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Abandono de Quetame Consejo de Guerra por cobardía
Abandono de Quetame Consejo de Guerra por cobardía
Abandono de Quetame Consejo de Guerra por cobardía
Libro electrónico45 páginas39 minutos

Abandono de Quetame Consejo de Guerra por cobardía

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Entre el 3 y 4 de enero de 1902 sucedió una situación sui generis durante la sangrienta guerra de los mil días en Colombia, cuando fuerzas rebeldes del partido liberal, asediaron con fuerzas a superiores en calidad y cantidad, a una posición gobiernista en la localidad de Quetame Cundinamarca, la cual estaba débilmente fortificada en poder del bando gobiernista del Partido Conservador, que en ese momento representaba al ejército oficial.
Ante la abrumadora ventaja táctica de los atacantes liberales, por sugerencia de los oficiales de la Séptima División que, en contraste con su pomposo nombre, apenas contaba con 289 soldados, para proteger la sensible posición estratégica, el general Habacuc Beltrán comandante de los soldados conservadores, decidió desocupar la plaza, para realizar un movimiento retrógrado hacia la retaguardia, abriendo un boquete, que por su naturaleza facilitaba la aproximación de las fuerzas rebeldes provenientes de los Llanos Orientales hacia la capital de la república.
Producto de la tensión mediática y los temores que se multiplicaron entre las élites capitalinas que vieron en riesgo sus privilegios derivados de la cercanía con el poder, se multiplicaron los rumores, que la actuación del general Beltrán había sido una muestra de cobardía y no de habilidad táctica.
Forzado por las circunstancias, el general Beltrán se anticipó a los hechos y solicitó por escrito, que su conducta táctica y su liderazgo militar, fueran calificados por un consejo de guerra, petición que fue aprobada de inmediato por el alto gobierno. Luego de varios días de instrucción del proceso y de sustanciación del expediente, cinco generales en servicio activo realizaron la corte marcial, cuyo resultado fue dejarlo libre, y en contraste con los graves señalamientos que se le hacían, reconocerle pericia operacional para salvar la vida de los soldados gobiernistas.
Esta obra aporta importantes luces a los lectores para interpretar con mayor claridad la dinámica, las interioridades y los argumentos políticos de los dos partidos, cuyos dirigentes inferiores al proyecto dejado por los libertadores, y por extensión, es un documento de consulta para historiadores, sociólogos, politólogos, geopolitólogos y analistas de fenómenos sociopolíticos en Colombia y en el hemisferio.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 dic 2020
ISBN9780463575406
Abandono de Quetame Consejo de Guerra por cobardía
Autor

Habacuc Beltrán

Habacuc Beltrán fue un político y militar de filiación conservadora, que hizo parte de los caudillos que incendiaron a Colombia en sucesivas guerras civiles durante el siglo XIX. Pasó a la historia de su partido por la maniobra táctica defensiva que realizó en el municipio de Quetame Cundinamarca, durante la etapa final de la sangrienta guerra de los mil días, hecho que lo indujo a someter su conducta al escrutinio de un consejo de guerra en su contra, del cual salió fortalecido.

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    Abandono de Quetame Consejo de Guerra por cobardía - Habacuc Beltrán

    Abandono de Quetame

    Habacuc Beltrán

    Consejo de guerra por cobardía

    Ediciones LAVP

    www.luisvillamarin.com

    Abandono de Quetame

    Historia de Colombia Guerras civiles N°

    Habacuc Beltrán

    Primera edición 1902

    Ediciones LAVP

    www.luisvillamarin.com

    ISBN 9780463575406

    Smashwords

    Todos los derechos reservados para la publicación, reimpresión, comercialización o difusión por cualquier medio, sea parcial o total de esta obra literaria de carácter histórico. Para hacerlo, se requiere autorización escrita firmada por el editor. Hecho el depósito de ley

    Abandono de Quetame

    Abandono de Quetame

    Solicitud

    Certificados

    Exposición del sargento mayor Martínez

    Abandono de Quetame

    Por haberme tocado ser en suerte el jefe de las fuerzas acantonadas en el municipio de Quetame, el día 3 del pasado mes, y por haberse dado distintas interpretaciones a la desocupación de la plaza por las mencionadas fuerzas, interpretaciones que han estado de acuerdo solo para herir mi reputación política y militar, la cual ha sido adquirida sin ahorrar servicios a mi causa, en la medida de mis escasas aptitudes, sin que hasta hoy deba ninguno de los honores que se me han dispensado, ora en puestos civiles ora en colocaciones militares, a oportunas genuflexiones, ni a intrigas mías ni de mis amigos, a lo menos que yo sepa, pues mi puesto como soldado de la causa conservadora, ha estado siempre, durante las guerras, desde que tuve aptitud para manejar un fusil, en ellos campamentos y no en la capital de la república, ―en donde, he dicho sea de paso, se facilita todo a la medida de los deseos, ―me veo hoy en el caso de ocupar la atención pública para poner las cosas en su verdadero terreno, por creer que debo esta explicación a mis copartidarios y amigos.

    En las diversas campañas que he hecho, me ha tocado pelear a órdenes del inolvidable general Manuel Casabianca (q.e.p.d,) y del general Mariano Ospina Chaparro, prestigiosos jefes del partido conservador, y he tenido la suerte de dejar siempre satisfechos a mis superiores, los cuales, como todos los sabemos, han sido aquellos a quienes el zumbido de las balas enemigas y le humo de la pólvora, no alcanzan a entorpecer sus sentidos.

    En otras ocasiones me ha tocado dirigir acciones de armas, en las cuales el buen éxito ha coronado mis esfuerzos. Pero llegó para mí el 4 de enero de 1902, día en que tuve que, por primera vez en mi vida, hacer una retirada ordenada, debido a las circunstancias en que me vi colocado y cediendo a reiteradas y juiciosas observaciones de mis compañeros, haciendo con ello un verdadero bien al gobierno, al cual he servido con entera buena fe.

    Este hecho se ha prestado para que se diga de mí, con la mayor injusticia y ligereza, todo lo más grave que puede decirse de un hombre.

    La publicación de algunos telegramas dirigidos por el señor general Clímaco Silva y de otros dirigidos por mí, y de los certificados de los jefes que me acompañaban en Quetame, el del guardaparque, y uno de mi antiguo jefe, el general Ospina Chaparro, creo bastarán para llevar al ánimo, aún de los más predispuestos en mi contra, el convencimiento de que lo de Quetame, fue algo muy distinto de un desastre o de un certamen de cobardía, pues honradamente declaro que si no me creyera capaz

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