Cual en el vértice de un aéreo monte, perlúcido, un río brolla de su musgosa piedra, el cual, cuando desde un inclinado valle en picado llegó rodando, por mitad su camino transita de un denso pueblo, 60 dulce alivio para el viandante cansado en su sudor, cuando el grave estío los abrasados campos quebraja; e igual que en un negro tornado lanzados unos navegantes, más lenemente soplando un aura favorable les viene ya cuando su plegaria de Pólux, ya de Cástor han orado: 65 tal fue para nos de Alio el auxilio.
Me sentí abandonado… De modo intempestivo el arbusto se arrancó y en un arrojo desesperado alcancé con una mano la roca; el sudor escurría por mi cuerpo, mi camisa estaba tan desgarrada como mi pantalón.
Bien te llevan tus pasos, como dotados del buen olfato de una perra de Laconia: poco hace que esta dentro el hombre, con el rostro bañado en sudor y de sangre las manos que a espada han matado.
Era imposible moverme y los fieros vampiros se acercaban cada vez más. El sudor, otra vez escurría por mi frente; mi corazón latía demasiado aprisa, ¡cuándo terminará esto!
Ellos quieren que sus hijos se ejerciten en los estudios sin consentirles ociosidad, ni aun en los días feriados, sacándoles tal vez el sudor y tal vez las lágrimas; pero las madres procuran meterlos en su seno y detenerlos a la sombra, sin que jamás lloren, sin que se entristezcan y sin que trabajen.
Gotas de
sudor fluían por su rostro grandes como perlas; echaban fuego sus pupilas, su boca espuma, y las venas de su cuello y frente negreaban en relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre.
Esteban Echeverría
Cuando Sara se puso un instante en pie, y como para alejar las horribles dudas que la preocupaban se pasó la mano por la frente, que la angustia había cubierto de un
sudor glacial, la barca tocaba a la orilla opuesta.
Gustavo Adolfo Bécquer
Rosalía tuvo necesidad de sentarse: un sudor frío y copioso la inundó toda; la sangre martillaba en sus sienes con ritmo febril; sus manos ardían húmedas y viscosas, su pecho se negaba a recibir aquellas ráfagas de aire puro que al acariciar su rostro, antojábasele a ella que la azotaba como con látigos invisibles.
Y sus labios mojados por las lágrimas, que no cesaban de beber, se posaban con maternal, desesperado, ahínco en la frente de la enferma, empapada en el sudor de la agonía.
Con nuestros pobres ahorros y el económico centavo arrancado al sudor del pueblo por vía del impuesto, habíamos hecho la primera línea férrea del hemisferio austral, el primer telégrafo, las obras públicas relativamente más difíciles y costosas de la tierra hispanoamericana.
El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del
sudor de su mano.
Horacio Quiroga
Levantó aquél la cabeza y, soltando la garlopa y limpiándose el sudor, que inundaba su frente, con la manga de la chamarreta, -Pos ná tengo, maestro - repúsole, poniendo en sus labios una forzada sonrisa -, sino que me duele una miaja la cabeza.