La sociología del
conflicto
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Jordi Busquet Duran
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La sociología del conflicto
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Índice
Introducción...............................................................................................
5
1.
Orígenes y naturaleza del conflicto..............................................
7
1.1.
¿Cuáles son los orígenes del conflicto? ......................................
7
1.2.
¿Qué es el conflicto? ...................................................................
10
1.2.1.
Conflicto y poder ..........................................................
12
1.2.2.
Consenso y conflicto .....................................................
12
1.2.3.
Conflicto y competición ...............................................
13
1.2.4.
La cultura del conflicto .................................................
13
¿Qué relación existe entre conflicto y violencia? .......................
14
1.3.1.
La noción de violencia ..................................................
15
1.3.2.
Tipos de violencia ..........................................................
16
1.3.3.
¿Cuál es el papel del Estado en la pacificación social? ..
16
1.3.
2.
El estudio sociológico del conflicto..............................................
20
2.1.
El conflicto en el materialismo histórico ....................................
20
2.1.1.
Los principales actores del conflicto .............................
22
2.1.2.
Las clases sociales ..........................................................
22
2.1.3.
El conflicto ideológico ...................................................
23
2.1.4.
2.2.
2.3.
24
25
2.2.1.
La constelación de campos ............................................
26
2.2.2.
La noción de juego ........................................................
27
2.2.3.
Las características del campo periodístico .....................
28
Funcionalismo y teoría del conflicto ..........................................
30
2.3.1.
Los límites del funcionalismo .......................................
32
2.3.2.
La teoría del conflicto de Lewis Coser ...........................
34
El interaccionismo simbólico ......................................................
36
2.4.1.
La sociología del conflicto de Randall Collins ..............
37
Principales manifestaciones del conflicto..................................
41
3.1.
¿Cuáles son las principales manifestaciones del conflicto? ........
41
3.1.1.
Los conflictos estructurales ...........................................
41
3.1.2.
Los conflictos cotidianos ...............................................
46
3.1.3.
Los conflictos violentos .................................................
50
2.4.
3.
Los límites del marxismo ..............................................
La teoría del campo de Pierre Bourdieu ......................................
3.2.
3.3.
¿Cuál es el papel de los movimientos sociales ante el
conflicto? .....................................................................................
53
¿Cuál es el tratamiento mediático de los conflictos? ..................
57
3.3.1.
Teoría de la agenda setting...............................................
58
3.3.2.
El gatekeeper.....................................................................
59
3.3.3.
La teoría del framing.......................................................
60
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4.
Bibliografía seleccionada comentada..........................................
62
Glosario........................................................................................................
65
Bibliografía.................................................................................................
71
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5
Introducción
Quiero agradecer a Xavier Casals y Antoni Castells-Talens la revisión que han hecho del texto.
El conflicto es un tema capital para comprender la sociedad contemporánea.
A pesar de sus connotaciones negativas, los conflictos están presentes en todo
tipo de relaciones humanas. El conflicto y la violencia han sido factores decisivos en la historia de la humanidad y se han convertido en uno de los principales factores de cambio y transformación. El conflicto está presente tanto
en las relaciones interpersonales a pequeña escala como en las relaciones entre Estados a escala internacional. No es un tema sencillo. Hay multitud de
conflictos en multitud de ámbitos sociales. Su amplitud e intensidad varían
mucho según las circunstancias históricas.
Este módulo es una introducción a la sociología del conflicto. En estos materiales se explica qué es el conflicto, cuáles son sus principales actores, el campo
donde se produce, su dinámica temporal, sus causas y consecuencias. También
se hace una exposición ordenada de las principales aportaciones a su estudio.
El enfoque es claramente sociológico. No obstante, no podemos ignorar las
aportaciones que se han hecho al tema por parte de la psicología social, la
antropología, la ciencia política y la teoría de la comunicación. En el texto se
exponen, de forma sintética, las principales contribuciones a su estudio, especialmente desde el campo del marxismo, el funcionalismo y el interaccionismo simbólico. En este sentido, destacamos, entre otras, las aportaciones de
Karl Marx, Max Weber, George Simmel, Pierre Bourdieu, Michel Wieviorka,
Lewis Coser, Ralf Dahrendorf y Randall Collins.
También se ponen de manifiesto las principales manifestaciones del conflicto
en el mundo actual. Se tratan temas como la pobreza, la exclusión social, el
etnocentrismo y la discriminación social. Una consideración especial merece
el tema del terrorismo y de la guerra, que son situaciones extremas que ponen
en riesgo la convivencia y las relaciones sociales. También se trata el tema del
conflicto y la violencia en determinados ámbitos de la vida cotidiana como,
por ejemplo, la violencia sexista y el acoso escolar.
Finalmente, se analiza el papel de los movimientos sociales que a menudo
canalizan la inquietud y la desazón ciudadana ante ciertas injusticias. También
se explica muy brevemente cuál es el tratamiento mediático del conflicto por
parte de la teoría de la agenda setting y por parte del framing.
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1. Orígenes y naturaleza del conflicto
1.1. ¿Cuáles son los orígenes del conflicto?
El conflicto es un hecho ancestral en la historia de la humanidad. El conflicto
ha sido una constante a lo largo de la historia.
Las pruebas históricas demuestran que el conflicto es normal, ubicuo e inevitable [...] una
característica inherente a la existencia de los seres humanos.
Bercovitch y otros (2009, pág. 3). Traducción propia.
Así pues, tenemos que considerar el conflicto como un hecho habitual, directamente relacionado con los procesos de poder y dominación y que está presente en todas las épocas de la historia y en todas las culturas humanas. Dentro
de nuestra tradición cultural, la palabra conflicto tiene connotaciones negativas y aparece como una realidad incómoda. En la Grecia clásica, el conflicto y
la discordia eran considerados como una amenaza para el orden y la estabilidad de la polis (a pesar de que la principal amenaza proviniera de las ciudades
vecinas). Dentro de la tradición católica, el conflicto es entendido como una
muestra más de la incapacidad de los seres humanos de contener su egoísmo
y su ambición. También, en los textos y relatos clásicos de la literatura, aparece el conflicto como un ingrediente indispensable. Los protagonistas de las
tragedias griegas se dejan llevar por sus pasiones destructivas. Algunos pasajes
de la Biblia, como por ejemplo la crucifixión de Jesús, son de una violencia
extrema.
El conflicto en el mundo de la ficción nos atrae. Es un ingrediente esencial
de toda trama narrativa. Asimismo, el conflicto está mal visto y está asociado
a una serie de nociones como son el caos, el peligro, la violencia y la incertidumbre. Tal vez esto explicaría que a menudo las ciencias�sociales hayan
rehuido el tema. Últimamente, sin embargo, como veremos en este módulo,
varios autores provenientes del campo de la sociología y la antropología han
puesto el foco en el conflicto y han hecho aportaciones destacadas para estudiar el tema de la guerra, el terrorismo, etc. Tratar el antagonismo y la violencia supone un reto de primer orden para las ciencias sociales.
Tratar el tema de la violencia siempre es un reto que nos retrotrae a una dimensión oscura
de la condición humana (Wieviorka, 2011). En nuestro análisis partimos de la premisa
de que el ser humano es un sujeto activo, protagonista (más o menos) y responsable de
sus actos, con una capacidad extraordinaria para hacer el bien y para hacer el mal. No es
el momento para deliberar sobre la bondad o maldad innata del ser humano. Creemos
que es preferible eludir la disyuntiva maniquea que nos induce a elegir entre la idea del
«buen salvaje», de Jean-Jacques Rousseau, y la idea de que «el hombre es un lobo para
el hombre», de Thomas Hobbes.
Busquet (ed., 2014, pág. 19)
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A pesar de que el conflicto tiene estas connotaciones negativas, algunos autores señalan que
El conflicto, en sí mismo, no tiene una significación peyorativa; podrá ser negativo o
positivo, dependerá del valor que le asignemos y, sobre todo, del uso que le demos a
través de su gestión.
Vinyamata (1999, pág. 27)
El ser humano es un animal muy complejo y de carácter ambivalente. La condición humana nos predispone a tener relaciones conflictivas, pero esta misma
condición también nos orienta a la sociabilidad y nos capacita para mantener
relaciones pacíficas. El conflicto es un tema capital en la historia. Aunque nos
pueda parecer inaceptable, el conflicto –con mayor o menor intensidad– está
presente en todo tipo de interacciones humanas. Es omnipresente tanto en las
relaciones interpersonales (a nivel microsociológico) como en las relaciones
entre los Estados a escala internacional (a nivel macrosociológico).
Max�Weber considera que
el conflicto no puede ser excluido de la vida social..., la paz solo es un cambio en la forma
de conflicto, o en los antagonistas, en los objetos de conflicto, en última parte en las
oportunidades de selección ([1904-1917] 1949, págs. 26-27).
Un enfrentamiento entre dos partes opuestas puede provocar una discusión
verbal o, en circunstancias extremas, situaciones graves de violencia. Según
Ralf Dahrendorf, el conflicto es un hecho universal, inherente a la vida humana y un factor esencial en la evolución histórica.
Mi tesis es que la misión constante, el sentido y efecto de los conflictos sociales se concretan en mantener y fomentar la evolución de las sociedades en sus partes y en su conjunto. Los conflictos son indispensables como un factor del proceso universal del cambio
social. […] Pero en cualquier caso, en los conflictos sociales se esconde una excepcional
energía creadora de sociedades.
Dahrendorf (1971)
El conflicto suele ser un motor de cambio�social y muchos cambios históricos
están en el origen de muchos conflictos. Las situaciones de crisis, por ejemplo,
pueden comportar un escenario radicalmente nuevo y obligan a las personas
y los grupos a resituarse y a redefinir sus estrategias.
La disposición humana hacia el conflicto está siempre presente. Aunque algunos conflictos tengan un carácter altamente destructivo (la�guerra�nuclear,
por ejemplo, puede comportar la destrucción de todos los contendientes), estos han sido un importante factor de cambio. Desde una perspectiva histórica,
las luchas coloniales y la conquista de nuevos territorios, a menudo a sangre
y fuego, han dado forma al mundo tal y como lo conocemos hoy. La expansión colonial occidental se basó en la explotación cruel de las poblaciones so-
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metidas y de sus recursos naturales. A pesar de esto, el hecho de crear nuevas
relaciones de conflicto a una escala geográfica más grande ha generado una
mayor interconexión global (Giddens y Sutton, 2015, pág. 304).
Por otro lado, la lucha por la igualdad y por la justicia social han sido importantes factores de progreso social. Los conflictos protagonizados por determinados movimientos sociales –como el movimiento obrero, el feminismo, el
pacifismo, el movimiento de los derechos civiles en todo el mundo o el ecologismo– han contribuido al cambio y a la transformación social.
La sociología del conflicto tiene que considerar las numerosas aportaciones
que se han hecho en el campo de la psicología� social que estudian, sobre
todo, la manera en que los grupos en oposición se hacen más fuertes o se
debilitan durante el conflicto. Los trabajos de Tajfel1 (1981) son un ejemplo
particularmente interesante de ello.
Tajfel se interesó por las relaciones intergrupales y estudió cómo se configura la identidad de un grupo que tiene unas características singulares, diferentes y contrapuestas a las características de los otros grupos
sociales. La psicología social describe, bajo el nombre de diferenciación
categorial, las operaciones con las que los agentes construyen su percepción de la identidad, y en particular de los procesos de acentuación
de las diferencias con el exterior del grupo y de reforzamiento de los
parecidos en el interior.
Habría que distinguir, en un primer momento, entre los conflictos�intragrupales (que existen dentro de un mismo grupo) y los conflictos intergrupales (que existen entre diferentes grupos). Mientras los conflictos intragrupales
pueden debilitar su cohesión interna (especialmente cuando se pone en cuestión el núcleo de valores centrales de la comunidad), los conflictos intergrupales favorecen una dialéctica de confrontación entre «nosotros» y «ellos» y
acostumbran a reforzar la cohesión interna de cada grupo en particular.
La afirmación de Summer, de que la distinción entre el intragrupo (nosotros) y el extragrupo (todos los demás) se establece en y a través del conflicto, ha encontrado una
aceptación general. Uno de los primeros mecanismos para reforzar los lazos de grupo y
para la aparición de nuevos grupos ha sido siempre la creación o fortalecimiento entre
sus miembros del sentimiento de que existen valores, intereses y propósitos comunes,
conducentes todos a una movilización de las energías del grupo contra los extraños a él.
La distinción entre «nosotros» y «ellos», quizás la distinción social más fundamental, se
establece y se reafirma periódicamente en el conflicto social entre los miembros y los no
miembros, entre amigos y enemigos.
Coser (1976)
Por otro lado, hay que distinguir la trascendencia del conflicto en las�sociedades�simples (homogéneas) y en las�sociedades�complejas (heterogéneas).
En las sociedades simples, un conflicto tiende a polarizar la sociedad en dos
(1)
Esta concepción fue desarrollada
por Henri Tajfel (1981) en Grupos
humanos y categorías sociales.
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bandos antagónicos. En las sociedades complejas y de carácter plural, pueden
existir diferentes focos de conflicto y esto provoca una fragmentación social
que atenúa su virulencia.
En estas estructuras flexibles, los individuos, a través de sus múltiples afiliaciones participan en una variedad de conflictos de grupo, de manera que los antagonistas en un caso
luego son aliados en otro. Así, es probable que se entrecrucen múltiples conflictos de
diversa intensidad, evitando una división total en dos bandos.
Coser (1971)
Las situaciones de conflicto suponen un reto de primer orden para las sociedades democráticas que solo pueden utilizar el recurso de la fuerza y la violencia
en situaciones muy excepcionales. Para hacer frente a esta realidad ha nacido la mediación y la resoluciónde�conflictos, que es una disciplina relativamente nueva –basada en los conocimientos provenientes de varias ramas de
las ciencias sociales, como son la sociología, la ciencia política, la psicología,
la biología, etc.– que analiza las causas de los conflictos y propone medidas de
solución consideradas justas y mínimamente satisfactorias para las diferentes
partes involucradas en el mismo.
Lo primero que se tiene que hacer ante un conflicto es reconocer su existencia, identificar las partes en litigio y estudiar las causas estructurales que lo
originan. No los podemos negar, ni rehuir. Tenemos que ser conscientes de
que estos conflictos pueden tener un coste económico y un coste humano extraordinario. Mal planteados, pueden tener consecuencias nefastas. Por eso,
es importante establecer sistemas de mediación para poner en contacto las
diversas partes o, sencillamente, ir al origen del problema. La mediación es
una ayuda a la negociación. Su papel es acercar posiciones y superar posibles
malentendidos.
La mediación es un método para la resolución de conflictos entre dos o
más partes mediante la intervención de una tercera persona, imparcial
y experta, que facilita el diálogo y ayuda al establecimiento de acuerdos
y compromisos conjuntos entre las partes.
El mediador tiene que ser una persona voluntaria, aceptada por las partes implicadas, que, de manera independiente y neutral, les permita: clarificar posiciones, mantener la mutua tolerancia y respeto, desarrollar posibles soluciones
(no necesariamente elaboradas por el mediador) y formalizar un acuerdo de
larga duración.
1.2. ¿Qué es el conflicto?
A menudo, al tratar el tema del conflicto, nos enfrentamos a una primera dificultad inicial: la falta de precisión terminológica. Las nociones de sentido
común son demasiado vagas, imprecisas y genéricas. Hay muchos tipos de
conflictos. Desde las disputas de carácter personal a las contiendas bélicas de
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carácter global, hay una gama enorme de conflictos y estos mantienen un nivel de intensidad y un alcance muy diferentes. Esta diversidad de situaciones
conflictivas hace difícil la elaboración de una teoría unitaria, plenamente acabada y aceptable del mismo. El conflicto aparece como una realidad compleja
que puede ser abordada desde diferentes ópticas y perspectivas:
Hay una casuística muy amplia de conflictos, y además los conflictos suelen ser multifacéticos, hay factores psicológicos, económicos, políticos, filosóficos, religiosos, culturales, etc.
Rodrigo (2003)
Esto significa que disponemos de varias definiciones del conflicto. Seguidamente, sin voluntad de ser exhaustivos, exponemos algunas definiciones que
nos permiten avanzar en la comprensión del tema.
Vinyamata define el conflicto como «la confrontación de intereses, percepciones o actitudes, entre dos o más partes».
Para Giddens, el conflicto social «comporta la lucha por la supremacía entre
grupos sociales». Esta lucha implica tensiones, divisiones e intereses antagónicos entre los grupos implicados (Giddens y Sutton, 2015, pág. 304).
Según Robert North (en Shils, 1976, pág. 12), el conflicto social es una situación de tensión u hostilidad producida por un desacuerdo entre las partes y
por la lucha por unos recursos escasos por el hecho de que los actores persiguen fines que son incompatibles entre si.
Finalmente, una definición canónica de conflicto formulada por Lewis Coser
dice así:
El conflicto social es una lucha por los valores y por el estatus, el poder
y los recursos escasos, en el curso de la cual los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales. Un conflicto será social cuando
transciende lo individual y proceda de la propia estructura de la sociedad.
Coser (1976)
La sociología del conflicto se tiene que formular mediante siete preguntas
básicas:
- ¿Cuáles son los actores o grupos sociales protagonistas del conflicto?
- ¿Cuál es el ámbito geográfico del mismo?
- ¿Cuáles son los principales campos o ámbitos sociales donde se dirime el conflicto?
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- Teniendo presente el carácter dinámico del conflicto, ¿cuál es el intervalo temporal del
mismo? ¿Cuál es su escala temporal? ¿Cuál es su momento álgido?
- ¿Cuáles son las causas estructurales del conflicto?
- ¿Hay algunos factores incidentales que lo pueden desencadenar?
- ¿Cuáles son las consecuencias del mismo?
1.2.1. Conflicto y poder
El conflicto está directamente relacionado con los procesos de poder y de dominación, que están presentes en todo tipo de relaciones humanas y no solo
en las relaciones políticas formales (Foucault, 1991).
El poder es la probabilidad de que un individuo o un grupo implicado en una
relación social esté capacitado para conseguir aquello que pretende en contra
de toda resistencia contraria, cualquiera que sea la base en que se fundamenta
(2)
La lucha por el poder y la influencia es uno de los temas de las
teorías de Pareto, así como de las
de Mosca, Michels y Sorel.
esta probabilidad2 . Según Max Weber, hay tres tipos de poder: el poder basado
en la fuerza (que incluye la fuerza bruta como instrumento de coacción y de
control); el poder como influencia social, que incluye la capacidad de incidir
en la organización de la vida social; y, finalmente, el poder como autoridad,
que es la capacidad que ciertos individuos tienen, por su carisma o ascendencia
moral, de suscitar la confianza de los otros (la autoridad no se ejerce nunca
mediante la violencia).
Para Max Weber (1995), la política es básicamente una lucha por el poder, que
es un medio para lograr fines ideales o materiales, individuales o grupales.
1.2.2. Consenso y conflicto
Hay que evitar la idea de que el conflicto supone el fin de las relaciones y de
las interacciones sociales. Solamente en situaciones límite, como en la guerra,
el conflicto puede suponer una ruptura insalvable entre las partes enfrentadas.
Consenso y disenso, conflicto y cooperación presiden la interacción social y
pueden ser vistos como las dos caras de una misma moneda.
Cuanto más se piensa, más claro se ve que conflicto y cooperación no son cosas separables, sino fases de un proceso que siempre implica algo de uno y otro.
Ch. H. Cooley (1918)
En un trabajo clásico sobre el tema, George Simmel considera que el conflicto
es una forma de «asociación humana» y que «cierto grado de discordia, divergencia interior y controversia exterior está ligado orgánicamente a los mismos
elementos que, en última instancia, mantienen unido al grupo» ([1908] 1955,
págs. 17-18)3 .
(3)
Traducción propia.
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A pesar de que una relación social esté marcada por el antagonismo y la animadversión, el conflicto obliga a las partes a reconocerse mutuamente y a
aceptar, de alguna manera, la resolución del mismo. El conflicto y la sociabilidad van juntos. Solo podemos separar las situaciones de conflicto y las situaciones de cohesión social analíticamente (Aguilar, 2001). Por lo tanto, el conflicto también presupone un terreno de juego común y la aceptación de una
serie de reglas tácitas que regulan las relaciones humanas.
1.2.3. Conflicto y competición
Es importante diferenciar el conflicto de la competición. Los grupos sociales
pueden competir entre ellos por el acceso a los recursos escasos o pueden chocar por el hecho de mantener unos principios o un sistema de valores radicalmente diferente. La concurrencia, sin embargo, implica la aceptación tácita o
explícita de unas reglas de juego. La competición puede, en ciertas condiciones, derivar en un conflicto cuando se transgredan las reglas de juego o cuando se quiere aniquilar al adversario convertido en enemigo.
Hablamos de competición cuando las partes adversas no se entorpecen mutuamente para
conseguir sus objetivos [...]. La competición se convierte en conflicto cuando las partes
adversas tienden a hacerse perjuicios, a hacerse un daño, psíquico, físico, financiero, etc.
Breard y Pastor (op. cit., pág. 17). Traducción propia.
La competición, pues, no conduce necesariamente al conflicto, salvo que las
relaciones de competencia estén dominadas por la animadversión, haya incentivos para la transgresión de las reglas y den lugar a relaciones dirigidas a
conseguir la supremacía de un grupo sobre un enemigo identificado.
1.2.4. La cultura del conflicto
La conciencia y la sensibilidad social hacia el conflicto cambian a lo largo de
la historia. Esto convierte en ingenua y equívoca toda pretensión de tratar el
tema del conflicto como un fenómeno al margen del momento histórico o
del contexto cultural que estamos viviendo. La idea de conflicto cambia según
el contexto cultural o el momento histórico o la disciplina de estudio. Como
señala Marvin Harris, hay diferencias muy notables en la conceptualización
y la resolución de los conflictos en las sociedades simples y en las sociedades
complejas.
La gente en todas las sociedades tiene intereses contrapuestos. Incluso en sociedades de
nivel de bandas, viejos y jóvenes, enfermos y sanos, hombres y mujeres no desean lo
mismo al mismo tiempo. Además, en todas las sociedades, las personas desean cosas que
los otros poseen y son reacios a regalar. Todas las culturas deben tener, pues, disposiciones estructurales para resolver los conflictos de interés de un modo ordenado e impedir
que los conflictos desemboquen en confrontaciones perturbadoras. Sin embargo, existen
marcadas diferencias cualitativas y cuantitativas entre los tipos de intereses contrapuestos hallados en las sociedades organizadas en bandas y aldeas y los hallados en sociedades
más complejas. También las hay en los métodos empleados para impedir confrontaciones perjudiciales.
