-No, señor -contestó el mozo con voz opaca y mate, cual si realizase un esfuerzo penoso-. Puede usted
fumar. Yo también fumaría, si no me lo hubiesen prohibido.
Emilia Pardo Bazán
La dama levantó la cabeza, vio, en rigor por primera vez, a Cano; y reparándole bien, eso sí, contestó, sonriendo con una sonrisa inteligente, que, dijera él lo que quisiera, parecía hablar de inteligencia de dentro: -En este departamento está prohibido fumar...
Emma rió, lloró, cantó, bailó, mandó subir sorbetes, quiso fumar cigarrillos, a León le pareció extravagante, pero adorable, soberbia.
No desperdiciaré esta oportunidad para contarlo. Puede el lector
fumar un cigarrillo mientras dure el cuento. Diz que el amanuense le leía una tarde al supremo dictador las pruebas de una oda que debía aparecer en la Gaceta oficial del 25 de Mayo, y al llegar á unos versos que decían: el pueblo te venera, y el argentino sabe que en tus manos flameará victoriosa su bandera, lo interrumpió don Juan Manuel diciendo:— No me gusta ese ver&o.
Ricardo Palma
—Así como así— continuó García,— siendo éste el último que he de de fumar, hago á usted mi heredero de los doce ó quince que aun quedan en la cajetilla, y fúmeselos en mi nombre.
Y ahora, por fin, ya sé que te preguntas si o no me voy a quedar en el boleto republicano o renunciar. Permítanme decir esto : Yo no creo que debo dejar de fumar, porque no soy un cobarde .
Todos los testigos convenían en que era Valverde borracho habitual; pero no hubo bodegonero, expendedor de vino, ni chichera que declarase haberle vendido zumo de parra ó de maíz. ítem, en lo corrido de año, nadie le había visto,
fumar ni un cigarrillo.
Ricardo Palma
Por qué se retenían embodegados los víveres en Santa Rosa, Machala, Puerto Bolívar y Arenillas, en tanto que nuestros soldados se vieron obligados a mitigar y el hambre con naranjas recogidas en el a campo y satisfacer el deseo de fumar, con hojas de mora seca envueltas en papel de despacho?
Entre los hechos de subir saltando la escalera y escupir en el suelo existe una íntima relación, pues la faringitis y las perturbaciones cardíacas son el castigo del vicio de
fumar.
Sigmund Freud
-Desde entonces -continuó Ramiro- he resuelto
fumar,
fumar, convertirlo todo en humareda que adormezca, que se disipe en el aire.
Emilia Pardo Bazán
bligado a trasladarme a una capital de provincia, al noroeste de España (de esta España que los extranjeros se imaginan siempre achicharrada por un sol de justicia), hice mis maletas, sin olvidar la ropa de abrigo, aunque, lo que refiero sucedía en el mes de mayo, y al subir al tren me instalé en el departamento de «no fumadores», esperando poder
fumar en él a todo mi talante, sin que me incomodase el humo de los cigarros ajenos, pues ese departamento suele ir completamente vacío.
Emilia Pardo Bazán
¿Tomas café?.., añadí, ofreciéndole, porque tomaba el mío, acabando de comer en el cuarto de fumar, cuando entró como un huracán, y con aire agitado y la respiración anhelante.