Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda entrevé el
monte y la capuera de canelas.
Horacio Quiroga
Un profundo zumbido que llena el ser entero e impregna el ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical. El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al
monte. Su hijo debía estar ya de vuelta.
Horacio Quiroga
- El municipio de Cidra; y los barrios Aibonito Pueblo, Plata, Robles y Cuyón del municipio de Aibonito; y los barrios Cayey Pueblo, Beatriz, Vegas, Rincón Monte Llano, Toíta, Quebrada Arriba, Sumido, Lapa, Pedro Avila, Pasto Viejo, Piedras, Matón Abajo y Matón Arriba del municipio de Cayey.
Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de
monte que separa el bananal del camino, hay quince metros largos.
Horacio Quiroga
¿Qué pasa, entonces? ¿Es ése o no un natural mediodía de los tantos en Misiones, en su
monte, en su potrero, en el bananal ralo? ¡Sin dada!
Horacio Quiroga
Los vecinos, armados, lo rastrearon en el
monte como una fiera, hallándolo por fin trepado en un árbol, con su escopeta aún, y aullando de un modo horrible.
Horacio Quiroga
Al mes siguiente se fue, y Subercasaux pasó todas las penas para reemplazarla con tres o cuatro hoscas muchachas arrancadas al
monte y que sólo se quedaban tres días por hallar demasiado duro el carácter del patrón.
Horacio Quiroga
engo en el Salto Oriental dos primos, hoy hombres ya, que a sus doce años, y a consecuencia de profundas lecturas de Julio Verne, dieron en la rica empresa de abandonar su casa para ir a vivir al
monte.
Horacio Quiroga
l cachorro Old salió por la puerta y atravesó el patio con paso recto y perezoso. Se detuvo en la linde del pasto, estiró al monte, entrecerrando los ojos, la nariz vibrátil, y se sentó tranquilo.
Y aun corría el riesgo de naufragar el 44 tras el anticipo, por minúscula que fuera su tentación de tallar. A dos metros de él, sobre un baúl de punta, en efecto, los mensú jugaban concienzudamente al
monte cuanto tenían.
Horacio Quiroga
No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente la marcha de su hijo. Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al
monte a través del abra de espartillo.
Horacio Quiroga
Eran cadencias de gozo, la risa fresca del villancico, que huele a tomillo de
monte, entremezclada con un alboroto de gorjeos de pájaros, y los pastores empezaron a bajar de la montaña, cantando su tonadilla, llevando corderos, cestillos de frutas, tocando zampoñas, empujándose para llegar más presto.
Emilia Pardo Bazán