Marvin Harris (1990, pág. 309)
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La antropología destaca el carácter relativo de la mayor parte de comportamientos considerados conflictivos. No todas las culturas valoran del mismo
modo los mismos objetos y entidades. Cada conflicto hay que entenderlo dentro de su contexto cultural. Como sostiene Marc Howard Ross:
El conflicto puede definirse como las acciones de dos o más partes que contienden por
el control de materiales escasos o recursos simbólicos [...]. La cultura determina qué recursos son considerados escasos, sanciona las estrategias por las que las partes buscan
su adquisición o control y crea determinadas instituciones para el manejo de conflictos
cuando estos aparezcan.
Marc Howard Ross (1995, pág. 58)
Son, pues, las convenciones sociales las que señalan qué conducta es considerada «conflictiva» y cuál no. Es importante saber localizar la conflictividad
dentro de nuestra sociedad y, todavía más importante, por qué se considera
una determinada manifestación como conflictiva. Quién pone la etiqueta de
conflictiva a las mismas.
Todo ello nos muestra que tan importante como el asunto que materialmente origina
el conflicto, o incluso más, es la manera como las personas lo ven y la actitud con que
encaran una negociación.
Martínez de Murgía (1999, pág. 150)
Algunas acciones que son aceptadas y percibidas como un hecho normal en sociedades
tradicionales son percibidas hoy como formas de comportamiento violento completamente inaceptables. Un ejemplo contemporáneo es la violencia en el hogar; en este caso,
la agresividad, sobre todo las agresiones a las mujeres, ha pasado a ser percibida como una
conducta socialmente inaceptable. Efectivamente, la violencia contra las mujeres ha sido
una constante a lo largo de nuestra historia cultural y ha sido producto de un sistema
de dominación patriarcal que consideraba lógica y natural la subordinación de la mujer
al marido. En la actualidad, aunque estas formas de violencia no han desaparecido, son
percibidas como un auténtico problema y provocan un profundo rechazo social.
Busquet (ed., 2014, pág. 21)
Algunos comportamientos susceptibles de ser considerados conflictivos se
aceptan en determinados contextos históricos como un hecho «normal» o
«natural». Incluso algunos personajes crueles y sanguinarios han pasado a la
historia como auténticos ídolos nacionales.
Es el caso de Vlad Tepes, considerado un héroe nacional en Rumanía, pero cuya crueldad
inspiró a Bram Stoker en la creación de su famoso personaje, el conde Drácula. Es la
sociedad la que canaliza –o inhibe, según el momento– estas disposiciones de acuerdo a
unos valores y unas pautas de comportamiento aceptadas culturalmente.
Busquet (ed., 2014, pág. 22)
1.3. ¿Qué relación existe entre conflicto y violencia?
También es importante distinguir las nociones de conflicto y de violencia.
Cuando el conflicto no se puede canalizar mediante el diálogo, la negociación
y el pacto, este puede derivar en situaciones de confrontación más o menos
radical y de ruptura entre las partes e, incluso, puede comportar estallidos de
violencia.
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No es cierto que las sociedades humanas sean cada vez más violentas. El conflicto y la violencia han estado presentes en todas las sociedades humanas hasta hoy. Aun así, durante los últimos siglos, se observa una disminución progresiva de la frecuencia y de la intensidad de la violencia especialmente en los
países occidentales. Lo que sí se puede afirmar es que el grado de sensibilidad
humana hacia la violencia es cada vez mayor. Las situaciones de violencia son
la expresión de una falta total de voluntad de entente por parte de las partes
implicadas (o una de las partes implicadas) o de un fracaso en la resolución
de un conflicto.
Tampoco es necesariamente violento, aunque puede serlo, por lo que deben precisarse
las relaciones entre violencia y conflicto: un conflicto puede incluir, en algunas fases,
aspectos violentos, pero si la violencia perdura, se instala, o si pierde toda su capacidad de
ser instrumental –y por lo tanto de ser controlada y limitada– entonces necesariamente
degrada al conflicto y lo lleva hacia otras lógicas de ruptura pura, de terrorismo. Además,
la violencia específica del conflicto, aun cuando es extrema, no impide la coexistencia
con formas tácitas de acuerdo o de moderación.
Wieviorka (2010)
En sus formas más extremas, el conflicto deriva en violencia, tiene un carácter destructivo y pone en peligro la existencia de los diversos contendientes.
La guerra sería la expresión más terrible y mortífera de un conflicto. La eficacia del armamento moderno hace que la guerra sea una actividad sumamente destructiva y pone en riesgo la propia supervivencia física de los mismos
contendientes.
Los actos de violencia –sobre todo de violencia física directa– son un motivo
de preocupación creciente de la ciudadanía y son, a la vez, objeto de atención
preferente de los medios de comunicación social que focalizan la atención en
los conflictos y en hechos sociales extraordinarios y escabrosos.
1.3.1. La noción de violencia
Al hablar de violencia, nos referimos a la violencia humana intraespecífica,
que se produce cuando el ser humano aparece como culpable o como víctima
de una agresión o una situación de acoso. Desde una perspectiva ética, ejercer
violencia sobre alguien significa obligarlo, mediante la fuerza física o moral,
a hacer algo que va en contra de la libertad y que atenta contra la dignidad
personal (Busquet y otros, 2014).
La violencia es un concepto relativo, dado que ha cambiado en diferentes contextos históricos o culturales. El significado de la palabra ha evolucionado a
lo largo del tiempo y cambia el sentido según las diferentes lenguas. Así, por
ejemplo, la palabra inglesa violence (del latín violentia) ya se usaba en la edad
media para describir «el ejercicio de la fuerza física contra alguien», que, de
este modo, era interrumpido o molestado, interferido o avergonzado, deshonrado o ultrajado (Keane, 2001).
La sociología del conflicto
Ved también
H. Arendt. (2006). Sobre la violencia. Madrid: Alianza.
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1.3.2. Tipos de violencia
En la sociedad contemporánea podemos distinguir, cuando menos, cuatro formas de violencia que están estrechamente interrelacionadas entre sí. Son la
violencia física, la violencia psíquica, la violencia estructural y la violencia
simbólica.
La violencia�física comporta un uso intencional de la fuerza, cosa que provoca
en la víctima un daño observable. Esta noción de violencia, muy arraigada en
nuestra tradición cultural, conecta mejor con las categorías de sentido común
y suscita un gran rechazo social.
La violencia�psicológica es la más frecuente y, probablemente, la más efectiva
en plena modernidad avanzada. Comprende cualquier tipo de acción contraria a la voluntad de la persona y aquella que, cuando menos, puede resultar
ofensiva para su dignidad. Este tipo de conducta comporta la descalificación,
la ofensa y el agravio personal. La desconsideración forma parte de este tipo
de violencia que se expresa, sobre todo, mediante el gesto o la palabra.
No todas las formas de violencia tienen este carácter directo y personal. Desde
una perspectiva sociológica, la�violencia�estructural adquiere una importancia capital en todas las épocas históricas. Según Johan Galtung (1998), la violencia estructural es un tipo de violencia que se da cuando las personas están
sometidas a unas condiciones de vida que limitan objetivamente su libertad y
les impiden realizar sus potencialidades materiales o espirituales. La pobreza o
la exclusión social son ejemplos de violencia estructural. La violencia estructural es un hecho objetivo que, generalmente, pone en evidencia situaciones
de poder y desigualdad dentro de la sociedad.
En algunas ocasiones, las personas sufren situaciones de dominación y dependencia que aceptan como un hecho natural. Según Pierre Bourdieu, la violencia� simbólica la es una forma de control social, una forma de dominación
(casi invisible) que se ejerce con la complicidad tácita de quienes la sufren (y,
también, de quienes la ejercen). Como sostiene Pierre Bourdieu (2000), en La
dominación masculina, generalmente los grupos sociales dominantes. La víctima de una situación de violencia acepta resignadamente su suerte, y considera
su situación como un hecho lógico y «natural». Por ejemplo, en casi todas las
culturas humanas, las mujeres han asumido un papel subalterno al hombre,
cosa que parece difícil de aceptar en las sociedades contemporáneas. En las sociedades avanzadas, la violencia simbólica constituye el mecanismo principal
de reproducción y de mantenimiento del orden social.
1.3.3. ¿Cuál es el papel del Estado en la pacificación social?
En los Estados modernos más avanzados se ha producido un proceso de pacificación que afecta a casi todos los ámbitos de la vida social y especialmente a
los ámbitos públicos. Así, durante el proceso de modernización, los ciudada-
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nos generalmente renuncian al uso de la fuerza para resolver sus litigios. Se
crea la Administración de Justicia, que delibera o hace de mediadora en los
pleitos entre los particulares. Es con el derecho que los particulares dirimen
pacíficamente sus diferencias y resuelven sus litigios. Las fuerzas de seguridad
son teóricamente los garantes del orden.
La violencia ha sido una constante a lo largo de la historia. No obstante, en
una sociedad moderna y democrática, la mayor parte de conflictos se pueden
resolver de forma pacífica y hay que evitar las situaciones de violencia a toda
costa. El conflicto no es un obstáculo para lograr el pleno desarrollo democrático de la sociedad. No podemos oponer democracia y conflicto.
La democracia no es, en fin, otra cosa que un permanente proceso de abordaje de los
conflictos, sin conflictos no hay posibilidad de construcción democrática.
Beltrán (2005, pág. 169). Traducción propia.
Max Weber sostiene que lo característico del Estado es su capacidad de concentrar el monopolio del uso de la violencia legítima dentro de sus límites
geográficos. Un sistema efectivo de vigilancia y control social es la coerción.
La coerción es la fuerza constrictiva que actúa sobre el conjunto o unas
partes de la sociedad para obligarla a actuar de una manera determinada.
Esta forma de control social es empleada por el Estado (por medio de
las fuerzas de seguridad) y es esencial en ciertos procesos de integración
social general.
El Estado, añade Pierre Bourdieu, es una instancia que reivindica con éxito el
monopolio del uso legítimo de la violencia�simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente.
La violencia durante el proceso de civilización
Sopesando la relevancia histórica de la violencia, Norbert Elias propone una teoría general que permite comprender el grado de aceptación social de la violencia a lo largo de lo
que describe como «el proceso de civilización» (Elias, 1987). La historia aparece como una
lenta y progresiva «autodomesticación» de la humanidad. El proceso�de�civilización se
ha traducido en una progresiva rigidez en la manifestación de los afectos, una tendencia
a reprimir y controlar la espontaneidad y a sublimar la energía reprimida en «formas
culturales superiores». Un proceso que significa una mayor represión o autorrepresión de
las emociones, los impulsos primarios y, evidentemente, de la agresividad. No solo existe
una mayor capacidad de autocontrol […]. Siguiendo el legado de la teoría freudiana –
especialmente el de las tesis expuestas en El malestar en la cultura (Freud, 1970)–, Elias
entiende el control como progreso. La civilización ha sido conquistada por obra de la renuncia a la satisfacción de los «instintos» o de las pulsiones primarias. Elias estudia el origen social (la sociogénesis) de aquello que Freud defiende como un postulado naturalista.
Desde el punto de vista del sentido común, ciertos modelos de comportamiento han sido
perfectamente interiorizados, dados por supuestos y han llegado a ser percibidos como
naturales a pesar de ser producto del proceso cultural. Muchas de estas formas que tienen
un cariz convencional han sido perfectamente asimiladas e incorporadas dentro del ámbito y de los códigos de la respetabilidad social. Así, determinadas formas de agresividad
están completamente proscritas. De la misma forma que la manera de sonarse la nariz o
estornudar ha estado sometida a unas normas sociales bastante estrictas. No nos damos
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cuenta, sin embargo, de que estas no son naturales, sino que son el producto del proceso
cultural o del proceso de civilización.
Elias y Dunning (1992) analizan las formas de violencia en la historia del deporte, al
considerarlo un ejemplo paradigmático del grado de tolerancia social hacia la misma.
Según dichos autores, antiguamente las reglas de los encuentros atléticos duros, como el
boxeo o la lucha, toleraban un grado de violencia física mucho más elevado del que se
admite en la actualidad. […].
Norbert Elias cree que el proceso de civilización que se ha producido en la cultura occidental ha permitido al ser humano lograr un mayor autocontrol de las pulsiones agresivas y hacer un uso escrupuloso de las reglas y convenciones sociales. En virtud de este
proceso, que no es lineal ni irreversible, la violencia física –en todas sus formas– se ha
hecho cada vez más intolerable a los ojos de los ciudadanos de los países occidentales.
La conciencia y la sensibilidad social hacia la violencia cambian –se acentúan– a lo largo
de la historia. Desde la perspectiva del proceso de civilización, autores como Chesnais
(1981) o Fowles (1999) han establecido un paralelismo entre las grandes etapas históricas
y las distintas formas de violencia (Aran, 2003):
1.º Primero, en la sociedad agraria tradicional, la violencia es de tipo primitivo; es una
violencia arcaica. Esta es la forma de violencia que predomina en Europa hasta el siglo xix.
2.º El segundo estadio, el industrial, se caracteriza por la concentración urbana y la atomización social. Aquí los conflictos se institucionalizan y se abandona progresivamente
el carácter frontal y brutal de la violencia que había marcado la etapa anterior.
3.º El último estadio, propio de la sociedad terciaria (o sociedad posindustrial), presenta
una violencia social mediatizada donde la violencia privada permanece como un residuo
de otra época, insoportable, exigua y anormal. El potencial de violencia se concentra
entonces en manos de la entidad colectiva que representa el Estado (el rostro legal de
la violencia).
En la actualidad, de acuerdo a la tesis de Chesnais, la violencia física es un elemento cada
vez más indirecto y alejado de la vida cotidiana de la mayor parte de la ciudadanía que
vive en las sociedades avanzadas. Paradójicamente, un distanciamiento respecto de la
experiencia violenta inmediata se acompaña de un aumento de los sentimientos de miedo e inseguridad respecto a la violencia que aparece en las múltiples pantallas presentes
en nuestra vida cotidiana […].
Desde una perspectiva histórica, se constata que durante la edad media, las personas
aceptaron la creación de unas autoridades centralizadas que les permitían librarse del
peso de tener que tomar represalias contra quienes las amenazaban o las dañaban. Y la
creación de un Estado centralista y el crecimiento de esas autoridades pueden explicar
un proceso de pacificación interna y el declive espectacular de la tasa de homicidios en
las sociedades europeas desde el medievo (Pinker, 2003, pág. 481).
Elias afirma que poco a poco los hombres renuncian a determinadas formas de violencia
pública o privada y la ponen en manos del Estado. El Estado moderno se reserva el monopolio en el uso de la violencia física –considerada «legítima»– y regula estrictamente su
uso por parte de los individuos y de los grupos que viven en su territorio. Según la teoría
del proceso de civilización, se prevé que decaerá el nivel de violencia física socialmente
permitido y, a la vez, aumentará el grado de rechazo social contra su uso y su presencia
«descontrolada». Ahora bien, la disminución de la agresividad y de la violencia física no
significa que haya disminuido la coerción social o que, necesariamente, hayan perdido
eficacia los mecanismos de control social […]. Según Elias, el miedo –aunque sea el sentimiento de miedo al ridículo– ha sido, a lo largo de la historia, el principal vínculo y, a
la vez, la principal forma de control social. En esta línea, el sentido del ridículo y la vergüenza se han constituido en formas sustitutivas del sentimiento de pecado tradicional,
y uno de los sistemas de disciplina moderna más eficaz.
El poder se fundamenta en el Estado, en su monopolio institucionalizado de la violencia
y en lo que Foucault denomina la «microfísica del poder» (Foucault, 1991), encarnada
en instituciones y organizaciones difundidas por toda la sociedad, desde los puestos de
trabajo a los hospitales, encerrando a los sujetos en una estructura de deberes formales
y «agresiones informales». Además, el Estado moderno se reserva –mediante los cuerpos
represivos de la policía y el ejército– el monopolio en el uso de la violencia. Esta se ejerce
cuando lo considera necesario y para combatir aquellas acciones, internas o externas
que van en contra del orden establecido, o, también, para tener más poder y conquistar
nuevos privilegios más allá de sus fronteras.
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Es sobre todo en los regímenes democráticos en los que se usan otras formas de violencia
de cariz simbólico menos palpables que el dolor físico, pero, normalmente, más eficientes
a la hora de producir obediencia. Por otra parte, las fuerzas de seguridad del Estado deben
estar sometidas a un control democrático para evitar los posibles excesos de la violencia o
discriminación institucional. Como es bien sabido, el uso de la represión y de la violencia
física directa por parte de los Estados democráticos no siempre ha sido útil e incluso
puede resultar contraproducente para conseguir un mayor control y cohesión social.
El poder de las fuerzas de seguridad del Estado puede ser un instrumento eficaz para la
pacificación de las sociedades modernas, pero presenta importantes limitaciones: «Como
combaten la violencia con la violencia o con la amenaza de violencia, pueden ser ellos
mismos un peligro. Y sería mucho mejor que, para empezar, pudiéramos encontrar la
forma de que las personas renegaran de la violencia antes que tener que castigarlas una
vez cometidos los hechos violentos» (Pinker, 2003, pág. 484).
Fuente: Busquet, J. (Ed.) (2014). La violencia en la mirada. Conflicto, infancia y televisión.
Barcelona: Trípodos.
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2. El estudio sociológico del conflicto
Como señala Lewis Coser, la sociología del siglo xix dedicó mucha atención al
conflicto. Dentro de la tradición clásica de la sociología alemana, desde Tonnies a Simmel y Weber, el conflicto fue considerado como uno de los fenómenos sociales fundamentales. En todo el pensamiento social procedente de
Hegel, y particularmente en la obra de Marx, el conflicto es una variable explicativa esencial. Marx nos da una visión de la historia basada en la «lucha
de clases»4 (Coser, 1974).
En el siglo
XIX
y a principios del siglo XX, el darwinismo�social alcanzó una
gran influencia. Según esta teoría, los criterios básicos de Darwin (selección
natural y lucha por la vida) se pueden adaptar con éxito a la vida social y a
la cultura humana.
La lucha por la vida y la supervivencia del más fuerte son también los criterios antropológicos y sociales que gobiernan las comunidades humanas, considerando que la agresión era una herramienta de la evolución que funciona tanto en la biología como en la
cultura. Esta teoría del darwinismo social realiza una transposición del nivel biológico
al nivel social.
Alcoberro (2017). Traducción propia.
Desde esta óptica se considera que los individuos más fuertes y los mejor adaptados estarían destinados a ser los más ricos. La cultura no habría podido superar este condicionante biológico, de tal manera que existirían también los
más fuertes (los ricos, los sabios...) y los débiles.
El darwinismo social ha tenido una gran influencia en el ámbito de las ciencias
sociales y sigue ejerciendo un notable influjo ideológico en el neoliberalismo;
sin embargo, la obra de Marx ha tenido una mayor trascendencia.
2.1. El conflicto en el materialismo histórico
Marx y Engels participan de una perspectiva conflictivista y consideran que
la lucha de clases es el principal motor de la historia. Como sostienen en el
Manifiesto comunista, esta lucha es producto del enfrentamiento que se produce entre las dos clases sociales principales. Clases que tienen intereses directamente contrapuestos y en que su disputa por los recursos se produce en términos de un juego de suma cero (es decir, si una clase social sale ganando, la
otra sale perdiendo, y viceversa).
(4)
Las principales obras de la mayoría de los teóricos sociales clásicos contienen referencias y análisis
sobre el conflicto social. Los escritos de Karl Marx y Georg Simmel
han sido especialmente fructíferos
para la teoría posterior. El análisis
de Marx está esparcido por la mayor parte de su obra. Las principales aportaciones de Simmel están
en Conflict; The Web of Group Affiliations, 1908 (Coser, 1976).
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La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y sirvientes, maestros y oficiales.
En una palabra: opresores y oprimidos se han enfrentado siempre, han mantenido una
lucha constante, sepultada a veces y otras veces abierta; lucha que ha acabado siempre
con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o con el hundimiento de las
clases en pugna. En las épocas históricas anteriores encontramos casi por todas partes una
diferenciación completa de la sociedad en varios estamentos. Una múltiple escala gradual
de condiciones sociales. En la Roma antigua encontramos patricios, caballeros, plebeyos
y esclavos; en la edad media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y sirvientes, y
además, en casi todas estas clases encontramos, a su vez, gradaciones especiales. La moderna sociedad burguesa, que ha surgido de las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Solo ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones
de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. Pero nuestra época, la época de
la burguesía, se distingue por el hecho de haber simplificado las contradicciones de clase.
Toda la sociedad se va dividiendo, cada vez más, en dos grandes bandos hostiles, en dos
grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
Marx y Engels (1948)
Para entender la estructura social, Karl Marx (1918-1883) da mucha importancia a las transformaciones económicas y a la manera de organizar el trabajo y
a la producción de los bienes materiales. Por eso, su método de análisis social
se ha denominado materialismo histórico. El materialismo histórico es una
perspectiva, desarrollada originariamente por Karl Marx –junto con Friedrich
Engels–, según la cual la historia de la humanidad, a excepción de sus estadios
más primitivos, ha sido una historia de luchas constantes, el producto de la
explotación económica que existe en las relaciones de producción y de intercambio, y a partir de la cual se explican la superestructura de las instituciones
jurídicas y políticas, y las formas de representación religiosas y filosóficas.
Desde una perspectiva marxista, la principal palanca del cambio social es la
contradicción que se produce entre las «fuerzas productivas» y las «relaciones
de producción». Estas contradicciones pueden llegar a provocar estallidos de
violencia revolucionaria.
Marx va a la raíz del conflicto: se trata de un conflicto�de�intereses�engendrado por un sistema de propiedad que considera injusto. El marxismo destaca el
carácter trágico (inevitable) de este conflicto que es consustancial a la sociedad
humana, pero también divisa la semilla de esperanza de una futura sociedad
libre, sin clases y sin conflictos.
El marxismo responde a las siguientes preguntas:
- ¿Cuáles son los grupos sociales que dividen a una sociedad?
- ¿Cuáles son las causas del conflicto social?
- ¿Qué estrategias usan los grupos dominantes para conservar sus privilegios?
- ¿Cómo responden los grupos subalternos a las relaciones de poder?
- ¿Qué importancia tiene la lucha por la hegemonía cultural o ideológica en los conflictos
políticos?
