Pétalos de amor: Los Lassiter (3)
Por Yvonne Lindsay
5/5
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Información de este libro electrónico
Aunque hubieran pasado meses de su apasionado idilio, Dylan Lassiter no dejaba de pensar en Jenna Montgomery. Tal vez porque para el famoso chef y consumado playboy había llegado el momento de sentar cabeza. O tal vez porque Jenna se había quedado embarazada de él.
Cuando la atractiva florista se negó a casarse, Dylan decidió emplear todas sus armas de seducción. Pero cuando empezaba a conquistarla salió a la luz el escandaloso secreto que Jenna ocultaba. Ahora Dylan podía perder a la mujer que amaba y al hijo que esta llevaba dentro.
Yvonne Lindsay
A typical Piscean, award winning USA Today! bestselling author, Yvonne Lindsay, has always preferred the stories in her head to the real world. Which makes sense since she was born in Middle Earth. Married to her blind date sweetheart and with two adult children, she spends her days crafting the stories of her heart and in her spare time she can be found with her nose firmly in someone else’s book.
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Pétalos de amor - Yvonne Lindsay
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2014 Harlequin Books S.A.
© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Pétalos de amor, n.º 124 - diciembre 2015
Título original: Expecting the CEO’s Child
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-7281-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Si te ha gustado este libro…
Capítulo Uno
Jenna se había devanado los sesos en diseñar la corona que una familia le había encargado para el funeral de su abuela el miércoles próximo. La tenía casi lista y solo faltaba que los proveedores le trajeran el tipo de lilas que fueron las favoritas de la difunta.
El timbre de la puerta la avisó de la llegada de un cliente. Esperó a ver si su nueva ayudante, pero el tintineo de la campanilla del mostrador le confirmó que Millie estaba en el cuarto frío al fondo del local o, mucho más probable, hablando con su novio por teléfono en la calle.
Se dijo que tendría una charla con ella y se levantó de la mesa para dirigirse hacia la sala de muestras con su mejor sonrisa profesional.
La sonrisa se le congeló en el rostro al encontrarse con Dylan Lassiter en toda su gloria. Estaba de espaldas a ella, observando los ramos que Jenna conservaba en los expositores refrigerados a lo largo de una pared.
Su reacción fue instantánea: una arrolladora sucesión de calor, deseo y horror. La última vez que lo vio fue en el guardarropa donde se habían escondido para liberar la tensión sexual que amenazaba con quemarlos a ambos. La pasión desatada había sido tan feroz que casi fue un alivio que Dylan volviera a su base en Los Ángeles.
Jenna reprimió el impulso de protegerse el vientre con una mano. Desde el momento en que descubrió que estaba embarazada sabía que tendría que decírselo, pero no había pensado que fuera tan pronto. Al principio le había guardado rencor por no ponerse en contacto con ella desde aquel único e increíble encuentro. Entendía que estuviera demasiado ocupado para llamarla después de que su padre muriera durante la cena del ensayo de la boda de su hermana, pero ¿y después, cuando todo empezaba a volver a la normalidad?
Había conseguido convencerse de que no quería ni necesitaba las complicaciones intrínsecas de una relación. Y menos en esos momentos de su vida y con alguien tan importante como Dylan Lassiter. Jenna se había pasado años intentando reconstruir su maltrecha reputación y había tomado la firme decisión de no llamarlo. Su orgullo femenino se resentía de que tampoco él la llamara, pero iba a tener que superarlo y ocuparse de unos asuntos mucho más acuciantes.
–¿Puedo ayudarle? –le preguntó, fingiendo que no le había reconocido hasta que él se giró y le clavó la mirada de sus penetrantes ojos azules.
Jenna sintió que se quedaba sin aire y que se le cerraba la garganta. Un traje a medida gris azulado le resaltaba los anchos hombros; la camisa blanca y la corbata azul acentuaban su piel bronceada por el sol de California. A Jenna se le hizo la boca agua. Era un atentado contra la naturaleza que un hombre pudiera ser tan atractivo y varonil.
