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Perdón, Padre Pedro
Por: Raúl Jiménez Lescas
Templo de Nuestra Señora de La
Mercedhttps://www.flickr.com/photos/jicito/10407734406
Nací en el barrio de La Merced, en Oaxaca, centro para ser exactos. El Padre
Pedro era el mero mero del templo y del barrio. No importa cuando nací, lo
que importa es que soy de ese barrio, que en la colonia fue un barrio de
indios por decreto de su majestad, el rey de España. ¿Alguien tenía que
trabajar para los señores y señoras, no?
Pero con el tiempo, después de consumada la Independencia, se fue
volviendo un barrio clasemediero… Según el tío Juanito, que en realidad se
llama Eduardo Lescas, nuestra bisabuela, doña Herminia, se gastó todos sus
ahorros de maestra para comprar una casa en ese barrio. Yo creo que fue una
buena inversión.
La compró un 14 de julio de 1947, yo creo que la bisabuela era
simpatizante de la Revolución Francesa… porque los Lescas se sienten
descendientes de franceses, pero yo les he demostrado una y otras vez que
somos una mezcla de españoles y zapotecos, como casi todo México. Los
franceses que derrotamos en la invasión, algunos se quedaron por ahí y la
mayoría se fueron llorando a su país, algunos eran alemanes, otros belgas
(los más perrones), austriacos y el grueso eran franceses.
Costó 2 mil pesos de los de antes. La bisabuela, los sacó de sus senos,
porque ahí los llevaba. No había tarjetas de débito ni cheques al portador.
Eso dijo el tío Juanito y, yo, le creo. Doña Herminia era de mi edad, como una
sesentona, pero, a diferencia de mí, que soy un desastre, ella se compró una
casa para sus descendientes.
Por eso siempre he admirado a mi bisabuela Herminia, que ni conocí,
pero mi abuela Carmelita y mi madre Zoila hablaban maravillas de ella, claro
sí les dejó una casota, pues quién no.
La casa estaba en la calle de la Avenida Hidalgo número 90, pero
cuando la ciudad creció se volvió el 1210. Estaba a la vuelta de la iglesia de la
Merced y del mercado. Ahí convivimos por años… De hecho me acuerdo muy
bien del mercado porque ahí se hacían las mejores memelitas del planeta y,
no estoy exagerando, ya que Ucrania no come memelitas. Pero mis tías
tenían diferencias entre ellas, unas decían que estaban deliciosas, otras que
la gordita (literalmente gordita pero simpática) era una “cochina”. Sea
como sea a mi las memelas de la gordita me fascinaban.
Luego me di cuenta que me echaba ojitos, pero como yo era un niño,
pues no entendía esos mensajes de las mujeres. Ahora lo entiendo, pero ya
murió y murió haciendo las mejores memelas del mundo. Nunca la voy a
olvidar.
Así que ahí andaba el Padre Pedro. Era su parroquia, su iglesia y su
barrio. Nos conocía a todos porque le confesamos nuestros pecados: padre
confieso que he pecado… Yo no. Yo nunca pequé por eso nunca me confesé.
Era un buen chico, medio cabrón o cabrón y medio, eso decía mi mamá.
Un día me formé en la misa dominical para comerme el cuerpo de
Cristo y, el Padre Pedro, me dijo: no puedes comer la hostia… Y le dije: ¿Por
qué? Pues porque no me dices tus pecados… así que dejé ese acto de
canibalismo de comer un cuerpo humano, aunque sea simbólico.
Yo pensé que la relación entre el Padre Pedro y yo había empezado
mal, bueno, a la distancia la veo así, pero era un buen tipo, alto, agradable,
güero, simpático y se tiraba unos sermones mejores que Cristo en la
Montaña. Además tenía un carro de carreras fabuloso que todos soñábamos
con manejarlo, pero nunca nos dio un aventón.
Mi madre siempre me mandaba a misa y me daba, creo, que un tostón
para la limosna, pero yo me compraba dulces y el Padre Pedro, me veía que
no ponía la limosa.
Lo admiraba mucho porque era un buen padre… Pero entramos en
conflicto por el Fútbol. Al Padre Pedro no le gustaba ese deporte, pero
nosotros éramos niños que nos fascinaba jugar a la pelota, casi como
brasileños, pero éramos oaxaqueños. Entonces jugamos al Fut en el atrio,
cuando quitaron el mercado. El Padre se iba de su iglesia a no sé dónde, unos
dicen que era mujeriego, otros que tenía un rancho, pero a mi nada me
consta. Me consta que me regañaba pero lo demás, pues no me consta.
Estábamos jugando cuando llegó el Padre Pedro y nos sacó del atrio,
muy enojado: esta es la casa de Díos Padre no una cancha de Fut. Tomamos
el balón y nos fuimos. Así un día tras día, de lunes a lunes… Nunca
entendimos las razones. Éramos necios como Gabino Barrera.