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2.1.1. Los principales actores del conflicto
Desde una perspectiva marxista, las condiciones materiales influyen no solo
en la manera en que los individuos se ganan la vida, sino también en la naturaleza de las clases sociales. La «clase dominante» tiene más capacidad para
desarrollar grupos sociales coherentes, unidos mediante intrincadas redes de
influencia y de comunicación, que la clase social subordinada.
2.1.2. Las clases sociales
«Marx aportó algunas herramientas conceptuales muy útiles para lo que llamamos “análisis de clase”, es decir, el análisis de las formas en que las clases se constituyen y luchan
entre sí [...]. Para Marx, ni los ingresos ni la ocupación pueden considerarse criterios definitorios de la clase. Contrariamente al conocimiento popular sobre lo que es una clase,
la riqueza o la pobreza no tienen nada que ver con la clase a la que se pertenece. No
se es capitalista por el hecho de ser rico, ni se es necesariamente rico por ser capitalista.
[...] En general, Marx rechazó la posibilidad de que se definiese la clase en función de
criterios de tipo gradacional, es decir, los criterios que nos permiten colocar a cada uno
de los individuos en una “escala” de diferentes peldaños. Estos “peldaños” son artificios
mentales del observador, no realidades empíricas, y Marx creía que las clases eran una
realidad empírica. Parece claro que el criterio utilizado por Marx era el de la posición en
las relaciones de producción, una posición que a su vez está determinada por la propiedad o no propiedad de los medios de producción. Así, en el capitalismo las dos grandes
clases sociales son los capitalistas, que se definen por ser propietarios de los medios de
producción, y los trabajadores, que no son propietarios de los medios de producción. Se
ha escrito mucho sobre la suficiencia o insuficiencia de este criterio para definir lo que es
una clase social y, sobre todo, sobre su relación con el criterio de la conducta de mercado.
Efectivamente, la razón lleva a los poseedores de medios de producción a comportarse de
una determinada forma en el mercado: alquilar fuerza de trabajo y acumular incesantemente capital. Pueden no hacerlo, pero en este caso desaparecerán como capitalistas. La
no posesión de medios también determina un comportamiento racional para los trabajadores: alquilar su fuerza de trabajo. Si la clase queda mejor definida por el criterio de la
propiedad o por el del comportamiento de mercado, o si ambos criterios se deben tener
en cuenta, es un debate abierto. Lo que sí que parece claro es que el concepto de clase
que usaba Marx es relacional, no gradacional: la clase es una propiedad relacional, como
ser padre, por ejemplo. Uno es padre si tiene al menos un hijo o una hija. Del mismo
modo, los capitalistas no son capitalistas por tener mucho o poco dinero, sino porque
tienen una relación determinada con otra clase, la obrera: “El capital presupone el trabajo asalariado, y este, el capital. Ambos se condicionan y se engendran recíprocamente”.
Sin obreros por asalariar, no habría capitalistas, y sin capitalistas no habría asalariados.
Es la matriz de relaciones en la que están inmersas las clases lo que las convierte en clases» (León, 2014, págs. 54-57).
Desde una perspectiva marxista, se considera que los conflictos estructurados
de clase están en el centro de la sociedad; son los que constituyen la dinámica
que provoca el cambio social. Como señaló Simmel, aunque las clases se encuentren en una situación de antagonismo, también se encuentran imbricadas en relaciones de vinculación y de dependencia mutua. En el capitalismo,
los trabajadores dependen de los capitalistas para obtener sus puestos de trabajo y los ingresos que necesitan para sobrevivir, pero los capitalistas necesitan a los trabajadores para producir los bienes y servicios de los que obtienen
beneficios.
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La existencia de clases es un hecho objetivo que no depende de la conciencia y de la voluntad individual. Asimismo, la existencia de una sociedad de
clases se puede ver reforzada por ciertas disposiciones clasistas. El clasismo es
una actitud social y psicológica de carácter elitista que suelen manifestar los
miembros pertenecientes a las clases dominantes, que se defienden y protegen
entre ellos y mantienen a distancia a los miembros de las «clases inferiores»,
que quedan excluidos de las oportunidades de riqueza y de poder. A pesar de
que la ideología liberal defiende el principio de la igualdad de oportunidades,
en las sociedades capitalistas persisten algunas actitudes de clausura o cierre
social profundamente clasistas5 .
2.1.3. El conflicto ideológico
Marx considera que el ser humano necesita, antes que nada, satisfacer las necesidades materiales básicas para vivir (comer, beber, protegerse, vestirse, etc.).
La manera de producción y de distribución de estos bienes básicos (infraestructura) condiciona las diferentes fases de desarrollo de las instituciones políticas, jurídicas, artísticas y religiosas (superestructura).
Para Marx, las ideas, las creencias o los valores de los seres humanos no son la
principal fuente de cambio y transformación social. Es el trabajo, la actividad
humana orientada a la satisfacción de las necesidades, lo que condiciona la
manera de hacer, de pensar y de sentir de los seres humanos. Para Marx, la
ideología es el conjunto de conceptos, creencias e ideales que sirven para explicar el mundo social como una realidad ordenada y coherente, pero que a la
vez esconde intereses particulares y puede comportar una visión distorsionada de la realidad. Las ideologías responden generalmente a simplificaciones y
esquemas parciales de la realidad. Para Karl Marx y Friedrich Engels, son formas de saber determinadas por intereses socioeconómicos o por creencias que
pretenden tener la verdad. La ideología siempre contiene un elemento que
legitima un sistema de poder, a la vez que deslegitima otras formas de poder
y autoridad.
Marx y Engels definen, en La ideología alemana, como un sistema filosófico basado en
ilusiones acerca de la realidad, sistemas que expresan una falsa conciencia. [Sostienen]
que la ideología es una conciencia de la realidad en la que los hombres y sus circunstancias aparecen al revés como en una cámara oscura. Y añaden que la ideología no se
expresa solo en las doctrinas de los filósofos, sino que se encuentra en el sistema político,
jurídico o religioso. Para Marx y Engels, la función de la ideología sirve para legitimar
un orden social dado y permitir a las clases dominantes ejercer su poder sin el uso de la
violencia física. El estudio de la ideología, en Marx y Engels, es inseparable del estudio
de la desigualdad social y del conflicto de clases.
Giner (2013)
Los grupos sociales dominantes utilizan medios muy variados para perpetuar
su situación de privilegio. Marx consideraba que el mantenimiento del sistema
de propiedad y el control del capital económico era un instrumento básico
para la reproducción� social dentro del sistema capitalista. Pierre Bourdieu
La sociología del conflicto
(5)
Para el sociólogo británico Frank
Parkin (1979), de orientación webweriana, la propiedad comporta un instrumento de cierre social
que puede ser monopolizada por
una minoría y utilizada para ejercer
el poder sobre otros.
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La sociología del conflicto
y Jean-Claude Passeron, en La reproducción (1970), consideran que el capital
cultural y el capital social también son instrumentos eficaces al servicio de la
reproducción y la legitimación de las estructuras de desigualdad social.
La lucha de clases también tiene una dimensión cultural. La lucha política,
especialmente en los países democráticos, implica un combate permanente
por las ideas.
Por conflictos ideológicos entiendo aquellos conflictos que hacen referencia a las ideas, a
los valores, a las conceptualizaciones, al cúmulo de informaciones y de percepciones que
contribuyen a dotarnos de un pensamiento determinado, incluyendo los que provienen
de la formulación de intereses de poder, y de los provenientes de la inspiración religiosa
y del discernimiento filosófico.
Vinyamata (1999, pág. 43)
Las clases dominantes tienen una notable influencia en la configuración de
los sistemas de ideas de una sociedad. La hegemonía cultural es una forma de
dominación que permite que las élites sociales ganen influencia mediante un
proceso de liderazgo moral e intelectual que comporta el consentimiento y el
respeto de los grupos subordinados.
Según el pensador marxista italiano Antonio Gramsci, la noción de hegemonía es especialmente apropiada para describir las formas de dominación características de las sociedades complejas que se ejercen por
medio del control de las ideas y solo, de forma excepcional, mediante
el uso de la fuerza y de la represión. Los grupos hegemónicos consiguen
que sus ideas sean las ideas dominantes y que sean aceptadas como la
forma «natural» de entender la realidad.
El dominio hegemónico, sin embargo, es el producto de un proceso de lucha
6
constante .
2.1.4. Los límites del marxismo
La sociología del conflicto identifica los actores sociales y los grupos que entran en contradicción. También intenta explicar las causas o raíces del conflicto. El análisis de Marx, no obstante, se centra excesivamente en un determinado tipo de conflicto: el conflicto de clases que tiene una base económica.
Asimismo, el conflicto no siempre es un conflicto de clases. Marx ignora otros
conflictos como, por ejemplo, los conflictos de género. El feminismo sitúa el
conflicto en el sistema patriarcal y en la discriminación de la mujer. El poder
patriarcal opera en beneficio de los hombres y en contra de las mujeres, independientemente de su condición de clase. Los conflictos, pues, se pueden
basar en las diferencias políticas, las divisiones de género, etc., y todos estos
factores pueden estar, o no, vinculados con la clase social.
(6)
La hegemonía se puede ganar y,
también, se puede perder. Sin embargo, no hay que sobrevalorar los
mecanismos de poder de las clases dominantes y de despreciar los
mecanismos de resistencia cultural
de las clases subalternas (y viceversa).
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La sociología del conflicto
Por otro lado, Marx considera que en la sociedad capitalista el conflicto de
intereses tiende a polarizar la sociedad en dos grupos antagónicos: la burguesía y el proletariado. Tiende a simplificar el conflicto excesivamente. Algunos
autores neomarxistas han constatado la complejidad del sistema de clases en
las sociedades contemporáneas y las dificultades que presenta el estudio de la
estructura social.
El análisis de clase se ha sofisticado notablemente y debe tener en cuenta el control efectivo de los factores de producción. Eric Olin Wright
(1994), en su libro Clases, señala las tres dimensiones que se tienen que
tener en cuenta al hacer una tipología de las clases sociales:
1) el control sobre las inversiones o el capital monetario;
2) el control sobre los medios físicos de producción (tierras y fábricas
u oficinas), y
3) el control sobre la fuerza del trabajo. Mientras que la clase alta mantiene un control considerable sobre estos tres factores, la clase baja queda excluida.
2.2. La teoría del campo de Pierre Bourdieu
La obra de Pierre Bourdieu (1930-2002) constituye una síntesis original entre el
pensamiento de Marx, Durkheim y Weber muy difícil de clasificar, aunque el
propio Bourdieu caracterizó su paradigma sociológico como «constructivismo
estructuralista».
Bourdieu estudió las prácticas y los comportamientos humanos desde una
perspectiva conflictivista. El conflicto es inherente a toda vida social. Toda acción social, incluso las prácticas aparentemente más inocentes, relacionadas
con la adquisición del lenguaje y de la cultura, son contempladas como un
arma (o una forma de capital) a manos de los actores sociales («jugadores»)
para intentar incrementar sus «apuestas» y mejorar su posición y sus oportunidades en el mundo social.
Bourdieu propone un cambio radical en el paradigma científico vigente en el
campo de las ciencias sociales y pone en cuestión algunos dogmas inherentes
a la tradición sociológica. Contrario al esencialismo de origen aristotélico, el
autor francés es partidario de una metodología que rompa con las maneras
de pensar «realistas» o «substancialistas» y propone una manera relacional de
pensar la vida social: «si todo lo real es relacional es necesario pensar relacionalmente»7 .
(7)
Según Bourdieu, el análisis marxista nos induce a mantener una
visión esencialista o substancialista
de las clases sociales.
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Podría darle un giro a la famosa fórmula de Hegel y decir que lo real es lo relacional: lo
que existe en el mundo social son las relaciones. No interacciones entre agentes o lazos
intersubjetivos entre individuos, sino relaciones objetivas que existen «independientemente de la conciencia o la voluntad individual», como afirmó Marx.
Bourdieu y Wacquant (2005, pág. 150)
Sus primeros estudios giran en torno al campo religioso, pero es en su estudio sobre el campo literario –publicado en 1992 en Lesrègles de l’art. Genèse et
estructure du champ littéraire– donde la teoría del campo de Bourdieu logra la
plenitud. La noción del campo sirve para explicar y comprender el comportamiento (más o menos previsible) de los individuos que actúan en estos ámbitos sociales con independencia de sus características personales. Un campo,
sin embargo, no es la suma de los actores que participan en él. Por ejemplo,
el campo político no está formado simplemente por la suma de las personas
que se consagran a la política, sino que se trata de un sistema de posiciones
que ocupan estos agentes en la vida pública.
2.2.1. La constelación de campos
Pierre Bourdieu comprende la sociedad moderna como una constelación de
campos. Mientras que las sociedades tradicionales presentan un cariz bastante homogéneo y simple, las sociedades modernas comportan un alto grado
de complejidad y, a la vez, de conflictividad. En las sociedades complejas, el
espacio social se hace multidimensional y se presenta como un conjunto de
campos relativamente autónomos, que se rigen por criterios internos y que se
encuentran relativamente articulados entre sí.
Los campos no son estáticos: evolucionan a lo largo del tiempo. Para conocer
la dinámica de cada campo hay que conocer su génesis histórica y su evolución particular. Un campo es una esfera de la vida social que se ha ido autonomizando progresivamente a lo largo de la historia. La autonomización del
campo corresponde –tal como indica Max Weber– al proceso histórico seguido por las sociedades occidentales, que ha dado como resultado una creciente
diferenciación de las diversas esferas sociales: el campo económico, el campo
político, el campo religioso, el campo periodístico, el campo intelectual, el
campo literario, etc. Todos estos campos tienen su historia y han conseguido
un alto grado de autonomía.
Un reto importante para la investigación especializada es conocer los «límites
del campo». No siempre es fácil delimitar las fronteras que separan los diferentes campos. Las fronteras entre los campos no pueden determinarse desde
fuera de los campos: solo los «efectos del campo» y no las calidades intrínsecas
de los que participan en él permite definir el espacio de un campo. En este
sentido, los «efectos del campo» solo se pueden determinar con precisión mediante la investigación empírica.
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La teoría de los campos hace hincapié en las relaciones de fuerza y de poder
dentro del mismo. En el conflicto y en la transformación que se producen en el
interior de los diversos ámbitos sociales. Un campo, por ejemplo, a la manera
de un campo magnético, constituye un sistema de líneas de fuerza. Los agentes
o sistemas de agentes que lo integran se pueden describir como fuerzas que, al
surgir, se oponen y se agregan, confiriéndole su estructura específica en cada
momento.
La estructura del campo –dice Bourdieu– es un estado de relaciones de fuerza entre los
agentes o las instituciones comprometidas en la lucha o, si se prefiere, de la distribución
de capital específico que, acumulado en el curso de las luchas anteriores, orienta las estrategias ulteriores. Esta estructura, que está en el principio de las estrategias destinadas a
transformarla, es ella misma un juego: las luchas en las cuales el campo es el lugar tienen
por desafío el monopolio de la violencia legítima (autoridad específica) que es la característica del campo considerado; es decir, en definitiva, la conservación o la subversión
de la estructura del capital específico.
P. Bourdieu (1980, pág. 114)
Un campo es un espacio social estructurado, un ámbito de fuerzas donde hay
dominantes y dominados: «Un campo es simultáneamente un espacio de conflictos y de concurrencia, por analogía a un campo de batalla donde los participantes rivalizan con el objetivo de establecer un monopolio sobre el tipo
específico de capital que es eficiente en él: por un lado sobre la autoridad cultural en el campo artístico, la autoridad científica en el campo de la ciencia,
la autoridad sacerdotal en el campo religioso, etc.». (Bourdieu y Wacquant,
1992, pág. 25).
2.2.2. La noción de juego
Para comprender mejor la noción de campo, Bourdieu aplica a menudo la
analogía con el juego. El campo es un tipo de terreno de juego donde los individuos son jugadores (players) que compiten entre ellos y que a menudo toman decisiones de manera intuitiva e intentan mejorar su posición. En este
juego «los jugadores disponen de triunfos, es decir, de cartas maestras, cuya
fuerza varía según las circunstancias del juego. Y, así como la fuerza relativa
de las cartas cambia según los juegos, también la jerarquía de los diferentes
tipos de capital (económico, cultural, social, simbólico) varía en los diferentes
campos. Dicho de otro modo, hay cartas que son válidas, eficientes, en todos
los campos, pero su valor relativo como triunfo varía según los campos e, incluso, según los estados sucesivos de un mismo campo» (Bourdieu, 1992).
Los campos no son espacios estáticos. En cada momento, la lucha, la tensión
y las relaciones de fuerza que hay entre los jugadores definen la estructura del
campo. Esto no es todo: «Los jugadores pueden jugar para aumentar o conservar su capital, sus fichas, es decir, de acuerdo con las reglas tácitas del juego y
con las necesidades de la reproducción del juego y de los envites; pero también
pueden trabajar para transformar parcial o totalmente las reglas inmanentes
del juego [...]. Los jugadores aceptan las reglas por el simple hecho de jugar el
juego, y no por un contrato; lo hacen con la convicción de que vale la pena
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jugar, que el juego lo vale. Y esta colisión (este pacto dado por supuesto) fundamenta y es el origen de su competición y de sus conflictos». Esto significa
que los agentes comparten tácitamente (aunque sea mínimamente) los mismos objetivos y valores que presiden el juego.
2.2.3. Las características del campo periodístico
En Sur la télévisión (1997), Pierre Bourdieu argumenta que el campo periodístico no se puede explicar únicamente a partir de las características individuales
de los profesionales de la comunicación que toman parte en él. Se deben contemplar, también, el sistema de posiciones que ocupan los periodistas dentro
de su empresa y el peso relativo de estas empresas dentro del ecosistema comunicativo. La posición relativa de un presentador de televisión, por ejemplo,
no se puede entender ni juzgar únicamente a partir de sus características personales ni de su trayectoria profesional anterior.
Veamos seguidamente cuáles son las características del campo periodístico según Bourdieu:
En primer lugar, en el campo periodístico el grado de autonomía es muy limitado. El campo periodístico es, como todos los campos, un tipo de microcosmos con leyes propias y que se define por la posición que ocupa en el mundo
global, y por las atracciones y las repulsiones que recibe por parte de los otros
microcosmos (como son, por ejemplo, el campo económico y el político). Decir que es autónomo, que tiene su propia ley, es como decir que lo que pasa
no puede ser comprendido de manera directa a partir de factores exteriores.
Esto significa que los profesionales del sector deben conocer las reglas de funcionamiento del campo. El campo periodístico, sin embargo, está condicionado por el campo económico dado que la mayor parte de empresas de comunicación se financian mediante la publicidad (lo que genera una dependencia
económica importante respecto de las empresas anunciantes). Por otra parte,
el campo periodístico también depende del mundo de la política, ya que la
prensa escrita a menudo recibe subvenciones oficiales, y la mayor parte de licencias de radio y televisión que se conceden a las empresas privadas depende
de una concesión pública.
En segundo lugar, los campos no son estáticos y evolucionan a lo largo del
tiempo. El campo periodístico se mantiene o se transforma en función de los
conflictos que hay entre las fuerzas que constituyen el campo, con el objetivo
de alcanzar el poder y de conseguir la autoridad. Por ejemplo, podemos destacar la relevancia que ha alcanzado la televisión dentro del sistema comunicativo y la pérdida del peso específico de la prensa. Según Bourdieu, durante los
años cincuenta en Francia, la televisión apenas estaba presente en el campo
periodístico (al hablar de periodismo, casi no se pensaba en la televisión). Con
los años, la relación se ha invertido completamente y la televisión tiende a
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convertirse en dominante económica y simbólicamente en este campo. También podemos evaluar los retos que conllevan el proceso de digitalización y la
irrupción de internet para los grupos de comunicación multimedia.
Lo que resulta decisivo en un campo son los pesos relativos: por ejemplo, un
periódico puede mantenerse fiel a su línea editorial, no perder un solo lector
y, sin embargo, transformarse profundamente porque su peso y su posición
relativos en el espacio se han alterado. La revolución digital, por ejemplo, ha
modificado ampliamente el equilibrio de fuerzas que existía dentro de la tradición periodística.
En tercer lugar, dentro de cada campo periodístico, hay una especie de cultura y unos principios de funcionamiento que, aunque a menudo de manera
intuitiva, son conocidos por los agentes que participan. Para conocer el funcionamiento de un campo, es importante identificar el bagaje cultural o la
disposición cultural de los agentes. Este bagaje cultural es el habitus.
El habitus es un sistema de disposiciones culturales y valores perdurables que son fruto de la experiencia y del conocimiento adquirido en
un determinado ámbito social. Es el conjunto de esquemas de percepción, de apreciación y de acción inculcados por el medio social en un
momento y lugar determinados; es decir, es un conjunto de disposiciones socialmente adquiridas mediante el aprendizaje. El habitus es una
manera de ser interiorizada según la posición que se ocupa dentro del
espacio social y que acaba organizando tanto la percepción como la generación de las prácticas culturales. Habitus y campos no son nociones
separadas, son dos caras del mismo proceso, de ahí la correspondencia
que se puede observar empíricamente entre las posiciones y la toma de
posición.
El hecho de que las empresas de comunicación sean instituciones sociales implica admitir que agrupan una serie de individuos que desarrollan un rol social
y un conocimiento especializado. El habitus conlleva la interiorización de un
determinado tipo de condiciones económicas y sociales que encuentran en su
actuación en el campo una ocasión más o menos favorable para actualizarla.
Así, por ejemplo, la selección de las noticias que hacen los periodistas se realiza por intuición. Es el resultado de la interiorización de una serie de hábitos
institucionales convertidos en normas. El periodista actuaría en el momento
de seleccionador del temario informativo, como el hablante de una lengua a
la hora de construir una frase, aplicando un conjunto de reglas sin ser consciente, o mejor dicho, sin detenerse a pensar en ello.
En cuarto lugar, Bourdieu considera que hay una cierta armonización entre
los diferentes campos. Sin embargo, hay algunos campos, como el económico
y el del poder, que se mantienen en un plano jerárquicamente superior a los
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demás. Este campo superior es el lugar donde el código dominante se mantiene
absolutamente eficiente y se impone a todos los efectos. El campo del periodismo ocupa una posición subordinada, ya que depende muy directamente de
los condicionantes económicos y de los límites que marca la acción política.
