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Herencia de Sangre

Chapter 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

El sonido del reloj en la pared marcaba el paso lento del tiempo mientras Harry se dejaba caer en el sillón de su sala. Había sido un día agotador, pero a pesar del cansancio que lo invadía, no podía encontrar paz. Su mente no dejaba de pensar en las palabras de la señora Malfoy, en el hecho de que, nuevamente Draco le había mentido. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué podía ser tan malo para que no quisiera que lo supiera? Rebuscó en el bolsillo de su ropa el pequeño vial que Draco le dio y lo observó por largos segundos. ¿De qué recuerdo se trataría? ¿le daría alguna respuesta a sus muchas preguntas?

Harry pasó una mano por su cabello y, sin pensarlo demasiado, se levantó lentamente del sillón, cruzando la sala hasta un armario escondido detrás de una pared. Con un toque de su varita, la puerta se abrió, revelando su pensadero, el cuenco de piedra tallada donde había almacenado recuerdos en el pasado.

Observó nuevamente el vial cuyo líquido plateado se agitaba en su interior. Su corazón latía con fuerza mientras quitaba el tapón y vertía el contenido en el pensadero. Por un momento, el líquido giró y se arremolinó en el cuenco, reflejando destellos de luz que parecían formar figuras que aún no podía distinguir. Respirando profundamente, Harry inclinó el rostro hacia el pensadero y dejó que el recuerdo lo envolviera.

La escena comenzó a materializarse lentamente. Al principio, solo eran sombras difusas, pero poco a poco todo cobró forma a su alrededor. Harry observó la habitación: era amplia, decorada con muebles oscuros y elegantes, pero el ambiente se sentía pesado, opresivo, como si el aire mismo estuviera cargado de angustia. El silencio era casi absoluto, roto únicamente por el sonido de una respiración entrecortada.

Harry giró la cabeza y lo vio.

Draco yacía en una gran cama con sábanas de seda, su piel pálida contrastaba con la oscuridad del entorno. Su cabello rubio, normalmente impecable, estaba revuelto y pegado a su frente por una fina capa de sudor. Sus labios temblaban levemente, y sus manos, visiblemente débiles, se aferraban a las sábanas en un intento de encontrar algo de estabilidad. Draco intentó incorporarse, y Harry, llevado por un impulso instintivo, corrió hacia él para ayudarlo. Extendió las manos… pero pasó a través de él.

Era como un fantasma.

Harry sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Se quedó congelado por un momento, mirando sus propias manos como si no pudiera comprender lo que acababa de suceder. Luego lo intentó de nuevo, con más desesperación, con más fuerza, pero sus dedos solo atravesaron el aire vacío.

—No… —murmuró, con la voz quebrada.

La impotencia lo golpeó como un puño en el estómago. Estaba allí, viendo a Draco luchar por incorporarse, viendo la manera en que su cuerpo se estremecía con el esfuerzo, viendo el dolor reflejado en cada fibra de su ser… y no podía hacer nada. Sus ojos descendieron hasta el vientre abultado de Draco, donde su hijo crecía.

Un hijo que Harry nunca supo que existía.

Draco logró sentarse al borde de la cama, jadeando, sus manos temblorosas cubriendo su abdomen como si intentara calmar algo dentro de él. Pero cuando trató de levantarse, un movimiento repentino lo paralizó.

—Ah… —ahogó un gemido, su rostro contrayéndose en una mueca de dolor. Harry sintió el pánico apoderarse de él.

—¡Draco! —gritó, aunque sabía que su voz no podía alcanzarlo.

Draco se inclinó hacia adelante, su mano apretando su vientre con fuerza. Su respiración era errática, sus uñas se clavaban en su piel, como si eso pudiera aliviar el dolor que lo atravesaba. Harry nunca se había sentido tan inútil en su vida.

Cada músculo de su cuerpo le pedía que hiciera algo. Que lo ayudara. Que lo sostuviera antes de que cayera. Pero estaba atrapado en esa visión, condenado a observar sin poder intervenir, sin poder cambiar lo que ya había sucedido. Draco intentó ponerse de pie de nuevo, pero sus piernas flaquearon. Su cuerpo cayó con un golpe seco al suelo.

—¡No, no, no! —Harry se arrodilló junto a él, intentando tocarlo, intentando sostenerlo, pero sus manos siguieron atravesando el aire como si él no existiera.

