MediaFranca: un modelo de interacción cívica
Herbert Spencer et al.
e[ad] Escuela de Arquitectura y Diseño, Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso
Chile
hspencer@ead.cl
Resumen
Este trabajo aborda a la fraternidad ciudadana como una cualidad específica de
relación humana que es posible de hacer florecer o inducir por medio del diseño de
cierta infraestructura social capaz de permitir espacios democráticos y creativos para
la conversación y que generen una memoria colectiva. El abordaje epistemológico
para esta propuesta viene del metadiseño, enfocándose en el software social y
proponiendo ciertos criterios fundamentales que garanticen un sentido democrático
de igualdad y reversibilidad, así como principios de co-creación que permitan la
emergencia de temas relevantes a comunidades específicas y que sea capaz de
propender a cursos de acción.
Se justifica la validez de este enfoque desde 3 problemáticas fundamentales: (i) La
vertiginosa democratización de los medios productivos que, en virtud de la
digitalización, ha permitido el acceso a géneros discursivos anteriormente vedados
(como cine, video, animación, broadcasting, publicación, diseño tipográfico, etc.) (ii)
La homogenización traída por el soporte digital de Internet como último medio con la
capacidad de albergar en él a todos los géneros anteriores, favoreciendo en
concepto de "protocolos estándares y universales" (patrocinados por la W3C) para el
desarrollo distribuido de aplicaciones, servicios y contenidos y, por último (iii) la
llamada “paradoja occidental” del deterioro del capital social en las sociedades
desarrolladas que viene acompañada por una crisis de la representatividad de los
partidos políticos que trae, en cambio una tendencia a la des-intermediación, a la
distribución de pequeños liderazgos situados localmente generando una imagen
aparentemente acéfala pero con una mayor resilencia gracias a las plataformas de
software social; como la reciente primavera árabe y el 15M.
Dentro de este modo del diseño, se incluye la complejidad de la co-creación en la
definición misma de la infraestructura, así como de las dinámicas internas de ella,
queriendo instaurar un género discursivo de naturaleza cívico-político. Se plantea
que este espacio debe ser de naturaleza maleable para que, desde ahí, se proyecte
cierta “maleabilidad del mundo” que puede ser abordado fraternalmente desde la
colaboración.
La propuesta de MediaFranca, lejos de ser una promesa idealista para la
participación cívico-política del público, se apoya pragmáticamente en las dinámicas
del software social para fortalecer la colectividad dentro de mecanismos
deliberativos respecto de los espacios en que se insertan. El sentido investigativo de
la propuesta apunta al modo en que el diseño puede ser adaptivo y evolutivo (como
soft control) y cual es la nueva ética que de aquí se desprende para el diseñador.
Introducción
Nota preliminar: Es preciso explicitar al lector la situación actual de la
disciplina del diseño para que pueda entender –y nosotros justificar–
nuestro abordaje al asunto de la fraternidad, la creatividad y la
ciudadanía. Esperamos que esta breve introducción permita al lector
ubicar nuestro discurso, así como aproximar el diseño de hoy a otras
disciplinas.
El espacio del Diseño ha sufrido grandes transformaciones en los últimos años. La
forma de la comunicación –pieza clave del diseño– se ha visto reinventada a partir
de profundos cambios culturales y sociales a nivel global, todos ellos –y en gran
medida– desencadenados por radicalización tecnológica que ha sumido al mundo.
Ha cambiado nuestra forma de expresar ideas, la forma de publicarlas junto con sus
costos asociados, el acceso a las herramientas de producción visual y la
maleabilidad estructural de los espacios públicos de expresión. En los últimos años,
y producto de la creciente complejidad de los espacios de inserción del diseño, se ha
consolidado el diseño de interacción como una sub-especialidad que ha debido
validarse frente a otras prácticas más consolidadas1, definiéndose como “la creación
del diálogo entre las personas y los productos, los sistemas o los servicios. Este
diálogo es tanto físico como emocional (etéreo) en su naturaleza, y se manifiesta
como el juego entre la forma, su función y la tecnología implícita; todo ello en su
desarrollo temporal.” (Kolko, 2011). Este trabajo es abordado desde la perspectiva
del metadiseño (GiaccardiUniversity of Plymouth, 2003) en el sentido de un diseño
de cuarto orden (Buchanan, 2001).
Al comienzos del siglo XX los principales problemas eran la comunicación de masas
y la producción masiva. Las disciplinas que emergieron fueron el diseño gráfico y el
diseño industrial. El diseño gráfico (diseño de primer orden) se encargó de la
comunicación y producción de símbolos. El diseño industrial (diseño de segundo
orden) se encargó de producir las condiciones para la producción de objetos y
artefactos. A mediados del siglo XX nos volvimos a preguntar no sólo por los
artefactos y su comunicación sino que por las acciones que emergen de ellos, por lo
que el foco se desplazó hacia las interacciones entre nosotros y los productos del
diseño, instalando el diseño de interacción (diseño de tercer orden) en la capa
dialogante y performativa, inserta en el contexto temporal del uso y la conversación,
espacio donde se despliega. Pero llega el punto en que el diseño de interacciones
1
Como la psicología cognitiva y la ingeniería informática, entre otras.
individuales no es suficiente. Necesitamos diseñar los ambientes, espacios y
organizaciones donde muchas interacciones tienen lugar. Éste es el diseño de
cuarto orden, que tiene que abordar complejidades cada vez más crecientes.
