También es labor del jugador distribuir caminos, bancos, papeleras, farolas y elementos decorativos, así como contratar guardias de seguridad, mecánicos o encargados de la limpieza.
En esta remodelación se limpiaron los tajamares, se descubrieron los sillares originales, se sustituyó el adoquinado por un suelo liso de placas de granito a medio pulir, se sustituyeron las farolas decimonónicas por luminarias funcionales y se rehabilitó una hornacina existente dedicada a San Acisclo y Santa Victoria.
Las primeras farolas de gas requerían que un farolero recorriese las calles al atardecer para ir encendiéndolas, pero años después se empezaron a emplear dispositivos de encendido automático que prendían la llama al activarse el paso de gas.
Las primeras farolas fueron fabricadas por los árabes. Las primeras farolas eléctricas empleadas, eran del tipo arco eléctrico, inicialmente las velas eléctricas, velas Jablochoff o velas Yablochkov desarrolladas por el ruso Pavel Yablochkov en 1875.
Solos, dos agentes de policía paseaban cerca de la parada de coches de caballos y, por la calzada iluminada apenas por las farolas de gas que parecían moribundas, una hilera de vehículos cargados con legumbres se dirigía hacia el mercado de Les Halles.
No tengo reloj. Entonces me di cuenta de repente de que las farolas de gas estaban apagadas. Sabía que en esta época del año las apagaban pronto, antes del amanecer, por economía; pero aún tardaría tanto en amanecer...
La noche se esclareció con el resplandor de millones de luces, y las figuras raras, el abigarrado surgir de muecas, visajes y vuelos de alimañas fantásticas en las faces de las grandes
farolas, alborozaron al herido, causándole un transporte de orgullosa locura.
Emilia Pardo Bazán
Por la calle entristecida los hombres conversan al compás de sus pasos que se pierden en el vacío insonoro de la noche y sus sombras parecen retrasarse como esclavas prófugas deformadas por los lánguidos alumbramientos de anticuadas
farolas.
Antonio Domínguez Hidalgo
Por fin, cansados los ojos, cerraba sus párpados, y veía en las tinieblas retorcerse al viento farolas de gas con estribos de calesas, que bajaban con gran estruendo ante el peristilo de los teatros.
Visto en estos cambiantes escorzos, con sus calles fangosas y sus paseantes desaliñados, con sus farolas no apagadas desde la noche anterior o encendidas de prisa para combatir esa nueva invasión de oscuridad, el oscuro barrio de Soho se le aparecía a Utterson como recortado en una ciudad de pesadilla.
Una vez, en mitad del día, en pleno campo, en el momento que el sol pegaba más fuerte contra las viejas farolas plateadas, una mano desenguantada se deslizó bajo las cortinillas de tela amarilla y arrojó pedacitos de papel que se dispersaron al viento y fueron a caer más lejos, como mariposas blancas, en un campo de trébol rojo todo florido.
Comenzaba a apuntar el día, y una gran mancha de color púrpura se ensanchaba en el cielo pálido por la parte de Santa Catalina. El río, lívido, se agitaba con el viento; no había nadie en los puentes; las farolas se apagaban.