Rompiendo Cadenas
Por Juan Gonzalez
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En la carcel "Chafarina" de la ciudad de Guantanamo lo sorprenden los sucesos de la Embajada del Per y la salida de cubanos por el Puerto del Mariel.
El director del penal le niega la salida que pide por esa va, aduciendo que es solo para presos comunes. Pero logra abordar un autobus de esos prisionero, y confundirse entre ellos. Asi logra salir del pas.
La historia de este jven cubano es la de otros miles. Es la historia que se Cuenta en este libro. Con absoluta lealtad a la verdad y con la pasion del sufrimiento.
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Rompiendo Cadenas - Juan Gonzalez
ROMPIENDO
CADENAS
JUAN GONZALEZ
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© 2012 Juan Gonzalez. All rights reserved.
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Published by AuthorHouse 9/27/2012
ISBN: 978-1-4772-6738-7 (e)
ISBN: 978-1-4772-6739-4 (sc)
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Al lector:
Esta no es una novela producto de la imaginación del autor.
Esta novela es una recopilación de datos y hechos de la vida: real.
Aquí usted podrá ver los sufrimientos y las miserias vividas por el pueblo de Cuba, los continuos atropellos que sufre y la forma de actuar de los Organismos de Seguridad y Defensa de la tiranía castrista.
Esta novela le da a usted una versión del por que el pueblo de Cuba, no se ha rebelado aún contra sus opresores, usted podrá sentir y vivir la crueldad con que son tratados los que intentan no rebelarse contra el Gobierno, sino tratar de ayudar un poco a sus hermanos cubanos, dentro de su país.
Podrá ver cómo los jóvenes viven engañados hasta que tienen que enfrentarse a la realidad. Es entonces cuando tienen que decidir ó maltratar y vejar a sus amigos y familiares, ó sucumbir en una cárcel para el resto de sus vidas. .
Así tiranizando ideas, separando familiares, creando odios entre hermanos se mantiene el régimen tiránico de Castro. En la tiranía, el divisionismo, la crueldad y el crimen, sobrevive el Gobierno más cruel y despiadado de la historia mundial. .
El autor
Rompiendo Cadenas
En Cuba corría el año 1950. En una casita pobre, una mujer esperaba a dar a luz un niño al cual ella no quería dar a luz, pues tal vez por la miseria en que vivía, o tal vez porque no se sentía feliz con el padre de aquella criatura.
Lo cierto es que la familia presentaba un cuadro desolador. La familia estaba compuesta de tres niños (dos hembras y un varoncito), que no eran hijos del esposo actual de la mujer y la miseria se veía por doquier.
El hombre trabajaba en lo que podía para ganar unos míseros centavos y la mujer tejía sombreros y otras labores manuales para ganar otros centavos, también para comprar la comida de la familia.
Y el advenimiento de un nuevo miembro, lo veían con horror.
Estando un día la mujer en las labores de la casa, pensando en su embarazosa situación, pasó una comerciante ambulante y llegó hasta la mísera choza.
-Buenos días -dijo.
-Buenos días -contestó la pobre mujer.
-¿Puedo pasar? -preguntó la comerciante.
-Adelante -contestó la mujer, que limpió su cara con un sucio paño de cocina.
La comerciante puso su maleta en el piso de tierra y continuó:
-Mire, señora, que bonitos vestidos traigo para la venta; mire que trajecitos para las niñas.
-Si, están bonitos, pero no tengo dinero.
-Eso no importa -atajó la comerciante-, usted puede pagarlos poco a poco.
-Pero es que no puedo comprar nada. Imagínese el cuadro que tengo y esperando esto -y señalo su abultado vientre.
-Sí, ya veo -dijo la comerciante, procediendo a poner nuevamente su mercadería en la maleta. Ya cuando se iba, la mujer le preguntó: .
-¿No sabe usted de alguien que haga abortos? -La comerciante se sorprendió y preguntó:
-¿Cómo piensa usted hacerse un aborto? Esa criatura esta al nacer.
-Si, pero ¿ para qué va a nacer?, ¿para que se muera de hambre? -dijo la embarazada.
