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Excepcionalidad del Modernismo Brasileño
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Libro electrónico230 páginas3 horas

Excepcionalidad del Modernismo Brasileño

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Este libro reúne una docena de textos escritos por Fernando Luiz Lara desde 2006 hasta 2014, publicadas aquí por primera vez en español. El eje conductor de estos 10 ensayos es el esfuerzo de posicionar la arquitectura brasileña en el contexto mundial bajo las lentes del proceso decolonial y de campo expandido, o sea, sin someterse al eurocentrismo de los siglos pasados y entendiendo como digno de estudio la totalidad del espacio construido. Los ensayos discuten entonces, por diferentes ángulos, lo que habría de excepcional en la arquitectura moderna brasileña.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2020
ISBN9788588585805
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    Excepcionalidad del Modernismo Brasileño - Luiz Fernando Lara

    PENSAMIENTO DE LA AMÉRICA LATINA

    Romano Guerra Editora

    Nhamerica Plataform

    COORDINACIÓN GENERAL

    Abilio Guerra, Fernando Luiz Lara y Silvana Romano Santos

    EXCEPCIONALIDAD DEL MODERNISMO BRASILEÑO

    Fernando Luiz Lara

    Brasil 4

    ORGANIZACIÓN

    Abilio Guerra y Silvana Romano Santos

    COORDINACIÓN EDITORIAL

    Silvana Romano Santos, Abilio Guerra y Fernanda Critelli

    ASISTENCIA EDITORIAL

    Fabiana Perazolo

    TRADUCCIÓN

    Lena Império, Marcela Calderón, Marcio Cotrim y Silvia Victoria Sanchez

    CORRECCIÓN DE TEXTO

    Fabiana Perazolo y Lena Império

    DISEÑO GRÁFICO

    Maria Claudia Levy y Ana Luiza David (Goma Oficina)

    DIAGRAMACIÓN EBOOK

    Natalli Tami Kussunoki

    presentación

    difusión del vocabulario moderno

    modernismo vernáculo

    modernistas analfabetos

    oriente, ocidente, alto y bajo

    ¿americanización o brasilianización?

    utopías inconclusas

    sobre la invisibilidad de la madera

    arquitectura moderna brasileña y el automóvel

    continuidades y rupturas

    notas sobre la excepcionalidad

    traducción de marcio cotrim

    Excepcional. Adjetivo de doble género, 1) Que constituye excepción de la regla común. 2) Que se aparta de lo ordinario, o que ocurre rara vez. Del latín: exception (ex = fuera, capere = tomar); tomar fuera, separar.

    Diccionario de la Real Academia Española

    El adjetivo excepcional resume mis veinte años viviendo entre Brasil y Estados Unidos, en el sentido de algo inusual, diferente de los demás. Hasta muy poco tiempo, los migrantes tenían que quemar sus naves; cambiar de un país a otro significaba dejar atrás toda una vida y empezar otra desde cero en la nueva dirección. Tuve la suerte (o el azar) de vivir en una época en que esto ya no es necesario, un tiempo en que las comunicaciones se han vuelto casi gratuitas y los viajes cada vez más baratos, incluso teniendo en cuenta que el salario de profesor universitario no es de los mejores en ninguna parte del mundo. Pero lo hice muy temprano en relación a estos cambios tecnológicos, y esto seguramente tuvo un impacto en mi carrera. En 1996, cuando fui a Estados Unidos por primera vez, todavía no teníamos internet en casa, sólo en la universidad podíamos usar terminales de pantalla verde para mandar mensajes que tardaban muchos minutos en cruzar los 8.000 kilómetros entre Michigan y Minas Gerais.

    _tell leticiam@umich.edu que la echo de menos...

    En el siglo pasado, tuve la suerte de conocer a Abilio Guerra y colaborar, primero, con el Boletim Óculum y luego con el Portal Vitruvius desde sus orígenes. Este libro es el resultado de dos décadas de investigación y algunos encuentros fortuitos – como esta colaboración que, desde 2015, se convirtió en un trabajo conjunto con la editorial Romano Guerra, en la colección Pensamiento de América Latina, de la cual esta publicación hace parte.

    Siguiendo el diseño de la colección, la mayoría de los textos que componen este libro fueron publicados originalmente en distintos periódicos de lengua inglesa. Solamente esta introducción, adaptada del memorial del concurso para profesor titular de la Universidad Federal de Minas Gerais – UFMG, es inédita. Así como los otros libros de la colección, este también se publica en cuatro versiones: en papel y e-libro, en portugués y español.