Para terminar, los periodistas tienen un rol socialmente legitimado e institucionalizado para construir la realidad social como realidad pública y socialmente relevante. Estas competencias se realizan en el interior de diversas empresas especializadas. En nuestra sociedad, los periodistas son los profesionales
que orientan la atención pública por su capacidad exclusiva de seleccionar y
dar un determinado tratamiento a los temas de actualidad. Según Bourdieu,
los profesionales de la comunicación ocupan una posición inferior o dominada dentro del mundo de la producción cultural; sin embargo, ejercen una forma bien rara de dominación: «Tienen el poder sobre los medios que permiten
explicarse públicamente, existir públicamente, ser conocidos, acceder a la notoriedad pública» (Bourdieu, 1997).
2.3. Funcionalismo y teoría del conflicto
El funcionalismo, iniciado a comienzos del siglo XX, es un paradigma teórico
que logró la máxima influencia a mediados del siglo XX en los Estados Unidos
de América. La teoría funcionalista ha tenido una gran repercusión en el ámbito de las ciencias sociales, si bien hay una tendencia inherente al funcionalismo de negar la trascendencia de las relaciones de poder y de conflicto.
El funcionalismo tiene como precedentes las obras de los sociólogos franceses
Auguste Comte (1798-1857) y Émile Durkheim (1858-1917), y culmina con
la obra de sociólogo norteamericano Talcott Parsons. Se trata de un paradigma teórico que considera la sociedad como un sistema complejo que tiende
al equilibrio y a la estabilidad. Así, el sistema social en su conjunto logra una
situación de equilibrio, de orden y de cohesión. Durkheim definió este equilibrio existente entre las partes de este todo social con el concepto de consenso
moral de una sociedad (Flaquer, 2014).
La perspectiva funcionalista toma como unidad de análisis el sistema social,
entendido como un conjunto interdependiente de elementos culturales y estructurales, que se capta como un todo. Las partes o los elementos de esta
unidad, el sistema social, pueden ser de cualquier dimensión o composición:
pueden ser pequeños o simples, o bien grandes y complejos. Asimismo, lo que
realmente importa es que el sistema social funcione en su conjunto, es decir,
que dé respuesta a las necesidades que regularmente se presentan. Para conseguirlo, cada uno de los diferentes elementos tiene que cumplir su función
de manera adecuada. No obstante, en determinados momentos históricos se
producen importantes desajustes o tensiones dentro del propio sistema.
Bibliografía
Busquet y Medina (2017,
págs. 33-37)
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La sociología del conflicto
Aquí introduce Merton el concepto, tan empleado desde entonces, de «disfunción». Los
conflictos son «disfuncionales», es decir, contribuyen a que la sociedad no funcione, son
una fuerza destructiva y disgregadora del sistema. «Las disfunciones son aquellas consecuencias observadas que disminuyen la adaptación del sistema.» Un poco más adelante
añade Merton: «El concepto de disfunción, que incluye en el nivel estructural el concepto
tensión, proporciona un enfoque analítico para el estudio de la dinámica y del cambio».
Dahrendorf (1971)
Desde una perspectiva funcionalista, el conflicto comporta un desequilibrio
temporal en la cohesión de un sistema social, causado por elementos o fuerzas
disidentes que pueden ser internos o externos a él.
Los teóricos del equilibrio, para los cuales la sociedad representa un organismo
que busca el equilibrio, valoran el conflicto como disfunción, inestabilidad,
extorsión que pone en riesgo el sistema social8 .
Hacia fines de 1950 y en la década de 1960 el funcionalismo estructural de Parsons es
objeto de diversas críticas, entre ellas ser políticamente conservador, incapaz de tratar el
cambio social, debido a su interés por las estructuras estáticas, e inadecuado para comprender correctamente el conflicto social. En el esfuerzo de algunos sociólogos por integrar el interés por la estructura con el interés por el conflicto, se origina la teoría del
conflicto.
María de Pilar Rodríguez
Una de las críticas más duras al funcionalismo la formuló Dahrendorf (1971).
Seguidamente, por su interés, reproducimos un amplio fragmento que nos
permite conocer las limitaciones del funcionalismo y los excesos del psicologismo al tratar el tema del conflicto.
Elton Mayo y la tentación del psicologismo
El primer intento, en el tiempo, de aplicar una imagen funcional al problema del conflicto
social es a la vez el menos satisfactorio en cuanto al asunto mismo se refiere. Uno de sus
paladines más acusados fue el sociólogo industrial americano Elton Mayo; sin embargo,
su ingenuidad, que llega a veces hasta lo increíble, no puede ocultarnos que la postura
de Mayo sirve todavía hoy en día como característica para un considerable número de
sociólogos y la mayor parte de los técnicos de economía y política aplicadas, así como
de otras disciplinas.
Para Mayo el estado «normal de la sociedad es el de la integración, organización, cooperación del funcionamiento equilibrado del sistema. Cada individuo, cada grupo y cada
institución tiene su lugar y su misión en el sistema de conjunto; tiene su función. Claro que no se le escapa a Mayo que las sociedades no siempre funcionan a la perfección
(aunque parece considerar estas perturbaciones funcionales como un distintivo de las
sociedades modernas): «Desgraciadamente resulta muy característico de las sociedades
industriales que conocemos, que los grupos, distintos según su formación, no se esfuerzan con todo interés en colaborar con los otros grupos. Su disposición, por el contrario,
suele ser la de la indiferencia u hostilidad». Ahora bien, esta hostilidad entre grupos tiene
consecuencias separatistas y conduce a las sociedades a la ruina.
Ya el planteamiento del problema muestra cómo quiere explicar Mayo los aspectos disgregadores de las estructuras sociales. Las luchas y conflictos entre grupos no pueden nacer de la estructura de la sociedad, puesto que la sociedad es una construcción completamente funcional. De ahí que donde encontremos conflictos procederán estos de causas
metasociales, es decir, individual-patológicas. Los conflictos sociales son proyecciones de
trastornos patológicos (en aquellas personas que «originan» tales conflictos) en el campo
social. Con plena lógica habla, pues, Mayo al tratar de los conflictos industriales, preferentemente de los dirigentes sindicales y, en estos, de nuevo, solo sobre sus características
personales: «Estos hombres no tenían amigos... No sabían entretenerse... Consideraban
el mundo como algo hostil... En cada caso su historia personal era la historia de la exclusión social..., una niñez sin relaciones normales y felices con los otros niños en el trabajo
y en el juego...». El problema de dominar los conflictos sociales no es, pues, en el fondo,
(8)
Dentro del funcionalismo existen
distintas escuelas. Hay, hay que
destacar sensibles diferencias entre
el funcionalismo estructural del antropólogo Malinowski, el funcionalismo de Parsons o las teorías defendidas por Merton.
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más que el problema de la psicoterapia de los dirigentes de grupos de conflicto o, como
dice Mayo, un problema de dirección de «aptitudes sociales».
Si cada individuo posee las aptitudes de la cooperación pacífica con los demás, la sociedad
funcional se transforma en sociedad que funciona.
Es divertido, siguiendo las reflexiones de Mayo, observar cómo el concepto de «lo normal» se transforma en un concepto normativo. Dice Mayo: «Una sociedad no puede ejercer con efectividad un régimen representativo si está dividida en su seno por grupos hostiles y odio». ¿Y acaso no es misión del régimen representativo captar y canalizar todas
las hostilidades que puedan surgir entre los distintos grupos? Para Mayo, sin embargo,
la situación normal del funcionamiento equilibrado de la sociedad, de la cooperación de
todas las partes para mayor gloria del conjunto, se convierte también en el estado ideal.
Todo lo que funcionalmente debe considerarse como un trastorno –como, por ejemplo,
el conflicto– se rechaza en seguida como algo inferior, tanto política como normalmente.
El principio declaratorio sociológico se transforma en dogma político: «Una sociedad es
un sistema cooperativo; una sociedad civilizada es aquella en que la cooperación descansa en la comprensión y en la voluntad de colaboración y no de la fuerza».
Si prescindimos de su aspecto valorativo, la lógica de los argumentos de Mayo es evidente.
Las sociedades, de modo parecido a los organismos, son construcciones funcionales. En
cuanto cada uno de sus elementos contribuye en algo al mantenimiento del conjunto,
no puede originar de su propia estructura perturbaciones del equilibrio.
Si a pesar de todo surgen esas perturbaciones tendrán causas metasociales. Se presentan
aquí, en primer lugar, motivos de tipo psicológico. El conflicto es, por tanto, desde el
punto de vista sociológico, un fenómeno arbitrario de perturbación del sistema cooperativo llamado sociedad. [...]. Las consecuencias de este ensayo son patentes y muestran
con toda claridad la esterilidad de un funcionalismo radical. Si los conflictos no tienen
ninguna función, porque ni siquiera son un fenómeno social, se priva al sociólogo de
toda posibilidad de estudiarlo como un problema. Si a pesar de todo se ocupa en describirlo, no podrá distinguir entre criminalidad, psicopatología, conflictos laborales y oposición política; todos estos fenómenos se convierten en variantes sintomáticas de perturbaciones individuales idénticas por principio. [...] La pregunta sociológica es: ¿qué causas
sistemáticas, es decir, estructurales, tiene el hecho constante de los conflictos sociales?
¿Cuál es, por ello, el lugar del conflicto en la sociedad humana y en su historia? Mayo
se escapa a estas preguntas con juicios de valor débilmente disimulados y recetas teñidas
de psicología, porque, para él, la tesis funcional es un dogma incontrastable.
Fuente: Dahrendorf (1971, págs. 110-113)
2.3.1. Los límites del funcionalismo
La principal crítica que se ha dirigido al funcionalismo es que hace hincapié en
la búsqueda de la cohesión�social, el orden y el equilibrio como valores por sí
mismos. Se da por hecho que existe un conjunto de valores consensuados por
parte de la mayor parte de los miembros de una sociedad. La consecuencia es
que no se consideran fenómenos como la desigualdad social o no se tienen en
cuenta las causas del conflicto social, y tampoco se toman en consideración las
relaciones de poder. Por tanto, las luchas sociales o los movimientos sociales
que se puedan dar en un momento determinado se perciben como desviaciones del curso «natural» y evolutivo de las cosas. En definitiva, se denuncia el
carácter conservador del funcionalismo, sobre todo desde un punto de vista
social (Busquet y Medina, 2014, pág. 90).
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El sistema funcional equilibrado es, en cuanto representación ideal, un pensamiento terrible. Es la sociedad en la que cada uno y cada cosa tiene su sitio fijo, representa su rol
y desempeña su función; la sociedad en la que todo sigue su marcha a la perfección y
nada tiene por ello que alterarse; la sociedad ordenada perfectamente para siempre. Si
esto es así no necesita la sociedad estructural-funcional de ningún conflicto y como por
otra parte no tiene ningún conflicto evoca el cuadro terrible de una sociedad perfecta.
Este modelo podría admitirse como el producto de una fantasía utópica, pero solo puede
tener consecuencias a-liberales en cuanto programa o sistema ideológico correspondiente
a condiciones reales.
Si la utopía se convierte en realidad se hace siempre totalitaria; pues solo una sociedad
totalitaria conoce de facto –al menos, en apariencia– aquel consenso y unidad universales,
aquella gran uniformidad de los iguales que caracterizan a una sociedad perfecta. Quien
quiere conseguir una sociedad sin conflictos ha de hacerlo por el terror y la fuerza policiaca; pues ya solo la idea de una sociedad sin conflictos es un acto de violencia cometido
contra la naturaleza humana.
Dahrendorf (1971)
Por otro lado, parece que una de las razones psicológicas del éxito popular y
académico del funcionalismo (y otros paradigmas de carácter holístico) es la
necesidad del ser humano (incluyendo muchos teóricos sociales) de encontrar
un sentido coherente al orden social.
A menudo, junto con este anhelo de coherencia, se produce una cierta aversión al azar y a la casualidad, a los resultados accidentales y fortuitos, al «“ruido
y la furia en la vida social”. Pero una ciencia social rigurosa y crítica tiene que
admitir estas posibilidades: tiene que ser compatible, como sabía Max Weber,
con los efectos no buscados de la agregación de acciones» (Noguera y Tena,
2015, pág. 32).
Finalmente, el problema fundamental de las explicaciones funcionales es que
no se puede explicar un fenómeno por sus consecuencias. Un principio básico de las explicaciones científicas (y también de las explicaciones de sentido
común) es que las causas de los fenómenos tienen que preceder a estos en el
tiempo. Cualquier explicación funcional, que explica un fenómeno por sus
funciones (esto es, por algunas de sus consecuencias), es una pseudoexplicación teleológica, carente de base científica (Noguera y Tena, 2015, pág. 32).
El funcionalismo, efectivamente, presenta dificultades evidentes para el análisis del conflicto. Paradójicamente, dentro de las filas del funcionalismo han
surgido algunos de los teóricos más destacados en el estudio del conflicto. Bajo la influencia de Marx y Simmel, han emprendido la tarea de construir un
modelo teórico de sociedad basado en el conflicto. Responden a este planteamiento las obras de Jessie Bernard (1957), Lewis Coser (1956), Ralf Dahrendorf
(1957) y Max Gluckman (1956). De todos estos autores hemos elegido la obra
de Lewis Coser por su amplitud, claridad y trascendencia.
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La sociología del conflicto
2.3.2. La teoría del conflicto de Lewis Coser
Lewis�Coser (1913-2003) fue un sociólogo norteamericano que intentó hacer
compatibles la estructura funcional y la teoría del conflicto.
Sus estudios se centran en el conflicto social, en sus funciones o causas, en el
consenso y orden social y, sobre todo, en las consecuencias del conflicto en
los individuos y grupos. Es por eso que Coser contribuyó destacadamente a la
teoría del conflicto9 .
Según Coser, el conflicto podría contribuir a cohesionar y reforzar los vínculos
en un grupo social pobremente estructurado. En una sociedad en riesgo de
desintegración, un conflicto con otra sociedad (conflicto intergrupal) puede
restituir el núcleo integral mediante alianzas con otros grupos.
Los conflictos en el interior de una sociedad (conflicto intragrupal) pueden
ocasionar que algunos individuos aislados adopten un papel activo:
El conflicto asegura el mantenimiento de un grupo, la cohesión dentro de sus fronteras,
e impide que algunos de los miembros lo abandonen: «ello puede contribuir al mantenimiento, ajuste o adaptación de la relación social y la estructura social».
Coser (1956, pág. 151)
Los conflictos también cumplen una función comunicacional. Antes del conflicto, los grupos pueden sentirse inseguros sobre la posición de sus adversarios, pero como resultado del conflicto las posiciones y las relaciones entre los
grupos se clarifican, permitiendo a los individuos decidir su curso de acción
con más claridad ante sus adversarios.
A continuación, hacemos una síntesis de la teoría del conflicto formulada por
el mismo Coser en un texto magistral.
Bases�objetivas�del�conflicto
Las bases objetivas del conflicto social deben separarse claramente de los elementos subjetivos. El no hacerlo así lleva a explicaciones en exceso psicológicas, que no pueden
responder plenamente a la estructura del conflicto o a las situaciones que lo originan.
Dichas bases objetivas de pugna varían ampliamente. Los conflictos pueden iniciarse por
la distribución de una gran variedad de valores y bienes escasos como ingresos, estatus,
poder, dominio sobre un territorio, o posición ecológica.
Al analizar estas ocasiones de comportamiento conflictivo, es necesario distinguirlas de
disposiciones o actitudes tales como la hostilidad, la agresividad, el resentimiento, el odio
y otras similares. En ciertos tipos de conflicto, por ejemplo, los que en la vida moderna
se desarrollan entre los dirigentes de las empresas y los trabajadores, cabe que los antagonistas experimenten solo un mínimo de emociones hostiles. Aunque a menudo vayan
asociados, los conflictos y los sentimientos hostiles son, de hecho, fenómenos diferentes.
Resulta útil distinguir entre conflicto realista y conflicto no realista. El primero surge
cuando los hombres chocan por aspiraciones y expectativas de ganancia. Los participantes lo consideran como un medio para el logro de objetivos específicos; un medio que
podría abandonarse si se encontraran otros más eficaces.
(9)
La obra principal de Coser es Las
funciones del conflicto social (1956),
uno de los libros de sociología más
notables del siglo xx.
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Por el contrario, el conflicto no realista, que nace de impulsos agresivos que buscan expresión, cualquiera que sea el objeto, no permite alternativa funcional de medios, dado
que no tiende a alcanzar un resultado concreto, sino a liberar impulsos agresivos.
La elección de víctimas expiatorias constituye un ejemplo: el objeto del ataque es secundario frente a la necesidad de atacar. Así, pues, en un conflicto no realista hay alternativas
funcionales para el objetivo, mientras que en un conflicto realista hay alternativas funcionales para los medios usados. Desde luego, en los casos empíricos concretos es posible
que se encuentren mezclas de los tipos puros de conflicto realista y no realista.
Las actitudes hostiles no conducen necesariamente a conflictos; tampoco los hace estallar
la simple existencia de discrepancias objetivas en poder, estatus, ingresos y similares,
aunque estas sean fuentes potenciales de conflicto.
Aquí, como en otros aspectos, el análisis debe enfocarse sobre la manera en que los hombres definen la situación, más que sobre las características objetivas de esta. […].
Efectos�estructurales�del�conflicto
El efecto que produce el conflicto sobre las estructuras sociales varía de acuerdo con el
tipo de tales estructuras.
En grupos vagamente estructurados y en sociedades pluralistas y abiertas, el conflicto que
tiende a resolver una situación entre antagonistas suele tener funciones estabilizadoras.
Si se permite la expresión directa de las pretensiones rivales, tales conflictos pueden servir
para eliminar las causas de disociación y restablecer la unidad.
En estas estructuras flexibles, los individuos, a través de sus múltiples afiliaciones participan en una variedad de conflictos de grupo, de manera que los antagonistas en un caso
luego son aliados en otro. Así, es probable que se entrecrucen múltiples conflictos de
diversa intensidad, evitando una división total en dos bandos.
El pluralismo de asociaciones conduce a una multiplicidad de frentes de conflicto, por lo
que la intensidad de cualquiera de los que se producen suele ser relativamente baja.
La participación parcial en múltiples conflictos constituye un mecanismo equilibrador
dentro de la estructura. Cabe, pues, decir que los conflictos mantienen unida a la sociedad
pluralista.
En estructuras sociales rígidas y en grupos cerrados, por el contrario, es probable que
el efecto del conflicto sea totalmente diferente. Cuanto más cerrado sea el grupo más
intensos resultarán los conflictos, es decir, más plenamente los vivirán los participantes
[…].
Aunque la unidad y la rigidez estructural tienden a dar al conflicto una intensidad, no
conducen necesariamente a un alto grado de violencia en él. La violencia se refiere a la
elección de los medios a emplear, mientras que la intensidad corresponde al grado de
participación. Ambos pueden variar independientemente entre sí.
Cuanto más integradas en la sociedad o grupo estén las partes en conflicto, mayor probabilidad habrá de que el conflicto entre ellas no sea violento, de que elijan armas que
no amenacen permanentemente sus lazos comunes.
En las sociedades que permiten la integración de las clases inferiores, de las minorías
étnicas o de otro grupo, en el orden social, las luchas violentas de clases dejarán paso a
medios más pacíficos, tales como huelgas institucionalizadas o protestas reguladas.
Ideología�y�conflicto
Es probable que los conflictos adquieran caracteres más intensos y más violentos también
en la medida en que los contendientes estén más orientados hacia la colectividad que
hacia sí mismos y, por tanto, consideren que defienden fines supraindividuales.
Las luchas ideológicas que rebasan las meramente individuales permiten a los participantes sentirse en paz con su conciencia, cualquiera que sea la elección de los medios de
lucha, por lo cual los individuos que se consideran representantes de una causa, que no
luchan por ellos mismos, sino por los ideales de la colectividad que representan, tienden
a ser más radicales y despiadados que los que luchan por ventajas personales. […].
En las sociedades pluralistas, cruzadas por múltiples conflictos en diversas direcciones,
su papel como ideólogos suele ser mucho menos pronunciado y su influencia se reduce
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considerablemente; este papel será más importante en estructuras en que la acumulación
de conflictos a lo largo de un solo eje facilite la aparición de frentes ideológicos unificados. Cuando se superponen conflictos múltiples, pueden fundirse muchos y variados
intereses por adhesión a una ideología común.
Fuente: Coser, L. (1974). "Conflicto social" entrada de la Enciclopedia Internacional de las
Ciencias Sociales. A: David Sills (ed.). Madrid: Aguilar.
2.4. El interaccionismo simbólico
El interaccionismo simbólico es un paradigma teórico que concibe la sociedad
como el resultado de una multitud de interacciones de cariz interpersonal.
Estas interacciones no siempre son armónicas y funcionales.
Blumer plantea el interaccionismo simbólico como una modalidad de la investigación surgida de la influencia de la sociología alemana anterior a la Primera Guerra Mundial, y muy especialmente influida por G. Simmel y M. Weber. Las maestrías de G. H. Mead y Robert Ezra Park consolidaron la formación
de este método comprensivo.
El interaccionismo simbólico, como paradigma, basa el análisis en el proceso
de interacción y en el lenguaje como un factor importante para la constitución social. Desde esta perspectiva, el objeto de estudio de la sociología es la
sociedad, entendida como un gran complejo de relaciones humanas, o dicho
en términos más precisos, como un sistema de interacción.
La interacción�social es el proceso por el cual una persona actúa y reacciona en relación con otras personas.
La interacción social generalmente se produce en las relaciones cara a cara
entre los componentes de esta sociedad, que, de este modo, van definiendo
todo aquello que les rodea o dotándolo de significado. Es mediante el uso de la
palabra que construimos la realidad. También se puede producir, por supuesto,
en las relaciones a distancia que permiten las nuevas redes sociales y la nueva
tecnología digital.
El interaccionismo simbólico considera que ciertas entidades como las instituciones, las clases sociales o la conciencia colectiva no son realidades abstractas
e independientes de las interacciones sociales concretas que protagonizan los
individuos concretos. Los actores, en sus procesos de interacción, dan sentido
a sus acciones.
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La sociología del conflicto
No podemos intentar concebir –como hace el conductismo– el comportamiento humano como una simple reacción a los estímulos externos. No podemos
entender los individuos como simples autómatas, títeres o meros ejecutores de
reglas impuestas externamente. Los individuos son actores (activos) responsables de sus actos.
El comportamiento humano no es una simple reacción al entorno, sino un
proceso interactivo de construcción del entorno. Esta idea se expresa con el
teorema�de�Thomas: «Aquello que es definido como real es real en sus consecuencias». Este proceso es interactivo, puesto que la actividad individual solo
es posible por el hecho de que pertenece a una comunidad de significación. El
teorema propone que en el mundo social las definiciones compartidas sobre
la realidad forman parte de la realidad definida, actúan sobre ella y pueden
contribuir a transformarla.
