He aprendido a escribir
poemas con tu nombre
sobre la arena húmeda.
No necesito pluma
tan solo una cerilla
que atada a mi mano
encadene mis letras
de a una en una
en versos y rimas
sobre la mojada orilla.
Y luego pensar en ti,
en tus ojos cerrados al reír,
en tus pupilas encendidas
cada vez que me miras,
en tus manos que me tocan
y me acarician dormida,
en las palabras de tu boca
que me estremecen toda
y saben calmar mis heridas.