Fig. 1. Cuatro órdenes del diseño, sus cuidados y campos productivos.
El metadiseño o meta-diseño es un término usado en la ingeniería informática, la
biología, las artes (netart), las teorías culturales y del diseño en general, a partir de
la década de los 80.
En el ámbito de las ciencias de la computación, el prefijo “meta” se usa como
"sobre", en el sentido de superior u orden mayor. Por ejemplo, cuando hablamos de
metadata nos referimos a ciertos atributos descriptores generales. Yendo un poco
más lejos, el prefijo meta también significa transformación (Giaccardi, University of
Plymouth, 2003) en el sentido de que extiende el objeto de base llevándolo a un
grado mayor de abstracción, permitiendo su personalización o parametrización; en
definitiva, definiendo "reglas de transformación".
En el ámbito de la biología el término metadiseño es abordado por Humberto
Maturana (Maturana, 1997) en relación la posibilidad cierta de diseñar sistemas
vivos y en respuesta crítica al planteamiento de Paul Virilio (Virilio, 1995) Maturana
argumenta que siendo nosotros sistemas vivos –y por lo tanto estructuralmente
determinados– vivimos por medio y a través de la dinámica continua, dialogante y
transformadora de las estructuras vivas que mutan a lo largo de sus linajes. La
manipulación intencional de dicha estructura en busca de una consecuencia
deseada supone que nuestra identidad yace en dicha estructura. Según Maturana
nuestra identidad trasciende dicha estructura:
“... we exist as human beings as systemic entities in a relational space under
continuous structural change. Furthermore, we are the kind of beings that we
are as human beings, Homo sapiens amans or Homo sapiens aggressan, only
as long as we participate of the systemic dynamics in which we arise and are
conserved as that kind of human beings by living with other human beings.
We are not predetermined genetically or otherwise to become the kind of
human being that we become in our living” (Maturana, 1997).
La posibilidad que plantea Maturana es, desde la creatividad, entender el espacio
meta como ser entre o ser en medio de, lo que ofrece una oportunidad, desde un
profundo planteamiento ético:
“The question that we must face is not about the relation of biology with
technology, or about the relation between art and technology, nor about the
relation between knowledge and reality, nor even about whether or not
metadesign shapes our brains. I think that the question that we must face at
this moment of our history is about our desires and about whether we want or
not to be responsible of our desires” (Maturana, 1997).
El rol del diseñador en el contexto del metadiseño se concibe como un integrador de
sistemas que trabaja originalmente desde el borde del oficio y que, por lo tanto, debe
tratar con una gran multiplicidad de herramientas, servicios e instituciones para
poder cumplir con sus singulares objetivos.
Dentro de la dinámica de lo abierto, la Red constituye una estructura tecno-social
autorregulatoria donde afloran constantemente nuevos comportamientos y usos
producto de la comunión de lo físico y lo digital, entre lo orgánico y lo inorgánico, lo
natural y lo tecnológico. El diseño se informa por el flujo continuo del sistema donde
el acto de sembrar se entiende como una estrategia de control blando que busca
alcanzar el delicado equilibrio de las interacciones. Esta acción de sembrar es
también otro tipo de conversación entre el diseñador y el sistema, donde el
diseñador recibe un feedback de sus acciones con la demora y amplificación propia
del sistema.
La práctica emergente del diseño es en gran medida basada en la información, que
nos ha inundado gracias a las TIC, nos ha “infoxicado”. Crecientemente el diseño
comparte con la biología su mirada hacia los flujos de información, en redes de
actores operando en muchos y variados niveles e intercambiando información
necesaria para balancear comunidades de sistemas.
La práctica moderna del diseño emergió junto con la revolución industrial, ligándose
desde su origen con la producción y manufacturación de objetos en ediciones o
tirajes. El costo de la planificación y la preparación (el costo de diseño) era pequeño
en comparación con el costo del equipamiento necesario, los materiales, el proceso
de fabricación y distribución (Forty, 1986). Un error en el diseño multiplicado miles
de veces en la fabricación es difícil y costoso de arreglar.
Las realidades de la producción dieron lugar a ciertas prácticas y, a su vez a una
mentalidad o una forma de pensar. En la era “moderna”, la práctica del diseño
adoptó una la filosofía de fabricación mecánica, un ethos mecanicista-objetual.
Ahora, como software y servicios se han convertido en una parte fundamental de
nuestras economías, la industria manufacturera comienza a declinar su dominio. Las
realidades de la producción de software y servicios son muy diferentes a los de la
fabricación de productos. Los costos del software son casi enteramente de
planificación, pero no se concibe ya el producto como algo terminado. Las personas
saben y esperan constantes modificaciones y mejoras. Las prácticas emergentes del
diseño están remplazando el ethos mecanicista-objetual por un ethos orgánicosistémico (Dubberly, 2008).
