domingo, 26 de junio de 2016

Trascender.

A nosotros nos joden cosas como: "el trabajo en gran cantidad sin sentido", "el no dinamismo para resolver las cosas", “que nos pijoteen el dulce de leche en las medialunas”, "las piedras que no podés sacar del lugar donde necesitás poner la carpa u otras cosas", “que los atardeceres en algún momento dejan de serlo y pasan a ser noche", "que la noche nublada no deja ver las estrellas". Esas cosas, creo, nos joden.

A nosotros nos salvan cosas como: “las redes  humanas sin líder, espontáneas y prácticas, totalmente horizontales”. Las más poderosas que pueden existir. Dinámicas ante cualquier cambio. Están en todos lados y en ninguno. No se las pueden destruir. No requieren conocerse entre sí. Utilizan código universal. Código generosidad. 

lunes, 10 de marzo de 2014

Lo dijo un soldado romano a Dios.

Estos días leí mucha payasada respecto de los docentes y es que, no cualquiera se banca la tentación de decir mu. La gente está desesperada por decir cualquier cosa sin tener la mínima idea de lo que habla porque, ante todo, hay que opinar. No importa si está bien, si está mal, si se sabe, si no se sabe. Lo importante es decir algo.

Horas más tarde apenas, estos mismos payasos, se han querido sacar a los pibes de encima con teorías dignas de la caverna de Platón:

‘Cómo van a hacer paro estos VAGOS que tienen tres meses de vacaciones al año, ¿por qué no hacen paro en enero o febrero?’.

Quizá en enero o febrero nadie los vería. Bueno, a decir verdad, el resto del año tampoco.

‘Tienen que dar clases porque lo eligieron como vocación’.

Y es que la vocación no paga las cuentas ni te hace las compras en el supermercados. Ya lo dijo Andrés: no se puede vivir del amor.

Pero unos que no ven la realidad, salvo la que les dicen en Intrusos o Infama, siguen argumentando, con total desinformación, 'los docentes piden cada vez más aumento y los pibes están cada vez más burros'. Argumento livianísimo, berreta, de señora con ruleros manejando un taxi, de unos que se olvidaron que la educación empieza por otros. EN CASA.

La educación comienza por casa, Señores y Señoras.

Recuerdo que, cuando iba a primaria, mis papás me hacían un cuaderno extra de actividades escolares. Y luego supervisaban las resoluciones. Se tomaban ese tiempo y ese trabajo.

En secundaria, lo mismo, y si no estudiaba no salía ni a la esquina porque, era lo único que debía hacer. Jamás fueron a hablar con un docente. Mucho menos a amenazarlo. Mucho menos a pegarle un balazo o tirarle un tarro de pintura en la fachada de la casa. El docente tenía la última palabra y no se discutía.

Así, me recibí con notables calificaciones, sin amenazas al docente, sin $600 y sin netbooks pero, con papás en casa, con papás que laburaban las 24 horas del día y la hora 25 la dedicaban a criar a sus cuatro hijos porque, quien me conoce, sabe que mis viejos también son docentes y que toda su vida laburaron las 24 horas del día. Ergo, sé de qué hablo, Señores y Señoras, no soy hija de Lady Di, por suerte.

Hoy, en cambio, deslindan esa responsabilidad al docente y se quejan de sus burros. Así funciona hoy.
Aunque, a juzgar por los hechos, no estaría funcionando.

Ahora, si Usted se sincera y admite que desea depositar al chico en la escuela para sacárselo de encima porque ‘no sabe más qué hacer con el’, limarse las uñas o ir al gimnasio, comprendo que no le dé para más análisis que ese, bien livianito, bien descontracté. Señores, a mí tampoco me parece que pretendan al colegio un castillito inflable solucionador de todo lo que la casa no hace, no puede, no tiene… mientras opinan desde el nazi interior desconociendo totalmente las realidades aúlicas (desastrosas en su mayoría, amen de los esfuerzos del plantel docente). No se ofendan, por favor.