Un mechón de pelo negro y rizado le caía sobre la frente, pidiendo a gritos que Jenna se lo apartara y le acariciara la barba incipiente que oscurecía su recia mandíbula.
Dylan era como una droga para ella. Un subidón instantáneo que le creaba una adicción incomparable. Se había pasado los dos últimos meses y medio sin poder creerse lo que había hecho. Ella, a quien tanto le había costado convertirse en una mujer responsable y prudente, se había quedado embarazada de un hombre el mismo día de conocerlo. Un hombre del que, sin saber apenas nada, sí sabía lo suficiente como para no haber sucumbido a sus encantos.
Había sido una aventura de una noche. El guardarropa era tan estrecho que habían estado de pie. Pero a pesar del limitado espacio su cuerpo aún recordaba todo lo que le había hecho sentir.
–Jenna –Dylan asintió lentamente, sin apartar la mirada de ella.
–Dylan –respondió ella, fingiendo sorpresa–. ¿Qué te trae de vuelta por Cheyenne?
Nada más preguntarlo lo supo. La inauguración del nuevo restaurante. Pues claro. La cámara de comercio, o mejor dicho, toda la ciudad, esperaba con gran expectación el inminente acontecimiento. Jenna había intentado ignorar todo lo relacionado con los Lassiter, pero era imposible.
Un ruido procedente de la parte trasera les hizo girarse. Gracias a Dios… Millie se había dignado por fin a aparecer y hacer su trabajo.
–Ah, aquí está Millie –dijo Jenna, intentando ocultar su alivio–. Ella te ayudará con lo que necesites. Millie, este es el señor Lassiter. Va a abrir el restaurante Lassiter Grill en la ciudad. Por favor, asegúrate de ofrecerle nuestro mejor servicio.
Le sonrió fríamente a Dylan y se giró para marcharse, pero él la agarró de la muñeca con los mismos dedos que la habían hecho enloquecer de placer.
–No tan rápido –le dijo, haciendo que se girase de nuevo hacia él–. Estoy seguro de que Millie es muy profesional –le dedicó a Millie una sonrisa tan arrebatadora que la impresionable chica se derritió a sus pies–. Pero prefiero tratar contigo directamente.
–Me imagino –respondió Jenna con toda la serenidad que pudo–. Pero en estos momentos no tengo tiempo para ayudarte.
El corazón le dio un vuelco al percibir un atisbo de irritación en sus ojos.
–¿Tienes miedo, Jenna? –le preguntó en voz baja y desafiante.
–Claro que no. Simplemente estoy ocupada.
–Seguro que no tanto como para no ponerte al día con un viejo amigo.
Jenna sintió que se ruborizaba. No eran amigos ni muchísimo menos. No sabía más de él que cuando lo conoció… el día que la atracción prendió entre ellos desde el primer momento, haciendo que del flirteo se pasara a los roces y de los roces a la pasión salvaje en el primer lugar disponible que encontraron.
Justo entonces sintió algo en el vientre, un sutil aleteo que le hizo ahogar un gemido. El momento que llevaba semanas esperando, el primer movimiento perceptible de su hijo, tenía que ocurrir con su padre delante de ella.
–¿Estás bien? –le preguntó él, apretándole la muñeca.
–Sí –respondió ella rápidamente–. Muy ocupada, eso es todo.
–Entonces solo te quitaré unos minutos de tu tiempo –la miró fijamente–. ¿Vamos a tu despacho?
Jenna tuvo que aceptar su derrota.
–Por aquí.
Dylan la soltó y ella sintió la caricia del aire fresco en la piel. Se sorprendió acariciándose el punto donde la había agarrado.
«Deja de comportarte como una tonta», se reprendió en silencio.