-¡Oh, no! Hagamos un trato: yo le costeo todo lo que usted necesite y cuando nazca la criatura, usted me la da, como su madrina y yo la crio -ofreció la comerciante.
-Bueno, si usted quiere, yo no tengo inconveniente. De todas formas, yo no pensaba tenerlo, así que usted le salvó la vida -dijo la embarazada, exhalando un suspiro de alivio.
-Bueno, señora, me tengo que ir para ver si vendo algo, pero ya que vamos a ser comadres, mi nombre es Mercedes.
-El mío es Celmira -dijo la mujer embarazada. Y las dos mujeres se despidieron.
Cuando Mercedes llegó a su casa, por la tarde, le contó a su mamá el trato que había hecho con la señora. La viejecita la miró y le preguntó:
-¿Tú crees que podrás cumplir?
-Bueno, mamá, te lo estoy diciendo porque quiero que me ayudes con, la crianza del niño, pues tú estás todo el día solita y yo creo que con el niño te puedes entretener y no te sentirás tan sola.
-Está bien -contestó la anciana. Así será -y dándose la vuelta, se fue a la cocina.
Esa misma tarde, Celmira contaba a su marido el trato que había hecho con la comerciante.
Al hombre no le pareció de muy buen agrado.
-¿Tú piensas regalar a tu hijo? -preguntó a la mujer.
-¿Pero qué quieres tu, Manuel?, para abortarlo, mejor es que viva con esa mujer tu no crees?
-Bueno, eso si es verdad y si ella. se ofreció, será que Dios la puso en esta casa para el bien de esa criatura que no iba a nacer.
Así transcurrió el tiempo y al cabo de tres meses más, ya el alumbramiento era inminente. Mercedes cumplió con su palabra y día tras día iba a casa de Celmira a llevarle dinero y ropita para la criatura que iba a nacer.
Por fin, el 12 de julio, a las ocho de la noche, a Celmira se le presentaron los dolores del parto.
-Manuel, levántate, cree que voy, a parir -Manuel se levantó de un salto y corrió a casa de su mamá, que era la comadrona de la comarca.
-Mamá, levántate, que Celmira está puesta a parto.
La anciana se levantó presurosa y cogió su chal y los más rápido que le permitieron sus cansadas piernas, llegó a la choza de su hijo, que no estaba muy distante.
Justo a tiempo, se escuchó el llanto de un recién nacido y el grito de dolor de la parturienta.
La viejecita cogió del camastro al recién nacido y le cortó el ombligo y lo limpió.
-¿Qué es? -preguntó Celmira.
-Un varoncito: respondió la anciana.
Al día siguiente, cuando pasó la comerciante, unas de las niñas la estaba esperando en el camino. La mujer se sorprendió al verla, pero la niña se le adelantó y le dijo:
-Mamá ya parió, fue un varón -Mercedes se sintió feliz y se encaminó hacia la choza de su comadre, entró y después de saludar se sentó al borde del sucio camastro.
En una hamaca de sacos de yute, tenían al recién nacido.
-Ya tienes un hijo -le dijo Celmira a Mercedes.
-¿Cuando puedo llevármelo?
-Bueno, cuando cumpla cuarenta días -contestó Celmira mirando hacia la hamaca, con una mezcla de dolor y desprecio.
Cuando el bebé cumplió los cuarenta días, se preparó todo para el bautizo. El padrino fue el hermano de Mercedes. La ceremonia fue sencilla, pues no hubo muchos arreglos.
Luego se escuchó la voz del sacerdote, que dijo:
-En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, bautizo a esta criatura con el nombre de Juan José Fernández.
La ceremonia quedó terminada y el pequeño pasó de casa de su madre a casa de su madrina y madre adoptiva. Así transcurrieron los primeros años de vida del niño, como cualquier otro niño, hasta que cumplió ocho años. .
-Juanito, venga acá -el niño dejó de jugar y se dirigió donde se encontraba su madrina.
-Mande usted, madrina.
-Bueno, te llame para decirte que tu ya eres mayorcito, tú tienes que ayudar en los quehaceres de la casa a tu abuelita, debes cuidar de los cerdos y las cabras: y obedecer en todo lo que se te mande. .
