La técnica instrumental aplicada a la pedagogía
Por Juan Mari Ruiz
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Información de este libro electrónico
• La interpretación y la enseñanza y la necesaria adaptación.
• ¿Sabemos cómo tocamos realmente?
• ¿Cómo podemos transmitir nuestras habilidades de forma eficaz?
• ¿Cómo organizar el día a día en clase?
• ¿Qué hacer en las primeras clases?
• ¿Cómo preparar la parte práctica docente de una prueba para un puesto de trabajo?
• La relación del profesor con su instrumento en las escuelas de música y conservatorios en la actualidad.
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La técnica instrumental aplicada a la pedagogía - Juan Mari Ruiz
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LA INTERPRETACIÓN Y LA ENSEÑANZA
En el campo profesional de la música se presentan principalmente dos oportunidades de trabajo que a primera vista pueden parecer independientes y en ocasiones excluyentes entre sí: la interpretación y la docencia.
Pero esta independencia es solamente superficial, porque observadas de cerca ambas actividades no dejan de ser cada una de ellas el complemento ideal de la otra. La mayoría de los grandes intérpretes tienen alumnos a su cargo en conservatorios y escuelas superiores o imparten masterclass, mientras que muchos de quienes ejercen la docencia como actividad principal suelen también actuar como intérpretes con mayor o menor regularidad. La clave reside en saber qué es lo específico de cada actividad y lo que esta requiere realmente, y no perderlo de vista mientras se está desempeñando cada uno de estos papeles. Tanto el profesor que está dando un concierto o el concertista que está impartiendo una clase —o, cada uno en su ámbito, el profesor enseñando y el concertista tocando—, siempre deben ofrecer lo mejor de sí mismos en esa actividad específica y en esa situación en concreto.
El problema aparece cuando se pierde la perspectiva y se mantienen los hábitos y costumbres de la actividad principal sin realizar la necesaria adaptación que se está realizando en un momento dado, como sucede cuando el intérprete espera que sus alumnos absorban sus conocimientos simplemente escuchándole tocar o con la mera repetición de sus ejemplos sin una suficiente explicación y análisis, o cuando el profesor tiene la ocasión de dar un concierto y baja su nivel de autoexigencia instrumental con el pretexto de que tocar no es exactamente lo suyo y prefiere permanecer en un discreto segundo plano.
Ten siempre en cuenta que un músico completo debe saber ser un buen intérprete en el concierto y un buen profesor en clase.
Estos dos perfiles profesionales —el de intérprete y el de profesor— inevitablemente necesitan adaptarse a cada situación para poder sacar siempre el máximo partido a sus aptitudes y experiencia:
El concertista virtuoso debe conocer profundamente su propia forma de tocar, desde la técnica básica hasta la preparación psicológica para el concierto, pasando por sus ideas musicales y estilísticas, y encontrar la mejor manera de comunicársela a sus alumnos. No debe confiar en que con la simple imitación estos conseguirán siempre los resultados esperados.
El profesor debe aprovechar cada oportunidad que se le presente de expresarse como intérprete. Probablemente necesitará distanciarse de lo que en ese momento está estudiando en clase con sus alumnos para trabajar de forma específica el repertorio que se le pide y así estar a la altura de la posibilidad de actuar que se le ofrece. Poco importa que sea en una gran orquesta o en el auditorio de su propia escuela de música, lo importante es que su actuación sea satisfactoria para el público y, sobre todo, para sí mismo. Será la referencia más valiosa que pueda ofrecer a sus alumnos.
A diferencia de algunas otras disciplinas musicales, como la musicología o la composición, la enseñanza de un instrumento tiene una finalidad eminentemente práctica, aunque también necesite de una base teórica y técnica. Es importante que quien la imparte combine la habilidad con su instrumento con una buena capacidad de comunicar su forma de hacer. Por eso es tan necesario que sepa cuál es realmente su forma de tocar, entendida esta como la forma en que reinterpreta y utiliza personalmente las grandes ideas técnicas, estilísticas y musicales comunes a todos los instrumentos y también las específicas del suyo en particular. Para hacerlo debe ir más allá de las formulaciones teóricas, por muy consolidadas que estas sean, e investigar de forma autónoma para sacar sus propias conclusiones, que serán las que siempre orientarán su forma de enseñar.
Este paso adelante solo es posible si se ha realizado un minucioso análisis de lo que ocurre realmente en el momento de tocar, cómo funciona el instrumento, qué gestos son eficaces y cuáles no, qué movimientos nos hacen más ágiles y cuáles nos cargan de tensión, y qué tipos de ejercicios y de formas de trabajar resultan más convenientes según nuestra propia experiencia. De esta forma resultará más fácil explicárselo a otros y realizar las necesarias adaptaciones según las necesidades y características de cada alumno.
