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Todos los caminos llevan a Chipre

2023, Complutum

https://doi.org/10.5202/cmpl/.85239

Resumen. El texto desarrolla el modelo de las diásporas comerciales como alternativa a la precolonización en el Bronce Final y plantea la existencia de agentes foráneos conviviendo entre indígenas en el Centro y Oeste del Mediterráneo antes de la implantación de las colonias históricas Palabras clave: banquete; heroización; micénico; chipriota; fenicio.

ARTÍCULOS Complutum ISSN: 1131-6993 https://dx.doi.org/10.5209/cmpl.85239 Todos los caminos llevan a Chipre Marisa Ruiz-Gálvez Priego1 Recibido: 26/11/21 / Aceptado: 22/12/22 Resumen. El texto desarrolla el modelo de las diásporas comerciales como alternativa a la precolonización en el Bronce Final y plantea la existencia de agentes foráneos conviviendo entre indígenas en el Centro y Oeste del Mediterráneo antes de la implantación de las colonias históricas Palabras clave: banquete; heroización; micénico; chipriota; fenicio. [en] All roads lead to Cyprus Abstract. This paper deals with the trade diasporas model as an alternative view to the pre-colonial concept. Foreign merchants and craftsmen would have settled on an individual basis among Central and Western Mediterranean host communities well before the time of Phoenician and Greek colonies. Keywords: banquet; heroization; Mycenaean; Cypriot; Phoenician. Sumario: Dedicatoria. Introducción. Diásporas mercantiles versus modelos precoloniales. Diásporas mercantiles y la integración de los confines mediterráneos. Post Scriptum. Bibliografia. Cómo citar: Ruiz-Gálvez Priego, M. (2023). Todos los caminos llevan a Chipre. Complutum, 34 (Núm. Especial): 163-175. Dedicatoria He sido alumna de Martín Almagro. La mía fue la segunda tesis que dirigió y siempre lo he llevado con orgullo. Sirvan estas líneas como pequeño homenaje a mi maestro, con mi agradecimiento a la Dra. Chapa por invitarme a participar. Introducción Hace años Vagnetti (1993), analizando el comercio micénico en el Mediterráneo Central planteó que, aunque no se podía hablar estrictamente de colonias, forzosamente tendría que haberse producido la instalación, bien estacional o permanente, de pequeños grupos de comerciantes y artesanos entre las comunidades anfitrionas. Se basaba en que las evidencias ar1 queológicas indicaban algo más profundo que una mera importación de manufacturas micénicas, ya que la producción local de cerámica a torno señalaba la introducción del torno de alfarero amén de técnicas relativas a nuevos cultivos y prácticas agrarias, lo que implicaba necesariamente un estrecho contacto entre maestro y aprendiz. No obstante, tanto importaciones como producciones locales a torno se producían siempre en contextos indígenas. Trabajos recientes parecen confirmar esa presencia de foráneos conviviendo entre indígenas y banqueteando o celebrando rituales en el lugar, tal vez como vehículo reforzador de su identidad y de sus vínculos con su lugar de origen (Graziadio & Guglielmino 2011). La historia demuestra que ninguna ruta comercial internacional surgió ex nihilo, sino que, por el contrario, se basó en otras locales preexistentes y de menor radio y volumen de Departamento de Prehistoria. UCM. marisar.gp@ghis.ucm.es Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 163 164 actividad (Curtin 1984). En el caso del comercio micénico hacia el centro del Mediterráneo, la existencia previa de rutas locales por el mar Jónico y Sicilia desde fines del Heládico Medio (Castellana 1998), explicaría el nacimiento de los palacios micénicos, así como la instalación de extranjeros en el seno de comunidades itálicas (Sherratt 2001). En un libro ya clásico, Curtin (1984) planteó su modelo de las diásporas comerciales como intermedio entre los sistemas mundiales y los puertos de comercio. El término describe pequeños grupos de comerciantes asentados pacíficamente y sin relación de dominio en el seno de la comunidad anfitriona. Estas comunidades, integradas en la mayoría de los casos por hombres solos, aparecen asociadas en una red comercial. Según Curtin (1984), estas diásporas surgieron donde existían importantes diferencias culturales, sociales o económicas entre los agentes implicados, que hacía necesaria la mediación de un pariente o compatriota fiable que actuara como encargado comercial. En palabras de Stein (2002), es un colonialismo sin