Al arrancar el coche mortuorio se alzó discretamente la cortina de uno de los balcones, mostrando un rostro pálido, adornado por una mata de cabellos rubios; era la condesa, que lloraba con toda su alma, despidiéndose de quien también y por tan cumplido modo había satisfecho sus gustos.
Faltábanle pocos pasos para llegar al umbral del
mortuorio cuando se le presentó el fantasma y le inundó el rostro con la luz de la linterna.
Ricardo Palma
Inmóvil ante el puñado de árboles, cortina del lecho
mortuorio de Puri, temblaba como si un espanto difuso e invisible para los ojos carnales fuese a alzarse de aquella tumba.
Emilia Pardo Bazán
Yo caminaba silencioso: Con romántica tristeza evocaba la historia de mis amores, y gustaba el perfume mortuorio de aquel adiós que iba a darme María Antonieta.
Miss Murdstone me sigue con su traje de terciopelo negro, que parece hecho de un paño mortuorio; después entra mi madre; después su marido.
Mi mujer no levantó la cabeza. Cerrojos se sentó sobre el lecho mortuorio, haciéndole crujir de arriba abajo. Cinco minutos estuvieron sin hablar palabra.
La Prostituta y el Apostador, licenciados por el Estado, forjan el destino de esa Nación. El grito de calle a calle de la Meretriz Tejerá el manto mortuorio.
Procedió con extremo cuidado, para no dar con un himno
mortuorio, y, a pesar de todo, el libro se abrió en una página que hablaba de la muerte y de la sepultura; pero, ¡quién cree en esas tonterías!
Hans Christian Andersen
Me estremecí a pesar mío; un frío glacial se apoderó de mí, porque al entrar mi amigo y yo vimos clara y distintamente en la alcoba de Teresa un lecho mortuorio, cubierto de negros paños, algunos hachones encendidos rodeando un ataúd, en el que descansaban los yertos despojos de una hermosa joven vestida de blanco y coronada de flores.
Su señoría penetró en el
mortuorio y echó la zarpa al fantasma, quien cayó de rodillas, y arrojando un rebocillo que le servía de antifaz, exclamó: -¡Por Dios, señor general!
Ricardo Palma
No baja la cabeza para oír la lectura del oficio mortuorio, mientras el temor de su alma le dice que no está muerto; ni se cruza con su propio ataúd al acercarse al cobertizo horrible.
Pues donde ancha sepultura antes se abriera no quedaba más tumba. Sólo un tramo de arena y barro junto al horrible muro y un cúmulo de cal ardiente como su paño mortuorio.