Adaptación
Para poder dedicarse con solvencia tanto a la interpretación como a la enseñanza es necesario realizar un importante proceso de adecuación de la forma de trabajar en cada una de estas actividades. Aunque puedan parecer equivalentes, tienen importantes particularidades que diferencian una de la otra, como ocurre también en otros campos. Por ejemplo, un eminente cirujano puede no ser un buen profesor de universidad, o un gran atleta puede que no sea el mejor entrenador. En ambos casos su experiencia personal en el desempeño de la profesión puede no servir de nada si no sabe analizarla y explicársela a los demás.
El instrumentista
Una persona dedicada principalmente a la interpretación, ya sea como solista o dentro de una orquesta, tiene unas exigencias profesionales diferentes a las del profesor, principalmente porque debe mantener constante un alto nivel instrumental durante toda la temporada, con momentos de exigencia aún mayor cuando aparecen los compromisos más importantes. Esto ocasiona un importante desgaste físico y mental que debe ser tenido en cuenta para dosificar el trabajo y que este rinda sus frutos con eficacia en los momentos clave. Esta actividad interpretativa requiere de mucho tiempo dedicado al estudio personal para poder afrontar todos esos retos de forma eficaz.
Pero el instrumentista completo debe ir más allá del estudio de los aspectos que a él le son más necesarios personalmente y dedicar un tiempo a investigar para comprender otras problemáticas que se les pueden presentar a sus posibles alumnos y así poder proponerles soluciones eficaces, que a su vez deberá saber modificar en función de si están dando los resultados apetecidos. No basta con repetir lo que nos enseñaron nuestros profesores ni pedir a los alumnos que nos imiten, es necesario un conocimiento completo de todo lo que interviene en el hecho de tocar, basado en el análisis objetivo y en la propia experimentación, y saber adaptarlo para poder transmitírselo a los demás según su edad, conocimientos y aptitudes. En el momento de dar clase es más importante saber cuál es el funcionamiento real del instrumento y tener una buena capacidad de comunicación que el virtuosismo del profesor.
Cuando un instrumentista tiene que plantearse la resolución de ciertos problemas de sus alumnos que él no ha padecido personalmente está obligado a utilizar el análisis y el razonamiento objetivo para poder encontrar soluciones prácticas que, además, deberá verbalizar. Esto mejora el conocimiento de su instrumento, de su técnica y de los problemas que pueden presentarse en un momento dado, lo que le permitirá hacer frente a cuestiones que le puedan surgir a él mismo en un futuro, o simplemente ir mejorando y haciendo más relajada y eficiente su forma de tocar.
Por otra parte, el tener un contacto constante con la práctica de su instrumento desde los niveles de base ayuda al intérprete a tener una visión global del mismo y a mantener la integridad de su propia técnica. En muchas ocasiones se puede hacer en clase un trabajo técnico con los alumnos que a la vez servirá al profesor como estudio personal. Por ejemplo, una buena sesión de ejercicios de sonido es tan beneficiosa para los unos como para el otro.
Al acabar sus estudios, el día después de su última clase con su último profesor, el alumno se convierte en su propio maestro, y es él mismo quien debe señalarse los objetivos y su propio camino. Es un momento crítico del que puede depender su futuro en la música. Si además de tocar, que probablemente sea para aquello para lo que se ha formado, tiene la oportunidad de empezar a enseñar, toda la experiencia que acumule con sus alumnos enriquecerá su bagaje personal como instrumentista, y todo este saber hacer como profesor se lo podrá aplicar a sí mismo para poder encontrar soluciones constructivas y eficaces siempre que las necesite. De esta forma, en la docencia encontrará una herramienta fundamental para su propio progreso como instrumentista.
"El haber tenido que mantener el ritmo de mis estudiantes ha sido un gran estímulo, y ha evitado, así lo espero, que me quedase anclado en la rutina.’’
Stephen W. Hawking (1942-2018)
El profesor
El hecho de que la interpretación no sea la principal actividad profesional de quien se dedica a la enseñanza de su instrumento no significa que necesariamente deba dejarlo de lado. Tampoco quiere decir que no pueda desarrollar en paralelo una interesante labor interpretativa en aquellos lugares y oportunidades que se le presenten, aunque en muchas ocasiones la estructura del mundo musical y educativo no favorezca la simultaneidad de las dos actividades. Una de las principales diferencias con respecto a quienes se dedican a la interpretación es que el profesor de escuela de música o de conservatorio no tiene la misma exigencia instrumental dentro de su principal desempeño profesional. Esto conlleva el riesgo de acomodarse e ir perdiendo nivel técnico y artístico si no se marca sus propias metas, más o menos ambiciosas. De no hacerlo, puede provocar un empobrecimiento de su trayectoria en su faceta de instrumentista y hacer que se resienta su motivación porque, como veremos más adelante, la mayoría de los profesores cursó en el conservatorio la especialidad de interpretación, y en muchos casos la enseñanza no era su principal objetivo profesional cuando estaba estudiando. La docencia tiene por sí misma alicientes suficientes como para mantener alta la motivación del profesorado, pero esta se ve favorecida en gran medida si se complementa con una práctica intepretativa más o menos regular.
