Se acaba el (puto) curso. Bien. Ahora viene la única época del año en la que merece la pena de verdad ser profesor. Como pudimos adelantar un día el claustro y consejo escolar finales, se decidió organizar una visita guiada solo para profes para ver determinados aspectos de la ciudad de Salamanca. Y aunque solo nos apuntamos once, porque ya se sabe lo que tira irse de vacaciones antes que nadie, yo me dije que era una oportunidad y me apunté: eso de que te traigan y te lleven, todo gratis, y te lo explique todo un especialista, tiene su punto. El especialista es el director del tuto, salmantino de la cabeza a los pies, estudiante de aquella universidad (aunque dudo que fuera tan castigador como don Félix de Montemar), licenciado en Historia y arqueólogo, y con tantos contactos entre el Gaudeamus universitario, que así da gusto ir, con enchufe y hecho un marqués, como el Bárcenas.
La verdad es que
lo pasé muy bien; no es que ir con gente del trabajo me ponga mucho,
no es la compañía ideal, pero tampoco estaba tan mal, y dado que me obligué a ir y
siempre es mejor pasarlo bien que mal, me creí tanto mi papel que acabé
pasándolo realmente pipa. Lástima de madrugón (7 de la mañana) y luego llegar a
casa a las 21, jo, pero es que está lejos, a ver. Al grano:
Estuvimos
primero en el Centro Documental de la Memoria Histórica, popularmente conocido como Archivo de la Guerra Civil, donde nos recibió la conservadora
jefe a las 11 y nos enseñó todo con lujo de detalles, durante más de tres
horas. Primero nos puso un corto documental, donde aprendí la diferencia entre
"Archivo" y "Centro Documental" o "Centro de
Interpretación", que es en lo que se ha tenido que convertir esto por
necesidad: un archivo contiene exclusivamente papeles y legajos originales,
mientras que las otras denominaciones pueden contener también o solo facsímiles
de otros documentos, materiales audiovisuales, etc. Cuando se llevaron de aquí los
papeles de Cataluña y quedaron los facsímiles, ya no se podía seguir
llamando archivo, aunque todo el mundo lo llama así; posteriormente recibieron
fondos, tanto originales como facsimilares o en microformas de otros archivos
de toda España, y esos son los fondos que tienen hoy día en ¡ocho plantas! (hay
tres bajo tierra).
Este archivo lo crea Franco con documentación incautada en otros archivos, en bibliotecas, en parroquias y hasta en casas particulares de todas las zonas que iba conquistando, para saber quién era quién y los que estaban a su favor y los que estaban en contra y obrar en consecuencia.
Este archivo lo crea Franco con documentación incautada en otros archivos, en bibliotecas, en parroquias y hasta en casas particulares de todas las zonas que iba conquistando, para saber quién era quién y los que estaban a su favor y los que estaban en contra y obrar en consecuencia.
Tras ver una selección de cartas de niños exiliados a sus padres, totalmente conmovedoras porque dan cuenta del sentimiento de culpa que tenían los pequeños "porque podemos comer todo el pan que queramos, y ustedes seguro que no", y otra interesante colección de fotografías y carteles, nos bajaron al archivo que no consulta el público general, y allí vimos
los armarios que custodian los TRES MILLONES de fichas de personas
"desafectas" al régimen, desde niños de un año cuyo única desafección
había sido ser hijos de republicanos trasladados a Rusia, Méjico o Dinamarca,
hasta la ficha original de Miguel Hernández como combatiente del Quinto
Regimiento, incautada también por Franco y utilizada en su contra, como todos
sabemos.
