Mónica Bernabé es Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, investigadora del Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH - UNR - Conicet) y Profesora Honoraria de la Universidad Nacional de Rosario. Publicó Por otro lado. Ensayos en el límite de la literatura (México, 2017); Juan Croniqueur, el otro de José Carlos Mariátegui (Lima, 2017); Vidas de artista. Bohemia y dandismo en Mariátegui, Valdelomar y Eguren (Beatriz Viterbo Editora / Instituto de Estudios Peruanos, 2006) y El abrigo de aire. Ensayos sobre literatura cubana (en colaboración con Antonio José Ponte y Marcela Zanin, Beatriz Viterbo Editora, 2001). Ha coordinado el volumen En el borde del mundo. Vanguardias de archivo en América Latina (Rosario, 2017). Prologó Idea crónica. Literatura de no ficción iberoamericana, coordinado por María Sonia Cristoff. Dirige el grupo de investigación interdisciplinaria: - Archivo y región. Estudios transdisciplinarios del impulso archivístico en la literatura y el arte del litoral . - Archivos de las vanguardias en el marco de la modernidad desigual de América Latina. Fue Coordinadora Académica de la Maestría en Estudios Culturales en el Centro de Estudios Interdisciplinarios (CEI – UNR) (2010-2019). En 2011 obtuvo la Beca Guggenheim. En 2016 fue Mención Honorífica en Ensayo en el VIII Certamen Internacional de Literatura “Sor Juana Inés de la Cruz”.
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Papers by Mónica Bernabé
Desde su mutación digital, Mariátegui es también un modo de reflexionar sobre tres dimensiones centrales que asume la actual discusión de la noción de archivo: el anarchivismo, los soportes tecnológicos y la herencia como porvenir.
El trabajo parte de los estudios de las plantaciones para releer Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar de Fernando Ortiz. El análisis comprende tres aspectos: en primer lugar, examinamos las líneas de lecturas más relevantes del Contrapunteo..., en particular, los análisis derivados de las nociones de transculturación y contrapunteo a los fines de dar continuidad y discutir desde la vasta y enriquecedora tradición crítica que acompaña al texto. En segundo término, proponemos leer algunos momentos del libro de Ortiz a partir de los estudios de las plantaciones y el modelo de escalabilidad que propone Anna Tsing para vivir entre las ruinas del Antropoceno. En particular, nos interesa observar sus fallas, esas pequeñas fracciones de territorio que albergan prácticas no escalables, propiciatorias de la diversidad transformadora de las relaciones sociales. Finalmente, especulamos sobre la inscripción neobarroca del ensayismo de Ortiz como práctica alternativa de la transdisciplinariedad.
Lo curioso es que la pulsión barroca, al extenderse hacia el sur del continente, no hacía más que retornar a uno de sus comienzos. Se trataba –para decirlo con una imagen de Carpentier- de un viaje a la semilla puesto que las imágenes de las iglesias andinas que Lezama describe con asombrosa exactitud en 1957 son la versión tropicalizada del barroco mestizo que el rosarino Ángel Guido había fraguado entre 1925 y 1945 y que el horno transmutativo del cubano deglutió y reescribió sin cita ni referencia académica alguna.
Desde su mutación digital, Mariátegui es también un modo de reflexionar sobre tres dimensiones centrales que asume la actual discusión de la noción de archivo: el anarchivismo, los soportes tecnológicos y la herencia como porvenir.
El trabajo parte de los estudios de las plantaciones para releer Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar de Fernando Ortiz. El análisis comprende tres aspectos: en primer lugar, examinamos las líneas de lecturas más relevantes del Contrapunteo..., en particular, los análisis derivados de las nociones de transculturación y contrapunteo a los fines de dar continuidad y discutir desde la vasta y enriquecedora tradición crítica que acompaña al texto. En segundo término, proponemos leer algunos momentos del libro de Ortiz a partir de los estudios de las plantaciones y el modelo de escalabilidad que propone Anna Tsing para vivir entre las ruinas del Antropoceno. En particular, nos interesa observar sus fallas, esas pequeñas fracciones de territorio que albergan prácticas no escalables, propiciatorias de la diversidad transformadora de las relaciones sociales. Finalmente, especulamos sobre la inscripción neobarroca del ensayismo de Ortiz como práctica alternativa de la transdisciplinariedad.
Lo curioso es que la pulsión barroca, al extenderse hacia el sur del continente, no hacía más que retornar a uno de sus comienzos. Se trataba –para decirlo con una imagen de Carpentier- de un viaje a la semilla puesto que las imágenes de las iglesias andinas que Lezama describe con asombrosa exactitud en 1957 son la versión tropicalizada del barroco mestizo que el rosarino Ángel Guido había fraguado entre 1925 y 1945 y que el horno transmutativo del cubano deglutió y reescribió sin cita ni referencia académica alguna.