Ya los ojos no la siguen; ya es un punto; ya no existe. XVII ¡Qué calma tranquila! Tras leve cortina de gasa pajiza, la luna dormita. Al sueño rendidas, las flores se inclinan.
Su dulce claridad inundaba el soto, abrillantaba la intranquila superficie del río y hacia ver los objetos como a través de una
gasa azul.
Gustavo Adolfo Bécquer
Emma le escuchaba haciendo girar maquinalmente la pantalla de la lámpara, cuya gasa tenía pintados unos pierrots en coche y unas funambulistas con sus balancines.
La noche de la cena al aire libre las tres mujeres habían ideado vestirse como para casino, con trajes escotados de
gasa y seda liberty y sombreros de los de enormes plumas y ala formidable.
Emilia Pardo Bazán
Es un traje de
gasa estambrada con realces de seda blanca y rosa, con millareses en picos, cubiertos con mostacilla cual rocío: es un pañolón mágico, tropical, que vale treinta pesos y prolija reseña.
Tomás Carrasquilla
¡Qué guapa está Menganita! ¡Perenganita estrena un fourreau de
gasa de oro! ¡Zutanita trae su collar falso, sus perlas de cera legítima!
Emilia Pardo Bazán
Las dos cuñadas pasan al comedor; nada falta: tras el cristal de los artísticos aparadores relumbran porcelanas y electroplatas; en las rinconeras ostentan los cacharros sus campos y arabescos de oro, sus pinturas al fuego, el rococó de sus relieves; Baccarat ha enviado sus primores de muselina, sus copas de
gasa; Pomona, sus grosuras; Flora, lo más selecto de su reino; y hasta el sol parece que acrecentara su belleza para filtrarse por los vidrios de colores de la ancha reja.
Tomás Carrasquilla
¡Cuánta envidia vas a darles cuando sepan que me salvaste la vida en aquel barullo infernal!... Mas, permite que antes me despoje de estas joyas, y cambie este pesado tisú con un vestido de gasa.
Unos van al café moro, a ver a las moros bailar, con sus velos de
gasa y su traje violeta, moviendo despacio los brazos, como si estuvieran dormidas.
José Martí
El grupito volvió a Nápoles por ferrocarril, como había venido, y aquella noche, en un palco del San Carlo, Max y Fabio contemplaban, ayudados de sendos gemelos, cómo brincaban, imitando a Amalia Ferraris, la bailarina entonces de moda, un enjambre de ninfas que llevaban, bajo las faldas de gasa, unos horribles pololos de color verde chillón que hacían que parecieran ranas picadas por la tarántula.
Velada estaba con una ligerísima niebla blanquecina, y al través de aquella transparente
gasa, vimos, a vista de pájaro, sus frondosas arboledas, sus feraces campos, sus risueños caseríos, todo cruzado de caminos y sendas, por los que hormigueaban ya los hombres y los ganados.
Ángel de Saavedra
-Entonces debe de ser licenciado en Filosofía -dijo la libélula. Y desplegando sus lindas alas de gasa, se elevó hacia el cielo. -¡Qué necedad demuestra al no quedarse aquí!