Perún era el gobernante del mundo de los vivos, del cielo y la tierra, a menudo simbolizado por un águila posado en lo alto de la rama más alta del árbol, desde donde oteaba el mundo.
Estar como un cencerro: Es que mi querida prima está como un cencerro -opinó suficiente Paquito, que oteaba el horizonte subido a una de las dos enormes bolas de piedra que adornaban la entrada del hotelito....
Escondida en su fronda leve oteaba yo desde un denso olmo qué hicieran: sus encomiendas dos sin fraude guardan, Pándrosos y Herse; miedosas llama sola a sus hermanas Áglauros y los nudos con su mano deshace, y dentro 560 no solo al pequeño ven sino al lado extendido un dragón.
Alguien aseguró después que, hasta que de vista se perdieron, doña Mencía estuvo en el balcón de su estancia, que se elevaba sobre el muro, y desde donde se oteaba el circunstante paisaje, mirando a los que partían, y dando al mancebo cautivo un postrer adiós con el blanco pañizuelo de holanda que hacía ondear su diestra, cuando no se le llevaba a los ojos para enjugarse el llanto delator que los humedecía.
Desde allí se oteaba la ancha vega, y se contemplaba pastores y ganados, y se descubría la mar, y se veían los que por ella iban navegando, lo cual no era pequeña parte de los gustos con que brindaba aquel huerto.