La originalidad del interaccionismo simbólico radica en el hecho de que considera la acción recíproca de las personas como el fenómeno social básico, y
cree que esta interacción se hace patente con una serie de signos10 . Las interacciones sociales configuran una estructura simbólica, a partir de las oraciones
y las actuaciones.
Según Mead (1982), hay que tener presente el comportamiento simbólicamente orientado de los individuos. El interaccionismo simbólico explica cómo las
personas producen sus propios significados y definiciones de las situaciones a
partir de la interacción con los otros. Para el interaccionismo, los rituales, las
formas de negociación, las puestas en escena y las prácticas cotidianas constituyen los principales elementos para el análisis de la conducta social. Sin embargo, Randall Collins considera que este enfoque adolece de cierta debilidad
por la poca atención que otorga a las formas de dominación impuestas por las
élites y los grupos de interés.
2.4.1. La sociología del conflicto de Randall Collins
Randall Collins (1941) es sin duda uno de los autores más destacados de la sociología del conflicto. Coincide con Marx en que el conflicto es una dimensión
esencial de la vida social. El autor norteamericano rehúye un planteamiento
sociológico excesivamente abstracto y propone una teoría del conflicto basada en la interacción social y concluye que la teoría del conflicto ha estado
más abierta y permeable a la integración de los hallazgos de la investigación
empírica.
La sociología histórica de Collins se basa en la obra de Karl Marx, que remarca
la importancia de las condiciones materiales de vida en la toma de conciencia
y en las decisiones individuales. No obstante, considera que el análisis marxista es demasiado simplista al centrar el conflicto casi exclusivamente en la lucha de clases. Collins considera que la teoría de Max Weber permite comprender mejor la existencia del conflicto en una sociedad compleja que presenta
(10)
El interaccionismo simbólico ha
estado muy activo en los Estados
Unidos y ha tenido mucha importancia en los inicios de los estudios
de sociología urbana de la Escuela de Chicago (E. C. Hughes y R. E.
Park), en las teorías del etiquetado
(H. S. Becker), en las investigaciones de E. Goffman sobre las instituciones totales (1961), en los ritos
de interacción y en la etnometodología (Garfinkel, 1967).
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La sociología del conflicto
múltiples caras. Weber reconoció la existencia de un sistema de estratificación
multifacético basado en tres esferas diferenciadas: la clase, el estatus y el partido (las cuales no solo luchan entre sí, sino que en el interior de cada una de
ellas, hay rivalidad y pugnas para conseguir la dominación).
La obra Conflict Sociology (1975) de Collins comporta una síntesis integradora
que intenta compaginar una visión�microsociológica y una visión�macrosociológica. Collins quería superar las orientaciones que consideraba marcadamente ideológicas del marxismo clásico y del funcionalismo. Partidario de
una teoría sociológica histórica y de carácter científico, Collins propone un
análisis centrado en el comportamiento observable de los individuos, que permita explicar la red de relaciones que construyen los sujetos en sus encuentros
cotidianos. Un acercamiento que permita al sociólogo conocer las relaciones
causales a partir de individuos concretos, insertados en contextos específicos y
que no desvíe la atención hacia la investigación de influencias, agentes, grupos o causas que en la vida cotidiana son inexistentes. Es decir, lo que este
autor está proponiendo es una teoría de la estratificación apoyada por la evidencia empírica.
Considera, pues, que las grandes teorías de la estratificación son poco exitosas
dado que creen que las estructuras sociales son externas y coercitivas para el
actor. Collins contempla como inseparables de los actores que las construyen
y las pautas de interacción son su esencia. De forma que los actores sociales
son (co)responsables del conflicto.
Collins considera que los seres humanos son esencialmente sociables, pero,
al mismo tiempo, mantienen una cierta disposición al conflicto. En los procesos de interacción, los individuos tienen la posibilidad de negociar y llegar
a acuerdos, pero también pueden recurrir a la coerción para imponer determinadas formas de relación e, incluso, exigir determinadas ideas morales que
convengan a sus intereses. Collins creía que las personas buscan maximizar su
«estatus subjetivo» y que su capacidad para hacerlo depende de sus recursos
disponibles. Cree que las personas persiguen su propio interés; esto hace que
los conflictos se den cuando estos intereses entran en contradicción.
Collins no hace valoraciones de si el conflicto es bueno o es malo. No es que la
sociedad se encuentre permanentemente en situación de conflicto. Cuando un
conflicto se manifiesta abiertamente es porque se está presentando un proceso
de dominación que suscita, al mismo tiempo, ciertas resistencias.
Collins también centra la atención en el análisis de las organizaciones formales
desde la perspectiva del conflicto. Contempla las organizaciones como redes
de influencias interpersonales y también escenarios en los cuales se contraponen y mantienen intereses enfrentados. En suma, «las organizaciones son
campos de batalla» (Collins11 , 1975, pág. 295).
(11)
En términos generales, hay la
posibilidad de integrar la teoría de
redes y la del conflicto.
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Collins extiende su análisis de la estratificación a las relaciones entre los sexos
y los grupos de edad. Considera que la familia constituye un escenario de conflicto sexual, en que los hombres triunfan y dominan a las mujeres, sometidas
a varios tipos de trato desigual. También analiza, en términos de conflicto,
la relación que existe entre diferentes grupos de edad, en particular entre los
jóvenes y la gente mayor12 .
Collins analiza los recursos que tienen los diversos grupos de edad. Los adultos
poseían varios recursos como por ejemplo la experiencia, más fuerza y altura y
la capacidad de satisfacer las necesidades físicas de los jóvenes. En cambio, uno
de los escasos recursos de los más jóvenes es su atractivo físico. Esto explica la
alta probabilidad de que los adultos dominen a los jóvenes. Sin esto, cuando
los jóvenes maduran adquieren más recursos y más capacidad de oposición,
y, por eso, crece el conflicto social (inter)generacional.
En sus interacciones cotidianas, los sujetos ponen en juego sus recursos e identifican a
los que consideran sus rivales. El éxito o fracaso de sus acciones depende no solo de la
cantidad o el tipo de recursos con los que cuenta, sino también de sus motivaciones y
nexos con otros sujetos. Así, cada individuo va construyendo su propio mundo a partir
de él mismo, pero también, a partir de sus relaciones y comunicación con los otros, que
es a lo que se refiere la metáfora de los «simios sin pelos». Esta comunicación puede
ser real o imaginaria, pero, de cualquier manera, lo que se deriva de ella es un orden
social de naturaleza contractual y una identidad que se encuentra referida a los demás. El
razonamiento anterior conduce a Collins al establecimiento de tres presupuestos básicos
para la teoría del conflicto:
1. Los sujetos viven en mundos subjetivos autoconstruidos.
2. Los sujetos pueden llegar a tener suficiente poder como para influir en las experiencias
de otros e incluso querer controlarlas.
3. Los sujetos, por lo general, se encuentran controlados por otras personas o mecanismos, lo que provoca una resistencia al control y a la postre da como resultado el conflicto
social.
Para Collins, una teoría del conflicto basada en la estratificación debe ser aplicable a
diversos problemas empíricos. Comprometido con este fin, construye cinco principios
sobre los que asienta su «sociología explicativa».
1. Una teoría del conflicto debe centrarse en la vida real, más que en formulaciones abstractas. En las teorías del intercambio y de la elección racional, los sujetos han sido considerados como seres egoístas que intentan obtener ventajas para alcanzar su satisfacción
y evitar el descontento, es decir, como personas que orientan sus acciones a partir de
un interés en particular. A diferencia de ellas, Collins propone que no hay que ver a los
individuos como seres totalmente racionales, sino como sujetos con pasiones e impulsos
que tienen que hacer un gran esfuerzo para satisfacer sus necesidades.
2. Una teoría del conflicto debe tomar en cuenta los factores materiales que influyen en
la interacción. Para este autor, los sociólogos muchas veces parecen olvidar que si bien
los recursos materiales impactan la conducta social de los sujetos, su grado de influencia
no es el mismo. Los lugares físicos, las facilidades de comunicación, la provisión de armas, los mecanismos para la imagen pública y los bienes particulares de cada individuo
intervienen e incluso pueden llegar a limitar el comportamiento social, pues aquellos
que tienen suficientes recursos siempre intentarán oponerse, modificar o constreñir, las
acciones, fines e ideas de los que no tienen o los poseen en menor cantidad.
3. Una teoría del conflicto debe considerar que, si bien los grupos dominantes suelen
explotar a los que carecen de recursos y control, este tipo de relaciones no siempre resultan de un comportamiento racional y calculado. Este principio se deriva de la visión que
Collins tiene de los sujetos en tanto seres racionales, pero, al mismo tiempo, influenciados por sus emociones.
4. Una teoría del conflicto debe analizar los fenómenos culturales desde el punto de vista
de los intereses y los recursos. Esta es una cuestión que Collins retoma del marxismo y
que, según él, muchos investigadores sociales han pasado por alto, ya que suelen centrar
su atención en la lucha por los recursos económicos y materiales, olvidando que los
grupos de poder suelen imponer sus ideas a los demás miembros de la sociedad.
5. El sociólogo no solo debe teorizar sobre la estratificación, sino que, en la medida que
le sea posible, debe hacer estudios empíricos y análisis comparados. En este último principio referido al trabajo del investigador social, el autor señala además que es necesario
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(12)
Esta perspectiva se opone a la
de los funcionalistas, que perciben
en esta relación una socialización e
internalización armoniosas.
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buscar las múltiples causas que pueden estar interviniendo en un fenómeno, hecho que
se desprende de su pretensión de construir una sociología general explicativa.
Fuente: Judith Pérez-Castro (2005). «Randall Collins y la tradición del conflicto: hacia la
fundamentación de una teoría sociológica explicativa». Perspectivas Docentes (núm. 29,
págs. 41-51).
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3. Principales manifestaciones del conflicto
3.1. ¿Cuáles son las principales manifestaciones del conflicto?
3.1.1. Los conflictos estructurales
Los medios de comunicación ponen el foco en las manifestaciones más evi13
dentes y en las consecuencias de los conflictos. La sociología va a su raíz
e
investiga la importancia de aquellas estructuras sociales que producen en la
sociedad graves tensiones y pueden ocasionar situaciones conflictivas e, incluso, estallidos de violencia.
La sociología tradicionalmente ha focalizado la atención en los conflictos sociales estructurales que están arraigados en la sociedad. Entre estos términos
está la lucha por el poder y la riqueza y la�exclusión�social. Posteriormente,
con la irrupción de los nuevos movimientos sociales, la sociología se ha preocupado también por la cuestión del medio ambiente, los conflictos interétnicos o nacionales, etc.
Es importante distinguir entre las causas estructurales del conflicto (causas
que a menudo los mismos actores sociales ignoran) y las manifestaciones más
o menos espurias del mismo. La sociología científica debe ir a las causas: la
sociología tiene el objetivo de «desenmascarar las estructuras más profundamente escondidas de los diversos mundos sociales que constituyen el universo
social, y los mecanismos que tienden a asegurar su reproducción y la transformación» (Bourdieu, 1992).
Los conflictos estructurales son los que implican formas de poder y dominación más o menos permanentes de unos individuos sobre otros.
Hoy en día, las teorías del conflicto tienen fundamentos sólidos. Las ciencias
sociales están cada vez más preparadas para explicar y comprender fenómenos
como, por ejemplo, los movimientos sociales, el terrorismo, la guerra, etc.
Seguidamente, y sin pretensión de ser exhaustivos, queremos exponer algunos
de los conflictos estructurales más importantes. Podemos empezar por las situaciones de pobreza y exclusión social.
(13)
Una de las principales debilidades del paradigma funcionalista es
que no va a la raíz o a las causas
del conflicto.
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La sociología del conflicto
La pobreza y la exclusión social
La pobreza es la condición de una persona que se encuentra en un estado
de miseria relativa o que se ve privada de los medios necesarios para llevar
una vida digna. Desde esta perspectiva, la pobreza no es meramente la falta
de ingresos, que es el criterio habitual con el cual se la identifica (Amartya
Sen, 2000). Por ejemplo, una situación de paro estructural no solo representa
una drástica disminución de ingresos (que puede compensarse, en parte, con
subsidios). También tiene múltiples efectos negativos, puesto que contribuye
a la exclusión social, provoca la pérdida de autonomía y confianza, y pone
en riesgo la salud física y mental de la persona parada. Al hablar de pobreza
conviene hacer la distinción entre pobreza absoluta y pobreza relativa.
La pobreza�absoluta se produce cuando la persona sufre importantes
carencias en sus condiciones de vida y tiene dificultades para satisfacer
los mínimos vitales de subsistencia. La situación de hambre y de miseria vivida por amplios sectores de población en determinados periodos
históricos sería un ejemplo de pobreza absoluta.
La pobreza� relativa se produce cuando la persona no puede llegar a
un nivel de vida considerado mínimamente adecuado en el marco territorial de referencia. Se considera que una persona es pobre cuando
su nivel de renta está por debajo de un determinado umbral de riqueza considerado en un momento determinado. La pobreza relativa comporta una situación de privación de recursos que experimentan ciertos
individuos que no pueden obtener unos recursos mínimos para llevar
una «vida digna».
La�exclusión�social es una situación de separación o privación en la
cual se encuentran determinados grupos o individuos respecto a las posibilidades laborales, económicas, políticas, sociales y culturales a las
que tienen acceso la mayor parte de los ciudadanos.
Los estudios sobre la exclusión en las sociedades avanzadas aportan una visión
14
más amplia y más profunda que la que aportan los estudios sobre la pobreza
(basada casi exclusivamente en problemas de escasez de los recursos materiales). Al tratar la exclusión social, ponemos especial énfasis en el carácter estructural de un proceso que excluye determinados sectores de la población de
las oportunidades abiertas a una mayoría. Mientras que la noción de pobreza
se centra en cuestiones de distribución de riqueza (o en la falta de recursos materiales a disposición de los individuos y los hogares), el concepto de exclusión
social gira alrededor de cuestiones relacionales, esto es, en una participación
social inadecuada, en la falta de protección social, de integración social y de
poder. Si la pobreza se refiere sobre todo a la desigualdad de tipo económico,
la exclusión social hace referencia a deficiencias en el acceso a los derechos
de ciudadanía, tanto políticos como sociales y culturales. Como elemento o
(14)
El sociólogo francés Robert Castel (1997) fue pionero en el uso de
la noción de exclusión social a mediados de los años setenta del siglo
XX.
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dinámica excluyente, consideramos las barreras u obstáculos sociales que experimentan las personas o los colectivos que pretenden acceder a una serie de
oportunidades o de ventajas sociales abiertas a la mayoría. Los factores que
inciden en la exclusión social son múltiples y se pueden reforzar mutuamente:
variables como la edad, el género, la etnia o el nivel socioeducativo pueden
ser una fuente de factores excluyentes (o, también, incluyentes).
Etnocentrismo, racismo y discriminación
Cada sociedad tiene su idiosincrasia y a menudo tiende a considerar su cultura como la mejor. Desde la antropología, se ha denunciado una tendencia
frecuente en todos los pueblos, incluidos, paradójicamente, los pueblos civilizados, a considerar las otras formas culturales como infracultura y hasta a
negarles la dignidad.
El�etnocentrismo es una actitud de los componentes de un grupo étnico que consideran que su grupo es superior a los otros grupos raciales
o culturales.
Claude Lévi-Strauss (1971), en Raza y cultura, sostiene que en los hombres de
todas las culturas y en todas las épocas hay una actitud muy arraigada y persistente, basada en fundamentos psicológicos muy sólidos, que consiste en
repudiar las formas culturales morales, religiosas, sociales, estéticas que estén
alejadas de las propias. El etnocentrismo y el racismo comportan una cierta
tendencia a mirar y juzgar otras culturas con los ojos del propio marco cultural, lo que comporta el riesgo de malinterpretarlas. Las diversas formas de
desprecio y negación del otro a menudo van ligadas a las relaciones de dependencia y de dominación entre diversos grupos sociales.
El racismo implica a menudo un trato desigual y discriminatorio de un grupo
social en virtud de unos atributos considerados negativos (relacionados, por
ejemplo, con el color de la piel o con una identidad religiosa, cultural o lingüística particular) por parte de los grupos sociales dominantes.
El racismo es una doctrina y una práctica que defiende la existencia de
profundas desigualdades entre las diferentes etnias humanas.
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Se trata de una ideología y, a la vez, de una actitud hostil en virtud de la cual se
justifica el hecho de que ciertos grupos étnicos mantengan una posición dominante y otros grupos étnicos estén sometidos a situaciones de explotación
económica o segregación social. Los miembros de determinados grupos étnicos, como los judíos, han sido sistemáticamente perseguidos a lo largo de la
historia; tal cosa se llevó al extremo en la llamada solución�final que idearon
los nazis para eliminar al pueblo judío y que ha significado el mayor genocidio
de la historia15 .
La solución final es el nombre con el que se conoce la planificación de la
eliminación sistemática y planificada del pueblo judío por parte de los
dirigentes nazis. Su puesta en práctica, conocida posteriormente como
holocausto o shoah, significó la deportación y posterior exterminio de
todos los judíos.
De hecho, el racismo es una forma activa de etnocentrismo que, con diferentes niveles de intensidad, se ha hecho presente en muchas culturas y en muchos momentos de la historia. Según los últimos estudios etnográficos, las razas humanas no existen como un hecho biológico acreditado. Las razas son,
en todo caso, una construcción social y cultural. Aun así, persiste el racismo
como actitud humana bastante extendida que favorece la discriminación y la
exclusión social de determinados grupos étnicos de carácter subalterno.
Dentro de la lucha ideológica entre diferentes grupos étnicos, hay la creación
de estereotipos que comportan la ridiculización o la deshumanización del
otro.
El estereotipo es una imagen social preestablecida que poseemos de alguien o de algo y que tiende a persistir. En su vida rutinaria los individuos tienden a usar imágenes simplificadoras de la realidad que les
ayudan a comprender mejor realidades que a menudo son complejas.
El término estereotipo proviene del griego stereos (sólido) y typus (huella)
y surgió en el siglo xviii como término técnico en el mundo de la imprenta. Un estereotipo es una idea simplista que se aleja de la realidad
que quiere describir y que, a menudo, se ha obtenido de segunda mano.
La imagen que existía de la población judía en la Europa medieval era
una imagen claramente estereotipada. El estereotipo es generalmente
un término peyorativo que se aplica como sinónimo de estigma o de
prejuicio. Se usa preferentemente en el campo de la psicología social,
pero se ha extendido a otras disciplinas del conocimiento.
Discriminación�étnica�o�racial es un tipo de discriminación llevada a cabo
por los grupos étnicos mayoritarios o dominantes de una sociedad determinada cuando, mediante los instrumentos y recursos disponibles en un sistema
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(15)
Uno de los responsables de este plan fue Adolf Eichmann, posteriormente enjuiciado en Israel y conocido también a partir de los textos escritos por la filósofa Hannah
Arendt (1999). Las reflexiones, a
partir del juicio de Eichmann, dieron lugar a una de las expresiones
más profundas y dolorosas que ha
producido el pensamiento filosófico: «la banalidad del mal».
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político, institucional o económico, intentan excluir a otros grupos de la vida
pública y, al mismo tiempo, restringir sus derechos colectivos e individuales.
La discriminación étnica constituye una de las violaciones más graves y más
frecuentes de los derechos humanos. Uno de los casos de discriminación étnica más extremo de la historia reciente es el sistema de segregación racial
practicado en la República de Sudáfrica, vigente de 1948 a 1994, por el cual
se regulaban todos los aspectos de la vida de los individuos de manera fuertemente estratificada según los grupos raciales. El llamado apartheid estaba
destinado a permitir el «desarrollo por separado» de las comunidades raciales
y se tradujo en leyes discriminatorias para la mayoría no blanca: separación
de razas, prohibición de matrimonios mixtos, establecimiento de zonas de residencia según las razas, etc.
El apartheid mantiene la tesis según la cual los blancos han sido los creadores de la riqueza y, por lo tanto, a ellos corresponde su disfrute. Para
conservar sus privilegios, la minoría blanca se atribuye todos los cargos
políticos y tiende a segregar a negros y blancos en el interior de las ciudades. El apartheid se inició en 1913, con la prohibición al pueblo negro
de adquirir tierras fuera de las reservas. En 1921, el Parlamento prohibió a los negros vivir en las ciudades si no tenían trabajo. Después de
la Segunda Guerra Mundial, y con el triunfo del partido nacionalista,
muy influido por la ideología nazi, fueron acentuadas las medidas segregacionistas. Después de la Segunda Guerra Mundial, el apartheid de
Sudáfrica fue condenado internacionalmente, pero continuó adoptando nuevas formas. Tanto la presión internacional como los movimientos de resistencia antisegregación de la mayoría negra, capitaneada y
simbolizada por Nelson Mandela, encarcelado durante veintiséis años,
forzaron el fin del régimen de apartheid. A partir de la llegada al poder
del presidente Frederik de Klerk (1989), se inició el desmantelamiento
del sistema de apartheid y en 1991 fue abolido.
Si bien el concepto discriminación puede entenderse en su acepción de distinguir o diferenciar, el significado más comúnmente aceptado es el que se refiere a dar un trato de inferioridad a una persona o grupo por motivos raciales,
políticos, religiosos, etc. Este tipo de discriminación objetiva implica un trato
injusto y arbitrario en la imposición de cargas o adscripción de beneficios y
privilegios en el seno de una sociedad compleja.
Finalmente, la discriminación�institucional es una forma de discriminación
ejercida por parte de las instituciones públicas mediante la aplicación de normas y ciertas prácticas administrativas que perjudican sistemáticamente a los
miembros de determinados grupos y colectivos. La discriminación institucional a menudo se produce de forma sutil. Nos referimos a aquellos procesos
protagonizados por determinadas instituciones, como por ejemplo escuelas y
hospitales, donde se da un trato diferenciado y poco cuidadoso respecto a de-
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terminados grupos o colectivos de ciudadanos. Por ejemplo, los miembros de
la etnia gitana se han visto históricamente discriminados por las autoridades
del Estado español. También se da cuando las administraciones públicas no
ponen los medios necesarios para que ciertos individuos puedan recibir y acceder en igualdad de condiciones a los servicios que legalmente les corresponden. La discriminación institucional está profundamente arraigada en muchos
países, e influye negativamente en la manera de percibir a las personas y tratarlas por razón de sexo, discapacidad, clase, etnia y orientación sexual.
