplen con la ambigüedad a la que
Camus se refiere. Tras el análisis sobre Kirilov, extensible en este caso al universo kafkiano,
Camus concluye que «no es indiferente volver a encontrar la esperanza introducida de nuevo
bajo uno de sus rostros más patéticos»90. Por lo tanto que Moby Dick sea la única novela que
Camus, explícitamente, entienda como expresión de un universo absurdo, significa que ha de
ser una novela gratuita y concreta, esto es, sin trascendencia ni esperanza.
Antes que realizar la contrastación de unas novelas con otras, se tratará de averiguar si
efectivamente la sensibilidad absurda se puede dar en la creación novelesca. Aquí ahora
trataremos de ofrecer la expresión de una sensibilidad absurda. Por lo tanto, este trabajo no se
detiene ni en Dostoievski ni en Kafka. Así que, de manera directa, los elementos a contrastar en
todo Moby Dick serán las imágenes que repitan la experiencia absurda. Si es la introducción de
la esperanza, o de cualquier otro tipo de evasión, lo que hace que otras novelas no sean, en
palabras de Camus, verdaderamente absurdas, para que Moby Dick sí lo sea, pensamos que ha
de evidenciar, por un lado, la intimidad con que se vive el absurdo, la individualidad, o, dicho
de otro modo en palabras del propio Camus: evidenciar que «en la experiencia del absurdo, el
sufrimiento es individual»91; y, por otro lado, ha de evidenciar los aspectos que sostengan
irrenunciablemente el clima de una vida absurda, el divorcio del sinsentido profundo. Estos son
los límites que proponemos. No ha de interpretarse esto de ningún modo como una insinuación
de que Moby Dick sea denominada como novela del sinsentido. «No hay arte del sinsentido»92,
aclara explícitamente Camus; incluso dice que «la no significación, significa»93. Moby Dick, en
todo caso, significará de modo excelente lo que describe: la sensación absurda.
3.2. UNIVERSO ABSURDO DE MOBY DICK
La novela de Melville transcurre tanto en Nantucket, pueblo ballenero de los Estados
Unidos, como en el Pequod, barco que persigue por los océanos a la ballena blanca que da
nombre a esta novela. El rumbo, el barco, los oficiales y el resto de tripulantes están bajo el
mando de un obstinado y reservado capitán Ahab. La tripulación, aunque hable entre sí sobre el
89
Cfr. LOTTMAN, H. R. Albert Camus. Madrid: Taurus, 2006, p. 247 y 248.
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 147.
91
CAMUS, A. El hombre rebelde. Op. cit.. p. 31.
92
Ib. p. 300.
93
Ibídem.
90
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encuentro fatal que tuviera el capitán con Moby Dick en el pasado, piensa que su labor es cazar
ballenas, preferentemente ballenas de las que extraer el esperma con el que luego se comerciaría
y fabricarían velas. En este sentido, no todas las ballenas son aprovechables. Cuando cazan la
primera ballena, la descuartizan para extraer el esperma, también llamado ámbar gris, y colocan
su cabeza en una de las bandas del Pequod, asomando por fuera del barco aunque bien
amarrada. El inconveniente para enderezar la travesía se hacía evidente. Así que el objetivo
inmediato es cazar otra ballena, la que fuera, aunque no poseyera esperma, para colocarla en la
banda contraria del barco y así nivelar el rumbo. Una vez cazada, nos dirá Melville que,
como antes el Pequod se inclinaba abruptamente hacia la cabeza del cachalote,
ahora, por el contrapeso de ambas cabezas, volvió a equilibrar su quilla, aunque
cargadísimo, podéis creerlo. De manera que, si en uno de los lados izáis la cabeza de
Locke, podéis inclinaros hacia ese lado; sin embargo, si del otro lado izáis la cabeza
de Kant, volvéis a enderezaros, aunque en muy malas condiciones. Así, algunos
espíritus nunca dejan de equilibrar la lancha. ¡Oh, tontos de vosotros! Echad por la
borda todas esas cabezas tremendas y entonces flotaréis livianos y bien.94
Esta imagen del Pequod enderezado pero pesado, por tanto, remite análogamente a una nueva
imagen, esta vez a la del ser humano que camina, que piensa, cargando encima de sus hombros
ideas de cabezas ajenas.
La inutilidad de esas ideas ajenas encaja con la tensión irreemplazable e íntima del
hombre absurdo. Siendo así que el hombre absurdo no contempla la necesidad ni la efectividad
de ideas no sentidas como propias. De ahí la llamada a liberarse de esas cabezas para poder
rumiar sus propias sensaciones. En este sentido, Camus, al señalar que las grandes novelas
implican una verdadera reflexión, podría estar muy de acuerdo con esta llamada a flotar livianos
y bien sin ideas ajenas, pues, como él mismo asegura, «las ideas son lo contrario del
pensamiento»95. La lucidez proviene del pensamiento propio.
Se destaca entonces un primer movimiento en Moby Dick que se dirige a eliminar cierta
conexión con los demás o, mejor dicho, con el sentimiento de lo colectivo. Ante los demás, el
hombre empapado del sentimiento absurdo se siente solo, desconectado o aislado, a solas en su
irrazonable universo, en el que el otro no representa tampoco ninguna comodidad con respecto a
su universo íntimo. En definitiva, el pasaje anterior invita a una especie de soledad orgullosa e
94
95
MELVILLE, H. Moby Dick. Madrid: Alianza, 2009. Pp. 509 y 510.
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 149.
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intelectual. En ella el ser humano no puede, o no debe, seguir manejándose con ideas ajenas,
sino que debe dar muestras de sí, de su fortaleza, para no ser absorbido.
El universo de Moby Dick incide en esta cuestión incluso en un punto que, en
apariencia, podría conllevar hacia cierta contradicción. Si el sentimiento de lo colectivo en un
clima absurdo no se percibe, ¿cómo es posible que una tripulación trabaje compacta
persiguiendo un mismo horizonte? En una visión más cercana a la de Camus sobre el absurdo
sufrimiento individual, Melville presenta a todos los tripulantes como «isleños a bordo del
Pequod, y también aislados»96, aclarando que los llama
así porque sin reconocer el continente común de todos los hombres, cada aislado
vive en su propio continente. Sin embargo ahora, federados a lo largo de una quilla,
¡qué grupo formaban esos aislados! […] para presentar todas las quejas del mundo
ante ese tribunal del que muchos de ellos no volverían.97
La lucha individual e íntima en medio de la nada oceánica, las quejas, la exigencia de claridad,
la rebelión en definitiva, son las que unen, aunque no confunden, a cada tripulante.
Esta propuesta de Melville nos recuerda a otra que expuso Albert Camus al cerrar su
discurso de recepción del premio Nobel. Tratando sobre la esperanza, Camus subraya que «unos
dirán que esta esperanza la lleva un pueblo, otros que un hombre»98. Pero, por el contrario, para
no colocarla fuera de la medida humana, Camus cree
que la despiertan, la reaniman y la mantienen millones de solitarios, cuyas obras y
acciones niegan cada día las fronteras y las más burdas apariencias de la historia,
para hacer resplandecer fugitivamente la verdad siempre amenazada que cada uno,
por encima de sus sufrimientos y alegrías, eleva para todos.99
Si en este caso los millones de solitarios de los que habla Camus parecen una analogía de los
aislados tripulantes del Pequod, y de ser cierto que el universo de Moby Dick no cae en la
tentación de la ilusión o de la esperanza, Camus tiene en esta novela las imágenes de un
universo donde no se da ni traición, ni resignación, ni esperanza, al tiempo que sí se da una
fidelidad a la medida humana. La aparente paradoja de la doble esperanza no es tal, ya que
Camus diferencia entre vivir (sentir y reflexionar) para una esperanza trascendental, y vivir
96
MELVILLE, H. Op. cit., p. 205.
Ibídem.
98
CAMUS, A. Discurso de Suecia. Op. cit., p. 191.
99
Ibídem.
97
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(sentir y reflexionar) sin traicionar lo concreto, sin la esperanza de resolver enteramente el
enigma vital.
Siguiendo con el análisis de Moby Dick, ya se ha señalado la posibilidad de que esta
novela venga determinada por la individualidad, primera evidencia del sentimiento del absurdo.
Se han extractado dos estadios distintos de soledad: el intelectual y el social. Falta hablar, por el
momento, sobre la gratuidad de lo concreto en tanto que silencio irrazonable del mundo. Esta
gratuidad coincide con otro tipo de soledad, esta vez metafísica. La fidelidad a la tierra, a lo
concreto, se puede apreciar en uno de los momentos más intensos de Moby Dick. El capitán
Ahab continuamente representa un desafío a los dioses y a las supuestas señales de éstos. En
este sentido, la escena más evidente y elocuente transcurre durante un episodio que es
protagonizado también por el fuego de San Telmo. La aparición de este fenómeno se suele
recibir entre hombres de mar como símbolo de mal agüero.
En este episodio, en medio de un tifón, hacen acto de presencia en el Pequod varias
manifestaciones del fuego de San Telmo. Ante las peticiones de misericordia del segundo oficial
Stubb, que quiere aprovechar las inclemencias para regresar a tierra y no mantener el rumbo
desafiante, y ante la mirada atónita y acongojada del resto de la tripulación, Ahab se enfrenta a
esta aparición lumínica en un potente monólogo. Dirigiéndose a los cielos y al Fuego de San
Telmo, dice Ahab:
Ahora sé que vuestra verdadera adoración es el desafío, pues ni amor ni reverencia
os son propicios. Incluso por odio sólo podéis matar y todos morirán. Pues ningún
necio os haría frente sin miedo. Yo admito vuestro poder sin habla y sin lugar, pero
hasta el último momento del terremoto de mi vida disputaré su señorío
incondicional y total sobre mí. En medio de la personificación impersonal, aquí hay
una personalidad de pie. Aunque sólo quede un punto como máximo, de
dondequiera que venga y adondequiera que vaya, mientras viva en la tierra, la
personalidad majestuosa vive en mí y hace sentir sus derechos reales. […] Aún ciego
os seguiré hablando. Aunque sois luz, brotáis de la oscuridad, ¡pero yo soy
oscuridad brotando de la luz, brotando de vos! […] ¡Oh, vos!, fuego expósito, vos,
ermitaño inmemorial, vos también tenéis vuestro acertijo incomunicable, vuestro
dolor sin participación.100
100
MELVILLE, H. Op. cit., pp. 765-768. El subrayado es nuestro.
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¿Puede resumir este monólogo por si solo el universo absurdo de Moby Dick según
Camus lo ha definido? El universo bajo las sensaciones del capitán Ahab es hostil: no hay ni
amor ni reverencia en la forma en que se dirige a él. Camus apunta al comienzo de El mito de
Sísifo que «ese divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su decorado, es propiamente
el sentimiento de lo absurdo»101. Ahab, aún sintiendo el poder del universo, aún temiéndolo,
concentra la rebeldía que, «sin pretender resolverlo todo, puede al menos dar la cara»102. Y no
pretende resolverlo todo puesto que renuncia a trascender lo concreto: expresiones como ‘poder
sin habla’, ‘luz que brota de la oscuridad’, ‘fuego expósito’ o ‘acertijo incomunicable’
describen concretamente el fuego de San Telmo y, por extensión, el universo de Ahab. Pero no
hay en este pasaje un atisbo de sentido profundo y oculto tras el fuego de San Telmo: esta
posibilidad de trascendencia sólo se cita, como motivación de la renuncia de Stubb, para
anularla. Quien proviene de la luz, de la exigencia de claridad, es Ahab; lo que procede de la
oscuridad, del sentido que se descifra mal porque deslumbra, retomando de nuevo la reflexión
sobre Esquilo de Camus, es el universo condensado en el fuego de San Telmo. Descrito como lo
concreto que aparece al ser humano, el universo percibido bajo una sensibilidad de profundo
absurdo, como universo irrazonable que inutiliza pero no evade las exigencias de claridad del
capitán Ahab, es, en definitiva, un universo humano que se sostiene en la voluntad de
comprensión individual, en el dolor sin participación.
En un universo humano de profunda hostilidad, tanto la individualidad como la
fidelidad a lo concreto han sido observadas en Moby Dick. Por tanto, los dos elementos
necesarios para que lo absurdo no sea traicionado se sostienen candentes; esto es, se da por un
lado la exigencia de claridad (aún ciego os seguiré hablando) y por otro la irreductibilidad del
mundo (acertijo incomunicable). Esta locura del capitán Ahab llega al máximo grado ilustrativo
en la última imagen de la novela: océano, Pequod, mástil, bandera y halcón en un hundimiento
que no podía ocasionarse «sin arrastrar una parte viva del cielo con él»103. Por consiguiente,
durante toda la novela, e incluso en su desenlace, la ilusión o la esperanza por las cuales otras
grandes novelas no cumplían con los mandamientos del sentimiento absurdo, en Moby Dick
parecen no encontrarse.
