-¡Taman -suplicó el primo Guillermo-, Taman, entiéndeme, ni tú, ni yo, ni él tuvo la culpa! En cuanto a comerme esa orquídea, no digas
disparates.
Roberto Arlt
Tales
disparates pensaba muy secretamente y con temor oscuro, porque no había podido olvidar ciertos versículos del Corán que en su infancia le habían valido buenas tundas de palos en la planta de los pies, y el Corán estaba incrustado en su vida, y no dejaba de comprender que estaba acercando su vida a una peligrosa playa ignorada.
Roberto Arlt
Yo la había empezado a querer, porque después del cambio brusco que me había hecho pasar de la miseria a esa opulencia, vivía en una tranquilidad generosa y ella se prestaba —como prestaría el lomo una elefanta blanca a un viajero— para imaginar disparates entretenidos.
Obligaron los cohechos del oro, que, con dos caras, tantas traiciones ha hecho, a un oficial conocido deste vecino barbero, en cuyas manos mil veces los dos la vida hemos puesto. Sustituyó interesable su oficio en mí, y yo, dispuesto a disparates de amor, usurpé sus instrumentos.
Por desmentir diligencias, otras dos o tres rodeo, y encontrando al oficial de mis engaños tercero, en una, dijo que estaba despedido; y yo, añadiendo intereses, solicito segunda vez el secreto. Nudo prometió a los labios; y ahora, que todo quieto está, de mis disparates a daros noticia vuelvo.
Bien se le alcanzaba que esta chochez era harto extraña en un hombre que ella había considerado siempre tan sabio y tan religioso. Así y todo, no podía menos de reír al oírle tántos
disparates.
Tomás Carrasquilla
Así, Rosa, la rosa rosa recuperó la risa, mejor dicho la sonrisa y se sintió feliz. Armónicos disparates Había una vez una laguna mágica en medio de un bosque de árboles azules.
Obviamente, no vengan con disparates; no vengan con que tengo que invadir a Irán, ni declararle la guerra ni ninguna de esas cosas, porque no lo voy a hacer.
Pero, a partir de aquí, de nuevo queda el suceso totalmente envuelto en brumas y no se sabe nada en absoluto de lo acaecido después. III En el mundo ocurren verdaderos disparates.
Estaba tan ciego el mísero y anciano cadí que, si otros mil
disparates le dijeran, como fueran encaminados a cumplir sus esperanzas, todos los creyera; cuanto más, que le pareció que todo lo que le decían llevaba buen camino y prometía próspero suceso; y así era la verdad, si la intención de los dos consejeros no fuera levantarse con el bajel y darle a él la muerte en pago de sus locos pensamientos.
Miguel de Cervantes Saavedra
–Yo me recuesto –dijo el alférez– en esta silla en tanto que vuesa merced lee, si quiere, esos sueños o
disparates que no tienen otra cosa de bueno si no es el poderlos dejar cuando enfaden.
Miguel de Cervantes Saavedra
¡Qué martirio tener que oír, a la mesa, sin querer, tantos
disparates, tantas vulgaridades que le llenaban el alma de hastío y de tristeza!».
Leopoldo Alas