-Sí, madrina -contestó el niño y se dispuso a jugar.
-¿Dónde vas? -preguntó Mercedes.
-Es que estoy jugando, madrina.
-No es hora de jugar. Si acabo de decirte que tienes que trabajar y cuando tengas tiempo, juegas, o no, mejor no juegues, pues el tiempo que vas a usar para jugar, lo inviertes en estudiar, ya que el juego no te va a servir de nada en el futuro -le dijo la madrina y acto seguido le encomendó su primera tarea.
-Bien, Juanito, coges una escoba y te pones a barrer el patio, que está muy sucio. Cuando lo termines, me avisas.
El niño cogió la escoba y se puso a barrer, con lágrimas en sus ojos, pues en aquel día terminaban para él todos los juegos y diversiones infantiles.
Cuando terminó de barrer el patio, que era sumamente grande, fue donde su madrina.
-Ya terminé. -¿Puedo jugar? -Mercedes lo miró y su respuesta fue una bofetada en pleno rostro. El niño cayó de nalgas al suelo y Mercedes farfulló:
-¡No te dije que no hay mas juegos, que hay que trabajar!
Ahora vete a buscar las cabras y dale de comer a los cerdos. Y esa bofetada es para que aprendas a respetar, que cuando te diga algo no me contradigas…
El niño salió llorando amargamente a cumplir con la nueva tarea, pues no comprendía nada de aquel cambio brusco en su vida.
Ya entrada la noche, terminó los quehaceres y se dirigió a su camastro.
-Vete a bañar antes de comer -gritó su madrina.
-No tengo ganas de comer, estoy muy cansado -contestó el niño.
La mujer se le acercó y le dio otra bofetada. .
-Te dije que no me contradijeses y me obedecieses.
El niño fue a bañarse entre gritos y sollozos y fue obligado a comer. Luego se retiró a su camastro y se quedo profundamente dormido.
Como a las cuatro de la mañana, su madrina lo despertó.
-Juanito, levántate.
-¿Qué hora es? -preguntó el niño. -¡Que te importa la hora! Es hora de levantarse y punto. Levántate aprisa.
El niño se sentó en el camastro. Desde el otro cuarto dormitorio, se escuchó la voz de la viejecita:
-Mercedes, ven acá.
Mercedes dejo al niño levantándose y se dirigió al cuarto de su madre. .
-Dígame, mamá.-¿ Tú no crees que es muy chico para que lo trates asi? -comentó 1a anciana.
Y con el ceño fruncido por la ira, la malvada madrina contestó.
-Mira, mamá, no lo, amamantes, pues eso es lo que quieren los muchachos de hoy: tener a a1guien que los malcrié, yo sé lo que estoy haciendo -y se marcha del cuarto.
Cuando regresó, ya el chico estaba levantado.
-Dígame, madrina, ¿ qué tengo que hacer?
-Pues veras, ahora vas a estudiar las lecciones que te voy a poner, pues por la mañana es cuando mejor se estudia. Vas a estudiar hasta las ocho de 1a mañana. A las ocho te vas para la finca de Angel y le dices a Estorgio que te de trabajo, que vas a trabajar, que yo te mandé.
-Está bien, madrina -contestó el niño humildemente.
Mercedes le prepara las lecciones y una taza de café con leche caliente y lo sentó frente a la mesa. Cuando fueron las ocho de la mañana, el niño se bajó del asiento y emprendía el camino a la finca, que estaba a unos seis kilómetros de su casa.
Cuando llegó, se dirigió a Estorgio y le dijo:
-Estorgio, madrina me manda para que usted me ponga a trabajar.
Estorgio mira al niño y comenta:
-Mi hermana está loca, mira que mandar a este niño a trabajar…
Enedina, la esposa de Estorgio, que había escuchado la conversación, salió de la cocina y le dijo a su esposo:
-Ponlo aunque sea a recoger limones, pues tú sabes cómo es Mercedes y si tú no le das trabajo, le da una paliza al infeliz muchacho.
-Eso voy a hacer -contesta Estorgio y tomando al niño de la mano, se encaminó hasta el limonar que estaba cerca de la casa.