101
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 16.
CAMUS, A. El hombre rebelde. Op. cit., p. 354.
103
Cfr. MELVILLE, H. Op. cit., pp. 860 y 861.
102
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3.3. REVISIÓN DE LA FIGURA DEL JONÁS ABSURDO EN MOBY DICK
Pasamos ahora a examinar un personaje velado en la novela de Melville, Jonás, con el
que abrir el análisis que diferencie la sensibilidad absurda de la desgarradora. En El libro de
Jonás del Antiguo Testamento se narra la historia de un hombre que sobrevivió en el interior de
una ballena tras intentar huir del reclamo de Jehová. Como decimos, esta figura de Jonás puede
entenderse, cuando menos, como un protagonista velado en Moby Dick. Más allá de que cada
aventura a bordo del Pequod pueda ponerse en relación con el pasaje bíblico, Jonás es asimismo
el protagonista de varios capítulos de la novela. Por este hecho, apreciamos que Moby Dick
revisa la figura de Jonás. Y si hay una evolución en este sentido que va desde la Biblia hasta
Moby Dick, hay otra que va desde Moby Dick a Camus, más concretamente, a su pieza Jonás o
el artista trabajando. El protagonista de esta pieza no lleva el nombre de Jonás por casualidad.
La cita que encabeza el relato, «arrojadme al mar… porque yo soy el que atrae sobre vosotros la
tempestad»104, pertenece precisamente a El libro de Jonás. Por ello se inicia una revisión de la
figura de Jonás, que, si bien en este capítulo ofrecerá un nuevo enfoque que pueda ayudar a
completar el análisis absurdo de la novela de Melville, por otro lado, nos situará ante la
sensibilidad desgarradora.
En la novela de Melville, antes de la partida hacia la aventura en el Pequod, la
tripulación asiste al sermón del Padre Mapple. El sermón versa sobre el Jonás bíblico. Se tomará
aquí entonces la exposición del Padre Mapple como piedra de toque. Melville introduce esta
interpretación de Jonás al principio de la novela para hacer su revisión a partir de ella. El Padre
Mapple narra su sermón enfatizando y exagerando ciertas características del relato original del
Antiguo Testamento. Por ejemplo, esto sucede con respecto a la manera en que es presentada la
tripulación que iba a compartir travesía con Jonás. Ésta, según el padre Mapple, tiene más
vocación de policía que de un grupo de dóciles armeros. Si Jonás, según cuenta el pasaje
bíblico, tan sólo «encontró un barco que salía para Tarsis: pagó su pasaje y se embarcó para ir
con ellos a Tarsis, lejos de Yahveh»105, el padre Mapple en Moby Dick relata todo el proceso
con mayor minuciosidad y transmite una sensación de culpabilidad que, al menos en este
versículo de la Biblia, no es expresado con tanta claridad. Dice el padre que «al subir a bordo
[Jonás] para hablar con el capitán en la cabina, todos los marineros dejan de momento de izar el
cargamento para fijarse en las malvadas miradas del desconocido»106 y comienzan a elucubrar
104
Cfr. CAMUS, A. «Jonás o el artista trabajando» en El exilio y el reino en Albert Camus, Obras 5. Op.
cit., p. 91. La cita concretamente pertenece a Jonás, I, 12.
105
Jonás, I, 3.
106
MELVILLE, H. Op. cit., p. 91.
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sobre el delito que aquél habrá cometido. Incluso el propio capitán del barco, con la misma
sospecha que sus marineros, «le cobra el triple de la suma habitual»107 para dejarlo embarcar.
Detrás de estas interpretaciones del Padre Mapple se ofrece una extensión de la culpa de
Jonás a todos aquellos cómplices que no se atreven a delatarlo. La extensión de esta
culpabilidad de Jonás alcanza, en el sermón, incluso a los tripulantes del Pequod. La labor del
sermón es análoga, en este sentido, a las novelas de tesis que, como ya vimos, no son valoradas
positivamente por Camus. El sermón muestra la reflexión del sentido profundo y oculto de una
imagen. No parece anecdótico, por tanto, que el capitán Ahab no se encuentre en la iglesia en
esos instantes. Ahab aparece en la novela por primera vez en mitad de la travesía; hasta ese
momento ni se le ve ni se le escucha. El capitán representa, entonces, si no una oposición, sí un
universo distinto ante los planteamientos del Padre Mapple. La oposición no es directa, sino que
va transcurriendo en la medida que lo hace la novela.
El Padre Mapple va integrando a lo largo del sermón sus propias interpretaciones. Estas
opiniones, por ejemplo, acaban mostrando la historia de Jonás como la de un modelo de
arrepentimiento. Jonás, según Mapple, al tratar de huir de Jehová, ha desobedecido un mandato
divino, ha tratado de esquivar la dureza de obedecer a Dios, porque, según el Padre, «si
nosotros obedecemos a Dios, debemos desobedecernos a nosotros mismos; y en este
desobedecernos a nosotros mismos consiste la dureza de obedecer a Dios»108. Al comenzar una
tormenta que obliga finalmente a Jonás a saltar al mar, lo que para Ahab representaba el poder
sin habla, para la lectura de Mapple representa la ira de Jehová por la que «el mar se rebela [y]
no quiere aguantar la carga maldita»109. La culpabilidad, incluso la cómplice, han traicionado lo
concreto (la tormenta hostil) haciéndolo pasar por algo procedente del más allá y no natural.
Cuando Jonás, según el sermón, se ve encerrado en el interior de una ballena, «no gime ni llora
por su inmediata liberación. Él siente que este espantoso castigo es justo. Deja su liberación a
Dios»110. Y sigue diciendo Mapple:
aquí, compañeros, está el verdadero y fiel arrepentimiento; sin clamar por el perdón,
sino agradeciendo el castigo. […] Compañeros, no pongo a Jonás ante vosotros para
que lo copiéis por su pecado; os lo pongo como modelo de arrepentimiento. No
pequéis, pero si lo hacéis, cuidad de arrepentíos de ello como Jonás.111
107
Ib. p. 93.
Ib. p. 90.
109
Ib. p. 95.
110
Ib. p. 97.
111
Ibídem. El subrayado es nuestro.
108
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El arrepentimiento, por tanto, es el último punto de la renuncia original. En esta interpretación,
desde un primer momento, el ser humano ha de desobedecerse; en otras palabras: ha de
resignarse, ha de renunciar, ha de eliminar el consentimiento original que procede, según
Camus, de la rebeldía. Incluso en el caso que nos concierne, Jonás representa la reiteración de la
renuncia cuando, tras intentar desobedecer a Jehová, siente que la culpa y el castigo son
justamente suyos. En definitiva, Jonás no escapa a esta obediencia divina ya que, en palabras del
propio Padre Mapple,
golpeado y magullado, con las orejas como dos caracolas, todavía con el incesante
murmullo del océano, Jonás hizo lo que le mandaba el Todopoderoso. ¡Predicar la
Verdad frente a la Falsedad! ¡Eso era! Ésta, compañeros, es otra lección; y ¡ay de
aquel piloto del Dios viviente que la ignore!112
Si en el capítulo anterior las imágenes de Moby Dick remitían a una orgullosa
individualidad, en esta ocasión, la imagen que ofrece el Padre Mapple, y que será superada a lo
largo de la novela, es la de un ser tan compasivo como acobardado. Jonás, el modelo de
arrepentimiento, en un primer instante, rehúye a Dios para no verse en la obligación de anunciar
la destrucción de Nínive a sus habitantes. Trata de esconderse, no se niega. Una vez que, tras
haber pasado por el suplicio de permanecer en el interior de una ballena y haberse arrepentido
(negado) modélicamente, sin que le faltara recelo para comunicar a los habitantes de Nínive su
destrucción, pide a Jehová su muerte dos veces113, apesadumbrado por ser el anunciador de la
destrucción de una ciudad entera.
Ya hemos visto cómo el capitán Ahab actúa en gran medida justo al contrario de lo que
el Padre Mapple propugna. Ahab no obedece a Dios, sino que lo desafía obedeciéndose a sí
mismo. Incluso los símbolos de mal agüero advertidos por el resto de la tripulación cuando el
mar se rebela, para Ahab no suponen más que un contratiempo o un motivo para medir la
verdadera fijación de sus intenciones: nada iba a ahogar sus ansias de alcanzar a la ballena
blanca. No hay, pues, arrepentimiento al desobedecer las señales divinas. Éstas no le son válidas
y no le dicen nada, puesto que, a sus oídos, no hablan. En un último punto, la amenaza postrera
del padre Mapple no pudo ser evitada por el capitán Ahab, es cierto. Pero en la novela de
Melville se trasluce que todo aquello que no fuera dar caza a Moby Dick, no era de la
incumbencia del nuevo Jonás; por ello este piloto ignora a Dios. Así, del antiguo al nuevo Jonás,
112
113
Ib. p. 99.
Cfr. Jonás, IV, 3; y Jonás, IV, 8.
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en un marco literario que expresa la sensibilidad absurda del ser humano, puede entenderse que
se da una evolución de la sumisión en las decisiones a la soledad para con ellas.
Avanzando en otra dirección, en los capítulos 82 y 83 (El honor y la gloria de la caza
de la ballena y, por otro lado, Jonás, considerado históricamente), siempre en boca de Ismael,
narrador y uno de los protagonistas de la aventura, Melville vuelve sobre el Jonás bíblico. Como
anuncia el título de uno de esos capítulos, en ellos se hace un repaso, no a la verosimilitud sino a
la veracidad histórica de Jonás (y de otros balleneros legendarios). La desmitologización del
suceso, colocando a Jonás no en el estómago sino en la boca de una ballena, o refugiado en el
interior de un cetáceo muerto, o en una «embarcación con una ballena por mascarón de proa»114,
o, por último, auxiliado en el mar por un salvavidas, no hace más que dirigirse hacia la nueva
versión del Jonás que capitanea el Pequod. En estos dos capítulos de Moby Dick se mantiene la
sacralidad del mensaje o de la moraleja: el modelo de arrepentimiento; pero comienza a
resquebrajarse la sacralidad de los hechos. Irónicamente Melville, al introducir los «estúpidos
argumentos»115 de un viejo marinero de Sag-Harbor que cuestionan la veracidad del relato
hebreo116, concluye que todos esos argumentos fueron ya previstos por los estudiosos católicos,
y no hacían sino añadir «un insigne engrandecimiento del milagro general»117 de la historia de
Jonás. El sentido profundo, inalcanzable a la comprensión humana, en este caso, hace que la
traición a lo concreto subsista ante cualquier tipo de objeción.
Por otro lado, Ismael es el personaje que narra toda la historia: en realidad es a través
suyo como llegamos al Pequod y conocemos todo el desarrollo del viaje. De toda la tripulación,
él es el único que logra salvarse y, curiosamente, auxiliado por un ataúd, su ballena particular,
como una isla en medio del océano, o aislado en medio del océano. Según las escrituras, «Jonás
se levantó para huir a Tarsis, lejos de Yahveh»118, a la tierra más lejana, estando bien claro, para
el Padre Mapple, «que Jonás trataba de escapar de Dios por todo lo ancho de este mundo»119.
Ismael, sin embargo, embarcó como escapatoria o sanación a la sensibilidad absurda que le
embargaba. Al comienzo de Moby Dick, Ismael presenta los argumentos y la situación en que
fue a embarcarse al Pequod. Dice que
cada vez que un húmedo noviembre de lloviznas anida en mi alma; […]
especialmente si la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un sólido
114
Cfr. MELVILLE, H. Op. cit., p. 565.
Sic. Cfr. Ib. p. 566.
116
Cfr. Ib. pp. 564-566.
117
Ib. p. 566.
118
Jonás, I, 3.
119
MELVILLE, H. Op. cit., p. 91.
115
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principio moral para no salir a la calle y derribar metódicamente los sombreros de
los transeúntes, entonces, comprendo que ha llegado la hora de hacerme a la mar
cuanto antes. Éste es mi sustituto para la pistola y la bala.120
Por tanto, una nueva diferencia entre ambos relatos podría residir en esta motivación
primera para comenzar la aventura. El universo, entonces, que suscitará cada uno de los relatos
diverge desde este primer punto. Melville, por tanto, revisa el mito del Jonás bíblico, del modelo
de arrepentimiento, y lo sitúa veladamente como modelo del hombre absurdo en su novela.
Según los planteamientos de Albert Camus, Melville solventa entonces «el problema para el
artista absurdo [de] adquirir el savoir-vivre que supera al savoir-faire»121. Así parece conjugarse
en esta novela, en perfecta tensión, tanto el sentimiento y la reflexión de un gran ser vivo, en
este caso, en su faz absurda.
120
121
Ib. p. 31.
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 129.
