can

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Sinónimos para can

perro

Sinónimos

canecillo

Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.

Sinónimos para can

chucho

Sinónimos

Ejemplos ?
El instinto de hallarse en poder de un enemigo superior impedía que aquellos canes armasen camorra, que se amenazasen enseñando los dientes fuertes y blancos.
-Mi amiguita cristiana es muy buena -afirmaba Séfora-. ¿Por qué dice mi madre que todos los cristianos son lobos, canes y buitres?
¡Gente inaguantable! ¡Dejar allí a su Gipsy, en aquel presidio, confundida con los canes plebeyos, sucios! ¡Su Gipsy, tan remilgada, tan exquisita!
Los canes, al estar siempre como domésticos de hombres y mujeres, habían aguzado la conciencia adquirida con ellos y habían decidido dejar de ser viles lame pies o lame manos de sus amos.
Sois valientes, lo sé; vosotros habríais triunfado con Aníbal en Canes y en Trasimeno; César con vosotros habría pasado el Rubicón y esclavizado su país; pero no es con vosotros que el primero habría atravesado los Alpes y que el otro habría vencido vuestros antepasados.
Mitología es el aire de ideas que respiramos a toda hora; son los pensamientos espontáneos que van por las calles de las urbes como canes sin dueño; son las emociones anónimas que mueven las muchedumbres; son los prejuicios de las madres y las pardas consejas que cuentan las nodrizas; son los lugares comunes de la Prensa y de los oradores.
Si lo dudáis, os referiré la aventura de un pavo, del cual, si se descuida, no quedarían ni huesos, porque los huesos de pavo son muy gratos a los canes.
Lo que no se ha podido averiguar es por qué le llamaban don Narices, pues las que tenía eran como las de los otros perros de su casta, sin cosa alguna que las hiciese notables o siquiera diferenciarse en algo de las de los demás canes.
Como el melenudo león a quien alejan del establo los canes y los hombres con gritos y venablos, siente que el corazón audaz se le encoge y abandona de mala gana al redil; de la misma suerte apartábase de Patroclo el rubio Menelao; quien, al juntarse con sus amigos, se detuvo, volvió la cara a los teucros y buscó con los ojos al gran Ayante, hijo de Telamón.
Representó luego un rebaño de vacas de erguida cornamenta: los animales eran de oro y estaño y salían del establo mugiendo, para pastar a orillas de un sonoro río junto a un flexible cañaveral. Cuatro pastores de oro guiaban a las vacas y nueve canes de pies ligeros los seguían.
Pero los leones lograban desgarrar la piel del animal y tragaban los intestinos y la negra sangre; mientras los pastores intentaban, aunque inútilmente, estorbarlo, y azuzaban a los ágiles canes: éstos se apartaban de los leones sin morderlos, ladraban desde cerca: rehuían el encuentro de las fieras.
Así dijo en son de amenaza. Pero los canes no se acercaron a Héctor. La diosa Afrodita, hija de Zeus, los apartó día y noche, y ungió el cadáver con un divino aceite rosado para que Aquileo no lo lacerase al arrastrarlo.