Draco jadeó, con las manos temblorosas aún cubriendo su vientre. Su rostro estaba contraído en agonía, la respiración apenas un hilo de aire. Se veía tan frágil, tan vulnerable, tan solo…

—¡Draco! —La voz de Narcissa irrumpió en la habitación, su desesperación cortando el aire como una daga. Ella corrió hacia su hijo. Su expresión, siempre tan elegante y controlada, se transformó en puro pánico al verlo en el suelo—. ¡Oh, por Merlín! —exclamó, arrodillándose junto a él con las manos temblorosas. Harry sintió un nudo en la garganta al verla sostener a Draco, su desesperación palpable mientras intentaba brindarle algún tipo de consuelo.

—Mamá… —susurró Draco, con la voz tan débil que apenas fue audible. Pero otro espasmo lo atravesó, su cuerpo doblándose aún más, y sus ojos comenzaron a cerrarse.

—Estoy aquí, Draco. Respira, por favor, respira. Te pondrás bien, lo prometo —dijo con un tono casi suplicante, como si al decirlo pudiera hacer que el dolor desapareciera. Pero Draco apenas podía escucharla. Su mirada estaba desenfocada, su respiración superficial. Finalmente, su cuerpo no pudo soportar más, y sus párpados se cerraron mientras caía inerte en los brazos de su madre—. ¡Draco! —Narcissa lo sacudió suavemente, su voz rompiéndose al darse cuenta de que su hijo había perdido el conocimiento.

Harry sintió que algo dentro de él se rompía.

Y entonces, todo comenzó a desvanecerse.

Las imágenes se tornaron borrosas, el sonido de la voz de Narcissa llamando a su hijo se convirtió en un eco distante, y la oscuridad lo envolvió por completo.

Harry salió del pensadero con un sobresalto, tambaleándose, su respiración descontrolada. Su corazón latía con fuerza desbocada contra su pecho, como si quisiera escapar. Llevó una mano temblorosa a su rostro, intentando recomponerse, intentando procesar lo que acababa de ver. Pero era imposible.

Narcissa Malfoy no había mentido. El embarazo de Draco fue todo, menos normal y acaba de comprobarlo con sus propios ojos. Un sentimiento de culpa lo invadió. Era ridículo sentirse así, él acaba de descubrir que Scorpius era su hijo, no fue su decisión no estar al lado de Draco para apoyarlo en el embarazo. Aun así, no importaba cuantas excusas pusiera, el sentimiento estaba ahí y no se iría, aunque lo intentara miles de veces. Sabía que no podía cambiar el pasado.

Pero maldita sea, deseaba con cada fibra de su ser haber estado allí.

❦❦❦

Harry no pudo conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos la imagen de Draco sufriendo lo atemorizaban, así que en cuanto recibió un mensaje de que la poción estaba lista se levantó, duchó y luego de arreglarse se marchó sin siquiera desayunar

Cuando entró al aula de pociones vio que Draco ya había llegado y estaba de pie junto a la mesa donde se encontraba la poción. Por unos segundos la imagen de aquel Draco joven y afectado por un complicado embarazo lo embargó y tuvo que mover la cabeza y obligarse a pensar en que a pesar de todo él estaba bien, había sido lo suficientemente fuerte para resistir. Aun así, el sentimiento de hablar con él, de decirle que, aunque no hubiera sido su elección, lamentaba no haber estado a su lado para apoyarlo y hacer las cosas menos complicadas.  Harry tragó en seco y se acercó un poco más.

—Draco… —su voz fue baja, como si temiera romper la frágil calma del momento. Draco no se movió al escucharlo, pero Harry vio cómo su espalda se tensó ligeramente—. Yo…

—Lo viste, ¿verdad? —interrumpió Draco girándose con lentitud. Harry tardó unos segundos en asentir, no debía ser demasiado inteligente para saber a lo que Draco se refería.

—Sí, y me siento demasiado culpable por no haber estado ahí para ayudarte —murmuró Potter. Draco desvió la mirada y una sonrisa que nada tenía de felicidad surcó sus labios.

—A veces creo que tuve razón al llamarte “San Potter” en nuestros años de Hogwarts —bromeó mientras tomaba un pequeño vial de cristal entre sus dedos y lo observaba como si fuera lo más interesante del lugar, luego nuevamente miró a Harry—. No estuviste ahí porque yo no lo quise —le recordó—. Deberías odiarme, no sentirte culpable. —Por unos segundos que parecieron horas se quedaron en silencio, mirándose uno al otro sin saber que decir realmente.

Draco tenía razón, no fue elección de Harry no estar en esa etapa y estaba seguro de que, si Scorpius nunca hubiera enfermado, Draco se habría llevado ese secreto a la tumba. Le resultaba complicado aceptar que él, la persona que fue su némesis en sus años de juventud, fue quien también le dio un motivo demasiado grande para seguir adelante. Había demasiada historia entre ellos, aun así, Harry quería saberlo todo, lo merecía respuesta de tantas mentiras. De repente, la puerta del aula se abrió y Severus entró. Harry supo que tendría que buscar otro momento para continuar su plática con Draco y simplemente se limitó a saludar a su ex profesor de Pociones. Snape se acercó a la poción y la observó unos segundos.

