domingo, 30 de junio de 2013

Una visita peculiar a Salamanca

Se acaba el (puto) curso. Bien. Ahora viene la única época del año en la que merece la pena de verdad ser profesor. Como pudimos adelantar un día el claustro y consejo escolar finales, se decidió organizar una visita guiada solo para profes para ver determinados aspectos de la ciudad de Salamanca. Y aunque solo nos apuntamos once, porque ya se sabe lo que tira irse de vacaciones antes que nadie, yo me dije que era una oportunidad y me apunté: eso de que te traigan y te lleven, todo gratis, y te lo explique todo un especialista, tiene su punto. El especialista es el director del tuto, salmantino de la cabeza a los pies, estudiante de aquella universidad (aunque dudo que fuera tan castigador como don Félix de Montemar), licenciado en Historia y arqueólogo, y con tantos contactos entre el Gaudeamus universitario, que así da gusto ir, con enchufe y hecho un marqués, como el Bárcenas.

La verdad es que lo pasé muy bien; no es que ir con gente del trabajo me ponga mucho, no es la compañía ideal, pero tampoco estaba tan mal, y dado que me obligué a ir y siempre es mejor pasarlo bien que mal, me creí tanto mi papel que acabé pasándolo realmente pipa. Lástima de madrugón (7 de la mañana) y luego llegar a casa a las 21, jo, pero es que está lejos, a ver. Al grano:

Estuvimos primero en el Centro Documental de la Memoria Histórica, popularmente conocido como Archivo de la Guerra Civil, donde nos recibió la conservadora jefe a las 11 y nos enseñó todo con lujo de detalles, durante más de tres horas. Primero nos puso un corto documental, donde aprendí la diferencia entre "Archivo" y "Centro Documental" o "Centro de Interpretación", que es en lo que se ha tenido que convertir esto por necesidad: un archivo contiene exclusivamente papeles y legajos originales, mientras que las otras denominaciones pueden contener también o solo facsímiles de otros documentos, materiales audiovisuales, etc. Cuando se llevaron de aquí los papeles de Cataluña y quedaron los facsímiles, ya no se podía seguir llamando archivo, aunque todo el mundo lo llama así; posteriormente recibieron fondos, tanto originales como facsimilares o en microformas de otros archivos de toda España, y esos son los fondos que tienen hoy día en ¡ocho plantas! (hay tres bajo tierra).

Este archivo lo crea Franco con documentación incautada en otros archivos, en bibliotecas, en parroquias y hasta en casas particulares de todas las zonas que iba conquistando, para saber quién era quién y los que estaban a su favor y los que estaban en contra y obrar en consecuencia.
Tras ver una selección de cartas de niños exiliados a sus padres, totalmente conmovedoras porque dan cuenta del sentimiento de culpa que tenían los pequeños "porque podemos comer todo el pan que queramos, y ustedes seguro que no", y otra interesante colección de fotografías y carteles, nos bajaron al archivo que no consulta el público general, y allí vimos los armarios que custodian los TRES MILLONES de fichas de personas "desafectas" al régimen, desde niños de un año cuyo única desafección había sido ser hijos de republicanos trasladados a Rusia, Méjico o Dinamarca, hasta la ficha original de Miguel Hernández como combatiente del Quinto Regimiento, incautada también por Franco y utilizada en su contra, como todos sabemos.

Ese enorme fichero era utilizado muy a menudo, pues cada vez que alguien sacaba una oposición, antes de tomar posesión de su plaza se consultaba, y si su nombre figuraba ahí, o incluso si figuraba el nombre de sus padres o hermanos, se le negaba; del mismo modo que se le negaba el trabajo a un jardinero municipal o a un sereno de la capital cuya ficha estuviera allí: no eran contratados jamás, salvo bajo cuerda, por entidades privadas y nunca en puestos de responsabilidad. Hay fichas de personas famosas vivas, como la de Nicolás Redondo. Estaba ahí todo el mundo: bastaba haberse afiliado a UGT o haber combatido en el bando republicano porque te tocaba. Con el tiempo, algunas personas que no tenían "demasiada responsabilidad" o que conseguían credenciales de curas, falangistas o gentuza así, sí conseguían empleos o incluso plazas de funcionario... salvo un tipo de plazas. Una persona con ficha en Salamanca, JAMÁS podía ejercer como maestro o profesor, no fuera a ser que les contara a los niños la verdad. Aunque otros colectivos sufrieron mucho más salvajemente la represión, el gremio de los enseñantes fue purgado como pocos.

Aquellas fichas valieron a sus dueños desde dos meses de cárcel al fusilamiento, dependiendo del grado de desafección, pero curiosamente el archivo ha tenido un efecto perverso para los intereses del franquismo, pues en 1984 se dicta una ley que asegura una pensión a los ex-combatientes del bando republicano, sus viudas y sus huérfanos, y muchos familiares no tenían cómo probar su parentesco, ya que la mayoría de papeles habían sido quemados o destruidos por sus propios dueños a medida que la guerra se perdía; entonces pidieron información al archivo, que encontró los datos, se los facilitó y ahora están cobrando una pensión del Estado gracias al archivo maldito de Franco. Cada mes, el archivo atiende más de mil peticiones de información de familiares de represaliados, no todas para cobrar pensiones; parte de los fondos de este Centro Documental, como los de otros archivos, se pueden consultar en internet, y siempre están disponibles para dar información no sensible acerca de personas, bajo petición. Tienen microfilmada una pequeña parte de los fondos, y digitalizado un 20%, pero es una tarea ingente, pues hay millones y millones de documentos.

