Si a tenor de este hecho, padres conscriptos, yo hubiese juzgado condenar a muerte a Catilina, no le concedería a ese matasiete ni el disfrute de una hora para seguir viviendo.
Notando empero, las significativas miradas de aquel grupo de dogos de matadero, echa maquinalmente la diestra sobre las pistoleras de su silla inglesa, cuando una pechada al sesgo del caballo de
Matasiete lo arroja de los lomos del suyo tendiéndolo a la distancia boca arriba y sin movimiento alguno.
Esteban Echeverría
—¡Viva
Matasiete! —exclamó toda aquella chusma cayendo en tropel sobre la víctima como los caranchos rapaces sobre la osamenta de un buey devorado por el tigre.
Esteban Echeverría
—Probemos, dijo
Matasiete y empezó sonriendo a pasar el filo de su daga por la garganta del caído, mientras con la rodilla izquierda le comprimía el pecho y con la siniestra mano le sujetaba por los cabellos.
Esteban Echeverría
siempre en pandillas cayendo como buitres sobre la víctima inerte. —Degüéllalo,
Matasiete: quiso sacar las pistolas. Degüéllalo como al toro.
Esteban Echeverría
¡Oh tú, el denodado, el menospreciador del peligro!, perece en él, y eres un necio: murió de puro tonto, exclama tu propio camarada: si tu ángel de la guarda te preserva, no eres sino fanfarrón, matasiete de comedia que se pone en cobro a la asomada del enemigo verdadero.
Un matasiete que a la sazón se hallaba en el pueblo con una brigada de soldados, tomando a burla las charreteras de lechuga de aquellos fantasmas, monta a caballo lanza en ristre, y sin averiguación ninguna los arremete de tan buena gana, que los que no se encomiendan a los pies caen mal feridos.
—Trae pistoleras por pintar. —Todos estos cajetillas unitarios son pintores como el diablo. —¿A que no te le animás,
Matasiete? —¿A qué no?
Esteban Echeverría
—Sí, para el tuerto, que es hombre de c... para pelear con los unitarios. —El matahambre a
Matasiete, degollador de unitarios. ¡Viva
Matasiete!
Esteban Echeverría
Músicos, dueñas, rateros, saltimbanquis y corchetes, tamboriles y danzantes, curiosos e impertinentes. Aquí una moza devota, que el brazo a una vieja tiene, se ajusta en son de maitines con un majo matasiete.
Cicerón está comparando a Catilina con un mero "matasiete" o "navajero", que además sería portador de una sica ("daga", y en concreto puñal corto que facilitaba la rapidez del ataque, y que por tanto era el habitual de criminales y asesinos, los "sicarios").
no es mejor cuarenta veces salirte al prado encarnada que estarte en el prado verde. «No hay sino vivir, y ser apacible con las gentes, y quédese lo severo para un turco matasiete.