Ese enorme fichero era utilizado muy a menudo, pues cada vez que
alguien sacaba una oposición, antes de tomar posesión de su plaza se
consultaba, y si su nombre figuraba ahí, o incluso si figuraba el nombre de sus
padres o hermanos, se le negaba; del mismo modo que se le negaba el trabajo a
un jardinero municipal o a un sereno de la capital cuya ficha estuviera allí:
no eran contratados jamás, salvo bajo cuerda, por entidades privadas y nunca en
puestos de responsabilidad. Hay fichas de personas famosas vivas, como la de Nicolás Redondo. Estaba ahí todo el mundo: bastaba
haberse afiliado a UGT o haber combatido en el bando republicano porque te
tocaba. Con el tiempo, algunas personas que no tenían "demasiada responsabilidad" o que conseguían credenciales de curas, falangistas o gentuza así, sí conseguían empleos o incluso plazas de funcionario... salvo un tipo de plazas. Una persona con ficha en Salamanca, JAMÁS podía ejercer como maestro o profesor, no fuera a ser que les contara a los niños la verdad. Aunque otros colectivos sufrieron mucho más salvajemente la represión, el gremio de los enseñantes fue purgado como pocos.
Aquellas fichas valieron a sus dueños desde dos meses de cárcel al fusilamiento, dependiendo del grado de desafección, pero curiosamente el archivo ha tenido un efecto perverso para los intereses del franquismo, pues en 1984 se dicta una ley que asegura una pensión a los ex-combatientes del bando republicano, sus viudas y sus huérfanos, y muchos familiares no tenían cómo probar su parentesco, ya que la mayoría de papeles habían sido quemados o destruidos por sus propios dueños a medida que la guerra se perdía; entonces pidieron información al archivo, que encontró los datos, se los facilitó y ahora están cobrando una pensión del Estado gracias al archivo maldito de Franco. Cada mes, el archivo atiende más de mil peticiones de información de familiares de represaliados, no todas para cobrar pensiones; parte de los fondos de este Centro Documental, como los de otros archivos, se pueden consultar en internet, y siempre están disponibles para dar información no sensible acerca de personas, bajo petición. Tienen microfilmada una pequeña parte de los fondos, y digitalizado un 20%, pero es una tarea ingente, pues hay millones y millones de documentos.
En el archivo hace fresco, lógico, pues son los documentos los que tienen que estar a gustito, y tienen detectores de humos por todas partes, con unos sprinklers muy curiosos, pues en vez de soltar agua cuando se detecta humo, que sería casi tan mala para los papeles como el fuego, suelta un gas especial que absorbe y neutraliza todo el oxígeno de la sala en poco tiempo, y sin oxígeno no es posible un incendio; lo malo es si te pilla allí, claro, que te falta el aire en un par de minutos, pero ya es bastante chungo que te pille un fuego, de todas formas.
Luego, ante la sala de la logia, que recrea con bastante exactitud una tenida masónica, aunque siempre desde el punto de vista del horror y la maldad, puesto que para eso la hizo construir Franco con elementos incautados en distintas logias, nos dieron un cursillo acelerado de masonería, la bestia negra de Franco, que llegó a promulgar la "ley de represión de la masonería y el comunismo", que represalió mucho más a los primeros que a los segundos. Nos confirmaron que Ramón Franco había sido masón, y que Nicolás Franco era rotario, pero que no hay pruebas ni documentos escritos de que el mismo Franco pidiera su ingreso en el Grande Oriente ni a ninguna otra obediencia (lo que tampoco significa que no lo hiciese, habida cuenta de los antecedentes familiares).
Aquellas fichas valieron a sus dueños desde dos meses de cárcel al fusilamiento, dependiendo del grado de desafección, pero curiosamente el archivo ha tenido un efecto perverso para los intereses del franquismo, pues en 1984 se dicta una ley que asegura una pensión a los ex-combatientes del bando republicano, sus viudas y sus huérfanos, y muchos familiares no tenían cómo probar su parentesco, ya que la mayoría de papeles habían sido quemados o destruidos por sus propios dueños a medida que la guerra se perdía; entonces pidieron información al archivo, que encontró los datos, se los facilitó y ahora están cobrando una pensión del Estado gracias al archivo maldito de Franco. Cada mes, el archivo atiende más de mil peticiones de información de familiares de represaliados, no todas para cobrar pensiones; parte de los fondos de este Centro Documental, como los de otros archivos, se pueden consultar en internet, y siempre están disponibles para dar información no sensible acerca de personas, bajo petición. Tienen microfilmada una pequeña parte de los fondos, y digitalizado un 20%, pero es una tarea ingente, pues hay millones y millones de documentos.