colonias. Las relaciones interculturales estuvieron presentes en el inicio del comercio portugués en el golfo de Guinea o en el musulmán en África y lejano Oriente (Curtin 1984; Insoll 2003). Uno de los casos más paradigmáticos es el de los comerciantes Swahili, habitantes de la zona costera del este de África entre Somalia y Mozambique, quienes, a mediados del s VIII d.C., entraron en contacto con los comerciantes musulmanes, se convirtieron al Islam formando de ese modo un grupo diferenciado respecto de las poblaciones de tierra adentro y devinieron en intermediarios entre el comercio asiático y las comunidades africanas del interior. Las alianzas inter-étnicas e interculturales formaron la base del comercio Swahili. Un comerciante árabe podía establecer vínculos comerciales con un agente Swahili casándose con la hija más joven de éste y convirtiéndose en su yerno. La esposa Swahili y sus hijos permanecían en la casa del padre y su marido los visitaba y residía en casa del suegro cuando venía a comerciar El mismo sistema operaba entre los comerciantes Swahili y las comunidades del interior. Ello permitía que estos comerciantes o sus descendientes interculturales actuaran como intermediarios comerciales, preparando los cargamentos que se remitían a la costa y reco- Ruiz-Gálvez Priego, M. Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 giendo los encargos de telas y otras mercancías que los habitantes del interior demandaban del comercio asiático (Horton & Middleton 2000; Middleton 2004). Una explicación similar se ha sugerido para Kanesh (Veenhof 1982), para la tumba 104 de la necrópolis cumana de Fondo Artíaco, para otras de Pitecoussa o Etruria Meridional (Coldstream 1993; Hodos 1999), para la fundación de Massalia (Dietler, 1995) y para el inicio de las relaciones entre fenicios y locales en Tartessos (Almagro 1983). Finalmente, esa es también la historia del oikistés Demarato. En muchos casos, aunque estos pequeños grupos de comerciantes conservaran su lengua e identidad, serían difícilmente detectables arqueológicamente, como ocurre en el caso del comercio micénico en Italia. El mejor ejemplo lo ofrecen los comerciantes asirios de Kanesh, que adoptaron la arquitectura y cultura material de la comunidad anfitriona, por lo que, sin los sellos y los textos de las tablillas, los excavadores habrían sido incapaces de diferenciar la comunidad asiria de la local (Stein 2005). Diásporas mercantiles versus modelos precoloniales Cada vez resulta más evidente el hecho de que las rutas por el Mediterráneo continuaron floreciendo tras el colapso del sistema palacial, aunque nos cueste más detectarlo porque no responde a las pautas de comercio direccional y de gran volumen, propio del comercio de Estado al que estamos acostumbrados, sino a un modelo de comercio privado y empresarial con diferentes agentes y puntos implicados (Sherratt 2003; Galán & Ruiz-Gálvez 2010). La figura del comerciante privado o del funcionario que, paralelamente, emprende sus propios negocios, está plenamente reconocida en el comercio de Uruk del Cuarto Milenio a.C. (Stein 2005), en el de Ur del Tercer Milenio a.C. (Ratnagar 2003), o en el paleobabilónico de inicios del Segundo Milenio a.C. (Veenhof, K. 2003). Los textos de los últimos 250 años de vida del reino de Ugarit apuntan igualmente a la existencia de comercio privado en paralelo con el estatal (van de Mieroop, M. 2004) y la existencia de un comercio privado es en general aceptada para el mediterráneo Oriental en el Bronce Final (Knapp 1990). Korou (2008), considera que tras el final de los palacios el comercio debió estar en manos Ruiz-Gálvez Priego, M. Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 chipriotas. El carácter menos centralizado de Chipre en el Bronce Final le habría permitido capear mejor los acontecimientos, continuar las rutas hacia el Mediterráneo Centrooccidental y a la vez, mantener sus relaciones con el Egeo, especialmente con Creta y con el Próximo Oriente, como lo indicaría la abundante presencia de cerámica chipriota en puertos levantinos de inicios de la Edad del Hierro. Dado que todo sugiere la existencia entonces de sistemas políticos heterárquicos, que algunos asocian a la figura del basileus (Mazarakis 2006) y otros preferimos denominar Sociedades de Casa (Ruiz-Gálvez 2013; González & Ruiz-Gálvez 2016), creo que el modelo empresarial es el que mejor se ajusta al presente caso. La presencia