En la misma línea, Liz Sanders (Sanders, 2000) plantea un enfoque yendo más allá
incluso del convencional diseño centrado en las personas para incorporar a la
comunidad al proceso creativo. Corresponde al cambio de paradigma, “del modelo
de catedral al modelo del bazar” (Dubberly, 2008). En el siguiente cuadro Sanders
plantea el sentido evolutivo de la relación entre el diseñador y su audiencia:
Paradigma del Diseño
Rol de la Audiencia
Actividad
Pasado
Presente
Futuro
Liderado por técnicos y
expertos
Centrado en las personas
Facilitado
Cliente
Usuario
Participante
de consumo
• Vitrinear
• Comprar
• Poseer
de experiencias
• Usar
• Interactuar
• comunicar
de co-creación
• adaptar, modificar o
extender
• diseñar
• construir
Tabla 1: Vector de cambio en la relación diseño-público
Software Social: Inclusión y Creatividad
Lo abierto de la Red puede ser leído como un valor fundamentalmente positivo y
esencial, ya que potencialmente permite la constante mejora de los procesos
democráticos mediante la remoción de estructuras centrales osificadas, cortando
intermediarios, replanteando los modos de participación y permitiendo nuevos
canales públicos para la expresión civil. Lo abierto, en este sentido, busca la
creación de una memoria colectiva y pública que potencialmente podría servir fines
tácticos y políticos en situaciones cuando la “memoria oficial” se vuelva insuficiente.
Así, la memoria cultural esencial y la identidad comunitaria está protegida de la
manipulación o la pérdida. Con esto en mente, el compromiso para colaborar en la
elaboración de una memoria colectiva emerge naturalmente, aunque –es
lamentable– no masivamente. Esto significa que la Red siempre está abierta para
recibir nuevas partes componentes, nuevos recursos y nuevas contribuciones; pero
está cerrada en el sentido del flujo circular de sus conversaciones internas que se
mantienen autorreferentes. La estructura hipertextual apunta a conectar todas las
partes sueltas; por eso debemos distinguir entre su estructura abierta y su
organización cerrada, que en cierta medida garantiza su propia integridad y perfila
sus límites.
Definiendo entonces que el enfoque de este trabajo vendrá desde el metadiseño, se
asume implícitamente la problemática de la co-creación como parte de sus
definiciones operativas. Y el campo específico a tratar será el espacio
conversacional-discursivo cívico político, que se incluye dentro de un registro público
–o memoria colectiva– y que busca dirimir qué curso de acción se debe tomar frente
a un mismo espacio común. Dicho de otro modo, la pregunta central del presente
proyecto radica en el modo propio de la co-creación dentro de un espacio de
naturaleza maleable, o la capacidad colectiva de realización, culminación material de
un proceso lingüístico-comunicacional de negociación, deliberación y acción.
El metadiseño se ocupa de construir las estructuras relacionales entre los individuos
en los sistemas sociales y, al mismo tiempo, busca construir nuevos espacios para
que estas relaciones tengan lugar de manera estética, poética y positiva. La gente
interactúa con y al mismo tiempo habita en los espacios digitales, que son abiertos
por las múltiples entradas e interfaces que constituyen su dimensión de realidad
objetiva. Un espacio así no está determinado únicamente por la tecnología, sino más
bien por un sistema relacional donde los seres humanos permanentemente negocian
su relación (i) entre ellos (ii) con el mundo y (iii) con las herramientas existentes.
Contexto Tecno-social
Hoy en día, la Web nos ofrece cada vez más, nuevos modos de interacción y
participación estableciendo nuevas formas de relacionarnos. En el futuro cercano, la
Web estará embebida en todos nuestros artefactos y trascenderá la restricción de
las pantallas, estará en todas partes y reducirá toda la distancia entre las personas y
las fuentes de información; todo esto acompañado por la creciente tendencia de
empoderar a las personas dándole más capacidad de acción y creación: éste es el
espacio del diseño que nos toca explorar. El cambio del modo de comunicación "uno
a muchos" al nuevo "muchos a muchos" determina en modo en que la tecnología
nos lleva hacia un modelo social hiperconectado.
Sin embargo, debemos distinguir entre una mayor conectividad y una mayor
colectividad. El mero hecho de que los medios digitales haga a las personas más
conectadas no significa que el sentido de comunidad o los lazos sociales se vean
fortalecidos. Existe evidencia del creciente deterioro del llamado capital social. La
sociedad actual se ha vuelto menos cohesionada, sintomáticamente la gente joven
se siente mucho menos inclinada que sus mayores a involucrarse en las actividades
y los rituales ciudadanos como votar, contribuir en iniciativas sociales, participar en
clubes o involucrarse en los asunto públicos de gobierno local (juntas o
agrupaciones vecinales). Prefieren, en cambio, involucrarse en actividades solitarias
de consumo y de satisfacción personal. La sociedad vista en su conjunto se ve en
una creciente depresión donde los indicadores de deterioro, como los índices de
suicidios, enfermedades psíquicas, divorcios, soledad y aislamiento, entre otros,
confirman una crisis de sustentabilidad social. Existe una paradójica relación inversa
entre el desarrollo económico y tecnológico de una sociedad con respecto su capital
social, o fortaleza de los lazos de reciprocidad entre sus miembros.