3.1.2. Los conflictos cotidianos
El análisis sociológico del conflicto y la violencia ha focalizado la atención en
determinados ámbitos de la vida cotidiana como el hogar, la escuela o el mundo laboral, donde son frecuentes las situaciones de confrontación interpersonal. En la sociedad actual, hay una sensibilidad creciente sobre la violencia
existente en estos ámbitos sociales. La aparición de neologismos como bullying (acoso escolar) o mobbing (acoso laboral) ponen de manifiesto esta nueva
sensibilidad. Seguidamente, y sin querer ser exhaustivos, veremos dos tipos de
conflicto que son bastante frecuentes en la vida doméstica y en la vida escolar.
La violencia sexista
El primer escenario de conflictos en la sociedad actual es el hogar. Curiosamente, el hogar es uno de los ámbitos más conflictivos y, a veces, peligrosos
de la vida actual. Las denuncias por maltrato en el hogar no han parado de
crecer en los últimos lustros. Debido a la violencia sexista contra las mujeres.
Estos conflictos son frecuentes entre los miembros de la pareja y en algunos
casos comportan violencia física. Sin embargo, violencia sexista ha existido
siempre, si bien ahora se hace pública gracias a los medios de comunicación y a
las redes sociales. Las formas más habituales se basan en el�acoso�psicológico:
Acoso psicológico
Conducta de quien somete a una persona a un maltrato psicológico
sistemático y continuado con el objetivo de desestabilizarla emocionalmente, lo cual provoca en la persona afectada problemas físicos, psicológicos, morales y profesionales.
La violencia doméstica es una situación en la cual el agresor provoca una sensación prolongada de desazón y sufrimiento a la persona o a otras personas que
conviven bajo el mismo techo. El maltrato refleja una situación de dominio
y desequilibrio entre los diversos miembros del hogar y expresa, también, la
incapacidad para resolver civilizadamente los conflictos mediante el diálogo.
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La violencia sexista no es una novedad en nuestra historia, pero en este periodo se han encendido señales de alarma ante el incremento del número de
agresiones y del número de mujeres asesinadas por su pareja o expareja sentimental.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia sexista es la
primera causa de muerte de las mujeres entre quince y cuarenta y cuatro años
en el mundo. El número de mujeres muertas en España ha crecido sensiblemente en la primera década del siglo XXI y alcanzó la cifra de 53 casos en 2016,
lo cual representa una media de casi un asesinato por semana.
La violencia es noticia, sobre todo, ante casos de gravedad extrema. Los medios de comunicación destacan los aspectos más espectaculares y muestran, a
menudo, una violencia descontextualizada y no dan las claves de interpretación suficientes. La cifra de mujeres asesinadas es grave, pero es solo la punta
del iceberg de una situación de violencia latente y silenciada históricamente
que ha sido un mal endémico en nuestra cultura.
La violencia sexista es un tipo de maltrato que, en ciertas ocasiones, se manifiesta mediante el�acoso�sexual:
Acoso sexual
Conducta continuada contra la libertad de una persona a quien se le
solicita favores de naturaleza sexual de una manera que resulta ofensiva, humillante e intimidatoria para la persona afectada y le provoca
problemas psicológicos, morales y profesionales.
Este tipo de violencia pone en peligro la libertad y, naturalmente, la integridad
física y moral de las mujeres. La estrategia del agresor es despreciar a la víctima:
el maltrato psicológico comporta humillaciones, insultos, ataques verbales,
amenazas, etc. Las consecuencias para la mujer agredida son generalmente la
pérdida de autoestima, la tristeza y la incapacidad para confiar en los otros y
para afrontar la situación que sufre. A menudo, la víctima se siente responsable
de su suerte16 .
Las causas de la violencia sexista son muy profundas. Hay que tener presente
que el proceso de liberación de la mujer y su incorporación a la esfera pública
ha provocado un cambio importante en las relaciones familiares. La estructura familiar ha cambiado profundamente desde la segunda mitad del siglo pasado y el patriarcado ha perdido legitimidad. La crisis del modelo patriarcal
ha creado una situación de desconcierto que en algunos casos favorece el enfrentamiento y el conflicto. Algunos hombres se resisten a perder el «poder»
(16)
Se trata de un caso extremo de
violencia simbólica.
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y quieren continuar ejerciendo el control familiar. La reacción violenta y desproporcionada de algunos de ellos es producto de su sensación de impotencia
o de la pérdida de autoridad en un momento de cambios.
El acoso escolar
La escuela, a pesar de ser un espacio de crecimiento personal y de formación,
continúa siendo un ámbito donde existen conflictos y tensiones. En la escuela
tradicional, las normas y los sistemas de autoridad eran muy rígidos y a menudo los maestros ejercían un tipo de violencia de carácter institucional basado
en sofisticados mecanismos de vigilancia y de control sobre el alumnado.
El autoritarismo institucional se ha reducido de manera muy significativa, pero en algunos casos se han invertido los términos, puesto que, en casos excepcionales, son los maestros los que sufren situaciones angustiosas debido a la
falta de respeto de los alumnos o por las posibles amenazas de algunos padres.
En el caso de los estudiantes, se habla de acoso escolar (o bullying) cuando un
alumno recibe de manera continuada un maltrato físico y psicológico de sus
compañeros. Este tipo de violencia se caracteriza por la intimidación que sufre
la persona agredida, en la cual el agresor o los agresores ejercen un abuso de
poder sobre ella.
El término bullying es de origen anglosajón y se ha traducido como ‘maltrato
entre alumnos’ o ‘acoso escolar’. Hace referencia a un comportamiento repetitivo de hostigamiento e intimidación, entre alumnos de una institución escolar cuyas consecuencias suelen ser el aislamiento y la exclusión social de la
víctima. Hablamos de acoso cuando se cumplen al menos tres de los siguientes criterios:
1) La víctima se siente intimidada.
2) La víctima se siente excluida.
3) La víctima percibe al agresor como más fuerte.
4) Las agresiones son cada vez de mayor intensidad.
5) Las agresiones suelen ocurrir en privado.
El bullying está presente en todo tipo de escuelas, sean del nivel social que sean.
Se estima que cerca de un 10 % de estudiantes de secundaria y bachillerato
han sido alguna vez objeto de burla grave, marginación o de agresiones físicas
por parte de algunos compañeros. No es fácil ponerse en el lugar del acosador. A menudo quiere llamar la atención y conseguir el reconocimiento de los
compañeros, los cuales, en algunas ocasiones, le siguen la corriente. Quiere
conseguir notoriedad siguiendo un modelo de relación basado en la exclusión
y el desprecio de los más débiles.
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Por su parte, la víctima de una situación continuada de acoso vive atemorizada, sin ganas de ir a la escuela y con signos visibles de nerviosismo, tristeza y
soledad. A menudo la víctima se siente culpable y avergonzada. La situación
de maltrato destruye la autoestima y la confianza del escolar agredido, que
puede llegar a estados depresivos.
En casos extremos esto puede llevar, incluso, al suicidio. Es un ejemplo de ello
un caso que trascendió a la prensa en 2004, el suicidio de Jokin Zebeiro. Jokin
era un chico de catorce años de la localidad guipuzcoana de Fuenterrabía que
fue víctima de burlas y palizas de sus compañeros de clase. El chico presentaba
una serie de características típicas que lo hacían una víctima propiciatoria: era
un buen estudiante, especialmente dotado para las matemáticas. Sin embargo,
era un chico solitario, inseguro, tímido e introvertido. Tuvo una serie de problemas de salud que le causaron incontinencia, cosa que agravó su sentimiento de vergüenza. No pudo resistir la humillación constante a que lo sometían
sus compañeros, y se lanzó al vacío con su bicicleta.
A menudo, el maltrato se repite ante la pasividad o la ignorancia de quienes
rodean a la persona maltratada, tanto en el ámbito escolar como familiar. Muchas veces, los adultos no prestan atención a la situación o le quitan importancia. En muchos casos, el acoso va acompañado de un tipo de «ley del silencio», puesto que los compañeros no se atreven a denunciar el caso por temor
de posibles represalias. Muchas víctimas sufren su situación en silencio, sin
el apoyo de nadie. El silencio refuerza la posición del agresor y debilita a la
víctima.
Los profesores que intervienen para corregir estas situaciones no siempre encuentran el apoyo de la dirección del centro. Hay centros que hacen lo posible para que no trascienda aquello que se puede convertir en un escándalo y
malograr su prestigio, pero no atienden al alumno asediado. En algunos casos
es el niño asediado (y no el agresor) el que se siente conminado a abandonar
el centro educativo.
A pesar de que el acoso escolar ha existido siempre, el cambio de mentalidad
y el eco mediático desvelado por algunos casos han provocado la alarma y la
presión social y han hecho que las administraciones hayan desarrollado programas y actividades de sensibilización, detección y mediación, así como sanciones para intentar desterrarlo. En algunas escuelas se han establecido sistemas de intermediación que se han mostrado bastante efectivos. También es
importante que las familias estén atentas a todo aquello que le puede pasar a
su hijo y que colaboren con la escuela para hacer frente a estas situaciones.
Naturalmente, la mejor manera de encarar estas situaciones es la vía del respeto y del diálogo. Es básico, en este sentido, educar a las nuevas generaciones
en estos valores. Y, a pesar de que las escuelas tienen una extraordinaria res-
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ponsabilidad a la hora de fomentar los valores del diálogo y de la tolerancia, se
ha demostrado del todo necesario educar desde la propia familia en los valores
del respeto y la consideración, especialmente dentro del propio hogar.
3.1.3. Los conflictos violentos
El�terrorismo es una forma de lucha política que comporta el uso sistemático
(y, a menudo, indiscriminado) de la violencia con el objeto de provocar la erosión del orden establecido o la creación de un clima de terror o de inseguridad
que pretende intimidar a los adversarios y favorecer un cambio de régimen
(Wieviorka, 1991). El terrorismo provoca la destrucción de los vínculos sociales y generalmente impide el diálogo y la resolución pactada de los desencuentros sociales. La palabra terrorismo tiene fuertes connotaciones negativas y no
es fácil encontrar una definición de consenso. La definición más aceptada fue
acuñada en 1937 por la Sociedad de Naciones, en la cual habla de:
«actos criminales dirigidos contra el Estado con el objetivo es causar terror a la población
o a grupos de personas».
Las organizaciones (a menudo clandestinas) involucradas en esta práctica se
definen como organizaciones terroristas, mientras que el individuo protagonista de la acción se define como terrorista (en el caso del terrorismo yihadista, que actúan solos, sin una red de apoyo externo, se denominan «lobos solitarios»). Los terroristas utilizan de forma muy selectiva diferentes tipos de acción que buscan y consiguen, generalmente, una importante repercusión mediática: bombas en edificios públicos, asesinatos, secuestros y actos de sabotaje que tienen como objetivo fundamental atentar contra el Estado o contra
determinadas personalidades o instituciones públicas. Las víctimas humanas
inmediatas de la violencia son generalmente elegidas al azar. Son los llamados
«blancos de oportunidad». A pesar de que el Estado moderno tiene el monopolio de la violencia legítima dentro de un territorio concreto, también está el
llamado terrorismo�de�Estado, que es una forma de violencia política que se
ejerce sin ningún tipo de control democrático y que consiste en recurrir a los
aparatos estatales y a la «guerra sucia» para reprimir a ciertos grupos opositores.
La guerra
La guerra es la máxima expresión del conflicto y, a la vez, es la expresión de
un fracaso en la resolución del mismo. El poder destructivo de la guerra es
tan alto que históricamente era un tema excluido de los tratados de sociología
dado que era difícil encontrar una explicación racional17 a la misma.
A menudo, los medios se refieren a la guerra con el eufemismo «conflicto armado», con la intención de restarle connotaciones negativas. A veces, los medios –como sucedió en la segunda guerra de Irak– no muestran las imágenes
de destrucción y muerte que afectan especialmente a la población civil.
(17)
Las reflexiones de Raymond
Aron (1976) sobre la guerra son
una de las excepciones más notables a esta omisión de la sociología
clásica.
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La sociología del conflicto
A lo largo de la historia, la guerra ha sido un medio relativamente habitual
de resolución de problemas entre grupos. La guerra se ha desarrollado incluso
antes de la creación del estado nación en la era moderna. Según Richard Holmes, la guerra es una experiencia universal que comparten todos los países y
todas las culturas. Carl von Clausewitz (2005), en su clásica obra De la guerra,
argumenta que la guerra moderna es «la continuación de la política por otros
medios» y que el fin de la misma era «desarmar al enemigo», no exterminarlo;
de ahí nació el concepto de desarme mutuo, que imposibilita toda guerra y
da paso a la política.
La guerra es un tipo de conflicto social que se produce mediante la organización de una colectividad con el objeto de conseguir, mediante la violencia,
la subyugación o destrucción física, total o parcial, de los miembros de otra
u otras colectividades. La guerra, pues, es un enfrentamiento entre diversos
grupos de carácter destructivo. Desde esta perspectiva, la guerra sería, pues, un
acto social y político y esta manifestación pone en juego el único elemento
«racional» de la guerra.
La guerra es la forma de conflicto sociopolítico más grave entre dos o más grupos humanos. Es quizá la más antigua de las relaciones internacionales y ya en el comienzo de
las civilizaciones se constata el enfrentamiento organizado de grupos humanos armados
con el propósito de controlar recursos naturales o humanos (conflictos entre cazadores
nómadas y recolectores sedentarios que desarrollaron el concepto de «propiedad»), exigir
un desarme o imponer algún tipo de tributo, ideología o religión, sometiendo, despojando y, en su caso, destruyendo al enemigo, en lo que se podía llegar y se llegó frecuentemente al genocidio.
Las guerras se producen por múltiples causas, entre las que suelen estar el mantenimiento
o el cambio de relaciones de poder, dirimir disputas económicas, ideológicas, territoriales,
etc. En Ciencia Política y Relaciones Internacionales, la guerra es un instrumento político,
al servicio de un Estado u otra organización con fines eminentemente políticos.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/guerra
Las causas de la guerra pueden ser diversas y están muy relacionadas. Históricamente, se han hecho guerras por el control de los recursos naturales, por
motivos religiosos o culturales, para mantener o cambiar equilibrios de poder,
por cuestiones de legalidad, para dirimir disputas económicas, territoriales u
otras causas.
Las reglas de la guerra han variado mucho a lo largo de la historia. El concepto
de quiénes son los combatientes también varía con el grado de organización
de las sociedades enfrentadas. En las guerras contemporáneas, a menudo no
queda claro quiénes son los bandos contendientes (ni el apoyo que obtienen
de las potencias internacionales). Los objetivos estratégicos a menudo son oscuros. El grado de destrucción de las zonas pobladas es muy alto, cosa que favorece una fuga masiva de la población civil18 , como ha sucedido en la Guerra
de Siria.
Según su alcance, podemos hablar de guerra local o de guerra mundial. La
guerra�civil se da entre bandos contrarios de un mismo país; la guerra�mundial, que es la confrontación bélica que involucra a algunos países de diferen-
(18)
Una de las principales aportaciones al estudio de la guerra contemporánea es la que hizo Carolyn
Nordstrom (2004) en su obra fundamental: Shadows of War. Violence, Power, and International Profiteering in the Twenty-First Century.
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tes continentes; la guerra�santa, que se hace por motivos de carácter religioso
(son ejemplos de ello la yihad del islam y las cruzadas del cristianismo); según
el tipo de armamento empleado, podemos hablar de guerra química o guerra
nuclear. La guerra�química, donde hay el uso de productos químicos que se
pueden dispersar sobre amplias extensiones en forma de polvo, gases, vapores
o aerosoles, perjudicando la salud del ser vivo y al medio ambiente. La guerra
nuclear implica la acumulación de un arsenal armamentístico con una finalidad disuasoria. El uso de las armas nucleares comportaría la desaparición de
los diversos bandos contendientes.
La guerra, sobre todo la guerra moderna, implica un grado de violencia y de
destrucción muy importante. La llamada guerra�total implica un grado muy
elevado de participación de la población en la contienda, ya sea directamente
como soldados o indirectamente como población civil que se mantiene en la
retaguardia. Las zonas rurales y urbanas se convierten en el principal escenario
de la guerra. El protagonismo de la población civil en los conflictos bélicos ha
puesto de manifiesto la trascendencia de la llamada guerra psicológica.
La guerra�psicológica es un conjunto de métodos empleados para influir en las opiniones, los sentimientos y las creencias de la población
civil. Es un método de presión ejercido generalmente a iniciativa de élites o grupos con un cierto poder económico o político, y a menudo es
empleado para combatir otros con los cuales se encuentran en competencia, pero también a favor o en contra de determinados movimientos o tendencias sociales. Medios especialmente eficaces a este respecto
son, entre otros, la propaganda y la contrapropaganda, sean ofensivas
(creadoras de un estado de opinión, de una moral, etc., favorables a una
corriente u orientación determinadas) o simplemente defensivas (tendentes a conseguir el descrédito o el debilitamiento de los representantes de las posiciones contrarias).
Las consecuencias de la guerra acostumbran a ser terribles. La guerra moderna tiene unos costes materiales y económicos enormes y comporta un precio
muy alto en términos de vidas humanas. A menudo, la guerra, especialmente
en las zonas más deprimidas, va asociada a la aparición de enfermedades, de
epidemias como la peste, hambrunas y otros males.
Las guerras comportan también graves violaciones de los derechos humanos.
Un crimen de guerra es una infracción grave contra el derecho de guerra cometida durante un conflicto armado de carácter internacional. A pesar de la
existencia de convenios internacionales para limitar la destrucción y la mortandad causada por la guerra y garantizar un trato digno a los prisioneros, en
la práctica, muy a menudo estas convenciones se ignoran.
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Finalmente, es importante destacar el papel del pacifismo en contra de la guerra. El�pacifismo es un movimiento social de carácter global que preconiza
la eliminación de la guerra como medio de resolver los conflictos. También
propugna la supresión del servicio militar obligatorio y la erradicación de la
carrera armamentista19 .
3.2. ¿Cuál es el papel de los movimientos sociales ante el
conflicto?
Algunos conflictos�sociales surgen en situaciones de conflicto o violencia estructural que afecta negativamente al ejercicio de los derechos y libertades individuales y colectivos. Los movimientos�sociales surgen en la defensa de estos colectivos que históricamente se han sentido perseguidos y discriminados
por los grupos de poder.
Podemos decir que los movimientos sociales son un conjunto de acciones colectivas encaminadas a la reorganización, reforma o transformación social.
La acción�colectiva�es una acción emprendida por un conjunto de personas afines que persiguen una serie de objetivos compartidos. La acción colectiva no se puede contemplar simplemente como una suma
de acciones individuales. El resultado de estas acciones puede beneficiar
(o perjudicar en algunos casos) al conjunto de la sociedad o amplios
sectores de la sociedad (aunque no todo el mundo haya participado activamente en la acción colectiva). Actuar conjuntamente en una colectividad donde predominan los vínculos de solidaridad no solo puede
ser una obligación moral, sino que puede ser una importante fuente de
satisfacción personal.
En una fase inicial, un movimiento social se caracteriza por un escaso grado
de institucionalización. Surge de una protesta social más o menos espontánea
contra agravios específicos o de carácter general, pero a lo largo del tiempo algunos movimientos sociales inician un proceso de institucionalización. El movimiento�obrero constituye el mejor ejemplo de movimiento social clásico.
Se trata de organizaciones formales que generalmente tienen un ideario muy
definido, una estructura jerárquica y un liderazgo claro. Marx señaló y profetizó el papel central del movimiento obrero en la sociedad industrial. Posteriormente, han aparecido nuevos movimientos sociales de carácter reivindicativo
dirigidos por nuevos actores con objetivos específicos. Podemos destacar, por
ejemplo, el movimiento feminista, el movimiento estudiantil, el movimiento
por los derechos civiles en los Estados Unidos, el movimiento pacifista, etc.
El feminismo es un movimiento social que propugna la plena igualdad de derechos de la mujer respecto al hombre dentro de la sociedad contemporánea.
El feminismo nació en Europa a fines del siglo XVIII y principios del XIX, cuan-
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(19)
Surgido a finales del siglo XIX,
se desarrolló ampliamente en Europa en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, reivindicado por los partidos socialistas y las
organizaciones obreras. Después
de la Segunda Guerra Mundial, los
movimientos pacifistas se multiplicaron, especialmente en los países anglosajones y del norte de Europa, como consecuencia de las
amenazas que para la paz mundial
y la supervivencia de la humanidad
representaban las bombas nucleares y la carrera armamentística.
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do la sociedad empezó a tomar consciencia de la opresión ancestral sufrida
por las mujeres en una sociedad machista y el predominio del patriarcado.
Como movimiento social, el feminismo ha permitido limitar o poner fin a
la discriminación sexual garantizando al mismo tiempo la promoción de los
derechos de las mujeres y de sus intereses en la sociedad civil. El feminismo
no es en la actualidad un movimiento homogéneo. Podemos entender el feminismo como un conjunto heterogéneo de movimientos sociales que tiene,
como objetivo, la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y eliminar todo vestigio de dominación de los varones sobre las mujeres,
así como alcanzar un mayor equilibrio de los roles sociales según el género. El
movimiento feminista ha provocado cambios en el estatus social de la mujer
a lo largo del siglo XX, y conseguido avances en ámbitos como el derecho a la
educación, la igualdad ante la ley, el voto femenino o la igualdad en el trabajo.
En su vertiente intelectual, la teoría feminista también ha dado lugar a los
estudios de género que han provocado una revolución en el campo de la sociología.
Entendemos la noción de género como una construcción cultural de la identidad, los roles y las funciones de los sexos. Se forma a partir de las expectativas que los miembros de una sociedad tienen sobre los comportamientos o
actitudes que deben observar los hombres y las mujeres por el hecho de ser
hombres y mujeres. El término «género» fue introducido en la sociología para
referirse a la diferenciación social entre los dos sexos. Tradicionalmente, los
papeles sexuales eran concebidos como resultado de una división natural del
trabajo, que asignaba a las mujeres las responsabilidades domésticas y la educación de los hijos (trabajo reproductivo), mientras que para el hombre se reservaban las actividades profesionales en el ámbito público (trabajo productivo). Sin embargo, los estudios de género permiten distinguir teóricamente
entre las diferencias sociales y las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. La división sexual de las tareas no es una consecuencia natural de las
diferencias biológicas, sino que ha sido producto de la historia y, por tanto,
se trata de una realidad socialmente construida y mantenida. Las teorías feministas centran su atención en la distribución desigual del poder y los recursos
entre hombres y mujeres.
Según Alain Touraine (1974), la estructura y el perfil de cada movimiento social se configura a partir de la combinación de tres elementos básicos:
1) Un campo o elementos en juego que sean los mismos para los actores, lo
que se llama principio�de�totalidad.