En el archivo hace fresco, lógico, pues son los documentos los que tienen que estar a gustito, y tienen detectores de humos por todas partes, con unos sprinklers muy curiosos, pues en vez de soltar agua cuando se detecta humo, que sería casi tan mala para los papeles como el fuego, suelta un gas especial que absorbe y neutraliza todo el oxígeno de la sala en poco tiempo, y sin oxígeno no es posible un incendio; lo malo es si te pilla allí, claro, que te falta el aire en un par de minutos, pero ya es bastante chungo que te pille un fuego, de todas formas.

Luego, ante la sala de la logia, que recrea con bastante exactitud una tenida masónica, aunque siempre desde el punto de vista del horror y la maldad, puesto que para eso la hizo construir Franco con elementos incautados en distintas logias, nos dieron un cursillo acelerado de masonería, la bestia negra de Franco, que llegó a promulgar la "ley de represión de la masonería y el comunismo", que represalió mucho más a los primeros que a los segundos. Nos confirmaron que Ramón Franco había sido masón, y que Nicolás Franco era rotario, pero que no hay pruebas ni documentos escritos de que el mismo Franco pidiera su ingreso en el Grande Oriente ni a ninguna otra obediencia (lo que tampoco significa que no lo hiciese, habida cuenta de los antecedentes familiares).

Decía nuestra guía que hoy día los chicos no han oído hablar siquiera de la manonería, pero que nosotros a su edad, tampoco, menos aún por razones obvias. Bueno, esto no es del todo exacto en lo que a mí concierne, pues tuve un padre que, sin ser masón, era muy simpatizante y siempre nos hablaba de ello, así que yo a los 12 ó 14 años sabía perfectamente lo que era una logia, un gran maestre, sabía que había 33 niveles y conocía el nombre de algunos, como el 18 (caballero Rosacruz), y conocía también sus símbolos, el compás y la escuadra, y su origen francés en la construcción de las catedrales góticas del siglo XII. Nada más sabía, desde luego, pero ya es mucho más de lo que sabe un niño de 12 años hoy día. Entre el funcionariado español de los años 50, se solía decir con retranca aquello de "¿quién es masón? ¡el que está por delante de mí en el escalafón!"

Como salimos ya casi a la hora de comer, nos fuimos a tomar unos vinos o vermouths y acto seguido a comer a un restaurante muy majo llamado Las Meninas, que tiene un menú turístico muy bueno, aunque desde luego no lo regalan, pues anda cerca de los 30€, pero comimos muy muy bien.

Luego fuimos a la Universidad, pues había que elegir qué ver en una ciudad con tanto y tanto arte, y a ver adónde van a ir un grupo de profesores... El dire nos hizo una yincana a ver si encontrábamos el famoso astronauta, la famosa rana y una cosa menos famosa, que es un tío cascándosela en un relieve; con mi vista yo no puedo competir para ver nada de eso, así que lo retraté todo bien y ya buscaré la pétrea paja en el ordenador. Nos explicó muy bien los relieves de la gran escalinata y vimos las aulas de siempre: la Francisco de Salinas, la Alfonso X y la Fray Luis de León, donde parece que el ínclito catedrático de exégesis bíblica (nunca) pronunció aquello de "dicebamus hesterna die". El aula tenía el cordón más hacia adentro que otras veces, así que se pudo ver bastante bien; el dire asegura haber visto grabados con plumilla en la madera de dos bancos los nombres de dos de sus más ilustres alumnos: Quevedo y Góngora. Mira que si les hago borrar a mis criaturitas sus firmas pintadas en las mesas y luego nos deleitan con las Soledades o algo así... Ay, ya me está entrando cargo de conciencia.

Vimos también el Paraninfo, donde tuvo lugar aquel en
contronazo entre Unamuno y Millán Astray que casi le valió al viejo que los falangistas presentes en la primera fila, con las armas ya preparadas, le volaran la cabeza allí mismo; lo cual hubiera sido perfecto como propaganda, porque vaya flash, ya tenemos un nuevo mártir como Lorca, y total al vasco le quedaban por entonces dos meses y medio de vida, no como al granadino.

Visitamos un poco la tienda y ya está, de nuevo al autobús, no había tiempo para más: se nos quedaron por ver muchos otros referentes literarios y artísticos, como el verraco que sale en el Lazarillo, al inicio del puente romano; el huerto de Melibea; el café Novelty con la estatua de Torrente Ballester; la casa del rector Unamuno; la casa Lis (precioso modernismo de un discípulo de Gaudí que alberga un enorme museo del juguete), las catedrales vieja y nueva... Tiene tanto que ver esa ciudad, que la llaman la Florencia española; menos mal que ya he estado en otras ocasiones. La vuelta a casa fue animada, sin parar de contar chistes un sevillano muy cachondo y yo, mano a mano. Y ya está.

domingo, 5 de agosto de 2012

Augusta Emérita

El fin de semana pasado viajamos a Mérida, capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura y antigua capital de la provincia romana de la Lusitania, con el nombre que encabeza esta entrada. Tiene guasa que conociéramos desde hace 18 años la Mérida del Yucatán y no la de España. Muy bonita, limpia y bien conservada. Se come muy bien, la gente es muy agradable y los precios son ajustadísimos. Podría terminar ya, pero desde luego merece un poco de atención. Como siempre, pongo en azul lo que más puede interesarles a otros viajeros.

Esta ciudad merece una visita de unos tres días como mínimo, salvo que uno sea un fiera y se quiera estar pateando 12 horas al día. Decir que tiene más ruinas romanas que Roma puede sonar a chiste, pero he estado dos veces en Roma y aseguro que es así.

El hotel fue un acierto... a medias. Se trataba del Tryp Medea, al que vinimos por una oferta de Vodafone, que nos regalaba la segunda noche, reservando la primera, en cualquier Tryp de España. Yo tenía ganas desde hace años de venir a conocer esta ciudad y además de venir en verano, durante el Festival de Teatro Clásico, y asistir a la representación de una obra (mejor griega, porque los romanos no tienen mucha chicha dramática), y como vi que aquí había un Tryp, me dije: "aprovechemos el regalo".