Después se enojó conmigo el Padre Pedro porque me hice monaguillo
de la Iglesia de San Agustín. ¿Pero cómo? Ese es otro barrió y otra iglesia. Al
primo Gus le dio por ser monaguillo y me emboló. Total… no le daba gusto al
Padre Pedro…
A mi me gustaba mucho lo que hacía con el día de la Samaritana. Mi
mamá me mandaba con jarras de a litro por el agua… Se lucía el Padre
Pedro… pero después de ir dos veces a recoger agua, decía: dile a tu mamá
que no abuse. Siempre observaba a sus feligreses y pues, yo era medio
manchado con el Padre Pedro.
Pero definitivamente me fascinaba su interpretación de las 7 palabras
(¿son 7?). Nos ponía como romanos y luego hacía temblar el templo cuando
el Nazareno muere. Era algo increíble… Y mi papá me decía: vamos a nadar…
siempre le gustaba nadar y en especial en la Semana Santa, pero yo estaba
en la iglesia escuchando al Padre Pedro.
Luego nos dio por jugar al Fut en la calle, otras veces a jugar a las
canicas en el zaguán de la casa, luego jugar al béisbol… en fin éramos
polifacéticos o no sé qué. Le entraban todos, los tíos, los primos, los
vecinos… Eran torneos de barrio. Mi mamá me decía: no te juntes con César
porque es un vago… ¿Todos éramos unos vagos de la calle? Yo creo que sí,
unos más vagos que otros, pero vagos de la calle. Nos gustaba andar en la
calle, jugar en la calle, andar en la calle y, para colmo, en Hidalgo 1210, había
una piedra donde vagiábamos. Ahí pasaban horas, hablando, chismeando y,
entonces sí, ya veía a las mujeres pasar. Como era también la casa un taller
mecánico, ya ven, los mecánicos decían cosas inapropiadas a las mujeres
que pasaban… La verdad no me acuerdo… pero creo que muchas mujeres se
daban la vuelta para no pasar por el 1210.
Había una vecina que usaba minifalda y se movía como bailando al
Rock. Y todos esperaban a que pasara. Ella se daba vuelo… Y le decían cosas…
Pero como yo era un niño, no le encontraba chiste ver pasar a una mujer en
mini, pues a mi sólo me interesaba el Fut.
¿Ustedes creen que le iba a decir esas cosas al Padre Pedro?
Luego se enojó conmigo porque no fui a la doctrina ni hice la “Primera
Comunión” en La Merced. Yo no sé porque mi madre me mandó a la
doctrina a la iglesia de Las Nieves y ahí hice mi primera comunión. Por ahí
anda una foto que jamás voy a publicar, verdad. Recuerdo que me dieron
tamales: de amarillo, de mole, de verde, de chepil (que me fascinan)...
Ahí sí me confesé: tiré todos mis pecados en el oído del padre: me
como 4 memelitas, juego al fut y hago enojar al Padre Pedro, me gustan
“Los Bicles”, soy vago de la calle, en fin un desastre de niño, pero buena
gente no he matado a nadie y mi defecto más grandes es que Amo a Lennon.
Le juro Padre que no vi la minifalda de mi vecina, por Dios, se lo juro. Ok.
Hijo reza 4 Padres Nuestros y 4 Aves Marías. ¿Sí lo sabes, verdad? Sí, padre.
Así que hice mi primera comunión.
Y un día se enojó conmigo porque le dije: Padre, porque sí Jesús es
Nazareno, la iglesia está en Roma… Uy… me dijo de todo yo creo que “rasgó
mi dolor con sus dedos y me mató suavemente con su sermón”. Me dijo ya
no vengas a esta casa sagrada de Díos.
Pero yo no entendí las razones porque estaba en la pubertad y no
medía las consecuencias. Así que fui a verlo y le dije: Padre. Estoy leyendo a
un filósofo que se llama Karl Marx y dice que la “religión es el opio de los
pueblos”. Obvio me corrió a patadas de la iglesia.
Yo, la neta no sé a qué sabe el opio, porque tomo mezcal. Tampoco sé
sus efectos pues nunca he fumado opio, pero el tal alemán tenía razón.
Y esa fue la última vez que lo vi, porque me fui a la UNAM en 1979 a
estudiar y no supe más de él. Yo creo que era un buen tipo, mi mamá decía
que era mujeriego, pero no me consta; otros decían que era ricachón, pero
tampoco me consta. Me consta que me regañaba y creo, la verdad, que tenía
razón.
Nunca debía jugar a la pelota en la casa de Díos, debí hacer la casa del
fútbol pero no se me ocurrió. Ya es tarde. Padre Pedro, perdón. Lo hice
enojar mucho y no fue mi intención.