PRINCIPIA 25(1): 125–156 (2021)
doi: 10.5007/1808-1711.2021.e71458
Published by NEL — Epistemology and Logic Research Group, Federal University of Santa Catarina (UFSC), Brazil.
KEPLER
Y EL
TEOREMA FUNDAMENTAL
KEPLER
DE LA
ÓPTICA
AND THE FUNDAMENTAL THEOREM OF OPTICS
CARLOS ALBERTO CARDONA
Universidad del Rosario, Bogotá, COLOMBIA
carlos.cardona@urosario.edu.co
Abstract. The article discusses the arguments with which Kepler demonstrates what we
will call the fundamental theorem of optics. According to this theorem, a homocentric beam
of light that passes through a transparent sphere, provided that the amplitude of the beam
is small, is concentrated again at one point on the other side of the sphere. We show how
the philosopher, using geometric analogies as paper tools and despite relying on both an
imprecise law for refraction and certain approaches, came to an outcome that tradition incorporated as promising. Indeed, modern tradition incorporated the theorem by correcting
what, in his view, were methodological errors.
Keywords: law of refraction • images • eye • camera obscura
RECEIVED :
12/02/2020
REVISED :
30/07/2020
ACCEPTED :
29/12/2020
1. Introducción
La obra publicada de Johannes Kepler (1571-1630) es una mina de oro para historiadores y filósofos de la ciencia porque, entre otras razones, el autor no oculta la lógica
del descubrimiento. Sus escritos exhiben generosamente los intrincados caminos de
la heurística que lleva a sus resultados. Se conoce, por ejemplo, que el autor llegó a
las tres leyes de la mecánica celeste, que llevan su nombre, no solo gracias a los datos
acopiados por Tycho Brahe (1546–1601), sino también al gran esfuerzo por acoplar
la información con una mecánica del cielo ajustada a ciertos principios aristotélicos
leídos bajo la influencia del neoplatonismo.1 La astronomía moderna supo valorar
los resultados del pensador alemán, pero tuvo que asimilarlos a una nueva mecánica
celeste. Isaac Newton (1642-1727) ofreció posteriormente nuevas demostraciones
de tales leyes a partir de supuestos completamente diferentes a los de Kepler.
Kepler tenía gran aprecio por las analogías. Buena parte de su heurística se apoya
en seguir las pistas que le ofrecen ciertas analogías cuidadosamente seleccionadas.2
Charles Sanders Peirce (1839-1914) ofreció una interesante y precisa descripción de
la metodología kepleriana:
Su admirable método de pensar consiste en formar, en su mente, un diagrama o bosquejo de representación del intrincado estado de cosas ante él;
⃝
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omitiendo todo lo que fuese accidental, mientras se retiene lo que es esencial, observa las relaciones sugestivas entre las partes del diagrama, realiza
diversos experimentos sobre este o sobre los objetos naturales y toma nota
de los resultados (1985, p.294).
Los diagramas que menciona Peirce desempeñan el papel de herramientas que
conducen o controlan los razonamientos del filósofo. Como sugiere Arianna Borelli,
tales diagramas fungen como “herramientas de papel” (2017, pp.60–61). Los diagramas, en cierto sentido, anticipan las características del fenómeno a estudiar. Valeria
Giardino defiende que los diagramas, utilizados como herramientas cognitivas, no
son simplemente una imagen sinóptica del objeto matemático en cuestión, sino que
sugieren, además, algún tipo de intervención racional (2017, p.500). La aplicación
de diagramas en la heurística de Kepler no se reduce a ilustrar un resultado, sino que
resulta esencial en la creación y evaluación del mismo. Pretendo mostrar que los diagramas de Kepler, incorporados en su heurística, son ejemplares de las valoraciones
de Giardino y Borelli.
Como advierte Albrecht Heeffer “Aunque los diagramas obviamente recurren a
nuestras capacidades visuales, no se limitan a meras acciones visuales, sino que implican operaciones mentales cinéticas” (2017, pp.145–46). Algunos elementos de las
operaciones cinéticas que demandan los diagramas de Kepler quedarán más claros
si el lector sigue las modelaciones dinámicas que acompañan algunas de las figuras.
Si la figura tiene modelación, en paréntesis cuadrados aparece el enlace que lleva a
ella y se informa acerca de los elementos geométricos que el lector puede modificar
a su antojo.
En el artículo seguimos con cuidado los intrincados caminos de la heurística que
llevaron al pensador a uno de los resultados más estimados de la óptica moderna.
Mostramos cómo, a pesar de apoyarse en una ley imprecisa para la refracción y confiar en ciertas aproximaciones que suponen intervenciones sobre diagramas, supo
compensar los errores, omitiendo lo accidental mientras retenía lo esencial, para conseguir que los diagramas o bosquejos le llevaran en una dirección prometedora.
Cuando Kepler llegó a la corte de Praga, recibió la triste noticia de la muerte
de Tycho Brahe, justo en el momento en el que empezaba a conformarse la alianza
estratégica entre dos gigantes. Tycho murió en 1601. Los familiares del astrónomo,
herederos de sus pertenencias, iniciaron una agria disputa con el emperador y conservaron por un tiempo la custodia de los instrumentos y de los datos acopiados por
el investigador a lo largo de toda su vida. Esta disputa obligó a una reformulación del
plan de trabajo de Kepler, quien heredó el cargo de matemático imperial. En una carta
de 1602 dirigida a su amigo Herwart von Hohenburg (1553–1622), Kepler explica:
A causa de que mis tareas se han puesto en duda, he asumido la obligación
de ocuparme de dos trabajos. El primero estará listo en la Pascua [1603] y
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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se ocupará de comentarios sobre la teoría de Marte [. . . ]; el segundo, que
estará finalizado en 8 semanas, es la parte óptica de la astronomía. (Citado
en Voelkel, 2001, p.147).
El primer trabajo dio origen a la Astronomia nova; el segundo, Ad Vitelionem paralipomena, quibus Astronomiæ pars optica traditur (1604), en adelante Paralipomena,
reunió las más importantes contribuciones al estudio de la óptica.
Uno de los resultados más valiosos de la óptica moderna consiste en concebir la
estructura ocular a la manera de una cámara obscura. El orificio de la cámara hace
las veces de la pupila; el lente que se dispone a la entrada simula el cristalino y la
pantalla posterior funge como la retina. Durante el siglo XX, el recurso fue sometido
a una severa crítica y se le hizo responsable de la emergencia del mito del teatro
interior. Al margen de las críticas, el uso del recurso facilitó una gran cantidad de
hallazgos tanto empíricos como teóricos a propósito del estudio de la dinámica del
sistema ocular.
Si bien antes del siglo XVII hay una copiosa literatura centrada en la perplejidad que producen las imágenes observadas a través de agujeros, sólo después de la
publicación de los Paralipomena, se acogió con convicción el símil de la cámara obscura como un recurso para estudiar el funcionamiento ocular. La aceptación de la
propuesta en su forma madura tuvo que enfrentar tres dificultades poderosas, todas
ellas resueltas en el tratado de Kepler: ofrecer un protocolo matemático para anticipar cómo se forman las imágenes de un objeto luminoso cuando se recogen sobre
una pantalla en una cámara que contiene un pequeño agujero; anticipar el comportamiento de la luz cuando atraviesa una lente esférica; y reconocer el protagonismo
de la retina en la recepción de copias pictóricas de los objetos externos.
Se puede discutir si fue la analogía de la cámara la que condujo a la imagen retiniana o si fue, más bien, el reconocimiento de la imagen retiniana lo que contribuyó
a darle fuerza a la analogía. Stephen Straker defiende la primera perspectiva (1971,
p.453). En el artículo muestro que la propuesta de una pintura retiniana, en parte,
se fortalece a partir de un cuidadoso seguimiento de los trayectos imaginados para la
luz.3 No obstante, una comprensión completa del proyecto de Kepler demanda considerar la fina distinción que traza el autor entre pintura retiniana e imagen mental.4
Estos dos elementos acoplados le dan fuerza al símil de la cámara obscura. David
Lindberg señala que si bien no contamos con herramientas para decidir finalmente
qué aportó a qué, no fue la analogía la base definitiva para construir la teoría kepleriana de la visión (1976, p.205-206). Lindberg se opone a la segunda alternativa
aduciendo que Kepler acogió las estructuras teóricas dadas por los perspectivistas
clásicos. En ese orden de ideas, Kepler es, a los ojos de Lindberg, la figura que cierra
la tradición perspectivista (1976, p.207). Si bien, el núcleo del artículo no tiene que
ver con la distinción pintura/imagen, se puede aducir, como lo hacen R. Chen-Morris
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(2009) y A. Malet (1990), que la distinción introduce una ruptura central con la
tradición óptica.