La situación es que con un básico de $1812 se ha ofrecido a los docentes un 22% de aumento en tres cuotas anuales cuando, siendo marzo, la inflación ya superó ese porcentaje. Conveniente, aunque no para los bolsillos de la mayoría.

Señores padres hagan mea culpa y dejen de opinar sin informarse porque sus hijos serán más burros por su responsabilidad, no por la del docente quien, no solo hace lo que puede, sino además lo que no puede. Pero esto tampoco se ve. Ni en marzo, ni en enero, ni nunca jamás.

Lo que sí se ve y prolifera a pasos de gigante son las amenazas al docente para que EL NENE apruebe, o siga cobrando sus $600 para la joda o la falopita, o le den una netbook para que chatee en Facebook todo el horario de clases y luego vaya a su casa y diga que ‘no entiende’ las explicaciones que el docente se revienta la salud en darle, o para venderla, con fines económicos. Los entretienen con espejitos de colores y los Señores chochos aplaudiendo la payasada y hablando de lo que no saben. Felicitaciones, esto es lo que quieren, y esto es lo que tienen.

Y el docente todavía está obligado a aprobarlos, porque hoy el aula es un ámbito de contención, ya no importa si saben o no pero, los padres insisten en que sus hijos son burros. Sí Señor, sí Señora, su hijo es burro y no por culpa del docente sino de todo el sistema educativo. El docente es solo un eslabón que, la mayoría de las veces, acata lo que debe acatar, aunque pocas posibilidades tenga de cambiar algo.

¿Sabe Usted, Señor padre, Señora madre, la cantidad de evaluaciones, recuperatorios, recuperatorios de recuperatorios y horas extras (aúlicas y hogareñas) un docente dedica a que su hijo pase de año cuando a este no le interesa en lo más mínimo? No, no lo sabe porque no asiste a las reuniones, Señor, Señora. Después lloran en diciembre, después te rompen el auto en marzo.

¿Sabe Usted, Señor padre, Señora madre, las faltas de respeto de todo tipo que el docente sufre de su hijo? No, claro que no lo sabe, porque son cómplices pero, no lo culpo, eso le enseñaron, eso le inculcaron, la fácil. Y eso tiene. Si lo quiere fácil, no lo puede querer complejo. No se puede todo.

¿Sabe Usted, Señor padre, Señora madre, que el docente es el único trabajador que, luego de dictar clases durante 3,5,6,7, 10 años puede perder su lugar de trabajo sin indemnización alguna, sin saber que le depara su futuro? No, no lo sabe, porque a Usted no le interesa saberlo pero, si endilgar su responsabilidad al docente. Pero sí que el 5 de marzo su hijo le deje ver tranquilo a Rial.

‘Lo barato sale caro’, dijo una vez un Montoto pero, como nadie sabe quién es, no lo escucharon. Y hoy nos lamentamos. Nos lamentamos durmiendo la siesta debajo del olmo mientras, los responsables reales esperan que, nuevamente, las cuestiones que deben solucionarse de raíz, con decisiones, con trabajo, con una visión diferente a la negación rotunda y constante de la realidad, tengan una intervención espontánea, una salida mágica y Claudio María Dominguista.

Pero la magia no existe.

Cuando no hay límites desde todas las partes, cuando no hay responsabilidad desde todas las partes, cuando no hay un discurso uniforme desde todas las partes, difícilmente haya algo más.

A laburar y hacerse cargo, cada uno de y desde su lugar, no hay otra manera y, si la hay, el árbol no nos está dejando ver el bosque.

Todo mi respeto a los docentes con y sin título docente, a los técnicos, a los ingenieros, y a mis papás que me educaron. Y mi más sincero repudio a los habladores por boca de jarro, a los vagos, a los irresponsables, a los irrespetuosos y a los negadores de la realidad social, educativa y política del país.

martes, 7 de enero de 2014

No se puede hacer la revolución con el culo lleno de paja.