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4. DE LA SENSIBILIDAD ABSURDA A LA SENSIBILIDAD DESGARRADORA
Para realizar una reflexión del Jonás camusiano cercana al Jonás bíblico y al absurdo se
propone analizar ahora dos elementos de Jonás o el artista trabajando que se repiten en los tres
y que ya hemos visto con los dos anteriores: por un lado, la sensación por la que Jonás se
embarca y, por otro, el tipo de individualidad que suscita esa sensación. Es decir, si el primer
Jonás se embarca planeando una evasión y suscita una imagen de individuo resignado, si el
Jonás absurdo se embarca por un sentimiento absurdo y suscita una imagen de individuo
desafiante, ¿qué nos encontraremos con el Jonás de Albert Camus?
4.1. EXPOSICIÓN SOBRE EL JONÁS DE ALBERT CAMUS
Para empezar este análisis fundamentado en Jonás o el artista trabajando, relato corto
que forma parte de El exilio y el reino, publicado en 1957, se debe reparar en la posición de este
texto en la vida y obra de Albert Camus. Según Lottman, en su biografía sobre Camus, tanto
Jonás como La Caída «constituyen sin ninguna duda los textos autobiográficos más
significativos de Camus ―cómico para los que no conocían a Camus, desgarrador para sus
allegados»122. Por un lado, es indudable que hay mucho de autobiográfico en Jonás. Por
ejemplo, como se indicará en el apartado siguiente, el protagonista de este relato apela en varias
ocasiones a su buena estrella en el mismo sentido que Camus anotara en su cuaderno personal:
«Lo que siempre me salvó de todos los abatimientos fue que jamás dejé de creer en lo que, por
no saber llamarlo de otra forma, llamaré mi buena estrella. Pero hoy ya no creo en ella»123. Pero
también se pueden tener dudas sobre la validez de la afirmación de Lottman, ya que excluye
otros textos significativamente autobiográficos: valga como ejemplo El primer hombre, novela
122
123
LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 480.
CAMUS, A. Carnets, 3. Op. cit., p. 239.
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en la cual Jacques Cormery no es sino el alter ego de Albert Camus y en la que, debido a que
quedó inacabada, algunos personajes tienen tanto un nombre ficticio como el real; caso, entre
otros, del profesor Germain124. Pero por otro, esta imbricación de vida y pensamiento en la obra
de Camus no es anecdótica. Ya se ha comentado que, para Camus, un gran artista es un gran ser
vivo. Y la necesidad de generar un universo de sustitución, como también se ha apuntado, no
pretende más que generar, sin traición, uno mejor que el real, no diferente, sino unificado. A
este respecto, Ramón Muns escribe que, en Camus «esta relación vida-pensamiento no es en
absoluto anecdótica, […] al contrario, no se podrá situar el alcance del pensamiento camusiano
si nos obstinamos en separar completamente vida […] y pensamiento en Albert Camus»125. Por
otro lado, esta obra, Jonás o el artista trabajando, representa asimismo una particularidad en la
bibliografía camusiana dado que tiene una versión novelada (la publicada en El exilio y el reino,
que es la que se va a tratar en este trabajo) y una versión para mimodrama (titulada La vie
d’artiste)126. Este mimodrama fue publicado en 1953 y el relato corto en 1957, con lo cual es
difícil no suponerle años de revisión y pulimiento.
Aunque sea cierta la aseveración de Lottman, los orígenes del creador, Camus, y los de
su creatura, Gilbert Jonás, protagonista de Jonás o el artista trabajando, no coinciden. Sus
orígenes son más bien opuestos. Javier Figuero escribe que, en «un hogar de hijos tarados,
nietos dependientes y escasísimos recursos, [Camus creció] entre esas dos mujeres: […] la
[abuela] rigurosa, brutal; la [madre] tan inaprensible que se diría inocente de toda desgracia»127.
De cualquier manera, esta situación de pobreza, para Camus, no tiene que ser interpretada como
un impedimento absoluto en su formación. Como ocurriera en una ocasión, «contestando a un
crítico que señalaba que no había aprendido la libertad de Marx, Camus declaró: Es cierto: la he
aprendido en la miseria»128. Por el contrario, Jonás nace y crece en un ambiente de
despreocupación y facilidad de las que se aprovecha. Y se adapta a este ambiente con suma
normalidad cuando estudia, cuando trabaja, cuando encuentra una mujer por aburrimiento,
cuando ésta encuentra para ambos una casa adecuada... Todo le sucede con despreocupación,
sin que se deba sentir interrumpido. Y siempre dando las «gracias a su buena estrella»129.
Cuando, por ejemplo, acepta el puesto en la gestión del departamento de lecturas de la editorial
124
Cfr. CAMUS, A. «El primer hombre» en Albert Camus, Obras 5. Op. cit. p. 548 n., «aquí el autor da al
maestro su verdadero nombre».
125
MUNS, R. «L’homme révolté de Albert Camus: primera crítica no teodicéica al sistema
omnicomprensivo y totalizador de la filosofía de Hegel. Una propuesta raciovitalista por un
individualismo solidario», Revista Anthropos. Huellas del conocimiento, 199 (2º trimestre 2003), p. 87.
126
LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 564.
127
FIGUERO, J. Op. cit., p. 12.
128
LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 52.
129
CAMUS, A. Jonás o el artista trabajando. Op. cit., p. 93.
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de su padre, la primera de Francia, no le supone ningún esfuerzo. Acata la máxima del padre
que asegura que «la historia demuestra que cuanto menos se lee, más libros se compran»130. Así
que apenas se ocupaba en la selección de textos que iba a publicar. Tampoco tiene aspiraciones
ambiciosas; más bien está instalado y ocioso. Y por ocio comienza a pintar cuadros. Fue así
como «descubrió por primera vez en su fuero interno un ardor imprevisto pero incansable.
Pronto consagró todas sus jornadas a la pintura y, siempre sin esfuerzo, consiguió excelentes
resultados en ese ejercicio. Fuera de ello nada parecía interesarle»131. Por tanto, pintar, crear, en
definitiva, la expresión sensible, son el primer imprevisto en la formación acomodada de Jonás.
Pintar no le resultará indiferente; le conmueve. Pero el interés no se extiende a la pintura en
general, o a la estética o a la historia del arte: los museos y su propia estética le resultan bastante
ajenos. El único hecho de pintar es lo que le atrapa. Escribe Camus que Jonás
comprendía mal lo que pintaban sus contemporáneos, lo cual le molestaba en su
sencillez de artista. Se alegraba, sin embargo, de saberse tan bien informado de todo
cuanto concernía a su arte. Lo cierto es que al día siguiente olvidaba hasta el nombre
del pintor cuyas obras acababa de contemplar.132
El ardor artístico, en el caso de Jonás, no implica entonces una reflexión. Las pinturas de Jonás,
en tanto que irreflexivas, son, en este momento, una expresión sensible de gran pureza o
inmediatez. Otra frase refuerza esta impresión de estar ante una sensibilidad de gran pureza:
«Además, sus discípulos le exigían que permaneciera fiel a su estética. Jonás [sin embargo] sólo
se hacía una idea oscura de su propia estética»133.
Debido a su creciente fama como pintor, poco a poco la situación se le hará
insostenible. Discípulos, periodistas, gentes de bien, curiosos, mensajeros de causas políticas,
vecinos, sus tres niños, su mujer… todos irán invadiendo el espacio y el tiempo de su trabajo y
de su casa. Así que comienza a buscar oxígeno fuera de ese ambiente. Comienza a no sentirse a
gusto en él. Le sobreviene cierta culpabilidad por ir retrasado en sus pinturas. Piensa
continuamente cómo organizarse para volver a pintar. Da paseos alejado, no sólo de su casa,
sino de los barrios de artistas. La falta de productividad artística y la gran carga de ocupación de
su mujer, que, a las órdenes de la casa, sigue atendiendo las innumerables visitas, hacen que
muy vagamente Jonás se ocupe de alguno de los quehaceres de su vida cotidiana. También
comienza a verse con otras mujeres. Todo ello intentando no perturbar su laxitud, su
130
Ib. p. 95.
Ibídem.
132
Ib. p. 96.
133
Ib. p. 104.
131
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despreocupación, buscando encontrarse con que su buena estrella de repente volviera a
iluminarle. Su reputación se resiente, aunque esto es lo que menos le preocupa. Lo que sí le
parece extraño es que su buena estrella comience a no ampararle artísticamente. Pero, en el
colmo del optimismo, no duda de que siempre le acompañe y, además, esta idea le hace ver
cualquier suceso como algo positivo. Por eso la confianza en sí mismo no merma ni un instante.
Se siente estéril creativamente, pero pronto, piensa, saldrá de ese periodo infértil.
Cuando comenzaron las visitas, cambia de ubicación su taller varias veces: siempre bajo
el techo de su casa y teniendo en cuenta el espacio para sus hijos. «Pero la vida es breve, el
tiempo pasa rápido, y su propia energía tenía límites. Era difícil pintar el mundo y los hombres y
al mismo tiempo vivir con ellos»134. Constataba así que le era costoso trabajar rodeado de
admiradores y demás circunstanciales visitantes. Su ardor no se silenciaba, sin embargo no era
expresado. A pesar de que
seguía siendo constante en su trabajo, […] ahora tenía dificultades para pintar,
incluso en los momentos de soledad. Pasaba esos momentos contemplando el cielo.
Siempre había sido una persona distraída y absorta, y se convirtió en un soñador. En
lugar de pintar, pensaba en la pintura, en su vocación.135
De manera involuntaria, Jonás reflexiona, no sólo siente.
En este ambiente nuevo y asfixiante, que percibía extrañamente con una mezcla de
gratitud y una incipiente hostilidad, a Jonás va a sobresaltarle un último detalle que le
conmoverá y será definitivo. A la vuelta de una de esas noches que pasaba con otras mujeres,
«por primera vez, con el corazón desgarrado vio a [su esposa] Louise con el rostro ahogado por
la sorpresa y el exceso de dolor»136. Acto seguido, Jonás se decide a fabricar un camaranchón en
su propia casa de altos techos. Ese pequeño camaranchón, ese altillo, iba a ser su nuevo taller.
«Aquí trabajaré sin molestar a nadie»137, dijo. Y trabajó de manera intensiva, aunque sin
encender la luz y sin dar bocado alguno ni pincelada durante varios días.
134
Ib. p. 108.
Ib. p. 113.
136
Ib. p. 117. El subrayado es nuestro.
137
Ib. p. 118.
135
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4.2. EL JONÁS DE CAMUS: EL HOMBRE DESGARRADO
Recapitulando las distintas versiones de Jonás, se obtiene que, en el origen, huye de
Jehová e ilustra el arrepentimiento modélico; el de Melville, sin embargo, es absurdo en los
términos camusianos que hemos definido: obcecado, orgulloso y aislado; y, como vimos a
través de Ismael, el Jonás absurdo se embarca en el Pequod debido a cierta indiferencia moral
provocada por el sinsentido profundo de su vida. Pues bien, ¿qué se desprende del Jonás de
Camus? ¿Qué primer movimiento le definirá? Y, haciendo un símil con las anteriores muestras
de Jonás, ¿cómo convive con el resto de la tripulación?
A este respecto, cabe recordar que el ardor imprevisto es la única cuestión que, en
principio, perturba a Jonás, aunque no llega a desgarrarlo. El Jonás camusiano, colocado en el
extremo de la comodidad aburguesada, se reconoce como inevitablemente expresivo, sensitivo.
La sensibilidad que Jonás puede generar en esta fase no producirá una imagen completa. Esto
significa, siempre bajo el planteamiento de Camus, que no producirá una imagen
completamente viva. Como ya se indicara, el gran artista es un gran ser vivo, en tanto que siente
y reflexiona. Jonás aún no ha alcanzado ese nivel. Sin embargo, siente irrefrenablemente. Le
falta un elemento que definitivamente lo conmueva. Éste va a sobrevenir cuando sienta su
corazón desgarrado. Ya en la Introducción se recalcó el uso de este término, ‘desgarramiento’,
en la obra de Camus, y así debe ser leído en esta ocasión.
Aunque Jonás comenzara a reflexionar con anterioridad al giro desgarrador, no lograba
unir estos pensamientos a sus sensaciones. Jonás, una vez que se construye el camaranchón, se
concentra en su lienzo con una dedicación plena; plena en todos los sentidos: llega a no salir
durante varios días de su reclusión y, aunque Rateau, su amigo inseparable desde la infancia, se
extrañara al ver que no tiene ni tan siquiera colocada una tela, Jonás, con buen carácter, le
aseguraba: «Pero aún así trabajo»138. Al fin Jonás siente y reflexiona algo irrenunciable en su
interior, que nació al mismo tiempo que se sintió desgarrado. Ahora reflexionará antes de
expresarse.