En el archivo hace fresco, lógico, pues son los documentos los que tienen que estar a gustito, y tienen detectores de humos por todas partes, con unos sprinklers muy curiosos, pues en vez de soltar agua cuando se detecta humo, que sería casi tan mala para los papeles como el fuego, suelta un gas especial que absorbe y neutraliza todo el oxígeno de la sala en poco tiempo, y sin oxígeno no es posible un incendio; lo malo es si te pilla allí, claro, que te falta el aire en un par de minutos, pero ya es bastante chungo que te pille un fuego, de todas formas.
Luego, ante la sala de la logia, que recrea con bastante exactitud una tenida masónica, aunque siempre desde el punto de vista del horror y la maldad, puesto que para eso la hizo construir Franco con elementos incautados en distintas logias, nos dieron un cursillo acelerado de masonería, la bestia negra de Franco, que llegó a promulgar la "ley de represión de la masonería y el comunismo", que represalió mucho más a los primeros que a los segundos. Nos confirmaron que Ramón Franco había sido masón, y que Nicolás Franco era rotario, pero que no hay pruebas ni documentos escritos de que el mismo Franco pidiera su ingreso en el Grande Oriente ni a ninguna otra obediencia (lo que tampoco significa que no lo hiciese, habida cuenta de los antecedentes familiares).
Decía nuestra guía que hoy día los chicos no han oído hablar siquiera de la manonería, pero que nosotros a su edad, tampoco, menos aún por razones obvias. Bueno, esto no es del todo exacto en lo que a mí concierne, pues tuve un padre que, sin ser masón, era muy simpatizante y siempre nos hablaba de ello, así que yo a los 12 ó 14 años sabía perfectamente lo que era una logia, un gran maestre, sabía que había 33 niveles y conocía el nombre de algunos, como el 18 (caballero Rosacruz), y conocía también sus símbolos, el compás y la escuadra, y su origen francés en la construcción de las catedrales góticas del siglo XII. Nada más sabía, desde luego, pero ya es mucho más de lo que sabe un niño de 12 años hoy día. Entre el funcionariado español de los años 50, se solía decir con retranca aquello de "¿quién es masón? ¡el que está por delante de mí en el escalafón!"
Como salimos ya casi a la hora de comer, nos fuimos a tomar unos vinos o vermouths y acto seguido a comer a un restaurante muy majo llamado Las Meninas, que tiene un menú turístico muy bueno, aunque desde luego no lo regalan, pues anda cerca de los 30€, pero comimos muy muy bien.
Luego fuimos a la Universidad, pues había que elegir qué ver en una ciudad con tanto y tanto arte, y a ver adónde van a ir un grupo de profesores... El dire nos hizo una yincana a ver si encontrábamos el famoso astronauta, la famosa rana y una cosa menos famosa, que es un tío cascándosela en un relieve; con mi vista yo no puedo competir para ver nada de eso, así que lo retraté todo bien y ya buscaré la pétrea paja en el ordenador. Nos explicó muy bien los relieves de la gran escalinata y vimos las aulas de siempre: la Francisco de Salinas, la Alfonso X y la Fray Luis de León, donde parece que el ínclito catedrático de exégesis bíblica (nunca) pronunció aquello de "dicebamus hesterna die". El aula tenía el cordón más hacia adentro que otras veces, así que se pudo ver bastante bien; el dire asegura haber visto grabados con plumilla en la madera de dos bancos los nombres de dos de sus más ilustres alumnos: Quevedo y Góngora. Mira que si les hago borrar a mis criaturitas sus firmas pintadas en las mesas y luego nos deleitan con las Soledades o algo así... Ay, ya me está entrando cargo de conciencia.