—La poción está lista —anunció finalmente. Severus tomó un vial de cristal y vertió en su interior la cantidad exacta. Observó el líquido con detenimiento, asegurándose de que la consistencia era la correcta antes de cerrar el vial con un tapón de corcho. Con la misma seriedad de siempre, extendió el vial hacia Draco—. Dásela en pequeñas cantidades. Su cuerpo está demasiado débil para recibirla de golpe —indicó con voz firme.

Draco tomó el vial con ambas manos, sujetándolo con más fuerza de la necesaria y solo se limitó a asentir y luego miró a Harry, no hicieron falta las palabras entre ellos y juntos abandonaron el aula de pociones. Cuando llegaron a la enfermería, la luz de la mañana entraba en suaves ráfagas por los ventanales. Scorpius seguía acostado sobre la cama, su pequeño cuerpo apenas moviéndose bajo las sábanas. Madame Pomfrey, que había estado cuidando de él hasta ese momento, al verlos se puso de pie y se apartó para darles espacio. Draco se sentó junto a su hijo y Harry se quedó de pie a un lado, observando.

—Scorpius… —murmuró Draco en voz baja, como si temiera despertarlo demasiado bruscamente. El niño no reaccionó de inmediato, y por un instante, Draco dudó. Miró la poción y luego a su hijo, y Harry vio el miedo reflejado en sus ojos.

—Debes hacerlo, Draco —dijo Harry suavemente, apoyando una mano en su hombro. Draco respiró hondo y destapó el vial.

Luego, con sumo cuidado, deslizó una mano bajo la cabeza de Scorpius y acercó la poción a sus labios. Scorpius apenas reaccionó, sus labios entreabiertos sin fuerza para tragar. La poción tocó su lengua, pero no la bebió. Draco frunció el ceño, intentando que su hijo tomara un poco más.

—Scorpius… por favor —su voz se quebró apenas, pero Harry lo notó.

El niño se removió levemente, un leve quejido escapó de su garganta. Con más paciencia, Draco inclinó el vial y dejó que unas pocas gotas cayeran en su boca. Esta vez, después de unos segundos, Scorpius tragó con dificultad. Harry sintió su propio aliento atrapado en su pecho.

—Eso es… solo un poco más —susurró Draco, administrando la poción en pequeñas dosis, como Severus había indicado. Cada trago que lograba darle era una victoria. Pero también era un tormento ver lo frágil que estaba su hijo. Cuando por fin logró hacer que bebiera la cantidad necesaria, Draco retiró lentamente el vial y acarició la mejilla de Scorpius con manos temblorosas—. Lo hiciste bien… —le dijo en voz baja.

Harry observó el rostro de Draco, la forma en que sus dedos seguían apoyados en la piel de su hijo, como si temiera que se desvaneciera. Quería decir algo, pero no encontraba las palabras adecuadas. Así que simplemente se quedó allí, en silencio, esperando junto a Draco… esperando que la poción hiciera efecto y que su hijo volviera a ellos.

La enfermería de Hogwarts permanecía en un silencio solemne, solo interrumpido por el leve tic-tac de un antiguo reloj en la pared. Draco no se había movido del lado de Scorpius desde que le había administrado la poción. Harry, a unos pasos de distancia, observaba la escena con el corazón en la garganta, incapaz de apartar la mirada del niño que apenas conocía, pero que ya significaba tanto para él.

El tiempo parecía estirarse interminablemente. Cada minuto que pasaba sin una señal de mejoría era una tortura silenciosa para Draco, cuyo rostro se había vuelto más pálido con cada latido. Pero entonces, cuando el sol comenzaba a desvanecerse detrás de las colinas y el cielo se teñía de tonos anaranjados, Scorpius se movió ligeramente. Sus pestañas temblaron antes de que sus ojos verdes se abrieran lentamente, parpadeando para acostumbrarse a la luz.

—¿Papá…? —susurró con voz débil, apenas audible, pero para Draco fue como un trueno rompiendo el silencio. Draco se inclinó hacia él, sus ojos llenos de lágrimas que no se molestó en esconder.