No se puede hacer un reclamo con antifaz, no se puede una queja, no se puede una postura. No se puede montar un personaje, incluso sabiéndose usted mismo un farsante, no se puede sin una base sólida de donde sostenerse, no se puede sin un objetivo claro. No se puede notar desde el espacio el interés personal. No se puede insultar ni defenestrar sin argumentos que lo validen. No se puede mentir si ya nada de lo anterior funciona. No se puede romper pensando que es irrompible, y sorprenderse porque se rompió. Muchas cosas no se pueden sin que se corte espontáneamente la soga. No se puede ablandar un corazón a palazos.

Ya no caben los disfraces en ese ropero. Por más que reacomode y clasifique. Todos tenemos un muerto en el placard, no sé caperucita roja. Y es que, no se puede ir por la vida diciendo pavadas porque a usted le parece que así son, que así deben ser. No se puede ir por la vida diciendo que uno es lo que no es, que uno no hizo lo que hizo, que uno pertenece a la nobleza de no sé qué castillo inglés, que a uno, otro, no le banca la parada. No se puede, si no se tiene ni idea de lo que ir por la vida es, si le falta mucha ruta por recorrer. No se puede no respetar al otro, no se puede no respetarse, no se puede no aprender lo que importa, no se puede no laburar para tener lo que se quiere. No se puede porque, una vez más, queda usted en la posición del bufón. No se puede perder el valor de un circo que no existe, salvo en su imaginación. No se puede querer porque no hay algo mejor que hacer, no se puede ayudar para la cámara, eso no es generosidad. No hace falta guirnalda, matraca y rhimmel si la fiesta es buena.


No es fácil curtir el romanticismo con tanto moro en la costa, la vulgaridad crece en forma vertical. No se puede ofrecer una cucharada de dulce de leche emancipadora detrás de una estocada, no se puede ser mala leche sin fecha de vencimiento, no se puede ofender por lo que hizo usted, vamos, ¿cómo podría ofenderse habiendo actuado a plena conciencia? Tampoco se puede ofender por lo que no hizo, tendrá que aprender a hacer, si quiere y, si no quiere, seguirá ofendido. No se puede pedir perdón por costumbre, no existe tal trámite bancario. No se puede después, salvo la risa. No se puede no ver las cosas, el más allá, la última vuelta de rosca que da la tuerca, no se puede preguntar por qué cuando se sabe, ni para qué, ¿para qué? No se puede llegar tarde, hay gente que grita y uno no escucha nada. No se puede solucionar con palabras lo que no se hizo, la calidad de la madera se conoce cuando arde.

miércoles, 17 de octubre de 2012

El control es un aparato al que le apretás más fuerte los botones, cuando se quedó sin pilas.

Vivimos en una época de exposición extrema. La gente se toma un Actimel por la mañana, mientras de aumentar las defensas, sube a Facebook -vía Instagram- la cagadera que le generó el yogurcito.

Todos utilizamos Redes Sociales. Somos parte del sistema porque, si no somos parte, nos quedamos afuera. El hippie, el distinto, el que reniega de donde está parado, taparrabos y al monte.

A lo que me abocaré, precisamente, es a los sujetos cuya vida discurre en una, dos, tres... infinitas Redes Sociales. A quienes dejan su vida allí. A quienes hacen culto de una herramienta que, a veces, nos sirve para comunicarnos pero, la mayoría, nos incomunica.  Al abuso, a la exageración, al mal uso.

Y la respuesta es una sola: ANSIEDAD.

La estupidez de la gente deviene de la ansiedad, de la falta de control sobre la misma. La gente es estúpida porque no puede controlar su ansiedad. Porque nunca se tomó el tiempo para pensar en su vida. Pero, le sobra para pensar en otras vidas. Es una falencia de la cual no tiene la culpa. O sí. Tal vez, nunca les enseñaron, sus antecesores, a pensar. O si lo hicieron, y el volumen del auricular estaba tan alto que no les permitió incrustarse la perorata en la red neuronal de análisis primario. Por ende, tenemos una generación, un grupo de gente, un individuo, con falta de control de ansiedad.