En el ámbito digital, en cambio, tenemos comunidades de colaboración extrema,
donde las personas comparten información, experiencias, conocimientos sin esperar
retribuciones monetarias. Personas entregan documentos, código, música,
imágenes y archivos de vídeo dentro de contextos que permiten este tipo de
contribuciones. Sin embargo, esta apertura del espacio digital pareciera reforzar
identidades de grupo más bien estrechas que funcionan más bien como
archipiélagos de islas desconectadas; incluso dentro de mismas plataformas y
servicios2. Esta forma de relación promueve un modo de filtraje social que construye
micro territorios para comunidades de interés, eventualmente nichos muy
perfilados. Visto así, el mundo pareciera estarse dividiendo entre una minoría
entusiasta y proactiva, constructora del espacio digital por medio de conversaciones
de valor y contenidos, y por otro lado, una masa más nihilista de consumidores de
modas o tendencias banalizando la posibilidad de la interacción.
¿Puede el Diseño ayudar a transformar la creciente conectividad de las redes
sociales en una mayor socialización y fraternidad ciudadana, en una mayor
participación cívica, otorgándole al público un mayor poder y volviendo más
nítidos los propósitos implícitos en tal colaboración?
¿Podemos, desde el diseño, des-banalizar las plataformas actuales de
interacción para inyectarles un propósito cívico, de inclusión participativa y
deliberación democrática?
La conectividad de la Red ha jugado también un rol importante en la distorsión de
nuestro espacio, disminuyendo la magnitud de la distancia geográfica percibida. Nos
sentimos más cercanos a aquello que nos interesa, y pareciera no importarnos el
hecho de que pueda estar al otro extremo del globo si puedo acceder a ello desde
mis dispositivos. Esta nueva distancia; la distancia epistemológica, se superpone a
la distancia física, distorsionando y complejizando definitivamente nuestro espacio
habitable. Como resultado de esto, resulta menos probable participar en relaciones
cercanas con nuestro entorno inmediato. Se ha argumentado que esta distorsión
perceptiva ha hecho de nuestro entorno local algo más irrelevante para nosotros
(Mejias, 2005). Este fenómeno podría explicar en parte por qué ahora nos sentimos
2
Plataformas tan populares como Twitter o Facebook presentan este fenómeno: las conexiones sociales tienden a agruparse
en pequeños clusters donde las excepciones son las celebridades que funcionan como verdaderos hubs sociales.
muchísimo menos conectados con nuestros vecinos o nuestras comunidades
locales, que como lo estaban las generaciones anteriores.
Las recientes movilizaciones ciudadanas en Chile, en su transversalidad y
convocatoria, han trascendido a desafiar el objeto mismo de la presente
investigación, aportándonos con experiencias directas, muchas veces rectificadoras
de algunas premisas teóricas que teníamos equivocadas, entre ellas, el supuesto
deterioro del capital social –que pensábamos– se concentraba entre los más
jóvenes. La aparente apatía juvenil, observada por diversos estudios durante los
últimos años (Martí, 2008; PNUD, 2006; Putnam, 2001; Welp, 2007), no resultó ser
otra cosa que una profunda desesperanza e impotencia producto de la desconfianza
hacia el sistema en general, manifestándose este año en oleadas sucesivas de
movilizaciones que han girado en torno a temas-eje, activado a la esfera pública de
una forma inédita.
Este “estado de movilización” es transversal en muchas las sociedades modernas y
ha llegado para quedarse. Ejemplo de esto son: el 15M, la primavera árabe, el
movimiento de los indignados, el movimiento estudiantil en Chile, los recientes
desórdenes en Londres, sólo por nombrar algunos. La hebra común que los vincula
en muchos casos se refiere al descontento social, con una insuficiente o nula
canalización de los anhelos civiles hacia las políticas públicas imperantes o, puesto
en la perspectiva de nuestra investigación, un gran anhelo de vida democrática de
calidad.
Esto se ha reflejado en la fuerte voluntad de participación directa de la ciudadanía,
ahora empoderada por las herramientas digitales, fundamentalmente a través del
uso de las redes sociales que, aunque pueden en ocasiones banalizar los procesos
de debate y participación, se han constituido en un nueva ágora pública,
desestimando los canales de participación tradicionales y abogando por un modo
más transparente y reversible para el diálogo ciudadano. El co-diseño, o diseño
participativo se ha instalado como un modo válido para enfrentar este problema:
“More broadly, co-design provides an avenue for addressing a
disengagement from politics and democracy, and building social capital. (...)
Public services and governments around the world face pressures from a
more demanding public, increasing social complexity and diversity, and
overstretched resources” (Bradwell & Marr, 2008)
Este trabajo, entonces, describe las dinámicas y procesos observados durante el
desarrollo de las movilizaciones sociales iniciadas por los estudiantes chilenos y
secundadas por distintos actores y sectores políticos. Hemos querido establecer
medidas de eficacia constructiva, identificando los riesgos y oportunidades implícitas
en la naturaleza volátil y compleja de estas dinámicas; nuestro interés radica en
identificar patrones de interacción social y de colaboración para traducirlos en un
modelo mayor que permita aportar a la comunidad de diseñadores y desarrolladores
de plataformas de gobierno electrónico.