Necesitaba reflexionar todavía algún tiempo. […] Necesitaba descubrir aquello que
no había comprendido claramente todavía, aunque lo hubiera sabido siempre, y
aunque siempre hubiera pintado como si lo supiera. Debía atrapar por fin aquel
138
Ib. p. 120.
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secreto que bien veía él que no era solamente el secreto del arte. Por eso no encendía
la lámpara.139
Jonás iba a medirse, por tanto, a la figura del gran artista que Camus defendiese en El mito de
Sísifo. Así que, según parece, está «persuadido de la inutilidad de todo principio de explicación
y convencido del mensaje aleccionador de la experiencia sensible»140. Por ello, su reflexión no
será expresada sino artísticamente. Y, además, este Jonás camusiano parece que «posee del
amor el deslumbramiento inicial y la rumia fecunda»141 como se argumentara en El mito de
Sísifo.
Así, el desgarramiento de Jonás, en este caso por la dicha o el amor, es lo que lo motiva
a cambiar de nuevo el lugar de su taller. En este nuevo lugar, el altillo, tratará de buscar la
inspiración y el trabajo. Ya no huye de su casa, ni se mantiene rodeado de todo el mundo. Era
tan inútil salir a pensar fuera de su hogar y lejos de los suyos como infértil era estar rodeado de
ellos. Jonás sentía que, al hacer salir a sus hijos de su taller, «ocupaban todo el espacio de su
corazón, completamente, sin restricciones. Privado de ellos, sólo encontraría vacío y soledad.
Les amaba tanto como amaba la pintura porque eran los únicos seres en el mundo tan llenos de
vida como ella»142. Por fin, en ese camaranchón, había conseguido el modo de «estar solo sin
estar separado de los suyos»143. Sin embargo, aunque Jonás haya constatado que «era difícil
pintar el mundo y los hombres y al mismo tiempo vivir con ellos»144, se concentra en el nuevo
taller para no molestar a nadie, no para no ser molestado. La cita bíblica con la que Camus abre
esta narración: «arrojadme al mar… porque yo soy el que atrae sobre vosotros la tempestad»145,
parece que cobra sentido con esta imagen de Jonás no queriendo, precisamente él, molestar.
Tras ver invadida su tranquilidad, su espacio y su vocación, Jonás se busca un ambiente cercano
a la incomunicación para no molestar al resto, para alejar al resto de la tempestad, que es él
mismo.
Así, Jonás sigue trabajando y llega el momento en que enciende la lámpara, o sea, el
momento en que se decide a expresar su sensibilidad suficientemente reflexionada. Cuando
termina la obra, abatido por el prolongado esfuerzo, es atendido por un médico en una
habitación. «En la otra habitación, Rateu contemplaba la tela, completamente blanca, en cuyo
139
Ib. p. 119.
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 132.
141
Ibídem.
142
CAMUS, A. Jonás o el artista trabajando. Op. cit., p. 113.
143
Ib. p. 120.
144
Ib. p. 108.
145
Ib. p. 107.
140
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centro Jonás había escrito únicamente, en caracteres diminutos, una palabra que se podía
descifrar, pero no se sabía bien si había que leer solitario o solidario»146. Y esta imagen del
cuadro es a su vez una imagen que remite al universo de Jonás tal y como éste lo percibía: solo
y con los suyos. En este sentido, en sus Carnets, Camus dice de sí mismo: «No amo a la
humanidad en general. Me siento solidario primero, lo que no es lo mismo»147.
Tras el título de la reciente recopilación de fotografías y documentos sobre nuestro
pensador, Albert Camus. Solitario y solidario, puede intuirse una pista sobre la riqueza que
concentra esta imagen. El libro viene firmado por la hija de Albert Camus, Catherine Camus, en
colaboración con la directora del Centre de Documentation Albert Camus, Marcelle Mahasela.
Catherine Camus escribe que «el interés que suscita [Albert Camus] no es sólo intelectual, sino
que es posible encontrar en él algo tan instintivo, desinteresado e inmediato como la amistad. Y
ello se debe a que nunca se distanció de los otros»148. Esta idea es la que se apunta en Jonás o el
artista trabajando. Su protagonista es un gran ser vivo que es, por un lado, solidario, en tanto
que no se distancia de los otros, al tiempo que, por otro lado, está en soledad, en tanto que siente
y reflexiona con la renuncia a ahogar el amor por la pintura, a quedarse en medio de los
hombres sin poder pintar. Para que se dé este Jonás, por tanto, desgarrado por el amor, por el
corazón, por la voluntad de comprensión, han de darse las mismas condiciones que se daban con
el hombre absurdo. Así se abre la posibilidad de que el ser humano pueda sentir
«constantemente entre la dicha y el absurdo, entre la luz y la muerte»149, manteniendo el
consentimiento de la rebelión íntima, o voluntad de comprensión, ante «la verdad misteriosa,
huidiza y siempre […] por conquistar»150 del universo enigmático.
En un libro sobre el Camus periodista, Jean Daniel precisa la preocupación profunda de
Albert Camus con respecto al ser humano. Esa misma preocupación es la que, en Camus, da pie
a sentir y analizar tanto la dicha como el absurdo del universo humano. El grave conflicto entre
Francia y su colonia, Argelia, que se desatara en la década de 1950, salpicó muy de lleno a toda
la intelectualidad francesa. En particular, tanto Camus como Daniel, vivieron estos sucesos muy
de cerca dada su condición de argelinos que migraron a Francia. Camus abogó por la tregua
civil argumentándola durante años, postura que no compartía apenas nadie151. Las opiniones
sobre la ineluctabilidad de la historia de Jean Daniel distanciaron a Camus de éste. Tiempo
146
Ib. p. 121.
CAMUS, A. Carnets, 3. Op. cit., p. 248.
148
CAMUS, C. Albert Camus. Solitario y solidario. Barcelona: Plataforma, 2012, p. 6.
149
DANIEL, J. Camus a contracorriente. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2008, p. 184.
150
CAMUS, A. Discurso de Suecia. Op. cit., p. 168.
151
Cfr. CAMUS, A. «Crónicas argelinas 1939-1958» en Albert Camus, Obras 4. Op. cit.; o DANIEL, J. «La
ruptura» en Op. cit., pp. 80-87.
147
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después, Jean Daniel, según cuenta en ese libro, le felicitó por el Nobel, recordándole «el dolor
de ver que se había alejado de mí, confirmándole al mismo tiempo una admiración que seguía
siendo intensa, fraternal e inalterada»152. Camus le respondió en una nota diciendo que «lo
importante es que estemos desgarrados, tanto usted como yo»153.
Esta reflexión de Camus no solo sirve para describir a Jonás, que está desgarrado en una
intensa unión con su universo, sino que describe a todos los héroes de las novelas de Camus
que, incluso en el caso de que perciban el mundo con un sinsentido profundo, se sienten
desgarrados ante él. Y, por supuesto, es también éste el caso de Daniel y Camus, que ven con
dolor cómo su país vive el terror; lo que los une y define es también esa sensibilidad
desgarradora, que ni los aparta del conflicto (enigma) ni les impide seguir pidiendo justicia
(claridad o comprensión).
152
153
Ib. p. 84.
Ib. p. 85.
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5. LA SENSIBILIDAD DESGARRADORA EN LA NOVELA DE ALBERT
CAMUS: LA EXPRESIÓN DE LOS SENTIDOS.
Esta cuestión del análisis de la sensibilidad desgarradora en la obra camusiana cobraría
mayor sentido si se pudiera refrendar a lo largo de su obra. De no dar este paso en la
investigación, se cometería sin remedio la traición de trascender lo concreto. Se haría como los
escritores de novelas de tesis: no describiendo con imágenes un universo, sino explicando a
través de ellas lo que se supone está oculto tras ellas. Por lo tanto, a continuación, se buscará en
toda la obra de Camus expresiones de esta sensibilidad desgarradora. Se trata así de comprobar
hasta dónde es posible que esta sensibilidad defina su pensamiento y sea, a su vez, el sustento de
su expresión.
Jonás, realizada al fin su obra solitario-solidario, antes de caer desplomado «se decía a
sí mismo que en adelante ya no trabajaría más, era feliz»154. Esta cuestión es análoga, aunque en
el extremo contrario, a la que le ocurriera al hombre absurdo cuando, infeliz, «muere porque
considera que la vida no merece la pena de ser vivida»155. En ambos casos, con esa decisión, el
ser humano se evade, renuncia y, por tanto, traiciona la vida en su concreción. La vida, que no
es más que, según Camus, un enigma cuyo sentido se descifra mal, bajo una sensación dichosa
ante el universo, será percibida con proximidad, cercana a una identificación completa con el ser
humano. Pero si tras el análisis de la sensibilidad absurda, Camus concluye que el universo
percibido como irrazonable no puede ser otro que el universo concreto humano (no el universo
en sí, que no puede ser otra cosa que enigmático o traicionado), esa reflexión se ha de extender
al caso opuesto, al de la sensación de un amor desgarrado. Por tanto, percibir el universo como
completa y permanentemente afín es, para Camus, una nueva traición o evasión. La tensión ante
el mundo se rompería; la primera voluntad de comprensión sería anulada.
154
155
CAMUS, A. Jonás o el artista trabajando. Op. cit., p. 121.
CAMUS, A. El mito de Sísifo. Op. cit., p. 14.
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En El revés y el derecho, compilación de varios ensayos líricos del joven Camus,
publicado en 1937, escribe que en Italia, «tierra hecha para mi alma, reconozco una a una las
señales de su proximidad. […] Al alma se le gastan allí sus rebeliones»156. No quiere decir esto
que Camus entienda que el amor desgarrado sea en todo caso sin rebeldía. La voluntad de
comunión con nuestro alrededor, primer, innegable e íntimo movimiento de la rebelión, cuanto
más se acreciente en el ser humano mayor felicidad supondrá. Llegados al extremo de la tensión
desde esta sensación, la rebeldía se encuentra ante la posibilidad de verse, o bien anulada, ya
que la voluntad de comunión se sentiría colmada, o bien, ante la posibilidad de ser mantenida
aunque gastadamente y sin una comunión completa.
Esa sensibilidad dichosa es expresada por Camus en Nupcias, otra compilación de
breves ensayos líricos publicada un año más tarde que El revés y el derecho, en 1938. Si se
recuerda que el absurdo es imaginado como un divorcio, se entenderá que el título de esta
compilación señala un sentimiento opuesto al absurdo. Y, efectivamente, aparecen en sus
páginas continuas imágenes de esa sensación de felicidad. Camus cae en la cuenta de que tras
haber comprendido «lo que se llama gloria: el derecho a amar sin medida»157, «no es tan fácil
llegar a ser lo que se es, encontrar de nuevo la profundidad de la propia medida»158. De perder
su medida, de gastar sus rebeliones, el ser humano traicionaría el universo enigmático. Por
tanto, al igual que Camus descubrió a través de lo absurdo, en la rebelión se da una primera
verdad o una primera condición de posibilidad también para la sensibilidad opuesta a la absurda.
Siendo así, que lo que las une es la condición de estar ambas desgarradas. Visto de otro modo,
esta primigenia sensibilidad desgarradora, en un momento posterior, será definida en uno u otro
sentido dependiendo del nivel de unificación entre el ser humano y el silencio enigmático del
universo. Porque, se vuelve a subrayar, en el caso opuesto al análisis del sentimiento del
absurdo, esto es, en la sensibilidad dichosa, el mundo acorde con el ser humano no deja de ser
comprendido como silencio, en esta ocasión «silencio que ―de él a mí [al hombre dichoso]―
engendraba el amor»159.
La dificultad de definir conceptualmente este otro extremo de la sensibilidad
desgarradora proviene tanto de la inexistencia de la serie del amor desgarrado (tan sólo anotada
esporádicamente en sus Carnets, 3), como por no ser el tema principal de ninguna de sus obras
156
CAMUS, A. El revés y el derecho. Op. cit., p. 52.
CAMUS, A. Nupcias. Op. cit., p. 74
158
Ib., p. 73.
159
Ib., p. 77. La cita completa: «No era yo el que importaba, ni el mundo, sino únicamente el acorde; y el
silencio que ―de él a mí― engendraba el amor».
157
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publicadas en vida (aunque trata el tema, no lo hace con precisión). Así que términos que usa el
propio Camus como ‘amor’, ‘dicha’, ‘felicidad’, ‘intensa comunión’, etcétera, pretenden
solventar esta falta de definición.
Así que, retomando la argumentación, la rebeldía del ser humano, que se origina a partir
de una primigenia voluntad de comunión completa con el universo, se entiende como elemento
inherente a toda sensibilidad desgarradora. Esta voluntad entonces no podrá renunciar a los
sentidos, sino más bien tratará de describir las imágenes de su universo usándolos a todos ellos.