Es un cuatro estrellas, muy bien decorado, con piscina exterior, habitaciones muy amplias y limpias, baños de mármol y buen buffet de desayuno. Entre las pegas podría contarse que no tiene minibar, lo cual es increíble y me van a oír en Trivago, y que no está en el centro, sino en una impersonal y novísima zona comercial y de ocio de las afueras, llena de restaurantes, cines y boleras. Se puede ir andando al centro, pero se tarda casi una hora en llegar al teatro, justo al otro lado, y con la que estaba cayendo... Lo hicimos nada más llegar, y el podómetro nos dijo que sólo en ir y volver se nos fueron 6,5 km. Eso de que el balcón de la habitación dé sobre un Carrefour, pues... Pero que nadie me malinterprete: el hotel es recomendable, sabiendo que no vas a tener minibar, y si viajas con niños está muy apañao porque tiene habitaciones familiares, con literas para ellos.

Se llega bien en coche a la ciudad, pero el problema es aparcar y circular por el centro, un dédalo de calles prohibidas, cortadas, peatonales o de dirección opuesta a la que uno desea. Menos mal que la atentísima empleada de la Oficina de Turismo nos indicó un truco infalible para aparcar en pleno centro y encima gratis, así que al día siguiente de la gran caminata ya tiramos de coche para hacer turismo por la mañana y para ir por la noche a cenar y ver la obra "Electra", de Eurípides, interpretada por Ana Belén. El truco en cuestión consiste en rodear la ciudad por arriba, no ir por el Puente Romano, que además es peatonal, sino por lo que se llama la Avda. de la Reina Sofía, y que va a dar prácticamente a la zona del teatro y el anfiteatro sin pasar por el centro; allí hay sitio para aparcar, a lo mejor no al lado, pero sí muy cerca. Por el centro no te metas con el coche.

Aquí hay muchísimo que ver, pero lo que en modo alguno se puede uno perder es el Museo Nacional de Arte Romano, de uno de mis arquitectos favoritos, Rafael Moneo, precioso el edificio y precioso y valiosísimo el contenido, incluyendo el famoso busto velado del emperador Augusto, unos mosaicos de morirse y otras piezas de gran valor. También hay que ver sin falta el teatro (primero de día, luego si se puede también de noche y viendo una obra) y el anfiteatro, que es donde se celebraban las peleas de gladiadores y las luchas de fieras en general.

Es muy común confundir los dos términos: teatro y anfiteatro, pero no son lo mismo. El teatro clásico grecolatino es un edificio siempre semicircular; los actores se colocan abajo en la orchestra y los espectadores a lo largo y alto de los graderíos; la palabra viene del griego "theatrón", que significa "yo miro", en referencia a que es un género literario que no ha sido creado para leerlo, como la novela, ni para escucharlo, como la poesía, sino para verlo representado (o eso nos dice Aristóteles en su "Poética").

El anfiteatro, en cambio, son dos teatros unidos ("anfi" en griego significa "ambos", de ahí palabras como "anfibio", el que tiene dos vidas, la acuática y la terrestre). Así que el anfiteatro, o "ambos teatros" es siempre circular u ovalado, y las luchas tenían lugar en el foso central, también redondeado. Una plaza de toros está hecha a imagen y semejanza de un anfiteatro; el Coliseo de Roma es un anfiteatro, para entendernos. Aquí nunca se representaban obras de ficción.

Impresionante es también el enorme, larguísimo, Puente Romano, que cruza el río Guadiana cuando ya va muy ancho y crecido, tan crecido va que han tenido que cortar un poco el flujo poniendo varios tajamares. No es como el Puente Romano de Cangas de Onís, no: se tardan 15 ó 20 minutos a buen paso en cruzarlo.

Si luego tenemos más tiempo y queremos, podremos ver el circo o hipódromo, donde corrían las bigas y las cuadrigas conducidas por un auriga (¿quién no recuerda la famosa carrera de "Ben-Hur"?), el Arco de Trajano, el Templo de Diana, los Columbarios y mil otras ruinas. También hay aquí un Museo de Arte Visigodo, que me quedé sin ver, y una Alcazaba mora, junto al puente, que tampoco vi.

Sobre la representación teatral de "Electra", un texto libre de Vicente Molina Foix pero muy respetuoso con el original de Eurípides, tengo que decir que me encantó. Es sencillamente espectacular verla representada en ese escenario, en una tranquila y cálida noche de verano, con el cielo tachonado de estrellas (esto va dedicado a mi amigo Sap, y él sabe por qué). Los actores están muy bien, con la posible excepción de Julieta Serrano en su papel de Clitemnestra, la hija de Zeus y Leda, que la pobre está ya muy mayor y a veces se le va la pinza y olvida el papel. Pero Ana Belén hace una Electra machorra muy creíble, y un joven Fran Perea no hace nada mal el papel de Orestes. Muy bien las luces, los efectos especiales (todos proyectados sobre el escenario, para no tocarlo) y la acústica, que es la original del recinto, sencillamente perfecta.

El único pero que le pongo a la obra es ese personaje metido de clavo, Alceo, el marido pastor de Electra, que hace un papel ambiguo más cómico que trágico, al estilo del "clown" de Shakespeare o de nuestro "gracioso" lopesco. Esto es sencillamente inaudito en una tragedia griega, señor Molina Foix, y si no se lo cree lea a Ariostóteles, por favor. No hay mezcla de géneros en el teatro griego. Ninguna mezcla. Nunca. Si a eso añadimos que este personaje es quien cierra la obra soltando una ocurrencia, y el que deja al público al final de tanto dolor un "buen sabor de boca" (¿pero eso qué es en una tragedia griega, si lo que se pretende es lograr la catarsis?), tendremos el despropósito consumado. Pero vamos, lo demás muy bien.