    En los últimos años, hemos asistido a un aumento considerable de publicaciones sobre arquitectura brasileña en inglés: Brazil Architecture Guide de Laurence Kimmel, Anke Tiggemann y Bruno Santa Cecilia, 2014; Modern Architecture in Latin America de Luis E. Carranza y Fernando Luiz Lara, 2015; los dos libros con el título Lina Bo Bardi, de Zeuler Lima, 2013, y de Cathrine Veikos, 2014; Latin America in Construction: Architecture 1955-1980 de Barry Bergdoll, Jorge Francisco Liernur, Carlos Comas e Patricio del Real, 2015; A Collection of Latin American Modern Architecture de Leonardo Finotti, 2016; y los primeros tres libros de esta serie Latin America: Thoughts: Architecture and Nature de Abilio Guerra; Ode to the Void de Carlos Teixeira; y Risky Spaces de Otavio Leonidio, todos publicados en 2016. Sin embargo, debido a la naturaleza compleja del mercado editorial y a una separación histórica entre Brasil y sus vecinos, muy poco sobre la arquitectura brasileña ha sido publicada en español. Este libro pretende rellenar una pequeña parte de este vacío.

    ¿Pero sobre cual excepcionalidad me refiero al punto de dedicar todo un libro al tema? Seguramente, no es por creer que Brasil o Estados Unidos son excepcionales o divergentes hasta el punto de volverse opuestos que decidí escribir este libro. Todo lo contrario, estoy convencido de que mis dos países son cada vez más parecidos. El hemisferio Norte se va poniendo cada vez más brasileño en este siglo 21 (ver el crecimiento explosivo de la desigualdad y del desequilibrio institucional) mientras que Brasil se norteamericaniza (ver el capitalismo salvaje con hipertrofia del poder judicial).¹ Sin embargo, a pesar de las trayectorias convergentes, mis dos países aún se perciben como excepcionales. Brasil se imagina excepcional en el sentido de su inusual unicidad cultural, que supuestamente le hace distinto de los demás, y los Estados Unidos todavía se imaginan excepcionalmente mejores que los demás. Los Estados Unidos tienen toda una teoría de la excepcionalidad, desarrollada a lo largo de la expansión territorial en la segunda mitad del siglo 19 e inspirada en una lectura parcial de las ideas de Alexis de Tocqueville de los años 1830.

    Durante el largo siglo 20, el concepto de American excepcionalism se cristalizó alrededor de la idea de que la democracia norteamericana, consolidada a finales del siglo 18, era mejor que las otras. Deliberadamente utilicé el adverbio todavía en el párrafo anterior porque en el caso de Brasil, el año de 2016 resultó en una dura corrección de la autoimagen de su sociedad que se veía como tolerante y preocupada con las desigualdades, para los norteamericanos la caída ha sido mucho peor. La elección de Donald Trump exige la comprensión de que la mayor y más antigua democracia del continente es tan vulnerable como otra cualquiera. Con las lentes de 2018, se vuelve ridícula la creencia de que una constitución escrita por señores de esclavos en 1780 puede ser utilizada como base para discutir igualdad e identidad 250 años después. El resultado de esta miopía es una población fuertemente armada, que se mata a sí misma en tiroteos sin sentido. Lo que la elección de Trump demostró, y que una gran parte de la población (no la mayoría) se niega a aceptar, es que esta república también fue fundada y erguida con base en la desigualdad. Y esto es un cambio de paradigma de proporciones bíblicas para un pueblo acostumbrado a celebrar su grandeza por dicha excepcionalidad del American dream. En resumen, no existe una excepcionalidad entre las sociedades, sus instituciones y sus economías. Si algo aún se sostiene en estos dieciocho años de un siglo que mantiene la máxima marxista todo lo sólido se desvanece en el aire es la constatación de que todos estamos – los 7,5 mil millones de seres humanos – absolutamente interconectados e interdependientes.