-Mira, Juanito, coges solamente los limones maduros; los que no puedas alcanzar, los tumbas con esta vara y llenas aquellas canastas grandes, que se pagan a $ 2.00 pesos cada una.
El niño toma un pequeño recipiente y comenzó a trabajar. Ya por el mediodía, había llenado dos canastas.
Juanito escuchó que le llamaban:
-Vente a almorzar -era Enedina, la esposa de Estorgio.
El niño dejó de trabajar y se encaminó a la casa vivienda. Enedina le sirvió un plato de frijoles con arroz, e1 cual comió ávidamente.
Cuando se disponía a trabajar de nuevo, Estorgio le dijo:
-Está bien por hoy, toma los $4.00 pesos y vete para la casa, pues aprovecha que Joel va para el pueblo y te vas en la carreta.
Así lo hizo el niño y ya a las: 12,30 de la tarde estaba entrando al pueblo.
El niño se apeó de la carreta y se dirigió a su casa, cuando uno de sus amiguitos se le aproximó:
-Mira, Juanito, mi papá me compró un guante y una pelota nueva ¿no quieres jugar? .
-No puedo -contestó Juanito y se marchó.
Cuando llegó a la casa, su madrina no estaba, pero al poco rato llegó.
-¿Por qué viniste tan temprano?
-Estorgio me dijo que por hoy estaba bien y me mandó en la carreta con Joel -contestó el niño.
-Bueno, está bien. ¿Y cuanto ganaste?
-Gane $4.00 pesos cogiendo limones. ¿Puedo guardar uno para mí?
Mercedes se puso lívida.
-¡Mal agradecido! -le gritó, al mismo tiempo que descargaba un golpe a la cabeza del niño.
-¿Así que después que te estoy criando y dándote educación, también quieres quedarte con el dinero que necesito para ti mismo?
La anciana, que contemplaba la escena, movió la cabeza disgustada.
-Mercedes, no lo trates así, es solo un niño.
-Mira, mamá, no te metas más, yo fui quien lo cogí y hago con el lo que me dé la gana -y le propinó un puntapié al niño, que aun estaba llorando en el mismo sitio.
Así, día tras día, el niño era víctima de malos tratos y trabajos;
Solo encontraba algún consuelo en la abuelita, como él llamaba a la anciana.
No tuvo más, juguetes ni mas amigos. En sus ratos libres conversaba con un perro sato que había encontrado y que le habían permitido adoptar como amigo. Según iba creciendo, su madrina le asignaba más y más tareas, que ya casi no podía cumplir.
Cuando el niño cumplió once años, lo sacó del cuarto dormitorio y le asignó un jergón de pajas en el gallinero y allí, en aquel mísero jergón, dormía una víctima del destino, colmado de humillaciones y de harapos, pues las ropas que usaba eran las que los sobrinos de su madrina iban a botar, se las recogían y esas eran los vestuarios que llevaba el mísero muchacho. .
Su, madre nunca se preocupo de la suerte corrida por su hijo y la madrina, todos los días le recordaba que era un huérfano, un recogido. Pero un día, los sobrinos de la madrina le dijeron al muchacho:
-Juanito, ven acá, tenemos alga que decirte.
Juanito se encaminó hasta donde le llamaban.
-Mira, te vamos a decir un secreto, pero no se lo digas a Mercedes, porque te mata a palos.
-Está bien, ¿qué es ? Preguntó Juanito.
-Tu mamá está viva y tu papá también. Ellos viven en la Concepción. Tu mamá se llama Ines Celmira Morales y tu papá Manuel Fernández.
Aquella noticia alegró al muchacho, que ya no pensó otra cosa que escapar a casa de sus padres. Así pasaba el tiempo y un día Belkys, la sobrina de Mercedes, se acercó al muchacho y le dijo. -Juanito, tu padre murió anoche y hoy lo entierran.
El muchacho se sintió triste y lloró amargamente.
-¿Por qué lloras? -preguntó Mercedes al muchacho.
-Pues porque usted me ha mentido todos estos años. Mis padres vivían y usted me lo ha ocultado. Hoy entierran a mi padre y ahora