Ahora os cuento -y lo anoto yo aquí para mi próxima vez, pues el Alzheimer acecha- qué localidades hay que comprar para no acabar con flebitis aguda o síndrome de clase turista: Nunca compres, si puedes evitarlo y tienes más de 25 años o la circulación periférica chunga, una entrada que tenga delante otro asiento. Son incomodísimas, pero es que una cosa es decirla y otra sufrir dos horas y media doblada como un cuatro, sin poder avanzar los pies ni dos centímetros porque ya le estás dando al de delante en la espalda.

Ninguna butaca es cómoda, porque en todas hay poco sitio, un cojín delgadito y no hay respaldo, salvo las de la orchestra, que son muy difíciles de conseguir porque la mitad son cedidas gratuitamente a autoridades y otros VIPs, pero sí podemos hacer algo para evitar fenecer en la honrosa tarea de contemplar una obra de teatro clásico aquí. Cuando sacas las entradas por Internet, tienes el plano del recinto para elegir asiento, y hay muchos trozos de grada que tienen delante muretes, o pequeños fosos, pero no otra grada: esos son los que hay que comprar. Da igual que estén más o menos centrados (pequeña obsesión mía), o más o menos cerca, porque se ve y se oye de maravilla desde todos sitios, pero lo que no da igual es acabar con calambres horrorosos por la inmovilidad. Ten en cuenta que el espectáculo termina sobre la una de la madrugada, y para entonces llevas ya doblado en cuatro y sin mover una pestaña dos horas y media.

Y, por supuesto, no hagas el primo como hice yo y no las compres en la misma web del Festival de Teatro Clásico, o te clavarán 35 napos por una localidad por la que otro a mi lado pagó 28 en Atrápalo, Groupon o sitios así. Búscate la vida y ahorrarás dinero; elige bien el asiento, no con los criterios tradicionales de una sala de teatro, y ahorrarás disgustos.

Es importante que vayas con zapato muy cómodo, nada de taconazos, porque el camino es de tierra y tienes que superar una calzada romana de piedros de punta; además es de noche y se ve poco, no hay demasiada iluminación (y eso que ya han quitado las monísimas antorchas que no alumbraban nada de hace unos años y han puesto luces normales, pero escasas), por lo que los tropezones y la rotura de piños están a la orden del día ¿y si no qué pintaban ahí unos efectivos de la Cruz Roja? Yo iba prevenida y me vino muy bien ir en alpargatas de verano y llevar una linterna, esa es la verdad: la usé y la agradecí.

Otra cosa que te puede venir bien saber es que, a la entrada del recinto, hay un agradabilísimo bareto chill-out con musiquita guapa donde puedes esperar a que se haga la hora de entrar en tu localidad, no hace falta que andes dando vueltas por las calles, haciendo tiempo, o consumiendo sin parar en bares y restaurantes aledaños, ni que te sientes antes de lo irremediable en tu espantosamente incómodo asiento. ¡Joder, si dan ganas de quedarse en uno de los divanes de ese bareto oyendo la obra, aunque no la veas!

Una experiencia muy recomendable, que repetiremos casi seguro. Pero comprando más barato y eligiendo mejor las localidades. Por cierto, crisis manda, pero no estaban vendidas todas, y eso que hace pocos años era imposible conseguir una entrada para esto con menos de dos meses de antelación. ¡Hala, a mover el culo y a hacerse un finde cultural!

Hopper (Simpson)

Turisteando en mi ciudad, anoche estuve viendo en el Museo Thyssen la que parece que es la exposición del año (ojo, sólo hasta el 16 de septiembre): Edward Hopper. Muy recomendable (probable razón por la cual estaba petada), pero anota estos consejos si quieres verla más cómodamente, con el museo casi entero para ti solo:

En ningún sitio de la web del museo dice que haya franjas horarias para verla, ni que se puedan reservar (claro, si no las hay...), pero llegas allí a la taquilla y te dan hora, para evitar aglomeraciones, y siempre te dan hora para unos 45' después de que has llegado a la taquilla, minutos casi perdidos porque por allí no hay nada que hacer en ese tiempo: ni puedes irte, tapear y volver, ni hay otras cosas para ver (salvo que te quieras meter en la exposición permanente), ni suele haber mucho sitio para sentarse.

Si la vais a ir a ver, sobre todo un día de mucho trajín, como es un sábado, como está hasta las 23 h., lo mejor que se puede hacer es presentarse allí a las 21:30 o un poquito más tarde, porque si vas antes vas a entrar igualmente a esa hora, mientras que si vas cuando ya ha entrado el último mogollón de gente, sobre las 21:45, ves la exposición completamente a solas, un lujazo, y tienes suficiente tiempo hasta las 23:00 h. que la cierran, porque no es excesivamente grande.

Es barata, 10€, y está muy bien montada, porque no es fácil reunir la dispersa obra de Hopper (sólo conozco otro pintor con la obra más dispersa: Magritte, y encima peor porque suele estar en colecciones privadas), aunque el Whitney de Nueva York aporta casi la mitad de las obras. Está, lógicamente, la famosísima obra que posee el museo madrileño, "Habitación de hotel", y faltan muy pocas, y sólo dos importantes: "Compartimento C, vagón 193" y "Noctámbulos". También está, claro, el famoso cuadro de "Casa junto a la vía" en el que se inspiró Hitchcock para crear su inquietante Motel Bates en "Psicosis".

viernes, 6 de julio de 2012

La ruta del Císter

Termino este corto viaje por la Cataluña profunda (pero que MUY profunda), visitando los tres monasterios clave del Císter catalán y sus respectivas tres comarcas: Poblet, en La Conca de Barberà; Santes Creus, en Alt Camp; y Santa María de Vallbona, en Urgell. Las dos primeras en la provincia de Tarragona y la última en Lleida. Ha estado bien, el paisaje es bonito, todo viñas y olivos (vinyes verdes vora el mar, que dijo el poeta Josep Maria de Sagarra), los Monasterios valen la pena y se come barato, aunque lamentablemente no muy bien. Vamos, que no son precisamente unas vacaciones gastronómicas.