La solución a la segunda dificultad puede, para su análisis, dividirse en dos problemas independientes: (i) hallar una ley cuantitativa confiable que subsuma el comportamiento de la luz cuando pasa de un medio a otro (refracción) y (ii) aplicar dicha
ley para el caso que se restringe al paso de la luz a través de una lente esférica. El
segundo de estos problemas llevó a Kepler a defender un resultado que, por la importancia que tiene en relación con las pesquisas posteriores, denominaremos Teorema
Fundamental de la Óptica. Kepler presentó el teorema en los siguientes términos:
Yo digo que esta pintura [la que se recoge en la retina] consiste de tantos
pares de conos [conorum] como puntos hay en el objeto visto. Estos pares
tienen la misma base, la amplitud del humor cristalino, o una pequeña parte
de él, así que uno de los conos está dispuesto con su vértice en el punto visto
y su base en el cristalino (aunque ésta resulte ligeramente afectada por la
refracción que se da en la córnea), en tanto que el otro, tiene la base en
el cristalino, semejante al primer cono, mientras el vértice, en algún punto
de la pintura, alcanza la superficie de la retina después de someterse a la
refracción originada desde el cristalino. (Paralipomena, V, p. 182; GW, p.153)
El sentido del teorema se hace más claro si nos valemos de un diagrama (Figura
1). Sea A un punto radiante ubicado sobre el eje ocular. A radia luz en todas las
direcciones; en particular, en el cono que tiene como base el fragmento BB ′ que se
acerca a los bordes de la pupila.
Figura 1: Despliegues de conos de luz en el ojo
Entre la córnea y la cara anterior del cristalino, la luz sufre una primera refracción. En este trayecto, muy corto, los rayos se pliegan levemente hacia la normal. Así
entonces, los rayos externos se desplazan de B a C y de B ′ a C ′ . Al ingresar al siguiente
humor, estos rayos sufren una refracción más intensa, se acercan mutuamente hasta
reducirse a la región más estrecha DD′ en la parte posterior del cristalino. Dado que
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el humor vítreo es menos denso ópticamente que el cristalino, se provoca una nueva
refracción que acerca los rayos hacia la tangente a la cara posterior del cristalino en
los puntos de incidencia. Los nuevos rayos convergen hacia el eje del globo ocular y
se reúnen precisamente en el punto E sobre la retina.
Nos vamos a ocupar en el artículo de la compleja estructura del argumento kepleriano que conduce a la defensa del teorema. Para ello dividiremos el texto en cuatro
apartados. Primero, sin entrar en detalles, nos detenemos en la formación de imágenes a través de agujeros. Segundo, sin detenernos tampoco, presentamos la ley de la
refracción de la que se valió Kepler para la demostración del teorema. Tercero, atentos a los detalles, mostramos cómo es posible derivar el teorema a partir de la ley
mencionada y señalamos tanto las aproximaciones que implican razonamientos cinéticos con diagramas, como los errores a la luz de la tradición moderna. Por último,
hacemos alusión a dos demostraciones modernas para mostrar que así como Newton
corrigió las maniobras de Kepler para incorporar las leyes del movimiento planetario
a la nueva física, los investigadores modernos hicieron lo propio para incorporar el
teorema fundamental a la nueva óptica.5
2. El problema de los agujeros
Dos hechos especiales dirigieron la atención de Kepler hacia sus investigaciones en
óptica: el pronunciado desplazamiento al color rojo que exhibe la Luna durante un
eclipse lunar y los cálculos que Tycho Brahe hizo a propósito del diámetro de la
Luna valiéndose de las imágenes contempladas a través de cámaras con orificios muy
pequeños. Tycho estableció que el diámetro de la Luna durante un eclipse solar se
reduce una quinta parte en relación con el diámetro observado en Luna llena.6 Este
paradójico resultado, que de hecho implicaba que era imposible que pudiera darse un
eclipse total, indujo a Kepler a pensar que había un error importante en los cálculos;
error que exigía una clarificación completa de la formación de imágenes ópticas en
esta clase de dispositivos.
En el tratado de óptica Kitāb al-Manāzir (De Aspectibus), en adelante Aspectibus,
el filósofo árabe Alhacén (965–1040), se sugiere un diseño experimental a partir de
un conjunto de velas encendidas que dejan ver sobre una pantalla en una cámara a
la que se le ha practicado un diminuto orificio (Aspectibus, I, 6.85). Con el diseño,
Alhacén quería probar que las especies —semejanzas de los objetos— no se obstaculizan mutuamente en su tránsito cuando se ven obligadas a atravesar pequeños
agujeros. El estudio de la formación de imágenes a través de agujeros demanda resolver un problema sugerido por Aristóteles: «¿Por qué el Sol, cuando pasa a través
de cuadriláteros, no forma figuras rectilíneas sino círculos?» (2004, 911b). Si frente
al Sol interponemos una pared con un pequeño agujero cuyos bordes definen un poPRINCIPIA 25(1): 125–156 (2021)
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lígono y buscamos al otro lado de la pared la imagen que forma el astro sobre una
pantalla, sorprende que a una distancia adecuada observemos una imagen circular
en lugar de la figura del polígono que delimita al agujero. Fueron varios los intentos
de destacados pensadores encaminados a resolver el problema antes de que Kepler
ofreciera la solución definitiva.7
La idea básica de Kepler para resolver la dificultad, obviando los detalles matemáticos, es la siguiente (Paralipomena, pp. 55-71; GW,8 pp.46-61): desde cada uno
de los puntos del objeto luminoso emanan pirámides de multiplicación; éstas, al ser
obstaculizadas por la pared que contiene el agujero, proyectan, sobre el fondo, una
imagen que reproduce la forma del agujero. Al iterar el proceso con cada uno de los
puntos de la cara visible del objeto, se consigue una rapsodia de contrastes sombrailuminación ajustada al siguiente patrón: una silueta que copia una forma invertida
del objeto, bordeada por un gradiente de sombras que perfilan imágenes derechas
del agujero. Si el agujero es muy pequeño, las sombras que bordean la silueta tienden
a desaparecer; si el agujero es de tamaño considerable y la pantalla está muy cerca,
la figura dominante es la del agujero, bordeada de gradientes de iluminación que
perfilan la silueta del objeto. Un seguimiento del uso de diagramas en las pesquisas
de Kepler al respecto pone en evidencia, también, las tesis que queremos defender
en el artículo.
A comienzos del siglo XX, el mundo occidental conoció, gracias a la traducción
al alemán, un estudio clásico detallado de la cámara obscura como un instrumento
de observación de los eclipses. El estudio proviene de Alhacén. Este tratado puede
reportarse como el primer estudio matemático cuidadoso de la formación de imágenes en un dispositivo como la cámara obscura. Algunos de los resultados del escrito
coinciden con los análisis de Kepler. No obstante, no hay indicio de que Kepler tuviese
conocimiento alguno de dicho trabajo (Straker, 1981, p.176 n. 11).9
Si la comparación del ojo con una cámara obscura es razonable, las pinturas
recogidas en la retina tendrían que acompañarse de tenues sombras provocadas por la
proyección de la abertura de la pupila, como se desprende de la teoría de Kepler. En el
siglo XVII no había forma de poner en evidencia esa expectativa. A mediados del siglo
XIX, Herman von Helmholtz (1821-1894), el inventor y creador del oftalmoscopio,
probó que las pinturas retinianas, efectivamente, están bordeadas por círculos difusos
provocados por la proyección de la pupila (2005 [1909], vol.1, pp.121–32).
3. Ley de la refracción
Kepler era consciente de que sólo al contar con una ley precisa para la refracción,
podría descontar los efectos engañosos en las observaciones astronómicas como resultado de la modificación de los trayectos de la luz al pasar del éter celeste al aire
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que circunda la Tierra y al atravesar las esferas cristalinas del ojo. El científico se
empeñó en hallar un instrumento matemático ––diagrama–– que pudiera anteponer
como analogía. Así las cosas, al manipular las variables del instrumento conforme
a una regla, se podría anticipar el ángulo de refracción esperado para cada ángulo
de incidencia posible. Se ensayaron tres familias de analogías, cada una con varios
ejemplares como alternativas. Las dos primeras fallaron al contrastar las expectativas
teóricas con la información empírica disponible para la transición de la luz desde el
aire al agua. La tercera familia condujo a un resultado que, aunque era muy diferente a la ley de Snell-Descartes, coincidía con la información empírica para ángulos
pequeños.
