Y así el mercader diciendo, con paso acercóse grave a una puerta cuya llave volviendo con rapidez, mostró a la vista asombrada del generoso cristiano, un portento soberano de lujo y esplendidez.
De una imaginación dislocada, por decir así, nerviosa, estremeciéndose en una gestación incesante de sueños y utopías, vivía lejos de nuestro mundo normal, fácil, claro, infantil. En vez de ser un
portento de ciencia, como pinto a Broth, estudiaba poco los textos, y, por lo tanto, sabía poco.
Miguel Cané
En vez de las claras trompas que los festejos celebran, se oyen solo las campanas que al cielo piedad impetran. A las puertas de palacio en su parda mula llega el doctor Juan Villalobos, el
portento de la ciencia.
Ángel de Saavedra
Un charlatán, que examinaba cráneos y levantaba horóscopos a la moderna, estudió la cabeza del músico y escribió esto en un papel que cobró muy caro: -Será un portento o será un imbécil; o asombrará al mundo por su habilidad artística, o llegará a ser un gran criminal embrutecido.
En sacros altares inmolábamos hecatombes perfectas a los inmortales junto a una fuente y a la sombra de un hermoso plátano a cuyo pie manaba el agua cristalina. Allí se nos ofreció un gran
portento.
Homero
Los franciscanos eran por entonces los religiosos más ilustrados de Guancavelica, y en sus claustros se encerraba un
portento de oratoria sagrada en la persona de fray Casimiro Navarrete.
Ricardo Palma
«Pase de mano en mano, les decía; Señores, no hay engaño, está vacía.» Se la vuelven; la sopla, y al momento Derrama pesos duros, ¡qué
portento!
Félix María Samaniego
Grande es la insensibilidad de los obstinados en proseguir el mal camino que empiezan, pues ni le quieren dejar, ni dejar de afligir a quien los amonesta, ni conocen el
portento ni el milagro.
Francisco de Quevedo
Tendió los turbios ojos por doquiera sin concebir absorto tal portento, y balbuciente preguntó quién era quien moría en suplicio tan sangriento.
No fué una sabia, no fué un portento de erudición como la pseudo-autora de los tercetos; fué sen- cillamente una poetisa que transparentó siempre, en sus ver- sos, femeniles exquisiteces.— Si México posee una hija mimada de Apolo, el Perú la tuvo antes, se dijeron nuestros antepasa- dos: y por esta razón de pueril vanidad patriótica no hubo, en los tiempos de la colonia, quien, sin prejuicios y con áni- mo sereno, acometiera la investigación.
Era su busto hechicero labrado en maciza plata, cuyo primor le arrebata obra de inmortal cincel. Jamás del hombre impotente acertó a crear la mano portento tan soberano de retrato más cabal.
El siglo XX fue un portento en el intento de despejar la misteriosa incógnita del hombre en libertad, terminó el siglo XX con grandes fracasos en ese intento de despeje, de solución de la incógnita.