2) Un principio�de�oposición, en el cual cada actor se define en relación con
un adversario.
3) Un principio�de�identidad, en el cual cada uno se define a sí mismo.
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Estos tres elementos determinan las orientaciones de su acción y sus repercusiones sobre los valores y las instituciones de la sociedad. Algunos movimientos tienen un carácter específico (o monotemático) como, por ejemplo,
el movimiento de gays y lesbianas. Otros logran un carácter más generalista,
como el movimiento altermundista (o antiglobalización), que tiene como lema «otro mundo es posible» y que plantea una crítica radical al modelo capitalista neoliberal (como el movimiento de los indignados y el movimiento
altermundista).
La sociedad posindustrial ha favorecido la aparición de «nuevos movimientos
sociales» que mantienen un carácter más informal, una estructura horizontal,
unos vínculos personales muy fuertes entre sus miembros y unas formas de
actuación «imaginativas» que son protagonizadas por colectivos de naturaleza
muy diversa.
El auge de los nuevos movimientos sociales pone de manifiesto una cierta
incapacidad o falta de voluntad de las organizaciones tradicionales –partidos
políticos y sindicatos– para hacer frente a los nuevos retos y para protagonizar
las nuevas luchas sociales.
Los nuevos movimientos sociales nacieron alrededor de las protestas de
los años sesenta del siglo XX, y se originaron a raíz de una protesta social
más o menos espontánea contra agravios específicos (como, por ejemplo, la discriminación de las mujeres, la guerra de Irak o la destrucción
del medio ambiente). Podemos citar, entre estos nuevos movimientos,
el movimiento de gays y lesbianas, el pacifismo, el ecologismo, el movimiento okupa, etc. Su diversidad y su heterogeneidad dificultan una
definición genérica. Estos movimientos plantean inicialmente un tipo
de organización de carácter más o menos asambleario consecuente con
la organización social que promueven. A medida que el movimiento
crece y se consolida, se generan formas de organización más estables y
formales como, por ejemplo, ha sucedido en el movimiento ecologista
en Alemania, que se ha convertido en un partido político. En general, se
muestran críticos con la democracia representativa y propugnan formas
de participación ciudadana directa. Sus acciones, pues, van dirigidas a
sensibilizar a la opinión pública y a presionar a las élites dirigentes; el
objetivo de estos movimientos sociales es generar un estado de opinión
favorable a sus causas mediante diversas formas de protesta que acaparen el centro de atención mediática.
Paradójicamente, el éxito de estos movimientos, como ha sucedido con el movimiento de objeción de conciencia que abogaba por la supresión del servicio
militar obligatorio, puede hacer replantear el sentido de su continuidad. En
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otros casos como, por ejemplo, el movimiento altermundista, que tiene un
carácter más utópico, el éxito de sus acciones son un claro incentivo para seguir en la lucha.
Manuel Castells (2007) nos da la clave para entender su papel histórico:
[...] los movimientos sociales son prácticas transformadoras de los valores sobre los cuales
se constituye la sociedad. No son movimientos revolucionarios, aunque sean portadores
del potencial revolucionario. Las revoluciones, sin embargo, son acciones políticas, que
tienen por objetivo el poder del Estado. Los movimientos sociales se sitúan a un nivel
más profundo de la realidad social. Pretenden cambiar nuestra manera de pensar y, al
hacerlo, acaban por transformar nuestras instituciones: pienso de otro modo; intentaré
vivir de otra manera y lucharé por hacerlo.
El carácter plural de estos movimientos y las formas de organización descentralizadas le dan una extraordinaria capacidad de intervención en diferentes
campos (derechos humanos, ecología, minorías étnicas, etc.). La composición
social de estos nuevos movimientos es interclasista, a pesar de que se estima
que predominan sectores provenientes de las nuevas clases medias y, también,
de jóvenes estudiantes.
Seguidamente señalamos, sobre la base de los puntos que dibuja Pere Ortega
(2004), las características comunes de los nuevos movimientos sociales (estos
puntos han sido reelaborados por Busquet y otros [2012]).
1) Acción y transformación social. Los nuevos movimientos sociales intervienen en la vida pública mediante actos de protesta, ya sea de tipo convencional (huelgas, recogidas de firmas, actos mediáticos espectaculares, manifestaciones, etc.) o no convencional (objeción, sabotaje...). Más orientados a la acción que a la reflexión, buscan la movilización social, mediante
la acción para encontrar soluciones inmediatas, sin esperar que las instituciones actúen y transformen en disposiciones o leyes las reivindicaciones.
2) Quieren influir sin lograr el poder. Los nuevos movimientos sociales generalmente no tienen –como ya se ha dicho– un cariz revolucionario y no aspiran tampoco a la conquista del poder. Tienen el propósito de convertirse
en una fuerza social en el interior de la sociedad civil y, por este motivo,
elaboran propuestas transformadoras. Parten de la convicción de que la
transformación social se puede conseguir desde los mismos movimientos,
presionando a instituciones y gobiernos para que acepten sus propuestas
sin necesidad de acceder al poder.
3) Actuación y pensamiento globales. La mayor parte de los nuevos movimientos sociales tienen un carácter glocal. La llegada de internet y las nuevas
tecnologías han favorecido la conexión de las redes existentes, pasando de
la acción local a la acción a escala mundial. Así, la facilidad para comunicarse ha permitido realizar campañas de lucha y de resistencia de manera
simultánea en todo el planeta. Pero esta «actuación global» se ha visto reforzada también por la proliferación de luchas en el ámbito «local».
4) Mantienen un fuerte sentimiento de pertenencia al grupo. Los miembros del
movimiento social tienen un sentimiento de grupo muy arraigado que los
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define y, a la vez, los diferencia de los individuos que no están integrados.
Establecen relaciones solidarias y de apoyo mutuo ante las adversidades
que puedan originarse de sus acciones. Es básico para su supervivencia
mantener estrechas relaciones que den consistencia al grupo.
5) Sostienen una organización interna no jerárquica. Los nuevos movimientos a
menudo mantienen una estructura organizativa dinámica, elástica y cambiante. Establecen relaciones basadas en la confianza mutua y el consenso
interno. Rehúyen de una estructura jerárquica y vertical y limitan temporalmente los cargos internos. Apuestan por simplificar sus estructuras y, a
menudo, escogen a sus portavoces en cada campaña o acción concreta.
6) Participación democrática. Los nuevos movimientos sociales plantean inicialmente un tipo de organización de carácter más o menos asambleario
de acuerdo con la organización social que promueven. Generalmente, ponen de manifiesto las limitaciones de la democracia representativa y propugnan formas de participación ciudadana directa, formas que también
practican en su organización interna y en sus actuaciones sociales y movilizaciones. Los nuevos movimientos sociales, en general, mantienen un
carácter más informal, una estructura horizontal, unos vínculos personales muy fuertes entre sus miembros y unas formas de actuación imaginativas muy vinculadas al uso de las tecnologías de la información y la comunicación y las redes sociales.
7) Grandes líneas programáticas. Los nuevos movimientos sociales presentan
un programa de acción basado en unas grandes líneas maestras. Se trata
de ofrecer a la sociedad un programa abierto, de grandes objetivos programáticos, donde el máximo de movimientos y la sociedad puedan verse reflejados. Lo esencial no es disponer de un programa de propuestas
y resoluciones muy detallado que, inevitablemente, conduciría al debate
ideológico y, en muchos casos, a la fragmentación en corrientes ideológicas, sino al contrario, disponer de espacios donde aflore la diversidad y la
multiplicidad de ideas y alternativas.
8) Busca de repercusión mediática. Generalmente, sus acciones pretenden lograr un eco mediático e incidir en la opinión pública. Las acciones van
dirigidas a sensibilizar a la opinión pública y a presionar a las élites dirigentes; el objetivo de los movimientos sociales es generar un estado de
opinión favorable a sus causas mediante diversas formas de protesta que
acaparen la atención mediática.
3.3. ¿Cuál es el tratamiento mediático de los conflictos?
Los medios de comunicación social tienen un papel clave a la hora de seleccionar los eventos y los temas de actualidad que serán objeto de atención preferente y centro de conversación por parte de la ciudadanía. Los profesionales
de la comunicación tienen una gran responsabilidad social ya que nos proporcionan una visión global y simplificada del mundo social.
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La hegemonía televisiva (y el recurso a la imagen) ha favorecido un proceso
de espectacularización del relato periodístico. El conflicto es objeto de preocupación creciente en nuestra sociedad y es el centro de atención preferente
por parte de los medios de comunicación social. El periodismo se alimenta del
conflicto. La ausencia de conflicto no es noticia. Los grupos de comunicación
utilizan «situaciones conflictivas» como un referente y como un reclamo. Esto
contribuye a fomentar la impresión de que el conflicto, especialmente cuando es un violento, está presente en todas partes y que vivimos en un tiempo
particularmente convulso.
Los mass media son como una ventana que nos permite acceder a la realidad.
Es una ventana orientada a algunos aspectos de la realidad y que tiende a
destacar la existencia de determinados conflictos. Es una ventana que esconde
la realidad de otros conflictos que no son foco de atención mediática. Por
ejemplo, algunos conflictos bélicos están a la orden del día y en la agenda de
los medios de comunicación. Otros son sistemáticamente silenciados por los
mass media e ignorados, consecuentemente, por parte de la opinión pública
mundial.
El papel de los medios de comunicación es, precisamente, hacer una selección
de las noticias, una exposición clara y coherente de lo que ocurre en el mundo.
En campo de la teoría de la comunicación coexisten diversas teorías y concepciones que permiten explicar el tratamiento mediático del conflicto. Por razones de espacio y tiempo, hemos seleccionado dos de las teorías que nos parecen más representativas de la investigación comunicativa contemporánea: la
teoría de la agenda setting y la teoría del framing.
3.3.1. Teoría de la agenda setting
El establecimiento de la agenda (en inglés, agenda setting) es una de las teorías
más utilizadas en el ámbito de la comunicación política y ha conseguido una
notable aceptación por parte de los actores políticos. Ha tenido una influencia
creciente desde que aparecieron los primeros estudios a principios de los años
setenta del siglo20XX.
Sintéticamente, el estudio del establecimiento de la agenda considera que los
medios, más que incidir en lo que la gente piensa, determinan los temas que
están en el centro de los debates y las controversias colectivas, es decir, establecen los temas sobre los que reflexiona la gente. Según la teoría de la agenda
setting, la función de los mass media es seleccionar los temas de actualidad y
jerarquizarlos.
La teoría de la agenda setting se fundamenta en las teorías de Walter Lippmann,
que sostiene que los medios de comunicación son la fuente principal de creación de imágenes del mundo exterior en las mentes de las personas. Los seres
(20)
Los autores pioneros de la teoría del establecimiento de la agenda, Maxwell McCombs y Donald
L. Shaw (1972), constatan, a partir
de un estudio de seguimiento de
unas elecciones presidenciales estadounidenses en Chapel Hill (Carolina del Norte), que los aspectos
de los asuntos públicos que eran
prominentes en las noticias también lo eran entre el público.
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humanos necesitamos interpretar el mundo que nos rodea y los medios tienen
una tarea básica: simplificar la realidad mediante una serie de estereotipos o
imágenes esquemáticas de ella.
La teoría de la agenda setting considera los medios de comunicación son
instituciones sociales que permiten orientar la atención pública según
un único mecanismo social de selección y tratamiento de los temas de
actualidad. Es decir, los medios seleccionan los conflictos que deben
ser objeto de discusión y determinan cuál es su importancia. Y, quizás
más importante aún, esta aproximación permite conocer cuáles son los
conflictos que permanecen ocultos, es decir, los que quedan excluidos
de la discusión pública, porque los medios no los sitúan en la agenda,
no los tratan. De este modo, se consigue, a menudo, orientar la atención
pública hacia ciertos aspectos que interesan y alejarla de aquellos que
no interesan al poder.
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Normalmente, en un determinado proceso político, intervienen diversas agendas, con prioridades diferentes e incluso opuestas. Por otra parte, los medios de comunicación no son los únicos
que elaboran agendas; todos los actores políticos e institucionales, directos o
indirectos, también las tienen.
3.3.2. El gatekeeper
En la teoría de la agenda setting tiene una especial relevancia la figura del gatekeeper, que es un periodista profesional que se encarga de seleccionar y priorizar las noticias del día. Kurt Lewin introdujo este concepto en 1947; se refería
a un profesional de la comunicación que tiene la capacidad de elegir los eventos que serán noticias y que, por tanto, merecen ser difundidos y conocidos
por el público.
La tarea profesional del gatekeeper se puede resumir a partir de los tres puntos
21
siguientes
:
1) Separar los temas que periodísticamente son interesantes de aquellos que
no lo son.
2) Determinar el tiempo y el espacio que cada medio dedicará a un tema
concreto.
3) Establecer el género periodístico con el que deberá ser tratado.
El gatekeeper, pues, sea profesional de la comunicación o no, es alguien que
tiene el poder para decidir aquello que es noticia.
(21)
David Manning White realizó el
primer estudio del gatekeeper en
1950, cuando solicitó a un director de un diario que le explicara
por qué aceptaba o rechazaba cada historia.
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Así, el gatekeeper selecciona, por un lado, el temario: el conjunto de contenidos
informativos; y por otro, el texto: la noticia. En la primera tarea, pueden influir
diferentes factores, como las estrategias del medio donde trabaja, la profesionalidad o ideología del periodista o las presiones que pueda recibir de algunos
centros de poder. En cuanto a la segunda tarea, redactará la noticia en función
de la selección que haga de entre todo el material disponible y será esto lo que
recibirá el lector, oyente o espectador.
Por lo tanto, los gatekeepers tienen mucho que ver con el inicio y el establecimiento de la agenda temática, ya que seleccionan los temas y establecen su
grado de relevancia y el período de permanencia de un determinado conflicto-tema en los medios.
Con el boom de internet y la aparición de los blogs y las redes sociales, como
por ejemplo Twitter, donde todo el mundo puede expresar sus opiniones sin
pasar por ningún filtro, nos encontramos quizás ante una cierta transformación de la figura del gatekeeper. Nos adentramos en una nueva etapa histórica
en la que el periodista profesional pierde el monopolio de la configuración de
las noticias y en que entran en liza nuevos actores que cuestionan el papel del
periodista profesional. Efectivamente, las TIC y las redes sociales han hecho
posible que cualquier ciudadano bien equipado con una tableta o un móvil
pueda convertirse en un cronista de la realidad.
Ciertamente,
«los medios de comunicación de masas han perdido el monopolio de la información en
aquellas regiones del planeta y en aquellas franjas de edad con alta penetración de las
redes sociales» (Sáez, 2015, pág. 18).
Las nuevas tecnologías, pues, permiten que sean los mismos protagonistas de
los hechos quienes los hagan públicos. Sin intermediarios.
En definitiva, la teoría de la agenda setting y sus elaboraciones posteriores configuran un marco de análisis central para buena parte de los sistemas democráticos contemporáneos. Cabe preguntarse, sin embargo, hasta qué punto la
configuración del sistema político actual no es producto también del éxito de
estas teorías y, por tanto, de esta manera de ver la política.
3.3.3. La teoría del framing
Según Robert M. Entman (1993), los medios de comunicación crean un marco interpretativo (o encuadre) mediante el cual los ciudadanos observamos la
realidad y, al mismo tiempo, nos dan algunas claves de interpretación que permiten dotarla de sentido. Estos marcos interpretativos proponen una determinada explicación de los problemas, sugieren ciertas soluciones y emiten valoraciones morales. Los relatos de situaciones conflictivas adquieren una mayor
relevancia social. El conflicto siempre es noticia.
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La teoría del framing (‘encuadre’)22 postula que la manera como se explican
los conflictos tiene una gran influencia en cómo son entendidos por la opinión pública. La manera de presentar una noticia influye notablemente en la
audiencia.
Por tanto, los frames son determinadas maneras de organizar y estructurar la
percepción de un fenómeno que gozan de un alto seguimiento entre la ciudadanía. Son percepciones dominantes, es decir, lo que estadísticamente la mayoría de la población relaciona con un concepto o fenómeno.
La teoría del framing de George Lakoff (2004) sostiene que la gente piensa por
marcos de referencia (estructuras mentales que conforman formas diferentes
de ver el mundo) y, si los hechos no encajan en un marco determinado, el
marco se mantiene y los hechos rebotan. Por lo tanto, la personalidad individual influye en la percepción de un clima de opinión, pero también lo hacen
otros factores como la credibilidad de la fuente de la información, el orden y
la exhaustividad en la exposición de los argumentos.
Para terminar, los medios no son meros testigos pasivos que se limitan a informar de los conflictos existentes. También pueden convertirse en actores protagonistas contribuyendo activamente en el desarrollo del mismo.
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(22)
Goffman fue el creador del concepto framing en 1974, con su libro Frame Analysis.
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4. Bibliografía seleccionada comentada
Collins,� R.� (1975).� Conflict� Sociology:� Toward� an� Explanatory� Science.
Nueva�York�/�San�Francisco�/�Londres:�Academic�Press.
Randall Collins considera que la sociología puede convertirse en una successful
science con la condición, principalmente, de seguir el camino de la perspectiva
del conflicto. Él sostiene la idea de una teoría del conflicto que se distancie
del funcionalismo parsoniano y que otorgue una importancia central al pensamiento de Max Weber, sin desestimar las aportaciones de Karl Marx, incorporando a autores tan diversos como Maquiavelo o Pareto.
Coser,�L.�(1956).�The�Functions�of�Social�Conflict.�Londres:�The�Free�Press
of�Glencoe.
Lewis Coser propone en este libro, que reconoce la influencia del pensamiento de Georg Simmel, una versión que estaríamos tentados en calificar como
«funcionalismo de izquierda». Para él, el conflicto es funcional y útil en la vida
colectiva, es una fuente de solidaridad en el interior de los grupos en conflicto,
refuerza los lazos sociales y contribuye a la integración de la sociedad en su
conjunto.
Simmel,�G.�(1903).�«The�sociology�of�conflict».�American�Journal�of�Sociology�(núm.�9,�págs.�490-525).
Para Simmel, el conflicto presenta un cierto sentido y puede constituir una
fuente importante de socialización para los individuos; también permite que
la sociedad encuentre su unidad a partir de las oposiciones que la constituyen,
y es la forma que permite la resolución de tensiones.
Tilly,� C.� (1978).� From� Mobilization� to� Revolution.� Reading,� MA:� Addison-Wesley.
Para Charles Tilly, la acción colectiva sirve para promover los intereses comunes de los actores que se comprometen en ella. Esto es así particularmente
cuando se trata del conflicto político, es decir, de la lucha por el poder político
entre actores que movilizan recursos para acceder a él, para extender en él su
influencia y para disminuir la de los otros actores. Este libro se basa en ilustraciones históricas precisas y bien documentadas, y sitúa las orientaciones de
Charles Tilly, quien conjuga marxismo y utilitarismo, entre otras corrientes
de pensamiento.
Touraine,�A.�(1974).�Production�de�la�société.�París:�Seuil.
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Alain Touraine opone el conflicto, es decir, la relación conflictual, a la crisis,
que suscita conductas reactivas. Distingue tres niveles principales de conflictualidad: el de la historicidad, en que los actores sociales luchan por el control
de las orientaciones generales de la vida colectiva; el que llama institucional,
en que para los actores presentes se trata de influir en el nivel de las decisiones
políticas; y el que llama organizacional, en que los actores presentes se esfuerzan por mejorar en su favor la relación entre su contribución y su retribución
dentro de un sistema organizado.
Wieviorka,�M.�(2005).�La�violence.�París:�Hachette�Littératures.�[Violence:
A�New�Approach.�David�Macey�(trad.).�Los�Ángeles�/�Londres:�Sage.]
Para Michel Wieviorka, el espacio del conflicto se reduce cuando el de la violencia aumenta, y viceversa. La violencia es para él ruptura, imposibilidad de
negociación, de debate, de acción dentro del marco de una relación; la violencia es en cierta forma lo opuesto al conflicto, que está dentro del orden de la
relación. Esto no impide que en la práctica la violencia pueda encontrar un
espacio dentro del conflicto.
Fuente: Michel Wieviorka (2010). El conflicto social.
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Glosario
acción colectiva f Acción emprendida por un conjunto de personas afines que persiguen
una serie de objetivos compartidos. La acción colectiva no se puede contemplar simplemente
como una suma de acciones individuales. El resultado de estas acciones puede beneficiar (o
perjudicar en algunos casos) al conjunto de la sociedad o amplios sectores de la sociedad
(aunque no todo el mundo haya participado activamente en la acción colectiva). Actuar
conjuntamente en una colectividad donde predominan los vínculos de solidaridad no solo
puede ser una obligación moral, sino que puede ser una importante fuente de satisfacción
personal.
acoso escolar m El término bullying es de origen anglosajón y se ha traducido como ‘maltrato entre alumnos’ o ‘acoso escolar’. Hace referencia a un comportamiento repetitivo de
hostigamiento e intimidación, entre alumnos de una institución escolar cuyas consecuencias
suelen ser el aislamiento y la exclusión social de la víctima.
acoso psicológico m Conducta de quien somete a una persona a un maltrato psicológico
sistemático y continuado con el objetivo de desestabilizarla emocionalmente, lo cual provoca
en la persona afectada problemas físicos, psicológicos, morales y profesionales.
acoso sexual m Conducta contraria a la libertad de una persona que comete quien solicita
favores de naturaleza sexual, de una manera que resulta ofensiva, humillante e intimidatoria
para la persona afectada y le provoca problemas psicológicos, morales y profesionales.
agenda setting f La teoría de la agenda setting considera los medios de comunicación son
Instituciones sociales que permiten orientar la atención pública según un único mecanismo
social de selección y tratamiento de los temas de actualidad. Es decir, los medios seleccionan
los conflictos que deben ser objeto de discusión y determinan cuál es su importancia. Y,
quizás más importante aún, esta aproximación permite conocer cuáles son los conflictos que
permanecen ocultos, es decir, los que quedan excluidos de la discusión pública, porque los
medios no los sitúan en la agenda, no los tratan. De este modo, se consigue, a menudo,
orientar la atención pública hacia ciertos aspectos que interesan y alejarla de aquellos que
no interesan al poder.
autoridad f El poder requiere siempre algún grado de aceptación o legitimación por parte
de la sociedad. La legitimación implica la existencia de un consenso suficiente en la asunción
de esta autoridad y de su poder para que sea aceptada u obedecida sin que medie cualquier
tipo de coacción. El sociólogo alemán Max Weber distinguió tres formas de autoridad, según
la naturaleza de su tipo de legitimación. Por una parte, la autoridad�tradicional, basada en
la creencia en un poder conferido por el tiempo y la tradición a ciertos individuos e instituciones. De esta manera se justifica, por ejemplo, la monarquía. Por otra parte, la autoridad
legal-racional, basada en la creencia en un sistema general de principios racionales de los
que depende un sistema jurídico de relaciones; los estados constitucionales son un ejemplo
de ese tipo ideal de auctoritas. Y finalmente la autoridad�carismática, basada en la confianza
y la seguridad que transmiten hacia los súbditos determinadas aptitudes y capacidades del
dirigente o líder que detenta el poder.
campo social m Pierre Bourdieu comprende la sociedad moderna como una constelación
de campos. Mientras que las sociedades tradicionales presentan un cariz bastante homogéneo y simple, las sociedades modernas comportan un alto grado de complejidad y, a la vez,
de conflictividad. En las sociedades complejas, el espacio social se hace multidimensional
y se presenta como un conjunto de campos relativamente autónomos, que se rigen por criterios internos y que se encuentran relativamente articulados entre sí. Los campos no son
estáticos: evolucionan a lo largo del tiempo. Para conocer la dinámica de un campo, hay
que conocer su génesis histórica y su evolución particular. Un campo es una esfera de la vida
social que se ha ido autonomizando progresivamente a lo largo de la historia. La autonomización del campo corresponde –tal como indica Max Weber– al proceso histórico seguido
por las sociedades occidentales, que ha dado como resultado una creciente diferenciación de
las diversas esferas sociales: el campo económico, el campo político, el campo religioso, el
campo periodístico, etc. La teoría de los campos hace hincapié en las relaciones de fuerza y
de poder, en el conflicto y en la transformación que se producen en el interior de los diversos
ámbitos sociales.
clase social f Todas las sociedades humanas distribuyen sus recursos de manera desigual.