Uno, un grupo, una generación; tienen dos mil quinientos ‘amigos’ en Facebook, veinte mil ‘seguidores’ en Twitter, novecientos ‘miembros’ en cada uno de sus Blogs -porque, no tienen un solo Blog, tienen dos o tres o cuatro- pero ningún abrazo real, ningún lector con el cual cambiar ideas, ningún sujeto al que le interese más lo que dice otro que lo que dice el mismo.

Además, como recurso extremo del caradurismo declaran que ‘no pierden tiempo’ siendo afiliados a tantos canales de comunicación. Lo interesante sería saber cómo hacen, tal vez por ósmosis se auto-completan los espacios. Sería interesante, repito, saber cómo hacen.

Tantos medios y la incapacidad absoluta de mantener 1 (una) (una sola) (ni siquiera dos) (una) (unita) relación REAL.

No pueden, no saben, no contestan.

¿Por qué? Porque eligen llenar sus espacios con ‘virtualidad’ y, como todos sabemos, elegir algo es dejar de lado otras cosas.

Y así van por la vida, los ansiosos. Ven un culo, lo tocan. Ven un enchufe, meten los dedos. ¿Por qué? Porque hay una manga de iguales que van haciendo lo mismo. Algunos. Otros no. Pero siempre es más fácil aprender del ejemplo fácil, el que hacen/muestran todos. Lo difícil lleva tiempo, y en estos tiempos de exposición extrema, valga la redundancia, no tenemos tiempo. Lo difícil no está en Facebook, Twitter ni un Blog.

Entonces, ¿por qué ir contra la corriente? Vamos, metamos los dedos en el enchufe y toquemos culos o metamos los dedos en el culo y toquemos enchufes. Da igual, cuando no pensamos.

Tienen miedo a no tocar un culo, a no meter los dedos en el enchufe, a no subir suficiente cantidad de fotos a Facebook, a no recolectar diez mil ‘followers’ en Twitter, a que nadie comente un post en un Blog de dudoso buen gusto y moral, a merecer el olvido que Dolina dictamina ‘tratemos de no merecer’.

¿Creen que no tienen vida si no hacen eso? No lo sé. Lo que si se es que lo hacen porque les da seguridad.
Toda la seguridad que no tienen afuera, porque afuera, el mundo, es digital, no se maneja con ceros y unos. El sistema binario lo entienden las máquinas. Las máquinas donde usan Facebook y Twitter. Las máquinas desde donde leen este Blog.

Pero insisten en que no pierden tiempo cuando, a su vez, tampoco tienen tiempo para relacionarse con los demás. Están muy ocupados escribiendo en un Word los tweets/posts que van a compartir mañana, en horario central, porque ¿a la 1 am quien te lee? Nadie. Igual que los sábados y domingos, ¿no? No te lee nadie, entonces no tenés nada que decir… !

La paradoja les calma la ansiedad. O intenta hacerlo.

Pero, la realidad es que siguen ansiosos porque, no terminan de sacar el dedo de un agujero que, se dan vuelta, ven otro agujero, lo confunden con un enchufe y meten la pata. Luego, giran para el otro lado, ven un fierro caliente y lo tocan. Y se queman. Y así andan a los golpes, sobreviviendo. Mostrando y hablando públicamente de toda la mierda que les hace largar el yogurcito que se desayunaron y que no pueden contener porque así lo dicta el sistema.

Mostrá. Mostrá tu vida de mierda.

Tienen miedo, TERROR, de pararse en medio de la calle y mirar. Mirar a los costados. Mirar lo que los rodea. Tienen miedo a la quietud. A no hacer nada por cinco minutos. A pensar. A mirarse. A mirarse, ver y reconocer todo lo que no les gusta. A aceptarse sin importar nada o nadie más.