De hecho, voy a tratar de centrarme en las cosas que han salido mal, no por afán cenizo o porque esté siempre equivocándome -que posiblemente también- sino, como siempre, por tratar de evitar que mis errores los pueda repetir alguna otra persona que me esté leyendo. Como siempre, pongo en azul lo que más le pueda interesar al turista al que le importen un peo mis cosas personales.

Nos alojamos en el Balneari de Rocallaura, pegado a Vallbona de les Monges, un cuatro estrellas con SpA, tratamientos termales y tal, que está bastante bien, tiene habitaciones bastante amplias y bien dotadas, un paisaje espectacular y una relación calidad-precio (habida cuenta del ofertón que pillé), increíble. ¿Cuál es el problema, entonces? La comida. Fatal el desayuno, muy poco abundante y variado; fatal la cena el único día que osamos cenar allí, y muy caro, lo que resulta desequilibrado teniendo en cuenta lo que cuesta, o lo que me ha costado a mí alojarme.

Me diréis que tampoco es para tanto, que coge uno su flamante coche nuevo (seguro que alguien no sabrá que me cepillé mi viejo Volvo definitivamente en enero pasado, a base de hacerle 40.000 km al año) y se va a cenar o comer adonde le pete. Pues no exactamente, porque en los alrededores no hay NADA. Pero nada, literalmente, no es una forma de hablar. Hay, a poca distancia de coche, dos fondas infectas, de una de las cuales huimos, y en la otra sí cenamos una noche, con la única compañía de los dueños, enormemente rústicos y alucinados de ver por allí a dos turistas. Si en el buffet del pijo balneario hay moscas posándose alegremente sobre la carne y los dulces, mejor no hago quinielas sobre lo que habrá en estos sitios.

Quiero decir que hay que coger mucha carretera, con muchas curvas y de noche, para encontrar un restaurante con pinta de NORMAL y que, con suerte, estará cerrado, porque hay tan poco turismo aquí, está todo tan vacío, tan desolado, que la mayoría de los restaurantes que tienen buena pinta en las poblaciones cercanas cierran por vacaciones la primera quincena de julio. En serio.

Y es que yo creo que somos los únicos turistas por aquí, sobre todo hasta hoy, que ha sido semana laboral: por aquí raramente se aventuran extranjeros; la economía nacional está como está, pero para quien no le vaya mal, suele elegir playa y agosto, no la ruta del Císter en julio, así que aglomeraciones no hay, eso seguro: aparcas donde quieres, no haces cola y no hay que reservar el guacuchi.

Vamos, que las cenas se convertían en un problema serio, porque no apetece nada después de haber conducido todo el día, disfrutado de las burbujitas y haberse puesto uno cómodo, coger el coche y salir a hacer curvas de noche, y en el hotel es impensable quedarse a cenar, así que por la mediodía comíamos bien donde nos pillara y luego comprábamos algo para la cena (bocatas, frutas, leche, galletas...). El desayuno sí lo hacemos aquí porque está incluido, pero vamos...

Otro problema no menor es la falta total y absoluta de cobertura Vodafone; hay Movistar y Orange, pero no la nuestra, la de los dos: Vodafone. NADA, ni una rayita, ni poder mandar un mensaje, nada. No salía ni el nombre del operador: sombra total. Esto no deja de ser anecdótico hoy día, porque wifi gratis sí hay, así que se puede llamar por Skype o por el fijo que hay en la habitación; se pueden poner emails o escribir esta crónica... pero una vez en el hotel y antes, una vez entras en la comarca, hay que despedirse de ser localizado.

Y eso es especialmente grave cuando has dejado en Madrid a tu madre muy grave en la residencia y los teléfonos que ellos tienen son: el tuyo de casa (donde no estás), el del marido del trabajo (donde no está) y los móviles de ambos (donde sí estamos pero como si nada, pues no hay cobertura). Lo paso mal, francamente, y ya me vale a mí, que tengo el récord de 9 días sin encender el móvil cuando mi madre estaba bien, eso de pasarlo mal por no tener cobertura y de no poder ser localizada, que siempre ha sido mi más ardiente secreto...

La tercera pejiguera ha sido coger demasiados días: esto no da para pasar aquí cinco noches. En un día te ves dos de los tres monasterios, sin prisas y respetando sus horarios de visita; en otro día te ves el tercero y el pueblecito de Montblanc, que es encantador; en otro, si quieres, te ves Tarragona y Reus y ya está. Lo demás es sacar de donde no hay, porque Tàrrega no merece la pena en absoluto, Valls tampoco, a Port Aventura no nos da por ir, y Andorra, Viella, La Seu, La Vall de Boì, Aigüestortes y Sant Maurici, o sea la parte pirenaica de la provincia de Lleida, quedan lejísimos y por carreteras regulares, vamos que se te van cinco horas o más sólo en el viaje, y para pasar un día es excesivo: esa zona se merece un viaje en exclusiva que sin duda haremos, pero no ahora.

Ahora os comento algunas cosas de los lugares propiamente turísticos de esta zona:

Para empezar, el Monasterio de Poblet, en la Conca de Barberà, que es el mayor y más importante de los tres de la ruta del Císter, entre otras cosas por ser Panteón Real de los Reyes de la Corona de Aragón (aunque los bodies están muy repartidos). Poblet tiene algunas tumbas memorables, como la de Jaume I el Conquistador, Pedro IV el Ceremonioso, Ramón Berenguer IV (el primer Conde de Barcelona, aquel a quien el Cid ganó en batalla la espada Colada), Martín el Humano, etc.

