Era un bello día de luz clara, de sol de oro. En el muelle
rodaban los carros sobre sus rieles, crujían las poleas, chocaban las cadenas.
Rubén Darío
Por momentos, los beduinos se confidenciaban, acercando las cabezas protegidas por albornoces listados de brillantes colores. Yo había tomado del brazo a Arsenia, por cuyas mejillas encendidas
rodaban lágrimas de terror.
Roberto Arlt
Bastó ese acto para que cientos le imitasen y, ¡vamos hombre!, qué espectáculo aquel de ver rodar hombres y chillar doliéndose, que los navajazos blandidos con esa habilidad que Dios ha puesto en nuestros hombres eran de pintura… degollados en un santiamén, soldados y clases rodaban tintos de su sangre, que al correrles a raudales desde sus abiertos gañotes destacaba en sus dólmanes, otrora albos y gallardos.
Era la plaza un remanso de quietud donde siempre jugaban algunos niños, pues no circulaban por allí tranvías ni apenas coches, a iban algunos ancianos a tomar el sol en las tardecitas dulces del otoño, cuando las hojas de la docena de castaños de Indias que allí vivían recluidos, después de haber temblado al cierzo, rodaban por el enlosado o cubrían los asientos de aquellos bancos de madera siempre pintada de verde, del color de la hoja fresca.
Y luego, tardes eternas, de dulce tristeza silenciosa, en el mismo prado, hasta venir la noche, con el lucero vespertino por testigo mudo en la altura.
Rodaban las nubes allá arriba, caían las sombras de los árboles y de las peñas en la loma y en la cañada, se acostaban los pájaros, empezaban a brillar algunas estrellas en lo más oscuro del cielo azul, y Pinín y Rosa, los niños gemelos, los hijos de Antón de Chinta, teñida el alma de la dulce serenidad soñadora de la solemne y seria naturaleza, callaban horas y horas, después de sus juegos, nunca muy estrepitosos, sentados cerca de la Cordera, que acompañaba el augusto silencio de tarde en tarde con un blanco son de perezosa esquila.
Leopoldo Alas
Pero allí Enid me tomó la cara entre las manos. Largas lágrimas
rodaban por sus mejillas, y me sonreía. Me sonreía sin tratar de ocultarme sus lágrimas.
Horacio Quiroga
Ocupábanse entonces los mensú en la planchada, tumbando piezas entre inacabable gritería, que subía de punto cuando las mulas, impotentes para contener la alzaprima que bajaba de la altísima barranca a toda velocidad,
rodaban una sobre otra dando tumbos, vigas, animales, carretas, todo bien mezclado.
Horacio Quiroga
Los dicharachos, las exclamaciones chistosas y obscenas
rodaban de boca en boca y cada cual hacía alarde espontáneamente de su ingenio y de su agudeza excitado por el espectáculo o picado por el aguijón de alguna lengua locuaz.
Esteban Echeverría
Todo entre la burla de los pájaros libres, que llegaban a beber rocío en las lilas floridas; entre el zumbido de las abejas, que le picaban el rostro y le llenaban los ojos de lágrimas; ¡tiririrín!... ¡lágrimas amargas que
rodaban por sus mejillas y que caían a la tierra negra!
Rubén Darío
Aquella ruda faena embrutecía a Antonio, le impedía pensar; pero de sus ojos
rodaban lágrimas y más lágrimas, que, mezclándose con el agua de la cala, caían en el mar sobre la tumba del hijo.
Vicente Blasco Ibáñez
Las calles estaban solitarias aún, pero empezaban a poblarse; los primeros coches de punto
rodaban rápidos, animados, todavía sin la cansera de la jornada laboriosa.
Emilia Pardo Bazán
El gran Ayante Telamonio, al ver que Héctor se retiraba, cogió una de las muchas piedras que servían para calzar las naves y
rodaban entonces entre los pies de los combatientes, y con ella le hirió en el pecho, por cima del escudo, junto a la garganta; la piedra lanzada con ímpetu, giraba como un torbellino.
Homero