gallego


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Sinónimos para gallego

galaico

Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.

Sinónimos para gallego

galaico

Sinónimos

Ejemplos ?
Tráeme un pagaré con esas dos firmas y nos entenderemos. Tanta era la avaricia del gallego, que con medio real de pan y otro tanto de queso tenía para almuerzo, comida y cuna.
Prueba al canto. Allá por los años do 1680 existió en Arequipa un gallego llamado David Gorozabel. Pues por cargar con tal nombre y tal apellido, casi lo achicharra la Inquisición en Lima, teniéndolo por judío.
Sus señorías los inquisidores habían leído en la Biblia este versículo: Salathiel autem genuit Zorobabel, y corrigieron el texto poniendo en serios atrenzos al gallego Gorozabel, que lo menos debía ser primo segundo de Zorobabel.
Pocos años después se cambiaba esa conversación, en una pulpería establecida en el mismo campo: -¿Quién es ese gaucho que toma tanta caña? -¿Es Romualdo Fernández, el hijo mayor de este gallego viejo, del Azul...
2.º Traslado para aquellos que, siendo profesional y moralmente intachables, hayan simpatizado con los titulados partidos nacionalistas, vasco, catalán, navarro, gallego, etc., sin haber tenido participación directa ni indirecta con la subversión comunista - separatista, y 3.º Separación definitiva del servicio para todos los que hayan militado en los partidos del «Frente Popular» o Sociedades secretas, muy especialmente con posterioridad a la y de un modo general, los que perteneciendo o no a esas agrupaciones hayan simpatizado con ellas u orientado su enseñanza o actuación profesional en el mismo sentido disolvente que las informa.
Y entonces el dicho Francisco mandó dar garrote al dicho Estacio, y fue allá (a dar) su hermana corriendo, y como la vieron ir (de)tuviéronle en la puerta y no la dejaron subir; y mandó el dicho Francisco de Olmos que le matasen como pudiesen, y entonces echaron manos a las espadas y dagas y diéronle de puñaladas y estocadas en que mataron al dicho Estacio y se quebraron en él dos espadas y le tiraron dos arcabuces; y después aquel día este declarante oyó decir al dicho Aguirre, Alférez, y Alebrija y a Juan Gallego y a Francisco de Amores que habían muerto al dicho Estacio a puñaladas y que no podían matarle, y después de muerto el dicho Estacio le llevaron muerto a su posada.
Como amante de la lengua, de las lenguas, de todas las lenguas —y no digamos de las españolas: el español, el catalán, el gallego y el vasco— preconizo que juguemos a sumar y no a restar, que apostemos al alza y no a la baja, que defendamos la libertad de las lenguas y sus hablantes, soñemos con la igualdad de propósitos y troquemos la fraternidad de los juegos florales y los discursos de artificios y su escenografía caduca e inoperante, por la justicia de la implacable erosión semántica, esa ilusión que acabaría perfeccionando al hombre en paz.
Hita, soldado gallego, tosco y de toscos modales, con su sangrienta alabarda y desharrapado traje, llega, y con poco respeto, ya resuelto a despojarle, de la insignia se apodera del más elevado arcángel.
Don Alejandro Gutiérrez, un gallego inmensamente rico e inmensamente bondadoso, me colocó de capataz en un ingenio, dándole mis afanes por complacerle tanta satisfacción y protegiéndome él en tal manera, que en pocos años llegué a ser secretario suyo y, finalmente, su apoderado general.
-Pues a la capital -respondía Cosme. Todo esto con un marcado acento gallego, del que hago gracia a mis lectores, pero que ellos suplirán si así les place.
Y aquí estoy —obligado— en vuestra presencia y dispuesto, con harta preocupación, a hacerme acreedor a la confianza —y en vuestra confianza anida el peligro que corréis y al que antes aludí— que en mí depositáis llamándome a suceder, en su misma silla Q, al Almirante Rafael Estrada Arnaiz,1 gallego como yo lo soy, marino como yo no llegué a serlo, ¡ay, las remotas vocaciones y aficiones, y cómo se las llevó la mar!, y hombre ilustre por tantos conceptos que yo jamás alcanzaré.
A eso de las diez de aquella pavorosa noche, que las lúgubres circunstancias de la patria hacían mucho más siniestra, desembocó en la plaza que hoy se llamará de la Constitución un silencioso grupo de sombras, aun más negras que la obscuridad de cielo y tierra, las cuales avanzaron hacia la botica de García de Paredes, situada en un rincón próxima al Corregimiento, y cerrada completamente desde las Ánimas, o sea desde las ocho y media en punto. - ¿Qué hacemos? -dijo una de las sombras en correctísimo gallego. - Nadie nos ha visto...