hartazgo


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hartazgo

s. m. Ingestión excesiva de bebida o comida después del hartazgo que te diste ayer, no me extraña que te duela el estómago. hartazón, hartera, panzada, tripada
Gran Diccionario de la Lengua Española © 2022 Larousse Editorial, S.L.
Sinónimos

hartazgo

Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.
Traducciones

hartazgo

bellyful, glut

hartazgo

SM [de comida] → surfeit, glut
darse un hartazgo [de comida] → to eat too much, overeat; [de noticias, televisión] → to have too much
Collins Spanish Dictionary - Complete and Unabridged 8th Edition 2005 © William Collins Sons & Co. Ltd. 1971, 1988 © HarperCollins Publishers 1992, 1993, 1996, 1997, 2000, 2003, 2005
Ejemplos ?
Sólo que Jacobo ni por ésas salía de hambriento. Lo que él soñaba era un hartazgo, hasta saciarse; una comilona a discreción, mucha carne, vino, pasteles de postre...
Afortunadamente para la proxeneta no pudo comerlas en el acto, por no contrariar los efectos de un medicamento que acababan de propinarla, y guardó el obsequio en la alacena. A las diez de la noche sacó Manuela el consabido dulce, resuelta a darse un hartazgo, y quedó helada de espanto.
El universo de la información crece avasalladoramente día con día y la mente de la juventud debe intentar crecer a su ritmo, pues corre el riesgo de quedarse atrapada en el cubículo de la mecanización burocrática o el hartazgo vacuo de los sentidos.
Además, todos eran compadres y tales compadrazgos les permitían tratarse como una verdadera familia que constituía una comunidad donde la comezón por ser dueño del poder y los dineros, había pasado a último término. De riquezas estaban hasta el hartazgo.
Porción de viejos achacosos cayeron en consunción por falta de nutritivo caldo; pero lo más notable que sucedió fue el fallecimiento casi repentino de unos cuantos gringos herejes que cometieron el desacato de darse un hartazgo de chorizos de Extremadura, jamón y bacalao y se fueron al otro mundo a pagar el pecado cometido por tan abominable promiscuación.
Había que esperar a que el dragón muriese de viejo o de un hartazgo; mientras tanto, que cada cual se resignara a morir devorado cuando le llegara el turno.
Ahora bien, considerando que este discurso es ya demasiado largo y pudiera dar hartazgo de matambre a los estómagos delicados, considerando también que como tal, debe acabar con su correspondiente peroración o golpe maestro oratorio, para que con razón palmeen los indigestos lectores, ingenuamente confieso que no es poco el aprieto en que me ha puesto la maldita humorada de hacer apologías de gente que no puede favorecerme con su patrocinio.
En estos momentos de confusión, tan propicios para el ataque contra la opresión y la explotación, en estos momentos en que la autoridad, quebrantada, desequilibrada, vacilante, acometida por todos sus flancos por las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de todos los apetitos avivados por la esperanza de un próximo hartazgo; en estos momentos de zozobra, de angustia, de terror para todos los privilegios, masas compactas de desheredados invaden las tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las manos creadoras sobre la fecunda tierra y amenazas con el puño a todo lo que ayer era respetable: autoridad y clero; abren el surco, esparcen la semilla y esperan, emocionados, los primeros frutos de un trabajo libre.
Obviamente la masa sólo cuenta para el servicio, inclusive los sabios y los artistas. “El Estado soy yo.” constituye el grito de la egolatría y se excede tanto que termina en el hartazgo de los explotados.
'¡La leyenda, la leyenda!' Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación.
Sus ojos, moras maduras, se ven más de lejos; y de cerca, las pocas veces que miran despacio y con susto, son todo un hartazgo de delicias, unas bodas de Camacho de golosinas del alma.
Blas para conservar ilesa la prenda que se le dio en depósito, al primer arrumaco que a quemarropa lanzó el fogoso muchacho sobre la inflamable doncella, no se hizo ella de pencas, y cada domingo la enamorada pareja aprovechaba de la hora en que el tutor, como buen hijo de la perezosa España, acostumbraba dormir la siesta, para darse un hartazgo de palabras almibaradas y demás cosas que sospecho deben darse entre amantes.