chipriota dentro del comercio “micénico” es significativa especialmente desde los siglos XIV– XIII a.C., aunque posiblemente chipriotas y egeos siguieran rutas y destinos diferentes, los segundos por los mares Jónico y Adriático, los más cercanos al Peloponeso y Creta de donde, según los análisis de pastas, procede la mayor parte de las importaciones cerámicas, mientras que la actividad chipriota parece más dirigida hacia el canal de Sicilia y el Tirreno (Graziadio & Guglielmino 2011). Esa es también la ruta de los lingotes de bronce piel de buey y de los calderos chiprolevantinos (Lo Schiavo 2012). Cabe pensar que entre esos chipriotas pudiera haber también sirios, pues existe evidencia textual en la ciudad de Ugarit, (tablilla RS11.857), del asentamiento de 29 comerciantes ugaríticos, junto con sus familiares y sirvientes en Chipre, posiblemente en Enkomi, como el registro arqueológico de este sitio en el s XIII a.C. parece sugerir (Negbi 2005; Crewe 2009). Bell (2006) propone que, tras la destrucción de la ciudad, algunos ciudadanos de Ugarit pudieron refugiarse entre sus parientes asentados en Chipre y no hay razón para pensar que los contactos con la vecina Siria no continuaran una vez pasado el peligro, pues hay pruebas de que el territorio de la antigua Ugarit siguió habitado (Yon 1992) y no hay diferencias étnicas o lingüísticas significativas en el área entre las poblaciones amorreas de Ugarit del Segundo Milenio y las arameas del Primer Milenio a.C. (Sader 1987). Así que mi hipótesis es que: 1º el comercio micénico hacia el Mediterráneo Central adoptó la forma de diásporas comerciales; 2º que en él intervinieron egeos y chipriotas; 3º que hubo un componente ugarítico en ese comercio chi- 165 priota del s. XIII a.C. (Mederos 2002); 4º que hay razones para pensar que bajo la misma fórmula de diásporas comerciales, ese comercio continuó en los albores de la Edad del Hierro; 5º que desaparecida esa clase media, que a fines de la Edad del Bronce consumía cerámica micénica como vajilla de lujo (Sherratt2001), el comercio posiblemente se reorientó hacia otros actores y otro tipo de mercancías con alto valor añadido como el marfil, la pasta vítrea, la vajilla metálica o el hierro, tal como sugiere Sherratt (2003), para el comercio chipriota con Levante en el s. XII a.C. 6º El modelo de diásporas comerciales resulta más coherente con el registro arqueológico que el de precolonización, sobre cuya inconsistencia me he pronunciado ya (Ruiz-Gálvez 2000). 7º Que en la presencia de semitas en el Mediterráneo Central y Occidental antes de la fundación de las colonias por Tiro hay un componente chiprosirio o fenicio del Norte. Si la presencia egea en el Centro del mediterráneo parece desvanecerse después del 1200 a.C. (Sherratt 2003), de la continuidad chipriota tenemos poderosas pruebas que una vez más remiten a la transferencia de técnicas y de formas de consumo y ritual, que difícilmente pudieron producirse sin una estrecha convivencia. Papasaivas (1999), quien ha estudiado los trípodes y soportes de ruedas reconoce cuatro grupos, siendo a su juicio los chipriotas el prototipo de los otros tres: cretense, levantino y sardo, que habrían surgido a partir del s. XIII a.C. Lo relevante es que, aunque los cretenses y sardos son facturas locales y diferentes técnicamente de los chipriotas, el autor opina que unos y otros implican varias técnicas muy complejas para su producción que no se pueden explicar sin la presencia de maestros chipriotas. Por cierto, los ejemplares ibéricos de Baiôes y Calaceite están más relacionados con los sardos que con los chipriotas. La introducción de nuevo instrumental, como hachas y martillos de enmangue vertical, pinzas de herrero o recogedores de carbón (Lo Schiavo et. al. 1985), asociados a nuevas formas de trabajo del metal delata, contra la visión minimalista de Russell y Knapp (2017), la presencia de metalurgos chipriotas en Sicilia, Cerdeña y otros puntos del Tirreno. Otras importaciones o versiones locales de prototipos chipriotas y levantinos sugieren la introducción del banquete cananeo y de códigos simbólicos y de construc- 166 ción de la imagen del poder: espejos, calderos y sítulas, soportes rodados y trípodes. Este último aspecto es relevante pues, como Galán y yo misma señalamos (Ruiz-Gálvez & Galán 2013), diversos factores, como la independización de artesanos tras el colapso palacial y la expansión de las