Y de estas imágenes se desprenderán entonces, ya sea en un universo absurdo, ya sea un
universo dichoso, en todos ellos, de raíz, un universo desgarrado. Por tanto, la obra de Camus
podría expresar desde un universo desgarradoramente absurdo hasta un universo
desgarradoramente dichoso; ir de un extremo al otro de la sensibilidad, y que jamás renuncie ni
a su voluntad de comprensión ni al enigma del mundo. La coherencia dentro del pensamiento
camusiano se situaría en este tipo de expresión desgarradora, sobre la que se diera la oscilación
constante entre la dicha y el absurdo que comentaba Jean Daniel. Se trata ahora de saber si se
puede mostrar cómo se expresa, si es que se expresa, esa reflexión profunda en la obra de Albert
Camus. Por la preeminencia que Camus otorga a la novela, este trabajo se centrará en las suyas
para este último apartado.
En el prefacio a la edición en Gallimard de El revés y el derecho en 1958, Camus incide
en que, tras tanto tiempo después de haber escrito esa obra, «si, pese a tantos esfuerzos por
edificar un lenguaje y dar vida a los mitos, no consiguiera algún día volver a escribir El revés y
el derecho, entonces no habría llegado a nada»160. Así que, comenzando por esta obra, y
pasando por diversas novelas suyas, hasta llegar a la inconclusa El primer hombre, trataremos
de mostrar si las imágenes que escribe Camus expresan la sensibilidad de todo el ser humano en
tanto que sensitivo. Así se podría intentar confirmar en sus páginas su compromiso con los
principios que le supone a todo gran artista, en este caso, a todo novelista filósofo.
Comenzar por la primera obra de Camus tiene un riesgo que él mismo expone en el
prefacio de 1958: «No reniego de nada de lo que he expresado en estos escritos, pero su forma
siempre me ha parecido torpe»161. En el breve ensayo homónimo, El revés y el derecho, que
cierra ese libro, encontramos una reflexión que puede condensar lo expresado aquí:
La luz se hincha y pronto será verano. Pero he aquí los ojos y la voz de aquellos a
quienes hay que amar. Me aferro al mundo con todas mis fuerzas, a los hombres,
160
161
CAMUS, A. El revés y el derecho. Op. cit., pp. 23 y 24.
Ib. p. 13.
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con toda mi piedad y mi reconocimiento. Entre este derecho y este revés del mundo,
no quiero elegir, no me gusta que se elija. La gente no quiere que uno sea lúcido e
irónico.162
En este razonamiento, aún no imagen propiamente hablando, Camus ya apela a varios sentidos.
Sin embargo, resalta su carácter predispuesto a estar entre dos extremos, y cómo se aferra
lúcidamente a ello. Es «la mirada dialéctica [que] se fija en los dos»163, el revés y el derecho,
como dice José Luis Molinuevo. Y además ésta no es «una mirada filosófica (al menos en
sentido tradicional) sino literaria»164.
El primer proyecto de su novela para el ciclo del absurdo, La muerte feliz,
definitivamente inconclusa y publicada póstumamente, puede ser tomada aquí en consideración.
Aunque Camus no quiso ni acabar esa novela ni que tampoco fuera publicada, y fue sustituida
por El extranjero en la serie del absurdo, contiene pasajes muy cercanos a los sentidos. La
novela acaba con la áspera muerte de Patricio Mersault (antecedente del Meursault de El
extranjero) que va perdiendo el tacto y la movilidad:
Miró los labios hinchados de Lucienne y, detrás de ella, la sonrisa de la tierra. Las
miraba con la misma mirada y con el mismo deseo. Dentro de un minuto, dentro de
un segundo, pensó. La subida se detuvo. Y piedra entre las piedras, regresó en la
alegría de su corazón a la verdad de los mundos inmóviles.165
Durante la primera novela de renombre de Camus, El extranjero, publicada en 1942,
podría afirmarse que sus imágenes nos sitúan constantemente ante un universo repleto de
sentidos. Desde el primer capítulo en que se lee:
A mi alrededor continuaba siempre el mismo campo luminoso colmado de sol. El
resplandor del cielo era insostenible. En un momento dado pasamos por una parte
del camino que había sido arreglada recientemente: El sol había hecho estallar el
alquitrán. Los pies se hundían en él y dejaban abierta su carne brillante. Por encima
del coche, la galera luciente del cochero parecía haber sido amasada con ese fango
negro. Yo estaba un poco perdido entre el cielo azul y blanco y la monotonía de
aquellos colores, negro viscoso del alquitrán abierto, negro opaco de las ropas, negro
162
Ib. p. 66.
MOLINUEVO, J. L. Magnífica miseria. Dialéctica del romanticismo. Murcia: Cendeac, 2009, p. 152.
164
Ibídem.
165
CAMUS, A. La muerte feliz. Barcelona: Noguer, 2001, p. 170.
163
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lustroso del coche. Todo esto, el sol, el olor del cuero y del estiércol del coche, el del
barniz y el del incienso y la fatiga de una noche de insomnio, me turbaba la mirada y
las ideas. Me volví una vez más: Pérez me pareció muy lejos, perdido en una nube
de calor; luego, no lo divisé más. […] Yo sentía la sangre que me golpeaba en las
sienes.166
Visión, audición, gusto, olfato y tacto, llenos de un sol pesado, se condensan en una de las
imágenes más sensoriales de la obra de Camus. Ese afán por describirlo todo, por sentirlo todo,
se mantiene hasta sus últimas páginas:
Creo que dormí porque me desperté con las estrellas sobre el rostro. Los ruidos del
campo subían hasta mí. Olores a noche, a tierra y a sal me refrescaban las sienes. La
maravillosa paz de este verano adormecido penetraba en mí como una marea. En ese
momento y en el límite de la noche, aullaron las sirenas. Anunciaban partidas hacia
un mundo que ahora me era para siempre indiferente.167
En este orden, cabe señalar qué hay en el nombre ‘Meursault’, evolución de ‘Patrice
Mersault’ de La muerte feliz. Roger Grenier asegura que la evolución entre estas dos obras se
atisba tras la modificación fonética y significativa que se aprecia tras la introducción de «una
letra. Mersault deviene en Meursault. En Mersault, hay mar168 y quizá también sol169. En
Meursault, hay asesinato170, hay muerte171. Debe verse aquí algo más que azar. Camus elegía
muy cuidadosamente los nombres de sus personajes»172. Y si en el primero quizá también hay
sol, en el segundo de igual modo. El derecho y el envés, la luz y la muerte. Los dos extremos de
nuestra vida. Así Meursault, justo antes de concienciarse por última vez de su próxima partida
hacia el cadalso, sigue sintiendo profundamente, y parece que ahí tiene su mayor motivación
para ser todavía feliz, por no haber hecho otra cosa que ser un gran ser vivo, en tanto que para
Camus vivir es sentir y reflexionar.
Su siguiente novela, La peste, de 1947, desde muy al principio ofrece ya una imagen del
universo de Orán asediado por esa epidemia. Esta imagen de Orán, a la que sobrevendrá
enseguida la peste, es conformada también por todos los sentidos. No obstante, los sentidos
166
CAMUS, A. «El extranjero» en Albert Camus, Obras 1. Op. cit., p. 125.
Ib. p. 205.
168
Mar en francés se escribe mer.
169
Sol es soleil.
170
Meurtre.
171
Mort.
172
GRENIER, R. Op. cit., p. 72. La traducción es nuestra.
167
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expresados se muestran para, inmediatamente, ser alejados. Si se permite el símil, es un
comienzo deliberadamente cercano al castigo de Tántalo, donde fruta fresca y agua lo rodeaban
para alejarse en cuanto aquél se aproximaba.
La ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea. Su aspecto es tranquilo y se
necesita cierto tiempo para percibir lo que la hace diferente de las otras ciudades
comerciales de cualquier latitud. ¿Cómo sugerir, por ejemplo, una ciudad sin
palomas, sin árboles y sin jardines, donde no puede haber aleteos ni susurros de
hojas, un lugar neutro, en una palabra? El cambio de las estaciones sólo se puede
notar en el cielo. La primavera se anuncia únicamente por la calidad del aire o por
los cestos de flores que traen a vender los muchachos de los alrededores; una
primavera que venden en los mercados. Durante el verano el sol abrasa las casas
resecas y cubre los muros con una ceniza gris; se llega a no poder vivir más que a la
sombra de las persianas cerradas. En otoño, en cambio, un diluvio de barro. Los días
buenos sólo llegan en el invierno.
El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella,
cómo se ama y cómo se muere. En nuestra ciudad, por efecto del clima, todo ello se
hace igual, con el mismo aire frenético y ausente. Es decir, que se aburre uno y se
dedica a adquirir hábitos.173
Justo al contrario que Meursault, aquí los días buenos sólo llegan en el invierno. Ante esta
deliberada imagen neutra, incapaz explícitamente para los sentidos, toda la novela, sumida en la
peste, ofrece un universo que se percibe ajeno al contacto humano.
En un estudio de Adolfo I. Monje Justo, se identifica la peste con el mal y el absurdo174.
Sin embargo, el desarrollo de este trabajo opta por una vía diferente. La peste, en el caso de este
trabajo, es la negación de los sentidos, la renuncia a vivir completamente, la pérdida del
desgarramiento o de la tensión vital. El absurdo en la obra de Camus, como ocurre con El
extranjero, es desgarrador, no es malo; el mal de la peste es no sentir la vida, no sentirla ni
aunque sea desgarradoramente absurda.
A pesar de lo expuesto hasta el momento, en La peste Camus incluye al menos un
pasaje donde los sentidos vuelven a integrarse activamente en la confección de las imágenes.
173
CAMUS, A. «La peste» en Albert Camus, Obras 2. Madrid: Alianza, 1996, pp. 297 y 298.
MONJE JUSTO, A. I. «La estética del absurdo en Albert Camus (Del héroe trágico romántico al héroe
absurdo del siglo XX)» en A Parte Rei. Revista de Filosofía, 68, Marzo 2010. En especial «2.2. La peste
(identidad entre el mal y el absurdo)». On line:
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/monje34.pdf
174
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Esta inclusión no es fortuita. El pasaje transcurre alrededor de un clima alejado de la neutralidad
de la peste, aspecto que resume la frase del doctor Rieux: «qué buen tiempo hace ―dijo Rieux
sentándose―. Es como si la peste no hubiese llegado hasta aquí»175. Esta cita da pie a uno de
los pasajes más vivos de la novela: el diálogo ante el mar entre el doctor y Tarrou. Esta
conversación acaba con un baño de mar por la amistad176 que Camus describe así:
Se desnudaron. Rieux se zambulló el primero. Fría al principio, el agua le fue
pareciendo tibia a medida que avanzaba. Después de unas cuantas brazadas sintió
que el mar de aquella noche era tibio, con la tibieza de los mares de otoño, que
toman a la tierra el calor almacenado durante largos meses. Nadó acompasadamente.
El golpeteo de sus pies dejaba atrás de él un hervidero de espuma, el agua se
deslizaba a lo largo de sus brazos, para ceñirse a sus piernas. Un pesado chapoteo le
anunció que Tarrou se había zambullido. Rieux se echó boca arriba y se quedó
inmóvil de cara al cielo lleno de luna y de estrellas. Respiró largamente, fue oyendo
cada vez más claro el ruido del agua removida, extrañamente claro en el silencio y la
soledad del mar; Tarrou se acercaba, empezó a oír su respiración. Rieux se volvió,
se puso al nivel de su amigo y nadaron al mismo ritmo. Tarrou avanzaba con más
fuerza que él y tuvo que precipitar su movimiento. Durante unos minutos avanzaron
con la misma cadencia y el mismo vigor, solitarios, lejos del mundo, liberados al fin
de la ciudad y de la peste. Rieux se detuvo el primero y volvieron hacia la costa
lentamente, excepto un momento en que entraron en una corriente helada. Sin decir
nada precipitaron su marcha, azotados por esta sorpresa del mar.
Se vistieron y se marcharon sin haber pronunciado una palabra. Pero tenían el
mismo ánimo y el mismo recuerdo dulce de esa noche.177
De nuevo se recupera el cuerpo, se desnuda; se siente el agua, se entra en contacto con la luz, se
huele, se pone el oído y por último se saborea dulcemente. En La peste se repite, por tanto, esa
voluntad de creación de un universo que trata de no renunciar a ningún sentido, aunque la
misma peste se lo impida, y en el que se percibe ocultamente una deliberación profunda sobre el
hecho que se narra.
Después de La peste, la siguiente novela publicada por Camus fue La caída, en 1956,
que desde su origen es una novela de extraña catalogación. «Concebida como un relato para
175
CAMUS, A. La peste. Op. cit., p. 520.
Cfr. Ib. p. 530.
177
Ib. p. 531.