A propósito de la información empírica disponible, Kepler se valió de la tabla que
Witelo (1230-1314) transcribió de Ptolomeo (100-170). La tabla de Witelo (Tabla 1)
presenta los ángulos de incidencia y refracción medidos con respecto a la normal y
presenta también la desviación del rayo refractado con respecto al incidente.10
Ángulo de incidencia
Desviación
Ángulo de refracción
10
20 5’
70 45’
20
40 30’
150 30’
30
70 30’
220 30’
40
110
290
50
150
350
60
190 30’
400 30’
70
240 30’
450 30’
80
30
500
Tabla 1. Datos de Witelo
Fuente: Los datos se encuentran en Risner, 1572, X, 8, p.412 y son citados por Kepler, con las
correcciones señaladas en la nota anterior, en Paralipomena, p.128, GW, p.109.
Primera familia de analogías. Kepler asumió que las variables a tener en cuenta en
la ley de la refracción debían ser la diferencia entre las densidades ópticas de los
medios y la magnitud del ángulo de incidencia (Paralipomena, IV, p.96, GW, p.81).
Los ejemplares de los diagramas empleados se ajustan al siguiente esquema. Disponer
un par de segmentos en un arreglo geométrico de tal manera que: (i) las longitudes
de ellos estén en la misma proporción que las densidades ópticas de los medios y
(ii) el arreglo sugiera un protocolo para anticipar el curso que seguiría un rayo de
luz que viene de una fuente puntual y atraviesa la superficie de interfase entre los
dos medios. El investigador exploró doce ejemplares ajustados al esquema propuesto.
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Todos los intentos fallaron en la tarea de anticipar la información recogida en la tabla
de Witelo (Paralipomena, pp.101-10-4; GW, pp.84–8).
Segunda familia de analogías. Kepler dejó de concentrarse en la diferencia de densidades ópticas entre los medios y quiso fijarse, más bien, en el lugar aparente de
las imágenes de objetos cuando estos se contemplan desde el segundo medio. Dada
cierta similitud que el autor notaba entre las imágenes producidas en un espejo esférico y las observadas en virtud de la refracción, llegó a pensar en la posibilidad de
encontrar una superficie cónica que, funcionando como un espejo, pudiera sustituir
la interfase entre dos medios con densidades ópticas diferentes y replicar el mismo
patrón de formación de imágenes (Paralipomena, pp.110-123; GW, pp.93–104). En
su orden, Kepler ensayó con hipérbolas, elipses y finalmente, parábolas. De nuevo,
las expectativas teóricas no se ajustaron a la información empírica. A pesar del fracaso; una cierta articulación de las dos familias habría podido conducir a la Ley de
Snell-Descartes.11
Tercera familia de analogías. Kepler concibió la posibilidad de analizar la causa de
la refracción a partir de dos componentes. Para establecer el primer componente,
el autor conjeturó que: «[s]i el medio mismo pudiera ser considerado de manera
aislada, con respecto a su densidad, el ángulo de refracción debería ser proporcional
al ángulo de incidencia» (Paralipomena, IV, p.124; GW, p.105). El autor esperaba que
la refracción, de suyo, fuera provocada por la diferencia de densidades ópticas de los
medios. Del seguimiento de los argumentos se infiere que Kepler estaba pensando en
la desviación, a saber: d = r − i, más que en el ángulo de refracción. Tal componente
se puede, entonces, sintetizar con la siguiente expresión: d1 = ki, d1 representa el
primer componente de la desviación, i es el ángulo de incidencia y k una constante
de proporcionalidad que debe ser función exclusiva de la diferencia de densidades
ópticas de los medios. Tal constante es vital en la deducción del teorema fundamental.
Como segundo componente, el filósofo propuso, además, una resistencia del nuevo medio, de suerte que esta fuese mayor cuanto mayor fuese el ángulo de incidencia
(Paralipomena, IV, p.124; GW, p.105). Argumentos asociados con la metafísica de la
luz llevaron al autor a sostener que la desviación adicional, si el segundo medio es
de mayor densidad óptica que el primero, es función de la secante del ángulo de refracción.12 Así las cosas, el primer componente obedece a la diferencia natural de los
medios y a la circunstancia accidental del grado de inclinación del rayo incidente; en
tanto que el segundo obedece al aumento accidental de la resistencia que ofrece el
segundo medio en virtud de la inclinación accidental del rayo incidente. Después de
seguir con atención algunas variantes del argumento inicial y los cálculos que sugiere el autor (Paralipomena, pp.124-29; GW, pp.105–9), se puede sintetizar así la ley
propuesta por Kepler: i − r = ki sec r.13 Gerd Buchdahl (1972, pp.293–4), usando
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′
expansiones de Taylor, mostró que la expresión, con k = k k−1
′ , puede reescribirse en
la forma:
(k′ − 1)(k′ − 2)
2
′
sen(i) = k sen(r) 1 −
sen (r) + . . .
6
La ley de Kepler se acerca a la de Snell-Descartes si descontamos las potencias superiores de sen(r), lo que se justifica cuando los ángulos de refracción son pequeños.
Igualmente, si el ángulo de incidencia es muy pequeño, también se puede esperar
que i y r varíen en forma directamente proporcional.
Los cálculos que muestran que la pretendida ley de Kepler acoge con alguna aproximación la información de Witelo son muy complejos. El autor invita a considerar
como dada una pareja de datos confiables e invita al lector, a manera de problema,
a calcular el ángulo de refracción para cualquier incidencia posterior. Kepler tomo
(80◦ , 30◦ ) como pareja confiable de la tabla de Witelo (Tabla 1). Con esos datos se
puede estimar la constante de proporcionalidad. Dada la constante y un ángulo de
incidencia, no resulta fácil evaluar el ángulo de refracción esperado. El filósofo hizo
una aproximación por iteraciones siguiendo el método de la regla-falsa (Regula-falsi).
Asume, primero, que la contribución de la segunda componente es nula; reconoce,
por ello, que el cálculo que obtiene para la refracción es equivocado; hace una nueva valoración considerando ahora que la contribución de la segunda componente se
puede tener en cuenta a partir del ángulo de refracción establecido en el primer intento. El filósofo sabe que esta nueva valoración también es equivocada, pero arroja
un valor más cercano al esperado. Así que realiza un nuevo cálculo con esta nueva
estimación y sigue iterando el procedimiento hasta que los valores así calculados ya
difieren muy poco (Paralipomena, V, pp.127–9; GW, pp.108–9). La tabla 2 muestra
los resultados que obtuvo Kepler y los compara con la información de Witelo. Kepler agrega la estimación esperada para el caso en el que se considere un ángulo de
incidencia de 90◦ .
La ley de Kepler no coincide con la que la tradición moderna posteriormente
acogió. No obstante, los resultados esperados se acercan cuando los ángulos son pequeños. En particular, se puede esperar que, en esos casos, no hay mayor desviación
al aceptar que i y r varían en proporción directa. Kepler también pudo estimar la refracción esperada cuando el ángulo de incidencia se acerca a un ángulo recto. Como
vemos en la siguiente sección, este par de resultados desempañan un papel importante en la deducción del teorema fundamental.
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i
d1
d2
d 1 + d2
Desviación
citada por
Witelo
10◦
2◦ 25’
0◦ 1’
2◦ 26’
2◦ 15’
20◦
4◦ 49’
0◦ 10’
4◦ 59’
4◦ 30’
30◦
7◦ 14’
0◦ 35’
7◦ 49’
7◦ 30’
40◦
9◦ 39
1◦ 23’
11◦ 2’
11◦
50◦
12◦ 4’
2◦ 42’
14◦ 46’
15◦
60◦
14◦ 28’
4◦ 40’
19◦ 8’
19◦ 30’
70◦
16◦ 52’
7◦ 19’
24◦ 11’
24◦ 30’
80◦
19◦ 17’
10◦ 43’
30◦
30◦
90◦
21◦ 43’
14◦ 47’
36◦ 30’
Tabla 2. Anticipaciones keplerianas
Fuente: los datos se han adaptado a partir de Paralipomena, V, p.128; GW, p.109
4. El teorema fundamental de la óptica
Antes de ocuparse del aspecto puramente geométrico, Kepler acopió la información
central relativa a la anatomía ocular. Al respecto siguió muy de cerca la descripción
que ofreció Felix Platter (1536-1614) en el tratado de 1583 De partis corporis humani
structura et usu. Platter insinuó que es la retina la que tiene facultades de discernimiento (Paralipomena, V, p.178; GW p.150) y advirtió que no hay contacto entre el
cristalino y la retina.14
La tarea de ofrecer una demostración matemática del teorema fundamental demanda un recorrido extenso por otros teoremas y varios lemas auxiliares. Seguiremos este recorrido atendiendo los aspectos centrales. Tal y como ocurrió con las leyes
del sistema planetario, la tradición acogió los resultados del trabajo del hombre de
ciencia (en este caso el teorema fundamental) e ignoró los ricos y profundos procedimientos que llevaron a ellos.
