Después, durante más de una hora, sus pies vagabundos lo llevaron a través de malezas inextricables, y por fin, rendido de cansancio, se acostó en un estrecho espacio entre dos rocas a pocas yardas del río.
Hirientes... llagantes. Volcánicas
rocas sin aliento... —otro de los muchos exclama ardiente como profeta al pueblo—. Barbarie anímica...
Antonio Domínguez Hidalgo
Durante algunos minutos se la vio aparecer y desaparecer alternativamente entre aquel oscuro laberinto de
rocas oscuras y cortadas a pico después, y cuando hubo llegado a la cima llamada la Cabeza del Moro, su negra silueta se dibujó un instante sobre el fondo azul del cielo, y, por último, desapareció entre las sombras de la noche.
Gustavo Adolfo Bécquer
(chicome: siete) Y sucedió que al chocar el pedernal contra las rocas de aquellos montes e ir rodando entre las piedras, sacaba chispas y más chispas, todas fulgurantes, espléndidas, relucientes, que se iban transformando en figuras humanas llenas de energías y que se levantaban como si hubieran despertado de un largo viaje.
Luego tomaron el pedernal, lo frotaron con unas rocas y brotó un fuego tan agradable que los niños sonrieron de placer, pues aquellos lugares eran muy fríos y al sentir el calor despedido por el hogar, pareció que lo bendecían con sus alegres balbuceos.
Medio monte de Minervas abre sus brazos sin hojas. Agua en vilo redoraba las aristas de las rocas. Noche de torsos yacentes y estrellas de nariz rota aguarda grietas del alba para derrumbarse toda.
Es que somos tantos y tan parecidos.- Continuó hipócritamente ante el asombro del ocelote.- Ya ves que hay tlacuachito de las tunas; tlacuachito del pirú; tlacuachito del aguamiel; tlacuachito de las rocas...
Entonces aquéllos, Coto, Briareo y Giges insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes.
Lejos de los dioses habita un espléndido palacio con techo de enormes rocas; por todas partes se encuentra apoyado sobre plateadas columnas que llegan hasta el cielo.
Otro mirlo pareció contestar al del Caracolo, y momentos después franqueaba éste la primera línea de rocas y topábase con Cayetano y su gente en reducidísima planicie, donde las poderosas acémilas y los enjutos caballos desaparecían casi del todo como bajo una lluvia torrencial de bien olientes matujos.
—Buen hombre —exclamó la hermosa hebrea, arrojando algunas monedas a su conductor y señalando un camino estrecho y tortuoso que subía serpenteando por entre las
rocas, ¿es ese el camino que siguen?
Gustavo Adolfo Bécquer
seríamos seres sin espíritu, peor que bestias, menos que piedras. Las
rocas no luchan ni se exaltan ni hacen algo para sobrevivir y perdurar, sin embargo, son inmortales.
Antonio Domínguez Hidalgo