Vimos también el Paraninfo, donde tuvo lugar aquel encontronazo entre Unamuno y Millán Astray que casi le valió al viejo que los falangistas presentes en la primera fila, con las armas ya preparadas, le volaran la cabeza allí mismo; lo cual hubiera sido perfecto como propaganda, porque vaya flash, ya tenemos un nuevo mártir como Lorca, y total al vasco le quedaban por entonces dos meses y medio de vida, no como al granadino.
Visitamos un poco la tienda y ya está, de nuevo al autobús, no había tiempo para más: se nos quedaron por ver muchos otros referentes literarios y artísticos, como el verraco que sale en el Lazarillo, al inicio del puente romano; el huerto de Melibea; el café Novelty con la estatua de Torrente Ballester; la casa del rector Unamuno; la casa Lis (precioso modernismo de un discípulo de Gaudí que alberga un enorme museo del juguete), las catedrales vieja y nueva... Tiene tanto que ver esa ciudad, que la llaman la Florencia española; menos mal que ya he estado en otras ocasiones. La vuelta a casa fue animada, sin parar de contar chistes un sevillano muy cachondo y yo, mano a mano. Y ya está.
Como salimos ya casi a la hora de comer, nos fuimos a tomar unos vinos o vermouths y acto seguido a comer a un restaurante muy majo llamado Las Meninas, que tiene un menú turístico muy bueno, aunque desde luego no lo regalan, pues anda cerca de los 30€, pero comimos muy muy bien.
Luego fuimos a la Universidad, pues había que elegir qué ver en una ciudad con tanto y tanto arte, y a ver adónde van a ir un grupo de profesores... El dire nos hizo una yincana a ver si encontrábamos el famoso astronauta, la famosa rana y una cosa menos famosa, que es un tío cascándosela en un relieve; con mi vista yo no puedo competir para ver nada de eso, así que lo retraté todo bien y ya buscaré la pétrea paja en el ordenador. Nos explicó muy bien los relieves de la gran escalinata y vimos las aulas de siempre: la Francisco de Salinas, la Alfonso X y la Fray Luis de León, donde parece que el ínclito catedrático de exégesis bíblica (nunca) pronunció aquello de "dicebamus hesterna die". El aula tenía el cordón más hacia adentro que otras veces, así que se pudo ver bastante bien; el dire asegura haber visto grabados con plumilla en la madera de dos bancos los nombres de dos de sus más ilustres alumnos: Quevedo y Góngora. Mira que si les hago borrar a mis criaturitas sus firmas pintadas en las mesas y luego nos deleitan con las Soledades o algo así... Ay, ya me está entrando cargo de conciencia.
Vimos también el Paraninfo, donde tuvo lugar aquel encontronazo entre Unamuno y Millán Astray que casi le valió al viejo que los falangistas presentes en la primera fila, con las armas ya preparadas, le volaran la cabeza allí mismo; lo cual hubiera sido perfecto como propaganda, porque vaya flash, ya tenemos un nuevo mártir como Lorca, y total al vasco le quedaban por entonces dos meses y medio de vida, no como al granadino.
Visitamos un poco la tienda y ya está, de nuevo al autobús, no había tiempo para más: se nos quedaron por ver muchos otros referentes literarios y artísticos, como el verraco que sale en el Lazarillo, al inicio del puente romano; el huerto de Melibea; el café Novelty con la estatua de Torrente Ballester; la casa del rector Unamuno; la casa Lis (precioso modernismo de un discípulo de Gaudí que alberga un enorme museo del juguete), las catedrales vieja y nueva... Tiene tanto que ver esa ciudad, que la llaman la Florencia española; menos mal que ya he estado en otras ocasiones. La vuelta a casa fue animada, sin parar de contar chistes un sevillano muy cachondo y yo, mano a mano. Y ya está.