Los espacios de comunicación y participación se han situado en un nuevo escenario
a partir de la introducción y masificación del uso de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación. Esta innovación tecnológica produjo un cambio de
sensorium (Martín-Barbero, 2001) cuyo exponente de visibilización han sido las
culturas juveniles. Su forma de ser y estar en el espacio viró produciendo los
cambios estéticos ampliamente conocidos como tribus urbanas, grupos identitarios
estrechos funcionando socialmente como archipiélagos de islas desconectadas.
Aquel fenómeno paradigmático es y ha sido estudiado desde distintas perspectivas
teóricas.
Diseñar para la inclusión y el involucramiento ciudadano de los jóvenes es de vital
importancia, pues son los que han sido históricamente protagonistas de los cambios
sociales y culturales y los que, en el último tiempo, han estado a la vanguardia del
uso y (re)creación de la web 2.0. Basta recordar a Mark Zuckerberg estudiante en
Harvard cuando esboza los primeros trazos para una comunidad en red o a los que
implementaron wikipedia generando una propuesta enciclopédica narrativa-editorial
de corte colaborativo nunca antes vista. Sin embargo, diseñar para favorecer la
deliberación —etapa necesaria para un proceso democrático— es el paso que falta
en esta sostenida tendencia hacia el empoderamiento del usuario/ciudadano.
Caso de Estudio
Nuestro trabajo de investigación se ha centrado en comprender a los jóvenes en su
relación con el poder y sus patrones de interacción social y tecnológica por medio de
entrevistas semi-estructuradas, observaciones en terreno, sesiones de diseño
participativo y co-creación. En el último tiempo, a raíz de las movilizaciones
estudiantiles en Chile, nos ha tocado observar muy de cerca –incluso participando
en– estas dinámicas deliberativas. Estas movilizaciones no han estado carentes de
fuertes autocríticas, teniendo muchas veces que reformularse estructuralmente para
asegurar su continuidad. El debate interno del cuerpo estudiantil se dirime por un
lado entre una estructura piramidal jerárquica basada en vocerías y mecanismos de
representatividad por medio de votaciones, y por otro lado, un modelo distribuido en
delegados por grupos, enfocados en trabajos concretos, sin representantes y con
una fuerte horizontalidad. Estos dos modelos fueron denominados “modelo palomas”
y “modelo estorninos” respectivamente, debido a sus fuertes similitudes con las
dinámicas grupales mostradas en los distintos tipos de bandadas (Spencer &
Sanfuentes, 2005).
El modelo palomas (top-down) es eficiente en para construir el tamaño y la
identidad de la figura total del movimiento. Es capaz de instalarse como contraparte
a la institucionalidad pero es todavía insuficiente para construir espacio de diálogo
en el debate social mayor, donde los protagonistas son los representantes
jerárquicos, figuras mediáticas reconocidas a nivel nacional. A ellos se les delega el
poder de acción que “consulta” permanentemente con las bases mediante un
sistema reglado de votaciones. Este proceso es lento y desplaza la discusión
significativa hacia las cúpulas dejando a las bases con la función de presión, algunas
veces violenta. A nivel de la experiencia individual, la palabra y la acción quedan
desarticuladas, lo que vuelve la participación en un acto simbólico, marcado por un
sentido mucho más emocional que racional: el pertenecer, sentirse identificado y
apoyar una causa mayor. La envergadura de la causa un sentido de poco
trascendencia de la acción individual, generando un sentido tácito de impotencia.
El modelo estorninos (bottom-up) define un espacio de acción acotado,
excluyéndose del gran debate de manera directa, pero estableciendo dinámicas
participativas en torno a ejes o proyectos de trabajo que pueden entregar frutos
concretos. Se declara tácitamente una “frontera de consernimiento” que filtra el
discurso sin asidero ni consecuencia directa posible. Si bien su trabajo puede
alinearse a la causa mayor del movimiento, sus acciones creativas son
esencialmente autónomas y descentralizadas, obedeciendo primeramente a los
contextos y necesidades inmediatas. La identidad del grupo mayor se declara en
primera instancia desde una condición preexistente –la pertenencia– y se construye
como colectivo en virtud de un trabajo común que debe re-formularse, cada vez. Por
este sentido, este tipo de organización es más frágil ya que demanda más trabajo
para mantener su pulso y su tamaño. La dinámica de la asamblea debilita al modelo
estorninos, ya que la supremacía de palabra por sobre la acción merma la voluntad
por participar. Finalmente se termina produciendo una dinámica meritocrática
medida en base a los aportes concretos y liderazgos de los individuos en cada uno
de los proyectos en que participa.
Fig. 2. La diferencia de los modelos define un rol distinto del liderazgo. El modelo jerárquico define líderes que pivotean y
canalizan la comunicación, mientras que el modelo horizontal requiere líderes atractores que construyan ejes de trabajo.
La relación con la tecnología entre los estudiantes de educación secundaria y
universitaria es difícil de generalizar. Sin embargo, podemos afirmar que los nuevos
servicios son mirados con desconfianza inicial pero rápidamente se apropian de
ellos como canales alternativos de difusión y notificación. Las redes social
(principalmente Twitter y Facebook) son empleados de esta forma, mientras los
sitios Web institucionales (frecuentemente montados en Wordpress) sirven para
debates públicos más estructurados. Todavía no se emplean servicios para la
votación y, en un primer muestreo, se expresó un rechazo hacia esta forma
deliberativa producto de la desconfianza que proyecta como una “caja negra” difícil
de fiscalizar.