Pero de meterse a pelotudear veinticuatro horas en una Red Social no tienen miedo.

De nuevo la paradoja. Otra vez la ansiedad.

Porque lo que no gusta, molesta y lo que molesta es mejor sacárselo de encima, es mejor endilgárselo a otro. Es mejor proyectar en otro nuestra miseria. 

Si te embarazás porque cogiste sin forro, la culpa seguramente sea de la farmacia que estaba cerrada cuando vos estabas caliente. Nunca tuya. No, claro, si reconocés que sos irresponsable tenés que mudarte al asteroide del Principito. Y ahí no tenés Facebook, Twitter, ni e-mail ajeno para evitar distraerte y hacerte cargo de tu cagada, o de elegir mal, entre tantísimas opciones, el yogurcito que desayunaste por la mañana.

Y así van, caminando por la vereda, pensando que las vidrieras los reflejan solo a ellos, no existe nadie más en el mundo. Entonces, antes de verse reflejados, se acomodan ropas, pelos, tetas y bultos; respiran hondo y se miran. Y no ven nada. Solo se ven a si mismos. No ven lo que se refleja, la ciudad, el pueblo, el árbol, la bolsa de basura, los otros que también se miran en la misma vidriera. Y siguen caminando.

Se refugian debajo del cartón del cartonero. Se silencian con música a todo volumen en sus iPod, mientras twittean en ciento cuarenta caracteres, todo lo que llevaría una vida desarrollar. Pero no hay tiempo. Es mejor no aclarar tanto, a ver si oscurecés.

Le encuentran ritmo al colectivo pero no a sus corazones. Total, en los colectivos viajan muchos, debe estar bien.

Pero, en sus corazones -vehículo viejo si los hay- viajan pocos, tal vez nadie. ¿Cómo hacer caso a lo que pocos consumen?

La Redes son eso, un control más, un control menos. Controlan lo controlable y esquivan y pasan al de al lado todo lo que no pueden controlar. Entonces, realmente, ¿qué controlan? Respiran porque no necesitan pedírselo al cerebro, porque no tiene que recordárselos un Smartphone, si no, si dependiéramos de un recordatorio, de una batería de celular.... estaríamos desaparecidos de la faz de la Tierra.

Caminan por la vereda del lado de la sombra. La del sol, la más benéfica, les da calor, los hace transpirar. Transpiran, se ensucian, no está bien visto transpirar, además, el brillo en la cara les arruina la foto de Facebook.

Y la sombra tiene buena prensa, ‘andá por la sombra que al sol te derretís, bombón’, les dicen… y se lo creen. Y van por la sombra esos que piensan que está bien ir en colectivo, y que ciento cuarenta caracteres alcanzan para relacionarse con alguien más que con uno mismo.

No importa, siguen caminando, pasan al lado de un poste de luz, hay bolsas de basura, algo brilla, parece interesante, ya que el gen humano de chatarrero, a pesar de Bill Gates y Steve Jobs, sigue vigente. Al pensar en agacharse por un segundo a ver que es, rápidamente un batallón de policías internos reprime con ímpetu e intenta controlar la situación. Un megáfono mudo dice a gritos: ‘los están mirando, compórtense roñosos’. Se asustan, miran para adelante, esquivan la vista de otras cabezas con auriculares. El ritmo cardíaco se eleva y siguen caminando.

Pero no lo escuchan. Pero van por la sombra.

Llegan a la esquina, un semáforo los detiene, se dan vuelta para ver lo que dejaron, lo que no levantaron, lo que no se animaron. Miran a los alrededores y no ven ningún megáfono, no existe. Imaginación, pura e impura. Piensan que llegarán tarde. ¿Tarde adonde? Al trabajo. Llegan tarde si vuelven atrás esos metros para revolver la basura y darle agua a esa sed eterna de curiosidad que nos determina como seres humanos. A esa ansiedad.