176
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ocupar un lugar en El exilio y el reino»178, es más un «autorretrato burlesco»179 que una novela
tradicional. Esta novela, sin embargo, puede ser útil en este análisis ya que nos ofrece una
confesión de Albert Camus sobre su voluntad por expresar los sentidos. La novela se desarrolla
en la única voz de su protagonista, Jean-Baptiste Clamence. La caída se escribe como un
monólogo que va transmitiendo, tanto las reflexiones de Clamence, como una conversación que
supuestamente está manteniendo con un personaje que jamás participa. Clamence se presenta
como un juez-penitente. Camus parece que tras las controversias políticas en torno a El hombre
rebelde quedó prácticamente bloqueado en su producción artística y, con esta novela, probó
escribir, no su situación, sino «sobre su situación»180. Lo que definía su situación pudo quedar
recogido en una nota en sus cuadernos: «lo que el hombre soporta con más dificultad es el ser
juzgado»181. Por tanto, en este autorretrato burlesco, Camus se confiesa y defiende entre la
ironía y el desgarramiento. Con respecto al tema de este apartado, en boca de Clamence, Albert
Camus dice que le
gusta el aliento de las aguas estancadas, el olor de las hojas muertas que se pudren
en el canal y ese otro olor, fúnebre, que sube desde las barcas cargadas de flores. No,
no, este gusto mío nada tiene de morboso, créame. Por el contrario, en mí es deliberado. Lo cierto es que me esfuerzo por admirar estos canales.182
Así, y como interpretación que sólo será válida en la medida en que La caída parece ser un
relato con vocación evidente de autorretrato, y, en tanto que esta interpretación encaje también
dentro del resto de argumentos de esta trabajo, Camus, al sentirse juzgado por su uso de los
sentidos en la expresión de sus imágenes, defiende que son usados con deliberación y no
gratuita o morbosamente.
Tras La caída, Camus se dedica a El primer hombre con más insistencia y profundidad
que a cualquier otro proyecto de novela. No obstante, cuando Albert Camus muere, la novela,
aunque muy avanzada, quedó inconclusa. Se publicó definitivamente en 1994 y, según los
editores, respetando el original183. Esta novela comienza la vuelta a las fuentes que el mismo
Camus identificara con El revés y el derecho184. Así cobra mayor sentido que, por ejemplo,
Lottman comience su biografía sobre Camus con un capítulo titulado y dedicado a El primer
178
LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 593.
Ib. p. 594.
180
Ibídem.
181
CAMUS, A. Carnets, 3. Op. cit., p. 287. Citado en LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 595.
182
CAMUS, A. «La caída» en Albert Camus, Obras 4. Op. cit., p. 386.
183
Cfr. CAMUS, C. «Nota de la edición francesa» en CAMUS, A. El primer hombre. Op. cit., p. 435.
184
Cfr. CAMUS, A. El revés y el derecho. Op. cit., p. 14. «Sé que mi fuente está en El revés y el derecho».
179
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hombre185. Como se recoge en esa biografía, Camus, cuando estaba tomando notas para esta
novela al tiempo que avanzaba en ella, «seguía convencido de que su obra acababa de
comenzar»186. Siguiendo las reflexiones que Camus escribe en el prefacio de El revés y el
derecho, El primer hombre puede encontrarse en la senda que le ayude a «construir la obra con
que sueña. […] Esa obra se parecerá, de una u otra manera, a El revés y el derecho, y hablará de
una cierta forma de amor»187. Esta novela «debía señalar por tanto su retorno a la creación,
como se lo había prometido a sus amigos y a sí mismo»188. Por consiguiente, Camus trata de ir
completando de cierta manera toda su obra con este retorno o con este re-nacimiento.
Dice Jean Daniel de El primer hombre que «se trata de un esbozo prodigioso. Tan
prodigioso como los esbozos de Rodin cuando comenzó su Balzac. […] Todos los amigos de
Camus han encontrado maravillados en este libro todas las raíces, todas las obsesiones, todas las
ideas simples y fundamentales del autor»189. Todo parece estar condensado, percibido y descrito
en esta nueva obra tan artística como filosófica según los planteamientos del propio Albert
Camus. Ahora bien, la particularidad de El primer hombre con respecto al resto de sus novelas
vendrá por estar encuadrada en el tercer piso del amor. Si bien el proyecto de Camus completó
la serie del absurdo (El mito de Sísifo; La muerte feliz y El extranjero; Calígula y El
malentendido) y la serie de la rebeldía (El hombre rebelde; La peste; Los justos y El estado de
sitio), en el momento de su muerte estaba en medio de la serie de obras para el amor desgarrado.
Esta novela, en un principio, no iba a formar parte de esta nueva serie. Estaba entre la segunda y
la tercera serie190. No obstante, de 1947 a 1956, cuando anota nuevamente cuál era y debía ser
el devenir de sus etapas, se da una evolución: El primer hombre ahora sí se incluye en el tercer
piso, «el amor: el Primer hombre, Don Fausto. El mito de Némesis»191.
El amor, en el extremo opuesto al absurdo, se concibe como la voluntad del ser humano
de comprensión sin apenas oposición por parte de su universo. Bajo esta sensibilidad, el silencio
enigmático no es entendido como un contexto hostil, sino como un silencio con el que fundirse,
que hace inútiles los cuestionamientos; en definitiva, un silencio que engendra amor. En la
novela que expresará esto, el universo que rodea al ser humano va a cobrar, por tanto, más
protagonismo en las descripciones. En la identificación que el sentimiento de la dicha ocasiona
entre el hombre y su universo, la naturaleza parece que incluso pudiera cobrar vida. Pero este
185
Cfr. LOTTMAN, H. R. Op. cit., pp. 27-37.
Ib. p. 29
187
CAMUS, A. El revés y el derecho. Op. cit., p. 23.
188
LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 30.
189
DANIEL, J. Op. cit., p. 184.
190
Cfr. CAMUS, A. Carnets, 2. Op. cit., p. 254.
191
CAMUS, A. Carnets, 3. Op. cit., p. 351.
186
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protagonismo descriptivo del universo va a verterse nuevamente en la sensación humana, va a
tocar al hombre. En este sentido, es profunda la vinculación de esta obra a Nupcias: «no era yo
el que importaba, ni el mundo, sino únicamente el acorde; y el silencio que ―de él a mí―
engendraba el amor»192. Así, El primer hombre pretende, como ninguna otra de sus novelas,
describir las imágenes de un universo mucho más unificado que ninguno otro descrito por
Albert Camus. En los comienzos de El primer hombre se lee:
En lo alto, sobre la carreta que rodaba por un camino pedregoso, unas nubes grandes
y espesas corrían hacia el este, en el crepúsculo. Tres días antes, se habían hinchado
sobre el Atlántico, habían esperado el viento del oeste y se habían puesto en marcha,
primero lentamente y después cada vez más rápido, habían sobrevolado las aguas
fosforescentes del otoño encaminándose directamente hacia el continente,
deshilachándose en las crestas marroquíes, rehaciendo sus rebaños en las altas
mesetas de Argelia, y ahora, al acercarse a la frontera tunecina, trataban de llegar al
mar Tirreno para perderse en él. Después de una carrera de miles de kilómetros por
encima de esta suerte de isla inmensa, defendida al norte por el mar moviente y, al
sur, por las olas inmovilizadas de las arenas, pasando por encima de esos países sin
nombre apenas más rápido de lo que durante milenios habían pasado los imperios y
los pueblos, su impulso se extenuaba y algunas se fundían ya en grandes y escasas
gotas de lluvia que empezaban a resonar en la capota de lona que cubría a los cuatro
pasajeros.193
Después de todo un proceso independiente de los elementos de la naturaleza, ésta acude a los
seres humanos, entra en contacto con su mundo y resuena.
No se debe olvidar que la novela aún era un borrador y que, debido a esto, alejarnos
demasiado del inicio nos ofrece una lectura más nudosa. El inicio, aunque sería seguramente
pulido, es la parte que más completa parece estar. Un poco después de la anterior cita, Camus
vuelve a describir lo que sucede en el universo que está creando, activando todos los sentidos:
El vehículo rodó de pronto casi sin ruido. El camino, más estrecho ahora y cubierto
de toba, corría a lo largo de pequeños depósitos detrás de cuyos tejados se veían las
primeras filas de viñedos. Un fuerte olor de mosto les salía al encuentro. Dejaron
atrás grandes construcciones de tejados sobreelevados, y las ruedas aplastaron la
turba de una especie de patio sin árboles. Sin hablar, el árabe se apoderó de las
riendas para tirar de ellas. Los caballos se detuvieron y uno de ellos resopló. El
192
193
CAMUS, A. Nupcias. Op. cit., p. 77.
CAMUS, A. El primer hombre. Op. cit., pp. 439 y 440.
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árabe señaló con la mano una casita blanqueada de cal. Una parra trepaba alrededor
de la puerta baja con su contorno azul de sulfato. El hombre saltó a tierra y corrió
bajo la lluvia hasta la casa. Abrió. La puerta daba a una habitación oscura que olía a
fuego apagado. El árabe, que lo seguía, caminó en la oscuridad hacia la chimenea,
sacudió un tizón y encendió una lámpara de petróleo que colgaba en el centro de la
pieza, encima de una mesa redonda. El hombre apenas tuvo tiempo de reconocer una
cocina encalada con un fregadero de baldosas rojas, un viejo aparador y un
calendario desteñido en la pared. Una escalera revestida con las mismas baldosas
rojas subía al piso alto.
—Enciende el fuego —dijo, y volvió a la carreta.
La mujer esperaba sin decir nada. El hombre la tomó en sus brazos para depositarla
en el suelo, y reteniéndola un momento contra sí, le hizo echar atrás la cabeza.194
De nuevo sonidos, olor, luz, calor y contacto para no desarrollar una historia, sino
destilar un universo. El universo de los sentidos en las novelas de Camus. La expresión de la
lúcida voluntad humana de comprensión. La adhesión a vivir, sentir y reflexionar. Aún a falta de
un análisis más profundo: un pensamiento movido por una única sensibilidad, en la que se
sostienen tanto la sensación absurda como la sensación dichosa ante el mundo. En este trabajo, a
esa sensibilidad, siguiendo las notas, razonamientos e imágenes del propio Albert Camus, se le
ha llamado la sensibilidad desgarradora.
194
Ib. p. 444.
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6. CONCLUSIÓN
Este trabajo es consciente de sus limitaciones. No se puede reducir a la mínima
expresión el pensamiento de una obra como la de Albert Camus sin pretender no dejar
cuestiones abiertas. Y mucho menos en tan pocas páginas y con los pocos conocimientos con
que se ha elaborado. Ante la situación ambigua de Albert Camus para la Academia filosófica,
este trabajo ha intentado comprender las posturas que a este respecto se mantienen, y
contrastarlas con los textos de Albert Camus. Mejor dicho: no todas las posturas, sino, al menos,
las más habituales. De entre ellas, este trabajo se ha detenido en las que ha entendido que son
más reseñables para ofrecer una idea aproximada de los márgenes del pensamiento camusiano.
En este sentido, las ausencias importantes son innegables. Sin embargo, las fuentes consultadas
han conseguido dar el verdadero cuerpo a este trabajo y el verdadero sentido a los conceptos
camusianos que se han utilizado.
El trabajo ha tratado de dirigirse hacia un fundamento último en el que se sostenga todo
el pensamiento de Camus. Este trabajo lo ha creído encontrar en la sensibilidad desgarradora y,
por tanto, se ha desarrollado en ese sentido. No obstante, y como es evidente, ese objetivo es
mucho más amplio que este trabajo y queda para investigaciones futuras. De hecho, habría de
definirse con mayor propiedad y contrastarse en todos sus aspectos.
De igual modo, quedan para investigaciones futuras una cantidad considerable de
interrogantes dentro de la filosofía camusiana que, aunque se han ido desarrollando a lo largo de
este trabajo, no han sido concluyentemente refrendadas: su crítica al racionalismo; el primigenio
consentimiento de la voluntad en el ser humano; la relación inmediata de este consentimiento
con la rebeldía humana; la unión de rechazo y consentimiento contraria a la renuncia; la
situación subsidiaria de la sensibilidad absurda y de la sensibilidad dichosa con respecto a la
sensibilidad desgarradora; la diferenciación y lejanía de Camus de los existencialismos; la
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reordenación de las disciplinas humanísticas ante la preeminencia de la novela; la enigmaticidad
del mundo y las implicaciones ontológicas; la utilidad de la generación de universos de
sustitución en el arte y en la vida; una confrontación de la interpretación camusiana de Moby
Dick con otras; la conformación de una teoría camusiana del arte entre el realismo y el
formalismo… Y sin olvidar las implicaciones que tiene todo ello en tantas otras cuestiones
apenas analizadas en este trabajo, tanto dentro como fuera del pensamiento de este autor. Nos
referimos, por ejemplo, a la cuestión política, implicación y motivación primera de la obra de
Albert Camus, siendo este autor colocado en numerosas ocasiones como uno de los padres de la
nueva izquierda tras la segunda guerra mundial195.