Este fragmento del programa de investigación de Kepler se puede resumir en
cuatro fases. En la primera, el autor estudia el proceso de formación y contemplación
de imágenes cuando se interpone una esfera de cristal entre el objeto y el observador.
En la segunda, introduce una distinción fina entre imagen y pintura. En la tercera,
se establece una analogía entre el funcionamiento del ojo y el caso de la esfera. En
la cuarta fase se demuestra el teorema.
Fase 1: formación de imágenes a través de una esfera cristalina. Imaginemos un objeto
o fuente de luz A al frente de una esfera cristalina de centro I (Figura 2). Se pide
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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encontrar el lugar asignado a la imagen cuando el objeto es visto por dos ojos B y C,
ubicados simétricamente respecto a AI detrás de la esfera de cristal (Paralipomena,
V, p.192; GW, pp.162-163).
Figura 2: Objeto visto a través de una esfera cristalina [https://www.geogebra.org/m/
ujz5q6tv. Objetos dinámicos: A, E y el índice de refracción]
Imaginamos que los recorridos AEFC y AGHB corresponden a los trayectos de
los rayos que, partiendo del objeto, llegan a cada ojo. No tenemos por qué suponer
por ahora que todos los rayos que emergen de A se congregan en D. De hecho, si
el ángulo de incidencia no es pequeño, ese no será el caso. Dadas las condiciones
de simetría, FC y HB se encuentran en un punto, D, sobre AI. De acuerdo con el
criterio establecido por Kepler para la ubicación de imágenes,15 el observador asume
que D define la ubicación de la imagen contemplada.16 Cuando la iluminación de la
esfera es muy tenue, puede ocurrir que observemos la imagen en D como si estuviese
flotando en el vacío. Kepler disfrutó, en el teatro de los artificios en Dresden, trucos
impactantes que se apoyaban en esta idea.17
Fase 2: distinción entre imagen y pintura. Aun cuando, dadas las circunstancias psicológicas que devienen de la iluminación dominante sobre la esfera cristalina, nos
sintamos inclinados a percibir la imagen D contra las paredes de la esfera en el sector
F H (Figura 2), podemos recoger sobre una hoja de papel, que funciona como pantalla, una pintura de A en el punto D. En ese orden de ideas, se puede decir que existe
realmente una copia de A en D aunque por razones de circunstancias ambientales
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nos sintamos inclinados a divisar la imagen en el sector F H. Esto conduce a Kepler
a ofrecer una interesante definición: «Dado que hasta el momento una imagen [Imago] ha sido un ser de razón [Ens rationale], ahora permitamos que las figuras que
realmente existen de objetos sobre un papel o sobre otra superficie sean llamadas
pinturas [picturae]» (Paralipomena, V, p.210; GW, p. 174). La concentración de luz
que se recoge en D por medio de una pantalla física es lo que Kepler denomina una
pintura. La contemplación que adelanta el sensorio valiéndose de los dos ojos B y C
para advertir la ubicación de la fuente de luz en D se vale de la facultad de la imaginación y por eso merece el nombre de imagen.18 Como lo advierte Raz Chen-Morris:
«La naturaleza limitada de los sentidos humanos fuerza a la mente humana a crear
e inventar las construcciones matemáticas que producen una realidad visual inteligible» (2009, p.161). La importancia capital de la actividad psíquica en la formación
de imágenes marca una diferencia central entre Kepler y los perspectivistas.
Judith Field sigue a Lindberg en su empresa de distanciar a Kepler del mecanicismo que le indilga Crombie. En ese sentido, con Lindberg, ella cree que Kepler sigue
las técnicas que heredó de los perspectivistas. Aún así, ella sostiene que la filiación
con los perspectivistas, que hace Lindberg de Kepler, es insuficiente para explicar
por qué este último logró resultados completamente diferentes. Field conjetura que
es el compromiso con el realismo lo que marca la diferencia (1986). A mi juicio, lo
que hace de Kepler un pensador más cercano a la óptica moderna es su apego a las
analogías guiadas por el razonamiento matemático y la importancia dada a la distinción entre pintura e imagen. Adicionalmente, si hay buenas razones para acoger el
teorema fundamental, ya no habría necesidad de restringir la atención del sensorio
sobre los rayos que inciden perpendicularmente al sistema tal como lo defendían los
perspectivistas.
Fase 3: analogía entre el ojo y la esfera de cristal. Imaginemos ahora que la Figura 2
representa un objeto o fuente de luz A, la esfera de centro I modela el globo ocular:
EG representa el sector de la pupila afectado y F H la parte posterior del cristalino.
Una pintura de A debe darse efectivamente en D. Kepler defendió que la retina funge
como una pantalla que permite recoger las pinturas que los objetos externos provocan
en nuestro aparato perceptual. La Figura 3 (tomada de la Dióptrica) muestra la idea
matriz que persigue Kepler: desde cada uno de los puntos F BD de un objeto emanan
haces de luz que encaran una lente GH; después de las dos refracciones esperadas se
forma una pintura invertida del objeto en CAE; esta pintura puede recogerse en una
pantalla.
Fase 4: demostración del teorema fundamental de la óptica. El complejo mecanismo
de explicación propuesto por Kepler exige la conciliación de varios elementos que se
pueden sintetizar así: (a) cada punto de la cara visible de un objeto puede concebirse como el vértice de un cono de radiación cuya base ocupa las dimensiones de la
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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Figura 3: Formación de pinturas detrás de una lente; J. Kepler, (2008 [1611], p.463, Fig. 11)
pupila; (b) los rayos que provienen de cada uno de tales vértices e inciden en la base
mencionada sufren, cada uno de ellos, varias refracciones y, a pesar de la diferencia
de trayectos, convergen nuevamente en un punto que se encuentra precisamente en
la retina; (c) en la retina se forma una especie de pintura que reúne los puntos de
convergencia [concursus punctum], cada uno de ellos asociado con uno y solo un punto de la cara visible del objeto; (d) esta imagen pictórica invierte izquierda-derecha
y arriba-abajo. Este mecanismo demanda una demostración geométrica cuidadosa
de la conjetura central, a saber, todos los rayos que emanan de un punto frente a
un observador convergen nuevamente en un punto después de las refracciones que
sufren a través de los medios transparente que constituyen el ojo. Esta demostración exige, a su vez, probar varios teoremas y lemas previos. Así las cosas, no hay
justicia en la siguiente evaluación de Shapiro: «La investigación geométrica de la refracción de Kepler fue en extenso cualitativa, descriptiva y aproximada» (2007, p.83).
Es verdad que Kepler tenía en sus manos sólo una ley aproximada de la refracción,
también es cierto que en algunos pasajes Kepler se declaró vencido en la tarea de
hallar una ley precisa para ubicar los puntos de convergencia, pero es claro que toda
su investigación estaba animada por un espíritu de precisión geométrica. Enumeraré
los teoremas o problemas en la jerarquía que define la argumentación central, entre
paréntesis indico la fuente en la exposición de Kepler.
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Carlos Alberto Cardona
Problema 1 (Paralipomena, V, proposiciones 13, 15 y 16). Sea una esfera transparente de centro A, con una densidad óptica mayor que la del medio que la envuelve,
y una recta AF que pasa por el centro y funge como el eje de la esfera (Figura 4). El
problema pide hallar los puntos sobre el eje AF tales que los rayos que provienen de
cada uno de ellos (a) no intersecan el eje al otro lado de la esfera; y, por otro lado,
hallar los que (b) sí lo hacen.
Figura 4: Teorema 1 [https://www.geogebra.org/m/bu6t6zcn. Se puede cambiar el índice de
refracción)
La demostración hace uso del siguiente lema.