    ¿Entonces cuál es la razón de escribir un libro sobre la excepcionalidad de la arquitectura moderna brasileña? En noviembre de 2017, tuve el honor de participar en dos de las más importantes mesas del 12º Seminario Docomomo en Uberlândia, Minas Gerais. En una de ellas, compartiendo el escenario (estábamos literalmente en el teatro) con Carlos Eduardo Comas, Carlos Alberto Ferreira Martins y Leonardo Finotti, y teniendo a Kenneth Frampton, Ana Tostões y otros importantes historiadores de la historia de la arquitectura moderna brasileña como platea, pasamos la noche discutiendo esta dicha excepcionalidad. En las palabras de Comas, Brasil tiene una arquitectura moderna única que debe siempre ponerse de esta forma hacia sus vecinos en América del Sur. Provocado por Carlos Martins, que utilizó argumentos de mi libro con Luis Carranza para encender el debate, expuse que Brasil tiene una trayectoria muy parecida a los otros países de América, sea la América hispánica o la América anglosajona, y nuestra historiografía carece de más estudios comparativos. Opino que debemos alzar el Ministerio de Educación y Salud – MES de Rio de Janeiro, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo – FAU USP y el Conjunto Arquitectónico de Pampulha en Belo Horizonte al mismo nivel del Guggenheim en Nueva York, el Salk Institute en California, y el Crown Hall del Illinois Institute of Technology – IIT, y lo mismo debería pasar al Banco de Londres de Argentina, la Cepal de Chile, el Museo de Antropología de México, la Iglesia en Atlántida de Uruguay y las Escuelas Nacio nales de Arte de La Habana, Cuba, entre tantos otros.

    Considerando que la arquitectura moderna se convirtió herramienta (y no sólo en el resultado material) de la formulación de las identidades nacionales en Latinoamérica, ¿no sería esta excepcionalidad una falacia como argumenta Jorge Francisco Liernur² en el prefacio de nuestro Modern Architecture in Latin America? ¿El carácter único de la arquitectura moderna brasileña, entendido como excepcional ante el resto de las Américas, sería irreconciliable – como sugiere Liernur – con la aspiración universalista del modernismo? No que yo esté totalmente de acuerdo con Liernur en este punto. En las Américas, tanto Brasil como México y Venezuela tuvieron gobiernos que abrazaron la arquitectura y el arte moderno como herramientas de construcción de sus identidades nacionales, con innegable éxito. El hecho de que Argentina y Estados Unidos no lo hicieron dice más sobre las inclinaciones anti-modernas de sus élites a mediados del siglo 20 y menos sobre la posibilidad de conciliación entre modernismo y nacionalismo.

    Entonces, ¿qué hay de excepcional en la arquitectura moderna brasileña? ¿Sería su exuberancia plástica? ¿El milagro de arquitectura llamado Oscar Niemeyer del que hablaba Lúcio Costa en 1951? ¿Su supuesta capacidad de subvertir la matriz corbusiana? ¿Sería el encuentro de esta misma arquitectura con la voluntad constructora de Juscelino Kubitschek – encuentro que ocurrió en la orillas de una laguna de mi ciudad natal diez años antes del texto de Costa, o sea, en 1941? ¿O sería excepcional el rigor tectónico paulista que se cristalizó en la década subsiguiente al referido texto y que domina el imaginario de la arquitectura con A mayúscula del país hasta hoy, 75 años después de Pampulha y cincuenta años después de la FAU USP?

    No exactamente. Todos estos (y muchos otros) hechos arquitectónicos son excepcionales y merecen su lugar en la historia mundial de la arquitectura, al lado de sus contemporáneos Casa de la Cascada en Pensilvania, Unité d’Habitacion en Francia, el ya citado IIT y la Villa Mairea en Finlandia. Este libro es sobre otra excepcionalidad de la que poco se habla: la escala de la diseminación del vocabulario y de la espacialidad moderna en Brasil.

    Dediqué las primeras décadas de mi carrera académica estudiando esa diseminación. El trabajo se inició en 1996 cuando llegué a Michigan para cursar el doctorado y me di cuenta de que sólo en Brasil hay cientos de miles de casitas modernas, en las cuales se observa una repetición de elementos arquitectónicos: tejados inclinados hacia dentro, losas de hormigón sostenidas por esbeltas columnas de metal, brise-soleils o elementos fundidos garantizando sombra, privacidad y ventilación.

