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DISCERNIMIENTO EN EL AMOR

No hay ninguna situación humana que nos impida realizar este don tan preciado de Dios. Aún alguien encarcelado puede ser libre si lo decide, al menos esa fue laexperiencia de San Pablo.

DISCERNIMIENTO EN EL AMOR “ELIGE LA VIDA Y VIVIRÁS TU Y TU DESCENDECIA, AMANDO AL SEÑOR TU DIOS…” El seguimiento de Jesús de Nazaret No hay ninguna situación humana que nos impida realizar este don tan preciado de Dios. Aún alguien encarcelado puede ser libre si lo decide, al menos esa fue laexperiencia de San Pablo. Nuestro fundador fue siempre un hombre de discernimiento, muy acostumbrado a no hacer las cosas a la ligera sino tomarse tiempo para discernir los designios de Dios en su vida, en su Vida Las decisiones que exigen compromiso, habrá que sopesarlas, rezarlas. ponerlas en la „onda de Dios. Ésa es la función del discer-nimiento, porque “la voluntad de Dios ha adquirido rasgos y perfiles bien concretos y humanos en Jesús de Na-zaret, que ha expresado la voluntad del Padre de modo decisivo y privilegiado” (D. Mollá). Esto supone un procedimiento que encuentra en la persona de Jesús de Nazaret, el discernidor por antonomasia, la referencia última. El discernimiento vocacional es fundamental en el proceso de maduración personal de la fe; el discernimiento en situaciones especiales en que se ha de tomar una decisión importante es ineludible; y el discernimiento pastoral afecta al modo permanente del ser y actuar de la Iglesia. Jesús de Nazaret formó a sus discípulos para que supieran discernir la acción de Dios en los momentos del nacimiento de la Iglesia; las primeras comunidades en su dinamismo evangelizador y misionero son un ejemplo de cómo discernir. Y San Pablo nos legó una teología básica sobre el discernimiento cristiano. 1. Datos de la Escritura Toda la Sagrada Escritura manifiesta la iniciativa de Dios que guía a su pueblo a través de situaciones distintas y variadas. La vida del creyente adquiere un talante crítico ante la realidad y se abre al horizonte escatológico del Reino; el cristiano sabe que "Dios sondea nuestros corazones" (1 Tes. 2,4) y en un diálogo de profundidad, bajo la acción del Espíritu Santo, es invitado a acoger la voluntad de Dios y a ponerla en práctica. Esto no es posible sin un camino de conversión que nos hace crecer en fe, esperanza y caridad al "conocer interiormente la persona de Jesucristo y su Evangelio". Ser cristiano es hacer "lo que agrada a Dios", como lo hizo Jesús de Nazaret (Rom. 12,2; 14,8; 2 Cor. 5,9, Ef. 5,10; Flp. 4,18; Col. 3,20; Tit. 2,9). En el N.T. aparece 22 veces el término dokimásein con el significado de llegar a conocer lo que se debe hacer y lo que se debe rechazar a través de una comprobación. Esto se aplica para el discernimiento personal (1 Cor. 11,28- 29; 2 Cor. 13, 5- 6; Gál. 6,4- 5) y para el discernimiento comunitario (1 Tes. 5, 19-22). El discernimiento cristiano no se puede hacer desde el propio criterio e interés; se necesita una nueva mentalidad, la que Dios nos da al pasar del "hombre viejo" al "hombre nuevo" (1Cor. 1,10). Esta nueva mentalidad conlleva el no "amoldarse al mundo" (Rom. 12,2); hay que romper con el orden vigente caracterizado por el tener, el poder y el competir para poder discernir. Jesucristo nos liberó de vivir la ley como la expresión de la voluntad de Dios (Rom. 13,8-10) con una actitud poco madura (Gál. 3,23-26); positivamente, nos abre a la novedad de la comunión trinitaria (1 Jn. 2,20. 27; 3,24; 4,6. 17; 5,6- 9) y a la docilidad al Espíritu Santo (Rom. 8,14), para llegar a la edad adulta en la fe (Gál. 4,19; Ef 1,3.14) que se expresa en el amor a los necesitados (Mt. 25,31-46). 