Es un monasterio absolutamente espectacular, precioso, sin paliativos; las visitas son exclusivamente guiadas, porque el monasterio mantiene una comunidad regular de monjes de clausura, y son solamente en catalán, aunque la guía es muy agradable y comenta en castellano, en inglés o en francés, todo lo que sea necesario y no se haya entendido bien (y no habla catalán lleidatà, muy importante para entenderlo, buf).

Al lado de Poblet hay un pueblecito encantador, L'Espluga de Francolí, con montones de bodegas donde degustar vino de denominación de origen del Priorat, un taco de restaurantes buenos y baratos, y unas cuevas que merece la pena visitar, a pesar de que no tienen ni estalactitas ni pinturas rupestres, pero tienen un audiovisual a todo meter, en castellano, y se aprende mucho de la vida del hombre en el Paleolítico, en el Neolítico, en la Edad del Bronce, los poblados íberos, etc, que habitaron esta enorme cueva, una de las más largas del mundo. También se puede ver allí el nacimiento del río Francolí, que discurre en parte por debajo de la cueva y es el culpable de que la cueva exista, pues la ha horadado él.

Un poco más allá encontramos el pueblecito medieval (pero con wifi en todo el pueblo, toma ya) de Montblanc, con el recinto amurallado mejor conservado de toda Cataluña, incluyendo una curiosísima torre de planta pentagonal y propiedad privada. Dice la leyenda que en uno de los portales de su muralla fue donde Sant Jordi mató al dragón, bueno... El pueblo es bonito, tiene museos curiosos, una pequeña judería, un cuidado y sombreado parque en lo alto y se come bien en El Call, que es muy famoso (a diario tienen un menú económico muy bueno).

El segundo monasterio en tamaño e importancia, es el de Santes Creus, en el Alt Camp, más hacia el mar. Iremos hacia él por carreteras secundarias (que es lo que hay que hacer para ver el verdadero sabor de este paisaje rural y cuidadísimo, aunque nos encontremos con algún que otro tractor). Aquí también hay enterrado algún rey importante, como Jaume II, el hijo del I, y Pedro I.

Santes Creus no está habitado hoy día, no lo ha vuelto a estar desde la desamortización de Mendizábal -aprovecho para decir que está haciendo mucha falta otra parecida, cagontó lo más barrido- y, por lo tanto, se puede visitar por tu cuenta, no hay visitas guiadas salvo que se contraten expresamente. Es muy bonito, absolutamente impresionante, y te ponen un audiovisual muy interesante sobre el Císter y la vida monástica (lamentablemente, sólo en catalán).

Y el último y más pequeño de los tres monasterios es el de Vallbona de les Monges (de los "mongos", dice Juan), que está en el Urgell, en el pueblo donde nos alojamos. Tiene una comunidad regular de monjas de clausura y guarda el sepulcro de la reina Violant de Hungría, esposa de Jaume I (que se ve que repartió a toda la parentela por los tres monasterios).

Las visitas son guiadas, con mucho nivel de detalle e incluso alguna erudición, puesto que el monasterio es pequeñito, una pequeña joya. Aquí sí hay visita en castellano; las visitas empiezan a las 10:30 de la mañana, en catalán, la siguiente es a las 11:30 en castellano, y así sucesivamente, aunque cierran dos o tres horas a mediodía. Tuvimos la suerte de disfrutar nosotros dos solos de la visita en castellano.

Se puede comprar una entrada conjunta para los tres monasterios, en cualquiera de ellos, que sale muy bien de precio si realmente vas a ver los tres, como nosotros; cuesta 9€ por persona, mientras que la entrada a un solo monasterio cuesta 6€. Más información sobre la ruta del Císter aquí.

Resumiendo: un viaje bonito e interesante a una Cataluña muy desconocida y rural; totalmente recomendable desde el punto de vista paisajístico y cultural, pero no desde el gastronómico.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El co-pago sanitario

Ya están aquííí...

Sí, ya ha llegado el hombre del (dar por) saco, el conseller de Sanidad catalán ha dicho que, desde enero, cada cotizante a la seguridad social que vaya al médico, pagará un euro por receta. Ojo, no por visita, sino por receta, con lo que los viejillos o enfermos crónicos que se lleven de allí 8 ó 10 recetas cada vez que van, se lo pueden imaginar... Porque los crónicos seguirán sin pagar nada por sus medicamentos, pero el euro de multa por no ser chicarrones
sanos, fuertes, altos, guapos y con los ojos rubios (que diría Rubén Blades), ese sí lo pagan, o eso ha dicho un médico catalán esta mañana en "En días como hoy", mi programa favorito de RNE, que a ver lo que dura en antena.

Estoy de una leche con esto del copago (que habría que llamar más bien repago, como dice mi amiga Pilar, porque pagar, ya pagamos, oiga, vía nuestros impuestos, esa cosa anticuada a eliminar cuanto antes)...

La otra tarde, en clase de inglés, discutí con una compañera, una señora de mi edad que trabaja en sanidad (no ha dicho en qué) y defendía el copago sanitario desde una perspectiva, no os lo perdáis, de izquierdas (según ella, claro), porque dice que ella sabe lo que hay y que es inviable de todo punto un sistema sanitario como el actual de bueno si no se hace algo "para limitar los abusos".

La muy [censored] decía:

1. Que hay muchísima gente que no ha cotizado en España nada o casi nada, sean ecuatorianos o alemanes, y no es justo que tengan los mismos derechos que los que llevan toda la vida cotizando aquí.