Modelo de Experiencia Democrática
En este trabajo hablaremos de experiencia como la interacción entre el individuo y
su entorno diseñado. Esta interacción se comprende como un viaje con etapas
sucesivas que construyen un sentido de unidad y coherencia. Esta unidad es
completa si las etapas llegan a consumarse; y será significativa en cuanto sea
emocional y estética (Dewey, 2005). La noción de co-experiencia expande este
modelo para incorporar la dimensión social y colectiva de la consumación de un acto
colectivo. Esta realidad transforma la realidad consecutiva y sincrónica de la
experiencia individual en un fenómeno distribuido y desenfocado, con ciertos hitos
significativos (consensuados) que marcan el tiempo y avance de –en este caso– la
co-experiencia del proceso democrático.
Fig. 3. El modelo de experiencia propuesto a partir de Dewey, entendido como el acoplamiento entre la acción y su significado.
Podemos reconocer, por lo menos, cuatro modelos tácticos para la construcción de
democracia digital. Estas tácticas operan como patrones definidos de interacción
digital, y han sido probados en diversos lugares y situaciones del mundo(Edwards,
2002).
En primer lugar, está la noción de democracia directa o plebiscitaria. Se prefiere
rechazar este modelo como alternativa de gobierno debido a su peligrosa
inconsistencia y poca sustentabilidad en la implementación de las decisiones. La
evidencia sugiere que el apoyo a la democracia directa se ve correlacionada
positivamente con el grado de insatisfacción hacia las instituciones democráticas de
carácter representativo. En efecto, una de las razones para la promoción del modelo
directo plebiscitario es el fortalecimiento y legitimación decisión en situaciones en
que la institucionalidad falla. Este modelo se critica por su carácter tecno-populista
que no asegura la viabilidad de las decisiones y falla en alinear correctamente las
aspiraciones con los compromisos implícitos en ellas. Sin embargo, cabe destacar
que esta estrategia es sumamente provechosa para consensuar los temas
relevantes de la agenda pública, es decir, como estrategia de crowdsourcing para
detectar el sentido de importancia y urgencia para constituir una agenda valorizada
desde las prioridades democráticamente establecidas. Tal vez el observar las
discrepancias entre los temas emergentes (bottom-up) y los temas de la agenda
oficial (top-down) pueda servir como indicador de legitimidad.
En segundo lugar están comunidades en línea, fortalecidas y empoderadas por la
rápida absorción y masividad de redes sociales como Facebook o Twitter. Hay
muchas más comunidades digitales de lo que comúnmente se cree, las que se
constituyen como una red cívica autónoma. Este modo de interacción constituye un
verdadero género discursivo público que facilita la colaboración y la coordinación de
un modo altamente flexible. Uno de los principales problemas es la falta de foco de
las discusiones que, al ser abiertas y sin una moderación declarada de antemano,
suelen contaminarse con ruido de información banal que desvía la atención y tiende
a diluir en la superficialidad los asuntos cívicos.
En tercer lugar, los gobiernos están utilizando cada vez más técnicas de minería de
datos y visualización de información como una forma de medir la opinión pública. La
mayoría de los experimentos en democracia digital llevados a cabo por diversos
gobiernos, incluyen herramientas de este tipo. La más fuerte crítica a este enfoque
es la volatilidad y superficialidad de la información recabada. Monitorizar las sitios y
ciertas palabras clave en Internet no permite acceder al proceso profundo de la
formación de la opinión pública.
La presente investigación busca enfocarse en un cuarto modelo de democracia
digital que es, sin duda, uno de los más difíciles de diseñar y construir: sostener la
participación ciudadana a lo largo de procesos deliberativos. El énfasis aquí está
puesto sobre el “elemento de deliberación” dentro de la democracia. Esto tiene poco
que ver con la innovación tecnológica y mucho que ver con nuevas ideas sobre
cómo enriquecer el proceso democrático como un experiencia social (coexperiencia) con formas y cualidades significativas.
Entre las dimensiones necesarias para la inclusión y participación ciudadana
podemos mencionar, a modo de una normativa básica:
i. Definición del tamaño del “nosotros”. El acotar el universo inmediatamente
define el alcance de las decisiones y el tipo de asuntos a discutir.
ii. Acceso a información balanceada, tiene que ver con la apertura,
disponibilidad y acceso a las fuentes. Sin duda, este es uno de los aspectos
más fuertes de la Red.
iii. Mantener una agenda abierta a nuevos asuntos que puedan emerger. La
agenda flexible puede entenderse también como una agenda autorregulada
mediante mecanismos de valoración colectiva.
iv. Tiempo para considerar los temas, lo que hace preciso definir plazos y metas
(moderar, de algún modo).
v. Sistema libre de manipulación o coerción (reversible, sincronizable y
verificable por cualquiera de las partes)
vi. Entorno de discusión basado en reglas (transparencia absoluta de los
mecanismos de priorización, adscripción, votación, reconocimiento, etc.)
vii. Gran quórum de participación e inclusión en la discusión (proporcional al
recorte)
viii. Posibilidades de interacción libre entre los participantes, es decir que la
plataforma no monopolice la conversación sino que facilite el intercambio y el
desarrollo de la conversación en entornos offline.
ix. Reconocimiento de las diferencias entre los participantes, pero el rechazo a
los prejuicios basados en estatus (Edwards, 2002).