tribus pastoriles ocupando el hueco dejado por la desaparición de los antiguos estados (Liverani 2002), favorecieron la generalización en el área mediterránea de nuevas formas de consumo entre hombres como la carne asada y la construcción de la imagen del poder basada en el significado del reino patrimonial semita (Schloen 2001), así como su plasmación en la imagen del rey pastor y en los banquetes de heroización del fundador del linaje: el Marzeâḥ. Ello se produce en el marco de la reorganización de las estructuras políticas y la aparición de heterarquías competitivas, que precisan consolidar su poder apelando a la construcción simbólica de la imagen y al discurso heroico. Diversos autores (Carter 1995; Hammilakis & Sherratt 2012), creen ver evidencias de ceremoniales compatibles con el marzeâḥ semita en el registro chipriota de transición Edad del Bronce/Edad del Hierro. Así lo sugiere una reciente revisión de la tumba 66 de Enkomi (ca.1300-1150 a.C.), que presenta muchas similitudes arquitectónicas y formales con las de Ugarit. Lo relevante del caso es que, con la excepción de los objetos de adorno y cosmética y de unas pocas armas, la mayoría de los 265 elementos del ajuar son recipientes excepcionales de metal, vidrio o cerámica, todos ellos asociados al banquete, que pudieron usarse durante las ceremonias funerarias o conmemorativas del difunto, a cuyo fin pudieron servir dos bancos corridos situados en dos de las paredes de la cámara (Crewe, 2009). Esa simbología del basileus como héroe, cazando, guerreando por tierra y mar o montando a caballo, de origen sirio (Karageorghis & Raptou 2015), forma parte de la iconografía de la cerámica chipriota y cretense del s XI a.C. Sherratt (Hammilakis & Sherratt 2012) la relaciona con la heroización del líder y el marzêaḥ. Como ya señalamos (Ruiz-Gálvez & Galán 2013), esa es también la ideología que, trasplantada a los propios contextos locales, parece emerger detrás la súbita adopción de la vajilla del banquete en la cuenca del mediterráneo en contextos previos a las colonizaciones históricas. Ruiz-Gálvez Priego, M. Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 A ello responde, en parte al menos, la iconografía de los bronzetti nuragicos, con la representación de la figura del héroe o del antepasado, bien armado, bien con el cayado de pastor. Aunque Bartoloni (Bartoloni & Botto 2015) defiende su cronología fenicia, una parte al menos, como la reciente excavación en el entorno del pozo sacro de Funtana Coperta demuestra, aparecen en contextos claramente prefenicios (Manunza 2008). Lo mismo se puede decir de los calderos chipriotas de asa en flor de loto o en ocho y la sítula de la cabaña de reuniones de Santa Anastasia de Sardara, a las que Botto (Bartoloni & Botto 2015), rebaja la fecha hasta cronología fenicia, pero cuyo contexto como argumenté en otro sitio (Ruiz-Gálvez 2013:212-16), sugiere fechas manifiestamente prefenicias. La propia cabaña de reuniones es, además, muy interesante. Un espacio amplio y con un banco corrido, presidido por un modelo de nuraghe. En la base de piedra sobre la que aquel reposaba se conservaban restos de bronzetti pegados con gotitas de plomo (Figura 1) (Lo Schiavo 2009:362-63). El lugar, como ya señalé (Ruiz-Gálvez 2013:212), parece vinculado a la riqueza – lingotes + calderos – y las celebraciones – calderos – de un grupo de descendencia – modelo de nuraghe + bronzetti – y podría ser una versión indígena del bet marzeâḥ, es decir, la casa donde los miembros de la “cofradía”, celebran los festines en honor al antepasado heroico en el mundo semita Diásporas mercantiles y la integración de los confines mediterráneos. Salvo los fragmentos de cerámica micénica de Montoro producidos en Berbati y de los que, con certeza, sólo sabemos que no son del HRIIIC (s.XII a.C.) (Potzuweit1990), todos los hallazgos, en su mayoría metálicos, nos remiten a Chipre y al Centro del Mediterráneo entre fines de la Edad del Bronce mediterráneo (s. XIV-XIII a.C.) y las primeras colonias fenicias a fines del s. IX a.C. Su cronología y contextos no están exentos de problemas. La pátera de Berzocana fue acertadamente identificada por Torres (2012) como un producto chipro-levantino datado en el depósito de Jatt entre el s.XI-X a.C. No obstante, eso sólo nos proporciona una fecha ante quem y no podemos situar con exactitud el momento en que la pátera y los torques de oro fueron enterrados, al tratarse de un depósito sin contexto datable. Lo mismo pue- Ruiz-Gálvez Priego, M. Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 167 Figura 1. Reconstrucción ideal de una cabaña de reuniones a partir de la de Nuraghe Palmavera (Moravetti 1992 y Lo Schiavo 2009) con modificaciones de la autora. de decirse del conjunto de objetos de banquete del depósito de Baiôes. Aunque como se dijo, los carros proceden de un taller sardo no anterior al 1200 a.C. y los cuencos hemisféricos son de origen chipriota, éstos poseen una amplia cronología entre los siglos XIV y VIII a.C. en Chipre, Levante, Creta, Grecia e Italia Central y Meridional (Sciascca 2010a y b; Crewe 2009; Bartelheim at al.2008; Artzy 2006). Así que carecemos de elementos cronológicos precisos, pues ignoramos si se amortizó tras su uso in situ en el ámbito del banquete, o si llegó a Baiôes ya como chatarra y cuánto tiempo pudo transcurrir hasta su amortización. Las tres dataciones C14 sobre muestras de vida corta se mueven en un rango cronológico compatible con la presencia de comerciantes mediterráneos en Huelva. No obstante, desconocemos el contexto exacto que datan, si bien Vilaça (2007), cree que el área de donde proceden se puede asociar a cerámicas locales tipo Baiôes y a objetos metálicos como el asador articulado, los dos tranchet y otros objetos de metalurgia atlántica. En tal tesitura, la evidencia más clara y contextualizada de unas relaciones regulares e intensas de gente del Centro-Este del mediterráneo es el hallazgo de pesos en diversos sitios de Portugal y España, entre fines del s XI y fines del s IX a.C (González de Canales et. al 2004; Vilaça 2013). Porque la adopción de un patrón mediterráneo de valor reglado por el peso apela a profundos procesos cognitivos que, como en el caso de la transferencia tecnológica, precisan de una convivencia estrecha y continuada ente los actores implicados. Dado que el patrón al que corres- 168 Ruiz-Gálvez Priego, M. Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 ponden no es el del siclo fenicio de 7.9 gr, como en Cerro del Villar o en Cancho Roano (Aubet 2002), sino, bien el siclo sirio o el dbn egipcio del que aquel deriva, cabe pensar en unos orientales genéricos, pero no específicamente tirios (RuizGálvez 2019a). Nuestra información sobre Sidón a inicios de la Edad del Hierro es más textual que arqueológica. Las excavaciones del British Museum en el área de los colegios, en la acrópolis de la ciudad, han desvelado la existencia de un área sacara, un templo, cuyos niveles más antiguos se remontan al s.XIIa.C., y una serie de habitaciones asociadas, cuya estructura se preservó en lo básico a lo largo de todo el periodo fenicio. No obstante, el conocimiento de la estructura urbana sigue siendo bastante escaso (Bordreuil & Doumet-Serhal 2013). Basándose en textos Markoe (2000), cree que Sidón habría liderado la expansión mediterránea y Fletcher (2004) sugiere que la dispersión de los amuletos de la tríada menfita delata una ruta sidonia. A este tipo, por cierto, pertenecen los del templo fenicio de Kommos del s X a.C. (Stampolidis & Kotsonas 2006). No son pocos los autores que han sugerido dos rutas bien diferenciadas en los compases iniciales del Primer Milenio a.C.: la de los fenicios del Norte y la de los del Sur (Boardman 1990; Fletcher 2004; Gubel 2006). Peckham (1998) nos recuerda, que, desde la más antigua documentación, Sidón aparece siempre alineada con las ciudades del Norte de Siria y con Cilicia, mientras que Tiro lo está con Egipto y Arabia. El autor argumenta, a partir de información epigráfica, que los sidonios no fundaban colonias, sino que se casaban con mujeres locales y que, hasta la hegemonía tiria, habrían liderado las rutas del centro del Mediterráneo a través de Chipre y el Egeo.2 ¿Pueden los pesos de la unidad de 9’4 grs. de Huelva y los castros portugueses y extremeños reflejar el momento en que Tiro comienza a solaparse a las rutas previas chipro-fenicias del Norte? Dicho de otro modo, ¿refleja la unidad de 9.4 grs. que los indígenas hacen transacciones con dos agentes diferentes: unos, largo tiempo asentados en el Centro del Mediterráneo y cuya unidad de peso, 11.75grs. es la propia de Chipre, Cilicia y Siria en la Edad del Hierro y está bien implantada en Italia desde época postpalacial (Parise 2006); y otros, de 2 El siclo de 11.75gr equivale a 1¼ veces el qdt y el siclo de 7.9gr equivale a 0¾ el qdt. Es decir, la vieja unidad de peso de 9,4 gr tiene equivalencias, entre otros con el siclo minorasiático y con el fenicio. presencia más reciente, que usan la unidad de 7.9 grs?1 Hace tiempo Galán asoció los torques Sagrajas-Berzocana con la unidad 11.75grs. si bien admite (com. personal) que, en ausencia de pesos, es difícil tener una certeza, dada la intercambiabilidad de la mayoría de los valores de peso. Las estelas entonces, aunque no tengan contexto fechable, pueden, a través de la iconografía, ofrecernos algunas claves. Muchos de los objetos representados en ellas carecen hasta la fecha de correlato arqueológico, pero es indudable que, aunque en conjunto lo que se plasme sea un lenguaje de poder, si esos objetos se representaron es porque se habían visto en cerámicas, telas, marfiles o cualquier otro soporte (Figura 2). Artículos recientes (Mederos 2012; Torres 2012) han discutido la cronología iconográfica de las estelas. No reincidiré en ello. Solo apuntaré que, de entre las armas, sólo me atrevo a reconocer iconográficamente algunas en lengua de carpa por su característico estrechamiento. De las demás, no me aventuro a decir si es un modelo real o un concepto lo que representan. Lo mismo aplico a la representación de lanzas. Los escudos de las estelas son de 2 tipos: redondos y con escotadura en V, de ninguno de los cuales conocemos ejemplares reales. Sí son por el contrario bien conocidos en el área atlántica, donde Uckermann (2011) sobre datación C14, los sitúa entre 1300-975 a.C. Ignoro si han podido llegar a la península en metal, o en madera y cuero y con qué frecuencia. Pero, como volveré a argumentar para los carros, el que se les represente a la vez en dos proyecciones, externa e interna con la abrazadera, sugiere un recurso del grabador para hacer comprensible al espectador un objeto con el que no parece muy familiarizado. Por lo que se refiere a elementos mediterráneos, los carros responden claramente a un modelo micénico. En cerámica se datan entre HRIIIA1 y HRIIIC (1400-1100 a.C.) y, tanto Montjoy (1993) como Van Wijngaarden (2002), señalan que, aunque fabricados mayoritariamente en la Argólida, son infrecuentes allá y parecen más bien destinados a Chipre y Levante, mercado este último al que parecen llegar siempre acompañados de cerámica fina chipriota (Iacovou 2006). De su aprecio da fe el ejemplar lañado recuperado en contextos de inicios del s. XII a.C. en Pyla-Kokrinokremos (Iacovou 2006). La representación del carro en las estelas del SW, al igual que en gran parte Ruiz-Gálvez Priego, M. Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 del arte rupestre escandinavo, se hace en vista cenital. Martínez (2006), interpreta la vista cenital, en el caso del arte levantino, como la representación mental de un modelo intentando recrear la tridimensionalidad, lo que podría 169 indicar que llegaron pocos modelos reales de carros, los espectadores estaban poco familiarizados y el grabador trató de facilitar la comprensión del objeto representado (Ruiz-Gálvez 2019b). Figura 2. Iconografía de las estelas. Elaboración propia a partir de Uckermann 2011; Iacovou 2006; Vilaça & Cruz 2007; Lo Schiavo 2000; Karageorghis, V. & Raptou, E. 2015 y Manunza, M. 2008. Modelo de base: Estela de Capilla IV. Los peines de las estelas presentan menos similitudes con los sirios y egeos del Bronce Final que son cuadrados, que con los producidos en Italia y Sicilia en contextos del s XII a.C. con buenos paralelos en Chipre. (Vagnetti et al. eds 2005). Forman parte de la construcción de la imagen estética del “Pastor de Pueblos” y en la tumba de Roça do Casal do Meio ofrece un ambiente y unas fechas C14 previas a las de las colonias fenicias (Vilaça & Cunha 2005). Idéntica función parecen cumplir los espejos. Los modelos representados, muy genéricos, pueden corresponder a tipos chipriotas o imitaciones centromediterráneas de época postpalacial. En algunos casos, como Magacela, Orellana, Cabeza de Buey III o Capilla IV, el mango calado del espejo sugiere modelos sardos (Lo Schiavo et al. 1985). La presencia de perros o de arco y flecha en alguna de las estelas alude quizá a las ac- 170 tividades cinegéticas masculinas, tan típicas de la imagen del héroe en la cerámica siria, cretense y chipriota entre los siglos XII y XI (Hammilakis & Sherratt 2012; Karageorghis & Raptou 2015). En cuanto a las liras, corresponden al modelo egeo y no al