Concierto dedicado a la maestra Dª Mª Carmen García-Pergañeda
Preámbulo
Ni ayer, ni hoy, ni probablemente mañana, ser niño será algo fácil. Tanto es así que no basta con el paso del tiempo para dejar de serlo, o al menos eso es lo que creo cuando pienso en personas como el maestro Enrique o el maestro Jerónimo. Tanto tiempo al lado de los niños les ha convertido en perfectos aprendices de niño.Y jugando, como niños, crearon a partir de su ilusión la orquesta JNZ por y para los niños de su colegio...
Vivir un sueño
A la orquesta JNZ la hemos definido desde su creación de muchas maneras: proyecto, invento, fantasía, etc. Pero la verdad es que, al menos para mi, la orquesta de los niños de nuestro colegio es poder vivir un sueño. Ojalá fuese capaz de poder describir la intensidad de todo lo que rodea a la orquesta, convencido de que tiene vida propia aunque para ello dependa de los latidos de los niños que la componen.

Una vez más el programa seleccionada presentaba un atractivo especial. Con la emoción del momento pocas personas se dieron cuenta de los movimientos que se dieron sobre el escenario con el coro entrando, la percusión saliendo, y los paseos de algunos de los solistas. Hubo juego de luces, juego de voces, juego de directores, en un divertimento perceptible desde fuera pero reservado para el disfrute de la propia orquesta. Sólo por estos detalles, y tal vez por tener los vellos erizados o las lágrimas mojando las mejillas los asistentes supieron que estaban viviendo una experiencia inolvidable y diferente a otros conciertos.
Empezar con el tema principal de la banda sonora de "El último mohicano" era poner el listón muy alto desde el inicio. Pero también era una manera de lucir todo el potencial de la orquesta, con una especial mención a esos solistas de lujo que demostraron con su interpretación que cuando uno se entrega por completo puede hacer que lo difícil parezca hasta fácil. Y así sonaron las notas, con fluidez, con armonia, con una melodía continúa que desde el fondo del escenario iba marcando el contrapunto a las idas y venidas del tema principal en las diferentes voces instrumentales. La percusión perfectamente sincronizada y al nivel al que ya nos tiene acostumbrados. De fondo, rellenando los escasos huecos sonoros estaban el resto de los miembros de la orquesta conociendo y ejecutando su función que no es otra que la de envolver con sus notas el perfecto regalo que para el oído fue la interpretación de "The Gael".

Contrastaba el silencio respetuoso de los asistentes, con el llenazo del Centro Cultural "Pastora Soler" en el que muchos padres, madres y familiares estaban de pié en los laterales y al fondo de la sala. Ese silencio como otras veces fue premonitorio de momento grande cuando el maestro Jerónimo alzó su batuta para que
los chicos del coro nos endulzaran la mañana con su canto. Cuanta ternura en la música que brotaba de sus gargantas, mientras la cuerda lo adornaba todo con sus pizzicato, o las notas de los clarinetes envolvían una y otra vez el sueño musical de unos niños que desde el primer acorde provocaron en los asistentes un alúd de sentimientos. La trompeta era el repiqueteo de la campana del recreo, y el sonido del piano se sumaba a la cascada de sensaciones que transportaba el aire a cámara lenta, y se unía a las flautas que mesuraron su sonido para acompañar en su arrullo a las voces del coro. Sonó como nunca, y el trabajo de la maestra Mercedes y la maestra Lucía las ponía en la lista de aprendices aventajadas de niño, mientras el vaivén del
Vois sur ton chemin recorría las fibras de todos los que pudimos vivir y disfrutar un momento único.
Una vez que la orquesta y el coro JNZ dejaron clara su vocación musical llegó el momento de que volvieran sonidos más propios para los niños, porque insisto y nunca me cansaré de decirlo que eso es lo que son nuestros artistas: niños. Por eso les encanta interpretar el
Do, Re, Mi de "Sonrisas y Lágrimas" ya que ellos dominan lo primero y nos emocionan tanto que provocan los segundo. Dejadme que os cuente un momento precioso, cuando en el primer pase, los niños más pequeños de colegio empezaron a hacer palmas al ritmo de la canción y muchos de ellos canturreaban mientras quien sabe si su imaginación los transportaba en un futuro a ese escenario donde "los mayores" disfrutan y hacen disfrutar tanto con sus conciertos. La sincronización entre coro, solista y orquesta parece sencilla, pero creedme que no lo es. Y sin embargo ahí estaba el fruto de los ensayos, de esos recreos entregados a una manera diferente de divertirse y de disfrutar de algo que sin saberlo se había convertido en una pasión.Había tanta alegría en el escenario que terminaron cantando "Sonrisas y Risas".
No se habían apagado todavía las cariñosísimas palabras del maestro Antonio en su presentación cuando ya estábamos llegando al final de este sueño. La última pieza,
El ciclo de la vida, estaba elegida sin duda por muchos motivos. El "chigüeña" marcó en el concierto de Navidad un antes y un después y cambió el rumbo tanto del coro como de la orquesta. La sombra del rey león sobrevoló por el escenario dándoles valor para vencer al calor y al cansancio y ofrecernos una magnífica e impresionante interpretación. Sonó bien porque tocan y cantan muy bien. Sonó mejor que bien porque les encanta su orquesta y lo que para ellos significa. Pero sonó todavía mejor que mejor porque 142 almas de niño encendidas supieron volcarse en homenaje hacia sus maestros y directores y les dieron las gracias como sólo ellos saben. A ninguno de los asistentes pasó desapercibido que en aquellas música había algo diferente y especial, y aún no sabría encontrar palabras que lo explicasen.

Con la última nota la emociones pudieron soltarse de sus ataduras y en el escenario se viveron momentos preciosos e increiblemente bellos. Las palabras de agradecimeitno y despedida de los alumnos de 6º que se van al instituto nos emocionaron a todos, especialmente a aquellos que eran el objeto de las mismas. Ver las caras de los asistentes, muchas de ellas empapadas en lágrimas, sólo podían significar una cosa: un uevo triunfo de la orquesta Josefa Navarro Zamora.
¿Os habéis fijado en una cosa? Cuando termina el último pase de los conciertos de la OJNZ nunca se cierra el telón. Por eso hoy cerraré mi personal crónica esperanzado en que pueda seguir siendo así. Todos los momentos que he podido compartir con la orquesta suponen para mi un tesoro, y todo lo que he vivido realmente ha sido un sueño maravilloso. Me considero un privilegiado por haber estado ahí, entre los niños, participando de su alegría contagiándome de su forma de ver y de encarar la cosas de la vida. Gracias.
Me dejo algunas cosas en el tintero, pero permitidme esta vez que sea un poco egosita y no os desvele algunos recuerdos de lo mucho que se vivió en la hermosa mañana en la que el Concierto de Fin de Curso dió inicio a la última semana antes de las vacaciones. ¡Feliz verano!