—Estoy aquí, Scorpius —respondió, su voz quebrándose—. Estoy aquí. —Sin poder contenerse más, Draco lo rodeó con los brazos, abrazándolo con una intensidad desesperada—. Gracias a Merlín… estás bien. Estás bien… —susurraba una y otra vez, su rostro enterrado en el cabello de su hijo mientras las lágrimas corrían libremente por sus mejillas—. No sabes cuánto miedo tuve de perderte… —Scorpius, aunque aún estaba débil, alzó sus pequeños brazos para abrazar a su padre.

—Estoy bien, papá. Ya no duele… —dijo, tratando de reconfortarlo a pesar de su propia fatiga. Después de unos momentos, Scorpius se separó ligeramente del abrazo y miró a su alrededor, notando por primera vez la presencia de Harry.

—¿Señor Potter? ¿qué hace aquí? —preguntó con curiosidad, sus ojos verdes, tan similares a los de Harry, brillando con un destello infantil.

Harry se quedó inmóvil, sintiendo cómo las palabras se atoraron en su garganta. Quería decirle la verdad, quería que Scorpius supiera quién era él realmente. Pero al mirar la expresión agotada de Draco y el rostro aún pálido de su hijo, supo que no era el momento adecuado. Sonrió suavemente, esforzándose por mantener su voz tranquila.

—Bueno, cuando enfermaste había que localizar algunos ingredientes para la poción que podía curarte, eran muy difíciles de encontrar, así que tu papá me pidió ayuda —respondió, inclinándose un poco para estar a su altura.  Scorpius lo miró con sorpresa.

—¿De verdad? ¿Ayudaste a papá a salvarme? —preguntó y Harry asintió.

—Sí. Tú no lo sabes, pero soy auror, de no haber sido por mí Draco se hubiera perdido en medio del Amazonas —bromeó y Scorpius no pudo evitar reír. Harry sintió que su corazón se derretía al escucharlo pues era tan parecida a la suya.

—Gracias, señor Potter —dijo finalmente el niño.

Harry sonrió, sintiendo su corazón pesado pero esperanzado. Aunque la verdad aún no había sido revelada, ese era un pequeño paso hacia el futuro. Un futuro que, esperaba, incluiría la verdad y la oportunidad de construir una relación genuina con Scorpius. Respiró hondo y, sin poder evitarlo, preguntó con suavidad:

—Scorpius… ¿puedo darte un abrazo?

El niño parpadeó sorprendido, claramente sin esperarse esa petición. Miró a Draco por un instante, como si buscara su aprobación, pero cuando su padre no dijo nada en contra, volvió su atención a Harry.

—¿Un abrazo? —repitió, como si estuviera evaluando la idea. Harry asintió con una pequeña sonrisa.

—Sí, solo si tú quieres. —Scorpius pareció pensarlo por un momento antes de asentir con una leve inclinación de cabeza.

—Está bien.

Sin poder evitarlo, Harry dejó escapar un suspiro de alivio y se acercó y abrió los brazos con cierta vacilación y Scorpius, con su pequeña figura aún débil pero conmovido por la calidez de la petición, se inclinó hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.

En el momento en que Harry lo sostuvo entre sus brazos, una ola de emociones lo golpeó con tanta fuerza que por un instante creyó que no podría respirar. Scorpius era tan pequeño, tan frágil, y, sin embargo, sintió un calor indescriptible al sostenerlo, una conexión que iba más allá de la lógica o el tiempo.

Era su hijo.

Su hijo.

No importaba que Scorpius aún no lo supiera, no importaba que las circunstancias los hubieran separado durante años. En ese instante, Harry sintió una certeza absoluta: siempre lo había estado buscando, incluso sin saberlo. Y ahora que lo tenía en sus brazos, no podía imaginar volver a soltarlo.

Apretó los ojos con fuerza, luchando contra el ardor que amenazaba con convertirse en lágrimas. Apoyó su mejilla contra el cabello de Scorpius y respiró profundamente, grabándose en la memoria el olor cálido y dulce del niño, la sensación de su pequeño cuerpo contra el suyo.

—Gracias, Scorpius —susurró con un leve temblor en su voz. Scorpius ladeó la cabeza, mirándolo con cierta confusión.

—¿Por qué me das las gracias? —preguntó. Harry sonrió, apartándose lo justo para poder mirarlo a los ojos.

—Por dejarme abrazarte —dijo pasando una mano entre sus rubios cabellos. Scorpius se sonrojó levemente, pero sonrió de vuelta, apoyando su cabeza contra el hombro de Harry por un segundo más antes de separarse completamente. Draco, quien había observado toda la escena en silencio, apartó la mirada y se aclaró la garganta, como si necesitara recuperar la compostura.

—Scorpius necesita descansar —murmuró. Harry pudo notar un leve temblor en su tono y solo asintió, apartándose con cuidado, aunque aún podía sentir la calidez del abrazo en su piel.