Lema 1: Consideremos un rayo que incide sobre una esfera transparente en el
punto B formando un ángulo de incidencia i1 (Figura 5). Este se refracta en la dirección BC formando con la normal un ángulo r1 . Cuando este rayo encara la segunda
refracción en el punto C, lo hace formando ahora un ángulo de incidencia i2 . Es claro
que r1 ∼
= i2 . Si admitimos que la ley de la refracción, cualquiera que sea, es reversible,
se tiene:i1 ∼
= r2 .19
Volvamos ahora al problema 1. Sea FAD la recta que funge como eje de la esfera de centro A (Figura 4). Trazamos GL paralelo a AD, con GAD recto. Dado que la
esfera es más densa ópticamente que el medio circundante, cuando un rayo incide
formando un ángulo recto (en este caso LG), el rayo se refracta con el máximo ángulo
de refracción posible. Este ángulo depende exclusivamente de la diferencia de densidades ópticas y se puede calcular con una ley adecuada para la refracción. Kepler,
con su ley, calculó este ángulo para el paso de aire al agua y obtuvo como desviación
36◦ 30’ (ver tabla 2), lo que conduce a un ángulo de refracción de 53◦ 30’.20 Esta es
una aproximación que deviene de las analogías empleadas para derivar la ley de la
refracción.
Trazamos el segmento GH de tal manera que el ángulo AGH coincida con el
ángulo límite de refracción. Después trazamos la perpendicular HI al segmento HA. I
es el punto de corte de esta perpendicular con el eje AF. Dada la reversibilidad de la
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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Figura 5: Lema 1 [https://www.geogebra.org/m/htw2zqfn. Se puede cambiar el ángulo de
incidencia y el índice de refracción]
refracción, probaremos ahora que cada uno de los puntos en el segmento IV (V es el
corte de la esfera con el eje AD) satisface la exigencia (a) planteada en el problema.
Tomemos un punto O que se encuentre en una posición intermedia sobre el segmento IV. C es el punto de incidencia de algún rayo que viene desde O. El mayor
ángulo de incidencia ocurre cuando OC es tangente a la circunferencia (Figura 6).
En este caso, ∠OC E ∼
= ∠I H G (E es el punto de incidencia en la nueva interfase
esfera-aire). Como C es un punto necesariamente por debajo de H, Kepler espera
que C E y H G se crucen en algún punto del segmento H G. Este resultado deviene de
la contemplación del diagrama que hace posible la libertad de movimiento de C que
se restringe entre un punto cercano a V y el momento en el que OC sea tangente
a la circunferencia. Si el lector se auxilia con la modelación, puede seguir las acciones cinéticas que acompañan el razonamiento de Kepler. E M muestra la segunda
refracción esperada; del lema 1 se infiere ∠OC E ∼
= ∠C E M . Es de esperar que la prolongación de M E interseque a AD por delante de la esfera (en K sobre la semirrecta
OI). Si C se desplaza hacia V, conservando O fijo, se esperan ángulos de refracción
menores, lo que provoca un acercamiento de K hacia I. El acompañamiento con la
modelación deja ver este punto con claridad.
La Figura 7 muestra un punto O más alejado de la esfera que I. C es el punto de
máxima incidencia, C E la máxima refracción y E M la segunda refracción. Como en
este caso C es un punto más alto que H, E está a la derecha de GA. Dado que E M es
tangente a la circunferencia en E (por el lema 1), esta recta corta a AD al lado de la
esfera opuesto al lado donde se encuentra O.
La Figura 8 exhibe el mismo punto O y un cierto punto de incidencia C (cercano
a V) para el cual la prolongación de la segunda refracción E M encuentra al eje del
mismo lado en donde se encuentra O.21 Así entonces, los puntos más alejados que I
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Carlos Alberto Cardona
Figura 6: Puntos radiantes en el segmento IV [https://www.geogebra.org/m/bu6t6zcn. Seleccione “Punto O” para tener acceso al punto movible O y restrinja su movimiento al segmento
IV. Objetos dinámicos: O, C y el índice de refracción]
pueden considerarse como fuentes radiantes para las cuales algunos rayos intersecan
al eje al otro lado de la esfera y otros lo hacen de tal manera que su prolongación
corta al eje al mismo lado. Si el lector sigue la modelación, puede variar la elección
de C y notar que para una franja K se encuentra a la izquierda y para otra lo hace a
la derecha.
Kepler conjetura la existencia de un punto límite F sobre el eje AD tal que, más
allá de F toda la radiación que proviene de un punto allí ubicado interseca al eje
al otro lado de la esfera después de la segunda refracción. Entre F e I, los puntos
radiantes se comportan de tal manera que algunos de sus rayos intersecan al eje AD
al otro lado de la esfera, mientras que otros rayos no lo hacen. Los puntos radiantes
entre I y V no tienen rayos que se intersequen con AD al otro lado de la esfera. Kepler,
sin embargo, no halló un algoritmo para encontrar F, como sí lo hizo con I. Para el
caso, el autor se limita a invocar el auxilio del lector: «Yo he perdido la esperanza de
definir geométricamente el punto exacto en el cual la última intersección ocurre; yo
le ruego, lector, me ayude en este punto» (Paralipomena, V, p.205; GW, p.172). Así
entonces, el argumento de Kepler asegura la existencia del punto F, pero no logra
ofrecer el protocolo para encontrarlo. El autor sostiene que la existencia del punto
está garantizada si los ángulos de incidencia son muy pequeños. Si el lector sigue las
modelaciones ingresando a los enlaces, puede desplazar los puntos sugeridos y acompañar los que imaginamos pueden ser los razonamientos cinéticos que acompañan
el empleo de los diagramas.
Si suponemos que un objeto sobre el eje del ojo se percibe con cierta claridad
cuando la segunda refracción interseca al eje del otro lado y suponemos que el cristalino tiene estructura esférica y que las densidades ópticas del aire, el humor acuoso
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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Figura 7: Puntos radiantes más alejados de I [https://www.geogebra.org/m/bu6t6zcn. Asegúrese de que O se encuentre más alejado que I]
Figura 8: Figura 8. Puntos radiantes más alejados de I, rayos que intersecan al eje del mismo
lado de la esfera [https://www.geogebra.org/m/bu6t6zcn. Asegúrese de que O se encuentre
más alejado que I y C se acerque a V ]
y el humor vítreo son idénticas entre sí, podemos esperar que (i) los objetos radiantes ubicados entre I y V no se pueden percibir con claridad, (ii) los objetos entre I
y F pueden percibirse con alguna claridad, (iii) los objetos más allá de F se pueden
percibir con la máxima claridad posible. No obstante, falta agregar condiciones para
la percepción clara. La integridad del método de Kepler no se puede poner en duda
aunque no se establezca un protocolo preciso para hallar el punto F.
Lema 2 (Paralipomena V, Lema para la prop.9). Sea E un punto exterior a una
circunferencia de centro F y AG un diámetro cuya extensión contiene a E (Figura
9). Si se trazan rectas desde E por una secuencia de puntos igualmente distanciados
y sobre la semicircunferencia, empezando con A, los ángulos formados entre ellas
resultan desiguales, los que se encuentran más cerca al diámetro son mayores.
Tomemos los puntos B, C y D de tal manera que los ángulos AFB, BFC y CFD sean
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Figura 9: Lema 2 [https://www.geogebra.org/m/ztxczcdj. Objetos dinámicos: E y B]
congruentes.22 BI y BH son perpendiculares a AG y C E respectivamente. Dado que
los ángulos GAB y GCB son opuestos en el cuadrilátero inscrito GABC, ellos suman
dos rectos; por lo tanto, GAB es suplemento de GCB. Como ECB es mayor que GCB,
su suplemento, HCB, es menor que el suplemento de GCB. Por tanto, HCB es menor
que GAB (que es el mismo EAB). De lo anterior, más el hecho de que los triángulos
BHC y BIA son rectángulos con hipotenusas congruentes, se deduce que BI es mayor
que BH. Como los triángulos rectángulos EHB y EIB coinciden en su hipotenusa EB,
se deduce, de la desigualdad anterior, que el ángulo AEB es mayor que el ángulo
BEH (que es el mismo BEC). El mismo esquema se puede repetir para los ángulos
restantes.
Teorema 1 (Paralipomena, V, prop.9). Los rayos paralelos que inciden sobre una
esfera de densidad óptica mayor que la del medio que la envuelve intersecan al eje
en puntos diferentes. Los rayos más distantes del eje lo intersecan en puntos más
cercanos a la esfera.