MediaFranca
Sobre el proceso de la experiencia de las personas, MediaFranca propone una
estructura de participación basada en flujos de interacción.
Estados
La publicación
La participación
La deliberación
La gestión
modo de la
experiencia
documental
testimonial
individual
conversacional
constructiva
co-experiencia
reflexiva
contemplativa
inmersiva
inclusiva
colaborativa
dinámica de
interacción
informar
reportar
denunciar
consultar
argumentar
apoyar/rechazar
votar
adscribir
comprometer
trabajar
reclutar
construir una
imagen equilibrada
y exhaustiva de la
realidad a partir del
reporte y el punto
de vista
modelar el sentido
colectivo de
relevancia
estableciendo una
agenda prioritaria
construir acuerdos
abierto y pluralistas
depositar la
responsabilidad final
en la comunidad
involudrada
objetivos
herramientas
servicios existentes
construcción de registro público
co-creación
perfil de identidad
publicación
multiformato
visualización
adscripción
suscripción
conversación
valoración
evaluación
apoyo/rechazo
coordinación
colaboración
administración
incentivo
blogging
microblogging
comunidades de
opinión
redes sociales
wikis
herramientas de
votación y
relevancia (+1)
servicios de gestión
de proyectos
Google docs
wikis
Tabla 2. Nuestro modelo distingue 4 estados dentro de la macro (co)experiencia democrática. Cada uno de estos estados
puede abordarse desde el Diseño como experiencias finitas, cada una de ellas con una forma de culminación propia.
El modelo (Fig. 4) contempla desde el levantamiento de temas hasta la gestión de
una iniciativa a través de herramientas ad-hoc. Esta estructura perfila los procesos
mencionados como estados de participación abiertos, no obligatorios, según la
tipología de personas y sus intereses locales, clasificando cada acción ciudadana en
las instancias de:
i) Publicación: levantamiento de temas
ii) Participación: enriquecimiento del diálogo, feedback colectivo
iii) Deliberación: Participación indirecta
iv) Gestión: Participación directa.
Fig. 4. El modelo MF propone una configuración de experiencias encadenadas articulando una co-experiencia social de
democracia.
En primera instancia, diseñar un espacio democrático requiere permitir su
maleabilidad estructural. Diseñar para una maleabilidad estructural significa permitir
un proceso de co-evolución con los participantes. Si la maleabilidad se refiere a la
capacidad de alterar los artefactos del ecosistema, la maleabilidad estructural se
refiere a la capacidad de modificar el espacios donde se da la interacción, modificar
las condiciones ambientales. Aquí, sin la intervención del diseñador, las acciones
que emergen dentro de ciertos contextos pueden ir más allá empoderando a los
usuarios para modificar las condiciones del sistema en el que se insertan. La gente
ya no es más consumidora dentro de espacios o sistemas predefinidos sino que se
vuelven co-creadores de espacios convivenciales (Illich, 2009).
El enfoque anticipatorio del diseño como proyección (que prevé) o como
planificación, se mueve hacia otra estrategia de producción y de compromiso con su
comunidad de uso (el público) mediante el reconocimiento de sus limitaciones y
dejando la puerta abierta a constantes modificaciones, asumiendo un modo
conversacional o de control blando3, refiriéndose al cambio programado dentro de un
sistema complejo. Normalmente las acciones ejercidas deben esperar un tiempo
para ver los efectos de la acción. Esto se debe principalmente a que la naturaleza de
la interacción social no se refiere únicamente a los actos comunicativos o
3
del inglés soft control.
transaccionales a nivel individual sino también a la modulación dinámica de energías
materiales y sociales.
Otro aspecto clave de una red que empodera la acción social es permitir la
reversibilidad de sus relaciones. Cuando se trata de tecnología, la reversibilidad no
es otra cosa que la moral puesta en práctica. Diseñar para el diálogo puede ser
entendido como apoyar los procesos co-evolutivos mediante relaciones dialécticas.
A la gente se le permite hablar de vuelta, comentar, elaborar sobre lo ya constituido;
pero de un modo transparente y siempre reversible, que evita a toda costa la
imposición de construcciones, procesos o ideas. Esta forma –ideal, por cierto– busca
permitir la emergencia te ideas y tópicos democráticamente relevantes y tiene lugar
a escala humana, en comunidades y grupos pequeños donde los valores esenciales
son los significados comunes, el pensamiento colectivo y, por lo tanto, la propiedad y
el bien común.
Al involucrarnos en interacciones sociales, buscamos un sentido de propósito y de
trascendencia a nuestros actos; necesitamos ver la consecuencia de nuestras
acciones si aspiramos a que otros elaboren y construyan sobre ellas. La
trascendencia, en este sentido, apunta a nuestra habilidad para generar aportes
significativos en nuestras comunidades; aporte con un valor intrínseco suficiente
como para que sean recibidos y reconocidos positivamente. Una herramienta que
permita acciones trascendentes de sus participantes les permitirá transformar su
contexto en oposición a la construcción de contextos que imponen acciones y
condicionan y limitan a las personas.