—Sí, claro —respondió, sonriéndole una última vez a Scorpius—. Descansa, campeón.

Scorpius asintió con una sonrisa somnolienta, y Harry supo en su corazón que este solo era el principio. Tarde o temprano, Scorpius sabría la verdad. Y cuando ese momento llegara, Harry haría todo lo posible por demostrarle cuánto lo amaba.

❦❦❦

Cuando salieron de la enfermería, el pasillo estaba silencioso y apenas iluminado. Draco caminaba junto a Harry, sus manos tensas a los costados, como si estuviera luchando con algo que quería decir. Sus labios se entreabrieron, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, notó el leve temblor en los hombros de Harry.

Harry no dijo nada, no hizo ruido alguno, pero Draco lo vio levantar una mano temblorosa para cubrirse los ojos, como si tratara de ocultar lo evidente. Sus lágrimas caían en silencio, deslizándose por sus mejillas mientras su respiración se volvía entrecortada.

Draco sintió un nudo en la garganta.

Fue en ese instante cuando la culpa lo golpeó con más fuerza que nunca. La había sentido antes, cuando tomó la decisión de ocultarle a Harry su embarazo, cuando dejó que el tiempo pasara sin decirle la verdad. Pero ahora, al ver el dolor reflejado en su rostro, supo con certeza que su silencio había causado algo mucho más profundo de lo que jamás imaginó.

Y lo odió.

Odiaba haber sido demasiado cobarde para hablar, odiaba haberle arrebatado a Harry la posibilidad de estar presente, de conocer a su hijo desde el principio. Odiaba la manera en que su propia decisión ahora se manifestaba en lágrimas silenciosas en el rostro del hombre que, a pesar de todo, nunca dejó de importar. Antes de pensarlo demasiado, antes de que la duda pudiera paralizarlo, hizo lo único que se le cruzó por la cabeza.

Lo abrazó.

Sin una palabra, sin pedir permiso. Simplemente cerró la distancia entre ellos y lo sostuvo. Sintió cómo Harry se tensaba al principio, sorprendido, pero después su cuerpo pareció ceder, y Draco sintió sus dedos aferrarse con fuerza a la tela de su túnica, como si necesitara algo a lo que sujetarse.

—Lo siento… —susurró Draco contra su cabello, cerrando los ojos con fuerza—. Lo siento tanto, Harry.

Harry no respondió de inmediato, su respiración era inestable, pero Draco pudo sentir su pulso acelerado, el temblor leve en sus dedos, la forma en que su pecho subía y bajaba con emoción contenida.

—¿Por qué…? —Harry finalmente habló, su voz apenas un susurro, quebrada por el dolor—. ¿Por qué no me lo dijiste…? —Draco tragó saliva, su propia garganta ardiendo con la culpa.

No dijo nada. Sabía que ninguna excusa podría ser suficientemente fuerte para justificar tantos años de silencio. Así que solo se quedó ahí, siendo un apoyo silencioso. Harry dejó escapar un suspiro tembloroso contra su hombro.

Draco no sabía cuánto tiempo se quedaron así, solo que no pudo soltarlo. No cuando sabía que este abrazo era todo lo que podía ofrecer en ese momento. Un intento desesperado de transmitir lo que las palabras no podían arreglar. Finalmente, sintió que Harry se separaba ligeramente, lo justo para mirarlo a los ojos. Sus pupilas verdes estaban enrojecidas, pero en su mirada había algo más, algo que hizo que Draco sintiera que se quedaba sin aire.

Dolor.

Y amor.

Porque a pesar de todo, Harry ya amaba a su hijo.

—No podemos cambiar el pasado —dijo Harry en voz baja, limpiándose la cara con el dorso de la mano—. Pero no quiero que vuelvas a mentirme, Draco. No otra vez. Tú y yo hablaremos y vas a contarme todo, no vas a ocultarme nada —sus palabras se escucharon más como si de una orden se tratara. Draco solo pudo asentir.

Draco asintió de inmediato, con la garganta cerrada.

—No volveré a ocultarte nada. Te diré todo lo que quieras saber —prometió.

Y esta vez, realmente lo decía en serio.

 

 

 

Notes:

¡Hola! Sé que ha pasado un tiempo desde el último capítulo, pero estas semanas han sido un poco complicadas pues me estoy preparando para un examen final de la Universidad. Aun así, espero el capítulo les haya gustado :D ¡Scorpius está bien! y al fin Draco y Harry van a tener esa platica que tanto necesitan ;)

Sin más que decir me despido y nos leemos pronto con la continuación «3