Asomose de camino a un agujero que caía al portalón, y vio que estaban todos quietecitos como unos muertos, sin chistar ni mistar, ni decirse los unos a los otros una mala desvergüenza.
Pico-largo, intimidado ya con la indignación de su excelencia, que parecía querérsele tragar, bajó la cabeza y salió de la tesorería, sin volver a chistar ni mistar, a pesar de su mucho pico.
¿La Audiencia acordaba un disparate? Armendáriz decía: «Cúmplase, sin chistar ni mistar». ¿El Cabildo mortificaba a los vecinos con una injusticia?
Ricardo Palma
La fama de su hazaña la había precedido a Ica, adonde llegó una mañana, armada de asta y rejón, y abocándose a su marido le dijo: -A Lima, señor mío, y a su casa, si no quiere usted que haga en su personita otro tanto de lo que hice en la de Vilches y lo deje tal que no sirva ni para simiente de rábanos. El señor Mesía tembló como azogado, mandó ensillar la mula y sin chistar ni mistar obedeció el precepto.