Sean LA, MB, NC tres rayos paralelos que inciden en la esfera de centro F justo
en los puntos A, B y C ubicados de tal manera que el arco AB es congruente con
el arco BC (Figura 10). Dadas las condiciones, el ángulo de incidencia NCC’ es dos
veces mayor que el ángulo de incidencia MBB’. Asumamos que la esfera tiene una
densidad óptica superior a la del medio que la envuelve. MB en consecuencia, se refracta hacia la normal e interseca al eje en algún punto E. Debe ocurrir que NC se
refracte cortando al eje en un punto diferente a E. El argumento propuesto por Kepler sigue un razonamiento similar al siguiente. Nótese que el argumento se deriva
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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Figura 10: Teorema 1 [https://www.geogebra.org/m/f9vrgbj4. Seleccione “Primera refracción” para tener acceso al punto movible B]
de las premisas que Kepler emplea en su tercer tratamiento de la ley imprecisa para
la refracción. Esta ley supone que la desviación d es la reunión de dos componentes:
d1 que es directamente proporcional a i y d2 que depende de la secante de r. Consideremos, por ahora, los efectos del primer componente. Si asumimos que NC se
refracta por la recta C E incurrimos en contradicción con la mencionada ley. Veamos
el caso. Dado que el ángulo de incidencia N C C ′ es dos veces mayor que el ángulo
de incidencia M BB ′ , la desviación CEA debe ser dos veces mayor que la desviación
BEA;23 pero este no puede ser el caso si se supone que el rayo NC se refracta pasando
por E, pues BEC difiere de AEB (por el Lema 2). Si el rayo NC se refracta atendiendo
al primer componente que exige Kepler, este rayo interseca al eje en un punto P de tal
manera que el ángulo APC es el doble del ángulo AEB. Como corolario del Lema 2, se
infiere que este punto P debe estar más cerca de la esfera que E. Si a esta desviación
le agregamos el segundo componente, la diferencia entre E y P se hace mayor toda
vez que d2 se incrementa más con iguales incrementos de i.24 Si agregamos ahora
la segunda refracción, cuando la luz regresa al primer medio, nada nos hace esperar
una convergencia de las refracciones sin violar la proporcionalidad exigida por la ley
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de Kepler. La Figura 11 muestra el tipo de refracción esperada para NC si asumimos
que MB se refracta adecuadamente y nos restringimos al estudio de la desviación d1 .
Las nuevas refracciones se dirigen ahora a E’ y P’. Si el lector accede a las modelaciones, puede ver con más fuerza las acciones cinéticas que complementan el uso de
los diagramas.
Figura 11: Doble refracción en el Teorema 1 [https://www.geogebra.org/m/f9vrgbj4. Seleccione “Segunda refracción” para tener acceso al punto movible B]
Del teorema 1 se deriva una consecuencia importante con miras a elucidar las
refracciones que ocurren detrás del ojo. Asumamos que la estructura cristalina del
ojo es esférica e imaginamos un objeto lo suficientemente alejado como para que
todos sus rayos intersequen el eje por detrás de la esfera. Si ahora imaginamos que
tal objeto está tan lejos que no hay error en pensar que sus rayos inciden en forma
paralela al eje, nos vemos obligados a admitir que no todos los rayos convergen en el
mismo punto sobre el eje. Si la visión clara y distinta exige tal convergencia, debemos
imponer condiciones adicionales.
Teorema 2 (Paralipomena, V, prop. 24). Rayos que estaban dirigidos hacia un
mismo punto y que no logran llegar allí en virtud de la refracción en la interfase hacia
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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un medio de menor densidad óptica pueden reunirse en otro punto más cercano si
se hacen modificaciones a la superficie de refracción.
Figura 12: Teorema 2 [https://www.geogebra.org/m/we8e9ucu. Objetos dinámicos: p, o y el
índice de refracción]
Sea p el punto al que habrían llegado los rayos q’q, n′ n, m′ m, o′ o, l ′ l de no ser
por la refracción provocada en la interfase con un medio de menor densidad óptica
(Figura 12). Del teorema 1, es claro que los rayos que incidieron en la parte opuesta
del globo no podrían ser paralelos. Entre más alejado del eje Ap esté el rayo, mayor
es el ángulo de incidencia y mayor será, de acuerdo a la ley de Kepler, el ángulo de
refracción. Por esa razón, entre más alejado del eje llegue el rayo incidente, el rayo
refractado cortará al eje en un punto más cercano al globo. Sean, entonces, qq′′ , nn′′ ,
mm′′ , oo′′ las refracciones de q′ q, n′ n, m′ m, o′ o, respectivamente y q′′ , n′′ , m′′ , o′′
las intersecciones con el eje. Aun cuando Kepler no cuenta con un algoritmo para
hallar el punto F, más allá del cual la radiación completa de un punto radiante interseca al eje del otro lado después de dos refracciones, él sostiene que dicho punto
debe hallarse muy cerca de las refracciones que se producen con ángulos de incidencia muy pequeños. En este caso, dicho punto debe acercarse a o” (Paralipomena, V,
props. 14 y 15). La idea brillante de Kepler consiste en sugerir que si queremos que
qq′′ , nn′′ , mm′′ se acerquen, respectivamente, a qo′′ , no′′ , mo′′ , debemos moldear la
forma geométrica de la superficie de la interfase. Así las cosas, necesitamos que, por
ejemplo, el trayecto q′ qq′′ sea modificado por un trayecto cercano a q′ qo′′ ; para ello
se requiere disminuir la desviación que provoca la refracción. Si no podemos hacer
modificaciones en las densidades ópticas, tenemos que disminuir el ángulo con el que
q′ q incide al nuevo medio. Esto se logra si cambiamos la curvatura de la superficie
de separación en las vecindades de q. Lo propio hay que hacer en las vecindades de
los puntos n y m, salvo que las modificaciones se hacen cada vez menos drásticas.
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Kepler afirma, sin demostrarlo, que la nueva superficie se debe ajustar a una cónica,
probablemente cercana a una hipérbola; aduce para ello que en el capítulo IV de
los Paralipomena demostró la mayor efectividad de la hipérbola para representar las
refracciones.25
Kepler espera que la multiplicidad esperada de trayectos qq′′ , nn′′ , mm′′ , oo′′ se
organicen en la envolvente hiperbólica similar a la que exhibe la figura 13 (Paralipomena, V, p.211; GW, p.175).26
Figura 13: Envolvente hiperbólica
La figura 14 muestra un globo ocular con superficie anterior esférica y posterior
elíptica. También muestra el trayecto mm′′ que tiene el rayo si la superficie posterior
es esférica. Si dicha superficie se moldea de tal manera que adquiera la forma elíptica
que muestra la figura, el trayecto se acerca a la intersección con el eje en el punto
p; dicha intersección es ahora me′′ . El lector puede adelantar variaciones cinéticas
a las elipses, en las modelaciones de GeoGebra, para contemplar con más fuerza el
argumento de Kepler.
Kepler, con espíritu teleológico, concluye:
En consecuencia, es evidente el plan de la naturaleza concerniente a la superficie posterior del humor cristalino en el ojo. Esto es, ella deseaba reunir
todas las radiaciones provenientes de un objeto visible en un punto singular
de la retina después de entrar por la apertura de la úvea [pupila], con el
ánimo de que el punto de la pintura pueda ser del todo evidente, y que el
resto de los puntos de la pintura no sean confundidos por rayos extraños.
(Paralipomena, V, p.214; GW, p.179)
Si la retina se encuentra antes o después de la convergencia, la percepción pierde
claridad y distinción. Así las cosas, el plan de la naturaleza consistía en garantizar
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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Figura 14: Cristalino con superficie posterior elíptica [https://www.geogebra.org/m/
wpeev8vp. Objetos dinámicos: p, el punto de incidencia inicial, el índice de refracción y los
puntos azules sobre la elipse]
las condiciones para una percepción clara y distinta. Dadas las limitaciones que la
forma esférica impone a la convergencia, limitaciones que han salido a la luz en los
anteriores teoremas, la naturaleza debe propiciar modificaciones a la esfericidad con
el ánimo de salvar la convergencia.
Teorema 3 (Paralipomena V, prop. 23). Sea HI un objeto ubicado perpendicularmente al eje HA de una esfera de centro A y densidad óptica mayor que la del medio
que la envuelve (Figura 15). Sea K el punto a partir del cual se empieza a recoger
todas las radiaciones que vienen de H (Problema 1) y BE las dimensiones de una
pequeña rendija que sólo permite el paso de algunos rayos que vienen de I. Kepler
demuestra que las formas radiantes del objeto HI pueden provocar la formación de
una pintura detrás del globo, pintura que se puede recoger invertida sobre un papel.
En el marco de la estrategia analógica de Kepler, se espera que la abertura EB simule
la pupila y la esfera la estructura completa del lente cristalino.
