La sala de la casilla tenía en su centro una grande y fornida
mesa de la cual no salían los vasos de bebida y los naipes sino para dar lugar a las ejecuciones y torturas de los sayones federales del Matadero.
Esteban Echeverría
Por lo cual los ceramistas retirábanse a un extremo del taller, hasta que el viento helado que filtraba silbando por entre las tacuaras de la pared los llevaba otra vez, con
mesa y todo, a caldearse de espaldas al horno.
Horacio Quiroga
El Maroto penetró escoltado por su guardia pretoriana en la sala de juego, decorada con una larga mesa de pino cubierta por amplio y no muy flamante tapete verde; algunos cuadros en que se veían representadas algunas de las suertes más clásicas del toreo, alguna mesa pequeña para servir en ella lo que pedía a la distinguida concurrencia, una lámpara con varios mecheros de gas y algunas sillas de las de más humilde abolengo.
enetrado que hubieron en el cenador, defendido de la curiosidad de los que transitaban por la polvorienta carretera, por una a modo de tupida y laberíntica red de trepadoras y de campanillas azules, sentáronse aquellos tres próceres de los barrios andaluces alrededor de la amplia mesa, no sin antes haberse despojado de las americanas y de los amplios paveros.
Te haré cortar la lengua si chistas. —Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada dénle verga, bien atado sobre la
mesa.
Esteban Echeverría
Durante algunos minutos permanecieron en silencio nuestros tres protagonistas contemplando la perspectiva, silencio que fue interrumpido por la llegada del As de bastos, el cual exclamó colocando sobre la mesa las botellas y la limpia cristalería.
La luz del día, penetrando por la entreabierta ventana, iluminaba la habitación, en la cual, además del humilde mobiliario, consistente en una mesa de pino, varias sillas y un viejo aparador con cortinas azules, veíanse algunos enseres de pesca, varios remos apoyados contra uno de los ángulos, y dando una nota risueña al conjunto, un pájaro, que cantaba en una jaula de alambre, y dos macetas de geranios en flor, que decoraban el alféizar de la ventana, junto a la que cosía la unigénita del Levantino, la cual contestó al poco expresivo saludo del recién llegado con una apenas perceptible inclinación de cabeza.
La mesa estaba rodeada por una multitud heterogénea que envenenaba el espacio con su hálito impuro, y el humo del tabaco envolvía como en una neblina los rostros de los jugadores; los que ganaban reían y chufleaban refrescando las resecas fauces con algún que otro cortado de aguardiente; los perdidosos, con las cejas fruncidas, ponían miradas siniestras y amenazadoras en las cartas que con atormentadora lentitud iba haciendo aparecer uno de los que tallaban; los más veteranos en aquellas clases de lides, sentados en torno de la mesa, apuntaban algunos las jugadas creyendo poder someter a sus cábalas la veleidosa fortuna.
Entonces un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca y las narices del joven, y extendiéndose empezó a caer a chorros por entrambos lados de la
mesa.
Esteban Echeverría
MM. teniéndole a la
mesa. Tres días después volvió Rubens, enteramente solo, a aquella humilde capilla, deseoso de contemplar de nuevo la maravillosa pintura, y aun de hablar otra vez con su presunto autor.
Pedro Antonio de Alarcón
Cuando a Orso le estorbaba un señor, le atraía, jurábale amistad, comulgaba con él -¡horrible sacrilegio!- de la misma hostia, le sentaba a su
mesa..., y en mitad del banquete el convidado se levantaba con los ojos extraviados y espumeante la boca, volvía a caer retorciéndose..., mientras el anfitrión, con hipócrita solicitud, le palpaba para asegurarse de que el hielo de la muerte corría ya por sus venas.
Emilia Pardo Bazán
Levantóse García de Paredes, como impulsado por un resorte, al oír semejante clamor dentro de su casa, y apoyóse en la
mesa para no caer de nuevo sobre la silla.
Pedro Antonio de Alarcón