Al tratar las desigualdades, se puede hablar de la existencia de un sistema de estratificación
social. A lo largo de la historia podemos distinguir, cuando menos, cuatro sistemas de estratificación básicos: la esclavitud, las castas, los estamentos y las clases. Una sociedad de clases
es un tipo de sociedad en la cual la clase social es la forma dominante de estratificación,
y esto permite una mayor movilidad social. La clase se diferencia del resto de sistemas en
cuatro aspectos: a) los sistemas de clases son relativamente fluidos. La pertenencia a una
clase no se basa, pues, en la posición heredada por un individuo; b) la posición de clase se
puede lograr mediante el mérito y el esfuerzo. Son sistemas en los que existe lo que se ha
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denominado movilidad social (ascendente o descendente); c) la situación de clase se basa,
sobre todo, en los factores económicos. Según Karl Marx, en una sociedad de clases, las desigualdades se dan, de forma objetiva, por la posesión y el control de los recursos materiales
y por la posición que se ocupa en el proceso productivo. Podemos destacar, pues, la importancia de la propiedad y la ocupación en la definición de clase. Max Weber destaca también
la importancia de la preparación técnica o la calificación académica; d) los sistemas de clases
son sistemas a gran escala y de cariz impersonal. Anthony Giddens, por ejemplo, define la
clase como un agrupamiento a gran escala de personas que comparten ciertos recursos económicos, los cuales pueden tener mucha influencia en su estilo de vida. El análisis de clase,
sin embargo, se ha sofisticado notablemente y debe tener en cuenta el control efectivo de los
factores de producción. Eric Olin Wright, en su libro Clases, señala las tres dimensiones que
se tienen que tener en cuenta al hacer una tipología de las clases sociales: 1) el control sobre
las inversiones o el capital monetario; 2) el control sobre los medios físicos de producción
(tierras y fábricas u oficinas), y 3) el control sobre la fuerza del trabajo. Mientras la clase alta
mantiene un control considerable sobre estos tres factores, la clase baja queda excluida.
clasismo m Actitud social y psicológica de carácter elitista, que suelen manifestar los
miembros pertenecientes a las clases dominantes que se defienden y protegen entre ellos y
mantienen a distancia a los miembros de las «clases inferiores», que quedan excluidos de las
oportunidades de riqueza y de poder. A pesar de que la ideología liberal defiende el principio
de la igualdad de oportunidades, en las sociedades capitalistas persisten algunas actitudes de
clausura o cierre social profundamente clasistas. Para el sociólogo británico Frank Parkin, la
propiedad comporta un instrumento de cierre social que puede ser monopolizada por una
minoría y utilizada para ejercer el poder sobre otros.
coerción f Fuerza constrictiva que actúa sobre el conjunto o unes partes de la sociedad
para obligarla a actuar de una manera determinada. Esta forma de control social es empleada
por el Estado (por medio de las fuerzas de seguridad) y es esencial en ciertos procesos de
integración social general.
conflictivismo m Perspectiva sociológica que concibe la vida social esencialmente llena
de tensiones entre los grupos y las colectividades. El marxismo y el darwinismo social adoptan, por ejemplo, perspectivas conflictivistas. La teoría de los campos de Pierre Bourdieu,
también entra de pleno en este ámbito. Un campo social es un ámbito de lucha y confrontación donde los individuos intentan hacer crecer sus recursos y lograr una posición ventajosa.
conflicto estructural m Los conflictos estructurales son los que implican formas de
poder y dominación más o menos permanentes de unos individuos sobre otros.
conflicto social m Es una lucha por los valores y por el estatus, el poder y los recursos
escasos, en el curso de la cual los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales.
Un conflicto será social cuando transciende lo individual y proceda de la propia estructura
de la sociedad.
control social m Regulación de la conducta de los miembros de un grupo social mediante
el establecimiento de unos valores ideológicos y de unas normas sociales de comportamiento
que son consideradas las normales o adecuadas. Las formas de control social pueden ser formales (control�formal) y explícitas cuando la autoridad que las aplica es investida, delegada
o instituida expresamente para llevar a cabo esa finalidad; e informal (control� informal)
cuando nos referimos a las formas de ejercerlo en las que la autoridad que las aplica no está
manifiestamente organizada o instituida para ello.
desigualdad social f Distribución desigual de recursos, poder, propiedad y prestigio dentro de un grupo, una colectividad o una sociedad. La desigualdad se presenta como una
constante de la condición humana. Los seres humanos presentan diferencias en función de
muchos y diversos parámetros (edad, género, formación, profesión, etc.). Sin embargo, si
bien la desigualdad social se manifiesta de diversas maneras, en las sociedades capitalistas se
analiza principalmente según tres criterios de diferenciación social básicos: la clase, el poder
y el estatus. Si la igualdad social se valora en términos de igualdad ante la ley, igualdad de
oportunidades o igualdad de resultado, la desigualdad social es multidimensional por definición, y se relaciona con fenómenos como la estratificación social, la pobreza, la integración,
la marginación, la segregación, la inclusión, la exclusión o el género. Cabe diferenciar entre
desigualdad social y discriminación, si bien en ocasiones esta segunda conlleva la primera
y a la inversa.
diferenciación categorial f Tajfel se interesó por las relaciones intergrupales y estudió
cómo se configura la identidad de un grupo que tiene unas características singulares, diferentes y contrapuestas a las características de los otros grupos sociales. La psicología social
describe, bajo el nombre de diferenciación�categorial, las operaciones con las que los agentes construyen su percepción de la identidad, y en particular de los procesos de acentuación
de las diferencias con el exterior del grupo y de reforzamiento de los parecidos en el interior.
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discriminación étnica o racial f Es un tipo de discriminación llevada a cabo por los
grupos étnicos mayoritarios o dominantes de una sociedad determinada cuando, mediante
los instrumentos y recursos disponibles en un sistema político, institucional o económico,
intentan excluir a otros grupos de la vida pública y, al mismo tiempo, restringir sus derechos
colectivos e individuales. La discriminación étnica constituye una de las violaciones más
graves y más frecuentes de los derechos humanos.
discriminación institucional f Es una forma de discriminación ejercida por parte de
las instituciones públicas mediante la aplicación de normas y ciertas prácticas administrativas que perjudican a los miembros de determinados grupos y colectivos. La discriminación
institucional a menudo se produce de forma sutil y disimulada. Nos referimos a aquellos
procesos protagonizados por determinadas instituciones, como por ejemplo escuelas y hospitales, donde se da un trato diferenciado y poco cuidadoso respecto a determinados grupos
o colectivos de ciudadanos.
estado m Institución moderna que tiene como funciones manifiestas garantizar la seguridad y el bienestar de los ciudadanos, así como elaborar las normas y las leyes por las que
se gobierna una sociedad en un territorio determinado, perfectamente delimitado por fronteras, en el que se presentan caracteres más o menos marcados de homogeneidad cultural.
El concepto de estado moderno va parejo al de soberanía. El Estado es soberano en tanto
que detenta el poder último en ese territorio y no está sujeto a ningún otro poder superior.
Max Weber sostiene que lo característico del Estado es su capacidad de concentrar el monopolio del uso de la violencia legítima dentro de sus límites geográficos. El Estado, añade Pierre Bourdieu, es una instancia que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la
violencia física y de la violencia simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto
de la población correspondiente.
estereotipo m El estereotipo es una imagen social preestablecida que poseemos de alguien
o de algo y que tiende a persistir. En su vida rutinaria los individuos tienden a usar imágenes
simplificadoras de la realidad que les ayudan a comprender mejor realidades que a menudo
son complejas. El término estereotipo proviene del griego stereos (sólido) y typus (huella) y
surgió en el siglo xviii como término técnico en el mundo de la imprenta. Un estereotipo
es una idea simplista que se aleja de la realidad que quiere describir y que, a menudo, se
ha obtenido de segunda mano. La imagen que existía de la población judía en la Europa
medieval era una imagen claramente estereotipada.
etnocentrismo m Actitud de los componentes de un grupo étnico que consideran que
su grupo es superior a los otros grupos raciales o culturales.
exclusión social f Situación de separación o privación en la cual se encuentran determinados grupos o individuos respecto a las posibilidades laborales, económicas, políticas, sociales y culturales a las que tienen acceso la mayor parte de los ciudadanos. Los estudios sobre
la exclusión en las sociedades avanzadas aportan una visión más amplia y más profunda que
la que aportan los estudios sobre la pobreza.
framing m La teoría del framing (‘encuadre’) postula que la manera como los medios de
comunicación explican los conflictos tiene una gran influencia en cómo son entendidos por
la opinión pública. La manera de presentar una noticia influye notablemente en la audiencia.
funcionalismo m La perspectiva funcionalista toma como unidad de análisis el sistema
social, entendido como un conjunto interdependiente de elementos culturales y estructurales, que se capta como un todo. Las partes o los elementos de esta unidad, el sistema social,
pueden ser de cualquier dimensión o composición: pueden ser pequeños o simples, o bien
grandes y complejos. Asimismo, lo que realmente importa es que el sistema social funcione
en su conjunto, es decir, que dé respuesta a las necesidades que regularmente se presentan.
Para conseguirlo, cada uno de los diferentes elementos tiene que cumplir su función de manera adecuada. Desde una perspectiva funcionalista, el conflicto comporta un desequilibrio
temporal en la cohesión de un sistema social, causado por elementos o fuerzas disidentes
que pueden ser internos o externos a él.
género m Construcción cultural de la identidad, los roles y las funciones de los sexos.
Se forma a partir de las expectativas que los miembros de una sociedad tienen sobre los
comportamientos o actitudes que deben observar los hombres y las mujeres por el hecho de
ser hombres y mujeres. El término «género» fue introducido en la sociología para referirse
a la diferenciación social entre los dos sexos. Tradicionalmente, los papeles sexuales eran
concebidos como resultado de una división natural del trabajo, que asignaba a las mujeres las
responsabilidades domésticas y la educación de los hijos (trabajo�reproductivo), mientras
que para el hombre se reservaban las actividades profesionales en el ámbito público (trabajo
productivo). Sin embargo, conviene distinguir teóricamente entre las diferencias sociales y
las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. La división sexual de las tareas no es una
consecuencia natural de las diferencias biológicas, sino que ha sido producto de la historia y,
por tanto, se trata de una realidad socialmente construida y mantenida. Las teorías feministas
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centran su atención en la distribución desigual del poder y los recursos entre hombres y
mujeres.
guerra f Conflicto social de alta intensidad que se produce mediante la organización de
una colectividad con el objeto de conseguir, mediante la violencia, la subyugación o destrucción física, total o parcial, de los miembros de otra u otras colectividades. La guerra, pues, es
un enfrentamiento entre diversos grupos de carácter destructivo.
guerra psicológica f Conjunto de métodos empleados para influir en las opiniones, los
sentimientos y las creencias de la población civil. Es un método de presión ejercido generalmente a iniciativa de élites o grupos con un cierto poder económico o político, y a menudo
es empleado para combatir otros con los cuales se encuentran en competencia, pero también
a favor o en contra de determinados movimientos o tendencias sociales. Medios especialmente eficaces a este respecto son, entre otros, la propaganda y la contrapropaganda, sean
ofensivas (creadoras de un estado de opinión, de una moral, etc., favorables a una corriente
u orientación determinadas) o simplemente defensivas (tendentes a conseguir el descrédito
o el debilitamiento de los representantes de las posiciones contrarias).
habitus m El habitus es un sistema de disposiciones culturales y valores perdurables que
son fruto de la experiencia y del conocimiento adquirido en un determinado ámbito social.
Es el conjunto de esquemas de percepción, de apreciación y de acción inculcados por el
medio social en un momento y lugar determinados; es decir, es un conjunto de disposiciones
socialmente adquiridas mediante el aprendizaje. El habitus es una manera de ser interiorizada
según la posición que se ocupa dentro del espacio social y que acaba organizando tanto la
percepción como la generación de las prácticas culturales. Habitus y campos no son nociones
separadas, son dos caras del mismo proceso, de ahí la correspondencia que se puede observar
empíricamente entre las posiciones y la toma de posición.
hegemonía f La hegemonía cultural es una forma de dominación que permite que las
élites sociales ganen influencia mediante un proceso de liderazgo moral e intelectual que
comporta el consentimiento y el respeto de los grupos subordinados. Según el pensador marxista italiano Antonio Gramsci, la noción de hegemonía es especialmente apropiada para
describir las formas de dominación características de las sociedades complejas que se ejercen
por medio del control de las ideas y solo, de forma excepcional, mediante el uso de la fuerza
y de la represión.
ideología f Conjunto de conceptos, creencias e ideales que sirven para explicar el mundo
social como una realidad ordenada y coherente, pero que a la vez esconde intereses particulares y puede comportar una visión distorsionada de la realidad. Las ideologías responden
generalmente a simplificaciones y esquemas parciales de la realidad. Para Karl Marx y Friedrich Engels, son formas de saber determinadas por intereses socioeconómicos o por creencias que pretenden tener la verdad. La ideología siempre contiene un elemento que legitima
poder y autoridad, al tiempo que deslegitima otras formas de poder y autoridad.
interacción social f Proceso mediante el cual una persona actúa y reacciona en relación
con otras personas. La interacción social generalmente se produce en las relaciones cara a cara
entre los miembros del grupo que, de este modo, van definiendo o dotando de significado
todo aquello que los rodea. Esta interacción también puede darse a distancia o mediante el
ciberespacio.
interaccionismo simbólico m Paradigma teórico que concibe la sociedad como el resultado de multitud de interacciones interpersonales. El término fue propuesto por Herbert
Blumer, en 1937, para referirse a la psicología social y la sociología que se había generado en
la Escuela de Sociología de Chicago durante el período 1920-1935. La originalidad del interaccionismo simbólico radica en considerar la acción recíproca de las personas como el fenómeno social básico, y creer que esta interacción se hace patente mediante una serie de signos.
George Herbert Mead estudia cómo se producen los fenómenos a partir de las estructuras de
interacción intervenidas por el lenguaje o los símbolos. Mead considera que no podemos intentar comprender –como hacía el conductismo– el comportamiento humano como simple
reacción a los estímulos externos. Según Mead, hay que tener presente el comportamiento
simbólicamente orientado de los individuos. Desde esta perspectiva microsociológica, el objeto de estudio de la sociología es la sociedad, entendida como un gran complejo de relaciones humanas, o, dicho en lenguaje más técnico, como un sistema de interacción.
mediación f La mediación es un método para la resolución de conflictos entre dos o más
partes mediante la intervención de una tercera persona, imparcial y experta, que facilita el
diálogo y ayuda al establecimiento de acuerdos y compromisos conjuntos entre las partes.
movimientos sociales nuevos m Movimientos sociales que nacieron en torno a las
protestas de los años sesenta del siglo xx, y se originaron a raíz de una protesta social más
o menos espontánea contra agravios específicos (como, por ejemplo, la discriminación de
las mujeres, la guerra de Irak o la destrucción del medioambiente). Podemos citar entre es-
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tos nuevos movimientos el movimiento de gais y lesbianas, el pacifismo, el ecologismo, el
movimiento okupa, etc. Su diversidad y heterogeneidad dificultan una definición genérica.
Estos movimientos plantean inicialmente un tipo de organización de carácter más o menos
asambleario consecuente con la organización social que promueven.
norma social f Criterio de conducta y de interacción social considerado necesario o aceptable en un determinado lugar y en un determinado momento del tiempo. Las normas sociales indican las formas establecidas y aprobadas de hacer las cosas y reflejan los valores,
la cultura y los ideales de un grupo social dominante o de una cultura determinada. Una
norma prescribe un determinado tipo de comportamiento o lo prohíbe. El desempeño de las
normas es básico para un buen funcionamiento de la sociedad. El incumplimiento de ciertas
normas puede comportar algún tipo de castigo o sanción.
patriarcado m
Forma ancestral de organización social basada en la dominación masculina, especialmente
a partir del control de la reproducción humana. Desde los albores de la humanidad y hasta
mediados del siglo xx, todas las sociedades humanas han sido patriarcales y este modelo
se ha manifestado en su organización social, jurídica, política y económica. Se trata de
un concepto antropológico que describe la condición social en la que los hombres tienen
autoridad suprema en el seno familiar y predominan en las posiciones de poder y autoridad
social. Muchas sociedades patriarcales también mantienen un carácter patrilineal, lo que
significa que la propiedad y el título son heredados a través del linaje masculino.
poder m Probabilidad de que un individuo o un grupo implicado en una relación social
esté capacitado para conseguir lo que quiere contra toda resistencia contraria, cualquiera que
sea la base en que se fundamenta esta probabilidad. Entendemos por poder la influencia
(capacidad de inspirar e influir en las acciones y la conducta ajena) o la simple coacción, que
conlleva el ejercicio de algún tipo de fuerza y obligación. El poder es uno de los conceptos
más importantes y centrales de la ciencia política y de la sociología. Se suele decir que la
política es todo lo relativo al poder y que la autoridad es una forma de poder. Un gobernante
puede tener poder (potestas) sin autoridad pero no autoridad (auctoritas) sin poder.
racismo m Doctrina y una práctica que defiende la existencia de profundas desigualdades
entre las diferentes etnias humanas. El racismo implica a menudo un trato desigual y discriminatorio de un grupo social en virtud de unos atributos considerados negativos (relacionados, por ejemplo, con el color de la piel o con una identidad religiosa, cultural o lingüística
particular) por parte de los grupos sociales dominantes. Se trata de una ideología y, a la vez,
de una actitud hostil en virtud de la cual se justifica el hecho de que ciertos grupos étnicos
mantengan una posición dominante y otros grupos étnicos estén sometidos a situaciones de
explotación económica o segregación social.
solución final f Nombre con el que se conoce la planificación de la eliminación sistemática y planificada del pueblo judío por parte de los dirigentes nazis. Su puesta en práctica,
conocida posteriormente como holocausto o shoah, significó la deportación y posterior exterminio de todos los judíos.
terrorismo m Es una forma de lucha política que comporta el uso sistemático (y, a menudo, indiscriminado) de la violencia con el objeto de provocar la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror o de inseguridad que pretende intimidar a los adversarios y favorecer un cambio de régimen. La palabra terrorismo tiene fuertes connotaciones negativas y no es fácil encontrar una definición de consenso. La definición más aceptada
fue acuñada en 1937 por la Sociedad de Naciones, en la cual habla de «actos criminales dirigidos contra el Estado con el objetivo es causar terror a la población o a grupos de personas».
violencia f Al hablar de violencia, nos referimos a la violencia humana intraespecífica, que
se produce cuando el ser humano aparece como culpable o como víctima de una agresión o
una situación de acoso. Ejercer violencia sobre alguien significa obligarlo, mediante la fuerza
física o moral, a hacer algo que va en contra de su libertad o que atenta contra su dignidad
personal. El significado del término ha evolucionado a lo largo del tiempo y cambia en diferentes contextos culturales y lingüísticos. La palabra inglesa violence (del latín violentia) ya se
usaba en la edad media para describir «el ejercicio de la fuerza física contra alguien», que, de
este modo, era interrumpido, molestado o ultrajado.
violencia estructural f Según Johan Galtung, la violencia estructural es un tipo de violencia que se da cuando las personas están sometidas a unas condiciones de vida que limitan
objetivamente su libertad y les impiden realizar sus potencialidades materiales o espirituales.
La pobreza o la exclusión social son, por ejemplo, manifestaciones de violencia estructural.
La violencia estructural es un hecho objetivo que, generalmente, pone en evidencia situaciones de poder y desigualdad dentro de la sociedad.
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violencia física f Comporta un uso intencional de la fuerza, cosa que provoca en la
víctima un daño observable. Esta noción de violencia, muy arraigada en nuestra tradición
cultural, conecta mejor con las categorías de sentido común y suscita un gran rechazo social.
violencia psicológica f Comprende cualquier tipo de acción contraria a la voluntad de
la persona y aquella que, cuando menos, puede resultar ofensiva para su dignidad. Este tipo
de conducta comporta la descalificación, la ofensa y el agravio personal. La desconsideración
forma parte de este tipo de violencia que se expresa, sobre todo, mediante el gesto o la palabra.
violencia simbólica f Según Pierre Bourdieu, la violencia simbólica es una forma de
control social, una forma de dominación (casi invisible) que se ejerce con la complicidad
tácita de quienes la sufren (y, también, de quienes la ejercen). Como sostiene Pierre Bourdieu,
generalmente los grupos socialmente dominados aceptan y comparten la mentalidad y usan
las mismas categorías mentales de los grupos sociales dominantes. La misma víctima de una
situación de violencia acepta resignadamente su suerte y considera su situación como un
hecho lógico y «natural».
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La sociología del conflicto