2. Que hay gente que va al médico sin tener nada, porque se aburre, pura y simplemente, y que si costase un euro la consulta, no irían, liberando recursos para quienes lo necesitan "de verdad" ¿?

Y me encendió, claro, porque, como yo le dije yo:

1. Si vinculamos el tiempo de cotización al gasto sanitario, o a los derechos consolidados, lo siguiente es apuntar que los fumadores o los obesos o los diabéticos o las mujeres tienen que cotizar más, o bien disfrutar de menos prestaciones. Eso la ha jodido bastante, dada su sospechosa ronquera permanente.

2. Un derecho es universal por su propia definición, y si no, no es un derecho, es un privilegio de unos pocos. Decir que sólo deben tener derecho a prestación quienes han cotizado tanto o cuanto previamente, es lo mismo que decir que sólo deben tener derecho al voto quienes han estudiado tanto o cuánto previamente (idea orteguiana que, no por tentadora, es defendible socialmente hoy día).

3. Qué prontito nos fijamos en los supuestos abusos de los pobres, que a nivel agregado no suponen casi nada, y qué poco censuramos los terribles abusos de los ricos, que nos han llevado a esta crisis mundial.

4. Si una sociedad occidental avanzada no se puede permitir un mínimo de "abuso", entendiendo por tal pagarle cinco minutos de charla a un viejillo que se aburre y necesita hablar con alguien, aunque no tenga nada (que, si es viejo, es harto probable que sí tenga algo), apaga y vámonos: menuda mierda de mundo.

5. ¿Qué pasa con la enorme cantidad de gente que SÍ necesita ir al médico y no va, por distintas razones, desde miedo a faltar al trabajo a miedo a saber lo que tiene, o por ocupaciones muy absorbentes? ¿No compensan esos a los que van al médico más de la cuenta? ¿Y qué pasa con quienes a veces vamos a médicos privados? ¿No compensamos? ¿Deben descontarnos las cotizaciones a la seguridad social ya pagadas, sólo porque no usamos los servicios? Tú empieza así, y ya verás el tipo de sociedad que creas...

6. ¿Cuántas vidas se salvarán porque a un desocupao que fue al médico sin necesitarlo, sólo para charlar o llorarle algo al hombro, resulta que le pillan algo malo al hacerle un chequeo rutinario? Porque con una sola que se salve, ya merece la pena tan pequeño supuesto abuso.

Que lástima más terrible que hasta los que se llaman de izquierdas hayan asumido el mensaje apocalíptico del poderoso, ese del "esto estalla", "esto no se puede mantener", "tenemos que apretarnos todos el cinturón, porque no hay ni un duro". Qué pena, que entre las filas de la izquierda haya gente así, que parecen más quintacolumnistas que otra cosa.


El mensaje viene de arriba, cala hondo y va bajando en cascada hasta que las clases populares lo asumen como propio. Lo siguiente es implorar más palos y gritar "¡Vivan las caenas!", aunque eso ya lo ha hecho toda la panda que ha votado al PP, principal garante de todos los copagos que en el mundo son.

Hasta los huevos del mensaje de que el estado del bienestar (de todos) no se puede mantener, porque si se mantiene corre peligro el estado de superbienestar (de unos pocos). ¿Y que la gente trague alegremente con eso? Qué mierda de mundo. Hoy estoy existencialista, mira tú.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Derechos y favores

Estos días se está hablando mucho de la baja maternal que la señora Sáenz de Santamaría -sin duda por responsabilidad y en pleno ejercicio de su libre albedrío- ha decidido no cogerse. Pocas réplicas más brillantes que la que le dio una señora en este blog. Sin embargo, ante la idea de que existen realmente las decisiones individuales libremente asumidas y que nadie se puede meter en la vida de nadie; e incluso ante los argumentos que apuntan en la dirección de que los derechos de los demás no pueden verse mermados por ejemplos así, quisiera yo aportar mi grano de arena:

Para empezar, diré que la tita Sorayita no es como las demás. Ella lo sabe, yo lo sé: está hecha de otra pasta. Pero no sólo para lo que le conviene a ella, no: Un político TIENE QUE dar ejemplo de moralidad pública. Lo siento, en esto soy como Séneca (sólo en esto). Una empleada privada, o pública y anónima, puede hacer lo que quiera, respetando las seis semanas obligatorias, que esas son sagradas porque es un tema de SALUD, y los poderes públicos tienen el deber de proteger tu salud incluso aunque no quieras o no te convenga en un momento dado (ni quito ni pongo rey: es asín), pero una representante parlamentaria elegida en las urnas, no. Como no puede una infantita o infantito.

Y sobre el hacer lo que uno quiera aunque no salga en los papeles, también habría mucho que discutir, porque es así exactamente cómo se pierden los derechos colectivos, y la mayoría paga un precio que sólo "eligió" pagar una minoría listilla, que decidió expresar su ¿libre? albedrío.


Dos décadas largas he estado contemplando anonadada cómo los empleados de tres empresas distintas luchaban por el favor del jefe quedándose cada vez más tarde y siempre más tarde que sus compañeros y cinco minutos más tarde que el jefe. Por supuesto, porque ellos querían, o lo consideraban necesario, es decir en pleno uso de su libertad individual. Y luego he visto cómo me han juzgado a mí por no hacerlo; a mí que no quería quedarme más, pero que tampoco podía, porque tenía clase en la universidad y me tenía que ir. Y a los que tenían que irse a recoger a sus hijos. Y a los que cuidaban de sus padres, o querían ir al gimnasio, o aprender inglés, o estar más tiempo con su familia. Y no podíamos irnos, como en "Esperando a Godot"; no podíamos, porque un acto de soberanía individual había pasado a ser ley y automáticamente los derechos de todos a un horario digno se habían ido por el sumidero, a la puta mierda. 