levantino, aunque se conocen también en Chipre (Lawergren 1998) donde, a inicios de la Edad del Hierro, pasan de 7 a 3 cuerdas (Mikradis 2013). Pero las liras de las estelas carecen de un número fijo de cuerdas. Tienen bien 2, 3, 5 o 9, o carecen de ellas (Ruiz-Gálvez & Galán 2017), por lo que, nuevamente, pienso que se representa más un concepto que un objeto real que, como ya defendimos (Ruiz-Gálvez & Galán 2013), alude a la idea del Marzeâh o celebración del antepasado heroizado. La imagen del banquete funerario amenizado por el sonido de la lira se populariza en gran parte del Mediterráneo con los escarabeos del tañedor de lira del s VIII a.C. (Cerchai & Nava 2008/2009), que, sin embargo, son muy raros en la Península Ibérica. Boardman (1990) los asocia con la ruta sidonia. Finalmente, la representación de antropomorfos con cascos de cuernos puede corresponder asimismo a la adaptación local del concepto de muerte y regeneración. En el mundo cananeo Ba‘al, pero no Reshef, porta una corona con cuernos (Cornelius 1994). Ignoro si los antropomorfos con cascos de cuernos de los bronzetti sardos o de las estelas del SW representan a Ba‘al en alguna de sus advocaciones: Ba‘al–Rpu, el salvador/sanador de Ugarit; el sidonio Eshmun, que es un humano heroizado, sanador y cazador; el tirio Melkart, que es también un humano heroizado tras el paso por el fuego (Xella 2000); el héroe anatolio Telepinu (Almagro et al 2011-12), o sencillamente la idea de un antepasado heroico, tan común en las sociedades ganaderas. Así pues, el lenguaje iconográfico parece haberse ido construyendo en un proceso aditivo a lo largo del tiempo como sugiere Mederos (2012), lo que nos daría unas fechas entre 1200/1100-825 a.C. porque ningún elemento iconográfico de las estelas es fenicio. Por el contrario, toda la iconografía mediterránea de éstas remite de una u otra forma a Chipre. Ello nos lleva a los altares de piel de buey de los santuarios del SW (Escacena 2010; Gómez 2010), que no tienen paralelos en Oriente. ¿Responden, como sugería Torres (2002) a un antepasado heroizado cuyas funciones se asimilan a las de una divinidad oriental? Ruiz-Gálvez Priego, M. Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 Si Peckham (1998) tiene razón y los sidonios no creaban colonias, sino que se asentaban entre indígenas como en el castro de Ratinhos (Berrocal et al. 2012), donde un santuario de tipo oriental se implanta en un poblado indígena del s. IX a.C., entonces cabría pensar que hasta el dominio del Norte de Fenicia por Tiro a mediados del s IX a.C. (Aubet2008), chiprofenicios del Norte con larga presencia en el centro del Mediterráneo participaron, quizá junto con sardos y villanovianos, en las rutas a los confines del Mediterráneo y contribuyeron a la transmisión de conceptos e imágenes de la construcción del poder. Post Scriptum Este texto se entregó hace cinco años, en febrero de 2016. He intentado incluir en esta revisión alguna referencia más reciente, pero no siempre es posible, porque, más que incluir la bibliografía reciente, implicaría reescribir muchos de los párrafos de este trabajo. Por tanto, me voy a limitar a comentar un pequeño conjunto de trabajos recientes, relacionados con el tema de la precolonización, aquí tratado. 1º El modelo de las diásporas mercantiles de Curtin lo he desarrollado más extensamente en un trabajo posterior (Ruiz-Gálvez 2019a), usando la documentación textual y arqueológica de la presencia mercantil europea en el Golfo de Guinea antes del siglo XVIII, para demostrar que las diásporas mercantiles no son una forma de precolonización, sino una de las variantes del proceso colonial. 2º En los últimos años se han publicado diversos trabajos basados en análisis por isótopos de plomo de muestras de plata procedentes de diversos depósitos de la Edad del Hierro del actual Israel. Un primer grupo de análisis ha sido realizado por arqueólogos y analistas israelitas y, a partir de la identificación de las potenciales fuentes del mineral, se plantea una posible precolonización o fase de exploración fenicia de la costa Egeo-anatólica y del Oeste del Mediterráneo –Cerdeña y/o la Península Ibérica –, ya al menos desde el siglo X a.C. en busca de plata (Eshel et al 2019 y 2021; Ben-Yosef 2019. Véase también Gentelli et al. 2021). Un segundo grupo de analistas británicos y españoles (Wood 2018; Wood et al 2019a y 2019b; Wood et al 2020), considera a los chipriotas, más que a los fenicios, responsables de las primeras tentativas Ruiz-Gálvez Priego, M. Complutum. 