Con esto, se fueron a reposar lo que faltaba de la noche, con intención de no entrar en el aposento de Cornelia si no fuese o que ella los llamase o a necesidad precisa. Vino el día y el ama trujo a quien secretamente y a escuras diese de
mamar al niño, y ellos preguntaron por Cornelia.
Miguel de Cervantes Saavedra
Allí lo esperaba una mujer robusta y gigantesca, provista de un cornudo casco en su cabeza y trenzas al aire, que lo tomó guerrillera entre sus brazos y tratándolo como a un nene, lo acurrucó en sus enormes pechos e intentó darle de mamar.
La gacela tuvo compasión del niño, sintió cariño hacia él y le presentó sus pezones, dándole de
mamar toda la leche que él quiso.
Abentofail
migos si quissiessedes un poco esperar, Aun otro miraclo vos querria contar Que por Sancta Maria dennó Dios demostrar, De cuya lege quiso con su boca
mamar.
Gonzalo de Berceo
Por el tono pensativo y serio con que mi madre tarareaba su canción me figuré que estaba sola y entré sin hacer ruido. Estaba sentada delante de la chimenea, dando de mamar a un niño, de quien estrechaba la manita contra su cuello.
Llegamos a su casa de Windsor Terrace (que me pareció tan mezquina como él y con sus mismas pretensiones); me presentó a su señora, una mujer delgada y pálida, nada joven ya, que estaba sentada en una habitación (el primer piso estaba ya sin muebles y tenían echados los estores para engañar a los vecinos), dando de mamar a un niño.
¡Tate asín, que pueda
mamar la mi niña!» Y la cabra balaba celosa, por la fiebre materna encendida, y poquito a poquito, la teta fue chupando la débil niñita...
José María Gabriel y Galán
Y habiéndolo calentado un poco aquel hermoso trasero, el libertino colocó a la novicia en una posición muy indecente, sin duda, pero en la cual podía, como se ha visto antes, hacer mamar su pequeña anchoa mientras él chupaba el ano más lozano y más voluptuoso del mundo.
Éstas permanecían sosegadas, alargando la cabeza y con las crines colgando, mientras que sus potros descansaban a su sombra o iban a mamar; y de vez en cuando, y sobre la larga ondulación de todos estos cuerpos amontonados, se veía alzarse el viento, como una ola, alguna crin blanca, o sobresalir unos cuernos puntiagudos, y cabezas de hombres que corrían.
Porque si con razón parecía impropio de la majestad de las diosas que en una sola espiga uno cuidase del nudo de la caña y otro del hollejo, ¿cuánto más indecoroso es que de un oficio tan ínfimo y bajo como es dar de mamar a los animales, cuide la autoridad de los dioses, que el uno de ellos sea Júpiter, que es el rey monarca de todos, y que esto no lo haga siquiera con su esposa, sino con una deidad humilde y desconocida, como es Rumina, y el propio Rumino; Rumino, acaso, por los machos que maman, y Rumina por las hembras?
Las mujeres trajinaban, disputaban, se agarraban, daban de
mamar a sus críos en plena calle; detrás de los tapiales, por los mezquinos huertos de coles y habas, a la sombra de un retuerto manzano, los enamorados se pasaban la tarde mano a mano y juntos.
Emilia Pardo Bazán
Nada, que le mudamos el ama a la niña de los duques de Fuente-Real (una niña algo delicada, que nació tarde y cuando sus padres no esperaban ya familia, ¿sabe usted?); pero bastó el poco tiempo que por fuerza hubo de
mamar de la otra, de la que recibió aquel tiro a bocajarro y tuvo el ataque nervioso (¡nervios en las aldeanas!; pero ¿qué fueron las energúmenas?) para llevar a la criatura al hoyo...
Emilia Pardo Bazán