2. El amor como experiencia del discernimiento Las expresiones paulinas para indicar la meta del discernimiento son variadas y muy significativas. Discernir es saber "lo que agrada al Señor" (Ef. 5, 10), conocer "la voluntad de Dios" (Rom. 12,2), "lo bueno" (FIp. 1,9-10; 1 Tes. 5,21-22), etc. A esto no se llega aplicando deductivamente unos principios, unos valores éticos o una norma; es algo más interior, experiencia) y fundante. El discernimiento proviene del amor evangélico que va configurando al creyente en una nueva sensibilidad y unos criterios que le permiten ver con más claridad lo que es conforme al querer de Dios revelado en Jesucristo (FI. 1,9-10). La forma en que se vive, los valores por los que se trabaja y las causas en las que se implica la vida facilitan o dificultan el discernimiento cristiano. El "tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús" (Flp. 2,5) es el camino práctico que nos permite conocer la voluntad del Padre. La capacidad de discernir no se improvisa; por el contrario, se prepara adecuadamente cuando se cultiva la lectura, la reflexión, la introspección, el análisis de la realidad, el examen de conciencia, y se pasan los acontecimientos por el corazón. La propia interioridad es el ámbito privilegiado del encuentro con Dios; por consiguiente, en la oración personal es donde Dios se comunica en el fondo del corazón como Padre. Sin la familiaridad con Dios que proporciona la oración no es posible el discernimiento, pues nos faltaría la comnaturalidad con Él y su proyecto de salvación; en la oración vamos descubriendo nuestras reacciones y nuestros sentimientos a lo que la Palabra de Dios nos va proponiendo.El análisis de lo que va pasando por dentro nos permite mirar al futuro y tomar uno u otro compromiso; esta decisión es don de Dios y exigencia en orden a la transformación de la realidad para que el Reino de Dios sea. La validación de la opción tomada está en los frutos de humanización que produzca en favor de los más necesitados, y la alegría interior de los que la llevan delante, a pesar de todas las dificultades. Para poder hacer bien el discernimiento es necesario centrar bien el tema que se quiere discernir, querer buscar ante todo y sobretodo la voluntad de Dios, y situarse en la presencia de Dios en actitud de completa disponibilidad. Está disponible quien se muestra indiferente a los propios intereses y dispuesto a acoger y hacer lo que Dios le pida; si al hacer este ejercicio se siente paz, alegría y confianza significa que hay madurez en la fe y disposición sincera de buscar la voluntad de Dios, sea lo que sea, y aunque contravenga nuestros planes. A la hora de discernir es necesario distinguir claramente el fin y los medios; el fin es la búsqueda de la voluntad de Dios que enmarca y orienta el discernimiento; lo que se disciernen son los medios que permitan hacer la voluntad de Dios. Aquí suelen aparecer las "afecciones desordenadas", es decir, los intereses y egoísmos que terminan anteponiendo nuestra voluntad a la de Dios. Importa mucho que conozcamos las limitaciones, los condicionamientos y las ambigüedades que nos impiden estar verdaderamente disponibles para lo que Dios quiera. El árbol se conoce por sus por sus frutos, dice Jesús en el Evangelio (Mt. 12,33; Lc. 6,43-44); lo que nos confirma que el discernimiento se ha hecho adecuadamente son las obras (Ef. 5,8-10; Flp. 1,9-11; Gál. 15,22), que se refieren directamente al amor al hermano; en caso contrario, aunque hiciéramos maravillas, si nos falta el amor, nada vale (1 Cor. 13,1-3). Y esto tiene una traducción interpersonal, pero también social y estructural hasta conseguir un orden internacional más justo y solidario (G.S. 40). EL MÉTODO 1. Definir en que época estoy. Ubicar claramente la época por la que atravieso me permitirá hacer un discernimiento más fino, más preciso. Sí estoy en una etapa de desolación, de pecado en pecado el mal espíritu actuará obviamente apoyando ese modo de vivir, en cambio Dios me cuestionara, tratará de hacerme reaccionar. Si estoy en una etapa donde voy caminando con esfuerzo, con claridad, alegre en el servicio el mal espíritu actuará obviamente desalentándome, en cambio Dios me animará, me llenará de vida. Cuando la persona va en un proceso cada vez de mayor identificación con Jesús el mal espíritu será cada vez menos obvio, será muy sutil, tratará de engañar aparentando ser “ángel de la luz”. 