    Haciendo un breve resumen cuantitativo de esta extensión, cabe señalar que Brasil tenía solamente 2 millones de domicilios urbanos en 1940 contra cerca de 35 millones actualmente. Si podemos considerar que todo lo que fue construido en Brasil después de los años 1940 fue fuertemente influenciado por el movimiento moderno, entonces el 95% de lo construido es moderno. En mayor o menor grado, con menos o más calidad, pero eminentemente moderno. Por lo tanto, se hace fundamental preguntar: ¿cuáles son los valores de nuestra modernidad que aún estarían impregnados en nuestro ambiente construido; y cuáles los problemas que aún persisten y qué distorsiones se han producido en los últimos cincuenta años? Además, el impacto cualitativo de esta diseminación es aún mayor.

    Esta es, según mi interpretación, la excepcionalidad de la arquitectura moderna brasileña. Una diseminación y penetración singulares por muchos de los estratos sociales, llegando a la clase media y, por qué no decir, hasta las favelas.

    Los textos reunidos en este tomo son el resultado de estos veinte años de investigación sobre la arquitectura moderna brasileña, sobre su diseminación y penetración, su genialidad y sus contradicciones, desde la Pampulha hasta las favelas pasando por las casitas de clase media y los maestros albañiles que construyeron todo eso. La mayoría de estos textos nunca se ha publicado en español ni en portugués, hecho que me angustiaba mucho considerando que Brasil es el objeto central de la investigación.

    Cualquier trabajo que se proponga a tratar de la excepcional difusión del modernismo brasileño enfrentará un desafío en la narrativa hegemónica y en la comprensión de las relaciones de poder que construyen una imagen (externa) de la arquitectura. Hablar al mismo nivel que Stanford Anderson, Kenneth Frampton, William Curtis y Jean Louis Cohen puede parecer osadía, pero en realidad es una estrategia necesaria en el proceso de descolonización de la arquitectura brasileña. Si el conocimiento del modernismo OTANcéntrico³ sistematizado por ellos es fundamental, es también insuficiente; y es en este punto que entra nuestra contribución. Edificios como el MES en Rio, la FAU USP y la Casa de Vidrio en São Paulo, el Casino de Pampulha en Belo Horizonte y la Capilla del Centro Administrativo de Bahía en Salvador merecen figurar en cualquier canon de arquitectura moderna del planeta; y corresponde a nosotros escribir sobre ellos de esa manera, nunca como brazo lejano y por eso menor del tronco moderno. Somos parte del núcleo de la narrativa, punto final.

    Una de las motivaciones del doctorado y del libro basado en él⁴ fue la idea de que la experiencia cotidiana de los edificios comunes moldea nuestra percepción del ambiente construido tanto o más que los edificios paradigmáticos de la historiografía arquitectónica. La pesquisa que dio soporte a este libro investigó la aceptación de la arquitectura moderna en Brasil, con énfasis en las residencias de la clase media de los años 1950. Esta aceptación puede ser percibida fácilmente en los innúmeros elementos de la arquitectura moderna adoptados y aplicados en las residencias de clase media de las grandes ciudades brasileñas durante los años 1950, período en que la popularidad del modernismo en el área cultural coincide con el establecimiento del nacional-desarrollismo económico.

    Ubicación de los edificios mencionados en los libros de Frampton, Cohen, Curtis y Scully. Diseño Fernando Luiz Lara

    Como escribió Felipe Hernández acerca de mi libro publicado en los Estados Unidos en 2008, la idea de que el modernismo se ha convertido en el estilo preferido de la clase media brasileña implica demostrar que los arquitectos no tienen control de tal diseminación. Tal hecho causa gran inquietud entre los arquitectos que en respuesta insisten en desvalorar tales arquitecturas espontáneas.⁵ Aún estudiante, en Michigan, tuve la oportunidad de hablar con dos estudiosos importantes del movimiento moderno: Stanford Anderson del Massachusetts Institute of Technology – MIT y Kenneth Frampton de la Universidad de Columbia, Nueva York. Ambos se opusieron a comprometerse en la discusión y me apuntaron un muro conceptual con frases muy parecidas que decían: ¿con tanta arquitectura interesante en Brasil por qué estás escribiendo a respecto de edificios proyectados por no-arquitectos? Nunca tuve la oportunidad de retomar la conversación con Stanford Anderson, que falleció en 2016, pero con Kenneth Frampton nos reímos mucho al recordarla, años después, en un taller organizado por el Museum of Modern Art – MoMA en Nueva York. En esta ocasión Frampton otra vez me pinchó

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