La figura muestra en líneas punteadas el diámetro extendido que contiene a I;
también muestra el trayecto de tres rayos que provienen de I y pasan por la rendija;
estos rayos intersecan el eje en los puntos N , L y M . La pintura de I es más clara
en las vecindades de L, mientras la pintura provocada por H lo es en las vecindades
de K. Si I está a la izquierda de H, L estará a la derecha de K. Entre más pequeña
sea la rendija, menor es la dispersión de los trayectos de luz y, en consecuencia, más
nítida es la imagen pictórica (Figura 15b). Si la magnitud del ángulo E I B no es muy
grande y la abertura EB es, comparada con el radio de la esfera, muy reducida en
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Figura 15: Teorema fundamental de la óptica [https://www.geogebra.org/m/fkksdsfq. Seleccione “R1 ”, “R2 ” o “R3 ” para hacer seguimiento a los rayos individuales. Objetos dinámicos:
A, E, I, H, índice de refracción y diámetro de la circunferencia]
sus dimensiones, los puntos N , L y M convergen en forma más fina (Figura 15b).
La manipulación cinética que permite la modelación en GeoGebra deja ver con más
fuerza la riqueza del argumento kepleriano. Esto explica por qué es deseable unas
dimensiones reducidas para la pupila y por qué hay más claridad en la percepción
cuando la amplitud angular de los rayos que abrazan al objeto es pequeña. En estas
condiciones se puede decir, al tenor del teorema fundamental de la óptica, que un
haz de rayos homocéntricos de un lado de una esfera cristalina se reúne en un haz
homocéntrico del otro lado de la esfera después de las dos refracciones, siempre que
la amplitud del haz sea reducida en comparación con las dimensiones del diámetro
de la esfera y se acepten sin dificultad las aproximaciones llevadas a cabo.
La heurística kepleriana que condujo al teorema fundamental, además de compleja, es peculiar por los giros en la argumentación. Los teoremas geométricos no
imponen de suyo la convergencia de rayos refractados que provienen de una misma
fuente puntual. Muy al contrario, tales teoremas exhiben todas las obstrucciones que,
de hecho, impiden la convergencia que se quiere defender. Así las cosas, los teoremas
dejan ver cuáles son las condiciones adicionales que hay que exigir para aproximarse
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Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
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a una convergencia conveniente. En ese orden de ideas, si se quiere que un haz homocéntrico se reúna de nuevo después de enfrentar un par de refracciones, se requiere
que el haz tenga una amplitud angular muy pequeña y que la superficie de interfase
en la segunda refracción se pueda modificar para optimizar la convergencia.
5. Demostraciones posteriores
Aun cuando la ley de la refracción de Kepler no anticipaba con claridad la información
empírica disponible, fue posible defender el teorema fundamental dado que el cálculo
exigía tener en cuenta ángulos de incidencia muy pequeños. Después de admitir la ley
de Snell-Descartes, fue posible que, así como Newton aportara una demostración de
las leyes celestes de Kepler en el marco de la mecánica moderna, se pudiera revisar la
conjetura de Kepler a partir de un nuevo fundamento. Nicolas Malebranche (16381715), apoyado en dicha ley, propuso una brillante demostración de la conjetura.
En una breve adenda al final de la Investigación de la verdad, el filósofo anticipó el
punto de concurrencia de los rayos que proviniendo de un objeto puntual luminoso
sufren dos refracciones al atravesar una lente biconvexa (2009 [1712], pp.929–35).
Presento los esbozos de su demostración.
Figura 16: Paso por la primera interfase de una lente biconvexa [https://www.geogebra.org/
m/ap2nrj32. Seleccione “Primera refracción” para estudiar el tránsito por la primera interfase.
Objetos dinámicos: A, B, C1 , I e índice de refracción]
Supongamos que A es la fuente puntual de luz ubicada frente a una de las caras
convexas de la lente, AI es un rayo incidente, que después supondremos muy cerca
del eje, e I f el correspondiente rayo refractado (Figura 16). De acuerdo a la Ley
sen(i)
de Snell-Descartes, esperamos que sen(r) = n21 , con n21 un valor constante que solo
depende de las propiedades ópticas de los medios.
Si se exige que el ángulo de incidencia sea pequeño, I debe acercarse demasiado
PRINCIPIA 25(1): 125–156 (2021)
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Carlos Alberto Cardona
a B. C1 es el centro de la esfera. Dada esta aproximación y el hecho de que las parejas
de triángulos AID, AM C1 y ILF, NC1 f son semejantes, Malebranche muestra que la
distancia Bf se puede calcular así:
x=
n21 d r1
.
d(n21 − 1) − r1
Consideremos lo que pasa ahora en la segunda refracción (figura 17). Sea H el
nuevo punto de incidencia en la segunda cara de la lente biconvexa. C2 es el centro de
sen(i)
la esfera que delimita la segunda cara de la lente. Ahora esperamos que sin(r) = n32
con n3 2 el índice de refracción del tercer medio con respecto al segundo.
Figura 17: Paso por la segunda interfase de una lente biconvexa [https://www.geogebra.org/
m/ap2nrj32. Seleccione “Segunda refracción” y desactive “Primera refracción” para estudiar
el tránsito por la segunda interfase. Objetos dinámicos: A, B, I e índice de refracción]
Si se exige que i1 sea pequeño, H debe acercarse demasiado a E. Dada esta aproximación y el hecho de que las parejas de triángulos C2 P f , GHf y KHF, C2QF son
semejantes, Malebranche muestra que la distancia E F se puede calcular así:
z=
n32 (x − e)r2
.
(x − e)(1 − n32 ) + r2
Cuando el ángulo de incidencia es muy pequeño, la ubicación de los puntos f y
F depende sólo de la geometría de la lente, de las propiedades ópticas de los medios
que intervienen y de la ubicación de la fuente A. Así las cosas, si conocemos d, r1 ,
r2 , n21 , n32 , y e, podemos determinar la distancia precisa, z a la que convergen los
rayos que provienen de A, siempre que no se alejen mucho entre sí. Ahora bien, si de
un objeto ubicado en A fijamos el lugar en donde queremos que se recoja la pintura
en una posición definida como la retina, podemos calcular o bien el espesor e, o
bien el radio de la esfera, r32 , que satisfacen la condición impuesta. Malebranche
PRINCIPIA 25(1): 125–156 (2021)
Kepler y el Teorema Fundamental de la Óptica
151
hizo un cálculo para un par de valores particulares de n21 y n32 , a saber 3/2 y 2/3.
Malebranche asumió que el índice de refracción cuando la luz pasa del aire al humor
cristalino es 3/2 (2009 [1712], p.902).27
En el siglo XIX, Hermann von Helmholtz demostró un poderoso resultado del
cual se desprende la validez del teorema de Kepler. Este remite a un sistema óptico
centrado28 en el que los rayos ingresan a los nuevos medios con ángulos de incidencia pequeños. Helmholtz demostró que si conocemos la ubicación de seis puntos
—llamados puntos cardinales del sistema: dos puntos focales, dos principales y dos
nodales— es posible, de una manera simple y sin importar la complejidad del sistema, encontrar la posición y el tamaño de la imagen producida por un objeto (2005
[1909], vol. 1, p.61).29 Los dos puntos nodales son puntos conjugados que satisfacen
la siguiente condición: si un rayo incide en el sistema después de pasar por el primer
punto nodal (N1 ), o si su prolongación pasa por dicho punto, emerge finalmente del
sistema en la misma dirección y pasa por el segundo punto nodal (N2 ). A partir de
la información anatómica del sistema ocular se puede advertir que los dos puntos
nodales, así como los dos puntos principales, se encuentran muy cerca uno del otro.
En ese orden de ideas, no se incurre en mayor error si se admite que los dos puntos
nodales se funden en un solo punto ubicado a unos 0,56 mm al frente de la cara posterior del cristalino (vol 1. p.95). Así las cosas, aunque el sistema ocular esté formado
por varias esferas que difieren en sus índices de refracción, este se puede sustituir por
una única esfera, conocida como el “ojo reducido de Listing” (vol. 1, p.96), cuyo centro se identifica con el punto medio de los dos puntos nodales. La figura 18 ilustra la
reducción. El sistema óptico centrado es sustituido por la esfera de centro N1−2 que
pasa por P1−2 ; en la figura aparece en trazos discontinuos.30 Para ubicar el punto de
activación retiniana provocada por un objeto A, basta trazar la recta que une el punto
con N1−2 y conseguir el corte con la retina A′ . Así las cosas, el ojo reducido de Listing
ha de sustituir la esfera que Kepler imagina en la figura 18.