34 (Núm. Especial) 2023: 163-175 de explotación de la plata del área de Huelva. Se basan en las evidencias de copelación en Chipre ya en contextos de transición Edad del Bronce/Edad del Hierro y en que, los análisis isotópicos de objetos de plata hallados en la isla en dichos contextos cronológicos, sugieren la explotación de jarositas locales. Puesto que la plata explotada en el área de Huelva era también jarosita, como lo indicarían el análisis del lingote de La Rebanadilla y los de algunos de los depósitos de Israel, creen que son los chipro-fenicios, o fenicios del Norte, quienes, con el bagaje de experiencia adquirida en su propia isla, comenzarían a explotar las jarositas de Riotinto, hipótesis que encaja en la idea que este texto defiende. 3º. Un último modelo de precolonización de la Península Ibérica ha sido propuesto recientemente por Zorea (2018, 2020 y 2021), desde la óptica de la Arqueología Bíblica. El autor mantiene que los Tjekker, uno de los grupos mencionados en los textos y la iconografía egipcia de los siglos XII y XI a.C. y considerados integrantes de los “Pueblos del Mar”, serían experimentados metalurgos y navegantes y habrían liderado una ruta del estaño a través del Mediterráneo y el Atlántico hasta Galicia, Bretaña y Cornualles. Específicamente, las zonas de las Beiras, Extremadura y Galicia verían la presencia de grupos de colonos Tjekker, a quienes se deberían la iconografía de las estelas de guerrero, la técnica de la cera perdida, el cuenco de Berzocana, los ganchos y calderos, así como los asadores articulados para la ingesta de carne. Más tarde, cuando la demanda de plata en el área levantina se vuelve creciente, habrían reorientado sus intereses hacia las vetas de plata de Huelva. De acuerdo con esta argumentación, los Tjekker serían originarios de Chipre, de modo que, para el autor, 171 chipriota y tjekker serían sinónimos, habrían ocupado el Norte de Canaán a fines de la Edad del Bronce y en el siglo X a.C., cuando Tiro se habría hecho con el control de este territorio, algunos de ellos volverían a su isla de origen y empezarían su expansión marítima hacia los confines del mundo. Lo que no se entiende, entonces, es la referencia en otro lugar a que la isla habría sido invadida por los “Pueblos del Mar”, quienes habrían cambiado el nombre de la isla por el de Yadama. No parece que tenga mucho sentido que los propios Tjekeer invadieran su isla. Dejando aparte que las invasiones de “Los pueblos del Mar”, son un modelo no exento de controversia dentro de la arqueología procesual (Véanse para una síntesis reciente de modelos migracionístas y antimigracionístas Knapp & Manning 2016; Ben-Dor Evian 2017; Knapp 2021), el mayor obstáculo de esta tesis es, a mi juicio, el que, exceptuando su mención en los textos egipcios, nada sabemos de los Tjekker desde el punto de vista de su cultura material. Zorea (2021) trata de resolver este escollo suponiendo que, aunque la Biblia no lo diga explícitamente, el término Filisteo incluía también a los Tjekker, en cuyo caso, no se entiende por qué los textos egipcios distinguían entre Filisteos y Tjekker. Por el contrario, Gilboa (2005), señala una clara diferencia entre la cultura material del Norte de Canaán y del Sur– filisteo– de ésta región. A su juicio (ibidem 2005: 67), lo que los textos egipcios entendían por los Tjekker era: “…the mixed but largely autochthonous population of the phoenician coast”. En resumen, tras la lectura de estas recientes publicaciones, considero que la tesis que defendía mi manuscrito de 2016 puede, esencialmente, mantenerse. Madrid, 26 de noviembre de 2021. Bibliografia Almagro M. (1983): Colonizzacione e aculturazione nella Peninsola Iberica. Forme di contacto e prozessi di trasformazione nelle società antiche.Roma-Pisa: 429-461. Almagro, M./Lorrio, A./Mederos, A./Torres, M. (2011-12): El mito de Telepinu y el altar primordial en forma de piel de toro. CuPAUAM 37-38:241-262. Artzy, M. (2006): The Jatt hoard in Northen Canaanite/Phoenician and Cypriot context. Cuadernos de Arqueología Mediterránea 14. Aubet, Mª. .E. (2002): Notas sobre tres pesas fenicias descubiertas en el Cerro del Villar (Málaga): Da Pyrgi a Mozia: studi sull’ archeologia del Mediterraneo in memoria di Antonia Ciasca. (M.G. 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