Sabía, sin embargo, que no podría evitarlo para siempre. Dylan vivía en Los Ángeles, pero la apertura del nuevo restaurante en Cheyenne sería inevitable que se cruzaran de vez en cuando.
Volvió a sentir una ligera agitación en el vientre, recordándole que había cosas mucho más importantes y apremiantes que Dylan Lassiter y los sentimientos que él le provocara. Por suerte no parecía haber notado los cambios en su cuerpo tras trece semanas de embarazo.
Aún no se lo había dicho a nadie y no pensaba hacerlo en ese preciso instante. Había procurado ocultarlo con prendas más grandes y holgadas que la ropa ceñida con la que solía vestirse.
Entraron en su pequeño despacho y Jenna le indicó la silla frente a la mesa, sentándose ella al otro lado. Pero Dylan ignoró el ofrecimiento y se sentó en el borde de la mesa. Para Jenna fue imposible no fijarse en cómo la tela del pantalón se estiraba sobre sus poderosos muslos y la entrepierna. Se le secó la garganta y se volvió en busca de la jarra de agua y los vasos que tenía en un aparador detrás de la mesa.
–¿Quieres agua? –le ofreció con una voz que sonó como un graznido.
–No, gracias.
Ella se sirvió rápidamente un vaso y lo vació de un trago antes de agarrar un bloc y un bolígrafo.
–Bueno –dijo, mirándolo–. ¿Qué es lo que quieres?
Él alargó el brazo, le quitó el bolígrafo y lo dejó muy despacio sobre el cuaderno.
–Pensé que podríamos charlar un poco… Ya sabes, sobre los viejos tiempos.
Jenna sintió que una ola de calor se le desataba entre los muslos. Echó la silla hacia atrás para poner toda la distancia posible entre ellos.
–Lo siento, pero ya te he dicho que estoy muy ocupada y no tengo tiempo. Si no quieres nada más que hablar… –dudó un momento, molesta por el brillo de regocijo que destellaba en sus ojos–, tendrás que disculparme para que pueda seguir con mi trabajo.
Los sensuales labios de Dylan se curvaron en una media sonrisa.
–Has cambiado, Jenna. Hay algo distinto en ti… No sé qué es, pero lo averiguaré.
Ella se tragó un gemido. A aquel hombre no se le pasaba nada por alto. Si no lo sacaba de allí enseguida descubriría lo que había cambiado en ella. Y Jenna no estaba preparada para eso. Necesitaba más tiempo.
–Quiero que te encargues de las flores para la inauguración del restaurante –añadió él sin darle tiempo a responder–.¿Podrás hacerlo?
–Haré que mi personal te prepare unas muestras para el lunes. ¿Estarás todavía aquí para entonces?
La sonrisa de Dylan se ensanchó.
–Sí que estaré por aquí… Y no quiero que se ocupe tu personal de esto. Quiero que lo hagas tú.
–Mi personal está muy cualificado para…
–Te quiero a ti.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire. Jenna podía sentirlas como si le acariciaran el rostro.
–Imposible –dijo en voz baja.
–¿Imposible? Vaya, qué lástima… Tendré que buscar otra floristería.
Jenna sintió un escalofrío. Solo haría falta un día para que el rumor de que había rechazado a un cliente tan importante se propagara por toda la ciudad. No podía permitirlo. Había trabajado muy duro para convertirse en la mejor florista de Cheyenne y no estaba dispuesta a echarlo todo a perder.
No le quedaba otra alternativa que aceptar el encargo. Rechazar a un miembro de familia Lassiter sería nefasto para su negocio. Por el contrario, cuando se supiera que había sido ella la encargada de las flores para la inauguración los beneficios crecerían como la espuma. No había nada que le gustase más a la clase alta de Cheyenne que imitar a la familia Lassiter.
–A lo mejor podría sacar un poco de tiempo –concedió a medias–. ¿Has pensado en algo en