2. Utilizar el método de deliberación MÉTODO DE LA DELIBERACIÓN Habrá momentos en la vida que para buscar y vivir la voluntad de Dios no sea lo más adecuado el discernir. Cuando estamos en una época en que no tenemos muchos movimientos espirituales (tiempo tranquilo, le llama San Ignacio), entonces podemos recurrir a la DELIBERACIÓN [177-183]. En un ambiente de oración razonamos para ver qué es lo mejor, cuál es la decisión más evangélica. Los pasos son: Previo: antes de iniciar la deliberación debo reconocer con sinceridad ¿a qué me inclino?, esto para manejar conscientemente mi inclinación y que no se convierta en ruido durante el proceso, sino que facilite el ambiente para la deliberación. Propongo concreta y claramente lo que voy a someter a elección: elección de una u otra cosa (sí-no) elección de entre diversas cosas (tres o más posibilidades) Actualizo mi actitud de apertura y disposición para buscar solamente el reino de Dios. Fortalezco mi indiferencia (principio y fundamento), en oración y con todo mi corazón le pido al Señor que me mueva a lo que sea más su voluntad en forma clara. Razonar ventajas (pros) e inconvenientes (contras) de cada una de las posibilidades. Pros y contras para mí y para quienes afecte mi decisión. Para hacer un listado de pros y contras lo más completo y objetivo posible, es muy conveniente que le pida a algunas personas muy cercanas, que me conozcan muy bien y me amen, que me aporte los pros y contras que ellos ven, que me hagan un comentario sobre mi listado de pros y contras. Jerarquizar los pros y los contras, con el criterio de qué es lo que más me lleva a vivir plena y eficazmente la voluntad de Dios. Hacer la elección razonable en la fe: ¿hacia dónde se inclina la razón iluminada por la fe? ¿cuál es la conclusión que pesa para mí desde la fe? Confirmar la elección: Llevar esta elección a la oración, dialogarla con Dios y pedirle claridad y confirmación. Ir a la Eucaristía, ofrecerle a Dios la elección para que Él me la reciba y confirme. Otra manera de confirmar es, en ambiente de oración, imaginar: Que ya estoy poniendo en práctica lo que decidí, considerar como me siento metido de lleno en esa decisión. Que aquello que decidí, pensando en la mayor gloria de Dios, se lo sugiero a una persona desconocida, deseando su bien y su plenitud. Que estoy en “artículo de muerte” ¿qué hubiera querido elegir? ¿cuál hubiera sido la mejor decisión? Que estoy en el día del juicio, entonces pensar cómo querría haber hecho mi deliberación, y cuál querría hubiese sido mi decisión. Nota: estas formas de confirman, suponen que al hacerlas yo experimentaré alguna moción y dependiendo de la calificación que haga de esa moción (consolación o desolación) podré entonces dar por confirmada o no mi decisión. Si mi decisión se ve desconfirmada entonces iniciaré nuevamente el proceso. Ya confirmada la elección la compartiré con mi comunidad, o con mi acompañante espiritual, o con algún amigo cercano para pedir su sentir sobre mi decisión. Operativizar la elección, tomando en cuenta: Que los contras de aquello que elegí serán ahora riesgos, a los cuales debo buscar y poner medidas para manejarlos correctamente y/o evitarlos. Que los contras de aquello que no elegí deberán formar parte del modo correcto del proceso de transición. Esto sólo en los casos que lo piden, por ejemplo: cuando por hacer lo que decidí implique dejar otro compromiso anterior. Notas : Si nuestra elección es sobre algo que puede después modificarse entonces sólo debemos estar atentos, a través del discernimiento, su confirmación o no a lo largo de nuestra vida. Pero si es una decisión de muy relevante para nuestra vida, entonces debemos deliberar con más cuidado y fineza, pues la decisión podría ser irreversible. El supuesto básico de toda deliberación es que decidiremos entre dos bienes, nunca entre un bien y un mal.