Figura 18: Ojo reducido de Listing
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152
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6. Conclusiones
Hemos sugerido que el reconocimiento de la comparación del ojo con una cámara
obscura demandaba la solución de tres dificultades centrales: ¿cómo se forman imágenes a través de agujeros?; ¿cómo se comporta la luz al atravesar una esfera transparente? y precisar el protagonismo de la retina. En el artículo señalamos que Kepler
resolvió los tres problemas. Hemos mostrado que con el apego a las analogías geométricas, concebidas como instrumentos de papel, y con la firme decisión de arriesgar
aproximaciones para omitir lo accidental mientras se mantiene incólume lo esencial,
Kepler logró compensar los errores inducidos por el hecho de valerse de una ley de
la refracción que no armonizaba con la información empírica disponible. Mostramos
que el uso de los diagramas demanda un esfuerzo por concebir modificaciones cinéticas. Mostramos también que, así como la tradición moderna acogió las leyes celestes
de Kepler al lograr armonizarlas con los principios de la mecánica moderna, ignorados por Kepler, de la misma forma, los estudiosos de la óptica moderna abrazaron el
teorema fundamental al lograr armonizarlo con la ley de Snell-Descartes.
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En paréntesis cuadrados se mencionan, en unos casos, abreviaturas para citar, en otros, el
año de la edición original.
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Notas
1
Un estudio detallado de los errores ––a la luz de la física moderna–– en la heurística
kepleriana a propósito de la mecánica celeste puede seguirse en J. Voelkel (2002) y en G.
Holton (1973).
2
Una semblanza del uso de analogías en la obra de Kepler puede seguirse en D. Gentner
(2002).
3
Esta es también la perspectiva que defiende Alistair C. Crombie (1964).
4
A propósito de la distinción, el lector puede seguir los excelentes trabajos de Raz ChenMorris (2009); Alan Shapiro (2007) y Antoni Malet (1990).
5
Un seguimiento completo del programa de investigación puede seguirse en C. Cardona
(2020).
6
Véase la carta de Tycho a Maestlin informándole acerca de la dificultad en Stephen Straker, 1971, p.5. Straker también ofrece una excelente reseña de los trabajos de Tycho con
cámaras obscuras y evalúa los errores en los que incurre el astrónomo danés (1981).
7
Una reseña completa puede seguirse en Lindberg, 1970.
8
Usaremos la sigla GW para referirnos a la edición de las obras completas.
9
El lector puede remitirse a la edición que Dominique Raynaud ha preparado del texto de
Alhacén. La edición no sólo ofrece un reporte histórico detallado de la evolución primitiva
de la cámara obscura, también se esfuerza por presentar los argumentos de Alhacén en un
lenguaje asequible al lector contemporáneo; cfr. Raynaud, 2016. De acuerdo a las pesquisas
adelantadas por A. I. Sabra, la primera descripción en la tradición árabe de una pintura
proyectada en un cuarto obscuro se encuentra en la segunda mitad del siglo xiii en The
Commentary or Revision/Tanqı̄h of Alhazen’s optics de Kamāl al-Dı̄n al-Fārisı̄ (2007, p.54).
10
Witelo tomó los datos de Ptolomeo excepto por una diferencia en la primera línea. Itard
sostiene que Kepler corrigió la desviación reportada en la primera línea para que fuese coherente con el ángulo de refracción copiado (1957, p.60). Edward Grant advierte que las ediciones impresas de la Perspectiva de Witelo presentan en la primera línea un ángulo de 7o 45’;
sin embargo, el comentarista revisó tres manuscritos previos en los que aparece en la primera
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línea 7o 55’ (1974, p.425, nota b de la tabla 1). Kepler debió corregir, más bien, el ángulo de
refracción y no la desviación (comparar con Tabla 2). Lohne sostiene que Kepler encontró
dos años después de la publicación de los Paralipomena, gracias a los trabajos de Thomas
Harriot (1560-1621), los aspectos dudosos de los datos de Witelo (1968, pp.414–26).
11
Para ver qué tipo de correspondencia falló con las dos primeras familias y cómo habría
sido posible que la metodología de Kepler condujese a la Ley de Snell-Descartes, véase C.
Cardona y J. Gutiérrez (2020). El artículo muestra el uso de diagramas complementados con
variaciones cinéticas.
12
En caso de que el segundo medio sea de menor densidad, el segundo componente tendría
que ser proporcional a la secante del ángulo de incidencia (Paralipomena, IV, p.126; GW,
p.107).
13
Un seguimiento detallado de la heurística kepleriana en relación con la ley de la refracción propuesta se encuentra en C. Cardona (2016). El término k alude a una contante de
proporcionalidad que depende de las densidades ópticas de los medios involucrados.
14
Una presentación completa de la descripción anatómica que acoge Kepler puede seguirse
en D. Lindberg (1976, pp.188–93).
15
Kepler acopió poderosos argumentos para resistir el principio clásico de formación de
imágenes a través de espejos o dispositivos que refractan la luz (Paralipomena, III, pp.73–91;
GW, pp.40-60). Según tal protocolo, formulado inicialmente por Euclides, elevado a la categoría de principio por Ptolomeo y acogido posteriormente por Alhacén, la imagen producida
por una fuente puntual se recoge en la intersección de la prolongación del rayo reflejado o
refractado y la normal a la superficie, o a la interfase de dos medios, trazada desde el objeto
(Ptolomeo, trad. en 1996, III § 3). Kepler propuso en su remplazo el siguiente principio: «el
lugar genuino de la imagen es el punto en el cual se reúnen los rayos visuales [reflejados o refractados] que se extienden desde los ojos más allá de los puntos de reflexión o de refracción»
(Paralipomena, III, p.85; GW, p.53).
16
Para un seguimiento de la crítica de Kepler, acogiendo el resultado que aquí comentamos,
a la manera como Giambattista della Porta (1535-1615) presenta la formación de imágenes
en una cámara obscura, véase S. Dupré (2007, p.70).
17
Para un estudio de los artificios presentes en dicho teatro véase S. Dupré (2007).
18
En otro lugar sostiene Kepler: «Una imagen [imago] es en parte una creatura de intención
[partim intentionale ens]» (Paralipomena, V, p.193; GW, p.163).
19
Ptolomeo formuló la reversibilidad mencionada (trad. en 1996, V, p.235). Kepler cita
como fuente de dicho principio la proposición 9 del libro X de Witelo (Risner, 1572, pp.413–
14).
20
Si se usa la ley de Snell-Descartes, el ángulo equivale a 48◦ 45’ para el paso de aire a
agua.
21
Las figuras respetan las expectativas de refracción de Snell-Descartes (para un índice de
refracción: 1.1). Ya anotamos, sin embargo, que para ángulos pequeños las expectativas de
Snell-Descartes y Kepler se aproximan. Para ángulos mayores, Kepler espera refracciones aún
mayores. No obstante, el comportamiento cualitativo es semejante. Si el lector se vale de las
modelaciones, allí puede alterar a su antojo el índice de refracción.
22
En consecuencia, los ángulos AGB, BGC, CGD también son congruentes y la amplitud de
cada uno de ellos es la mitad de la amplitud de AFB.
23
Dado que MB es paralelo a LA, la diferencia entre el rayo refractado y el incidente coincide
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con el ángulo entre el rayo refractado y la recta LA. Lo mismo vale para el rayo NC.
24
Recordemos que, según la ley de Kepler, los incrementos de d2 crecen como lo hace la
secante de r.
25
En C. Cardona y J. Gutiérrez (2020) hemos mostrado que, si se sigue la heurística de
Kepler, se puede hallar una hipérbola representativa para cada par de medios con densidades ópticas diferentes. También exploramos la riqueza de la manipulación cinética de los
diagramas keplerianos.
26
Helmholtz mostró que se trata efectivamente de una envolvente hiperbólica (2005 [1909],
vol.1, p.66).
27
El filósofo se valió de estos resultados para calcular a qué distancia, con respecto al fondo
del cristalino, debe estar la retina para recoger fielmente la pintura de un objeto que se ubica
a 2 pies del observador (2009 [1712], pp.906–7).
28
En un sistema óptico centrado, las superficies esféricas, que limitan los diferentes medios
transparentes del sistema, tienen sus centros distribuidos a lo largo de una línea recta (eje
óptico). El complejo ocular es un sistema óptico centrado que consta de cuatro superficies
cuasiesféricas y cinco medios interpuestos: aire, superficie anterior de la córnea, córnea, superficie posterior de la córnea, humor acuoso, superficie anterior del lente cristalino, humor
cristalino, superficie posterior del lente cristalino y, finalmente, humor vítreo.
29
Helmholtz demostró, por inducción, que esos seis puntos siempre existen y son únicos
para cada sistema (2005 [1909], vol. 1, pp.64-80).
30
P1−2 es el punto medio de los dos puntos principales.
Agradecimientos
Agradezco a la División de Investigaciones e Innovación de la Universidad del Rosario por el
apoyo prestado al desarrollo de la presente investigación.
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