En mi segunda empresa, AT&T, esto no pasaba, porque estaba PROHIBIDO que nadie se quedara a currar más allá de las 18 h. (salíamos a las 17:15). El propio Consejero Delegado, un americano de cachondísimo apellido (Foyo), iba pasando a esa hora y echando a todo el mundo, sin alegación posible. También se suele respetar más o menos el horario de los curritos de a pie en las empresas en las que hay autobús para los empleados, porque no está bien visto que te lo hagan perder y te quedes tirado, y el autobús sí se va a su hora, PERO...

...Entonces llega el libre albedrío, curiosísimo paraguas, tan invisible como el traje nuevo del emperador, bajo el que anidan peligros sin nombre, desde "yo llevo el velo porque quiero (o "me prostituyo porque me gusta") a "voy a trabajar estando mala por pura responsabilidad". De repente surge un empleado que decide, voluntariamente, no coger el autobús y llevarse su coche y hacer su gasto de gasolina, precisamente por si hay algo que haga necesario que se quede luego (buscando, diría yo, ese algo). Y luego es otro, y luego otro. Al final, nadie coge el autobús, que va semivacío, por si acaso son todos tan imprescindibles que se tienen que quedar, y porque el autobús limita mucho su libre albedrío.

¿Y saben lo que hace el empresario cuando ve que un beneficio laboral que negoció el Comité de Empresa o quien fuera -generalmente a cambio de algo que no es del gusto de los trabajadores, pero que se consideró una buena moneda de cambio- no es valorado ni aprovechado por nadie? Lo suprime. Y el trabajador se encuentra sacando brillo a su moneda de cambio, y sin autobús, que tampoco pasa nada porque es una cutrez ir en autobús, y no te quejes que hay otros que están mucho peor, con la que está cayendo y blablablá.

Y el que seguía queriendo ir en autobús, o no tenía coche, las pasa canutas y empieza a pedir por favor que alguien lo lleve, que no puede salir de aquel polígono de Tres Cantos o de Las Rozas sin coche. Empieza a pedir favores donde antes ejercía derechos. Y el que antes siempre se iba a las 17 h. y empezó, por propia voluntad, a irse a las 19 h., ahora si un día tiene que irse a las 17:30 h., se ve cortado y pidiéndolo por favor, porque si no, lo mirarán mal. Empieza a pedir favores donde antes tenía derechos.

Y otra vez vemos en el cielo la beatífica sonrisa de Fernando VII mientras le llegan los ecos del enésimo "¡Vivan las caenas!" Bujujuaaaaaaa.

Excuso decir que todos los ejemplos citados son casos estrictamente reales y no proyecciones paranoicas.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Lotería

Llevo 51 años SIN jugar a la lotería nunca, y sin saber por qué lo hago. Ni a la lotería ni a ningún otro juego de azar. Sólo he ido ocasionalmente a algún Casino, la mayoría de las veces a mirar, pero una vez jugué en el Casino de Montecarlo e hice un caballo, o sea: la suerte del novato.


He gastado mucho tiempo tratando de convencer a mis bienintencionados compañeros de trabajo de por qué no compraba nunca lotería de Navidad del departamento, de la empresa, del claustro... No los convencía. Ya no sabía qué decir, qué alegar para que me dejaran en paz, hasta que me inventé algo que no debiera funcionar, pero justamente es lo que funcionó: "mi religión me lo prohibe". Punto en boca. Nadie me volvía a ofrecer lotería, qué paz.


Luego venían los comentarios jocosos, unas veces a mis espaldas; otras, de frente: "Anda que no te vas a morir de rabia y envidia si nos toca a todos menos a ti". Lo que tú digas, majomaja. Tendemos a juzgar a los otros exclusivamente con los parámetros que nos aplican y funcionan a nosotros, y así nos va. ¡Como para tratar de convencerlos de que, si les toca el gordo a todos menos a mí, me alegraré muchísimo (básicamente porque los perderé de vista) y no sentiré la mínima envidia!


No way. No había forma de convencerlos de la causa última por la cual yo no juego a la lotería. Y no había forma, porque yo tampoco lo sabía en el fondo. La repulsión natural que produce todo aquello dejado al azar en una mente acostumbrada a controlarlo absolutamente todo, no era razón suficiente. Había algo más, y ni yo misma sabía qué.


Hasta que el otro día, mosqueada por el cambio social que se avecina a partir de las elecciones de mañana, me di cuenta de la razón última: la lotería va en contra de mis principios, porque supone, de hecho, contribuir a la concentración de riqueza en pocas manos. Fíjense bien: todos los pobres desgraciados ponen un poquito de lo que (no) les sobra, pensando en el sueño de ser COMO ELLOS, como los ricos, como los poderosos. Eso no sucede casi nunca a casi nadie pero, aunque suceda, es igualmente injusto: el mundo ideal para una marxistapuracepa comme moi-même es justamente el contrario: repartir la riqueza entre todos, no concentrarla.


¿Qué es eso de que con muchos poquitos de muchos pobrecitos se creen cinco mil ricos nuevos que antes no existían? ¿Coopera esa maniobra a una sociedad más justa? Me temo que no. "¿Y si te toca a ti, atontá? ¿Y si tú fueras uno de esos cinco mil nuevos ricos?", me dice Pepito Grillo. Si me toca a mí es exactamente igual de injusto que si no me toca a mí. Decididamente, la sociedad no debiera tender a concentrar la riqueza en cada vez menos manos (ni siquiera aunque dos de esas manos fueran las mías), sino a repartirla equitativamente.


Es jodido esto de enterarse de por qué uno hace -o no hace- algo en contra de la corriente general, muchísimos años después de haber empezado a hacerlo por pura intuición. Bueno, más vale tarde que nunca. Que tengáis suerte (lo digo en serio).