Sin embargo, el trabajo ha querido tratar de analizar la ambigüedad de Camus en la
historia de la filosofía, y, al vernos abocados a tratar de entender las reflexiones de Camus sobre
la novela y en la novela, hemos concluido, hasta donde nuestras investigaciones han podido y
sabido llegar, que es verosímil colocar la sensibilidad desgarradora como fundamento del
pensamiento de Albert Camus. No sólo queda, en primer lugar, desarrollar una investigación
más consistente en este sentido, sino que cabe medir hasta qué punto la filosofía de Albert
Camus se identifica con una filosofía del cuerpo y de los límites, que quedara a su vez contenida
en una filosofía desgarradora.
195
Cfr. EGBERT, D. D. El arte y la izquierda en Europa: de la revolución francesa a mayo de 1968.
Barcelona: Gustavo Gili, 1981.
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7. BIBLIOGRAFÍA
7.1. FUENTES
Este apartado bibliográfico comprende por fuentes, en primer lugar, aquellas obras originales
traducidas al castellano; en segundo lugar, aquellas fuentes que no hayan sido traducidas; en tercer lugar,
aquellas que fueran traducidas a otro idioma distinto al francés original o al castellano. El orden de
autores es alfabético. El orden de las fuentes intenta, en la medida de lo posible, ser cronológico. En el
caso de Albert Camus, citaremos entre corchetes el año de publicación y título del original. Para algunas
obras no publicadas en vida de su autor (La muerte feliz, Carnets y Diarios de viaje) la fecha indica los
años en que fueron escritas. L’improptu des philosophes es un caso especial: publicada recientemente,
existe una indefinición en la fecha en que fue trabajada; al parecer, Albert Camus la fechó en un primer
momento en 1946, aunque le añadió constantemente correcciones mecanografiadas al manuscrito
original196. En el caso de El primer hombre se indica el año de publicación póstuma y no los años en que
Camus trabajó en esta novela; se sabe con certeza que ocupó buena parte de la década de 1950, pero ante
la falta de concreción consideramos preferible señalar el año de publicación. En el caso de que la obra
citada sea una reunión por parte de un editor de distintos textos de Albert Camus alrededor de uno u otro
tema, entre corchetes se aclara que se está ante una compilación.
Para esta ordenación se ha seguido con preferencia la sugerida por Roger Grenier197.
7.1.1. En castellano
● CAMUS, Albert:
-
196
197
Rebelión en Asturias. Oviedo: Ayalga, 1978. [1936. Révolte dans les Asturies].
Cfr. LOTTMAN, H. R. Op. cit., p. 448.
Vid. GRENIER, R. Op. cit.
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-
La muerte feliz. Barcelona: Noguer, 2001. [1936 – 1939. La mort heureuse].
-
«René Char, por Albert Camus» en CHAR, René. El desnudo perdido (Le nu perdu).
Madrid: Hiperión, 1995. [1958. «Préface» en Dichtungen, S. Fischer Verlag, Frankfurt
am Main, dos volúmenes].
-
Los posesos. Madrid: Alianza. 2004. [1959. Les possedes].
-
Albert Camus, Obras 1. Madrid: Alianza, 1996:
― «El revés y el derecho» [1937. L’envers et l’endroit].
― «Nupcias» [1939. Noces].
― «El extranjero» [1942. L’étranger].
― «El mito de Sísifo» [1942. Le mythe de Sisyphe].
― «Calígula» [1944. Caligula].
― «Carnets, 1» [1935 – 1942. Carnets I].
-
Albert Camus, Obras 2. Madrid: Alianza, 1996.
― «El malentendido» [1944. Le malentendu].
― «Los justos» [1950. Les justes].
― «El estado de sitio» [1948. L’état de siège].
― «La peste» [1947. La peste].
― «Cartas a un amigo alemán» [1945. Lettres á un ami allemand].
― «Crónicas 1944 – 1948» [1950. Actuelles I. Chroniques 1944-48].
-
Albert Camus, Obras 3. Madrid: Alianza, 1996.
― «El hombre rebelde» [1951. L’homme révolté].
― «Crónicas 1948 – 1953» [1953. Actuelles II. Chroniques 1948-53].
― «Reflexiones sobre la guillotina» [1957. Réflexions sur la
guillotine].
― «El verano» [1954. L’été].
-
Albert Camus, Obras 4. Madrid: Alianza, 1996.
― «Diarios de viaje» [1946 – 1949. Journaux de voyage].
57
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― «Carnets, 2» [1942 – 1951. Carnets II].
― «La caída» [1956. La chute].
― «Crónicas argelinas 1939 – 1958» [1958. Actuelles III. Chroniques
Algériennes 1939-58].
-
Albert Camus, Obras 5. Madrid: Alianza, 1996.
― «El exilio y el reino» [1957. L’exil et le royaume].
― «Discurso de Suecia» [1958. Discours de Suède].
― «Carnets, 3» [1951 – 1959. Carnets III].
― «El primer hombre» [1994. Le premier homme].
-
¡España libre! Gijón: Júcar, 1978. [Compilación].
● CAMUS, Albert; JEANSON, Francis; SARTRE, Jean-Paul. Polémica Sartre – Camus.
Buenos Aires: El escarabajo de oro, 1964. [Compilación].
● MELVILLE, Herman. Moby Dick. Madrid: Alianza, 2009.
● Biblia de Jerusalén. Madrid: Desclee de Brouwer, 1975.
7.1.2. Francés: original
● CAMUS, Albert:
-
«Hellénisme et christianisme, Plotin et Saint Augustin (o Métaphysique chrétienne et
Néoplatonisme)» en Albert Camus. Oeuvres completes. Tome I. Paris: Gallimard, 2006.
[1936].
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-
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«L’improptu des philosophes» en Albert Camus. Oeuvres completes. Tome II. Paris:
Gallimard, 2006. [1946 - ].
-
«Présentation du désert» y «Pluies et floraisons» en Walt Disney. Désert vivant.
Lausanne: Payot, 1954.
-
Correspondance 1932 – 1960 (Jean Grenier). Paris: Gallimard, 1981.
-
Correspondance 1949 – 1959 (René Char). Paris: Gallimard, 2007.
-
Correspondance (Pascal Pia, Yves-Marc Achjenbaum). Paris: Fayard, 2000.
-
La postérité du soleil (René Char, Henriette Grindat). Paris: Gallimard, 2009.
7.1.3. En otros idiomas
● CAMUS, Albert. The mith of Sisyphus and other essays. New York: Vintage International,
1991. [1955].
7.2. ESTUDIOS
Por orden alfabético, este apartado recoge numerosos textos que, con mayor o menor extensión,
hayan sido dedicados a la vida y obra de Albert Camus. Artículos de prensa, de revistas de actualidad, de
revistas especializadas, obras que le dedican un capítulo, que se centran en un solo aspecto o biografías
completas. Junto a Albert Camus. Solitario y solidario firmada por Catherine Camus, la obra titulada
María Zambrano, 1904-1991. De la razón crítica a la razón poética destaca por ofrecer textos
manuscritos de Albert Camus, en este caso, varias cartas entre él y María Zambrano en torno a la
publicación en Gallimard de El hombre y lo divino de la filósofa malagueña.
● «Close-Up. Albert Camus: action-packed intellectual» en LIFE, Vol. 43, nº 16, Michigan,
14/09/1957.
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●
Revista
Anthropos.
Huellas
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del
conocimiento,
199
(ALBERT
CAMUS
Tragedia moderna, búsqueda y sentido de una expresión ética y estética), Barcelona, 2º tr. 2003.
● ÁLVAREZ DE LA ROSA, Antonio. «Camus está hoy más vivo que Sartre». La Opinión de
Tenerife, España, 25/01/2010.
● BERNSTEIN, Richard J. Praxis y acción: enfoques contemporáneos de la actividad humana.
Madrid: Alianza, 1979.
● CAMUS, Catherine. Albert Camus. Solitario y solidario. Barcelona: Plataforma, 2012.
● CHAUCHAT, Catherine. Camus. L’étranger. Paris: Gallimard, 1994.
● DANIEL, Jean. Camus a contracorriente. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2008.
● EGBERT, Donald Drew. El arte y la izquierda en Europa: de la revolución francesa a mayo
de 1968. Barcelona: Gustavo Gili, 1981.
● ESSLIN, Martin. The Theatre of the absurd. Harmondsworth: Penguin in association with
Eyre & Spottiswoode, 1988.
● FIGUERO, Javier. Albert Camus, exaltación de España. Barcelona: Planeta, 2007.
● GRENIER, Roger. Albert Camus, soleil et ombre. Une biographie intellectuelle. Paris:
Gallimard, 1987.
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2011- 2012
● HERNÁN GALLARDO VIDAL, Blas. Camus o la exigencia de los límites. Zaragoza:
Fundación Teresa de Jesús, 1998.
● LÉVY, Bernard-Henri. «Los dos siglos de Camus», El País, España, 05/01/2010.
● LOTTMAN, Herbert R. Albert Camus. Madrid: Taurus, 2006.
● MAUROIS, André. De Proust a Camus. Barcelona: G. P., 1967.
● MOELLER, Charles. Literatura del siglo XX y cristianismo. I, El silencio de Dios: Camus,
Gide, A. Huxley, Simone Weil, Graham Greene, Julien Green, Bernanos. Madrid: Gredos, 1970.
● MOLINUEVO, José Luis. Magnífica miseria. Dialéctica del romanticismo. Murcia: Cendeac,
2009.
● MONLEÓN, José. «Pensamiento político del dramaturgo Albert Camus» en CAMUS, Albert.
Rebelión en Asturias. Oviedo: Ayalga, 1978.
● MUMMA, Howard. El existencialista hastiado. Conversaciones con Albert Camus. España:
Vozdepapel, 2005.
● O’BRIEN, Conor Cruise. Camus. Barcelona: Grijalbo, 1972.
● RAMÍREZ MEDINA, Ángel. «Bibliografía sobre Albert Camus» en Contrastes. Revista
Internacional de Filosofía, vol. IX (2004), Málaga, pp. 213-236.
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● RIDING, Alan. Y siguió la fiesta. La vida cultural en el París ocupado por los nazis.
Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2011.
● ROBLES, Emmanuel. Camus, hermano de sol. Valencia: Alfons el Magnànim, 1995.
● SÁNCHEZ MECA, Diego. El nihilismo. Perspectivas sobre la historia espiritual de Europa.
Madrid: Síntesis, 2004.
● SARTRE, Jean-Paul. Escritos sobre literatura, 1. Madrid: Alianza, 1985.
● TODD, Olivier. Albert Camus: una vida. Barcelona: Tusquets, 1997.
● VV. AA. María Zambrano, 1904-1991. De la razón critica a la razón poética. Madrid:
Residencia de estudiantes, 2004.
7.3. OTROS MATERIALES
Este apartado se centra en materiales relacionados con Albert Camus que, o bien no son
ediciones en formato de papel, o bien son una adaptación de la vida y obra de Camus a la ficción o a un
formato distinto al original. Camus, o la conexión africana, de Moreno Durán, es una novela históricopoliciaca que se desarrolla en torno a ciertos datos que relacionan el accidente mortal de Albert Camus
con un acto terrorista. También se incluye una adaptación al cómic de Ferrandez de un relato corto de
Camus, El huésped, publicado originalmente en El exilio y el reino.
Se reúnen también adaptaciones teatrales llevadas a la televisión, como Calígula, realizada por
Azpilicueta; versiones cinematográficas de obras de Camus, como la de Visconti o la de Puenzo;
películas que se han basado en alguna de sus creaciones, como Caligula de Tinto Brass o Yazgi de
Demirkubuz; y documentales dedicados a la figura completa de Albert Camus, o a alguno de sus
aspectos. Por ejemplo como periodista, Albert Camus, le journalisme engage, o, teniendo en cuenta sus
orígenes menorquines, La mediterrània de Camus. Amour de vivre.
También se recogen varias adaptaciones teatrales realizadas en los últimos años, así como el
número especial de la revista digital A Parte Rei dedicado a Albert Camus. Y, por último, las webs de la
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Société des Études Camusiennes y del Centre de Documentation Albert Camus de Aix-en-Provence que
continuamente organizan o participan en eventos alrededor de este autor.
●
A
Rei, 68
Parte
(Especial
Albert
Camus,
1913-1960).
Marzo
2010.
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/page78.html
● AZPILICUETA, Jaime. Calígula. RTVE, 1971.
● BRASS, Tinto. Caligula. Penthouse Films International, 1979.
● CALMETTES, Joël. Albert Camus, le journalisme engage. Francia: France 5, TSR, 2009.
● CALMETTES, Joël; DANIEL, Jean. Albert Camus. Une tragédie du bonheur. Francia: CKF
Productions, 2009.
● CAT (CENTRO ANDALUZ DE TEATRO). El estado de sitio. España, 2012.