Con el tiempo y la rutina se puede caer en un paulatino proceso de decadencia a partir del momento en que se obtiene el título en el conservatorio o se consigue el puesto de trabajo —quizá las últimas veces que se sometió a examen— a causa de no tener un aliciente musical al margen de las clases. Un profesor dedicado a la enseñanza durante muchos años pero sin un estímulo interpretativo, del nivel que sea, corre el riesgo de quedarse sin nada que comunicar a sus alumnos más allá de unos conceptos generales, sabidos y anticuados, alejados en todo caso de la práctica real.
Es cierto que no siempre se dispone de la posibilidad de dar conciertos, pero si no se presentan oportunidades de tocar, uno mismo puede crearlas en la medida de sus posibilidades. Puede ser en su propia escuela, en otro centro o en una asociación, lo importante es crear la ocasión. Esta faceta del profesor como organizador de actuaciones, además de servirle a él mismo como ayuda y motivación, dinamiza la vida de su centro educativo, demuestra a sus alumnos que se mantiene en activo —algo que suelen agradecer— y les ofrece un ejemplo de primera mano de cuál es el objetivo final de tantas horas de estudio del instrumento: la actuación en público.
La interpretación es fundamental para el desarrollo de las personas que nos dedicamos a la música. Un músico debe tocar, tiene que poder expresarse. Cuanto más toques, más podrás enseñar. Tocar enriquece la enseñanza.
Profesor de conservatorio profesional
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¿SABES CÓMO TOCAS?
Durante los años de conservatorio, sobre todo si estamos estudiando la especialidad de interpretación, nuestra mayor preocupación suele ser adquirir la mayor competencia posible con nuestro instrumento hasta conseguir utilizarlo sin esfuerzo y poder expresarnos musicalmente a través de él. Para lograrlo es fundamental llegar a tener un completo dominio de la técnica instrumental, pero si bien conseguiremos algunos de sus aspectos prácticamente sin esfuerzo desde un principio, como si de una habilidad innata se tratara, otros requerirán de más trabajo y de un estudio detallado hasta que los dominemos y consigamos una técnica equilibrada.
Este dominio del instrumento puede ser suficiente para alguien que se va a dedicar a dar conciertos, pero si de lo que se trata es de transmitir esas habilidades y conocimientos a otros —la labor del profesor—, se hace indispensable tener además un profundo conocimiento de cada mecanismo y de cada gesto implicado en la interpretación, tanto de aquellos que nunca supusieron un problema como de los que necesitaron de un trabajo específico. Es muy poco frecuente que a un intérprete el director le pregunte durante el desempeño de su trabajo en la orquesta cómo consigue tocar determinado pasaje, basta con que lo haga bien, pero si también se dedica a la docencia deberá saber explicar con detalle cómo hace realmente todo aquello que ya tiene automatizado y consigue de forma casi inconsciente. Muchas veces deberá, además, disponer de varias explicaciones alternativas sobre un mismo tema para que las puedan comprender sus alumnos de distintas edades y niveles.
Es muy importante que cada persona dedicada a la enseñanza de su instrumento sea plenamente consciente de cuál es, objetivamente, su forma de tocar y de cómo ha adaptado aquello que otros le enseñaron para poder sacarle el mejor partido. Es un conocimiento que no se debe limitar al apartado técnico, sino que también incluye al interpretativo, porque no se debe olvidar que la técnica no es el fin último del estudio, sino un medio para poder dominar el instrumento y utilizarlo con libertad para transmitir emociones.
Recuerda que es indispensable disponer de una buena técnica para poder olvidar la técnica mientras estamos tocando.
El hecho de dominar la técnica, y con ella el instrumento en todas sus facetas, no presupone que estemos realmente capacitados para transmitir ese conocimiento a nuestros alumnos. Todos conocemos a grandes virtuosos que desde muy jóvenes han mostrado una especial habilidad y adaptación a su instrumento y consiguen en el escenario una simbiosis perfecta con él, pero en muchas ocasiones puede ocurrir que esas misma personas en el contexto de una masterclass tengan serios problemas para poder explicar cómo lo consiguen realmente —o que ni siquiera lleguen a planteárselo—. No es lo mismo pedir al alumno que toque la obra de cierta manera, con un fraseo, velocidad, sonido y carácter determinados, que explicarle detalladamente de qué forma puede conseguirlo. Es cierto que una parte del trabajo puede hacerse por imitación —de ahí la importancia de que el profesor se mantenga activo y toque los ejemplos en clase— pero no podemos fiar nuestra forma de enseñar únicamente a la