Entre los labios la palabra muere de pereza, y al sol el nardo adquiere un acre olor a sexo femenino. Arde el jardín en la estival hoguera y en su gran pebetero se consume todo el aroma de la Primavera.
El suelo estaba allí cubierto de tapices, cojines, almohadones, colchonetas. En un rincón humeaba un
pebetero; me senté en un cojín y comencé a esperar.
Roberto Arlt
El cuerno del vigía tocó la fanfarria que anunciaban la visita de un gran señor; el puente levadizo se bajó con estrépito; los escuderos acudieron al estribo; los pajes de rodillas descalzaron las espuelas del duque; las dueñas envueltas en sus blancas y reverendas tocas le presentaron el aguamanil de oro y el pebetero de sahumerio...
Al pie del lecho y sobre el mármol de una cómoda, había una pequeña biblioteca cuya nomenclatura, en la que figuraban los nombres de Andral, Huffeland, Raspail y otros autores, entre cráneos de estudio y grabados anatómicos, habría hecho creer que aquella habitación pertenecía a un hombre de ciencia, si una simple mirada en torno no persuadiera de lo contrario; y aquí, sobre una canasta d labor, una guirnalda a medio acabar; allí, un velo pendiente de una columna del tocador; más allá, una falda de gasa cargada de cintas y arrojada de prisa sobre un cojín; flores colocadas con amor en vasos de todas dimensiones, el suave perfume de los extractos ingleses, el azulado humo del sahumerio exhalándose de un pebetero de arcilla, todo revelaba el sexo de su dueño.
Cuánto tiempo permanecí ensimismado, quizá por el efecto aromático de las hierbas que humeaban y se consumían en el
pebetero, no lo sé.
Roberto Arlt
Mirando con más atención, se veían finos hilillos de vapor blanco que salían de lo alto del monte como de los orificios de un pebetero y se convertían después en un ligero vapor.
Cuando me encuentro solo, y los aromas del oriental dorado pebetero con sus olas azules me rodean, jinete en el bridón del pensamiento vuelo al mundo divino y misterioso de las hadas, los gnomos y los genios, a ese gigante mundo del poeta de fantásticos seres gran imperio.
Epi procedió al encendido de una flecha que fue lanzada por el arquero paralímpico Antonio Rebollo, encendiendo el pebetero al pasar por encima del mismo.
Cada elemento del escudo tiene un significado: Flama del pebetero de la antorcha: simboliza el crisol que sublima las virtudes militares aunadas a la inteligencia, el conocimiento y la sabiduría.
Tras su recorrido a lo largo de todo el mundo, la antorcha llegó a Pekín y se utilizó para encender el pebetero en el Estadio Nacional de Pekín durante la ceremonia de apertura, el 8 de agosto.
A medida que Li avanzaba, se proyectaba sobre el techo un pergamino que se iba a abriendo mostrando imágenes del recorrido de la antorcha olímpica hasta llegar al pebetero, para luego encender la llama en éste.
Al día siguiente llegó puntual al Estadio Olímpico y su último relevo, el atleta paralímpico Antonio Rebollo, encendió el pebetero por medio de un lanzamiento certero con su arco desde el centro del escenario, quedando así inaugurados los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.