Es menester que al instante –pues la prevención ha hecho, o la dicha, que vengáis con disfraz, y según creo han de estar cerca de aquí– los busquéis, y con el medio que os pareciere estorbéis su pendencia, que yo quiero, pues también está mi casa tan cerca, ir allá al momento a disponer ciertas cosas para que cese su duelo.
Y dijo más: que la
pendencia que él venía a buscar ya era acabada y puesta en paz, que él se había hallado en ella; y que, a lo que él imaginaba, todos los de la riña debían de ser gentes de prendas y de gran valor.
Miguel de Cervantes Saavedra
En aquel mismo aposento De la casa de Sirena En que trabó don Gonzalo Con don Juan una pendencia, Tienen ahora trabada Plática amorosa y tierna La ambiciosa bailarina Y don Lope de Aguilera.
DON JUAN A la puerta de tu casa hay cuchilladas. CELESTINA Pues si es pendencia, allá se las hayan, que, teniendo yo los oros, no he menester las espadas.
¿No habéis acertado allá? DON DUARTE Basta, que vuestra pendencia viene de participantes. DOÑA MELCHORA Sois los dos firmes amantes: No os olvidáis en ausencia.
CELESTINA (Aparte.) Esto es malo, porque puede contra mí resultar algún porrazo, si hay pendencia y se descubre mi chisme, y también si callo que es don Diego, y otro digo, el viejo irá averiguarlo, y corro mayor peligro.
CELESTINA ¿Yo, señora?97 Pero ya hallado mi ingenio medio para salir bien; ¿queréis más que os dé un remedio para estorbar la pendencia y que no se maten?
Diéronle otro sombrero al defendido, y don Juan, por cumplir lo que le había pedido, pasando otros algunos, aunque breves, comedimientos, le dejó sin saber quién era, y se vino a su casa, sin querer llegar a la puerta donde le habían dado la criatura, por parecerle que todo el barrio estaba despierto y alborotado con la
pendencia.
Miguel de Cervantes Saavedra
Fuéronse a las escuelas, y pasaron por la calle de la
pendencia y por la casa de donde había salido Cornelia, por ver si era ya pública su falta o si se hacían corrillos della; pero en ningún modo sintieron ni oyeron cosa ni de la riña ni de la ausencia de Cornelia.
Miguel de Cervantes Saavedra
Llegó el caballero a su casa, que era una de las principales de la ciudad, y preguntando a don Rafael en cuál galera venía, le respondió que en ninguna, pues había llegado a la ciudad al mismo punto que se comenzaba la
pendencia, y que, por haber conocido en ella al caballero que llevaron herido de la pedrada en el esquife, se había puesto en aquel peligro, y que le suplicaba diese orden como sacasen a tierra al herido, que en ello le importaba el contento y la vida.
Miguel de Cervantes Saavedra
Paró el caballo don Juan en medio del camino, y estuvo con el rostro descubierto a que llegasen los caminantes; y, en llegando cerca, el talle, el brío, el poderoso caballo, la bizarría del vestido y las luces de los diamantes llevaron tras sí los ojos de cuantos allí venían: especialmente los del duque de Ferrara, que era uno dellos, el cual, como puso los ojos en el cintillo, luego se dio a entender que el que le traía era don Juan de Gamboa, el que le había librado en la pendencia...
Aquí acabaron de conocer ser gente principal la de la
pendencia, especialmente el socorrido de don Juan, de quien se acordó haberle dicho que trujese el sombrero y le guardase, porque era conocido.
Miguel de Cervantes Saavedra