cielo


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Sinónimos para cielo

atmósfera

empíreo

Sinónimos

a cielo abierto

Sinónimos

a cielo descubierto

Sinónimos

cerrarse el cielo

poner en los cielos

Sinónimos

Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.

Sinónimos para cielo

bóveda celeste

Sinónimos

Ejemplos ?
Y a cada suspiro de muerte que se oía, a cada francés que venía a tierra, una sonrisa gloriosa iluminaba la faz de García de Paredes, el cual de allí a poco devolvió su espíritu al cielo, bendecido por un Ministro del Señor y llorado de sus hermanos en la Patria.
Este la atajó en mitad de su camino gracias a la más larga de sus muletas que extendió horizontalmente hasta la pared, como un gladiador que se va a fondo, y entonces exclamó con humildad inusitada: -¡No se marche usted, por la memoria de aquella que nos ve desde el cielo!
No hubo en aquellos días cuaresmales promiscuaciones ni excesos de gula; pero en cambio se fueron derecho al cielo innumerables ánimas, y acontecieron cosas que parecen soñadas.
Retumbaban en torno la oscura tierra el son de sus cantos, y un delicioso ruido subía de debajo de sus pies al tiempo que marchaban al palacio de su padre. Reina aquél sobre el cielo y es dueño del trueno y del llameante rayo, desde que venció con su poder al padre Cronos.
La veo espesarse, dulce sombra caída del cielo: ahoga la ciudad como una ola inaprensible e impenetrable, oculta, borra, destruye los colores, las formas; oprime las casas, los seres, los monumentos, con su tacto imperceptible.
El alguacil dijo: “Harto hay más que decir de vos y de vuestra falsedad, mas por agora basta.” El señor comisario se hincó de rodillas en el púlpito y, puestas las manos y mirando al cielo, dijo ansí: “Señor Dios, a quien ninguna cosa es escondida, antes todas manifiestas, y a quien nada es imposible, antes todo posible, tú sabes la verdad y cuan injustamente yo soy afrentado.
Mientras bajaba hacia los bulevares, miraba sobre mi cabeza el río negro y lleno de estrellas recortado en el cielo por los tejados de la calle, que se curvaba y ondeaba como un auténtico torrente, un caudal rodante de astros.
La una, la mayor, hija del Cielo y que no tiene madre, es la que nosotros denominamos Venus celestial; la otra más joven es hija de Júpiter y de Dione y la llamamos Venus popular.
Al borde de aquel Sena taciturno y pálido, bajo los puentes cada vez más escasos, a lo largo de aquellos muelles planeados de grandes árboles delgados de ramas separadas bajo el cielo lívido como dedos de muerto, me sobrecogía un miedo irracional, un miedo agravado por el implacable silencio de De Jacquels; llegué a dudar de su presencia y a creerme junto a un desconocido.
Algunos se detenían y gesticulaban de manera extraña: levantaban los brazos y los dejaban caer de nuevo, se tomaban la cabeza con ambas manos, extendían sus palmas hacia el cielo como hacen ciertos hombres durante las plegarias que dicen en común.
Y las bombillas eléctricas, semejantes a lunas destelleantes y pálidas, a huevos de luna caídos del cielo, a perlas monstruosas, vivas, hacían palidecer bajo su claridad nacarada, misteriosa y real, los hilos del gas, del feo y sucio gas, y las guirnaldas de cristales coloreados.
A todo esto, el señor mi amo estaba en el púlpito de rodillas, las manos y los ojos puestos en el cielo, transportado en la divina esencia, que el planto y ruido y voces que en la iglesia había no eran parte para apartalle de su divina contemplación.