El modelo de MediaFranca hace un especial hincapié en la etapa deliberativa y en
normar los procesos vinculantes. apuntando a la motivación a través de la
construcción del perfil ciudadano, grado de participación-influencia, y la realización,
mediante la recomendación inteligente de oportunidades y soluciones legales según
las características de las conversaciones. Construir un modelo deliberativo en base
a la votación, no asume la diversidad de intereses ciudadanos en cada uno de estos
estados (Rosenberg, 2007), más bien, excluye a quienes no deseen participar del
resto de las instancias. Una persona podrá sentirse atraída levantando temas
locales, conectando conversaciones, pero no gestionando la realización de un
proyecto. Si apuntamos a una autorregulación de los mecanismos vinculantes
tenderemos, sin duda, a una suerte de meritocracia (Bishay, 2010), donde las
personas tendrán necesariamente mayor injerencia sobre aquellos asuntos sobre los
cuales han invertido tiempo y trabajo.
Sobre la motivación y el incremento en la sinergia de las conversaciones, hacer
público un perfil ciudadano de acuerdo al nivel de participación, genera una
reputación e influencia que desincentiva la publicación de información banal. Cada
persona con su identidad ciudadana, del mismo modo que lo hace con su perfil en
las redes sociales ya que forma parte del mismo ecosistema. Distinguir la
participación a través del reconocimiento de personas, aumenta la relación
horizontal y la importancia del empoderamiento cívico a través de la
representatividad (Sartori, 2009).
Un espacio de interacción social reglado define, en virtud de su estructura mecánica
de protocolos y procedimientos, un determinismo estructural. Ya hemos discutido
que lo que emerja como comportamiento masivo es complejo de prever y por eso se
hace necesario irlo construyendo permanentemente de forma dialógica. El sistema
propuesto busca hacer “rimar” la palabra y la acción. En términos políticos esto
significa desincentivar el clientelismo y promover el empoderamiento orientado en
acción y proyecto. Son los proyectos los que construirán un “anillo público” a su
alrededor, un pequeño “nosotros” que se articula en pos de una visión compartida
del futuro, por muy pequeño y humilde que sea el alcance del proyecto entre manos.
Si bien los servicios digitales son altamente sofisticados en los algoritmos que los
gobiernan, la mecánica democracia no debe serlo. Muy por el contrario, debe ser
transparente y comprensible; no como una caja negra sino como un cubo blanco.
Una elección democrática de define con una claridad aritmética, sus mecanismos
son comprensibles y fácilmente verificables. En este sentido, la complejidad que
abre la tecnología es –paradójicamente– la simpleza que se requiere para no
obscurecer ni delegar en cajas negras la co-creación de un futuro común.
Conclusiones
Los diseñadores debemos comprender nuestro rol como posibilitadores o
habilitadores, o más precisamente, de sembradores de condiciones dentro de
sistemas dinámicos. Como consecuencia de esto, el diseño ya no puede ser
entendido como una actividad de planificación (de pre-ver), sino en cambio, como el
diálogo permanente de ajuste de los flujos de comunicación, habilitación y uso.
Dentro de esta forma del diseño, la cultura, los productos, los servicios y los
sistemas son concebidos en integración (Giaccardi, University of Plymouth, 2003).
Las dualidades arte-ciencia, sujeto-objeto, poética-política aparecen como conceptos
trampa que amenazan con desbalancear el frágil equilibrio que requieren estas
configuraciones. La búsqueda por la coherencia unívoca se muda por otra forma de
coherencia más compleja, cuya imagen está en constante transformación y ajuste;
no se trata de una imagen que deba perseguirse sino de una relación abierta que se
busca sostener y conquistar continuamente.
En el contexto actual de servicios Web, resulta complejo plantear una solución
genérica o “bala de plata” si no existe un compromiso institucional mayor que aborde
el problemas como el acceso, la neutralidad, la transparencia de los datos públicos,
la arquitectura propietaria de la Red, entre otros.
Este texto hace un llamado a los gobiernos para que lideren iniciativas de
integración y de estándares para una nueva generación de servicios ciudadanos
desde la óptica del metadiseño. Sin embargo, mientras se requiera de mejoras
incrementales al sistema, no perdamos de vista el sentido profundo de la experiencia
ciudadana a cambio de una mirada más pragmática y cortoplacista de los servicios
Web vinculados a modelos de negocios inmediatos de carácter corporativo. Nos
damos cuenta que se necesita una mirada más holística y sabia para el oficio del
diseño, donde reconocemos la importancia del diseño participativo e inclusivo,
asumiendo nuevos modos de co-creación más flexible y adaptable, para estar a la
altura de los problemas de sustentabilidad social que el futuro nos depara.
Agradecimientos
Al equipo de MediaFranca: Cristóbal Severin, diseñador; Rodrigo Moya, ingeniero
programador del prototipo funcional; Francisco Vera, diseñador e investigador
memorista que explora nuevos modelos deliberativos y a Macarena Álamos, alumna
de Diseño, por la documentación e en el contexto de las movilizaciones estudiantiles
de Mayo-Septiembre de 2011. Un especial agradecimiento a Eugenia Rivieri que nos
propuso comunicar los avances preliminares del proyecto y nos acompañó en la
articulación del presente texto.
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