Mientras el amarillo pasa a verde, piensan que si estuvieran en un camino rural, al sol, y sin Facebook donde ser etiquetados revolviendo la basura ajena, tendrían todo el tiempo del mundo para revisarla y compartir con nadie más el descubrimiento. Podrían tener la oportunidad de agarrarlo y llevarlo, o dejarlo ahí. Tendrían oportunidad. Pero, los ojos que miran, les quitan oportunidades. Son incapaces de notar que uno se nutre de las miradas atentas y no de la cantidad de ojos que miran.

Otro día, pasan por aquel poste y la basura ya no está. Bajan la marcha, respiran tranquilos, tienen el control. Siguen su marcha, ahora por la vereda del sol, pero el aire se siente frío. Algo falta. Algo faltó. Darse esa oportunidad de parar la marcha y escucharse.

El control se los impuso otro, porque no pueden. Porque la ansiedad no los deja. Se los impuso el que se llevó la bolsa. Se los impone otro, otro que maneja la ansiedad un poco mejor. Te lo impongo cuando decido no ver/leer/escuchar la mierda marca La Serenísima que exponés. Te lo impongo yo, mientras vas por la vereda de la sombra, pensando que tenés aquello que no levantaste.

Eso que, otro que pudo, se llevó.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Los Fundamentalistas del Plagio pueden irse a la Mierda.

Vivimos en épocas donde, quienes se rasgan las vestiduras hablando de ‘Copy and Paste’ y ‘Copyright’, tienen abono 'Premium' al motor de búsqueda ‘Google Images’ y lloran cuando no pueden bajar el último CD de su banda favorita en Taringa, o cuando el sábado por la noche no pueden ver el estreno de turno en Cuevana.

Aparecen desde las sombras, bajo ‘users’ fantásticos, sin ninguna explicación, dirección, teléfono o página web donde dirigir nuestra fundada e identificada opinión, e intentan adoctrinarte sobre ‘cómo se debe -o no se debe- actuar’.

Y es que a estos sujetos, carentes de dos dedos de frente, pero abundantes en tiempo libre, cualquier concordancia de ideas, aun las hicieren coincidir laberínticamente, les da como resultado mágico, un plagio.

Obviamente, en sus apretadas burbujas, les es imposible sospechar que dos personas, en una población mundial de más de seis mil millones de habitantes, puedan tener la misma idea, el mismo pensamiento, idéntico interés en algún aspecto de sus vidas, misma capacidad de observación, misma forma de escribir/hablar/pensar/dibujar y, de paso, exacta versión de Autocad donde tiran líneas para hacer las sillas desde las cuales emiten interesantísimos comentarios sus ociosos culos.

Subirse al caballo de cualquier causa, ignorando de que/a quien se habla, es peligroso. Sobre todo si se enorgullecen de ser el jinete sin cabeza.

Todos sabemos cómo terminó el jinete. ¿Verdad?

Avanzando en lugares comunes, encontramos un sub-tipo de 'defensor de la moral' disputándose el trono de lo ‘original’ desde la comodidad de su personaje filosófico/literario de copa y sofá. Esta vez, abonados a recorrer sitios de internet intentando hacer coincidir tus pensamientos, con ajenos, desconociendo 'la' palabra como herramienta más antigua del mundo.

Pero claro, como el único libro que tienen en su biblioteca es ‘El Principito’, regalado, irrumpen en un espacio público y gratuito con el objeto de hacerte creer que si pensaste lo mismo dos meses después que otro de los seis mil millones de habitantes del planeta, estás en falta, sos una mierda de persona, sos mediocre, sos plagiario, merecés ser empalado en una plaza.

Reitero, VÁYANSE A LA MIERDA.

O a dejar comentarios en el muro de Facebook, sobre como hacer la paz, el amor, luchar por la libre tenencia de Pterodáctilos y curar el cáncer 'Arjona'. Detrás de una PC.