●
CENTRE
DE
DOCUMENTATION
ALBERT
CAMUS:
http://www.citedulivre-
aix.com/Typo3/fileadmin/documents/Expositions/centrecamus/consultation.htm
● DEMIRKUBUZ, Zeki. Yazgi. Mavi Film, 2001.
● FERRANDEZ, Jacques. El huésped. Barcelona: Norma, 2011.
● L’OM IMPREBÍS. Calígula. España, 2009.
● MOMA TEATRE; TNC. La caída. España, 2002.
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● MORENO DURÁN, R. H. Camus, la conexión africana. Bogotá: Norma, 2003.
● ORTAS, Luis. La mediterrània de Camus. Amour de vivre. Baleares: Cinètica Produccions en
colaboración con IB3-TV, 2010.
● PUENZO, Luis. La peste (The plague). Coprod. USA-Argentina-Francia, 1992.
● SOCIÉTÉ DES ÉTUDES CAMUSIENNES. http://www.etudes-camusiennes.fr/wordpress/
● VISCONTI, Luchino. Lo straniero. Coproducción Italia – Francia, 1967.
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APÉNDICE: DEFENSA ANTE EL TRIBUNAL
Buenas tardes. En primer lugar quiero agradecer a los miembros del tribunal, al Doctor
Molinuevo, al Doctor Notario y al Doctor del Río, su presencia y su amabilidad. De igual
modo, quiero agradecer al doctor Hernández su presencia y su tutorización.
El propósito original de este trabajo ha sido, y sigue siendo, iniciar una investigación en
torno a la ordenación del pensamiento de Albert Camus. Más concretamente, ha tratado de
dilucidar uno de los posibles principios fundamentales en el que tratar de sostener las ideas que
se encuentran en su obra. Siendo así que el trabajo intenta plantear la verosimilitud de una
hipótesis que, con posterioridad, pudiera ser estudiada con mayor detenimiento. Esta hipótesis
es la que hemos denominado, siguiendo los términos del propio Albert Camus, como la
sensibilidad desgarradora. Para elaborar esta hipótesis, se ha procurado llevar a cabo un
acercamiento lo más exhaustivo posible, en los límites marcados por este trabajo de fin de
máster, a las fuentes y a los estudios tanto clásicos como de reciente publicación.
Pero, claro, ¿por qué buscar un elemento básico que dé coherencia al pensamiento
filosófico de Albert Camus? ¿Es necesario? Al inicio del trabajo, gracias a un artículo de
Bernard-Henri Lévy a propósito del cincuentenario de la muerte de Albert Camus, parece
constatarse esta necesidad. Se da una particular circunstancia ambigua, según Lévy: no existe
quórum sobre si Camus ha de pasar a la historia de la filosofía, y esto sucede porque se trata de
un filósofo artista. Hay innumerables estudios sobre aspectos concretos de la obra de Camus de
los que este trabajo se sirve. Pero, los que traducen esta ambigüedad de manera más evidente
son los que explicitan, con mayor o menor argumentación, a qué sistema, o corriente filosófica,
ha de adherirse a Camus. Las declaraciones del propio Camus y de sus biógrafos y estudiosos
parecen coincidir en que las etiquetas más habituales han sido la de existencialista o la de
filósofo del absurdo. Ambas, como trata de reflejar el trabajo, fueron rechazadas por él. Este
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rechazo podría implicar que la noción de lo absurdo, en sus planteamientos, no sea más que un
tipo de sensación, y no lo que define al ser-en-sí como ocurre en el existencialismo de Sartre; y,
también, podría implicar que el sentimiento del absurdo no está en el origen de su reflexión,
sino que ocupa un lugar subalterno.
Por tanto, para tratar de disipar esta ambigüedad, el trabajo no sólo se orienta hacia
plantear una hipótesis sobre uno de los posibles fundamentos últimos de la creación de Camus,
sino que, en segunda instancia, la verosimilitud de esta hipótesis depende también de su relación
con los conceptos propiamente camusianos. ¿Qué es lo absurdo para Camus? ¿Cuál es su
relación con otro concepto básico en sus ensayos como es la rebeldía? ¿En qué se diferencia la
vida como enigma de la sensación absurda? ¿Por qué rechazar el mundo no implica una
renuncia originaria? ¿O por qué la novela es entendida como la mayor intelectualización del arte
para Camus?
En este sentido, un primer problema con el que este trabajo se encuentra es la
imprecisión de algunos conceptos en la obra de Camus. Dado que su producción artística estaba
sometida a un proyecto, y que éste no pudo concluirse, términos como ‘desgarramiento’,
esencial para este trabajo, no fueron definidos con profundidad por él. Sin embargo, este tipo de
conceptos fueron utilizados durante toda su obra. Y durante años anota en sus cuadernos
reflexiones en torno a ellos. Así, el trabajo ha podido elaborar esta hipótesis sin usar conceptos
ajenos a Camus. Además, al criticar éste el imperio de la razón que se ha mantenido en la
intelectualidad europea hasta sus días, propone la expresión artística como una mezcla de
sensibilidad y reflexión profundas. Añadiendo, por tanto, deliberación conceptual a los términos
con los que él se expresa en toda su producción.
Esta crítica al racionalismo absoluto es la que conlleva la exaltación de la novela como
mayor expresión intelectual. Camus afirma que el ensayo filosófico, al avanzar con
razonamientos, no podrá expresar el mundo, enigmático para el ser humano, sin tratar de darle
un sentido profundo. Este sentido profundo vendría a traicionar la realidad enigmática. Camus
entiende que la razón ha de ser usada dentro de unos límites para tratar de comprender la vida;
de no ser usada de tal modo, el ser-en-sí será definido a voluntad del ser humano. El arte, sin
embargo, no tiene por qué expresarse mediante razonamientos. Es mucho más propio que lo
haga mediante imágenes o sensaciones.
La particularidad de la novela, con respecto a otras artes, es la de poder crear un
universo de sensaciones con mayor propiedad, no ya una simple historia. De hecho, es lo que
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Camus alaba de los grandes novelistas. Este universo de la gran novela se genera a través de sus
imágenes. Estas imágenes describen una situación y no contienen una explicación con un
sentido más allá de los propios hechos. Así, gracias a la creación artística, y, aún con mayor
notoriedad, a la novela, las sensaciones que puedan definir el universo humano podrían ser
expresadas sin traicionar la vida misma, sin que ésta sea racionalmente explicada, esto es,
traicionada. El pensamiento sobre las cuestiones del mundo, por tanto, encuentra un medio para
ser expresado, aunque de manera velada. Entonces, según Camus, la sensibilidad absurda, al
igual que la opuesta, la sensibilidad dichosa, podrán ser reflexionadas y expresadas con mayor
fidelidad en la novela. Por lo tanto, esta es la justificación para que el trabajo acabe acudiendo
directamente a todas las novelas escritas por Albert Camus. De este modo, trata de afianzar la
verosimilitud de la hipótesis que se plantea.
Por tanto, para comenzar la diferenciación de la expresión de la sensibilidad absurda de
la expresión de la sensibilidad desgarradora, que, según este trabajo, es la más apropiada para el
pensamiento de Camus, en el tercer capítulo se intenta analizar la novela Moby Dick. Esta
novela es identificada por Albert Camus como «obra verdaderamente absurda». En este capítulo
tercero, La sensibilidad absurda en la novela, se trata de observar en Moby Dick conclusiones
que Camus extrae sobre lo absurdo. Éstas son: individualidad, movimiento originario de
aceptación en el ser humano (o voluntad de comprensión), hostilidad del mundo enigmático y
percepción del sinsentido profundo de la vida. Estos elementos primero se examinan en un tono
general en toda la novela y, luego, en un tono particular, focalizando el análisis en torno a Jonás.
A pesar de que este personaje, Jonás, no es parte activa de la novela, sí que conforma el
universo de ella. Melville genera en Moby Dick una revisión de esta figura bíblica.
De la mano de Jonás, el capítulo cuarto comienza a dilucidar la sensibilidad que
pensamos expresa la obra de Albert Camus. Su narración, Jonás o el artista trabajando, parece
ser una nueva revisión de la figura de Jonás, y es por ello utilizada en este trabajo. Así
comenzamos a trazar las diferencias y similitudes del Jonás imbuido por el sentimiento del
absurdo con respecto al Jonás camusiano. Del trabajo se desprende que la individualidad
absurda pasa a ser una soledad solidaria; que el movimiento originario de aceptación en el ser
humano (o voluntad de comprensión) se mantiene; que el mundo es placentero e, incluso, que se
llega a percibir con una felicidad completa. Lo único que se mantiene intacto es, entonces, el
consentimiento originario hacia la voluntad humana de comprensión del mundo. Este
consentimiento forma parte del concepto de rebeldía de Albert Camus. La rebeldía, aunque
contenga un rechazo, es primordialmente aceptación. Todo lo que rechaza no es más que lo que
va contra su afán de comprensión. En la sensibilidad absurda, por ejemplo, el ser humano
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rechaza la parte irracional del mundo. Pero, ahora bien, hay otras ocasiones en que el ser
humano no encuentra ningún tipo de sinsentido, ni de hostilidad, en su percepción del mundo.
Se daría, entonces, una voluntad de comprensión colmada, o sea, el ser humano sentiría una
especie de plenitud vital.
Y sin embargo, si el sentimiento del absurdo plantea al ser humano dejar de exigir
claridad al mundo, el sentimiento de plenitud también hará lo propio. En ambos casos, el
silencio del mundo acaba por anular la voluntad originaria. Si esto sucediera, el mundo ya no
sería percibido como enigmático, sino que el ser humano lo definiría como, o bien absurdo, o
bien pleno de sentido, y el enigma se desvanecería. Por lo tanto, para Camus, mantener la
voluntad de comprensión es lo único que aleja de la posible traición al sentido enigmático del
mundo.
En la exposición del Jonás camusiano se propone que el desgarramiento es el fenómeno
diferenciador de esta nueva revisión. El desgarramiento es aquello que hace que Jonás tenga su
lugar y trate de comprender el mundo por completo. Solitario-solidario, como reza en el último
cuadro de este personaje, en este Jonás se dan sensibilidad, reflexión, amor y expresión. Por ser
novelesco, Camus puede presentarlo como definitivamente colmado por el sentimiento de la
felicidad plena. Sin embargo, en esa felicidad plena, el desgarramiento volvería a perder su
tensión.
Así, lo que Camus parece que trata de expresar en toda su obra es esta condición
desgarradora del ser humano para tratar de comprenderlo todo, sin traicionar lo concreto, lo
inmediato, lo enigmático. Esta voluntad no quiere traicionar lo concreto con explicaciones
trascendentales; quiere sentirlo todo, quiere sentir con todo. De ahí que uno de los posibles
aspectos de esta sensibilidad desgarradora pueda ser la expresividad o la actividad de los
sentidos en la conformación de las imágenes de todas sus novelas. A contrastar este aspecto se
dedica el capítulo quinto.
De ser cierta la creación deliberada de las imágenes en sus novelas, tendremos aquí una
posible expresión de sus reflexiones, aunque sea de manera velada. Y, por tanto, en cada una de
sus novelas la sensibilidad reflexionada podrá variar en cierta medida, pero no en su esencia. De
La muerte feliz a El extranjero, de La peste a El primer hombre, pasando por La caída, la
sensibilidad expresada, aunque sea siempre desgarradora, estará orientada hacia un sentido u
otro. Las implicaciones que se desprenden de este tratamiento de lo sensible en la novela de
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Camus, generan una interpretación que debería ser analizada con una mayor profundidad para
comprobar su validez.
Así, este trabajo intenta plantear la hipótesis de que la sensibilidad desgarradora sea uno
de los elementos fundamentales del filósofo-artista, del artista-filósofo, Albert Camus. Esta
hipótesis abre una serie de posibles investigaciones. En primer lugar, cabría profundizar en la
precisión sobre la propia ordenación y coherencia de las ideas y los conceptos de la obra de este
autor. Por otro lado, podría trazarse un vínculo con su modo de teorizar el arte que no pide tanto
unos objetivos que se deban cumplir, sino más bien unos principios que motiven la creación.
Podrían también investigarse las implicaciones ontológicas y antropológicas del esquema
planteado por Camus: esto es, tratar de averiguar en qué medida y lugar son reflexionadas la
Historia, la Naturaleza, la Existencia, la Vida o la Esencia en su obra. Incluso, yendo un poco
más allá, contrastar la idea de Camus que afirma (y cito textualmente) que, «si la rebeldía
pudiese fundar una filosofía, sería una filosofía de los límites, de la ignorancia calculada y del
riesgo», y, añadimos nosotros, un pensamiento fuertemente vinculado al cuerpo.
Gracias nuevamente a los miembros del tribunal: «gracias»; a mi tutor: «gracias»; y a
todas las personas aquí presentes.
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